ESTE NÚMERO ESTÁ DEDICADO A LA POETA ESPAÑOLA CARMEN CONDE Y A LA POETA DEL GRUPO CERO LAURA LÓPEZ GARCÍA.
VER EL PROGRAMA DE TELEVISIÓN DEDICADO A LA POETA ESPAÑOLA CARMEN CONDE
BIOGRAFÍA DE CARMEN CONDE ABELLÁN
Carmen Conde Abellán, autora de un centenar largo de libros de poesía, relatos, teatro, memorias y literatura infantil fue la primera mujer en ingresar en la Real Academia Española, ocupando el sillón k. Propuesta como candidata en 1978, por Vicente Aleixandre y Dámaso Alonso, las cortesías y visitas habituales se acompañaban en aquella ocasión de inevitables interpretaciones políticas. Que tocaba mujer era claro: aún producía rubor el rechazo de los académicos a María Moliner en 1972, vaya a saber si por mujer o por no ser filóloga de escalafón. De la terna de candidatas, sólo dos contaban con posibilidades reales, en un dilema que Carmen Conde resumió en sus anotaciones el jueves de la elección: “Los Académicos entre Rosa Chacel y yo. Exilio voluntario y 40 años de aguante con dignidad y valor y obra”. Era época de transición y de transacciones, y su caso, como el del Nobel, su vecino de Velintonia y arrendador, Vicente Aleixandre, representaba una suerte de compromiso entre la resistencia interior al franquismo y la vinculación con la cultura de la República.
En su discurso de posesión del cargo agradece su nombramiento y dice: “Vuestra noble decisión pone fin a una tan injusta como Vetusta discriminación literaria.” La Academia a la sazón cumplía 267 años.
Carmen había nacido el 15 de agosto de 1907 en Cartagena, ciudad en que vivió sus primeros años. A los 6 años, se trasladó con su familia a Melilla donde vivió hasta 1920. Las memorias de esta época están recogidas en Empezando la vida. En 1923, aprobó unas oposiciones para auxiliar de la sala de delineación de la sociedad española de construcción naval y empezó a trabajar, iniciando su colaboración con la prensa local un año más tarde. A sus 17 años su primera novela obtuvo un premio hispanoamericano convocado por el Diario Español de Buenos Aires. La noticia apareció publicada en primera plana del Diario de Alicante. Decía “Carmen Conde” y debajo “una generosa y esperanzada retahíla de vaticinios felices.” Dice Carmen de este hecho: “Esto marcó la definitiva voluntad creadora, la exteriorizada conciencia literaria.”
Al respecto dice: “Todo ello hubiera podido envanecer mi adolescencia sí – quizás fuera esto- el trabajo forzoso no ocupara la mayor parte de mis esfuerzos, siendo aquello de escribir un gozo tan puro tan alegre tan liberador.” Y se pregunta más: ¿Me satisfacían los pequeños y firmes éxitos?
Ahí según ella comenzó un nuevo camino. A los 19 años, comenzó magisterio en la Escuela Normal de Maestras de Murcia. El 15 de abril de 1924, Conde publicó su primer trabajo en un diario de Cartagena. Siguió colaborando con otros periódicos y revistas, publicando en 1925 un entremés titulado “A los acordes de la pavana”, que había obtenido el primer premio en los juegos florales convocados por la asamblea local de la Cruz Roja de Albacete.
En 1927 conoció a Juan Ramón Jiménez, Antonio Miró, Antonio Machado y a todos los jóvenes de aquella brillante hora española. La escritura de Juan Ramón Jiménez fue una revelación de fulminantes resultados. Hasta entonces no había escrito poesía.
Mantuvo una intensa correspondencia con la poeta Ernestina de Champourcín, prácticamente ininterrumpida desde enero de 1928 hasta 1930. A partir de este año, las cartas se fueron distanciando aunque mantuvieron correspondencia hasta los años 80. Sin embargo, por avatares diversos, se conservan sobre todo las cartas de Ernestina a Carmen. En esta correspondencia, ambas reconocen la influencia en su poesía de Juan Ramón Jiménez como de Gabriel Miró, además de clásicos como Santa Teresa o Fray Luis de León. También Conde le pedirá información sobre el Lyceum y sus actividades. Terminaría conociendo personalmente a Champourcín durante su estancia en Madrid.
En 1927, conoció al poeta Antonio Oliver y formalizaron sus relaciones. Ella publicó en “Ley”, “Entregas de capricho”, y en 1928 en “Obra en marcha”, “Diario poético”, ambas minoritarias revistas de Juan Ramón Jiménez. En 1929, publicó “Brocal”, un libro de poemas en prosa, con presencia de la naturaleza y cuyo tema es el amor. Terminó sus estudios de magisterio en la Escuela Normal de Albacete en 1930. Un año más tarde, el 5 de diciembre de 1931, se casó con Antonio Oliver, participando en la puesta en marcha de la primera Universidad Popular de Cartagena.
Entre 1929 y 1941 escribió siete libros de prosa poética.
