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BIOGRAFÍA DE EUGÉNIO DE ANDRADE
Eugénio de Andrade, seudónimo de José Fontinhas, nació en Póvoa de Atalaia, en la Beira Baixa, 19 de enero de 1923, en Portugal. Nacido en el seno de una familia campesina, heredó de ésta el desprecio por el lujo. De padre ausente, pues fue hijo ilegítimo, se muda con su madre a Lisboa en 1932. Se educó en Lisboa y, para sobrevivir, trabajaría como funcionario público (inspector administrativo en los servicios médico-sociales de la Previsión portuguesa) de 1947 a 1983.

Comenzó a escribir en 1936, y en 1938 envió algunos poemas al poeta António Botto, que quiso conocerlo y alabó su talento, instándole a continuar su escritura y a publicarla. Así lo fue, y, en 1940, fue impreso su primero libro de versos “Narciso”, con su nombre civil, dándose a conocer como escritor en 1942 con”Adolescente”, bajo su seudónimo Eugénio de Andrade.
Con influencias de la cultura griega y oriental, de una profunda cultura literaria y excelente conocedor de la poesía española, algunos años después alcanzó notoriedad con “Las manos y los Frutos”, de 1948, considerado uno de los libros más importantes de la literatura portuguesa actual. Defendió la exactitud del lenguaje y no le interesaron nunca el dinero y la fama.

En 1950 se transladó a Oporto, donde viviría hasta el final de sus días.
Existió, de 1993 a 2011, una fundación en Oporto que llevaba su nombre, situada en la desembocadura del río Duero. En un departamento con vistas al Atlántico, construido en el piso superior, vivió el poeta los últimos años de su vida, con una espléndida vista al mar.
Contemporáneo de los movimientos neorrealista y surrealista, no acusa la influencia de prácticamente ningún movimiento literario de su tiempo, proponiendo una poesía elemental, cuya musicalidad sólo encuentra precedentes en la lírica medieval galáico-portuguesa y en el poeta Camilo Pessanha, a quien adopta como maestro. Según sus propias palabras, la pureza de su verso «es simplemente pasión por las cosas de la tierra, en su forma más ardiente y todavía no consumada.

Cuenta entre sus influencias a sus admirados Bécquer, San Juan de la Cruz, Pessoa, Rimbaud o Whitman, y tradujo al portugués a Lorca, Machado y Juan Ramón Jiménez. Su escritor favorito era el Premio Nobel, José Saramago, con quien compartía además activismo político comprometido con la izquierda y contra toda forma de represión.
Murió en Oporto el 13 de junio de 2005, tras una larga enfermedad neurológica, a la edad de 82 años.

SOBRE SU OBRA
El siguiente texto apareció publicado el viernes 12 de abril en La sombra del ciprés, suplemento cultural de El Norte de Castilla, su autor es José María Muñoz Quirós (Ávila, 1957), doctor en Teoría de la Literatura.
La poesía portuguesa, esa gran desconocida, tal vez una de las poéticas más interesantes que podemos sentir y vivir en la intensidad que la palabra y la emoción, que la inteligencia y el lenguaje reafirman en su valor comunicativo, tiene en Eugénio de Andrade a uno de los fundamentales creadores del siglo XX, una de las obras con más peso y mayor originalidad.
La trayectoria de este escritor portugués, nacido en Póvoa, en la Beira Baixa, en la raya con la frontera española, con antepasados españoles por parte materna, y cercano a nuestra cultura y a nuestra poesía, desde el mundo clásico hasta la Generación del 27, manteniendo con algunos de sus miembros no solo relaciones literarias sino personales y epistolares, habiendo traducido a Lorca, visitado en Madrid a Vicente Aleixandre y mantenido con Luis Cernuda un intercambio epistolar, su trayectoria conoce un punto de inflexión con la lectura de las rimas de Bécquer, como también le aconteció al poeta sevillano.

