CELEDONIO ESTEBAN FLORES
BIOGRAFÍA
Celedonio Flores, también recordado como “El negro Cele” nació en Buenos Aires en 1896, en un barrio popular habitado por criollos e inmigrantes de diferentes orígenes. Sus padres fueron Manuel Ceferino Flores y Fermina Rueda.
El matrimonio Flores tuvo cinco hijos: Amelia, Celedonio, Manuel, Andrés y Héctor. Cuando el poeta tenía cuatro años, sus padres decidieron mudarse, a Villa Crespo donde el poeta creció entre los dialectos de los inmigrantes, la vida al aire libre y las peleas entre barras juveniles, que forjaron su cariz popular, querido y respetado por su facilidad para hablar bella y grácilmente y su sentido del humor. Influenciado por el suburbio ratificó la introducción del lunfardo en el tango.
Otra importante influencia para Celedonio fue su padre que era tipógrafo de oficio y en aquellos tiempos los obreros gráficos eran literariamente ilustrados.
Desde pequeño leyó mucho tomando como modelo a Rubén Darío y Leopoldo Lugones pero enmarcándose en el campo del arrabal y su lenguaje, inspirado por Evaristo Carriego y los elementos literarios que utiliza, hasta arribar al tango-canción introduciendo el lunfardo con talento y pasión y captando las peripecias y tics de la época. Almafuerte, Gabriela Mistral, Amado Nervio, Banchas, Belisario Roldán y Alfonsina Storni eran autores que apilaba junto a su cama.
Abandonó la carrera de Comercio para dedicarse a lo que más le gustaba: la música y la literatura, estudió violín en el conservatorio y pintura en la Escuela de Bellas Artes. Comenzó a descubrir que su vocación era el arte.
En los años 20 se convirtió en un poeta y letrista de gran popularidad, alcanzando la fama cuando envió al diario Última hora un poema titulado “Por la pinta” por el que recibió 5 pesos como retribución. El poema llegó a manos de Carlos Gardel. No sabía quien era ese tal Celedonio pero le encantó su poema y con su compañero de dúo José Razzano, le pusieron música creando el tango “Margot”. Así explica Celedonio cómo nació su amistad con Gardel:
—Te voy a contar… A esa edad en que se hacen versos, ensayé los míos. Quise escribirlos delicados, sutiles, finos… pero había grandes contras en aquel camino. ¿Cómo te ibas a tirar contra Amado Nervo o Rubén Darío? El naipe no daba pa’ tanto, hermano. Entonces, un día que estaba bien seco, en uno de esos días: en que uno sueña con la lotería sin tener el billete, me abrí de aquella parada elegante y escribí “Margot”. ¿Te acordás? Fue aquel tango que decía:
“…Y tu vieja, pobre vieja,
lava toda la semana
pa’ poder parar la olla
con pobreza franciscana
en un triste conventillo
alumbrado a kerosén.
………………………………..
Ya no sos mi Margarita,
ahora te llaman Margot…”
“En un diario de la tarde salía en ese tiempo una sección en la cual publicaban colaboraciones premiando con cinco pesos la mejor. Y me tiré el lance. Cinco mangos hermano… ¿Te imaginás todo de pan y queso?… Bien: se publicó y salió premiado. A Gardel le gustó y me anduvo buscando. Por intermedio de un amigo común nos conocimos. Carlitos me pidió permiso para ponerle música. ¿Comprendés? Me pidió permiso… Y allí soldamos una amistad que subsiste en mí… y también, en él aunque se fue lejos…
Gardel grabó 27 temas de Celedonio, entre los que se encuentran uno de los mayores éxitos de su trayectoria “Mano a mano”. Otros de sus tangos más destacados son “Mala entraña”, “El bulín de la calle Ayacucho”, “Viejo Smoking”, “Malevito”, “Canchero” y “Pan”.
Carlos Gardel prefirió no grabar su tango “Corrientes y Esmeralda” porque la letra aludía a mujeres que soñaban con su pinta.
Así habla Celedonio de su gran amigo. Al año de cumplirse su muerte, en un homenaje radiotelefónico al que acudieron sus amigos más íntimos, entre ellos Leguisamo, el negro Flores lloró su amargura en estrofas como ésta:
“Se murió Carlitos, y allá en mi barriada
los puntos más bravos maldiciendo están…
Hay una tragedia en cada mirada,
hay una amenaza en cada ademán,
hay un nudo horrible en cada garganta
y un incontenible ganas de llorar…”
Durante años escribió exclusivamente para Rosita Quiroga por razones comerciales pero con el paso de los años sus tangos comenzaron a formar parte de los repertorios de numerosos cantantes desde Ignacio Corsini y Alberto Gómenz a Edmundo Rivero y Julio Sosa, pasando por Goyeneche, Ángel Vargas y Floreal Ruiz.
