FRANCISCO DE QUEVEDO
BIOGRAFÍA
Don Francisco de Quevedo y Villegas y Santibáñez Cevallos fue un escritor español conocido por su obra poética. Escribió 875 poemas, y también cultivó la prosa, el teatro y tratados de corta extensión, lo que se denomina opúsculos literarios de carácter filosófico, político, moral, histórico, humanístico, ascético (logro de la perfección moral y espiritual mediante un estilo de vida).
Quevedo nace en Madrid el 14 de septiembre de 1580, el día de las llagas de San Francisco y por eso su nombre. En el seno de una familia de hidalgos (nobles no titulados) montañeses provenientes de Cantabria. Y tuvo 5 hermanos, él era el tercer vástago. Nació cojo debido a una deformación de los pies y sus padres pronto se dieron cuenta de que padecía una severa miopía.
Se crió en palacio en donde sus padres ocupaban altos cargos, su madre era dama de la reina y su padre secretario de María de Austria, hermana del Rey Felipe II, y después de la reina Ana de Austria (cuarta esposa del Rey Felipe II). Felipe II de España era conocido como “El prudente” y unificó el reino de España, de Nápoles y Sicilia y de Portugal y Los Algarves, durante 60 años. También fue rey de Inglaterra por el matrimonio con una de sus esposas, María I.
Quevedo creció rodeado de nobles. Dicen que pasó una infancia solitaria y triste por su deformación y las burlas de otros niños, pero Quevedo se entregó a la lectura lo que pronto le hizo mostrarse como un niño muy inteligente.
A los seis años muere su padre y le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva. Pero esta no sería la única pérdida para el poeta, ya que, contando con once años, muere su hermano Pedro y otra de sus hermanas.
Dada sus brillantes dotes intelectuales le llevaron al Colegio Imperial a estudiar lenguas clásicas, francés, italiano, filosofía, física, matemáticas. Estudió Teología en la Universidad de Alcalá pero nunca se ordenó de cura.
Fue un gran amigo de pedro Téllez Girón, el Duque de Osuna. El día que tenía que ir a recoger el título de Bachiller no lo hizo porque se fue a Sevilla con su amigo.
A los 21 años comenzó a estudiar a la Universidad de Valladolid. Y aquí comenzaron a circular sus primeros poemas parodiando a Don Luis de Góngora, a veces bajo seudónimo, a veces no. Pero que el poeta cordobés conocido de ellos y de cómo estaban ganando fama a su costa, empezó a responderlos. A su vez Quevedo respondía a sus respuestas y así, se estableció entre ellos una enemistad pública y literaria que durará hasta la muerte de Góngora. Aunque algunos dicen que no fue tan prolongada y otros tan verídica. En realidad, se trataba de un desacuerdo entre dos corrientes literarias del Barroco: por una parte, el estilo conceptista de Quevedo, que se basa en una asociación de palabras e ideas ingeniosa llamada “concepto” o “agudeza”, fundamentada en el mecanismo de la condensación. Y el estilo culterano de Góngora, que aboga por la perífrasis embellecedora y la elusión del vocabulario común, utilizando el hipérbaton (alteración de la sintaxis de una oración con fines métricos o de énfasis) y los cultismos (palabras muy pegadas a sus orígenes griegos y latinos sin obedecer a los cambios de la evolución de la lengua castellana a raíz del nacimiento del latín vulgar).
