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BIOGRAFÍA DEL POETA LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR
Léopold Sédar Senghor (Joal, Senegal, 9 de octubre de 1906 – Verson, Francia, el 20 de diciembre de 2001).
Hablar de Léopold Sédar Senghor es hablar de una de las mejores poesías en lengua francesa del siglo XX y es también hablar de poesía tradicional-oral serere (su etnia), Es hablar de un pensador de lo Universal, del difusor y militante de la Negritud que también militó en la Francofonía; es hablar de un humanista moderno, de un hombre del renacimiento que aunó poesía y política. Será recordado por ser el artífice de la Independencia (pactada con Francia) de su país, la República de Senegal. Fue su primer Presidente y ostentó el cargo durante 20 años, y, cosa rara en África, abandonó la política voluntariamente.
Léopold Sédar Senghor nació, oficialmente, en Joal el 9 de octubre de 1906. El libro de bautismos dice que fue en Djilor, el pueblo de su madre, el 15 de agosto, y otros, incluso, que nació en 1902 pero que nunca lo reconoció: un gesto de vanidad que lo humaniza. Es hijo de un rico negociante serer, Basile Diogoye Senghor, y de su tercera mujer, Gnilane Ndiémé. Su padre era cristiano, pero polígamo, de la tribu serere-malinké y su madre serere de lejana ascendencia peul (de los peul descendientes de mandinga).
LOS SERER
Los serer son uno de los cuatro grupos étnicos presentes en Senegal, junto a los wolof, los peul y los tuculor. Se extienden por una parte de la costa al sur de Dakar, en unos 200 a 250 kilómetros, y son más de un millón. Los serer son fundamentalmente agricultores y pescadores. Dos características culturales los distinguen del resto: son matriarcales y católicos, cuando la religión más profesada por los senegaleses es el islam.
Su nacimiento estuvo marcado como lo está el de los héroes de los cuentos maravillosos. Como ellos, este hombre estaba predestinado a jugar un papel crucial en la vida de su pueblo. Cuentan y cantan los griots –que repiten su vida– que antes de ser concebido, un gran hombre religioso de Joal al ver a su madre dijo: “esa mujer lleva en sus entrañas el germen de vida de un niño cuyo primer grito atravesará los mares y los océanos”. Estando Gnilane, su madre, a punto de dar a luz, el rey de Sine, Koumba Ndofène Diouf, visitó a la familia Senghor una tarde de lluvia. Ella, la última esposa, recibió de su marido la orden de sujetar la brida del caballo durante el tiempo que durase la visita. Y la visita duró toda la noche, una noche de lluvias torrenciales como sólo se ven en el sur de Senegal. Tras esa noche Gnilane dio a luz un niño, al amanecer. Al momento de dar a luz, un gran baobab se partió en dos para dejar pasar toda la fuerza de los espíritus que acompañarían la vida del recién nacido. Era Léopold Sédar Senghor, hijo de Basile Diogoyen (el león), que nació, quizás, bajo el signo de Leo (su nombre cristiano) y que recibió como nombre Sedar, ‘el que nunca conocerá la vergüenza’. Su apellido, Senghor, de origen portugués, ‘señor’, recuerda el arranque del antiguo mestizaje familiar.
Pasa la infancia en Djilor, el pueblo de su madre, como marca la tradición serere, donde se forma en el pastoreo y en los secretos de la naturaleza. Será su primera escuela: la de la vida con sus ciclos naturales y la de la magia y el poder de la Palabra que se practica en todo momento. En Djilor permanecerá hasta la edad de 7 años y donde será llevado a cabo el paso ritual de la infancia. Los ritos no sólo conllevan las marcas físicas (la circuncisión), también suponen, para los varones, el conocimiento del pasado, de sus ancestros: la leyenda de Soundjata se mezcla con la llegada de los príncipes guelowars que prefieren el exilio de sus tierras norteñas a sucumbir bajo el empuje del Islam. Su tío materno, Toko Wally, es el encargado de iniciarlo en el orgullo de pertenencia a una etnia valiente y luchadora. Esta enseñanza le será muy útil en los duros momentos que le tocará vivir.
De vuelta a Joal, su padre lo envía a estudiar al colegio de los Padres del Espíritu Santo, el colegio acogía a unos setenta internos que recibían una instrucción primaria en francés, latín y ciencias. Decía Senghor “cuando empecé a aprender el francés, me lo comía, deliciosamente, como un dulce”. Fue la época de los primeros entusiasmos literarios: Corneille, Víctor Hugo. “Cuando el domingo jugábamos a los soldados en los senderos, no éramos ni Joffre ni Foch, sino Olivier y Roland, Ruy Díaz, el gran Campeador de las Castillas, Napoleón Bonaparte… Era voluntad de su padre: que se educase en el mundo de los blancos. A los ocho años, el niño Sédar ya aúna tres lenguas y tres culturas. Su primer ‘mestizaje cultural’ ya ha tenido lugar.
Los padres de la misión, que observan en el joven Senghor una predisposición hacia el sacerdocio, recomiendan a Diogoye que envíe a su hijo al colegio Liberman de Dakar para que continúe con sus estudios antes de ingresar en el seminario. El joven Léopol Sédar (sólo tenía 16 años) quiere ser cura y profesor. Sin embargo, el Padre Lalouse lo disuade de su pretendida vocación religiosa por encontrarlo rebelde y obstinado. Tras 4 años de estudios en la misión, entra en 1926 en las clases de secundaria de la calle Vincens de Dakar y, 2 años más tarde, sale con su título de bachiller en el bolsillo y una beca para estudiar filología clásica en Francia.
Senghor era un joven con las ideas claras y el Padre Lalouse era de los que creían en la ‘desgraciada’ inferioridad de los africanos. Senghor se empeñaba en reivindicar los valores culturales, el jom (honor) y la kersa (el pudor), y las historias escuchadas en su infancia; y también se erige en portavoz de sus camaradas africanos a los que ha convencido de su valor: el futuro dirigente del movimiento de la Negritud ya había nacido.
Termina su bachillerato en un centro laico de Dakar y, con 22 años y media beca (la posición de su padre no permitía que fuese becado al 100%), inicia sus estudios superiores en París. Su vocación ha cambiado: quiere ser profesor de letras. Y lo consigue. Será el primer africano que pasa la agregación en la sección de gramática, el grado académico más alto en el sistema educativo francés, y se convierte así en Profesor de Francés. En 1933 había tomado la nacionalidad francesa. Sus años en París serán determinantes no sólo para su vida sino para el futuro de su país.
“Abriéndome a los demás, la Metrópoli me ha abierto al conocimiento de mí mismo”.
En el Lycée Louis-le-Grand conoce al que se convertiría en su amigo, en su aliado y compañero de la aventura intelectual que iban a emprender los africanos: el poeta martinicano Aimé Césaire. También entabla amistad con Thierry Maulnier (1909-1988), Louis Achille (1909-1994), Robert Verdier (1910-2009), Paul Guth (1910-1997), Henri Queffélec (1910-1992), Georges Pompidou (1911-1974). Tras suspender 3 veces el examen de acceso a la ENS (Escuela Normal Superior), termina por sacarse la oposición a la cátedra de gramática francesa en 1935, después de haber tomado la ciudadanía francesa en 1933. Una vez que ha aprobado la oposición, se convierte en profesor de lengua y de gramática en el liceo Descartes en Tours (1935-1938) y asiste a las clases de lingüística negro-africana de Lilias Homburger (1880-1969) en la Escuela práctica de Estudios Superiores, y a las de Marcel Mauss (1872-1950), Paul Rivet (1876-1958) y Marcel Cohen (1884-1974) en el Instituto de Etnología de París.
Los años treinta son el momento central en la vida de Léopold Sédar Senghor. En esos años, el poeta reside en París, ciudad que vive una intensa fermentación artística. André Bretón, Blaise Cendrars y Pablo Picasso se habían interesado en el arte negro, siguiendo el ejemplo de Apollinaire. El jazz se incorporaba al gusto de una época y se alababa al mismo tiempo el talento de los negros para la música. Los años treinta son también la década bárbara. El ascenso del fascismo y el temor paralizante de la burguesía dominan la escena política. África es el depósito secular de materias primas y mano de obra, asiento de una población vejada, sin identidad cultural según las metrópolis. Senghor se da a la tarea de rescatar y afirmar esa identidad. Los artistas descubren el arte africano en el que van a inspirarse y los intelectuales reprochan a la administración el trato vejatorio del Código del Indigenado al que estaban sometidos los súbditos (que no ciudadanos) de las colonias. Los surrealistas apoyan las iniciativas literarias que empiezan a tomar cuerpo. Los africanos, antillanos, malgaches, guayaneses se reúnen alrededor de un proyecto cuyo órgano de difusión será la revista L’Étudiant noir.
El martinicano Aimé Césaire, el guayanés Léon-Gontran Damas y el senegalés Léopold Sédar Senghor serán impulsores del movimiento de la Negritud. Para Senghor la Negritud era, básicamente, “el conjunto de valores negros tal y como se expresan en la vida, en las instituciones y las obras de los negros”, no fue nunca para él una idea excluyente sino un punto de partida de la Civilización de lo Universal, una piedra angular en la construcción de la Civilización de lo Universal que será la obra común de todas las razas, de todas las civilizaciones diferentes, o no será.
En las páginas de L’Étudiant Noir, «El Estudiante Negro», expresan por primera vez sus quejas contra la dominación colonial y, de esta manera, destacan la cultura africana. Estas nociones son introducidas por Aimé Césaire en un texto titulado Négreries, Jeunesse noire et assimilation, «Negrería, juventud negra y asimilación», publicado en 1935 en la revista. A través de este escrito, expone el concepto de negritud, que aparece en Présence Africaine, «Presencia africana» en 1947 y es desarrollado en la obra poética de Aimé Césaire y de Léopold Sédar Senghor en títulos como Cantos de sombra (1945), Hostias negras (1948) y Etiópicas (1956). La negritud es el reconocimiento del hecho de ser negro y de la historia y de la cultura de los negros.
Cantos de sombra (1945) es la primera gran obra poética de Léopold Sédar Senghor, publicada en París con la Editorial du Seuil. En este libro se conoce por primera vez, y de manera integral, al poeta nostálgico que anhela sentir y reencontrarse con la tierra africana. Los poemas reunidos en esta recopilación fueron escritos en su mayoría en la década de los 30 y beben en la juventud y fogosidad de un hombre orgulloso de su condición.
La esencia de la Negritud se ve reflejada en un título con doble significado. Está por un lado el “canto” como máxima representación de la tradición oral, sinónimo de poesía y de medio de comunicación, y por otro, la “sombra” del misterio, la inquietud y la sabiduría del continente africano.
A lo largo de los 26 poemas que componen esta obra, el poeta mira hacia esos elementos que forjaron su ser e identidad. Brillan las escenas inolvidables de la infancia, la tierra que late en la distancia, el regreso a la riqueza de un pasado glorioso africano, los símbolos de la estética negra, el amor por la mujer universal y la amistad hacia un gran amigo como Aimé Césaire. Todos estos poemas se combinan en una estructura libre e intuitiva que refuerza la idea sagrada del pueblo africano y el respeto a la tradición.
El poeta rehabilita el concepto del “pueblo”, indaga en la unión del ser con los elementos naturales, recupera el poder de la palabra, todos estigmatizados durante la colonización, para rehabilitar los espacios perdidos por la tradición, su esencia socializadora e identitaria. En cada poema brilla la cadencia de todo un universo porque, como bien expresó el periodista Luis María Ansón, “Para Senghor, la poesía se divorcia del pueblo cuando prescinde del ingrediente musical” (periódico ABC, edición del 05/10/1986).
Preguntado sobre la obra y la trayectoria del poeta Sédar Senghor, el reconocido profesor de Estudios Africanos de la Morgan State University (Estados Unidos), M’bare Ngom, considera que fue, sin lugar a dudas, una de las grandes voces líricas del siglo XX. “Su contribución a la literatura universal, si bien no fue coronada con el Nobel, fue reconocida por la Academia de Lengua Francesa que lo nombró miembro de la Casa de los Inmortales”.
