MARÍA ELENA WALSH
BIOGRAFÍA
María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires.
Hija de Enrique Walsh, de ascendencia inglesa e irlandesa, y de Lucía Monsalvo, de ascendencia criolla y andaluza. Formaban una familia de cuatro varones, mayores, hijos del primer matrimonio de su padre, y una hermana, cinco años mayor que María Elena.
Walsh se formó entre dos ámbitos opuestos: por un lado, los rigores de una escuela cada vez más autoritaria, y, por otro, una gran libertad en su hogar, con vacaciones muy felices, sumada a la maravilla de los primeros medios de comunicación masivos, que incorporaban lo mejor de la cultura popular. Infinitas audiciones de tango o jazz, programas cómicos como los de la gran Niní Marshall (a quien María Elena llamaría muchos años más tarde “nuestra Cervanta”) se escuchaban devotamente al pie de una radio en forma de catedral. Eran también los años del comienzo del cine sonoro y de los “musicales”. “Y se me iban los ojos tras de la farándula”, recordaría Walsh, citando a Luis Cernuda.
Nadie se sorprendió cuando, llegado el momento de elegir el colegio secundario, Walsh prefirió la célebre Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en el centro de Buenos Aires. Sí sorprendió que, ya desde los catorce años, comenzara a publicar poemas en medios tan importantes como El Hogar, el diario La Nación, los muy selectos Anales de Buenos Aires, que dirigía Jorge Luis Borges, o Sur, de Victoria Ocampo, obras que contribuyeron a consagrarla como una de las voces más intensas y originales de su generación.
En 1947 cuando contaba 17 años muere su padre. Ése mismo año publica su primer libro, Otoño imperdonable, que deslumbra por el trágico lirismo –que González Lanuza comparó al de Gabriela Mistral– y su destreza en el manejo de las formas de la poesía clásica, debida a un prodigioso sentido musical.
El libro fue elogiado por la crítica y por algunos de los más importantes escritores hispanos, como Juan Ramón Jiménez, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Eduardo González Lanuza y Pablo Neruda.
Luego de finalizar sus estudios secundarios en 1948, recibiéndose como profesora de Dibujo y Pintura, aceptó la invitación de Juan Ramón Jiménez (que la conoció en su visita a Buenos Aires) y su esposa Zenobia de visitarles en Maryland, donde permanecería seis meses en 1949, después del cual vuelve a Buenos Aires.
En 1951 publica un nuevo libro Baladas con ángel. Por esa época, abrumada por la situación política y familiar, acepta la propuesta de Leda Valladares (artista tucumana relacionada con el folclore cotidiano del Noroeste —hermana del mítico folclorista Chivo Valladares— y una de las primeras mujeres en egresar de la Universidad Nacional de Tucumán) de reunirse con ella en Panamá para partir juntas hacia Europa y emprender un camino de experimentación.
En 1952 se instalaron en París y comenzaron a cantar canciones folclóricas de tradición oral de la región andina de Argentina, como carnavalitos, bagualas y vidalas. Luego de cantar en cafés y boîtes, el dúo logró un contrato en el famoso cabaret Crazy Horse. En París se relacionaron con otros artistas como la chilena Violeta Parra o la estadounidense Blossom Dearie y grabaron sus primeros álbumes Chants d’Argentine/ Cantos de Argentina (1954) y Sous le ciel de l’Argentine/ Bajo los cielos de la Argentina (1955), con canciones de tradición oral del folclore andino argentino.
Leda et Marie consiguieron convertirse en una de las propuestas artísticas más originales de esos años. Un dúo pionero en tiempos en que era casi imposible soñar con el auge actual de la world music, que no podía oírse sino en las zonas rurales de casi todos los países, amenazada por la industrialización.
Paralelamente, hacia 1954, en aquel ambiente de varietés donde alternaba con genios de la canción poética como Georges Brassens, Jacques Brel o Barbara, María Elena Walsh comenzó a escribir sus primeros poemas “para niños”, que musicalizaba casi naturalmente. El lirismo, la perfección rítmica de estas primeras canciones (que reuniría años más tarde en el libro Tutú Marambá) son los mismos de Otoño imperdonable. Pero las nuevas lecciones del folclore están en ellos –el sentido del juego, su tendencia al humor absurdo–, y por eso mismo parecen nacidos para quedar, como lo están hoy, en la memoria popular.
