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167. Poesía más Poesía: Nicanor Parra

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BIOGRAFÍA DE NICANOR PARRA

Nicanor Segundo Parra nació en San Fabián de Alico, Chile, un pueblo cordillerano de la Región de Ñuble, en el seno de una modesta familia.
Considerado el creador de la antipoesía, es para muchos críticos y autores connotados, tales como Harold Bloom, Niall Binns o Roberto Bolaño, el mejor o uno de los mejores poetas de Occidente.
Fue el primero de ocho hermanos que nacieron del matrimonio conformado por Nicanor Parra Alarcón, profesor de primaria y músico, y Rosa Clara Sandoval Navarrete, tejedora y modista de origen campesino, aficionada al canto de música folclórica, quien ya tenía dos hijas (Olga y Marta) de un primer matrimonio.
Su casa en San Fabián era al mismo tiempo la escuela del pueblo. Debido a la actitud bohemia y errática de su padre, y las constantes penurias económicas familiares, la infancia del joven Nicanor transcurrió entre frecuentes traslados de domicilio, en los que su padre ejerció como profesor, trabajó en regimientos militares, inspector de tranvías y vigilante de cárcel.

NICANOR PARRA, FLÂNEUR EN CHILLÁN

La familia se mudó a Lautaro, y de allí a Santiago, donde fueron por un tiempo acogidos en casa de Ramón Parra, primo de su padre. En 1927, con doce años de edad, desde Lautaro llegaron a Chillán, específicamente al barrio de Villa Alegre, donde por fin lograron establecerse.
Nicanor es el único de sus hermanos que prosiguió estudios más allá de los primarios, si bien la educación de su madre, integradora de las raíces de la cultura popular, fue fundamental en el desarrollo de todos ellos.

Apenas llegado a Chillán, fue matriculado en el Liceo de Hombres, donde cursó hasta el quinto año de Humanidades, según el antiguo sistema educativo chileno. Por esta época Nicanor comenzó a escribir sus primeros versos, siguiendo el barroquismo sentimental y retórico de las fuentes a las que tenía acceso: las liras populares (publicaciones callejeras escritas en cuartetas y décimas), los poetas modernistas y una antología de Manuel Magallanes Moure, que le facilitó en 1930 su profesor de dibujo y caligrafía, y que leyó con fascinación.
A los 18 años, se fue de su casa para mudarse a Santiago, sin medios económicos, con la idea de entrar a la Escuela de Carabineros. Sin embargo, la Liga de Estudiantes Pobres le otorgó una beca para cursar el último año de secundaria en el Internado Nacional Barros Arana. Allí conoció y entabló una fuerte amistad con Jorge Millas, Luis Oyarzún y Carlos Pedraza, con los que tuvo gran afinidad artística.
De acuerdo al poeta, es en este Internado donde comenzó a gestar las ideas de lo que años más tarde derivaría en la antipoesía.

A los 19 años, ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde estudió pedagogía en Matemáticas y Física. Para financiar sus estudios, continuó vinculado a su antiguo internado, trabajando junto a Millas y Pedraza como inspector.
A los 21 años, los tres amigos fundan la Revista Nueva, distribuida entre los inspectores, profesores y alumnos del Internado. En ella Parra realizó sus primeras publicaciones, incluyendo el cuento titulado Gato en el camino, un irreverente texto en verso libre que le valió una amonestación del rectorado.
Ese mismo año se publicó la Antología de poesía chilena nueva, a través de la cual conoció a exponentes clave de la poesía chilena contemporánea. Entonces comenzó a sumergirse en la obra de chilenos y españoles contemporáneos, traducciones de los surrealistas franceses y otras vanguardias europeas como el dadaísmo.
A los 23 años, se graduó como profesor de matemáticas de la Universidad de Chile, y comenzó a ejercer como docente en liceos de Santiago. Ese mismo año publicó su primer poemario, Cancionero sin nombre, muy influido por la obra de Federico García Lorca, y decidió regresar a Chillán para ejercer como profesor de matemáticas y física en el Liceo de Hombres.
En esta ciudad fue nombrado poeta laureado en la Fiesta de la Primavera, y se encontró por primera vez con Pablo Neruda, quien estaba de gira política apoyando la campaña presidencial de Pedro Aguirre Cerda, en representación del Frente Popular.

220px Nicanor Parra%2C Chillan 1938 - Poesia Online
Nicanor Parra en 1937 en las fiestas primaverales de Chillán, como poeta laureado por su primer libro, Cancionero sin nombre. Fotografía incluida en la primera edición de Obra gruesa (1969).


Al año siguiente, su primer poemario, una obra todavía inmadura pero reveladora, recibió el Premio Municipal de Poesía otorgado por la Municipalidad de Santiago. En un acto de homenaje a Gabriela Mistral, le dedicó su poema inédito Canto a la escuela, y esta, por su parte, elogió su trabajo y lo catalogó como «el futuro poeta de Chile». Todavía en 1938, Parra se introdujo en la poesía de Walt Whitman, en traducción del poeta uruguayo Álvaro Armando Vasseur.
El catastrófico terremoto de Chillán en enero de 1939, lo sorprendió trabajando como inspector en el Liceo de Hombres, entonces adelantó su retorno a Santiago, donde continuó dando clases de física en su antiguo internado, y de matemáticas en la Escuela de Artes y Oficios. Ese mismo año fue incluido en la antología 8 nuevos poetas chilenos, a la que sucedió Tres poetas chilenos (1942), al mismo tiempo que continuó investigando nuevas formas de poesía.
Gracias a una beca otorgada por el Institute of International Education, en 1943 viajó a Estados Unidos para estudiar un posgrado en mecánica avanzada en la Universidad Brown.
Regresó de Estados Unidos entre 1945 y 1946, como físico especialista en indeterminación y relatividad, para incorporarse como profesor titular de Mecánica Racional en la Universidad de Chile. Poco después, en 1948, fue nombrado director interino de la Escuela de Ingeniería de dicha casa de estudios, cargo que ocuparía durante veinte años.
En 1949, gracias a una beca del Consejo Británico, se fue a estudiar cosmología por dos años a Oxford, Inglaterra, su estancia en dicho país se prolongó hasta 1952, tiempo durante el cual tuvo la posibilidad de leer ávidamente a diversos escritores europeos clásicos y de adentrarse en el psicoanálisis.