Otras de sus letras que cosecharon éxitos fueron: “Muchacho”, “Viejo coche”, “Sentencia”, “Atenti pebeta”, “Pobre gallo bataraz”. “La musa mistonga”, grabado por Rosita Quiroga en 1926 fue la primera grabación que utilizó el sistema fonoeléctrico en Argentina.
Como poemarios publicó Cuando pasa el organito (1922) y Chapaleando (1929). Podemos encontrar una selección de su obra en Cancionero de Celedonio Flores, publicado en 1977.
Bajo el seudónimo de “Kid Cele” también se lanzó al cuadrilátero. En su juventud fue boxeador amateur de buen nivel:
—Iba yo a un colegio al que concurrían los hijos del ministro Joaquín V. González, y uno de ellos, Héctor, recibía lecciones de box de Willíe Gould. Entonces, en la Plaza Lavalle, hacíamos fintas a la salida de la escuela. Pero mi familia se mudó para Villa Crespo y abandoné mi “ring” de la plaza. Un día me dijeron si quería boxear en el Club Social América de mi nuevo barrio. Y fin. Allí me topé con Raúl Zampayo en diez rounds de dos minutos: nos dimos hasta hartarnos… y nos hicimos amigos. Pero unos amigos raros. Nos queríamos fuera del ring. Adentro, nos tirábamos al alma. Él, más peleador que yo, lo aventajaba en arte, en escuela, como se decía. Intervine de inmediato en el Campeonato de Aficionados de 1922 que se disputó en el viejo local de Universitario y en el debut le gané a Salvador Cataneo por puntos.
— ¿En qué peso boxeabas?
—En el pluma… ¿De qué te reís?… Ahora peso el doble… ¡Qué macana!… Todos los sábados le digo a la patrona: “El lunes empiezo a hacer gimnasia…” Y aquí me tenés: esperando un lunes…
Con respecto a su vida sentimental se casó con Luisa Vince y se mudó a la localidad de Claypole, buscando una vida más sosegada y alejada de la noche porteña. Interrumpida, sin embargo, por sus trabajos en las radios porteñas, y sus giras por el interior del país con el cantante Carlos Acuña en compañía del guitarrista José María Aguilar. Cele oficiaba de presentador y recitador en los recitales de Acuña.
Celedonio Flores es uno de los integrantes de la primera línea de los poetas del tango junto a Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Enrique Cadícamo y Homero Expósito. Su poesía se distingue por la creación de imágenes y metáforas, la inusitada riqueza verbal y su singular talento para constituir aforismos populares. Estudiaba el drama humano, se posesionaba con la vida de los personajes y de allí nacía su poesía. Su talento poético nace de una mirada singular sobre la realidad y una singular destreza para traducir en palabras esa mirada.
Los poemas de Celedonio padecieron la censura gubernamental sobre el tango por considerarlos obscenos por atentar contra la moral y las buenas costumbres y prohibiendo los términos en lunfardo y cualquier referencia social y moral que no coincidiera con las tesis defendidas por el gobierno que se instituyó tras el golpe militar de 1943. Se dice que la modificación de sus letras le amargó los últimos años de su vida. Cuando Perón levantó la censura sobre los tangos gracias a la gestión de Discépolo, Celediono no lo pudo disfrutar pues falleció joven a la edad de 50 años, en la ciudad de Buenos Aires en 1947.
Celedonio Flores vivió sus últimos años en el Claypole de la década del ‘40 a otro ritmo que la de la Capital Federal, enamorado de la vida simple de campo. “El negro Cele“, como se le llamaba, siempre fue más de vecinos y casa bajas que del anonimato y altos edificios.
Su obra poética fue de más de 350 títulos de los cuales muchos no fueron musicalizados. Fue incluido en la Antología de la Poesía Argentina de Raúl Gustavo Aguirre.
POEMAS
Mano a mano
Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.
Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.
Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.
Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás…
Los favores recibidos creo habértelos pagado
y, si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario que tenés se la cargás.
Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros,
sean una larga fila de riquezas y placer;
que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abrás de las paradas con cafishos milongueros
y que digan los muchachos: Es una buena mujer.
Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo
y no tengas esperanzas en tu pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo,
acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo
pa’ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.
Margot
Se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,
que has nacido en la miseria de un convento de arrabal…
Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese cuerpo que hoy te marca los compases tentadores
del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil,
mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.
Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente
ni un cafisho de averías el que al vicio te largó…
Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente…
¡berretines de bacana que tenías en la mente
desde el día que un magnate cajetilla te afiló!
Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte,
hoy usas ajuar de seda con rositas rococó,
¡me reviente tu presencia… pagaría por no verte…
si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!
Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana
a un lujoso reservado del Petit o del Julien,
y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana
pa’ poder parar la olla, con pobreza franciscana,
en el triste conventillo alumbrado a kerosén.
Noches de San Juan
Son las doce de la noche, se apagó la “fugata”
Que encendieron los purretes por ser noche de San Juan;
Ha quedado un rescoldito que hace una llamita a gatas,
Ya cubierto de ceniza que los vientos llevarán.
Hace un frío e’madona para andar a la intemperie,
Se atornilla el vigilante maldiciendo la estación,
A lo lejos ladra un perro y otro contesta al instante
Como ronda que pasara de un botón a otro botón.
La tristeza de la noche arrabalera
Se mete dentro del alma
Como el filo de un puñal.
Yo voy solo por la enladrillada acera
Con un verso a flor de labio
Y un recuerdo en la sesera
¡el recuerdo que me obliga a buscar la soledad!
Un muchacho de mi barrio toma el último tranvía
Y se viene para el centro a correr el espinel
Y en el viaje se ilusiona con programas de avería,
Con cotorros orientales y un cariño noble y fiel;
Va a tallar entre elemento de fulleros y matones,
A engrosa la caravana de bacanes de café,
A escuchar grandes hazañas de templados corazones
Que se juegan por un naipe o el amor de una mujer.
Se ilumina la puerta de una cantina
Que da paso a dos curdelas
Que abrazándose se van…
Y se pierden al doblar en una esquina
Canturreando torpemente:
Mientras yo doblo la frente
Y me hundo en la tristeza
De mi propia oscuridad.
Viejo Coche
Viejo coche, que cuando era
un muchacho calavera
de madrugada ocupé…
Si por pura fantasía
de la milonga salía
y a Palermo me tiré.
Eras nuevo y lustroso
y tu buen caballo brioso
por el centro te lució.
¡Viejo coche, quién diría,
que a la larga rodarías
como también rodé yo!
Te acordás de aquella noche
cochero que me quisiste,
qué contento te pusiste
porque un cariño encontré.
Y aquella otra que apenado
me dijiste: “Vea, niño,
hace un rato su cariño
en otro coche se fue”.
De mis pilchas, te pasaba
de aquellas que ya no usaba,
toda ropa de valor.
Si una fija me corría
muchas veces, si podía,
te llevaba un ganador.
Donde quiera que paraba
a tomar te convidaba
a mi lado un copetín.
Yo tenía mucho vento,
vos sabés que eso no es cuento
ni me dejarás mentir.
Y el pasado me ha quedado
como un recuerdo grabado
de mis éxitos de ayer.
¡Pero abierta está la herida
de la leyenda fngida
que me contó esa mujer!
Como vos, viejo cochero,
resignado sólo espero
lo que la suerte dirá.
Esperando que la vida
eche su última partida
para poderla copar.
Ya después en la carpeta,
al llegar la madrugada,
vos estabas de parada
para llevarme a dormir.
Y al tranco de tu caballo,
ya también viejo y cansado,
éramos naipes marcados
en el monte del vivir.
El Bulín de La Calle Ayacucho
El bulín de la calle ayacucho,
Que en mis tiempos de rana alquilaba,
El bulín que la barra buscaba
Pa caer por la noche a timbear,
El bulín donde tantos muchachos,
En su racha de vida fulera,
Encontraron marroco y catrera
Rechiflado, parece llorar.
El primus no me fallaba
Con su carga de aguardiente
Y habiendo agua caliente
El mate era allí señor.
No faltaba la guitarra
Bien encordada y lustrosa
Ni el bacán de voz gangosa
Con berretín de cantor.
El bulín de la calle ayacucho
Ha quedado mistongo y fulero:
Ya no se oye el cantor milonguero,
Engrupido, su musa entonar.
Y en el primus no bulle la pava
Que a la barra contenta reunía
Y el bacán de la rante alegría
Está seco de tanto llorar.
Cada cosa era un recuerdo
Que la vida me amargaba:
Por eso me la pasaba
Fulero, rante y tristón.
Los muchachos se cortaron
Al verme tan afligido
Y yo me quedé en el nido
Empollando mi aflicción.
