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BIOGRAFÍA DEL POETA MIHAIL EMINESCU
“La política es un producto exclusivo de la razón lógica, mientras que la poesía es y debe ser producto de la fantasía; una niega a la otra”, “la poesía perdida en la esfera de la ciencia y de la política resulta no entendible y en absoluto interesante para la mayoría de los contemporáneos y resulta totalmente perdida para las generaciones siguientes”.
Por otro lado, nos ofrece un testimonio de primera mano de la importancia que Junimea que fue la sociedad literaria de Rumania fundada en Lasi en el año 1863, frecuentada por Eminescu, y de sus diferentes actividades en el desarrollo de la literatura rumana de la segunda mitad del siglo XIX, en ese momento en donde no sólo se va a celebrar la unificación y la independencia de los Principados Rumanos, sino también se va a consolidar su lengua (escrita en alfabeto latino a partir de 1860) y su literatura.
Pero Eminescu seudónimo de Mihail Eminovici no va a ser un poeta que vaya a separar política y literatura; todo lo contrario como se aprecia en algunos de los poemas publicados en 1884 y traducidos, así como en otros de su época juvenil.
En este ambiente de euforia nacionalista, en el continuo enfrentamiento entre liberales y conservadores a la hora de configurar un modelo de nación: –más afrancesada y cosmopolita los primeros, más germanizada y nacionalista los segundos– hemos de situar la obra de Eminescu; una obra que, en sí, es también un arma para la defensa de una determinada forma de entender la literatura, la que Titu Maiorescu y muchos de los integrantes del grupo de Junimea van a consolidar.
De este modo, no deben extrañar las referencias a los dacios, que así se llamaban a los antiguos habitantes de Dacia, que corresponde a la actual Rumania y a partes de Mesia en el Sureste de Europa, referencias a Mircea el Viejo, a Draculea, a los grandes escritores rumanos en la obra de Eminescu, ni tampoco las críticas a los liberales, a los que ridiculiza perdiendo el tiempo hablando de virtudes en tabernas y lupanares parisinos.
En su obra poética, Eminescu va a dar rienda suelta a su nacionalismo, como eco de la época que le ha tocado vivir, una época que vio reconocida la unificación y la independencia del pueblo rumano.
En la “Carta III”, Eminescu abre -¡una vez más!- su abanico de críticas contra los liberales, y en algunos artículos publicados en el periódico Timpul, por aquellos años se escuchan ecos de estos versos.
Comparado con Novalis o Keats, pero, sobre todo, con Hölderlin, en su proyección que rebasa el canon estético del romanticismo, Mihai Eminescu (1850-1889), poeta, prosista y ensayista rumano, fija, igual que lo hicieron Dante, Cervantes o Camões en sus respectivas literaturas, el apogeo de la tradición literaria rumana.
A pesar de que Eminescu se formó durante el decenio séptimo del siglo XIX en las universidades de Viena y Berlín, entrando en contacto con las corrientes más importantes de la cultura alemana, el contacto con la cultura alemana no lo moldea, sino que cataliza al poeta rumano, quien interioriza los preceptos románticos alemanes: el folclore, la literatura medieval, la cultura mundial y la indivisibilidad palabra-sonido.
Nicolae Manolescu crítico literario y luego miembro de la Academia Rumana, lo define como el poeta que empuja el romanticismo hasta el modernismo, sin separarse del primero por completo, ni pertenecer en su totalidad al segundo.
Mihail Eminescu nace a mediados del siglo XIX en el norte de la actual Rumanía, en Moldavia, y muere en 1889, a los treinta y tres años.
Es Rumania, dentro de una difícil enclavación geográfica, un país latino.
De la misma manera que España guarda las raíces latinas de las falanges romanas, estos dos países se latinizaron dentro de la civilización más alta que se producía entonces en el mundo conocido. Un sevillano ocupó la Dacia, que así se llamaba la región, y como Roma abarcaba el mundo de Este a Oeste, el menos romano de los emperadores, Trajano el de Sevilla, conquistó esa hermosa tierra.
Desde el sueño de los tiempos, la habitaba un pueblo, a quien Eminescu ha dado en amor y poesía cuanto llevaba dentro de sí. Sus montañas, colinas, llanuras, ríos, lagos, situados al sureste del continente europeo, le dan gran variedad geográfica llevando el paisaje desde la vegetación alpina intensa al páramo.
Juega por su territorio el río Danubio que no es azul sino color león, y en los fríos inviernos suele helarse el agua del Delta, pasando en el verano a cálidas temperaturas.
Comienza la iglesia ortodoxa, en el siglo XVI a escribir el idioma para uso de sus feligreses, pero en caracteres eslavos, y solo en 1860 adopta el pueblo, ya unido, la escritura latina.
