SLIDER WEB - Poesia Online

237. POESÍA MÁS POESÍA: JOHN KEATS

Comparte en tus redes sociales

portadas 2023 - Poesia Online

VER EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN DEDICADO AL POETA JOHN KEATS

BIOGRAFÍA DEL POETA JOHN KEATS

Para John Keats “la poesía debiera ser grande y discreta, algo que penetra en nuestra alma y que no la sorprende o sobrecoge por sí misma sino por su tema.

¡Qué maravillosas son las flores solitarias!

¡Qué pronto perderían su belleza si se agolpasen en el camino gritando,

¡admiradme, soy una violeta! ¡Adoradme, soy una prímula!”.

Tres libros le bastaron a Keats para convertirse, póstumamente, en clásico: Poemas (1817), Endymion (1818) y Lamia, Isabella, la víspera de santa Inés y otros poemas (1820) que incluye algunos de sus mejores títulos.

John Keats nació el 31 de octubre de 1795 en Finsbury Pavement, en las afueras de Londres, Gran Bretaña, en el seno de una familia de la pequeña burguesía. Hijo de Thomas y Frances Jennings Keats, era el mayor de cinco hermanos. Su hermano Edward murió poco después de nacer él. Su padre era propietario de una caballeriza y murió de la caída de un caballo en 1804, cuando el poeta tenía tan solo siete años. Su madre volvió a casarse poco después, pero este segundo matrimonio fue infeliz y no tardó en abandonar a su segundo marido y trasladarse a vivir a casa de la abuela de Keats en Enfield con sus hijos. La madre moriría poco después, en 1810, de tuberculosis, dejándoles huérfanos al cuidado de su abuela.

Su abuela nombró dos tutores que pudieran cuidar a los huérfanos. En la escuela de Clark, el joven John Keats se hizo muy amigo del hijo del director, Charles Cowden Clark, quien también se encariñó del joven. Ganó un concurso de redacción e hizo desafiantes traducciones del latín y el griego. La familia Clark siguió alentando y cultivando su talento literario, haciéndole participar en discusiones sobre libros y prestándole volúmenes de su biblioteca, como “Faerie Queen” (1519), La Reina de las Hadas, de Edmund Spenser. La lectura de la obra de Spenser supuso para Keats un punto de inflexión en su desarrollo literario e inspiró la creación de su primer poema: A imitación de Spenser. Fue la obra que le reveló el poder poético de su propia imaginación.

En 1811, John Keats dejó la escuela y entró como aprendiz de Thomas Hammond, un cirujano local. Después de cuatro años ingresó al Guy’s Hospital de Southwark de Londres como ayudante de cirujano, en el transcurso de estos años Keats, trabajó arduamente en beneficio de su carrera como médico, sin embargo, esta nunca atrajo su atención del mismo modo que lo hizo la poesía.

En 1814 murió su abuela, y su tutor legal, Abbey, se hizo cargo de la gestión de la herencia de una forma nefasta. A pesar de ello, Keats, tras varios años de estudios, consigue licenciarse como farmacéutico en 1816, y empieza poco a poco a entrar en el mundo de la poesía impulsado por su amigo Charles C. Clarke. En octubre le presentaron al poeta y cofundador de la revista The Examiner, Leigh Hunt, que leyó sus poemas y le dio su opinión. Ambos se hicieron muy amigos. A menudo pasaba los días trabajando y las noches en casa de Hunt, un hervidero de energía literaria. Allí disfrutó de la compañía del círculo de escritores y artistas de Leigh Hunt, como Percy Shelley y Benjamin Robert Haydon. Keats, Shelley y Hunt también participaban en competiciones cronometradas de escritura de sonetos, que dieron lugar a obras como “Sobre el saltamontes y el grillo” (1816) de Keats. El 1 de diciembre de 1816 se publicó en la revista The Examiner un soneto escrito por Keats llamado O Solitude, después de la publicación de este, Keats abandonó la medicina y se dedicó de lleno a la poesía.

John Keats Portrait - Poesia Online

El hermano Keats, George, le presentó a George Felton Mathew, con este poeta entabló una corta pero significativa amistad literaria y le dedicó el poema “A George Felton Mathew” (1817).

Leigh Hunt publicó su «A imitación de Spenser» en 1816 en su periódico The Examiner, así como sus primeros sonetos, «Oh, soledad si pudiera morar contigo» y «Al examinar por primera vez la traducción de Homero por Chapman», inspirado en la lectura de la Iliada y la Odisea traducidas por George Chapman en el siglo XVII. Un año después, publicó su primer poemario titulado simplemente Poemas (1817), publicado con la opinión en contra de muchos de sus amigos (entre los que se encontraba Shelley), recibió críticas muy negativas, algunas incluso hirientes en el plano personal. Pocos meses después de la publicación de Poemas, este fue criticado mordazmente por John Gibson Lockhart en el periódico Blackwood’s Edinburgh Magazine, en la crítica Lockhart incluye a Keats y sus compañeros en la Cockney School, terminó usado de manera despectiva por el periódico para referirse a algunos poetas ingleses de la época, entre estos Leigh Hunt y John Keats.

El siguiente año, 1817, sale el segundo libro de Keats llamado Endymion, en este el poeta hace una pequeña dedicación a Thomas Chatterton, poeta prerromántico inglés. El libro fue duramente criticado por Lockhart y el periódico The Quarterly Review, en gran medida las criticas eran realizadas por su amistad con el escritor Leigh Hunt.

En el trascurso de 1818, Keats viajó en compañía de Charles Armitage Brown, visitaron Escocia, los Lagos y el Norte de Irlanda. Los paisajes y la experiencia del viaje influyeron fuertemente en la poesía escrita por Keats los años posteriores. Si bien este fue el periodo más productivo del poeta también fue el más problemático, además de las críticas de Lockhart, Keats tenía problemas económicos, su obra no generaba ingresos dado que era poco apreciada por el público, al mismo tiempo su hermano Tom enfermó y tiempo después muere de tuberculosis, enfermedad que empezó a padecer el poeta. Esta enfermedad habría de diezmar a su familia y terminar con la propia vida del poeta.

Keats por Joseph Severn 1793–1879 2 - Poesia Online

 

Al pesar por la muerte de su hermano se unió el hecho de que la crítica había recibido con hostilidad su “Endymion, al igual que había hecho antes con sus Poemas. Este poema narrativo de 4050 versos de extensión “está basado libremente en el mito clásico del pastor Endimión, enamorado de la diosa Selena (la Luna, identificada también con Diana, la cazadora hermana de Apolo) y constituye una obra de una poética insólita”. Insólita por la alusión a los dioses, por una riqueza metafórica que es como una niebla inextinguible en el poema, incluso por la retórica implícita al discurso. Un lenguaje sutil  vinculado a la idea del amor.

“Sé que, después de muerto, estaré entre los poetas ingleses”, le escribe a su hermano George. Esa convicción le guió y le hizo fuerte frente a la adversidad.

Endymion, cuyo nombre significa «sumergido» —en, «dentro», y duein, «sumergir»— era un muchacho tan atractivo que incluso Selene se enamoró de él. La diosa le rogó a Zeus que le concediese al joven la vida eterna. El Señor del Olimpo aceptó, aunque con ciertas reservas. Según el mito, Endymion vivió en una insufrible eternidad onírica, durmiendo para siempre sin la posibilidad de despertar. Esto no impidió que Selene siguiera amándolo.

 

Endimión duerme observado por Selene. Pintura de Sebastiano Ricci.
Endimión duerme observado por Selene. Pintura de Sebastiano Ricci.

Endymion (fragmento)

Una cosa bella es un goce eterno:
Su hermosura va creciendo
Y jamás caerá en la nada;
Antes conservará para nosotros
Un plácido retiro,
Un sueño lleno de dulces sueños,
La salud, un relajado alentar.
Así, cada mañana trenzamos una
Guirnalda de flores que nos ata a la tierra,
A pesar del desaliento, a la inhumana
Falta de naturalezas nobles,
A los días nublados,
A todos los caminos insanos y lóbregos
Abiertos a nuestra búsqueda:
Si, pese a todo, alguna bella forma
Alza el paño mortuorio
De nuestro espíritu ensombrecido.
Como el sol, la luna, los árboles ancianos y los nuevos
Tendiendo su sombra cálida sobre los rebaños;
Como también los narcisos
Y el universo verde en el que moran,
Y los claros arroyos que fluyendo
Frescos hacia el estío,
Y el claro en medio del bosque
Manchado de rosas silvestres;
Y así el sublime destino
Que imaginamos para los grandes muertos;
Todos los deliciosos cuentos que oímos o leímos:
Fuente eterna de una linfa inmortal
Que cae sobre nosotros desde la orilla del cielo.

