SALVATORE QUASIMODO
BIOGRAFÍA
Nace el 20 de agosto de 1901 en Modica, Sicilia. Hijo de Gaetano Quasimodo y Clotilde Ragusa. Pasa su infancia en Roccalumera. Su padre, Gaetano Quasimodo, era jefe de estación de las Ferrovie dello Stato en Ragusa, localidad situada al sur de Sicilia, y recibe la orden de trasladarse a Messina para restaurar la red ferroviaria que quedó inhabilitada después del devastador terremoto del 28 de diciembre de 1908. Durante treinta y siete segundos la tierra del estrecho de Messina (que comprende la provincia de Messina y la de Reggio Calabria) se sacudió con una violencia tal que segó la vida de aproximadamente cien mil personas que fueron pilladas durante el sueño. Después del violento despertar a las cinco y veinte de la mañana, muchos de los que corrieron despavoridos buscando el cielo abierto de la playa para salvarse de morir aplastados por las edificaciones de la ciudad, sucumbirían minutos después, ahogados por grandes olas que se elevaron a una altura de casi diez metros en ambas orillas del Estrecho. Todo el dolor del mundo se concentró en Messina.
La familia Quasimodo llega a Messina tres días después de la catástrofe. Totò tenía siete años y en Messina vislumbró un paisaje lleno de tragedia y desolación. Ante la imposibilidad económica de poder rentar un espacio habitable, dado que por el temblor se habían encarecido los servicios y, sobre todo, las pocas viviendas que todavía quedaban de pie, la familia Quasimodo se vio obligada a vivir durante un buen tiempo en un vagón de carga estacionado en una vía fuera de uso.
Desde su casa-vagón, Totò presenció las ejecuciones populares, sin derecho a juicio, de aquellos ladronzuelos que eran atrapados en el acto mismo de cometer pillaje en las casas que habían sido abandonadas por sus dueños. La violencia de la tierra y la violencia de los hombres fueron sus primeras lecciones de vida.
Salvatore Quasimodo escribió sus primeros poemas a los diez años de edad. En el archivo personal del poeta, que guarda su hijo Alessandro, se conserva un cuaderno que reúne sus primerísimos poemas. Veintitrés textos en los que ya se advierte la sensación de vacío y desamparo en la condición humana. Esta desgarradura existencial permeará toda su obra y logrará su máxima expresión en el poema “Y de pronto anochece”, incluido en la antología Agua y Tierra (1920-1929).
En Messina, Salvatore se matriculará en el Instituto Técnico Matemático-Físico AM Jaci en el que se graduó en 1909 y tuvo la suerte de formarse con intelectuales como Francesco Satullo y Federico Rampullo, quienes lo acercaron a la poesía de san Agustín, los poetas franceses y la literatura rusa. Conocerá allí a Salvatore Pugliatti y Giorgio La Pira con quienes forma una amistad destinada a durar toda la vida. Con ellos fundaría el mensual «Nuovo Giornale Letterario» (que se publica de marzo a noviembre de 1917), en el que también colaboran Lionello Fiumi , Filippo de Pisis y Giuseppe Villaroel. La Pira será el motor que lo impulsará a adentrarse en el profundo conocimiento del latín y griego, camino que lo llevará a volverse un traductor excepcional de los líricos griegos y latinos.
En 1919 se mudan a Roma, y allí se matricula en ingeniería en el Politécnico. Para procurarse el sustento hizo un poco de todo: dibujante técnico, empleado en una ferretería, geómetra en Reggio Calabria, Liguria, Sondrio y Milán. En esta última ciudad establece bases definitivas; le conceden, “per chiara fama” (reconocimiento a sus méritos literarios), la Cátedra de Literatura Italiana en el Conservatorio de Música “Giuseppe Verdi” ,donde ejercerá como profesor hasta cuatro meses antes de su muerte. En esa época se empieza a despertar en él el interés por el griego y el latín.
En 1926 se traslada a Reggio Calabria donde es nombrado “topógrafo extraordinario” de ingeniería civil. Pasa los domingos en Messina en compañía de Pugliatti, La Pira, Vann’Antò y Glauco Natoli. Se casa con Bice Donetti.
Los poemas escritos entre 1917 y 1929 están recogidos en Agua y Tierra (Acque e terre), libro que sería sometido posteriormente a una profunda revisión por el autor. Allí están las líneas maestras de la poesía de Quasimodo.
En 1929, invitado por Elio Vittorini, que se había casado con la hermana de Quasimodo, se traslada a Florencia. Aquí conoce a poetas como Alessandro Bonsanti y Eugenio Montale. En 1930 toma un trabajo en el Cuerpo de Ingeniería Civil de Italia en Reggio Calabria y conoce a los hermanos Misefari, quienes lo animaron a seguir escribiendo.
Un importante período, entre 1929 y 1930, lo pasa en Florencia, donde se introduce en el ambiente de “Solaria”, revista de notable importancia en la historia de la literatura italiana; conoce personalmente figuras relevantes de la literatura, lo que le servirá de mucho en su ubicación definitiva en Milán.
1930, año de la edición, bien puede considerarse una fecha clave para el hermetismo. La polémica se inicia apenas el volumen aparece y se acentuará dos años después con la edición de Oboe sumergido (Oboe sommerso); se dice que nuestro poeta está influenciado por modelos estilísticos típicamente ungarettianos y por la “negación” de Eugenio Montale.