En 1931, comienzo de la segunda República, se publicó su ensayo pedagógico por la escuela renovada. En 1933, auxiliados por el Patronato de misiones pedagógicas, ella y su marido fundaron la revista Presencia. Dicho órgano de la Universidad Popular contaba con biblioteca de adultos, biblioteca infantil, cine educativo y se celebraban conferencias y exposiciones. Uno de los poetas invitados fue Miguel Hernández, qué pasó a ser amigo íntimo del matrimonio. Otros poetas e intelectuales fueron a la Universidad Popular Ramón Sijé, Margarita Nelkén, María de Maeztu entre otros. En ese periodo, Conde trabajó también como maestra en la Escuela Nacional de párvulos del Retén.
En 1933, se trasladó a Madrid y nació muerta su única hija, tema que aparecerá intermitentemente en su poesía. Trabajó como inspectora-celadora de estudios del orfanato del Pardo hasta que dimitió en 1935. En este año, la pareja colaboró con periódicos nacionales como El Sol, en el que se publicaron las cartas a Catherine Mansfield, entre septiembre y noviembre: “un ejercicio de fraternidad psíquica.” También aparece en publicaciones seriadas hispanoamericanas.
En 1934 aparece “Júbilos. Poemas de niños, rosas, animales, máquinas y vientos” con prólogo de Gabriela Mistral. Esta comenta, en dicho prólogo: “Aquello de los poemas en prosa, que ella también cultivó, se le había vuelto sospechoso; generalmente lo cultivamos las mujeres por pereza de construir la poesía en verso, lo cual es la norma racional, pero en estas cosas de generalizaciones salta siempre una mano a taparnos con su rectificación la boca envalentonada de razones, y a sujetarnos la sentencia, con el caso individual. Esta vez el golpe de mano refrenador fue el de Carmen Conde y sus poemas de “Brocal”. Eran excelentes, daban la seguridad de un temperamento poético de primera agua y dejaban esperando lo que seguiría”.
En 1936, mientras estudiaba en la Universidad de Valencia, conoció a Amanda Junquera, esposa del catedrático de historia española Cayetano Alcázar Molina, con la que mantuvo una relación amorosa, según ha afirmado, entre otros, José Luis Ferris en la biografía “Carmen Conde: vida, pasión y verso de una escritora olvidada”. El investigador afirma que tanto la vida como la obra de la poeta se van a ver definidas por esa batalla interior que Carmen hubo de librar hasta el final de sus días, una lucha íntima, secreta acaso, entre las sombras del pasado y el presente, junto a Amanda Junquera.
Al estallar la guerra civil, Oliver se unió al Ejército republicano al frente de la emisora radio Frente Popular Nº 2. Conde le siguió por varias ciudades de Andalucía, pero regresó a Cartagena para cuidar de su madre. El estallido de la guerra hizo que, en julio de 1936, renunciaran al proyecto de acudir a la invitación de Gabriela Mistral entonces cónsul de Chile en Lisboa, antes de viajar a Francia y Bélgica para estudiar las instituciones de Cultura Popular en aquellos países, para lo que Conde había obtenido una pensión. También en la Facultad de letras de Valencia siguió cursos y aprobó oposiciones a bibliotecas, aunque nunca llegó a ejercer.
En marzo de 1937, Conde trabajó como maestra interina de la Escuela Nacional de niñas Nº 3 De Murcia e impartió clases a adultas analfabetas en la Casa de la Mujer de la Agrupación de mujeres antifascistas. La organización Mujeres Libres le publicó “Enseñanza nueva” en 1936, “La composición literaria infantil”, “Poemas de guerra” y “Oíd la vida”. En 1937 también escribió varias obras en prosa poética no publicadas hasta años después.
En 1938/39 publicó “Mientras los hombres mueren”, que expresa en palabras de la autora el profundo desconsuelo que siente una mujer ante los inescrutables designios que permiten el horror donde vivía confiada la sonrisa.
Al acabar la guerra, su esposo vivió recluido en Murcia en casa de su hermana y Conde vivió escondida en el domicilio de los Junquera en Madrid durante un año, escribiendo el poema en prosa “El Arcángel”, inédito hasta los años 60.En 1940, se instaló en El Escorial con Amanda Junquera, donde escribió gran parte de su obra. Para comunicarse con su marido, se valió de su amigo José Ballester Nicolás, director de “La verdad” y funcionario de correos. Paradójicamente, la misma guerra civil que la alejó de su marido, voluntario en el frente republicano, fue un período de intensa felicidad personal gracias a su relación con Amanda Junquera, esposa del catedrático de la Universidad murciana Cayetano Alcázar. Hasta la muerte de Amanda en 1986 ya nunca se separarían del todo; ni siquiera cuando Antonio Oliver, (que tras la guerra estuvo preso en Baza y luego en reclusión atenuada en domicilios de Murcia y Lorca), se reunió con Carmen en Madrid, a fines de 1945.
La década de 1940 fue literariamente muy productiva y Conde utilizó como seudónimos Magdalena Noguera, Florentina del Mar y otros. Con el de Magdalena Noguera publicó obras de tono religioso y como Florentina del Mar firmó cuentos y teatro para niños, ensayos y relatos. También realizó traducciones del francés y del italiano. En 1941, Conde y Junquera se instalaron en la calle de Wellingtonia en Madrid, en un inmueble propiedad de Vicente Aleixandre, que residía en la planta baja. El matrimonio se reunió en 1945, residiendo en la pensión Vals de la madrileña calle Goya junto con la madre de Conde, hasta que en 1949 pasaron a vivir en el que fue el domicilio familiar en la calle Ferraz. Existe una placa conmemorativa en su domicilio de la calle Ferraz.
