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127. Poesía más Poesía: Evgueni Evtushenko

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EVGUENI EVTUSHENKO

Biografía

Evgueni o Yevgueni Aleksándrovich Gangnus nació el 18 de julio de 1932 en Siberia, en la estación ferrocarril Zima, una pequeña y lejana estación de Siberia, cerca del lago Baikal. La familia Evtushenko es de origen ucraniano.
Hijo de Aleksandr Rudólfovich Gangnus, geólogo de origen alemán del Báltico, también escribía poesía, y Zinaída Yermoláievna Yevtushenko, geóloga y cantante.

Al año siguiente de su nacimiento, en 1933, la familia se instala en Moscú, en la casa del abuelo paterno. Después del comienzo de la guerra contra la Alemania nazi, en 1941, Evgueni es evacuado con su abuela a Zima.

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Obtuvo el apellido con el que se haría famoso en 1944 cuando su madre, de regreso de la evacuación en Zima, le cambia el apellido por el suyo de soltera. Fue al hacer ese trámite que conscientemente lo registraron como nacido en 1933 con el fin de evitarse las complicaciones que hubiera significado obtener el salvoconducto necesario para todas las personas a partir de los 12 años de edad.

Su bisabuelo, campesino de la región de Zhitomir, fue deportado por haber “lanzado el gallo rojo” a su señor feudal. Según Evtuchenko en su libro Autobiografía precoz, en ruso popular lanzar el gallo rojo significa incendiar. Esa parece la clave de su irresistible impulso cada vez que se encontraba con un hombre con mentalidad de señor feudal: “siento el ardiente deseo del incendiario…”

“La Revolución era la religión de mi familia. Mi abuelo, Ermolai Evtushenko, simple soldado durante la Primera Guerra Mundial, semi-analfabeto, se convirtió en uno de los principales inspiradores y organizadores del movimiento revolucionario campesino en los Urales y en la Siberia oriental. Después de la victoria de los nuestros en la guerra civil, fue a la Academia Militar Roja en Moscú, de ahí salió General de brigada. Se le confió un puesto importante: comandante en jefe adjunto de la artillería de la República Rusa. En 1938 vi por última vez a mi abuelo. Lo detuvieron por alta traición”.

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Mi padre y mi madre eran seres opuestos, terminaron por divorciarse. Se conocieron cuando eran estudiantes. Los hijos de los obreros y de los campesinos eran admitidos con prioridad en las universidades. Era una reacción natural contra las injusticias de la época zarista, durante la cual la educación fue privilegio de los ricos. Nuevas injusticias, no obstante, fueron cometidas. Los hijos de intelectuales, como mi padre, tuvieron una vida dura. Mi padre fue acusado una vez, en el curso de una reunión de las juventudes comunistas, de tener tendencias burguesas por usar corbata.

Esto no le impidió unirse con una muchacha frágil, proletaria, que llevó a los extremos sus principios revolucionarios. Mi madre usaba siempre botas de militante y una camisa de hombre bordada, la “kosovorotka”. Originaria de Siberia, no tenía la preparación cultural de mi padre, pero sabía lo que es la tierra y lo que es el trabajo.

Mi padre me inculcó el amor a los libros desde mi primera infancia y mi madre me enseñó a amar la tierra y el trabajo. Creo que permaneceré siempre medio intelectual y medio campesino. Él tenía una notable memoria, sabía muchos poemas y podía leerlos tan bien como recitarlos. Le gustaban mucho Lermontov y Goethe, Edgar Poe y Kiplin. Gracias a él a la edad de seis años Evgueni ya sabía leer y escribir, a los ocho años ya leía de su biblioteca a Dumas y Flaubert, Schiller y Balzac, Dante y Maupassant, Tolstoi y Boccaccio, Shakespeare y Gaidar, London y Cervantes.

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“Vivía en un mundo de ilusiones, sin nada ni nadie a mi alrededor. No me di cuenta siquiera que mis padres se habían separado.”

“Mis padres me llevaban a las manifestaciones de obreros en la Plaza Roja, y le pedía a mi padre que me alzara sobre sus hombros para poder ver a Stalin… Alzado sobre las cabezas de la inmensa multitud, agitaba con fuerza una banderita roja y creía que Stalin me miraba y me respondía personalmente”.

En otoño de 1941 fue evacuado de Moscú a Siberia con otros niños de su edad. Viajó más de un mes en un convoy de sesenta vagones llenos de mujeres y niños. En dirección opuesta, hacia el frente, rodaban transportes llenos de armas y soldados. Ya no encontraba sus cascos y fusiles bellos. Ya no creía que estuvieran alegres de ir a batirse. Los sufrimientos habían dejado de ser para él exclusivamente de los personajes de los libros.

Comprendió, en el curso de la guerra, que la patria no es un término geográfico o literario, sino la imagen de hombres vivos. Trabajó en la cosecha y en un aserradero, recogió hierbas medicinales para los heridos. Comenzó también a escribir. Primero, prosa. En esa época era muy difícil conseguir papel. Un cuaderno escolar valía lo que un kilo de mantequilla, entonces robó de casa de su abuela dos volúmenes de obras de Marx y Engels y, en el curso de un año, llenó todos los espacios no impresos. Trató de escribir una novela. Al descubrirlo, mi abuela le perdonó y le dijo: “Ahora toda tu vida serás un marxista convencido.”

Vivía solo en Moscú, en un apartamento vacío. Su padre estaba lejos, se había vuelto a casar y tenía dos hijos. Su madre abandonó su ocupación de geóloga y se convirtió en cantante que hacía giras por el frente. Desde el inicio de la guerra hasta diciembre de 1943, actuó en los frentes, enfermó gravemente de tifus y pasó varios meses en un hospital de Chita. Tras recuperarse en 1944, se desempeñó como jefa de la Casa de Cultura de Zimin de los trabajadores ferroviarios, y a fines de julio de 1944 regresó a Moscú, con su hijo. En los años siguientes, trabajó en la All-Union Touring and Concert Association y en la Filarmónica de Moscú como directora de obras musicales para niños, hasta su jubilación en 1977.

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La madre estaba muy preocupada por su hijo. Su curiosidad por la vida le impulsaba hacia las aventuras más inverosímiles. Tenía un carácter difícil. En un momento dado, se hizo de amigos entre los ladrones profesionales. En otro, se lio con hombres del mercado negro de libros. Pero, siempre, la intervención providencial de su madre que le sacó a tiempo del mal paso.

En casa, en cuanto estaba solo, dejaba sus cuadernos escolares para escribir poemas, reflejos de otra vida en su imaginación. Dejaba de escribir solamente cuando su mano se entumecía. Su madre no quería a ningún precio que fuera poeta. Estaba convencida de que el poeta es un ser atormentado. Sin embargo, finalmente se alegraría más adelante con las visitas a su hijo de otros poetas como Vladimir Sokolov, Yevgeny Vinokurov, Grigory Pozhenyan, Bella Akhmadulina, Mikhail Roshchin, entre otros
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Poet Yevgeny Yevtushenko at his party.

“Amo a mi pueblo porque soy ruso y soy revolucionario. Lo amo porque no cayó en el cinismo, porque no ha perdido la fe en la limpieza inicial de la idea revolucionaria, a pesar de la suciedad que lo ofendió”.