Quasimodo es un poeta de isla que llega a convertir aquella tierra en el “paraíso perdido” del hombre; como todo poeta que se precie, universaliza la “pequeña casa”, con todas las cosas que sus ojos vieron, desde las viviendas destruidas y los cadáveres y los soldados que fusilan saqueadores ante su sorpresa de niño refugiado en un vagón en una vía muerta, hasta las lecturas y recreación de la poesía griega y de los clásicos latinos.
Formado en los preceptos de los poetas clásicos, en sus primeros libros -Agua y tierra (1930), Oboe sumergido (1932), Y llega pronto la tarde (1942)- mostró una gran predilección por las formas concisas y herméticas, poniendo especial énfasis en la búsqueda de la palabra precisa y de los valores musicales. Temáticamente, estas composiciones se caracterizaban por una evocación nostálgica y conmovida de los paisajes de su tierra, Sicilia, entendida como lugar simbólico de una soñada serenidad.
En esta época también inicia su intensa actividad como traductor, que resultó determinante para la formación de su estilo lírico. Además de autores clásicos como Virgilio, Homero, Catulo, Sófocles o Esquilo, tradujo también a W. Shakespeare, P. Neruda, Molière o P. Eluard.
En 1931 fue trasladado a Imperia y luego a Génova, donde conoció a Camillo Sbarbaro y otras personalidades de la revista Circoli, con las que Quasimodo inició una fructífera colaboración.
En 1934 se trasladó a Milán, la ciudad que marcaría un giro particularmente significativo en su vida, no sólo artístico. Acogido con beneplácito en el grupo de “poder” se encontró en medio de una especie de sociedad literaria, que incluía a poetas, músicos, pintores, escultores.
En 1935 nace una hija extramatrimonial de la relación con Amelia Spezialetti. Un año después comienza la relación con la bailarina Maria Clementina Cumani.
En 1938 dimite de la ingeniería civil y empieza a trabajar como secretario de Cesare Zavattini, entonces director de las publicaciones periódicas Mondadori. Colabora con la revista hermética florentina «Letteratura».
HERMETISMO
En 1936 publica con G. Scheiwiller “Erato y Apolión”, con lo que concluye la fase hermética de su poesía. El hermetismo no es otra cosa que una reacción dolorosa de encerramiento en sí mismo, un planteamiento de rescate de los valores morales y la exigencia de una relación más profunda -en lo posible- entre arte y vida. Como muy bien lo señala G.Zagurrio, era ésta la única forma posible de heroísmo para la literatura en aquellos tiempos oscuros. El hermetismo procuraba reducir la vinculación del yo con los sucesos históricos para tratar de conquistar una libertad interior metahistórica. En el hermetismo encuentra la libertad, más allá de la máscara autoimpuesta.
En ese mismo año sale su primera gran antología “Poemas”, con un ensayo introductorio de Oreste Macri, que queda como uno de los aportes fundamentales de la crítica quasimodiana.
En 1940 publica Líricos griegos (Lirici greci), obra en la que reúne sus traducciones de los clásicos y que representará una etapa importante en su producción literaria, pues muestra en ella su interés en el acercamiento entre la poesía clásica y la contemporánea.
Se inscribe en el Partido Comunista del cual se alejará casi inmediatamente, aunque siempre se proclamará como un hombre de izquierdas.
Es nombrado profesor del Conservatorio de Milán en 1941, y en 1942 publica “Y de repente la noche” (Ed è subito sera), obra con la que alcanza un gran éxito, y en la que aparece recogida una antología de su producción poética hasta esa fecha.
Es en “Nueva poesía” (1936-1942) donde se puede señalar ya una aproximación definitiva, una casi identidad, entre Quasimodo y las traducciones-recreaciones que hace del griego. Aquí el paisaje se humaniza. Por lo demás, el propio poeta declaró que no estaba en su intención restituir a la poesía griega ritmos y formas originales, y sí revestir el canto de los antiguos de formas gratas a su concepción poética.
Durante la guerra, a pesar de mil dificultades, Quasimodo, siguió trabajando: sin dejar de escribir poesía, tradujo Carmina de Catulo, partes de la Odisea, La flor de las Geórgicas, el Evangelio según Juan y Epido Rey de Sófocles. Continuaría este trabajo como traductor en los años siguientes, en paralelo a su producción y con excelentes resultados, gracias a la experiencia refinada como escritor. Entre sus numerosas traducciones se cuentan obras de Ruskin, Esquilo, Shakespeare, Moliere, e incluso Cummings, Neruda, Aiken, Eurípides, Eluard (el último publicado póstumamente).
La experiencia de la guerra y de la ocupación alemana marca un giro decisivo en su poesía, ya que, convencido de que los poetas debían asumir un importante papel en la reconstrucción moral del hombre, se alejó paulatinamente del hermetismo y se abrió a una mayor sensibilidad humana y a la búsqueda de valores histórico-sociales.
En 1946 muere su esposa Bice Donetti.
EPITAFIO PARA BICE DONETTI
Con los ojos hacia la lluvia y los elfos de la noche,
está allí, en el campo número quince, en Musocco,
la mujer Emiliana que yo amé
en el tiempo triste de la juventud.