Quevedo es uno de los escritores destacados del siglo de Oro Español que comienza con el Romanticismo y termina con el Barroco y que fue el momento de máximo esplendor de la literatura española convirtiéndose en modelo influyente de arte en el mundo. Otros exponentes del siglo de Oro fueron Alonso de Ledesma (1562 – 1623), precursor del conceptismo; Antonio Hurtado de Mendoza (1586 – 1644), dramaturgo y poeta de estética romántica e inclinado al culteranismo; Baltasar Gracián y Morales (1601 – 1658) precursor del existencialismo y la postmodernidad su obra está caracterizada por el pesimismo; Bartolomé de las casas (1484 – 1586), conocido como el apóstol de los Indios por ser el protector universal de los indígenas en Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, considerado precursor del derecho internacional moderno; Fernando de Rojas (1476 – 1541), autor de la Celestina; Francisco de José Zorrilla (1607-1648) que hizo aportaciones importantes al teatro de su época, su obra tiene estilo cómico; Fray Luis de León (1527-1591) con una obra literaria de estilo filosófica y religiosa; Garcilaso de la Vega (1501-1536), uno de los máximos exponentes de los poetas españoles; Juana Inés de la Cruz (1648-1695), apodada también la Fénix de América, La Décima Musa o la Décima Musa Mexicana; Miguel de Cervantes (1547–1616), máximo exponente de la literatura española, apodado “El príncipe de los ingenios”, su obra el Quijote es el libro más editado y traducido a lo largo de la historia; San Juan de la Cruz (1542–1591), poeta místico y patrón de los poetas en lengua española desde 1952; Y Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), autor de La Vida es Sueño, cuya obra se considera el cierre el siglo de Oro Español.
Durante su época estudiantil Quevedo escribe diversos opúsculos burlescos y de mal gusto, que circulan a través de copias manuscritas y se hacen muy populares, pero que finalmente el propio autor denunció a la Inquisición, para impedir que se hicieran ricos a su costa los impresores que los estaban llevando a letra impresa. En prosa escribió La vida del Buscón, una novela picaresca en la que lo más importante era exhibir ingenio, pasando algunos fragmentos a la historia del humor negro. En ella un aristócrata describe la historia de un hombre desclasado que en sus intentos de ascender socialmente mata a una persona y tiene que emigrar a América para evitar la persecución. Por esta época, en estilo epistolar escribe también sobre cuestiones filológicas y deplorando las guerras que acontecen en Europa.
En 1601 fallece su madre y en 1605, su hermana María. Vuelve a la Corte a Madrid y vive en ella entre 1606 y 16011 entregado a la escritura. Escribe algunos de sus sueños, varias sátiras breves en prosa, obras de erudición bíblica y lírica amorosa.
En 1610 su amigo Duque de Osuna es nombrado Rey de Sicilia. Quevedo va a entablar amistad también con Cervantes y con Lope de Vega. Sin embargo, será muy crítico con Juan Ruy de Alarcón, Juan Pérez de Montalbán y sobre todo con Góngora, al que acusaba de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente. Se metía con su nariz porque pensaba que era el rasgo más acusado de los judíos. Quevedo le acusaba a él de borracho, cojo y contrahecho.
En 1613 acompaña a Italia al Duque de Osuna realizando diversas comisiones para él. Cuando regresa a Madrid se integra en el entorno del Duque de Lerma, con el propósito de conseguir el nombramiento de Virrey de Nápoles para su amigo. Dicen que sobornó a varios personajes y que finalmente lo consiguió. En 1616 embarca dirección Nápoles. Una vez allí, el Duque de Osuna le encomienda dirigir y organizar la hacienda del Virreinato, y fue muy admirado por los hombres de letras por su prodigioso ingenio.
Pero pronto cae el grande Osuna porque le acusan de ser cómplice en la Conjuración de Venecia (una oscura intriga diplomática entre la Monarquía española y la República de Venecia que termina con una violenta revuelta contra los extranjeros). Se les acusa a Osuna y a su asistente Quevedo junto con otras autoridades de los dominios españoles en Italia de un complot para manipular a mercenarios franceses en Venecia y poder intervenir militarmente en la república con la flota española. Quevedo defiende a su amigo frente al Consejo de Estado pero también se ve arrastrado. Primero le meten un breve tiempo a la cárcel y luego se le destierra a la Torre de Juan Abad, un señorío que su madre había comprado con todos sus ahorros para él antes de fallecer. Durante toda su vida estará en pleito con los vecinos que no reconocen esa compra y solo después de su muerte se falla a su favor en la figura de su heredero. En la Torre de Juan Abad escribe algunos de sus mejores poemas y se entrega al estudio de la doctrina estoica de Séneca y el desarrollo del neoestoicismo español.
