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249. POESÍA MÁS POESÍA: HILDA HILST

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BIOGRAFÍA DE LA POETA HILDA HILST

Hilda Hilst (Jaú, 1930 – Campinas, 2004, Brasil) fue poeta, novelista y ensayista, y está considerada una de las más grandes plumas brasileñas del siglo XX, junto a Clarice Lispector y Joâo Guimarâes Rosa.

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Hilda de Almeida Prado Hilst fue la única hija del periodista, poeta, ensayista y empresario cafetero Apolônio de Almeida Prado Hilst, hijo de Eduardo Hilst, inmigrante de Alsacia-Lorena, y de Maria do Carmo Ferraz de Almeida Prado.

Hilda - Poesia Online

Su madre, Benecilda Vaz Cardoso, era hija de inmigrantes portugueses. Sus padres se separan en 1932 y su madre se muda a Santos con Hilda y Ruy Vaz Cardoso, hijo de su primer matrimonio.

En 1937 Hilda entró como alumna interna en el colegio Santa Marcelina, en São Paulo, donde cursó primaria y secundaria con brillantes resultados. En ese año su madre le reveló la enfermedad de su padre. El diagnóstico era Esquizofrenia- Paranoide

En 1945 comenzó la secundaria en el Instituto Presbiteriano Mackenzie, donde permaneció hasta el final del curso.

En 1948 entró en la Facultad de Derecho de la Universidad de São Paulo, donde conoció a la escritora Lygia Fagundes Telles, que sería su gran amiga durante toda la vida. Cursó la carrera de Derecho, profesión que abandonó “por razones de incompatibilidad”.

Lygia e Hilda - Poesia Online
Lygia e Hilda

Su primer libro, Presságio, publicado en 1950, fue recibido con gran entusiasmo por los poetas Jorge de Lima y Cecília Meireles. En 1951 publicó su segundo libro de poemas Balada de Alzira.

Viajó a Nueva York y París, y a su regreso estableció residencia en la ciudad de San Pablo.

A comienzos de la década de 1960 conoció al escultor Dante Casarini, quien sería su esposo y compañero de ruta. En 1965 se mudó con él a la Fazenda São José, en Campinas, propiedad de su madre, donde inició la construcción de la Casa do Sol, solar donde residió hasta su muerte

Allí leyó vorazmente y escribió con igual fervor el corpus central de su obra de ficción. Tras labrarse una sólida carrera como poeta en su juventud y madurez, Hilst decidió plantarle cara a una vejez que temía inminente escribiendo libros eróticos, febriles, lúdicos, furiosos, La obscena Señora D (1982), los tres títulos de su trilogía pornográfica o erótica –O caderno rosa de Lori Lamby (1990), Contos d´escárnio / Textos grotescos (1990) y Cartas de un seductor (1992)– y Rútilo nada (1993), con el que obtuvo al año siguiente el prestigioso Premio Jabuti.

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También produjo allí sus libros de poesía más importantes: Poemas malditos, gozosos e devotos (1984), Alcoólicas (1990), Bufólicas (1992) y Do desejo (1992).

Hilda Hilst se dedicó algunos años enteramente a la escritura dramática: crea piezas de teatro con el deseo de comunicarse con urgencia, en un período en que se vivía en Brasil la represión impuesta por la dictadura militar.

Publica en 1970 su primera obra en prosa: Fluxo-floema. Según la investigadora alemana Mechthild Blumberg, la prosa de Hilda Hilst se caracteriza por la “inquietud metafísica y la invención literaria”.

Luego de una larga experiencia como poeta y una fase de intensa creación de textos dramáticos, sus primeros textos en prosa muestran un lenguaje trabajado intensamente, con atención semejante al de la creación de poemas; novelista y poeta se juntan en una misma experiencia creativa.

Pese a ser una celebridad en Brasil, su obra apenas se ha traducido al inglés y al francés y continúa inédita en castellano en su totalidad

Respecto a la caracterización de la narrativa hilstiana como “pornográfica”, Pécora la rechaza porque considera que “la crudeza de los textos en cuestión no tiene nunca como efecto o propósito la excitación del lector”.

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De hecho, la propia autora se refiere a su tetralogía como “pornografía brillante” o “porno-chic” (según la editorial Editora Globo), tal y como explica Bruno Carvalho en la introducción de la obra traducida al inglés.

