
BADR SHAKIR AL SAYYAB
BIOGRAFÍA
Badr Shakir Al Sayyab – 1926 – 1964
Fue un destacado poeta iraquí, bien conocido en todo el Mundo árabe y uno de los mas influyentes poetas árabe de todos los tiempos. Sus obras han sido traducidas a más de 10 idiomas, incluyendo inglés, persa, somalí y Urdu.
El SUR DE IRAQ da cobijo a la pequeña aldea de Yaykur, inmortalizada junto al riachuelo que la riega, Buwayb, en el mundo poético de al-Sayyab. Aquí juncos, espesos palmerales poblados de risueños pájaros y noches estrelladas radiantes con una luna llena que ilumina los pequeños y ondulantes ríos repletos de conchas, se entrelazan para dar fisonomía al pantanoso vergel de Satt al Arab donde al unísono terminan su viaje por las áridas tierras el Tigris y el Eúfrates después de regar mitos y leyendas, de abrir surcos en las milenarias civilizaciones mesopotámicas.
Nace el 24 de diciembre Badr Shakir Al Sayyab en esa aldea llamada Yaykur, al sur de Iraq en el año 1926, año en el que se determina la frontera con Turquía, cerca de la caída y posterior división del Imperio Turco entre las fuerzas aliadas al término de la Primera Guerra Mundial. Como resultado de este reparto, Iraq queda bajo influencia británica, cuya administración instaura en 1921 un régimen supeditado a sus intereses económicos sobre la zona del Golfo Pérsico: la monarquía. Esta institución, asentada en las anquilosadas estructuras otomanas, frena el progreso de una sociedad abierta a la modernización que no tarda en percibir el fraude de su aparente independencia y ve cómo sigue viviendo sometida al feudalismo rural y privada de los derechos básicos, llegando incluso desesperados a empuñar las armas en sangrientos levantamientos reprimidos con crueldad.
Badr, el mayor de tres hermanos, vive muy apegado a su madre Karima que muere a consecuencia del parto de una niña que no sobrevive. El padre, un pastor y cultivador de dátiles, decide casarse de nuevo y abandona la aldea, dejando los niños al cuidado de su abuelo. Su carácter comienza a manifestarse como el de un niño serio e introvertido, responsable y muy sensible, tanto física como espiritualmente.

Desde Yaykur acude diariamente a varias aldeas cercanas para recibir la educación básica iniciándose en la literatura. La llamada de la poesía como un destello de autoafirmación se percibe cuando se traslada a Basora en compañía de su abuela materna para realizar sus estudios secundarios.
Sus poemas de adolescencia han pervivido recogidos en el poemario Al Bawakir, algunos de corte romántico como “A la orilla del río” y otros de tono elegíaco como “Los mártires de la libertad” en el que manifiesta su sentimiento antibritánico.
Al terminar los estudios en Basora se dirige solo a Bagdad para ingresar en 1944 en la Escuela Superior de Magisterio y cursar la rama de Lengua y Literatura Árabes. En Bagdad desarrolla las dos cualidades que marcan su personalidad, que ya se vislumbraban desde su infancia y adolescencia: su ideología de compromiso social y su postura poética.
Conocedor de la opresión en la que viven las clases más bajas tanto en el área rural como en la urbana, y llevado por sus deseos de transformar la sociedad, se integra en las filas del partido comunista iraquí como miembro activo siguiendo los pasos marcados por el modelo soviético que es secundado con entusiasmo por las juventudes de los países árabes. Se convierte en portavoz de propaganda con su poesía y en representante de los estudiantes de su Escuela. Dirige y organiza huelgas contra la administración política de la Escuela y manifestaciones donde, además de pedir la reforma de las instituciones, se exige la retirada de las tropas británicas de Iraq y una intervención internacional ante los masivos asentamientos judíos en Palestina.
Debido a su continua actividad revolucionaria es encarcelado repetidas veces y finalmente expulsado en 1946 de la Escuela. Cuando es readmitido un curso más tarde, cambia de especialidad y en 1948 se gradúa por Lengua y Literatura inglesa.
De forma paralela contacta con diversos círculos literarios iraquíes centrados en una línea poética renovadora en tema, forma y estilo, que le permite adquirir la originalidad característica propia de su obra. Pertenece a una generación de intelectuales cercana al pensamiento liberal de Occidente, activamente comprometida con la realidad de su país. Al plasmar los problemas de la nueva sociedad, estos poetas toman conciencia del gran freno expresivo que supone la tradicional estructura de la poesía árabe, mantenida desde épocas preislámicas como tabú y particularmente arraigada en Iraq, la casida, que después de disfrutar del esplendor de los periodos omeya y abbasí, vive sumergida en un profundo letargo hasta resurgir con nuevo brillo a finales del siglo XIX.
La casida ata al poeta a lo largo de todo el poema a un solo metro y a una sola rima, a una dicción ya caduca y a unas oscuras imágenes sin permitirle expresar libremente las inquietudes de las nuevas sociedades inmersas en un vertiginoso remolino de corrientes. Tanto los poetas del movimiento neoclásico como los románticos y posteriormente los simbolistas vieron cómo la casida limitaba su expresión. A pesar de que sus constantes intentos por adaptarla no germinaron en un auténtico movimiento de innovación poética en cuanto a tema y forma, sus experimentos en forma y su ampliación temática fueron muy valiosos para que surgiera y se asentara con éxito una tendencia que transformaría esta realidad, el movimiento del Verso Libre. El verso libre, al reajustar y adaptar las formas arcaicas de la casida que asfixiaban la libertad de expresión del comprometido poeta moderno, realiza una revolución primeramente visible a nivel prosódico. Así establece como unidad métrica el pie frente al verso de múltiples pies; elimina tanto la monorrima como la separación del verso en dos hemistiquios incorporando nuevas formas rítmicas de gran perfección musical. Conceptúa además el poema como un ente único, sin separación posible entre forma y fondo.

Al-Sayyab será responsable de la divulgación del verso libre como medio de expresión de las nuevas sociedades árabes ante las nuevas necesidades psicológicas.
Sin dejar de escribir poemas de propaganda para el partido comunista, inicia su andadura por el verso libre y en 1946 fecha su primer poema plenamente integrado dentro de esta corriente: “¿Era amor?” de contenido romántico. La publicación de su primer libro de poemas Flores marchitas (1947) muestra a un romántico de ideología revolucionaria marxista, línea mantenida en Leyendas (1950) cuyos poemas se someten en su mayoría al verso libre. Posteriormente se publica una selección revisada de ambos libros titulada: Flores y Leyendas (1963) donde se mezclan poemas escritos siguiendo la tradicional casida con otros en verso libre. Ambos divanes apoyan la expresión de ideas en la asociación psicológica donde los pensamientos de la consciencia se mezclan con el inconsciente y los deseos con los recuerdos. Cuando el poema atiende a la normativa de la casida se observa que la rigidez de ésta limita el fluir y ordena el tema, y cuando escribe el Verso Libre no aparece ninguna estructura que frene la inspiración poética.
