LORD BYRON
BIOGRAFÍA
George Gordon Byron nació el 22 de enero de 1788 en Londres, hijo del capitán John Byron, descendiente de linaje aristocrático y de la escocesa Catherine Gordon, su segunda esposa. John Byron dilapidó la fortuna de sus dos esposas y huyó a Francia perseguido por sus acreedores cuando el niño contaba dos años de edad y ya nunca más volvería a verlo. Dejó numerosas deudas y una hija de un matrimonio anterior, Augusta, dos circunstancias que influyeron decisivamente en la vida del futuro escritor.
Al marchar su padre a Francia, madre e hijo se instalaron en Aberdeen (Escocia), donde Byron vivió hasta los diez años. Una infancia triste tanto por penurias económicas como por una deformidad en sus pies que lo hacían cojear. Tuvo que calzar un zapato ortopédico durante toda la infancia, aunque aprendió a correr antes que a caminar, y aun cuando anduvo cojo, presumía de andar más rápido que muchos. Al alcanzar la juventud, sus maneras y modales le sirvieron para disimular su cojera, haciéndola parecer un caminar excéntrico y al mismo tiempo distinguido.
Aseguraba Byron que la relación con su madre durante la infancia, se desarrolló a partes iguales, entre besos y golpes; Catherine le llamaba cojo bribón, y él se vengaba llamándola vieja viuda, a pesar de lo cual, siempre dijo que nadie le había comprendido como ella.
A los 9 años, viviendo en Aberdeen, su madre le puso una institutriz a la que llamaban Mary Gray, una devota calvinista, que le introdujo en la lectura y la comprensión de la Biblia, y le inició en las prácticas sexuales. Al parecer, el poeta aseguraba que aquella relación le ayudó a madurar y que constituía para él un buen recuerdo.
En 1798 tras el fallecimiento de su padre y su tío abuelo William, el quinto barón Byron, cuando el niño tenía 10 años, heredó el título y las propiedades constituidas por la residencia Newstead Abbey y una abadía. La familia compuesta por él, su madre y Mary Gray residió allí, a pesar de las deudas y de su estado de abandono, constituyó para Lord Byron, la residencia preferida y su estancia allí, se convirtió en parte de los mejores recuerdos de su vida. Años más tarde la vendería para pagar deudas.
En 1822, adoptó el nombre de Noel para recibir una herencia de su suegra.
Entre 1801 y 1805 estudió en la prestigiosa escuela de Harrow, donde empezó a escribir sus primeros versos y conoció a muchos de los que serían sus mejores amigos, como es el caso del político John Cam Hobhouse (1786-1869). A los quince años Byron se enamoró apasionadamente de Mary Chaworth, una joven perteneciente a una distinguida familia con propiedades colindantes con Newstead, pero ese amor no fue correspondido, sufriendo el poeta un gran desengaño que se reflejó en poemas como El sueño.
EL SUEÑO
“La vida es doble. El sueño tiene un mundo propio,
límite de las cosas que no están definidas.
La vida y muerte… El sueño tiene un mundo propio
y un extenso dominio salvaje y realista.
El sueño revelado respira con su aliento
lágrimas y torturas tocadas de alegría
que aligeran su peso cuando nos despertamos
quitándonos el peso de luchas y fatigas.
Dividen nuestro ser, aunque luego se vuelvan
parte de nuestro tiempo, de nuestra propia vida;
heraldos de lo eterno que pasan como sombras
sobre nuestro pasado y hablan como sibilas
que predican futuros. Su fuerza y poderío
son el gozo o la angustia, constante tiranía
que nos vuelve hacia aquello que no hemos sido nunca.
Visiones esfumadas nos despiertan y agitan.
¿Es acaso el temor de fantasmas errantes?
¿No es el pasado espectro? ¿Sombra desvanecida,
creación de la mente que puede hacer substancia
poblando las estrellas de refulgente vida
y dando aliento a formas impalpables, etéreas,
que a la materia anulen y que la sobrevivan?
Una visión soñada quiero recordar siempre…
Tal vez durante el sueño una idea en sí misma
-pensamiento dormido capaz de eternizarse –
remansa en una hora toda una larga vida”.
Escrito en julio de 1816 en la villa Diodati, cerca de Ginebra -(traducción de María Alfaro).-Poemas líricos.-Adonais, 1950
En esta época también tuvo relaciones con jóvenes de su mismo sexo, si bien sus biógrafos no hablaron de ellas tan abiertamente al estar penada la homosexualidad en aquellos tiempos.
En 1805 ingresó por fin a la universidad, manifestando gran inconformidad al tener que asistir al Trinity College de Cambridge, en lugar de a su admirada Oxford; sin embargo, en este lugar dio muestras de su prodigiosa inteligencia y su aún más evolucionada vanidad, la cual lo llevó siempre a realizar innumerables excentricidades con la única finalidad de ser original, alejándose así de la tan temida vulgaridad. Aunque nunca fue un estudiante brillante ni un erudito, fue una época de numerosas lecturas que le ayudaron a formarse como escritor. Como en el internado en el que residía, no se permitían perros ni gatos, para no desobedecer, tuvo un mono como mascota. Con todo, era un buen estudiante y tenía gran capacidad para hacer amigos. Aprendió también boxeo y esgrima, disciplinas fundamentales, inherentes a la élite social de la que formaba parte.
En 1807, apenas con 19 años, publicó Horas de ocio, la antología suscitó críticas feroces, por un lado, pero también una gran aprobación del público. Al parecer, Lord Byron era indiferente a estas opiniones, más a la crítica que al elogio, a los cuales respondía de forma directa a través de cartas y notas en los periódicos. La crítica del Edimburgh Review no hizo más que provocar –justamente- la ira del escritor, quien siguiendo el consejo de su amigo Scrope Berdmore Davies, publicó a manera de réplica “Bardos Ingleses y Críticos Escoceses” (1809), que se convirtió en su primer éxito literario.
De BARDOS INGLESES Y CRÍTICOS ESCOCESES
¿Y debo aceptar lo que oigo?
Y debo aceptar que Fitzgerald ronque sus berridos
Y llene una taberna con pareados estridentes,
Y no debo yo cantar, no sea que los bardos escoceses
Arremetan a mi rima, que voy a publicar, para bien o para mal:
Mi tema serán los tontos; permitid que la sátira sea mi canción.
Oh el más noble regalo de la naturaleza,
Mi pluma gris, la pluma de ánade,
Esclava de mis pensamientos, obediente a mi voluntad,
Arrancada de tu cuerpo pajaril para convertirse en pluma,
¡Este poderoso instrumento de los hombres pequeños!
