JOHANN WOLFGANG VON GOETHE
BIOGRAFÍA
Goethe nace en Fráncfort del Meno, Alemania, “el 28 de agosto de 1749, a medio día, en el momento mismo en el que el reloj daba las 12”. Vino al mundo “como muerto”, y solo con gran trabajo se consiguió que viera la luz.
Hijo de un abogado y consejero imperial y de la hija de un antiguo burgomaestre de Fráncfort. Su padre se alejó de la vida pública para educar a sus hijos, personalmente. Su premisa era que no había que perder tiempo.
Goethe tenía una hermana, nacida un año después de él.
En sus “Memorias” Goethe cuenta el ambiente en el que vivía cuando niño y en el que empieza a forjarse su persona. Padre ordenado y metódico, madre sensible, abuela sosegada, sensación de armonía y de la existencia bella. La ciudad de Francfort, proporcionaba un clima de moderación y equilibrio entre emoción e intelecto y serenidad en el niño y el joven Goethe, sin que nada obstaculizara el crecimiento del hombre que estaba llamado a ser.
En “Un recuerdo infantil de Goethe en Poesía y Verdad”, Freud analiza un suceso que Goethe relata situado en su primera infancia del cual parece haber conservado un recuerdo personal. En él, el niño Goethe, animado por los tres hermanos Ochsenstein, hijos del difunto alcalde que vivía enfrente, una hermosa tarde en que la casa estaba silenciosa y tranquila y que él jugaba con sus platos, sus pucheros y otros cacharros, tiró uno a la calle divirtiéndose mucho verlo estrellarse ruidosamente contra el suelo. Animado por sus observadores que palmoteaban alegremente y gritaban ¡más, más! tiró todos los platitos, las cazuelitas, los pucheritos, que fueron a estrellarse contra el suelo, después de lo cual y ante los vítores de sus maliciosos instigadores, corrió a la cocina y fue agarrando los platos de loza según los podía alcanzar del vasar y lanzándolos al vacío en un espectáculo extremadamente gozoso y como aquellos señores no se daban nunca por satisfechos acabó con toda la vajilla que pudo encontrar. Cuando llegó alguien que pudiera detener el juego ya era demasiado tarde.
El propio Goethe asegura que “cuando intentamos recordar lo que en nuestra primera infancia nos sucedió nos exponemos muchas veces a confundir lo que otras personas nos han dicho con lo que debemos realmente a nuestra experiencia y a nuestras observaciones personales”, pero lo que aún no sabía era que ese recuerdo sería objeto de análisis de Sigmund Freud en 1917 que ayudándose del instrumento psicoanalítico y de los resultados derivados del psicoanálisis de dos pacientes que habían tenido recuerdos encubridores equivalentes, confirman que la irritación del niño ante la aparición esperada o acaecida de un competidor por el amor de sus padres se manifiesta en el acto de arrojar objetos por la ventana, así como en otros actos de “maldad” o de manía destructora. Y retomando el recuerdo de Goethe y situándolo en el lugar correspondiente de Poesía y Verdad obtiene la siguiente interpretación del poeta: “He sido un hombre de suerte; el Destino me conservó la vida, aunque vine al mundo como muerto. En cambio, suprimió a mis hermanos para que no tuviera yo que compartir con ellos el cariño de mi madre”. Y luego continúa el proceso mental pasando al recuerdo de otra persona muerta en aquella temprana época: la abuela que vivía como un espíritu silencioso en otra habitación de la casa. Y también añade Freud que “cuando alguien ha sido el favorito indiscutible de su madre, conserva a través de toda la vida aquella seguridad conquistadora, aquella confianza en el éxito que muchas veces basta eliminar para lograrlo. Y así Goethe hubiera podido encabezar su biografía con una observación como esta “Toda mi fuerza tiene su raíz en mi relación con mi madre”.