“La lengua de la patria” se vuelve combatiente por la independencia, buscando sacudirse a turcos dominantes, a griegos codiciosos, aunque los grandes principados de Valaquia y Moldavia tardan en dar el paso de su unión.
En 1859, cuando el poeta corre por los campos de Moldavia, como hijo de un noble de pequeña estirpe, atado a la tierra, los dos principados se reúnen para fundar una monarquía, llamando al trono a un príncipe alemán.
En 1877 Rumania entra en la guerra ruso-turca y consigue la independencia nacional. Pero hay revueltas de campesinos contra la burguesía ascendente. Sobre esta situación social, la estrella viva de Mihail Eminescu brillará 39 años.
Junto con otros compartirán la gloria de haber hecho una literatura nueva.
Teniendo 14 años Mihail, se suma a la carreta de unos cómicos que pasan por las tierras de la familia. Inquieto y vagabundo, aprende por todas las provincias rumanas lo que la trashumancia da de vida experimentada y de lenguaje rico.
Aunque no contó con los recursos económicos necesarios para terminar los estudios básicos, estuvo desde muy joven vinculado al mundo del teatro y a las revistas literarias
En 1869, gracias a su talento, fue admitido como estudiante extraordinario en la Facultad de Filosofía de Viena; dos años después viajó a Berlín, donde aprovechando el gran ambiente intelectual de la época, se relacionó con algunas de las más importantes figuras del romanticismo. Se encuentran en su obra lecturas del romanticismo alemán de Novalis y pesimismos a lo Schopenhauer.
Allí conocería también a la escritora Verónica Micle, que inspiraría la mayor parte de sus poemas de amor.
En 1874, ya de vuelta en Rumanía, trabajó como director de la Biblioteca Regional de Lasi, y posteriormente en 1877, fue jefe editor del periódico conservador “Timpul” de Bucarest. De esta época data la parte más brillante de su producción literaria, representada especialmente en los poemas “Las epístolas” y “El lucero”.
En su corta vida participó, en primera persona, en una de las épocas más trascendentales para la historia de su país: los años de la unidad lingüística, cultural, económica y social, que tendrán su reconocimiento en su unidad e independencia política en 1877.
Poesía y política, literatura y periodismo son actividades unidas en la obra de Eminescu.
Vivió poco y mal, hasta cuando encuentra un mecenas, como Tito Maoirescu, que le hará escribir artículos de periódico por una miseria.
La lista de las deudas, que detallaba con encantadora honestidad, es un largo poema de reproches a la sociedad que lo iba destruyendo.
Pero cabe preguntarse quién más cerca del amor que Eminescu, quién más orgulloso de morir, esto es, de haber vivido? “No quiero que la posteridad sepa que he muerto de hambre, Soy demasiado orgulloso en mi pobreza”.
En sus últimos años se sostiene a base de suscripciones públicas. “Tú no puedes figurarte cuán odiosa me es esta forma de mendicidad, encubierta con el nombre de suscripción pública”, escribe en una carta.
Pero su enfermedad no le permite ser ya suplente de la cátedra de Historia ni periodista. Su pensamiento, rodador perfecto y cristalino por tantas páginas, se detiene y lo llevan de asilo en asilo, donde la locura lo va apagando.
A veces se ríe despiadadamente de su situación: En medio de esta miseria, ¡vamos, inspírate, canta! Y canta, en menos de veinte años de obra lírica, la lengua que oyó hablar por los caminos de su primera juventud que se le convierte en un arma plena de sabiduría, dando al idioma rumano la flexibilidad y la riqueza con que los escritores actuales escriben.
Él sabía lo que estaba haciendo y tenía conciencia del salto hacia el porvenir que esto le significaba.
En el combate por esa lengua nueva él es quien triunfa.
La forma es la usual en la poesía romántica, pero como sabe escuchar los rumores de los bosques antiguos, la riqueza del alma común, los ecos de las leyendas campesinas, refundiéndolo todo en un solo impulso, da a la poesía rumana una dimensión nueva, una tonalidad desconocida hasta entonces.
Eminescu, como Bécquer, también tiene su amada en el balcón de las campanillas azules, con la que no consiguió casarse.
A través de muchos de sus poemas, cortos como rimas, como suspiros, el drama de la imposibilidad de alcanzarla, lo vemos entretejerse a sus dificultades de adaptación, de asimilación a un medio y a una sociedad para la que solo encuentra críticas. De este estado de ánimo se desprenden sus poemas amorosos, leves quejas musicales, en lo que toda retórica desaparece, pasando de los poemas de 1300 versos como Memento Mori, especie de “Leyenda de los siglos” a la delicadeza, a la delgadez casi popular de una canción.