¡La pluma! Predestinada al alivio de mentales congojas
De las mentes que laboran el gran verso o la gran prosa,
Aunque las ninfas desamparen, y ridiculicen los críticos;
El orgullo del autor, el solaz del amante.
Qué genios y qué poetas despiertas tú cada día,
Con qué frecuencia se te usa y con qué parquedad se te alaba,
Condenada al mudo olvido con el tiempo,
Con todas las páginas que tuviste el poder de dejar escritas.
¡Más tú, tú por lo menos, mi propia pluma especial!
En un tiempo abandonada y hoy recuperada,
Serás libre como Hamed cuando hayamos terminado.
Por más que te hayan rechazado, sabes lo mucho que yo te amo.
Hoy subiremos a lo alto; nuestro sendero no se verá marcado
Por temas vulgares, ni visiones orientales ni sueños destemplados;
Nuestro camino será de espinas, pero llano.
Terso será el verso, y el estilo claro.
Cuando el Vicio triunfante establece su dominio soberano,
Obedecido por todos aquéllos que sólo al vicio se rinden.
Cuando la locura, frecuente precursora del crimen
Adorna su tocado al gusto de moro y cristiano.
Cuando pícaros y tontos son especie establecida
Que sopesa su justicia según la escala del oro,
Incluso los más valientes se asustan del público desprecio,
Temerosos de la vergüenza y vírgenes de otros miedos.
Pecan más oscuramente, aterrados ante la sátira,
Y se amedrentan por el ridículo, que no por la ley honrada.
De BARDOS INGLESES Y CRÍTICOS ESCOCESES
¡Mirad! Mirad como pasa uno y otro tropel de escribidores;
Cómo desfilan en larga revista, ansiosos por ser noticia,
Espoleando para el galope a sus ahítos pegasos,
Sosteniendo igual carrera en rima y pentámetro épico,
Amontonan oda sobre oda, soneto tras soneto,
Y los cuentos de terror se atropellan en el camino,
Y las medidas en juego son inconmensurables,
Pues la babeante estulticia agradece con amplia sonrisa una variada canción,
Amiga de la extraña y misteriosa monotonía,
Admiradora del verso que es incapaz de entender.
Así, las canciones de juglares cantautores… ¡Dios quiera que sean las últimas!
…Sueñan plañideras hasta reventar, en arpas a medio cordar,
Mientras los espíritus del monte parlotean con los duendecillos del río,
Que por la noche las damas puedan oír los sonidos;
Y los duendes malcriadillos de la casta de Gilpin Horner
Atraen a través del bosque a caballeros fronterizos,
Y saltan a cada paso, sólo Dios sabes cuán alto,
Asustando a los niños lerdos, sólo Dios sabe por qué;
Mientras damas de alto copete, en sus habitaciones encantadas,
Prohibiendo que lo lean caballeros que ni saben deletrear,
Despachan un correo a la tumba de un hechicero,
Y luchan con hombres de pro para ahuyentar a un villano.
De BARDOS INGLESES Y CRÍTICOS ESCOCESES
¿Es posible que el bueno de Coleridge pase aquí desapercibido,
Propenso a la tímida estanza y a la oda turgente?
Aunque suelan ser sus preferidos los temas inocentes,
La oscuridad no deja de ser una muy grata invitada.
Si la Inspiración se niega a ayudar
A aquél que confunde una musa con un hada,
No hay quien gane en tan alta métrica
Al bardo que aspira a elegizar a un asno.
El tema es tan adecuado a su nombre mente,
Que rebuzna al laureado de la orejuda casta.
El sexto barón de Byron ocupó en 1809 un escaño en la Cámara de los Lores y poco después inició un viaje acompañado de su amigo John Hobhouse, visitando así España, Malta, Albania, Grecia y Turquía. Ni qué decir tenemos que en cada uno de estos lugares dejó gran cantidad de corazones rotos e ilusiones quebrantadas. Una de las aventuras amorosas más destacadas de este periodo, fue aquella que sostuvo con una joven turca, quien al ser descubiertos sus amoríos con Byron, fue acusada y sentenciada por el crimen de haber mantenido relaciones amorosas con un cristiano, a ser arrojada al mar cosida dentro de un saco. Quiso entonces la suerte que, ignorante como era de la situación Lord Byron, por casualidad pasara cerca del lugar de la ejecución justo en el instante en que su amada iba a ser asesinada, así, escuchando los desesperados gritos de una dama, el caballero prestamente intervino en la situación con el objetivo de salvarla, sorprendiéndose enormemente al descubrir la identidad de la prisionera, por cuya vida abogó con renovado ímpetu. Gracias a la reputación del poeta las autoridades cedieron a permutar la sentencia, condenándola al destierro en la ciudad de Tebas, donde ella murió a los pocos días víctima de una fiebre, sobre lo cual Byron –con un tanto de pedantería- declaró que la damisela había “muerto de amor”.
Basándose en sus previas aventuras, escribió “Las Peregrinaciones de Childe-Harold” (1812), recibiendo únicamente buenas críticas y admiración por parte de los lectores, publicándose además una extensa alabanza al texto en la Revista de Edimburgo, que trató así de hacer olvidar la crítica anterior. El protagonista del libro se identifica con el propio Lord Byron, pues lo describe como un héroe cargado de sensaciones y emociones que intenta una huida hacia la redención de sus propias culpas.
EL PRIMER BESO DE AMOR
Ausente con tus ficciones de endebles romances,
Aquellos harapos de falsedad tejidos por la locura;
Dadme el espíritu fugaz con su débil resplandor,
O el arrebato que habita en el primer beso de amor.
Sí, poetas, vuestros pechos con fantasías brillarán,
Aquella pasión en la arboleda danzará con ardor;
Y de la bendita inspiración vuestros sonetos fluirán,
¿Pero podrán alguna vez saborear el primer beso de amor?
Si Apolo debe rehusar su asistencia,
O las Nueve dispuestas están a tu servicio;
No las invoquéis, decidle adiós a las Musas,
Y prueba el efecto del primer beso de amor.
Los odio, y odio vuestras frías composiciones,
Aunque el prudente me condene,
Y el intolerante lo repruebe;
Yo abrazo las delicias que brotan del corazón,
Cuyos latidos y alegría son el primer beso de amor.
Vuestros pastores y sus rebaños, aquellos temas fantásticos,
Tal vez puedan divertir pero nunca conmoverán.
Arcadia se despliega como un sueño de bello color,
¿Pero cómo podría compararse con el primer beso de amor?
¡Oh, cesad de afirmar que el hombre, desde que surgió
Del linaje de Adán, ha luchado contra la miseria!