Goethe estuvo en contacto desde muy joven con el patriarcado urbano y la vida política. Comenzó a interesarse por la literatura, el dibujo, la pintura y las obras dramáticas de sus contemporáneos. Fue titiritero, actor. Dicen que tenía una inteligencia superdotada y que esto, sumado a su gran curiosidad, hizo que se interesara por prácticamente todas las artes y todo el conocimiento.
Escribió poesía, novela, teatro, ensayo, tratados científicos; como científico, realizó aportaciones a la geología, la química, la osteología, descubriendo el hueso intermaxilar y la óptica formulando la teoría del color (centra sus estudios en el color desde la percepción humana, critica la teoría newtoniana, Newton decía que la luz blanca se componía de distintos colores y Goethe consideraba el color como el resultado de la interacción de la luz y la oscuridad). Era un ejemplo ejemplar de la combinación de arte y ciencia (hombre del renacimiento o un pluriempleado del arte y de las ciencias, como diría Menassa de sí mismo). Ciencia y arte “lo que mantiene íntimamente unida a la naturaleza” dirá Goethe en Fausto.
Goethe comenzó sus estudios de Derecho en Leipzig en 1765 y los interrumpió en 1768 por una enfermedad grave, retomándolos en 1770 en Estrasburgo y terminándolos al año siguiente. Durante ese descanso escribió sus primeros poemas.
Pero, ubiquemos a Goethe en la historia de la literatura y de la poesía:
El Siglo de Oro español abarcó desde 1492 (fin de la reconquista; descubrimiento de América, publicación de la Gramática castellana de Nebrija) a 1681 la muerte de Calderón de la Barca es considerada el fin del Siglo de Oro Español de las artes y las letras.
El Neoclasicismo en Europa fue de mediados del S. XVIII a principios del siglo XIX, cuando comienza el romanticismo. Se basaba en los preceptos ilustrados de la tradición inglesa y alemana, especialmente. Y aspiraba a restaurar el gusto y normas del clasicismo.
La teoría y la práctica literaria debían seguir los modelos y normas establecidos por los principales escritores griegos y romanos. Pretendía reemplazar la sensualidad y trivialidad del rococó por un estilo lógico y austero. Los movimientos revolucionarios lo adoptaban como estilo oficial porque relacionaban la democracia con la antigua Grecia y la República Romana.
En 1780 se había proclamado la independencia de EEUU y los libros franceses de Montesquieu, Voltaire y Rousseau llegaban a las colonias hispánicas. Después vino la Revolución Francesa (1799) y la literatura tenía una función moral. Los personajes debían ser inmóviles y comportarse de la misma manera de principio a fin, respetando las leyes morales de la sociedad. De función moral y didáctica para agradar y conmover al público, al arte como una síntesis entre lo bello y lo útil.
A finales del SXVIII – principios del XIX nace el Romanticismo como reacción a la Ilustración y al neoclasicismo. Se originó en Alemania e Inglaterra y se extendió a todos los países de Europa. Daba prioridad a los sentimientos. Su máximo apogeo se produjo entre 1800 y 1850, rompiendo con las reglas estereotipadas del neoclasicismo y en búsqueda constante de la libertad.
Goethe influyó profundamente en el romanticismo. Herder, del que fue su discípulo, le descubrió a Shakespeare y le liberó del neoclasicismo francés y de la Ilustración y el racionalismo alemán.
Ambos redactaron el manifiesto fundador del movimiento ‘Sturm und Drang’ (Tempestad e ímpetu) que se considera el preludio del romanticismo en Alemania. Este movimiento concedía a los artistas libertad de expresión de la subjetividad individual y de la emoción. La última figura importante de este movimiento es Schiller, cuyas obras tempranas también se consideran un preludio del romanticismo. Este movimiento también tuvo su impacto en la música (Bach es uno de sus representantes) y en todo el arte.
El Prometeo de Goethe enfrenta al genio creador, rebelde e independiente, contra todo lo representado por la Ilustración.
