FRANÇOIS VILLON
BIOGRAFÍA
François de Villon – poeta parisino de finales de la Edad Media y principios del Renacimiento francés. Ha pasado a la historia de la literatura francesa como el primer ‘poeta maldito’ tanto por el drama de sus vivencias personales —fue condenado a la horca en dos ocasiones— como por el patetismo, crudeza y socarronería de sus composiciones poéticas.
1431. En un París gobernado por los ingleses, bajo el duque de Bedford, nace (y no sabemos el día) François Montcorbier, por el apellido y lugar de origen de su padre, en el Borbonesado—. Su familia carecía de fortuna. Lo más probable es que su casa estuviera en el barrio de alrededor de Los Celestinos, entre ese convento y el Hôtel de Ville .
Eran tiempos amargos, de guerra civil, peste y hambrunas. Peleaban los Borgoñones, favorables a los intereses de Inglaterra, contra los Armagnac que defendían los derechos del Delfín, el que sería Carlos VII . En ese año 1431 es ejecutada en la hoguera, en Ruan, «la Doncella de Orleans», Juana de Arco. París era una ciudad de unos 300000 habitantes, sucia, de callejuelas innobles que, al caer la noche (sólo a partir de 1669 se instalaron farolas), eran peligrosas, incluso en las cercanías del Châtelet , la Torre de Nesle y el Cementerio de los Inocentes, los únicos tres lugares iluminados. Pero al mismo tiempo era una ciudad donde se desarrollaba una intensa actividad comercial, y donde abundaban las iglesias, las tabernas y los prostíbulos. Barrios de casas de adobe y madera —la Cité, la place Maubert, Saint-Jacques-la-Bonderie, la Grève, Saint-André-des-Arts, Saint Antoine, Saint Gervais, la Vénerie, Sainte Avoie, Saint Martin, les Halles, Saint-Denis, Saint-Eustache, Saint Honoré…—, rodeando la Santa Capilla y la Catedral de Nuestra Señora, con catorce puertas abiertas en sus murallas (las de Carlos V , que terminó Carlos VI , ampliando el recinto acotado por Felipe Augusto). Junto a la de Saint-Martin, se alzaba, como aviso y escarmiento, el gran Patíbulo de Montfoucon, donde los ejecutados permanecían colgados hasta pudrirse o ser devorados por los pájaros.
No sabemos de los años de infancia de François. Debieron ser los normales en un niño de familia humilde: juegos en las calles, una gran libertad sexual, asistencia a las ejecuciones y torturas públicas… Lo que se llamaba «la educación de la calle», que es de las mejores.
El 13 de abril de 1436, París volvió a manos francesas. Se firma la paz entre Carlos VII y Felipe el Bueno. Terminadas las guerras, aumenta la presencia de facinerosos —soldados que se habían quedado sin trabajo, etc— que van a ir constituyéndose en hermandades de delincuentes, como la famosa «Coquilla», favorecidas por la miseria y las dificultades para imponer la Ley —que además contaba en sus filas con innumerables cómplices de estos malhechores.
En 1438, la madre de François, ya viuda —el padre debió de morir en la epidemia de peste de 1433—, consigue que el niño sea tutelado por Guillaume Villon, que era capellán de Saint-Benoît, llamada «Le Betourné» porque cuando se construyó se orientó mal, hacia el suroeste; en 1340 se modificó y de ahí «La bienorientada».
Guillaume Villon era hombre de notable cultura y sumamente generoso. Amparó al niño en sus estudios y lo llevó a vivir con él, en su casa, llamada «La Puerta Roja» porque ese color la distinguía. En esa casa había una puerta que comunicaba de manera privada con la Catedral de Notre Dame; quedan restos en lo que es hoy la rue du Cloître-Notre-Dame. Durante años va a permanecer el niño junto al canónigo, y aprenderá Historia, Latín, Humanidades y quizá rudimentos de Derecho, en lo que era muy versado Guillaume Villon, Doctor en Canónico.
En 1443 se matricula el joven en la Facultad de Artes de París, sostenido económicamente por su protector. Pero al año siguiente, por diferencias sobre unos impuestos, la Universidad declara una huelga y se suspenden las clases. Cabe suponer que estas vacaciones y el clima de alteración suscitado debieron facilitar la entrega a la diversión de aquellos estudiantes. Sabemos que cobró mucha vida la noche y, con ella, las tabernas y las prostitutas. Y que el joven François no debió de ser ajeno a esa disipación en unión de su buen amigo Ythier Marchand.
Son esos los años en que «descubre» la poesía y lee obras famosas de su tiempo —Jehan de Meung, las Vigiles de Morts de Pierre Nesson, Rutebeuf, Colin de Muset, por supuesto a Charles de Orleans, que había regresado de su exilio en Inglaterra hacía poco, a Cristina de Pisan «la Veneciana» (algunos detalles en su obra lo sugieren) y seguramente El camino del largo estudio y mutación de la fortuna y el Cuadrilogo invectivo de Alain Chartrier, y debió nutrirse también de algunos griegos y latinos y, por supuesto, de lecturas piadosas. Pero no menos debieron influirle el mural del Cementerio de los Inocentes, o el de los Celestinos (T LXXXIX y «Balada para rezar a Nuestra Señora»): ese «Paraíso», ese «Infierno»; y las conversaciones de taberna con las putas; y los propios «Misterios». Son años también donde las amistades de la infancia muchas de ellas se han fortificado y han entrado en su vida personajes sugestivos, no siempre ejemplo de buenas costumbres, como Colin Cayeux y Régnier de Montigny, que tan mal acabarían. Y son los años en que empieza a escribir.
