BIOGRAFÍA DE LEÓN FELIPE
Felipe Camino Galicia de la Rosa, poeta español, conocido como León Felipe nace en Tábara, (Zamora) en 1884. El nombre de León Felipe lo utilizó por primera vez en 1919 cuando, en Almonacid de Zorita, concluyó la versión definitiva de su libro Versos y oraciones de caminante.
Aunque su estilo es personalísimo y difícil de encasillar —y por edad pertenece a un entorno cronológico anterior—, a veces se le adscribe a la nómina de los poetas de la Generación del 27.
Hijo de un notario, pasó su infancia en Sequeros (Salamanca) y en 1893 se trasladó con su familia a Santander.
Con una incipiente vocación teatral y unas enormes ganas de conocer a sus ídolos literarios, decide irse a Madrid, pero su padre solo le sufragará los gastos a cambio de que continúe formándose. Estudia Farmacia, pero más que profundizar en los secretos de la botica, descubre las riquezas artísticas que conserva el Museo del Prado y el bullicio de los patios de los teatros, en los que se representa a Shakespeare (que tendrá un evidente influjo en su poesía). El Quijote, otra de sus grandes influencias, le abrirá un inmenso mundo literario.
Tras licenciarse y de vuelta a Santander abre dos farmacias, y al poco tiempo, la rebotica del establecimiento que él mismo regenta en la calle San Francisco de la capital cántabra se convierte pronto en un improvisado espacio de encuentro literario, mucho más atractivo para él que las fórmulas y frascos que se amontonan en las estanterías. Trabaja dos años como actor para una compañía de teatro itinerante.
En 1917 regenta una farmacia de Valsameda, donde conoce a Irene Lambarri, peruana de origen Valsamedano, con quien se casa.
En 1919 se instala en Almonacid de Zorita para regentar una farmacia y allí se encierra y escribe Versos y oraciones del caminante. Son poemas en los que queda patente una búsqueda de sí mismo y de la creación literaria, el tránsito de Felipe Camino a León Felipe a través de una poesía pura, a contracorriente de lo que se estilaba en estos años, los de la pugna entre poesía social y de vanguardia.
En 1920 publica en Madrid, Versos y oraciones de caminante. Durante su estancia en la capital, se incorpora a las tertulias de los cafés de la Puerta del Sol y en algunos círculos literarios del momento. Conseguirá que su voz se escuche en el Ateneo madrileño ese mismo año, donde sus poemas son acogidos favorablemente.
Durante dos años administró los hospitales de Guinea, y en 1922 viajó a México, donde desempeñó labores de bibliotecario en Veracruz. De allí viaja a Estados Unidos donde ejerce de profesor de literatura en diversas universidades americanas.
En 1923 reanuda su obra estimulado por el conocimiento de Walt Whitman, de quien traducirá su Canto a mí mismo.
En el segundo volumen de Versos y oraciones del caminante (1930) vuelven los temas intimistas centrados en la experiencia cotidiana, pero el tono elevado y profético revela la influencia del poeta américano.
Tras un viaje a España (donde ejerce como traductor y aparece en la segunda edición de la Antología de Gerardo Diego), que coincide con la proclamación de la República, a la que asiste esperanzado, regresa a México y escribe Drop a star, de técnica vanguardista, en el que las influencias de Whitman, Antonio Machado, Miguel de Unamuno y T. S. Eliot se fundieron con un modelo expresivo inspirado en la Biblia, que fue característico de su producción.
Tras un breve paso por Panamá, retorna a una España en plena Guerra Civil para apoyar la causa republicana. Aquí escribe La insignia (1937), donde afirma que en un poema no hay bandos. En 1938 publica El payaso de las bofetadas, libro en el que muestra su dolor por la injusticia.
Ese mismo año se exilia definitivamente a México, convirtiéndose en agregado cultural de la embajada de la República en el exilio. Por entonces escribe Español del éxodo (1939), aquí retrata un mundo que se desvanece.
En 1942 funda Cuadernos Americanos, que tendrá una gran resonancia. Un año después aparece Ganarás la luz (1943). En 1946 inicia una gran gira de gran éxito por numerosos países hispanoamericanos que le llevará a la publicación de su Antología Rota.