Hace poco fue sorprendida por la muerte
mientras miraba tranquila el viento del otoño
agitar las ramas de los plátanos y las hojas
desde su gris casa de la periferia.
Su rostro aún está vivo de sorpresa,
como sin duda lo estuvo en la infancia, deslumbrado
por el tragallamas alto sobre el carromato.
Oh tú, que pasas, empujado por otros muertos,
ante la fosa mil ciento sesenta,
detente un minuto a saludar
a la que nunca se lamentó del hombre
que aquí queda, odiado, con sus versos,
uno de tantos, obrero de sueños.Del libro “La vida no es sueño”
Dos años más tarde se casa con Maria Cumani.
Comienza a colaborar con el semanario «Omnibus» del que es comisario de la columna de crítica teatral. En 1947 lanza su primera colección después de la guerra, “Día a día”, un libro que marca un punto de inflexión en su poesía. En 1949 publica “La vida no es un sueño”, siendo inspirado por el clima de la Resistencia.
En 1950 fue galardonado con el Premio San Babila y en 1953 con el Etna-Taormina junto con Dylan Thomas. En 1954 publica “El falso y verdadero verde”, un libro de la crisis, que comienza con una tercera fase de la poesía de Quasimodo, que refleja el clima político cambiante. El nuevo lenguaje se vuelve más complejo y más áspero. En 1958 viaja a la URSS en donde tiene un ataque al corazón, al que sigue una larga estancia en el hospital Botkin Moscú.
La última parte de su obra refleja un sentimiento intimista, consecuencia de cierta decepción ante la historia, y una clara conciencia de su propia soledad. A esta época pertenecen “La vida no es sueño” (1949), “El falso y verdadero verde” (1956), “La tierra incomparable” (1958), libros en los que el estilo se muestra más transparente y esencial pero lleno de sentido trágico y dramático. También “Deber y Haber” (Dare e avere, 1966), su última obra, que significa una especie de balance de vida y testamento espiritual.
Siendo uno de los grandes poetas italianos del siglo XX, suscita no pocas reticencias en quienes lo sitúan por debajo de autores como Ungaretti o Eugenio Montale. No fue ajeno a esta situación y escribió: “Ciertos críticos italianos mantienen hacia mí una actitud de reproche; aprobarían mis poemas si de ellos se quitara lo que consideran sobrante. Lo que consideran sobrante es precisamente la poesía”. La concesión del Premio Nobel de Literatura en 1959 contribuyó a escarbar en la herida de esta polémica. El 10 de diciembre de 1959, en Estocolmo, Salvatore Quasimodo recibe el premio.
El poeta es un inconformista y no ingresa en el cascarón de la civilización falsamente literaria, que está llena de torreones defensivos como en el tiempo de las Comunas. Él puede simular destruir sus formas, mientras en cambio realmente las continúa.
El poeta está confinado a las provincias con la boca rota por su propio trapecio silábico.
Al Nobel le siguieron muchos escritos y artículos sobre su obra, y un aumento de las traducciones. En 1960 la Universidad de Messina le otorga un doctorado honoris causa, además de la ciudadanía honoraria por el municipio. En este mismo año se separa de Maria Cumani.
Curzia Ferrari será otro de los amores de Salvatore Quasimodo. Se conocieron cuando el poeta acababa de recibir el premio Nobel y su relación duró, más o menos, seis años y terminó con su muerte. A los años de su unión, Ferrari, en 1970, dedicó el libro Una mujer y Quasimodo, publicado por Ferro Edizioni, donde traza un perfil en profundidad del Quasimodo-hombre.
En sus últimos años el poeta realizó numerosos viajes a Europa y América, dando discursos públicos y conferencias públicas de sus poemas, que habían sido traducidos a varios idiomas extranjeros.
En junio de 1968, cuando estaba en Amalfi para un discurso, Quasimodo sufre una hemorragia cerebral. Muere unos días después en el hospital de Nápoles. Fue enterrado en el Cementerio monumental de Milán.
En su discurso al recoger el premio Nobel dijo sobre la condición de poeta que no representa el mundo a través de las palabras, no reproduce ni duplica, deja hablar a las cosas, a la vida, traduce el silencio del mundo. Y la inocencia, ella hará que sea posible esa representación a través de la armoniosa captura de las verdades de las cosas y de aquellas que la mente desbroza.
Su último trabajo, “Toma y daca” fue en el 1966: se trata de una colección en la que hace un balance de su propia vida, casi un testamento espiritual (el poeta moriría dos años después).
Además de su actividad poética desarrolló una importante labor de ensayista que le llevó a confeccionar las antologías “Lírica de amor italiana desde su origen a nuestros días” (1957) y “Poesía italiana de la posguerra” (1958). Sus ensayos críticos fueron publicados en el libro “El poeta y el político” (1960), que incluye el discurso que leyó cuando le entregaron el premio Nobel, mientras que en el volumen “Escritos sobre el teatro” (1961) se recogieron sus crónicas sobre el mundo del espectáculo aparecidas en la revista Tempo.