Según el profesor M’bare Ngom, “Cantos de Sombra” es un homenaje a una África silenciada durante demasiado tiempo y en peligro de caer en el abismo del olvido. “Es un poemario lleno de musicalidad y de imágenes poderosas y metáforas, así como de muchos silencios. También tiene su lado romántico”.
En 1939 es movilizado y en 1940 es hecho prisionero. Pasará dos años en un campo de concentración donde se refugia en la poesía. Es su poesía más amarga, más desesperanzada, más revolucionaria.
En 1945 consigue una beca para hacer un trabajo de campo sobre la poesía serere. En momentos él sólo quiere ser profesor y escritor. Pero, en Senegal, Lamine Gueye, diputado por Senegal lo convence para que se presente al segundo escaño que le corresponde a estos territorios de ultramar y Senghor acepta. Su carrera política ha comenzado.
En 1946, participa en la elaboración de una nueva Constitución y se casa con Ginette Eboué. En 1948, se va de la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera) y funda su propio partido, el “Bloque Democrático Senegalés”.
Publica “Hosties noires” (“Hostias negras”) en 1948. Senghor utiliza la poesía para exorcizar la rabia que la injusticia le produce. Y así se dirige a los Fusileros Senegaleses, ese cuerpo militar que, reclutado a la fuerza, defendió la primera fila del campo de batalla francés.
También en 1948, año de la celebración del centenario de la abolición definitiva de la esclavitud en Francia, Senghor presenta lo que será la obra cumbre del movimiento de la Negritud, la Anthologie de la nouvelle poésie nègre et malgache de langue française, Antología de la nueva poesía negra y malgache de lengua francesa, (Presses Universitaires de France), con un prólogo de Jean-Paul Sartre. En ella, autores negros de todos los continentes suman sus voces para denunciar una situación histórica que dura cinco siglos: desde la trata y la esclavitud hasta la colonización, el hecho de ser negro ha sido la causa de todas las calamidades.
El prólogo de Sartre, Orfeo Negro, Orphée Noir, consagra este movimiento como específicamente africano.
Sartre dice:
“Si estos poemas nos dieran vergüenza, es involuntario: no fueron escritos para nosotros. Estos negros se dirigen a los negros para hablarles de los negros; su poesía no es satírica ni imprecatoria: es una toma de conciencia”.
La Negritud subvierte el imaginario ancestral: lo negro deja de ser peyorativo y vergonzante para convertirse en una reivindicación exultante.
Senghor siempre se refugió en la poesía o quizás deberíamos decir que se apoyó en ella para llevar a cabo su acción política. En realidad, siempre defendió que su poesía respondía al sentido etimológico de la palabra: la ‘poiesis’ griega, la acción. Su entrada en política, él mismo lo reconoce, se debió al azar y a la toma de conciencia de la difícil situación de su país. Temió por su carrera universitaria y por su carrera literaria. Sin embargo, ninguna de las dos se vio truncada sino completada por su producción de pensador. De ello darán cuentas los poemarios que sigue publicando (Éthiopiques, 1956; Nocturnes, 1961; Lettres d’hivernage, 1973; Élégies majeures, 1979), a los que se añade la serie, Liberté, cuyos cinco tomos recogen sus pensamientos políticos, literarios… o sea, su gran obra de humanista del siglo XX.
“Conquistar la libertad por todos los medios aunque fuesen violentos”.
Senghor predica una Unión Francesa en la que los territorios sean asociados en un marco federal. La tarea no es fácil, pero el camino no tiene marcha atrás. Su popularidad en Senegal va en aumento hasta convertirse en el partido más votado.
En 1955, bajo la presidencia de Edgar Faure, Senghor es nombrado Secretario de Estado de la República Francesa. También, en ese mismo año, se divorcia de su primera esposa.
En 1956, es elegido alcalde de Thiès. Publicación de “Ethiopiques”.
En 1957, se casa con Colette Hubert.
En 1958, hace parte dela Comisión encargada de elaborar la Constitución de la Quinta República. Creó el Partido del Reagrupamiento Africano.
En 1959, preside la Asamblea Federal de Mali (Sudán y Senegal).
En 1960 se convierte en el Primer Presidente de la República de Senegal, tras pactar su independencia en el despacho de De Gaulle. Los años que siguieron fueron años difíciles para el continente africano. Años de pronunciamientos, de revueltas, de dictaduras. África despertaba y lo hacía contra las antiguas metrópolis. Senghor, sin embargo, siempre supo que no se podía salir de la colonización si no era pactando y, por tanto, aliándose a Francia. Son los años en los que el Presidente-Poeta, militante acérrimo de la Negritud, se ve contestado por la nueva generación.
En el Congreso de Argel (1969), un grupo de intelectuales africanos entre los que destacan Henri Lopès, Adotevi y Wole Soyinka decretan la ‘muerte de la Negritud’ por esencialista e inmovilista e, incluso, por haber pactado con Francia.
Las generaciones africanas posteriores le reprocharon su ‘amor apasionado’ por la lengua francesa, por los valores franceses, su ‘francofilia’. Él siempre admitió esta pasión que defendió como una aportación y no como una suplantación de su cultura profundamente africana.
Convirtió a la antigua colonia en un pais muy libre, relativamente próspero, asegurando una vida pacífica que terminaría por convertirse en un modelo para todo el continente africano.
El mestizaje es otra de las causas en las que militó. No sólo el mestizaje biológico, sino también el cultural de todos los pueblos y naciones. Senghor se sentía mestizo en su amplio sentido. Para ello se apoyó en el concepto de francofonía, entendiendo ésta como “la cita del dar y el recibir” como le gustaba repetir. La francofonía o la francidad, en boca de Senghor, era la expresión de unos valores culturales provenientes de las civilizaciones históricas del mediterráneo y compartidos por otros pueblos de otros confines. Fue, siempre para él, la base de una cultura, de una civilización común.
Como ensayista, Senghor es uno de los grandes teóricos de la negritud y un modelo de socialismo humanista.
En 1986 fue nombrado Académico de la Lengua Francesa.
De él dijo Henri Lopès, escritor y político congoleño que, en su juventud, se alineó contra la Negritud y Senghor, en una intervención en el homenaje que dos meses después de la muerte de Senghor, se le dedica en París, en el Centre Richelieu-Senghor:
“Senghor era un humanista contemporáneo. Hacía falta valor para proclamar ese credo y vivirlo en una época en la que el término sonaba a angelismos y en la que los valores dominantes eran la revolución, la violencia, la lucha armada e incluso el terrorismo.
Le reprochábamos su verbo mientras nos perdíamos en una logorrea sin contacto con la realidad. Pensábamos en la revolución, mientras él lo hacía en la evolución. Soñábamos con la Historia y pensábamos que se construía con ideologías, ignorando que éstas entrañaban las tragedias.”
Ahmadou Hampâté Bâ decía que en África, cuando un anciano muere es como si se quemase una biblioteca. En el caso de Senghor, Inmaculada Díaz Narbona prefiere acudir a los versos de Birago Diop, su compañero de generación y movimiento:
Los que están muertos nunca se marcharon
En la Sombra están que se ilumina
En la Sombra que se espesa.
Los Muertos no están bajo tierra:
Están en el Árbol que tiembla,
Están en el Bosque que gime.
Están en el Agua que discurre,
Están en el Agua que duerme.
Están en la Cabaña, están entre el Gentío:
Los Muertos no están muertos.
Senghor emprende una mejor comprensión de las culturas negro-africanas, a partir de la presencia de las civilizaciones egipcias en la civilización griega. Con las correspondencias entre la antigüedad griega con las civilizaciones africanas, se propone revalorizar el continente africano en sus múltiples facetas, sobre todo, en su geografía e historia desde una postura antropocéntrica5 y desde la convicción de que África constituye la cuna de la Humanidad y de civilizaciones, con la suficiente fuerza para contribuir significativamente en una nueva humanidad. En cuanto a la poesía, el movimiento de la negritud resume las dos grandes ideas enunciadas por Octavio Paz (El arco y la lira, FCE, 1994), sobre poesía contemporánea: la afirmación profunda de valores mágicos y el arraigo revolucionario. La conjunción de ambos elementos, marcado por la rebeldía, hace de la poesía una transfiguración reveladora de las angustias y de la participación histórica. La poesía de la negritud es no sólo un proyecto estético sino también una plataforma de reivindicación socio-política, que despierta la conciencia racial y nacionalista frente a la degradante situación colonial, un espacio que se propone cambiar el rumbo de la historia, y que funda una conciencia de resistencia y de subversión.
En materia poética, Senghor se revela como un fino y sagaz conocedor de la poesía occidental (la francesa en particular), de la palabra ancestral y popular de su territorio étnico serere. Seis obras, recogidas en Poemas (1984) Poèmes, constituyen su patrimonio poético. Para él, la poesía es a un tiempo idea y visión, verbo, acción, sacerdocio en la línea de la “Revolución poética” iniciada por Victor Hugo y de la “Revolución negra” iluminada por Rimbaud.
Como Alejo Carpentier, Senghor sublima el diálogo de culturas como una necesidad en el mundo actual. Su propuesta de la Civilización de lo Universal va de par con la justicia social y con las relaciones de igualdad entre los seres humanos de los países del Norte y del Sur: No habrá un nuevo orden económico internacional mientras no haya, ante todo, un Nuevo Orden Cultural Mundial. Todas las conferencias Norte-Sur han fracasado. La verdadera razón es el desprecio cultural, difícil de disimular, que hace que los pueblos desarrollados no se sientan obligados, no digo a ayudar, sino a no explotar a los pueblos del Tercer Mundo: los negros, los amarillos y sus mestizos, es decir los latinoamericanos.
El presidente Senghor, que tenía “en la mente la rica herencia de Tombouctou*, de Djenné y de Gao” hizo construir antes de abandonar el poder en diciembre de 1980, una casa personal sobre la Cornisa de Dakar, en el barrio de Fann. La construcción de la realización de las formas (que el poeta quiere “tradicionales”, es decir, todo en “paralelismos asimétricos”) la confía a Fernand Bonamy, un arquitecto francés. Senghor se instala allí con su esposa en enero de 1981. Pero cinco meses después de su traslado, su hijo único, Philippe-Maguilen Senghor, que tenía entonces veintidós años, fallece en un accidente de coche. Después de este trágico acontecimiento, la pareja vivirá muy poco en “Les Dents de la Mer” y preferirá residir más a menudo en Normandía o en Verson.
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Tombuctú, apodada «la ciudad de los 333 santos», es una ciudad situada a siete kilómetros del río Níger, en la República de Malí. Su ubicación geográfica la convierte en un punto de encuentro entre África Occidental y las poblaciones nómadas bereberes, siendo un enclave histórico de la ruta comercial transahariana. Se hizo próspera por Mansa Musa, rey del Imperio de Malí quien se anexionó pacíficamente la ciudad en 1324. Tombuctú fue capital intelectual y espiritual del Islam en toda África durante los siglos xv y xvi. Acoge varias madrasas y la prestigiosa Universidad de Sankore, considerada la primera universidad del mundo.
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1963-1964: después de unos graves desacuerdos entre el Presidente de la República y el Primer Ministro, instaura un régimen presidencial y nacionalisación de las tierras.
Entre 1964 y 1993: publica la serie de las Libertades (discursos, prefacios…)
1966: primer Festival Mundial de las Artes Negras en Dakar.
1973: “Lettres d’hivernages”, poemas .
1976: el multipartidismo es autorizado en Senegal.
1979: publicaciónde “Elégies majeures” Elegías mayores.
31 de diciembre de 1980: renuncia a las funciones de Presidente de la República.