[Fotografía] Fotografía en blanco y negro de Parra posando con otros cuatro hombres.
Nicanor Parra (segundo por la derecha) con un grupo de compañeros en Oxford, en 1949.

Durante este viaje contrajo matrimonio con la sueca Inga Palmen, quien lo acompañó de regreso a Chile. El mismo año de su regreso, se unió con el poeta Enrique Lihn y el artista Alejandro Jodorowsky para montar Quebrantahuesos, una exposición de poesía mural realizada con recortes de periódicos donde utilizaron la técnica del collage.

PENSAR ES DIFÍCIL: EL "QUEBRANTAHUESOS" DE PARRA, LIHN, JODOROWSKY Y OTROS

Las experiencias vividas en el extranjero, en países más desarrollados y con culturas tan distintas a la de Chile, fueron fundamentales para la gestación de su segundo poemario, Poemas y antipoemas (1954), (a los 44 años) donde el autor irrumpió con el nuevo concepto de «antipoesía», el cual se oponía a toda la poesía tradicional entonces imperante en su país, encabezada por Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha. En ese momento dijo: Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne, hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa.

A partir de esta obra y esta nueva manera de hacer poesía el autor comenzaría una intensa actividad literaria y se comenzaría a hacer conocido a nivel nacional e internacional.
En 1958 emprendió un largo viaje a Europa y Asia, donde incluyó en sus destinos a Moscú, Roma y Madrid. Al año siguiente fue invitado al Consejo Mundial de la Paz en Pekín, para lo cual debió hacer escala en Estocolmo. En la capital sueca entabló amistad con el escritor Artur Lundkvist, por entonces secretario de la Academia Sueca, en cuya casa conoció además a la escritora Sun Axelsson, con quien tuvo una relación amorosa breve y tormentosa.
En 1960 Parra contactó con los beatniks Allen Ginsberg y Lawrence Ferlinghetti en el Primer Encuentro de Escritores Americanos organizado por la Universidad de Concepción. Ferlinghetti, que ya conocía su obra a través del crítico anglochileno Jorge Elliott, publicó Antipoems (1960) en su editorial City Lights Books. Más tarde aparecería Poems and Antipoems (1967), con traducciones de Ginsberg, Ferlinghetti, William Carlos Williams, Thomas Merton, Denise Levertov y W.S. Merwin.
Durante esta década la producción de Parra se hizo prolífica, sumándose a su obra Versos de salón (1962), Canciones rusas (1967) y Obra gruesa (1969). Durante estos años mantuvo buenas relaciones con Cuba y ejerció como profesor visitante en Estados Unidos.
En 1968 renunció a su puesto como director interino en la Universidad de Chile. La influencia de su propuesta estética sobre la cultura nacional le valió obtener el Premio Nacional de Literatura en el año 1969.
En 1973, año del golpe de Estado en Chile, pasó a formar parte de los académicos del Departamento de Estudios Humanísticos de la Facultad de Matemáticas de la Universidad de Chile, el cual se convertiría en un reducto de pensamiento libre durante el período de la dictadura militar que se extendería hasta 1990.
En este Departamento coincidió nuevamente con Enrique Lihn, y tuvo como alumna a Diamela Eltit, quien décadas más tarde se convertiría también en una reconocida escritora.

Durante la dictadura militar, Parra decidió evitar las represalias y la censura, alejándose un poco de la antipoesía para desviar su atención hacia otros proyectos. En 1975, el único número de la revista “Manuscritos” reprodujo Quebrantahuesos (1952) y sus textos escatológicos dadaístas inéditos News from nowhere.
Más tarde decidió idear sutiles mecanismos de denuncia a la dictadura militar de Augusto Pinochet, asumiendo para ello el álter ego del Cristo de Elqui (1898-1971) en Sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1977) y Nuevos sermones y prédicas del Cristo de Elqui (1979).

Unos años después publicó sus Ecopoemas (1982) como una propuesta ecológica alternativa frente a los dos bloques político-económicos de la Guerra Fría: el socialismo y el capitalismo.
Desde este enfoque, que mantendría durante los años 1980 y 1990, pudo criticar al sistema desde un enfoque no ideológico y por tanto menos riesgoso. Sus denuncias se volvieron luego más explícitas en “Chistes parra desorientar a la policía poesía” (1983) y en los poemas inéditos de su antología Poesía política (1983), estando también presentes en Coplas de Navidad (1983).

Nicanor Parra | Letras Libres


También durante los años 1980, luego de aceptar dar una entrevista para el periódico poético Noreste dirigido por Cristián Warnken, comenzó a escribir para él una serie de columnas, en las que incluyó varios de sus «artefactos». Sus denominados «artefactos visuales», eran instalaciones basadas en el reciclaje que materializan la idea de los antipoemas, y que fueron expuestos en Madrid y Santiago de Chile en 2001.