Al Sayyab ejerce como profesor de inglés durante el curso 1948-49 en un instituto de provincias. Sin embargo, a principios de 1949 es suspendido de su actividad docente debido a su ideología comunista. Expulsado de la enseñanza debido a sus opiniones políticas, luego encontró empleo como catador, trabajando para el Compañía de fecha iraquí en Basora. Sin embargo, pronto regresó a Bagdad, donde trabajó como guardia de seguridad para una empresa de pavimentación de carreteras. Participó activamente en la Intifada iraquí de 1952, en la que se unió a sus compañeros de trabajo para saquear las oficinas del Servicio de Información de Estados Unidos, se subió a un poste de electricidad y declamó un poema revolucionario que había compuesto la noche anterior. El gobierno instituyó una campaña de represión contra los simpatizantes comunistas a raíz del levantamiento y Sayyab temió que lo arrestaran. Decidió huir del país, obtuvo un pasaporte iraní falso con el nombre falso de Ali Artink y escapó por la frontera con Irán. Desde Abadan navegó a Kuwait en 1953. Este viaje fue el tema de su poema ‘An Escape’ (Farar). Trabajó durante un tiempo en la Kuwait Electricity Company, pero en 1954 regresó a Irak y rompió todos sus vínculos con el partido Comunista. Por lo tanto, se le permitió volver a trabajar en el servicio público iraquí y se le asignó un puesto en la Dirección General de Importación y Exportación. Sin embargo, después de la Revolución del 14 de julio, escribió poesía en la que criticaba al nuevo jefe de Estado Abd al-Karim Qasim y, por lo tanto, fue destituido de su cargo una vez más en abril de 1959. Después de la masacre de Kirkuk se volvió abiertamente anticomunista y publicó una serie de ensayos llamados ‘Kuntu shiyū’iyyan’ (‘Yo era comunista’). En 1957, el poeta sirio Adunis y el poeta libanés Yusuf al-Khal comenzaron a publicar una nueva revista, Majallat Shi’r (‘Revista de poesía’) en Beirut. Sayyab comenzó a escribir para él y esto lo puso en contacto con otros escritores de su círculo, incluidos Ounsi el-Hajj y Khalil Hawi. En 1960, Sayyab visitó Beirut para publicar una colección de su poesía y ganó el primer premio (1000 libras libanesas) en un concurso dirigido por Majallat Shi’r por su colección Onshudat al-Matar (La canción de la lluvia), que más tarde se convertiría en una de sus obras más aclamadas.
Se vuelca en una intensa producción poética que presenta una importante innovación de cara a la estructura y unicidad en tema-forma con la incorporación del mito, un armazón que frenará y organizará el devenir de ideas, visible incluso en sus poemas más largos. Se integra poco a poco en el grupo poético tammuzí al usar con gran frecuencia los rituales de la fertilidad como la base temática de esta época.
La transición hacia un prisma realista y una estética acorde a su visión se inicia con el poema “El enterrador” (1952) donde expresa la degradación social, la injusticia económica de las clases sometidas usando el método eliotiano de abordar el tema central a través de la evocación imaginaria de las emociones.

En su búsqueda de la modernidad poética, como Eliot, no hay lugar para la ruptura con la tradición ni con el pasado sino su renovación y posterior transformación en una fuente de creación e inspiración rebosante de vivas y frescas imágenes sensoriales y mentales.
De Eliot provienen también un extenso vocabulario y variadas imágenes. Las diferencias entre ambos van más allá, la visión poética eliotiana asomada a la tragedia cultural y espiritual se muestra desde un encuadre religioso pero Al Sayyab, siendo un revolucionario que no puede limitarse a contemplar cómo se desmorona la sociedad árabe sin tomar partido e instar a un levantamiento que origine una sociedad de igualdad y fraternidad, la desarrolla desde las condiciones concretas de la sociedad.
Casado desde 1955 con Iqbal, en 1960 dedica un poema a uno de sus dos hijos “Bravo Gaylán”. Su situación económica por esta época es muy precaria y además tiene la responsabilidad familiar. Debido a sus cambiantes posturas políticas, se ve incapaz de retener trabajos bien remunerados. Por otra parte, al escribir como columnista literario en nuevas publicaciones de ideologías nacionalistas y participar en congresos de dudosa financiación, va perdiendo admiradores y credibilidad en sus afirmaciones y tendencias.

Al regresar a Irak, Sayyab obtuvo un trabajo en la Autoridad Portuaria de Irak y se mudó a Basora. Sin embargo, fue detenido de nuevo el 4 de febrero de 1961 y estuvo detenido hasta el 20 de febrero. Para entonces, su postura política y su creciente fama literaria lo habían llamado la atención del Congreso por la Libertad Cultural, que lo invitó a asistir a una conferencia titulada “El escritor árabe y el mundo moderno” en Roma. Sin embargo, ese mismo año, su salud comenzó a deteriorarse. En abril de 1962 fue admitido en el American University Hospital en Beirut, y sus amigos literarios, incluido Yusuf Al-Khal, pagaron sus honorarios. A su regreso a Basora en septiembre de 1962, el Congreso para la Libertad Cultural le brindó asistencia financiera continua y organizó su viaje a Londres para buscar consejo médico. A fines de 1962, Sayyab viajó al Reino Unido. El profesor Albert Hourani había logrado otorgarle una beca en la Universidad de Durham y también pensó en inscribirse como estudiante en la Universidad de Oxford para realizar un doctorado, pero no pudo hacerlo. Ingresado en el St Mary’s Hospital de Londres, su enfermedad fue finalmente diagnosticada como esclerosis lateral amiotrófica. Desde Londres se fue a París durante una semana en marzo de 1963, donde se confirmó su diagnóstico.
Indagó todos los rayos de esperanza y siempre detrás, su poesía, testigo de su desesperada lucha, tan pronto radiante de luz como embargada por tenebrosas oscuridades.
Sus últimos poemarios El templo sumergido (1962) y La casa de los esclavos (1963) son testigos de su lenta agonía, de sus dudas ante la muerte, de su incertidumbre hacia la vida. Desesperanzado, abatido y entregado a su destino, regresa en 1963 a Iraq. Con los dolores de la parálisis afectando a todo su cuerpo, entre los momentos de delirio e inconsciencia halla respiro y consuelo en su desgarradora poesía de límpidas y sencillas imágenes.