En 1449 obtiene su título de Bachiller en Artes y se dispone a seguir estudios. En ese momento cambia su nombre por el de Villon, no sólo en homenaje a su protector, sino porque en aquellos tiempos eso no tenía demasiada importancia y el Villon —respetado en París, conocido en la Universidad, con asiento social— podía favorecerle más que el desconocido Montcorbier.
En 1450 sucede en Alemania algo que tendrá una importancia considerable para el mundo de la Cultura: en Maguncia, un hombre llamado Gutemberg abre la primera imprenta.
En 1451 la Universidad vuelve a agitarse —en verdad, aún no se había calmado—: los estudiantes, molestos con la viuda del notario real Bruyeres (T LXXXVIII y CXLIV), que debió ser dama poco cordial, deciden reunirse y arrancar un espantoso monolito que dicha señora tenía ante su casa, al que jocosamente llamaban «Pet-au-Diable», esto es: «El Pedo del Diablo». Lo hacen y lo trasladan hasta la colina de Sainte Genevieve. La desconsolada viuda denunció el caso a las autoridades. Se puso un nuevo monolito, y también fue arrancado por los estudiantes, ya envalentonados. La autoridad decidió imponerse y dieron comienzo una serie de altercados que llegaron a producir heridos y algún muerto y que llevó hasta la violación del fuero de la Universidad. Villon tomó parte en las algaradas, y hasta dice haber hecho un librito sobre el tema, aunque parece que se trata de una broma, porque jamás se han tenido pruebas de ello.
Lo que sí trajeron esos sucesos fue una nueva parada en los estudios, y una mayor inmersión, junto a muchos compañeros, y muchos de ellos bastante peligrosos, en el mundo de las tabernas y las putas. Como Villon no tenía dinero, porque el bueno de Guillaume, si le protegía en sus estudios, es natural pensar que no iba a avivar el desenfreno de su pupilo, es de suponer que ante el ejemplo de todos aquellos que sí disponían de sobrada bolsa (llena con robos y estafas), empezase a ver con buenos ojos las posibilidades que ese camino le abría.
En 1452 gana su título de Maestro en Artes con una licencia de docente.
En 1453, seguramente a causa de que algunas de sus poesías se habían hecho conocidas y a que no debió de ser hombre falto de talento, se relaciona con el mismísimo preboste de París, Robert d’Estouteville . No es tampoco tan extraño, ya que d’Estouteville , y sobre todo su esposa, eran amantes de las Artes y recibían en su palacio a algunos escritores. Como agradecimiento, Villon le escribió la balada de su nombre.
Más o menos por esa época, el poeta conoce a una joven de gran belleza, Catherine de Vaucelles. Aunque a él desde siempre y por siempre lo que le tirará son las prostitutas y las aventuras fáciles, parece que se enamoró de esta joven, y que ella lo marcó con rigor, no sólo en los sentimientos (LIII y sgts. y T LXV y sgts., XCIV y «Última balada»). De este período son poemas como «Contra los enemigos de Francia», «Balada de las damas de ayer», la «Balada de las mujeres de París» o la «Balada del buen consejo». En 1455 sucede algo que cambia el rumbo y la vida de Villon. El 5 de junio tiene un mal encuentro con un sacerdote de nombre Philippe Sermoise. La pelea fue culpa del sacerdote, y Villon no hizo sino defenderse, pero con tan mala fortuna que causó heridas a aquél, tan graves, que murió al poco. Para huir de las consecuencias de este homicidio, Villon abandona París.
La verdad es que no se aleja mucho (y que debía estar en constante contacto con Guillaume Villon y otros); seguramente vivió por Bourg-la Reine o acaso llegara a Port Royal donde conoció a la famosa abadesa, aunque no hay constancia de que participase en sus orgías; seguramente la conoció por mediación del amante de ésta, el fraile carmelita Baudes (T CXX). Lo que sí es bastante seguro es que por esta época empezó a relacionarse ya de manera más directa con otros «perdidos» como él, lo que lo llevó a —como muy poco— tratarse con la hermandad de «la Coquille» , entre cuyos miembros había bastantes conocidos suyos. Que estuvo con ellos, es seguro: hay hasta varios poemas —no incluidos en este libro: casi nunca se hace, entre otros motivos porque son intraducibles— escritos en su jerga: el «Jargon».
En 1456 regresa a París gracias a que Guillaume Villon le ha obtenido dos «cartas de remisión», y de nuevo se instala en la casa de su tutor. Sigue con los estudios —pero con poco interés—, vuelve a su vida nocturna en las tabernas, y pretende con más vigor los favores de Catherine de Vaucelles, que por cierto no se mostró muy amorosa hacia el poeta y hasta lo hizo objeto de una agresión bastante contundente, como escarmiento, ante su propio balcón (quiero decir que presenció la paliza); el jefe de los pandilleros que dejaron bastante malparado a Villon se llamaba Noël Jolis, y se vengará de él en el Testamento CLII. Desde luego, de ella lo hará también (repito: LIII y sgts., T LXV y sgts. y XCIV y «Última balada»).
Harto de vivir sin dinero (una de las causas del no de la Vaucelles), de ver cómo a su alrededor los mediocres prosperaban y cómo la corrupción se extendía por toda la sociedad, incluyendo a las respetables autoridades, Villon decide lanzarse de cabeza por el camino que sus compañeros de jarana le aconsejan desde hace tiempo. Y con algunos de ellos, Guy Tabarie (T LXXXVIII), Colin Cayeux (T CLVI), Petit Jehan y Damp Nicolas, prepara un asalto al Colegio de Navarra. El Colegio había sido fundado en 1304 por doña Juana de Navarra, mujer de Felipe el Hermoso, y se construyó entre 1309 y 1315. Estaba situado en donde hoy la Escuela Politécnica, en la rue Descartes. Los compinches deciden que la Navidad es buena ocasión, ya que el Colegio quedaba sin vigilancia. Y cuando llega la fecha, escalan, descerrajan los cofres y obtienen un botín de 500 escudos. A Villon le tocan 120, lo que no dejaba de ser una pequeña fortuna en ese tiempo.
