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BIOGRAFÍA DE LA POETA BOLIVIANA YOLANDA BEDREGAL
Yolanda Bedregal nace en la Paz (Bolivia) el 21 de septiembre de 1.913. Fue una poeta, novelista, escultora boliviana, más conocida como Yolanda de Bolivia. Fue hija del Dr. Juan Francisco Bedregal, escritor, catedrático y Rector de la Universidad de La Paz y uno de los grandes representantes del modernismo en Bolivia y su madre, Carmen Iturri Alborta. Yolanda morirá en La Paz el 21 de mayo de 1.999.
Asiste a una escuela primaria y obtiene el bachillerato en el Instituto Americano de La Paz. Estudia en la Academia de Bellas Artes y es la primera boliviana en obtener una beca para estudiar estética en la Universidad de Columbia en Nueva York.

A su retorno a Bolivia enseñó en varias instituciones, entre ellas, el Conservatorio de Música, la Escuela Superior de Bellas Artes, la Universidad Mayor de San Andrés y la Academia Benavides de Sucre; trabajó en el Consejo Nacional de Cultura y en la Municipalidad de La Paz, de la que fue Oficial Mayor de Cultura.
Fue presidenta y fundadora de la Unión Nacional de Poetas, del Comité de Literatura Infantil y de institutos binacionales, miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Argentina de Letras, comendador de la Orden de la Educación Boliviana, secretaria del PEN Club, miembro honorario del Comité Boliviano por la Paz y la Democracia, representante de Bolivia en varios congresos internacionales y fue designada como Embajadora de Bolivia en España.

Yolanda Bedregal publicó cerca de 20 libros entre poesía, narrativa y antologías. Algunas de sus poesías fueron escritas en colaboración con su esposo, el alemán Gert Cónitzer, quien tradujo al alemán todos los versos de su compañera. Realizó la Antología de la Poesía Boliviana para la Universidad de Buenos Aires y para la Enciclopedia Boliviana, de la editorial los Amigos del Libro. Publicó varios artículos y ensayos sobre literatura, arte, pedagogía, religión, mitos, folklore, artesanía aimara y quechua en revistas y periódicos y escribió libros de literatura infantil. Fue galardonada con el Premio Nacional de Novela «Erich Guttentag» en 1971 por su primera novela, Bajo el Oscuro Sol.

El Estado boliviano instituyó, como homenaje a la escritora, el Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” el año 2000, que se convoca cada año desde entonces.
BIOGRAFÍA – CONFIDENCIA FRATERNAL.
Parte final de las palabras pronunciadas al recibir el Premio de Cultura de la Fundación Manuel Vicente Ballivián.
Mi agradecimiento será en breve evocación de mi vida – no diferente a la de cualquier mujer que hace las tareas rutinarias domésticas (esas que, hechas, nadie ve pero si no, todos reclaman)- Igual también a la de cualquier ciudadano que trata de cumplir sus deberes, lo cual es obligación y no mérito alguno. Eso sí, cuanto hacer tuviere, yo lo hice con devoción.
Confieso las convicciones que apoyaron mi existencia: Creo en Dios, que no alcanzo a comprender, pero que amo. Tengo fe en el hombre formado de espíritu y polvo.
Creo que hay equilibrio entre los platillos que pesan el Bien y el Mal en éste y el otro mundo. Considero justa y necesaria la Acción de Gracias al Hacedor de vida y muerta; de la Naturaleza pródiga en belleza y sustento material. Gracias por lo que se nos da, por los anhelos cumplidos o no alcanzados, por lo que se nos niega o quita.
Tengo la ingenuidad de pensar bien y equivocarme y no la seguridad de acertar pensando mal. Me arrepiento más de las omisiones en que incurrí que de las acciones que cometí.
Bendigo a todos y todo lo que me ayudó a vivir.
Confesión obliga a examen de propia conciencia y paciencia tolerante a quien escucha…

¿Cuál mi vida fue?
Regreso a los primeros recuerdos de mi infancia, presente todavía en mi viejo corazón.
Mi padre, sabia bondad, en el escritorio, entre sus libros y nuestros lápices de color; mi madre, menuda y ágil, repartidas sus manos entre pan y ternura, el bastidor, el piano, las jaulas de canarios, su telar en el cuarto de costura.
La abuela esbelta, pálida, frente al infaltable café yungueño y su cigarrillo Capricho, tejiendo para nuestras muñecas o encarrujando flores de trapo para el templo. La bisabuela, matrona austera de dulce pero varonil carácter, en su silla de ruedas, al lado la cuna de la guagua recién nacida en el clan; el tío intelectual copiando legajos genealógicos sobre el tablero tan alto del pupitre que no alcanzábamos. Llegaban tíos jocundos, tarambanas que nos regalaban medios y reales para chinchiví; otros pálidos y fúnebres que nos atemorizaban con el bastón; tías parlanchinas, preguntonas; beatas de mantón de la Tercera Orden; primos pendencieros que nos hurtaban bolitas de tijchar, caballos de cañahueca; asomaban parientes y visitantes insólitos. Mundo rico y misterioso como el sueño en que se mezclan realidad y fantasía.

Y, ¡curioso! esa casa que ya no existe sigue siendo telón de fondo y decorado en la mayoría de lo que sueño (¿hasta qué punto será la infancia el cimiento de la vida?).
De aquellos seres y cosas que acompañaron mi niñez aprendí, sin yo notarlo, lo que quizá vale más en mi existencia. De mi padre, tan triste en el fondo, la alegría de darse y dar con justicia y comprensión; de mi madre, la fuerza de la debilidad activa; de mi abuela la rebeldía paciente en la desgracia; de mi bisabuela paralítica el poder de la impotencia; de mis nobles ayas aymaras, la fidelidad y el amor a mi raza; de los chicos, en su encrucijada vacilante, aprendí que estamos en un juego sagrado, serio y peligroso con Dios, con el diablo y con el prójimo.
No debí decir aprendí. Solo se sabe de veras lo que sabe de memoria el corazón y, olvidado lo sabido, se manifiesta en la conducta del diario obrar de cada cual.