Algunas parcelas del Cielo vibran en la Tierra,
Y el Edén resurge con el primer beso de amor.
Cuando los años hielen la sangre, cuando nuestros placeres pasen,
(Flotando durante años en las alas de una paloma)
El recuerdo más amado será siempre el último,
Nuestro monumento más dulce, el primer beso de amor.
Del libro Horas de Ocio (1807)
LA LÁGRIMA
Cuando el amor o la amistad debieran
el alma a la ternura,
y ésta debiera aparecer sincera
en los ojos,
podrán los labios engañar fingiendo
una sonrisa seductora y falsa;
pero la prueba de emoción se muestra
en una lágrima.
Una sonrisa puede ser
un artificio que el temor encarna;
con ella puede revestirse el odio
que nos engaña;
mas yo prefiero para mí un suspiro
cuando los ojos, expresión del alma,
se oscurece por un momento
con una lágrima.
El hombre surca el desconocido Océano
con el hálito del viento que lo arrastra,
entre olas bramadoras que se alzan;
se inclina,
y en las olas tempestuosas
que terribles sobre su nave avanzan,
mira el abismo, y en sus aguas turbias
mezcla una lágrima.
En la carrera de la noble gloria,
el valiente capitán se afana
por ganar con su muerte una corona
en las batallas;
pero levanta al que postró en el suelo
y sus heridas piadoso baña,
una por una, en el sangriento campo,
con una lágrima.
Y cuando vuelve, henchido de ese orgullo
que hace latir el pecho que avasalla;
cuando teñida en enemiga sangre
cuelga su espada,
la recompensan todas sus fatigas
al abrazar a su consorte amada,
al darle un beso en sus mejillas húmedas
con una lágrima.
Dulce mansión de mi niñez perdida,
donde la sinceridad y la amistad gozaba;
donde en medio del amor vi deslizarse
las horas rápidas;
yo te dejé con un hondo sentimiento,
volví hacia ti mis últimas miradas,
y apenas puede percibir tus torres
detrás una lágrima.
Aunque no puedo repetir, como antes,
mi juramento a mi María adorada,
a la que fuera en otro tiempo
el fuego del alma,
recuerdo los felices días
en que, aún infantes, tanto me amaba,
cuando ella respondía a mis promesas
con una sencilla lágrima.
¿En otros brazos puede ser dichosa?
¿Conserva el recuerdo de su edad pasada?
Mi corazón respetará ese nombre
que tanto amaba.
Y así dije adiós a mi esperanza loca,
siempre, con una lágrima.
Cuando el imperio de la noche eterna
reclame para siempre mi alma;
cuando mi cuerpo exánime repose
bajo una lápida,
si por ventura os acercáis un día
donde mi triste sepultura se halla,
humedeced apenas mis cenizas
con una lágrima.
Yo no ambiciono el mármol, monumento
que la la vanidad levanta;
manto suntuoso con que el necio orgullo
cubre su nada;
no darán sus emblemas a mi nombre
el falso orgullo ni la gloria vana;
lo que yo quiero, lo único que pido,
es una lágrima.
Del libro Horas de Ocio (1807)
LACHIN Y GAIR
¡Sombras de los muertos! ¿No he oído vuestras voces
Alzándose sobre el repentino aliento del viento nocturno?
Sin dudas el alma del héroe se regocija
Y en su propio valle sobre el viento cabalga;
Alrededor de Loch na Garr mientras se reúne
La implacable niebla el invierno en su frío carro reina:
Las nubes, las formas de mis padres allí rodean,
Ellos habitan en la tempestad del oscuro Loch na Garr.
Los años han pasado, Loch na Garr, desde que te abandoné,
Y los años pasarán hasta que vuelva a pisarte;
La naturaleza de flores y verde te ha privado,
Y aún así eres más amado que las planicies de Albión.
¡Inglaterra! tus encantos son pálidos y domésticos
Para aquel que ha vagado más allá de las montañas;
¡Oh, los acantilados salvajes y majestuosos!
Las hondas y terribles glorias del oscuro Loch na Garr.
Puedes escuchar Beethoven – Lochnagar by Lord Byron (melody by Sir H.R. Bishop)
Del libro Horas de Ocio (1807)
A UNA HERMOSA CUALQUIERA
¡Muchacha querida! Aunque sólo nos vimos una vez
es un encuentro que nunca he de olvidar,
y aunque nunca nos volvamos a encontrar,
guardaré tu forma en mi recuerdo fiel.
Es cierto que no puedo decir “te quiero”,
mas mis sentidos se empeñan en luchar contra mi esfuerzo:
es inútil intentar apartarte de mi pecho,
porque son mis pensamientos un fuego contenido;
en vano reprimo una oleada de suspiros,
si otro se escapa y choca con el eco del primero.
Quizá esto no pueda llamarse amor,
pero nada podrá hacer que olvide nuestro encuentro.
Y aunque nunca rompimos el hilo del silencio,
nuestros ojos hablaron un idioma más dulce y más sincero,
pues la lengua se afana en lisonjeras falsedades,
y cuenta cuentos que no siente:
los labios culpables no imparten más que engaño,
y hacen que el corazón guarde silencio;
pero los ojos son intérpretes del alma,
rompen estas cadenas y rehúsan llevar máscara;
y así, con frecuencia conversamos con miradas
y todos los abrazos se cumplieron;
no nos reprobó ninguno de los espíritus que llevamos dentro,
sino al contrario: el espíritu fue el motor de nuestro encuentro.
Y aquí debo callar lo que los ojos dijeron,
aunque puedes imaginar parte de cuanto pienso;
pues, como vuela hacia ti mi recuerdo,
quizá el tuyo hacia mí corre en secreto;
por mi parte te diré que, por lo menos,
tu forma se me aparece día y noche,
habita mi fantasía si estoy despierto,
y al dormir me sonríe en fugaces sueños;
visión que encanta y hace volar las horas,
y me hace maldecir los rayos de la Aurora,
por quebrar mis ensueños de delicia
que convierten una noche en infinita.
Porque, oh, cualquiera que sea mi sino;
esperen a mis pasos la pena o la alegría,
tentado por amores o rodeado de tormentas,
tu imagen para mí jamás sabrá lo que es olvido.
LA AMISTAD ES EL AMOR DESPROVISTO DE SUS ALAS
No tiene que penar mi pecho ansioso
porque mi juventud haya partido;
quedan días de placer que aún pueden ser míos,
quedan el cariño y el amor que siguen vivos.
Al recordar los años juveniles,
una memoria firme, una verdad duradera,
consuelo celestial traen con ellas:
oídme, brisas, y llevadlo al sitio
donde mi corazón latió con su ilusión primera…
“La amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
¡En pocos años aunque muy controvertidos,
qué momentos he vivido!