Utilizando su serie de premios y homenajes como excusa, el autor comenzó a escribir sus autodenominados «discursos de sobremesa», en los cuales desplegó su pensamiento y crítica social.
La poesía de Parra varió mucho a través del tiempo. Durante su juventud, a fines de los años 1930, tuvo un breve paso como representante de la llamada poesía de la claridad, fuertemente inspirada en el recientemente asesinado Federico García Lorca, y creada como respuesta crítica al hermetismo y subjetivismo del vanguardismo histórico liderado por Huidobro, Neruda o los nuevos poetas surrealistas del Grupo La Mandrágora.
Luego de abandonar esta primera etapa, en lugar de adherirse al realismo socialista, del que criticó su poca credibilidad y su alta abstracción doctrinaria, decidió continuar una línea más vanguardista e incluso pos-vanguardista, ávida en la búsqueda y favorecida por su faceta científica, de estructuras y mecanismos formales de creación. Su poesía es marcadamente crítica, cuestionadora, anticlerical, política y contingente, y junto a sus anti-poemas posmodernos y analíticos se sitúan también poemas ecológicos y otros de tradición oral, popular y local. Utilizando recursos del absurdo, el humor, el arte callejero y la cultura popular, Parra se caracterizó por democratizar la poesía, acercándola a lectores de distinto nivel sociocultural.
Desde los años 1970 comenzaría a trabajar con los poemas visuales de sus conocidos «artefactos», y desde los años 1990 investigaría en una flexibilización del pentámetro yámbico, o verso blanco inglés, para favorecer la fluidez en sus traducciones de William Shakespeare.

En septiembre de 2010, días después de cumplir 96 años, comenzó una huelga de hambre en apoyo a la treintena de comuneros mapuches que ayunaban desde el 12 de julio del mismo año.

El 1 de diciembre de 2011 fue galardonado con el Premio Cervantes, convirtiéndose en el tercer chileno en obtenerlo, luego de Jorge Edwards (1999) y Gonzalo Rojas (2003). Carmen Caffarel, entonces directora del Instituto Cervantes, expresó: «el Premio Cervantes reconoce esta vez no solo la valía de un creador universal, sino también la necesidad de la búsqueda de nuevas formas de expresión y la exploración de las fronteras comunicativas del ser humano». Excusándose por su avanzada edad, Parra no asistió a la premiación, y envió en su lugar a su nieto Cristóbal Ugarte.

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Pablo Neruda y Nicanor Parra


El 7 de junio de 2012 fue galardonado con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda por su trayectoria y aporte a la literatura hispanoamericana. A partir de esta instancia, Niall Binns, miembro del jurado, editó La antología de Nicanor Parra según Niall Binns. La cuantía del premio ascendió a 60 000 dólares, más un diploma y una medalla. Parra tampoco asistió esta vez a la premiación, y durante la ceremonia su discurso fue leído nuevamente por su nieto Cristóbal.

El 5 de septiembre de 2014 Parra cumplió cien años, en esa oportunidad la expresidenta Michelle Bachelet lo visitó por la celebración de su centenario. También se organizaron una serie de actividades conmemorando su vida y obra, como exposiciones con sus «artefactos» y un «parrafraseo» masivo de uno de sus poemas, «El hombre imaginario». Parra se mantuvo alejado de los homenajes, en su casa en el balneario Las Cruces. Entre los pocos invitados que recibía en Las Cruces durante sus últimos años se encontraban escritores más jóvenes como Alejandro Zambra, su editor Matías Rivas o quien fuera su alumna en el Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile, la escritora Diamela Eltit.

Nicanor Parra falleció la madrugada del 23 de enero de 2018, a la edad de 103 años, en la casa de la familia Parra en La Reina —bautizada por Violeta y Roberto Parra como «la universidad abierta de La Reina»—, donde habitaba desde agosto de 2017. Ese mismo día, el Gobierno de Chile decretó dos días de duelo nacional en homenaje al poeta. El Museo Violeta Parra abrió un libro de condolencias para la ciudadanía, para ser luego entregado a la familia del poeta.

Nicanor Parra: solo un tipo de ciencias podía inventar la antipoesía


El 24 de enero, los restos de Parra fueron trasladados a la Catedral Metropolitana de Santiago, donde se realizó su velatorio, al cual asistió la presidenta Michelle Bachelet y el presidente electo Sebastián Piñera. El funeral de Parra fue realizado en la parroquia La Asunción de Las Cruces, y luego sus restos fueron trasladados a la que fue su casa en dicha localidad, donde se enterraron en una ceremonia íntima. En su ataúd se escribió la frase «Voy&Vuelvo», parte de sus «artefactos» y «trabajos prácticos».
Tuvo seis hijos, entre ellos la artista visual Catalina y los músicos Colombina y Juan de Dios, alias «Barraco».

POEMAS DE NICANOR PARRA

ES OLVIDO, poema de Nicanor Parra

Juro que no recuerdo ni su nombre
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas.
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida.
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.

CRONOS, poema de Nicanor Parra

En Santiago de Chile
Los
días
son
interminablemente
largos:
Varias eternidades en un día.
Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.
Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.

CAMBIOS DE NOMBRE, poema de Nicanor Parra

A los amantes de las bellas letras
Hago llegar mis mejores deseos
Voy a cambiar de nombre a algunas cosas.
Mi posición es ésta:
El poeta no cumple su palabra
Si no cambia los nombres de las cosas.
¿Con qué razón el sol
Ha de seguir llamándose sol?
¡Pido que se llame Micifuz
El de las botas de cuarenta leguas!
¿Mis zapatos parecen ataúdes?
Sepan que desde hoy en adelante
Los zapatos se llaman ataúdes.
Comuníquese, anótese y publíquese
Que los zapatos han cambiado de nombre:
Desde ahora se llaman ataúdes.
Bueno, la noche es larga
Todo poeta que se estime a sí mismo
Debe tener su propio diccionario
Y antes que se me olvide
Al propio dios hay que cambiarle nombre
Que cada cual lo llame como quiera:
Ese es un problema personal.