Aunque sus novelas están impregnadas de sexo, explica Adam Z. Levy, Hilst no pretende excitar al lector, sino perturbarlo con una violencia más cercana a Sade que a E.L. James.

La categoría de lo obsceno como clave de lectura para sus textos ha suscitado muchas polémicas debido a la ambigüedad del término. Pécora resuelve el debate del etiquetaje de la obra de Hilst y cataloga su narrativa como obscena retomando el concepto a la manera en que lo entendía Georges Bataille.

Explica que, a diferencia de otros autores abiertamente obscenos, Hilst no se limita a narrar situaciones sórdidas de manera gratuita, sino que lo obsceno en su obra constituye tan solo un punto de partida para otras finalidades:

“Los escritos ostensiblemente obscenos únicamente manifiestan, con una crudeza rayana en lo grosero. En el sarcasmo, en el nonsense o en lo disparatado, un núcleo fuerte que recorre todos los textos hilsteanos hay como una especie de interdicto de significación”.

En su obra lo obsceno se articula “con un rasgo ostensivo de crueldad cuyo efecto inicial es la risa con dolor, la risa satírica que procura ofender y herir, no la risa pulida y pedagógica de la comedia aristotélica”.

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Siguiendo en esta línea, Kulawik por su parte menciona que la narrativa de Hilst se considera diferente a la literatura erótico-pornográfica de corte comercial. Esto sucede, explica, porque la obscenidad y transgresión de convenciones socialmente sancionadas que se hallan en las historias de contenido erótico de Hilst adquieren dimensiones de una oposición política.

Kulawik relaciona esto con el carácter subversivo que Ana María Brenes-García atribuye a lo erótico en el campo de la creación literaria:

Hilda Hilst fue una mujer desenfadada y precoz para su época. Se manifestó en público a favor de la libertad femenina, en el ámbito profesional, artístico, amoroso y erótico.

Detestaba que la llamaran poetisa. La escritora Lygia Fagundes Telles cuenta que cierta vez Hilda se presentó en la antigua sala de té de Mappin, en São Paulo, afirmando: “soy poeta”. El escritor Guilherme de Almeida, que estaba presente, comentó que la palabra poetisa ya estaba desmoralizada y que cuando una escritora era seria, se consideraba poeta.

Hilda Hilst construyó un universo de la mujer que asume su papel social, en un mundo normalmente dominado por el punto de vista masculino: dice-“Me dio el amor este don:/ Para decir en poesía./ Poeta y amante es lo que soy…” (en: Trovas de amor para um amado senhor).

Su trabajo creativo y sus actitudes, poco comprendidos por los conservadores, contribuyeron mucho a una amplitud de visión: “Una de las funciones de los escritores está en ampliar los horizontes morales de donde vive.

Cristiane Grando ha dicho de su obra: Leer a Hilda Hilst es como sumergirse en un universo literario complejo y laberíntico (…) significa entrar en contacto con la dinámica de la vida, con la complejidad humana y del propio texto, en una combinación refinada de sonidos, palabras e imágenes:

Lúcida, anárquica, impredecible, Hilda Hilst forjó una obra cuya recepción, hasta el día de hoy –años después de su muerte en 2004– está condicionada por su imagen pública.

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Dedicó su vida a la poesía y ansiaba un destino de largo alcance para su escritura. En ese anhelo tuvo traspiés, vuelcos radicales, modificaciones impensadas –que terminaron tallando una obra que destaca por su originalidad–.

Protestó contra su suerte de ser valorada como autora erudita, secreta, apta solo para el paladar de unos pocos.

Desde hace unos pocos años, la crítica de su país está orientada al rescate de Hilda Hilst como autora a la altura de Guimarães Rosa o Clarice Lispector, separando el aire escandaloso de su vida del de sus textos.

Su producción más original, la que lleva la marca hilstiana particular, pertenece al período de su vida que dedicó con exclusividad a la escritura, alejada del mundo social paulistano, desde el año 1966 hasta comienzos de 2004, cuando falleció.

Fueron años de una intensidad literaria máxima, en los que experimentó una transformación libre de los géneros tradicionales, una transición fluida que la llevó a encontrar una dicción propia.

Entre 1981 y 1982, en Casa do Sol (Campinas), escribe Cantares de pérdida y predilección que pertenece al período más productivo y original de la poeta brasileña, momento en que la autora se alejó del mundo social de São Paulo –desde 1966 hasta el día de su muerte en 2004– para dedicarse exclusivamente a la escritura.