Ora medio oscurecidos por nubes de lágrimas,
ora brillantes con rayos divinos;
cualesquiera que sean mi futuro y mi destino,
mi alma, extasiada en el pasado,
a una sola idea se aferra con cariño:
¡amistad! Este pensamiento es sólo tuyo;
aquel pensamiento que vale toda la felicidad del mundo:
“la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
Allá donde los tejos ondulan levemente
sus ramas en la brisa casi quieta,
yace una tumba desapercibida,
que nos cuenta una historia conocida;
a su alrededor vagan escolares inconscientes
hasta que suena la campana sombría
allá en la mansión donde el estudio aguarda;
mas aquí es donde, siempre que mis pasos se dirigen,
mis lágrimas silenciosas son prueba fehaciente
de que “la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
¡Oh, amor! Ante tu altar resplandeciente
ofrecí mis votos tempranos;
a ti entregué mi corazón, mis sueños, mis esperanzas,
pero ahora están marchitos, que tus alas son como el viente,
y tu paso no deja otras huellas que los aguijones de los celos.
¡Fuera, fuera! poder ilusorio,
no quiero que atormentes mi hora que se acerca;
a menos, ciertamente, que sea sin tus alas.
¡Lugar de mi juventud! Tu capitel lejano
me recuerda todas las escenas de alegría;
mi pecho arde con el fuego de mi pasado…
Y recupero en mi interior mi alma de muchacho.
Tu pequeña olmeda, tu verde colina,
cada sendero tuyo, me encanta todavía;
cada flor lanza al aire fragancias distintas;
otra vez, como entonces, en conversación animada,
todos los amigos queridos parecen decir:
“la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
¡Mi Lycus! ¿Por qué razón lloras así?
Contén este torrente de lágrimas,
que el afecto puede quedarse adormecido,
pero siempre recupera la vigilia.
Piensa, piensa amigo mío, cuando nos volvamos a encontrar,
¡qué dulce será nuestro abrazo tan largamente deseado!
De nuestro encuentro emana mi esperanza de un éxtasis total;
y mientras los corazones aún jóvenes se inflaman amorosos,
la ausencia, amigo mío, sólo puede contestar:
“la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
En uno y sólo uno fui engañado,
¿y acaso lamenté mi error?
No… Aliviado de lazos opresores,
dejé al miserable en su desprecio.
Volví mis ojos a quienes conoció mi infancia,
de sentimientos cálidos y de corazones sinceros,
hermanados y afinados con las cuerdas de mi corazón;
y si aquellas cuerdas vitales se rompieran,
sólo para ellos y para nadie más despertaría en mi pecho
¡la amistad, el poder desprovisto de sus alas!
¡Vosotros, mis escogidos! Vuestras son mi vida, mi alma,
mis recuerdos y mi esperanza,
vuestro valor asegura mi amor duradero,
un amor sin cadenas ni barreras;
deja que la adulación sirva a los reyes,
salida del terror y el fino engaño,
de dulces palabras y aspecto suave y bello;
ofuscados por la alegría y rodeados de cepos traicioneros
nosotros, nosotros, amigos míos, nunca podremos olvidar
que “la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
Sueños y quimeras inspiran al bardo,
que redobla su canción épica;
sean la verdad y la amistad mi recompensa…
No se hicieron para mí premios y medallas;
si la fama laureada convive con la mentira,
yo, la hechicera que de volar no se cansa,
que canta mi corazón, no canta mi fantasía,
joven y sencilla, no es mi función el engaño,
quiero que mi canción sea ruda, pero quiero que sea sincera,
que “la amistad es el amor desprovisto de sus alas”.
Diciembre de 1806
A ANA
Oh, Ana, atroces han sido los agravios que me has inflingido,
poseído por la ira, creí que podría redimirlos,
mas la mujer está hecha para mandar sobre nosotros y para engañarnos…
Al mirarte a la carta, a punto estuve de ser indulgente contigo.
Me prometí que ni por un solo instante te respetaría,
y sin embargo pensé que un día de separación era casi una vida;
cuando nos encontramos, me hice otra vez el propósito de ser desconfiado,
y tu sonrisa no tardó en convencerme de que estaba equivocado.
Juré, en un arrebato de joven indignación,
con ferviente desprecio, desdeñarte para siempre jamás:
te vi… Mi enfado se convirtió en admiración;
y ahora, todo mi deseo, toda mi esperanza, están en ganarte una vez más.
Ante hermosuras sin par cual la tuya, oh cuán vana es la contención,
y así, humildemente, a ti me dirijo pidiendo perdón;
para acabar de una vez tan inútil disensión,
¡sé falsa, Ana querida, cuando yo deje de adorarte!
16 de enero de 1807
CUANDO TÚ Y YO NOS SEPARAMOS
Cuando en lágrimas y silencio,
nos separamos tú y yo,
a saber por cuántos años,
destrozados por el dolor,
palideció tu mejilla
y tu beso fue más frío;
y en verdad que aquel momento
presagió la tristeza del ahora.
El rocío de la mañana
hundió su frío en mi frente,
y fue una premonición
de lo que ahora sufro y siento:
tus promesas todas rotas,
ligera tu reputación;
y al oír mencionar tu nombre,
comparto con él la vergüenza.
Te nombran en mi presencia,
y para mí es un tañido a muerto;
me asalta un escalofrío:
¿cómo pude quererte tanto?
No saben que yo te poseía
quienes demasiado bien te conocían.
…Tanto me arrepentiré de ti,
tanto y tan profundamente, que la palabra enmudece.
En secreto nos veíamos,
y en silencio me lamento
de que tu corazón pudiera olvidar,
igual que tu alma supo engañar.
Si después de tanto años
nos volviéramos a encontrar,
cómo te iba yo a recibir:
con lágrimas y con silencio.
Durante la breve estancia en Turquía se propuso, sin éxito, encontrar los restos de la ciudad de Troya; un hallazgo que estaba destinado a Heinrich Schliemann. Tal empeño que no le impidió disfrutar de algunas aventuras amorosas, inevitables, pero sin continuidad.
Regresó a Inglaterra en 1811, y en esas fechas se produjo la muerte de su madre, que le sumió en una gran tristeza. En 1812 pronunció un célebre discurso dirigido a la Cámara de los Lores a favor de las reivindicaciones laborales de los trabajadores de los telares de Nottingham. En marzo de ese año se publican los dos primeros cantos de Childe Harold Pilgrimage. Las ventas de sus obras fueron altísimas para la época, con gran satisfacción por parte de su editor, John Murray.