Como Presidente de Senegal se convirtió en un gran animador cultural, destacando, en 1966, la celebración en Dakar del 1er Festival Mundial de las Artes Negras. Premio de la Paz de los libreros alemanes (1968); premio literario de la Academia Internacional de las Artes y Letras de Roma (1969); gran premio internacional de poesía de la Biennal de Knokke-le-Zoute (1970) ; premio Guillaume Apollinaire (1974); príncipe de la poesía 1977, premio Duca Cino (1978) ; premino internacional del libro, concedido por el Comité Internacional del Libro (Comunidad Mundial del Libro, UNESCO, 1979); Premio por sus actividades culturales en África y sus trabajos para la paz, concedido por el Presidente Sadat (1980); medalla de oro de la CISAC (Confédération internationale des sociétés d’auteurs et compositeurs) ; primer premio mundial Aasan; premio Alfred de Vigny (1981); premio Athénaï, en Atenas (1985); premio internacional del Leon de Oro, en Venecia (1986); premio Louise Michel, en Paris (1986); premio Mont-Saint-Michel, de los Encuentros Poéticos de Bretaña (1986); premio Intercultura, en Roma (1987).
Además de todos estos premios de reconocimiento a su obra, fue nombrado doctor honoris causa de treinta y siete universidades: Sorbona, Strasbourgo, Lovaina, Burdeos, Harvard, Oxford, Viena, Montréal, Francfurt, Yale, Meiji, Nancy, Bahia, Evora, etc. Miembro de la Academia Bábara (1961) ; miembro asociado de la Academia de Ciencias Morales y Políticas (1969) ; miembro de la Academia de Ciencias, Bellas Artes y Artes de Burdeos ; miembro de la Academia de Ciencias de Ultramar (1971) ; miembro de The Black Academy of Arts and Letters (1973) ; miembro de la Academia Mallarmé (1976) ; miembro de la Academia del Reino de Marruecos (1980). Fue propuesto varias veces para el Premio Nobel de Literatura sin que le fuera concedido. El 2 de junio de 1983, fue elegido miembro de la Academia Francesa.
Durante su vida política, Senghor publicó los siguientes libros de poesía: Cantos de sombra (1945), Hostias negras (1948), Etiópicas (1956), Nocturnos (1961) y Cartas de invierno (1972). Fue autor también de ensayos y de una Antología de la nueva poesía negra y malgache, que lleva al frente un prólogo de Jean-Paul Sartre titulado “Orfeo Negro”.
En 1990 se inaugura en Alexandria (Egipto) de la universidad Senghor. En 1996 se lleva a cabo un homenaje en la Unesco para sus 90 años.
La vida de Senghor se apaga el 20 de diciembre de 2001 a los 95 años, tras una larga y dolorosa enfermedad.
La “Maison Senghor” (Les Dents de la Mer) se mantiene desocupada hasta el 2011. Ese año el estado senegalés la recompra y en 2004 el presidente Mackyp Sall confía su renovación a la sociedad Eiffage-Senegal dirigida por Gérard Sénac. Rebautizado como museo, el domicilio de L. S. Senghor “Les Dents de la Mer” se inaugurará con esta nueva función el 30 de noviembre de 2014.
OBRA POÉTICA
Cantos de sombra (1945)
Hostias negras (1948)
Cantos para Naëtt (1949)
Etiópicas (1956)
Nocturnas (1961)
Letras de invierno (1973)
Elegías mayores (1979)
Obra poética (1990)
TEXTOS POLÍTICOS
Pierre Teilhard de Chardin y la política africana (1962)
Libertad 1: Negritud y humanismo (1964)
Libertad 2: Nación y vía africana al socialismo (1971)
Libertad 3: Negritud y civilización de lo universal (1977)
Libertad 4: Socialismo y planificación, discursos, conferencias (1983)
Libertad 5: diálogos de las culturas (1992)
Lo que yo creo: negritud, francofonía y la civilización de lo universal (1988)
CRÍTICA Y COLABORACIONES
Los escritos más bellos de la Unión Francesa -colaboración- (1947)
Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa, precedida de Orfeo negro, de Jean-Paul Sartre (1948)
La bella historia de Leuk la liebre -colaboración- (1953)
La poesía de la acción, diálogo (1980)
Damas negras (1986)
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
- https://co.ambafrance.org/IMG/pdf_BIOGRAFIA_DE_LEOPOLD_SEDAR_SENGHOR.pdf
- https://www.ecured.cu/L%C3%A9opold_S%C3%A9dar_Senghor
- https://www.afribuku.com/70-anos-cantos-de-dombra-negritud-senghor-poesia-senegal-literatura-africana-senghor/#:~:text=En%201945%2C%20ve%20la%20luz,reencontrarse%20con%20la%20tierra%20africana.
- http://www.materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/leopold-sedar.pdf
- https://es.wikipedia.org/wiki/L%C3%A9opold_S%C3%A9dar_Senghor
- https://www.papersdeversalia.com/publicacions/quaderns/quaderns_pdf/08-Quadern-Versalia_Senghor.pdf
- https://www.papersdeversalia.com/publicacions/quaderns/quaderns_pdf/08-Quadern-Versalia_Senghor.pdf
- https://www.abc.es/cultura/abci-muere-anos-leopold-sedar-senghor-gran-poeta-negritud-200112200300-67553_noticia.html
- LÉOPOLD SÉDAR SENGOR. LOS POETAS. René L.F. Durán. Ediciones Júcar.
SELECCIÓN DE POEMAS DE LÉOPOLD SÉDAR SENGHOR
ELEGÍA DE LAS AGUAS
(fragmento)
Señor, me hiciste Maestro-de-lengua
Yo el hijo del comerciante que nací gris y tan endeble
Y mi madre me llamó el Atrevido, tanto ofendía la belleza del día.
Me otorgaste bien mi voz ¡LLUEVE! llueve
Y abriste con tu brazo de rayo las cataratas del perdón.
Llueve sobre Nueva York sobre Ndyongolor sobre Ndyalakhar
Llueve sobre Moscú y sobre Pompidou, sobre París y sus afueras, sobre Melbourne sobre Mesina sobre Morzine
Llueve sobre la India y sobre China -cuatrocientos mil chinos se ahogaron, doce millones de chinos se salvaron, los buenos y los malos
Llueve sobre el Sahara y sobre el Middle West, sobre el desierto, sobre las tierras de pan, sobre los arrozales
Sobre las cabezas de bálago, sobre las cabezas de lana.
Y renace la vida color de presencia.
“IN MEMORIAM”
Es domingo.
Temo la multitud de mis semejantes con rostro de piedra.
Desde mi torre de vidrio, habitado por las migrañas, los Ancestros impacientes,
Contemplo los techos y las colinas entre la bruma
En paz — las chimeneas están desnudas y son esbeltas,
A sus pies duermen mis muertos, todos mis sueños hechos polvo,
Todos mis sueños, la sangre gratuita derramada por las calles que se mezcla con la sangre de las carnicerías.
Y ahora, desde este observatorio de los suburbios Contemplo mis sueños distraídos por las calles,
dormidos al pie de las colinas
Como los guías de mi raza sobre las orillas de Gambia y del Saloum
Del Sena ahora, al pie de las colinas.
¡Déjame pensar en mis muertos!
Fue ayer la fiesta de todos los Santos, el aniversario solemne del Sol
Y nada los recordaba en el cementerio. Oh, muertos, que siempre rehusasteis morir,
que supisteis resistir a la Muerte
Tanto en Sine como en el Sena, y en mis venas frágiles, mi sangre irreductible
Protege mis sueños como lo habéis hecho con vuestros hijos los emigrantes de piernas delgadas.
¡Oh, muertos! Defended los techos de París en la bruma dominical
Los techos que protegen mis muertos.
Desde mi torre peligrosamente segura, desciendo a la calle
Con mis hermanos de ojos azules, De manos duras.
CARTA A UN POETA
A Aimé Césaire
¡Para el Hermano amado y para el amigo, mi saludo
tosco y fraternal!
Las gaviotas negras, los navegantes de los grandes ríos
han hecho que goce de tus noticias
Mezcladas con especies, con ruidos olorosos de los
Ríos del Sur y de las Islas.
Ellos me han hablado de tu confianza, de la eminencia
de tu frente y de la flor de tus labios sutiles
Que te hacen, tus discípulos, columna de silencio, una
rueda de pavo real
Que se eleva hasta la luna, tú resistes su celo alterado
y jadeante.
¿Es acaso tu perfume de frutas fabulosas o tu estela de
luz en pleno medio día?
¡Cuántas mujeres con piel de zapotillo en el harem de
tu espíritu!
Mi encanto más allá de los años, bajo la ceniza de tus
párpados
La brasa ardiente, tu música hacia la que tendemos
nuestras manos y nuestros corazones de antaño.
¿Habrás olvidado tu nobleza, que es el canto
A los Ancestros, Los Príncipes y los Dioses, que no
son ni flor ni gotas de rocío?
Debiste ofrecer a los Espíritus los frutos blancos
de tu jardín
Tú no comes sino la flor, recolectada el mismo año
del fino mijo
Y no hurtas ni un pétalo para perfumar tu boca.
En el fondo del pozo de mi memoria, toco
Tu rostro de donde saco el agua que refresca mi gran
aflicción.
Te diluyes con aristocracia, acodado en la cima de una
colina clara,
Tu lecho oprime la tierra que dulcemente castiga.
Los tam-tam, en las llanuras ahogadas, marcan el ritmo,
tu canto, y tu verso es la respiración de la noche
y del mar lejano.
Tú cantaste a los Ancestros y a los Príncipes legítimos
Tú cogiste una estrella del firmamento para la rima
Rítmica a contratiempo; y los pobres a tus pies desnudos
arrojaron las esteras con la ganancia de un año
Y las mujeres a tus pies desnudos, su corazón de ámbar
y la danza de sus almas desolladas.
Mi amigo, mi amigo —¡Oh, regresarás, regresarás!
Yo te esperaré — mensaje confiado al capitán del cúter
bajo el Kaicedrat.
Tú regresarás para el festín de las primicias. Cuando
humee sobre los techos la dulzura del atardecer al
declinar el sol,
Y paseen los atletas su juventud, adornada como los
novios, conviene que allí estés.
MUJER NEGRA
¡Mujer desnuda, mujer negra,
Vestida del color que es tu vida, de tu forma que es
belleza!
Crecí bajo tu sombra; la dulzura de tus manos vendó
mis ojos
Y he aquí que en el corazón del verano y del mediodía,
te descubro
Tierra prometida, desde lo alto de un cuello calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón, como el
alumbramiento de un águila.
Mujer desnuda, mujer oscura
Fruto maduro de carne firme, extasiadas sombras del
vino negro, boca que hace lírica mi boca
Sabanas de horizontes puros, sabanas que se estremecen
a las caricias fervientes del viento del Este
Tam-tam esculpido, tam-tam tendido que ruge bajo
los dedos del vencedor.
Tu voz grave de contralto es el canto espiritual del
Alma.
Mujer desnuda, mujer oscura
Aceite que ningún soplo perturba, aceite quieto en los
flancos del atleta, en los flancos del príncipe de
Malí
Gacela unida a las estrellas, las perlas son estrellas
sobre la noche de tu piel
Delicias de los ojos del espíritu, los reflejos del oro
encarnado sobre tu piel que reverbera
A la sombra de tu cabellera, se ilumina mi angustia
en los soles próximos de tus ojos.
Mujer desnuda, mujer negra
Yo canto tu belleza que pasa, forma que fijo en la
Eternidad,
Antes que el destino celoso te reduzca a cenizas,
para nutrir las raíces de la vida.
MÁSCARA NEGRA
A Pablo Picasso
Ella duerme y reposa sobre el candor de la arena
Koumba Tam duerme. Una palma verde abanica la
fiebre de los cabellos, la frente de cobre combada
Párpados cerrados, como dos copas, manantiales
sellados.
Este fin creciente, este labio más negro y más pesado apenas
—¿dónde está la sonrisa de la mujer cómplice?
Las medallas de las mejillas, el dibujo del mentón,
cantan al acorde mudo.
Rostros de máscara cerrada a lo efímero, sin ojos,
sin materia
Cabeza perfecta de bronce y su pátina de tiempo
Que no ensucian afeites ni bochorno ni arrugas,
ni huellas de lágrimas ni de besos
Oh, rostro tal que Dios te ha creado antes de la memoria
misma de los tiempos
Rostro del alba del mundo, no te abras como un cuello
tierno para conmover mi carne
Te adoro, ¡Oh belleza de mi ojo monocorde!
