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BIOGRAFÍA DE RAINER MARIA RILKE
Rainer María Rilke es poeta, cuentista, novelista, ensayista y traductor. Nació en Praga el cuatro de diciembre de 1875. Se dice de él que es poeta para poetas. Escribe Stefan Zwieg en su texto, Adiós a Rilke; “Sí, Rainer Maria Rilke era poeta. Merecía plenamente este nombre venerable y sagrado, este nombre imperioso, abrumador, que nuestra peculiar época confunde con el título menos noble e impreciso de autor, escritor. Rainer Maria Rilke fue un poeta en el sentido más puro y absoluto de la palabra; fue, en palabras de Hölderlin, ese “divino discípulo, él mismo pasivo e inmaterial, pero a quien sin embargo el cielo mira con amor”. Y debía este título no sólo a la gracia de su mente, sino también al hecho de haber conservado la noble pureza de su vida interior”.

Rilke era austriaco por nacimiento aunque nació en Praga, capital de la república checa, en una familia que, por generaciones, había dado oficiales y funcionarios al imperio austriaco.
La primera niñez del poeta —la que llega a sus nueve años, que es cuando se produce la ruptura familiar y la desintegración de la vida en común— está llena de enfermedades, reales e imaginarias. La madre cultiva esa extrema delicadeza física y espiritual del hijo, al que mete en la cama por el menor malestar, para cuidarle luego con una solicitud extrema y permanecer horas y horas junto a la cabecera, con las manos del niño entre las suyas. En su libro de memorias la pianista Anna Grosser-Rilke escribe: «En una visita a Praga a mi primo Jaroslaw Rilke me encontré con el pequeño Rainer. Era un niño endeble y asustadizo, totalmente indócil y al que no había forma de sacar de las manos de su madre».

Escribe Rilke uno de sus primeros poemas, ese a sus padres:
Un gran día de fiesta ha llegado,
y por eso he cogido un papelito.
Escribiré todos mis deseos para ti
y lo haré en verso: permíteme que lo haga así.
Que te escolte siempre la fortuna,
tanto de lejos como de cerca.
La felicidad os acompañe siempre,
es el grito que Aníbal os dirige.
Ahora me despido, que Dios te proteja,
que cuide de vosotros en todos los caminos.
Sea vuestra vida sólo felicidad,
la desgracia no la recordéis nunca,
¡nunca!, ¡nunca!, ¡nunca!
Ahora me despido, os digo adiós,
espero que nada pueda haceros daño adiós, adiós.
Vuestro hijo os ama con fervor.
En 1886, a los once años, entró a la escuela de cadetes de Sankt Pölten en Austría. El padre quiso imponerle desde la infancia la carrera que él mismo había seguido por tradición. Más tarde, Rilke había de comparar su estancia en Sankt Pölten a los años de presidio que Dostoievski pasó en Siberia. Su débil constitución lo salvó de ese cautiverio. La realidad fue que Rilke pasó el año enfermo, con dolores de cabeza y fiebre, que a veces le obligaban a pasar varios días en la enfermería.
Sin embargo, las calificaciones que obtuvo en los dos semestres que permaneció en este segundo establecimiento militar son excelentes, tanto en idiomas —alemán, francés y checo— como en ciencias. En el apartado «conducta» consta: «muy formal, modesto, servicial» , y en «temperamento»: silencioso, bondadoso, muy diligente.
La madre hace vivir a toda la familia en una apariencia de riqueza y de éxito que no coinciden en absoluto con la realidad: «Mi niñez trascurrió en una vivienda alquilada de Praga […] Nuestro estado, que en realidad era pequeñoburgués, debía tener apariencia de plenitud, nuestros trajes tenían que engañar a la gente, y ciertas mentiras se consideraban algo natural. Conmigo no sé bien qué pasaba. Me obligaban a llevar vestidos muy bonitos y hasta que entré en el colegio iba de un lado para otro con el aspecto de ser una niña pequeña».
Al terminar el cuarto año de internado en el Colegio Superior militar de Weisskirchen (Moravia) abandonó definitivamente la carrera de las armas. En el invierno de 1895, Rilke entró en la Universidad de Praga: primero en la Facultad de Filosofía, y luego en la de Derecho. No obtuvo ningún grado universitario. Rilke se sentía ya poeta, y en cierto modo lo era: en el mismo año de su abandono de la escuela militar, la revista vienesa Interessante Blatt le publicó los primeros versos. Además, Rilke escribía, día tras día, un largo poema épico sobre la guerra de los Treinta Años. Cuando Rilke se fugó a un oscuro hotel de los suburbios de Viena con una institutriz que le llevaba varios años, Olga Blumauer, rubia y atractiva, el episodio no fue sólo amoroso, sino también literario, porque aprovechó para entrevistarse con varios editores, en un intento de publicar los muchos poemas que ya tenía escritos.
A los diecinueve años, publicó Vida y Canciones (“Leben und Lieder”). El libro tenía ochenta y siete páginas y cuarenta y nueve poemas. «Mi sentimiento era inmaduro y acobardado —escribirá Rilke varios años después, refiriéndose a esta obra primeriza—. Además, lo que publicaba era siempre lo más impersonal: tenía miedo a expresar lo que verdaderamente sentía».

Dos años después, en 1896, publicó Ofrenda a los lares (“Larenopfer”). De ese mismo año 1896 son los tres únicos números de la revista poética creada por Rilke, a la que dio como título Wegwarten —Achicorias—. El subtítulo que puso Rilke a la revista es claro: Lieder dem Volke geschänckt, «Canciones regaladas al pueblo».
«Publicáis vuestras obras en ediciones refinadas —escribe Rilke en el encabezamiento del primer número, a manera de declaración de intenciones—, facilitando que los ricos las compren. Pero no ayudáis a los pobres. Para los pobres todo es demasiado caro. Aunque se trata de sólo dos céntimos, si tienen que elegir entre libro y pan, elegirán pan. Así que, si queréis que vuestra obra llegue a todos, dadla sin más».
En esos primeros tiempos, Rilke asiste a los círculos literarios de Praga —Concordia, Centro de Artistas Figurativos— y crea incluso su propia sociedad literaria, la Liga de los modernos artistas imaginativos (Bund moderner Fantasiekünstler), pero poco a poco —quizá cuando ya está plenamente seguro de su propia altura y ha logrado el reconocimiento de una minoría— el poeta se va distanciando del trato con otros escritores y va desdeñando el reconocimiento popular.
Después haciendo referencia a la fama dirá: es la «suma de todos los malentendidos que se concentran alrededor de un nombre”.