Sobre mitología y Endymion

George Frederic Watts. Endymion. 1903. Óleo sobre lienzo. 104 x 121 cm. Colección privada. Reino Unido.
George Frederic Watts. Endymion. 1903. Óleo sobre lienzo. 104 x 121 cm. Colección privada. Reino Unido.

Tras la muerte de su hermano, Keats decidió entonces volver a trasladarse, esta vez a vivir en la casa londinense de su amigo Brown. Allí conoció y se enamoró profundamente de una vecina, la joven de 18 años, Fanny Brawne. Este fue el comienzo de su período más creativo. Durante la primavera y el verano de 1819 Keats escribía sus mejores poemas: “Oda a Psique”, “Oda a una urna griega” y “Oda a un ruiseñor”, piezas clásicas de la literatura inglesa, que aparecieron en el tercero y mejor de sus libros, “Lamia, Isabella, La víspera de santa Inés y otros poemas (1820). El primero es un tributo a una diosa que, aparentemente, no tuvo un gran culto en la Grecia Antigua; Keats promete a Psique construirle un santuario. En el segundo, “Oda a una urna griega”, intenta hablar con una urna que descubre en un museo, sorprendido por el misterio suspendido en la eternidad de lo que revela; la urna le responde con las palabras siguientes «la belleza es la verdad, la verdad es belleza, esto es todo… lo que necesitas saber». En “Oda a un ruiseñor”, el yo lírico se eleva entre los árboles, con las alas de la palabra poética, para reunirse con el ruiseñor que allí canta; eso le sirve para comparar la naturaleza eterna y transcendental de los ideales con la fugacidad del mundo físico: el poeta, que se siente morir, ansía esa eternidad. Una oda es un poema lírico que suele elogiar a una persona, animal, objeto u ocasión. También puede alabar temas universales, como el amor o la pérdida. Sea cual sea el tema, esta forma de poesía expresa una gran profundidad de sentimientos.

 

detail Keats oil painting Joseph Severn National 1821 - Poesia Online

 

Desde septiembre de 1819, Keats escribió pocos poemas. Sus dificultades financieras eran graves. Se comprometió con Fanny Brawne, pero sin contar con dinero, tenía pocas posibilidades de casarse con ella. Su relación con Fanny tuvo que concluir cuando la tuberculosis de Keats se agravó sensiblemente. Los médicos le aconsejaron que se alejase del frío clima londinense y marchase a la soleada Italia; Keats marchó a Roma con su amigo el pintor Joseph Severn, invitado por otro amigo, Percy Shelley.

 

El amor forjó en él poemas como este:

¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,

amor de un solo pensamiento, que no divagas,

que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.

Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!

Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer

del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos

ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,

incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,

no retengas un átomo de un átomo o me muero,

o si sigo viviendo, sólo tu esclavo despreciable,

¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,

los propósitos de la vida, el gusto de mi mente

perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

Durante un año su salud pareció mejorar, pero al cabo volvió a quebrantarse y murió a principios del año siguiente, el 23 de febrero de 1821, al lado de la romana plaza de España. Tenía tan sólo 25 años. Está enterrado en el cementerio protestante de la capital italiana en cuya lápida, según su deseo, dice: “Aquí yace alguien cuyo nombre fue escrito en el agua”.

Lápida junto a la tumba donde reposa John keats en Roma (Italia).
Lápida junto a la tumba donde reposa John keats en Roma (Italia).

 

En honor a su amigo, Shelley escribió su poema «Adonaïs». Shelley que murió un año después, está enterrado cerca de él.

Durante su vida tuvo que soportar muchísimas críticas por su carácter melancólico y fabuloso. No obstante, en algún momento las cosas se pusieron en orden, y su poesía llegó a convertirse en una de las más relevantes de lengua anglosajona. Se relacionó con figuras como Mary Shelley y Charles Brown.

A pesar de su temprana muerte, John Keats es considerado uno de los más grandes poetas ingleses y una figura clave en el movimiento romántico, convertido en el exponente del joven y hermoso, “poeta maldito”. El periodo Romántico alcanzó su apogeo a finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Los románticos valoraban la emoción humana, la expresión, el individualismo y la unión con la naturaleza por encima del racionalismo que caracterizaba a la época neoclásica. Otros poetas románticos son William Blake, Percy B. Shelley y Lord Byron.

Uno de los elementos que atraviesa toda su obra es la belleza. A Keats le interesaba el origen de lo bello y las maneras en las que nos inspira y afecta esta idea estética. Son suyos fragmentos como éste:

“La belleza es verdad y la verdad es belleza; no hace falta saber más que esto en la tierra”.

La poesía de Keats es conocida por abarcar una gran variedad de temas, a menudo con conceptos opuestos, como la alegría y la melancolía, o la mortalidad y la inmortalidad.

  • La naturaleza: Keats sentía un profundo aprecio por la naturaleza y a menudo la utilizaba como fuente de inspiración en su poesía. Con frecuencia escribió sobre la belleza y el poder de los paisajes naturales, así como sobre los ciclos de vida y muerte inherentes al mundo natural.
  • La belleza: Keats creía que la belleza era un aspecto esencial de la vida y que podía encontrarse de muchas formas distintas. A menudo celebraba la belleza del mundo natural, así como la belleza del arte y la literatura.
  • El amor: El amor es un tema recurrente en la poesía de Keats. Escribió sobre las alegrías y las penas del amor, la fugacidad del romance y el poder del deseo y el anhelo.
  • La mortalidad: Keats era plenamente consciente de la fugacidad de la vida y de la inevitabilidad de la muerte. Escribió con frecuencia sobre la fugacidad de la existencia humana y el deseo de dejar un legado duradero a través del arte y la poesía.
  • Imaginación y creatividad: Keats creía que la imaginación y la creatividad eran esenciales para una vida plena. Celebraba el poder de la imaginación para transportarnos a nuevos mundos y ayudarnos a encontrar sentido al mundo que nos rodea.

Para el poeta y crítico español Ángel Rupérez, en la poesía de Keats hay una tendencia a contar historias con un lenguaje envolvente, a veces hipnótico, para dar una visión humana de la existencia.  Busca lo humano. Le interesa la poesía de Milton, pero su fastuosidad no le interesa. Keats buscaba lo humano profundo, busca los afectos que encuentra en Wordsworth, al que luego también abandona para ir más allá del lenguaje.

La lírica de Keats se caracteriza por un lenguaje exuberante e imaginativo, atemperado por la melancolía. Keats tenía con frecuencia la sensación de trabajar a la sombra de los grandes poetas del pasado y solo hacia el final de su efímera vida, cuando sentía cerca la oscuridad de la muerte, fue capaz de producir sus poemas más auténticos y memorables.

Al otoño“, considerada la culminación de la obra literaria del poeta y uno de los mejores poemas de la lírica inglesa de todos los tiempos, es la última oda compuesta por el autor, que la escribió el 19 de septiembre de 1819, después de un paseo por las afueras de Winchester. Fue incluida en el libro Lamia, Isabella, La víspera de Santa Inés y otros poemas (1820).

Jorge Luis Borges calificó su primer encuentro con Keats como una experiencia que sintió toda su vida. Keats tenía un estilo “muy cargado de sensualidades”, sobre todo en la serie de odas. Típico de los románticos, acentuaba la emoción extrema a través de imágenes naturales. Harold Bloom, Cortázar, Cernuda o Borges fueron otros de los estudiosos y fanáticos de la poesía de Keats.

Junto a Byron y Shelley no sólo dio cuerpo a una de las más radicales propuestas del movimiento romántico europeo, sino que supo aunar sensación y pensamiento, experiencia y éxtasis, en un complejo proceso de escritura donde vida y reflexión dialogan en el poema, dando origen a lo que posteriormente sería considerado como una de las características fundamentales de la poesía moderna.

Su obra entrelaza un lenguaje sencillo, elegante y aire melancólico despojado del adorno en sí mismo que busca iluminar la naturaleza humana y de la vida que lo rodea en su magnitud.