Byron formó parte de la segunda generación de poetas románticos, más radicales en sus posiciones políticas, revolucionarias y republicanas. En aquél momento estaba en auge la poesía satírica a consecuencia de la desilusión reinante. Esta podría considerarse como la línea que marca la diferencia entre una generación y otra, la que se puede trazar entre la esperanza de nuevos ideales. El héroe romántico de Byron está concebido de tal manera que todo muchacho desilusionado en sus esperanzas, o toda muchacha disgustada en su amor, podían identificarse con él.
El romanticismo designa al movimiento espiritual que incluía no solo la poesía y la filosofía sino también las artes figurativas y la música, y que se desarrolló en Europa entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX. Pero fue mucho más que eso. Fue una nueva actitud frente a la vida, subjetiva y egocéntrica, una nueva manera de observar el mundo, mas íntima y obsesiva, lo que ellos mismos llamaban “una constante y permanente irritabilidad del sentimiento”.
No se trató un movimiento homogéneo. No puede sistematizarse, pues adquirió los caracteres generales de cada una de las regiones en las que se manifestó. El movimiento romántico liberó al pensamiento de la sobriedad deductiva del racionalismo cartesiano, de los órdenes jerárquicos y de las categorías de casta.
La Revolución Francesa fue una de sus materializaciones mas acabadas, seguida por la reacción en cadena de las guerras napoleónicas que sacudieron la estructura europea en el período 1830 – 1848. En la base de la energía liberadora de aquellos años existía la convicción, heredada de Rousseau, de que la infelicidad y la injusticia del destino humano dependían de la pérdida de la gracia originaria.
En 1813 Byron escribió “La novia de Abydos”, “El infiel” y “El corsario” fue publicada en 1814 y que en su primer día en las librerías vendió 10 mil copias. En 1815, se editan sus Melodías hebreas.
Hastiado del reconocimiento social y de tormentosos idilios como el de Lady Caroline Lamb, esposa del que más tarde sería ministro de la reina Victoria, Lord Melbourne, empezó una estrecha relación con su hermana Augusta, que en 1814 dio a luz a una niña, Medora Leigh, cuya paternidad algunos han querido atribuir a Byron.
Queriendo tal vez encontrar estabilidad en su vida, Byron decidió contraer matrimonio en 1815 con Anne-Isabella Milbanke, mujer culta, reservada y virtuosa, muy diferente al poeta, que despreciaba todo tipo de convencionalismos y con un temperamento que no casaba con la rigidez de su esposa. De esta unión, que resultó un desastre, nació la única hija legítima de Byron, Ada Augusta que pasaría a la historia como una de las primeras, si no la primera matemática, investigadora-creadora de la computación. Ada Byron King, de casada conocida como Ada Lovelace, describió la máquina analítica de Charles Babbage, considerándose hoy en día como la primera persona en escribir un lenguaje de programación informático.
Byron dejaría a su esposa en 1816 y salió de Inglaterra, a donde no regresaría jamás. Sus problemas familiares y el exilio marcan un antes y un después en su carrera literaria: el héroe byroniano adquiere una mayor hondura y complejidad psicológica.
El Giaour o El infiel es un poema escrito por Lord Byron, publicado en 1813 y el primero de una serie de poemas de temática oriental. También es una de las primeras obras de ficción en tocar el tema del vampirismo. Tuvo un gran éxito cuando fue publicado, consolidando la reputación literaria y comercial de Byron. Mientras se encontraba en Atenas, Byron conoció la costumbre turca de arrojar al mar a una mujer culpable de adulterio envuelta en un saco. El poema influyó en las primeras obras de Edgar Allan Poe. Su primer gran poema, Tamerlán imita en gran medida el estilo.
EL INFIEL
(fragmento)
¡Hermoso clima! A estas dichosas islas
cada estación sonríe cariñosa;
¡y vistas a lo lejos
desde la altura de Colona, alegran
el corazón, que esa visión aclama,
y aun a la soledad prestan encanto!
Allí en suaves reflejos,
la faz del océano, los matices
de los picos retrata en los cristales
de las risueñas aguas que acarician
este Edén de las ondas orientales.
Si a veces una brisa pasajera
llega a agitar el azulado espejo,
o hace caer alguna flor del árbol,
¡qué grata y lisonjera
la ráfaga que esparce los olores!
Porque la rosa allí, bella sultana
del ruiseñor, que desde lo alto envía
a su doncella, reina de las flores,
mil cantos de amorosa melodía,
se sonroja y ufana
al oír esos cánticos de amores.
Ella, la reina del pensil, su rosa,
que, lejos del invierno de occidente,
ni con la nieve su corola enfría
ni al viento dobla su gallarda frente,
devuelve al cielo en su más grato aroma
cuanto dulce le dio naturaleza, y envía, agradecida a los favores
de ese ruiseñor firmamento, olores,
suspiros perfumados
y el más bello matiz de sus colores.
Allí también hay estivales flores
y asilos que el amor codiciaría,
y, a manera de albergues de descanso,
grutas donde el pirata se estaciona.
Desde el plácido asilo del remanso
su oculta barca espía
la pacífica proa pasajera,
cuando asoma el lucero vespertino
y al son de su guitarra
canta alegre el marino.
Entonces, deslizándose a la sombra
que extiende lejos la escarpada orilla,
con silencioso remo
se lanzan los nocturnos salteadores
sobre la presa, y tornan
en gemidos las cántigas de amores.
¡Cuán extraño que allí donde amorosa
naturaleza quiso
trazar una mansión digna de dioses,
uniendo cada gracia y cada encanto
dentro de este risueño paraíso,
el hombre, ansioso de desastres, venga
a tornarlo en desierto!
Él con planta brutal huella las flores
que ni un instante de labor le deben,
ni piden a sus manos el cultivo
para adornar esta encantada tierra:
¡brotan cual si quisieran eximirlo
de labor; solo ruegan
dulcemente que no las despedace!
¡Extraño, sí, que donde todo es calma,
desencadene el alma
fiera pasión que, tumultuosa y ciega,
tan hermosa comarca
a la codicia y la rapiña entrega;
como si las legiones infernales
asaltando a los ángeles, triunfaran, y, libertados hijos del infierno,
se sentaran en tronos celestiales,
dueños del firmamento soberano!
¡Tan suave la escena
y tan maldito el destructor tirano!