Regresa a casa de Guillaume Villon; y debió considerar que, más bien temprano que tarde, se descubriría todo y su participación, y decide alejarse de París. Antes de partir, escribe, de un tirón, El Legado . Y se encamina a Angers.
En 1457 vivió algunos meses en Angers, tratando de ganarse el favor de Renato de Anjou, para lo que no escatimó sus halagos («Suplirá a monseñor de Borbón»), pero no lo consiguió. Allí escribió también, según se establece, «Los contradichos de Franc Gontier». Estando en Angers se entera de que en Dijon se está desarrollando un proceso de envergadura contra varios «coquillards», alguno de ellos amigo suyo, y de que la pena va a ser la horca; y también le llega que su cómplice Tabarie, detenido en París, ha «cantado» todo lo referente al robo en el Colegio de Navarra, los nombres de los implicados y hasta que él, Villon, se encuentra en Angers.
Ya sin dinero —porque en Angers llevó una vida de derroche— se dirige a Blois, donde sabe que el duque de Orleans gusta de proteger a los artistas. Pero —y no está claro el porqué— es detenido y encarcelado por unos días, hasta que a finales de diciembre, la celebración del nacimiento de la primera hija de los duques, la princesa María, lo libera. Entonces se decide a participar en las justas poéticas que el duque ha convocado para 1458 con un pie forzado que a él se le ha ocurrido. Como resultado de este concurso («Balada del concurso de Blois» y «Epístola a María de Orleans»), el duque lo ampara, y seguramente con generosidad; pero Villon tiene algunos roces con otros protegidos de aquél y decide dejar esa corte y dirigirse a Moulins, esperando ganar el amparo de Juan II de Borbón.
De camino a Moulins, se detiene en Bourges. Una acusación, envidiosa, parece ser que de herejía, lo lleva ante el obispo, y cerca está el poeta de acabar muy mal (se vengará de esto en T CXL y CXLI y «Balada»). Por fin logra escapar con bien, y reanuda su camino, no sin enterarse, con gran dolor, supongo, de la ejecución en la horca de su muy querido Régnier de Montigny (L XVII). Por esos días escribe la «Balada de las lenguas mentirosas».
En Moulins no consigue gran ayuda de Juan II, y parte de nuevo. Durante meses se pierde su rastro. En una ocasión, algún documento lo afirma, pretendió otra vez el apoyo del duque de Orleans. Pero transcurren más o menos dos años, en los cuales nada sabemos de él. Podemos imaginar que volvió a frecuentar la hermandad de «la Coquille»; y podemos imaginar también la impresión que debió de causarle, tras la muerte de Montigny, el ajusticiamiento de Colin Cayeux, en septiembre de 1460. Del verano de 1461, está en Meung-sur-Loire, tampoco se saben las razones, aunque seguramente están relacionadas con su notoria amistad con Colin Cayeux y tantos otros, pero el caso es que el obispo Thibault d’Aussigny, hombre implacable, ordena su detención. Quizá pretendió sacarle con tormento el porqué de algunos robos que no se habían esclarecido. El caso es que lo entregó al más cruel de sus verdugos (al que por cierto hizo venir de Orleans, donde estaba con algún «trabajo»): Petit Robert. Los interrogatorios, con potro y tortura de agua, fueron terribles. (Sobre el obispo T I y LXXIII y sobre torturas T II, «Epístola a sus amigos» y «Balada de la apelación»). Sabemos que quebrantaron a Villon físicamente, hasta haciéndole perder el pelo. A principios de otoño, Luis XI , que ha sido coronado tras la muerte de Carlos VII, camino de Tours se aloja en Meung, lo que conlleva la amnistía de los presos del obispo. Así pudo Villon salir de la prisión.
Maltratado, fue una vez más a Moulins, para rogar protección, y hasta para ello escribió la «Suplica al señor de Borbón». Pero no consiguió sino algunas monedas. Con ellas regresa a París.
Estamos ya a finales de 1461. Empieza a escribir El Testamento (no está determinado si ya antes de volver a París o viviendo en casa de Guillaume Villon, todo, o casi, está escrito allí). Poco a poco se repone, aunque jamás por completo. Vuelve, mesurado, a su vida tabernaria y de golfas. El Testamento parece hecho y ordenado en él la serie de poemas anteriores, en los dos o tres primeros meses de ese año.
Y de pronto, sin que esta vez tenga nada que ver en el asunto, el 2 de noviembre es detenido y acusado de un robo. Como se prueba que no ha sido él, lo ponen en libertad, pero mientras ha estado detenido ha salido a relucir el viejo asalto al Colegio de Navarra. Inexplicablemente también, no lo acusan y condenan severamente por ello, sino que le imponen una multa de los 120 escudos que le habían correspondido, y le dan tres años para devolverlos. Y no ha hecho más que poner el pie en la calle, cuando la suerte, una vez más, la mala suerte, cae sobre él: al salir de cenar (con buen riego de vinos) con unos amigos, uno de éstos decide gastarle una broma —pesada— al notario Ferrabuc. Como sea, se produce una riña, y Ferrabuc es herido levemente. Pero Ferrabuc es hombre de grandes influencias, y el preboste de París no es ya Robert d’Estouteville , sino Jacques de Villiers, señor de l’Isle Adam, hombre inexorable y que está decidido a «limpiar» París de vagabundos y ladrones. Todo ello termina dando una vez más Villon con sus huesos en el Châtelet, donde, cuando todo lo que espera es una pena moderada, se encuentra de sopetón con interrogatorios durísimos, el más cruel de los encarcelamientos y —suma arbitrariedad— ¡con una sentencia de muerte!