«Cuando seas famoso —escribirá también ya en su madurez—, cambia de nombre, y empieza de nuevo, sin aspirar a que te reconozcan». Al joven poeta, Rilke le dará una única fórmula para la creación artística: «Sólo esto: soledad, gran soledad interior. Entrar en sí y no encontrarse con nadie durante horas y horas, eso es lo que se debe lograr. Estar solo, como se estaba solo de niño, cuando los mayores andaban por ahí, enredados en cosas que parecían importantes y grandes, y lo parecían porque los mayores estaban siempre ocupados y porque no se entendía nada de lo que hacían».
En los años juveniles en que publicaba libros de poemas, Rilke escribía también relatos y obras de teatro. Tuvo además una abundante correspondencia epistolar.
Casi una década después publicó Los apuntes de Malte Laurids Brigge, y ahí acaba —con algún otro texto suelto— la obra en prosa de Rilke. Dejó también varios relatos sin publicar. El principal editor de Rilke, Anton Kippenberg, director de la editorial Insel, fue muy consciente de que esa obra inédita no debía publicarse. El propio autor se lo había dicho rotundamente en una carta de 1908: «lo que he guardado en mi poder me ha parecido insuficientemente acabado, y no puede tenerse en cuenta en absoluto para su publicación». Parece ser que al día hoy, todos sus textos están publicado, el último fue en 2004, el Nachlaß, el legado inédito.
El poeta reconocerá siempre la precipitación con que publicó sus primeras obras, tanto las líricas como las narrativas y las dramáticas: «Ha sido la única época en mi vida —escribió en una de sus últimas cartas— en la que no me he esforzado por la plena consecución de mi trabajo, sino que tras impulsos de corto aliento me dirigía ya en busca del aplauso».
“Hace algún tiempo me paseaba yo por una florida campiña estival, en compañía de un amigo taciturno y de un joven pero ya célebre poeta que admiraba la belleza de la naturaleza circundante, mas sin poder solazarse con ella, pues le preocupaba la idea de que todo ese esplendor estaba condenado a perecer, de que ya en el invierno venidero habría desaparecido, como toda belleza humana y como todo lo bello y noble que el hombre haya creado y pudiera crear”. ¿Se acuerdan? Así empieza Freud su ensayo sobre Lo perecedero. Ese joven poeta era Rilke. El paseo lo dieron, el psicoanalista y el poeta, por Múnich en septiembre de 1913. «¡Hasta qué punto están en migración todas las cosas! ¡Cómo se refugian en nosotros, cómo desean, todas, ser salvadas de su vida exterior y revivir en ese más allá que encerramos en nosotros mismos, para hacerlas más profundas! Como en suaves conventos de cosas vividas, de cosas soñadas, de cosas imposibles, todo lo que teme al tiempo se refugia en nosotros, y realiza, de rodillas, su deber de eternidad. Somos pequeños cementerios, adornados por esas flores de nuestros gestos fútiles, que contienen una multitud de cuerpos difuntos que nos piden que demos testimonio de sus almas. Completamente cubiertos de cruces, llenos por entero de inscripciones, cavados y removidos por los innumerables entierros de lo que nos sucede, tenemos encomendada la tarea de la transmutación, de la resurrección, de la transfiguración de todas las cosas. Porque ¿cómo salvar lo visible, si no es transformándolo en el lenguaje de la ausencia, de lo invisible? ¿Y cómo hablar de esas cosas que permanecen mudas, si no es convirtiéndolas en canto, apasionadamente, sin ninguna ilusión de hacerse comprender?».
En 1898, hizo un viaje a Italia y el año siguiente a Rusia donde visitó a Tolstoi con Lou Andreas Salomé. (Fue amiga suya durante muchos años). Rilke hablaba ruso y escribió poemas en ese idioma. También hablaba francés y publicó un libro de poemas: Rosas.

En 1901 conoció a una joven escultora, Clara Westhoff, que había sido discípula de Rodin. Se casó con ella en Worpswede y tuvieron una hija. En 1902, se trasladó con su mujer a París y frecuentó a Rodin: pasaba horas en su taller, viéndolo trabajar mientras él esculpía versos en que abundaban estatuas imaginarias: en El Libro de Estampas hay tres Budas, un Apolo arcaico, un torso de Apolo, un Adán, una Eva, etcétera. Durante esa estancia en París, Rilke escribió “Rodin” y su mujer sirvió de secretaria al escultor. Se dice que Rilke casi nunca trabajó para ganarse el pan. Él mismo lo dijo: “Soy un mal ganador de dinero”. Lo mantuvieron varias mujeres.

El libro de Rilke sobre Auguste Rodin no es una biografía ni un estudio técnico, sino algo así como un comentario lírico en que expone sus ideas y las del escultor sobre el arte : por ejemplo sobre las manos: “Hay manos en la obra de Rodin, manos independientes y pequeñas que viven sin pertenecer a cuerpo alguno. Manos que se yerguen irritadas y malignas, manos que parecen ladrar con sus cinco dedos erizados como las cinco fauces del cancerbero infernal. Hay manos que caminan, que duermen, y manos que despiertan; manos criminales, cargadas de pesadísima herencia, y manos fatigadas que no quieren ya nada, que se han echado en un rincón cualquiera como bestias enfermas que saben que nadie puede ayudarlas…”
En 1902, Rilke era ya conocido en Alemania. Las obras que llevaba ya publicadas y que le habían dado algo más que notoriedad, habían sido su carta de introducción con Rodin. En 1899, había escrito en una noche El Canto de Amor y de Muerte del Alférez Cristóbal Rilke que dejó varios años olvidado. Esta fue una de las pocas obras fácilmente accesibles al gran público. Es un canto indudablemente, como lo dice el título; es un poema, de seguro. Y sin embargo, está escrito en prosa, en una prosa nítida semejante al verso. La magia del tono convierte la prosa en poesía. El relato se funda en papeles de familia que hablan de un joven, Cristóbal Rilke, muerto en 1663, en Hungría, combatiendo contra los turcos. En 1906, salió en forma de libro, dedicado a su mujer con la súplica de ser indulgente con ese intento juvenil. El Libro de Estampas y el Libro de Horas se complementan mutuamente. El título completo del segundo dice: “El Libro de Horas contiene los tres libros: De la vida monástica. De la peregrinación. De la pobreza y de la muerte.”
Además de un sentimiento cósmico, hay en toda la obra de Rilke una simpatía humana que se inclina sobre las mayores miserias. Ese sentimiento se manifiesta por igual en el Libro de Estampas y en el Libro de Horas. : los solos títulos de algunas canciones del Libro de Estampas son reveladores: canción del mendigo, canción del ciego, canción del borracho, canción del suicida, canción de la viuda, canción del huérfano, canción del leproso. He aquí una muestra:
La Canción del Mendigo:
Voy siempre de puerta en puerta,
llovido y desollado;
de pronto apoyo mi oreja derecha
sobre mi mano diestra.
Y luego sale de mí una voz
que me parece nunca haber conocido.
Después, ya no sé de seguro
quién ha lanzado clamores:
yo o cualquier otro.
Grito por una insignificancia.