En la escuela, adquirió fama de rebelde al punto que le enviaron a una escuela especial para alumnos difíciles en la que siendo acusado de robar el registro de calificaciones fue expulsado a los 15 años. Trató de ocultárselo a su madre, pero cuando ésta se enteró y le insistió para que pidiera perdón, el niño huyó de casa en el techo de un vagón hasta Kazajstán, en busca de su padre. Allí se convirtió en peón de la expedición geológica donde trabajaba su padre.

De regreso junto a su madre, el joven contó sus aventuras y mostró el dinero que había ganado y su decisión de comprarse una máquina de escribir.

El fútbol fue otra de las pasiones del poeta. En la noche escribía versos, durante el día jugaba al fútbol en los patios o terrenos baldíos. Jugaba de portero y llegaron a ofrecerle una prueba que luego el muchacho malogró por una borrachera.

En el diario El deporte soviético conoció a Nikolai Alexándrovich Tarasov que creyó en las posibilidades poéticas del muchacho y, junto con Volodia Barlas, fueron los tutores poéticos del joven. El 4 de junio de 1949 aparece publicado por primera vez un poema suyo: se trata de Dos deportes. Gracias a Tarasov, Evtushenko se convierte en el cronista poético regular.

Tres años más tarde sale su primer poemario: Los exploradores del porvenir y ese mismo año de 1952 es aceptado en la Unión de Escritores Soviéticos, convirtiéndose en su miembro más joven. Estudió en el Instituto de Literatura Maksim Gorki de Moscú (1952-1954), del que fue expulsado por apoyar la novela de Vladímir Dudíntsev, No solo de pan vive el hombre.

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Evtushenko no vivió el periodo de la Rusia revolucionaria durante la Primera Guerra Mundial y era apenas un niño cuando tuvo lugar la persecución y represión a los opositores del régimen estalinista.

El 5 de marzo de 1953 muere Stalin.

“No llegaba a imaginármelo muerto. Formaba parte de mí mismo y no comprendía de qué manera podríamos separarnos.”

Rusia entera lloró. Diría que Stalin quiso aparecer como el continuador de la obra de Lenin. Mintió a los otros tanto como a sí mismo. Era lo contrario de Lenin. Para Lenin “El comunismo debe estar al servicio de los hombres”. Para Stalin “Todos los hombres deben estar al servicio del comunismo”.
“El día del entierro marcó un cambio en nuestras vidas, nos dimos cuenta que ya nadie pensaba por nosotros.”

“Aprendí a juzgar más severamente a aquellos que, en nombre del supuesto interés del pueblo, se abrían paso a codazos en la vida y sacrificaban sin piedad a los otros hombres.”

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Siempre mantuvo cierta actitud rebelde hacia la burocracia. Fue expulsado de la Liga Comunista Juvenil por “individualista”. Se opuso a la aplicación estricta del realismo socialista, aunque no se alejó de los parámetros culturales de la sociedad comunista.

Pushkin, el gran poeta ruso, durante su tiempo vendía apenas tres mil ejemplares de sus obras. Cada libro costaba mucho y solo los aristócratas podían leer. Para los años de la revolución de 1917, el setenta por ciento de los rusos era analfabeta. Vladimir Maiakovski realizó una revolución, al inclinar al pueblo hacia la poesía, leyéndole en estadios y plazas. Sus libros alcanzaron tiradas de veinticinco a treinta mil ejemplares. Pasternak solo pudo vender dos mil libros, siendo más complicado que Maiakovski. Este, con su poesía, hizo más primitivo el lenguaje de una manera adrede, para ser más comprensible a las masas.
De ellos aprendió que el poeta tiene que ser más adelantado que el pueblo para elevar la cultura.

“Nosotros, mi generación, quisimos renovar la tradición de Maiakovski sacando la poesía a los estadios. Cuando organizamos el recital de poesía de 1955, en la Plaza Maiakovski, se congregaron treinta y cinco mil personas. Nuestra generación escribía poemas dirigidos a las masas, pero ya no era necesario bajar el nivel sino elevarnos al nivel de las masas. Es lo que ha pasado con Pasternak: cuando vivió era leído por una élite, ahora los obreros lo leen, lo entienden.”

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Sus trabajos comenzaron a publicarse en periódicos literarios y revistas. A pesar de que su primera colección de poemas obtuviera el beneplácito oficial, recibió críticas por sus peticiones de mayor libertad intelectual. Su poema épico, Zima Junction (Estación Zima, 1956), fue condenado por el régimen. Una reacción muy similar provocó la publicación en 1961 de Babi Yar, un ataque contra el exterminio de unos 34.000 judíos ucranianos por parte de los nazis.

Muchos críticos no entendieron y no aceptaron su obra.

Junto con Andréi Voznesenski, Róbert Rozhdéstvenski y Bella Ajmadúlina, Evtushenko fue uno de los ídolos de la generación de los sesenta y citas de sus obras se transformaron en frases proverbiales, por ejemplo, “Un poeta en Rusia es más que un poeta”.

Formó parte de la llamada poesía de los estadios, esa que llenaba arenas deportivas con sus versos. Fue ídolo de masas. Cultivó una poesía social dirigida principalmente a la juventud anhelante de cambios profundos en la Unión Soviética. Sus recitales en plazas y toda clase de espacios públicos convocaban a millares de oyentes. Quería reunir en la poesía rusa el vigor de Vladímir Maiakovski y la ternura de Borís Pasternak.

A mediados de los años sesenta publicó varios poemas que causaron una gran resonancia en la sociedad. Uno de ellos se llama “Los tanques están marchando en Praga”. Por tal trabajo, el autor podría terminar fácilmente tras las rejas o en un hospital psiquiátrico, lo que a menudo les sucedía a aquellos cuyo trabajo no se correspondía con la ideología oficial.

Sin embargo, Evtushenko no fue perseguido. Sus libros no fueron prohibidos. Continuó publicando, viajó por toda la Unión Soviética e incluso en los años 70 visitó el extranjero más de una vez. Al mismo tiempo, apoyó a escritores disidentes, a pesar de las críticas.

Lenó dos veces el Teatro del Kremlin con 6.500 personas. Igualmente leyó en muchas partes del mundo ante miles de personas. El mismo ha dicho: “Yo soy un escritor para esos que no lo son”. En sus veladas llegan salones llenos de oyentes.

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Viajó a más de 94 países y su obra ha sido traducida a 72 lenguas.

Fue amigo de Pablo Neruda, Max Ernst, Henry Moore, Federico Fellini, T.S. Elliot, William Golding, John Steinbeck, Pablo Picasso y Gabriel García Márquez.

El poeta pudo visitar, por fin, su deseada España en 1966 gracias a la intermediación del Dr. Okasha que convenció al embajador español en Egipto, durante un viaje de Evtushenko en El Cairo, para que le diera un visado sin consultar con Madrid.

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Con Pablo Ruiz Picasso.