Se dice de Quevedo que era misógino y tiene algunos poemas satíricos sobre las mujeres que dan esa apariencia como por ejemplo “Desengaño de las mujeres”, “hastío de un casado el tercer día”, “A la edad de las mujeres”, etc., pero al mismo tiempo, fue un gran cantor del amor y de la mujer y escribió más de 200 poemas amorosos dedicados a mujeres personificadas bajo el nombre de Flora, Lisi, Jacinta, Filis, Aminta, Dora. Considerando el amor como un ideal inalcanzable, una lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa donde el placer está descartado.
Y es que en Quevedo se dio una contradicción existencial, un “desgarrón afectivo” como dice Dámaso Alonso frente a la verdad de ser partidos, de tener dos almas unidas entre sí a un espéculo que desmiente la realidad de lo real, ennegreciendo el tiempo acústico, en un roto del ser, que más tarde Sastre llevaría a sus últimas consecuencias en el existencialismo. Dice Dámaso Alonso: “podrían salir muchas imágenes distintas; la que no sale, la que no nos podemos representar, es la de un Quevedo galanteador de damiselas. Hay hombres que, por demasiado hombres, no tienen mucho éxito con las mujeres, y de este tipo me parece que era Quevedo. Les falta en su persona moral y física un plano que resbale hacia lo femenino y que sirva para la unión de esos dos hemisferios siempre en guerra que forman el mundo humano.” Y continúa el poeta Dámaso Alonso “Lope [p. 519] tenía, evidentemente, esa proyección feminoide; a Quevedo le faltaba en absoluto. Estos hombres enteros pueden pensar y sentir el amor, cargarse de la idea de esta pasión como de un fluido de una intensidad tal, que sus chispazos llegan a ser deslumbradores. Esos chispazos, en Quevedo, son sonetos. Y esto nos explica la paradoja de que no sea Lope, sino Quevedo, el más alto poeta de amor de la literatura española. Digo «el más alto» y no el más fértil, o el más vario, o el más brillantemente vital. Sí, ya sé que esto no se suele decir. Para mí, es evidente. Bastaría el famosísimo soneto del estremecedor final «polvo serán, mas polvo enamorado» para probarlo. ¿Poesía de amor y pasión directa, o filosofía de amor poetizada? ¿Dónde está él límite? ¿Dónde, en la obra? ¿Dónde, en mí? ¿Dónde, en la reacción de la obra sobre mí?”.
Cuando Felipe IV es coronado, se levanta el castigo de Quevedo y vuelve a formar parte de la vida política con esperanza de trabajar junto al Conde-Duque de Olivares del que se había ganado su amistad. La Junta de reformación de costumbres denuncia a una mujer llamada Ledesma que vive amancebada con él y con el que tiene hijos. Quevedo lleva una vida desordenada de solterón, fuma mucho, frecuenta las tabernas y los prostíbulos. Es de nuevo desterrado a la Torre como castigo por alguna de sus obras en otra ocasión, pero volverá a la corte y en 1632 llega a la cumbre de su carrera cortesana cuando es nombrado secretario del monarca. Sometido a ciertas presiones se casa en 1634 con la señora de Cetina, viuda y con hijos, matrimonio que dura tres meses. Al mismo tiempo está entregado a una actividad creativa frenética entre 1633 y 1635. Ese mismo año aparece una de las obras más importantes destinadas a difamarle “El tribunal de la justa venganza, erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres”.
En 1639 se denuncia la política del Conde-Duque y se detiene a Quevedo, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse le llevan al convento de San Marcos en León. Quevedo se quejará de que nunca se le abrió proceso ni se le tomó declaración. Por supuesto, durante su encierro también escribe mucho en formato epistolar carteándose con un amigo y se entrega al estudio de la filosofía de Zenón de Citio, Epicteto y Séneca.