Los poetas gritan por algo más.
Finalmente cierro mi cara con mis dos ojos:
mientras mi rostro yace en mi mano con su peso,
parece que está en reposo.
De modo que no digan
que no tengo un lugar
en que descansar mi cabeza.
En 1907, publicó las Nuevas poesías dedicadas “à mon grand ami Rodin”, en que sigue explotando la misma veta. Rilke se esfuerza en penetrar la interioridad de las cosas, en explorar las artes y las religiones más diversas, plástica griega, profetas del antiguo testamento, vida cotidiana, etcétera. “La lírica —escribe— es el arte más espiritual. En una poesía, cabe un sentimiento ascendente que puede expresar una gran diversidad de cosas: paisajes, nubes, un florero de rosas, un cuarto en que unos hombres callan, un piano al que está sentada una joven extranjera, un puñal cuya vaina de terciopelo de un verde oscuro brilla de cuando en cuando, una infancia, una avenida al final del otoño… En todo eso puede manifestarse un sentimiento, como en los cuadros.”
En el umbral de los 30 años, escribe en prosa las Historias del buen Dios (“Geshichten vom lieben Gott”). El hilo conductor de esos relatos engañosamente humorísticos es un personaje imaginario, un maestro de escuela que le pide al poeta unos cuentos para contárselos a sus pequeños alumnos. Rilke empezó los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, en Roma en el invierno de 1904 y los terminó en París en marzo de 1910. Son una obra extraña que no se deja encasillar fácilmente en un género preciso: ¿son una novela? Acaso un poco; pero no tienen trama ni conflictos ni orden cronológico y relatan recuerdos más ficticios que reales de una familia imaginaria, inventada, danesa quizá por su admiración al gran novelista de Dinamarca, Jacobsen. Es un diario sentimental, o más bien un cuaderno de bitácora en que apunta el rumbo y los accidentes de la navegación, en que el navegante solitario anda en busca de sí mismo y del significado del mundo circundante: diario de navegación en los mares internos y buceo en el significado secreto de los seres y las cosas: “El pobre Malte —escribió Rilke a Antón Kippenberg— empieza en una profunda miseria y, en sentido estricto, alcanza una eterna bienaventuranza; es un corazón que abarca toda una octava: después de él, todas las canciones son posibles.” Cuando terminó los Cuadernos, en París, Rilke tenía treinta y cinco años. “Lo que ahora constituye el libro —dice— no es de ningún modo algo completo. Es como si uno encontrara papeles en desorden en una gaveta y por de pronto tuviera que conformarse con ellos. Esto, desde un punto de vista artístico, constituye sin duda una unidad deficiente; pero desde un punto de vista humano, es posible, y lo que surge es el esbozo de una existencia y una red de fuerzas vivas.”

Escribe Stefan Zweig “Hay poetas que por su trabajo se refugian por completo en su obra, se encierran y resultan inaccesibles. En Rilke no hubo nada de todo eso. Vio a mucha gente, viajó por todas las ciudades; pero su defensa era su total discreción, una forma indescriptible de tranquilidad y calma, que creaba a su alrededor un aura de intangibilidad. (…) Y preservaba lo que para él era lo más importante: la libertad de su vida. Ninguno de los poetas y artistas ricos y triunfadores de nuestro tiempo fue tan libre como Rilke, que no se ató a nada. No tuvo hábitos, tampoco una dirección, realmente tampoco tuvo una patria; vivía tan a gusto en Italia como en Francia o en Austria, y nunca se sabía dónde se encontraba”.
De 1910 a 1914, Rilke lleva una vida errante. La primera guerra mundial lo obliga a salir de Francia. Antes de la guerra, hizo dos viajes que habían de contribuir a su formación: un viaje a África del Norte y otro a España (invierno de 1912-1913). Esa existencia errabunda había de prolongarse hasta 1921.
«Mi madre ha venido a Roma y está aquí. La veo raras veces, pero, como sabes, todo encuentro con ella significa para mí una especie de recaída… Cuando no tengo más remedio que ver a esta mujer alocada, irreal, sin la menor relación con nada, entonces siento, como ya me sucedía de niño, la necesidad de huir de ella, y temo íntimamente, a pesar de los años transcurridos, no estar lo suficientemente lejos de ella. En alguna parte de mi interior hay todavía ciertos rastros que son como restos de sus gestos atrofiados, fragmentos de recuerdos que ella lleva rotos en sí misma por todas partes donde va. Además me horroriza su piedad distraída, su fe arbitraria, y sobre todo esa rareza y esas deformaciones a las que está adherida, tan vacías como un traje colgado, fantasmal y absurdo. ¡Y que yo siga siendo su hijo! ¡Que en esa pared borrosa y que nada sujeta haya habido una puerta secreta, apenas visible, por la que yo haya venido al mundo (caso de que por una puerta así se pueda entrar en el mundo…)!».
Nunca volvió a ver a su patria de nacimiento y en su patria de elección fue, durante la guerra, ciudadano de un país enemigo. Desde entonces, su vida se confunde con su obra: no hubo en ella incidentes exteriores dignos de mención; fueron años de hibernación, de gestación, pero no de esterilidad. Produjo entonces traducciones: El Centauro de Mauricio de Guérin, poemas de Paul Valéry, de Robert Browning, louise Labé etcétera. Paul Valéry, que causó una revolución literaria en Francia, fue una influencia determinante, acaso decisiva, en la obra de Rilke, si hemos de aceptar su propio testimonio. Al publicarse La Joven Parca y El Cementerio marino surgieron ilustres exégetas que pusieron su talento al servicio del poeta francés.
Rilke nos dice que, cuando descubrió a Valéry, se descubrió a sí mismo: “Es uno de los primeros y de los más grandes”.

En el invierno de 1911 a 1912, su amiga, la princesa de Turm und Taxis y su marido, habían puesto a las órdenes de Rilke, a orillas del Adriático, el solitario castillo de Duino que dio su nombre a las Elegías, porque allí escribió Rilke las dos primeras. La Princesa de Turm und Taxis en sus Recuerdos relata las confidencias que le hizo su amigo: “Un día, cuando ya estaba viviendo en Duino, Rilke recibió una carta de negocios bastante enojosa, y salió para meditar su respuesta; el viento soplaba con violencia y el sol iluminaba un mar azul refulgente de plata. El poeta paseaba sobre un acantilado, a doscientos pies de altura sobre el mar, cuando de pronto le pareció que, más fuerte que el estruendo del viento y de las olas, una voz le dictaba el primer verso de la primera Elegía: ¿Quién, si yo gritara me oiría entre las jerarquías de los ángeles?