León Felipe es un poeta reiterativo e insistente, que gusta de un cierto descuido verbal, que todo lo fía a la pasión y a la potencia de la voz. No quiere ser un poeta, si por poeta entendemos un artífice del verso que se sienta en su escritorio y escribe y reescribe cada palabra, corrige y tacha, busca dar forma exacta a sus intuiciones. No es un orfebre. León Felipe se ve a sí mismo como un profeta que grita su verdad por los caminos y clama en las plazas ante la indiferencia de todos, como un don Quijote apaleado, una música de violín quebrado, como El payaso de las bofetadas, Un español del éxodo y del llanto.
Pero en esta época convulsa perdió el gusto por la poesía pura de sus inicios: “Creo que soy el más torpe y el más ciego de todos los poetas españoles, pero creo que me salva el poder responder de todos mis versos con mi sangre”.
Con Ganarás la luz (1943) el poeta político deja paso al poeta existencial, lleno de fuerza y emoción.
Inicia la década de los 50 con su introspectivo Llamadme republicano. Su interés por el cine le lleva a escribir dos obras de teatro: La manzana, y El juglarón (una particular adaptación de cuentos populares). Pero su gran obra de este periodo es El ciervo (1958), en la que expresa su lucha por alcanzar la verdad. Tras la muerte de su mujer en 1957 León Felipe, que tiene ya más de setenta años, parece dar por concluida su obra y abandona la poesía.
Aunque su legado todavía tendrá un sorprendente epílogo, ya cumplidos los 80, con ¡Oh, este viejo y roto violín!, de 1965, expresión de su profunda angustia, de su rechazo a la crueldad de la vida, y Rocinante (1969), aparecido un año después de su muerte. Son dos volúmenes excesivos y desiguales, como todos los suyos, llenos de ingenuidad y verdad: “Hace mucho frío aquí en la tierra./ Estaba durmiendo bajo un puente./Es invierno./Un invierno muy duro…/Entonces fue cuando me dije:/¿Por qué no te vas al cielo,/a hablar con tus amigos los ángeles?/Y me metí por la gatera que conocéis/ de la puerta trasera del cielo”.
El horror de la guerra civil le sirvió, como a tantos otros poetas coetáneos, para forjar una poesía que actuase como un instrumento de esa verdad que debe escribirse con mayúsculas, y que los artistas parecen conocer mejor que nadie por el tiempo que invierten en indagar qué nos define como humanos. Supo extraer de nuestra desgracia nacional, un aprendizaje universal que convierte su poesía en un hecho que trasciende fronteras. Fue un poeta rebelde a la manera de unos tiempos agrestes, tan duros como pueden imaginarse en el contexto de una guerra civil.
A León Felipe no le interesó más patria que la que conocía en cada momento de su vida trashumante, y sin ser devoto de patrias chicas o grandes, dedicó poemas de valor y sentido a la nostalgia de España y el sueño de encontrar algún día un país libre de todo yugo.
Es una de las voces más representativas de la poesía española en el exilio y uno de los poetas más queridos de México.
No encajó en ninguno de los grupos precisamente por su carácter inquieto y ese movimiento continuo que fue su vida, pero esa circunstancia de inadaptado le proporciona una singularidad que sedujo a Pedro Salinas y Dámaso Alonso.
Los poetas norteamericanos, a quienes tradujo de manera constante y libérrima, marcaron grandemente su producción. La crítica coincide normalmente en señalar a Walt Whitman como uno de los maestros de León Felipe, aunque la huella de Antonio Machado, García Lorca y otros coetáneos sea igualmente evidente. Coincidió con García Lorca en su célebre viaje a Estados Unidos, en 1929, cuando se origina ese libro máximo del granadino que es Poeta en Nueva York.
Estuvo en contacto con grandes figuras como Buñuel y Max Aub, y es importante la trascendencia de León Felipe en palabras de Vicente Aleixandre o Gabriel Celaya.
En sus libros se encuentra una constante indagación sobre la religiosidad popular, la creencia personal y el papel de la Iglesia católica en la sociedad. Estos versos mantienen vigencia e interés, aunque en su momento plantearan dudas a creyentes y escépticos, pues con frecuencia se colocaba entre unos y otros.