Se enamoró de Charlotte Buff, novia prometida de su colega abogado en prácticas como él. Y cuando otro abogado dolido por un amor no correspondido se suicidó, Goethe unió ambas historias para escribir “Las penas del joven Werther”, que dicen que fue tan exitoso que suscitó una cadena de suicidios entre los adolescentes desencantados.
Intentó abrir un despacho de abogados y en 1775 se compromete con la hija de un banquero. Pero las diferencias sociales y de estilo de vida de ambas familias dieron al traste con el compromiso y ese mismo año empieza a trabajar en la corte, dicen que huyendo en parte del ejercicio de la abogacía y en parte del ambiente creado en torno al compromiso sentimental con la hija del banquero
Estuvo al servicio del heredero Carlos Augusto y fijó su residencia en Weimar donde vivirá hasta su muerte. Durante este periodo al servicio del heredero abandonó la literatura por 10 años, pero pasó a tener una especial consideración en la corte, como una especie de ministro supremo, y dirigió la Biblioteca ducal.
Se relacionó con figuras como Napoleón Bonaparte, Schopenhauer o Beethoven.
Influenció en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas entre ellos Freud. Era uno de los poetas de referencia de Freud junto con Schiller. Y es uno de los poetas más citados por Freud.
En 1780 entra en la masonería En la celebración de su 50 aniversario como masón, compuso un poema titulado “Para fiesta de San Juan de 1830”.
La influencia de la masonería sobre Goethe fue importante para la escritura de Fausto, una de sus grandes obras. Fue retocada durante 17 años, desde 1773 hasta 1790 y en ella se narra la historia de un hombre que hace un pacto con el diablo a cambio de ciertos favores, el conocimiento ilimitado y los placeres mundanos.
Goethe fue encargado del teatro de la corte de Weimar, haciendo representar obras de Calderón de la Barca y de Shakespeare. Y por esta época empezó a cartearse con Schiller. Gracias a Goethe, Weimar se convirtió en el centro cultural de Alemania. Allí escribió grandes poemas y obras ambiciosas.
Se casó con Christiane Vulpius, lo que no fue muy bien visto por la alta burguesía, aunque algunos progresistas de la aristocracia aceptaron el matrimonio y continuaron reuniéndose con el poeta. Tuvieron un hijo. Y Christiane sufrió cuatro abortos (se cree que por incompatibilidad de grupos sanguíneos).
RELACIÓN CON SHCHILLER
Goethe y Schiller fueron grandes amigos entre 1794 y 1805, año en que Schiller murió prematuramente. Goethe decía “una potencia superior hizo posible mi unión con Schiller” y Schiller, por su parte, decía: “ante la excelencia no cabe más que el amor”. Su amistad fue una de las más fecundas de la historia de la literatura. De su colaboración nacieron obras coo Wallensteir y la doncella de Orleans de Schiller o Wihelm Meister y Hermann y Dorothea, de Goethe. Y varias revistas Die Horen, Musen-Almanach y Propyläen, y la escritura de epigramas.
Y aunque hasta entonces su relación no había existido como tal e incluso se habían tratado, los dos grandes y famosos, con ironía y rechazo, cuando se conocieron personalmente, se dieron cuenta de que eran almas gemelas.
Cuando Schiller murió, Goethe manifestó: “He perdido a un amigo y con él, la mitad de mi existencia”.
Goethe junto con Schiller llevaron a la cultura europea a su más lograda expresión. A Goethe se le considera el más grande hombre de las letras alemanas y europeas por sus obras Fausto, Poesía y verdad, y Wilhelm Meister, calificada por Schopenhauer como una de las 4 mejores novelas jamás escritas.