“¿Qué es esto?” —murmuró en voz baja, para sí mismo—. “¿Qué es lo que viene?” Presintiendo que el dios por fin lo visitaba, anotó ese verso, al mismo tiempo que otros que se formaron del mismo modo, sin ninguna intervención de su parte. Luego, volvió a bajar; esa misma noche estaba escrita la primera Elegía. La segunda siguió poco después. Hubo otros fragmentos. Después, el dios calló y durante diez años el poeta esperó en vano la inspiración, preguntándose con angustia si podría terminar su obra.” El castillo de Duino, que dio su nombre a las elegías lo destruyeron durante la primera guerra mundial. El poeta le confesó a su amiga Lou Andreas Salomé que jamás se había sentido a gusto en Duino, poblado de fantasmas. De las diez elegías que escribió Rilke, las tres primeras hablan de la pequeñez del hombre; otro grupo de tres expresan el fracaso del hombre en forma de símbolos; otras tres hablan de la grandeza del hombre. Y la décima, aislada, está dedicada a la muerte. Las elegías se escalonan a lo largo de varios años, en tanto que los Sonetos a Orfeo fueron compuestos con increíble rapidez. La circunstancia que inspiró los Sonetos a Orfeo, fue la muerte precoz de una joven eurasiática, a quien Rilke había conocido y admirado: “esta hermosa niña —dice Rilke en una carta— que empezó por la danza e impresionó entonces a quienes la vieron, a tal punto su cuerpo y su alma expresaban el arte innato del movimiento y del cambio, declaró bruscamente a su madre que ya no podía ni quería bailar… Su cuerpo sufrió entonces raras mutaciones; se volvió, sin perder su bella conformación oriental, pesado y macizo… Era el principio de la misteriosa enfermedad de las glándulas que había de provocar después una muerte rápida). En 1920, Rilke regresó a París. Allí, cobró nueva vida. Luego, se refugió en el Valais, en Sierre. Se había entusiasmado al ver la fotografía de un castillo que estaba en venta o en renta: el castillo de Muzot, que en realidad no era más que una vieja torre del siglo XIII. Su amigo Reinhardt se lo compra y allí se instala a principios del verano de 1921.
Algunos años inmediatamente anteriores a la explosión final de las Elegías en 1922, especialmente los que van de 1915 a 1920, Rilke continuó escribiendo poemas que, agrupados, suman la nada despreciable cantidad de unos quinientos textos.
Entre estos textos encontramos poemas completos de gran equilibrio y solidez, que en su categoría de textos independientes son a veces reconocidos por la crítica como obras maestras del autor; así, “La trilogía española”, “El ángel”, “Resurrección de Lázaro” o “A Lou Andreas-Salomé”. Pero no menos interés tienen otros poemas fragmentarios, esbozos, anotaciones geniales, breves revelaciones, ingeniosos aforismos, incursiones en el inconsciente y extractos visionarios, que han sido injustamente relegados por la crítica tradicional a un cajón de sastre multiusos.
En el año 1926, en noviembre lo internaron en el Sanatorio de Valmont, cerca de Montreux, la Suiza francesa, donde había estado ya varias veces.
Se dedicó a cultivar rosas y a escribir versos en francés. Un día que esperaba a una amiga, quiso adornar su mesa con flores y, armado de unas tijeras de jardinero, cortó las más bellas e inadvertidamente se cortó un dedo. La herida no era ni profunda ni mortal, pero reveló un mal incurable oculto en su propia sangre, en el misterio de la sangre al que había dedicado su tercera Elegía. Murió de leucemia el 29 de diciembre de 1926, a los 51 años. Poco antes de su muerte, pronunció sus últimas palabras: “La vida no puede darme ya más. He estado en todas las cumbres.”
Su último poema:
Ven, tú, el último, a quien reconozco,
dolor incurable que se adentra en la carne:
igual que yo ardía en el espíritu, mira:
Ardo ahora en ti; la leña ha resistido
largamente la llama que encendías,
pero ahora te alimento, en ti ardo.
Mi calma se hace furia en tu furia, se hace infierno,
algo que no es de aquí. Sin planes, sin futuro,
subo a la confusa cima del dolor,
Sabiendo que nada del futuro valdrá
para mi corazón. Que guardaré en silencio
todo lo que ha atesorado. ¿Soy yo aún
quien arde, ya irreconocible?
No puedo adentrarme en los recuerdos.
Oh vida, vida: tendría que estar fuera.
Pero estoy dentro, en llamas. Ya nadie me conoce.

La cantidad y la calidad de la obra poética completa de Rilke es inmensa: sólo comparable acaso en el ámbito hispánico a la de Juan Ramón Jiménez. Esto, es hablamos de un caudal poético de dimensiones verdaderamente desusadas para un poeta del siglo XX.
En ocasiones escribió Stefan Zweig, , cuando un poeta muere, el pueblo tiene la sensación de que la poesía misma muere con él. (…) Cuando hoy en Alemania hablamos de poetas, seguimos pensando en él, y aunque todavía buscamos con la mirada su figura querida en todos los lugares donde nos la habíamos encontrado, lo cierto es que ha desaparecido de nuestro tiempo para perderse en lo intemporal y convertirse en una estatua en el bosque marmóreo de la inmortalidad.
Datos biográficos de Salvador Echavarría y Antonio Pau
En poesía publicó:
- Leben und Lieder (Vida y canciones) (1894)
- Larenopfer (Ofrenda a los lares) (1895)
- Traumgekrönt (Coronado de sueños) (1897)
- Advent (Adviento) (1898)
- Mir zur Feier (1909)
- Das Stunden-Buch (El libro de horas)
- Das Buch vom mönchischen Leben (El libro de la vida monástica) (1899)
- Das Buch von der Pilgerschaft (El libro del peregrinaje) (1901)
- Das Buch von der Armut und vom Tode (El libro de la pobreza y la muerte) (1903)
- Das Buch der Bilder (El libro de las imágenes) (cuatro partes, 1902-1906)
- Neue Gedichte (Nuevos poemas) (1907)
- Duineser Elegien (Elegías de Duino) (1923)
- Sonette an Orpheus (Sonetos a Orfeo) (1923)
En prosa
- Geschichten vom lieben Gott (Historias del Buen Dios) (Colección de narraciones, 1900)
- Auguste Rodin (1903)
- Die Weise von Liebe und Tod des Cornets Christoph Rilke (La canción de amor y muerte del alférez Cristóbal Rilke) (Narración lírica, 1906)
- Die Aufzeichnungen des Malte Laurids Brigge (Los cuadernos de Malte Laurids Brigge) (Novela, 1910)
Cartas completas
- Gesammelte Briefe in sechs Bänden (Collected Letters in Six Volumes), published by Ruth Sieber-Rilke and Carl Sieber. Leipzig (1936-1939)
- Briefe (Cartas), publicadas por el Rilke Archive de Weimar. Dos volúmenes, Wiesbaden (1950, reimpreso en 1987 en un solo volumen).