Los pocos escritores españoles que se han acercado a la poesía de habla inglesa  han  pasado  por  encima  de  él  sin  darse  cuenta  de  su  verdadera  entidad, centrando su mirada en el romanticismo más esplendoroso de William Blake o en el más sosegado  de  Wordsworth, o de  la  mano  de  un  Coleridge  más  versátil.

OBRAS DE JOHN KEAST:

  • Sobre la primera vez que vi el Homero de Chapman (1816)
  • Sueño y poesía (1816)
  • Endymion: un romance poético (1817)
  • Hyperion (1818)
  • Al sentarme a leer King Lear otra vez (1818)
  • La víspera de Sta. Agnes (1819)
  • La estrella brillante (1819)
  • La Belle Dame sans merci: una balada (1819)
  • Oda a Psyche (1819)
  • Oda a un ruiseñor (1819)
  • Oda sobre una urna griega (1819)
  • Oda a la melancolía (1819)
  • Oda a la indolencia (1819)
  • Lamia y otros poemas (1819)
  • Al otoño (1819)
  • La caída de Hyperion: un sueño (1819)
  • Al sueño
  • ¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!

 

SELECCIÓN DE POEMAS DE JOHN KEATS

‘CARTAS INÉDITAS’

Para J. H. Reynolds

3 de febrero de 1818

 

Mi querido Reynolds:

Gracias por tu plato de avellanas –ojalá pudiera tener una canasta entera llena de ellas, a modo de postre, para el día a día, por la suma de dos peniques. Seríamos algo así como cerdos etéreos y nos soltaríamos para alimentarnos de espirituales hayucos y bellotas, lo que ocurriría si fuéramos únicamente ardillas y nos alimentáramos de avellanas, pues una ardilla no es otra cosa que un cerdo aéreo o una avellana una especie de arcangélica bellota.

En cuanto a que merezca la pena cascar las nueces, todo lo que puedo decir es que donde hay una multitud de deliciosas imágenes preparadas, la sencillez es lo único que importa. La primera es la mejor por estar en primera línea y la «flecha desprovista de su astado alimento» y además (y esta es la única palabra –quizás con otra– que encuentro fallida, sobre todo porque he tenido un montón de razones para huir de ella como de arenas movedizas) la última tiene «ternura y verdad». Debemos suprimirla y evitar cualquier otra palabra parecida y con un encanto igualmente engañoso. Se puede decir que debemos leer a nuestros contemporáneos, que Wordsworth, etc., debería recibir nuestra aprobación, pero ¿vamos a dejarnos intimidar por una filosofía engendrada en los antojos de un egoísta gracias a unos pocos pasajes domésticos o hermosamente imaginativos? Todos hacemos nuestras especulaciones pero no todos les damos mil vueltas y nos pavoneamos de ellas hasta convertirlas en moneda falsa, engañándonos a nosotros mismos. Todos podemos viajar hasta las mismísimas fronteras del cielo y, sin embargo, necesitamos confianza para poner por escrito todo lo que allí hemos visto. Sancho, como cualquiera, también acabará inventando su particular viaje hacia el cielo. Odiamos la poesía que se nos impone con su diseño palpable y que, si expresamos nuestro desacuerdo, parece que mete la mano en el bolsillo de su pantalón. La poesía debiera ser grande y discreta, algo que penetra en nuestra alma y que no la sorprende o sobrecoge por sí misma sino por su tema. ¡Qué maravillosas son las flores solitarias! ¡Qué pronto perderían su belleza si se agolparan en el camino gritando «¡admiradme, soy una violeta! ¡Adoradme, soy una prímula!». Los poetas modernos son en esto distintos de los isabelinos.

Un poeta moderno, como un compromisario de Hannover, gobierna su pequeña propiedad y conoce cuántas numerosas pajas son barridas diariamente en las calzadas de sus dominios y experimenta la continua comezón de que todas las amas de casa debieran tener perfectamente limpias sus vasijas de cobre. Los antiguos eran emperadores de vastas provincias, las más remotas de las cuales solo las conocían de oídas y a las que no tenían la más mínima intención de visitar. Quiero cortar con todo esto. En particular no quiero tener nada ni de Wordsworth ni de Hunt. ¿Por qué deberemos formar parte de la tribu de Manasseh si podemos vagar con la de Essau? ¿Por qué dar patadas contra unos pinchos cuando podemos caminar sobre rosas? ¿Por qué deberíamos ser lechuzas cuando podríamos ser águilas? ¿Por qué dejarse hacer bromas con las aguzanieves de «hermosa mirada» cuando tenemos a la vista «la contemplación de los Querubines»? ¿Por qué con «Mateo con una rama silvestre en su mano», de Wordsworth, cuando podemos estar con Jacques «bajo un roble, etc.»? El secreto de la rama silvestre atravesará ahora mismo tu cabeza aún más rápidamente que mi propia escritura.

El viejo Mateo le habló hace años de cierta nadería, y porque en un paseo vespertino le aconteció imaginar la figura de un viejo, tuvo que estamparlo en blanco y negro y, a partir de entonces, es sagrado. No pretendo negar la grandeza de Wordsworth ni el mérito de Hunt, pero lo que pretendo decir es que no necesitamos que nos tomen el pelo con la grandeur y el mérito cuando podemos tenerlos incontaminados y discretos. Tengamos a los viejos poetas y a Robin Hood. Tu carta y los sonetos en ella me dieron más placer que el cuarto libro de Childe Harold y el todo de una vida cualquiera y sus opiniones. De vuelta a tu plato de avellanas, he reunido unos pocos amentos. Espero que tengan buena pinta.

 

A J. H. R. En respuesta a sus Sonetos sobre Robin Hood.

No, se han ido aquellos días… Espero que te gusten; al menos han sido escritos con espíritu bandolero. Estos son los versos de las doncellas Almas de Poetas ya muertos y ya idos, etc. Te visitaré mañana a las 4, y caminaremos juntos porque no es cuestión de ser un extraño en el país de los clavicémbalos. Espero también llevarte mi segundo libro. Con la esperanza de que estos garabatos te sirvan de distracción en esta tarde, sigo copiando en la colina

Tu sincero amigo y coescritorzuelo

John Keats

 

CARTA A FANNY BRAWNE

13 de octubre de 1819.

Mi queridísima niña:

 

Me he puesto a pasar en limpio algunos versos, pero no me da ningún gusto trabajar. Tengo que escribirte una o dos líneas y ver si eso me ayuda a alejarte de mi espíritu aunque sea por unos instantes, no puedo existir sin ti. Todo lo olvido salvo la idea de volver a verte. Mi vida parece detenerse ahí: más allá no veo nada. Me has absorbido.

En este mismo momento tengo la sensación de estar disolviéndome…Si no tuviera la esperanza de verte pronto me sentiría en el colmo de la desdicha. Tendría miedo de separarme, de estar demasiado lejos de ti. Mi dulce Fanny, no cambiará nunca tu corazón?, Amor mío, no cambiarás? Alguna vez me asombró que los hombres pudieran ir al martirio por su religión. Temblaba de pensarlo. Ahora ya no tiemblo; podría ir al martirio por mi religión- El amor es mi religión-, y podría morir por él….

Me has cautivado con un poder que soy incapaz de resistir; y sin embargo lo era hasta que te vi; y desde que te he visto me he esforzado a menudo en razonar contra las razones de mi amor. Ya no puedo hacerlo, el dolor sería demasiado grande. Mi amor es egoísta. No puedo respirar sin ti….

 

Tu afectuoso

JK

 

SOBRE LA PAZ

¡Oh Paz! ¿Con tu presencia bendices las moradas
de esta isla rodeada de guerra, apaciguando
con plácido semblante nuestra última angustia,
haciendo que sonría este triple reinado?
Convoco tu presencia con júbilo, y convoco
a dulces compañeros que te esperan; completa
mi gozo: que no falle mi primera esperanza,
que sea tu favorita la ninfa de los montes,
la libertad de Europa proclamada la dicha
de Inglaterra. ¡Oh Europa! No vean los tiranos
que debes cobijarte en tu anterior estado.
Con las cadenas rotas, grita que tú eres libre;
da normas a tus reyes, sujeta al poderoso.
¡Con pasados horrores conquistarás tu dicha!

