56. Poesía más Poesía: Fernando Pessoa y Magdalena Salamanca

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FERNANDO PESSOA

BIOGRAFÍA

Si después de morir , quieres escribir mi biografía 
No hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas : la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos

Fernando António Nogueira Pessoa, más conocido como Fernando Pessoa(Lisboa, 13 de junio de 1888-ibídem, 30 de noviembre de 1935) fue un poeta y escritor portugués, considerado uno de los más brillantes e importantes de la literatura mundial y, en particular, de la lengua portuguesa.

Fernando Pessoa - Wikipedia, la enciclopedia libre
Fernando Pessoa de niño y de joven.
Fernando Pessoa, Durban, 1899

Tuvo una vida discreta, centrada en el periodismo, la publicidad, el comercio y, principalmente, la literatura, en la que se desdobló en varias personalidades conocidas como heterónimos. La figura enigmática en la que se convirtió motiva gran parte de los estudios sobre su vida y su obra.

La primera vez que oí hablar de Fernando Pessoa, relata Octavio Paz, fue en París, una noche del otoño de 1958. Había cenado con unos amigos, en una casa del Marais; uno de los presentes, Nora Mitrani, me pregunto mi opinión sobre el “caso” de Pessoa; no sin confusión tuve que decirle que apenas sabía algo de literatura moderna portuguesa. Unos días después Nora me envío un número de Le surréalisme même, en el que aparecían algunos poemas de Pessoa-Caeiro, traducidos por ella. (…)

5 poemas de Fernando Pessoa - Zenda

Poco a poco descubrí que existía un reducido círculo de lectores de Pessoa disperso en todo el mundo.

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Su padre, de 38 años, fue Joaquim de Seabra Pessoa, funcionario público del Ministerio de Justicia, y crítico musical, y natural de Lisboa. Su madre, de 26 años, fue Maria Magdalena Pinheiro Nogueira, natural de Isla Terceira (Azores). Vivía con ellos su abuela Dionísia, enferma mental, y dos criadas ancianas.

Su padre muere a los 43 años, víctima de la tuberculosis. La madre se ve obligada a subastar parte de los muebles y la familia se muda a una casa más modesta. Es también en ese período en el que surge su primer pseudónimo, Chevalier de Pas, hecho relatado por él mismo a Adolfo Casais Monteiro, en una carta del 13 de enero de 1935

Esta tendencia a crear en torno a mí otro mundo, igual a este pero con otra gente, nunca abandonó mi imaginación. Tuvo diversas fases, entre las cuales ésta, sucedida ya en la edad madura. Se me ocurría una expresión de espíritu, absolutamente ajena, por un motivo u otro, a quien yo soy, o a quien supongo que soy. Lo decía, inmediatamente, espontáneamente, como si fuera de cierto amigo mío, cuyo nombre inventaba, cuya historia adicionaba, y cuya figura –cara, estatura, traje y gesto– inmediatamente yo veía ante mí. Y así apronté, y propagué, varios amigos y conocidos que nunca existieron, pero que todavía hoy, a casi treinta años de distancia, oigo, siento, veo. Repito: oigo, siento, veo… Y tengo saudades de ellos.

Su madre vuelve a casarse; en 1896 se traslada, con sus hijos, a Durban, África del Sur, adonde su segundo esposo había sido enviado como consul de Portugal. En Durban recibe una educación británica, lo que le proporciona un profundo contacto con la lengua inglesa. Sus primeros textos y estudios están redactados en ese idioma. En el examen de admisión no obtiene una buena clasificación, pero obtiene la mejor entre los 899 candidatos en el ensayo de estilo inglés. Recibe por eso el Queen Victoria Memorial Prize («Premio Reina Victoria»). 

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 Mantiene contacto con la literatura inglesa a través de autores como Shakespeare, Edgar Allan Poe, John Milton, Lord Byron, John Keats, Percy Shelley, Alfred Tennyson, entre otros. El inglés le permitiría trabajar como correspondiente de comercio en Lisboa, además de emplear el idioma en alguno de sus escritos y de traducir trabajos de poetas ingleses, como El Cuervo y Annabel Lee de Edgar Allan Poe. De hecho, con excepción de Mensagem, los únicos libros publicados en vida por Fernando Pessoa fueron las colecciones de poemas en inglés: Antinous e 35 Sonnets y English Poems I – II e III, escritos entre 1918 y 1921.