Cotorrito mistongo, tirado
En el fondo de aquel conventillo,
Sin alfombras, sin lujo y sin brillo,
¡cuántos días felices pasé,
Al calor del querer de una piba
Que fue mía, mimosa y sincera …
¡y una noche de invierno, fulera,
Hasta el cielo de un vuelo se fue!
Viejo smoking
Campaneá cómo el cotorro va quedando despoblado
todo el lujo es la catrera compadreando sin colchón
y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado,
amargado, pobre y flaco como perro de botón.
Poco a poco todo ha ido de cabeza p’al empeño
se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar…
Sólo vos te vas salvando porque pa’ mi sos un sueño
del que quiera Dios que nunca me vengan a despertar.
Viejo smocking de los tiempos
en que yo también tallaba…
¡Cuánta papusa garaba
en tus solapas lloró!
Solapas que con su brillo
parece que encandilaban
y que donde iba sentaban
mi fama de gigoló.
Yo no siento la tristeza de saberme derrotado
y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor;
no me arrepiento del vento ni los años que he tirado,
pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor;
sin una mano que venga a llevarme una parada,
sin una mujer que alegre el resto de mi vivir…
¡Vas a ver que un día de éstos te voy a poner de almohada
y, tirao en la catrera, me voy a dejar morir!
Viejo smocking, cuántas veces
la milonguera más papa
el brillo de tu solapa
de estuque y carmín manchó
y en mis desplantes de guapo
¡cuántos llantos te mojaron!
¡cuántos taitas envidiaron
mi fama de gigoló!
Por qué canto así
Porque cuando pibe me acunaba en tangos
la canción materna que llamaba al sueño,
y escuché el rezongo de los bandoneones
bajo el emparrado de mi patio pobre.
Porque vi el desfile de las inclemencias
con mis pobres ojos de llorar abiertos,
y en aquella pieza de mis buenos viejos
tuvo la pobreza su mejor canción…
Y yo me hice en tangos,
me fui modelando en odio, en tristeza,
en las amarguras que da la pobreza,
en llantos de madres,
en las rebeldías del que es fuerte y tiene
que cruzar los brazos
cuando el hambre viene…
Y yo me hice en tangos,
porque es bravo, fuerte,
tiene algo de vida,
tiene algo de muerte…
Porque quise mucho, porque me engañaron,
y pasé la vida barajando sueños…
Porque soy un árbol que vivió sin flores,
porque soy un perro que no tiene dueño…
Porque tengo odios que nunca los digo,
porque cuando quiero me desangro en besos…
Porque quise mucho y no me han querido…
¡Por eso yo canto tan triste, por eso!
Malevito
Sos el mismo que allá por mi barrio
el botón dos por tres encaró,
porque había dicho al comisario
que piantarás de aquella sección.
Sos el mismo del negro pañuelo,
sos el mismo del saco cortón,
el del lustre aceitoso del pelo,
sos prepotente, haragán y matón.
Hoy parás en el Dominguez,
te vestís a la alta escuela,
jugás fuerte a la quiniela
y hasta San Carlos te vas.
Si caés a una carpeta
hacés temblar al banquero.
¡Parecés el Trust Joyero
por las joyas que cargás!
Cuando empiece a nevarte en el mate
y la línea entrés a perder,
si no has hecho como la hormiguita,
¡Malevito! Ahí te quiero ver,
sin amor, sin afecto, sin nada
que en el mundo te haga de puntal.
Malevito tal vez sea esa
la venganza del triste arrabal.
Canchero
Para el record de mi vida sos una fácil carrera
que yo me animo a ganarte sin emoción ni final.
Te lo bato pa’ que entiendas en esta jerga burrera
que vos sos una “potranca” para una “penca cuadrera”
y yo -¡che, vieja!- ya he sido relojiao pa’l Nacional…
Vos sabés que de purrete tuve pinta de ligero.
¡Era audaz, tenía clase, era guapo y seguidor!
Por la sangre de mi viejo salí bastante barrero
y en esa biaba de barrio figuré siempre primero
ganando muchos finales a fuerza de corazón.
El cariño de una mina que me llevaba doblao
en malicia y experiencia me sacó de perdedor.
Pero cuando estuve en peso y a la monta acostumbrado,
¡que te bata la percanta el juego que se le dio!
Ya, después, en la carpeta, empecé a probar fortuna
y muchas veces la suerte me fue amistosa y cordial…
Otras veces salí seco a chamuyar con la luna,
por las calles solitarias del sensiblero arrabal…
Me hice de aguante en la timba y corrido en la milonga,
desconfiao en la carpeta, lo mismo que en el amor…
Yo he visto venirse al suelo sin que nadie lo disponga
cien castillos de ilusiones, por una causa mistonga
y he visto llorar a guapos por mujeres como vos.