ETIOPÍA
A LA LLAMADA DE LA RAZA DE SABA
(fragmento)
A Pierre Achille
II
¡Madre, sé bendita!
Recuerdo los días de mis padres, los atardeceres de Dyilor
Aquella luz de ultra-cielo al caer la noche sobre la tierra suave.
Estoy sobre las gradas de la morada oscuramente profunda.
Mis hermanos y hermanas aprietan contra mi corazón su calor múltiple de polluelos.
Descansa mi cabeza en el regazo de mi ama de leche Nga, de Nga la poetisa
Mi cabeza bordoneando al galope guerrero de los dyoung-dyoungs, al galope redoblado de mi sangre de pura sangre.
Mi cabeza melodiosa de las canciones lejanas de Koumba la Huérfana.
En el centro del patio, el ficus solitario
Y platican a su sombra lunar las esposas del Hombre con sus voces graves y profundas como su mirada y las fuentes nocturnas de Fimla.
Y mi padre tendido sobre esteras apacibles, pero alto fuerte hermoso
Hombre del reino de Sine, mientras alrededor en las koras, voces heroicas, los griots hacen bailar sus dedos fogosos
Mientras subre a lo lejos, oleaje de olores fuertes y calientes, el clásico rumor de cien rebaños.
Un griot (de la transliteración francesa “guiriot” de la palabra portuguesa “criado”, término masculino singular para “sirviente”) o jeli (djeli o djéli en francés) es un narrador de historias de África Occidental. El griot cuenta la historia como lo haría un poeta, un cantante de alabanzas o un músico ambulante.
A LOS TIRADORES SENEGALESES MUERTOS POR FRANCIA
He aquí el Sol
Que atiesa el pecho de las vírgenes
Que hace sonreír a los ancianos en los bancos verdes
Que despertaría a los muertos bajo una tierra materna.
Oigo el ruido de los cañones ¿vendrá de Irún?
Adornan las tumbas con flores, dan calor al Soldado Desconocido.
Vosotros hermanos míos, oscuros, nadie os nombra.
Prometen quinientos mil de vuestros hijos a la gloria de los futuros muertos, les dan las gracias de antemano futuros muertos oscuros.
¡Die Schwarze schande!
Escuchadme, Tiradores senegaleses, en la soledad de la tierra negra y de la muerte
En vuestra soledad sin oídos, sin mirada, más que en mi piel prieta en el fondo de la Provincia
Sin el calor siquiera de vuestros compañeros tendidos a vuestro lado, como en otros tiempos en la trinchera en los palabreos del pueblo.
Escuchadme, Tiradores de piel negra, aunque sin oídos, sin mirada en vuestro triple cerco de noche.
No alquilamos plañideras, ni siquiera las lágrimas de vuestras mujeres antiguas
-Ellas sólo recuerdan vuestros arrebatos de cólera, prefiriendo el ardor de los vivos.
Los lamentos tan claros de las plañideras
Tan pronto enjugadas las mejillas de vuestras mujeres, como en la estación seca los torrentes del Fouta.
Tan claras las lágrimas más calientes y tan pronto bebidas en la comisura de los labios olvidadizos.
Escuchadnos: nosotros que deletreábamos vuestros nombres en los meses en que moríais
En aquellos días de miedo sin memoria, os traemos la amistad de vuestros compañeros de generación.
¡Ah quién pudiera un día con voz de brasa cantar
La amistad de los compañeros fervorosa como entrañas y delicada, fuerte como tendones.
Escuchadnos, Muertos tendidos en el agua, en lo profundo de las llanuras del Norte y del Este.
Recibid este suelo rojo, bajo el sol del estío enrojecido por la sangre de las blancas hostias
Recibid el saludo de vuestros compañeros negros, Tiradores senegaleses
¡MUERTOS POR LA REPÚBLICA!
Tours, 1938
EL KAYA-MAGAN
¡Yo soy Kaya-Magan! El primer monarca
Rey de la noche negra de la noche de plata, Rey de la noche de cristal.
Apacentad mis antíloes al abrigo de los leones, alejados del encanto de mi voz.
¡El embeleso vuestro esmaltando los llanos del silencio!
Sois ya cotidianas flores mías, estrellas mías, ya participáis del gozo de mi festín.
Apacentad pues mis ubres de abundancia, yo no como porque soy fuente de alegría.
Apacentad mis fuertes tetas viriles, la hierba de leche que brilla en mi pecho.
Que enciendan cada noche mil estrellas en la Plaza Mayor
Calienten doce mil súbditos
Piadosísimos, para los cervatos de mi costado, los residentes de mi casa y sus clientes
Los Guelowards de los nueve tatas y los pueblos de las brousses bárbaras
Para cuantos entraron por las cuatro puertas talladas -¡la marcha
Solemne de mis pueblos pacientes! se pierden sus pasos en las arenas de la Historia.
Para los blancos del Septendrión, los negros del Mediodía de un azul tan suave.
¡Y no cuento los rojos del Poniente, ni los transhumantes del Río!
Comed y dormid hijos de mi savia y vivid vuestra vida de las grandes profundidades
Y paz sobre vosotros que declináis. Respirais por mis narices.
¡Yo digo soy Kaya-Magan! Rey de la luna, junto la noche y el día
Soy Príncipe del Norte del Sur, del Sol-naciente Príncipe y del Sol-poniente
La llanura abierta a mil celos, la matriz en la cual se funden los metales preciosos.
De ella salen el oro rojo y el Hombre rojo -roja la dilección mía,
El Rey del oro- que tiene el esplendor del mediodía, la suavidad femenina de la noche.
Picotead pues mi frente abombada, pájaros de mis caballos serpientes.
No os alimentáis sólo de leche morena, sino que picoteáis los sesos del Sabio
Maestro del jeroglífico en su torre de cristal.
Paced cervatillos de mi costado bajo mi bastón de mando y mi creciente luna.
Soy el Búfalo que se ríe del León, de sus fusiles cargados hasta la boca.
Y le será preciso prevenirse en el reciento de sus murallas.
Mi imperio es el de los proscritos de César, de los grandes desterrados de la razón o del instinto
MI imperio es el del Amor, y me siento débil ante ti mujer
La Extranjera de ojos de calvero, labios de guanábana sexo de zarza ardiente
Porque soy el movimiento del tam-tam, fuerza del África futura.
Dormid cervatillos de mi costado bajo mi creciente luna.
QUE ME ACOMPAÑEN KORAS Y BALAFONG
(fragmentos)
A René Maran
A la vuelta del camino del río, azul entre los prados frescos de septiembre.
Un paraíso guardado de las fiebres por una niña de ojos claros como dos espadas
Paraíso mi infancia africana, que guardaba la inocencia de Europa.
¿En qué mes? ¿En qué año? Recuerdo su dulzura fugaz en el crepúsculo
Que morían a lo lejos los hombres como hoy, que fresca era, como un limón, la sombra de los tamarindos,
Altares frente a frente a orillas del llano salado y duro,
de la gran vía resplandeciente de los Espíritus
¡Recinto meridiano cerca de las tumbas!
Y tú fuente de Kam-Dyamé, cuando a mediodía bebía yo tu agua mística en el hueco de mis manos
Rodeado de mis compañeros bruñidos y desnudos, adornados con flores del monte.
La flauta del pastor modulaba la lentitud de los rebaños
Y cuando encima de su sombra callaba, retumbaba el tam-tam de los tanns* obsesionados-
Que ritmaba la teoría en fiesta de los Muertos,
Unos tiradores lanzaban sus feces en el círculo con gritos áfonos, y bailaban en altas llamas mis hermanas
Tening-Ndyaré y Tyagoum-Ndyareé, más claras ahora que el cobre de ultramar.
…….
Noche de África mi noche negra, mística y clara negra y brillante
Descansas concertada con la tierra, eres la Tierra y las colinas armoniosas.
¡Oh Belleza clásica que no eres ángulo, sino línea elástica elegante esbelta!
¡Oh rostro clásico! desde la frente combada bajo el bosque de olores y los ojos anchos oblicuos hasta la bahía graciosa de la barbilla y
¡El impulso fogoso de las colinas gemelas! ¡Oh curvas de dulzura faz melódica!
¡Oh mi leona mi Belleza negra, mi Noche negra, mi Negra, mi Desnuda!
¡Ah! cuántas veces hiciste latir mi corazón como el leopoardo indómito en su jaula estrecha.
Noche que me liberas de raciocinios, tertulias, sofismas, piruetas, pretextos, odios calculados de las matanzas humanizadas
Noche que fundes todas mis contradicciones, cualesquier contradicciones en la unidad primera de tu negritud.
Recibe al niño siempre niño, que doce años de andanzas no han envejecido.
Sólo traigo de Europa esta niña amiga, la claridad de sus ojos entre las nieblas bretonas.
Château-Gontier, octubre-diciembre 1939
*Tann: Terreno llano cubierto por el mar, o brazo de mar en la época de las mareas altas.
ORACIÓN DE LAS MÁSCARAS
¡Máscaras! ¡Oh, Máscaras!
Máscara negra, máscara roja, ustedes máscaras blanco y negro
Máscara de los cuatro puntos de donde sopla el Espíritu
¡Os saludo desde el silencio!
Y no eres tú el último, Ancestro con cabeza de León.
Máscaras que cuidan este sitio donde está prescrita toda risa de mujer, toda sonrisa que se marchita,
Destilan este aire de eternidad donde respiro el aire de mis padres
Máscaras de rostros sin máscara, despojadas de todo hoyuelo
y de toda arruga
Que han dibujado este retrato, este rostro mío inclinado sobre el altar de papel blanco
Según su imagen, ¡escúchenme!
El África de los imperios muere— es la agonía de una princesa andrajosa
Y también de Europa a la que estamos ligados por el ombligo
Fijen sus ojos inmutables sobre sus hijos que exigen
Que dan su vida como el pobre su último vestido. Respondamos presentes al renacimiento del Mundo Como la levadura que es necesaria para la harina blanca.
¿Quiénes aprenderán el ritmo del mundo difunto de máquinas y cañones?
¿Quién lanzará el grito de alegría para despertar a muertos y huérfanos en la aurora?
Digan, ¿quién devolverá la memoria de vida al hombre con esperanzas desentrañadas?
Nos lo dicen los hombres del algodón, del café, del aceite.
Nos lo dicen los hombres de la muerte.
Nosotros somos los hombres de la danza, cuyos pies recobran su vigor golpeando la dureza del suelo.
NIEVE SOBRE PARÍS
Señor, visitaste París el día de tu nacimiento Porque se había hecho mezquino y malvado Lo purificaste con el frío incorruptible
De la muerte blanca.
Esta mañana, hasta las chimeneas de las fábricas que cantan al unísono
Enarbolan sábanas blancas
—“¡Paz a los Hombres de buena voluntad!”
Señor, ofreciste la nieve de tu Paz
al mundo divido, a la Europa divida A la España desgarrada
Y el rebelde judío y católico disparó sus mil cuatro cientos cañones contra las montañas de tu Paz.
Señor, acepté tu albo frío que quema más que la sal.
Heme con el corazón fundido como nieve bajo el sol. Olvido
Las manos blancas que disparan los fusiles, que derrumban los imperios
Las manos que flagelaron a los esclavos, que te flagelaron
Las manos blancas empolvadas que te abofetearon, las manos
pintadas y manchadas de pólvora que me han abofeteado
Las manos seguras que me han condenado a la soledad, al odio
Las manos blancas que derriban el bosque de palmeras que poblaban el África, el centro del África
Erectos y recios, los Saras bellos como los primeros hombres que salieron de tus manos morenas.
Ellas derribaron la selva negra para hacer los durmientes de los ferrocarriles
Ellas derribaron los bosques del África para salvar la
civilización porque hacía falta materia prima humana.
Señor, yo no dominaré mi odio, lo sé,
a causa de los diplomáticos que enseñan sus largos caninos
Y que mañana comerciarán con carne negra.
Mi corazón, señor, se funde como la nieve sobre los techos de París
Al sol de tu dulzura.
Que es suave para mis enemigos, y mis hermanos de manos blancas sin nieve
Pues sus manos son de rocío, en la noche, sobre mis mejillas ardientes.