En 1643 sale del encierro achacoso y muy enfermo pero sigue publicando. Por fin renuncia a la corte, vuelve a la torre de Juan Abad, escribe su última carta y fallece en el convento de los Dominicos en Villanueva de los Infantes el 8 de septiembre de 1645.
Anécdotas:
Cuentan que un día Quevedo apostó con sus amigos a que llamaba coja a la reina. Quevedo dijo que además podía hacerlo sin enfadarla por lo que sus amigos doblaron la apuesta y si ganaba recibiría otros mil del marqués de Calatrava. Quevedo fue a la audiencia real y le dijo a la reina: “Entre el clavel blanco y la rosa roja su majestad escoja”. Por lo que ganó la apuesta.
Dicen que Quevedo era un hombre de costumbres y una de ellas era mear todas las noches en la calle del Codo. Un vecino para reprobar el comportamiento del escritor pintó una cruz en la pared con la leyenda “No se mea donde hay una cruz”, a lo que el escritor respondió escribiendo “No se coloca una cruz donde se mea”.
Quevedo era un gran lector. Dicen que no viajaba nunca con menos de 100 libros. Llenaba su maleta de libros y viajaba con ellos. Incluso inventó artilugios para leer mientras comía o descansaba. A su muerte, su biblioteca contaba con 5000 títulos.
En una ocasión, queriendo cortejar a una dama, ésta lo invitó a subir a su balcón con la ayuda de una polea. En realidad, se trataba de una broma de sus amigos y el escritor quedó colgado en la mitad del recorrido. La multitud acudía para ver al artista colgado de la cuerda. A la pregunta de la guardia nocturna que preguntó quien era Quevedo contestó: “Soy Quevedo que ni sube ni baja ni está quedo”.
Una vez le propusieron el reto de improvisar una cuarteta con la rima consonante de lápiz. EL ingenioso artista escribió “Al escribir con mi lápiz he cometido un desliz. Resulta que he escrito tápiz en vez de escribir tapiz”.
Al morir, su tumba fue profanada para robarle las espuelas de oro. Para evitar más profanamientos sus restos se movieron un lado a otro de Villanueva de los Infantes. De tal modo que hoy en día no se sabe dónde está enterrado aunque algunos restos se encontraron en la cripta de Santo Tomás de Villanueva.
Quevedo era muy habilidoso con la espada y participó en muchas contiendas. En una ocasión mató a un hombre que estaba agrediendo a una mujer en un duelo en la Plaza de San Martín.
Sus lentes se han hecho muy famosos e incluso la RAE acepta el término quevedos para referirse a este tipo de gafas de forma circular que apoyan sobre la nariz y que no tienen patillas.
POEMAS
AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, más tendrá sentido,
polvo serán, más polvo enamorado.
De poemas amorosos
PASIONES DE AUSENTE ENAMORADO
Este amor, que yo alimento de mi propio corazón,
no nace de inclinación
sino de conocimiento.
Que amor de cosa tan bella, y gracia que es infinita,
si es elección, me acredita; si no, acredita mi estrella.
Y, ¿qué deidad me pudiera inclinar a que te amara, que ese poder no tomara para sí, si le tuviera? Corrido, señora, escribo
en el estado presente,
de que estando de ti ausente,
aún parezca que estoy vivo.
Pues ya en mi pena y pasión,
dulce Tirsi, tengo hechas
de las plumas de tus flechas
las alas del corazón.
Y sin poder consolarme,
ausente y amando firme,
más hago yo en no morirme
que hará el dolor en matarme.
Tanto he llegado a quererte,
que siento igual pena en mí
del ver, no viéndote a ti,
que adorándote, no verte,
si bien recelo, señora,
que a este amor serás infiel,
pues ser hermosa y cruel
te pronostica traidora.