Muchos jóvenes quisieron conocerle en persona. Algunos críticos lo consideran hoy el hombre más ilustrado de la humanidad. Hay un instituto que lleva su nombre que se encarga de difundir la cultura alemana por todo el mundo. Y el premio Goethe de Francfort del Meno es un premio literario alemán de alto prestigio nombrado en honor de Goethe, que se entrega cada tres años en la actualidad. Sigmund Freud fue galardonado con el Premio Goethe en el año 1930.
Goethe murió en 1832 en Weimar. Vivió 83 años.
FRASES DE GOETHE
- El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.
- No basta saber, se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer.
- El hombre está hecho por sus creencias. Como él cree, así es.
- Sólo hay dos legados duraderos que podemos esperar dar a nuestros hijos. Uno de ellos son raíces, el otro, alas.
- Las hipótesis son andamios que se colocan ante el edificio y se quitan al término de las obras. Son imprescindibles para el albañil, que sin embargo no debe tomar al andamio por el edificio
- No podemos modelar a nuestros hijos según nuestros deseos, debemos estar con ellos y amarlos como Dios nos los ha entregado
- La magia es creer en ti mismo: si puedes hacer eso puedes hacer cualquier cosa.
- La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible.
- Al entrar en contacto con un color determinado, éste se sincroniza de inmediato con el espíritu humano, produciendo un efecto decidido e importante en el estado de ánimo.
- La vida pertenece a los vivos, y el que vive debe estar preparado para los cambios.
- A veces nuestro destino semeja un árbol frutal en invierno. ¿Quién pensaría que esas ramas reverdecerán y florecerán? Mas esperamos que así sea y sabemos que así será.
- Trata a un hombre tal como es, y seguirá siendo lo que es; trátalo como puede y debe ser y se convertirá en lo que puede y debe ser.
- Todo el mundo quiere ser alguien; nadie quiere crecer.
- La noche es la mitad de la vida, y la mejor mitad.
- Es un gran error creerse más de lo que uno es, o menos de lo que uno vale.
- Los malentendidos y la negligencia crean más confusión en el mundo que el engaño y la maldad. En todo caso, estos dos últimos son muchos menos frecuentes.
- Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, es un suicida en pie.
- La libertad como la vida, sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días.
- Si cada uno limpia su acera, la calle estará limpia.
- Peligroso es el hombre que no tiene nada que perder.
- La más bella metempsicosis es aquella en que nos vemos aparecer de nuevo en otros.
- Lo importante no es hacer cosas nuevas sino hacerlas como si nunca nadie las hubiera hecho antes.
- Sea lo que sea que puedas o sueñes que puedas, comiénzalo. El atrevimiento posee genio, poder y magia. Comiénzalo ahora.
- Es gran virtud del hombre sereno oír todo lo que censuran contra él para corregir lo que sea verdad y no alterarse por lo que sea mentira.
POEMAS
PARA EL VEINTICINCO DE OCTUBRE DE 1828
Si quieres vivir bien y solazarte,
del pasado no debes preocuparte,
y si algún menoscabo padecieres,
no te apures y sigue en tus quehaceres.
Despierta en la mañana cada día,
cual un recién nacido, y sin porfía,
aguarda que él te trace su dictado,
que cada día tiene su cuidado.
Aunque tu propia obra te complazca,
harás por apreciar lo que a otros plazca;
procura sobre todo a nadie odiar
y deja que Dios ponga lo demás.
Fija el poeta los ojos en el vulgo
y ve a los hombres, presa de sí mismos,
tan pronto alegres como tristes, mustios,
pero el poeta persigue su designio.
Para lograrlo, su camino propio
de seguir trata y se lo muestra el prójimo:
luego baja la frente ante su sino.
Mocito, señala a tiempo
alto blanco a tu saeta;
que las Musas acompañan,
mas no guían al poeta.
FRONTERAS DE LA HUMANIDAD
Cuando el Padre sagrado,
el Padre primigenio,
con su mano confiada
desde nubes errantes
siembra sobre la tierra
rayos de bendición,
yo beso de su túnica
el borde más lejano,
con temblor infantil
siempre fiel en su pecho.