Ya ves, que por ese lado vas muerta con tu espamento…
Yo no quiero amor de besos, yo quiero amor de amistad.
Nada de palabras dulces, nada de mimos ni cuentos:
yo quiero una compañera pa’batirle lo que siento
y una mujer que aconseje con criterio y con bondad.
Corrientes Y Esmeralda
Amainaron guapos junto a tus ochavas
Cuando un cajetilla los calzó de cross
Y te dieron lustre las patotas bravas
Allá por el año… novecientos dos…
Esquina porteña, tu rante canguela
Se hace una melange de caña, gin fitz,
Pase inglés y monte, bacará y quiniela,
Curdelas de grappa y locas de pris.
El odeón se manda la real academia
Rebotando en tangos el viejo pigall,
Y se juega el resto la doliente anemia
Que espera el tranvía para su arrabal.
De esmeralda al norte, del lao de retiro,
Franchutas papusas caen en la oración
A ligarse un viaje, si se pone a tiro,
Gambeteando el lente que tira el botón.
En tu esquina un día, milonguita, aquella
Papirusa criolla que linnig mentó,
Llevando un atado de ropa plebeya
Al hombre tragedia tal vez encontró…
Te glosa en poemas carlos de la púa
Y el pobre contursi fue tu amigo fiel…
En tu esquina rea, cualquier cacatúa
Sueña con la pinta de carlos gardel.
Esquina porteña, este milonguero
Te ofrece su afecto más hondo y cordial.
Cuando con la vida esté cero a cero
Te prometo el verso más rante y canero
Para hacer el tango que te haga inmortal.
Muchacho
Muchacho que porque la suerte quiso
vivís en un primer piso
de un palacete central,
que pa’ vicios y placeres,
para farras y mujeres
disponés de un capital.
Muchacho
que no sabés el encanto
de haber derramado llanto
sobre un pecho de mujer;
y no sabés qué es secarse
en una timba y armarse
para volverse a meter;
que decís que un tango rante
no te hace perder la calma
y que no te llora el alma
cuando gime un bandoneón;
que si tenés sentimiento
lo tenés adormecido
pues todo lo has conseguido
pagando como un chabón.
Decime
si en tu vida pelandruna,
bajo la luz de la Luna
o si no bajo un farol,
no te has sentido poeta
y le has dicho a una pebeta
que ella es más linda que el Sol.
Decime
si conocés la armonía,
la dulce policromía
de las tardes de arrabal,
cuando van las fabriqueras
tentadoras y diqueras
bajo el sonoro percal…
Sentencia
La audiencia, de pronto se quedó en silencio:
de pie, como un roble,
con acento claro
hablaba el malevo.
Yo nací, señor juez, en el suburbio,
suburbio triste de la enorme pena,
en el fango social donde una noche
asentara su rancho la miseria.
De muchacho, no más, hurgué en el cieno
donde van a podrirse las grandezas…
¡Hay que ver, señor juez, cómo se vive
para saber después por qué se pena!
Un farol en una calle tristemente desolada
pone con la luz del foco su motivo de color…
El cariño de mi madre, mi viejecita adorada,
que por santa merecía, señor juez, ser venerada,
en la calle de mi vida fue como luz de farol.
Y piense si aquella noche, cuando oí que aquel malvado
escupió sobre sus canas el concepto bajo y cruel,
hombre a hombre, sin ventaja, por el cariño cegado,
por mi cariño de hijo, por mi cariño sagrado,
sin pensar, loco de rabia, como a un hombre lo maté.
Olvide usted un momento sus deberes
y deje hablar la voz de la conciencia…
Deme después, como hombre y como hijo,
los años de presidio que usted quiera…
Y si va a sentenciarme por las leyes,
aquí estoy pa’aguantarme la sentencia…
pero cuando oiga maldecir a su vieja,
¡es fácil, señor juez, que se arrepienta!
La audiencia, señores,
se ahogaba en silencio…
¡Llorando el malevo,
lloraba su pena
el alma del pueblo!
Cuando me entrés a fallar
He rodao como bolita de pebete arrabalero
y estoy fulero y cachuso por los golpes, ¿qué querés?
Cuantas veces con un cuatro a un envido dije ¡Quiero!…
y otra vez me fui a baraja y tenía treinta y tres.
Te conocí cuando entraba a fallarme la carpeta,
me ganaste con bondades poco a poco el corazón.
El hombre como el caballo, cuando ha llegado a la meta
afloja el tren de carrera y se hace manso y sobón.