En estos Cantares, el horizonte que el lector percibe desde un inicio es el modo en que Hilda Hilst recurre a formatos antiguos, imprimiendo en ellos matices propios, como la tonalidad distintiva de la violencia –a veces cruel– de la pasión. En un mismo verso yuxtapone visiones religiosas con la carnalidad más basta.

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Casa de Hilda

En sus frases resuena el brillo de una sintaxis lejana, en líneas sembradas de palabras olvidadas en el portugués contemporáneo, lo que le da al texto un aire enigmático, al mismo tiempo extraño y renovado. Esto es algo que señala su traductor, José Ioskyn, en la presentación del libro “Pero no hay hermetismo, hay una musicalidad que se interrumpe en silencios de piedra, una melodía en la que suenan rimas parciales, versos que se encadenan en un aliento que puede cubrir varias estrofas, modulaciones que parecen provenir de alguna danza oscura y amorosa. La aparición de imágenes y metáforas originales a cada momento, el uso personal de las palabras, la alteración de la sintaxis, y recursos como la utilización de mayúsculas y estribillos, contribuyen a que el lector se encuentre frente a un lenguaje difícil de identificar”

De apariencia cerrada y hermética, el trabajo de Hilst se inscribe en la tradición sonora, donde lo que prima es la musicalidad y la forma por encima del mástil del sentido.

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Hilda con amigos.

Su obra

Hilda Hilst escribió durante casi cincuenta años y fue galardonada con los más importantes premios literarios de Brasil.

Sus obras abordan temáticas socialmente controvertidas. Sin embargo, según confesó la propia escritora en una entrevista a Cadernos de Literatura Brasileira, su trabajo buscaba esencialmente reflejar la difícil relación entre Dios y el hombre

De la misma forma que a Ezra Pound y a John Ashbery, a Hilda Hilst le interesaba trabajar con extremos de vanguardia y de tradición.

Su aguijón anárquico y contemporáneo (como César Vallejo, inventaba expresiones) deambula en la simultaneidad de formatos perdidos de poéticas medievales, como la poesía galaico portuguesa o cantigas de amigo, esto es, composiciones poéticas destinadas a ser cantadas: “Vida de mi alma: / Recaminé casas y paisajes / Buscándome a mí, mía tu cara”; “Piedras dentro de barcas / Panales rajados / Empañando las aguas

La escritora Hilda Hilst murió en la madrugada del 4 de febrero de 2004, a los 73 años, en Campinas (interior del estado de São Paulo). Tras su fallecimiento, su amigo Mora Fuentes lideró la creación del Instituto Hilda Hilst, que tiene como principal misión el mantenimiento de Casa do Sol, su acervo y la vocación de lugar seguro para la creación intelectual.

hilda destaque - Poesia Online

Premios

En 1962 recibió el Premio PEN Clube de São Paulo, por Sete Cantos do Poeta para o Anjo (Massao Ohno Editor, 1962).

En 1969 la obra O Verdugo fue galardonada con el Premio Anchieta, uno de los más importantes premios del país en su momento. El mismo año la cantata Pequenos Funerais Cantantes, compuesta por su primo, el compositor Almeida Prado, sobre el poema homónimo de Hilst, dedicado al poeta portugués Carlos María Araújo, resultó ganadora en el I Festival de Música da Guanabara.

La Asociación Paulista de Críticos de Arte (Premio APCA) consideró Ficções (Ediciones Quíron, 1977) el mejor libro del año.

En 1981 la misma asociación galardonó a Hilda Hilst con el Grande Prêmio da Crítica al conjunto de su obra.

En 1984 la Cámara Brasileña del Libro concedió el Premio Jabuti a Cantares de Perda e Predileção (Massao Ohno – M. Lydia Pires y Albuquerque editores, 1983), y el año siguiente, la misma obra recibió el premio Cassiano Ricardo (Clube de Poesía de São Paulo).

Rútilo Nada, publicado en 1993 por la editorial Pontes, recibió el premio Jabuti al mejor cuento. Finalmente, el 9 de agosto de 2002 fue galardonada en la 47ª edición del Premio Moinho Santista en la categoría poesía.

La escritora además participó, a partir de 1982, del Programa del Artista Residente, de la Universidade Estadual de Campinas – UNICAMP.