Desde 1944 hasta 1951, colaboró en Radio Nacional de España y publicó en la “Estafeta literaria”. Fue juzgada por haberse decantado por la República, con fallo de sobreseimiento provisional en 1944, aunque con una nueva denuncia en 1949. A pesar de ello, desarrolló una intensa actividad. Se encargó de la asesoría literaria de la editorial Alhambra, colaboró en la sección bibliográfica del CSIC y en la sección de publicaciones de la Universidad Central de Madrid. Estos años publicó algunas de sus obras poéticas más importantes: “Ansia de la gracia” (1945) un políptico amoroso rico en romanticismo, “Mujer sin Edén” (1947) que concilia el desarraigo existencial de la poesía de Dámaso Alonso con la nostalgia paradisíaca de Aleixandre, unido ello a una rotunda afirmación femenina. Libro cuya edición cuida el poeta Leopoldo de Luis quien luego prólogo las “Poesías completas” publicadas por Biblioteca Nueva.
Leopoldo de Luis dice en el prólogo de Mujer sin Edén: “Carmen Conde se encarna en esa mujer que es de ayer, de hoy y de siempre. “Mujer sin Edén” es un libro situado en las coordenadas de su época, una expresión de corte religioso que encauza o encubre una preocupación de índole entre rebelde y existencial; un vocabulario de cierto desgarro en su tono clamante. Visto hoy, “Mujer sin Edén” es un gran símbolo o quizás sea mejor decir una gran parábola de la condición de la mujer, de su herencia dentro de la religión judeo-cristiana. De estas narraciones infiere que las normas rígidas de la mujer tradicional (léase simbólicamente Dios) desestiman a la mujer y aún la acusan del pecado carnal”.
Con el poemario “Ansia de la gracia” Conde entró en el mundo editorial, ya que hasta entonces había hecho ediciones de pocos ejemplares. Es un poemario cuyo tema central es el erotismo y sus imágenes están en relación con la naturaleza. Se inicia así un cambio profundo, su escritura toma forma de poesía. El carácter de su esposo, siempre quejoso ante el desvío de Carmen, le amargó esos años; si hacemos caso a las anotaciones de sus diarios, profusamente recogidas en la reciente y exhaustiva biografía antes citada de José Luis Ferris; que ha utilizado para su documentación el extraordinario fondo del Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver. Licenciado tardíamente en letras, el prometedor poeta Oliver se había ido apagando en un clima de frustración, del que salió casi por casualidad y con el decidido apoyo de Carmen.
En efecto, un 13 de mayo de 1956 el matrimonio, junto a tres alumnos de un curso sobre el modernismo que Olivera impartía en la Universidad central, viajó al pueblo abulense de Navalsauz, donde vivía ignorada de todos Francisca Sánchez, la princesa Paca, última mujer de Rubén Darío, a quien había atendido, amorosa y samaritana, en sus años finales. Francisca había conservado el riquísimo archivo de Rubén, contra la injuria oficial y la rapacidad de estudiosos malandrines que lo diezmaron. La anciana, a la que en su juventud había enseñado Rubén a leer, les expresó su deseo de marchar a Madrid para morirse escuchando la voz de los poetas. El empeño del matrimonio consiguió que las autoridades proporcionaran una casa en Madrid y una pensión a Francisca, quién, a su vez, cedió al estado el archivo del poeta al que desde ese momento se consagró Antonio Oliver.
El marido de Amanda murió en 1958; en 1968 lo hizo Antonio Oliver, cuya obra compiló en un volumen Carmen Conde, Biblioteca Nueva (1971), en la misma editorial donde ella había publicado su “Poesía reunida” (1967). La muerte de Antonio está presente en “ A este lado de la eternidad” (1968), especialmente en el impresionante “Réquiem por nosotros dos”. Luego vino el aldabonazo de la Real Academia. En 1967 gana el Premio Nacional de poesía, pero su actividad literaria no cesa, testimonio de lo cual es “La noche oscura del cuerpo” (1980), andanada espiritualista que conjura las pérdidas del tiempo, la opacidad de la materia y los desabrimientos existenciales de una vida ya esencialmente cumplida.
Sus publicaciones poéticas son las siguientes:
- 1945 Ansia de la gracia
- 1947 Mi fin en el viento, Será la luz, Mujer sin Edén y Canto funeral por mi época
- 1951 Iluminada tierra.
- 1954 Viviente de los siglos.
- 1959 Los monólogos de mi hija.
- 1960 En un mundo de fugitivos, Derribado Arcángel, En la tierra de nadie.
- 1962 Los poemas del Mar Menor y Devorante arcilla
- 1962 a 64 Enajenado mira
- 1970 A este lado de la eternidad
- 1971 Cancionero de la enamorada.
- 1975 Corrosión.
- 1976 Cita con la vida.
- 1978 El tiempo es un río lentísimo de fuego.
