EMILY DICKINSON
BIOGRAFÍA
Emily Elizabeth Dickinson, poeta fundamental estadounidense junto a Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson y Walt Whitman. Nace en 1830. Durante su infancia y juventud disfruta de todas las comodidades y privilegios propios de una familia de clase profesional burguesa de un jurista de Amherst, Massachusetts.
Los Dickinson eran descendientes de aquella Gran Emigración que lidera John Winthrop en 1630 y crea la colonia de Connecticut. En la segunda mitad del siglo la familia se traslada a Massachusetts y se inicia una larga tradición de liderazgo e intensa vida pública que, varias generaciones después, llevaría a Samuel Fowler Dickinson, abuelo de Emily a fundar en 1814 la Amherst Academy, que luego se convertiría en el Amherst College. Tan loable empresa terminaría por acarrearle la ruina económica, pero el prestigio familiar está ya consolidado y encuentra tenaces continuadores en sus descendientes.
Emily recibe una esmerada educación en los valores de un puritanismo que, en esos años cruciales de la historia de los Estados Unidos de América, está transformándose para adaptarse a las necesidades sociales y políticas del momento. Y el momento es de cambio profundo: va a estallar en 1861 la Guerra Civil, el sistema esclavista y agrario del Sur va a verse sustituido traumática pero imparablemente por la sociedad moderna industrial.
Walt Whitman, publica la primera edición de sus Hojas de hierba en 1855 y seguiría añadiendo a su canto de fusión con la naturaleza y con sus semejantes nuevas “hojas” durante tres décadas. Sobre ese optimismo podía la nueva nación asentar su “destino manifiesto”. La vida de Emily Dickinson no parece, sin embargo, tocada por ese ajetreo de la historia que tanto fascina a su coetáneo.
Completada su educación en la selecta Amherst Academy (1841-1847), la adolescente Emily se traslada al Mount Holyoke Female Seminary, cuyo rigor religioso le resulta opresivo, por lo que abandona un año más tarde.
Si bien hace importantes amistades entre sus compañeras, su rechazo de toda institucionalización religiosa, su negativa expresa a hacer profesión pública de fe, y su salud delicada, devuelven a una Dickinson ya adulta a la casa paterna, de la que prácticamente nunca saldrá.
Su papel social será, desde ese momento, el de hija mayor encargada de la atención a los padres y del cuidado de la casa. Su hermana menor, Lavinia, compañera a lo largo de toda la vida, compartiría, desde su sentido práctico, esas tareas hogareñas con Emily. Ninguna de las dos llega a casarse nunca y sus vidas transcurren entre preparativos culinarios, atenciones al jardín y a los frecuentes visitantes a una casa que era centro de la vida social e intelectual de Amherts.
Cuando su hermano Austin, jurista como el padre, y un año mayor que Emily, contrae matrimonio en 1856, la relación entre los tres hermanos, lejos de sufrir un distanciamiento, mantendría toda la frescura y complicidad de los años infantiles.
Austin Dickinson se casó con Susan Huntington Gilbert, excompañera de estudios de Emily en la Academia de Amherst. Susan Gilbert, al mudarse con Austin a la casa contigua donde vivía Emily, se convirtió en amiga y confidente de la poeta, y consta por la correspondencia mantenida «alambrada por medio» que su cuñada fue la segunda persona a quien le mostró sus poemas.
Lavinia Dickinson, su hermana menor, fue su compañera y amiga hasta el fin de su vida. Las pocas confidencias íntimas que se conocen de Emily provienen de Lavinia. «Vinnie» sentía una profunda adoración por su hermana y por su talento poético; sin embargo, respetó hasta la muerte de Emily la decisión de mantener ocultas sus obras, y también protegió su vida privada, hasta donde le fue dado hacerlo, creando y manteniendo el ambiente de calma, aislamiento y soledad que Emily necesitaba para dar forma a su gran producción poética.
La fe de Lavinia en las obras de su hermana, permitió su protección para la posteridad, hasta su primera publicación póstuma. La devoción de Lavinia fue la responsable de hacer comprender al biógrafo de Emily, George Frisbie Whicher, y al mundo que «la poeta lírica más memorable de Estados Unidos había vivido y muerto en el anonimato».