Eugenio Montale fue uno de los primeros en escribir sobre Quasimodo. En la revista “Pegaso” (No.3, Firenze, marzo de 1931), comentó del entonces recién aparecido Agua y tierra, que Quasimodo había pasado del artificio a la verdadera expresión y que, para él ,había en el libro la dignidad de una búsqueda que bien merecía reconocimiento.
Dijo Quasimodo que un poeta, el nacimiento de un poeta, es siempre una amenaza para el orden establecido y en especial para las castas artísticas y literarias de cada época. Así se vera sometido a los juicios de los profesores, de los críticos con sus estándares estéticos, a los bien y mal pensantes. La maquinaria cultural le ignora. El poeta es la suma total de las “experiencias” de los hombres y mujeres de su tiempo. Su lenguaje no es ya el de la vanguardia, es el que ansían todos los desplazados en su dignidad de nómadas.
Hace de la lengua común su materia prima, su tesoro.
El espíritu auténticamente creativo esta siempre a merced de los lobos. El poeta esta solo, doblemente solo, pues no se doblega a dictámenes de la critica, ni del poder político ni de la moral imperante. El sólo es fiel al dolor del mundo, y a su esperanza.
Poesía y Política son antagónicas. El poeta se preocupa por el orden interior del ser humano; la política se preocupa de ordenar a los hombres.
Las obras de la poeta Premio Nobel de Literatura fueron traducidas a cuarenta idiomas y son estudiados en todos los países del mundo.
PREMIOS
En la década de 1950 Quasimodo gana los siguientes premios literarios: Premio San Babila (1950), Premio Etna-Taormina (1953), Premio Viareggio (1958) y, finalmente, el Premio Nobel de Literatura (1959). En 1960 y 1967 recibió títulos honoris causa de las Universidades de Messina y Oxford, respectivamente.
OBRAS
- Aguas y tierras (1930)
- Oboe sumergido (1932)
- Erato y Apolión (1936)
- Y de repente la noche (1942)
- Nuevas poesías (1942)
- Día tras día (1947)
- La vida no es sueño (1949)
- La tierra incomparable (1958)
- El poeta y el político (1960)
- Deber y haber (1966)
POEMAS
LA PUERTA CERRADA
Viandante, que encontraste cerrada
la puerta de la ciudad extranjera,
que había florecido en tu pupila
como una cordillera de estrellas,
vuelve a tu pequeña tierra,
delimitada por la mar; lejana,
pero tan cerca de tu corazón.
Encierra en la sombra como en un sepulcro
los sueños de infinitas lejanías,
y cual estatua, rey en tu refugio,
arroja del inmaculado umbral
la púrpura nueva que cubre al antiguo harapiento
y abre sólo la puerta a tu madre.
La encontrarás en el rincón del templo,
donde, al atardecer, se detienen los pordioseros enfermos
a pedir su limosna de sol;
entre los tísicos y los leprosos
y los apestados de miembros maltrechos,
llámala en voz alta:
habrá una persona que se alzará entre ellos
y besarás las llagas de sus pies.
De Nocturnos del rey silencioso
Y DE PRONTO ANOCHECE
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
atravesado por un rayo de sol:
y de pronto anochece.
Del libro Agua y Tierra 1920-1929
SE OÍAN PASAR AÉREAS ESTACIONES
Una risa ambigua cortaba tu boca
para mí pleno sufrimiento,
un eco de maduras angustias
reverdecía si tocaba signos
oscuros de gozo para la carne.
Se oían pasar aéreas estaciones,
desnudez de las mañanas,
lábiles rayos chocándose.
Otro sol, del que viene
este peso de hablarme tácito.
Del libro Agua y Tierra 1920-1929
PALABRA
Tú ríes porque adelgazo sílaba tras sílaba
y curvo cielos, cerros, seto azul
que me cerca, y susurros de olmos
y voces de aguas medrosas;
que a la juventud engaño
con nubes y colores
que ahonda la luz.
Te conozco. En ti, completamente extraviada,
alza sus senos la belleza,
se ahueca en el dorso y con suave impulso
se dilata en el pubis temeroso,
y desciende en armonía de formas
a los pies bellos con diez conchas.
Mas he aquí que si te tomo,
para mí te conviertes en palabra, en tristeza.
De Oboe sumergido 1930-1932
COMPAÑERO
No sé qué luz en mí desadormeces:
elipse nupcial de blanco y de celeste
que en mí cae y se hunde. Tú eres,
al tocarme, piadoso nacimiento,
y en los silencios reúnes imágenes de infancia:
amorosísimos ojos de oveja apuñalada,
un perro que me mataron
y que fue un compañero arisco y feo
de secas paletillas.
Y yo amaba a aquel niño
más que a los otros; experto
en el juego de la rayuela y la billalda,
y siempre callado y sin sonrisa.
Crecíamos al aire libre de los altos cielos
recorriendo tierras y vaporosos planetas:
viajes misteriosos a la luz de un candil
y el sueño tardío me sumía absorto
en los cantos tranquilos de cada gallnero,
en el primer resonar de los zuecos, al lado del horno,
de las criadas a medio vestir.
Me has hecho llorar
y tu nombre la luz no me aclara,
sino aquella blancura de cordero
del corazón que enterré.
De Oboe sumergido 1930-1932
GARZA MUERTA
En el pantano caliente, hundida en el fango,
llena de insectos, me duele
una garza muerta.