 

A CHATTERTON

¡Oh, Chatterton, qué triste tu destino! ¿oh, hijo
de la desgracia, vástago de la aflicción! ¡Qué pronto
el velo de la muerte cubrió esos ojos donde
destelló fuerte el Genio y el supremo debate!
¡Qué pronto aquella voz, entusiasta y magnífica,
en exangües murmullos se fundió! ¡Tu atractiva
mañana estaba cerca de la noche! Moriste
como la flor marchita que abatió el viento frío.
Pero esto ya ha pasado: ya estás entre los astros
del Cielo y dulcemente cantas a las esferas
que giran; nada arruina tus himnos por encima
de este mundo egoísta de temores humanos.
Y en la tierra los justos impiden que la infamia
dañe tu noble nombre, que riegan con sus lágrimas.

 

OH, SOLEDAD, SI TENGO QUE CONVIVIR CONTIGO

¡oh, Soledad, si tengo que convivir contigo
que no sea en la maraña de oscuros edificios!
Asciende la ladera conmigo -observatorio
de la naturaleza-, desde donde esta cuenca,
sus pendientes floridas, sus aguas cristalinas,
ocupan sólo un palmo, y velaré contigo
bajo un dosel de ramas, donde el brinco del ciervo
asusta a las abejas sobre las dedaleras.
Pero aunque seguiremos con gozo estas escenas,
el placer de mi alma es el dulce diálogo
con una mente pura cuyas palabras muestran
ideas delicadas; seguro que esto es casi
la dicha más auténtica del espíritu humano:
cuando a tus madrigueras van dos almas gemelas.

 

¡AZUL! ASÍ ES LA VIDA DEL CIELO Y EL DOMINIO

RESPUESTA A UN SONETO QUE TERMINA ASÍ:

Los ojos negros son más estimados
que los que a las campánulas azuladas remedan.
De J. H. Reynolds

¡Azul! Así es la vida del cielo, y el dominio
de Cintia, y el palacio dilatado del sol,
el refugio de Héspero y todo su cortejo,
el íntimo de nubes doradas, grises y pardas.
¡Azul! Así es la vida de las aguas: Océano
y sus ríos vasallos y lagos incontables
que espuman y se excitan, pero que nunca pueden
bajar sino a su azul oscuro nacimiento.
¡Azul! Primo cordial del verde de los bosques,
casado con el verde en las flores más dulces:
nomeolvides, campánulas, y de la discreción
la reina: la violeta. ¡Qué poderes extraños
tienes, como una mera sombra! ¡Pero qué grande
cuando estás en los ojos, repleto de destino!

 

AL SUEÑO

Tú embalsamas la noche tranquila dulcemente,
cerrando con los dedos benignos, cuidadosos,
los ojos complacidos con la tiniebla, aislados
de la luz, resguardados en un divino olvido.
¡Oh, suavísimo Sueño! Si te apetece, cierra
mis ojos serviciales en medio de tu himno,
o espera el “Amén” antes de que junto a mi lecho
tu adormidera lance arrullos cual limosnas.
Entonces, sálvame, o el día transcurrido
relumbrará en mi almohada provocándome angustia.
Sálvame de la inquieta consciencia, que atesora
su fuerza penetrando como un topo en lo oscuro.
Gira, hábil, la llave en la muesca engrasada
y cierra bien el cofre callado de mi alma.

[SI CON OBTUSAS RIMAS HADE ESTAR NUESTRO INGLÉS]

Si con obtusas rimas ha de estar nuestro inglés
maniatado, y el dulce soneto, como Andrómeda,
a pesar de su triste belleza, encadenado,
busquemos, ya que vamos a quedar constreñidos,
sandalias más completas y más entretejidas
para que la Poesía calce su pie desnudo.
Comprobemos la lira y la tensión de todas
sus cuerdas y veamos qué se puede ganar
con oído aplicado y atención provechosa.
Avaros de sonidos y sílabas, cual Midas
de sus monedas, seamos recelosos de aquellas
hojas de la corona de laurel ya marchitas.
Así, si no podemos liberar a la Musa,
ella estará ceñida con sus propias guirnaldas.

 

ODA SOBRE UNA URNA GRIEGA

I
Esposa de la calma, todavía intacta,
tú, hija adoptiva del silencio y del tiempo,
narradora del bosque que relatar puedes
historias floreadas más dulces que mis versos,
¿qué leyenda de hojas floreadas se congrega
en torno de tu figura: dioses, mortales o ambos,
en Tempe o en los valles de la Arcadia? ¿Qué hombres,
qué dioses son éstos? ¿Qué esquivas doncellas?
¿Qué acoso enloquecido? ¿Y qué lucha por zafarse?
¿Qué flautas y panderos? ¿Y qué delirante éxtasis?

II
Son dulces las melodías que oímos, y aún más dulces
las que nunca escuchamos; seguid, pues, tocando,
suaves caramillos, las más apreciadas
por el espíritu, no el oído, canciones inaudibles.
Bello joven, no dejes morir tu canto
bajo estos árboles nunca desnudos.
Osado amante, que nunca puedes besar por mucho
que a la meta te acerques; pero no te aflijas:
tu amada no se mustia, aunque no logres tu dicha,
¡la amarás para siempre, y para siempre será hermosa!

III

¡Ah, ramas venturosas que no perdéis
las hojas ni decís adiós a la Primavera!
¡Ah, feliz melodista que infatigable
entona con su flauta siempre canciones nuevas!
¡Amor aún más alegre, amor aún más dichoso,
eternamente cálido, en espera de su gozo,
para siempre anhelante, y joven para siempre!
Exhalando hacia lo alto toda pasión,
que deja al corazón hastiado y abatido,
la frente ardorosa, y la lengua reseca.

IV
¿Quiénes son estos que van al sacrificio?
¿A qué altar verdecido, sacerdote misterioso
conduces esa vaquilla, de lomos sedosos,
adornados de guirnaldas, que muge hacia el cielo?
¿Qué pueblo construido a la orilla del río,
del océano o del monte, ciudadela pacífica,
se vacía de gentes esta mañana piadosa?
¿Y tus calles, pequeña ciudad, ya para siempre
quedarán en silencio, pues no volverá un alma
que pueda decir por qué estás desolada.

V
¡Oh, ática figura! ¡Oh, noble actitud! Hombres
y doncellas de mármol como adorno esculpidos,
con ramas del bosque y maleza pisada;
tú, forma silenciosa que a la razón hostigas,
como la eternidad. ¡Pastoral impasible!
Cuando la vejez a nuestra generación consuma,
sobrevivirás entre la angustia de otros,
tú, amiga de los hombres, a los que siempre dices:
“La belleza es verdad, y la verdad belleza
— Todo eso y nada más habéis de saber en la tierra.”

 

ODA A LA MELANCOLÍA

1
No vayas al Leteo ni exprimas el morado
acónito buscando su vino embriagador;
no dejes que tu pálida frente sea besada
por la noche, violácea uva de Proserpina.
No hagas tu rosario con los frutos del tejo
ni dejes que polilla o escarabajo sean
tu alma plañidera, ni que el búho nocturno
contemple los misterios de tu honda tristeza.
Pues la sombra a la sombra regresa, somnolienta,
y ahoga la vigilia angustiosa del espíritu.

2
Pero cuando el acceso de atroz melancolía
se cierna repentino, cual nube desde el cielo
que cuida de las flores combadas por el sol
y que la verde colina desdibuja en su lluvia,
enjuga tu tristeza en una rosa temprana
o en el salino arco iris de la ola marina
o en la hermosura esférica de las peonías;
o, si tu amada expresa el motivo de su enfado,
toma firme su mano, deja que en tanto truene
y contempla, constante, sus ojos sin igual.

3
Con la Belleza habita, Belleza que es mortal.
También con la alegría, cuya mano en sus labios
siempre esboza un adiós; y con el placer doliente
que en tanto la abeja liba se torna veneno.
Pues en el mismo templo del Placer, con su velo
tiene su soberano numen Melancolía,
aunque lo pueda ver sólo aquel cuya ansiosa
boca muerde la uva fatal de la alegría.
Esa alma probará su tristísimo poder
y entre sus neblinosos trofeos será expuesta.

 

SI YO FUERA CONSTANTE COMO TÚ, ESTRELLA LÚCIDA

Si yo fuera constante como tú, estrella lúcida,
no en brillo solitario suspendido en la noche
y observando con párpados eternamente abiertos,
como insomne eremita de la naturaleza,
las aguas agitadas que en su sagrado empeño
purifican las costas humanas de la tierra,
ni mirando la máscara reciente de la nieve
caída con dulzura sobre montes y páramos;
no así, aunque constante como tú e inmutable,
recostado en el pecho maduro de mi amada
sintiendo para siempre su dulce movimiento,
despierto para siempre con ligera impaciencia,
escuchando en silencio su tierno respirar,
y vivir así siempre —o morir en el rapto.