- Briefe in Zwei Bänden (Cartas en dos tomos) (Horst Nalewski, Frankfurt y Leipzig, 1991)
Otros volúmenes de cartas
- Briefe an Auguste Rodin (Insel Verlag, 1928)
- Briefwechsel mit Marie von Thurn und Taxis, two volumes, edited by Ernst Zinn with a forward by Rudolf Kassner (Editions Max Niehans, 1954)
- Briefwechsel mit Thankmar von Münchhausen 1913 bis 1925 (Suhrkamp Insel Verlag, 2004)
- Briefwechsel mit Rolf von Ungern-Sternberg und weitere Dokumente zur Übertragung der Stances von Jean Moréas (Suhrkamp Insel Verlag, 2002)
SELECCIÓN DE POEMAS DE RAINER MARIA RILKE
NO ESTOY SOLO…
Jamás estoy solo.
Los que vivieron antes que yo
y de mi huyeron
construyeron,
construyeron
lo que soy.
Y si a tu lado me siento
y suavemente te digo: sufro
¿me oyes?
Alguien, no sé quién
lo murmurará conmigo.
De “Primeras poesías ” 1894- 1898
PRIMERAS ROSAS
Las primeras rosas despiertan;
su perfume tiene la timidez
de una risa, ligera, ligera.
Huidizo, el día las roza
con su ala lisa de golondrina.
Todo cuanto tocas
sigue aún ansioso.
Los reflejos temen,
el sonido sigue silvestre.
Es demasiado nueva la noche
y púdica la belleza.
De “Cantos del Alba ” 1898- 1901
LA VIDA, NO INTENTES COMPRENDERLA
La vida, no intentes comprenderla
que, desde hoy, para ti sea como una fiesta.
Los días, acéptalos
como un niño recibe del viento,
mientras camina, una cascada de flores.
En ningún momento pensaría en recoger
y guardar esta cascada.
Las desprenderá suavemente de sus cabellos,
donde se encontraban presas,
y a través de sus años jóvenes y dichosos
él tiende de nuevo sus manos a nuevas flores.
De “Cantos del alba” 1898- 1901
LOS ACHANTIS
(En el Jardín de Aclimatación)
Nada de ver extrañas tierras,
ni la sensación de mujeres morenas
que se desnudan mientras danzan.
Ni la extraña, salvaje melodía.
Ni la canción de la sangre brotada,
Ni sangre que clama desde el interior.
Ni muchachas morenas tendidas
con exótica molicie;
ni ojos punzantes como sables,
con las bocas a la risa dispuestas.
Y una extraña comprensión
con el orgullo propio en hombres vanidosos.
Y ver todo esto me angustió.
¡Oh! Más fieles son las bestias
viviendo y tendiéndose entre rejas
salvajemente, respondiendo sólo al impulso
irresistible de las cosas nuevas y raras,
Para consumirse y hundirse en sí mismos
quedamente, como un fuego lento,
indiferentes a la novedad de la aventura
y sólo de su sangre acompañados.
De “Libro de imágenes” 1899-1905
FINAL
Grande es la muerte, riente boca.
Somos suyos.
Cuando en plenitud nos creemos,
entonces, ella se atreve
y vierte lágrimas sobre nosotros.
De “Libro de imágenes” 1899-1905
LA HORA GRAVITA…
La hora gravita y me agarra
con su claro sonido metálico:
mis sentidos tiemblan. Siento: puedo…
Soy dueño del plástico día.
Nada se había cumplido antes de yo verla,
todo el porvenir permanecía en suspenso.
Mis ojos están maduros y todo cuanto alcanzan
como conmovida novia hacia mí acude.
Para ser amado nada me es insuficiente.
Grande, sobre un dorado fondo,
yo la ilumino y la celebro, a fin de que a alguien
se le estremezca el alma.
De “Libro de horas” 1899-1906
¿SABES? YO QUIERO MUCHO…
¿Sabes? yo quiero mucho, tal vez todo:
la oscuridad de las caídas infinitas
y el juego centelleante de las cumbres luminosas.
¡Tantos otros viven que no quieren nada,
y se sienten hartos
con los ligeros platos de sus sentimientos sencillos!
Tú, en cambio, te complaces
de todo rostro que sirve y tiene sed.
Tú, te complaces
en todos aquellos que se sirven de ti
como de una herramienta.
Todavía no está frío, no ha pasado aún la hora
de sumergirse en la promesa de tus tinieblas
donde se traiciona con serenidad la vida.
De “Libro de horas” 1899-1906
SÍ, TÚ ERES EL PORVENIR
Sí, tú eres el porvenir, la gran aurora
que apunta de las llanuras de la eternidad.
Tú eres el canto del gallo tras la noche del tiempo,
tú eres rocío, madrugada, muchacha,
tú eres viajero, muerte, madre…
Tú eres la forma que incesante cambia,
que, solitaria, emerge del destino,
que no celebra ni se lamenta
porque nadie te ha descrito, bosque silvestre.
Tú eres el fondo fundamental de las cosas
que silencia la última palabra de su esencia
y que se muestra a los otros siempre distinta:
tierra al navío: navío para la costa.
De “Libro de horas” 1899-1906
YO VIVO…
Yo vivo y, justamente, el siglo se marcha.
Se siente la ráfaga producida por su enorme página
en la que Dios, y tú, y yo hemos escrito
y que ha vuelto, desde muy arriba, una mano suprema…
Ya se siente el crujido de una página nueva
en la que todo, todavía, está por escribirse.
Las serenas fuerzas miden su alcance
y con mirada oscura se preguntan.
De “Libro de horas” 1899-1906
VIVO MI VIDA
Vivo mi vida en círculos que se abren
sobre las cosas, anchos.
Tal vez no lograré cerrar el último
pero quiero intentarlo.
Giro en torno de Dios, antigua torre,
giro hace miles de años.
Y aún no sé si soy águila o tormenta
o si soy un gran cántico.
De “Libro de horas” 1899-1906
RETRATO DEL POETA
En el arco de los ojos la persistencia de una raza noble,
En la mirada, el temor aú y el azul de la infancia,
Humildad por doquier, mas no la de un lacayo,
Sino la de un siervo o la de una mujer.
La boca es boca, grande y precisa,
No persuasiva aunque sí leal.
Despejada la frente de malicia
Y más bien propensa a las sombras del silencio.
De todo esto la cordura solamente es presentida;
Jamás en el sufrimiento o en el éxito
Se aplicó atrevido con miras a un triunfo duradero;
Sino como si de lejos, con las cosas dispersas,
Se hubiera proyectado algo grave y leal.
De “Nuevas poesías” 1903-1918
CANCIÓN DE AMOR
¿Cómo sujetar mi alma para
que no roce la tuya?
¿Cómo debo elevarla
hasta las otras cosas, sobre ti?
Quisiera cobijarla bajo cualquier objeto perdido,
en un rincón extraño y mudo
donde tu estremecimiento no pudiese esparcirse.