Aterrado, mientras espera la vía dolorosa hacia el Patíbulo de Montfoucon, donde varios amigos suyos ya han sido ejecutados —y mientras Guillaume Villon y cuantos le conocen y estiman hacen todo lo posible por liberarlo de tan injusta condena—, escribe la «Balada de los ahorcados», su «Epitafio», y el de cuatro versos (XIII en Otras poesías ).
Por fin, han sido tantas las exhortaciones en su favor, que el Tribunal revisa la causa, y el 5 de enero de 1463 conmuta la sentencia de muerte por el destierro de París por diez años. En agradecimiento, Villon escribe el «Elogio a la Corte» («Súplica a la Corte del Parlamento») y «Apelación». Y el 8 o 9 de enero —tras ese plazo de tres días que en esa balada suplica— abandona París y jamás volvió a saberse de él.
Su obra principal, Le Testament (1461), ha sido ampliamente traducida a multitud de lenguas, siendo objeto de un mayor número de versiones las baladas que en ella se insertan, las cuales constituyen la composición lírica por excelencia del bardo, cuyo nombre se debe a que originalmente fueron concebidas para ser declamadas en voz alta con acompañamiento musical como si de canciones se tratara —recordemos la arraigada tradición en la Europa medieval de entonar las creaciones poéticas por medio de la voz de juglares y trovadores—. En ellas prima la enseñanza moral de carácter generalmente burlón expresada por medio del estribillo final. Algunas de las baladas que más han trascendido a lo largo de los años no se encuentran, sin embargo, en su obra más representativa, sino en el poemario denominado Poesías diversas, compuesto por dieciséis poemas, mayoritariamente baladas.
Actualmente, Villon continúa generando literatura en torno a su vida y a su obra, literatura en la que la traducción ocupa un lugar preponderante, pese a que en este intento por perpetuar las composiciones del poeta y de convertirlo en un autor atemporal prime más el embellecimiento del texto resultante mediante la rima que la reproducción fiel de sus mensajes.
Villon no renovó la poesía de su tiempo, sino que dio una nueva vida a motivos heredados de la cultura medieval que él conocía a la perfección y los animó con su propia y original personalidad. Así, toma a contrapié el ideal cortés, invierte los valores admitidos celebrando a las gentes destinadas al patíbulo, se entrega de buen grado a la descripción burlesca o a las bromas subidas de tono, y multiplica las innovaciones en el lenguaje. Pero la estrecha relación que Villon establece entre los eventos de su propia vida y su poesía lo lleva a dejar igualmente que la tristeza y la melancolía se apoderen de sus versos. Le Testament (1461), que es considerada como su obra capital, se inscribe como una prolongación del «Legado» (1456), al que se le llama comúnmente, el «pequeño testamento». Ese largo poema de 2023 versos está marcado por la angustia de la muerte a la que el propio Villon acababa de ser condenado y recurre, con una singular ambigüedad, a una mezcla de reflexiones sobre el tiempo, amargas chanzas, invectivas y fervor religioso. Esta combinación de tonos contribuye a dar a la obra de Villon una sinceridad patética que la singulariza respecto a la de sus predecesores.
Villon, ignorado por su tiempo, es redescubierto en el siglo XVI antes que Marot lo publique.
POEMAS
EL TESTAMENTO
I
En el año en que cumplo los treinta ,
Cuando todas mis vergüenzas he apurado,
Ni loco del todo ni del todo cuerdo
A pesar de tanto sufrimiento
Que padecí por órdenes
De Thibault d’Aussigny …
Obispo es, bien bendice las calles.
¡Pero de él reniego!
II
No es
Balada de las damas del tiempo de antaño
Sé que a famélicos y a ricos,
a sabios, locos, curas, laicos,
nobles, villanos, grandes, chicos,
bellos, feos, buenos, y avaros,
a damas de alzada esclavina,
de bonete o altos peinados,
su condición sea cual fuere,
los va la muerte devorando.
Y así sea Paris o Helena,
el que muere, muere sufriendo:
sobre su corazón estalla
su propia hiel, pierde el aliento;
después suda ¡Dios qué sudores!
y nadie puede socorrerlo,
que entonces no hay hijo ni hermano
que le quiera canjear el cuerpo.
La muerte lo hace temblar, lívido,
le hincha las venas, le hincha el cuello,
le afloja la carne, le agranda
los tendones que unen los huesos…
¡Oh, tierno cuerpo femenino!
¿Deberás sufrir tal tormento?
¿Tú, pulido, dulce, y precioso?
Sí, o subir vivo a los cielos.
Balada en vieja lengua francesa
Traducción de Rubén Abel Reches
Porque también el Santo Padre,
con amito * y alba cubierto,
ceñido con estolas santas
con las que coge por el cuello
al diablo que maldad rezuma,
muere igual que se muere un lego:
una brisa suave lo arranca:
seres son que se lleva el viento.
Y también de Constantinopla
el Señor de dorado yelmo,
o de Francia el Rey generoso
que sembró iglesias y conventos
en honor a Dios, y que ha sido
el más glorioso de los nuestros,
si en su tiempo los adoraron
seres son que se lleva el viento.
Y asimismo el Delfín de Vienne
y Grenoble, el prudente, el fiero,
o de Dijon, Salins y Dole
el Señor y su hijo heredero,
o su gente misma, sus cortes,
pese a todo lo que engulleron,
sus escuderos, sus heraldos,
seres son que se lleva el viento.
Van los príncipes a la muerte
como el clérigo y como el siervo,
y así se enfaden o entristezcan
seres son que se lleva el viento.