 

ODA A PSIQUE

¡Oh, diosa! Oye estos versos silentes, arrancados
por la dulce coacción y la memoria amada,
y perdona que tenga que cantar tus secretos
incluso en tus suaves y aconchadas orejas.
¿Es que hoy he soñado, o quizás haya visto
a la alígera Psique con los ojos despiertos?
Yo erraba por un bosque sin razón ni cuidado,
y observé de repente, turbado de sorpresa,
dos hermosas criaturas tumbadas en la hierba,
juntas bajo un techado susurrante de hojas
y flores temblorosas, por donde discurría
un arroyuelo apenas perceptible.

Entre flores tranquilas y de raíces frescas,
azules, plateadas, de yemas aromáticas
y de capullos púrpura, yacían en el lecho
de hierba sosegados, abrazadas sus alas,
con los labios distantes, que no se despedían,
separados por manos suaves de letargo,
ya prestos a exceder los besos que se dieron
al abrirse sus ojos como auroras de amor:
a ese muchacho alado conocía,
pero ¿quién eras tú, feliz, feliz paloma?
¡Eras tú su fiel Psique!

¡Tú, nacida la última, la visión más hermosa
de aquella jerarquía marchita del Olimpo!
Más pura que la estrella de Febo en su región
de zafiros, que Véspero, amorosa luciérnaga
del cielo; más hermosa, aunque no tengas templo
ni altar lleno de flores,
ningún coro de vírgenes con cantos deliciosos
en las horas nocturnas,
ni voces ni laúd ni flauta ni el incienso
que exhala el incensario ligero y oscilante,
ni santuario ni bosque ni oráculo ni trance
de profeta inspirado con labios macilentos.

¡Oh, la más deslumbrante! Ya es tarde para cultos
antiguos, para liras devotas y entusiastas,
cuando sagrados eran los bosques habitados
por dioses, y las aguas y las llamas y el aire;
Incluso en estos días, tan lejanos de aquellas
ofrendas jubilosas, tus alas refulgentes,
batiendo entre las pálidas criaturas del Olimpo,
veo, y canto inspirado tan sólo por mis ojos.
Déjame ser, por eso, tu coro que te cante
en las horas nocturnas,
tu voz y tu laúd, tu flauta y el incienso
que exhala el incensario ligero y oscilante,
tu santuario, tu bosque, tu oráculo, tu trance
de profeta inspirado con labios macilentos.

Seré tu sacerdote y edificaré un templo
en alguna región oculta de mi alma,
y mis ideas rámeas, nacidas con gozoso
dolor, murmurarán al viento como pinos:
y lejos esos árboles oscuramente unidos
cubrirán las silvestres cimas de las montañas
cuesta a cuesta, y allí los céfiros, los ríos,
las aves, las abejas arrullarán a dríadas
tumbadas en el musgo, y en mitad de esta vasta
quietud adornaré un rosado santuario
con el rico emparrado de una mente afanosa,
con brotes, campanillas, con estrellas sin nombre,
con todo lo que crea la pura Fantasía,
jardinero que cría flores que nunca son
las mismas, y allí habrá para tilas delicias
que consiguen los vagos pensamientos,
una antorcha encendida y una ventana abierta
para que el Amor entre por la noche.

 

ODA A UN RUISEÑOR

I
Me duele el corazón, y un sopor doloroso
aturde mis sentidos, cual si hubiera bebido
cicuta o apurado un pesado narcótico
hace poco y me hubiera hundido en el Leteo:
no es por sentir envidia de tu feliz estado,
sino por el exceso de dicha que me infundes
cuando, dríada de alas ligeras de los árboles,
en algún escondite melodioso
de frondosos hayedos y sombras incontables,
le cantas al estío con voz resuelta y plena.

II
¡Ah, si bebiera un sorbo del vino que se enfría
mucho tiempo en el seno de la tierra y que guarda
el sabor de praderas y de Flora, y de cantos
y bailes provenzales, y del gozo soleado!
¡Si tuviera una copa con vino del Sur tibio,
llena del sonrojado y auténtico Hipocrene,
borboteando al borde las burbujas ligadas,
con la boca de púrpura teñida,
y que al beber me aleje del mundo sin ser visto
y me pierda contigo por la espesura umbría!

III
Perderme en lo lejano, disiparme, olvidar
lo que no has conocido jamás entre las ramas:
el hastío, la fiebre, la angustia que se siente
aquí donde los hombres se escuchan sus gemidos,
donde el temblor sacude las tristes canas últimas,
donde la juventud muere exangüe y escuálida,
donde el solo pensar nos llena de zozobra
y desesperación con ojos decaídos,
y la Belleza pierde su mirada esplendente
que un nuevo Amor no ama más allá de mañana.

IV
¡Lejos, lejos! Pues voy a volar hacia ti,
no montado en el carro de Baco y sus leopardos,
sino en las invisibles alas de la Poesía,
aunque la mente torpe se retarde, perpleja.
¡Ya estoy aquí contigo! Esta noche es tan tierna,
y quizás en su trono está la Reina Luna
con sus hadas estrellas que alrededor se apiñan;
pero en este lugar la luz no existe,
salvo la que las brisas impulsan desde el cielo
por sendas serpeantes de musgo y fronda oscura.

V
No puedo ver las flores que están bajo mis pies,
ni el delicado incienso que pende de las ramas,
pero entre las fragantes tinieblas adivino
los encantos que ofrece esta estación propicia
a la hierba y al soto, al frutal de los bosques,
al brezo pastoril y a los espinos blancos,
a violetas marchitas cubiertas de hojarasca,
y a la hija primogénita del mayo ya mediado:
rosa almizcleña en ciernes, cubierta de rocío,
de un zumbido de insectos en tardes estivales.

VI
Escucho entre las sombras; y he estado muchas veces
un poco enamorado de la Muerte apacible;
le he dado dulces nombres en versos abstraídos
para que fuera al aire mi aliento sosegado;
y ahora más que nunca morir parece hermoso,
sin dolor extinguirse en medio de la noche,
mientras que tú derramas tu alma hacia lo lejos,
¡absorto en ese éxtasis!
Seguirías cantando para mi oído en vano,
pues yo sería tierra para tu intenso réquiem.

VII
¡Oh, Pájaro inmortal, no es para ti la muerte!
Nilas generaciones hambrientas te han pisado.
La voz que oigo esta noche fugaz ya la escucharon
antaño el soberano igual que el campesino:
quizás el mismo canto que encontró una vereda
por el corazón triste de Ruth que, con nostalgia
del hogar, lloró en medio del maizal extranjero;
el mismo que hechizara algunas veces
las mágicas ventanas, que se abrían a mares
peligrosos, en tierras de encanto ya olvidadas.

VIII
“ ¡Olvidadas!” Palabra que tañe cual campana
que de ti me separa hacia mis soledades.
¡Adiós! La fantasía, geniecillo embustero,
no es tan buena engañando como su fama indica.
¡Adiós! ¡Adiós! tu himno lastimero se pierde
más allá de estos prados, sobre el arroyo quieto,
ladera arriba, y luego penetra hondo en la tierra
de los claros del valle colindante.
¿Fue aquello una visión o un sueño de vigilia?
Ya se esfumó esa música. ¿Duermo o estoy despierto?

 

TEN COMPASIÓN, PIEDAD, AMOR!…

¡Ten compasión, piedad, amor! ¡Amor, piedad!
Piadoso amor que no nos hace sufrir sin fin,
amor de un solo pensamiento, que no divagas,
que eres puro, sin máscaras, sin una mancha.
Permíteme tenerte entero… ¡Sé todo, todo mío!
Esa forma, esa gracia, ese pequeño placer
del amor que es tu beso… esas manos, esos ojos divinos
ese tibio pecho, blanco, luciente, placentero,
incluso tú misma, tu alma por piedad dámelo todo,
no retengas un átomo de un átomo o me muero,
o si sigo viviendo, solo tu esclavo despreciable,
¡olvida, en la niebla de la aflicción inútil,
los propósitos de la vida, el gusto de mi mente
perdiéndose en la insensibilidad, y mi ambición ciega!