Me consumo en voz y sonido;
temblando en débiles ecos
de tiempo en tiempo gime un soplo
olvidado.
Piedad, que no me halle
sin voces y sin rostros
en la memoria un día.
Érato y Apolo (1932-1936)
EN LAS FRONDAS DE LOS SAUCES
¿Y cómo podíamos cantar
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre los muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba dura de hielo, ante el gemido
de cordero de los niños, ante el alarido negro
de la madre que iba a encontrar a su hijo
crucificado en el poste del telégrafo?
En las frondas de los sauces, como ex votos,
también nuestras liras estaban colgadas,
oscilaban levemente al triste viento.
De Día tras día (1947)
LA POESÍA
Una noche en que la nieve adormecía ángeles sobre las cumbres
y, sobre los tejados, derramaba crisantemos,
quizá, al lado de mi cuerpo frío, buscó calor,
desnuda como todas las canciones de los nómadas,
pura como todas las rosas de los huertos desconocidos,
donde las rugosas glebas y los búcaros de las flores blancas
ofrecen rocío a los pájaros sedientos.
Acaso, siempre había estado a mi alrededor,
en mi casa de frágil soñador,
abierta a las estrellas cenicientas
que desde el cielo traen los besos de los niños muertos sin amor.
Ahora, es como un incensario de ágata purísima
que arde entre las columnas de la habitación de amatista,
donde la hora matutina, huyendo de mis besos de Nocturno,
dejó el amor y el llanto de todos los caminos del mundo.
Arde, y el incienso es sonrisa de muchacha,
arde y el hachís es caricia de boca
sobre los pechos de una mujer perfecta.
En la hora en que las luciérnagas se encienden
sobre los vaporosos cristales de los castillos encantados,
y las canciones del sueño tienen cadencias de estrellas,
sumisamente, besándonos en los ojos,
recitamos el Cántico del sol,
nuestra plegaria del crepúsculo,
que nos abre las puertas azules del sueño.
Ella me enseñará a hablar en la oscuridad;
mis canciones no tienen sol,
como el rebaño que, sonando sus esquilas,
a las fuentes desciende con las cabezas inclinadas.
Besa el umbral de tu casa, h. 1920 (publicado en 1981). Traducción de Antonio Colinas.
PLEGARIA
Sé bueno, si quieres escuchar mi voz
y besa el umbral de tu casa.
Lleva dos lámparas, cálidas como el pecho de las golondrinas,
y, hacia la noche, cuando tu rostro tenga la penumbra del cielo,
abre la cancela de cristal de mi refugio azul
y, en silencio, arrímate a mí.
Te hablaré de mis sueños, que he dejado sobre los escalones,
detrás de las puertas cerradas y desconocidas,
de los sueños brotados de los jardines pobres,
sin cantos, en medio de las cicutas.
Luego, calla y regresa: la música que duerme bajo las mimosas
se despertará para ti, que has besado el umbral de tu casa.
Traducción de Antonio Colinas
MILÁN, AGOSTO DE 1943
En vano buscas entre el polvo,
pobre mano, la ciudad ha muerto.
Ha muerto, se oyó el último trueno
en el corazón del barrio viejo,
y el pájaro ha caído desde la antena,
allí arriba sobre el convento,
en donde cantaba, antes del crepúsculo.
No caven pozos en los patios,
ya no tienen sed los vivos.
No toquen a los muertos, tan rojos, tan hinchados:
déjenlos sobre la tierra de sus casas,
la ciudad está muerta, muerta.
LAMENTO POR EL SUR
La luna roja, el viento, tu color
de mujer del Norte, la llanura de nieve…
Mi corazón está ya en estas praderas,
en estas aguas anubladas por la niebla.
He olvidado el mar, la grave
caracola que soplan los pastores sicilianos,
las cantilenas de los carros a lo largo de los caminos
donde el algarrobo tiembla en el humo de los rastrojos,
he olvidado el paso de las garzas y las grullas
en el aire de las verdes altiplanicies
por las tierras y los ríos de Lombardía.
Pero el hombre grita en cualquier parte la suerte de una patria.
Ya nadie me llevará al sur.
Oh, el Sur está cansado de arrastrar muertos
a la orilla de las ciénagas de malaria,
está cansado de soledad, cansado de cadenas,
está cansado en su boca
de las blasfemias de todas las razas
que han gritado muerte con el eco de sus pozos,
que han bebido la sangre de su corazón.
Por eso sus hijos vuelven a los montes,
sujetan los caballos bajo mantas de estrellas,
comen flores de acacia a lo largo de las pistas
nuevamente rojas, aun rojas, aun rojas.
Ya nadie me llevará al Sur .
Y esta tarde cargada de invierno
es aún nuestra, y aquí te repito
mi absurdo contrapunto
de dulzuras y furores,
un lamento de amor sin amor.
Versión de Carlo Fabretti
Del libro "Aguas y tierras":
ENTRE LA LUZ Y EL VIENTO
Este silencio detenido en las calles,
este viento indolente que ahora se desliza
bajo, entre las muertas hojas , o se eleva
a los colores de las banderas extranjeras…
Acaso el ansia de decirte una palabra
antes de que aún se vuelva a cerrar el cielo
sobre otro día, acaso la inercia,
el más vil de nuestros males… La vida
no se halla en este tremendo y oscuro
latir del corazón, no es piedad
sino un juego de la sangre en el que la muerte
está en flor.