 

SELECCIÓN DE POEMAS DE HILDA HILST

I

Vida de mi alma:
Recaminé casas y paisajes
Buscándome a mí, mía tu cara.
Recaminé los escombros de la tarde
Hojas ennegrecidas, brotes, cáscaras
Papeles de tierra y de tinta bajo los árboles
Nichos donde nos confesamos, plazas.

Reví los canes. No los mismos. Otros
De igual destino, locos, tristes,
Nosotros dos, mi odio-amor, atravesando
Cenizas y paredones, el recorrido de la vida.

Busqué la luz y el amor. Humana, atenta
Como quien busca la boca en los confines de la sed.
Recaminé nuestras construcciones, ladrillos
Palas, la arena de los días.

Y todo lo que encontré te lo digo ahora:
Un otro alguien sin cara. Tosco. Ciego.
El arquitecto de esas trampas.

de Cantares de pérdida y predilección

 

II

Qué dolor esos calendarios
Huidizos, hechos, fechas
El tiempo envuelto en viscosidad
Mi cara buscando
Tu rostro reversible.

Qué dolor en el blanco y negro
De esos negativos
Lisura congelada del papel
Hechos roídos
Y tus dedos buscando
La carnación de la vida

Qué dolor de abrazos
Qué dolor de transparencia
Y gestos nulos
Derretidos retratos
Fotos cintas

Qué rollo siniestro
En los cajones

Qué
gusto ese del Tiempo
De estancar el chorro de unas vidas.

de Cantares de pérdida y predilección

 

HABRÁ SIEMPRE MIEDO

y escondido llanto
en mi canto de amor.
De los hombres y de la muerte
más noche que auroras
en verso y pensamiento
concebí. En los niños
amé los ojos y la risa
el clamor sordo
el miedo, el miedo, el miedo.
Si la fantasía
me acercara
a tu presencia,
quédate. A tu lado,
seré amante sin deseo:
Pájaro sin ala.
Sumergido lecho.

 

ME DAN PENA

las mujeres que ríen con los brazos
y lloran de mentira para los hombres.
Y muestran los senos antes de que se lo pidan
y mueren de placer… con los ojos cerrados.
Me da pena
el poeta hecho sólo para ser padre… y ser poeta.
Y de aquellos que duermen sobre el papel
a la espera del vocablo
y de los que hacen hijos al azar
y de los locos y del perro que pasa
y de mí… que espero la muerte
en la confusión y el miedo.

 

HAY UN PAISAJE SIN CORAZÓN DENTRO DE MÍ.

Lo veo tan cerca, tan esplendido…
súbita luz, nave dorada, espejo,
que transformándose en niebla
intacto emerge.
Sin duda, amigo mío, la isla
sería nuestro puerto.
Después de ella vendría el monólogo
y la certeza de las cosas imposibles.

DE LA NOCHE,

I

Vi las yeguas de la noche galopando entre las viñas
Y buscando mis sueños. Eran soberbias, altas.
Algunas tenían manchas azuladas
Y el dorso relucía igual que la noche
Y las mañanas morían
Debajo de sus patas encarnadas.
Las vi sorbiendo las uvas que pendían
Y los belfos eran negros y mojados.
Unísonas, resollaban.
Vi las yeguas de la noche entre los escombros
Del paisaje que fui. Vi sombras, belfos y trampas.
Lazos de piedra y paja entre las alfombras
Y, vasto, un pozo tragando mi nombre y mi retrato.
Las vi tumultuosas. Intensas.
Y en una de ellas, insomne, a mí me vi.

 

XII

Un cementerio de palomas
Bajo las aguas
Y aguas vivas en la ceniza
Óseas y laxas sobras
De mi vida y la tuya.
Un pedazo de muro
En la creciente
Plomadas enterradas, nacientes
En el cielo
Indescifrables sobras
De mi vida y la tuya.
Un círculo sangriento
Una luna herida por unas garras
De nosotros el oscuro centro.
Y en el abismo de nosotros
Había sol y miel.

XXV

Insensatez y sombra.
Fue lo que se apoderó de mí
Cuando sonámbula
Amoldé mis pies a tu camino.
Una distorsión de luces y lirios
Lagunas rojizas, voces
Venidas de no sé dónde, vivas
Me hicieron suponer que tu camino
Era la luz de mi paso, merecida
Porque en la lucha y a solas pasé
Toda mi vida.
Y ahora sé que las palmas del martirio
Brillaban
Y rojizos
Eran los lagos de desnudez y sangre
Y viva era mi propia voz
Maldiciendo mi nombre.