Les conté de esos lejanos días en que también empezó la escuela. Fui mimada en las aulas por ingenua, callada, tímida, sonrosada; no por dote intelectual ¡Cuánto me costó aprender a leer y a escribir letras y números! Mis ocho eran globitos unidos por un hilo, mi dos no podía doblar la cabeza; en lugar de las «nubes suben y bajas en danza continua» yo cantaba suben y bajan en blanca cortina; y así mi retraso mental. Sólo servía para, ruborizada, repetir versitos aprendidos. Los que yo desde entonces me inventaba, no los sabía escribir.
Más grande – milagro, buena memoria mía o buena voluntad de los profesores- sacaba excelentes notas; hasta fui campeona en atletismo, claro que el concurso incluía otras materias. ¿Será por eso que siempre me sorprenden los premios?
Después, entre álgebra y filosofía, química y literatura, asomó el amor. Ese primero que no se atreve al beso. Desde entonces no hubo etapa de mi vida en que no estuviera enamorada de alguien o de algo.
Piano, Violín, Bellas Artes, Ballet, Aymara, Folklore (creo que fui de las primeras en usar traje de bayeta, chuspas, tullmas en las trenzas).

Anhelé sucesivamente ser equilibrista, malabarista de circo, monja, bailarina, profesora titulada en la normal, escultora….. No fui ninguna pero el deseo no murió. Si no bajo la carpa del circo, me equilibré sin trampas bajo el cielo abierto de La Paz y de otros cielos transitorios. Sin hábito ni toca monjil (pena que ya no se usen) rezo siempre el Padrenuestro y el Ave María. Fui bailarina en Amerindia y en las actuaciones de Don Antonio González B. En cuanto a profesora, enseñé sin pausa desde que yo misma era alumna hasta hoy, en escuelas, colegios, academias, conservatorio, universidad, clases particulares en casa o fuera. Sigo modelando arcilla de vez en cuando y escribiendo cada día, por lo menos cartas; sigo haciendo lo que vi hacer a mi madre en el hogar.
Así anduve buscándome, encontrando y perdiéndome entre mis rebeldías y sumisiones, entre mis aficiones, dudas, mi cristianismo mestizo y las filosofías orientales.
En medio de tantas estaciones de color, hallé el amor. Y lo perdí. Gocé y sufrí.
Y así fue creciendo mi capacidad de amar hasta la definitiva entrega. El destino -valiéndose de la amistad, la música, los poemas – acercó a mi vida a un exiliado judío-alemán que completó mi espíritu, mi sangre y la obra que desde entonces realizamos juntos. ¡Gert! El está conmigo y con ustedes. El premio que hoy me dan, él lo merece…..

Henchida en alma y cuerpo pasó por nosotros el ángel de la Anunciación. En la mariposa de mis huesos el vivo tulipán de una cabeza, sacó de nuevo el molde al universo que se va prolongando y puso resplandor en la cruz de mis brazos.
Pasó también la Muerte y se llevó seres amados. Hubo júbilo y dolores, ausencias, presencias permanentes en mi vida testimoniada en las hojas de mis libros.
Vino por fin un día el querubín -juguete de mi Ángel de la Guarda- trayendo un cantarito entre los pliegues de su túnica azul vertió una gota de Poesía y rescató el sentido prístino de las cosas simples. Hizo reverdecer los árboles, mandó volar pájaros vivientes de los huevos pintados de Pascua y con agua de acequia lavó penas, angustias y deseos.
Estoy serena. Seguí un dictado de lo Alto. Lo escribí con mala letra y sin ortografía, en papel sábana con tosco carboncillo. Pero lo hice con la humildad del mendigo entre la riqueza de los grandes.
Me ayudó la Providencia, el ejemplo de mis mayores y de mis maestros, me ayudó el paisaje, los amigos y toda criatura del Señor. No hubo mérito mío sino perenne gratitud.
Que esta medalla sea absolución a mis errores y aliento a mi buena voluntad y solidaridad con todos los que trabajan para hacer habitable y feliz esta Tierra y para que haya paz y pan en el mundo.

Ejerció los siguientes cargos:
- Vocal del Concejo Nacional de Cultura y Vocal permanente del Municipio Pace o.
- Oficial Mayor de Cultura de la H. Municipalidad de La Paz.
- Presidenta y fundadora de la Unión Nacional de Poetas, del Comité de Literatura Infantil y de institutos binacionales.
- Miembro de Número de la Academia Boliviana de la Lengua correspondiente de la Real Española.
- Miembro Correspondiente de la Academia Argentina de Letras.
- Secretaria del PEN Club, Miembro honorario del Comité Boliviano por la Paz y la Democracia.
- Representó al país en varios congresos internacionales.
- Designada Embajadora de Bolivia en España.
Premios y distinciones:
- Segundo de Escultura en el Salón de Artes Plásticas.
- Gesta Bárbara la proclamó Yolanda de Bolivia y la Sociedad Argentina de Escritores, Yolanda de América.
- Premio Nacional de Poesía.
- Premio Nacional de Novela Erich Guttentag.
- Gran Orden de la Educación Boliviana.
- Mantenedora de los Juegos Florales de Cochabamba.
- Honor Cívico Pedro Domingo Murillo.
- Honor al Mérito.
- Premio Nacional del Ministerio de Cultura.
- Escudo de Armas de la Ciudad de La Paz por servicios distinguidos.
- Kantuta de Oro de la Prefectura del Departamento de La Paz.
- Mujer distinguida (Ateneo Femenino de Bolivia).
- Caballero de la Orden de Artes y Letras de Francia.
- Medalla Jerusalem de Israel.
- Plaqueta de la Unión Femenina de Potosí.
- Medalla a la Cultura, Premio de la Fundación Manuel Vicente Ballivián.
- Libro de Oro de la Asociación Boliviana de Clubes del Libro.
- Libro de Oro del Club del Libro Yolanda Bedregal de Santa Cruz de la Sierra.