En otro aspecto, como ninguna otra obra en castellano, sus canciones infantiles de remiten al recuerdo de las nursery rhymes y de los limericks, esos poemas disparatados que su padre, le cantaba aun antes de que aprendiera a leer.
De regreso en Argentina, en 1956, Leda y María realizaron una extensa gira por el Noroeste argentino en donde reunieron varias canciones que grabarían luego en sus dos primeros álbumes realizados en su país, Entre valles y quebradas vol 1 y vol 2, ambos de 1957. Muchas de esas canciones se instalarían en el cancionero folclórico. Ambos discos fueron muy bien recibidos en los círculos de artistas e intelectuales, como el Cuchi Leguizamón, Manuel J. Castilla, Victoria Ocampo, Atahualpa Yupanqui, María Herminia Avellaneda. Esta última llevó al dúo a presentarse en Canal 7 de televisión.
Por entonces comenzaron a aparecer las diferencias entre ambas artistas que llevaría a su separación: mientras Leda Valladares reivindicaba el valor del indigenismo y del folklore puro, en el sentido de la creación anónima, María Elena Walsh se inclinaba a la creación de nuevas expresiones, alimentándose de las raíces folklóricas, pero sin estar estrictamente restringidas a ellas, orientándose por los valores de la justicia social, el feminismo y el pacifismo.
En 1958 lanzaron su quinto álbum Canciones del tiempo de Maricastaña, donde las canciones del folklore español están presentadas con un título lúdico e informal que anticipa las nuevas tendencias que se incubaban en el dúo. El disco incluye canciones como El Tururururú («que la culpa la tienes tú»), En qué nos parecemos, o el Romance del enamorado y la Muerte.
En simultáneo, María Elena publicó su tercer libro de poemas, Casi milagro.
Al año siguiente Leda y María publicaron el LP Leda y María cantan villancicos, incluyendo cuatro villancicos anónimos, uno del norte argentino, otro de Bolivia y dos españoles.
En 1958 María Herminia Avellaneda le ofreció a Walsh escribir guiones de televisión para programas infantiles. Entre ellos se destacó Buenos días Pinky. El programa duró solo tres meses, pero alcanzó un éxito notable, que le valió dos premios, Martín Fierro (mejor programa infantil y revelación masculina para Osvaldo Pacheco) y el premio Argentores para la propia María Elena como guionista, otorgado en 1965.
Nunca un proyecto, un producto artístico había permitido a María Elena Walsh expresar sus múltiples talentos. Canciones para mirar (1962) es una serie de cuadros musicales, hilvanados por monólogos o pequeños pasos de comedia que muestran cuánto había aprendido Walsh del arte de la mímica, del malabarismo. Doña Disparate y Bambuco (1963), nuevamente gracias al impulso de Avellaneda, es ya una obra de teatro con canciones incidentales, una pieza por completo revolucionaria y vanguardista, una especie de sueño escenificado muy cercano a la Alicia de su venerado Lewis Carroll.
El éxito extraordinario de los dos espectáculos, que pronto empezaron a llevar a escena infinidad de compañías en distintos países, supuso para María Elena Walsh la consagración y la consolidación de su proyecto. Las grandes compañías grabadoras que habían rechazado sistemáticamente sus canciones la llamaron para grabar sus primeros discos como solista: Canciones para mirar, Canciones para mí, El país del Nomeacuerdo y Villancicos, que desde entonces tienen su lugar en casi toda casa con niños, como el Martín Fierro o la recién nacida Mafalda.
Durante unos años, Walsh se dedicó casi por entero a escribir nuevos libros para niños, como Zoo loco (1965), una colección de limericks que es tal vez su obra maestra; pero también libros de ficción como los Cuentopos para el recreo, que también llevó al disco, medio en que mostró otra nueva faceta: la de excelente narradora oral.
Para entonces, Leda y María ya tenían decidido que querían seguir caminos distintos. Antes de separarse en 1963, grabaron un último EP, Navidad para los chicos, que reúne cuatro canciones navideñas de Walsh, en las que ambas cantan con Roberto Aulés.
Canciones para mirar fueron seguidas de la publicación de cinco libros para niños, El reino del revés (1964), Zoo loco (1964), Dailan Kifki (1966), Cuentopos de Gulubú (1966) y Aire libre (1967), que consolidaron el universo infantil que María Elena construyó en esa década y que marcaría fuertemente la formación cultural de las siguientes generaciones de argentinos.
Pero María Elena no olvidó su primer amor, y en 1965 publicó Hecho a mano, un libro de poemas que se convirtió en un boom por la actualidad de su problemática y por su calidad poética.