En su libro ¡Escuchadme ciudadanos! Versos y poemas entre 1959-1964, escribe Evgueni en el prólogo:

“En mi infancia, como muchos niños rusos, yo llevaba una gorrita azul con borla roja, se llamaba gorra española. En España tenía lugar la guerra civil y nosotros soñábamos con ellas. En trenes y barcos, la policía pillaba a jóvenes polizones que intentaban llegar secretamente a España para luchar en las Brigadas Internacionales. Sin haber estado una sola vez en España, sentía nostalgia de ella como muchos chicos de mi edad. Don Quijote, de Cervantes, fue el libro preferido de Maiakovski en su infancia. Los rusos amantes de la verdad, los idealistas, fueron nuestros quijotes. En nuestras bibliotecas, Lope de Vega, Quevedo, Machado, Alarcón, Valera, Galdós, Blasco Ibáñez, Unamuno, Baroja, Valle Inclán, se convirtieron en algo querido y familiar. Lorca, brillantemente traducido al ruso, continua siendo uno de los poetas predilectos.”

“Aprendí el idioma español en América Latina, y allí España se convirtió en algo muy querido para mí. En América Latina no sólo hablaba en español, sino que pensaba en español, escribí algunos versos en ese idioma.”

“En muchos países he conocido hombres fabricados en serie. En España no existen ni dos españoles que sean iguales. Este país es un verdadero tesoro para los escritores.”

Evtushenko ha sido también director de cine. Ha escrito y dirigido dos películas: Kindergarden (1982) y Los funerales de Stalin (1990), esta última con Vanesaa Redgrave y Claus Maria Brandauer. También escribió el guión para la película rusa-cubana Soy Cuba (1964).

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Su primera novela fue Siberia tierra de bayas (1982), más adelante aparece Ardabiola, una fantasía sobre una planta con poderes curativos (1984). No te mueras antes que estés muerto (1995) está basada en el fallido golpe de estado de 1991 en Rusia. Fresas salvajes (1984) es una evocación poética de los campesinos rusos de la región rural de su nativa Siberia.

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Solo los idiotas pueden ser completamente felices, absolutamente felices: cuando hay tanto sufrimiento alrededor no hay derecho a ser totalmente feliz: es inmoral ser completamente feliz.

De tiempo atrás me atormentaba el problema del antisemitismo y había querido consagrarle un poema. Pero mi intención no se transformó en acto hasta después de mi viaje a Kiev y la visita a ese lugar terrible donde las S.S. fusilaron a millones de judíos inocentes: hombres, mujeres y niños. El mismo día de mi regreso a Moscú, escribí Babi Yar.
El poema se publicó en Literaturnaia Gazetta, se vendió en ese día con una rapidez fulminante. La misma noche recibí telegramas de felicitación que en su mayor parte procedían de desconocidos. A los dos días el diario Literatura y Vida publicó un poema de Alexis Markov escrito en respuesta a Babi Yar. Sus versos me trataban de pigmeo que calumnia a su pueblo.
Una mañana me visitaron dos jóvenes altísimos y de hombros impresionantes. SE mostraron tímidos y me dijeron casi balbuceando: Camarada Evtushenko, al saber que usted estaba amenazado por su poema Babi Yar, la Asamblea General de los Komsomoles del Instituto A nos ha encargado protegerlo.
De treinta mil cartas que recibí, sólo treinta eran de antisemitas.

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“Creo que hace falta estar ciego para no ver los gigantescos cambios producidos en nuestro país después de la muerte de Stalin. Evocar el pasado es, para nosotros, pensar en nuestro porvenir.”

Dejando al margen otras manifestaciones de su actividad artística (cine, teatro…), su obra literaria es copiosa. Ha publicado más de 60 libros de poemas, novelas, ensayos… En su obra se cruzan los temas políticos, amorosos y sociales.

Toda su vida, Yevtushenko se vistió de manera inusual, dando preferencia a las chaquetas, camisas y corbatas, coloridas, de colores brillantes. Según la explicación de Evgeny Aleksandrovich, tal adicción provino de la infancia siberiana de los años de la guerra, en contraste con las chaquetas acolchadas negras con números en la espalda, en las que se vestían prisioneros sombríos, marchando en interminables columnas hacia los campos de prisioneros, y los abrigos polvorientos y terrosos de los vohrovitas que los acompañaban.

Se casó en cuatro ocasiones: con la poetisa Bela Akhmadulina en 1954, con Galina Sókol-Lukónina en 1961, con la irlandesa Joan Butler en 1978 y con María Nóvikova en 1987. Tiene 5 hijos varones.

En 1989 Evtushenko fue elegido diputado del Soviet Supremo de la URSS.

En 1991 llegó a la Universidad de Tulsa, Oklahoma con su familia y ahora vive en los Estados Unidos y Rusia. En los estados Unidos compuso y publicó una obra fundamental en inglés, Las estrofas del siglo (más que 1000 páginas, y más de 875 poetas) (1993).

En 1994 se bautizó con su nombre a un planeta menor —4243 Evtushenko—, descubierto por los astrónomos de Crimea el 6 de mayo de 1978.

En el campo docente, además de ejercer el profesorado en las universidades de Pittsburgh y Santo Domingo, fue nombrado miembro honorario de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo y de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. También ha ocupado un puesto en la Academia Europea de Ciencias y Artes.

En 2007, el complejo deportivo Olimpiyskiy acogió el estreno de la ópera rock del compositor Gleb May, The White Snows Fall, basada en los versos de Evgeny Evtushenko.

En 2013 comienza el deterioro de su salud, a pesar de ello siguió ofreciendo más de 40 recitales por toda Rusia.

Evtushenko planeaba realizar una gira por las ciudades de Rusia, Bielorrusia y Kazajstán para celebrar su cumpleaños. Días antes de su fallecimiento pidió ser enterrado en Rusia, en el pueblo de escritores Peredelkino, junto a la tumba de Boris Pasternak, el premio Nobel y autor de Doctor Zhivago, así como que se llevaran adelante los proyectos de una velada en el Gran Salón del Conservatorio y una actuación en el Palacio del Kremlin, aunque él ya no estuviera.

Murió el 1 de abril de 2017 a los 84 años rodeado de las personas más cercanas en una clínica de Tulsa, Oklahoma, Estados Unidos, donde el poeta vivía con su familia y se dedicaba a la docencia universitaria desde 1991.

El Palacio Estatal del Kremlin acogió una actuación musical y poética “Si hay Rusia, entonces estaré yo”, en la que los poemas de Evtushenko serán recitados por famosos actores de teatro y cine. 