A TU LUMBRE NÁUFRAGA
Nazco a tu lumbre náufraga,
ocaso de aguas límpidas.
De hojas serenas arde
el aire consolado.
Desarraigado de los vivos,
corazón transitorio,
soy un límite vano.
Tu don tremendo
de palabras, Señor,
asiduamente pago.
Despiértame de entre los muertos:
cada uno ha tomado su tierra
y su mujer.
Tú me has mirado dentro,
en la oscuridad de las vísceras;
ninguno tiene mi desesperación
en su alma:
soy un hombre solo,
un solo infierno.
Del libro Erato e Apóllion
CONVALECENCIA
Siento amor convertirse en otra muerte
ignota para mí, pero más lenta,
que a menudo me empuja hacia sus formas.
Abandono de alga:
me busco en los oscuros acordes
de profundos despertares
en orillas densas de cielo.
El viento se injerta
dócil en mi sangre,
y es ya voz y naufragio,
manos que renacen:
manos entrelazadas o palma con palma unidas
en distendida renuncia.
Tiene miedo de ti
el corazón seco y doliente,
infancia imposeída.
Del libro "Oboe sumergido"
CANTO DE APOLO
Noche terrenal, en tu exiguo fuego
me complací alguna vez
y descendí entre los mortales.
Y vi al hombre
inclinado sobre el regazo de la amada
escuchándose nacer,
y transformarse entregado a la tierra,
las manos juntas,
abrasados los ojos y la mente.
Yo amaba. Frías eran las manos
de la criatura nocturna:
otros terrores acogía en el vasto lecho
donde al alba me despertó
un aleteo de palomas.
Luego el viento depositó hojas
sobre su cuerpo inmóvil;
se alzaron sombrías las aguas en los mares.
Amor mío, yo aquí me aflijo
sin muerte, solo.
De "Erato y Apolo"
SÍLABAS A ERATO
A ti se pliega el corazón en soledad,
exilio de oscuros sentidos
en el que transmuta y ama
lo que ayer parecía nuestro
y ahora está sepultado en la noche.
Semicírculos de aire resplandecen
en tu rostro; te me apareces
en el tiempo que la primera ansiedad aflige
y me vuelves blanco, lenta la boca
a la luz de la sonrisa.
Por tenerte te pierdo
y no me aflijo: todavía eres bella,
quieta en dulce posición de sueño:
serenidad de muerte extremo gozo.
De "Erato y Apolo"
CASI UN MADRIGAL
El girasol se vuelve a occidente
y ya se precipita el día en su
ojo en ruina y el aire del estío
se espesa y ya curva las hojas y el humo
de las fábricas. Se aleja con el sobrio
discurrir de las nubes y con crujidos de rayos
este último juego del cielo. Todavía,
y desde hace años, querida, nos detiene la mutación
de apretados árboles en el cerco
de los Navigli. Pero es siempre nuestro día,
y siempre aquel sol que desaparece
con el hilo de su rayo afectuoso.
No tengo ya recuerdos, no quiero recordar;
la memoria resurge de la muerte,
la vida no tiene fin. Cada día
es nuestro. Uno se detendrá para siempre,
y tú conmigo, cuando nos parezca tarde.
Aquí, al borde del canal, columpiando
los pies, como si fuésemos niños,
contemplamos el agua, las primeras ramas
en su color verde que se oscurece.
Y el hombre que en silencio se avecina
no esconde un cuchillo entre las manos,
sino una flor de geranio.
Del libro La vida no es un sueño 1946-1948
CARTA
Este silencio quieto en las calles,
este viento indolente, que se desliza
bajo entre las hojas muertas o asciende
hacia los colores de las insignias extranjeras…
tal vez el ansia de decirte una palabra
antes de que se cierre de nuevo el cielo
sobre otro día, tal vez la inercia,
nuestro mal más vil… La vida
no está en este tremendo, oscuro, latir
del corazón, no es piedad, no es más
que un juego de la sangre donde la muerte
está en flor. Oh mi dulce gacela,
te recuerdo aquel geranio encendido
sobre un muro acribillado de metralla.
¿O ahora ni siquiera la muerte consuela
ya a los vivos, la muerte por amor?
LAS MUERTAS GUITARRAS
Mi tierra está sobre los ríos fundida con el mar,
no existe otro lugar de voz tan lenta,
donde vagan mis pies
entre juncos sobrecargados de caracoles.
En verdad, es otoño: desgarradas en el viento
las muertas guitarras alzan sus cuerdas
sobre la boca negra y una mano agita los dedos
de fuego.
En el espejo de la luna
se peinan muchachas con pechos de naranja.
¿Quién llora? ¿Quién fatiga los caballos en el aire
rojo? Nos detendremos en esta orilla
a lo largo de urdimbres de hierba y tú, amor,
no me lleves delante de ese espejo
infinito: en él se contemplan muchachos
que cantan y árboles altísimos, y aguas.
¿Quién llora? Yo no, créeme, sobre los ríos
discurren exasperados chasquidos de un látigo,
los oscuros caballos y los relámpagos de azufre.