En 1968 estrenó su espectáculo de canciones para adultos Juguemos en el mundo, en el Teatro Regina, con enorme repercusión y éxito de público y crítica. Se constituyó en un acontecimiento cultural que influiría fuertemente en la nueva canción popular argentina, que venía conformándose desde diversos enfoques, como el Movimiento del Nuevo Cancionero impulsado por músicos como Mercedes Sosa y Armando Tejada Gómez, el folklore vocal que estaban desarrollando grupos como los Huanca Hua y el Cuarteto Zupay, el tango moderno que tenía su epicentro en Astor Piazzolla y la Balada para un loco que al año siguiente compusiera con Horacio Ferrer, o las canciones que Nacha Guevara y Alberto Favero comenzarían a mostrar también al año siguiente en Anastasia querida.
Como había hecho con sus canciones infantiles, María Elena Walsh mostró en Juguemos en el mundo I y II un estilo de composición marcado por la libertad creativa y temática. Sus melodías dieron vida a canciones muy modernas, que tomaban inspiración de las más diversas fuentes musicales, desde el folklore al tango y desde el jazz al rock. Sus letras aportaron innumerables temas a la canción de protesta latinoamericana, que floreció en esos años (Los ejecutivos, ¿Diablo estás?), pero también introdujeron temáticas prácticamente ausentes del cancionero argentino, como la emigración (Zamba de Pepe, dedicada al fotógrafo Pepe Fernández), el peronismo (El 45) o la pacatería social de las clases medias (Mirón y Miranda). El espectáculo incluyó Serenata para la tierra de uno, una sus creaciones más destacadas, que bordeando la canción de protesta sin serlo, está construida como una canción de amor a su país, como si se tratara de un amante:
Porque me duele si me quedo,
pero me muero si me voy
por todo y a pesar de todo
mi amor yo quiero vivir en vos.
Un filme de María Herminia Avellaneda, de 1971, y seis discos de larga duración quedan como testimonio de este tramo de su carrera de juglar terminado en 1978, en plena dictadura militar, cuando decidió dejar definitivamente las presentaciones teatrales, harta de las cortapisas de la censura.
Refugiada en el periodismo escrito, y en lo más negro de los “años de plomo”, escribió artículos como el célebre Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes, que le ganó la admiración de la ciudadanía por su coraje cívico; y varias crónicas de viajes por Europa y América junto con la fotógrafa Sara Facio, compañera en muchos otros proyectos, incluido el de compañera de vida hasta la muerte de María Helena Walsh.
Paradójicamente, varias de sus canciones se volvieron símbolo de la lucha por la democracia, como Como la cigarra, Canción de cuna para un gobernante, Oración a la Justicia, Canción de caminantes, Balada de Cómodus Viscach, Postal de guerra.
“Hace tiempo que somos como niños y no podemos decir lo que pensamos o imaginamos. Cuando el censor desaparezca, ¡porque alguna vez sucumbirá demolido por una autopista!, estaremos decrépitos y sin saber ya qué decir. Habremos olvidado el cómo, el dónde y el cuándo y nos sentaremos en una plaza como la pareja de viejitos del dibujo de Quino que se preguntaban: “¿Nosotros qué éramos…?”.
Como articulista, tuvo gran repercusión su artículo La eñe también es gente en defensa del uso en internet de esta letra tan característica de la lengua española.
“¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta el apócope […] Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece […] La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software. Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde se debate nuestro discriminado signo […] La eñe también es gente.”
En 1981 María Elena enfermó de cáncer, pero hacia 1983, tras un penoso y prolongado período de tratamiento, cuando retornó la democracia, ya estaba curada y dispuesta a encarar un largo proceso de rehabilitación y una nueva fase en su trabajo. Comprometida con la restauración de la democracia en los ámbitos más diversos, participó más o menos directamente en proyectos políticos, para recalar finalmente en la transformación de su gremio, la Sociedad Argentina de Autores y Compositores, SADAIC, donde su aporte en el Departamento Cultural fue decisivo.
La recuperada democracia también le permitió expresar sus ideas por televisión, donde creó una emisión junto con Susana Rinaldi y María Herminia Avellaneda: La cigarra. En 2008 apareció su último libro, Fantasmas en el parque.
María Elena Walsh falleció en Buenos Aires el 10 de enero de 2011.
Sus restos reposan en el Panteón de SADAIC en el cementerio de Chacarita, Buenos Aires.