Trasladado a Kuwait durante el verano de 1964 al agravarse su estado, muere el 24 de diciembre. Al día siguiente es enterrado en Basora, el mismo día que se publica su último diván Las celosías de la hija del marqués.
Una recopilación de sus últimos poemas junto a otros de su adolescencia se publican con carácter póstumo en 1965 bajo el titulo de Iqbal.
Carolina Fraile Conde ha realizado un trabajo muy importante traduciendo y presentándonos a ese poeta.
POEMAS
EL RÍO Y LA MUERTE
1
Buwayb…
Buwayb…
Campanas de una torre que se pierde en el fondo del mar.
El agua en las jarras, el ocaso en los árboles,
vierten las jarras campanas de lluvia,
su cristal se funde en un gemido
“Buwayb…Buwayb”
Se oscurece en mi sangre la nostalgia
por ti, ¡oh, Buwayb!
¡Oh, mi río triste como la lluvia!
Desearía correr en las tinieblas,
apretar mis puños que llevan los deseos de un año
en cada dedo como si yo llevara ofrendas
hacia ti de trigo y flor.
Desearía dominar las cimas de las colinas
para ver la luna
cómo penetra entre tus orillas, esparce sombras
y llena los cestos
de agua, peces y flores.
Quisiera adentrarme en ti, perseguir la luna,
oír a los guijarros tintinear a tu paso en la quietud
con el piar de miles de pájaros sobre los árboles.
¿Bosque de lágrimas eres tú o río?
Los peces velan, ¿duermen al alba?
Y estas estrellas, ¿siguen esperando
alimentar con seda a miles de agujas?
Y tú Buwayb…
Quisiera ahogarme en ti, recoger madreperlas
para levantar con ellas una casa
que iluminase junto al verdor de las aguas y los árboles
la luz que derraman las estrellas y la luna,
mientras inmerso en ti voy al alba con la baja mar hacia el mar.
Pues la muerte es un mundo misterioso que seduce a los pequeños,
y su puerta oculta está en ti, Buwayb.
2
¡Buwayb… Buwayb!
Veinte años pasaron, como siglos cada año.
Hoy, cuando envuelven las tinieblas
y reposo en el lecho sin dormir
y agudizo los sentidos: árbol al alba
lleno de ramas, pájaros y frutos alertas,
siento que la sangre y las lágrimas como la lluvia
las derrama el mundo triste:
campanas de muertos en mis venas estremecen al llanto,
se densa en mi sangre la nostalgia
por una bala cuyo hielo repentino atraviesa
las entrañas de mi pecho como si el infierno quemara mis huesos.
Quisiera correr a ayudar a los combatientes,
apretar mis puños, abofetear al destino.
Quisiera ahogarme en mi sangre hasta el abismo
para llevar la carga del mundo junto a la humanidad
y resucitar la vida. ¡Mi muerte es victoria!
Del poemario – El canto de la lluvia - 1960
EL BURDEL
¡BAGDAD? Es un gran burdel
(Los ojos de la cantante
son como un reloj que hace tic tac en la pared
en la sala de espera de la estación del tren)
¡Oh, cadáver tendido sobre el suelo
donde los gusanos son una ola de llamas y seda!
Bagdad es una pesadilla: (muerte podrida
Que el durmiente devora,
Su hora es días, sus días son años, el año es un yugo,
el año es una herida que hierve en el pensamiento)
Los ojos de los onagros entre ar-Rasaf y al Yasr
Son agujeros de balas que adornaron la cara de la luna.
Derrama la luna llena sobre Bagdad
por las cuencas de los ojos una cascada de cenizas:
las casas son una sola casa,
se prensan los caminos, todos ellos, cual hilos
en un puño rebelde
que los estira, los hilvana,
los transforma en un camino hacia el mediodía.
Las caras de todas las hermosas son la cara de Nahida
(mi amada, su saliva es miel,
mi pequeña, sus caderas son un monte,
sus pechos vasijas).
¿Estamos en Bagdad? Hechos de un barro
del que el alfarero moldea en una estatua
un mundo como los sueños de los locos,
en su abismo estremecido por multitud de miembros somos formas.
Ayer fue la fiesta, la fiesta de las flores:
se esparcen por las colinas los alimentos, los vinos,
el baile, las canciones,
el amor y las risas.
Más tarde cesa todo salvo unos pájaros
que recogen el grano, salvo sangre
con la que crece el campo, pájaros y ovejas,
salvo unos niños que dan vueltas alrededor de las llamas:
“La fiesta, ¿quién dijo que terminó nuestra fiesta?
¡Que llenen el mundo nuestras canciones!
La tierra sigue en fiesta, girando…”
Ayer fue la fiesta, la fiesta de las flores,
Hoy, ¿qué hacemos?
¿Sembrados o matamos?
¿Es esto Bagdad
o es Gomorra que
volvió y su regreso
fue muerte? Yo, entre el gemido de los grilletes
siento… ¿Qué? ¿El sonido de una noria
o el grito de la savia en las raíces?
Del poemario El canto de las lluvia 1960
EL LECTOR DE SANGRE
YO, OH ÓDILO que invades la entrada a los arcanos divinos,
ví que tu día se acercaba.
Estas nubes del crepúsculo,
la sangre arde por sus bordes y dispersa por los senderos
el ocaso de violetas, rosas, el color de las ropas de las victimas.
Brillan columnas sombrías y el asfalto con los jóvenes,
con las mujeres agitadas cual campo de trigo, y los tejados,
como si Babel les confiara restos de sus jardines.
¡Si hubiera una semilla de humanidad y yo oyera gritar:
“Este es llevado al Juicio Final”. Como si las venas del ocaso
se abrieran gritó, cual voz en llamas que llevara el viento
desde todos los valles del Infierno: ¡Ay!
Vi cómo a uno lo destruían asfixiándolo unos pechos
coléricos. Oí el tiritar de las victimas en las tumbas
y la sangre de las gestantes al beberla los fetos en sus tinieblas,
oí el eco de tus pisadas arrastrando débilmente hacia el fuego
los despojos de tu cuerpo. El infierno es cuchillos que
mellan por la tráquea de tu pecho la venganza de toda la sangre de los tiempos.
Comí con las victimas en fuentes de sangre,
bebí lo que dejó la boca consumida en la vasija,
olí las pieles que la lepra despellejó en mi abrigo,
sorbí el agua de los calcetines de los prisioneros en el aliento del aire.
Olí en el aire el humo de tu casa, a tus hijos calcinados,
la carne abrasada de tus hijos. De no haber tenido por costumbre quemarla,
no habrían probado los inocentes el tormento de otros inocentes.