León Felipe encarnó la figura del poeta vidente, entre prometeico y quijotesco, que enuncia su discurso de una manera casi mística: la palabra actúa como una fuerza que redime a los humildes de los sufrimientos e injusticias, aunque a veces sea tan sólo un grito desesperado. Sus composiciones, de gran fuerza lírica y hondo contenido social, rememoran el drama de la guerra, la derrota y el destierro, al tiempo que reflejan la condición humana con apasionado idealismo.
Los versos destacan por la sobriedad del léxico, y por un ritmo amplio y reiterativo que le comunica una sonoridad semejante a la de los versículos bíblicos, aunque en ocasiones incurran en lo prosaico.
León Felipe fue un poeta que se desgañitó en sus versos para proclamar los peligros que acechaban, y la paga que recibió fue un prolongado exilio. Del tiempo en América aprovechó todo, pues de su biografía resulta fácil entender que sabía encontrarse en casa en cualquier parte.
Murió en la ciudad de México el 18 de septiembre de 1968. En sus plazas hay varias estatuas dedicadas a su memoria, pero quizá la más emblemática sea la que se encuentra en el bosque de Chapultepec, frente a la Casa del Lago. Allí una estatua sedente de un León Felipe anciano es testigo de la vida de la ciudad. Junto a la estatua, un olivo zamorano que plantaron en su memoria los amigos del poeta en 1972.
OBRA PUBLICADA DE LEÓN FELIPE
Poesía
- Versos y oraciones de caminante (1920 y 1929)
- Drop a star (1933)
- La insignia (1937)
- El payaso de las bofetadas y el pescador de caña (1938)
- Español del Éxodo y del llanto (1939)
- El gran responsable (1940)
- Ganarás la luz (1943)
- Llamadme republicano (1950)
- El ciervo (1958)
- Cuatro poemas con epígrafe y colofón (1958)
- ¡Oh, este viejo y roto violín! (1966)
- Rocinante (1968)
Poesías sueltas
- Textos poemáticos
- Traducciones y paráfrasis
- Primeras poesías
- Poesías suprimidas
- Fragmentos y versiones incompletas
Traducciones en verso
- Los hombres huecos. Traducción de The hollow men, de T. S. Eliot (1940).
- Canto a mí mismo. Traducción de Song of myself, de Walt Whitman (1941).
Teatro
Obras originales:
- La Manzana (1951).
- El Juglarón (1961).
Adaptaciones de obras de Shakespeare:
- Macbeth o el asesino del sueño (1954).
- Otelo o El pañuelo encantado
- No es cordero… que es cordera (basada en Twelfth Night). En la obra, León Felipe, toma una anécdota vieja que ya había circulado por el mundo medieval y basa su comedia de enredo en la estructura que Shakespeare había dado en la obra citada. Sin embargo, da un tratamiento poético, de modo que esto que quiso ser una paráfrasis se convierte en otra obra.
POEMAS DE LEÓN FELIPE
VERSOS Y ORACIONES DE CAMINANTE, POEMA DE LEÓN FELIPE
II
DESHACED ese verso.
Quitadle los caireles de la rima,
el metro, la cadencia
y hasta la idea misma.
Aventad las palabras,
y si después queda algo todavía,
eso
será la poesía.
III
POESÍA,
tristeza honda y ambición del alma,
cuándo te darás a todos… a todos,
al príncipe y al paria,
a todos…
sin ritmo y sin palabras.
IV
SISTEMA, poeta, sistema.
Empieza por contar las piedras,
luego contarás las estrellas.
V
POETA
ni de tu corazón,
ni de tu pensamiento,
ni del horno divino de Vulcano
han salido tus alas.
Entre todos los hombres las labraron
y entre todos los hombres en los huesos
de tus costillas las hincaron.
La mano más humilde
te ha clavado
un ensueño…
una pluma de amor en el costado.
VI
No andes errante…
y busca tu camino.
-Dejadme-.
Ya vendrá un viento fuerte
que me lleve a mi sitio.
De Versos y oraciones de caminante
AUTORRETRATO, POEMA DE LEÓN FELIPE
¡QUÉ LÁSTIMA!
¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde ésta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después… ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!,
una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra mano en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque… ¿qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!
Sin embargo…
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca…
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha,
y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente al través de la ventana.
Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y la digo que es una niña muy guapa…
Ella, entonces, me llama ¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Y no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca…
En un caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana…
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por este cristal de mi ventana…
¡Y la muerte también pasa!
¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa…
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
Versos y oraciones de caminante
TAL VEZ ME LLAME JONÁS, POEMA DE LEÓN FELIPE
Yo no soy nadie:
un hombre con un grito de estopa en la garganta
y una gota de asfalto en la retina.
Yo no soy nadie. ¡Dejadme dormir!
Pero a veces oigo un viento de tormenta que me grita:
“Levántate, ve a Nínive, ciudad grande, y pregona contra ella.”
No hago caso, huyo por el mar y me tumbo en el rincón más
oscuro de la nave,
hasta que el Viento terco que me sigue, vuelve a gritarme
otra vez:
“¿Qué haces ahí, dormilón? Levántate.”
-Yo no soy nadie:
un ciego que no sabe cantar. ¡Dejadme dormir!
Y alguien, ese Viento que busca un embudo de trasvase, dice
junto a mí, dándome con el pie:
“Aquí está; haré bocina con este hueco y viejo cono de metal;
meteré por él mi palabra y llenaré de vino nuevo la vieja cuba
del mundo. ¡Levántate!”
-Yo no soy nadie. ¡Dejadme dormir!
Pero un día me arrojaron al abismo,
las aguas amargas me rodearon hasta el alma,
la ova se enredó a mi cabeza,
llegué hasta las raíces de los montes,
la tierra echó sobre mí sus cerraduras para siempre…
(¿Para siempre?)
Quiero decir que he estado en el infierno…
De allí traigo ahora mi palabra.
Y no canto la destrucción:
apoyo mi lira sobre la cresta más alta de este símbolo…
Yo soy Jonás.
De El viento y yo
¿POR QUÉ HABLA TAN ALTO EL ESPAÑOL?, POEMA DE LEÓN FELIPE
Sobre este punto creo que puedo decir también unas palabras.
Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza.
Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica.
Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre, para siempre porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe.
La primera fue cuando descubrimos este continente, y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra!
Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones al que cinco siglos más tarde, en el gran naufragio de Europa, tenía que agarrarse la esperanza del hombre.
¡Había motivos para hablar alto! ¡Había motivos para gritar!
La segunda fue cuando salió por el mundo, grotescamente vestido con una lanza rota y una visera de papel aquel estrafalario fantasma de la Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra de luz olvidada por los hombres: ¡justicia! ¡justicia! ¡justicia!…
¡También había motivos para gritar! ¡También había motivos para hablar alto! El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro.
Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, en el año de 1936, para prevenir a la majada, para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡eh! ¡que viene el lobo! ¡que viene el lobo!… ¡que viene el lobo!
¡El que dijo tierra y el que dijo justicia es el mismo español que gritaba hace 6 años nada más, desde la colina de Madrid, a los pastores: ¡eh! ¡que viene el lobo!
¡Nadie le oyó! Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento, y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿Pero por qué habla tan alto el español? Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: el español habla desde el nivel exacto del hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo.
De Ganarás la luz
EL SALMO, POEMA DE LEÓN FELIPE
Hay otra razón de más peso todavía. Sucede, sucede que esas madres españolas, allá en Castilla sobre todo, donde yo abrí por primera vez los ojos a la luz, tienen la costumbre de arrullar a sus hijos con unas canciones de cuna cuyo tono está tomado de las modulaciones más altas de los salmos. Son monstruosos lullabies, más para despertar que para dormir. Las mujeres españolas arrullan y rezan al mismo tiempo, y el ritmo de cuna se les va continuamente al quejido y a la plegaria alta sin sentirlo. ¡También gritan! Digo esto para señalar tan sólo que el español tiene el tono del salmo tan en su sueño y en su sangre, y le es tan familiar como el tono del tango a un poeta argentino, por ejemplo.