Pero todo aquello que tocamos, tú y yo,
nos une, como un golpe de arco,
que una sola voz arranca de dos cuerdas.
¿En qué instrumento nos tensaron?
¿Y qué mano nos pulsa formando ese sonido?
¡Oh, dulce canto!
De “Nuevas poesías” 1903-1918
APOLO TEMPRANO
Como a veces, por el ramaje aún sin hojas,
asoma una mañana, ya toda
en primavera: así en su cabeza
no hay nada que pueda impedir que el fulgor
de todos los poemas nos hiera casi mortalmente;
porque en su mirar no hay sombra todavía,
sus sienes están aún demasiado frescas para el laurel,
y sólo más tarde, de sus cejas
se alzará la rosaleda de altos troncos
de la que saldrán hojas sueltas, desprendidas,
flotando sobre el temblor de la boca,
que ahora calla aún, radiante y nunca usada,
y sólo bebiendo algo con su sonrisa
como si le fuera instilado su cantar.
De “Nuevas poesías” 1903-1918
ELEGÍAS DE DUINO
Elegía I
¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías
de los ángeles?
y aún en el caso de que uno me cogiera
de repente y me llevara junto a su corazón:
yo perecería por su
existir más potente. Porque lo bello no es nada
más que el comienzo de lo terrible, justo lo que
nosotros todavía podemos soportar,
y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña destruirnos.
Todo ángel es terrible.
Y por esto yo me contengo y ahogo el grito de reclamo
de un oscuro sollozo. Ay, ¿a quién podemos entonces recurrir?
A los ángeles no, a los hombres, no,
y los animales, sagaces, se dan cuenta ya
de que no estamos muy seguros, no nos sentimos en casa
en el mundo interpretado. Nos queda tal vez
algún árbol en la ladera, para que la volvamos a ver
todos los días; nos queda la calle de ayer y la mimada
fidelidad de una costumbre
que se encontró a gusto con nosotros y por esto se
quedó y no se fue.
Oh, y la noche, cuando el viento lleno de espacio cósmico
muerde nuestro rostro, ¿para quién no se quedaría, la anhelada,
suavemente desilusionadora, penosamente inminente
para el corazón solitario? ¿Es más leve para los amantes?
Ay, ellos no hacen más que ocultarse el uno al otro su suerte.
¿No lo sabes aún? Arroja de tus brazos el vacío
y añádelo a los espacios que respiramos; tal vez los pájaros
sientan el aire ensanchado con el vuelo más íntimo.
De “Las elegías de Duino” 1912-1922
A LA MÚSICA
Respiración de las estatuas: música.
Quizás: silencio de los cuadros.
Tú, lenguaje en que terminan los lenguajes.
Tú, tiempo vertical,
perpendicular a la línea de corazones en fuga.
¿Sentimiento hacia quién? ¿Mudanza
del sentimiento en qué? En un paisaje audible.
Oh, tú, extranjera, música. Espacio
del corazón crecido más allá de nosotros.
Tú: el más profundo nuestro
que nos supera, que rebosa de nosotros.
Sagrado adiós:
pues es el interior quien nos circunda
cual la más frecuentada lontananza,
como otra vertiente del aire,
pura,
inmensa,
nunca más habitable.
De "Otra poesía póstuma y dispersa" Munich, noviembre o diciembre de 1918
OH DOLOR, MI MADRE ME DERRIBA
Oh dolor, mi madre me derriba.
He colocado piedra sobre piedra
para hacerme y ya estaba yo en pie como una casa
pequeña en torno a la que
el día se desplaza inmenso y hasta solo.
Viene entonces mi madre, viene y me derriba.
Me derriba con sólo venir y mirarme,
ella no ve que hay alguien construyendo.
Viene hacia mí por medio de mi pared de piedra.
Oh dolor, mi madre me derriba.
Las aves me rodean volando blandamente.
Los perros forasteros saben: ahí está él.
Sólo mi madre no lo reconoce:
mi rostro aumentado con lentitud.
Desde ella hasta mí nunca sopló un cálido viento.
Ella no vive donde habita el aire.
Ella yace en un alto cobertizo del corazón
y Cristo viene y la lava cada día.
De “Otra poesía póstuma y dispersa" Munich, octubre de 1915
MIENTRAS PRENDES AQUELLO…
Mientras prendes aquello que tu mano lanzara,
es todo habilidad, conquista fácil.
Sólo si de repente recoges la pelota
que ella lanzó -una eterna jugadora-
dirigida a tu centro, con el exacto impulso bien medido,
en la forma de un arco
de puente realizado por el gran
arquitecto divino,
sólo entonces se vuelve fortuna la pericia en recibir:
y no tuya, de un mundo.
Tuvieras tú entonces el coraje y la fuerza suficientes
para lanzar acaso de vuelta la pelota.
O no, tal vez aún más maravilloso:
que olvidando la fuerza y el coraje
la hubieras ya lanzado (como el año que lanza
las aves, las bandadas migratorias;
como el año que impulsa sobre mares las aves,
de un calor extinguido hacia otro aún en cierne al otro lado)
sólo en este peligro es válido tu juego:
nunca facilitando el lanzamiento, nunca dificultándolo.
De tus manos se escapa el meteoro,
sale vertiginoso con rumbo a sus espacios…
De “Otra poesía póstuma y dispersa"
MAUSOLEO
Corazón de rey. Hueso
de un alto árbol reinante,
fruto balsámico,
urna-amapola en medio
del armazón central
(donde el eco se desprende como una
astilla del silencio,
cuando te mueves, porque te parece
que tu gesto anterior fue muy ruidoso…)
Sustraído a los pueblos,
pensando como estrella,
en invisibles círculos girando:
el corazón del rey.
Dónde está, adónde fue
el corazón de la ligera amada,
sonrisa desde fuera posada en la hesitante curvatura
de aquel sereno fruto.
Dónde el de la polilla, quizás joya,
ala de tul, antena…
Mas dónde, dónde
el corazón de aquel que cantó todo
convirtiéndolo en uno;
el corazón del poeta:
viento,
invisible,
interior del viento.
De “Otra poesía póstuma y dispersa" 1924
¡OH QUÉ SILENCIO EXISTE EN TORNO A UN DIOS!…
¡Oh qué silencio existe en torno a un Dios! Cómo resulta
audible
cada mudanza en el entrechocar del chorro de la fuente
contra el agua aquietada en el mármol oval.
Y enfrente, en el laurel, un tacto: dos o tres
hojas fueron rozadas por una mariposa que delante de ti
pugna tambaleándose adentro del soplido que se interna
en el valle.
Y a ti entonces te llega el recuerdo de un día, de otro día
en el que ya aquí mismo te pareció perfecto
el silencio que existe en torno a un Dios. ¿Y acaso no fue
a más?
¿No es aún mayor? ¿No va en aumento acaso?