LOS VICIOS DEL MUNDO MODERNO, poema de Nicanor Parra

Los delincuentes modernos
Están autorizados para concurrir diariamente
a parques y jardines.
Provistos de poderosos anteojos y de relojes de bolsillo
Entran a saco en los kioskos favorecidos por la muerte
E instalan sus laboratorios entre los rosales en flor.
Desde allí controlan a fotógrafos y mendigos que
deambulan por los alrededores
Procurando levantar un pequeño templo a la miseria
Y si se presenta la oportunidad llegan a poseer a un
lustrabotas melancólico.
La policía atemorizada huye de estos monstruos
En dirección del centro de la ciudad
En donde estallan los grandes incendios de fines de año
Y un valiente encapuchado pone manos arriba
a dos madres de la caridad.
Los vicios del mundo moderno:
El automóvil y el cine sonoro,
Las discriminaciones raciales,
El exterminio de los pieles rojas,
Los trucos de la alta banca,
La catástrofe de los ancianos,
El comercio clandestino de blancas realizado por
sodomitas internacionales,
El auto-bombo y la gula
Las Pompas Fúnebres
Los amigos personales de su excelencia
La exaltación del folklore a categoría del espíritu,
El abuso de los estupefacientes y de la filosofía,
El reblandecimiento de los hombres favorecidos
por la fortuna
El auto-erotismo y la crueldad sexual
La exaltación de lo onírico y del subconsciente en
desmedro del sentido común.
La confianza exagerada en sueros y vacunas
El endiosamiento del falo,
La política internacional de piernas abiertas patrocinada
por la prensa reaccionaria
El afán desmedido de poder y de lucro,
La carrera del oro,
La fatídica danza de los dólares,
La especulación y el aborto,
La destrucción de los ídolos.
El desarrollo excesivo de la dietética y de la psicología
pedagógica,
El vicio del baile, del cigarrillo, de los juegos de azar,
Las gotas de sangre que suelen encontrarse entre las
sábanas de los recién desposados,
La locura del mar,
La agorafobia y la claustrofobia,
La desintegración del átomo,
El humorismo sangriento de la teoría de la relatividad,
El delirio de retorno al vientre materno,
El culto de lo exótico,
Los accidentes aeronáuticos,
Las incineraciones, las purgas en masa, la retención
de los pasaportes,
Todo esto porque sí,
Porque produce vértigo,
La interpretación de los sueños
Y la difusión de la radiomanía.
Como queda demostrado, el mundo moderno
se compone de flores artificiales
Que se cultivan en unas campanas de vidrio parecidas
a la muerte,
Está formado por estrellas de cine,
Y de sangrientos boxeadores que pelean a la luz
de la luna,
Se compone de hombres ruiseñores que controlan la vida
económica de los países
Mediante algunos mecanismos fáciles de explicar;
Ellos visten generalmente de negro como los precursores
del otoño
Y se alimentan de raíces y de hierbas silvestres.
Entretanto los sabios, comidos por las ratas,
Se pudren en los sótanos de las catedrales,
Y las almas nobles son perseguidas implacablemente
por la policía.
El mundo moderno es una gran cloaca:
Los restoranes de lujo están atestados de cadáveres
digestivos
Y de pájaros que vuelan peligrosamente a escasa altura.
Esto no es todo: Los hospitales están llenos de
impostores,
Sin mencionar a los herederos del espíritu que
establecen sus colonias en el año de los recién
operados.
Los industriales modernos sufren a veces el efecto
de la atmósfera envenenada,
Junto a las máquinas de tejer suelen caer enfermos
del espantoso mal del sueño
Que los transforma a la larga en unas especies de ángeles.
Niegan la existencia del mundo físico
Y se vanaglorian de ser unos pobres hijos del sepulcro.
Sin embargo, el mundo ha sido siempre así.
La verdad, como la belleza, no se crea ni se pierde
Y la poesía reside en las cosas o es simplemente
un espejismo del espíritu.
Reconozco que un terremoto bien concebido
Puede acabar en algunos segundos con una ciudad rica
en tradiciones
Y que un minucioso bombardeo aéreo
Derribe árboles, caballos, tronos, música.
Pero qué importa todo esto
Si mientras la bailarina más grande del mundo
Muere pobre y abandonada en una pequeña aldea
del sur de Francia
La primavera devuelve al hombre una parte de las
flores desaparecidas.
Tratemos de ser felices, recomiendo yo, chupando la
miserable costilla humana.
Extraigamos de ella el líquido renovador,
Cada cual de acuerdo con sus inclinaciones personales.
¡Aferrémonos a esta piltrafa divina!
Jadeantes y tremebundos
Chupemos estos labios que nos enloquecen;
La suerte está echada.
Aspiremos este perfume enervador y destructor
Y vivamos un día más la vida de los elegidos:
De sus axilas extrae el hombre la cera necesaria para
forjar el rostro de sus ídolos.
Y del sexo de la mujer la paja y el barro de sus templos.
Por todo lo cual
Cultivo un piojo en mi corbata

HAY UN DÍA FELIZ, poema de Nicanor Parra

A recorrer me dediqué esta tarde
Las solitarias calles de mi aldea
Acompañado por el buen crepúsculo
Que es el único amigo que me queda.

Todo está como entonces, el otoño
Y su difusa lámpara de niebla,
Sólo que el tiempo lo ha invadido todo
Con su pálido manto de tristeza.

Nunca pensé, creédmelo, un instante
Volver a ver esta querida tierra,
Pero ahora que he vuelto no comprendo
Cómo pude alejarme de su puerta.

Nada ha cambiado, ni sus casas blancas
Ni sus viejos portones de madera.
Todo está en su lugar; las golondrinas
En la torre más alta de la iglesia;
El caracol en el jardín, y el musgo
En las húmedas manos de las piedras.

No se puede dudar, éste es el reino
Del cielo azul y de las hojas secas
En donde todo y cada cosa tiene
Su singular y plácida leyenda:

Hasta en la propia sombra reconozco
La mirada celeste de mi abuela.
Estos fueron los hechos memorables
Que presenció mi juventud primera,
El correo en la esquina de la plaza
Y la humedad en las murallas viejas.