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Premios y condecoraciones

  • Orden de la Insignia de Honor, 1969 (URSS)
  • Orden de la Bandera Roja del Trabajo, 1983 (URSS)
  • Premio Estatal de la URSS 1984 por Mamá y la bomba de neutrones”
  • Orden de la Amistad de los Pueblos, 1993 (lo rechazó en señal de protesta contra la guerra en Chechenia) (Rusia)
  • Orden Leyenda Viva, 2003 (Ucrania)
  • Orden de Honor, 2003 (Georgia)
  • Premio Tsárskoye Seló 2003 (Rusia)
  • Premio Fregene de Literatura 1981 (Italia)
  • Academia SIMBA (Italia) 1984
  • Premio Titsián Tabidze (Georgia)
  • Premio Jānis Rainis (Letonia)
  • Premio Enturia (Italia)
  • Premio Triada (Italia)
  • Premio Walt Whitman (EE.UU)
  • Premio Aquila 2002 (Italia)
  • Premio Grinzane Cavour 2005 (Italia)
  • Comendador de la Orden de Bernardo O’Higgins 2009 (Chile)
  • Premio Estatal de la Federación de Rusia 2009
  • Premio Poeta 2013 (Rusia)
  • Premio alla carriera. Festival Virgilio 2016 (Italia)

POEMAS

La miel

Voy a contarles algo de la miel.
Alguno se dará por aludido.
Mas no importa que alguien no comprenda
que se refiere a él.
Escuchad
…………..esta historia de la miel.
En el cuarenta y uno,
………………………….en Tchistopol,
año sin pan ni sol,
en el mercado
………………..nevado
………………………..sacaron un tonel,
un enorme tonel
…………………..de miel.
Era un canalla el vendedor,
un negociante del dolor.
Y el dolor formó cola,
sencillo,
………..amargo,
………………….desvalido.
No cobraba en dinero,
………………………….sino en jerseys,
en relojes
…………..o en cortes de traje.
Su mano ensortijada de entendido
despreciaba con gestos harapos evidentes.
Todo lo examinaba a la luz, atentamente.
Mientras con una mano un pintor viejo
desataba el cordón de sus zapatos,
con la otra
……………tendía una botella.
Miró caer la espesa miel en ella,
sin protestar, curvado,
y luego, con su miel,
………………………..preciada mercancía,
se alejó por la nieve en calcetines remendados.
Formando un cerco de miradas frías,
mujeres de oficiales y soldados
esperaban de pie con tarros y con vasos,
silenciosas y tensas.
Y una niña,
……………con mano transparente,
como en un sueño extraño,
tendía una copa diminuta
con un anillo de mamá en el fondo.
De pronto se acercó
………………………..el ruido de un trineo
de costados ornados con rosas.
Poniendo un ceño en su importante frente,
se bajó del trineo un hombre
…………………………………..alto,
………………………………………..imponente.
Tan solemne
……………….como un retrato
……………………………………desde el marco,
sin una sombra de pesar, habló:
“Dame todo el tonel.
………………………….Te pagaré en alfombras.
Date prisa, buen hombre.
Ya nos pondremos de acuerdo después.
Ayudad a subirlo, hermanos. Venga”.
Y se marcharon juntos.
Ellos siempre se pondrán de acuerdo.
Quedó la cola inmóvil y sombría
como si aquello nada le importase.
Y el anillo cayó de la copita
al surco que el trineo había dejado…

¡Qué muerto está ya aquel cuarenta y uno,
año de penas y de retiradas!
Aún vive, sin embargo,
…………………………..aquel goloso de miel,
ha vivido hasta hoy, y dulcemente.
Cuando muestra con aire sosegado
su tripa bien henchida,
cuando mira el reloj,
cuando el bigote satisfecho se acaricia,
yo recuerdo aquel año,
recuerdo aquella miel.
Aquella miel que, entonces,
………………………………….de ese mismo bigote,
abundante escurría.
Jamás podrá limpiárselos
……………………………….de miel,
siempre
…………le escurrirá
………………………..de los bigotes.

Del libro "Ternura", 1962
(Versión de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del ruso de Natalia Ivanova)

La llamada del urogallo

La caza no es la caza.
Pero ¿qué es? Tampoco yo lo sé. Es algo
que no podemos comprender nosotros solos.
Aún a pesar de haber leído muchos libros,
nos llama el gran rito ancestral de los antepasados,
rebelde y poderoso.

Deja mezquinas riñas, peleas sin sentido,
y corre al bosque a la llamada del urogallo.
Acecha inmóvil en la noche, tenso como un muelle.
Deja que te penetren rumores y ruidos,
murmullos de aves, quejas y chasquidos,
todo el temblor del cielo y de la tierra.

Después, el cielo empezará a clarear
como santificado misteriosamente.
Tras las oscuras ramas despeinadas,
enrojeciéndose despacio, sonará,
primero tímido, muy leve, un toc-toc,
como el ruido de una uña golpeando una petaca.

Toc-toc: el primer paso todavía tímido.
Toc-toc: más decidido ya, el segundo.
Toc-toc: se lanza entre los árboles caídos.
Toc-toc: por entre los arbustos, como un loco.
Toc-toc: y se calla, y tú quedas inmóvil,
muy cerca del invisible urogallo.

Pero de nuevo toc-toc, un crujido, un susurro,
y tú te hundes en el barro podrido,
y no te limpias la sangre de las picaduras de mosquitos,
como si allí, desesperadamente, oyeses el reclamo
de ese yo desconocido
que añora a tu persona, desdoblado.

Ves algo ya, distingues en un claro,
entre pinos, un resplandor oscuro.
Un salto, y el altivo señor del bosque
surge ante ti contra la luz naranja.
Doblando ramas a su paso, con plumas de carbón,
como una luna negra brilla el urogallo.

Gruñe, despliega su cola,
emite un susurro sibilante,
mueve el cuello, satisfecho,
y lanza el canto de sí mismo.
Tú estás de pie, desconcertado…
Y las manos, heladas, temblorosas,
alzan sin darse cuenta la escopeta.

Pero a él no le preocupa la escopeta.
Lanza su anuncio en dulces convulsiones.
Se agita susurrando. Hierve en él
el generoso don de la naturaleza.
Y tú disparas. Y al hacerlo, sientes
que ese prodigio
matándolo lo puedes conservar.

Así la voz de nuestra sangre nos empuja
a la llamada del amor. Nos lanza sobre unos labios
para hacerlos totalmente nuestros.
Pero en vano queremos conservar el amor.
Al irrumpir en la sagrada esencia del misterio,
lo único que hacemos es matarlo.

Así nos lleva hacia vosotros,
lienzo, barro, papel, un loco impulso,
para conservar la belleza de la naturaleza.
Pintamos, esculpimos o cantamos, pero al hacerlo,
lo único que hacemos es matarla.
Y el impotente esfuerzo nos cubre de sudor.

¿Por qué estás triste, cazador afortunado,
igual que un delincuente detenido,
cuando desciendes por la arena hacia el río
arrastrando las botas, en silencio,
con la escopeta absurda sobre el hombro
y en la mano el misterio muerto?

Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del ruso de Natalia Ivanova)
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Evgeny Evtushenko y Bella Akhmadulina

Me sucede

A Bella Achmadúlina

Me sucede
que ya no viene a verme el viejo amigo,
pero en molesta algarabía viene
gente distinta a quien no necesito.
Y también él
se va con gente hueca
sin ir a ningún sitio.
Ninguno de los dos lo comprendemos,
pero los dos sufrimos.
Me sucede
que no me viene a ver la que yo necesito,
para poner sus manos en mis hombros
y arrebatarme a otra y llevarme consigo.
Y ella,
por Dios, decidme,
¿sobre qué hombros pondrá sus manos ella?
Aquella a la que me robaron
se vengará robando ella también.
Acaso no lo haga todavía,
acaso luche aún consigo misma,
pero, al final, sin darse apenas cuenta,
se sentirá por alguien atraída.
¡Cuántos lazos inútiles,
nerviosos,
irritantes!
¡Y cuántas vanas
amistades!
¿A dónde escaparé de todo esto?
¡Ven, quien quiera que seas,
ven
y rompe
la unión de las personas extrañas,
la desunión
de las almas hermanas!