El fallecimiento causó una conmoción en el medio artístico, muchas celebridades ofrecieron sus condolencias por los principales medios de difusión de Argentina. Todos los noticieros de aire y de cable dieron la noticia, como así las radios y los diarios. Incluso la página oficial del Club Ferro Carril Oeste, club preferido de María Elena Walsh, hizo un reconocimiento en uno sus artículos en línea y bautizaron con su nombre la plaza de juegos.
María Elena Walsh ha recibido en vida –desde 1947 y post mortem– innumerables reconocimientos, homenajes y premios, en la Argentina y el extranjero, como el nombramiento de Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires; Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba; el Premio Konex de Platino y de Honor en Letras; el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY (International Board on Books for Young People) o el Premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes.
Uno de los homenajes que se le rindió fue con el unipersonal Vivir en vos basado en su vida interpretada por la actriz Virginia Lago y adaptado por Javier Margulis, magistralmente dirigida por Rubens W. Correa en 1987, 1992 y 2001.
Es de destacar una cantidad de escuelas, bibliotecas, plazas y salas culturales de todo el país que llevan su nombre o el de sus personajes.
POEMAS
HOMBRE PENSATIVO
El hombre está pensando, y en su frente
juega una sombra trémula de viento
y danzan los delirios que la fuente
le brinda en su pausado movimiento.
El hombre permanece conmovido.
Sin ansia y sin recuerdo. Se ha quedado
con la asistencia fiel de sus sentidos
pendiente de un destino inesperado.
Porque el agua es un libro transparente
que a veces melancólico ilumina
algún sangrante trozo de poniente
o un desbande casual de golondrinas.
El hombre lo comprende y se demora
en el fluvial silencio de la fuente.
Sin advertir el ritmo de las horas.
Sin ver danzar las sombras en su frente.
De Otoño imperdonable
LA CASA
Allá estarán las cosas todavía,
a punto de no ser, contradiciéndose.
En el hastío de las escaleras
y en la resignación de las paredes
aun seguirá creciendo aquella sombra
con su sed de presagios inminentes.
Aquella sombra, ay, aquella sombra
fría como la sal y como el verde.
Su perfume inquietante, su leyenda
de confidencias y de pareceres
caía en el ramaje de mis hombros
con la perseverancia de la nieve.
Yo nunca tuve edad. Por eso entonces
crecí en la medida de mi muerte
ante la certidumbre del dolor
y la presencia de lo inexistente
y esa frialdad de las antiguas voces
sólo atentas a sus atardeceres.
Dejadme que imagine: allí quedaron
los guantes amarillos del jinete,
el crucifijo, las lamentaciones,
la ácida vigilancia de la fiebre.
(Consternación que pudo perpetuarse
en el mundo asombrado de mi frente.)
Yo sé que quise huir de los espejos
deshabitados insistentemente,
de la cal angustiosa, de la fecha,
de la persecución de los caireles,
de sombras que llovían por los muros
lentas como la miel, y amargamente.
Es verdad que nací para estar triste
junto a cualquier ventana, cuando llueve.
Pero eso sí: guardadme mi silencio,
aquel tan habituado a mis papeles,
desordenado como las estrellas,
amigo de mi voz, sencillamente.
No me llevéis a las habitaciones
donde sollozan doloridos seres,
en donde no podría habitar nunca
el aire que respiran los juguetes.
Porque no quiero ver anochecida
mi propensión a los amaneceres.
De Otoño imperdonable
LA FORMA
Dios sigue haciendo piedras y animales
con las antiguas formas de la vida.
Sigue poniendo pájaros iguales
sobre la misma tierra repetida.
Pero para la voz recién nacida
todas las cosas son originales
y al cantar las descubre, sorprendida,
desde su cárcel, desde sus umbrales.
Si estoy en medio de la noche y siento
que otra vez vuelven con la primavera
la renovada antigüedad del viento
y la luna que vi por vez primera
muero, pero renazco al otro día,
húmeda de reciente alfarería.
De Otros poemas
SERENATA PARA LA TIERRA DE UNO
DICIEMBRE
Cuando me olvido de la muerte, cuando
miro la abeja en su panal y miro
al cielo, en fin, a Dios elaborando
la luz, el agua, el aire que respiro,
entonces puedo realizar un blando
tránsito por la flor, por el suspiro,
por calles que me van enamorando
de esta tierra casual donde deliro.