 

ODA SOBRE LA INDOLENCIA

“Ni trabajan nihilan ”

I
Ante mí una mañana surgieron tres figuras
de perfil, cabizbajas, cogidas de la mano;
una detrás de otra caminaban serenas,
con plácidas sandalias y con túnicas blancas;
pasaban cual figuras de una urna de mármol
que mostrara al girarse todas las otras caras;
y otra vez regresaban, como si al dar la vuelta
se volvieran a ver las sombras anteriores;
y me eran extrañas, como puede ocurrirle
con jarrones a alguien estudioso de Fidias.

II
¿Cómo es que nunca pude conoceros, oh, Sombras?
¿Por qué veníais siempre en muda mascarada?
¿Era acaso una treta furtiva y silenciosa
para huir con sigilo, dejándome inactivo
mi ocio? Ya madura la hora del letargo,
la estival indolencia me nublaba los ojos
con su nube dichosa; mi pulso decaía;
el dolor no punzaba, y no tenía flores
el ramo del placer. ¿Por qué no os disipasteis,
dejando mis sentidos libres para la nada?

III
Una vez más pasaron a molado y volvieron
una a una su rostro hacia mí en un instante,
y después se esfumaron; yo ansiaba perseguirlas
y anhelaba unas alas, porque las conocía:
la primera era Amor, una bella muchacha;

la segunda, Ambición, de pálidas mejillas,
que siempre está al acecho con los ojos cansados;
la última, a quien amo la que más, la cargada
con las mayores culpas, la joven más rebelde,
sabía yo que era mi demonio Poesía.

IV
Se fueron, y, en verdad, yo quería unas alas.
¡Oh locura! El Amor, ¿qué es y dónde para?
Y la pobre Ambición surge de un arrebato
breve y febril del débil corazón de los hombres.
En cuanto a la Poesía, no tiene, para mí
al menos, el deleite de lánguidas mañanas
y tardes impregnadas de melosa indolencia.
¡Oh, que venga una época tan libre de ansiedades
que yo nunca conozca cómo cambian las lunas
ni escuche el ajetreo del buen entendimiento!

V
Una vez más pasaron: ¡Ay! ¿Por qué? Mi sopor
había sido ornado con sueños imprecisos,
y mi alma había sido un césped salpicado
de flores, sombras trémulas y aturdidos destellos.
La mañana nublada no derramaba lluvias,
aunque mayo en sus párpados colgaba dulces lágrimas;
las ventanas abiertas tocaban parras nuevas,
daban paso al calor y al canto de los tordos.
¡Oh, sombras, era el tiempo para la despedida!
Nunca habían mis lágrimas caído en vuestras faldas.

VI
¡Adiós, mis tres espectros! ¡No podéis levantar
mi frente recostada sobre la hierba fresca,
pues nunca los halagos me servirán de pasto,
igual que un corderillo en una tierna farsa!
Quitaos de mi vista dulcemente y volved
a vuestra mascarada de esa urna de ensueño.

¡Adiós! Para la noche aún tengo mis visiones,
y para el día vagas visiones atesoro.
¡Fantasmas, alejaos de mi espíritu ocioso,
ocultaos en las nubes y nunca más volváis!

 

AL OTOÑO

I
Estación de neblinas y fértil abundancia,
compañera del sol maduro y fecundante,
con quien conspiras para colmar y honrar con frutos
las vides que rodean los aleros de paja
y cargar con manzanas los árboles musgosos
del caserío, henchir de sazón todo fruto,
hinchar la calabaza, llenar las avellanas
de una dulce semilla, y hacer brotar más flores
y más flores tardías para que las abejas
piensen que no se acaban las cálidas jornadas,
pues rebosó el estío sus celdas pegajosas.

II
¿Quién no te ha visto a veces rodeada de riquezas?
A menudo el que busca por fuera puede hallarte
sentada ociosamente en medio de un granero,
agitado el cabello con viento de la trilla;
o, embriagada de aroma de las adormideras,
durmiendo sobre un surco segado a medias, mientras
tu hoz exime al resto de hileras con sus flores;
y mantienes erguida la cabeza cargada,
como una espigadora cuando cruza un arroyo;
o al lado de un lagar de sidra, hora tras hora,
observas con paciencia los últimos fluidos.

III
¿En dónde están los cantos de Primavera? ¡Ay! ¿Dónde?
No pienses más en ellos, tú ya tienes tu música,
cuando cirros florecen el día moribundo
y tiñen de violeta los campos de rastrojos;
y en coro plañidero se quejan los mosquitos
en los sauces del río, alzándose o hundiéndose

al ritmo en que la brisa se aviva o se consume;
y balan los corderos con fuerza en las colinas,
canta el grillo en el seto, y con agudo trino
el petirrojo silba desde un rincón del huerto;
y en el cielo reunidas gorjean golondrinas.

 

SOBRE LA MUERTE

I
¿Puede la Muerte estar dormida, si la vida es solo un sueño,
y las escenas de dicha pasan como un fantasma?
Los efímeros placeres a visiones se asemejan,
y aún creemos que el dolor más grande es morir.

II
Cuán extraño es que el hombre deba errar sobre la tierra,
Y llevar una vida de tristeza, pero que no abandone
su escabroso sendero, ni se atreva a contemplar solo
su destino funesto, que no es sino despertar.

 

ENDYMION

Una cosa bella es un goce eterno:
Su hermosura va creciendo
Y jamás caerá en la nada;
Antes conservará para nosotros
Un plácido retiro,
Un sueño lleno de dulces sueños,
La salud, un relajado alentar.
Así, cada mañana trenzamos una
Guirnalda de flores que nos ata a la tierra,
A pesar del desaliento, a la inhumana
Falta de naturalezas nobles,
A los días nublados,
A todos los caminos insanos y lóbregos
Abiertos a nuestra búsqueda:
Si, pese a todo, alguna bella forma
Alza el paño mortuorio
De nuestro espíritu ensombrecido.
Como el sol, la luna, los árboles ancianos y los nuevos
Tendiendo su sombra cálida sobre los rebaños;
Como también los narcisos
Y el universo verde en el que moran,
Y los claros arroyos que fluyendo
Frescos hacia el estío,
Y el claro en medio del bosque
Manchado de rosas silvestres;
Y así el sublime destino
Que imaginamos para los grandes muertos;
Todos los deliciosos cuentos que oímos o leímos:
Fuente eterna de una linfa inmortal
Que cae sobre nosotros desde la orilla del cielo.

Poema escrito por Keats en 1818 y publicado al año siguiente, está dedicado al poeta Thomas Chatterton.

 

LAMIA

Hace tiempo, antes de que la estirpe de las hadas
Expulsara a Ninfas y Sátiros de los prósperos bosques,
Antes de que la resplandeciente diadema del rey Oberon,
Su cetro y su manto, tapizados de brillantes gemas,
Ahuyentasen a las Dríadas y los Faunos
De los verdes campos y prados de prímulas,
El siempre cautivante Hermes dejó vacío
Su trono dorado,
Del alto Olimpo secuestró la luz,
De este lado de las nubes de Júpiter, para escapar de la mirada
De este gran constructor, y huyó hacia
A un bosque en las costas de Creta.
Pues en algún lugar de esa isla sagrada habitaba
Una ninfa, ante la cual todos los Sátiros se arrodillaban,
Ante cuyos níveos pies los lánguidos Tritones echaban perlas,
Mientras en la tierra se marchitaban y adoraban.
Acosada por los manantiales donde solía bañarse,
y en aquellas planicies donde ocasionalmente deambularía,
había entregado deliciosos obsequios, desconocidos para cualquier Musa,
aunque el pequeño cofre de los caprichos estaba abierto para poder elegir,
Oh, qué mundo lleno de amor se encontraba a sus pies!
Y Hermes pensó, y un calor celestial
Subía desde sus talones alados hasta sus orejas,
Que de una blancura pálida como el lirio
Entre sus dorados cabellos se sonrojaron como las rosas,
Que caían en encantadores bucles sobre sus desnudos hombros.
De bosque en bosque voló,
Respirando sobre las flores su nueva pasión,
Y siguiendo serpenteantes ríos hasta su inicio,
Para encontrar donde esta dulce ninfa tejía su secreto lecho:
Inútil fue; pues la dulce ninfa no se hallaba en ningún sitio,
Entonces reposó sobre el solitario suelo,
Pensativo, y atormentado por dolorosos celos
De los dioses del bosque, y hasta de los mismos árboles.
Mientras allí se encontraba, escuchó una voz que lloraba,
Tal como una vez oyó, que en el noble corazón destruye,
Todo el dolor excepto la piedad: así hablaba la voz:

¡Cuándo me levantaré de esta tumba de flores,
Cuándo me moveré en ágil cuerpo apto para la vida,
Para el amor, el placer y la lucha vigorosa
De los corazones y los labios! ¡Oh, pobre de mi!