En 1905 Fernando Pessoa regresa a Lisboa, es en esta época cuando entra en contacto con importantes escritores de la literatura portuguesa. Se interesa por la obra de Cesário Verde y por los sermones del Padre Antônio Vieira.

. En 1907 abandona la Facultad de Letras de Lisboa.

En agosto de 1907 muere su abuela Dionísia , dejándole una pequeña herencia. Con ese dinero monta una pequeña tipografía, que rápidamente quebró. A partir de 1908, se dedica a la traducción de correspondencia comercial. En esa profesión trabajará toda su vida, teniendo una modesta vida pública. En esa oficina conoce a una joven burguesa de 19 años, Ofélia Queiroz, cuando tiene 31 años, y se le declara. Salen juntos durante casi un año y mantienen correspondencia epistolar, pero la relación se ve interrumpida por las extravagancias literarias del poeta, quien a veces firma sus cartas como Álvaro de Campos, a quien Ofelia odia. Poco antes de romper, Pessoa le escribe:

Toda mi vida gira en torno a mi obra literaria, buena o mala, lo que sea, lo que pueda ser. Todos (…) tienen que convencerse de que soy así, de que exigirme sentimientos —que considero muy dignos, dicho sea de paso— de un hombre común y corriente es como exigirme que sea rubio y con los ojos azules.1

Inicia su actividad de ensayista y crítico literario con la publicación, en 1912 en la revista «Águia», del artículo La nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada, al que seguirán otros.

En 1913 conoce a dos jóvenes que serán sus compañeros más seguros en la breve aventura futurista: el pintor Almada Negreira y el poeta Mario de Sá-Carneiro. Otras amistades: Armando Cortes-Rodriguez. Luis de Montalvor, José Pacheco. Presos aún en el encanto de la poesía “decadente”, aquellos muchachos intentan vanamente renovar la corriente simbolista. Pessoa inventa el “paulismo”. Y de pronto, a través de Sá- Carneiro, que vive en París y con el que sostienen una correspondencia, la revelación de la gran insurrección moderna: Marinetti. La fecundidad del futurismo es innegable, aunque su resplandor se haya oscurecido después por las abdicaciones de su fundador. La repercusión del movimiento fue instantánea acaso porque, más que una revolución, era un motín. Fue la primera chispa, la chispa que hace volar la pólvora. El fuego corrió de un extremo a otro, de Moscú a Lisboa. Tres grandes poetas: Apollinaire, Mayakovski y Pessoa. El año siguiente, 1914, sería para el portugués el año del descubrimiento o, más exactamente, del nacimiento: aparecen Alberto Caeiro y sus discípulos, el futurista Alvaro de Campos y e! neoclásico Ricardo Reis.

La irrupción de los heterónimos, acontecimiento interior, prepara el acto público: la explosión de Orpheu. En abril de 1915 sale el primer número de la revista; en julio, el segundo y último. ¿Poco? Más bien demasiado. El grupo no era homogéneo. El mismo nombre, Orpheu (con ph), ostenta la huella simbolista. Aun en Sá-Carneiro, a pesar de su violencia, los críticos portugueses advierten la persistencia del “decadentismo”. En Pessoa la división es neta: Alvaro de Campos es un futurista integral, pero Fernando Pessoa sigue siendo un poeta “paulista”. El público recibió la revista con indignación. Los textos de Sá-Carneiro y de Campos provocaron la furia habitual de los periodistas. A los insultos sucedieron las burlas; a las burlas, el silencio. Se cumplió el ciclo ¿quedó algo? En el primer número apareció la Oda triunfal; en el segundo la Oda marítima. El primero es un poema que, a despecho de sus tics y afectaciones, posee ya el tono directo de Tabaquería, la visión del poco peso del hombre frente al peso bruto de la vida social. El segundo es algo más que los fuegos de artificio de la poesía futurista: un gran espíritu delira en voz alta y su grito nunca es animal ni sobrehumano. El poeta no es un “pequeño Dios” sino un ser caído. Los dos poemas recuerdan más a Whitman que a Marinetti. No es’ esto todo. La contradicción es el sistema, la forma de su coherencia vital: ál mismo tiempo que las dos .odas escribe O guardador de re- banhos, libro póstumo de Alberto Caeiro, los poemas latinizantes de Reis y Epithalamium y Antinous.