La educación de Emily en la academia fue sólida y completa. Allí aprendió literatura, religión, historia, matemáticas, geología y biología. Recibió una sólida instrucción en griego y latín que le permitía, por ejemplo, leer la Eneida de Virgilio en su idioma original.
El punto más flojo de la educación de Dickinson fueron sin duda las matemáticas, para las cuales no tenía facilidad y no le gustaban. Su talento narrativo hizo que escribiera las composiciones de sus compañeras que, en retribución, le hacían las tareas de álgebra y geometría.
El rector de la academia en ese entonces, era un experimentado educador recién llegado de Berlín. Edward Dickinson sugirió a su hija que se inscribiera en los cursos de alemán, que el rector impartía, puesto que con seguridad no tendría otra ocasión de aprender ese idioma en el futuro.
Además, Emily estudiaba piano con su tía, tenía canto los domingos y también jardinería, floricultura y horticultura; estas últimas pasiones no la abandonarían hasta el fin de su vida.
La educación de Emily Dickinson fue, por tanto, mucho más profunda y sólida que las de las demás mujeres de su tiempo y lugar.
La Academia y el Colegio de Amherst disponían de un claustro de profesores compuesto por científicos de fama nacional, entre los que se encontraban los biólogos Edward Hitchcock y Charles Baker Adams, y el geólogo Charles Uphan Shepard, los cuales llevaron al colegio sus enormes colecciones de especímenes. En 1848, cuando la poeta tenía dieciocho años, ambas instituciones construyeron un importante observatorio astronómico con un buen telescopio, y gabinetes para guardar las colecciones.
Todo esto estimuló el interés de Dickinson por las ciencias naturales, conocía desde temprana edad los nombres de todas las constelaciones y estrellas, y se dedicó con entusiasmo a la botánica. Sabía perfectamente dónde encontrar cada especie de flor silvestre que crecía en la región y las clasificaba correctamente según la nomenclatura binomial en latín. Toda esta erudición científica quedó firmemente guardada en su memoria y fue utilizada para la trama naturalista de sus poemas muchos años después.
El Seminario para Señoritas Mary Lyon de Mount Holyoke también recibió a Emily Dickinson para ayudar a su formación religiosa y completar su educación superior. En 1847, la jovencita abandonó el hogar familiar por primera vez para estudiar en dicho seminario.
Allí intentaron que Emily se volcara de lleno en la religión para dedicarse a misionar en el extranjero, pero tras un profundo examen de conciencia Dickinson encontró que aquello no le interesaba y se negó, quedando inscrita en el grupo de setenta alumnas a las que se consideró «no convertidas».
A pesar de ello, Emily y su portentosa imaginación eran muy populares en el seminario. Una condiscípula escribió que «Emily siempre estaba rodeada en los recreos por un grupo de niñas ansiosas de escuchar sus relatos extraños y enormemente divertidos, siempre inventados en el momento».
En menos de un año, Emily superó el curso completo, principalmente, por sus profundos conocimientos de latín. Aprobó rápidamente Historia Inglesa y Gramática obteniendo excelentes calificaciones en los exámenes finales, que eran orales y públicos. El curso siguiente se refería a Química y Fisiología y el tercero, a Astronomía y Retórica, todas ellas materias sobre las que, como queda dicho, Emily tenía profundos conocimientos. Los profesores, a la vista de su evidente dominio de la Botánica, le dieron esta materia por aprobada sin necesidad de cursarla ni de rendir exámenes.
En la primavera enfermó y ya no pudo permanecer en el seminario. Después de esta segunda experiencia académica de su vida, ya no volvió a estudiar nunca más.
En abril de 1862, tras leer en el Atlantic Monthly de Boston el ofrecimiento de Higgison a los jóvenes autores para que le confiaran sus escritos, Dickinson le había dirigido esta petición, acompañada de cuatro de sus composiciones: “¿Está usted demasiado ocupado para decirme si mi Verso está vivo? La mente está tan metida en sí misma -que no puede ver con nitidez- y no tengo a nadie a quien preguntar”.