El dios de pies alados, se deslizó sigilosamente
Entre hojas y arbustos, peinando suavemente en su rápido avance,
Los altos pastos y las hierbas en flor,
Hasta que encontró una serpiente palpitante,
Brillante y enroscada sobre un negruzco helecho.

Era una figura gordiana de color radiante
Con manchas en bermellón, dorado, verde y azul
Rayada como una cebra, manchada como el tigre,
Sus ojos como los del pavo real, y todo ornado en carmesí;
Y llena de lunas plateadas que, cuando respiraba,
Se desvanecían o brillaban aún más o entretejían
Sus brillos en los tapices más umbríos,
Y del lado del arco iris, teñida de desdichas,
Parecía, al mismo tiempo, una sufriente dama élfica,
Una especie de amante del demonio, o el demonio mismo.
Sobre su cresta brillaba una tenue llama
Salpicada de estrellas como la diadema de Ariadna:
Su cabeza era de serpiente pero, ¡Oh, tan agridulce!
Tenía la boca de una mujer entera con sus perlas:
Y en cuanto a sus ojos: ¿qué podían hacer esos ojos
Excepto llorar y lamentar haber nacido tan bellos?
Así como Proserpina aún derrama lágrimas por su Sicilia
Su cuello era de serpiente, pero las palabras que emitía
brotaban como burbujeante miel, por amor al Amor,
Y así, Hermes se apoyaba en la punta de sus alas,
Como el halcón que se abate sobre su presa.

Dulce Hermes, coronado de plumas, que vuelas suavemente,
Anoche he tenido un maravilloso sueño:
Te veía sentado, en un trono de oro,
Entre los dioses, en el viejo Olimpo,
El único triste; pues no habías oído
Cantar a las suaves Musas de largos dedos,
Ni siquiera Apolo cuando cantaba solo,
Sordo a la amplia y rítmica lamentación de su temblorosa garganta.
Soñé que te veía arropado entre copos de púrpura,
Asomándote amoroso entre las nubes, así como nace el día,
Y velozmente, como un brillante dardo de Febo,
Te diriges a la isla cretense; ¡y aquí estás!
Gentil Hermes, ¿has encontrado a la doncella?

A lo cual la estrella de Leteo no demoró
Su alegre elocuencia, e inquirió:

Tú, serpiente de suaves labios, ¡seguramente de gran inspiración!
Tú hermosa corona de flores, de ojos tristes,
Posees cualquier dicha en la que puedas pensar,
Con sólo decirme adónde ha huido mi ninfa,
¡Dónde respira!

Brillante planeta, así has hablado, respondió la serpiente,
¡pero haz un juramento, mi tierno dios!

¡Lo juro, dijo Hermes, por mi báculo de serpiente,
Y por tus ojos, y por tu corona tachonada de estrellas!

Rápidas volaron sus cándidas palabras, sopladas entre los pétalos.
Y una vez más la femenina brillantez:
¡Muy débil de corazón! pues esta pobre ninfa tuya,
Deambula libre como el aire, invisible,
En estas praderas sin espinas; sus placenteros días
Disfruta sin ser vista; invisibles son sus ligeros pies,
Dejan rastros sobre la hierba y las tiernas flores;
De los agotados zarcillos y las verdes ramas torcidas,
Invisible recoge los frutos, invisible se baña:
Y gracias a mis poderes su belleza se oculta
Para que no sea ultrajada, atacada
Por las miradas amorosas de los ojos poco amables
De los Sátiros, los Faunos, y los oscuros suspiros de Sileno.
Descolorida su inmortalidad, por su aflicción
Ante estos amantes se lamentaba
Entonces de ella tuve piedad,
Su cabello etéreo, que mantendrían
Oculto su encanto, pero libre
Para andar como desee, en libertad.
Tú la contemplarás, Hermes, sólo tú,
¡Si concedes, como has jurado, mi dádiva!

Y una vez más, el encantado dios lanzó
Su juramento, y a los oídos de la serpiente sonó
Cálido, tembloroso, ardiente, como un salmo.
Arrebatada, levantó su cabeza de Circe,
Ruborizada, casi morada, y en rápido balbuceo afirmó,

Yo era una mujer, déjame tener una vez más
La forma y el encanto de mujer que una vez tuve.
Amo a un joven de Corinto. ¡Oh, que felicidad!
Devuélveme mi silueta humana, y llévame con él
Inclínate, Hermes, déjame soplar sobre tu frente,
Y verás a tu dulce ninfa

El dios alado descendió sereno,
Ella exhaló sobre sus ojos, y pronto vio
A la ninfa apenas sonriendo sobre el verde.
No era un sueño; o digamos que era un sueño
Real, como los sueños de los dioses, y que delicadamente suceden
Sus placeres en un largo sueño inmortal.
Un instante cálido, intenso, puede desvanecerse
Ante la belleza de la ninfa del bosque, entonces creó
Un rayo sobre el sacro verdor, se volvió
Hacia la agonizante serpiente, y con trémulo brazo,
Delicadamente, puso a prueba su caduceo.
Hecho esto posó sus ojos sobre la ninfa,
Llenos de lágrimas de adoración,
Y hacia ella se dirigió: ella, como la luna menguante,
Se desvaneció ante él, encogiéndose, no pudo contener
Sus lágrimas de temor, doblándose como una flor
Que se recoge sobre sí misma al ocaso:
Pero al tomar el dios su helada mano,
Ella sintió el calor, sus párpados de abrieron,
Y como las jóvenes flores ante el zumbido matinal de las abejas,
Floreció y dio su miel hasta la última gota.
Hacia los verdes bosques huyeron;
Y no palidecieron como lo hacen los amantes mortales.

Allí abandonada, la serpiente empezó
A cambiar; su sangre mágica enloqueció,
Creció espuma en su boca, y sobre el pasto cayó,
Marchitándolo con un rocío tan dulce y venenoso;
Sus ojos fijos en la tortura, un lóbrego tormento,
Cálidos, espejados y abiertos, con las pestañas ardiendo,
Lanzaban luces y chispas, sin una lágrima refrescante.
Todos los colores encendidos en todo su cuerpo,
Se retorcían convulsos con un dolor escarlata:
Un profundo ambar volcánico ocupó el espacio
De toda la suave gracia lunar de su cuerpo;
Y, como la lava arrasa la pradera,
Arruinó su plateada cota de malla y dorado manto;
Oscureció todas sus pecas, sus manchas y rayas,
Eclipsó sus lunas, arrasó con sus estrellas:
Y en pocos momentos fue despojada
De todos sus zafiros, esmeraldas y amatistas,
Y brillantes rubíes: de todos ellos privada,
Todavía brillaba su corona; que se deshizo, también ella
Se derritió y desapareció repentinamente;
Y en el aire, su nueva voz sonando suave como un laúd,
Llamó, “¡Lucio, gentil Lucio!”…

Abandonada en lo alto
Con las brillantes nieblas
Entre la blancura de los montes
Estas palabras se deshicieron:
Los bosques de Creta no escucharon más.

 

LA PALOMA

Una paloma tuve muy dulce, pero un día
se murió. Y he pensado que murió de tristeza.
¡Oh! ¿Qué le apenaría? Sus pies ataba un hilo
de seda, y con mis dedos lo entrelacé yo mismo.
¿Por qué morías, tú, de pies lindos y rojos?
¿Por qué dejarme, pájaro tan dulce? ¿Por qué? Dime.
Muy solito vivías en el árbol del bosque:
¿Por qué, gracioso pájaro, no viviste conmigo?
Te besaba a menudo, te di guisantes dulces:
¿Por qué no vivirías como en el árbol verde?

 

LA CAÍDA DE HIPERIÓN (SUEÑO)

Tienen los locos sueños donde traman
elíseos de una secta. Y el salvaje
vislumbra desde el sueño más profundo
lo celestial. Es lástima que no hayan
transcrito en una hoja o en vitela
las sombras de esa lengua melodiosa
y sin laurel transcurran, sueñen, mueran.
Pues sólo la Poesía dice el sueño,
con hermosas palabras salvar puede
a la Imaginación del negro encanto
y el mudo sortilegio. ¿Quién que vive
dirá: “no eres poeta si no escribes
tus sueños”? Pues todo aquel que tenga alma
tendrá también visiones y hablará
de ellas si en su lengua es bien criado.
Si el sueño que propongo lo es de un loco
o un poeta tan sólo se sabrá
cuando mi mano repose en la tumba.