La aventura de Orpheu se interrumpe bruscamente. Algunos, ante los ataques de los periodistas y asustados.quizá por las intemperancias de Alvaro de Campos, escurren el bulto. Sá- Carneiro, siempre inestable, regresa a París. Un año después se suicida. El episodio de Orpheu termina en la dispersión del grupo y en la muerte de uno de sus guías. Habrá que esperar quince años y una nueva generaciónl. Nada de esto es insólito. Lo asombroso es la aparición del grupo, adelante de su tiempo y de su sociedad.

El siguiente.período es de relativa oscuridad. Pessoa publica dos cuadernos de poesía inglesa: 35 Sonnets y Antinous, que comentan el Times de Londres y el Glasgow Herald con mucha cortesía y poco entusiasmo. En 1922 aparece la primera colaboración de Pessoa en Contemporanea, una nueva revista literaria: O Banqueiro Anarquista. También son de esos años sus veleidades políticas: elogios del nacionalismo y del régimen autoritario. La realidad lo desengaña y lo obliga a desmentirse: en dos ocasiones se enfrenta al poder público, a la Iglesia y a la moral social.

El centro de ‘gravedad se ha desplazado del arte libre a la libertad del arte. La índole de nuestra sociedad es tal que el creador está condenado a la heterodoxia y a la oposición. El artista lúcido no esquiva ese riesgo moral.

En 1924, una nueva revista: A tena. Dura sólo cinco números. Nunca segundas partes fueron buenas. En realidad, Atena es un puente entre Orpheu y los jóvenes de Presenta (1927).

Cada generación escoge, al aparecer, su tradición. El nuevo grupo descubre a Pessoa: al fin ha encontrado interlocutores. Demasiado tarde, como siempre. Poco tiempo después, un año antes de su muerte, ocurre el grotesco incidente del certamen poético de la Secretaría de Propaganda Nacional. El tema, claro está, era un canto a las glorias de la nación y del imperio. Pessoa envía Mensagem, poemas que son una interpretación “ocultista” y simbólica de la historia portuguesa. El libro debe haber dejado perplejos a los funcionarios encargados del concurso. Le dieron un premio de “segunda categoría”. Fue su última experiencia literaria.

Carta; Allí por 1912, salvo error (que nunca puede ser grande), me vino la idea de escribir unos poemas de índole pagana. Esbocé unas cosas en verso irregular (no en el estilo de Álvaro de Campos, sino en un estilo de media regularidad), y abandoné el caso. Se me había esbozado, con todo, en una penumbra mal urdida, un vago retrato de la persona que estaba haciendo aquello. (Había nacido, sin que yo lo supiera, Ricardo Reis.) 

Año y medio, o dos años después, un día se me ocurrió jugarle una broma a Sá-Carneiro: inventar un poeta bucólico, de especie complicada, y presentarlo, ya no me acuerdo cómo, en alguna especie de realidad. Pasé algunos días elaborando al poeta pero nada conseguí. Un día en que finalmente había desistido –fue el 8 de Marzo de 1914– me acerqué a una cómoda alta y, tomando un papel, comencé a escribir, de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas al hilo, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no conseguiré definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro así. Abrí con un título, El Guardador de Rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien di inmediatamente el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro. Fue esa la sensación inmediata que tuve. Y tanto así que, escritos que fueron esos treinta y tantos poemas, inmediatamente tomé otro papel y escribí, al hilo, también, los seis poemas que constituyen Lluvia Oblicua, de Fernando Pessoa. Inmediata y totalmente… Fue el regreso de Fernando Pessoa-Alberto Caeiro a Fernando Pessoa-él solo. O, mejor, fue la reacción de Fernando Pessoa contra su inexistencia como Alberto Caeiro. 