Se puede decir, a favor de Higginson, que este respondió en seguida al desesperado pedido de orientación de Dickinson, elogiando sus poemas y sugiriéndole profundos retoques que, según él, podían hacer que el trabajo de la autora se adaptara a las normas poéticas en boga de aquellos tiempos.
Emily se dio cuenta de que adoptar los innumerables cambios que Higginson proponía para hacer su poesía «publicable», suponía una involución estilística y, por lo tanto, la negación de su original y única identidad artística, por lo que los rechazó suave pero firmemente.
Después de la muerte de Emily, Higginson se sintió libre para extralimitarse: comenzó a podar, corregir, cambiar y retocar sus poemas, tomándose atribuciones tan extremas como, por ejemplo, introducir rimas en estrofas que carecían de ellas.
El papel de Higginson no es otro que el de termómetro del discurso social, sensor que señala a nuestra autora lo inoportuno de salir al exterior.
Helen Hunt Jackson, novelista, protegida de Higginson, y amiga de Emily Dickinson, hizo lo imposible para conseguir que Emily publicara, al menos, algunas de sus poesías. La negativa de la poeta fue cerrada e inexpugnable, hasta que la novelista le consiguió un lugar en una antología de poemas sin firma, que se tituló Una mascarada de poetas en 1878. Solo ante la garantía del anonimato, Emily le cedió un único poema, Se dice que el éxito es lo más dulce, reputado entre lo mejor de aquel volumen.
Jackson presentó los trabajos de Emily al editor que publicaba sus novelas, Thomas Niles, quien se dio cuenta del brillante que permanecía oculto en esas páginas y sumó sus esfuerzos a los de la editora para convencer a la poeta. Sin embargo, no tuvo éxito y en 1883, Dickinson le escribió una carta donde se reía de «la amable pero increíble opinión de Helen Hunt y usted, que ya me gustaría merecer».
La vida privada de Emily Dickinson ha permanecido siempre velada al público. Fue objeto de numerosas habladurías durante su vida y de muchas más después de su muerte.
Ya entre 1850 y 1880, circulaban por Massachusetts numerosos rumores acerca de los amores de la hija del juez Dickinson y, después de la publicación de su primer libro de poemas, cundieron las habladurías acerca de su desdichada «historia de amor».
Las teorías populares o académicas pueden dividirse en dos grupos, el amor con un joven (Benjamin Franklin Newton) a quien Edward Dickinson le prohibió seguir viendo o la relación con un pastor protestante casado que huyó a una ciudad distante a fin de no sucumbir a la tentación. Ambas, aún sin poder ser comprobadas, tienen un pequeño trasfondo de verdad histórica.
Tampoco se debe descartar la hipótesis que sostienen algunos biógrafos más actuales, según la cual Emily estuvo profundamente enamorada de su consejera, amiga y cuñada, la esposa de su hermano mayor, quien vivía junto a su casa.
Newton permaneció dos años con los Dickinson y, por los motivos que fuesen, incluida una supuesta prohibición de Edward para que siguiera frecuentando a su hija, abandonó Amherst a finales de 1849 para nunca más regresar.
El encanto que Newton provocó en Emily Dickinson vino de la mano de la literatura. Obsequió a Emily un ejemplar de los Poemas de Emerson y una vez lejos le escribió apasionadas cartas donde, en forma velada, intentaba prepararla para su muerte inminente (tenía tuberculosis en la fase terminal).
Mientras Emily luchaba con la elaboración del duelo que había desatado en ella la muerte de Newton, conoció en Filadelfia en mayo de 1854 al reverendo Charles Wadsworth, a la sazón pastor de la Iglesia Presbiteriana de Arch Street. Wadsworth tenía 40 años y estaba felizmente casado, pero igualmente causó una profunda impresión en la joven poeta de 23: «Él fue el átomo a quien preferí entre toda la arcilla de que están hechos los hombres; él era una oscura joya, nacida de las aguas tormentosas y extraviada en alguna cresta baja».
El pastor murió el 1 de abril de 1882. En otoño de ese mismo año ella escribió: «Agosto me ha dado las cosas más importantes; abril me ha robado la mayoría de ellas». Al pie del texto se lee la siguiente y angustiosa pregunta: «¿Es Dios enemigo del amor?».