EL TÓTEM
Me hace falta ocultar en lo más íntimo de mis venas Al Ancestro de la piel de tormenta surcado de
relámpago y de rayos
Mi animal guardián, tengo que ocultarlo
Para que no rompa la cerca de los escándalos. Él es mi sangre fiel que exige fidelidad Protegiendo mi desnudo orgullo contra
mí mismo y la soberbia de las razas dichosas…
CANTO DE SOMBRA
El águila blanca de los mares, el águila del Templo me raptó más allá del continente.
Me despierto, me interrogo, como el niño en los brazos de Kouss que tu llamas Pan.
Es el grito salvaje del sol levante que hace estremecer la tierra
Tu cabeza desnuda, nobleza de la piedra, tu cabeza
debajo de los montes, el León debajo de los animales del establo
Cabeza de pie, que me horada con sus ojos agudos. Y renazco de la tierra que fue mi madre.
He aquí el Templo y el Espacio, entre nosotros precipicio y altitud
Como tu orgullo que se yergue, porta-nieve, antaño de calor humano
—En él desaparezco, labrador recostado en la embriaguez de la cosecha madura.
Me escabullo a lo largo de tus paredes, rostro escarpado.
El mejor montañista está perdido. Ve la sangre de mis manos y mis rodillas
Como una libación de sangre de mi orgullo antagonista, diosa con rostro de máscara.
¿Habré de desatar las tempestades de todas las cavernas mágicas del desierto?
¿Juntar las arenas de las cuatro esquinas del cielo vacío, con un fervor inmenso de saltamontes?
¿Y después en un silencio inmemorial, el trabajo del frío apocalíptico?
Se deslizan ya tus palabras confusas de mujer, como lamentos de una dichosa miseria, no se sabe;
Y las piedras, brusca y débil caída, van a tomar el estrépito de las cataratas.
Toda victoria dura el instante del batir de una pestaña que proclama el irreparable duplicamiento.
Tú fuiste africana en mi memoria antigua, como yo, como las nieves de los Atlas.
Manes o manes de mis Padres,
Contemplad su frente cubierta y el candor de su boca adornada de palomas sin mácula,
Comparad su belleza y la de sus hijas.
Sus párpados como el crepúsculo veloz y sus ojos vastos que se llenan de noche.
Sí, es Clara, la abuela negra, de los ojos violetas bajo sus párpados de noche.
“Mi amada, bajo la sombra de los taparrabos azules Las estrellas deshojan las flores de algodón de sus
cápsulas reventadas.
El Señor de la maleza eres tú que has hecho callar la rebelión de los sonidos sordos.
¡Mirad! la niebla dulcemente se escurre en claras gotitas de leche fresca.”
Escucha mi voz singular que te canta en la sombra Este canto constelado del estallido de los cometas
cantores
Yo te canto este canto de sombra con voz nueva Con la voz vieja de la juventud de los mundos.
MEDITERRÁNEO
Y yo repito tu nombre: ¡Dyallo!
Tu mano y mi mano se demoran; y nuestros pensamientos se buscan en la media noche de nuestras lenguas hermanas.
Fue en el Mediterráneo, ombligo de razas claras, azul como jamás océano han visto mis ojos
Que sonreían con millones de labios luminosos Mientras que diez navíos de caña inflexible, como bocas
delgadas, bombardeaban Almería y estallando Salpicaban con sangre de cerebros los muros negros,
como granadas, de las cabezas ardientes de los niños.
Hablamos de África.
Un viento tibio nos trajo su perfume más ardiente de mujer negra
O de viento que sopla de un campo de mijo cuando chocan las cargadas espigas y vuela por encima un polvo dorado y pardo.
Hablamos de Fouta.
Noble era tu rostro y de sombra tus ojos y dulces tus palabras de hombre.
Noble debía ser tu raza y bien nacida la mujer de Timbo que te mecía en la tarde al ritmo nocturno de la tierra.
Y hablamos del país negro
En las jarcias de la noche, tan cerca uno del otro que nuestros hombros se esposaban, fraternales el uno al otro.
El África vivía allí, más allá del ojo profundo del día, bajo su rostro negro estrellado
En las cajas agitadas, saturadas del rumor inquieto del ciclón, que amenaza
Y se escapaban palpitaciones de tam-tam, con aleteos de carcajadas y gritos de cobre en doscientas lenguas,
De bocanadas de vida densa que el viento dispersaba en el aire latino
Hasta el puente de las primeras donde la joven mujer, liberada de las subprefecturas y de sus calles estrechas,
Liberada de las últimas medidas del tango y de los brazos de su danzante
Soñaba, al borde del misterio, bosque de olores viriles y espacios que ignoraban las flores…
Una gran estrella se elevó, la última, alumbrando tu lisa frente cuando nos separamos.
Y yo repito tu nombre: ¡Dyallo!
Y tú repites mi nombre. ¡Senghor!
Dakar, 1938
LUXEMBURGO, 1939
Esa mañana de Luxemburgo, ese otoño de Luxemburgo, como pasaba y repasaba mi juventud
Sin vagabundos, sin aguas, sin barcos sobre las aguas, sin niños, sin flores.
¡Ah! las flores de septiembre y los gritos curtidos de los niños que desafiaban el invierno próximo.
Sólo dos viejos “chiquillos” que ensayan a jugar al tenis.
Esa mañana de otoño sin niños — ¡cerrado teatro de los niños!
Ese Luxemburgo donde no encuentro más mi juventud, los años frescos como el césped.
Vencidos mis sueños, desesperadamente, mis camaradas
¿es posible?
Helos aquí que caen como las hojas sobre las hojas, de- crepitud herida de muerte, pisoteada, toda sangrante
de sangre
Que se recoge sin saber para qué fosa común
No reconocí ya ese Luxemburgo, a esos soldados que montan guardia.
Se instalan los cañones para proteger la retirada rumiante de los Senadores
Se cavan las trincheras bajo el banco donde tomo la dulzura que surge de los labios.
Este letrero ¡ah! sí, ¡peligrosa juventud!…
Veo caer las hojas en los refugios, en las fosas, en las trincheras por donde serpentea la sangre de una generación
La Europa que entierra la levadura de las naciones y la esperanza de las nuevas razas.
MUJERES DE FRANCIA
A la señorita Jacqueline Cahour
Mujeres de Francia, y vosotras hijas de Francia
¡Dejad que os cante! Que sean para vosotras las notas claras del sorong.
Aceptadlas aunque sea bárbaro el ritmo, disonante los acordes
Como la leche y el pan moreno del campesino, puros en sus manos torpes y callosas.
¡Oh, vosotras, bellos árboles erectos de pie bajo los cañones y las bombas!
Sólo brazos de los días de postración, de los días de desesperado pánico,
Vosotras, orgullosas torres y orgullosos campanarios bajo la arrogancia del sol de junio;
Vosotras, claro eco al grito del Galo de la Galia.
Vuestras cartas han mecido las noches de prisionero con palabas diáfanas y sedosas como alas,
De palabras dulces como un seno de mujer, cantarinas como un ruiseñor de abril.
Pequeñas burguesas y campesinas, por ellos solos no fuisteis avaras.
Por ellos os atrevisteis a desafiar la afrenta de la Hiena, la afrenta más mortal que las balas.
Y sus frentes duras por vosotras solas se abrieron, y sus palabras simples por vosotras solas
Eran claras como sus negros ojos y la transparencia del agua.
Solas entendéis este latido del corazón semejante a un tam-tam lejano.
Y hay que apoyar su oreja a la tierra y descender de su caballo.
Por ello fuisteis madres, por ellos fuisteis hermanas. Llamas de Francia y flores de Francia, ¡benditas seáis!
CANTO DE PRIMAVERA
Para una muchacha negra de talón rosa
I
¡Cantos de aves se elevan diáfanos en el cielo primitivo, El aroma verde de la hierba asciende, Abril!
Escucho el aliento de la aurora conmovida, las nubes blancas de mis cortinas.
Escucho el canto del sol sobre mis postigos melodiosos.
Siento como un aliento el recuerdo de Naët sobre mi nuca desnuda amotinándose.
Mi sangre, a mi pesar cómplice, murmura en mis venas Eres tú, amiga mía — ¡Oh! escucha la respiración ya
cálida en el abril de otro continente.
¡Oh! escucha cómo se deslizan escarchadas de azul las alas de las golondrinas migratorias.
Escucha el aleteo blanco y negro de las cigüeñas en el extremo de sus velos desplegados.
Escucha el mensaje de la primavera de otra época, de otro continente.
Escucha el mensaje del África lejana y el canto de tu sangre
Escucho la sabia de abril en tus venas cantar.
II
Tú me has dicho:
—Escucha amigo mío, lejano y sordo, el gruñido precoz del ciclón como un fuego rodante de maleza.
Y mi sangre grita de angustia en el abandono de mi cabeza demasiado pesada y entregada a las corrientes eléctricas.
¡Oh, allá la tormenta súbita, es el incendio de las costas blancas de la blanca paz del África mía.
Y en la noche donde truenan los grandes desgarrones de metal.
Escucha más cerca de nosotros, sobre trescientos kilómetros, los aullidos de los chacales sin luna y los maullidos felinos de las balas.
Escucha el rugido breve de los cañones y los barritos de los paquidermos de cien toneladas.
¿Es aún el África esta costa móvil, este orden de batalla, esta línea larga y recta, esta línea de acero y de fuego?…
Mas escucha al huracán de las águilas-fortalezas, los escuadrones aéreos tirando a las artillerías
Y fulminando a las capitales en un instante de relámpago.
Y las pesadas locomotoras saltando por debajo de las catedrales.
Y las soberbias ciudades arden, en llamas más amarillas que la hierba de la maleza en época de estío.
Y he aquí que las altas torres, orgullo de los hombres, caen como los gigantes de los bosques con un ruido de demolición.
Y he aquí que los edificios de cemento y acero se funden como se derrite la cera a los pies de Dios.
Y la sangre de mis hermanos blancos hierve por las calles, más roja que el Nilo — ¿abajo qué cólera de Dios?
Y la sangre de mis hermanos negros, los Tirailleur senegaleses, de la que cada gota derramada es una punta de fuego en mi flanco.
¡Primavera trágica! ¡Primavera de sangre! ¿Es este tu mensaje, África?…
¡Oh! amigo mío — ¡Oh! ¿cómo escucharé tu voz?
Como ver tu rostro negro tan dulce a mi mejilla morena a mi alegría morena.
¿Cuándo tendré que taparme ojos y oídos?
III
Yo te he dicho:
—Escucha el silencio bajo las cóleras llameantes de la tormenta.
La voz del África rasgando el suelo bajo la rabia de los cañones de largo alcance
La voz de tu corazón, de tu sangre, escúchala bajo el delirio que encabezan tus gritos.
¿Tiene acaso la culpa si Dios le ha pedido las primicias de sus cosechas,
Las más bellas espigas y los más bellos cuerpos, elegidos pacientemente entre mil pueblos?
¿Tiene acaso la culpa si Dios hace de sus hijos las varas que castigarán la soberbia de las naciones?
Escucha su voz azul en el aire limpio de odio, mira al sacrificador verter las libaciones al pie del túmulo.
Ella proclama la gran emoción que hace temblar los cuerpos con el aliento cálido de abril.
Ella proclama la espera amorosa de la renovación en la fiebre de esta primavera.
La vida que hace dar vagidos a dos niños recién nacidos al borde de una tumba hueca.
Ella dice: tu beso es más fuerte que el odio y la muerte.
Veo en el fondo de tus ojos turbados la luz ostentosa del verano.
Respiro entre tus colinas la embriaguez dulce de las cosechas.
¡Ah, este rocío de luz en las aletas estremecidas de tu nariz!
Y tu boca es como una yema que se hincha al sol, Y como una rosa color del vino añejo que se dilata
al canto de tus labios.
Escucha el mensaje, amiga sombría de talón rosa.
Escucho tu corazón de ámbar que germina en el silencio
y la primavera.