Balada para rezar a Nuestra Señora
Traducción de Rubén Abel Reches
Señora del cielo, Regente de la tierra,
Emperatriz de los pantanos infernales:
recibid a esta humilde cristiana que yerra:
quiere ser de vuestros dilectos celestiales
aun sabiendo que no tiene méritos tales.
Esas que de vos manan, mi Señora, riquezas,
son mucho más grandes que todas mis bajezas.
Sin ellas al cielo el alma no ha de subir;
y no estoy mintiendo, como las juglaresas:
en esta fe yo quiero vivir y morir.
Decid a Vuestro hijo que busco su vía.
Pedidle que mis pecados sean borrados,
que me perdone como a la egipcia María
o a Teófilo, clérigo a quien disculpados
fueron sus tratos con el diablo acordados
por la intercesión de Vuestra dulce sonrisa.
Preservadme del demonio que siempre atiza,
Virgen que sin mancha pudiste concebir
el sacramento que se celebra en la misa:
en esta fe yo quiero vivir y morir.
Soy pobre y vieja, no sé los textos sagrados,
pero en la iglesia adonde voy por que me ayudes
vi un Edén pintado con arpas y laúdes
y un Infierno en donde hierven los condenados.
Este me da un gran miedo, al otro alborozados
miran mis ojos, y es la única verdad que sé.
Sueño con que esa dicha algún día alcanzaré,
Señora a quien el pecador debe recurrir
sin fingimientos ni pereza y con fe:
en esta fe yo quiero vivir y morir.
Fue tu santa preñez, digna Virgen, Princesa,
el Rey Jesús que es infinito y que no cesa
y que adoptó nuestra triste naturaleza,
dejó su cielo y por nosotros vino a morir
sacrificándonos su juvenil belleza.
Así es nuestro Dios. Suya mi alma se confiesa:
en esta fe yo quiero vivir y morir.
Ítem, a mi adorada Rosa ni mi corazón ni mi panza dejo. A ella más le gustaría otra cosa, aunque no le falta. ¿Qué? Una bolsa grande de seda llena de escudos, honda y ancha, mas que me cuelguen de una soga si en ella pongo escudos o lanza *. que ya le entran, sin mí, bastantes… Esto me tiene sin cuidado, no me entristecen esas cosas, ya no tengo caliente el pájaro. Este dejo a los herederos de aquel Michaut **, que era apodado “Buena leche”. Rogad por su alma. En Saint-Satur está enterrado. Sin embargo, para cumplir con Amor, antes que con ella ya que nunca quiso otorgarme de esperanza ni una moneda, (no sé si ha sido tan rebelde con otros, y esto me atormenta; mas yo ¡Santa María! Sólo burlas obtuve de esa fiera) le envío esta balada, todos terminando en erre sus versos. ¿Pero quién llevársela debe? Pues Perrenet de la Barre ***, pienso, a quien pido que si en su ronda ve a la Señora de mis sueños que de este modo la salude: “¡Puta de mierda! ¡Al fin te encuentro!”
Balada
Traducción de Rubén Abel Reches
Que en rejalgar * y anhídrido arsenioso,
en sulfuro amarillo y en cal viva,
en pez y hollín disueltas en colada
hecha con pis y cacas de judía,
en plomo hirviente que las desmenuce,
en agua sucia de leproserías,
en raspones de pies y ropa vieja,
en sangre de áspid y diversas víboras,
en hiel de lobos, zorros y tejones
¡las lenguas envidiosas sean fritas!
Que con sesos de un gato que ni pesque
por no mojarse, y de podrida encía,
o con los de un mastín también roñoso
goteándole de rabia la saliva,
con, en sus propias babas cocinados,
los pedacitos de una mula tísica,
en agua en que hunden el hocico y boca
ranas, ratones, sapos, lagartijas,
serpientes, ratas y otras nobles bestias
¡las lenguas envidiosas sean fritas!
Que en sublimado, peligroso al tacto,
sobre el ombligo de una sierpe viva,
en las sangres expuestas en las ollas
del barbero cuando la luna brilla,
una ya negra, la otra verde obscuro,
en los tachos en donde las nodrizas
raspan pañales, y en las palanganas
en que se lavan las venales ninfas
(quien no me entiende nunca fue a burdeles)
¡las lenguas envidiosas sean fritas!
Pasad, Príncipe, luego estos manjares,
si no tenéis tamiz ni tenéis criba,
por los fondillos de cagadas bragas,
pero antes ¡que en soretes de porcina
las lenguas envidiosas sean fritas!
Balada de la gorda Margot
Traducción de Rubén Abel Reches
Si amo a la bella y sírvola os asusto?
¿me juzgáis vil y tonto y mentecato?
Tiene ella bienes para todo gusto.
Por su amor ciño daga, escudo y mato.
Cuando alguien viene tomo pronto un vaso
y de la pieza escúrrome callando.
Después le traigo queso y pan, lo abrazo,
si paga bien le digo: “¿Vuelve? ¿Cuándo?
Cuando esté en celo, amigo, lo esperamos
en el burdel en donde el pan ganamos”.
Mas si amanece y no aportó dinero
¡ay de Margot! entonces enfurezco,
no puedo verla, degollarla quiero.
Tomo sus atavíos, salgo al fresco
y con que iré a venderlos la amenazo.
Ella se planta como el Anticristo
y de matarla ahí mismo sería el caso
pues por la muerte júrame de Cristo
que no lo haré. Y así peleamos
en el burdel en donde el pan ganamos.
Pero vuelve la paz, se tira un pedo
más criminal que de un cañón la bala,
riendo me da un golpe, luego, quedo,
“¡súbete!” dice, en tanto que se instala.
Dormimos como un zueco, ambos beodos.
Si despierta y su vientre aún reclama
se alza y me monta, tales son sus modos.
¡Nos aplasta!” gemimos yo y la cama,
“¡Por tu lujuria nos desvencijamos!”
en el burdel en donde el pan ganamos.