Del libro Saludando con la mano

Los Herederos de Stalin

Callado estaba el mármol.
Destellante y callado continuaba el cristal.
La guardia allí callada
frente al bronceado viento.
Pero el féretro humeaba
como si alguien respirase dentro.
Del Mausoleo fueron sacándole despacio,
las bayonetas iban rozándole al salir.
Y él guardaba silencio,
también él continuaba en silencio,
¡un silencio terrible!
Sombríamente apretando su puño embalsamado,
el ojo vivo en las rendijas del ataúd,
yace este hombre que se finge muerto.
Quiere saber los nombres
de quienes lo han sacado,
los jóvenes reclutas
del Riazán y de Kursk;
quiere emprender la huida,
cobrar fuerzas de nuevo
y que estos insensatos
sepan bien quién es él.
Algo había planeado;
sigue esperando su hora.
Yo pido a mi gobierno que refuerce la guardia,
que duplique
y triplique
fuertemente la guardia
en la tumba de tierra donde Stalin está
para impedir que Stalin se levante de ella
a imponer el pasado otra vez.
Creo que en su ataúd
hay un teléfono
y a alguien Stalin comunica sus órdenes.
Pero ¿hasta dónde el cable se extiende allí?
No, no está vencido Stalin.
Él piensa que la muerte es superable.
Un día
lo sacamos del mismo mausoleo,
mas, de sus herederos, ¿cómo sacar a Stalin?
Algunos herederos cultivan su jardín,
piensan, en su retiro, que será temporal.
Otros le atacan desde la tribuna,
y por la noche
sueñan con sus tiempos,
con él.
Puntuales de su régimen,
desprecian nuestros tiempos
cuando están llenos los estadios,
donde los poetas recitan sus versos
y están vacíos todos los campos de prisión.
La patria me ordena que no me tranquilice.
Hay quien me dice: “Calma”
y no sé estar tranquilo,
pues mientras haya herederos de Stalin
en la tierra
yo pensaré que en el mausoleo sigue Stalin.

(Traducción de Herberto Padilla)

Monólogo de los beatniks

¡Cómo nos ha engañado nuestro siglo veinte!
Al tributo de la mentira nos obligaron.
Como leves villanos, las ideas
al soplo de la vida se volaron.

Como en la burla encuentran defensa los chiquillos,
refugio en la ironía nosotros encontramos,
una ironía que, sin ocultarla,
tampoco la ostentamos.

Igual que una muralla o una presa,
de la mentira el agua contenía,
y las manos reían, aplaudiendo,
y al caminar, los pies se sonreían.

Fuimos tema de libros y de films,
dejamos que escribieran idioteces,
pero el derecho a ironizar de todo
nos lo hemos reservado, aunque prudentemente.

Nuestra norma de vida fue el desprecio
y así subimos.
Mas aquella ironía que un tiempo nos salvaba,
hoy es nuestro asesino.

Amamos con hipocreía, con cautela.
A medias entregamos, cobardes, la amistad.
Y este presente nuestro nos parece
el pasado con un hábil disfraz.

Vagamos por la vida. Y en la historia
estamos, como Fausto, de antemano juzgados.
Y la ironía, en la sonrisa de Mefistófeles,
es nuestra sombra, siempre a nuestro lado.

En vano la intentamos apartar:
ni detrás ni delante hay ya salidas.
Ironía: nuestra alma te vendimos
y a cambio no nos diste a Margarita.

Nos enterraste en vida.
Nuestro amargo saber la impotencia destila.
Y esta cansada ironía nuestra
sobre nosotros mismos ironiza.

Del libro Ternura

Adiós, Bandera Roja, nuestra

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Descendiste del techo del Kremlin
no tan orgullosa
ni tan diestramente
como hace muchos años te izaste
sobre el destrozado Reichstag,
humeante como la última bocanada de Hitler.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Fuiste nuestro hermano y nuestro enemigo.
Fuiste el camarada del soldado en las trincheras,
fuiste la esperanza de la Europa cautiva.
Pero, como una cortina roja, tras de ti ocultabas al gulag
repleto de cadáveres helados.
¿Por qué lo hiciste,
Bandera Roja nuestra?

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Acuéstate.
Reposa.
Recordaremos a todas las víctimas
engañadas por tu dulce susurro rojo
que sedujo a millones a seguirte como corderos
camino al matadero.
Pero te recordaremos
porque no fuiste tú menos engañada.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
¿Acaso fuiste sólo un trapo romántico?
Estás ensangrentada
y con nuestra sangre te arrancamos
de nuestras almas.
Por eso no podemos arrancarnos
las lágrimas de los enrojecidos ojos,
porque tú ferozmente
golpeaste nuestras pupilas
con tus pesadas borlas doradas.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Obtusamente dimos
nuestro primer paso a la libertad
sobre tu seda herida
y sobre nosotros mismos
divididos por el odio y la envidia.
¡Eh, muchedumbre,
no pisoteen de nuevo en el fango
los ya quebrados lentes del doctor Zhivago!

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Abre con fuerza el puño
que te aprisionó.
Trata de ondear algo rojo sobre la guerra civil
cuando los canallas intenten arrebatar
de nuevo tu pabellón,
o sólo los desahuciados
formen fila en busca de esperanza.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Te despliegas hacia nuestros sueños.
Ya no eres más
que una escuálida franja roja
en nuestra bandera rusa tricolor
En las inocentes manos de la blancura
en las inocentes manos del azul,
quizás aun tu color rojo
pueda ser lavado de la sangre que has vertido.

Adiós, Bandera Roja nuestra.
Cuidado nuestra nueva tricolor.
Cuidado con los tahúres de banderas
que quieren estrujarte entre sus dedos grasientos.
Pudiera ser que a ti también te
deparen igual sentencia
que a tu hermana roja:
ser asesinada por nuestras propias balas
que devoran tu seda como polillas de plomo?
Adiós, Bandera Roja nuestra.
En nuestra ingenua infancia
mas al Ejército Rojo y al Ejército Blanco
Nacimos en un país que ya no existe.

Pero en aquella Atlántida estuvimos vivos y fuimos amados.
Tú, Bandera Roja nuestra, yaces en el charco de un mercado.
Prostituidos mercaderes te venden por divisas
Dólares, francos, yenes.
Yo no tomé el Palacio de Invierno del zar.
Ni asalté el Reichstag de Hitler.
Ni soy lo que llamarías un comunista.
Pero te acaricio, Bandera Roja, y lloro.

Cae la nieve pura

para A.W. Bouis

Cae la nieve pura como
si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.

Algunas almas se pierden
sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.

La nieve pura se disuelve…
yo también desapareceré…
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.

No creo en esos milagros.
No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.

Y pienso yo, pecador:
¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?

Quise con mi sangre a Rusia
como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.

Quise el humo de sus casas,
el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.

Si tuve mis contratiempos,
fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.

Dolorido de esperanzas
(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.

Aunque a mí Rusia me olvide
cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.

Cae la nieve pura, cae
como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera…

Cae la nieve, cae la nieve
con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras…

Nadie vive eternamente,
pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Extranjero

(“sobre nosotros pasaba Mercurio, una estrella extranjera…”) M. Svetlov

En el puerto de Arkangel
hay barcos extranjeros,
tristezas extranjeras,
destinos extranjeros.