Vos sos buena, no te alcanza ni el más mínimo reproche
y sos para mí una amiga desinteresada y leal,
una estrella en lo triste de mi noche,
una máscara de risa en mi pobre carnaval…
Vos me torciste la vida, te pusiste en mi camino
para alumbrarme con risas, con amor y con placer.
Y entré a quererte, por esa ley del destino
sin darme cuenta que estaba ya viejo para querer…
¿Viejo?…Porque tengo miedo que me sobrés en malicia.
¿Viejo?…Porque desconfío que me querés amurar.
Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia
y porque tengo otro modo de ver y filosofar.
Sin embargo, todavía, si se me cuadra y me apuran
puedo mostrarle a cualquiera que sé hacerme respetar.
Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura
pa’hacerte saltar pa’arriba “Cuando me entrés a fallar”.
Atenti pebeta
Cuando estés en la vereda y te fiche un bacanazo,
vos hacete la chitrula y no te le deschavés;
que no manye que estás lista al primer tiro de lazo
y que por un par de leones bien planchados te perdés.
Cuando vengas para el centro, caminá junando el suelo,
arrastrando los fanguyos y arrimada a la pared,
como si ya no tuvieras ilusiones ni consuelo,
pues, si no, dicen los giles que te han echao a perder.
Si ves unos guantes patito, ¡rajales!;
a un par de polainas, ¡rajales también!
A esos sobretodos con catorce ojales
no les des bolilla, porque 1e perdés;
a esos bigotitos de catorce líneas
que en vez de bigote son un espinel…
¡atenti, pebeta!, seguí mi consejo:
yo soy zorro viejo y te quiero bien.
Abajate la pollera por donde nace el tobillo,
dejate crecer el pelo y un buen rodete lucí,
comprate un corsé de fierro con remaches y tornillos
y dale el olivo al polvo, a la crema y al carmín.
Tomá leche con vainillas o chocolate con churros,
aunque estés en el momento propiamente del vermut.
Después comprate un bufoso y, cachando al primer turro,
por amores contrariados le hacés perder la salud.
La Mariposa
No es que esté arrepentido
De haberte querido tanto;
Lo que me apena es tu olvido
Y tu traición
Me sume en amargo llanto.
¡si vieras! estoy tan triste
Que canto por no llorar…
Si para tu bien te fuiste
Para tu bien
Yo te debo perdonar.
Después de libar traidora
En el rosal de mi amor
Te marchas, engañadora,
Para buscar
El encanto de otra flor…
Y buscando la más pura,
La más linda de color,
La ciegas con tu hermosura
Para después
Engañarla con tu amor.
Aquella tarde que te vi
Tu estampa me gustó,
Pebeta de arrabal,
Y sin saber por qué yo te seguí
Y el corazón te di
Y fue tan sólo por mi mal.
Mirá si fue sincero mi querer
Que nunca imaginé
La hiel de tu traición…
¡qué solo y triste me quedé,
Sin amor y sin fe
Y derrotado el corazón!
Ten cuidado, mariposa,
De los sentidos amores…
No te cieguen los fulgores
De alguna falsa pasión
Perque entonces pagarás
Toda tu maldad,
Toda tu traición.
La Musa Mistonga
La musa mistonga de los arrabales,
La mistonga musa del raro lenguaje
Que abrevó en las aguas de los madrigales
Y al llegar al pueblo se tornó salvaje,
La que nada sabe de abates troveros
Que hilvanaron dulces endechas de amores
Pero que, por boca de sus cancioneros,
Conoce la vida de sus payadores.
La que nada sabe de los caballeros
De acción en las lides de los cintarazos,
Pero sabe casos de jugarse enteros
Un par de malevos a prueba de hachazos;
Que ignora la gloria de un día vivido
Bajo la fragante fronda de versalles,
Pero sale alegre cuando ha anochecido
A ver los muchachos jugar por las calles.
A ver cómo pasan felices parejas
Y se torna alegre la cara del ciego
Si escucha que hilvana sus canciones viejas
El buen organito que mentó carriego;
Que ignora la cuita de la princesita
Que pecó indiscreta con el rubio paje,
Pero que se apena porque milonguita
Ha dado un mal paso y llora su ultraje.
Que no se ha enterado que en una pavana
Se lucieron reyes de blasón y rango…
Su amigo, el malevo, hace filigranas
En el duro piso y al compás de un tango;
Al compás de un tango donde abreva ahora,
Para literarios implacables males,
En la suburbana paz evocadora,
La musa mistonga de los arrabales.
Íntima
En el chamuyo fácil sencillamente
Te dije mi amargura justa y sincera,
Esta pena que tengo continuamente
Golpeándome el tabique de la sesera.