- 1980 La noche oscura del cuerpo
- 1982 Desde nunca y Doliente realidad.
- 1983 Derramen su sangre las sombras.
- 1984 Del olvidado dolor.
- 1985 Cráter y hermosos días en China.
- 1987 Al aire, VI poemas.
- 1988 Una palabra tuya.
Sus obras” La Rambla” y “Creció espesa la hierba” son adaptadas por Televisión Española. Su muerte llegó el 8 de enero de 1996, en una residencia de Majadahonda, cuando ya su mente llevaba un tiempo extraviada en las nieblas del Alzheimer.
SELECCIÓN DE POEMAS DE CARMEN CONDE
YO NO TE PREGUNTO ADÓNDE ME LLEVAS
I
Yo no te pregunto adónde me llevas.
Ni por qué.
Ni para qué.
¿Tú quieres caminar?, pues yo te sigo.
Las terrazas tienen agilidad de palomas, y como ellas, unas alas finas con el vértice en el agua.
Así que la luna se baña en estas piscinas aéreas, los tejados sonríen con los labios rizados de sus tejas.
Llevo luceros, luceros, en la mano derecha. ¡Y llevo estrellas, estrellas, en la mano izquierda!
Dime, hombre de todas las noches de luna, ¿qué mano vas a besarme?
¡Yo seré de viento, de llama, de agua!
¿Qué primavera, qué incendio, qué río me ceñirán mejor que tú?
Dormía, y el amanecer me saltaba de hombro a hombro.
Río abajo, navegaba la luna.
Los bergantines de la piar y las rosas del campo, se llenaron de aquella luz mía que era cual otra luz del cielo.
Río abajo, mi corazón.
¡Yo estaba en los álamos, como el viento de la primavera!
II
Voy y vengo. Iré y vendré,
Soy la pasajera inmóvil de tus ríos.
Si no supieses nada de esta colina blanca crecida de mí, no podrías tomar impulso y saltarla.
He ahí que tú naufragarías.
Del Libro Brocal (Fragmentos)
MARÍA VEGA
Tú has venido andando por el mar. Trajiste
en las manos la mazorca dorada de
Septiembre, como una antorcha.
María, donde menos te siento es a mi lado.
Cuando estás lejos de mí te creo más cerca.
Digo con inquietud, ¿María?, y abres tu risa
clara.
Sé que has venido por el mar. Tienes
enredados en los cabellos cinco luceros
blancos que juegan al corro en tu frente.
DEL LIBRO “JÚBILOS”
INSOMNIOS
Hay noches que no traen riberas. Largas, sin
la alegría de las que contienen el sol. En su
confluencia con el atardecido, las noches
avasalladoras se dilatan.
Sombra que fluye luz. Todo gira en torno de
la quietud silente. Los gallos remueven el
mundo más tarde, los corderos brotan su
nieve más tarde. Chorro de horas, gota a gota
los minutos, componen la eternidad.
MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN
Mientras los hombres mueren os digo yo, la que canta desoladas provincias del Duelo, que se me rompen sollozos y angustias contra barcos de ébano furibundo; y la fruta par de mis labios quema de suspiros porque los cielos se han dejado hincar imprecaciones sombrías.
A los hombres que mueren yo los sigo en su buscar por entre las raíces y los veneros fangosos, pues ellos y yo tenemos igual designio de ensueño debajo de la tierra.
¡Cállense todos los que no se sientan doblar de agonía hoy, día de espanto abrasado por teas de gritos, que esta mujer os dice que la muerte está en no ver, ni oír, ni saber, ni morir!
DEL LIBRO “MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN”
A LOS NIÑOS MUERTOS POR LA GUERRA
¡No los deshojéis, cañones; no los tricéis, ametralladoras, bombas grandísimas que caéis del cielo hondo y que parecéis dones de las nubes anchas, no rompáis los cuerpecitos de los niños!
¿No siente el plomo piedad de estos hombros de leche rosada, de estas sangrecitas dulces, de estas pieles de labios? ¿Ningún aviador enemigo tiene niñitos que levanten sus manos al viento de las hélices?
No. El enemigo no parece padre, y acaso es huérfano también. Por eso los niños se quiebran en tajos humeantes, y hay por los jardines cabelleras de musgos, rodillas con seda rasgada; suelto todo entre los árboles quebrados, con duelo sostenido de gritos que ayer eran cometas y hoy son pobres encías partidas que ya no gustarán mazorcas ni pezones frescos de madres enamoradas…
DEL LIBRO “MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN”
LO INFINITO
Tú vives en el alba.
Los pájaros te aclaman.
De túnicas de aves te viste la alegría.
¡Qué aurora la que exaltas!
¡Qué noble luz la tuya!
Te escuchan las mañanas y las noches
porque eres como un cirio,
porque eres como un corzo.
Sentirte a ti que pasas
rozándome las rosas y los ayes…
Doler en tus rodillas, estrujada
por riscos y malezas.
Y que un céfiro de alondras venga dulce,
que tú llegues aventando mis heridas…
Ser mujer y tuya, ¡qué inefable
fundirse la conciencia entre tus brazos!