Desde sus primeros poemas hasta el final de su inmenso camino poético pleno de libros y de miradas, cuajado de luces y de reflexiones intensas, su obra fue reafirmándose, creciendo, alcanzando cimas de belleza y hondura, de sutil entramado de verdadero poeta, encendiéndose en una voz reconocible en cada poema, creciendo en cada libro, ascendiendo en todos los momentos de su creación literaria.
Su poética se funde con la tierra, con el paisaje luminoso donde el sol, la claridad, el verano y el blanco configuran toda una cosmovisión, donde el amor y la experiencia interior se dan la mano, complementándose, adquiriendo cumbres y alcanzando cimas.
Materia solar se denomina uno de sus libros más emblemáticos, escrito en el año 1980, en un momento ya de madurez, que dará pie a toda una etapa en la que el poeta, ya autor de una escritura consolidada, camina hacia territorios de pureza formal, de intimidad sensorial, de sencillez y desnudamiento expresivo, alcanzando una voz lírica de enorme personalidad, obsesiva con la luz blanca y transparente del verano, tiempo primordial y espacio premonitorio de toda su existencia.
Acudimos al itinerario de la transparencia: “Este sol, no sé si ya lo he dicho,/ este sol es el mar entero / de mi infancia.” Y en efecto la infancia se trasmuta y se consolida en la necesidad incuestionable de la luz solar, de la blanca pesadumbre de lo absoluto recibido en la luminosa estela de la memoria del paraíso perdido, búsqueda constante, obsesiva relación con el tiempo, con la vida, con el amor, con el deseo y con la plenitud de lo poético.
De Andrade es un poeta que se subordina a la constancia de la escritura, estableciendo con el poema una relación de cercanía que el lector percibe como una promesa de identidad verdadera, de consagración de la vivencia, de mimesis emocional y de constancia de todo lo que nos asiste con fulgor y con belleza: “Claro que los deseas, esos cuerpos/ donde el tiempo no ha hundido todavía/ sus cuernos- ¿no es el deseo/ el amigo más íntimo del sol?”, clama el poeta, se interroga, nos pregunta y nos llena de ansias solares, de reclamos de consciencia y de gravitación de espumas, y se fundirá en poemas concéntricos que tienen al sol como eje emocional y plástico.
Uno de sus libros más intensos es “Blanco en lo blanco”, poemario de insistencias (como lo es toda su obra, como lo es la sucesión de sus poemas): “Los primeros días de la amistad/ llevan siempre a la gloriosa locura del verano…” y camina en la memoria del tiempo del estío con toda una milagrosa sucesión del tiempo, del vivir en la luz, del sometimiento del tránsito del calor en la piel de los días. Poesía plagada de dunas, soles, playas en candente sosiego, sensoriales instantes subyugados de placeres ocultos, misterio y gravitación del hombre frente al ser primigenio de la infancia, y el amor que colapsa las horas y germina los cuerpos, que invade y llena cada espacio, que en sucesivos tiempos del calor y la claridad va trenzando la vivencia en un sólo racimo de pasión y de ímpetus renovados.
La presencia del invierno, por contraposición, por una polarizada intransigencia de las cosas “es invierno, las manos apenas pueden/ con los dedos,/ el nombre que me trae el viento son/ cuatro sílabas de nieve.” No es una poesía para el helador anhelo de la muerte, para el pesar de lo invisible que el frío del invierno transforma en silencio. Su poesía es la necesidad de sobrevivir, el existencial secreto de la materia de la vida, pero que guarda, como un poso oculto, todo un afilado cuchillo de desesperanza y de anhelo atravesando los cuerpos.
La poesía de Eugénio de Andrade es un campo verdecido por soleadas mañanas de fruta madura. Es un espacio que no nos atrevemos a atravesar en soledad, sin nadie que acompañe tus miradas y tus palabras. La poesía desnuda, mínima, propia de los grandes poetas, de los que en verdad necesitan ir quitando, borrando, dejando la esencial palabra dibujada en el mapa de las emociones.

Cuando leemos un texto del poeta portugués nos estamos acostumbrando a una estética de la mínima exactitud, como la línea de un pintor en un inmenso lienzo blanco: “otra vez las manos, dios mío, las manos,/ la porosa morada del verano,/ el vaso de agua fresca como hoja/ del álamo,/ el golpe de amarillo/ partiendo los troncos del silencio.” No se pueden decir más emociones con menos palabras, la tensión expresiva se dilata y nos comunica un extraño pájaro de luz, un vuelo secreto y dulce y una transformación de la realidad subjetiva con magisterio y con el dominio de un hombre seguro de sus dudas.