Porque no debería
ponerse ningún hombre
al lado de los dioses.
Y si alguien se elevara
hasta que sus cabellos
tocasen las estrellas,
no apoyaría en nada
sus inseguros pies
y con él jugarían
las nubes y los vientos.
Si, con sus coyunturas
medulosas y firmes
se yergue en la perenne
tierra bien cimentada,
no se eleva a la altura,
y tan sólo se logra
comparar a la encina
o a la viña fecunda.
¿Qué es lo que diferencia
a los dioses y al hombre?
Que delante de aquéllos
se mueven muchas olas,
una eterna corriente.
Y a nosotros nos alza,
nos envuelve una ola,
y en ella nos hundimos.
Un diminuto cerco
limita nuestra vida;
muchas generaciones
se suceden, perennes,
siguiendo la cadena
sin fin de su existencia.
Traducción: José Mª Valverde
CONSIDERACIÓN
¿Qué debe el hombre pedir?
¿Es mejor estar tranquilo?
¿Con gran ahínco aferrarse?
¿O es preferible impulsarse?
¿Debe construirse una choza?
¿Debe vivir bajo tiendas?
¿Debe confiar en las rocas?
Incluso las rocas tiemblan.
No a todos les va lo mismo.
Mire cada cual lo que haga
y mire dónde vivir.
Quien está en pie, que no caiga.
AL COCHERO CRONOS
¡Date prisa, Cronos!
¡Sigue el trote estrepitoso!
Cuesta abajo va el camino.
Los ojos me nubla el vértigo
que me da tu lento paso.
¿Qué importan piedras y raíces?
¡Aunque a trancas y barrancas,
vamos raudos a la vida!
Reaparece luego el paso
esforzado que, asfixiante,
nos conduce cuesta arriba.
¡Fuera, inercia! ¡A la cima
vamos con afán y confianza!
En lo alto: espléndida vista
que de montaña a montaña
abarca la vida toda,
y el eterno espíritu encima
nos presagia vida eterna.
Te seduce la sombra
de un alero allá al lado
y la mirada de aquella muchacha
del umbral que promete refrescarte.
¡Reanímate! Dame, niña,
esa bebida espumosa
y esa mirada tan sana y amable.
¡Abajo, pues, más deprisa!
Mirad, el sol ya se pone.
Antes de que sea yo un viejo, y me envuelva
la neblina del pantano,
y me crujan la boca desdentada
y los huesos temblorosos:
¡ebrio del último rayo,
llévame, oh mar de fuego,
al ojo espumante! ¡Llévame,
deslumbrado y tambaleante,
a la puerta nocturna del infierno!
Cochero, haz sonar tu trompa,
aviva el trote sonoro,
para que oiga el Orco que viene un príncipe,
y de sus asientos se alcen
abajo los poderosos.
ANTE EL TRIBUNAL
De quién lo he tenido, no os lo diré,
el hijo que llevo en el vientre.
Qué asco, escupís, ¡vaya una ramera!
Soy, empero, mujer honesta.
Con quién me junté, yo no os lo diré:
es mi amado amable y bueno.
Él lleva un collar que es de oro en el cuello
y lleva de paja sombrero.
Si hay que aguantar las burlas y la mofa,
ya las soportaré yo sola.
Pues él me conoce, yo lo conozco,
y Dios también lo sabe todo.
Escuchad, señor cura y señor juez,
dejadme por favor en paz.
Es mi hijo y mi hijo será eternamente:
vosotros no me daréis más.
PROMETEO
¡Cubre tu cielo, Zeus,
de nubes vaporosas!
¡Dedícate, como un mozo
que corta flores de cardo,
a los robles y cimas de los montes!
Pero déjame mi tierra,
la choza que no has construido
y también mi hogar
por cuyo fuego
me envidias.