DEL LIBRO “ANSIA DE LA GRACIA”
EN EL PRINCIPIO
Se suceden las formas.
Un prodigio de luz y de color me habita.
En mi alma se mueven
grandes mundos que buscan su palabra
para llamarse algo y no sólo materia.
¡Nombres quieren los sueños!
Música, amarillos y rosa, un céfiro blando
Son mientras no son fuera de mí.
Medito, y la conciencia elude
la concreta criatura de llamarles algo.
¡Lucha sin descanso en mi callada
Ignorancia del llamar perfecto!
¿Por qué los sueños quieren tomar parte del mundo
si cuando son presencias sin contorno
alivian tanto el alma?
Ser donde yo soy, con un nombre:
árbol, libro, calle con musgo en las piedras…
¿Y lo que es eso mismo, pero no se ve nunca;
lo que es el árbol todo, pero no son las hojas,
ni los pájaros que cantan en sus límites verdes?
¡Qué tortura es llamar!¿No quieren los fantasmas seguir siendo fantasmas?
Me poblaría de ellos siempre; aquello
que los desnuda para hacerlos cosas, me aterra.
¡Una niebla delgada entre el mundo y mis ojos;
un silencio de exactitudes, un cielo
sin arcos que sostengan la bóveda
de la verdad con nombre fijo!
Me voy quedando sola en este mundo,
porque en el otro crecen mis amigos eternos.
Son todos los que antes gimieron por dar nombre
al universo ávido que trabaja en mi alma
buscándose salida, emergencia concreta.
Prefiero sonreír callada, descalzar mi memoria.
A pesar de los llantos oscuros
y de que cada noche bajan a mis labios
Palabras ya maduras que pudieran ser nombres…
¡No llamar, no cercar, no destruir la eterna
sucesión de las formas inmersas en la Nada!
PRIMER AMOR
¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!
Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Esta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
¡Abismo y solo abismo
de ti hasta la muerte!
¡Tus brazos!
Son tus brazos los mismos de otros días,
y tiemblan y se cierran en torno de su cuerpo.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido
de cosas que tú ignoras,
de mundos que lo mueven…
¡Oh pecho de tu cuerpo, tan firme y tan sensible
que un vaho lo pone turbio
y un beso lo traspasa!
¡Si nunca nadie dijo que así se amaba tanto!
¿Podías tú esperar que ardieran tus cabellos,
que toda cuanta eres cayeras como lumbre
en un grito sin cifra,
desde una cordillera gritada por la aurora?
¿Ceniza tú algún día? ¿Ceniza esta locura
que estrenas con la vida recién brotada al mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo
para quemar el cielo subiéndole la tierra.
NOSTALGIA DE MUJER
Mil años ante Ti son como sueño.
Como de aguas el grosor de una avenida.
Hierba que en la mañana crece,
florece y crece en la mañana
aunque a la tarde es cortada y se seca.
¿Qué es el tiempo ante Ti, qué son los truenos
que blandes contra mí cuando me nombras?
Pavor siento a tu idea, te veo hosco
mirándome en la lumbre de tu Arcángel.
La espada Tú también, eres el filo
y el pomo que se aprieta con el puño.
Para verte a Ti mismo me has nacido.
Por no estar solo con tu omnipotencia.
Soy la nada, soy de tiempo, soy un sueño…
Agua que te fluye, hierba ácida
que cortas sin amor…
Tú no me quieres.
DEL LIBRO: MUJER SIN EDEN
VOZ DE LA VIEJA EVA AL SENTIRSE MARÍA
A Ella la llamas Ave, saludándola.
A mí llamaste Eva, que es lo mismo.
El Ave de María es terrenal morada tuya,
y yo fui lanzada de tu Huerto, acá a la tierra.
No perdonaste que engendrara hombre
a la que quitaras Tú del que fraguaste.
Y vienes a posar en cuerpo humano,
en virgen de mi propia descendencia.
¡Salvarnos con tu lumbre, por tu Hijo:
venirte Tú a entendernos, dialogando
por medio de la Voz que depositas
en cuerpo de mujer que es pura siempre!
Ignoras las miserias de los hombres.
Harán en tu Criatura su venganza.
La tierra no se olvida de que es tierra
maldita, como yo, por tu arrebato.
Tu Hijo, otro Abel, será vendido
por quien tu Ojo implacable airado mira.
Ave, Eva. Nombres de mujer en dos Edades.
Presencias de tu Ser. Pero María
jamás pecó, Señor. ¿Por qué la eliges
sufridora del drama sobrehumano?
¡No hay árbol de la ciencia,
no hay árbol de la vida para ella!
CANTO FUNERAL POR MI ÉPOCA
A Vicente Aleixandre
Yo misma reclamando a los arcángeles,
¿qué soy más que una voz descompasada?
La tierra suma tierras sin raíces,
oscuros vendavales de tormentas…
Los cuerpos van sin alma, son tan sólo
los pozos del instinto desatado.
¡Qué triste mi yantar de pan sombrío,
mi oscuro acontecer por el trascielo!
Ni lloro ni sonrío, que la risa,
el llanto, son de vivos, y no soy
ni viva ni tan muerta que no sepa
que me puedo morir dentro de poco.