Al cumplirse el primer año de la muerte de Wadsworth escribió: «Toda otra sorpresa a la larga se vuelve monótona, pero la muerte del hombre amado llena todos los momentos y el ahora. El amor no tiene para mí más que una fecha: 1 de abril, ayer, hoy y siempre». Ella nunca lo olvidó.
En 1869 Dickinson se enteró de que Wadsworth estaba de regreso en Filadelfia, y comenzó a escribirle cartas. Pero pasaron veinte años antes de que volvieran a verse. Una tarde del verano de 1880, Wadsworth golpeó a la puerta de la casa de los Dickinson. Lavinia abrió y llamó a Emily a la puerta. Al ver a su amado, se produjo el siguiente diálogo, perfectamente documentado por Wicher. Emily le dijo: «¿Por qué no me ha avisado de que venía, a fin de prepararme para su visita?», a lo que el reverendo respondió «Es que yo mismo no lo sabía. Me bajé del púlpito y me metí en el tren». Ella le preguntó, refiriéndose al trayecto entre Filadelfia y Amherst: «¿Y cuánto ha tardado?». «Veinte años», susurró el presbítero. Murió dos años después, cuando Emily tenía 51 años.
Tras las muertes de Newton y Wadsworth, la vida de Emily Dickinson quedó totalmente vacía y su único camino para evitar la muerte, según su principal biógrafo ya mencionado, consistió en la poesía. Recrudeció entonces la tenaz negativa a la publicación de sus poemas y comenzó a dejar de salir de la casa de su padre, y con frecuencia, siquiera de su propia habitación.
Toda su vida estuvo poblada de lecturas religiosas; sin embargo, el segundo texto que más leyó Emily Dickinson fue el periódico, y posteriormente diario, The Springfield Republican, dirigido por Samuel Bowles y el doctor Holland.
En ese diario se publicaban fragmentos escogidos de Washington Irving, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe, entre otros. Muchos de estos textos eran humorísticos.
Emily Dickinson aludió en muchas oportunidades a los «festines» que se daba con escritores, novelistas y poetas de diversas procedencias, principalmente ingleses y estadounidenses contemporáneos o primitivos.
Según sus propias palabras, disfrutaba especialmente de Alfred Tennyson, Samuel Taylor Coleridge, Nathaniel Hawthorne, Washington Irving Charles Dickens Bulwer-Lytton, y los poetas John Keats y Robert Browning.
Adoraba en particular a la esposa de este último, Elizabeth Barrett Browning, y solía leer traducciones al idioma inglés de la francesa George Sand. También le agradaban Charlotte Brontë y su hermana Emily Brontë. De esta última le interesaban sus poesías.
El único autor de quien reconoció haber leído las obras completas fue William Shakespeare. Cuando perdió la vista casi por completo, alrededor de 1864 y 1865, escribió que dudaba si, después de haber leído todas las obras de teatro del gran dramaturgo, seguiría siendo necesario poder leer a otros autores.
Dijo que Keats era uno de sus poetas favoritos e hizo tres referencias a William Wordsworth y dos a Lord Byron.
Resulta difícil decir si alguno de estos autores tuvo efecto en su poesía, que es un producto completamente original y, fuera de toda cuestión, profundamente personal. Su estilo es intransmisible y, por lo tanto, ni imitado, ni posible de imitar.
Los únicos tres poemas que se publicaron en vida de la autora fueron A Valentine, The Snake y Success. Todo el resto de sus innumerables trabajos (casi 1800 poemas) se publicó después de su muerte.
La poesía de Emily Dickinson es única, tiene un estilo inimitable y no puede ser confundida con la de ningún otro poeta del mundo; sin embargo, por su importancia y trascendencia en las letras de habla inglesa se la ha comparado con los siguientes poetas: Edgar Allan Poe, Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman, Robert Frost, Robert Browning, William Wordsworth, John Keats.
El poeta español y ganador del Premio Nobel de Literatura, Juan Ramón Jiménez, fue el primero en apreciar y difundir versos de esta autora en España. En su obra Diario de un poeta recién casado (1916), traduce e incorpora en su poema CCXVIII, los poemas 674, 1687 y 308 de la autora.