Pero traiciones dichosas
serán, Tirsi, para mí,
por ver dos caras en ti,
que han de ser por fuerza hermosas. Y advierte, que en mi pasión
se puede tener por cierto
que es decir ausente, y muerto,
dos veces una razón.
De poemas amorosos
EN LO PENOSO DE ESTAR ENAMORADO
¡Qué verdadero dolor,
y qué apurado sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué cuidados a millares!
¡Qué encuentros de pareceres!
¡Qué limitados placeres,
y qué colmados pesares!
¡Que amor y qué desamor!
¡Qué ofensas, qué resistir!
¡Qué mentiroso vivir,
qué puro morir de amor!
¡Qué admitidos devaneos!
¡Qué amados desabrimientos!
¡Qué atrevidos pensamientos
y qué cobardes deseos!
¡Qué adorado disfavor!
¡Qué enmudecido sufrir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué negociados engaños
y qué forzosos tormentos!
¡Qué aborrecidos alientos
y qué apetecidos daños!
¡Y qué esfuerzo y qué temor!
¡Qué no ver, qué prevenir!
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
¡Qué enredos, ansias, asaltos,
y qué conformes contrarios!
¡Qué cuerdos, qué temerarios!
¡Qué vida de sobresaltos!
Y que no hay muerte mayor
que el tenerla y no morir.
¡Qué mentiroso vivir!
¡Qué puro morir de amor!
De poemas amorosos
DEFIENDO EL AMOR
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo.
De poemas amorosos
AMOR QUE SIN DETENERSE EN EL AFECTO SENSITIVO PASA AL INTELECTUAL
Mandóme, ¡ay Fabio!, que la amase Flora
y que no la quisiese, y mi cuidado
obediente, y confuso, y mancillado,
sin desearla, su belleza adora.
Lo que el humano afecto siente, y llora,
goza el entendimiento amartelado
del espíritu eterno, encarcelado
en el claustro mortal que le atesora.
Amar es conocer virtud ardiente;
querer es voluntad interesada,
grosera, y descortés caducamente.
El cuerpo es tierra, y lo será, y fue nada;
de Dios procede a eternidad la mente,
eterno amante soy de eterna arriada.
De poemas amorosos
EN VANO BUSCA LA TRANQUILIDAD EN EL AMOR
A fugitivas sombras doy abrazos,
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día,
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana,
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos,
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
De poemas amorosos
CONTRA DON LUIS DE GÓNGORA
Este cíclope, no siciliano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisferio
zona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;
el minoculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;
éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
De Poemas satíricos y burlescos
A DON FRANCISCO DE QUEVEDO, poema de Luis de Góngora
Cierto poeta, en forma peregrina
cuanto devota, se metió a romero,
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llagada disciplina.
Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero,
su báculo timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina
a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera justamente vano,
que en oro engasta, santa insignia,
aloque, a San Trago camina, donde llega:
que tanto anda el cojo como el sano.
De Poemas satíricos y burlescos
A UNA NARIZ
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado.
Era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce Tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
De Poemas satíricos y burlescos
GÓNGORA LE CONTESTA CON OTRO POEMA QUE HACE REFERENCIA A LA DEFORMIDAD DE SUS PIES
Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.
De Poemas satíricos y burlescos
ROMANCE SATÍRICO
Pues me hacéis casamentero,
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo
las grandezas y el valor.
Él es un Médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio y el bolsón.
Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce, y mintió,
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
«Dios perdone al que murió».
Y con ser todos mortales
los Médicos, pienso yo
que son todos veniales,
comparados al Dotor.
Al caminante, en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a la peste
de si le conoce, o no.
De Médicos semejantes
hace el Rey nuestro Señor
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.
Si a alguno cura, y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.
Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta
escribe: «Ante mí pasó».
No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran
los mata sin confesión.
De envidia de los verdugos
maldice al Corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.
Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.
No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.
Por matar mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciégalo vive
a la sombra de un rincón.
Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó,
que está matada de suerte
que le viene a ser peor.
Él, que se ve tan famoso
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.
No pide le deis más dote
de ver que matáis de amor,
que en matando de algún modo
para en uno sois los dos.
Casaos con él, y jamás
viuda tendréis pasión,
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.
Si lo hacéis, a Dios le ruego
que os gocéis con bendición;
pero si no, que nos libre
de conocer al Dotor.
De Poemas satíricos y burlescos
PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al rico y al pordiosero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
¿A quién no le maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo más ruin de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
Al cobarde y al guerrero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Es tanta su majestad,
Aunque son sus duelos hartos,
Que aun con estar hecho cuartos
No pierde su calidad.
Pero pues da autoridad
Al gañán y al jornalero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
De Poemas satíricos y burlescos
POEMA AL PEDO
Alguien me pregunto un día
¿Qué es un pedo?
y yo le conteste muy quedo:
el pedo es un pedo,
con cuerpo de aire y corazón de viento
el pedo es como un alma en pena
que a veces sopla, que a veces truena
es como el agua que se desliza
con mucha fuerza, con mucha prisa.
El pedo es como la nube que va volando
y por donde pasa va fumigando,
el pedo es vida, el pedo es muerte
y tiene algo que nos divierte;
el pedo gime, el pedo llora
el pedo es aire, el pedo es ruido
y a veces sale por un descuido
el pedo es fuerte, es imponente
pues se los tira toda la gente.
En este mundo un pedo es vida
porque hasta el Papa bien se lo tira
hay pedos cultos e ignorantes
los hay adultos, también infantes,
hay pedos gordos, hay pedos flacos,
según el diámetro de los tacos
hay pedos tristes, los hay risueños
según el gusto que tiene el dueño
Si un día algún pedo toca tu puerta
no se la cierres, déjala abierta
deja que sople, deja que gire
a ver si hay alguien que lo respire.
También los pedos son educados
pues se los tiran los licenciados,
el pedo tiene algo monstruoso
pues si lo aguantas te lleva al pozo
este poema se ha terminado
con tanto pedo que me he tirado.
De Poemas satíricos y burlescos
EPÍSTOLA SATÍRICA Y CENSORIA CONTRA LAS COSTUMBRES PRESENTES DE LOS CASTELLANOS, ESCRITA A DON GASPAR DE GUZMÁN, CONDE DE OLIVARES, EN SU VALIMIENTO
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.
¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?
Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.
En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.
Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.
Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa,
ni de los dos alguno fue primero.
Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.
La justicia de Dios es verdadera,
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.
Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas:
inundación será la de mi canto.
Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.
Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada.
Y aquella libertad esclarecida,
que en donde supo hallar honrada muerte,
nunca quiso tener más larga vida.
Y pródiga de l’alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años,
envejecer en brazos de la suerte.
Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.
Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un’hora
lograba sin afán su valentía.
La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo;
edad, si mal hablada, vencedora.
El temor de la mano daba escudo
al corazón, que, en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.
Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado.
Y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.
Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja, primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.
Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.
Todas matronas, y ninguna dama:
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.
Derramado y sonoro el Oceano
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.
Ni los trujo costumbres peregrinas
el áspero dinero, ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.
Joya fue la virtud pura y ardiente;
gala el merecimiento y alabanza;
sólo se cudiciaba lo decente.
No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros
hizo el campo heredad, sino matanza.
Y España, con legítimos dineros,
no mendigando el crédito a Liguria,
más quiso los turbantes que los ceros.
Menos fuera la pérdida y la injuria,
si se volvieran Muzas los asientos;
que esta usura es peor que aquella furia.
Caducaban las aves en los vientos,
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos.
Que el vientre entonces bien diciplinado
buscó satisfación, y no hartura,
y estaba la garganta sin pecado.
Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.
No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.
Carnero y vaca fue principio y cabo,
Y con rojos pimientos, y ajos duros,
tan bien como el señor, comió el esclavo.