Cantares de pérdida y predilección. Traducción y prólogo de José Ioskyn,

XVI

Siento hastío
por los hijos que van a nacer.

Tendremos que explicarles
tantas cosas a tantos de ellos.
Un día me preguntarán
todo lo que alguna vez pregunté:
Mamá, ¿por qué no puedo
ver a Augusto cuando quiero?
Mamá, estuve leyendo tanto estos días
que estoy a punto de encontrar lo que quería.

La inutilidad de las palabras.

Siento hastío,
tanto hastío
por los hijos que van a nacer.
Diez, veinte, treinta años
y estarán buscando alguna cosa.
Nunca se acordarán
de aquellos que ya murieron
y buscaron tanto.
Les va a costar (¡oh, dioses!)
entender a aquellos
que se mataron.

Los hijos que van a nacer
¡Pobres!

Van a pensar que son ellos
los elegidos.
Van a pensar que tú
nunca pasaste por lo que ellos están pasando.

Los hijos que van a nacer…
Insatisfechos.
Incomprendidos.

De Presagio – 1950

DIEZ EVOCACIONES PARA UN AMIGO

I

Si te parezco nocturna e imperfecta
mírame de nuevo. Porque esta noche
me miré a mí, como si tú me miraras,
y era como si el agua
me deseara

Escapar de tu casa que es río
deslizándome apenas, sin tocar la orilla.

Te miré. Y hace tanto tiempo
entiendo que soy tierra. Hace tanto tiempo
espero que tu cuerpo de agua tan fraterno
se extienda sobre el mío. Pastor y navegante

Mírame de nuevo. Con menos altivez
y más atento.

II

Ámame. Es tiempo todavía. Interrógame.
Y yo te diré que nuestro tiempo es ahora.
Espléndida avidez, vasta ventura.
Porque es más vasto el sueño que confecciona.

Hace tanto tiempo, su propia textura.

Ámame. Aunque te parezca demasiado intensa.
Demasiado intensa. Y áspera.
Y transitoria si lo repiensas.

III

12-Si me fuera concedido, a mí, rehacer el tiempo
haría de mi rostro de parábola
red de miel, oficio de magia.

Y en aquella encantada librería
donde escasos amigos me sonreían
donde a mis ojos eras torre y trigo

Mi todo valiente de Poesía
yo te habría tomado. Fortuna, amigo,
Tan extrema y larga.

Y amante contento el amor habría sido.

De Júbilo, memoria y noviciado de la pasión – 1959

XXII

No me busques ahí
donde los vivos visitan
a los llamados muertos.
Búscame
dentro de las grandes aguas
en las plazas
en el fuego corazón
entre caballos, perros,
en los arrozales, en el arroyo
o junto a los pájaros
o en el reflejo
de otro alguien,
subiendo un duro camino
Piedra, semilla, sal
pasos de la vida. Búscame ahí.
Viva.

En: Da morte. Odes mínimas (1980)

VI

Hoy te canto y después en el polvo que he de ser
te cantaré de nuevo. Y tantas vidas tendré
cuantas me darás para otra vez amanecer
intentándote buscar. Porque vives de mí, Sin Nombre,
sutilísimo amado, relincho del infinito, y vivo
porque sé de ti tu hambre, tu noche de herrumbre
tu pasto es mi verso rociado de tintas
y de un verde negro tu casco en los arenales
donde me pisas hondo. Hoy te canto
y después enmudezco si te alcanzo. Y juntos
iremos a teñir el espacio. De luces. De sangre.
De sangre.

En: Sobre a tua grande face (1986)

X

Ardiente. Oscuro. Tu ardiente soplo
sobre la oscura cerrazón de la garganta.
Palabras que pensé atrincheradas
resurgen delante del toque nuevo:
Carrascales. Gárgolas. Emergiendo del luto
viene llegando un lago de sorprendimiento
recreando musgo. Vuelven las seducciones.
Vuelve mi propia cara seducida
por tu doble rostro: mitad raíces
oquedades y pozo, mitad lo que no sé:
Eternidad. Y vuelve la ferviente languidez
las sales, el mal que ha sido esta lucha
en tu arena crispada de puñales.
Y de estos versos, y de mi propia exuberancia
y exceso, ha de quedar en ti lo más sombrío.
Dirás: qué instante de dolor y de intelecto
cuando soñé los poetas en la Tierra. Carne y polvo
Lo perecible, exudando resplandor.