Nada más pobre conozco
bajo el sol, oh dioses, que a vosotros.
Mezquinos, alimentáis
vuestra majestad
con los tributos que son las ofrendas
y el hálito de los rezos;
y moriríais de hambre si no fueran
locos llenos de esperanza
los niños y los mendigos.
Cuando era un niño
y todo en mí confusión,
mis ojos desorientados
miraban al sol cual si más allá
hubiera oídos para oír mi queja
y un corazón como el mío,
capaz de apiadarse del angustiado.
¿Quién me ayudó
contra la arrogancia de los titanes?
¿Quién me salvó de la muerte
y de la esclavitud?
¿No lo has hecho todo tú,
corazón sagrado y ardiente?
Ardoroso, joven, bueno,
¿no diste las gracias, engañado,
por salvarte, a quien arriba dormía?
¿Honrarte, yo? ¿Por qué?
¿Has calmado el sufrimiento
de quien vive abrumado?
¿Has enjugado las lágrimas
de la persona angustiada?
¿No me han forjado y hecho hombre
el tiempo todopoderoso
y el eterno destino,
amos míos como tuyos?
¿Creías acaso
que debía odiar la vida,
refugiarme en el desierto,
pues no florecían los sueños todos
de la aurora adolescente?
Aquí estoy formando a hombres
a mi semejanza e imagen;
a una estirpe que se me parezca,
que sufra, que llore,
que goce y se alegre
y, como yo,
no te respete.
LA DANZA MACABRA
En medio de la noche el campanero
del campo santo los sepulcros fisga;
cual si fuera de día todo reluce,
que todo el plenilunio lo ilumina.
Remuévese una tumba, luego otra,
y una mujer primero, luego un hombre,
en sus blancos sudarios se divisan.
Tiemblan después todas las tumbas; salen
de ellas sus descarnados moradores;
pobres y ricos, jóvenes y viejos,
y empiezan por danzar con paso torpe.
Los sudarios estórbanlos; sin pizca
de pudor los arrojan, y ligeros
siguen su baile en zarabanda informe.
Levanta ésta la pierna, mueve el otro
las caderas haciendo mil visajes;
arman un seco y estridente ruido,
cual si troncos y tajos aserrasen.
Ante tal grotesquez ríe el campanero;
y el tentador sugiérele esta idea:
“¡Ponte un sudario y mézclate en el baile!”
¡Dicho y hecho! Al punto nuestro hombre
desciende al campo santo, que la luna
cada vez ilumina con más fuerza,
dejando ver aquella danza absurda.
Pero de pronto párase la zambra,
y puestos sus sudarios nuevamente,
todos bajo la tierra se sepultan.
Sólo uno queda que, con torpe paso,
dando tumbos, las tumbas examina,
y es que el pobre perdiera su sudario,
y buscándolo anda a toda prisa.
Encamínase raudo hacia la torre;
mas retrocede, que de allí lo espanta
la cruz de hierro que en su puerta brilla.
Tras de aquélla respira el campanero;
sube las escaleras afanoso;
mas el espectro, raudo se encarama
por los salientes de aquel muro gótico.
¡Ya llegó a la techumbre! Y con sus largas
patas de araña al campanero incauto
sigue y persigue en apremiante acoso.
Huye aquél, aterrado, y ya contrito
del robo del sudario, ahora quisiera
devolvérselo…, sí pero el cuitado
engánchase en un garfio…, abajo rueda
y se acabó… La luna palidece,
el reloj de la torre da la una,
y contra el suelo un cuerpo da y se estrella.
PROBLEMA
¿Por qué todo ha de ser tan enigmático?
Voluntad y poder aquí están juntos;
quiere la voluntad, y apercibido
está el poder para servirla al punto;
mas, ¿qué pasa? ¡Pues mirad, el tiempo largo
entre ambos se interpone inoportuno!