Tan familiar le es que puede romper el versículo en veinte pedazos y quedar firme al grito y el lamento. Cuando quiebra la larga marcha horizontal y paralelística de los versos hebraicos, no es más que para ponerlos de pie y en puntillas, en una disposición vertical; y lo hace así porque a él se le antoja que de este modo siguen mejor la línea de la flecha y de la plegaria. Es un procedimiento genuinamente español. No es de ningún poeta singular. La poesía española ha rehusado siempre la larga caminata de los versos épicos y de los versículos bíblicos. Cuando la primitiva epopeya francesa entra en España con sus renglones interminables de dieciséis sílabas, el pueblo acaba por quebrarlos para formar el romance. Hemos preferido siempre la estrofa alta con dimensiones de lanzón de pararrayos. Fray Luis y San Juan vienen siempre de espigar en la Biblia, pero sus canciones tienen una estructura vertical de versos cortos. Nos gusta afilar los versos, encimarlos hasta formar torres finas, enhiestas y puntiagudas. Hay en esto un proceso semejante al tránsito del románico al gótico. Las altivas catedrales góticas son las recias y largas fortalezas eclesiásticas románicas puestas de pie, afiladas, buidas, disparadas. Aquí la oración se encuentra bien, mejor que antes. Y si esto es así ¿quién le pone reparos a la torre?
Digo esto también para afirmar que el salmo español partido y verticalizado no es “gritito engreído de cante jondo”, como han dicho algunos atrevidos, pero el cante jondo, por lo demás, tiene un origen ilustre. Cuando no le retuerce en arabescos sensuales y espurios el barroquismo torpe y grotesco de la flamenquería confitera que anda mendigando por los colmados andaluces y por las cantinas de Hispanoamérica, suena a salmo todavía. No es una canción de puerto cualquiera, que se pasan de boca en boca el marino, la prostituta, el mercader y los poetillas de arrabal. El cante jondo y todas las canciones folklóricas españolas salieron del templo, y desde la saeta hasta la jota tienen un arranque decidido de plegaria. El único aliento religioso que se conserva hoy vivo en España es el que se ha salvado en la copla popular. Mientras los púlpitos lo han ido secando todo en la lobreguez de las iglesias, lo que salió fuera, lo que se llevaron el campesino y la gente humilde y sencilla, de los ritos eclesiásticos, prendido a las capas y a los zagalejos como el aroma del incienso, floreció en el campo, se renovó con cada primavera y hoy, cuando la iglesia está muerta, la oración palpita sólo en la canción de la faena y del descanso. La Poesía es lo que se salva siempre de todas las liturgias. (El salmo transformado y hecho copla en España, es la sola reliquia poética y viviente del rito judaico y católico.) Por eso la España que se llevó la canción, cree que la religión de mañana será la Poesía viva y libre, y con una dimensión nueva.
De Ganarás la luz
TAMPOCO SOY EL GRAN LOCO, POEMA DE LEÓN FELIPE
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel
manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y… ni en España hay locos. Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo.
Escuchadme, loqueros:
El sapo iscariote y ladrón en la silla del juez repartiendo
castigos y premios,
en nombre de Cristo, con la efigie de Cristo prendida
del pecho,
y el hombre aquí, de pie, firme, erguido, sereno,
con el pulso normal, con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas y en su lugar los huesos…
El sapo iscariote y ladrón repartiendo castigos y premios,
y yo, callado aquí, callado, impasible, cuerdo…
¡cuerdo! sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (yo pregunto, loqueros).
¿Cuándo enloquece el hombre? ¿Cuándo, cuándo es
cuando se enuncian los conceptos
absurdos y blasfemos
y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y
obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice por ejemplo:
No es verdad, Dios no ha puesto
al hombre aquí en la Tierra, bajo la luz y la ley del
universo,
el hombre es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y
del camello?
¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos,
inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma
y los resortes del cuerpo
y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro
gesto?
Si no es ahora, ahora, ahora que la Justicia vale menos,
infinitamente menos
que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia tiene menos,
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora… ¿cuándo, cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo
del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel
manchego,
aquel estrafalario fantasma del desierto
y… ¡ni en España hay locos! Todo el mundo está cuerdo,
terrible, monstruosamente cuerdo!…
¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro!
Este reloj, este cerebro -tic, tac… tic, tac, tic, tac…- es un
reloj perfecto… perfecto… ¡perfecto!
De Ganarás la luz
SOY UN VAGABUNDO, POEMA DE LEÓN FELIPE
Yo no soy más que un hombre sin oficio y sin gremio,
No soy un constructor de cepos. ¿Soy yo un constructor
de cepos?
¿He dicho alguna vez: Clavad esas ventanas, poned
vidrios y pinchos en las cercas?
Yo he dicho solamente: No tengo podadera, ni tampoco
un reloj de precisión que marque exactamente los
rítmicos latidos del poema.