Emily Dickinson murió el 15 de mayo de 1886.
BIBLIOGRAFÍA:
Extracto de Wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Emily_Dickinson) y el comienzo, del prólogo del libro Antología bilingüe escrito por Amalia Rodríguez Monroy.
POEMAS
280
Sentí un Funeral en el Cerebro,
Acompañantes que iban y venían
Pasos-pasos tan sonoros-que era
Como si taladraran el Sentido-
Y cuando ya todos estuvieron sentados,
La Ceremonia, como un Tambor-
Sonaba-y sonaba-hasta que me pareció
Que la Mente se entumecía-
Oí entonces cómo levantaban la Caja
Y el crujido que atravesaba mi Alma
Con esas Botas de Plomo, otra vez,
Luego el Espacio-comenzó a tocar a muerto,
Y todos los Cielos eran una Campana,
Y la Existencia, era sólo un Oído,
Y yo, y el Silencio, alguna Raza extraña
Náufraga, solitaria, aquí-
Y luego a la Razón se le partió una Tabla,
Y yo caí, y caí-
hasta tocar un Mundo, en el descenso,
Y llegué al Final de todo conocimiento -entonces-
288
¡Yo soy Nadie! ¿Quién eres tú?
¿Eres-Nadie-también?
¡Ya somos dos, entonces!
¡No digas nada! ¡Nos desterrarían-ya sabes!
Ser-Alguien-¡Qué funesto!
¡Qué vulgar!-como una Rana-
¡Cantándole tu nombre-día tras día-
A la primera Charca que te admire!
294
Los Condenados-ven en el Alba
Encanto diferente-
Pues-cuando vuelva a mostrar su luz, en otra parte,
Dudan poderla contemplar-
El Hombre-que ha de morir-mañana-
Quiere escuchar el canto del Ave en la Pradera-
Y es que su Melodía dirige el Hacha
Que pide su cabeza-
¡Dichoso-aquel para quien el Alba
Precede enamorada-al Día-
Dichoso-aquel para quien el Ave en la Pradera
es todo menos Elegía!
303
El Alma elige su propia Compañía-
Después-cierra la Puerta-
A su divina Mayoría-
Ausente ya-
Impasible-ve a las Carrozas-detenerse-
Ante su humilde Puerta-
Impasible-así un Emperador se arrodille
Sobre la Estera-
La he visto-entre numerosa grey-
Escoger sólo a Uno-
Y cerrar-luego-la Válvula de su atención
Como una Piedra-
305
La diferencia entre la Desesperación
Y el Miedo-es como la que
Separa el instante del Naufragio-
De un después en que el Naufragio ha sido-
La Mente está tranquila-Inmóvil-
Resignada como el Ojo
Bajo la Frente de un Busto-
Que sabe-que no puede ver-
315
Juguetea con tu Alma
Como un pianista con las Teclas
Antes de Arrancarse con una Melodía-
Te asombra poco a poco-
Prepara tu Naturaleza frágil
para el sonar Etéreo de Trompeta
Con Armonías más suaves-escuchadas de lejos-
Luego más cerca-Y después tan lentas
Que la Respiración tiene tiempo de recuperarse-
El Cerebro-de esponjarse y Templarse-
Asesta-un Único-imperioso-Trueno-
Que escalpa tu Alma desnuda-
Cuando los Vientos apresan los Bosques con sus Garras-
El Universo-queda inmóvil-
449
Morí por la Belleza-pero apenas
En la Tumba yacía
Cuando a Uno que murió por la Verdad dejaron
En la Estancia contigua-
Me preguntó en voz baja la causa de mi muerte.
“Por la Belleza”, dije-
“Y yo-por la Verdad-las Dos son Una sola-
Somos Hermanos”, dijo-
Así, como Allegados que de Noche se encuentran-
Hablamos a través de los Muros-
Hasta que el Musgo hubo alcanzado nuestros labios-
Y cubierto-nuestros nombres-
510
No era la Muerte, pues yo seguía erguida,
Y todos los muertos, permanecen tendidos-
No era la Noche, pues todas las Campanas
Sacaban la Lengua, al Mediodía.