¡Buena cosa, Dios mío!; nunca sabe
Uno apreciar la dicha verdadera,
Cuando la imaginamos más lejana
Es justamente cuando está más cerca.

Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice
Que la vida no es más que una quimera;
Una ilusión, un sueño sin orillas,
Una pequeña nube pasajera.

Vamos por partes, no sé bien qué digo,
La emoción se me sube a la cabeza.
Como ya era la hora del silencio
Cuando emprendí mi singular empresa,
Una tras otra, en oleaje mudo,
Al establo volvían las ovejas.
Las saludé personalmente a todas
Y cuando estuve frente a la arboleda
Que alimenta el oído del viajero
Con su inefable música secreta
Recordé el mar y enumeré las hojas
En homenaje a mis hermanas muertas.

Perfectamente bien. Seguí mi viaje
Como quien de la vida nada espera.
Pasé frente a la rueda del molino,
Me detuve delante de una tienda:
El olor del café siempre es el mismo,
Siempre la misma luna en mi cabeza;
Entre el río de entonces y el de ahora
No distingo ninguna diferencia.
Lo reconozco bien, éste es el árbol
Que mi padre plantó frente a la puerta
(Ilustre padre que en sus buenos tiempos
Fuera mejor que una ventana abierta).
Yo me atrevo a afirmar que su conducta
Era un trasunto fiel de la Edad Media
Cuando el perro dormía dulcemente
Bajo el ángulo recto de una estrella.

A estas alturas siento que me envuelve
El delicado olor de las violetas
Que mi amorosa madre cultivaba
Para curar la tos y la tristeza.
Cuánto tiempo ha pasado desde entonces
No podría decirlo con certeza;
Todo está igual, seguramente,
El vino y el ruiseñor encima de la mesa,
Mis hermanos menores a esta hora
Deben venir de vuelta de la escuela:
¡Sólo que el tiempo lo ha borrado todo
Como una blanca tempestad de arena!

SINFONÍA DE CUNA, poema de Nicanor Parra

Una vez andando
Por un parque inglés
Con un angelorum
Sin querer me hallé.
Buenos días, dijo,
Yo le contesté,
-El en castellano,
Pero yo en francés.
Dítes moi, don angel.
Comment va monsieur.
El me dio la mano,
Yo le tomé el pie,
¡Hay que ver, señores,
Cómo un ángel es!
Fatuo como el cisne,
Frío como un riel,
Gordo como un pavo,
Feo como usted.
Susto me dio un poco
Pero no arranqué.
Le busqué las plumas,
Plumas encontré,
Duras como el duro
Cascarón de un pez.
¡Buenas con que hubiera
Sido Lucifer!
Se enojó conmigo,
Me tiró un revés
Con su espada de oro,
Yo me le agaché.
Ángel más absurdo
Non volveré a ver.
Muerto de la risa
Dije good bye sir,
Siga su camino,
Que le vaya bien,
Que la pise el auto,
Que la mate el tren.
Ya se acabó el cuento,
Uno, dos y tres.

DEFENSA DEL ÁRBOL, poema de Nicanor Parra

Por qué te entregas a esa piedra
Niño de ojos almendrados
Con el impuro pensamiento.
De derramarla contra el árbol.
Quien no hace nunca daño a nadie
No se merece tan mal trato.
Ya sea sauce pensativo
Ya melancólico naranjo
Debe ser siempre por el hombre
Bien distinguido y respetado:
Niño perverso que lo hiera
Hiere a su padre y a su hermano.
Yo no comprendo, francamente,
Cómo es posible que un muchacho,
Tenga este gesto tan indigno
Siendo tan rubio y delicado.
Seguramente que tu madre
No sabe el cuervo que ha criado,
Te cree un hombre verdadero,
Yo pienso todo lo contrario:
Creo que no hay en todo Chile
Niño tan malintencionado.
¡Por qué te entregas a esa piedra
Como a un puñal envenenado,
Tú que comprendes claramente
La gran persona que es el árbol!
El da la fruta deleitosa
Más que la leche, más que el nardo;
Leña de oro en el invierno,
Sombra de plata en el verano
Y, lo que es más que todo junto,
Crea los vientos y los pájaros.
Piénsalo bien y reconoce
Que no hay amigo como el árbol,
Adonde quiera que te-vuelvas
Siempre lo encuentras a tu lado,
Vayas pisando tierra firme
O móvil mar alborotado,
Estés meciéndote en la cuna
O bien un día agonizando,
Más fiel que el vidrio del espejo
Y más sumiso que un esclavo.
Medita un poco lo que haces
Mira que Dios te está mirando,
Ruega al Señor que te perdone
De tan gravísimo pecado
Y nunca más la piedra ingrata
Salga silbando de tu mano.

PREGUNTAS A LA HORA DEL TÉ, poema de Nicanor Parra

Este señor desvaído parece
Una figura de un museo de cera;
Mira a través de los visillos rotos:
Qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿Vale más el arroyo que se mueve
O la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
Que abre una herida más, o que la cierra:
¿Es más real el agua de la fuente
O la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa –
Construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
A la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
De ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
A ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina,
Todo envuelto en una especie de niebla.