Crecí con los hambrientos, con los millones de pobres,
conocí muchos secretos:
todos los temblores de los corazones, todos los colores de la oración,
la repugnancia de las pupilas ciegas
en la oscuridad de sus párpados la sangre buscaba la luz,
a las que llevan sus ofrendas a las tumbas de los amantes,
a las que encienden velas de múltiples lenguas que abofetean
los pedazos del pan, exprimen sangre de los senos hasta sangrarlos,
el gemido de las ciénagas, el cortejo de sus juncos,
el barro de las alas del mosquito como si sus habitaciones ahogados
respirasen desde el fondo y suplicasen al cielo
que salvase a los niños de ahogarse, la fiebre en el aire,
el tedio de las chozas bebiendo todas las lluvias del invierno
hasta saciarse. Por las cañas empapadas con cada gota de agua
hay llantos de un agonizante seducido que vomita con la medicina.
Los árboles cayeron sedientos, secos al mediodía,
se resquebrajaron sus hojas y sus copas pequeñas.
Como si el cementerio del mediodía
absorbiera la matriz de la vida para dar su zumo a los muertos.
Soy lector de sangre que no ves pero tú, tú descubres,
no osas mirarlo para, tal vez, librarte
de la constante sangre que salpica un fuego en tus párpados
por una lanza que repta por el sueño como si fuera tu corazón degollado.
Caín se fijó ayer en la sangre de su hermano.
Te atrapa el vértigo
ante la visión de la sangre que fluye, se detiene. El polvo,
cual boca de lactante, lleva temblores y sonrisas del nacido.
Temes que la profecía aplaste tus pupilas: “¿Es la muerte?”
Temes huir de ella como se dispersa una bandada de perdices.
Inquieto te estremeces hasta los cartílagos: “¿Es la muerte?”
Conocí cómo el hambre exprimía mi sangre y sorbía mi agua,
Supe lo que inquieta al desterrado. Casi cada boca de tras de mí
Aullaba: “aquí llega éste”. A punto estaba cada ojo que hallé
de iluminar mi nombre en su abismo, mi locura en las calles.
No pregunto a los transeúntes cerca o lejos
por su final, mi dolor y la nostalgia al ocaso.
Siento con temor en el eco de los que siguen mis pasos
las pisadas. Estoy a punto de ver una mirada sospechosa
cuando no una mano oprimiendo mi hombro, estoy a punto de verla.
¿Conoces eso? Conocerás un mundo en cuya linde
se apilan columnas sombrías, oyes gritar:
“Ese es llevado al Juicio Final” Como se arrojan a su muerte
los cuerpos de las tumbas, cual voz en llamas que llevara el viento
desde cada valle del infierno: ¡a…y!
Del poemario El canto de las lluvia 1960
ARDOR
Hasta cuando fundo tu pétreo cuerpo en mi fuego
y aparto de tus manos la nieve, quedan entre nuestros ojos
desiertos de nieves que vencen al viajero de la noche.
Se diría que me mirases entre nieblas y lunas,
se diría que desde que existimos esperásemos sin encontrarnos.
Pero esperar el amor es encontrar… ¿dónde está nuestro encuentro?
Se desgarró tu cuerpo desnudo…
se desgarró, bajo el techo de la noche, tu pecho entre mis dedos…
se desgarró todo por mi sed salvo velos
que ocultan lo que amo de ti.
Como si yo impregnase tu sangre de sal, queda sediento
quien desea beberla. ¿Dónde está tu pasión? ¿Dónde tu corazón desnudo?
Te cierro la puerta de la noche, abrazo la puerta
para besar mi sombra, mis recuerdos, algunos secretos…
Te busco en mi fuego
sin encontrarte, sin hallar tus cenizas en el ardiente infierno.
Agotaré todo mi ser en su infierno, todo lo que se oculta
y aparece.
Te quiero. ¡Mátame para poder sentirte!
Mata lo prohibido
con sangre abundante, con tu fuego… ¡Quémame sin fuego!
Beirut, 26-10-1961
Del poemario El templo sumergido 1962
LLÉVAME
Llévame a volar por los confines del cielo
en una nube sedienta de cantos, de risas.
Llévame. Las rocas de la desolación
atan mi espíritu al fondo de un mar
que no conoce el reposo.
Llévame a ser luz en tus tinieblas
y no me abandones a la noche de los desiertos.
Si no quieres ser para mi fuego
leña, sé mi incendio.
Si quieres liberarte de mis ataduras
no me dejes libre.
Llévame hasta tu pecho, oprimido
por las penas de los años.
Llévame. Triste vivo…
No me dejes en el camino, solo
vagando hacia lo desconocido.
Mis caminos eran hilos de nostalgia
de pasión, de amor
por mi hogar en Iraq,
sus ventanas iluminan la noche de mi corazón,
por mi esposa, albergue de mi felicidad,
mi firmamento,
sus astros trazan el camino, mi camino.
Al agitarlo los vientos del Simun
dispersan en hilos aquellos lejanos caminos,
sus Astros, todos, se tornan tizones
a los que me crucifican
se tornan clavos de mi ataúd,
y mis caminos se vuelven uno,
cuando lo sigo me lleva a ti
como pie que rige el poema.
¡Oh boca, mi corazón gime por ti!
Camino que me guía a ti.
No sabes cómo te anhelé ayer.
Sin cesar olía tu abrigo cual preso
de regreso al hogar
olisqueara las paredes.
Aquí está su pecho
su corazón palpita de deseo,
su pasión cosquillea
su pasión enciende una nube a la deriva
hacia la tierra del amado:
Humedecerá sus rincones
con la miel de su rocío.
Ayer te extrañé tanto.
Besé los puños de tu abrigo,
aquí están sus brazos,
aquí su axila, cueva de mi fantasía,
puerto de mi boca
al que vientos suplicantes arrastran,
al que la marea de una incesante
pasión hace rodar,
donde la pregunta titubea:
¿Me amas? ¿Te sonrojas?
¿Se agota tu desbordante pasión
quedando tan sólo la sonrisa del lamento?
¿Te compadeces de mí o de tu corazón
que se quiebra bajo la luz
alzada en la roca del orgullo?
El ladrar de los perros,
disperso entre murmullos de palmeras,
despierta en mi corazón viejos recuerdos
y ata los latidos de mi corazón
a la tierra de Iraq. Escucho: “Papá”
Mi amor se apaga,
el fuego de la pasión se enfría.
Recorro la senda con mis pasos sellada,
la luz se congeló en las ventanas de mi hogar:
De él salí y a él regresé.