Sólo quien se inclinó sobre un cadáver
durante el primer día de la muerte,
primer oscuro día de la nada,
último de peligro y desventura,
(antes que borre en el despojo inerte
la destrucción, las líneas
en que está todavía la hermosura);
sólo quien pudo contemplar el sello
suave y angelical, la inmensa calma
del rígido despojo pero bello;
las tiernas aunque inmóviles facciones;
la languidez de la mejilla plácida;
tales que sólo por los tristes ojos
de pupilas veladas
que no brillan, ni lloran, ni seducen,
y por el frío inalterable ceño
con que el último sueño
parece hablar al corazón doliente,
como si fuera a trasmitirle ahora
el destino que teme y mira absorto;
sí; tan sólo por esto, algún instante,
quizás una hora entera engañadora
dudara del poder de aquel tirano.
¡Tan bella, y apacible, y adormida
parece la expresión que por primera
y última vez la muerte da a la vida!
Tal aparece esta ribera: es Grecia,
mas no Grecia viviente.
Tan fríos sus encantos,
tan sellada de muerte su hermosura,
que al mirarla sentimos
con profundo estupor que allí no hay alma.
Su hermosura es aquella
plácida inerte calma;
belleza que en el último suspiro
no se va por entero,
pero que muestra aquel siniestro tinte, aquella pavorosa florescencia
que ha de seguirla hasta el sepulcro mismo;
de la expresión el último destello,
halo dorado que el no ser circunda,
último adiós del sentimiento ido,
chispa de aquella llama
hija quizás del cielo,
que todavía alumbra mas no inflama
su amada arcilla, ya insensible hielo.
EL INFIEL
(fragmento)
¿Quién es aquel que viene como un rayo,
sobre negro corcel, suelta la brida?
Despiertan al redor en las cavernas
los ecos de sonantes herraduras,
y uno a uno repiten el chasquido
del látigo y los saltos de caballo.
La espuma que blanquea en sus ijares
parece haber salido
de las espumas mismas de los mares.
Aunque las ondas fatigadas duermen
en profundo reposo,
no le hay dentro del pecho del jinete;
y aunque estalle mañana la tormenta,
será ¡oh joven infiel! menos violenta
que tu agitado corazón. ¿Quién eres?…
¡No lo sé: sólo sé que odio tu raza!
Mas puedo descubrir en tus perfiles
algo que el tiempo acrece y nunca borra:
aunque joven y pálida, esa frente
descolorida, muestra
de indomable pasión la mano ardiente;
y aunque al suelo se inclina
tu mirada siniestra
mientras pasas veloz como un meteoro,
¡bien en ti se adivina
uno de aquellos que evitar debiera
la progenie de Otmán, o darle muerte!
Y avanza más y más; en su carrera
yo con mirada absorta lo seguía;
y aunque pasó como si acaso fuera
demonio de la noche,
y desapareció como una sombra,
su aspecto y expresión en mí dejaron
una memoria que turbó mi pecho.
Largo tiempo en mi oído
de su negro corcel resonó el paso
raudo y despavorido.
Con la espuela le acosa: ya está cerca
del profundo barranco
que sobre el mar se avanza y le da sombra;
ya, dando vuelta, pasa
con rápida carrera,
y al fin tras de la roca desparece
libre ya de mi vista…
que siempre al fugitivo fue importuna
mirada escrutadora,
y no hay estrella alguna
sin demasiada luz para quien huye
en tan extraña hora.
Siguió el tortuoso curso, y un instante
dirigió una mirada,
cual si hubiese de ser ya la postrera;
refrenó un punto el ímpetu furioso,
la sinuosa carrera,
y un momento se irguió sobre el estribo.
¿Qué buscan sus miradas
sobre el bosque de olivo?
La luna brilla en la colina, y tiemblan
todavía las luces encumbradas
de la mezquita: a la distancia vense
brillar alegremente las descargas
del fusil, cuyos ecos no se escuchan
pero que muestran del creyente el celo.
Ya el sol de Ramazán bajó del cielo,
y ya la fiesta de Bairam empieza
junto con esta noche. Mas ¿quién eres
tú, de extranjero traje y ceño airado?…
Ni ¿qué son para ti tales placeres,
que por ellos te pares o te fugues?…
EL INFIEL
(fragmento)
La mente que medita en las angustias
de un crimen, se parece
al escorpión a quien circunda el fuego
cuyo anillo, inflamándose, decrece.
Cautivo entre las llamas
y por dolores mil atormentado,
lo enloquece la ira
y un solo alivio a su tormento mira,
el ponzoñoso dardo que guardaba
para sus enemigos, y que nunca
dio en vano su veneno. Él da un instante
de dolor, y liberta
para siempre de todos los dolores.
Y al fin, desesperado,
lo clava en su cabeza.
Así mueren aquellos de alma oscura,
o viven a manera de escorpiones
circundados de fuego:
tal se agita y tortura
de su remordimiento presa el alma
a quien rechaza el mundo;
y a quien del cielo aleja su destino:
¡tinieblas en la altura,
la desesperación abajo de ellas,
fuego al redor, y por adentro muerte!
EL INFIEL
(fragmento)
Poco alivio al pesar es que suceda
la soledad al padecer: el pecho
vacío, es un desierto
que antes, al menos, el dolor llenaba,
y ahora nos abruma con un peso
que nadie viene a compartir. La dicha,
la dicha misma en maldición se torna
si no hay quién la divida; y cuando el alma
se encuentra así desconsolada y sola,
corre a buscar como solaz el odio.
Es como si el cadáver en su sueño
sentir pudiera el frígido gusano
que en torno de él se arrastra y busca hambriento
el festín que el sepulcro le dispone,
sin poderlo ahuyentar, de horror transido.
O como si el pelícano que rasga
con el pico su pecho, y con su sangre
los hambrientos polluelos alimenta
sin deplorar la vida que les cede,
al desgarrar su corazón hallara
que está desierto de su prole el nido.
¡Los más crueles dolores que atormentan
el alma del malvado,
deleite son ante el vacío lúgubre,
el árido desierto de la mente,
y la inquietud del sentimiento ocioso!
¿Quién podría mirar un firmamento
sin sol ni nube, y aceptar la suerte
de verlo siempre así? Mejor mil veces
arrostrar el fragor de la tormenta,
que salir para siempre de sus olas
a perecer en la desierta playa
en medio del silencio y muerta calma,
fragmento que se pudre solitario,
sin que nadie lo vea.
¡Mejor hundirse en la encrespada ola
que estar muriendo a pausas en la peña!
EL INFIEL
(fragmento)
“Fría tienen la sangre
los que nacieron en un clima frío;
su amor apenas si merece el nombre.
El mío era el torrente que de lava
el Etna encierra en su inflamado seno.