El amor tiene también su canción desesperada:
“No vuelvas, vida mía, a los años pasados,…..
El amor se ha ido pero la patria queda. Su optimismo revive cuando opone a los males presentes las virtudes de los antepasados. Baladas y leyendas se suceden. Toda la arrogancia de los antiguos caudillos de la Dacia, sus epopeyas, sus ruidosos combates ruedan en centenares de versos con una armonía idiomática que ha asombrado a todos sus críticos.
Los traductores de su obra Rafael Alberti y María Teresa León a los que consulté y extraje párrafos, dicen que la traducción tuvo que apoyarse en una traducción filológica francesa, más el original rumano, más los diccionarios, más los amigos, más nuestra buena voluntad en captar, al vuelo podríamos decir, cuanto tan gran poeta dejó en patrimonio a todos los pueblos del mundo, aunque perdiendo todas las sutilezas maravillosas de su música.
La obra de Eminescu marca un “antes” y un “después” en la lírica rumana, contribuyendo a una selección mejor de los jóvenes que querían afirmarse como poetas en la segunda mitad del siglo XIX y dejando un legado que todavía conmueve el alma de hombres, por lo demás muy distintos, de su querido pueblo.
En las obras de madurez destacan poesías de carácter filosófico, como
- Fealdad y pobreza.
- El rezo de un dacio.
- Glossa.
- Oda en métrica antigua.
- A mis críticos.
- Las cinco Epístolas.
- El lucero, considerada su obra maestra, se trata de la condición del genio y la imposibilidad para él de llegar a la felicidad en el mundo terrestre.
En Prosa, entre otras:
- Făt-Frumos din lacrimă (Príncipe Encantador, Concebido por las lágrimas)
- Geniu pustiu (Genio con el corazón desierto)
- Sărmanul Dionis (El pobre Dionis)
- Cezara (Cesárea).
SELECCIÓN DE POEMAS DE MIHAIL EMINESCU
LA ORACIÓN DE UN DACIO
Cuando aún no existían ni muertos ni inmortales
ni manantial había ni almendra de la luz,
ni nacido mañana, ni hoy ni luego ni siempre,
porque todas las cosas eran tan sólo una;
cuando la tierra, el cielo, el aire y este mundo
estaban en el número de lo que no existía,
entonces Tú eras solo, por eso me pregunto:
¿A qué Dios entregamos, humilde, el corazón?
Él sólo ya existía primero que otros dioses
y del profundo océano dio las fuerzas al rayo,
a los dioses el alma, a los hombres la dicha,
y es para los humanos manantial de salud.
¡Levantad vuestro coro! ¡Glorificadle en cantos
al que es fin de la muerte, resurrección y vida!
Para que la luz viera, Él me ha dado los ojos
y me ha llenado el alma de la suma piedad.
Puedo escuchar su paso entre el clamor del viento
y en una voz que canta reconocer su voz.
Más siempre le mendigo algo de añadidura:
¡Que me permita entrar en el reposo eterno!
Que maldiga a quien piense tener piedad de mí,
que bendiga clemente a quien me está oprimiendo,
que escuche complacido a quien de mí se burle
y dé fuerzas al brazo que querría matarme,
permitiendo que triunfe sobre todos los otros
el malvado que quite hasta el pan de mi boca.
Rechazado por todos atravieso los años,
hasta que ya sin lágrimas vea secos mis ojos.
Cuando todos los hombres se yergan enemigos,
cuando yo no consiga casi reconocerme,
cuando los sufrimientos mi bondad petrifiquen
y llegue a maldecir la madre que he adorado,
cuando la ira cruel me parezca el amor…
el dolor olvidando, ya me podré morir.
Y si extranjero muero fuera de ley, entonces
este indigno cadáver tiradlo en la calleja,
y yo te ruego, Padre, desde el premio más alto
a quien mande a los perros rasgar mi corazón.
Y si alguien me apedrea golpeándome el rostro,
¡dale la vida eterna, Señor, tenle piedad!
Sólo de esta manera, Padre, te daré gracias
por la dicha que tuve de vivir en el mundo.
Para pedirte bienes no doblé la rodilla,
para la maldición quisiera conmoverte
y sentir que a tu soplo mi aliento se evapora
y en la extinción eterna me diluyo sin rastro.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
VENUS Y MADONA
Ideal ido en la noche de un mundo que ya no existe,
mundo que pensaba en cuentos y que hablaba en Poesía
¡oh te veo, pienso y oigo, joven y tierno mensaje
de un cielo con otros astros, paraísos y otros dioses!