Moreno como un grajo,
tú lloras, marinero griego,
hasta el amanecer, bajo la noche blanca
al pie de la estatua de Pedro.

Pero no es extranjera
tu forma de llorar
y de enjugarte el llanto con el puño sucio
en el jardín lleno de polvo de la ciudad.

¿Te ha insultado el patrón?
¿Bebiste mucho vodka?
¿Ha muerto alguien a quien tú querías?
¿O lloras sin saber por lo que lloras?

¿Qué te ha pasado?
Marinero griego, ¿qué te ha pasado?
Te pasa
que tú también eres un ser humano.

Y te entran náuseas cuando
alguno te pregunta,
ajeno a tu dolor,
si vendes calcetines de espuma.

Y, amargamente, miras
a ese degenerado cubierto de granos
-mas sin pedirle comprensión-
que pone cinco rublos en tu mano.

Pero, un poco bebido, con sus cejas canosas
y la cara de cobre, de alguna nave rusa
un maquinista llega
que igual que el griego está lleno de angustia.

A su lado se sienta el maquinista:
“Eh, amigo, ¡quieres un trago?”
Y en la pelliza, silenciosamente,
hunde su ruda mano.

Triste y serio, la botella de vodka,
intérprete mundial, de su bolsillo saca,
y contra el banco, golpeándolo,
un buen arenque ahumado ablanda.

Beben sentados en silencio.
Mirando hacia lo lejos, están juntas
en un abrazo la tristeza griega
y la tristeza rusa…”

(Del libro Entre la ciudad sí y la ciudad no)

Mi peruanita

A la hora en que mueren los periódicos
y se convierten en basura nocturna,
un perro con un trozo de galleta entre los dientes
se detiene y me acecha.
A la hora en que resucitan todos los bajos instintos
que se esconden hipócritamente durante el día,
a la hora en que los choferes me gritan: “¡Eh, gringo!,
¿quieres una peruanita? ¡Vamos, yo te llevo!”
A la hora en que la oficina de correos está cerrada,
y solamente el telégrafo no duerme,
un muchacho, envuelto en su poncho,
dormita apretado a la estatua de algún héroe.
A la hora en que las prostitutas y las musas
se pintarrajean la cara,
a la hora en que se imprimen las basuras de mañana
con grandes titulares en primera plana,
a la hora en que todo es visible o invisible,
sin ir o venir a fiesta alguna,
deambulo por la avenida Lima,
como por un cementerio de noticias.
Llena de escupitajos y cáscaras de naranja,
la calle apesta como una letrina,
pero, miren allá: una figura humana
se mueve entre un montón de periódicos.
Esta anciana, acurrucada en medio del silencio,
y que no culpa a nadie de nada,
se ha hecho un poncho
con las noticias de ayer.
Cubierta hasta las orejas
por todos los lados para escapar del frío,
que los diarios sean de derecha o izquierda
da lo mismo si le ofrecen un poco de calor.
Envuelta hasta los tobillos en escándalos,
intrigas y partidos de fútbol,
bajo las piernas de la modelo Twiggy
asoman sus propios pies desnudos.
Limusinas, submarinos y cohetes,
ya botados a la calle, se pegan al asfalto;
sobre los hombros de la campesina pesan
las carreras de caballos, los yates, los stripteases y los banquetes.
Y una llama blanca ante un escaparate
observa con tristeza detrás de los cristales
la sangre todavía caliente
en una foto que la anciana tiene sobre los hombros.
Bajo la basura del mercado mundial
sin saber ni entender nada de aquello,
como una llama acosada, esta india escudriña.
Madre dolorosa de la humanidad.
La injusticia la ha doblado,
la prensa toda la ha aplastado
y, como una escultura viva, ella es
la verdad del mundo bajo un montón de mentiras.
¡Oh, llama blanca del escaparate!,
acurrúcate en su pecho ahuecado,
libérala de toda la basura,
llévatela a la Sierra Blanca.
Como representante del Gran Poder destruido
ante su rostro atormentado,
un rostro marcado de profundas arrugas,
me inclino igual que un hijo silencioso.
El mayor poder del mundo
—el alma humana—,
respirando apenas, ha buscado locamente
su refugio bajo los harapos.
“Una chica peruana”, me gritan
los taxistas, pero yo no respondo.
No quiero decirles
que ya encontré a mi peruanita.

(Poema escrito originalmente en español)

Las fronteras

En cada poste fronterizo
hay algo inseguro.
Cada uno de éstos
añora hojas y flores.
Dicen
que el peor castigo para un árbol
es convertirse en un poste de frontera.
Los pájaros que se detienen a descansar
sobre estos postes
no pueden imaginar
en qué tipo de árboles se han posado.
Supongo
que al principio fue la gente quien inventó las fronteras
y luego las fronteras inventaron la policía,
los ejércitos y guardas fronterizos.
Las fronteras inventaros
a los aduaneros, los pasaportes y otras mierdas.
Gracias a Dios,
tenemos invisibles hilos y filamentos
nacidos de hilos de sangre
de los clavos en las palmas de Cristo.
Estos hilos luchan hasta el fin,
destrozando la alambrada,
guiando al amor a juntarse con el amor
y a la angustia a unirse con la angustia.
Y una lágrima,
que se evaporó en algún sitio del Paraguay,
caerá como un copo de nieve
sobre la helada mejilla de un esquimal.
Y un pesado rascacielos de Nueva York,
a golpes de neón,
deplorando el olvidado olor de los campos labrados
sueña tan sólo con abrazar una solitaria torre del Kremlin,
pero lamentablemente eso no se puede.
La Cortina de Hierro,
haciendo chirriar tristemente su oxidado cerebro,
probablemente piensa:
“Oh, si yo no fuera una frontera,
si alegres manos me empujaran a un lado
y construyeran con mis restos sangrantes
carruseles, kindergartens y escuelas”.
En mis más oscuros sueños veo
mi antepasado prehistórico:
coleccionaba calaveras como trofeos
en la sombría bóveda de su cueva,
y con la punta ensangrentada de una lanza de piedra
marcó así la primera frontera
sobre la faz de la tierra.
Ésa era una colina de calaveras.
Hoy ha crecido hasta hacerse un Éverest.
La tierra se transformó
y se convirtió en un gigantesco cementerio.
Mientras haya fronteras
todos estaremos en la prehistoria.
La verdadera historia comenzará
cuando todas las fronteras se hayan borrado.
La tierra aún tiene cicatrices,
mutilada por las marcas de la guerra.
Hoy matar se ha convertido en un arte,
mientras que en un tiempo tan sólo era un comercio.
De todos aquellos miles de fronteras
tan sólo hemos perdido la humana,
la frontera entre el bien y el mal.
Pero mientras tengamos hilos invisibles
uniendo a cada ser
con millones de seres,
no habrá verdaderos Estados superpoderosos.
Cualquier alma frágil sobre esta tierra
es el verdadero superpoder.
Mi gobierno
es la familia total del hombre, todos a un tiempo.
Cada mendigo es mi mariscal,
me da órdenes.
Soy un racista,
reconozco sólo una raza:
la raza de todas las razas.
¡Qué extraña es la palabra extranjero!
Tengo cuatro billones y medio de líderes.
Y bailo mi danza rusa,
mi danza desafiante de la muerte,
sobre los hilos invisibles
con que se unen todos los desunidos.