Aparecido Alberto Caeiro, de inmediato traté de descubrirle –instintiva y inconscientemente– unos discípulos. Arranqué de su falso paganismo al Ricardo Reis latente, le descubrí el nombre y lo ajusté a él mismo, porque a esta altura ya lo veía. Y, de repente, y en derivación opuesta a la de Ricardo Reis, me surgió impetuosamente un nuevo individuo. En un chorro, y a máquina de escribir, sin interrupción ni enmienda, surgió la Oda Triunfal de Álvaro de Campos: la Oda con ese nombre y el hombre con el nombre que tiene. 

Creé, entonces, una coterie inexistente. Fijé todo aquello en moldes de realidad. Gradué las influencias, conocí las amistades, oí, dentro de mí, las discusiones y las divergencias de criterios, y en todo esto me parece que fui yo, creador de todo, lo que menos hubo allí. Parece que todo sucedió independientemente de mí. Y parece que todavía así sucede. Si algún día yo pudiera publicar la discusión estética entre Ricardo Reis y Álvaro de Campos, verá cuan diferentes son, y como yo no soy nada en la materia.

Pessoa es internado el día 29 de noviembre de 1935, en el Hospital de São Luís dos Franceses, con el diagnóstico de “cólico hepático” falleciendo a causa de las complicaciones posiblemente asociadas a una cirrosis provocada por el excesivo consumo de alcohol a lo largo de su vida (a título de curiosidad, se sabe que era fiel al aguardiente de la marca “Águia Real”). El día 30 de noviembre muere a los 47 años. En los últimos momentos de vida pide sus gafas y clama por sus heterónimos.

Fernando Pessoa - Revista Altazor

Su último texto escrito estaba en inglés:

I know not what tomorrow will bringNo sé lo que traerá el mañana…

Se puede afirmar que la vida de Pessoa estuvo dedicada a crear y que, de tanto crear, creó también otras vidas a través de sus heterónimos: ese fue su principal característica y el principal interés de su personalidad, en apariencia tan pacata. Algunos críticos se preguntan si Pessoa realmente habría revelado su verdadero yo, o si en realidad no será todo un producto de su vasta creación. Al tratar temas subjetivos y usar la heteronimia,2Pessoa se convierte en extremadamente enigmático. Ese enigma es el que motiva buena parte de las investigaciones sobre su obra. ​ Escribió hasta su mismo lecho de muerte. Tenía un interés esencialmente intelectual, pudiéndose decir que su vida fue una constante divulgación de la lengua portuguesa, y en palabras de su heterónimo Bernardo Soares:  («mi patria es la lengua portuguesa»). O también a través de un poema:

Tengo el deber de encerrarme en la casa de mi espíritu y trabajar cuanto pueda y en todo cuanto pueda para el progreso de la civilización y el ensanchamiento de la conciencia de la humanidad.

Escribe también estos versos: Vivir no es necesario, lo que es necesario es crear.

Escribe Octavio Paz: Los poetas no tienen biografía. Su obra es su biografía. Pessoa, que  dudo siempre .de la realidad de este mundo, aprobaría sin vacilar que fuese directamente a sus poemas, olvidando los incidentes y los accidentes de su existencia terrestre. Nada en ‘Su vida es sorprendente – nada, excepto sus poemas. No creo que su “caso” -hay que resignarse a emplear esta antipática palabra- los explique creo que, a la luz de sus poema, su “caso” deja de serlo. Su secreto, por lo demás, está escrito en su nombre: Pessoa quiere decir persona en portugués y viene de persona, máscara de los actores romanos. Máscara, personaje de ficción, ningún: Pessoa. Su historia podría reducirse al tránsito entre la irrealidad de su vida cotidiana y la realidad de sus ficciones. Estas ficciones son los poetas Alberto Caeiro, Alvaro de Campos, Ricardo Reis y sobre todo, el mismo Fernando Pessoa. Así, no es inútil recordar los hechos más salientes de su vida, a condición de saber que se trata de las huellas de una sombra. El verdadero Pessoa es otro.

En una tarde en que José Régio tenía pensado encontrarse con Pessoa, este apareció, como de costumbre con algunas horas de retraso, declarando ser Álvaro de Campos y disculpando a Pessoa por no haber podido acudir a la cita.

El poeta trabajaba como corresponsal comercial, en un puesto que hoy podríamos denominar trabajador autónomo. Así podía trabajar dos días a la semana, dejando los restantes para dedicarse a la literatura.