¿No pugna como una resistencia
frente a este palpitar del corazón, latido que se quiebra
en un suspenso mudo, dentro del día…? ¿Más dónde?
Allí está.
De “Otra poesía póstuma y dispersa" 1922
A LOU ANDREAS-SALOMÉ
I
Me abrí de par en par pero olvidaba
que ahí afuera no sólo están las cosas y animales
habitados en ellos plenamente, cuyo ojo,
desde la redondez que son sus vidas,
no alcanza más que un cuadro tras su marco;
olvidaba que sin cesar dejaba
irrumpir las miradas entretanto en mí mismo:
curiosidad, miradas, pensamientos…
Quizás se forman ojos dentro de nuestro espacio
y presencian. Ay sólo en ti mi rostro
se proyecta y no cae en la intemperie.
Dentro de ti se planta oscuro e infinito;
va creciendo abrigado junto a tu corazón.
II
Cual pañuelo delante de una respiración amontonada,
o no, más bien tal vez, como si se apretase aquella herida
desde la cual la vida de un tirón
quisiera derramarse: me aferraba así a ti;
así enrojecías con mi sangre. ¿Quién articulará
lo que tuvo lugar entre nosotros?
Recuperamos todo: cada cosa
para la cual no hubo nunca tiempo.
Maduré extrañamente en cada impulso
de alguna postergada juventud.
Y tú, Amada, viviste, no sé qué infancia libre
sobre mi corazón.
III
Pero ahora no basta recordar.
El puro existir debe alzarse desde cada
uno de esos instantes, sobre mi propio fondo:
sedimento de una solución
colmada sin medida.
Porque yo no recuerdo: me conmueve por ti lo que soy.
Yo no te invento en los lugares tristes,
de perdido calor, donde tú ya no estás,
porque incluso a tu ausencia en esos sitios
tú le das calidez y es más veraz
y es mucho más que una privación.
A menudo el anhelo conduce a lo impreciso.
A qué lanzarme fuera si tu influencia en mí
es suave cual el rayo
de luna hacia un lugar cercano a la ventana.
De “Otra poesía póstuma y dispersa" 1911
IMAGINARTE HACE QUE MI SER…
Imaginarte hace que mi ser arda más encendido.
Enrojece la noche mis venas.
Junto a mi corazón, el guardia armado
castañetea, recela.
¿Divisa acaso en esta dirección
cómo tu sentimiento cruza a través de estrellas liberadas?
Vienes desde un espacio incontenible.
De "Otra poesía póstuma y dispersa"
AHORA Y SIEMPRE, SI BIEN YA CONOCEMOS
Ahora y siempre, si bien ya conocemos
cómo es el paisaje del amor,
el cementerio exiguo con nombres de lamento
y el abismo temible y callado en que los otros
acaban. Ahora y siempre
salimos de la mano
bajo árboles antiguos, ahora y siempre,
vamos y nos tendemos entre flores,
delante del cielo.
De “Otra poesía póstuma y dispersa"
SEXTA Y BENDICIÓN
¿Es sólo que de pronto el rumor de la sangre
con más fuerza ha cruzado por el atento oído?
¿O es que han hecho su entrada las monjas
tras la reja del coro?
Aún no han comenzado.
Puede ser que no estén ahí todavía las que nadie vio nunca,
excepto las madonas sobre los tres altares.
De repente, lejano, un son se escapa y
se adentra en lo impreciso
como si fuera el último de todos.
Entonces, otra vez, como si uno estuviera equivocándose
y nadie lo escuchara,
el silencio se instala y los rumores
del avanzar en fila y del arrodillarse;
una puerta que bate en el umbral
tras alguien que se ha ido o que ha entrado;
como una señal, desde las lámparas
un destello de claridad que oscila.
Pero luego ya cantan y cantan,
cantan como desde hace muchas horas,
aguzándose más en cada nota, ligadas con sus bocas
-pobres bocas cansadas- al canto prolongado;
cantan como desde hace muchos años,
años que no tuvieron un final.
Están cantando como con el pelo,
como con lo escondido,
sus voces tienen rostros alumbrados,
rostros semiborrados, tal aquellos
que habrán de presentarse
al postrer juicio, féretro tras féretro.
De repente, de todas esas voces,
una voz se distingue elevándose sola,
pequeña, leve, pálida.
Se eleva hacia el milagro y hacia el bien,
sosteniendo como una caracola
a Dios en el oído.
De “Otra poesía póstuma y dispersa"
LOS SONETOS A ORFEO XXII
Nosotros somos los errantes.
Pero el andar del tiempo
tornadlo como nimiedad
en lo que siempre permanece
Todo lo que corre
habrá pasado ya;
pues sólo lo que queda
nos consagra.
Muchachos, oh, no echéis el valor a la velocidad
ni al intento de vuelo.
Todo ha descansado:
tiniebla y claridad,
flor y libro.
De “Los sonetos a Orfeo”
Un día surgirá la joven; surgirá la mujer. Y esas palabras, joven, mujer, no significarán solamente lo contrario del varón, sino algo propio, con un valor en sí; no un simple complemento, sino una forma completa de la vida; la mujer en su auténtica humanidad. Ese progreso transformará la vida amorosa hoy tan llena de errores (y eso, pese al hombre, que al principio será superado). El amor ya no será la relación de un hombre y de una mujer, sino el de una humanidad con otra.
RETRATO JUVENIL DE MI PADRE
En los ojos sueño. La frente como en contacto
con algo lejano. Bordeando la boca enorme
cantidad de juventud, seducción exenta de sonrisas,
y delante de los almares rebosantes de adornos
del esbelto, noble uniforme,
la cazoleta de la espada y ambas manos,
que esperan tranquilas, de nada codiciosas.
Y ahora ya casi invisibles: como si
se disiparan asiendo la lejanía.
Y todo lo restante consigo mismo oculto
y apagado como si no lo comprendiéramos,
profundamente velado por su propia profundidad.
¡Tú, daguerrotipo, qué, rápido te desvaneces
entre mis manos más lentamente desvanecidas!
REFLEJOS
II
Del cristal de un espejo de nuevo te recoges
y a ti misma te añades;
dispones en ti misma igual que en un jarrón
tus imágenes. Y llamas tú
a ese florecimiento de todos tus reflejos
que un momento con ligereza piensas,
antes de que vencida por su dicha,
como ofrenda a tu cuerpo, los devuelvas.
De "Otra poesía póstuma y dispersa"
EPITAFIO
Compuesto por el poeta para su tumba.
Rosa, oh contradicción pura,
gozo de ser sueño de nadie
bajo tantos párpados.
De “Nuevas poesías” 1903-1918
MI VIDA NO ES…
Mi vida no es esta hora abrupta
en la que me ves precipitado.
Soy como un árbol ante mí decorado,
no soy más que una de mis bocas,
la primera que habrá de callarse.