SE CANTA AL MAR, poema de Nicanor Parra

Nada podrá apartar de mi memoria
La luz de aquella misteriosa lámpara,
Ni el resultado que en mis ojos tuvo
Ni la impresión que me dejó en el alma.
Todo lo puede el tiempo, sin embargó
Creo que ni la muerte ha de borrarla.
Voy a explicarme aquí, si me permiten,
Con el eco mejor de mi garganta.
Por aquel tiempo yo no comprendía
Francamente ni cómo me llamaba,
No había escrito aún mi primer verso
Ni derramado mi primera lágrima;
Era mi corazón ni más ni menos
Que el olvidado kiosko de una plaza.
Mas sucedió que cierta vez mi padre
Fue desterrado al sur, a la lejana
Isla de Chiloé donde el invierno
Es como una ciudad abandonada.
Partí con él y sin pensar llegamos
A Puerto Montt una mañana clara.
Siempre había vivido mi familia
En el valle central o en la montaña,
De manera que nunca, ni por pienso,
Se conversó del mar era nuestra casa.
Sobre este punto yo sabía apenas
Lo que en la escuela pública enseñaban
Y una que otra cuestión de contrabando
De las cartas de amor de mis hermanas.
Descendimos del tren entre banderas
Y una solemne fiesta de campanas
Cuando mi padre me cogió de un brazo
Y volviendo los ojos a la blanca,
Libre y eterna espuma que a lo lejos
Hacia un país sin nombre navegaba,
Como quien reza una oración me dijo
Con voz que tengo en el oído intacta:
“Este es, muchacho, el mar”. El mar sereno,
El mar que baña de cristal la patria.
No sé decir por qué, pero es el caso
Que una fuerza mayor me llenó el alma
Y sin medir, sin sospechar siquiera,
La magnitud real de mi campaña,
Eché a correr, sin orden ni concierto,
Como un desesperado hacia la playa
Y en un instante memorable estuve
Frente a ese gran señor de las batallas.
Entonces fue cuando extendí los brazos
Sobre el haz ondulante de las aguas,
Rígido el cuerpo, las pupilas fijas,
En la verdad sin fin de la distancia,
Sin que en mi ser moviérase un cabello,
¡Como la sombra azul de las estatuas!
Cuánto tiempo duró nuestro saludo
No podrían decirlo las palabras.
Sólo debo agregar que en aquel día
Nació en mi mente la inquietud y el ansia
De hacer en verso lo que en ola y ola
Dios a mi vista sin cesar creaba.
Desde ese entonces data la ferviente
Y abrasadora sed que me arrebata:
Es que, en verdad, desde que existe el mundo,
La voz del mar en mi persona estaba.

DESORDEN EN EL CIELO, poema de Nicanor Parra

Un cura sin saber cómo
Llegó a las puertas del cielo,
Tocó la aldaba de bronce,
A abrirle vino San Pedro:
“Si no me dejas entrar
Te corto los crisantemos”.
Con voz respondióle el santo
Que se parecía al trueno:
“Retírate de mi vista
Caballo de mal agüero,
Cristo Jesús no se compra
Con mandas ni con dinero
Y no se llega a sus pies
Con dichos de marinero.
Aquí no se necesita
Del brillo de tu esqueleto
Para amenizar el baile
De Dios y de sus adeptos.
Viviste entre los humanos
Del miedo de los enfermos
Vendiendo medallas falsas
Y cruces de cementerio.
Mientras los demás mordían
Un mísero pan de afrecho
Tú te llenabas la panza
De carne y de huevos frescos.
La araña de la lujuria
Se multiplicó en tu cuerpo
Paraguas chorreando sangre
¡Murciélago del infierno!”
Después resonó un portazo,
Un rayo iluminó el cielo,
Temblaron los corredores
Y el ánima sin respeto
Del fraile rodó de espaldas
Al hoyo de los infiernos

AUTORRETRATO, poema de Nicanor Parra

Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!
Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales,
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales

EPITAFIO, poema de Nicanor Parra

De estatura mediana,
Con una voz ni delgada ni gruesa,
Hijo mayor de profesor primario
Y de tía modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
-Todo esto bailado
Por una luz entre irónica y pérfida-
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y de aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia.

ADVERTENCIA AL LECTOR, poema de Nicanor Parra

El autor no responde de las molestias que puedan
ocasionar sus escritos:
Aunque le pese.
El lector tendrá que darse siempre por satisfecho.
Sabelius, que además de teólogo fue un humorista consumado,
Después de haber reducido a polvo el dogma de la
Santísima Trinidad
¿Respondió acaso de su herejía?
Y si llegó a responder, ¡cómo lo hizo!
¡En qué forma descabellada!
¡Basándose en qué cúmulo de contradicciones!
Según los doctores de la ley este libro no debiera publicarse:
La palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,
Menos aún la palabra dolor,
La palabra torcuato.
Sillas y mesas sí que figuran a granel,
¡ataúdes!, ¡útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
Porque, a mi modo de ver, el cielo se está cayendo
a pedazos.
Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wittgenstein
Pueden darse con una piedra en el pecho
Porque es una obra difícil de conseguir:
Pero el Círculo de Viena se disolvió hace años,
Sus miembros se dispersaron sin dejar huella
Y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri della luna.
Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:
¡Las risas de este libro son falsas!, argumentarán
mis detractores
“Sus lágrimas, ¡artificiales!”
“En vez de suspirar, en estas páginas se bosteza”
“Se patalea como un niño de pecho”
“El autor se da a entender a estornudas”
Conforme: os invito a quemar vuestras naves,
Como los fenicios pretendo formarme mi propio
alfabeto.
“¿A qué molestar al público entonces?”, se preguntarán
los amigos lectores:
“Si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos,
¡Qué podrá esperarse de ellos!”
Cuidado, yo no desprestigio nada
O, mejor dicho, yo exalto mi punto de vista,
Me vanagloria de mis limitaciones
Pongo por las nubes mis creaciones.
Los pájaros de Aristófanes
Enterraban en sus propias cabezas
Los cadáveres de sus padres,
(Cada pájaro era un verdadero cementerio volante)
A mi modo de ver
Ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia
¡Y Yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores
Lectores