(Poema escrito originalmente en español)

Babi Yar

No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.

O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:

“Mata judíos: salvarás a Rusia”.
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.

Me siento dentro
de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.

Solamente podemos abrazarnos
en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.

Y en torno a Babi Yar suena la hierba
que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.

Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
“Unión del Pueblo Ruso”.** No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso.

Del libro "Adiós bandera roja"
Babi Yar o Babiy Yar es un barranco en las proximidades de Kiev. 
En dos días de septiembre de 1941 más de treinta y cinco mil judíos fueron asesinados allí por las tropas nazis.

Los dueños de la cólera

Siglo Veinte
que engendraste el Satélite:
dolor y niebla en ti
no tienen límites.

Eres un siglo
de nobleza y de miedo,
siglo asesino de tus propias ideas,
mira, mira a esos jóvenes:
son dueños de la cólera.

¡Cómo pesa su cólera
y su mirada, su desprecio!
Desprecian partidos y gobiernos,
desprecian a la Iglesia
y a los falsos profetas
desprecian a la mujer
y al implacable rostro
de la tierra
y hasta al desprecio de su propio desprecio.
Para ellos, el siglo no es un padre
sino un padrastro cruel.
Todo para ellos es disgusto
y se exasperan.
Hay inquietantes, negros fermentos
en los muelles del Hudson,
en los muelles del Tíber,
del Sena,
del Támesis,
en todas partes esos jóvenes
van a pasear su tedio.

Son crueles,
holgazanes,
excéntricos,
extraños ante el tiempo en que navegan.
Comprendo qué rechazan;
pero ignoro
qué es lo que están buscando, qué desean.
Lanzar gritos de injuria sin descanso,
¿será su nuevo credo?
En este instante,
aquí desde Moscú,
como hombre, simplemente,
ofrezco estas palabras:
yo también grito de cólera;
pero mi grito no es como el de ustedes,
grito sin esperanza,
porque tengo fe en mi país.
Si gritamos de cólera,
mis amigos y yo tenemos el orgullo
de librar la batalla
para hallar la verdad.
Y a ustedes, allá lejos,
¿la verdad les importa?
Por el mundo vagan ociosos los muchachos,
vagan por las tierras de América.

Siglo Veinte
que engendraste el satélite:
arráncalos de la sombra y de la incertidumbre.

Logra que tengan fe
en la justicia
en la bondad.

Son tus hijos,
y con ellos
tienes que mostrarte piadoso.
Siglo veinte,
¿me has escuchado?
¡Ayúdalos!

Bodas

A Mézirov

¡Bodas del tiempo de guerra!
Falaz intimidad,
frases insinceras para tranquilizarle
de que no le matarán.

Por una carretera nevada, invernal,
contra el viento que pega fuerte,
corro hacia la boda
que a toda prisa se celebra
en el pueblo vecino.
Bamboleándome
con un mechón sobre la frente,
entro,
famoso bailarín,
en la izbá llena de alboroto.
Vestido de fiesta,
lleno de turbación,
está sentado
entre amigos y parientes
el novio movilizado.
Y junto a él, Viera, la novia.
Dentro de un par de días
él se pondrá un capote gris
y partirá para el frente.
Por tierras extranjeras
avanzará con el fusil
y acaso caerá
bajo una bala alemana…
La cerveza espumea en el vaso,
pero él no puede beberla.
Acaso la primera noche
será para ellos
la última.
El novio mira en torno suyo angustiado
y desesperadamente
me grita por encima de la mesa:
¡Venga, a bailar!
Todos olvidan la bebida
y empiezan a mirarme:
me contorsiono ante ellos,
haciendo cantar a los hierros de mis zapatos.
Taconeo
y arrastro las puntas
sobre la tarima.
Silbo,
bato palmas
y me disparo en un salto
hacia el techo.
El aire
se llena
de gritos,
beben rusos y yakutos,
y por el rostro de la novia
se deslizan
lágrimas de fuego.
Estoy ya cansado,
me falta el aliento…
¡Baila!
gritan excitados,
y yo continúo la danza…

Tengo los pies acorchados,
cuando regreso a casa,
pero
unos borrachos
me invitan a otra boda.
A regañadientes, mi madre
me da el permiso, y yo
de nuevo estoy en un banquete
tijereteando con las piernas,
bailando ante la mesa
la prisiadka.
La novia llora
amargamente.
Se deshacen en lágrimas
los amigos.
Tengo miedo.
No estoy para bailes,
pero no se puede
dejar de bailar.

El mar

El tren Moscú-Sujumi se iba hundiendo en las montañas.
Ya hablábamos del mar. Ya los estudiantes en los asientos vecinos
abandonaban su juego de ajedrez y el juego de naipes.
En el pasillo se amontonaban los que miraban por las ventanillas:
“¡En un instante va a aparecer el mar!”.

Algunos viajeros apoyándose en los hombros de sus camaradas
recordaban su encuentro con el mar.
Para mí, en los museos, en las habitaciones,
el mar estaba suspendido en un marco y cubierto por un vidrio.

Antes nunca lo había visto sino pintado.
Jamás lo conocí sino a través de los libros.
Toqué de nuevo la mano de mi vecino y obstinadamente le seguí preguntando:
“Dime por favor, ¿está muy cerca? ¿Cómo es?”.
“Paciencia muchacho, tú mismo vas a verlo en un instante!

De pronto en un vaivén que hizo el tren entró a un inmenso espacio
e inmediatamente no hubo nada más en el mundo.
No quedó nada alrededor de mí: únicamente el mar.

Todo se transformó en silencio salvo su rumor.
Recordé de repente que así me había pasado antes.
Sí, el mismo sentimiento pero ahora era mucho más intenso
cuando yo ni siquiera había saboreado el amor
que únicamente conocía a través de los libros.

Reprochándole al amor su indiferencia
acosé a mis amigos con preguntas: “Díganme,
¿Está muy cerca? ¿Y cómo es?” “¡Ten paciencia!,
¡Ya lo conocerás por ti mismo”.

Así me pasó con el mar al igual que con el amor:
cuando él entró en mi vida entonces desapareció todo,
solamente él existió en el mundo y desde ese momento
ya no pude oír nada más que sus únicas palabras.