- Dama de América por el Consejo Nacional de Derechos de la Mujer A.C. México.
- Medalla Gabriela Mistral por el Gobierno de Chile.
- Condecoración Banderas de Oro del H. Senado Nacional.
- Varios diplomas de instituciones cívicas y culturales y otras distinciones.
En homenaje a su vida y a su obra, el Estado boliviano instituyó el Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal”, que se convoca anualmente y que tuvo su primera versión en el año 2000.

Obras literarias:
En verso: Almadía, Poemar, Ecos (en colaboración con su esposo Gert Conitzer, escritor y profesor alemán), Nadir, Antología Poética Lírica Hispana (Caracas), Del Mar y la Ceniza, El Cántaro del Angelito, Poemas para niños, Alegatos. Convocatorias, Escrito.
En prosa: Naufragio, Bajo el Oscuro Sol, Calendario Folklórico del Departamento de La Paz, 52 Artículos de Historia del Arte para Niños.
Es autora de Poesía de Bolivia (Editorial Universitaria de Buenos Aires) y de Antología de la Poesía Boliviana (Colección Enciclopedia Boliviana, Editorial Los Amigos del Libro).
Publicó enorme cantidad de ensayos sobre literatura, arte, pedagogía, religión, mitos, folklore, artesanía aymara y quechua en diarios y revistas del país y del extranjero.
Cuentos y poemas publicados y traducidos en revistas y antologías de América y Europa.
Varias obras inéditas.
A 10 años de su muerte, el 2009, bajo la coordinación del Dr. Leonardo García – Pabón, la familia Conitzer Bedregal y Plural Editores entregaron la Obra Completa de Yolanda Bedregal en cinco tomos; Poesía I y II, Narrativa y Ensayo I y II.
https://www.yolandabedregal.

SELECCIÓN DE POEMAS DE YOLANDA BEDREGAL
CANTO AL SOLDADO DESCONOCIDO
Soldado indio, hombre cualquiera, hermano;
Aquí quiero cantarte
con las cruces sin fecha de los caminos;
con la vibración concéntrica del bombo
que en tus borracheras tristes
hincha la noche como un poncho negro.
Yo quisiera decirte
las palabras aymaras
que saben de memoria
los labios sedientos de los surcos
huérfanos de tu mano sembradora;
las sencillas palabras
enredadas en los espinos del cerco;
con el ladrido cálido de tu perro traposo
y el ruido familiar de tus platos de barro.
Con límpidas palabras
como agua de la acequia
y sol recién nacido sobre la pampa.
Así quisiera hablarte
con las voces más íntimas
que tú has dejado, hermano, en cada cosa;
aguayo de colores, abrazo de montañas,
tus paisajes, la consigna de tu ayllu.
Tú no serás el héroe de una estatua
para decirte cantos épicos.
Fuiste el hombre sencillo y enigmático
como la puerta de Tiwanacu:
Hombre del Ande,
pedazo de granito amasado con lágrimas.
Tu vida y tu muerte están clavadas
perennemente
en la raza de bronce y en tu espíritu
crucificado sobre un sol de sangre.
Eras un poncho rojo como una gran khantuta
en la raya del horizonte
y después, en el Chaco,
también khantuta ensangrentada
tu herida manchaba el pajonal
Soldado desconocido, tu eres
hermano de cada hermana, hijo de cada madre;
por eso mis palabras
inquieren conmovidas
la curva más humilde
para curar la herida
que apagó tus anhelos,
que rompió tus caminos,
hermano.
Boca humana no alcanza para clamar por ti
y pedirte perdón.
Voy a decirte mi canto
con el bloque gigante del Ande;
con el viento que escala las zampoñas del cerro;
con la enorme lágrima del Lago;
con los ojos húmedos de las vicuñas y las llamas;
con los ríos de estrellas de la Vía Láctea;
tu ausencia y mi distancia,
los rebozos en luto de las mujeres,
con mi juventud y con tu muerte.
Pero está clavado el corazón sobre la tierra.
En el límite sin límite del horizonte
se hunde tu sombra ensangrentada.
Está rota la voz en mil pedazos;
No es canto, es un sollozo
– beso y lágrima –
sobre la frente
del soldado
desconocido.
1937
CANCIÓN PARA NO CANTAR
He inventado una palabra
para tus ojos.
No me pidas que te la nombre.
No ves que en cada cosa
que se dice
algo se acaba?
He tangido una caricia para tu frente.
Si te la doy,
rosada estrella te aromará.
Si te la niego,
en una lágrima me anegaré.
He soñado una canción
para tu voz.
Si te la canto
me besarás.
Y si me callo
te dormirás …
No ves que en cada cosa que se dice
algo se acaba?
Todo lo que llega a ser
luego se muere.
Y lo que no ha nacido,
está en la vida eterna.
Déjame, déjame, déjame
con mi palabra,
con mi silencio …
1942
LILA Y VERDE
Dos mariposas jadean sobre el pecho
prendidas a mis trenzas.
Mis mejillas, pelusa de durazno.
Un hoyuelo hunde cuando sonrío
huella de futuros besos.
Tengo asombro en los ojos,
ansiedad en los labios.
¡….. Seria la vida ……!
Ya no canto, ahora rezo.
Nada enseñan los libros,
y las dudas asedian.
Dice cosas extrañas el campanario;
escucho piel, ojos y manos.
¡Cuánta pureza, cuánto misterio!
En la luz vacilante de los templos,
fragancias que se mezclan:
¡….. incienso y azucenas …..!
Cristos con resplandor y con espinos.
Vírgenes dolorosas y plácidos ascetas.
Santa Teresa con un libro de versos.
¡….. confusos sentimientos …..!
Demonios agazapados en el cuerpo:
¡….. oro y blanco, lila y verde …..!
Asombro del secreto, misterio que se aclara.
Algo se va de mí, y algo me llega.
Un ángel en mi frente y un demonio en mi pecho.
Espada de ansiedad en la paloma muerta.
Por la primera vez lloro de espanto.