París, abril de 1944
A NUEVA YORK
Para una orquesta de jazz: solo de trompeta
¡Nueva York! Me confundieron primero tu belleza, estas altas muchachas de oro con sus largas piernas.
Tan tímido al principio ante tus ojos de metal azul, tu sonrisa de escarcha
Tan tímido. Y la angustia en el fondo de las calles con rascacielos
Levantando ojos de lechuza bajo el eclipse de sol.
Sulfurosa tu luz y los fustes lívidos, cuyas cabezas fulminan el cielo
Los rascacielos que desafían los ciclones con sus músculos de acero y su piel patinada de piedras.
Pero quince días en las aceras calvas de Manhatta
-Es al cabo de la tercera semana cuando os agarra la fiebre en un salto de jaguar
Quince días in un pozo, ni pasto, todos los pájaros del aire
Cayendo de repente y muertos bajo las altas cenizas de las terrazas.
Ni una risa de niño en flor, su mano en mi mano fresca sin sudor ni olor.
Ni una palabra tierna a falta de labios, sólo corazones artificiales pagados en moneda fuerte
Ni un libro en que leer la sabiduría. La paleta del pintor florea cristales de coral.
Noches de insomnio ¡Oh noches de Manhattan! tan agitadas de fuegos fatuos, mientras las bocinas aúllan horas vacías
Y las aguas oscuras acarrean amores higiénicos, como ríos crecidos cadáveres de niños.
II
He aquí el tiempo de los signos y de las cuentas
¡Nueva York! he aquí pues el tiempo del maná y del hisopo.
Basta con escuchar los trombones de Dios, tu corazón latir al ritmo de la sangre tu sangre.
Vi en Harlem zumbando de ruidos de colores solemnes y olores flamígeros
-Es la hora del té en casa del repartidor-de-productos-farmacéuticos
Vi apretarse la fiesta de la Noche en el atardeer. Yo proclamo la Noche más verídica que el día.
Es la hora pura en que por las calles Dios hace brotar la vida anterior a la memoria
Todos los elementos anfibios radiantes como soles.
¡Harlem, Harlem! ¡He aquí lo que vi Harlem Harlem! Una brisa verde de trigales del empedrado labrado por los pies descalzos de danzantes Dans
Ancas ondas de seda y pechos de hierros de lanza, ballets de nenúfares y máscaras fabulosas
A los pies de los caballos de la policía, los mangos del amor rodar de las casas bajas.
Y vi a lo largo de las aceras, arroyos de ron blanco arroyos de leche negra en la niebla azul de los tabacos.
Vi el cielo nevar en el atardecer flores de algodón y alas de serafines y penachos de brujos.
¡Escucha Nueva York! Oh escucha tu voz viril de cobre tu voz vibrante de oboe, la angustia con sordina de tus lágrimas caer en gruesos coágulos de sangre
Escucha a lo lejos latir tu corazón octurno, ritmo y sangre del tam-tam, tam-tam sangre y tam-tam.
III
¡Nueva York! digo Nueva York, deja afluir la sangre negra a tu sangre
Que desenmohezca tus articulaciones de acero, cual aceite de vida
Que dé a tus puentess la curva de las grupas y la flexibilidad de las lianas.
Ya vuelven los tiempos muy antiguos, la unidad recobrada de la reconciliación del León y del Toro y del Árbol
La idea ligada al acto el oído al corazón el signo al sentido.
He ahí tus ríos rumorosos de caimanes almizclados y de manatíes de ojos de espejismos. Y no es necesario inventar las Sirenas.
Pero basta con abrir los ojos al arco-iris de Abril y los oídos, sobre todo los oídos a Dios quien con risa de sacófono creó el cielo y la tierra en seis días.
Y el séptimo día, durmió del inmenso sueño negro.
CHAKA
Poema dramático con varias voces, a los mártires bantúes de África del Sur
(fragmentos)
La debilidad del corazón es santa…
¡Ah! tú crees que no la amé
Mi negra rubia de aceite de palma y cintura de pluma
Muslos de nutria sobrecogida y de nieve del Kilimanjaro
Pechos de arrozales maduros y de colinas de acacias bajo el viento del Este
Nolivé de brazos de boas, labios de surucucú
Nolivé de ojos de constelación – no hacen falta luna ni tam-tam
¡Pero su voz en mi cabeza y el pulso afiebrado d ela noche!…
¡Ah! ¡tú crees que no la amé!
Pero estos largos años, ete descuartizamiento en la rueda de los años, este collar de hierro que ahogaba la acción.
Esta larga noche sin sueño… yo erraba yegua del Zambèze, corriendo y dando coces a las estrellas
Roída de un mal sin nombre cual leopardo agarrado a la cruz.
No le diera muerte si lo hubiera amado menos.
Hacía falta escapar a la duda
A la embriaguez de la leche de sus labios, al tam-tam obsesivo de la noche de mi sangre
A mis entrañas de lavas fervientes, a las minas de uranio de mi corazón en los abismos de mi Negritud
A mi amor a Nolivé
Por el amor de mi Pueblo negro.
…….
Tam-tam a lo lejos, ritmo sin voz que crea la noche y todos los pueblos en lontananza
Más allá de bosques y colinas, más allá del sueño de las marismas…
Y yo soy el-que-acompaña, soy la rodilla en el flanco del tam-tam, soy el palillo tallado
La piragua que hiende el río, la mano que siebra en el cielo, el pie en el vientre de la tierra
La mano del mortero que se amolda a la curva melodiosa. Soy el palillo que toca labra el tam-tam.
¿Quién habla d emonotonía? El gozo es monótono la belleza monótona
Lo eterno un cielo sin nubes, un bosque azul sin un grito, a solas la voz pero justa.
¡Dure este gran combate sonoro, esta lucha armoniosa, el sudor perlas de rocío!
Pero no, voy a morirme de esperar…
Que de esta noche rubia – Oh mi Noche oh mi Negra mi Nolivé-
Que del tam-tam surja el sol del mundo nuevo.
(Chaka se desploma suavemente: Ha muerto)
ELEGÍA DE LAS AGUAS
Verano, tú aún Verano, Verano del Reino de la Infancia despliegas Edén de mañanas húmedas, de auroras y esplendor de mediodía como el vuelo del águila
Verano de silencio hoy tan cargado de cólera bajo la mirada del Dios celoso.
Hete aquí sobre nuestro destino duramente inscrito en la carátula del siglo.
Las ciudades orgullosas yacen y gimen bajo un cielo sin esperanza,
Traspasadas de venenos de relámpagos, los ríos no
tienen ya manantial ni recurso.
¡Ni un vaso de vino! ¡Ni un vaso de agua en las terrazas transparentes
Donde sólo el agua apaga cuánta sed de inocencia!
¡Fuego! ¡Fuego! muros ardientes de Chicago ¡Fuego!
¡Fuego! muros ardientes de Gomorra
Fuego sobre Moscú. Dios es el mismo para los pueblos sin dios que no pronuncian la Palabra
—Oh, nieve, maná de esquimales, huracán de manos frescas en la frente de los bosques vírgenes.
El Occidente, el Oriente, los pueblos extremos duermen sobre la arena, proas de piedras derribadas por el Atleta.
Es faraón de Egipto por la barba y el bastón de Moisés. Señor, piedad por los diez justos, más piedad por la
China por la que oré tanto de niño
Piedad por ti que haces florecer el Verbo, que ornas con guirnaldas el advenimiento de mayo como una garganta noble.
¡Yo os invoco, Aguas del Tercer Día!
Aguas murmurantes de los manantiales, aguas tan puras de las alturas, nieves, aguas de torrentes y cascadas Aguas justas, vosotras Aguas de misericordia, os invoco
con un grito ritmado y sin arrepentimiento.
Aguas de los grandes ríos y de la mar más vasta y de la mar más fastuosa.
Y tú sol, tú luna, que gobernáis las aguas del movimiento contrario en que se confunde la Unidad.
Yo os lamento aguas lustrales por la expiación.
¡Que la noche se resuelva en su contrario, que de la muerte renazca la vida, como un diamante de Aurora,
Como el circunciso cuando, revelada la noche, se eleva el Sol Macho!
Vosotras también, Aguas impuras, porque seáis puras bajo mi nombramiento
—El poema hace transparentes todas las cosas ritmadas. Aguas de miasmas y cloacas, vosotras Aguas de las ca- pitales que arrastráis tantos colores, tantas alegrías
tantas esperanzas ¡Oh! tantos sueños abortados.
Aguas, corred, corred, id, id a la mar.
Lava la sal toda agua derramada toda agua arrepentida. Señor, tú me habéis hecho Maestro-de-la- lengua.
A mí, el hijo del usurero, que nací pardo, y tan débil.
Mi madre me ha nombrado el impúdico, tanto ofendía la belleza del día.
Vosotros me habéis otorgado el poder de la palabra en vuestra justicia desigual.
Señor, escucha bien mi voz. ¡LLUEVE! Llueve
Y tú has abierto con tus brazos de rayo las cataratas del perdón.
Llueve sobre Nueva York, sobre Ndiongolor, sobre Ndialakhar.
Llueve sobre Moscú y sobre Pompidou, sobre París y sus suburbios, sobre Melburne, sobre Messina, sobre Morzine
Llueve sobre la India y sobre China —cuatro cientos mil
chinos son ahogados, doce millones de chinos son salvados, los buenos y los malos.
Llueve sobre el Sahara y sobre el medio oeste, sobre el desierto, sobre las tierras de trigo, sobre las tierras de arroz,
Sobre las cabezas de paja, sobre las cabezas de lana. Y renace la vida color de presencia.
ESTOY SOLO
Estoy solo en la llanura Y en la noche
Con los árboles entumidos de frío
Los codos contra el cuerpo, se estrechan unos a otros.
Estoy solo en la llanura Y en la noche
Con los gestos de desesperación patética de los árboles Cuyas hojas han abandonado las islas de su elección.
Estoy solo en la llanura Y en la noche.
Soy la soledad de los postes telegráficos A lo largo de los caminos
Desiertos.
EL RETRATO
He aquí que la primavera de Europa que corteja,
Me ofrece el olor virgen de las tierras La sonrisa de las fachadas al sol
Y la dulzura gris de los techos En la dulce Touraine.
No se sabe aún
De la obstinación de mi rencor aguzado por el invierno Ni de la exigencia de mi negritud imperiosa…
Que me baste la sonrisa
Que bosquejan tus labios ansiosos,
Que se pierde en el sueño marino de tus ojos
¡Y la salvaje colina de tu cabellera estremeciéndose Bajo el viento!
JARDÍN DE FRANCIA
Tranquilo jardín, Grave jardín,
Jardín de los ojos que se cierran al atardecer Para la noche,
Aflicciones y rumores,
Todas las angustias ruidosas de la ciudad
Llegan hasta mí, deslizándose sobre los techos lisos. Llegan a la ventana
Inclinadas, tamizadas por hojas menudas y tiernas y
pensativas.
Manos blancas, Gestos delicados, Gestos apaciguados.
Pero el llamado del tam-tam
saltando
por montes
y continentes,
¿Quién apaciguará, mi corazón,
Al llamado del tam-tam
saltando
vehemente
lacerante?
ELEGÍA POR PHILIPPE-MAGUILEN SENGHOR
(para orquesta de jazz y coro polifónico)
A Colette, su madre
II
Era el 7 de junio, era la fiesta de Petencostés.
Tú estabas toda nimbada de blanco y de rosa, mi normanda,
bajo tu toquilla aérea
Para recibir el esplendor del misterio.
En la luz límpida, nostálgicos tus ojos cantaban al Ausente, cuando
De golpe, el telefonazo blanco, que siempre te daba escalofríos blancos
El relámpago blanco. Y flor vaporosa, de golpe, caíste en mis brazos
Y lianas, enlazamos al hijo del amor, ausente y hermoso como
Zeus — el Etíope.
Era él quien llamaba, aquel telefonazo insistente, y nosotros
Volando en el gran pájaro blanco, como una flecha rayo
Con las alas oblicuas atravesando la barrera Mach del sonido
A más de Mach de velocidad sobre Cabo Verde, proa sombría sobre el océano azul.