RECUERDOS DE JUVENTUD, poema de Nicanor Parra

Lo cierto es que yo iba de un lado a otro,
A veces chocaba con los árboles,
Chocaba con los mendigos,
Me abría paso a través de un bosque de sillas y mesas,
Con el alma en un hilo veía caer las grandes hojas.
Pero todo era inútil,
Cada vez me hundía más y más en una especie de jalea;
La gente se reía de mis arrebatos,
Los individuos se agitaban en sus butacas como algas
movidas por las olas
Y las mujeres me dirigían miradas de odio
-Haciéndome subir, haciéndome bajar,
Haciéndome llorar y reír en contra de mi voluntad.
De todo esto resultó un sentimiento de asco,
Resultó una tempestad de frases incoherentes,
Amenazas, insultos, juramentos que no venían al caso,
Resultaron unos movimientos agotadores de caderas,
Aquellos bailes fúnebres
Que me dejaban sin respiración
Y que me impedían levantar cabeza durante días,
Durante noches.
Yo iba de un lado a otro, es verdad,
Mi alma flotaba en las calles
Pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura;
Como una hoja de papel y un lápiz yo entraba en los cementerios
Dispuesto a no dejarme engañar.
Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto,
Observaba de cerca las cosas
O en un ataque de ira me arrancaba los cabellos.
De esa manera hice mi debut en las galas de clases,
Como un herido a bala me arrastré por los ateneos,
Crucé el umbral de las casas particulares,
Con el filo de la lengua traté de comunicarme con los espectadores:
Ellos leían el periódico
O desaparecían detrás de un taxi.
¡Adónde ir entonces!
A esas horas el comercio estaba cerrado;
Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena
Y en el abismo que nos separa de los otros abismos.

SOLILOQUIO DEL INDIVIDUO, poema de Nicanor Parra

Yo soy el Individuo.
Primero viví en una roca
(Allí grabé algunas figuras).
Luego busqué un lugar más apropiado.
Yo soy el Individuo.
Primero tuve que procurarme alimentos,
Buscar peces, pájaros, buscar, leña,
(Ya me preocuparía de los demás asuntos).
Hacer una fogata,
Leña, leña, dónde encontrar un poco de leña,
Algo de leña para hacer una fogata,
Yo soy el Individuo.
Al mismo tiempo me pregunté,
Fui a un abismo lleno de aire;
Me respondió una voz:
Yo soy el Individuo.
Después traté de cambiarme a otra roca,
Allí también grabé figuras,
Grabé un río, búfalos,
Grabé una serpiente
Yo soy el Individuo.
Pero no. Me aburrí de las cosas que hacía,
El fuego me molestaba,
Quería ver más,
Yo soy el Individuo.
Bajé a un valle regado por un río,
Allí encontré lo que necesitaba,
Encontré un pueblo salvaje,
Una tribu,
Yo soy el Individuo.
Vi que allí se hacían algunas cosas,
Figuras grababan en las rocas,
Hacían fuego, ¡también hacían fuego!
Yo soy el Individuo.
Me preguntaron que de dónde venía.
Contesté que sí, que no tenía planes determinados,
Contesté que no, que de allí en adelante.
Bien.
Tomé entonces un trozo de piedra que encontré en un río
Y empecé a trabajar con ella,
Empecé a pulirla,
De ella hice una parte de mi propia vida.
Pero esto es demasiado largo.
Corté unos árboles para navegar,
Buscaba peces,
Buscaba diferentes cosas,
(Yo soy el Individuo).
Hasta que me empecé a aburrir nuevamente.
Las tempestades aburren,
Los truenos, los relámpagos,
Yo soy el Individuo.
Bien. Me puse a pensar un poco,
Preguntas estúpidas se me venían a la cabeza.
Falsos problemas.
Entonces empecé a vagar por unos bosques.
Llegué a un árbol y a otro árbol;
Llegué a una fuente,
A una fosa en que se veían algunas ratas:
Aquí vengo yo, dije entonces,
¿Habéis visto por aquí una tribu,
Un pueblo salvaje que hace fuego?
De este modo me desplacé hacia el oeste
Acompañado por otros seres,
O más bien solo.
Para ver hay que creer, me decían,
Yo soy el Individuo.
Formas veía en la obscuridad,
Nubes tal vez,
Tal vez veía nubes, veía relámpagos,
A todo esto habían pasado ya varios días,
Yo me sentía morir;
Inventé unas máquinas,
Construí relojes,
Armas, vehículos,
Yo soy el individuo.
Apenas tenía tiempo para enterrar a mis muertos,
Apenas tenía tiempo para sembrar,
Yo soy el Individuo.
Años más tarde concebí unas cosas,
Unas formas,
Crucé las fronteras
Y permanecí fijo en una especie de nicho,
En una barca que navegó cuarenta días,
Cuarenta noches,
Yo soy el Individuo.
Luego vinieron unas sequías,
Vinieron unas guerras,
Tipos de color entraron al valle,
Pero yo debía seguir adelante,
Debía producir.
Produje ciencia, verdades inmutables,
Produje tanagras,.
Di a luz libros de miles de páginas,
Se me hinchó la cara,
Construí un fonógrafo,
La máquina de coser,
Empezaron a aparecer los primeros automóviles,
Yo soy el Individuo.
Alguien segregaba planetas,
¡Árboles segregaba!
Pero yo segregaba herramientas,
Muebles, útiles de escritorio,
Yo soy el Individuo.
Se construyeron también ciudades,
Rutas
Instituciones religiosas pasaron de moda,
Buscaban dicha, buscaban felicidad,
Yo soy el Individuo.
Después me dediqué mejor a viajar,
A practicar, a practicar idiomas,
Idiomas,
Yo soy el Individuo.
Miré por una cerradura,
Sí. Miré, qué digo, miré,
Para salir de la duda miré,
Detrás de unas cortinas,
Yo soy el Individuo.,
Bien.
Mejor es tal vez que vuelva a ese valle,
A esa roca que me sirvió de hogar,
Y empiece a grabar de nuevo,
De atrás para adelante grabar
El mundo al revés.
Pero no: la vida no tiene sentido.