No con lengua versátil y parlera
puedo hablar de bellezas adoradas
y amorosas cadenas;
pero si el fuego que en las venas cunde,
si el rostro que se inflama y palidece,
si los labios que tiemblan sin quejarse,
si el corazón presto a estallar, la mente
presa de hondo delirio,
y el hecho audaz y el vengador acero;
todo lo que sentía y siento ahora,
quieren decir amor, amor fue el mío:
harto lo prueban bien amargas huellas.
Yo no podía, es cierto, dar suspiros
e inútiles lamentos:
obtener o morir supe tan solo.
Y muero, habiendo poseído el triunfo,
y que suceda ahora lo que quiera;
ya disfruté la bendición del goce.
¿Maldeciré el destino que he buscado?
¡No! Si no fuera por la triste idea
de Leila asesinada;
aunque de todo despojado quede,
¡dadme el placer con el dolor, y osado
me lanzaré a vivir y a amar de nuevo!
Desconsolado estoy ¡oh santo guía!
mas no por mí que muero; sino sólo
por ella que murió y ahora duerme
debajo de la ola fugitiva.
¡Ah! si estuviera en tierra su sepulcro,
mi pobre corazón y mi cabeza
con ella partirían
aquel angosto solitario lecho.
Forma de vida y esplendor era ella
que, vista, se grababa para siempre;
fue, dondequiera que volví los ojos,
estrella matinal de mi memoria.
Acompañado de su médico y secretario particular John William Polidori viajó a Ginebra, Suiza, donde en 1816 se instaló en la Villa Diodati. Con el lago Lemán al fondo, escribió el tercer canto de “Childe Harold” y el poema narrativo “El prisionero de Chillon”. Sus vecinos eran Percy Bysshe Shelley y Mary Godwin, quienes se casarían en diciembre de ese año, así como la hermanastra de la joven, Claire Clairmont, amante de Byron y con quien procrearía a su hija Allegra, quien fallecería a los cinco años de edad. Durante esos días conocidos como “El año sin verano” (a consecuencia de la erupción un año antes del volcán Tambora, en Indonesia), Byron ideó una apuesta para ver quién creaba el relato más terrorífico: Polidori escribió “El vampiro”, y Mary Shelley dio vida a “Frankenstein o el moderno Prometeo”, Byron empezó un relato que no acabó, dando lugar a toda la temática vampírica que influiría tanto en la literatura y el cine hasta nuestros días.
En el otoño de 1816 Byron viajó a Italia y se estableció en Venecia, llevando una vida de excesos no aprobada por sus amigos, pero también fue una etapa muy fructífera. En estos años se publicaron el Canto III y IV de Childe Harold, e influido por el Fausto de Goethe publicó en 1817 Manfred, al año siguiente apareció Beppo y es entonces cuando comenzó a escribir Don Juan, dando lugar a la etapa más brillante de su producción literaria. Byron era «el poeta del presente». Después estuvo a punto de ir a combatir por la independencia de Venezuela, movido por su admiración hacia la figura de Simón Bolívar.
“Manfred”, poema gótico y “drama metafísico”, como el propio autor lo definiría y que posibilitó que trabara contacto con el poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe. Es considerado un drama de armario escrito entre 1816 y 1817. El drama de armario (Italiano : testo teatrale da lettura) es una obra que no está destinada a ser escenificada, sino leída en voz alta por un solo lector o, a veces, por un pequeño grupo. Los diálogos filosóficos de escritores griegos y romanos antiguos como Platón fueron escritos en forma de conversaciones entre “personajes” y, por lo tanto, son similares al drama de armario. Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, así como otras figuras, dedicaron mucho tiempo al drama de armario.
Manfred contiene elementos sobrenaturales, en consonancia con la popularidad de las historias de fantasmas en la Inglaterra de ese tiempo. Es un ejemplo típico de ficción gótica. Las referencias sobrenaturales se ponen de manifiesto a lo largo del poema. Manfred se refiere a un personaje principal torturado por su propio sentido de culpabilidad por un delito que no se puede mencionar, algunos críticos consideran Manfred ser autobiográfico, o confesional, incluso.
Manfred se adaptó musicalmente por Robert Schumann en 1852, en una composición titulada Manfred: Poema Dramático con música en tres partes, y más tarde por Tchaikovski en su Sinfonía Manfred. Friedrich Nietzsche quedó impresionado por la representación que se hacía en el poema de un ser sobrehumano, y empezó a escribir una partitura para piano basado en él en 1872, llamada “Meditación Manfred”.
https://www.youtube.com/watch?v=831HRM-55z8&t=68s
Su gran obra, Don Juan, un poema de 17 cantos escrito en ottava rima, fue uno de los más importantes poemas largos publicados en Inglaterra, desde El paraíso perdido de John Milton. Don Juan incluye elementos satíricos, polémicos y profundas reflexiones filosóficas e influyó a nivel social, político, literario e ideológico. Su recepción fue controvertida, ya que fue acusado de inmoralidad. El poema, al igual que Las peregrinaciones de Childe Harold, se caracteriza por la carismática personalidad del narrador, que aúna el texto y a menudo recurre a digresiones. Don Juan sirvió de inspiración para los autores victorianos y quedó inacabado debido a la prematura muerte de Byron.
En 1818 el poeta conoce a Teresa Guiccioli, una joven de familia aristocrática que acababa de casarse con el sexagenario conde Guiccioli, iniciándose una relación amorosa que quizá fue la más profunda que tuvo en su vida. En 1819, junto con su hija Allegra, nacida de su relación con Claire Clairmont, siguió a Teresa a Rávena, donde colaboró con la revuelta de los carbonarios contra la dominación austriaca. Al año siguiente, también siguiendo a Teresa, (cuya familia había sido desterrada por el Papa), fue a Pisa. En 1822 recibió la noticia de la muerte de Allegra, que contaba con cinco años de edad, en el convento de Bagnacavallo donde Byron la había internado. Fundó en ese mismo año la revista The Liberal con los poetas Percy Bysshe Shelley y Leigh Hunt, pero la muerte en naufragio de su amigo Shelley ese mismo año y una pelea con Hunt puso fin a esta empresa cuando sólo habían publicado tres ejemplares.
En ese año cambia su residencia a Génova y publicó Visión del juicio, donde imita a Quevedo, escribió el drama Werner y continuó con Don Juan. Discutió literariamente con el poeta Robert Southey, que había atacado su Don Juan en el prefacio de su libro Una visión del juicio final. En su respuesta mostró su habilidad como satírico componiendo un devastador ataque, en el estilo de Una visión del juicio final, al elogio que Southey escribió a la muerte de Jorge III.