1942
REBELIÓN
Miraba yo la pampa inmensa soñando con el mar.
Miraba yo la pampa tensa, tan alta, tan serena,
tocando con el cielo su frente de cristal,
un acorde de grises y violetas su manto.
¡Qué altura en la belleza!
¡Qué belleza en la altura!
¡Qué majestad estática en el día altiplánico!
De pronto un niño llora.
Entre la paja brava, con su ponchito viejo
llora un niño. ¿Por qué?
Quién sabe…
El indio aymara lleva el grito en su raza
y su clamor innato
desgarra la serena nobleza del paisaje.
Un niño. Un llanto humano es una herida abierta
que ensangrienta este mundo.
Tiemblan y se estremecen los monolitos míticos
se rompen y entreveran los caminos de paz.
Hay maldad en la tierra.
Arde lo que era hielo.
Las palabras suaves se crispan en los puños
desafiando al relámpago.
Corro sobre la pampa desaforadamente;
me quema el corazón como una brasa.
Hay maldad en la tierra, hay injusticia.
Quizá más lejos halle la bandera que busco.
Quiero la gleba abierta con sus labios de surcos
como un libro de música.
Quiero que se calme este llanto de niño
que es el llanto del mundo.
1942
DOMINGO EN ROMANCILLO
Viene la tarde llorando
como una niña burlada,
le tiemblan en las mejillas
entre sonrisas las lágrimas.
Viene la tarde, oro y lluvia,
detrás un montón de celajes
y ninguno ve las lágrimas
tras el brillo de su risa.
Hace una ronda la tarde
y extiende sus rayos húmedos
hasta tocar la montaña
con la punta de los dedos.
Salen las niñas de cine
y no ven la tarde húmeda
que estuvo colgando lágrimas
en los hilos del telégrafo.
Las niñas salen del cine
hasta la clara avenida
y la tarde se columpia
entre montañas y niñas.
Lejos del cielo tus ojos
veo en mi súplica mudos
como dos flores menudas
bajo dos gotas de lluvia.
1942
ELEGIA A LA NOVIA DE TODOS
Era carne morena y tentadora como fruta fragante.
Para todos tenía el bombón de su beso;
su mano repartía migajas de ternura
para llenar el cielo anónimo de tristes alegrías.
Era morena y ahora estará pálida.
Sus ojos habrán cerrado
la puerta de los mundos iluminados
y sus manos habrán apagado la fogata de los días alegres.
Su voz se habrá dormido en un cabezal de astros.
Sus palabras serán heladas flores de silencio
como grandes pedazos de nieve
resbalando en los bordes de la noche.
Su boca que sembraba de besos nuestra angustia
estará sola y triste, sin un beso, llena de angustia.
La noche entera le habrá caído en sus pequeñas manos
como una mancha negra
en la primera noche de su primera soledad.
1942
SALADA SAVIA
A mis hermanos Gonzalo, Jaime, Álvaro, Ramiro
Padre mío, el invierno –espada de tu muerte–
sus varillas de hielo sobre mi pecho inclina.
Crujen las hojas secas en desolada sombra
al filo del minuto que te arrancó a la luz.
Ya no hablaremos nunca del verdeciente pino
aunque giren los meses hacia la primavera;
yo veré conmovida hundirse contra el cielo
la erguida copa oscura, y ya estarán tus ojos
perennemente mudos en el carbón azul.
Se esponjarán los días, descenderán las noches
hacia asoladas playas del Siempre y del Después,
mas la salada savia del amor está
herida al filo del minuto que te quitó de mí.
Contigo platicamos del trino y la gavilla,
del libro y el amigo, la reja y la parábola,
del agridulce zumo en el cristal humano.
Fraternales rondaban por tu voz de maestro
San Francisco de Asís, don Quijote y Jesús.
Padre mío, en las horas del hogar apacible
devanamos la lana del cotidiano afán;
y siempre tu sonrisa tendía el hilo de oro
que bendecía el agua y suavizaba el pan.
Presagio de ventura, flotaban nuestros nombres
con halo de alegría si los decías tú;
hoy me duele hasta el nombre
que tú ya no pronuncias,
y nos pesan las manos tendidas hacia ti.
Tus ojos amparaban la senda de mi verso.
Mi infancia en tus rodillas todavía mecía
la muñeca de trapo que el tiempo sepultó.
Ahora me llueven años por cada hora que faltas.
Nuestro pino ha llorado hasta su último espino.
Aúlla la madera de tu sillón vacío;
los platos en la mesa tienen sonido a roto;
y se empaña la atmósfera de girasol nocturno.
Esta salada savia del amor se hace niebla
al filo del minuto que te llevó a la luz.
1950
DOMINGOS
En las horas doradas de la infancia
era el sol del domingo hecho de miel;
fiesta de libertad en campo abierto,
crisálida, promesa, esquila en el pastal.
En la unidad feliz de nuestros padres
ponía la bandada de los seis
capitel en guirnalda de canciones
como una sola nube que reposa
sobre la doble cumbre de un altar.
Después fueron domingos de oro y plata.
Nos crecieron las alas a los niños.
La juvenil mirada de los padres
se abría como rosa de los vientos
para orientar la ruta adolescente.
Oro había en las glorias escolares,
en el flamante traje, el libro intacto.
Plata fue la quimera y la “saudade”,
el niño amor y la primera pena.
Hoy son de plomo los domingos:
La hoz de un amanecer segó la vida
del padre que era lumbre de los días.
La doble cima se quedó truncada…
La madre inclina su cabeza sola;
Llueven plateadas hebras en su pelo,
y el oro de otros días le decora
la austera frente en su mitad ausente.
Y temblando pensamos que la cumbre
que ya no vemos más la guarda ella
en el rincón más fiel de su cariño.
Hoy son de plomo los domingos.
Con seis hachazos a la misma hora
cayó el tronco y el nido y el racimo.
La luz huída y los recuerdos doran
este pesado plomo del domingo…
1950
INTIMA
Pastor de mi sangre es mi esposo
Cuando abre los ojos, el sol se levanta
y tibia la yerba se empina
cuando me acaricia.