No era Escarcha, pues en mi Carne
Sentí que me invadían -los Sirocos-
Ni Fuego -pues con mis pies de Mármol
Podía refrescar un Presbiterio-
Y sin embargo, tenía el mismo sabor,
Las Figuras que he visto
En fila, como para su Entierro,
Me recordaban el mío-
Como si mi vida estuviera recortada,
Encajada en un marco,
Y no pudiera respirar sin una llave,
Y era como la Noche, igual-
Cuando todo lo que estaba vivo -se detiene
Y el Espacio mira con insistencia alrededor-
O los hielos Inertes -en las primeras mañanas del Otoño,
Repelen el Latido de la Tierra-
Pero, tan cerca del Caos -Imparable-ausente-
Sin Salvación, ni Mástil-
Sin siquiera Noticias de la Tierra-
Que justifiquen -la Desesperación.
539
El Reino de quienes se Salvaron
Habría de ser el Arte-de Salvar-
Mediante el Oficio en ellos aprendido-
La Ciencia de la Sepultura
No hay Hombre que pueda comprenderla
Si no es Aquel que ha padecido
La Disolución-del propio Ser-
Ese hombre-estará autorizado
Para autorizar la Desesperanza
De Aquellos que cuando empiezan a desfallecer-
Confunden la Derrota con la Muerte-Una y Otra vez-
Hasta aclimatarse-a ella-
547
He visto a un Ojo Moribundo
Recorrer una y otra vez la Habitación-
En busca de Algo -parecía-
Que luego más Nublado se tornaba-
Después -denso como la Niebla-
Y luego -quedar soldado en la negrura
Sin desvelar qué pudiera ser
Lo que era bendición el contemplar-
556
El Cerebro, sin salirse del Surco
Corre firme-y verdadero-
Pero sólo con que una Esquirla se desvíe-
Te sería más fácil-
Devolver a su cauce una Corriente-
Después que la Inundación separara Montañas-
Arrastrara ella Sola Carreteras-
Y pisoteara todas las Fábricas-
609
Lejos de casa estuve muchos Años
Y ante la Puerta ahora
A entrar yo no me atrevo, no sea que un Rostro
Que nunca había visto
Me mire imperturbable
Y me pregunte Qué hago allí-
“Busco sólo una Vida que dejé”
“Seguirá por aquí?”
Me apoyé en el Temor-
Me detuve en el Antes-
El Segundo avanzó como un océano
Y rompió en mi oído-
Solté una sonora Carcajada
Tenerle miedo a una Puerta
Yo que la Consternación había conocido
Y jamás retrocedí.
Ajusté mi Mano
Al Picaporte, con vacilante esmero
No fuera que la temible Puerta se abriera de golpe
Dejándome en el Suelo-
Luego retiré los Dedos
Con el mismo cuidado que si fueran Cristal
Me tapé los oídos, y al igual que un Ladrón
Huí jadeante de la Casa-
613
Encerrada me tienen en la Prosa-
como cuando era Niña
Y me metían en el Armario-
Porque me querían “quieta”-
¡Quieta! Si se hubieran asomado-
A mi cerebro, hubieran visto -tanto movimiento-
Más les valdría haber condenado a un Pájaro
por Alta Traición -al Calabozo-
Él no tendría más que desearlo
Y con el mismo esfuerzo que una Estrella
Burlarse de la Cautividad-
Y reírse -Igual que río Yo-
642
Yo de Mí misma -desterrarme-
Si el Don tuviera-
Inexpugnable mi Fortaleza
A Todo Corazón-
Mas puesto que a Mí misma -asalto-
¿Cómo hallar paz
Si no es sometiendo
A la Conciencia?
Y, puesto que Monarcas somos mutuos,
¿Cómo lograrlo
Si no es Abdicando-
Yo-De Mí?
875
Iba pasando de una Tabla a Otra
De manera cautelosa y lenta
Las Estrellas sobre a mi Cabeza sentía
Junto a mis Pies el Mar.
No sabía si el siguiente
Sería mi último paso-
Eso me otorgó ese Porte precario
Que algunos llaman Experiencia.