LA VIBORA, poema de Nicanor Parra

Durante largos años estuve condenado a adorar a una
mujer despreciable
Sacrificarme por ella, sufrir humillaciones y burlas sin
cuento,
Trabajar día y noche para alimentarla y vestirla,
Llevar a cabo algunos delitos, cometer algunas faltas,
A la luz de la luna realizar pequeños robos,
Falsificaciones de documentos comprometedores,
So pena de caer en descrédito ante sus ojos fascinantes.
En horas de comprensión solíamos concurrir a los parques
Y retratarnos juntos manejando una lancha a motor,
O nos íbamos a un café danzante
Donde nos entregábamos a un baile desenfrenado
Que se prolongaba hasta altas horas de la madrugada.
Largos años viví prisionero del encanto de aquella mujer
Que solía presentarse a mi oficina completamente desnuda
Ejecutando las contorsiones más difíciles de imaginar
Con el propósito de incorporar mi pobre alma a su órbita
Y, sobre todo, para extorsionarme hasta el último centavo.
Me prohibía estrictamente que me relacionase con mi familia.
Mis amigos eran separados de mí mediante libelos infamantes
Que la víbora hacía publicar en un diario de su propiedad.
Apasionada hasta el delirio no me daba un instante de tregua,
Exigiéndome perentoriamente que besara su boca
Y que contestase sin dilación sus necias preguntas
Varias de ellas referentes a la eternidad y a la vida futura
Temas que producían en mí un lamentable estado de ánimo,
Zumbidos de oídos, entrecortadas náuseas,
desvanecimientos prematuros
Que ella sabía aprovechar con ese espíritu práctico
que la caracterizaba
Para vestirse rápidamente sin pérdida de tiempo
Y abandonar mi departamento dejándome con un palmo
de narices.
Esta situación se prolongó por más de cinco años.
Por temporadas vivíamos juntos en una pieza redonda
Que pagábamos a medias en un barrio de lujo cerca del
cementerio.
(Algunas noches hubimos de interrumpir nuestra luna
de miel
Para hacer frente a las ratas que se colaban por la
ventana).
Llevaba la víbora un minucioso libro de cuentas
En el que anotaba hasta el más mínimo centavo que yo
le pedía en préstamo;
No me permitía usar el cepillo de dientes que yo mismo
le había regalado
Y me acusaba de haber arruinado su juventud:
Lanzando llamas por los ojos me emplazaba a
comparecer ante el juez ,
Y pagarle dentro de un plazo prudente parte de la deuda
Pues ella necesitaba ese dinero para continuar sus estudios
Entonces hube de salir a la calle y vivir de la caridad pública,
Dormir en los bancos de las plazas,
Donde fui encontrado muchas veces moribundo
por la policía
Entre las primeras hojas del otoño.
Felizmente aquel estado de cosas no pasó más adelante,
Porque cierta vez en que yo me encontraba
en una plaza también
Posando frente a una cámara fotográfica
Unas deliciosas manos femeninas me vendaron de
pronto la vista
Mientras una voz amada para mí me preguntaba
quién soy yo.
Tú eres mi amor, respondí con serenidad.
¡Ángel mío, dijo ella nerviosamente,
Permite que me siente en tus rodillas una vez más!
Entonces pude percatarme de que ella se presentaba
ahora provista de un pequeño taparrabos.
Fue un encuentro memorable, aunque lleno de notas
discordantes:
Me he comprado una parcela, no lejos del matadero,
exclamó,
Allí pienso construir una especie de pirámide
En la que podíamos pasar los últimos días de nuestra vida.
Ya he terminado mis estudios, me he recibido de abogado,
Dispongo de un buen capital;
Dediquémonos a un negocio productivo, los dos,
amor mío, agregó,
Lejos del mundo construyamos nuestro nido.
Basta de sandeces, repliqué, tus planes me inspiran
desconfianza,
Piensa que de un momento a otro mi verdadera mujer
Puede dejarnos a todos en la miseria más espantosa.
Mis hijos han crecido ya, el tiempo ha transcurrido,
Me siento profundamente agotado, déjame reposar
un instante,
Tráeme un poco de agua, mujer,
Consígueme algo de comer en alguna parte,
Estoy muerto de hambre,
no puedo trabajar más para ti,
Todo ha terminado entre nosotros.

MADRIGAL, poema de Nicanor Parra

Yo me haré millonario una noche
Gracias a un truco que me permitirá fijar las imágenes
En un espejo cóncavo o convexo.
Me parece que el éxito será completo
Cuando logre inventar un ataúd de doble fondo
Que permita al cadáver asomarse a otro mundo.
Ya me he quemado bastante las pestañas
En esta absurda carrera de caballos
En que los jinetes son arrojados de sus cabalgaduras
Y van a caer entre los espectadores.
Justo es, entonces, que trate de crear algo
Que me permita vivir holgadamente.
O que por lo menos me permita morir.
Estoy seguro de que mis piernas tiemblan,
Sueño que se me caen los dientes
Y que llego tarde a unos funerales.

NO CREO EN LA VÍA PACÍFICA, poema de Nicanor Parra

no creo en la vía violenta
me gustaría creer
en algo pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea.

PAISAJE, poema de Nicanor Parra

¡Veis esa pierna humana que cuelga de la luna
Como un árbol que crece para abajo
Esa pierna temible que flota en el vacío
Iluminada apenas por el rayo
De la luna y el aire del olvido!

CARTAS A UNA DESCONOCIDA, poema de Nicanor Parra

Cuando pasen los años, cuando pasen
Los años y el aire haya cavado un foso
Entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
Y yo sólo sea un hombre que amó, un ser que se detuvo
Un instante frente a tus labios,
Un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿Dónde estarás tú? ¡Dónde
Estarás, oh hija de mis besos

Ver programa de televisión sobre el poeta Nicanor Parra.

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

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