¡Qué pródigo en perdón es el momento
en que me atrevo a resolver mi suerte
en esperanza, en pájaros, en vida!
¡Qué de campanas en la sangre siento
cada vez que me olvido de la muerte!
Pero sucede que ella no me olvida.
De Otros poemas
CANCIÓN
Alma sin el amor, ave dejada
en los terrenos de la maravilla:
cuando no haya más hojas
y se acaben los días
yo seguiré buscando
tu luz recién nacida
-alma sobre rebaños levantada-
para hacer las mañanas de mi vida.
El enlutado mundo que habitaba
ahora es cielo que mi frente pisa.
(Si se apagaran todas
las uvas de la viña
o se muriera el pan
en las espigas,
este incendio frugal de mi esperanza
en otra tierra se levantaría.)
Tu mano era mi mano desde siempre,
tu voz mi voz, y yo no lo sabía.
Anduve con tu sombra
al lado de la mía
por mortales caminos
y celestes orillas.
Eras un sueño en busca de mi frente
para nacer, y yo no lo sabía.
Ya mis ojos usaron la belleza
y fueron en sedienta cacería
-con su lastimadura
de límites y aristas-
al pámpano desnudo
y a la rosa vestida,
buscándote desde los miradores
con el Amor-Que-Todo-Lo-Imagina.
Cuando tú fuiste la increíble imagen
yo era la sed y el vaso y la bebida.
Las puertas y los frascos,
cubiertos de ceniza,
guardaban el perfume
de la melancolía,
mientras los palomares te esperaban
con el Amor-Que-Nada-Se-Imagina.
Aunque tu providencia me negara
el alimento para la alegría,
aunque me entristecieras
la intemperie divina
con pájaros callados
y sombras pensativas,
aunque olvidaras, aunque no existieras,
mi corazón igual te cantaría.
De Otros poemas
AHORA
Ahora como un ángel apareces
y me rodeas sin decirme nada.
Ángel que yo cuidara tantas veces
sin saberlo, callada.
En todo lo que miro permaneces
como el aire feliz de la mirada.
Me parezco a tu ausencia y te pareces
a mí, resucitada.
Porque viniste cuando me moría
a devolverme a vivas caridades;
porque mi noche muda se hizo día
por gracia de tu voz iluminada
en esta eternidad con que me invades
yo que no era, soy tu enamorada.
De Baladas con ángel
COMO LA CIGARRA
Con quién habré cantado la cigarra que dice ve acá
Ah, ya sé, ya sé cuándo en Cosquín cantamos con
Victor Heredia y León Gieco
Como la cigarra de María Elena Walsh, no me di cuenta
El que quiera cantar, que cante conmigo
Ustedes saben que tienen el permiso total para cantar
Esta es una canción para el corazón directamente
Como son todo lo que yo cantoTantas veces me mataron
Tantas veces me morí
Sin embargo estoy aquí
ResucitandoGracias doy a la desgracia
Y a la mano con puñal
Porque me mató tan mal
Y seguí cantandoCantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerraTantas veces me borraron
Tantas desaparecí
A mi propio entierro fui
Sola y llorandoHice un nudo del pañuelo
Pero me olvidé después
Que no era la única vez
Y seguí cantandoCantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerraTantas veces te mataron
Tantas resucitarás
Cuántas noches pasarás
DesesperandoY a la hora del naufragio
Y la de la oscuridad
Alguien te rescatará
Para ir cantandoCantando al sol
Como la cigarra
Después de un año
Bajo la tierra
Igual que sobreviviente
Que vuelve de la guerraGracias por cantar tan bonito
Gracias, gracias
PRÓLOGO
“¡Quién supiera escribir…!”
Ramón de Campoamor
Un libro es libre, dicen. Sin embargo
este diálogo es deuda, de repente
lo he cometido todo por encargo
y recomendación de alguna gente.
Se me había perdido la canción
adentro de un amargo desaliento.
Alguien me socorrió con intención
de que recuperara el instrumento.
Si supiera escribir, si me atreviese,
decidiría sin socorro alguno,
pero vacilo porque me parece
que es la poesía quien lo escribe a uno.
Perdonen que sonría, qué frescura,
y que no solemnice o menoscabe
precepto de actualísima escritura
que mecanizan retorcida clave.
A fin de contemporizar procuro
cantar con método menos humano,
pero me sale así: les aseguro
que esta canción está toda hecha a mano.
Me gusta, como al pueblo y a la infancia,
jugar con sonsonete de medida,
y entre la artesanía y la ignorancia,
por ahora, me doy por aludida.