Mi sangre es rosado rebaño;
lo apacienta, lo nutre y cobija,
lo abreva en un claro remanso de cielo;
lo guía por sendas de ignorada dicha
y, bajo una gruta o sobre un collado,
le enseña del viento los móviles giros
o del hilo de agua el fresco secreto.
Corderitos sumisos, mis pasos
siguen sus dulces consignas
al son de cencerros de luz matinal.
Pastor de mi sangre es mi esposo.
La ampara, la sacia, la aquieta.
Junto con las nubes la guía en los prados
pisando florcitas silvestres,
y bajo la luna le tiende una alfombra de plata.
En el mediodía, cuando el sol salpica
de brasas los ojos, pone la grey mínima
bajo el firme alero de su sombra erguida.
Cuando el día cae, mi pastor conduce,
como a un oleaje de arroyo
dorado en las crestas, su rebaño rosa
hasta las orillas del reino del alma.
¡Pastor de mi sangre es mi esposo!
¡Su pradera soy!
1950
SURCO BENDITO
Tú que miras mi cuerpo turbado
por natural milagro,
no repares en la espiga ya plena
de la cintura rota
ni el andar vacilante de la raíz pequeña
que arrastra, al mismo tiempo, vida y muerte.
Es, pues, el mismo paso de la Tierra
al caminar en su órbita estelar.
No pises con tus ojos la intimidad henchida
porque es surco bendito leudando pan de amor.
En toda mujer grávida, perenne está la noche
del sueño primitivo, engarzando con sangre
la rúbrica gloriosa de un nuevo amanecer.
Su pupila es antena imantando la luz
para darla a otros faros en multiplicación.
La frente y los sentidos se le han volcado enteros
a la convexidad de la cámara sacra.
En el cuerpo anhelante
está el mar del recuerdo
y la montaña de la esperanza.
No palpes con mirada indiferente
las colinas a donde se encauza la Vía Láctea.
No rechaces la cara con sus velos parduscos,
empañando mejillas con nubes de futuro.
Ve en sus manos preludio de cuna desvelada
cuando reposan mudas en la curvada falda
amparando su fruto
por tan frágil, más dulce; por tan amargo, amado.
Con tu viril talento dignifica la entraña
Distendida en el arca vital, lleno de incógnitas.
Piensa en el sueño de las mujeres grávidas:
Sueños de muerte y resurrección;
imágenes de miedo buscando su refugio
a esta microscópica flora en boscaje de venas;
minúsculo esqueleto de ángel inmaterial,
y una enmudecida violencia
para gritar aleluya ¡aleluya!
saludando el quejido.
No deformes este vaso sagrado.
En efímera elíptica va componiendo el friso
de signos zodiacales en el ser;
así como al principio del mundo,
fijaba coordenadas la Creación.
1950
COLLAR DE NUEVE LUNAS
¡Collar de nueve lunas hechas y de sombra y canto!
Fue en un principio polen caído desde un astro
a la mar jubilosa de la noche soleada.
Fue después una lágrima que se clavo en mi pecho,
como apretado nudo de todas las angustias:
Espanto de universos anudando las células,
y luego los abismos de renovado anhelo
trayendo en las caídas claridad temblorosa.
Allí las infantiles blancuras que se queman
en primitivos miedos de párpados cerrados,
de agazapadas alas sobre inmaduro huevo.
Y, de súbito, espadas batiéndose en el duelo
de las pródigas lluvias cambiantes, enigmáticas;
temblor de las escarchas caídas en el pasto
velloso que suaviza las mórbidas columnas
vagabundas del cuerpo que tantearán caminos.
Semilla que traspasa tejidos olvidados,
que reconstruye espejos quebrados por los años
y hace surgir juguetes que se hicieron fantasmas
en los viejos tapices, en los cajones rotos.
Después, un hilo cálido que va tejiendo huesos,
que va amasando flores sobre leve zarcillo
que se anuda y repite misterioso y secreto
en el líquido canto que agoniza en la vida.
La firme media noche su compás mudo rompe
y empieza el primer tono de la música abierta.
¡Oh júbilo doliente de la cabeza erguida
oh júbilo doliente de los miembros atados!
¡La orquesta en la tiniebla hace danzar la sangre!
Encarcelada ola que ya no halla reposo
en el limbo que encierra un alba evanescente
y que guarda ya el germen de la implacable Noche.
Gira en todos los signos de las constelaciones
la espesa sombra errante que habrá de ser un niño.
¡Madre! ¡Noche cerrada! Materia iluminada
por vacilante faro de intemporal vorágine.
¡Hijo! ¡Amaneciente Día, tormenta amenazada,
ciega embriaguez abriendo alucinados ojos!
¡Uno ovillo de gritos rodará por el mundo!
El ánfora del sueño se vaciará en vigilias
desde el perfil henchido de la novena luna.
Hijo nuestro, hijo nuestro, estrella en el azar,
que te reciba un ángel cuando la puerta se abra.
Sea tierna la tierra para tu frágil cuerpo;
sea fuerte tu espíritu para la inmensa herida.
¡Guárdanos a tu padre y a mí en el despertar!
Y los tres dormiremos en paz la Eternidad.
1950
JUAN GERT
Mi sueño se hizo dulcemente cal.
La bóveda perfecta de tu cráneo
enclavada en la mariposa de mis huesos
es frágil tulipán
coronando las alas abiertas de la pelvis.
Sacas el molde al mundo
en mi cintura breve;
recogido y devoto como un rezo,
hilas con mi sangre el Universo,
hijo mío.
Creces dentro de mí
como en vaso ritual.
Por ti conozco
la humildad de ser la tierra fértil,
por ti el orgullo del vital milagro;
por ti soy urna bíblica,
por ti soy comunión y penitencia.
Por ti la muerte en su medalla acuña
perfil de piedra en querubín de niebla.
El vivo tulipán de tu cabeza saca
de nuevo el molde al Universo.