Resumen de estas últimas consideraciones: Tener siempre en la memoria al mártir Jacques de Molay, Grado-Maestre de los Templarios, y combatir, siempre y en todo lugar, a los tres asesinos – la Ignorancia, el Fanatismo y la Tiranía.

POEMAS

NAVIDAD

Nace un dios. Otros mueren. La Verdad
No vino ni se fue: el Error cambió.
Tenemos ahora otra Eternidad,
Y era siempre mejor lo que pasó.
Ciega, la Ciencia la inútil gleba labra.
Loca, la Fe vive el sueño de su culto.
Un nuevo dios es sólo una palabra.
No busques ni creas más: todo es oculto.
Si yo pudiera morder la tierra toda…
Si yo pudiera morder la tierra toda
y sentirle el sabor sería más feliz por un momento…
Pero no siempre quiero ser feliz
es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural…
No todo es días de sol
y la lluvia cuando falta mucho, se pide.
Por eso tomo la infelicidad con la felicidad.
Naturalmente como quien no se extraña
con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas…
Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la 
infelicidad.
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,
y cuando se ha de morir,
Recordar que el día muere y que el poniente
es bello y es bella la noche que queda.
Así es y así sea.
Esto

Dicen que pretendo o miento
En cuanto escribo. No hay tal cosa.
Simplemente
Siento imaginando.
No uso las cuerdas del corazón.

Todo cuanto sueño o pierdo,
Que pronto cae o muere en mí,
Es como una terraza que mira
Hacia otra cosa más allá.
Esa cosa me arrastra.

Y así escribo en medio
De las cosas no junto a mis pies,
Libre de mi propia confusión,
preocupado por cuanto no es.
Sentir? Dejemos al lector sentir!