No tuve tiempo de pedir permiso
a autoridad plumífera ilustrada
que quizá opine que este canto es liso,
tan liso que no sirve para nada.
No sé, yo solamente versifico
pura conversación a mi manera.
Y su inutilidad se la dedico
a los que me pidieron que escribiera.
De Hecho a mano
DE MIS TIEMPOS
En mis tiempos había tiempo.
Recuerdo bien que por ejemplo
la higuera derramaba esparcimiento
y una rosa nos duraba
mucho más que cualquier empleo.
Por otra parte las siestas
se pedían prestadas a la muerte.
Quizás el tiempo era como las frutas,
se regalaba a los vecinos
después de verlo madurar.
Se compartía en las veredas,
entre abanicos y señores
de sosegada camiseta,
mientras parsimoniosamente
iban escobas y venían
amontonándolo como importante.
Y la eternidad, sentadita
en su silla de paja, porque sí.
Es que era siempre tan temprano
y tan segura la abundancia,
la inundación de treguas oportunas,
que se guardaba el tiempo en los sombreros
y un día se lo derrochaba todo
en un solo saludo, saludando.
Uno viajaba en libro a todas partes
y visitaba diferentes ocios:
el de al lado, el de enfrente, el de las tías.
No se había inventado
el maleficio de la prisa, no.
De ninguna manera. Los espejos
esperaban de sobra
que uno peinara su pausado pelo,
que uno se terminara de encontrar.
El tiempo era un perfume y no venía
nadie a medirlo ni guardarlo en cajas.
Los trenes todo lo que hacían
era aludirlo en los horarios.
Se podía llorar a gusto
porque eran lentos los rincones,
o quizás porque había aún macetas
donde depositar una lágrima
sin que las flores se opusieran.
O porque la llovizna hablaba
en un idioma sin resentimiento.
Todos usaban tiempo y lo perdíamos,
cómplices de su lujosa concurrencia,
y hasta el hastío
era un modo de ser de los balcones
que enternecía delicadamente.
Creo que todavía queda un poco
de tiempo verdadero, pero lejos.
Pero muy lejos, en algunos patios,
refugiado en aljibes.
Se queda todavía en niños solos
que reinan sobre umbrales
y en la lustrada majestad del gato.
Supongo, ya no sé, nada sabemos.
Tiempo sin ser castigo.
Yo llegué a conocerlo: está enterrado
en lo más vivo de mi corazón.
Después vinieron los Relojes.
De Hecho a mano
ARTE POÉTICA
Rarísima, desesperada
complicidad de los papeles.
Es muy lindo decir naranja,
pero la tinta cómo duele.
Cuánta fatalidad nos hace falta.
Yo no sé cómo hay gente que se atreve.
Me olvidaría de vivir
pero aprendí cómo se muere:
clavándose una lapicera
en el amor a la intemperie,
o resbalándose memoria abajo,
sin paliativos, infinitamente.
Y me pregunto para qué.
No hay apariencia que conteste.
Al fin y al cabo me pondría
a hacer espuma con laureles
y cambiaría la posteridad
por una basurita, por un peine.
Hace tiempo que tengo ganas
de decírselo a mucha gente:
sepan que callo de certeza
y que fallezco de obediente,
y que no tengo la menor idea
y que me desespero para siempre.
Cuánto más cómodo sería
imaginar entre los peces,
disimular como el rocío
todo delito transparente,
colaborar con intachables piedras
o llamar por teléfono, o que espere.
Hasta cuándo podré durar
en un empleo tan urgente,
tan frágil, sin escapatoria,
escarbando lo que sucede
en zonas sumergidas donde todo
se quiere arrepentir pero no puede.
La verdad es que soy testigo
de festividades solemnes,
que padezco una colección
de musicales intereses,
que ríos y manzanas me autorizan
y estoy a cargo del color celeste.
Pensar que no sabremos nunca
qué pasa dentro de las nueces.
No me pregunten. Con locura
y con el permiso de ustedes
me voy a agonizar otro poquito
con las palabras. Hasta que me lleven.
De Hecho a mano
COMPORTAMIENTO DE GUITARRAS
En países guardados como el mío
hay un comportamiento de guitarras.
Reinan por toda la extensión del aire
con más autoridad que las campanas,
y también, en terrestre delincuencia,
a veces roban brío de fogatas.