¡Ved ahí por qué unido se sostiene!
¡Y ved también por qué se quiebra el mundo!
CANCIÓN DEL ARPISTA
Quien nunca con lágrimas mojó el pan,
quien nunca pasó las noches dolientes
sentado, llorando, sobre su cama,
no os conoce, celestiales poderes.
Nos hacéis entrar dentro de la vida,
dejáis que una culpa contraiga el pobre,
luego lo abandonáis a la desdicha:
pues se venga toda culpa en este orbe.
LOS ORIGINALES
Dice un quídam: “Yo, señores,
no soy de ninguna escuela;
ni hay muerto al que algo le deba.”
Lo cual, si yo entiendo bien,
viene a decir, a la letra:
“Soy necio a nativitate
sin que nadie culpa tenga.”
HUMILDAD
Cuando de los maestros veo las obras,
veo lo que hicieron, y ahí se tiene en pie;
cuando, en cambio, contemplo mis chapuzas,
tan sólo aprecio lo que debí hacer.
SÍMBOLO
Del albañil las andanzas
a la vida se asemejan,
y su esfuerzo es comparable
a los afanes del hombre
sobre la haz de la tierra.
El porvenir encubre
dolores y alegrías.
Paso a paso, marchamos
hacia delante siempre,
sin que el temor nos rinda.
Allá, a lo lejos, muéstrase
imponente una cúpula,
sobre la cual arriba
reposan las estrellas,
y abajo, en paz, las tumbas.
Miradla atentos; veréis
cómo erráticos temblores
y hondos, graves sentimientos,
en el pecho de los héroes
se despiertan al momento.
Mas no haya temor que arriba
están llamándoos las voces
de los genios y maestros:
”No perdáis tiempo, mortales;
servid al bien con denuedo.”
Aquí, en silencio perenne,
téjense bellas coronas,
que habrían de ceñir las sienes
de quien por el bien labora.
¡Ánimo, pues, y a la obra!
CONTEMPLANDO EL CRÁNEO DE SHILLER
En el osario contemplar yo pude
de calaveras el montón ingente;
y el pasado evoqué; ya cano y frío.
En montón apilados, allí estaban
estrechamente unidos los que antaño
mortalmente se odiaron,
y aquellos huesos que chocaron fieros
unos con otros en tremendas luchas,
ahora quietos y mansos reposaban
al lado unos de otros sin protesta.
¡Omóplatos dispersos! Lo que otrora
llevaran sobre sí nadie ya inquiere,
ni nadie fija su atención en esos
miembros en vida bellamente activos;
en esas manos y esos pies ahora
de su vital encaje separados.
Pero también falaz vuestro reposo
es, ¡oh huesos cansados!, en la fosa;
que vuestra paz, turbando nuevamente
de la fosa a la luz del día os exhuman,
sin que de esas mondadas calaveras
nadie haga aprecio, indiferente al noble
cerebro que otro tiempo albergar pudo.
Mas para mí, iniciado, ese mensaje,
cuyo sacro sentido permanece
para los más herméticos, está claro;
y que al mirar aquella muchedumbre
de mondas calaveras, una extraña,
que entre todas hermosa descollaba,
ante mis ojos fulguró la clave
del misterioso enigma, y entre tanta
muchedumbre de rígida osamenta,
y aquellas lobregueces y estrechuras,
tan holgado sentíme y tan caliente
cual si sobre la muerte su raudal
un venero de vida audaz lanzase.
¡Con qué secreto hechizo cautivaba
aquella bella forma mis sentidos!
¡Aquel vestigio de una idea divina,
que fiel aún conservaba! Arrebatado
sentíame hacia ese piélago incansable
que sin cesar arroja hacia esas playas
de la vida dechados superiores.
¡Oh vaso misterioso! ¡Manantío
de oráculos profundos, cuán ufano
de tenerte en mi mano me sentía,
de poderte sacar devotamente
de aquella lobreguez, inapreciable
tesoro, a la luz del claro día
poderte contemplar sin traba alguna!