Venus, blanco mármol cálido, ojo de piedra que brilla,
blandos brazos como un rey poeta hubiera soñado,
tú divinizaste un día la gracia de la mujer,
de la mujer que yo sigo viendo cada vez más bella.
Rafael, entre los sueños de su noche constelada,
alma ebria de esplendores y de eternas primaveras,
te vio y soñó en paraísos y embalsamados jardines,
te vio reinando sobre ellos, soberana de los ángeles.
Y sobre el lienzo desnudo creó a la Virgen Divina
con su diadema de estrellas, su sonrisa virginal,
pálido rostro cercado de rayos rubios, angélica
imagen, pues la mujer es figura de los ángeles.
Así yo, hundido en la noche de mi vida de poeta,
te he visto, mujer estéril, mujer sin llama ni fuego,
y te he transformado en ángel, dulce como un día claro
de los que oscura vida a nuestra dicha concede.
Yo he visto tu rostro lívido por una embriaguez malsana,
tus labios amoratados por los mordiscos del vicio
y eché en ti, cruel, el velo blanco de la poesía
y presté a tu palidez el rayo de la inocencia.
Te di las pálidas luces que cercan mágicamente
la frente del ángel-genio y del ángel poesía.
De un demonio hice una santa, de una carcajada, música,
y de tus miradas sucias la mirada de la aurora.
Mas hoy, cruel, cayó el velo. Desembriagada de sueños,
mi frente se aclara bajo tus labios fríos, helados
y te contemplo, demonio, y mi amor, ceniza yerta,
me enseña a considerarte con un profundo desprecio.
Ya me apareces como una bacante que hubiera hurtado
de la frente de una virgen el mirto de su martirio,
de una virgen con el alma santa como una plegaria
mientras tiene el corazón lleno de espasmo y locura.
Y así como Rafael creó a la Virgen Divina,
con su diadema de estrellas, su sonrisa virginal,
yo hice para mí una diosa de una mujer ya marchita,
de corazón frío, estéril, de alma llena de veneno,
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Lloras, niña? ¿ Una mirada humedecida de llanto
pretende romper de nuevo un corazón dolorido?
A tus pies caigo y suplico a tus ojos, mar profundo,
y les imploro perdón, mientras te beso la mano.
Enjuga tus ojos, calla. La acusación fue cruel,
fue cruel, injusta, dura, sin causa ni fundamento.
¡Alma!, aunque fueses demonio, eres santa por amor,
y yo adoro a este demonio rubio de los ojos grandes.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
SEPARACIÓN
¿Pedirte yo un recuerdo para que no te olvide?
Sólo a ti te quisiera, mas no te perteneces;
ni esa flor ya sin vida entre tu pelo rubio,
pues que sólo deseo que me eches al olvido.
¿De qué sirve sentir la dicha ya apagada,
que no se extingue y sigue igual eternamente?
El mismo río canta con diferentes ondas:
¿de qué puede servir la persistente pena
si a través de este mundo está escrito pasamos
cual sueño de una sombra y sombra de un ensueño?
¿Para qué preocuparte de mí más adelante?
¿Por qué contar los años que vuelan con los muertos?
Lo mismo da que muera hoy día que mañana,
ya que borrar deseo el rastro de mi paso,
ya que quiero que olvides nuestro sueño feliz.
No vuelvas, vida mía, a los años pasados,
en una sombra negra queda desvanecida,
como si jamás juntos hubiésemos estado,
como si aquellos años de amor se vaciasen.
¿De tanto haberte amado me podrás perdonar?
Déjame entre extranjeros la cara contra el muro,
que en mis ojos se hiele la luz de mis pupilas,
y así, cuando este barro a la tierra retorne,
¿quién sabrá ya quién soy, quién ya de dónde vengo?
y mis lamentaciones, atravesando el muro,
pedirán para mí el eterno reposo.
Sólo desearía que alguien cerca de mí
pronunciase tu nombre sobre mis ojos ciegos,
y después -si así quieren- que me echen al camino…
Más dicha yo tendré que la que tengo ahora.
Del horizonte llega la bandada de cuervos,
oscureciendo el cielo sobre mis turbios ojos;
que la tormenta estalle sobre el haz de la tierra,
mi barro al polvo vuelva, mi corazón, al viento…
Pero tú sigue en flor como luna de abril,
con tus ojos violeta, tu sonrisa de niña,
pues aunque seas joven siempre lo serás más,
pero no me recuerdes, pues de mí yo me olvido.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
ADIÓS
Ya nunca te veré más,
queda en paz, que Dios te guarde,
que yo evitaré en mi ruta
encontrarte.