Beirut 3-7-1962
Del poemario El templo sumergido 1962
LA LLAMADA DE LA MUERTE
Desde miles de tumbas estirando sus cuellos
me gritan: ¨Ven¨
Una llamada que desgarra las venas,
estremece los cartílagos,
dispersa ceniza sobre mi corazón:
¨Un crepúsculo ardiente habita
entre estas sombras.
Ven, abrásate hasta desaparecer”.
Mis abuelos, mis ancestros, cual espejismo
penetran el borde de mis párpados,
una chispa del fuego de la vida anhela destruirme.
Gailán pide: “Papá, ven
a caminar en la mañana”.
Desde la tumba mi madre me suplica:
“¡Hijo mío, abrázame!
El frío de la muerte habita mis venas.
Calienta mis huesos con el amor
que yo vestía tus brazos y tu pecho
y cobija la herida
mi herida, con tu corazón o tus pupilas
y no apartes tus pasos de mi caminar.”
Todo llama, todo grita a muerte, sin fin
otoño, invierno, ocaso, alba.
Sin fin es la noche al apagarse los relámpagos.
Sin fin es la muerte.
Más duradera y eterna que la vida.
Tumba, abre tus brazos…
Ya llego, sin ruido, sin queja.
Beirut 2-5-1962
Del poemario El templo sumergido 1962
GARCÍA LORCA
En su corazón hay una hoguera,
su fuego alimenta a los hambrientos,
el agua, por su calor, hierve.
Su diluvio purifica la tierra de maldades,
sus pupilas tejen una vela de llamas
uniendo con los husos de la lluvia
sus hilos, con unos ojos que chispean,
con los pechos de las madres al amamantar,
con cuchillos donde se derrama el sabor del fruto,
con los cuchillos de las matronas al cortar el cordón umbilical,
con los cuchillos de los invasores que muerden los rayos,
su vela húmeda como la luna,
su vela fuerte como las piedras,
su vela rápida cual mirada furtiva,
su vela verde cual primavera,
roja teñida de sangre,
se asemeja al barquito de un niño que al hacer pedazos el libro
llena con barquitos de papel el río.
Se diría que fuese la vela de Colón entre las olas.
Se diría que fuese el Hado.
El canto de la lluvia - 1960
HUIDA EN EL AÑO 1953
Una noche con arterias
de carbón y tierra de sepulcros,
su barro devoraba nuestros pies
persiguiendo al agua,
a una vela que rasgaban los truenos
sobre un barco sin luces,
en la otra orilla.. ¿parecía que Irak
decía : ¡Bienvenidos, hijos míos!?
Pero nosotros, míseros, no volveremos.
¡Ay! si tuviera un cigarro en mi boca,
si tuviera dinero… si un abrazo, caricias,
habría una hoja verde o un brote
en mi tierra ebria con la visión de un mañana.
Tenemos una cita con el mañana
a pesar de las tinieblas… ¡Oh, Irak!
Tras la orilla, entre palmeras, el campo
dormita en un sueño largo, largo,
allí bostezan sombras que fluyen
cual agua entre agua y verdor.
¡Ojalá mi tumba estuviera en una de sus colinas!
¡Ojalá no dejara de jugar en el campo de Yaykur
del que nunca se aparta la blanca y verde primavera!
La llanura se humedece, las colinas florecen.
Se apagan los sueños en mis pupilas
igual que un brasero de ceniza.
Un susurro cual espina se clava en mi frente
advirtiendo a los viajeros de la noche sobre corceles,
los cascos de los caballos son clavos de fuego
que pulverizan el féretro de las tinieblas y del día,
una noria vigila las vides de las márgenes,
el barro del miedo oprime los pies sangrantes
del fugitivo… se suceden las dificultades.
¿Huir de mi país? ¡Qué humillación!
Tiembla el agua, parte la nave
y sopla el viento desde poniente
mostrándome la senda…
llevando desde su tumba polvo de barro,
llevando a Yaykur hacia mi corazón.
¡Viento! ¡Viento!
En ti se encienden luces
de las noches de Yaykur,
iluminan la tiniebla de la nave
para que yo vea los ojos cual luceros
agolparse a mi alrededor,
para que los vea enternecerse.
Los astros de la orilla son grandes flores,
casi puedo ver sus tallos
esparcidos en el agua tocando el fondo,
el alba del verano recoge sus colores
cual si rostros de huríes se desvanecieran
llevando las penas de la pasión y la vida,
cual lirio de fuego y agua.
Basora 21-3-1962.
Del poemario El templo sumergido 1962
VIGILIA
Me desvelé, todo estaba alerta:
mis pies, la lámpara
mis papeles.
Soy el pasado al que cierran la puerta,
los pliegos son mi mañana
y el presente que resta.
Soy el mañana en la conciencia de la noche,
la noche le tiende mil alas
y levanta el vuelo huyendo entre tinieblas y llamas.
Escucho,
la oscuridad es el claxon de un coche
enviando a la prostituta el mensaje de amor,
indica a los borrachos que vengan, mil bares
enseñan los dientes, abren las piernas,
cortan el sueño del camino c
on el gemido del neón.
Escucho, la tiniebla es un silbato
y el caminar de un guardia…
Recordé el lánguido río de la aldea
fluyendo para vivir,
para morir, lo absorbe la marea,
se desnuda su escarpa de barro
para recibir al alba,
en su brillo lleva el caudal,
lleva una barca imaginada
con un pescador que tiende su red
y busca en el agua
las sendas de todos los peces
somnolientos y verdes.
Recordé los cementerios de los niños
asentados en cada falda,
allí duermen sin pechos ni mantillas
pequeños que por la cosecha del hambre y el mal
mamaron del único pecho
que los siglos no afligieron.
Durmieron al amparo de esa madre
bajo cuya protección
se igualan niños y cosas,
al amparo de la tierra y la tiniebla.
Velé la noche en Beirut, no entre bares,
cuevas del mundo civilizado bañado con luz.
Aquí los niños se apoyan en huesos
para ascender a un horizonte de éxtasis,
para descender a una lápida
bostezando su sombra y su crepúsculo
entre polvaredas,
entre manantiales de luces,
bostezando su sombra y su crepúsculo
entre escorpiones y felinos,
entre quien ilumina la tiniebla
y alcanza a Dios en Jerusalén y el Sinaí.
Me desvelé al resonar las imágenes de la muerte
en mis oídos cual temblor:
“Se derrumba el muro de los siglos,
se desploma al tocarlo mis manos,
mil Noés perecen, torno en tiniebla
el kohol de los ojos de mil Zulaykas.
Existo en la inmortalidad de Dios,
en su nombre certifico las muertes.
Sólo Él es intangible
frente a los caminos de las muertes”.