No me gasté en aprontes porque mi labia
No sabe de encumbrada filosofía:
Te dije amargamente, pero sin rabia
Esta pena tan honda, pero tan mía.
Tal vez por sensiblera, por noble y buena
Te apenaste conmigo, luego serena
Me miraste a los ojos profundamente.
Y en un arranque noble porque fue humano
Sentí sinceramente no ser tu hermano
Y agradecerte el gesto mimosamente.
Lloró Como Una Mujer
Recitado:
Cotorro al gris. una mina
Ya sin chance por lo vieja
Que sorprenden a su garabo
En el trance de partir,
Una escena a lo melato
Y entre el llanto y una queja
Arrodillada ante su hombre
Así se lo oyó decir:
Me engrupiste bien debute con el cuento ‘e la tristeza,
Pues creí que te morías si te dejaba amurao…
Pegabas cada suspiro que hasta el papel de la pieza
Se descolaba de a poco hasta quedar descolgao.
Te dio por hacerte el loco y le pegaste al alpiste,
Te piantaron del laburo por marmota y por sobón…
Yo también al verte enfermo empecé a ponerme triste
Y entré a quererte, por sonsa, a fuerza de compasión.
Como quedaste en la vía y tu viejo, un pobre tano,
Era chivo con los cosos pelandrunes como vos,
Me pediste una ayuda entonces te di una mano
Alquilando un cotorrito por el centro pa’ los dos.
Allá como a la semana me mangaste pa’ cigarros,
Después pa’ cortarte el pelo y pa’ ir un rato al café;
Una vez que discutimos me tiraste con los tarros,
Que si no los gambeteo estaba lista, no sé…
Te empezó a gustar el monte y dejaste en la timba
Poco a poco la vergüenza, la decencia y la moral,
Como entró a escasear el vento me diste cada marimba
Que me dejaste de cama con vistas al hospital…
¿decime si yo no he sido para vos como una madre?
¿decime si yo merezco lo que me pensás hacer?
Bajó el bacán la cabeza y él, tan rana y tan compadre,
Besándole los cabellos lloró como una mujer.
Mala Entraña
Te criaste entre malevos,
Malandrines y matones,
Entre gente de avería
Desarrollaste tu acción;
Por tu estampa, en el suburbio
Florecieron los balcones,
Y lograste la conquista
De sensibles corazones
Con tu prestigio sentado
De buen mozo y de varón.
Mezcla rara de magnate
Nacido en el sabalaje,
Vos sos la calle florida
Que se vino al arrabal.
¡compadrito de mi esquina,
Que sólo cambió de traje!
Pienso, siempre que te veo
Tirándote a personaje,
Que sos mixto jaulero
Con berretín de zorzal.
Malandrín de la carpeta,
Te timbeaste de un biabazo
El caudal con que tu vieja
Pudo vivir todo un mes,
Impasible ante las fichas,
En las noches de escolaso
O en el circo de palermo,
Cuando a taco y a lonjazo
Te perdés por un pescuezo
La moneda que tenés.
Y es por eso que asentaste
Tu cartel de indiferente,
Insensible a los halagos
De la vida y al sufrir;
Se murió tu pobre madre,
Y en el mármol de tu frente
Ni una sombra, ni una arruga
Que deschavara, elocuente,
Que tu vieja no fue un perro,
Y que vos sabés sentir…
Pero al fin todo se acaba
En esta vida rastrera
Y se arruga el más derecho
Si lo tiran a doblar;
Vos, que sos más estirado
Que tejido de fiambrera,
Dios no quiera que te cache
La mala vida fulera,
Que si no, como un alambre,
Te voy a ver arrollar.
Si Se Salva El Pibe
Si se salva el pibe, si el pibe se salva
vas a ver la farra que vamos a dar
si Dios no permite que el pibe se vaya,
será fiesta patria en el arrabal.
Traeremos los pibes de todo el contorno
y así en una tarde repleta de sol
llenaremos toda la casa de adornos…
y daremos juntos las gracias a Dios…
No tienes que dejarlo salir con los muchachos,
en casa hay demasiado lugar para jugar,
ya ves lo que ha pasado, el muchachito bueno
cayó bajo las garras de la fatalidad.
Ya sé que tu no tienes ninguna culpa en esto,
no creas que es reproche, sino resignación,
si el pibe se nos salva, salvándose el muñeco,
verás como ésto, vieja, le sirve de lección.
Me contó mi madre que todos los chicos
tienen a su lado un ángel guardián.