En: Sobre a tua grande face (1986)

VI

Que las barcazas del Tiempo me devuelvan
la primitiva urna de palabras.
que me devuelvan a ti y a tu rostro
como lo conocí desde siempre: punzante
pero centellante de vida, renovado
como si el sol y el rostro caminasen
porque venia de uno la luz del otro.
Que me devuelvan la noche, el espacio
para sentirme tan vasta y poseída
como si aguas y maderas de todas las barcazas
se hiciesen materia rediviva, adolescencia y mito.
Que te devuelva la fuente de mi primer grito.

En: Amavisse (1989)

 

XIX

Si yo supiese
Tu nombre verdadero
Te tomaría
Húmeda, tenue
Y entonces descansarías.
Si susurraras
Tu nombre secreto
En mis caminos
Entre la vida y el sueño
Te prometo, muerte,
La vida de un poeta. La mía:
Palabras vivas, fuego, fuente.
Si me tocaras,
Amantísima, blanda
Como fui tocada por los hombres
En vez de Muerte
Te llamo Poesía
Fuego, Fuente, Palabra viva
Suerte.

En: Da morte. Odes mínimas (1980)

IV

¿Qué boca ha de roer el tiempo? ¿Qué rostro
Ha de llegar después del mío? ¿Cuantas veces
el tejido leve de mi soplo ha de posarse
sobre la blancura agitada de tu pecho?
¿Atravesáremos juntos las grandes espirales
la arteria extendida del silencio, el vacío
la planicie del tiempo?
Cuantas veces dirás: vida, estrella vespertina, magna-marina
y cuantas veces diré: eres mío. Y en las distendidas
tardes, de largas lunas, de madrugadas agónicas
sin poder tocarte. Cuantas veces, amor
Una nueva vertiente ha de nacer en ti
y cuantas han de morir en mí.

En: Júbilo, memória, noviciado da paixão (1974)

De Amavisse (1989)

 

PUERCO-POETA QUE ME CONOCES

Puerco-poeta que me conoces, en la ceguera, en el charco
a la espera de Tu Hambre, permíteme una pregunta
Señor de puercos y de hombres:
¿Escuchaste acaso, o te fue familiar
un verbo que en los bajos de por aquí mucho se oye
el verbo amar?
Porque en la ceguera, en el charco
en la trama de los vocablos
en la hoja caída y enterrada
en mi axila de pelos y de carne
en esta paja que me envuelve el alma
Del verbo apenas entreví un contorno breve:
es cosa de morir y matar pero tiene sonido de sonrisa
sangra, rompe, devora, y por eso
no me fue dado tiempo de entender el meollo.
¿Es verbo?
¿O el sobrenombre de un dios preñado de humor
en la aventura de la conquista?

 

VÍA ESPESA / VIA ESPESSA

(fragmentos)

III

Observando mi paseo
hay un loco sobre el muro
que balancea los pies.
Me muestra el pecho tapizado de pelos
y tiene entre los muslos papeles sucios
—¿Busca a Dios, señora? ¿Busca a Dios?
Y simétrico de celos, balanceándose
se dobla de un salto y desnuda el trasero.

IV

El loco se tendió sobre el puente
y atravesó el instante.
Me tendí al lado de la locura
porque quise oír el rojo del bronce
Y pasar la lengua sobre el color espeso
de un látigo.
Un loco permitió que juntara su luz
a mi noche dura.

 

IX

El loco se echó a reír
convulso se retorció de agonía fingida
y como si lanzara flores a la tumba de un muerto
me tiró las sonajas.
¿Por qué? pregunté adusta y resentida.
—Oh señora, porque vive muerto
quien busca a Dios en la austeridad.

X

—Copioso es el ojo de Dios. Ciego es el ojo
del que quiere ver. ¿Ves? De tan abierto
quemado de amarillo—
Así me dice el loco (delgado y rubio)
mirando el girasol que nace en mi techo.