928
El Corazón tiene Orillas estrechas
Se mide como el Mar
En poderoso –incesante Bajo
Y Azul Monotonía
Hasta que el Huracán irrumpe cortante
Y al discernir el Corazón
Su Espacio insuficiente
Aprende conmocionado
Que la Calma es sólo un Muro
de Gasa siempre intacta
Y Empujado un leve instante se derrumba
Cuestionado –se disuelve.
937
En la Mente sentí una Hendidura-
Como si el Cerebro se me hubiera partido-
Traté de componerlo-Costura con Costura-
Pero no conseguí que coincidieran.
El pensamiento de detrás, intenté unir
Al pensamiento de delante-
Pero la Secuencia se deshacía Desviada
Como Balones-rodando por el Suelo.
1031
La Fatalidad le mató, pero Él no cayó-
Ella le derribó –Él no se derrumbó-
Le empaló en Sus estacas más feroces-
Él las neutralizó-
Ella le aguijoneó –minó Su firme Ataque-
Pero cuando lo Peor hubo acabado
Y Él –impasible La miró-
Ella reconoció que Él era un hombre.
1062
Lo examinó –vacilante-
Soltó el Lazo
Con todo Pasado o Tiempo-
Aferrado indefenso a un sentido como
Si la mente estuviera ya ciega-
A tientas buscó en lo alto, por si Dios allí se hallara-
A tientas volvió hacia Sí-
Acarició distraído el Gatillo
Y salió para siempre de la Vida
1078
El ajetreo de una Casa
La Mañana después de una Muerte
Es la más solemne de las tareas
Desempeñadas en la Tierra-
Barrer el Corazón
Y poner a recaudo el Amor
Que no vamos a volver a usar
Hasta la Eternidad.
1100
La última Noche que Ella estuvo con vida
Fue una Noche Corriente
De no ser por la Muerte-esto hizo
para Nosotros distinta a la Naturaleza
En las cosas más nimias reparamos-
Cosas que antes pasábamos por alto
Con la luz poderosa de la Mente
Adquirían relieve-de diría.
Al entrar o salir
de su Estancia última a las Habitaciones
Ocupadas por Los que estarían vivos
Mañana, una Culpa
De que Otros pudieran existir
Mientras Ella había de acabar
Una Envidia de Ella despertó
Casi infinita-
Nosotros aguardamos mientras ella se iba-
Fue un lapso muy breve-
El alma demasiado Agitada para hablar
Hasta que nos dieron la noticia.
1129
Decid toda la Verdad pero al sesgo-
El Éxito en el Rodeo radica
Demasiado brillante para la debilidad de nuestro Goce
La sorpresa soberbia que contiene
Como el relámpago a los Niños se suaviza
Con dulce explicación
La Verdad ha de deslumbrar muy poco a poco
o ciegos dejará a todos los Hombres-
1593
Se desató un Viento con fuerza de Corneta-
Hacía temblar la Hierba
Y un Verde Escalofrío sacudió al Calor
A su paso ominoso
Atrancamos Ventanas y Puertas
Cual si fuera un Fantasma Esmeralda-
La eléctrica Serpiente del Destino
Pasó en ese instante mismo-
Sobre una extraña Turba de jadeante Arboleda
Y los Cercados salieron volando
Y los Ríos que bordeaban las Casas
Miraron a los que ahí vivían-ese Día-
La Campana en su torre enardecida
Pregonaba rauda la noticia-
¡Es tanto lo que puede venir
Y tanto lo que puede perderse,
Y aún el Mundo permanece!
419
Nos acostumbramos a la Oscuridad-
Cuando se apaga la Luz-
Como cuando la Vecina sostiene la Lámpara
Para presenciar la Despedida-
Hay un momento-el Paso es titubeante
Por la novedad de la Noche-
Después-acostumbrados los Ojos a la Oscuridad-
Afrontamos el Camino-con firmeza-
Y así es en las más densas-Oscuridades-
Esas Noches de la Mente-
Cuando no hay Luna que nos dé un signo-
O Estrella-que salte-de ahí dentro-
Los más Valientes-avanzan a tientas-
Y a veces se dan contra un Árbol
Directamente en la Frente-
Pero a medida que aprenden a ver-
O bien la Oscuridad se altera-
O algo en la vista
Se adapta a la Noche cerrada-
Y la Vida camina casi recta.