Que llueva o truene, tengo el pan seguro.
Soy vicioso y halléme una viciosa.
No sé cuál de los dos lo es más, lo juro.
Y la basura nos parece hermosa
y el honor nos repugna y lo ahuyentamos
en el burdel en donde el pan ganamos.
Lección de cordura a los muchachos descarriados
Traducción de Rubén Abel Reches
Perdéis, muchachos, la más bella
rosa que hay en vuestro sombrero;
si marcháis para Montpipeau,
clérigos de veloces dedos,
o a Ruel, cuidad vuestra cabeza:
pues por irse a los lados esos
y creer en apelaciones
la perdió Cayeux el cerrajero.
Que no son el cuerpo y el alma
pequeña apuesta: si perdemos,
de morir cubiertos de infamia
no nos salva Arrepentimiento;
y si ganamos, no es la reina
Dido a quien poseeremos.
Hay que ser miserable o loco
para jugar tales efectos.
Se dice que al barril de vino
hasta el fondo es sabio beberlo,
ya en los bosques cuando es verano,
ya junto al fuego en el invierno.
¡Si tenéis dinero gastádlo,
que no da brotes bajo el suelo!
Bien mal habido no prospera.
¿A quién tenéis por herederos?
Balada de buena doctrina
Traducción de Rubén Abel Reches
Pues ya bulas apócrifas trafiques
o vivas de ir trampeando con los dados
o monedas corrientes falsifiques
como los que terminan escaldados,
delincuente sin dios ni rey, bandido,
así estafes o robes o adulteres
¿en qué termina tu oro mal habido?
todo se va en tabernas y en mujeres.
Rima, zahiere, pulsa un instrumento
como los locos que el disfraz protege,
hazte el payaso, el mago, inventa un cuento
y representa donde se te deje
escarnios, farsas y moralidades,
gana a las cartas: todo lo que adquieres
-escucha atentamente y no te enfades-
todo se va en tabernas y en mujeres.
¿Que ante tales infamias tú reculas?
Entonces ve a labrar campos y prados,
almohaza caballos, asnos, mulas
si no te cuentas entre los letrados
y ganarás bastante. Mas si acaso
de los que el cáñamo trituran eres
¿no es verdad que el producto de tu brazo
todo se va en tabernas y en mujeres?
Calzas, jubones, bragas, capa
y todos los vestidos que tuvieres
llévalos -¡vamos! ¡que la edad se escapa!-
a las tabernas pronto, a las mujeres.
Canción
Traducción de Rubén Abel Reches
Al volver de dura prisión
donde casi dejo la vida
aún la suerte en su sinrazón
se ensaña en mí, me odia y no olvida.
Ya podría estar su aguijón
satisfecho con tanta herida
al volver.
Si no quiere en su sinrazón
menos que verme ya sin vida
¡quiera Dios que mi corazón
en Su cielo tenga acogida
al volver!
Epitafio
Traducción de Rubén Abel Reches
Yace y duerme en este desván
-con sus flechas lo mató Amor
un estudiante simple y pobre
que llamaban François Villon.
Nunca tuvo un palmo de tierra.
Sabido es que todo lo dio:
su mesa, su pan, su panera.
Rezad así, cual él pidió:
Versículo o rondel
Dad reposo eterno a este hombre
y eterna claridad, Señor *.
Ni un perejil jamás fue suyo
ni saciado se relamió.
Lo afeitaron hasta las cejas
como un nabo que en la olla dio **.
Dadle reposo eterno, Dios.
El Rigor lo mandó al exilio
y en el culo lo pateó
mientras él sollozaba: “¡Apelo!” ***
que no es muy ingeniosa voz.
Dadle reposo eterno, Dios.
Cuarteta
Traducción de Rubén Abel Reches
Yo soy François -¡cuánto me pesa!
de París, cerca de Pontuesa .
Pendiendo de la cuerda de una toesa
sabrá mi cuello lo que mi culo pesa.
Ruego aporte Guilaume du Ru
el aceite del alumbrado
y que mis cuatro ejecutores
tomen las puntas del sudario.
Barba, cabellos, pene, y cejas
nunca hasta hoy me dolieron tanto.
El mal me cerca. Es el momento
de agradecer, pues ya me marcho:
Balada de agradecimiento
Traducción de Rubén Abel Reches
A Devotas y Mendicantes,
a elegantes de chapa en suelas,
a Cartujos y otros tunantes,
a clientes y a mujerzuelas
de esas que usan abiertas cotas,
a galanes que por las modas
hieren sus pies con prietas botas:
agradezco a todos y a todas.
A las que muestran pezoncillos
porque saben que eso da oro,
a traviesos y a ladroncillos,
a saltimbanquis con su loro,
a juglaresas y fantoches
que silban, beodos y beodas,
y así alegrando van las noches:
agradezco a todos y a todas.
Salvo a jauría azotadora *
que me hizo masticar grilletes
pero que ya no temo ahora
más que se teme a tres soretes.
Les dejaría eructos, pedos
a modo de estridentes odas,
pero quiero evitar enriedos:
agradezco a todos y a todas.
Que con durísimos mazazos
les rompan las costillas todas
y las piquen a martillazos:
agradezco a todos y a todas.
Epístola a sus amigos
Traducción de Rubén Abel Reches
Tened piedad de mí, tened piedad
por lo menos vosotros, mis amigos.
No en fiesta estoy, sino en cautividad,
en esta fosa donde sin testigos
me atormenta Fortuna con grilletes.
Acróbatas, juglares, brincadores,
muchachos y muchachas, mozalbetes
punzantes como abeja entre las flores,
gargueros que hermoseáis toda canción:
¿olvidaréis aquí al pobre.Villon?