La vida del poeta se irá cubriendo de libros que llenan todo su universo renovador y múltiple, construyendo la voz más necesaria de la poesía última de la historia de la creación poética. En Oporto seguirá reformulando su existencia, sus obsesiones, sus temas, sus palabras. La muerte de su madre dejará en su vivir un hueco irremplazable que dará el fruto de alguno de los poemas más bellos de su obra. Sirva como ejemplo:
Casa en la lluvia
La lluvia, otra vez la lluvia sobre los olivos.
No sé por qué ha vuelto esta tarde
si mi madre ya se ha ido,
ya no viene al balcón para verla caer,
ya no levanta los ojos de la costura
para preguntar: ¿Oyes?
Oigo madre, es otra vez la lluvia,
la lluvia sobre tu rostro.
Cuando la poesía se hace necesidad expresiva, cárcel de luz, milagro de tersura sobre la que se tambalean los recuerdos y se nutre la experiencia hasta fortalecerla, entonces, solo entonces, el poeta ha alcanzado la cima de la blanca luz inabarcable
Obtuvo los Premios:
• Gran Premio de Poesía de Portugal (1989).
• Premio «Vida Literaria» (2000), uno de los más importantes del ámbito literario luso y concedido por la “Asociación Portuguesa de Editores “APE).
• Primer Premio «Extremadura» (2000).
• Premio Camões en 2001.
Publicó al menos 27 volúmenes de su poesía y su obra ha sido traducida a más de 20 idiomas. Entre ellos al Castellano, al Catalán, al Vasco y al Bable.
Al castellano:
• Antología poética 1940-1980. Versión de Ángel Crespo, Barcelona: Plaza & Janés, 1981.
• Escritura de la tierra, III. Trad. de José Luís García Martín, Jerez de la Frontera: Fin de Siglo [n.º 8], 1984.
• Blanco en lo blanco. Trad. de Fidel Villar Ribot, Granada: Don Quijote, 1985.
• Vertientes de la mirada y otros poemas en prosa. Trad. de Ángel Crespo, Madrid: Júcar, 1987.
• Contra la oscuridad. Trad. de Fidel Villar, Pamplona: Pamiela, 1988.
• El otro nombre de la tierra. Trad. de Ángel Campos Pámpano, Valencia: Pre-Textos, 1989.
• Próximo al decir. Trad. de José Luis Puerto, Salamanca: Amarú, 1993.
• La sal de la lengua. Trad. de Ángel Campos Pámpano, Madrid: Hiperión, 1999.
• Aquella nube y otras. Trad. de Jesús Munárriz, ilust. de Beatriz Altheide, Madrid: Hiperión, 2002.
• Oficio de paciencia. Trad. de José Luis Puerto, Madrid: Hiperión, 2002.
• Lugares de la lumbre. Trad. Jesús Munárriz, Madrid: Hiperión, 2003
• Los surcos de la sed. Trad. José Ángel Cilleruelo, Madrid. Calambur/Editora Regional de Extremadura, 2001.
• Todo el oro del día. Trad. de Ángel Campos Pámpano, València: Pre-Textos/Editora Regional de Extremadura, 2004.
• Materia solar y otros poemas. Trad. Ángel Campos Pámpano, Barcelona: Círculo Lectores-Galaxia Gutenberg, 2004.
• La ciudad de Garret. Trad. de Martín López-Vega, Valencia: Pre-Textos, 2006.
• Oscuro dominio. Trad. de Blanca Cebollero y Daniel Pelegrín, Madrid: Hiperión, 2011.
Al bable:
• Memoria d’outru riu. Trad. de Antonio García, Oviedo: Libros de Frou, 1985.
• Contra la escuridade. Trad. de Antonio García, Oviedo: Academia de Língua Asturiana, 1987.
• Les manes enceses. Antoloxia 1948-2001. Trad. Antonio García, Oviedo: Saltadera, 2014.
Al catalán:
• Matèria solar. Trad. de Vicent Berenguer, València: Gregal, 1987.
• Obstinato rigore. Trad. de Manuel Guerrero, Barcelona: Edicions 62, 1991.