TABAQUERÍA

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones de gente que nadie
sabe quién es
(y si supiesen quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle constantemente cruzada
por la gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente
evidente,
con el misterio de las cosas por bajo de las piedras y
los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y
cabellos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo el carro de todo por la
carretera de nada.
Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme
y no tuviese otra fraternidad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de
la calle
la fila de vagones de un tren, y una partida pintada
desde dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos a
la ida.
Hoy me siento perplejo, como quien ha pensado y
opinado y olvidado.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que le debo
a la tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real
por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real
por dentro.
He fracasado en todo.
Como no me hice ningún propósito, quizá todo no
fuese nada.
El aprendizaje que me impartieron,
me apeé por la ventana de las traseras de la casa.
Me fui al campo con grandes proyectos.
Pero sólo encontré allí hierbas y árboles,
y cuando había gente era igual que la otra.
Me aparto de la ventana, me siento en una silla.
¿En qué voy a pensar?
¿Qué sé yo del que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? Pero ¡pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo que no puede
haber tantos!
¿Un genio? En este momento
cien mil cerebros se juzgan en sueños genios como yo,
y la historia no distinguirá, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas
convicciones!
Yo, que no tengo ninguna convicción, ¿soy más
convincente o menos convincente?
No, ni en mí…
¿En cuántas buhardillas y no buhardillas del mundo
no hay en estos momentos genios-para-sí-mismos
soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas-,
y quién sabe si realizables, no verán nunca la luz del sol
verdadero ni encontrarán quien les preste oídos?
El mundo es para quien nace para conquistarlo, aunque
tenga razón.
He soñado más que lo que hizo Napoleón.
He estrechado contra el pecho hipotético más
humanidades que Cristo,
he pensado en secreto filosofías que ningún Kant
ha escrito.
Pero soy, y quizá lo sea siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no ha nacido para eso;
seré siempre el que tenía condiciones;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al
pie de una pared sin puerta
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámame la naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que tropieza en mi cabello,
y lo demás que venga si viene, o tiene que venir, o
que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos
de la cama;
pero nos despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
(¡Come chocolatinas, pequeña,
come chocolatinas!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que las
chocolatinas, mira que todas las religiones no
enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad
con que comes!
Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel
de estaño,
lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)
Pero por lo menos queda de la amargura de lo que
nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido hacia lo Imposible.
Pero por lo menos me consagro a mí mismo un
desprecio sin lágrimas,
noble, al menos, en el gesto amplio con que tiro
la ropa sucia que soy, sin un papel, para el transcurrir
de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.
(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como una estatua que
estuviese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y disimulada,
o marquesa del siglo dieciocho, descotada y lejana,
o meretriz célebre de los tiempos de nuestros padres,
o no sé qué moderno -no me imagino bien qué-,
todo esto, sea lo que sea, lo que seas, ¡si puede inspirar,
que inspire!
Mi corazón es un cubo vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me
invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta claridad,
veo las tiendas, veo las aceras, veo los coches que pasan,
veo a los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo a los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto es extranjero, como todo.)
He vivido, estudiado, amado, y hasta creído,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no
ser yo.
Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira,
y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni
amado ni creído
(porque es posible crear la realidad de todo eso sin
hacer nada de eso);
puede que hayas existido tan sólo, como un lagarto al
que cortan el rabo
y que es un rabo, más acá del lagarto, removidamente.
He hecho de mí lo que no sabía,
y lo que podía hacer de mí no lo he hecho.
El dominó que me puse estaba equivocado.
Me conocieron enseguida como quien no era y no lo
desmentí, y me perdí.
Cuando quise quitarme el antifaz,
lo tenía pegado a la cara.
Cuando me lo quité y me miré en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, no sabía llevar el dominó que no me
había quitado.
Tiré el antifaz y me dormí en el vestuario
como un perro tolerado por al gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para demostrar que soy
sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
ojalá pudiera encontrarme como algo que hubiese hecho,
y no me quedase siempre enfrente de la tabaquería de
enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo
como una alfombra en la que tropieza un borracho
o una estera que robaron los gitanos y no valía nada.
Pero el propietario de la tabaquería ha asomado por la
puerta y se ha quedado a la puerta.
Le miro con incomodidad en la cabeza apenas vuelta,
y con la incomodidad del alma que está comprendiendo
mal.
Morirá él y moriré yo.
Él dejará la muestra y yo dejaré versos.
en determinado momento morirá también la muestra, y
los versos también.
Después de ese momento, morirá la calle donde estuvo
la muestra,
y la lengua en que fueron escritos los versos,
morirá después el planeta girador en que sucedió todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualesquiera algo así
como gente
continuará haciendo cosas semejantes a versos y
viviendo debajo de cosas semejantes a muestras,
siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan verdadero como el
sueño del misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni la otra.
Pero un hombre ha entrado en la tabaquería (¿a
comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente encima de mí.
Me incorporo a medias con energía, convencido,
humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en los que digo
lo contrario.
Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los
pensamientos.
Sigo al humo como a una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la conciencia de que la metafísica es una consecuencia
de encontrarse indispuesto.
Después me echo para atrás en la silla
y continúo fumando.
Mientras me lo conceda el destino seguiré fumando.
(Si me casase con la hija de mi lavandera
a lo mejor sería feliz.)
Visto lo cual, me levanto de la silla. Me voy a la ventana.
El hombre ha salido de la tabaquería (¿metiéndose el
cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, le conozco: es el Esteves sin metafísica.
(El propietario de la tabaquería ha llegado a la puerta.)
Como por una inspiración divina, Esteves se ha vuelto y
me ha visto.
Me ha dicho adiós con la mano, le he gritado ¡Adiós,
Esteves!, y el Universo
se me reconstruye sin ideales ni esperanza, y el propietario
de la tabaquería se ha sonreído.

LISBON REVISITED (1923)

No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.
¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Saquen de acá la metafísica!
No me prediquen sistemas completos, no me enumeren
conquistas
de las ciencias (de las ciencias, Dios mío, ¡de las ciencias!)
de las ciencias, del arte, ¡de la civilización moderna!
¿Qué mal les hice yo a todos los dioses?
Si tienen la verdad, ¡guárdensela!
Soy un técnico, pero tengo técnica solo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho de serlo.
Con todo el derecho de serlo, ¿oyeron?
¡No me den lata, por el amor de Dios!
¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto? ¿lo contrario de cualquier
cosa?
Si fuese otra persona, les daría, a todos, el gusto.
Así, como soy, ¡ténganme paciencia!
Váyanse al diablo sin mí,
¡o dejen que me vaya solo al diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?
¡No me agarren del brazo!
No me gusta que me agarren del brazo. ¡Quiero ser solo!
¡Ya dije que soy solo!
Ah, ¡qué fastidio querer que sirva de compañía!
Oh, cielo azul -el mismo de mi infancia-
¡Eterna verdad vacía y perfecta!
Oh, suave Tajo ancestral y mudo,
¡Pequeña verdad donde se refleja el cielo!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa de otrora de hoy!
Nada me dais, nada me quitáis, nada sois que yo me sienta.
¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo…
Y mientras tardan el Abismo y el Silencio ¡quiero estar solo!