Hablar de lo celeste imaginado.
Latir los estertores de la dicha.
Sentirme delirar, acongojada
por tanto goce limpio en el amor.
¿Acaso todo ello no es posible,
temiendo, como temo, que la vida
se acabe para mí sin prolongarla
en vida de la eterna persistencia?
¡Oh carnes de dolor, hombres funestos;
mujeres de placer, viejos sin lumbre;
criaturas del descuido irresponsable!
Penando por vosotros yo arrebato
mis pulsos en amarga calentura.
A nadie importa nadie. Que asesinos
de otros que serían matadores
componen la corteza de la tierra.
Delatan lenguas frías sus venganzas,
y un pueblo universal ulula odios
encima de la sangre derramada.
¿Qué puedo yo crear; quién hace lirios,
de no ser Dios potente, de este cieno?
¿Quién puede remediar mi incertidumbre,
de no ser Dios eterno, en esta charca?
¡Soñar mis sueños yo, aquellos sueños
de esbeltos palmerales levantinos;
beber brisas salobres, yo, sedienta,
oyendo sollozar por los alcores!
¡Mis años de ilusión, mi fuerza ardiente
librada de mi cuerpo dominado;
mis sueños del amor que nunca llega
colmando aquel soñar de tanto espíritu!
¿Qué hacemos ahora aquí, quién nos requiere
si no es para colmar nuestro fracaso?
¡Oh tristes del llorar, sumad mi queja
al negro de la noche sin orillas!
Muy largo es el dormir sin esperanzas.
Muy largo y muy profundo, despertarse.
Y busco entre vosotros, los ajenos,
la calma de inefables beatitudes.
—Hay hombres que no quieren ser el eco
de tales resonancias dolorosas.
Mujeres sin dolor, cuerpos de sexo
que empapan su animal perseverancia—.
¿Quién dijo que la voz del que clamara
podría desnudar indiferencias?
¡Que clama mi dolor por lo que sufren,
y estoy sola en amor por cuantos lloran!
¡Decir mis sueños yo, la más doliente
que puso en este mundo sus pisadas!
Contaros que en el sueño de mis ojos
anidan las augustas majestades
de almas sin temblor, sin una sombra,
cubiertas por la flor de mis canciones!
Dormir y no saber; dormirme toda
y nunca despertar de mi distancia…
¿Qué puedo yo ofrecer, qué luna dulce
habría de alumbrar por mis palabras?
Volvedme a mis fronteras, nieblas frías;
volvedme a mi no ser; al gran seguro.
Están sin luz las sendas; los atajos
bañándose en la sangre derrochada.
En dientes sin blancor gimen pedazos
de carnes en agraz. Balan su ira
los castos y en temor, que nada impiden.
Transcurre todo así; bilis y sangre
debajo de los puentes lujuriosos.
Codicias y ruindad, grandes altezas
imperan bien aquí, donde yo clamo.
¡Abridme como res que todos matan,
sacad mi sangre entera, destruidme,
que quiero deshacerme entre vosotros!
—¿Soñar mis sueños ya…, decir mis sueños
en este mismo idioma de lamento?
¡No voz del mundo y mía; voz humana
que entiendan y desprecien los humanos!
Celeste y misterioso oído mío,
augusta majestad que me responde:
¿en qué pozo de luz, en qué caverna
de minas sin hollar puedo decirte
la enorme angustia mía, mi ternura,
inútiles las dos? ¡Cómo las siento
secándome la fe de mi destino!
DEL LIBRO: Canto funeral por mi época
LOS MOLINOS DE LAS VELAS
Ellos, siempre tres, son tus ángeles costeros.
Los tres grandes molinos que te vuelan,
se arrebatan de sol, giran ebrios de azul,
salobres velas
en las manos del viento que te baña.
Molinos que en el campo son navíos
y que aquí, ya veleros anclados, te aureolan.
¡Cuánto barco en tu pueblo de oleajes,
derramándose el campo en blancos lienzos!
Agua dulce en la tierra de sembrados,
agua y sol en tus límites extremos.
Ellos giran y giran; remos, jarcias,
sin timón -que eres tú-, sobre los cielos.
DEL LIBRO “MAR MENOR”
DOLIENTE REALIDAD
Está la casa, sí, pero no está
aquel contenido suyo…
Busco la presencia, oigo la voz,
Y la casa está vacía…
¿Cómo reponerla de su alma,
Cómo devolverle lo perdido?
Una casa sin luz, una neblina
difundiéndose por todo.
La casa era una flor, la casa
era más que un jardín: era la vida.
La vida que no tiene cuando vengo
Y te busco, lo ausente, desvalida.
Todo sigue igual y no es lo mismo.
Todo va viviendo y es mentira.
La casa que sin ti ya no es la casa
Y yo soy como tú: soy una ausente.
DEL LIBRO “DESDE NUNCA”
FUENTES CONSULTADAS:
- BROCAL Y CARTAS A MARÍA.
Carmen Conde
Edición de Rosario Hiriart.