Cantores que cantáis sin regla alguna,
en cuanto hacéis y en cuanto habláis jocosos,
vagantes que dormís bajo la luna,
si algo aturdidos, siempre espirituosos.
No tardéis más que cerca está su muerte
¡oh, rimadores de rondeles * ciento!
¿Puchero le daréis a un cuerpo inerte?
Aquí no entran relámpagos ni viento
y en esta fosa late un corazón.
¿Olvidaréis aquí al pobre Villon?
Venid a ver su lamentable traza,
Nobles ** a los que el diezmo es exceptuado,
a quienes rey ni emperador emplaza
y sólo dependéis del Dios amado.
Domingo y martes a ayunar *** lo obligan
y como de un rastrillo son sus dientes.
Después de un duro pan que le desmigan,
vierte en sus tripas aguas malolientes,
siempre soñando con algún capón
¿Olvidaréis aquí el pobre Villon?
Príncipes que he nombrado, muchachitos,
obtened de mí gracias reales
y en cesta alzadme dando alegres gritos,
que los cerdos -y son sólo animales
adonde gruñe uno va el montón,
¿olvidaréis aquí al pobre Villon?
El epitafio Villon
Traducción de Luis Gregorich
Oh hermanos, que vivís después de nosotros,
no nos cerréis los corazones piadosos,
pues, teniendo piedad de nuestras pobres almas
Dios la tendrá luego de vuestros ojos
que aquí nos miran. Juntos estamos cinco o seis
y la carne que alimentamos a demasiado costo
está, después de mucho, roída y putrefacta,
y nosotros, huesos, nos volvemos ceniza y polvo.
De nuestros males no se burle nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
No nos desdeñéis, hermanos, en nuestro clamor,
porque hayamos sido muertos nosotros
en homenaje a la justicia. Pues debéis entender
que el espíritu sereno no saben tenerlo todos;
perdonadnos ahora, después de nuestra muerte,
frente al hijo de la Virgen María, solos;
procurad que Su gracia no nos sea negada,
y pueda preservarnos de los infernales rescoldos.
Muertos estamos, no nos moleste nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
La lluvia nos ha colado y lavado;
el sol nos desecó y ennegreció el tronco.
Nos arrancaron la barba y las cejas
urracas y cuervos, y nos cavaron los ojos.
Nunca jamás, ni un instante, pudimos sentarnos:
aquí y allá nos mecimos, según los antojos
del viento, que nos arrastra sin cesar,
en tanto los pájaros nos picotean más que al sorgo.
De nuestra cofradía no sea, por favor, nadie:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
Príncipe Jesús, que sobre todo reinas,
procura que el Infierno no lleve las almas nuestras:
nada tenemos que hacer ni pagar en su lodo.
Hombres, en esto no hay burla alguna:
¡y rogad a Dios que nos absuelva a todos!
Balada del buen consejo
Traducción de Carlos Alvar
Hombres fracasados, desprovistos de razón,
desnaturalizados y fuera de conocimiento,
sin ningún sentido común, colmados de desatino,
locos abusados, llenos de ignorancia,
que obráis contra vuestro origen
sometiéndoos a muerte detestable
por cobardía, ¡ay!, ¿no os remuerde el horror que os lleva a la vergüenza?
Mirad cómo han muerto muchos jóvenes
por ofender y tomar la riqueza de otro.
Que cada uno vea en sí mismo su error
y no nos venguemos, tengamos calma;
sabemos que este mundo es prisión:
para los virtuosos libres de impaciencia,
golpear, apalear, no es prueba de sabiduría,
ni quitar, robar o pillar y asesinar sin motivo.
No se preocupa de Dios, de la verdad se aleja,
quien pasa su juventud en tales hechos,
por los que al final se retuerce, arrepentido, las manos
por ofender y tomar la riqueza de otro.
¿De qué vale hacer trampa, adular, reírse a las espaldas,
suplicar, mentir, afirmar sin buena fe,
fingir, engañar, preparar venenos,
vivir en pecado, dormir receloso
sin tener confianza en el prójimo?
Por esto concluyo: esforcémonos en hacer el bien,
tengamos valor y confianza en Dios,
no tenemos un día seguro en la semana;
de nuestros males reciben el rebote nuestros padres
por ofender y tomar la riqueza de otro.
Vivamos en paz, exterminemos la discordia;
jóvenes y viejos, pongámonos todos de acuerdo:
la ley lo quiere, el Apóstol lo recuerda, con razón,
en la epístola romana;
nos falta orden, oficio o puerto seguro.
Pensemos en estos puntos; no dejemos el buen puerto
por ofender y tomar la riqueza de otro.
Balada de los proverbios
Traducción de Carlos Alvar
Tanto se rasca la cabra, que se daña;
tanto va el cántaro a la fuente, que se rompe;
tanto se calienta el hierro, que se pone al rojo;
tanto se golpea, que se parte;
tanto vale el hombre, cuanto se le precia,
tanto se aleja, que lo olvidan,
tan malo es, que se le desprecia,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.
Tanto habla uno, que se contradice;
tanto vale buena fama como un favor conseguido;
tanto promete uno, que se desdice;
tanto se suplica, que la cosa se adquiere,
tanto es más querida, cuanto es más buscada,
tanto se busca, que se encuentra,
tanto es más frecuente, cuanto menos deseada,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.
Tanto se quiere al perro, que se le da de comer;
tanto corre la canción, que la aprenden;
tanto se guarda la fruta, que se pudre;
tanto sé hostiga una plaza, que es conquistada;
tanto se tarda, que fracasa la empresa;
tanto se precipita, que sobreviene un mal;
tanto se aprieta, que cae la presa,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.