Pero sé la hora que es.
No es la hora de la flauta.
¿Piensa alguno que porque la trilita dispersó los orfeones
tendremos que llamar de nuevo a los flautistas?
No.
No es ésta ya la hora de la flauta.
Es la hora de andar, de salir de la cueva y andar…
de andar… de andar… de andar.
Yo soy un vagabundo,
yo no soy más que un vagabundo sin ciudad, sin decálogo
y sin tribu.
Y mi éxodo es ya viejo.
En mis ropas duerme el polvo de todos los caminos
y el sudor de muchas agonías.
Hay saín en la cinta de mi sombrero,
mi bastón se ha doblado
y en la suela de mis zapatos llevo sangre, llanto y tierra
de muchos cementerios.
Lo que sé me lo han enseñado
el Viento,
los gritos
y la sombra… ¡la sombra!
De Ganarás la luz
QUE VENGA EL POETA, POEMA DE LEÓN FELIPE
Que venga el poeta.
Y me trajisteis aquí para contar las estrellas,
para bañarme en el río y para hacer dibujos en la arena.
Éste era el contrato.
Y ahora me habéis puesto a construir cepos y candados,
a cargar un fusil y a escribir en la oficina de un juzgado.
Me trajisteis aquí para cantar en unas bodas
y me habéis puesto a llorar junto a una fosa.
De Ganarás la luz
¿Y A QUÉ HE VENIDO?, POEMA DE LEÓN FELIPE
¡Ah, sí!
he venido a ver el pájaro en la jaula
y al juez metiendo prisa con su vara,
a los que construyen rejas,
a los que construyen cerrojos,
a los que construyen alambradas
y a los que pegan vidrios verdes en lo alto de las gruesas
tapias.
Pero he venido también a ver a los que tejen cables y
maromas largas,
a los que rompen los rosarios y los empalman después
unos con otros para que no se muerda la cola la
plegaria…
y a los que construyen canales
y a los que tiran en las sombras sondas como las arañas,
sondas profundas y delgadas
hechas con una secreción carnal metafísica y amarga,
a la que para entenderse de algún modo
los hombres, por ahora, llaman lágrimas.
De Ganarás la luz
ME VOY PORQUE LA TIERRA Y EL PAN Y LA LUZ YA NO SON MÍOS, POEMA DE LEÓN FELIPE
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré. Y cuando vuelva, vosotros os estaréis yendo:
Vosotros, los alcabaleros de la muerte, los centuriones en acecho
bajo la gran ojiva de la puerta, los constructores de ataúdes
que al medir el cuerpo
amarillo de los que se van, con la cinta de metro y medio
de los alfayates, decís siempre: ¡cómo crecen los muertos!
¡Oh, sí! Los muertos crecen. El último traje que se hicieron,
al amortajarlos ya les viene pequeño.
Crecen. Y apenas los entierran, rompen los tablones de pino
y los catafalcos de acero;
crecen después en la tumba, fuera de la caja, abren la tierra
como las semillas del centeno
y ya, bajo el sol y la lluvia, en el aire, sueltos,
y sin raíces, siguen y siguen creciendo.
Yo me voy a crecer con los muertos.
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré ¡y volveré crecido! Entonces vosotros que os estaréis yendo
no me conoceréis. Mas cuando nos crucemos
en el puente, yo os diré con la mano:
¡Adiós, alcabaleros,
centuriones,
sepultureros!…
A crecer, a crecer,
a la tierra otra vez…
al agua,
al sol,
al Viento… Al Viento…
¡Otra vez al Viento!