1950
ASÍ LA TIERRA
De la mano del ángel más humilde
viene a mi labio la canción de cuna
y se vierte en mi voz limpia y sencilla
como un pañal de lino sin arrugas.
Pálida ondula la tonada y mece
un ancestral resabio que modula
el eco de visiones intuidas
y el son arrepentido de la duda.
La curva de los ojos infantiles,
barquitos bajo tenue medialuna,
no teme la tormenta embravecida
cuando los baña la canción de cuna.
Recojo en el mandil del tiempo nuevo
la sílaba pueril, y su dulzura
se me antoja, por leve y por sumisa,
celaje desgranando en tierna lluvia.
Tan íntimo, tan simple balbuceo
es sombra apenas de lejana música,
y me parece que la tierra madre
así, en su vientre, a la semilla acuna.
1950
OTOÑO DE TUS PARQUES NUEVA YORK
¿Quién ha cantado, Nueva York, la ternura de tu parque en otoño?
¿Quién escuchó el crujido de tus besos dorados
cuando el árbol escuálido dejaba caer sus hojas
bruñidas en la fragua del vientre de la roca?
¡No es cada hoja que cae un pensamiento tuyo?
Ciudad, por qué te miran las gentes con asombro
como si fueras monstruo de millonarios ojos?
¿Por qué todos te buscan en la ascensión del hierro
y nadie en la ternura de tu parque en otoño?
Caminé solitaria tus grandes avenidas,
olvidando tu adusta estructura metálica,
sumisa solamente al suelo en que yergues;
tenías tal nostalgia de una mirada humana
que el suelo sonreía sintiendo que lo amaba.
Será tal vez por eso, ciudad de Nueva York,
que te he sentido mía, como a un hada madrina
cuando, al cruzar tus parques me seguían las hojas
con un rumor profundo, mudo entre los ruidos,
callando su congoja de fracasados soles.
Ame tu pasto mustio cuando soplaba el viento
de los primeros fríos en caída vertical.
Amé las filas secas de los desnudos troncos
que parecían niños hambrientos en la casa
de un potentado avaro, o ateridos obreros
en la huelga obligada de los días sin pan.
Ciudad, ¡cuánto te quiero pensando en tu neblina!
Es así como eres más íntima y más tú,
con los ojos cerrados frente a un cielo naranja,
mandando tu mensaje al Río en que se acuna
la movediza lágrima del humano existir.
Ciudad, yo te conozco porque besé tus pies
en el pasto amarillo de tu Parque en sordina.
Ciudad, yo vi a tus árboles escribir jeroglíficos
en la página abierta del cielo blanquecino
finos trazos oscuros de signo terrenal
y oí entonces el canto litúrgico de seres
que en procesión solemne moraban en tu entraña.
Yo vi en tus muelles fríos flotar los grandes barcos,
y hasta el ala más alta de franjas y de estrellas,
desde el agua, subía tu corazón oculto;
y fue sólo la sombra de mi mano en adiós
que acarició la quilla preñada de tu viajes.
Vi tus puentes saltando la turbulencia humana,
telarañas gigantes de la meditación.
He escuchado en la noche tu íntima voz henchida
de un aliento caliente como un pecho que sueña.
Me he sentido pequeña entre tu red de luces
(pero estaba Aladino conduciendo mis pasos)
y tú me dabas sombras, reflejos, multitud, soledad.
¡Nueva York, ciudad íntima, cómo supe yo amarte
en rincones lejanos donde tú eres más tú!
¿Quién ha cantado, Nueva York, la ternura
del otoño en tus parques?
Dame esa voz-amiga para seguir nombrándote
ceñida contra el noble moverse de tu Hudson.
Dame esa voz-amiga para seguir nombrándote
en las resecas hierbas que tus sandalias doran.
Dame el viento del muelle, la mano de tus puentes.
Nueva York, tú me tienes amándote en tus parques
como otra hoja morena en tu viento de otoño.
1950
FRENTE A MI RETRATO
Enmarcada en rectángulo de sombras
–como de una ventana en el vacío-
mi cara adolescente me contempla.
Viene de lejos la mirada limpia
bajo el ala extendida de las cejas
y se arrodilla, tímida, en los labios.
Limpia mirada en la que cae el mundo
redondo como gota de rocío.
Me miro distante en esa imagen
de flor que va cuajando primavera:
mejillas de pelusa de durazno,
un hoyuelo infantil como si un ángel
hubiera hundido un dedo pequeñito.
En el vaso del cuello la promesa
dormida de las venas que se inician,
del diminuto pie a las manos finas;
palidez matinal bajo la noche,
partida en dos, de relucientes trenzas.
Son años que está inmóvil esa imagen
mirando en la ventana del vacío.
Mientras tanto llovieron muchas lágrimas
– cinceles en la pulpa de la vida -.
Y ya de norte a sur, de este a oeste,
tormenta en primavera hirió mi frente.
En la mística boca arrodillada
desangró el beso la evidencia humana.
Mi garganta latió su pulso isócrono
en latigazos y en caricias
Mis pies danzaron y mis manos saben
las formas de la arcilla atormentada.
Una ausencia, una muerte y una vida,
desdibujaron el retrato antiguo.
Estoy ahora como he sido siempre,
y como nunca más habré de ser.
Estaba todo escrito en hoja blanca.
Ahora aprendo a deletrear mi adolescencia;
y sólo podré leer mi vida toda
cuando, como hoy me miro en el retrato,
pueda, un día, mirarme desde el marco
sereno, inmarcesible de la muerte.
1950
BAJAMAR
¿Por qué no tengo exangüe el corazón en llaga
goteando en cada ola la sed que no se apaga?
¿por qué reclamo, avara, la caricia en la piel?
… ¡Vengo de la ceniza y apetezco la miel! …
La mastaba del piano encallada en la onda
es un cuerpo fantasma que la nostalgia ahonda;
el consuelo no acude. Y en el pedal se crispa
un son encarcelado demorando la chispa
que pugna tras el yunque gastado del silencio
tiránico y sumiso. Ya vencida, evidencio
que es negada la gracia del don misericorde
para alargadas palmas en ruego monocorde.