Soy el intervalo entre dos notas
que sólo con dificultad armonizan,
porque la de la muerte subir más alto quisiera…
Pero, ambas, vibrando en la pausa oscura,
se han reconciliado.
Y el canto es hermoso.
LA CORTESANA
El sol de Venecia en mis cabellos
deja el oro que, de toda alquimia,
es el final supremo. Mis cejas a los puentes
se parecen, y se las ve pasar sobre
el silencioso peligro de los ojos,
que un secreto trágico recoge
en los canales, así como el mar en ellos
penetra, se estanca y se convierte.
Aquel que me vio sólo una vez,
envidió al perro mío, sobre el que,
suele jugar, distraída, la mano vacilante,
que ninguna llama nunca quemó;
mano fría, enjoyada, jamás herida.
Y a los jóvenes, de antiguas prosapias, la esperanza,
los pierde como un veneno pierde la boca mía.
De “Nuevas poesías”
COMO EL GUARDA EN LOS VIÑEDOS…
Como el guarda en los viñedos
tiene su cabaña para velar,
yo soy, Señor, cabaña entre tus manos,
noche de tu noche.
Viñedos, pastor y prado,
campo que no olvida ninguna primavera,
higuera que aun en un suelo de mármol
das cien frutos:
Poco te importan los cuidados del guarda.
Un perfume exhala tu ramaje ampuloso.
Sin temor, silenciosa, tu savia se eleva
y llega hasta mí, desde lo más profundo.
De “Libro de Horas”
PUEDES OÍR YA…
Puedes oír ya el trabajo de los primeros rastrillos;
oye: de nuevo el ritmo de los hombres
en el recato mudo de la tierra fuerte
al llegar el alba de la primavera. Con todo su sabor
ante ti aparece lo que llega. Esta cosa que
siempre llegaba hasta ti,
parece volver a ti de nuevo, renovada.
Siempre la aguardaste, jamás la has poseído.
Fue ella la que te poseyó hace tiempo.
Hasta las hojas de las encinas que han pasado el invierno
parecen en la oscuridad un fermento futuro.
Hay momentos en que el viento se hace señales.
Oscurecidos están los matorrales.
Pero, los montículos de estiércol,
negrura aún más sombría,
fueron extendidos por los prados.
Cada hora que pasa, es más joven.
De “Los sonetos a Orfeo”
¿MAS CUÁNDO, CUÁNDO…?
¿Mas cuándo, cuándo, cuándo bastarán
la palabra, el lamento? ¿Es que acaso no ha habido
maestros que han urdido el lenguaje de los hombres?
¿Por qué entonces experimentos nuevos?
¿Acaso no redoblan, no redoblan
los libros al oído de los hombres, cual campana insistente?
Si entre un libro y el otro el cielo silencioso se aparece,
gózalo…
O también un bancal de tierra en su simpleza por la tarde.
Más que los mares, más que las tormentas
han gritado los hombres.
Qué exceso de quietud habitará el espacio que queda entre
los mundos
para que el grillo suene todavía
entre nosotros que gritamos siempre, siempre, siempre;
para que aún se vislumbren las estrellas calladas entre el éter
que hemos inundado con los gritos.
¡Oh pudieran hablarnos los lejanos, los viejos, los viejísimos
padres…!
Y entonces escucháramos: por fin, por fin oyentes, los
primeros
hombres que escuchan.
De “Otra poesía póstuma y dispersa"
COMO EL GUARDA EN LOS VIÑEDOS
Como el guarda en los viñedos
tiene su cabaña para velar,
yo soy, Señor, cabaña entre tus manos,
noche de tu noche.
Viñedos, pastor y prado,
campo que no olvida ninguna primavera,
higuera que aun en un suelo de mármol
das cien frutos:
Poco te importan los cuidados del guarda,
Un perfume exhala tu ramaje ampuloso.
Sin temor, silenciosa, tu savia se eleva
y llega hasta mí, desde lo más profundo.
De “Libro de horas”
SONETOS A ORFEO XXI
La primavera regresó. El mundo
es como un niño que sabe poemas;
muchos, oh muchos… Recibe el fecundo
premio por estudiar en forma extrema.
Exigente fue el maestro. Las canas
en la barba del viejo nos placían.
Y lo verde, lo azul, cómo se llama
podemos preguntar: ¡él lo sabía!
Mundo, que eres libre, dichoso salta
con los niños. Atraparte queremos,
alegre mundo. El más feliz lo logra.
Lo que el maestro le enseñó, su obra,
y lo que en difíciles troncos vemos
esculpido: ¡él lo canta, él lo canta!
De “Sonetos a Orfeo"
TEMO MUCHO LA PALABRA DE LOS HOMBRES
Temo mucha la palabra de los hombres.
Lo dicen todo tan claro:
Esto significa perro y aquella casa,
y aquí está el principio y allá el final.
Me asusta también su sentido, su juego con el escarnio.
Ellos lo saben todo —lo que fue y lo que será—,
ya ninguna montaña es sorprendente;
su jardín y su bien lindan con Dios.
Siempre quiero advertirles y oponérmeles: alejaos.
Me gustaría oír el canto de las cosas.
Vosotros las tocáis, y quedan mudas e inmóviles.
Vosotros me las asesináis.
SONETO IX
Tan solo aquel que levantó la lira,
incluso entre las sombras,
puede expresar, entre presentimientos,
la alabanza infinita.
Tan solo aquel que comió con los muertos
la adormidera, la de ellos,
no volverá a perder
el más leve sonido.
Aunque el reflejo del estanque
se desvanezca muchas veces:
sabe la imagen.
Solo en el reino doble
se volverán las voces
eternas y suaves.
De “Sonetos a Orfeo"
SONETO XXII
Somos hombres inquietos.
Pero el paso del tiempo
no es más que pequeñez
en lo eternamente perdurable.
Todo lo que apremia
pronto habrá pasado;
pues sólo es capaz de consagrarnos
lo que permanece.
Oh, no pongáis, muchachos,
el valor en la urgencia
ni en el querer volar.
Está todo en reposo:
la sombra y también la claridad,
la escritura y la flor.
De “Sonetos a Orfeo"
SU MIRADA SE HA CANSADO DE TANTO OBSERVAR
Su mirada se ha cansado de tanto observar
esos barrotes ante sí, en desfile incesante,
que nada más podría entrar ya en ella.
Le parece que sólo hay miles de barrotes
y que detrás de ellos ningún mundo existe.
Mientras avanza dibujando una y otra vez
con sus pisadas círculos estrechos,
el movimiento de sus patas hábiles y suaves
va mostrando una rotunda danza,
en torno a un centro en el que sigue alerta
una imponente voluntad.
Sólo a veces, permite en silencio, la apertura.
De “Sonetos a Orfeo"
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

El significado es bello, después la poesía tiene una música peculiar en cada lengua. Ojalá pueda encontrar el programa de televisión y verlo íntegramente.