Es el gran Dios blanco que desafía el espacio, pero que no sabe, ya no digo dar
Digo retener la vida de un hijo, las lágrimas rubias de su madre,
Pues nuestro hijo, el aliento entremezclado de nuestras fosas, ah, se extingue
Con su olor a adelfa, aun cuando cinco mujeres, sí, cinco normandas amasaron administraron tejieron
Para hacer de él el hijo de la dicha.
III
Y le dije “¡No!” al médico: “No es posible, mi hijo no ha muerto”.
Perdóname, Señor, y olvida mi blasfemia, pero cómo es posible…
¡No, no! Los mimados de los dioses no mueren tan jóvenes.
Tú no eres, ¡no!, un dios celoso, como Baal que se alimenta de efebos.
Él era la primavera de nuestro otoño caduco; su sonrisa era un destello de la aurora
Sus ojos profundos, un cielo cristalino, franjeado de humor.
Él era la vida y la razón de vivir de su madre, la lámpara que vela en la noche y la vida.
Tú nos lo arrancaste brutalmente, como si él fuese un tesoro y
tú el ladrón del mayor de los caminos
Diciéndonos: “La ruta se ha agotado, el río se ha agotado, el cielo
Se ha agotado.” Habíamos dado todo a este país, a este continente nuestro:
Los días y las noches y las vigilias, la fatiga la pena y el combate entre las naciones reunidas.
La normanda de largo linaje, de ojos de muaré verde y oro había
querido ser senegalesa para las senegalesas,
Y había convertido a su descendiente en el hijo de la tierra
senegalesa, que un día reposaría
En lo más hondo de la tierra de Mamanguedj, cerca de Diogoye
el León.
Pero tú ya lo estabas reclamando, exigiendo ese hijo del amor,
para redimir a nuestro pueblo insumiso
Como si los trescientos años de Trata no te hubiesen bastado,
¡oh terrible Dios de Abraham!
Y crucificaste a su madre, en lo alto de un árbol de brasa y de hielo.
Y la fe de la madre se tambaleó bajo el relámpago y el rayo, como
el cedro rajado que da sombra a la vasta casa.
Pero la madre volvió a levantarse, nosotros volvimos a levantarnos,
teniendo fe en la fe.
Igual que Pablo en el polvo, camino de Damasco, ante el fulgor repentino.
Señor, el laberinto de tus designios es impenetrable: en él perdemos
el hilo si no nos devora el Minotauro.
¡Hágase, pues, tu voluntad
Que el día de la Resurrección nuestro hijo se levante transfigurado
en toda su belleza
En un sol de aurora!
V
A ti que mucho amaste, mucho te será perdonado;
Amaste tiernamente a tu padre y a tu madre, a tus hermanos
Y al igual que a hermanos al dueño de tierras y al ciego de manos
de antenas, al mendigo legañoso
Al negro y al tubab todo blanco, a los hombres del sol naciente
Al árabe y al bereber, al moro, mi pequeño moro
Mi bengalí, como te llamábamos nosotros, al tutsi, al hutu.
Cuando llegue el día del Amor, de tus nupcias celestiales
Los Querubines de alas de seda azul te acogerán, te conducirán
A la derecha del Cristo resucitado, el Cordero luz de ternura,
del que estabas tan sediento,
Y entre los negros Serafines cantarán los mártires de Uganda,
Y tú los acompañarás al órgano, como hacías en Verson
Vestido de lino blanco, con tu sangre lavada en la sangre del
Cordero.
Enterrando tu fina mano nerviosa, irás enraizando bajos y
contraltos en la polifonía.
Entonces avanzará suavemente, como un friso de esbeltas
linguères, el coro de las Potestades,
Acercándose muy lentamente, tejiendo nobles y delicadas figuras
Hasta el movimiento súbito del despeñadero, y
Tú subrayarás la síncope con un grito de dolor de gozo
Con el grito mismo del Paraíso, que es dicha.
HOMBRE DE COLOR
Querido hermano blanco:
cuando yo nací, era negro,
cuando crecí, era negro,
cuando estoy al sol, soy negro,
cuando estoy enfermo, soy negro,
cuando muera, seré negro.
En tanto que tú, hombre blanco
cuando tú naciste, eras rosa,
cuando creciste, eras blanco,
cuando te pones al sol, eres rojo
cuando tienes frío, eres azul
cuando tienes miedo, te pones verde,
cuando estás enfermo, eres amarillo,
cuando mueras, serás gris.
Así pues, de nosotros dos,
¿quién es el hombre de color?
ELEGÍA POR MARTIN LUTHER KING (para orquesta de jazz)
I
¿Quién dijo que yo era estable en mi señorío, negro bajo el
escarlata bajo el oro?
Pero ¿quién dijo que, al igual que quien domina la masa y el
martillo, quien domina el jung-jung el tam-tam
Corifeo de la danza, yo con mi bastón de mando tallado,
Dirigía las Fuerzas Rojas, mejor que los camelleros sus dromedarios
de largo recorrido?
Ellos, los dromedarios, tan dóciles, se doblegan, y los vientos se
abaten, y las lluvias fecundas.
Pero quién dijo quién, en este siglo del odio y del átomo
Cuando todo poder es polvo toda fuerza flaqueza, que las súperpotencias
Tiemblan de noche en sus silos profundos de bombas y de tumbas, cuando
En el horizonte de esta estación del año, escruto en medio de la
fiebre los tornados estériles
De las violencias intestinas? Pero decidme ¿quién dijo?
Flanqueado por el sabar al lado de la orquesta, con los ojos
íntegros y la boca blanca
Parejo al tonto del pueblo, contemplo la visión oigo el modo y
el instrumento
Pero las palabras igual que un rebaño de búfalos confusos chocan
contra mis dientes
Y mi voz se abre en el vacío.
Se acalla el último acorde, debo volver a partir de cero, reaprender
del todo esta lengua
Tan extraña y dúplice, enfrentarme a ella con mi pobre lanza
combatir al monstruo
Esa leona-manatí sirena-serpiente en el laberinto abisal.
Al lado del coro al primer paso, al primer soplo sobre las hojas de mis lomos
He perdido mis labios dado mi lengua al gato, soy necio en el temblor
¡Y tú hablas de mi dicha, cuando estoy llorando a Martin Luther King!
II
Esta noche este claro insomnio, me acuerdo de ayer y de ayer
hace un año.
Era el octavo día, el octavo año de nuestra circuncisión
El año ciento setenta y nueve de nuestra muerte y resurección en
San Luis.
¡San Luis San Luis! Me acuerdo de ayer de antes de ayer, hace
ahora un año
En la Metrópolis del Centro, en la península de proa sajando
En línea recta la sustancia amarga. En la ruta larga ancha y como
una victoria
Las banderas rojo y oro los estardartes de la esperanza restallaban,
espléndidos al sol.
Y bajo la brisa de la dicha, un pueblo innumerable y negro
festejaba su triunfo
En los estadios de la Palabra, reconquistada la sede de su
prestancia antigua.
Era ayer en San Luis en medio del Festejo, en medio de las
Linguères y las Signares
Las jóvenes mujeres dromedarios, con el vestido abierto sobre
sus largas piernas
En medio de los tocados altivos, en medio del fulgor de los
dientes la amalgama chispeante de las risas las bebidas. De pronto
Lo he recordado, sentí un peso en mis hombros, mi corazón,
todo el plomo del pasado
Vi observé los vestidos ajados cansados bajo la sonrisa de las
Signares de las Linguères.
Veo abortar las risas, y los dientes encapotarse con las nubes
negriazules de los labios
Veo de nuevo a Martin Luther King tumbado, con una rosa roja
en la garganta.
Y siento depositarse en la médula de mis huesos las voces y las
lágrimas, ah, depositarse la sangre
De cuatrocientos años, cuatrocientos millones de ojos doscientos
millones de corazones doscientos millones de bocas,
doscientos millones de muertos
Inútiles. Siento que hoy, Pueblo mío siento que
Hoy 4 de abril has sido vencido dos veces muerto, al tiempo que
Martin Luther King.
Linguères oh Signares hermosas jirafas mías, ¿qué me importan
vuestros pañuelos y vuestras muselinas
Vuestras finetas y vuestras fobinas, qué me importan vuestros
cantos si no es para ensalzar a
¿MARTIN LUTHER KING EL REY DE LA PAZ?
Ah, quemad vuestros faroles Signares, quitaos, vosotras, Linguères
vuestras pelucas
Rapazas y vosotras militantes hijas mías, volveos ceniza, cerrad
dejad caer vuestros vestidos
Y cubríos los tobillos: todas las mujeres son nobles
Que alimentan al pueblo con sus manos pulidas con cantos
acompasados.
Mas temed a Dios, porque Dios ya nos ha golpeado con su terrible
mano izquierda
¡A África más duramente que a los otros continentes,
Y a Senegal más que a África
En mil novecientos sesenta y ocho!
IV
Era pues el cuatro de abril de mil novecientos sesenta y ocho
Una tarde de primavera en un barrio gris, un barrio maloliente
de barro y de barrenderos
Donde jugaban a la primavera los niños en las calles, florecía la
primavera en los patios sombríos
Jugaban sí el murmullo azul de los arroyos, el canto de los
ruiseñores en la noche de los guetos
De los corazones. Martin Luther King había elegido todo, el
motel el barrio los desechos los barrenderos
Con los ojos del corazón en esos días de primavera, esos días de
pasión
En que el barro de la carne sería glorificado por la luz de Cristo.
Al atardecer cuando la luz es más clara y el aire más suave
Justo antes de anochecer a la hora del corazón, de sus floraciones
en forma de confidencias boca a boca, y del órgano y del
canto y del incienso.
En el balcón ahora de rojo, donde el aire es más límpido
Martin Luther King de pie dice pastor al pastor:
“Hermano, no olvide alabar a Cristo en su resurrección, ¡y que
su nombre alto y claro sea cantado!
Pero enfrente, en una casa de vicio de profanación de perdición,
sí en el motel Lorraine
— ¡Ah, Lorraine, ah, Juana la blanca, la azul, que nuestras bocas
te purifiquen, al igual que el incienso que asciende!—
Una casa mala de mulos y de chulos, aguarda de pie un hombre
con un fusil Remington en la mano.
James Earl Ray mira por su mira telescópica al Pastor
Martin Luther King mira la muerte de Cristo:
“Hermano, no olvide ensalzar esta tarde a Cristo en su
resurrección!”
Él, el enviado de Judas, pues vosotros habéis hecho del pobre el
licaón del pobre, mira
Mira por su mira, y no ve más que el cuello tierno y negro y bello.
Odia esa garganta de oro que tan bien modula la flauta de los
ángeles
La garganta de bronce trombón, que truena sobre Sodoma terrible
y sobre Adama.
Martin mira ante él la casa enfrente de él, ve rascacielos de cristal
de luz
Ve cabezas rubias con bucles cabezas oscuras con rizos, floreciendo
sueños
Como orquídeas misteriosas, y los labios azules y los rosados
cantan a coro como el órgano acordados
El blanco mira, duro y preciso como el acero, James Earl apunta
y da en el blanco
Alcanza a Martin que se dobla hacia adelante, como una flor
olorosa
Que cae: “Hermano, canta alto y claro Su nombre, que nuestros
huesos exulten en la Resurrección!”
V
Mientras se evaporaba como el incensario el corazón del pastor
Y su alma volaba, paloma diáfana en ascenso
Oí detrás, a mi izquierda, el batir lento del tam-tam.
La voz me dijo, mientras su aliento rasaba mi mejilla:
“Coge tu pluma y escribe, hijo del León”. Y tuve una visión.
Brillaba el verano en las montañas del Sur como del Fouta
Djallon
Con la dulzura de los tamarindos. Y sobre un otero
Residía el Ser que es Fuerza, centelleando como un diamante negro.
Su barba extendía el esplendor de los cometas, y a sus pies
Bajo las umbrías azules, arroyos de miel blanca, de frescos
perfumes de paz.
Entonces reconocí, alrededor de su Justicia su Bondad, mezclados
a los elegidos, y a los negros y a los blancos
A todos aquellos por los que Martin Luther había rezado.