En julio de 1823, Byron zarpó rumbo a Grecia para unirse a los insurgentes griegos que luchaban contra la dominación otomana, poniendo dinero propio para la defensa de la plaza de Missolonghi, pequeño puerto en el golfo de Patrás. Aquí escribió su última composición Al cumplir mis treinta y seis años.
AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
Lord Byron murió a causa de unas fiebres tres meses después de escribir la carta que contenía estos versos, fechada en Missolonghi, el 19 de enero de 1824. Su cadáver fue trasladado a Inglaterra. La aristocracia y alta burguesía no acudieron a los funerales, y el deán de Westminster rehusó que se enterrara en la abadía, como pidió el editor John Murray. Finalmente fue enterrado junto con sus antepasados en Newstead.
Byron, a pesar de morir joven, dejó una ingente obra: doscientos setenta y cuatro poemas líricos, siete sátiras, nueve cuentos en verso, cuatro tragedias, cuatro poemas dramáticos y dos poemas narrativos. No hay que olvidar mencionar su ingente epistolario, de enorme valor documental, que abarca desde su infancia hasta su muerte y nos ayuda a desvelar su personalidad. Desde el punto de vista literario, son quizá las mejores cartas escritas en lengua inglesa.
Ya en vida contó Lord Byron con la admiración y el aprecio de grandes autores como Goethe, Lamartine o Potocki, pero también dejó profunda huella en otras figuras de generaciones posteriores, como Poe, Lermontov, Pushkin, Hugo, Dumas, etc.
Siempre apoyó a pobres, desheredados, marginados u oprimidos, lo que no constituye una imagen romántica, sino que lo demostró a lo largo de su existencia.
Junto con Shelley y Keats, forma la cúspide de la poesía romántica inglesa: fueron rebeldes contra la sociedad de la época, sintieron la atracción del Sur, del mundo clásico y medieval, lucharon por los ideales revolucionarios, y tuvieron los tres una muerte prematura. En el año 1924, al cumplirse el centenario de su muerte, su tumba fue profanada.
La muerte es lo que el bravo desafía,
lo que el débil soporta, lo que sólo
invoca el infeliz sin esperanza.
Lord Byron
ALGUNAS DE SUS OBRAS PUBLICADAS:
Horas ociosas (1807)
Bardos ingleses, críticos escoceses (1809)
Las peregrinaciones de Childe Harold (1812-18)
La novia de Abidos (1813)
El Giaour (1813)
El corsario (1814)
Lara (1814)
Melodías hebreas (1815)
El sitio de Corintio (poema) (1816)
Parisina (1816)
El prisionero de Chillon (1816)
El sueño (1816)
Prometeo (1816)
Oscuridad (1816)
Manfredo (1817)
Las lamentaciones por el Tasso (1817)
Beppo (1817)
Mazeppa (1818)
La profecía de Dante (1819)
Marino Faliero (1820)
Sardanápalo (1821)
Los dos Foscari (1821)
Caín (1821)
La visión del juicio (1821)
Cielo y tierra (1821)
Werner (1822)
El deformado transformado (1821)
La Edad de Bronce (1823)
La isla (1823)
A mis treinta y seis años (1824)
Don Juan (1819–1824), incompleto a causa de su muerte.
POEMAS
NO VOLVEREMOS A VAGAR
Así es, no volveremos a vagar
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
Pues la espada gasta su vaina,
Y el alma desgasta el pecho,
Y el corazón debe detenerse a respirar,
Y aún el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y demasiado pronto vuelven los días,
Aún así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
CAMINA BELLA
Camina bella, como la noche
De climas despejados y cielos estrellados;
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Se reúne en su aspecto y en sus ojos:
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Una sombra de más, un rayo de menos,
Habría mermado la gracia sin nombre
Que se agita en cada trenza de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro;
Donde pensamientos serenamente dulces expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los tintes que brillan,
Y hablan de días vividos en bondad,
Una mente en paz con todo,
¡Un corazón cuyo amor es inocente!
ACUÉRDATE DE MÍ
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!… Cerca a mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
CANCIÓN DEL CORSARIO
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!… Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido…
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
-la virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame… cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!…
LA PARTIDA
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Si pudiera ser hoy lo que antes era,
y mi frente abatida reclinar
en ese seno que por mí latiera,
quizá no abandonara esta ribera
y a la sola mujer que puedo amar.
Yo no he visto hace tiempo aquellos ojos
que fueron mi contento y mi pesar;
los amo, a pesar de sus enojos,
pero abandono Albión, tierra de abrojos,
y a la sola mujer que puedo amar.
Y rompiendo las olas de los mares,
a tierra extraña, patria iré a buscar;
mas no hallaré consuelo a mis pesares,
y pensaré desde extranjeros lares
en la sola mujer que puedo amar.
Como una viuda tórtola doliente
mi corazón abandonado está,
porque en medio de la turba indiferente
jamás encuentro la mirada ardiente
de la sola mujer que puedo amar.
Jamás el infeliz halla consuelo
ausente del amor y la amistad,
y yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio no hallaré para mi duelo
lejos de la mujer que puedo amar.
Mujeres más hermosas he encontrado,
mas no han hecho mi seno palpitar,
que el corazón ya estaba consagrado
a la fe de otro objeto idolatrado,
a la sola mujer que puedo amar.
Adiós, en fin. Oculto en mi retiro,
en el ausente nadie ha de pensar;
ni un solo recuerdo, ni un suspiro
me dará la mujer por quien deliro,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Comparando el pasado y el presente,
el corazón se rompe de pesar,
pero yo sufro con serena frente
y mi pecho palpita eternamente
por la sola mujer que puedo amar.
Su nombre es un secreto de mi vida
que el mundo para siempre ignorará,
y la causa fatal de mi partida
la sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
¡Adiós!..Quisiera verla… mas me acuerdo
que todo para siempre va a acabar;
la patria y el amor, todo lo pierdo…
pero llevo el dulcísimo recuerdo
de la sola mujer que puedo amar.
¡Todo acabó! La vela temblorosa
se despliega a la brisa del mar,
y yo dejo esta playa cariñosa
en donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
Versión de Ismael Enrique Arciniegas
BIBLIOGRAFÍA:
- https://www.culturaydeporte.gob.es/dam/jcr:c5d7bdea-3c0a-4db3-81a5-13231e89722e/piezames-febrero-2011.pdf
- https://ecodiario.eleconomista.es/cultura-eAm-mx/noticias/9832253/04/19/Lord-Byron-el-poeta-de-la-culpa-que-escandalizo-a-su-nacion-.html
- https://columnapensandoen.wordpress.com/tag/horas-de-ocio/
- https://es.wikipedia.org/wiki/Lord_Byron