¡No te acerques, Deseado! De yodos saturada,
el bien ya no distingo de la podrida Nada.
Vibrantes los sentidos se erizan en antena
para saciar los álgidos espasmos de la pena.
1957
VOY A CANTARME
Voy a cantarme desanudando la canción
hasta la primera nebulosa
que fue la ignota almohada
de un impreciso sueño
en la cuna del inhóspito edén.
Voy a desvestirme de todas las texturas
Para buscar la nada mil veces milenaria
donde tuvo su origen la chispa del mirar.
Quiero sentarme como una momia incaica
en la altura más honda de los montes invertidos.
Talaré el bosque tupido y negro de mis cabellos
desde sus bíblicas raíces;
cada imperceptible vello de mi cuerpo
crujirá en su caída.
Cada alvéolo vacío
remedará calavera del mundo.
De la sien excavada me goteará la sangre
hasta dejarme transparente,
reflejada en el charco de la linfa.
De los ojos se irá vaciando a mis manos
el árbol de experiencia acumulada.
Mi lengua será látigo cansado,
mis oídos, conchas solitarias
resonando un sollozo impar, sin eco, seco.
Todo el follaje del recuerdo
deberá cremarse en el enrejado columbario.
Yo necesito retornar para encontrarme
sin él, sin ella, sin yo,
más allá del orgasmo y la agonía.
Antes de aniquilarme, ya tropiezo en la voz;
me detengo en el plasma virginal del no ser
y me pierdo, me pierdo …
Necesito el instinto y la furia,
la garra y el anatema;
necesito librarme del rescate del lloro,
derribar el muro del no sé.
De qué me sirve estar en nada,
en la muerte en potencia,
en la vida menguada.
Pude haber sido alga o cascajo, o almeja,
y estoy aquí de Cristo reventando milagros.
Pero yo quiero regresar,
cavar hasta topar la aurora,
rajar las fibras hasta hallar el calor,
¡desnacer todo a todo!,
descascararme al germen mismo,
buscar el dónde y el por qué.
Y no puedo cantarme
si no aprehendo la pauta del Silencio,
si no puedo asirme del abismo;
necesito retornar, desnacer para cantarme,
necesito morir para cantarme.
(Y este humilde charango en las costillas
que desafina tanto ….)
No hay regreso, no me puedo cantar en esta noche;
será mañana en polvo, será cuando sea tarde.
Yolanda pequeña, ¡no hay regreso!
No te puedes cantar.
1950
FLUJO
Una mansa locura de amor al ser invada.
La ceniza inicial de la sangre se evada
a la porción azul de salobre marea
que, en vigilante insomnio, cada orilla golpea.
Tremor que llega herido para herirnos la herida
otra vez en la pulpa de la poma mordida.
Mi cal desmenuzada acéndrase en mi mano;
cáscara transparente, hoja que, de su arcano,
busca la geometría mínima del pistilo
donde, antes de ser lámina, fue punto y después hilo.
Fatal ya se presiente la potestad sañuda
– maciza telaraña sobre larva menuda–
de abstruso pensamiento que tendrá que aplastar
la pequeñez rebelde, la sed de perdurar.
Va desvelando el noto huella oculta en el pasto,
y la tímida bestia rompe su sueño casto.
Esqueleto amasado de polvo en turbias horas
cede sin equilibrio, Amor, si lo desfloras.
Espuma, cuarzo líquido, acosado deseo,
empinado alarido en oscuro tanteo
aguza voz de muertos en la cintura abierta
del mar que suda cantos en unidad desierta.
1957
PLEAMAR
Del vaso funerario del mar a media noche,
que a contrición provoca con pertinaz reproche,
voy trasegando al ánfora del labio en madrugada
sorbo blanco que incita la pasión liberada.
Adivino en tus dedos los cilicios del gozo
y soy, en plenitudes, como divino pozo
de amargadas azúcares y de felices sales
para la alquimia nueva de anhelos ancestrales.
Ceniza en torbellino – fluctuante astral acuario –
cautivo en la redoma de brillo temerario.
Arpegio de horas locas y polvo que agoniza,
intemporal parábola que el espacio eterniza.
De Siempre y Nunca vengo volteando en rueda grande
durez de roca, liana, jaguar, viento del Ande.
Humana esencia mía, pesadilla del mundo,
debería bastarte un beso vagabundo.
… y ya lo tuve preso … mas lo dejé en el mar
talismán en ofrenda que se deja al viajar.
Mansa locura muda que me clava en la cruz
de sorda estrella náutica de equivocada luz.
1957
RESACA
Cuando ya la reseca deje mi alma en la playa y del arco agobiado de mi espalda se vaya
el ala cercenada, cual vela desafiante,
en cicatriz y estela prologará el instante.
Quedarán vigilando, símbolo intrascendente,
dos pobres ojos pródigos y una mendiga frente. ¡Catacumba de agua, Amor! ¡No me conoces!
Ni nadie nos conoce. Sólo hay fugaces roces, desencuentros, en la prieta mudez de encrucijadas. ¡Expián su demora presencias nunca halladas!
No son cruz ya los brazos ni altar para holocausto
de salvajes ternuras. Con su claror exhausto,
un sol desalentado ahonda los abismos.
¡… Somos polvo y lucero, todo en nosotros mismos…!
Para esta elemental ceniza taciturna
sea la inmensa lágrima del Mar celeste urna.
1957
ALEGATO INÚTIL
Cada día tenemos más salobre la saliva.
La migaja se crispa
ante la entornada puerta del perdón.
Cada día se saltan a las uñas
los dos niños morenos de los ojos
que fueron ángeles despiertos
a celestes honduras.
¿Con qué habrá de rematar el alegato
que está ya en el tope del sollozo?
Cada hora se ha hecho voraz
como engranaje de colmillos;
los pasos se han desacostumbrado
a la caricia de la grama húmeda;
el aire avanza granizado de saetas.
Conduélete, Señor, a ti clamamos.