MÁS ALLÁ DE LA CURVA DEL CAMINO

Más allá de la curva del camino
tal vez haya un pozo tal vez un castillo,
o tal vez tan sólo continúe el camino.
No lo sé ni pregunto.
Mientras voy por el camino que hay antes de la curva
sólo miro el camino que hay antes de la curva,
porque no puedo ver más que el camino que hay antes de la
curva.
De nada habría de servirme mirar a otro lado
o hacia lo que no veo.
Impórtenos nada más el lugar donde estamos.
Hay belleza suficiente en estar aquí y no en otra parte.
Si alguien existe más allá de la curva del camino,
quienes se preocupan por lo que hay más allá de la curva 
del camino
ahí tienen el camino que es el suyo.
Si ahí hemos de llegar al llegar lo sabremos.
Por ahora tan sólo sabemos que ahí es donde no estamos.
Aquí no hay más camino que el de antes de la curva, y antes 
de la curva
el camino que hay no tiene curva alguna.
ES TAL VEZ EL ÚLTIMO DÍA DE MI VIDA
Es tal vez el último día de mi vida.
He saludado al sol levantando la mano derecha,
mas no lo he saludado diciendo adiós.
Hice la seña de que me gustaba verlo antes: nada más.

SI TE QUIERES MATAR, ¿POR QUÉ NO TE QUIERES MATAR?

Si te quieres matar, ¿por qué no te quieres matar?
¡Ah, aprovecha la ocasión! Que yo, que amo tanto la muerte 
y la vida,
si osara matarme además me mataría…
Ah, si osas, ¡osa!
¿De qué te sirve el cuadro sucesivo de las imágenes externas
a que llamamos mundo,
esa cinematografía de las horas que son representadas
por actores de convenciones y poses determinadas,
circo polícromo de nuestro dinamismo sin fin?
¿De qué te sirve tu mundo interior, que desconoces?
Tal vez al matarte lo conozcas, por fin…
Tal vez al acabar comiences…
Y de todas formas, si te cansa ser,
ah, cánsate noblemente,
¡no cantes, como yo, la vida por borrachera,
no saludes, como yo, la muerte en literatura!
¿Que haces falta? ¡Oh fútil sombra llamada gente!
Nadie hace falta; tú no haces falta a nadie…
Sin ti todo marchará sin ti.
Tal vez para otros sea peor tu existir que tu muerte…
Tal vez peses más durando que dejando de durar…
¿El dolor de los otros…? ¿Tienes remordimiento anticipado
de que te lloren?
Tranquilízate: poco te han de llorar…
El impulso vital extingue poco a poco las lágrimas
cuando no son por cosas propias,
cuando son por lo que ocurre a los demás, sobre todo la 
muerte
que es una cosa después de la cual nada ocurre a los demás…
Primero es la angustia, la sorpresa de que haya venido
el misterio, y la falta de tu vida hablada…
Después es el horror del ataúd visible y material,
y los hombres de negro que ejercen la profesión de estar allí.
Después es la familia velando, inconsolable y contando
historietas
lamentando la pena de que tú hayas muerto,
y tú, mera causa ocasional de aquel plañir,
tú verdaderamente muerto, mucho más muerto de lo que te
imaginas…,
mucho más muerto aquí de lo que te imaginas
aunque estés mucho más vivo más allá.
Después, la trágica retirada hacia el panteón o el hoyo,
y después el principio del morir de tu recuerdo.
Primero hay en todos un alivio
de la tragedia un tanto pesada de que te hayas muerto…
y la vida de cada día reanuda su día.
Después, lentamente, se te olvida.
Sólo en dos fechas se te recordará, aniversariamente:
al cumplir años tu nacer, al cumplir años tu morir.
Nada más, nada más, absolutamente nada más.
Piensan en ti dos veces cada año.
Suspiran por ti dos veces cada año aquellos que te amaron.
Y alguna que otra vez suspirarán si por casualidad se habla
de ti.
Encárate en frío, y encara en frío lo que somos…
Si te quieres matar, mátate…,
¡no tengas escrúpulos morales, recelos en la inteligencia!
¿Qué escrúpulos o qué recelos tiene el mecanismo de la vida?
¿Qué escrúpulos químicos tiene el impulso que genera
las savias, y la circulación de la sangre, y el amor?
¿Qué memoria de los otros tiene el ritmo alegre de la vida?
Ah, pobre vanidad de carne y hueso llamada hombre,
¿no ves que careces absolutamente de importancia?
Eres importante para ti porque es a ti a quien tú sientes.
Eres todo para ti porque eres para ti el universo,
el propio universo y los otros
satélites de su subjetividad objetiva.
Eres importante para ti porque sólo tú eres importante para ti.
Y si eres así, oh mito, ¿los otros no han de ser así?
¿Tienes, como Hamlet, pavor a lo desconocido?
Mas, ¿qué es lo conocido? ¿Qué es lo que conoces tú
para que llames desconocida a cualquier cosa en especial?
¿Tienes, como Falstaff, el amor adiposo a la vida?
Si la amas tan materialmente, más materialmente ámala aún:
¡tórnate parte carnal de la tierra y las cosas!
Dispérsate, sistema físico-químico
de células nocturnamente conscientes,
en la nocturna consciencia de la inconsciencia de los cuerpos,
en el gran embozo que-no-emboza-nada de las apariencias,
en la hierba y el césped de la proliferación de los seres,
en la niebla atómica de las cosas,
en las paredes voraginantes
del vacío dinámico del mundo…