Aquí en cada muerte hay mil muertes:
en el abrazo, en los besos, en las copas,
cuando gira el disco llevando el brillo de la luz,
susurran con sonido tembloroso engañando a las almas,
y acarician la frente del marinero en la tempestad.
Me desvelé porque sé que un día
no besaré la mejilla del alba,
llegará liberando en cada nido
una melodía y unas alas
pero yo estaré en mi tumba.
Beirut 15-4-1962
EL CANTO DE LA LLUVIA
Tus ojos son dos bosques de palmeras al alba
o dos almenas de las que se va alejando la luna.
Tus ojos, cuando sonríen, echan hojas las vides
y bailan las luces… cual lunas en un río
que estremeciera el remo débilmente al alba.
Se diría que en sus profundidades brillaran las estrellas.
Se ahogan en nieblas de una tristeza transparente
como el mar sobre el cual la tarde extiende sus manos
llevando el calor del invierno, el temblor del otoño
la muerte, el nacimiento, la oscuridad, la luz.
Despiertan todo mi espíritu el temblor del llanto
y una embriaguez salvaje que abraza al cielo
como el delirio del niño cuando teme a la luna.
Se diría que el arco iris bebiera de las nubes
y gota a gota se fundiera en la lluvia…,
parlotearan los niños en los lechos de las vides
e hiciera cosquillas al silencio de los pájaros en los árboles
el canto de la lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
Bosteza la tarde y las nubes aún siguen
goteando sus pesadas lágrimas.
Al igual que un niño que balbucea antes de dormir
porque su madre, se despertó hace un año
y no la encontró, después de insistir
le dijeron: “mañana volverá…”
Sin duda volverá.
Aunque los amigos murmuren que ella está aquí
junto a la colina, durmiendo el sueño de las tumbas,
comiendo a puñados de su tierra, bebiendo la lluvia.
Al igual que un pescador triste recoge las redes,
maldice las aguas y el destino
y esparce la canción mientras se oculta la luna.
Lluvia…
Lluvia…
¿Sabes qué tristeza suscita la lluvia,
cómo sollozan los canales cuando se derrama,
qué perdido se siente el que está solo?
Sin fin, como la sangre derramada, como los hambrientos,
como el amor, como los niños, como los muertos, ¡es la lluvia!
Tus pupilas me rodean con la lluvia
y a través de las olas del golfo peinan los relámpagos
las costas de Iraq con estrellas y madreperlas
como si desearan la salida del sol
pero la noche extiende sobre ellas un manto de sangre.
Grito al Golfo: “¡Golfo,
tú, que das perlas, madreperlas y muerte!
Regresa el eco
como si gimiese:
“¡Golfo,
tú, que das madreperlas y muerte…!”
Casi puedo oír a Iraq atesorar truenos,
apilar relámpagos en las llanuras y los montes,
cuando arrancan su sello los hombres
y los vientos no dejan de Thamud “1”
un solo resto en el valle.
Casi puedo oír a las palmeras beber lluvia,
oír a las aldeas gemir, a los emigrantes
luchar con remos y velas
contra los temporales del golfo y los truenos cantando:
“Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
En Iraq hay hambre
y la época de la cosecha esparce los granos
para que se sacien los cuervos y las langostas
mientras pulveriza los graneros y las piedras
una muela que gira en los campos… A su alrededor,
hombres.
Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
¡Cuántas lágrimas derramamos la noche de la partida!
Después nos distrajimos por temor a hacernos reproches, con la lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
Desde que éramos pequeños, estaba el cielo
cubierto en invierno
y caía a cántaros la lluvia.
Cada año, cuando la tierra se cubría de hierba, sentíamos hambre,
no pasó un solo año en Iraq que no hubiese hambre.
Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
En cada gota de lluvia
hay un brote rojo o amarillo, de los jardines de las flores.
Cada lágrima de los hambrientos y los desnudos,
cada gota derramada de la sangre de los esclavos
es una sonrisa que espera una nueva boca
o un pezón que se sonrosa sobre la boca del nacido
en un mundo joven del mañana, ¡dador de vida!
Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
Se cubrirá de hierba Iraq con la lluvia…”
Grito al Golfo: “¡Golfo,
tú que das perlas, madreperlas y muerte!”
Regresa el eco
como si gimiese:
“¡Golfo,
tú, que das madreperlas y muerte…!”
Esparce el golfo parte de sus grandes tesoros
sobre las arenas: espuma de salobre, madreperlas,
fragmentos de huesos de un miserable ahogado
emigrante que sigue bebiendo la muerte
del fondo del golfo y de su abismo.
En Iraq mil víboras beben el néctar
de una flor que el Éufrates alimenta con rocío.
Oigo al eco
sonar en el golfo:
“Lluvia…
Lluvia…
Lluvia…
En cada gota de lluvia
hay un brote rojo o amarillo de los jardines de las flores.
Cada lágrima de los hambrientos y los desnudos,
cada gota derramada de la sangre de los esclavos
es una sonrisa esperando una nueva boca
o un pezón sonrosado sobre la boca de un niño
en el mundo joven del mañana, ¡dador de vida!
Y llueve a cántaros…
Del poemario El canto de la lluvia 1960
EL TESTAMENTO
Desde mi enfermedad,
desde el lecho blanco,
desde mi presente que se desploma
sobre su almohada y respira con agonía
absorbiendo por una botella
sus pálidas respiraciones,
desde el sueño
que me tiende el camino del cementerio
y la luna sumisa y las tinieblas…
escribo un testamento a mi esposa que espera
y a mi hijo que grita en sueños: “¡Papá, papá!”
Condensa en sus letras mi vida atormentada.
Si a Ulises ya de regreso a su lar
le hubieran ordenado los dioses rencorosos y destructores
que desplegara las velas
y se adentrase en sus mares
sin poder regresar a su hogar jamás,
no lo habrían inquietado el peligro ni los miedos
como estremecen a mi alma los temores dispersos.
Hoy el pudor acecha mi pensamiento:
temo que una pálida niebla
brote de mis sangres,
me envuelva sin poder ver nada
allá en la distancia.
Apenas si la veo,
corta mi humilde cuerpo un bisturí
como si cortara barro sin agua
y sólo siento un soplo de brisa elevarse
desde el borde de las cortinas en brumas
para que la tiniebla gotee. No oigo
sino truenos que retumban en las ruinas,
su eco se funde con el aire…
Temo una pálida niebla
Temo resbalar por el desmayo de la anestesia
a mares sin puerto
donde Simbad cuando llega no puede
volver a oír el laúd, a beber, a oler las flores,
su mañana es tiniebla
y su noche una roca negra.
Desde la agitada sombra de mi inconsciencia
hasta las tinieblas de la muerte
no hay salvo el movimiento del aire
desde un pulmón somnoliento hacia el exterior.