Haz desde hoy lo que quieras,
desde hoy ya nada me importa;
la más dulce entre las dulces
me deja.
Cuando, galán tantas veces,
yo miraba entre las ramas,
esperaba para verte
en los vidrios.
¡Oh, que feliz me sentía
cuando salíamos juntos,
bajo el encanto tranquilo
de la luna!;
cuando en secreto pedía
que la noche se parase,
para poderte guardar
por mujer.
En su vuelo yo alcanzaba
la dulzura de tu voz,
voz de la que apenas queda
un recuerdo.
Porque si escucho de nuevo
aquellas cosas pasadas,
me parecen un lejano
cuento viejo.
Y si la luna ilumina
los mismos bosques y prados,
me parece que los siglos
transcurrieron.
Los ojos del primer día
ya no te contemplarán…
Porque estás lejos de mí,
¡adiós!
AMADA, CADA VEZ QUE YO PIENSO EN NOSOTROS…
Amada, cada vez que yo pienso en nosotros,
un océano de hielo aparece ante mí:
sobre la blanca bóveda no hay ya ninguna estrella,
la luna es una mancha amarilla a lo lejos.
Sobre miles de témpanos que las olas se llevan,
un pájaro planea, las alas fatigadas,
mientras su compañera ha seguido adelante,
unida a la bandada que se pierde al poniente.
Hacia donde ella vuela mira desesperado.
Ya no siente ni pena ni alegría. ..Se muere,
soñando en un instante todo el tiempo pasado.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Más lejos uno de otro cada vez nos sentimos,
cada vez me hundo más en la sombra y el hielo,
mientras desapareces en la eterna mañana.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ed. Seix Barral S.A. 1973
MELANCOLÍA
Es como si una puerta se abriera entre las nubes,
para que pase muerta la reina de la noche.
¡Oh, duerme, duerme en paz entre miles de antorchas,
bajo tu tumba azul y el sudario de plata,
en tu gran mausoleo, bóveda de los cielos,
tú, dulce y adorada soberana nocturna!
El mundo en su extensión yace bajo la escarcha,
que reviste de un velo de luz pueblos y campos;
el aire centellea y albos como la cal
brillan los edificios, las ruinas solitarias.
El cementerio, mudo, de cruces rotas, vela;
sobre una cruz, parada, hay, gris, una lechuza,
el campanario cruje, los pilares resuenan,
y el demonio, diáfano, atravesando el aire,
roza muy tenuemente el bronce con sus alas,
arrancando un gemido, una ola de dolor.
La iglesia desplomada
se mantiene piadosa y triste y muda y vieja,
y a través de sus vidrios rotos el viento silba;
se dijera un ensalmo del que se oyen palabras.
Dentro, sobre los muros antes llenos de iconos,
apenas los contornos de su sombra han quedado,
y como sacerdote, un grillo va tejiendo
su idea oscura mientras una polilla dobla.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fue la fe quien pintó de iconos las iglesias,
ella quien a mi alma llenó de cuentos mágicos,
pero la tempestad y el vaivén de la vida
apenas me dejaron huellas tristes y sombras.
En vano busco hoy mi mundo en mi cerebro
porque herrumbroso y viejo sólo en él canta un grillo;
bate mi corazón debajo de mi mano
igual que una carcoma mordiendo un ataúd.
Cuando pienso en mi vida, la veo que resbala
lentamente contada por labios extranjeros,
como si no fue mía, como si no he existido.
¿Quién es este que cuenta de memoria mi vida
tan bien que hasta lo escucho y río del dolor
como si fuese ajeno?… Hace tiempo estoy muerto.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
FLOR AZUL
“¿De nuevo hundido en los astros,
en las nubes, en los cielos?
Por lo menos, no me olvides,
alma y vida de mi vida.
En vano los arroyuelos
juntas en tu pensamiento
y las campiñas asirias
y la tenebrosa mar;
las pirámides vetustas
que alzan sus puntas al cielo.
¡Para qué buscar tan lejos
tu dicha, querido mío! “
Así mi niña me hablaba,
dulcemente acariciándome.
¡Ella tenía razón!
Yo reía, sin embargo.
“Vámonos al bosque verde,
donde las fuentes del valle
lloran y la roca puede
precipitarse al abismo.
Allí, en lo claro del bosque,
cerca del junco tranquilo,
bajo la serena bóveda
del moral nos sentaremos.
Y me contarás los cuentos
y me dirás las mentiras;
yo, con una margarita
comprobaré si me quieres.
Y bajo el calor del sol,
roja como una manzana,
tenderé mi cabellera
para cerrarte la boca.
Si tú acaso me besaras,
nunca nadie lo sabría,
pues debajo del sombrero,
¡eso a quién puede importarle!