 

SOBRE TU GRAN CARA (1986)

(fragmentos)

Hónrame con tus nadas
traduce mi paso
de manera que nunca me note.
Confunde estas líneas que te escribo
como si un erudito escoliasta
resolviera
jugar a la muerte de su propio texto.
Dame pobreza y fealdad y miedo.
Y destierro de todas las respuestas
que le darían luz
a mi eterno entendimiento ciego.
Dame rodillas tristes.
Para que pueda apoyarlas en un mínimo de tierra
y que allí permanezca tu más olvidado prisionero.
Dame mudez. Y un andar desordenado. Ninguna noción.
Tú sabes que amo a los animales
por eso me sentiría aliviado. Y de ti, Sin Nombre
no deseo alivio. Apenas estrechez y carga.
Quizás así te encantes con tanta desnudez.
Quizás así me ames: desnudo hasta el hueso
igual a un muerto.

 

SONETOS QUE NO SON

¿Es mío este poema o es de otra?
¿Soy yo esta mujer que anda conmigo
Y renueva mi habla y al oído

Si no me habla de amor, al poco calla?
¿Soy yo la que a mí misma me persigo
O son mujer y rosa que escondidas
(Para que sea eterno mi castigo)
Lanzan voces de noche tan oídas?

No sé. De casi todo no sé nada.
El ángel que da fuerza a mi poema
No sabe de mi vida descuidada.

La mujer no soy yo. Y perturbada
La rosa en su destino, la persigo
En rumbo hacia los reinos que inventé.
.

SI TU VIDA SE EXTIENDE

Más que la mía
Acuérdate, mi odio-amor,
De los colores que vivíamos
Cuando el tiempo del amor nos envolvía.
De oro. Del rojo de las caricias.
De las tintas de un celo antiguo
Derramado
Sobre mi cuerpo sospechoso de conquistas.
Del castaño de luz de tu mirada
Sobre el dorso de las aves. De aquellos árboles:
Estrías de un verde-ceniza que tocábamos.

Y hojas de un color de tempestades
Contorneando el espacio
De dolor y lejanía.

Tiempo turquesa y plata
Mi odio-amor, señor de mi vida.
Acuérdate de nosotros. En azul. En la luz de la caridad.

Traducción de José Ioskyn

 

QUERIDÍSIMO, NO HABLES.

La palabra de los hombres desencanta.
Antes tus ojos de plata
en la noche espesa de tu rostro.
Antes tu gesto de amor
espera e infinito y un murmullo,
agua que brota de la fuente, espuma de mar.
Después descansarás en mi pecho
tus manos de sol. El viento de mañana
sepultará en mi vientre,
cálido como la arena, fecundo como el mar,
la simiente de vida.
Oye: sólo el llanto
grita ahora en mis oídos.

 

DEL DESEO, IV

Si dijera que vi un pájaro
Sobre tu sexo, ¿me deberías creer?
Y si no fuera verdad, en nada cambiará el Universo.
Si dijera que el deseo es Eternidad
Porque el instante arde interminable
¿Me deberías creer? Y si no fuera verdad
Tantos lo dijeron que tal vez pueda ser.
En el deseo nos vienen sofomanías, adornos
Impudicia, vergüenza. Y ahora digo que hay un pájaro
Volando sobre el Tajo. ¿Por qué no puedo
Salpicar de inocencia y poesía
Huesos, sangre, carne, el ahora
Y todo eso en nosotros que se hará deforme?

VIII

Me venía:
Que si tejiera
tallos de compasión
Corolas de caridad
Soplo y nostalgia tejidos
En la red del corazón
Nunca más sentiría
Tu nombre de hostilidad.
Me venía:
Si deshiciera
Lo que tenía ya trenzado
Mi nombre es el que quedaría
Amor en tu eternidad.
Entonces tejí
Soles y viñas:
Oro-escarlata-pasión
Y consumida de líneas
Ovillada de ardor
Te aguardo a las puertas de mi ciudad.

DE TANTO PENSARTE,

Sin Nombre,
me vino la ilusión.
La misma ilusión
de la yegua que bebe el agua pensando que bebe la luna.
De pensarte me acuesto en las aguas
y creo que brillo y estoy atada
al fulgor del costado de un caballo negro de cien lunas.
De soñarte, Sin Nombre, no tengo nada
pero creo en mí el oro y el mundo.
De amarte, poseída de huesos y de abismos
creo tener carne y vagar
alrededor de tus cimas. De no tocarte nunca
tocando a otros
creo tener manos, creo tener boca
cuando sólo tengo patas y hocico.
De tanto desear altura y eternidad
Me viene la fantasía de que Existo y Soy.
Cuando no soy nada: yegua fantasmagórica
bebiendo la luna en el agua.