De Ganarás la luz
QUISIERA DECIR CÓMO ME LLAMO, POEMA DE LEÓN FELIPE
Ando buscando hace ya tiempo una autobiografía poemática que sea a la vez corta, exacta y confesional. Corta. Como una cédula, como una ficha, más corta aún, como una tarjeta de visita; como una inscripción en una piedra dura, como una llamada, como un nombre en las sombras. Busco un nombre solamente. Mi verdadero nombre (no mi nombre de pila ni mi nombre de casta), mi nombre legítimo, nacido del vaho de mi sangre, de mis humores y del viejo barro de mis huesos que es el mismo barro primero de la Creación, de donde salen las uñas y las alas; mi nombre escrito con las huellas de mis pies sobre la arena blanda, hasta meterse otra vez en el mar, dejando un eco inextinguible en el viento, delante de mí, y la vieja voz que me persigue, a las espaldas. Mi nombre auténtico que le ahorre tiempo al psicoanálisis, al confesor, al cronista y al portero del cielo o del infierno. Un rápido expediente para poder decir en seguida ante cualquier sospecha: éste soy yo. Un nombre nada más, para tirarlo sobre la mesa del Gran Juez, en el último registro del mundo. Mi timbre humano, auténtico y transferible, legítimo y comunal: mi nombre de hoy, de ayer y de mañana, tatuado sobre mi cuerpo palpitante. Mi nombre humano, tan actual, tan viejo y tan duradero como el quejido y el llanto, para llevarlo colgado orgullosamente del cuello y hacerlo sonar como una esquila en el gran rebaño del mundo y el día del Juicio Final. Un nombre por el que tengo que recibir y por el que tengo que pagar; por el que tengo que responder y por el que tengo que exigir. Nada de “Memorias”. Yo no tengo memoria. Las “memorias” cuentan lo que no cuenta. Mi gran experiencia, mi gran secreto, mi gran pecado, lo que dejo detrás, lo que me espera delante y el color de mi conciencia, creo que caben en las letras escuetas de este nombre. Hay un gesto en mi cuerpo y un tono en mi voz que lo dirán todo rápidamente como un relámpago en este nombre que busco: de dónde vengo y a dónde voy. Y hay alguien en el universo que espera que yo diga este nombre como una consigna para abrirme la puerta. Mi autobiografía tiene que ser esta consigna. Y a la que tú tienes que responder. Cuando lleguemos a la Gran Puerta, sin documentos ya, y con todos los caminos arrollados bajo el brazo como planos inservibles, diremos todos la misma palabra: Hombre. Pero hablará uno solo: el Poeta. Para éste estamos trabajando todos y cada cual devana sus caminos…y busca su nombre. Quiero decir quién soy para que tú me respondas quién eres. Quiero decir lo que soy para afirmar lo que he sido y para prepararme a lo que he de venir a ser. Mi yo está formado de un barro antiguo, de un pulso urgente y de un resplandor lejano. Detrás de mí hay unas huellas sucias; delante, el guiño de un relámpago en la sombra y dentro de mi corazón, un deseo rabioso de saber cómo me llamo.
De Ganarás la luz
POÉTICA DE LA LLAMA, POEMA DE LEÓN FELIPE
Riman los sueños y los mitos con los pasos del hombre sobre la tierra. Y más allá y más arriba de la tierra. Nos lleva una música encendida que hay que aprender a escuchar para moverse sin miedo en las tinieblas y dar a la vida el ritmo luminoso del poema.
EL POETA PROMETEICO, POEMA DE LEÓN FELIPE
El poeta no es aquel que juega habilidosamente con las pequeñas metáforas verbales, sino aquel a quien su genio prometeico despierto lo lleva a originar las grandes metáforas: sociales, humanas, históricas, siderales.
Don Quijote es un poeta de esta clase. Es un poeta activo y de trasbordo. Y se diferencia de todos los demás poetas ordinarios del mundo en que quiere escribir sus poemas no con la punta de la pluma, sino con la punta de la lanza.
De Ganarás la luz
LOS DOS MUNDOS, POEMA DE LEÓN FELIPE
Hay dos mundos: el de las formas y el de las esencias,
el de las formas que se desgastan y el de las esencias
eternas,
el de las formas que se mueren y el de las esencias que
comienzan a organizarse de nuevo.
En el mundo de las formas desgastadas
están los símbolos obliterados,
los ritos sin sentido,
los uniformes inflados,
las medallas sin leyenda,
los hombres huecos,
los cuerpos de serrín,
el ritmo doméstico y sonámbulo,
la exégesis farisaica,
el verso vano,
y la oración muerta que van contado las avellanas
horadadas de los rosarios.
Dios, la fuerza original y creadora, se ha ido de este
mundo y todo se ha quedado sin sustancia.
En el mundo de las esencias que quieren organizarse
de nuevo
están las ráfagas primeras que mueven las entrañas de
la tierra,
los huracanes incontrolables que sacuden la sustancia
dormida,
la sustancia prístina de que está hecho el árbol y el
cuerpo del hombre.