Cuando a través de las ramas
salga la luna de estío,
tú me enlazarás del talle,
yo me prenderé a tu cuello.
Bajo el techo de las ramas,
al descender hacia el valle,
caminando cambiaremos
nuestros besos como flores.
Luego, al llegar a la puerta,
hablaremos en lo oscuro;
que nadie de esto se ocupe;
si te quiero, ¿a quién le importa? “
Un beso más… y se ha ido.
¡Yo quedo bajo la luna!
¡Qué hermosa es y qué loca
es mi azul, mi dulce flor!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tú, maravilla, te fuiste,
y así murió nuestro amor .
¡Flor azul, oh flor azul!…
¡Qué triste que es este mundo!
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
ATARDECER EN LA COLINA
El cuerno quejoso suena en la colina,
suben los rebaños, brillan las estrellas,
las aguas responden, gimiendo en las fuentes;
bajo las acacias, querida, me esperas.
La luna atraviesa clara y santa el cielo,
tus ojos contemplan el raro follaje,
las estrellas húmedas nacen en lo alto,
tú estás de ansias llena y de amor tu seno.
Las nubes resbalan, sus rayos se estrían,
levantan las casas sus techos vetustos,
la roldana al viento chirría en el pozo,
el valle es de humo, las flautas murmuran.
Hombres fatigados, la hoz sobre el hombro,
vuelven de los campos; la toica* resuena,
la campana llena con su voz la noche,
y mi alma se quema de amor en tu fuego.
¡Ah!, pronto en el valle el pueblo se duerme,
¡ah!, pronto mis pasos hacia ti me llevan.
Cerca de la acacia pasaré la noche
e incansablemente te diré: te quiero.
Las cabezas juntas, una contra otra,
bajo la alta acacia nos adormiremos
¿Quién la vida entera no la entregaría
por una tan bella, tan dichosa noche?
Toica es un trozo de madera o metal que se golpea para llamar a la oración
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
¡OH, MADRE!…
¡Oh, madre, dulce madre, del fondo de los tiempos
siento que entre el murmullo de las hojas me llamas!
Sobre la cripta negra de la sagrada tumba,
se deshoja la acacia al soplo del otoño
y sus ramas agita, tu voz acompañando…
Ellas se mecerán y tú dormirás siempre.
Cuando muera, querida, no llores a mi lado;
pero al sagrado tilo arráncale una rama,
ponla en mi cabecera y entiérrala conmigo
y que sobre ella corra el llanto de tus ojos;
un día llegará a dar sombra a mi tumba…
La sombra crecerá y yo dormiré siempre.
Y si acaso ocurriese que muriéramos juntos,
que no nos lleven nunca al triste cementerio,
que caven nuestra tumba al borde de un arroyo,
que nos coloquen juntos en un mismo ataúd;
así te quedarás apoyada en mi hombro…
Siempre llorará el agua y dormiremos siempre.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
SÓLO TENGO UN DESEO
Sólo tengo un deseo:
que en la paz de la tarde
me permitáis morir
a la orilla del mar;
me sea dulce el sueño
y el bosque esté cercano,
que en la extensión del agua
reine un cielo sereno.
Oriflamas no quiero,
ni un lujoso ataúd,
hacedme sólo un lecho
con las jóvenes ramas.
Y nadie junto a mí
llore en mi cabecera,
nada más que el otoño
hable en las hojas secas.
Mientras corren las fuentes
cayendo rumorosas,
se deslice la luna
sobre los altos pinos.
Que las esquilas suenen
al viento de la tarde,
que sobre mí el sagrado
tilo vuelque sus ramas.
Como ya no andaré
nunca más errabundo,
tiernamente mi tumba
cubrirán los recuerdos.
Los astros, que se elevan –
de la enramada en sombra,
serán para mí amigos,
sonriendo de nuevo.
Gemirá apasionado
el canto del mar áspero…
y me volveré tierra
en mi honda soledad.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
YO QUISIERA DORMIRME…
(Variante)
Yo quisiera dormirme,
perdido en la noche.
Condúceme en silencio
al borde del mar.
No quiero ataúd rico,
luces ni oriflamas,
trénzame sólo un lecho
de jóvenes ramos.
Que el sueño me sea dulce
y el bosque cercano,
que brille un cielo limpio
en las hondas aguas.
Que del dolor brotando
suban a la orilla,
que a las rocas se abracen
sus brazos de olas.
Se levantan y caen
murmurando siempre,
mientras sobre los pinos
resbala la luna.
Que nadie junto a mí
llore en mi almohada,
que la muerte haga hablar
las hojas resecas.