Yo no, mi raza posee cuchillos
que arden y lunas y heridas que queman.
De: «El falso y verdadero verde» – 1949-1955
AL PADRE
Donde sobre las aguas violeta
estaba Messina, entre cables rotos
y ruinas tú marchas entre vías
y cambios con tu gorro de gallo
isleño. El terremoto hierve
desde hace tres días, diciembre de huracanes
y mar envenenado. Nuestras noches caen
en los vagones de carga y nosotros, rebaño infantil,
contamos sueños polvorientos con los muertos
aplastados por hierros, mientras mordemos almendras
y guirnaldas de manzanas secas. La ciencia
del dolor puso verdad y aceros
en los juegos de las bajas llanuras de malaria
amarilla y terciaria hinchada de barro.
Tu paciencia
triste, delicada, nos robó el miedo,
fue lección de días unidos a la muerte
traicionada, al desprecio de los ladrones
apresados entre las ruinas y ajusticiados en la tiniebla
por la fusilería de los desembarcos, cuenta
de números bajos que resultaba exacta,
concéntrica, un balance de vida futura.
Tu gorro de sol bajaba y subía
en el poco espacio que siempre te han dado.
También a mí me midieron cada cosa
y he llevado tu nombre
un poco más allá del odio y de la envidia.
Ese rojo sobre tu cabeza era una mitra,
una corona con alas de águila.
Y ahora, en el águila de tus noventa años,
he querido hablar contigo, con tus señales
de partida coloreadas por la linterna
nocturnal y aquí desde una rueda
imperfecta del mundo,
sobre un cúmulo de muros cerrados,
lejos de los jazmines de Arabia
donde todavía estás, para decirte
lo que en un tiempo no pude -difícil afinidad
del pensamiento- para decirte, y no nos escuchan sólo
cigarras en los cruces, agaves lentiscos,
como el campesino dice a su señor:
“Besamos las manos”. Esto nada más.
Oscuramente fuerte es la vida.
HOMBRE DE MI TIEMPO
Hombre de mi tiempo, eres aún aquel
de la piedra y la honda. Estabas en la carlinga
con las alas malignas, los cuadrantes de muerte
-te vi- dentro del carro de fuego, en las horcas,
en las ruedas de tortura. Te vi: eras tú,
con la ciencia precisa dispuesta para el exterminio,
sin amor, sin Cristo. Has matado de nuevo,
como siempre, como tus padres mataron, como mataron
los animales que te vieron por vez primera,
y huele esta sangre como la de aquel día
en el que el hermano dijo a otro hermano:
“Vamos al campo”. Y aquel eco frío, tenaz,
llegó a ti, y llegó a tu jornada.
Olvidad, oh hijos, las nubes de sangre
que ascienden de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se hunden en el cenizal,
los pájaros negros, el viento, cubren sus corazones.
Traducción: Marco Casavecchia
A UN POETA ENEMIGO
Sobre la arena de Gela color de la paja
me tendía de niño a la orilla del mar
antiguo de Grecia con muchos sueños en los puños
apretados y en el pecho. Allí Esquilo exiliado
midió versos y pasos desconsolados,
en aquel golfo árido el águila lo vio
y fue el último día. Hombre del Norte, que me quieres
mínimo o muerto para tu paz, espera:
la madre de mi padre tendrá cien años
en la nueva primavera. Espera: que yo mañana
no juegue con tu cráneo amarillo por las lluvias.
EPITAFIO PARA BICE DONETTI
Con los ojos hacia la lluvia y los elfos de la noche,
está allí, en el campo número quince, en Musocco,
la mujer Emiliana que yo amé
en el tiempo triste de la juventud.
Hace poco fue sorprendida por la muerte
mientras miraba tranquila el viento del otoño
agitar las ramas de los plátanos y las hojas
desde su gris casa de la periferia.
Su rostro aún está vivo de sorpresa,
como sin duda lo estuvo en la infancia, deslumbrado
por el tragallamas alto sobre el carromato.
Oh tú, que pasas, empujado por otros muertos,
ante la fosa mil ciento sesenta,
detente un minuto a saludar
a la que nunca se lamentó del hombre
que aquí queda, odiado, con sus versos,
uno de tantos, obrero de sueños.
Del libro "La vida no es sueño"
CARTA A LA MADRE
“Mater dulcísima, ahora descienden las nieblas,
y el Naviglio embiste confuso contra los muelles,
los árboles se hinchan de agua, arden de nieve;
no estoy triste en el Norte: no estoy
en paz conmigo mismo, mas no espero
perdón de nadie, muchos me deben lágrimas
de hombre a hombre. Sé que no estás bien, que vives,
como todas las madres de los poetas, pobre
y con la justa medida de amor
a causa de tus hijos lejanos. Hoy soy yo
quien te escribe”. – Al fin, dirás, dos líneas
de aquel muchacho que huyó de noche con un abrigo corto
y algunos versos en el bolsillo. Pobre, tan generoso,
un día lo matarán en cualquier parte-.
“En verdad, lo recuerdo, fue en aquel gris andén
de trenes lentos que llevaban almendras y naranjas
a la desembocadura del Imera, el río lleno de urracas,
de sal, de eucaliptos. Más ahora te agradezco,
así lo deseo, la ironía que has puesto
sobre mis labios, mansa como la tuya.