Hay guitarras que imitan al oscuro
y otras mejores que ejecutan agua,
y las que lo madrugan al silencio
en estremecedoras circunstancias,
y están las que persiguen a los hombres
con una habilidad llena de lástima.
No sé qué dicen otras cuando hay luna
y nuestro territorio es la desgracia.
Sólo comprendo misteriosamente
que a un pobre cuerpo le regresa el alma,
y que entre espigas que se caen de mudas
tanta solicitud nos hace falta.
Cuando la intimidad es argentina
suele reconocerse por guitarras.
Unas solitas, otras con arrimo
de un latido fatal llamado caja,
donde la muerte tiene domicilio
en machacados huesos de vidalas.
No sé qué poderío submarino,
algo como noticias de las algas,
o informes sobre lluvias que suceden
bajo la tierra, sumergidas causas
y brujerías y disposiciones,
todo lo comunican y traspasan.
Y entonces nos quedemos a vivir
-si Dios nos presta sangre y esperanza-
a la sombra de tanto desconsuelo,
pero con la memoria acompañada
para siempre quizás por el origen
de lentas humanísimas guitarras.
De Hecho a mano
CUATRO FÁBULAS URBANAS
I
El viento, de repente,
traspapeló las hojas hacia arriba,
y salieron flotando por ventanas
que manos invisibles entreabrían.
Fúnebres números emancipados
de su adhesión a muerta cartulina,
al poco rato fueron
de sangre enamorada en vez de tinta,
tibios calculadores
de innumerable cantidad de risa.
Lápices esperaron las señales
para alterar sus filas
y en vertical desorden irrumpir
entre palomas, sobre las cornisas.
Máquinas de escribir temblaron como
doncellas ateridas,
y solas, sin motor de mano alguna
garabatearon rasgos de poesía,
cartas de amor que el viento
sellaba con un beso y distribuía.
Púdicas gomas de borrar lavaron
obscenidad secretamente inscripta,
y los irrefutables documentos
pronunciaron mentiras.
Ansiosas de eficacia,
desplegaron boletas y planillas
un marítimo brío
en mástiles de equivocadas firmas.
Lo sorprendente es que de pronto, pétalos
brotaron en solteras almohadillas,
y por curiosidad los alfileres
fueron a seducirlas.
Y entonces los tinteros derramaron
mariposas de azul asimetría,
pero que por error de mecanismo
no pudieron volar, cosa tristísima.
Sonriendo y de reojo
los personajes de las estampillas
adhirieron sus nucas engomadas
con húmedas, nupciales energías,
ante el arrobamiento
de reglas locamente desmedidas.
Tijeras recortaron
guirnaldas, corazones y florcitas,
mientras en calles de papel secante
lágrimas y más lágrimas llovían.
Era toda en silencio, en ondulante
y suave disciplina,
toda en alivio y como angelical
la primavera de las oficinas.
De Cuatro fábulas urbanas
SOLICITUD DE EMPLEO
He militado largamente
en oscurísimos recintos
de donde traigo una batalla
que no se termina nunca.
Estoy en guerra casi todo el tiempo
y espero que me gane una paloma.
La verdad es que también sirvo
para desordenarlo todo.
Con qué cuidado precipito
planillas en la primavera,
y alternando sensatos equilibrios
me dan lo mismo números que grillos.
No faltaría a la modestia
si dijera que siempre estuve
muy dotada para el olvido.
Guardo volúmenes de ausencia,
antologías de temblor marchito,
catálogos de dudas y neblinas.
He trabajado anteriormente
en invisibles oficinas
llenas de crisis apiladas
y documentos vegetales,
donde los pájaros me habilitaron
con un diploma de mirarlos siempre.
Diré también para abreviar
que estudio lágrimas modernas
y pienso publicar un libro
de suspiros cuando me muera,
y que tengo por todo patrimonio
un montón de relámpago vigente.
Todos estos antecedentes
animan a solicitar
que me permitas ocuparme
en derrumbar sobre tus manos
la dulzura que pongo inútilmente
sobre manteles de confiterías.
Quiero por fin tener empleo
de suavísima permanencia
adentro de tu corazón,
coser con lágrimas y arrimo
toda fatalidad que te amenace
con botones caídos o desgracias.
Quiero servirte de costumbre
y que utilices lo que soy
para fundar una sonrisa
o ceremonias con pañuelos,
o para siempre, o para lo que quieras,
desde un copo de nieve hasta el amor.