Mézclalos, pues, Señor, bajo tus ojos bajo tu barba blanca:
A los burgueses y a los campesinos apacibles, cortadores de caña
recolectores de algodón
Y a los obreros de manos febriles que hacen rugir las fábricas, y
que de noche se emborrachan de amargura.
A los blancos y a los negros, a todos los hijos de la misma Madre
Tierra.
Y ellos cantaban a muchas voces, cantaban ¡Hosana! ¡Aleluya!
Como en el Reino de Infancia antaño, cuando yo soñaba.
Sí, cantaban la inocencia del mundo, y danzaban la floración
Danzaban las fuerzas que ritmaba, que ritmaban la Fuerza de
las fuerzas: la Justicia acordada, que es Belleza Bondad.
Y el batir de sus pies sincopados era como una sinfonía en blanco
y negro
Apremiando a las flores exprimiendo los racimos para las nupcias
de las almas:
Del Hijo único con las miríadas de estrellas.
Entonces vi, pues los vi, a George Washington y a Phillis
Wheatley, boca de bronce azul anunciando la libertad — su
canto la consumió
Y a Benjamin Franklin, y al marqués de La Fayette bajo su
penacho de cristal
A Abraham Lincoln que dio su sangre como si fuese agua de
vida a los Estados Unidos
Vi a Booker T. Washington el Paciente, y a William E. B. Dubois
el Indomable que fue a plantar su tumba en Nigricia
Oí la voz blues de Langston Hughes, joven como la trompeta de
Armstrong. Al volverme vi
Muy cerca a John F. Kennedy, más bello que el sueño de un
pueblo, y a su hermano Robert, una armadura fina de acero.
Y vi —¡para cantarlos!— a Todos los Justos los Buenos que el
destino con su ciclón había derribado
Y ellos se irguieron de nuevo para la voz del poeta, como grandes
árboles enhiestos esbeltos
Jalonando el camino, y en medio de ellos Martin Luther King.
Canto también a Malcolm X, el ángel rojo de nuestra noche
Por los ojos de Angela canto a George Jackson, fulgurante
como el Amor sin alas ni flechas
No sin tormento. Canto con mi hermano
La Negritud en pie, una mano blanca en su mano viva
Canto los Estados Unidos transparentes, donde la luz es polifonía
de colores
Canto un paraíso de paz.
(Elegías mayores)
EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO
(fragmento)
A Jacques Maguilen Senghor, mi sobrino
Y mi corazón de nuevo sobre e peldaño de piedra, bajo la alta puerta de honor.
Y se estremecen las cenizas tibias del Hombre de mirada fulminante, mi padre.
Sobre mi hambre, el polvo de dieciséis años de andanzas, y la inquietud de todas las rutas de Europa
Y el rumor de los pueblos vastos; y las ciudades en que rompen las olas de mil pasiones en mi cabeza.
Permaneció puro mi corazón cual Viento del Este en el mes de marzo.
III
Qué inmenso qué vació el patio con olor de nada
Como el llano en la estación seca estremecido por su vacío
Pero ¿qué tormenta leñadora derribó el árbol secular?
Y un pueblo entero se sustentaba de su sombra en la terraza circular.
Y una casa entera con sus palafreneros, pastores domésticos y artesanos
En la roja terraza que protegía el mar encrespado de los rebaños en los días faustos de fuego y sangre.
¿O será un barrio fulminado por las águilas cuatrimotoras
y los leones de las bombas de poderosos saltos?
IV
Y otra vez mi corazón sobre los peldaños de la alta morada.
Me echo en el suelo a vuestros pies, en el polvo de mis respetos
A vuestros pies, Antepasados presente, que domináis altivos la gran sala con todas vuestras máscaras que desafían el tiempo.
Sirvienta fiel de mi infancia, he aquí mis pies en que está pegado el lodo de la Civilización.
El agua pura sobre mis pies, sirvienta, y sólo sus blancas suelas sobre las esteras de silencio.
Paz, paz y paz, Padres míos, sobre la frente del Hijo pródigo.
VI
Elefante de Mbissel, oigan mis Antepasados por sus oídos invisibles a la mirada de mi súplica piadosa.
Sed benditos, Padres míos, ¡sed benditos!
Los mercaderes y banqueros, señores del oro y de los suburbios donde crece el bosque de las chimeneas
Compraron su nobleza y las entrañas de su madre eran negras
Los mercaderes y banqueros me desterraron de la Nación.
Sobre el honor de mis armas mandaron grabar “Mercenario”
Y sabrán que no pedía ningún sueldo; sólo los diez cuartos
Para mecer el humo de mi ensueño, y la leche para lavar mi amargura azul.
Si en los campos de la derrota planté de nuevo mi fidelidad, es que Dios con su mano d eplomo había herido a Francia.
Sed benditos, Padres míos, ¡sed benditos!
Vosotros que permitisteis burlas y desprecios, las ofensas corteses, las alusiones discretas
Y las prohibiciones y las segregaciones.
Además, arrancasteis de este corazón demasiado amante los lazos que lo unían al pulso del mundo.
Sed benditos, que no dejasteis el odio enarenar este corazón de hombre.
Sabéis que trabé amistad con los príncipes de la forma.
Que comí el pan que da hambre del innumerable ejército de los trabajadores de los sin-trabajo
Que soñé con un mundo de sol en la fraternidad de mis hermanos de ojos azules.
IX
¡Sed benditos, Padres míos, que bendecís al Hijo pródigo!
Quiero ver de nuevo el gineceo a la derecha; allí jugaba con las palomas, y con mis hermanos los hijos del León.
¡Ah! dormir otra vez en la cama fresca de mi infancia.
¡Ah! arropen de nuevo mi sueño las tan queridas manos negras
Y de nuevo la blanca sonrisa de mi madre.
Mañana volveré a tomar el camino de Europa, camino de la Embajada
En la añoranza del País negro.
CAMPAMENTO 1940
A Abdoulaye Ly
Asolado el jardín de los esponsales en una noche súbita de tornado,
Segadas las lilas blancas, marchito el aroma de los lirios de los valles,
Idas las novias hacia las Islas de brisa y los Ríos del Sur.
Un grito de desastre cruzó de parte a parte el fresco país de los vinos y de las canciones
Como espada fulminante en su corazón, del Levante al Poniente.
Es un vasto pueblo de lodo y ramas, un pueblo crucificado por dos fosos de pestilencias.
Odios y hambres fermentan en el sopor de un verano mortal.
Es un gran pueblo cercado por la hosquedad inmóvil de las alambradas
Un gran pueblo bajo la tiranía de cuatro ametralladoras recelosas.
Y los nobles guerreros mendigan colillas
Disputan los huesos a los perros, se disputan perros y gatos de ilusión.
Pero solos guardaron el candor de su risa, y solos la libertad de su alma de fuego.
Anochece, sollozo de sangre que libera la noche.
Velan a los grandes niños rosados, sus grandes niños rubios, sus grandes niños blancos.
Que dan vueltas y más vueltas en sus sueño, atormentado por las pulgas del desvelo y los piojos del cautiverio.
Los cuentos de las veladas negras los mecen, y las voces graves que se hermanan con los senderos del silencio tam-tam y sin palmas de manos negras
-Será para mañana, en la hora de la siesta, el espejismo de las epopeyas
Y la cabalgata del sol en las sabanas blancas de arena sin límites.
Y el viento es guitarra en lso árboles, las alambradas son más melodiosas que las cuerdas de las arpas
Y los techos se inclinan escuchan, las estrellas sonríen con sus ojos sin sueño
-Allá arriba allá arriba, su rostro es azul-negro.
El aire se pone tierno en el pueblo de lodo y ramajes
Y la tierra se vuelve humana como los centinelas, los caminos les invitan a la libertad.
No partirán. No abandonarán las faenas ni su deber de alegría.
¿Quién ejecutará los trabajos afrentosos si no los que nacieron nobles?
¿Quién, pues, bailará el domingo al repique del tam-tam de las estudillas?
¿es que no son libres de la libertad del destino?
Asolado el jardín de los esponsales en una noche súbita de tornado
Segadas las lilas blancas, marchito el aroma de los lirios de los valles
Idas las novias hacia las Islas de brisa y los ríos del Sur.
Front-Stalan 230
NDESSÉ
Madre, me escriben que encaneces como la brousse en lo más crudo del invierno,
Cuando yo hubiera debido ser tu fiesta, la fiesta gímnica de tus mieses
Tu estación más bella con siete veces nueve años sin nubes y las trojes colmadas de mijo fino
¡Tu campeón Kor-Sanou! como la palmera de Katamague
Ella domina todos sus rivales con su cabeza de movedizo penacho de plata
Y el pelo de las mujeres se agita sobre sus hombres, y el corazón de las vírgenes en el tumulto de su pecho.
Estoy pues delante de ti, Madre, soldado de mangas desnudas
Y visto palabras extranjeras, en las que tus ojos no ven sino un conjunto de palos y harapos.
¡Si yo te pudiera hablar, Madre! Pero oirías sólo un gorjeo precioso y no entenderías
Como cuando, buenas mujeres de sererés, alegrábais al dios de rebaños de nubes
Que raqueteaba disparos por encima del tableteo de los vocablos paragnessés.
Madre, háblame. Resbala mi lengua sobre nuestras voces sonoras y duras.
Tú sabes hacerlas suaves y blandas como para tu hijo querido otrora.
‘Ah! me abruma la piadosa carga de mi mentira
Ya no soy el funcionario con autoridad, el marabú con discípulos fascinados.
Europa me machacó como el guerrero arrollado bajo las patas paquidermas de los tanques
Mi corazón está más lastimado que mi cuerpo otrora, al volver de remotas correrías a las encantadas orillas de los Espírius.
Yo había de ser, Madre, la palmera floreciene de tu vejez, quisiera devolverte la embriaguez de tu mocedad.
Ya sólo soy u hijo dolorido, quien da vuelas y más vueltas sobre sus ijares magullados
Ya no soy más que un niño que recuerda tu pecho materno y llora.
Recíbeme en la noche iluminada por la confianza de tu mirada
Dime de nuevo los viejos cuentos de las veladas negras, para que yo me pierda en los caminos sin memoria.
Madre, soy un soldado humillado, a quien dan de comer sorgo grosero.
¡Dime, pues, el orgullo de mis padres!
Front-Stalag 230
EPITAFIO
(1966)
Cuando me muera amigos míos, acostadme bajo Joal* la umbrosa
Sobre la colina a orillas del Mamanguedy, cerca del Oído del Santuario de las Serpientes
Pero acostadme entre el león y la abuela Tening-Ndyaré.
Cuando me muera amigos míos, acostadme bajo Joal la Portuguesa.
Con las piedras del castillo construireis mi tumba, y los cañones guardarán silencio.
Dos adelfas -blanca y rosada- embalsamarán la Signare.
Cuando haya perdido el olfato y la sed de ternura viviente cual bebida de predilección
Derramad amigos míos sobre mi tumba, la leche de vuestras oraciones, el vino de vuestros frescos cantos.
Arriba cantarán los alisios en las alas de las palmas.
¡Ah! este canto que rumoree siempre el canto marino por la noche, sedoso en las alas de las palmas.
El rumor suavemente en mi pecho que me desvela, duermo y no duermo
Y bebo la leche el vino de la noche que chorrea sobre las palmas.
Y Maroné, la poetisa, irá ritmando
“Aquí yace Sédar SEnghor, hijo de Dyogoye-el-León y de Nyilane-la-Dulce.
Tan fuertemente amó al País sereré -los campos, los rebaños y los tanns*, las piraguas sobre los bolongs
Tan fuertemetne amó al País sereré – los campesinos, los pastores, los pescadores
Los atletas más hermosos que filaos y las voces demasiado graves de las vírgenes
Que al fin su corazón se rompió.”
cuando me muera Signare mía, acostadme bajo Joal la umbrosa
A la sombra de mis Antepasados.
*Joal: pueblo sereré a unos 100 kms de Dakar, fundado por los portugueses en el siglo XVI.
*Tann: Terreno llano cubierto por el mar, o brazo de mar en la época de las mareas altas.