Esa sonrisa me ha salvado de llantos y dolores.
Y no importa si ahora derramo lágrimas por ti,
por todos los que como tú esperan
y no saben que esperan. Ah, muerte amable,
no toques el reloj que en la cocina late sobre el muro,
toda mi infancia pasó sobre el esmalte
de su cuadrante, sobre sus flores pintadas:
no toques las manos, el corazón de los viejos.
Pero ¿acaso alguien responde? Oh piadosa muerte,
muerte honesta. Adiós, querida, adiós mi dulcísima mater.
(Versión de Alberto Girri y Carlos Viola Soto)
«AÚN SE OYE EL MAR»
Hace ya varias noches que aún se oye el mar,
leve, de aquí para allá, a lo largo de las lisas arenas.
Eco de una voz encerrada en la mente
que remonta desde el tiempo; y también este
asiduo lamento de las gaviotas: acaso
de los pájaros de la torre, que abril
impulsa hacia el llano. En otro tiempo,
con esa voz estabas a mi lado;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, un eco de mi memoria,
como el murmullo oscuro del mar.
De: «Día tras día», 1947
Traducción de Antonio Colinas
«AUSCHWITZ»
Allá abajo, amor, en Auschwitz, lejos
del Vístula, a lo largo de la llanura nórdica.
en un campo de muerte: fría, fúnebre,
la lluvia sobre la herrumbre de los postes
y los revoltijos de alambre de las cercas:
ni árboles ni pájaros en el aire gris
o en nuestro pensamiento, sino inercia
y dolor que la memoria abandona
a su silencio sin ironía o ira.
Tú no quieres elegías, lirismos: sólo
razones de nuestra suerte, aquí,
tú, tierna a los obstaculos de la mente,
insegura ante una presencia
clara de vida. Y la vida está aquí,
en cada negación que certeza parece:
aquí oiremos llorar al ángel, al monstruo,
nuestras horas futuras
golpear el más allá, que aquí está, eterno
y en movimiento, no en una imagen
ensoñada, de posible piedad.
Y aquí la metamorfosis, aquí los mitos.
Sin nombres de símbolos o de un dios,
son crónicas, lugares de la tierra,
son Auschwitz, amor. ¡De qué manera súbita
se mutaron en sombrío humo
los amados cuerpos de Alfeo y Aretusa!
De aquel infierno que se abría
con la blanca inscripción «El trabajo os hará libres»,
salió con continuidad el humo
de miles de mujeres empujadas afuera,
al alba de los tugurios contra el muro
del tiro al blanco o ahogadas gritando
misericordia al agua con sus bocas
de esqueleto bajo las lluvias de gas.
Tú las encontrarás, soldado, en tu
historia bajo formas de ríos, de animales,
¿o también eres tú ceniza de Auschwitz,
medalla de silencio?
Quedan largas trenzas encerradas en urnas
de cristal aún ceñidas por amuletos
e infinitas sombras de pequeños zapatos
y bufandas de hebreos, son reliquias
de un tiempo de sabiduría, de sapiencia
del hombre hecho a la medida de las armas,
son los mitos, nuestras metamorfosis.
Sobre los espacios en los que el amor y llanto
y piedad se marchitaron, bajo la lluvia,
allá abajo, se rebelaba un no dentro de nosotros,
un no a la muerte, muerta en Auschwitz,
para no repetirme desde aquella fosa
de cenizas, la muerte.
De: «El falso y verdadero verde» 1949-1955 Traducción de Antonio Colinas
TENGO FLORES Y DE NOCHE INVITO A LOS ÁLAMOS
Hospital de Sesto S. Giovanni, noviembre 1965
Mi sombra está sobre otro muro
de hospital. Tengo flores y de noche
invito a los álamos y a los plátanos del parque,
árboles de hojas caídas, no amarillas,
casi blancas. Las monjas irlandesas
no hablan nunca de muerte, parecen
movidas por el viento, no se maravillan
de ser jóvenes y gentiles: un voto
que se libera en las ásperas plegarias.
Me parece que soy un emigrante
que vela encerrado en sus cobijas,
tranquilo, por tierra. Tal vez muero siempre.
Pero escucho gustosamente las palabras de la vida
que jamás he entendido, me detengo
en largas hipótesis. Ciertamente no la podré eludir;
seré fiel a la vida y a la muerte
en cuerpo y espíritu
en cada dirección prevista, visible.
A intervalos algo me supera,
ligero, un tiempo paciente,
la absurda diferencia que corre
entre la muerte y la quimera
del latir del corazón.
De “Debe y Haber” 1959-1965
Te recomendamos ver el programa de televisión.
Bibliografía recomendada y textos de referencia:
- Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Salvatore Quasimodo. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona (España).
- https://www.biografiasyvidas.com/biografia/q/quasimodo.htm
- https://es.wikipedia.org/wiki/Salvatore_Quasimodo
- https://mundopoetico.es/2899-salvatore-quasimodo.html
- https://documen.site/download/9-capilla-alfonsina-biblioteca-universitaria_pdf
- https://sites.google.com/site/salvatorequasimodopoeta/
- https://es.qaz.wiki/wiki/Salvatore_Quasimodo
- https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/3314/Salvatore%20Quasimodo