DE MONTAÑAS Y BARCOS NADA SÉ.

Pero conozco la trayectoria de una altura
y cierta hondura de aguas
y ha de llevarme a ti una de las dos.
De aires y alas no percibo nada.
Pero atravieso abismos y un vacío desde adentro
para tocar la luz de tu comienzo.
De las piedras sólo conozco las ágatas.
Pero arranco del esquisto las esmeraldas
si me dijeras que lo verde es la dádiva
que responde las preguntas de la ilusión.
Y puedo herirme en el hielo de las espadas
si me quisieras bañada de rojo.
En mis muchas vidas te he de perseguir.
En mis sucesivas muertes he de llamar a esto tu ser sin nombre
aunque por fatiga o plenitud, destruyas al poeta
destruyendo al Hombre.

X

Ardiente. Oscuro. Tu ardiente soplo
sobre la oscura cerrazón de la garganta.
Palabras que pensé atrincheradas
resurgen delante del toque nuevo:
Carrascales. Gárgolas. Emergiendo del luto
viene llegando un lago de sorprendimiento
recreando musgo. Vuelven las seducciones.
Vuelve mi propia cara seducida
por tu doble rostro: mitad raíces
oquedades y pozo, mitad lo que no sé:
Eternidad. Y vuelve la ferviente languidez
las sales, el mal que ha sido esta lucha
en tu arena crispada de puñales.
Y de estos versos, y de mi propia exuberancia
y exceso, ha de quedar en ti lo más sombrío.
Dirás: qué instante de dolor y de intelecto
cuando soñé los poetas en la Tierra. Carne y polvo
Lo perecible, exudando resplandor.

En: Sobre a tua grande face (1986)

VI

Que las barcazas del Tiempo me devuelvan
la primitiva urna de palabras.
que me devuelvan a ti y a tu rostro
como lo conocí desde siempre: punzante
pero centellante de vida, renovado
como si el sol y el rostro caminasen
porque venia de uno la luz del otro.
Que me devuelvan la noche, el espacio
para sentirme tan vasta y poseída
como si aguas y maderas de todas las barcazas
se hiciesen materia rediviva, adolescencia y mito.
Que te devuelva la fuente de mi primer grito.

En: Amavisse (1989)

TESTAMENTO LÍRICO

Si es que quieren saber si pedí mucho
O si no pedí nada en esta vida.
Sepa, señor, que siempre me perdí
En la niña que fui, tan confundida.

De noche oía voces y otros ecos.
La noche me decía siempre siempre
De lo posible en fábulas. De hadas.
El mundo en el balcón. A cielo abierto.
Los castaños dorados. Mi terror
Ante las muchas voces y las risas.

Yo era una niña delirante.
No me supe cuidar de las palabras.
Ni decir del dolor y de la pena
De no saber decir cosas amantes.
Lo que vivía en mí siempre callaba.

No soy más que la infancia. No pretendo
Ser otra, comedida. ¡Ah, si supiérais!
Llegué a escoger un mundo, éste en que vivo
Con rituales, gestos y recuerdos.
Viví secretamente. Y en sigilo
Permanezco hoy aquella, esquiva y dócil.

Quise dejar un testamento lírico
Y escuchar (sin embargo) entre paredes
Un ruido inquietante de sonrisas
Una boca de plumas, murmurante.

No siempre ha de hablaros un poeta.
Y aunque no oigan mi voz en esta vida
Alguno abrigará de entre vosotros
A la niña que fue. Tan confundida.

 

CANCIONCITA TRISTE

E hice de todo…
Fui auténtica, durante un tiempo.
Fui inquietud y fragilidad.
Brillé en ronda de amigos.
Practiqué el deporte con violencia
y una vez (¡trágica melancolía!)
nadé con aparente desenvoltura
(el pecho jadeante y desgarrado)
mil metros mariposa…
Fui amante, amiga, hermana,
sonreí cuando él me dijo cosas amargas…

Y nada lo conmueve.
Nada lo espanta.
Y él miente
y miente amor
como los niños mienten.

 

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