¡Así tu mundo tambalea!
No somos Job, oh Padre; ¡no te tornes padrastro!
¿Acaso estás enfermo, o te pudres
con este vaho que te sube desde nos?
No te tornes padrastro, buen Dios.
Sonríe una vez sobre tu Hechura.
Regresa a tu niñez de Primer Día
cuando soplabas burbujas de color
y te brotaba de las sienes
boscaje y pleamar.
Eras entonces sin arrugas,
y era tu barba de cristal
lira entre los dedos de la luz.
Sonríe, Padre, sobre el libro mancillado,
y todos en Tu Nombre
escribiremos PAZ
La simple trinidad de una palabra;
bandera universal para soñar;
hostia de comunión para construir;
extremaunción para vivir.
Perdona, Dios, ésta mi turbia arena….
1957
ALEGATO DE LA ESPERANZA
Desentúmete, Padre escupido por el clamor humano,
golpeado por el ojo entenebrecido.
Tanta angustia suda el alma, Padre,
a fuerza de no cosechar está que gime,
dejando el magro haz a la intemperie.
Tantos muros de miedo que no ceden
a la catapulta multitudinaria del hambre.
Tanto cacto que olvida
su último fin de abrirse en flor.
Tanta ceniza de Abel,
tanto odio, nos rajó el alma
y la voz.
¡Da vuelta a la moneda de Tu cara!
Por el alquitrán nocturno
escale el gusano al evangelio.
En el mapa de la mano abierta
se detenga el diluvio de lo inútil
y ancle el arca de la Creación.
En los Surcos de la frente
cunda el manso mirar.
Es hora, Padre, es hora.
Está en ocho meses el niño.
La tierra tiene la entraña apremiante.
¡Llora Dios!
¡Llórate!
¡Llóranos!
Juez eterno,
hemos alegado con llaga abierta.
Punza en ella el báculo tremendo
como un lábaro de amor.
Derrota al desaliento y al cansancio,
¡oprobio de la fe!
Rómpenos corazón, Juez inculpado,
y alega Tú —los hombres de testigos—
¡por los fueros de la esperanza!
1957
FUGA
ENTRE SOLEMNO Y SCHERZANDO
I
¡Cómo te ríes del mar, hermano loco!
Tu carcajada es más potente
que el rugir del océano;
llena el día, rebota a mi pecho
y, desde el mío, en otro y otro,
como olas que se persiguen.
¡Ríe del mar, hermano! ¿Qué podemos
hacer? Tú viajas en tercera,
¡Ríete del mar!
Tus ojos sin permiso, escapan de sus cuencas
a pasear sobre el agua;
no se hunden; son salvavidas
de lo en ti naufragado.
Son islas vivas de tu mar muerto.
¡Camina sobre el mar!
¡Cuán poco nos separa
tan profundamente!
Somos todos manzanas del mismo árbol.
A ti, por fruta delicada,
Te ha mordido primero la serpiente.
Estás inmunizado de podrirte.
Nosotros, los cuerdos, normales, satisfechos
(tan feas suenan estas palabras, ¡qué asco!)
llevamos el veneno de la razón
y hemos de ir cayendo antes que tú en el pozo
para tornarnos humus
que alimente otras locuras.
Tú viajas en tercera, camarada,
¡cántale al mar, cántale al mar!
Para escucharte tiene un enorme caracol:
el hombre sólo tiene una oreja limitada
que no alcanza a la voz de las hormigas
ni tampoco a la canción del universo.
A ti el agua te escucha, te mira su ojo azul;
son tuyos su alegría y su dolor.
A ti te entiende el mar.
II
Tienes un vigilante en la cubierta; ¡claro!
no debes asustar a los viajeros
con tu gesto incoherente. No comprenden
que a ti, por sensitivo, te mordió la serpiente
antes que a ellos.
Un vigilante cuerdo -¡pobre tonto!-
¿sabe el acaso de tu mundo sumergido
entre boscaje encarnado de corales
mientras brotaban perlas tus dolores?
Tu vigilante ignora psicoanálisis;
no puede hurgarte el alma. (Menos mal.)
Como vas en tercera,
el médico de abordo está tranquilo.
¡Qué suerte para ti! Dame la mano,
descuida al marinero; el cielo es buen guardián,
¡vamos al mar!
¡Cuán poco es el matiz en el abismo!
El que no es loco, es tonto.
En la popa es tercera;
Aquí, primera.
Un barrote de hierro,
y está hecha la línea divisoria.
Yo te pido perdón.
Juguemos con el mar, amigo loco.
III
Cuando te dan, aislado, la comida,
en plato de aluminio y sin cuchillo,
pienso que a mí me atiende un camarero
– pechera almidonada y reverencia –
y me avergüenzo, (aunque me gusta el camarero)
de que no estemos en la misma mesa
tú y yo.
Me sabe amargo pan no compartido
por igual con toda la humanidad.
Hermano, te propongo:
¡Invitemos al mar para la cena!
Todo al mismo nivel, disfrutaremos
tu embriaguez y la mía confundidas;
tendremos un ofertorio de amapolas
con tu abierta locura y mi locura presa.
Eres más libre tú. Sin inhibiciones ni mentira.
Beberemos el cielo haciendo copa
de nuestras manos juntas; mascaremos nubes,
fumaremos el palo mayor al fulgor de Aldebarán,
haremos cenicero del timón.
Me vestiré de gala con la capa
de mi cabello suelto y un cinturón de luna.
Tú, hermano loco, no vistas etiqueta
ni uses en la solapa silogismo ni paradoja.
Orión sobre tu pecho ha de bastar.
Estando en entrepuente, podemos ser sinceros.
Juan llamaremos al mar.
Yo, María; tú, Pedro.
¡Qué bien vamos a estar para la cena!
Por fin diremos la verdad.
Vendrá el mar con nosotros
Llegaremos a puerto mucho antes.
¡Invitemos al mar! Tú viajas en tercera.
¡Ríete del mar! ¡Riamos con el mar!
¡Salud, hermano!
1957
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