Si así fuera cierto, el buen muchachito
por lindo y por santo, se debe salvar.
Y si Dios quisiera, llevárselo lejos…
parece que duerme, deja de llorar,
ya sabes que han dicho que no lo despierten,
si se salva el pibe, ¡si llega a sanar!
Pan
No encontramos nada.
Él sabe que tiene para largo rato,
la sentencia en fija lo va a hacer sonar,
así -entre cabrero, sumiso y amargo-
la luz de la aurora lo va a saludar.
Quisiera que alguno pudiera escucharlo
en esa elocuencia que las penas dan,
y ver si es humano querer condenarlo
por haber robado… ¡un cacho de pan!…
Sus pibes no lloran por llorar,
ni piden masitas,
ni chiches, ni dulces… ¡Señor!…
Sus pibes se mueren de frío
y lloran, habrientos de pan…
La abuela se queja de dolor,
doliente reproche que ofende a su hombría.
También su mujer,
escuálida y flaca,
con una mirada
toda la tragedia le ha dado a entender.
¿Trabajar?… ¿En dónde?… Extender la mano
pidiendo al que pasa limosna, ¿por qué?
Recibir la afrenta de un ¡perdone, hermano!
Él, que es fuerte y tiene valor y altivez.
Se durmieron todos, cachó la barreta,
se puso la gorra resuelto a robar…
¡Un vidrio, unos gritos! ¡Auxilio!… ¡Carreras!…
Un hombre que llora y un cacho de pan…
Pobre Gallo Bataraz
Carlos Gardel
No encontramos nada.
Pobre gallo bataraz,
se te está abriendo el pellejo.
Ya ni pa’ dar un consejo,
como dicen, te encontrás,
porque estás enclenque y viejo,
¡pobre gallo bataraz!
Pero en tus tiempos, cuidao
con hacer bulla en la siesta,
se te paraba la cresta
y había en la arena un finao.
Y siga nomás la fiesta
porque en tus tiempos, ¡cuidao!
Era de larga tu espuela
como cola de peludo.
Y a’más de ser entrañudo
eras guapo sin agüeria,
porque hasta el más corajudo
sintió terror por tu espuela.
Si en los días de domingo
había depositada,
ya estabas de madrugada
sobre el lomo de mi pingo.
Había que ver tu parada
pocas plumas el domingo.
Y si escaseaba la plata
o andaba medio tristón,
entre brinco y reculón,
me picabas la alpargata
como diciendo: Patrón,
ya sabe si anda sin plata.
Pobre gallo bataraz,
nunca te echaré al olvido.
Pimenton y maíz molido,
no te han de faltar jamás.
Porque soy agradecido,
¡pobre gallo bataraz!
El artículo sobre el Vate de Villacrespo, don Celedonio Flores (1896-1947), es muy digno, por lo que felicito a quien supongo su autora: doña Helena Trujillo. Sin embargo, con la publicación del mismo se presenta un error gráfico —o fotográfico— de bulto, que por lo mismo sugiero corregir; y es que la foto de la persona que ilustra la carátula del presente nº 133 de «Poesía, más poesía», igual que la primera que acompaña el contenido, no corresponde al Negro Cele (1896-1947), sino al cantor argentino Carlos Mayel —José Luis Anastasio (1913-1984)— quien compuso la música de la milonga rea «Apronte» sobre versos escritos por Flores:
APRONTE (Milonga)
Letra de Celedonio Esteban Flores
Musica de José Luis Anastasio (Mayel)
Me parece que te veo salir de lo de tejidos
con esos ojos bandidos y ese incitante meneo,
con esa cara que creo tuvo a más de uno chalado
y ese vestido rayado que tus curvas ajustaba
y que donde iba dejaba el tendal de encamotados.
Cuántas veces de mañana te hice un sparo fulero
por ver tu cuerpo taquero y tus ojos de sultana,
y aunque me tengo por rana, por corrido y de avería,
la vez que pasaba un día sin poderte rejunar,
qué triste me iba a atorrar a mi bulín, rica mía…
Hoy te tengo en mi cotorro más mansa que gata fina,
más contenta y más ladina que Pomerania cachorro
en el ruidoso convento, y tenés departamento
con muebles Luis quince y medio
a la fiaca llamás tedio y no decís “spamento”.
Porque un funghi te compré en una “Maison” francesa,
un vestido color fresa y otro blanco de “soirée”,
creerás que soy un mishé y que voy muerto en el “giogo”,
y no manyás que a este dogo que estos aprontes te pega
le vas a dar más menega que la que dio Botafogo.
Hola, muchas gracias. Ya lo hemos corregido.