Que el todopoderoso
en el viento pase,
que en mí el sagrado tilo
sacuda su flor.
Y como no andaré
nunca más errante,
caerán sobre mí
los tiernos recuerdos
que no sabrán que miro
la inquietud del mundo
mientras que las lianas
mi soledad cubren.
Versión de Rafael Alberti y María Teresa León
Ed. Seix Barral S.A. 1973
LA PRINCESA DE LOS CUENTOS DE HADAS
Las brumas blancas, brillantes,
hacen nacer a la luna
surgen del fondo del agua
y se extienden por el llano.
Las flores se juntan para
romper las telas de araña
y al vestido de la noche
le prenden piedras preciosas
Cerca del lago las nubes
tejen una fina sombra
que se estremece al cortarse
de ondas y manchas de luz.
Abriendo paso en los juncos,
la niña dulce se inclina,
lanzando pétalos rojos
sobre las mágicas ondas,
Para mirar cómo un rostro
fugitivo huye en el agua,
pues el lago está encantado
al conjuro de San Miércoles.
Para que el rostro aparezca,
le tira rosas tempranas,
pues la rosa está encantada
al conjuro de San Viernes.
Mira…a la luna relumbran
su rostro y rubios cabellos,
mientras en sus ojos claros
se juntan todos los cuentos.
EL DESEO
Ven al bosque de la fuente
que tiembla entre las piedras,
donde hay un gran lecho verde
oculto por los ramos.
En mis brazos bien abiertos,
sobre mi pecho tiéndete,
que el velo yo te alzaré
para mirar tu cara.
En mis rodillas, sentada,
estaremos muy solos,
y en tus cabellos, temblando,
caerá la flor del tilo.
Frente blanca, pelo rubio,
reposada en mi brazo,
prisioneros de mi boca
serán tus labios dulces.
Un sueño feliz haremos,
con su canto embrujando
las fuentes solas, la dulce
respiración del viento.
Nos dormirá la armonía
de la selva de los sueños,
mientras las flores del tilo
resbalarán una a una.
EL CUENTO DE LA SELVA
Selva, emperatriz gloriosa,
pueblos por miles la cruzan,
todos admiran la gracia
de su genital majestad.
La luna, el sol y los astros,
los lleva sobre su escudo.
sus cortesanos y damas
son la tribu de los ciervos.
Heraldo, conejos ágiles,
portadores de noticias;
los ruiseñores, la orquesta,
y narran cuentos las fuentes.
En las flores que en la umbría
nacen cerca del sendero,
liban enjambres de abejas
y hay ejércitos de hormigas.
Vamos también a la casa
de la reina. Seamos niños,
y juguemos nuevamente
al amor y a la fortuna.
Toda la naturaleza
puso su sabiduría
en volverte la más linda
entre todas las hermosas.
Los dos iremos al mundo,
errantes y solitarios,
durmiendo junto a la fuente
que mana al pie de los tilos.
Dormiremos y las flores
del tilo nos cubrirán,
oyendo en sueños al cuerno
precursor de los rebaños.
Cerca, muy cerca los dos,
nuestros pechos juntaremos.
oye llamar a la selva
a su consejo de sabios.
La luna sobre las fuentes
filtra su luz en las ramas,
y alrededor nuestro llegan
todas las grandes familias:
Blancos caballos de mar,
uros de blasón frentados,
ciervos de ramas nudosas,
rico alerta de los montes.
Forman consejo y preguntan,
alarmados, quiénes somos.
y nuestro tilo contesta,
apartando su ramaje:
-“¡Oh, miradlos como sueñan
el ensueño de las hayas!
es tanto lo que se quieren,
que viven como en un cuento”.
¡OH, QUÉDATE…!
¿Oh, queda, queda conmigo,
te quiero, te adoro tanto!
todos tus deseos, todos
tan sólo yo sé escucharlos
En la sombra de la luna,
te comparo a una princesa,
que se refleja en las aguas
con sus dulces ojos negros.
Y entre el rumor de las ondas
y el ondular de las hierbas,
te hago escuchar, misterioso,
el rebaño de los ciervos.
Feliz te veo, traspuesta,
cómo cantas en voz baja
y en el agua reluciente
avanzas tu pie desnudo.
Al ver de la luna llena
su antorcha sobre los lagos,
tus años son un instante
y los instantes los siglos.
Así, tan tierno, habló el bosque
moviendo sus altas ramas.
a su invitación silbé
y me fui al campo riendo.
Hoy quisiera regresar;
ya nada comprendería…
díme, infancia, ¿dónde estás?
con tu bosque y tantas cosas?