Temo sentir el bisturí cuando corta,
pido ayuda con una llamada silenciosa,
grito sin que nada conteste a mi aullido
salvo sangre derramada de la yugular.
Parece que despierto de mi drogado sueño
a un eco de imágenes, a la pequeña resurrección:
Azrael impone a cada muerto a su destino
Corre tras los sudarios deshilachados,
conduce nuestras multitudes lívidas hacia una isla
árida donde carcajea el hielo,
el aire silba por nuestros huesos y llora.
Si tras la muerte no hubiera un despertar
sería tiniebla vacía sin sensaciones ni sentimientos.
¿Acaso esta bondad y esta infelicidad
y el anhelo que talla la mente,
y la esperanza que engendra del salto de un pequeño
a mil Abu Zayd, hierve la espuma
de su roja caballería cual mediodía…
todo es para este final?
¿Es la muerte la meta de la vida?
¡Iqbal, mi amada esposa!
No me reproches,
la muerte no está en mis manos.
no soy, aunque me salvase, inmortal.
Sé para Gaylán placer y bondad
sé para él padre y madre,
apiádate de su lamento
enséñale a tener corazón humilde
por el huérfano y el pobre
enséñale…
La tiniebla del sopor,
sus pestañas tocan mis ojos extraños
en el país extraño, en mi lecho,
para aliviar la llama de mi pensamiento…
No te entristezcas si muero, ¿qué importa
que se quiebre la flauta
si su melodía sigue hasta mi mañana?
No te alejes
no te alejes
no…
Beirut 19-4-1962.
Del poemario El templo sumergido 1962
POEMA AL IRAQ REBELDE 1963
Los seguidores de Qasem lanzan fuego,
¡ay! contra la primavera.
Su maldita riqueza acumulada
se fundirá cual hielo para volverse
agua rebosando cada canal, para devolver
el brillo de vida en las ramas secas, retomarán
lo robado en el invierno de Qasem…
No todo está perdido
Iraq.
Iraq, casi veo por mares desbordados,
en cada curva, senda, camino o callejuela,
por puertos y caminos
las caras sonrientes gritar:
“Huyeron los tártaros.
Dios regresó a las mezquitas
al despuntar el alba
Nació el día sin ocaso”
Hafsa , bésame!
tu boca es una flor entre las llanuras
te vengó de los opresores
la mano de mi pueblo rebelado
se arrojó a un infierno el enemigo del pueblo
se alegraron los corazones
estaban aterrados,
no añoraban a un hermano allende las fronteras,
se iban consumiendo despacio.
Al declinar el poniente
elevaban a Dios su ruego:
“Sálvanos de Thamud,
de ese loco amante de lo rojo, las sangres
fluyen, las lenguas de las llamas se alargan,
le fascina destruir.
Quémalo con fuegos arrancados
cual infierno, desde el cielo,
derríbalo de un golpe con plomo.
Fantasma de la peste.”
Se apresura el doctor,
tal vez ya sepa curar mi cuerpo.
Se apresura el doctor
pregunta, “¿qué pasó en Iraq?
El ejército se rebeló, Qasem murió…”
¡Qué presagio de curación!
De alegría casi me levanto,
camino, corro ya sano.
Bravo… ¡qué liberación!
Bravo por el ejército del pueblo árabe
La cadena se rompió.
Mis hermanos en Dios, en sangre,
en arabismo, en esperanza,
alzaos! Se derribó a los tiranos.
La luz dispersó la noche.
Protegedla con una revolución árabe
que fulmine a los opresores.
Se desplomaron los tiranos
Porque Tammuz se despertó
al robar el mercenario su brillo.
¡Iraq renació!
Londres, Hospital de St. Mary 8-2-1963
TESTAMENTO DE UN AGONIZANTE
¡Silencio! Silencio de los cementerios en vuestras tristes calles.
Yo clamo, grito, me lamento y en el silencio oigo
la solemne nieve esparcida en la sombra
donde se repiten unos pasos solitarios cuyo eco se traga
la ciudad, como si una bestia de hierro y piedra
devorara la vida y no quedara vida desde la tarde hasta el día.
¿Dónde está Iraq? ¿Dónde está el sol de sus mañanas, transportado por un navío
sobre el agua del Tigris o del Buwayb? ¿Dónde están los ecos de los cantos
que palpitan cual alas de palomas sobre las espigas y las palmeras,
acudiendo desde cada casa al aire libre,
desde cada colina que cubren las flores de las llanuras?
Si muero, patria, no tengo mayor deseo que
una tumba en tus tristes cementerios, y si
me salvo, no quiero de la vida más que una choza en tu campo.
Por tus desiertos infinitos, para protegerte de las desgracias,
yo daría las calles y los barrios de Londres.
Tal vez muera mañana: el mal corta sin contemplaciones
la cuerda que ata a la vida
los escombros de mi cuerpo, como una casa
de muros desgastados por el viento y techo perforado por goteras.
Hermanos, dispersados desde el Sur hasta el Norte
por caminos, llanuras y altas montañas,
hijos de mi pueblo en aldeas y ciudades amadas,
no reneguéis de los dones de Iraq,
habéis habitado el mejor país, entre el verdor y el agua:
al sol, luz de Dios, lo inundan el verano y el invierno,
no lo olvidéis por otro.
Esto es un paraíso: cuidado con la víbora que repta por su fertilidad.
Yo estoy muerto, y un muerto no miente. Reniego de todo pensamiento
si el corazón no es su fuente.
Resplandor del día,
inunda Iraq con tu oro porque del barro de Iraq
es mi cuerpo, y del agua de Iraq.
Del poemario: La casa de los esclavos. 1963
CIUDAD DEL ESPEJISMO
Crucé Europa hacia Asia
mientras se ocultaba el día.
Se diría que los montes y los mares
fuesen colinas y riberas de la acequia
donde brincaran los niños.
Del alba al ocaso
se abrazan norte y sur,
duermen las praderas en los desiertos.
Tú, mi amante, te asemejas a las estrellas lejanas,
se diría que entre nosotros hubiese un muro de sueños.
Mis manos te abrazan, exprimen un cadáver inerte,
como si abrazase mi sangre sobre piedras
en una casa cuyos ladrones fuesen los vientos, el mediodía, las nubes,
su tarde la quietud y las estrellas,
y su aurora una espera.
Los años se extienden ante nosotros: sangre y fuego,
les tiendo puentes
pero se vuelven un muro.
Y tú sigues en el abismo de tus profundos mares.
Me sumerjo sin tocarlos, me golpean las rocas,
descarnan las venas de mis manos, pido ayuda: “¡Wafiqa!