EN LAS PLAZAS DEL PORVENIR -TAL VEZ LAS MISMAS QUE LAS NUESTRAS-

En las plazas del porvenir -tal vez las mismas que las
nuestras-
¿qué elixires serán pregonados?
Con etiquetas diferentes, los mismos del Egipto de los
faraones;
con otros procedimientos para hacerlos comprar, los que ya
son nuestros.
Y las metafísicas perdidas en los rincones de los cafés de 
todas partes,
las filosofías solitarias de tanta buhardilla de fracasado,
las ideas casuales de tanto casual, las intuiciones de tanto don
nadie,
tal vez un día con fluido abstracto y sustancia implausible
formen un dios y ocupen el mundo.
Mas para mí hoy, para mí
no hay sosiego al pensar en las propiedades de las cosas,
en los destinos que no desvelo,
en mi propia metafísica, que la tengo porque pienso y siento.
No hay sosiego,
¡y en las grandes montañas al sol lo hay tan nítidamente!
¿Lo hay? En las montañas al sol nada hay del espíritu.
No serían montañas ni estarían al sol si lo hubiese.
El cansancio de pensar, que va hasta el fondo de existir,
me hace viejo desde anteayer con frío hasta en el cuerpo.
¿Qué ha sido de los propósitos perdidos y de los sueños 
imposibles?
¿Y por qué hay propósitos muertos y sueños sin razón?
Los días de lluvia lenta, continua, monótona, una,
me cuesta levantarme de la silla en que me senté sin darme
cuenta
y el universo es absolutamente hueco en torno a mí.
El tedio que llega a constituirnos los huesos me ha empapado
el ser
y la memoria de alguna cosa que no recuerdo me enfría el 
alma.
Sin duda las islas de los mares del sur tienen posibilidades
para el sueño
y los arenales de todos los desiertos compensan un poco a la
imaginación;
pero es en mi corazón sin mares ni desiertos ni islas donde 
siento,
es en mi alma vacía donde estoy,
y me narro prolijamente sin sentido, como un tonto
enfebrecido.
Furia fría del destino,
intersección de todo,
confusión de las cosas con sus causas y efectos,
consecuencia de tener cuerpo y alma,
y el son de la lluvia llega a ser yo, y es oscuro.

Te recomendamos ver el programa de televisión.

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

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