Y están también los terremotos que rompen la tierra,
desgarran la carne,
y desbordan los ríos y las arterias de nuestra anatomía
para dar salida al espíritu encadenado
y mostrarle su camino hacia la renovación y hacia la luz.
De Ganarás la luz
¿UN LAGARTO O UNA IGUANA?, POEMA DE LEÓN FELIPE
Puedo explicar mi vida con mis versos. Puedo sacar mi biografía de mis poemas…
En mi casa duerme el hombre en la misma cama que el poeta y los dos comen con la misma cuchara. Y en este libro biográfico y poético, no sé dónde empieza el verso y dónde acaba la prosa. Soy un mestizo. Soy un gran lagarto. Soy el emperador de los lagartos. Y hasta que un día, un buen día, me meta por el ojo de Dios, por ese ojo sintético encerado en el triángulo, tendré que caminar con dos piernas y volar con dos alas.
…
Los puristas dicen que en Poesía nada debe explicarse, pero San Juan que era más puro que todos los modernos poetas farisaicos, hizo un libro de cuatrocientas páginas para explicar un poema de cuarenta liras.
…
Los lagartos representan en el poema los territorios casi ya incontrolables del subconsciente, pero por este casi el poema no es surrealista.
El lagarto no es propiamente el sueño
sino el crepúsculo del sueño,
el espacio entre la imagen y el espejo,
el columpio de la duda, un blando suelo donde comienza
a hundirse la vigilia y a desleírse el espacio y el tiempo.
Hay todavía un ritmo, un vaivén de émbolo,
un tanteo
de sonda, de cometa y de anzuelo,
un bajar y subir de nuevo,
un quererse perder y estar consciente a la vez en el misterio,
un meterse y asomarse por el agujero,
un querer entrar y salir por el infierno,
un esfuerzo por no romper el cable entre el hombre que
duerme y el despierto…
…
Vuelvo a repetir: “Todo lo que hay en el mundo es mío y valedero para entrar en un poema.”
De Ganarás la luz
SÉ TODOS LOS CUENTOS, POEMA DE LEÓN FELIPE
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan
con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo sé muy pocas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
De Llamadme republicano
BERTUCA, POEMA DE LEÓN FELIPE
En tu agonía, amor.
¡Cuánto le costó a la muerte apagarte los ojos!
Sopló una vez,
dos veces,
tres veces -¡bien lo vi!-
y tus ojos siguieron encendidos.
Alguien dijo: Ya no tiene ni sol ni sal en las venas
y los ojos no se le apagan.
Yo llegué a pensar que no se apagarían nunca,
que quedarían encendidos
para siempre
como las alas de una mariposa de oro
eternamente abiertas
sobre los despojos de la muerte.
Al fin todo se hundió…
y tu mirada se torció y se deshizo
en un cielo turbio y revuelto…
y ya no vi más que mis lágrimas.
De El ciervo
NO HAY BIOGRAFÍA, POEMA DE LEÓN FELIPE
¿Qué esperáis? ¿Falta algo?
¿Se me ha olvidado alguna cosa?
-La biografía.
¿La biografía de quién?
-La biografía de Whitman.
Walt no tiene biografía.
-¿El gran vitalista no tiene biografía?
No, no tiene biografía. Ni autobiografía tampoco.
Su verdad y su vida no están en su prosa, están en
su canción.
El Canto a mí mismo es su verdadera autobiografía
(y la tuya también, o no es absolutamente nada).
“Cuando leo la biografía de un personaje famoso me
pregunto sorprendido:
Pero ¿a esto llama el autor la vida de un hombre?
¿Y así escribirán la mía cuando yo me haya ido?
(¡Como si alguien supiese, en realidad, algo de mí!)
¡Yo mismo sé tan poco de mi vida!
Sólo algunos destellos…
fugas inesperadas
que yo me afano en perseguir…”
Estas fugas están en su canción, no en el recuento
cronológico de sus días y de sus pasos.
Los grandes poetas no tienen biografía,
tienen Destino.
Y el Destino no se narra…
se canta…
Escuchad.
De Traducciones y paráfrasis
PROGRAMA DE TELEVISIÓN SOBRE EL POETA LEÓN FELIPE Y LA POETA MARÍA CHÉVEZ.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)