Soñé que en un lugar estaba donde
palmera, haya, mirto, sicomoro
y plátano y laurel formaban bóvedas
cerca de manantiales cuya voz
refrescaba mi oído y donde el tacto
de un perfume me hablaba de las rosas.
Vi un árbol de boscaje recubierto
por parras, campanillas, grandes flores (…)

 

HISTORIA EN VERSOS

Lo hermoso es alegría para siempre:
su encanto se acrecienta y nunca vuelve
a la nada, nos guarda un silencioso
refugio inexpugnable y un reposo
lleno de alientos, sueños, apetitos.
Por eso cada día nos ceñimos
guirnaldas que nos unan a la tierra,
pese a nuestro desánimo y la ausencia
de almas nobles, al día oscurecido,
a todos los impávidos caminos
que recorremos; cierto, pese a esto,
alguna forma hermosa quita el velo
de nuestro temple oscuro: talla luna,
el sol, los árboles que dan penumbra
al ganado, o tales los narcisos
con su universo húmedo o los ríos
que construyen su fresco entablamento
contra el ardiente estío; o el helecho
rociado con aroma de las rosas.
Y tales son también las pavorosas
formas que atribuimos a los muertos,
historias que escuchamos o leemos
como una fuente eterna cuyas aguas
del borde de los cielos nos llegaran.

Y no sentimos a estos seres sólo
por breve lapso; no, sino que como
los árboles de un templo pronto aúnan
su ser al templo mismo, así la luna,
la poesía y sus glorias infinitas
cual una luz alegre nos hechizan
el alma y nos seducen con tal fuerza
que, haya sombra o luz sobre la tierra,
si no nos acompañan somos muertos.
Así, con alegría, yo refiero
la historia de Endimión (…)

 

ESTA MANO VIVIENTE

Esta mano viviente, ahora tibia y capaz
De agarrar firmemente, si estuviera fría
Y en el silencio helado de la tumba,
De tal modo hechizaría tus días y congelaría tus sueños
Que desearías tu propio corazón secar de sangre
Para que en mis venas roja vida corriera otra vez,
Y tú aquietar tu consciencia —la ves, aquí esta—
La sostengo frente a ti.

 

ESCRITO EN RECHAZO A LAS SUPERSTICIONES VULGARES

Las campanas tañen melancólicamente
reuniendo a los devotos a nuevas oraciones,
a nuevas lobregueces, a espantosas angustias,
a escuchar el horrible sonido del sermón.
Sin duda la mente del hombre está encerrada
en un oscuro hechizo, pues todos huyen
del gozo junto al fuego, de los aires de Lidia,
del elevado diálogo con los que en gloria reinan.
Aún, aún tañen, y sentiría un frío
y una humedad sepulcral si no fuera consciente
de que están extinguiéndose como una vela consumida,
de que son los gemidos que exhalan al perderse en el olvido.

 

 

ESCRITO ANTES DE RELEER «EL REY LEAR»

¡Romance de dorada lengua y laúd suave!
¡Oh sirena de bellas plumas, lejana Reina!
Tus melodías deja en este día crudo,
cierra tu libro añoso y quédate callada.
¡Adiós! Pues que, de nuevo, ya la enconada pugna
entre dolor de Infierno y apasionado limo,
ha de abrasarme todo; y probaré de nuevo
esa dulzura amarga del fruto shakespiriano.
¡Poeta Rey! Y nubes, vosotras, las de Albión,
creadores de nuestro profundo, eterno tema:
cuando cruzado hubiere el robledal antiguo,
no dejéis que divague por algún sueño inútil,
y, consumido ya del Fuego, dadme nuevas
alas de Fénix para mi vuelo deseado.

 

CANCIÓN DE LA MARGARITA

Con su gran ojo, el sol
no ve lo que yo veo.
La luna, toda plata, orgullosa, pudiera
ocultarse igualmente en una nube.

Y al llegar primavera -¡oh, primavera!-
es la de un rey mi vida.
Echada entre los brotes de la hierba,
acecho a las muchachas bonitas en su paso.

Miro por los lugares donde no osara nadie
y se fijan mis ojos donde nadie los fija,
y si la noche viene,
me cantan los corderos una canción de cuna.

 

BIEN VENIDA ALEGRÍA, BIEN VENIDO PESAR…

Bien venida alegría, bien venido pesar,
la hierba del Leteo y de Hermes la pluma:
vengan hoy y mañana,
que los quiero lo mismo.
Me gusta ver semblantes tristes en tiempo claro
y alguna alegre risa oír entre los truenos;
bello y feo me gustan:
dulces prados, con llamas ocultas en su verde,
y un reírse zumbón ante una maravilla;
ante una pantomima, un rostro grave;
doblar a muerto y alegre repique;
el juego de algún niño con una calavera;
mañana pura y barco naufragado;
las sombras de la noche besando a madreselvas;
sierpes silbando entre encarnadas rosas;
Cleopatra con regios atavíos
y el áspid en el seno;
la música de danza y la música triste,
juntas las dos, prudente y loca;
musas resplandecientes, musas pálidas;
el sombrío Saturno y el saludable Momo:
risa y suspiro y nueva risa…
¡Oh, qué dulzura, el sufrimiento!
Musas resplandecientes, musas pálidas,
de vuestro rostro alzad el velo,
que pueda veros y que escriba
sobre el día y la noche
a un tiempo; que se apague
mi sed de dulces penas;
ramas de tejo sean mi refugio,
entrelazadas con el mirto nuevo,
y pinos y limeros florecidos,
y mi lecho la hierba de una fosa.

 

AL VER LOS MÁRMOLES DE ELGIN

Mi alma es demasiado débil; sobre ella pesa,
como un sueño inconcluso, la espera de la muerte
y cada circunstancia u objeto es una suerte
de decreto divino que anuncia que soy presa

de mi fin, como un águila herida mira al cielo.
Pero es un delicado murmullo este lamento
por no tener conmigo una nube, acaso un viento
que hasta abrir su ojo el alba me dé tibio consuelo.

Estas borrosas glorias que imagina la mente
prestan al corazón un territorio escondido
y un extraño dolor cuyo prodigio silente

mezcla la helénica grandeza con el sonido
del Tiempo ya pasado o de un mar inclemente,
con el solo la sombra de un ser desconocido.

 

A REYNOLDS 2

«Me inspiró estos pensamientos, mi querido Reynolds, la belleza matinal, que incitaba al ocio. No había leido ningún libro, y la mañana me daba razón. En nada pensaba sino en la mafiana, y el Tordo afirmaba mi acierto,
pareciendo decir…»

¡Tú, a cuyo rostro el viento de invierno se ha acercado
y que has visto las nubes de nieve entre la bruma
y entre heladas estrellas, olmos de negras cimas!
Para ti, primavera será tiempo de mieses.
Tú, que por libro único has tenido la luz
de supremas tinieblas con que te alimentaste,
noche tras noche, cuando lejano estaba Febo:
te será primavera una triple mañana.
¡Oh! No te desazones por el saber. Ninguno
tengo yo y mis canciones con el calor me brotan.
¡Oh! No te desazones por el saber. Ninguno
tengo yo, mas la tarde me escucha. Quien se apene
pensando en la indolencia, nunca será un ocioso,
y muy despierto está quien se crea dormido.

 

A QUIEN EN LA CIUDAD ESTUVO LARGO TIEMPO…

A quien en la ciudad estuvo largo tiempo
confinado, le es dulce contemplar la serena
y abierta faz del cielo, exhalar su plegaria
hacia la gran sonrisa del azul.
¿Quién más feliz, entonces, si, con el alma alegre,
se hunde, fatigado, en la blanda yacija
de la hierba ondulante y lee una acabada,
una gentil historia de amor y languidez?
Si, atardecido, vuelve al hogar, ya en su oído
la voz de Filomela, y acechando sus ojos
la fúlgida carrera de una pequeña nube,
lamenta el deslizarse del presuroso día,
desvanecido como la lágrima de un ángel
que cae por el éter claro, calladamente.

 

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

 

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

POESIA MAS POESIA 2022 1 - Poesia Online
Suscríbete a Grupo Cero Televisión.

Comparte en tus redes sociales

Deja un comentario

slot gacor situs toto toto slot https://www.kimiafarmabali.com/