De Correspondencia
ODA DOMÉSTICA
No sé, pero supongo que algún día
hará frío en los libros y tendremos
que consultar las hojas del verano.
Nos habremos cansado de aludir,
no quedará papel ni llanto
para desperdiciar en poesía.
Por ahora vamos a perpetuarnos
en la fugacidad de la cocina,
a padecer el cotidiano
fallecimiento de las cucharitas.
Una diaria estación de cacerolas
nos ensucia pequeñamente el aire.
Dan asco las ideas puras,
vergüenza la botánica, pudor
la desnudez del pensamiento.
Mejor es ser sumisamente
cuerpo afanado, manos eficaces
para abrochar el delantal del mundo.
Un día los periódicos dirán
que el amor se ha caído en la basura,
que los ángeles agonizan,
pero no acudiremos, ocupadas
en asistir obligatoriamente
a una melancolía de botones.
Así, bajo monótonos auspicios
recibimos delirios preparados,
paquetes de quebranto y una
encomienda de risa natural
enviada por la primavera
para resucitar de vez en cuando.
He pensado a menudo en todo esto,
mujermente agobiada de plumeros.
Nos amenazan hortalizas,
nos corren copas, números, pelusa,
nos arrebatan tiempo reservado
para comprar una porción de sueño.
En la suma de los pañales
y el tintineo de los desayunos,
en repetidas dosis de mercado
y en la elaboración del miedo
se nos va, se nos va el latido
que dedicábamos a la locura.
Y los que calzan sombra masculina,
heredado poder, cómodo imperio,
ordenan nuestra humana servidumbre
mientras se ponen seriamente
a fabricar los tajos de la guerra,
el obstinado pan del sufrimiento.
De Sección Bronca
OTOÑO DE LA VIDA
A Sara Facio
El viento arrebate
nostalgias marchitas
que a pesar de los trenes perdidos
nos sobra esperanza y es hoy todavía.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Coronar suavemente el espejo
con fotografías.
Legamos criaturas,
vivas maravillas
a este valle de lágrimas donde
quisimos triunfar sobre guerra y perfidia.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Como náufragos darse la mano
en un mar de ruinas.
Edad de escarmientos
y sabiduría.
A seguir en la brecha, gastando
coraje guardado y toda la sonrisa.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
Acudir con primera emoción
a la última cita.
No hay orden que dure.
a mudarse de piel y de nido
y echar por la borda hojarasca y fatiga.
Es esto lo que llaman
otoño de la vida.
El amor es más fuerte que nunca
pero uno lo cuida.
De [1978-1982]
EVA
Calle Florida, túnel de flores podridas.
Y el pobrerío se quedó sin madre llorando entre faroles sin crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.
Sombríos machos de corbata negra sufrían rencorosos por decreto y el órgano por Radio del Estado hizo durar a Dios un mes o dos.
Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías encargaba a París rayos de sol.
La cola interminable para verla y los que maldecían por si acaso no vayan esos cabecitas negras a bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado, rajado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona El Líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Tormo calla “amémonos”.
Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte más muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas, visones ofrendados por el pueblo, sandalias de oro, sedas virreinales, vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos, Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lagrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la República de negro mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron esta leyenda, ni me la robaron.
Días de julio del 52 ¿Qué importa donde estaba yo? II No descanses en paz, alza los brazos no para el día del renunciamiento sino para juntarte a las mujeres con tu bandera redentora lavada en pólvora, resucitando.
No sé quién fuiste, pero te jugaste.
Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo, metiste a las mujeres en la historia de prepo, arrebatando los micrófonos, repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero ¿Quién va a tirarte la última piedra? Quizás un día nos juntemos para invocar tu insólito coraje.
Todas, las contreras, las idólatras, las madres incesantes, las rameras, las que te amaron, las que te maldijeron, las que obedientes tiran hijos a la basura de la guerra, todas las que ahora en el mundo fraternizan sublevándose contra la aniquilación.
Cuando los buitres te dejen tranquila y huyas de las estampas y el ultraje empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva, única reina que tuvimos, loca que arrebató el poder a los soldados.
Cuando juntas las reas y las monjas y las violadas en los teleteatros y las que callan pero no consienten arrebatemos la liberación para no naufragar en espejitos ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia el tiempo habrá pasado en limpio tu prepotencia y tu martirio, hermana.
Tener agallas, como vos tuviste, fanática, leal, desenfrenada en el candor de la beneficencia pero la única que se dio el lujo de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta aunque nos amordacen con cañones.