SOLEDAD
Están bajas las cortinas
y yo sentado en mi mesa;
mientras el fuego crepita,
me hundo en mis pensamientos.
Pasan nubes por mi espíritu
con sus dulces ilusiones.
Los recuerdos, como grillos,
cantan en los viejos muros.
O resbalan dulcemente,
consolando al alma triste,
como las gotas de cera
al pie del Crucificado.
Por los rincones del cuarto
la araña tejió su red,
y entre montones de libros
furtivos van los ratones.
En esta paz tibia y dulce,
alzo la vista al granero
y escucho cómo me roen
las cubiertas de mis libros.
¡Cuántas veces deseé
colgar mi lira de un clavo,
que la soledad concluya
y acabe la poesía!
Pero entonces, grillos, ratas,
con sus pasitos menudos,
me traen mi melancolía
y se me convierte en versos.
A veces… muy raramente,
aún mi lámpara encendida,
mi corazón se estremece
al oír girar la llave.
Es Ella. La casa sola,
de pronto, parece llena.
En el paisaje sombrío
de mi vida, Ella es la luz.
Y me enfurece que el tiempo
siga y siga deslizándose
cuando, mi mano en su mano,
mi boca en su boca le habla.
SONETOS- I
Afuera está el otoño, las hojas han caído,
y el viento al cristal tira grandes gotas de agua;
y tu lees las cartas de mustios sobres viejos
y en una sola hora pasa entera tu vida.
Cuando pierdes tu tiempo en dulces pequeñeces,
quisieras que tu puerta nadie la golpeara,
pues es más deseable, cuando graniza afuera,
dormir cortos instantes soñando junto al fuego.
Así es como mis ojos pensativos contemplan,
sentado en mi sillón, un viejo cuento de hadas;
en torno mío llegan oleadas de bruma.
De pronto, oigo pasar el fru-frú de un vestido,
unos pasos ligeros tocan el suelo apenas…
Y manos finas, frescas se posan en mis ojos.
CUANDO LOS RECUERDOS…
Cuando los recuerdos buscan
el volverme hacia el pasado,
sobre un camino sabido
regreso de cuando en cuando.
Sobre tu tejado brillan
aún hoy las mismas estrellas,
que con frecuencia alumbraron
toda mi antigua ternura.
Por encima de los árboles
se eleva la tierna luna
que nos encontraba juntos
abrazados, murmurando.
Nuestro corazón juraba
ser fiel por la eternidad,
cuando sobre los senderos
se desnudaban los lilos.
¿Cómo ha podido este amor
desvanecerse en la noche,
si la onda de la fuente
no ha cesado de llorar,
si la luna en las encinas
desliza siempre un camino,
si tus ojos son tan grandes
y miran tan tiernamente?
Y SI…
Y si las ramas golpean
y si los álamos tiemblan,
es porque dentro te guardo
y dulcemente te acercas.
Y si los astros se miran
reflejándose en el lago,
lo hacen porque mi dolor
se calma dentro de mí.
Y si las nubes se borran
para que brille la luna,
es para que yo me acuerde
constantemente de ti.
PORQUÉ TE AGITAS
Bosque, ¿por qué te meneas
si no hay ni lluvia ni viento,
por qué tus ramas arrastras?
–¡Cómo no voy a agitarme,
si mi estación se termina!
El día ya disminuye
y mis hojas me abandonan.
El viento sobre ellas sopla, el invierno
llegó, se alejó el verano.
¡Cómo no curvar mis ramas,
si los pájaros se van!
Por encima de mis copas,
los bandos de golondrinas
se llevan mis pensamientos
y con ellos mi alegría .
Ya vuelan unas con otras,
oscureciéndome el mundo;
se van como los instantes,
sacudiéndose las alas,
dejándome abandonado,
destruido y melancólico,
solo junto a mi nostalgia.
¡Viviré solo con ella!
¿POR QUÉ NO VIENES?
Ves, las golondrinas vienen,
el nogal pierde sus hojas,
la bruma cubre las viñas,
¿por qué no vienes, no vienes?
¡Oh, retorna hasta mis brazos,
que estoy sediento de verte,
y apoyar mi cabeza
sobre tu seno, tu seno.
¿Te acuerdas como hace tiempo,
cuando por valles y alcores
te levantaba del talle
tantas veces, tantas veces?
Hay mujeres en el mundo
de ojos que despiden chispas…
¡Pero por nobles que sean ,
como tú no hay nadie, nadie!
Porque tú das a mi alma
toda una vida serena,
más hermosa que un lucero,
¡dulce amada, dulce amada!
El otoño ya ha llegado,
los campos están desiertos
y las sendas llenas de hojas…
¿Por qué no vienes, no vienes?