Tanto se bromea, que ya no se causa risa;
tanto se gasta, que no se tiene camisa;
tanto es uno generoso, que todo se lo gasta;
tanto vale toma, como una cosa prometida;
tanto se ama a Dios, que se sigue a la Iglesia;
tanto se da, que conviene pedir prestado;
tanto se vuelve el viento, que se hace cierzo;
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.
Príncipe, tanto vive loco, que sana,
tanto va, que al fin vuelve,
tanto se le golpea, que muda de parecer,
tanto se invoca la Navidad, que al fin llega.
Balada de las cosas sin importancia
Traducción de Carlos Alvar
Reconozco sin dificultad las moscas en la leche;
reconozco al hombre por el vestido;
reconozco el buen tiempo y el malo;
reconozco la manzana en el manzano;
reconozco el árbol al ver la resina;
conozco cuándo es todo igual;
conozco quién trabaja o descansa;
conozco todo, excepto a mí mismo.
Reconozco el jubón por el cuello;
reconozco al monje por el hábito;
reconozco al señor por el vasallo;
reconozco por el velo a la monja;
reconozco cuándo un tramposo habla en su jerga;
reconozco al loco alimentado de nata;
reconozco el vino por el tonel;
conozco todo, excepto a mí mismo.
Conozco al caballo y a la mula,
conozco su carga y su fardo;
conozco a Beatriz y a Isabelita;
conozco la ficha que se cuenta y suma;
reconozco la visión y el sueño;
conozco el pecado de los bohemios;
conozco el poder de Roma;
conozco todo, excepto a mí mismo.
Príncipe, en definitiva, lo conozco todo;
conozco a los de buen color y a los pálidos;
conozco a la Muerte que todo lo consume,
conozco todo, excepto a mí mismo.
Debate del corazón y del cuerpo de Villon
Traducción de Carlos Alvar
[CP] -¿Qué es lo que oigo?
[CZ] -Soy yo.
[CP] -¿Quién?
[CZ] -Tu corazón, que no se sostiene más que por un débil hilo: no tengo ya fuerza, ni substancia, ni sangre, al verte retirado así, solito, como un pobre perro acurrucado en un rincón.
[CP] -¿A qué se debe esto?
[CZ] -Por tus locos placeres.
[CP] -¿Qué te importa?
[CZ] -Yo recibo el disgusto.
[CP] -Déjame en paz.
[CZ] -¿Por qué?
[CP] -Lo pensaré.
[CZ] -¿Cuándo?
[CP] -Cuando esté fuera de la infancia.
[CZ] -No te digo mas.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿Qué piensas?
[CP] -Ser hombre de valor.
[CZ] -Tienes treinta años.
[CP] -Es la edad de un mulo.
[CZ] -¿Es eso infancia?
[CP] -No. .
[CZ] -¿Es, pues, una locura lo que te agarra?
[CP] -¿Por dónde? ¿Por el cuello?
[CZ] -No conoces nada.
[CP] -Sí.
[CZ] -¿Qué?
[CP] -La mosca en la leche; la una es blanca, negra la otra, es la diferencia.
[CZ] -¿Y es todo?
[CP] -¿Qué quieres que te discuta? Si no es suficiente, volveré a empezar.
[CZ] -¡Estás perdido!
[CP] -Opondré resistencia.
[CZ] -No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -Yo tengo la pena; tú el daño y el dolor. Si fueras un pobre idiota y un tonto, aún tendrías motivo para excusarte; pero no te preocupas; todo te es igual, lo bello y lo feo. O tienes la cabeza más dura que guijarro o te gusta más esta desgracia que el honor. ¿Qué responderás a esta deducción?
[CP] -Estaré fuera de eso cuando haya muerto.
[CZ] -¡Dios, qué consuelo! ¡Qué sabia elocuencia! No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿De dónde viene esta mala disposición?
[CP] -De mi desdicha. Cuando Saturno hizo mi fardito metió dentro estos males, creo **.
[CZ] -Es locura: eres su señor y te consideras su criado. Mira lo que Salomón escribió en su rollo ***: “El sabio -así dice- tiene poder sobre los planetas y sobre su influencia.”
[CP] -No me lo creo; tal como me han hecho, seré.
[CZ] -¿Qué dices?
[CP] -Sí, ciertamente, así creo.
[CZ] -No te digo más.
[CP] -Me sobra.
[CZ] -¿Quieres vivir?
[CP] -Dios me dé el poder.
[CZ] -Necesitas…
[CP] -¿Qué?
[CZ] -Remordimientos de conciencia, leer sin fin.
[CP] -¿Qué?
[CZ] -Leer ciencia, dejar los locos.
[CP] -Bien, lo tendré en cuenta.
[CZ] -¡Recuérdalo!
[CP] -Lo recordaré perfectamente.
[CZ] -No esperes tanto que se convierta en mal. No te digo más.
[CP] -Me sobra.
Balada final
Traducción de Rubén Abel Reches
Aquí se cierra el testamento
que escribiera el pobre Villon.
Salid camino de su entierro
en cuanto oigáis el carillón
de color bermejo vestidos *
porque murió mártir de amor:
esto juró ** por sus cojones
cuando del mundo se marchó.
De su palabra estoy seguro,
pues como a un bicho lo ahuyentó
llena de odio la que él amaba
y desde aquí hasta el Roussillon
no hay matorral, zarza o maleza
que no tenga -y no miento yo
tela arrancada de sus bragas,
cuando del mundo se marchó.
Tal su aventura fue; un harapo
vestía cuando se murió.
Peor aún: amor lo pinchaba
y le causaba más dolor
mientras él se estaba muriendo
que la hebilla de un cinturón
-tanta crueldad nos causa asombro-
cuando del mundo se marchó.
Sabed lo que hizo él cuando se iba,
Príncipe bello como azor:
bebió un trago de vino tinto
cuando del mundo se marchó.