Bebió la sed los arroyuelos puros;
de pués mostraron del carchesio a Baco
el camino los brindis mal seguros.
El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
y honra y provecho andaban en un saco.
Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacchanales,
y al holandés, hereje y alevoso.
Pudo acusar los celos desiguales
a la Italia; pero hoy, de muchos modos,
somos copias, si son originales.
Las descendencias gastan muchos godos,
todos blasonan, nadie los imita:
y no son sucesores, sino apodos.
Vino el betún precioso que vomita
la ballena, o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita.
Y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas, pero mal regidas,
y alhajas las que fueron pieles solas.
Estaban las hazañas mal vestidas,
y aún no se hartaba de buriel y lana
la vanidad de fembras presumidas.
A la seda pomposa siciliana,
que manchó ardiente múrice, el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.
Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja,
intercediendo el Can por el verano.
Hoy desprecia el honor al que trabaja,
y entonces fue el trabajo ejecutoria,
y el vicio graduó la gente baja.
Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido,
y de Ceres ofende la memoria.
Un animal a la labor nacido,
y símbolo celoso a los mortales,
que a Jove fue disfraz, y fue vestido;
que un tiempo endureció manos reales,
y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz en campos celestiales,
¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?
¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta,
y gastar un caballo en una caña!
Que la niñez al gallo le acometa
con semejante munición apruebo;
mas no la edad madura y la perfeta.
Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones; no en la frente
del útil bruto l’asta del acebo.
El trompeta le llame diligente,
dando fuerza de ley el viento vano,
y al son esté el ejército obediente.
¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica, y el mosquete carga el hombro,
del que se atreve a ser buen castellano!
Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota dar, que dar asombro.
Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos,
y hagan paces las capas con el toro.
Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que sólo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.
Vos, que hacéis repetir siglo pasado,
con desembarazarnos las personas
y sacar a los miembros de cuidado;
vos distes libertad con las valonas,
para que sean corteses las cabezas,
desnudando el enfado a las coronas.
Y pues vos enmendastes las cortezas,
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados fortalezas.
Que la cortés estrella, que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
milagro que a la invidia desatina,
tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.
Y si os dio el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorïoso,
mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre, a su pesar, campos serenos.
Lograd, señor, edad tan venturosa;
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,
la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.
Suceda a la marlota la coraza,
y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.
El que en treinta lacayos los divide,
hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.
Mandadlo así, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo;
pues valdrá por ejércitos el miedo,
y os verá el cielo administrar su rayo.
CONTRA LOS HIPÓCRITAS Y FINGIDA VIRTUD DE MONJAS Y BEATAS, EN ALEGORÍA DEL COHETE
No digas, cuando vieres alto el vuelo
del cohete, en la pólvora animado,
que va derecho al cielo encaminado,
pues no siempre quien sube llega al cielo.
Festivo rayo que nació del suelo,
en popular aplauso confiado,
disimula el azufre aprisionado;
traza es la cuerda, y es rebozo el velo.
Si le vieres en alto radïante,
que con el firmamento y sus centellas
equivoca su sitio y su semblante,
¡oh, no le cuentes tú por una dellas!
Mira que hay fuego artificial farsante,
que es humo y representa las estrellas.
De Poesía filosófica y moral
CONOCE LA DILIGENCIA CON QUE SE ACERCA LA MUERTE
Ya formidable y espantoso suena,
dentro del corazón, el postrer día;
y la última hora, negra y fría,
se acerca, de temor y sombras llena.
Si agradable descanso, paz serena
la muerte, en traje de dolor, envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
¿Qué pretende el temor desacordado
de la que a rescatar piadosa, viene
espíritu en miserias anudado?
Llegue rogada, pues mi bien previene;
hálleme agradecido, no asustado;
mi vida acabe, y mi vivir ordene.
De Poesía filosófica y moral
Miré los muros de la patria mía
Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Salime al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.
Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.
De Poesía filosófica y moral