Editorial Biblioteca Nueva. Madrid (España) 1984. - https://revista.poemame.com/2019/06/20/carmen-conde-tu-quieres-caminar-pues-yo-te-sigo/https://patronatocondeoliver.cartagena.es/carmenconde-seleccion-poemas.asp
- https://studylib.es/doc/6937274/carmen-conde–en-el-principio
- https://www.lavanguardia.com/libros/libro/mujer-sin-eden-9788478393862
LAURA LOPEZ GARCÍA
RESEÑA BIOGRÁFICA DE LAURA LÓPEZ GARCÍA
POETA DE LA ESCUELA DE PSICOANÁLISIS Y POESÍA GRUPO CERO. MADRID – ESPAÑA
Es Psicóloga colegiada y Psicoanalista de la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero. Es integrante de los Talleres de Poesía Grupo Cero desde el año 2009 y coordina en la actualidad un taller en Málaga. Trabaja como Psicoanalista en su consulta de forma presencial y online.
Es también perito judicial y especialista en Mediación familiar, civil y mercantil.
Ha publicado en poesía su primer libro Sueños de papel y en Psicoanálisis es coautora de La Mujer del Siglo XXI, una mirada psicoanalítica y coautora también en Múltiple interés del Psicoanálisis, Actas Simposio de Psicoanálisis. 25, 26 y 27 de octubre de 2019, de la Editorial Grupo Cero.
Colabora habitualmente en los medios de comunicación (prensa, radio, televisión). Ahora, con su segundo libro de poesía, La Luna en Paracaídas, continúa en el camino de la escritura y la poesía.
SELECCIÓN DE POEMAS DE LAURA LÓPEZ
LA NOCHE ERA SILENCIO
A todos los que la opresión quiso robarles también el pensamiento
Una moneda por favor.
La mano del hombre guiaba sus pasos,
agarraba el aire y lo apartaba,
vistiendo a la muerte de cobre
en céntimos que estiraba en su garganta
¡Oh palabras solitarias atadas a recuerdos!
Los pasajeros lo veían al pasar,
se compadecían del hombre hojalata
rígido como un pescado cuando lo sacan del mar,
de mirada triste,ventrílocuo del tiempo,
buscando a un hombre que no existe,
ni siquiera en él.
¿Quién le reconocería en el enjambre de las horas,
en las subidas y bajadas del tren?
Lo hicieron. La voz se propagó como la pólvora,
corrió un reguero de tempestades cubiertas
por la inmensidad de la memoria,
oscura como un pozo.
Hubo quien quiso ir a verlo,
comprobar que en la desdicha, más allá de su mirada,
había un lugar limpio donde sumergirse.
¡Una moneda por favor!
¿No sabes quién soy? La noche era silencio.
Pero aquel día él no suplicaba monedas,
pedía a la oscuridad una fosa donde arrojar cuerpos
después de la guerra.
¡Delito de sangre! Era la consigna,
torturas para confesar lo inconfesable.
A uno de ellos le devoraron la carne con el látigo.
Trozos de camisa ahondaron por sus costillas
buscando en la sangre la mentira que lo salvara.
Muchos confesaron sin haber matado jamás a una mosca.
Fusiles, silencio.
Ahora el silencio se pega al hombre hojalata.
Fue fiscal y sepulturero, sin mancharse las manos,
dibujando la fosa con su bolígrafo.
¿No me conoces?
Hubiera cavado con las manos un cráter en su cabeza
y hacer una Luna de justicia por tantos compañeros
que cayeron del horror a la mentira, y subrayar,
como vías del tren, la culpa en su mirada.
¿No oyes?
Vivía, aunque tuvo que hacerlo de rodillas,
con la culpa andándole entre cadáveres,
intentando huir de sí mismo.
La noche volvió a ser silencio,
pero entre las palabras del visitante, agonizó su nombre.
ELLA NO ES DUEÑA DE SU VIDA
Ella no es dueña de su vida,
busca amo y remanso para su olas,
un dique en el hacer o deshacer.
¡Busca dueño señores!
¿Dónde la libertad grita?
La tiene encerrada en el rincón de sus ropas viejas,
sacudiendo el polvo de los siglos
dedicándole tanto tiempo al tiempo.
Tiene la mirada quebrada
en un carril de dos filos,
quiere aire, mar, pero no puede
¿Quién lo autorizaría?
“Fírmeme usted por favor, o usted.
Hágame el amor pero sin que lo perciba.
Regáleme un suspiro pero sin pretensiones,
que yo olvido.”
Partidaria de los recuerdos
va sin días, tiene miedo
porque dentro de todo hay ruido.
Las manzanas ruedan.
Desear, ser, entregarse,
lo absoluto gira retando sus ojos
tras el deseo distante,
sin dueño cae irreparable.
Llueve. Pero saldrá el sol.
¿NO VES QUE ARDO?
Una fuga de silencios en la noche
sujeta por el espanto y por la luz terrible,
orquesta el hueco de la casa.
El chiquillo que ve quebrar su alma
tras la acrópolis de cristal,
el cuarto de papel de superhéroes de sonrisa inmóvil,
su perro que ladra y tuvo que dejar de hacerlo,
hundido, perdido, entre cenizas.
¿Viste el pie roto escapar por la senda del sobresalto?
Casi desenreda muertos de la tierra con sus cartílagos,
y los obliga a despertar.