(1952)

Casi al final

Es demasiado temprano para decir mi última palabra:
hablo casi al final,
como un antepasado medio borroso
arrastrando mi cuerpo entre dos eras.
Soy
una casual migaja,
una semilla de manzana de este siglo
que no ha dejado sobrantes.
La historia me estranguló,
me carcomió,
pero no me tragó.
Casi al final:
Soy
una agrietada pero exacta
y viviente máscara funeraria de la evacuación de tiempos de guerra,
y para ser reconocido
no necesito marbete.
En una ventisca fui esculpido
por las mohosas manos del Transiberiano:
los raspantes amortiguadores de los carros del tren.
Casi al final:
Con jadeos escabrosos como el escondite del diablo
caminé como un hijo del infierno.
Cada pierna palpitante tronaba en la escarcha
como una tubería congelada,
y el “escondite del diablo” creció entre los míos
y no se desprendería,
y batallando salvé mi espinazo,
frágil pero irrompible.
Casi al final:
Una vez lloré
a la sombra de dispersas ramas a la orilla del camino,
apoyé mi cabeza
contra el letrero rojo y amarillo de No Cruce,
y todo lo que trataron de atragantarme,
en sus glotones banquetes,
lo vomité de mis entrañas,
volteándolas hacia afuera.
Casi al final:
la historia bailó muchas veces sobre mí
con botas enlodadas y zapatillas de ballet.
No estuve en escena,
yo fui la escena en la sangre de mi época,
en el vómito de esta era,
y todo lo que en mi vida
te pareció no ser de mi sangre,
sino tan sólo sed de renombre,
no dudo
de que algún día lo consideres actos de heroísmo.
Casi al final:
soy tan sólo la plebeya voz de los que no tienen voz,
soy tan sólo la desvanecida huella de los que no tienen
huella.

Soy las cenizas medio disipadas
de la desconocida novela de alguien.
En tus respetables salones de recepción,
soy el embajador de todos los callejones sin salida.
Soy un fantasma de barracas y tablados,
mercados de chinches,
piojos,
pulgas
y guaridas de ladrones.
Casi al final:
La mitad de mi vida
la he pasado buscando desesperado con un encorvado tenedor aunque
fuera tan sólo una insinuación de carne
en chuletas de cantina.
Una vez, antes de cumplir diez años,
juré por mi madre a gritos
frente a mi tía horrorizada.
Vendré hacia mis sucesores
como con las charreteras de Lermontov,
con las manos policiales sobre mis hombros,
con su cortés sugerencia:
“¡Andando, amiguito!”
Casi al final:
Soy
de la misma edad en todas las edades.
Soy
el campesino de todos los campos,
aun los de lejanas galaxias.
Como un indio con los mohosos grilletes de Colón,
antes de mi muerte gritará con estrépito:
“¡Fukú!”,
ante aquellos tiranos falsamente inmortales.
Casi al final:
Un poeta, hoy,
como una moneda de Pedro el Grande,
se ha vuelto algo verdaderamente raro.
Incluso asusta a sus vecinos sobre el planeta.
Pero encontraré entendimiento entre mis sucesores
de un modo o de otro.
Casi cándido.
Casi muerto.
Casi al final.

Rumor de pasos y murmullos

Rumor de pasos y murmullos
en el vagón. Alguien cede un asiento.
Hay un leve temblor en las piezas
del ajedrez. Yo escribo en silencio.

Recuerdo el atardecer
de un día que aún es hoy,
y, a mi lado, el ritmo lento
de una respiración.

No viniste hacia mí con alegría
que apenas si has podido conocer,
sino por la común monotonía
que a ambos nos unía en la mudez.

Desesperdamente, a mi viniste,
consciente de tu alegre aire forzado,
dejando tu pasado tras la puerta
para volver a entrar en el pasado.

Con fingida sonrisa,
y en tus entrañas, llanto,
un hueso de aceituna
me ofrecieron tus labios.

Nos arrojamos infinitamente
hacia el fondo irreal de un nuevo día,
queriendo hacer de nuestras dos tristezas
una sola alegría.

Pero ahora estoy en la litera alta
con un cuaderno verde.
Y el hueso de aceituna
mi boca aún lo siente.

Voy huyendo de todo lo insondable
como si alguna cosa no lo fuera.
Huyo de no tener ningún hogar,
aunque su falta mi destino sea.

Y tú, en otro tren,
huyes hacia otras tierras.
Tú, que has llegado tarde,
perdona a quien también tarde a ti llega.

Mis recuerdos aún
hacen que me estremezca.
Cantan en mí como cantaban
las niñas en la iglesia.

Y recuerdo un profético cuadro,
que lo será por todos los siglos:
sobre el mundo y sobre la eternidad
unas manos tendiéndose a otras manos.

El artista sintió su tormento.
Él las acercó todo lo que pudo.
Más siempre hay un punto de distancia
entre los dedos de mujer y hombre.

Lo que les ha ocurrido a otros antes,
a nootros también nos ha ocurrido.
Nuestras jmanos se acercan en tensión
y son las yemas de los dedos, gritos.

Tensos sobre un abismo
donde el silencio solamente existe,
nuestras dos pobres manos
jamás podrán unirse”

Del libro Entre la ciudad sí y la ciudad no

TRES MINUTOS DE VERDAD

A la memoria del héroe nacional cubano José Antonio Echevarria, cuyo nombre clandestino era “Manzana”. 

 Vivía un muchacho llamado “Manzana”
con los ojos tan puros como un manantial
y el alma tan ruidosa
                                             como una buhardilla
atestada de lienzos, guitarras y palomas.
Le gustaban las mazorcas de maíz,
el béisbol,
              los niños,
                              los árboles,
                                                 los pájaros,
y, entre el enloquecido vaivén de la pachanga,
el azar de encontrar dos milagros con pestañas.

Pero en el muchacho llamado “Manzana”,
tan parecido a un niño, comenzaba a sonar
la campanilla de la severidad
ante la falsedad y la mentira.

Y la mentira en Cuba tenía muchas máscaras.
Bailaba en todos los salones,
y en el coche del presidente iba
sentada
          como ama y señora.
Hablaba la mentira por todos los periódicos.
Y desde la mañana, enfurecida,
mezclándose
                    a veces
                              con el rock and roll,
la mentira gritaba
                         por los altavoces
                                              de las radios.

Y el muchacho llamado “Manzana”,
no por la gloria,
                         sino por el bien de todos, simplemente,
para que toda Cuba supiera la verdad,
con sus amigos decidió ocupar la emisora.

Pistola en mano,
                         apareció de pronto,
le arrancó a los cantantes el micrófono,
y fue su voz la voz de Cuba, del valor y la fe
diciendo a todo el pueblo la verdad.
¡Tres minutos tan sólo!
                                      ¡Nada más tres minutos!
Y se escuchó un disparo…
                                          Después, sólo silencio.

La bala batistiana puso punto
a aquel discurso que no pudo terminar.
Y de nuevo, puntual, sonó el rock and roll,
y él,
                 ya invencible,
él, que había dado su vida por tres minutos de verdad,
yacía con un rostro joven y feliz…

Me dirijo a los jóvenes del mundo:
cuando en algún país gobierna la mentira,
cuando la prensa miente sin descanso,
recuerda tú a “Manzana”,
                                          juventud.

Así hay que vivir,
                          sin divertirse inútilmente.
Ir a la muerte,
                       dejando la vida cómoda,
                                                                tranquila,
para decir,
                 aunque sólo sea tres minutos,
                                                                la verdad.
¡Aunque sólo sea tres minutos!
                                   ¡Después, que venga la muerte!

Te recomendamos ver el programa de televisión.

Fuentes:

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/y/yevtushenko.htm

https://www.airesdelibertad.com/t25306-yevgeny-yevtushenko

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/86_87/yevtushenko.html

http://amediavoz.com/yevtushenko.htm#A%C3%BAn%20todas%20sus%20l%C3%A1grimas

https://es.odkurzacze.info/1449-evgeny-evtushenko-biography-news-photo.html

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