¿Qué más el hombre ambicionar podría
en este mundo, qué merced más alta,
que esta revelación del Dios-Natura?
Percibir del espíritu la fuerza
que estable en él por siempre se vincula
y ver con qué fuerza se mantiene
la reacción del espíritu a lo largo
de ese flujo y reflujo de los tiempos.
LAMENTO INICIAL
¡Qué raro parece escrito
un balbuceo apasionado!
Tengo que ir de casa en casa
las hojas sueltas buscando.
Cosas que en la vida andaban
distanciadas largo espacio,
juntas bajo un mismo techo,
el lector halla ahora a mano.
Mas no te inquiete tu culpa,
termina el librito, rápido;
lleno está el mundo de absurdos,
¿cómo tú no habrías de estarlo?
EL REY DE LOS SILFOS
¿Quién tan tarde cabalga en la ventosa noche?
Un padre con su hijo, a lomos del corcel;
bien cogido lo lleva en sus brazos seguro
y caliente al recaudo de su regazo fiel.
-Hijo mío, ¿por qué escondes así triste tu rostro?
¿Es que el rey de los silfos, oh padre, tú no ves?
¿De los silfos el rey con su corona y su manto?
¡Es la bruma, hijo mío, quien eso te hace ver!
.¡Oh lindo niño, anda, ven conmigo ligero!
Verás que alegres juegos allí te enseñaré
¡y qué flores tan raras en mi orilla florecen,
y qué doradas vestes mi madre sabe hacer!
-Padre mío, padre mío, ¿no oyes tú las promesas
con que el rey de los silfos me pretende atraer?
-No hagas caso, hijo mío, que es el cierzo que agita
de la agostada fronda del bosque la aridez.
.Lindo niño, ¿no quieres venir a mi palacio?
Te aguardan mis hermosas hijas bajo el dintel.
Por turno en la alta noche arrullarán tu sueño
y tus danzas y cantos sabrán entretejer.
Padre mío, padre mío, ¿no ves allá en la sombra
las hijas del monarca bellas resplandecer?
Hijo mío, no hagas caso, es la vaga espesura;
no hay nada sino eso, que lo distingo bien.
Lindo niño, me encanta tu belleza divina;
si no vienes de grado, la fuerza emplearé.
-¡Padre mío, padre mío, mira cómo me coge;
daño me hacen sus manos; padre, defiéndeme!
Siente temor el padre y su bridón aguija;
contra su pecho aprieta al lloroso doncel;
de su casona el atrio por fin alcanzar logra.
Mira, y muerto al instante entre sus brazos le ve.
INCONSTANCIA
En el bullente arroyo, entre sus aguas claras,
me zambullo; los brazos a las ondas
que vienen a mi encuentro, tiendo alegre,
y en mi pecho nostálgico se estrellan…
ávidamente; pero luego, esquivas,
siguen el curso de la linfa rauda;
tras una viene otra, y al dejarme
me hacen sentir el exquisito goce
del placer alternado, siempre nuevo.
No seas, ¡Oh joven!, necio; nunca llores
inútilmente de la triste vida
esas alegres horas que pasaron;
¡cuando, voluble, una mujer te olvide,
no te apures, y aguarda a la siguiente;
que aún más sabroso que de la primera
amada es de la segunda el beso!
INSOLENTE Y ALEGRE
Los tormentos de amor mi alma rehúsa.
Grato pesar, dulce dolor;
de nada saber yo quiero,
todo me inspira aversión,
salvo esos ojos ardientes
y esos besos de pasión.
¡Quédese para los perros
aceptar con sumisión
goce con pena mezclado!
Yo soy de otra condición.
A mí has de darme, muchacha,
placer sólo y diversión,
sin mezcla de pena alguna
que acibare su dulzor.