La ciudad desolada le mecía bajo la Luna
consolando su paso.
¿Quién vio el círculo de cadáveres,
díganme por favor, que abrazados hicieron un mar,
extrayendo de sus cuerpos moléculas de agua?
No iban en traje de oficina,
ni llevaban bata de laboratorio, pero lo hicieron,
el amor pudo más.
¿No ves que ardo? Salí de un sueño
donde se redondeaban aún más las pupilas,
haciendo mundos de agua,
queriendo devorar el tiempo
bajo la inundación de los huecos cóncavos
para que jamás hubiera pasado.
La cucharilla agitaba el té frente a los diarios,
golpeando por si hubiera esquinas del drama humano,
queriendo conquistar la atmósfera
y escalar por las paredes del mundo,
lanzar un grito que petrificara la mano
del que salvaje, prende la llama.
El hueco de la casa arde
pero hay sombras que lo apagan todo
y gentes que con su abrazo, promulgan océanos
y otorgan a la vida un lado humano.
ALGUIEN DICE
Alguien dice que aún existen los vagabundos,
esos que se pierden en senos de algodón
y escalan por un mundo blando lleno de aceras.
Dejan un ojo en la mesita de noche
vigilando al día para que no les sorprenda,
no vaya a ser que inunde sus cajones
y destroce el único secreto que guardan.
El secreto fue hecho a base de manir historias pasadas
casi lo hacen una pelota de carne dispuesta al guiso,
pero lleva espadas y cintos que deshacen formas,
clavan escaparates en el doble filo
y entran ganas de escupir a los brillantes zapatos
del cliente de la prostituta.
El no se entiende con su mujer.
Ella le habla de llantos y de ternura inmaculada
pero no revive sus ansias de volar,
de tocar el piano vencido por las notas,
de despeinar el día con los surcos de los dedos
arrancando verdades de hombre y mujer.
La prostituta quiere ganarse el pan
y entiende a su cliente ,y a otros muchos.
Es un viejo conocido con el que traspasa túneles
y arranca flores.
No sabe si le quiere como las esposas a sus esposos.
Pero ella prefiere tachar una línea en la pared,
y sorprenderse en la entraña del pellizco de lo vivo.
Quiere verle y renacer de las ruinas de Pompeya
tomar un café y destemplar el frío con su mano.
Ella también tiene una mesita de noche
que a veces comparte con los vagabundos.
Todos saben del secreto.
Lo escoltan por el día y cuando llueve,
le ponen botas de agua, así pueden seguir caminando.
El secreto los mira boquiabiertos
y resume las rutas en un mapa.
El secreto es un árbol que jamás cobijará.
LOS AMIGOS
Veo surgir, es cierto, entre las sombras,
una luz que nadie apagará.
Miguel Oscar Menassa
Sin amigos
el pulso permanece cauto tras los tejidos,
amaina la sangre viva
y, en la fiereza de los desatinos,
vapulea el desorejado centro de los días.
Dicen que hay amigos de plástico, con púas,
amigos de algodón, de cartón piedra,
otros que ladran, maúllan…
pero son como las gotas que se abren
contra el vidrio, en el recorrido del tren.
Se dispersan pero nunca traspasan.
Los de carne y hueso, con los que se habla,
te llevan al reverso donde los titanes empujan palabras.
Encontrarse de frente con el color injusto,
con la cucharilla que rebaña de las entrañas
un pedazo de los difuntos, cambia.
A veces duele por la proa, por la popa, duele.
Pero es un dolor amable, como de mar,
de encuentros con la penumbra que cae frente a la luz.
Nada tuyo y nada mío, pero de todos.
Una alegría bien dicha, a bocajarro,
una fuerza que acompaña restañando los días,
un arrimar el hombro tras la urgencia del apuro.
Sonreír, volver a ponerse el alma como sombrero.
Dejemos de cuidar la soledad como un regalo,
compartamos y seamos camaradas,
amigos de éticas y vientos
que trasladen el jamás a un lugar a salvo.
PERMITEME QUE TE DIGA
Permíteme que te diga
que las mañanas son claros en un bosque galáctico.
La tierra, el latir incesante de los vivos
desprendiéndose en reloj de arena.
Permíteme.
Se nace con hueso pelado y brillante,
ciego a lo humano.
Son palabras las que en ejército y amor conmueven
y escalan por el marfil férreo,
perpetuando con vista franca la orilla de los cuerpos.
Los muros ya cayeron hace siglos,
sin embargo la amalgama sigue en el fondo de los desiertos
¿Hace falta un crisol de ruidos violentos para tumbar el adiós?
No, no es desde el profundo.
Manda colocar soles adentro de la escaleta,
en universo oscuro que muerde
a la velocidad de la fragua.
Y sonríe,
que cada vez que parpadees
se pierda un recuerdo
y vague hasta el perpetuo.
Revierte el espejo,
deja que otros miren.
Ve y diles,
serán más versos después de la entraña.
Deja al cobarde y di que ardes.
La partida se enfría.
Permíteme ahora que le diga
a este desconocido del tren,
que si cruzamos una palabra,
los mundo se abren.
LA LUNA EN PARACAÍDAS
Laura López
Editorial Grupo Cero
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)