La criatura más cercana a mí eres tú, compañera
de los gusanos y las sombras”.
Durante diez años he caminado hacia ti, amante que duermes
conmigo detrás de su muro, duermes en su mismo lecho,
y no tiene fin mi viaje
hacia ti, ¡ciudad del espejismo, destrucción de su vida!
Crucé Europa hacia Asia
mientras se ocultaba el día,
tú eres mi amante, ciudad alejada,
cerradas están sus puertas, tras ellas me detengo a escuchar.
Basora, 2-11-1961.
Del Poemario – El templo sumergido- 1962
TE FUISTE
Te fuiste. Se alejó tras de ti el día
cual ocaso,
como si de sus hilos sacases oro puro.
Amenazaron los senderos con romperse
como ellos me quebré, en mi sueño se nubló el sur
abrumado por el otoño.
Se desnudaron las vides, los arroyos se extinguieron y el susurro
murió en las copas de las palmeras, los caminos,
en su silencio, esperan.
Alcoholó tus ojos el negro de un fuego que
creció por tu corazón, desde los brotes de los senos,
me grita cuando miras: ¡Tú, encendida
eres un volcán de rosas!
Ojalá hubiera atado tus ojos al día,
a un mañana sediento de mi sangre.
¡Qué cielo incendiaron las estrellas al temblar!
Se densó la oscuridad por el rocío de la lluvia.
Me miraste desde tu quietud igual que las nubes
esconden, cuando engriesen, a las flores.
¡Oh, mirada!, su ardiente viento me arranca
hacia las verdes orillas de un río
donde me ahogo. Ilumíname y apaga la llama.
¡Oh, mirada! Mi corazón tensa una cuerda al cielo,
su amargura le silba la canción de la luna!
20-1-1962.
Del Poemario – El templo sumergido- 1962
EL POETA MALDITO
A Charles Baudelaire
Llevas a la lucha tu espada oxidada,
se agita en una mano que casi abrasa al cielo
por su sangre inflamada e iluminada,
queriendo desgarrar al aire.
Reúnes a las mujeres
en una mujer cuyos labios son sangre sobre hielo
y su cuerpo engañoso y necio
es una víbora caminando, almohada sobre el lecho…
No quieres
abrir los tragaluces para que entre la luz,
para no sentir que es vida.
Oriente alza ante tus ojos los velos,
casi abrazas la belleza junto al trono de Dios,
casi la ves
relucir en una nube de fragancia y luz.
La ves en el pezón de un seno que enciende las estrellas
con su rojez…
La muestras saliendo
de una tumba, la arrastra la nube de humo,
a su sombra pobre fugitiva duerme
un príncipe rodeado de copas y esclavas,
su grandiosa morada en ruinas
es una de las islas del coral,
mar que purifica a Lesbos con salobre.
Tu espíritu lo bebe desde el eco al abismo
cual si Safo te heredara un fuego en las venas,
y tú no abrazaras sino tu eterno sueño
como quien abraza su espectro asomado a un cristal.
¡Fuego de Narciso, Tántalo y los frutos!
Se diría que la indolente y lánguida África
(sus ríos caudaloros, los atabales,
sus espesos bosques de sombras y lluvia,
su húmeda sequía… la luna)
se envolviera en una mujer que perdió el honor,
y mamaras de ella veneno y llamas,
y sobre ella gotearas tu estraña pócima…
Se diría que desde la nube de humo y noche
te alzaras, entre un mundo que tensan los latidos del oro
y un mundo de imaginación y pensamientos,
desde un muro de embriaguez,
tras su sombra te acurrucas sin que te hiera la humanidad.
Entré por tu pecaminoso libro
al huerto de la sangre que arde con las flores,
bebí el néctar de sus letras,
senos de una loba en las estepas,
su leche es furia
y su sombra fecundidad.
Me sumergí, las olas me golpeaban
arrojándome de una orilla a otra vieja orilla.
Llevé desde su abismo la madreperla del castigo
te la llevo a ti.
¡Tiéndeme las manos!
¡Aparta las rocas y la tierra!
Basora, 24-3-1962.
Del Poemario – El templo sumergido- 1962
PORQUE SOY UN EXTRAÑO
Porque soy un extraño
porque el amado Iraq
está lejos y yo tengo nostalgia
de él, a él… le grito: “Iraq!”.
Al llamarlo regresan a mí sollozos
que el eco desgarra.
Siento que he atravesado el horizonte
hacia el mundo de la muerte que no contesta
a mi llamada.
Si agito las ramas
no cae sino muerte:
piedras,
piedras y no frutos,
incluso las fuentes
son piedras, incluso el aire húmedo,
piedras que un poco de sangre humedece.
Piedras es mi voz, rocas es mi boca
mis pies, un viento que surca los desiertos.
Beirut, 15-4-1962.
Del Poemario – El templo sumergido- 1962
EL DÍA DE LOS ÚLTIMOS TIRANOS “1”
“Adiós!…” La cita terminó
y siguió el mañana,
el cercano mañana de los rebeldes.
Mano con mano entre los diluvios de llamas
subiremos a la alta cima.
Tu cabello es un campo donde el ocaso desliza
sus flores rojas.
Vemos al sol alejarse detrás de las colinas
entre las sombras.
Resplandeció cual alas rotas
sobre un amasijo de grilletes en escombros,
sobre un mundo perecedero que no volverá,
su último brillo.
Me dices: “¿Has visto las estrellas?
¿Las contemplaste otra tarde
con semejante esplendor y pureza?”
Me dices: “¿Has visto las estrellas?
¡Cuántas veces habrán iluminado antes de esta tarde
un mundo que ensucia la sangre,
sangre de los humildes y los inocentes!”
Me dices: “¿Has visto las estrellas
dominar nuestra tierra libre
por primera vez?”
Sí. Ayer cuando te miré
mostrabas como un susurro en tus pupilas.
Cuando se ilumine el horizonte con el incendio
¿se derrumbará una cárcel y se iluminará un camino
que avivará con sus cálidas siluetas
tu cara de alegre anhelo?
Dices: “Somos el principio del camino,
los que destilamos la vida
de las rocas, donde sangran las frentes
que chupan la hermosura de los labios;
de la muerte en las cárceles desoladas,
de la miseria, de los vientos vacíos,
para sus generaciones venideras.
Es nuestro el astro vespertino,
el alba del brillante mañana
y sus prósperos crepúsculos.
[1] Canción de un rebelde árabe a su compañero.
Del poemario El canto de la lluvia 1960
BIBLIOGRAFÍA
- http://www.poesiaarabe.com/biografia_de_badr_al-sayyab.htm
- https://wikies.wiki/wiki/en/Badr_Shakir_al-Sayyab
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