• Ran del dir. Trad. de Xulio R. Trigo i Júlia Cortés, Lleida: Pagès, 1994.
• Ofici de paciència. Trad. d’Antoni Xumet, col. “Trucs i Baldufes”, Pollensa: El Gall Editor, 2008.
• Memòria d’un altre riu. Trad. de Jordi Sebastià, Alzira: Bromera, 2016.
Al vasco:
• Uraren bezpera. Trad. de Maite González Esnal, Pamplona: Pamiela,1990
SELECCIÓN DE POEMAS DE EUGÉNIO DE ANDRADE
EL OFICIO
Recomienzo.
No tengo otro oficio.
Entre el polen sutil
y el moho de la paja,
recomienzo.
Con la noche de perfil
midiéndome cada paso,
recomienzo,
piedra sobre piedra,
a juntar palabras;
quiero decir:
moco baba mierda
De “OSCURO DOMINIO”. Traducción de Blanca Cebollero Otín y Daniel Pelegrín Nicolás.
LOS AMANTESS SIN DINERO
Tenían el rostro abierto a quien pasaba.
Tenían leyendas y mitos
y frío en el corazón.
Tenían jardines donde la luna paseaba
dando la mano al agua
y un ángel de piedra por hermano.
Tenían como todo el mundo
el milagro de cada día
resbalando por los tejados,
y ojos de oro
en los que ardían
los sueños más extraviados.
Tenían hambre y sed como los bichos
y silencio
en torno de sus pasos.
Pero a cada gesto que hacían
un pájaro nacía de sus dedos
y deslumbrado entraba en los espacios.
Los amantes sin dinero (1950), incluido en Antología poética 1940-1980, versión de Ángel Crespo)
LAS PALABRAS PROHIBIDAS
Los navíos existen, y existe tu rostro
superpuesto al rostro de los navíos.
Sin ningún destino flotan en las ciudades,
parten con el viento, regresan en los ríos.
En la arena blanca, donde el tiempo comienza,
un niño pasa de espaldas al mar.
Anochece. No hay duda, anochece.
Es necesario partir, es necesario permanecer.
Los hospitales se cubren de ceniza.
Olas de sombra revientan en las esquinas.
Te amo… Y entran por la ventana
las primeras luces de las colinas.
Las palabras que te envío son prohibidas
incluso, mi amor, por el halo de los sembradíos;
si alguna volviera, ya no reconocería
tu nombre en sus curvas claras.
Me duele esta agua, este aire que se respira,
me duele esta soledad de piedra oscura,
estas manos nocturnas donde aprieto
mis días quebrados por la cintura.
Y la noche crece apasionadamente.
En sus márgenes desnudas, desoladas,
cada hombre solo tiene para dar
un horizonte de ciudades bombardeadas.
CANCIÓN
Tenía un clavel en mi balcón;
vino un joven y me lo pidió
—madre, ¿se lo doy o no?
Sentada, bordaba un pañuelo;
vino un joven y me lo pidió
—madre, ¿se lo doy o no?
Le di un clavel y un pañuelo,
sólo el corazón no le di;
pero si el joven me lo pide
—madre, ¿se lo doy o no?
Poemas pertenecientes al libro Corazón habitado. Antología poética.
Traducción de José Javier Villarreal (UNAM, 2022).
ESCRIBO
Escribo ya con la noche
en casa. Escribo
sobre la mañana en que escuchaba
el rumor de la cal o de la lumbre,
y solo tú eras
quien decía mi nombre.
Escribo para llevarme a la boca
el sabor de la primera
boca que besé temblando.
Escribo para ascender
a las fuentes.
Y volver a nacer.
Los surcos de la sed, 2001. Traducción de José Ángel Cilleruelo
VER CLARO
Toda la poesía es luminosa, hasta
las más oscura.
El lector es quien a veces,
en lugar de sol, dentro tiene niebla.
Y la niebla nunca deja ver claro.
Si regresa
una y otra vez
y otra vez
a esas sílabas encendidas
le cegará tanta claridad.
Bendito sea quien llegue.
Los surcos de la sed, 2001. Traducción de José Ángel Cilleruelo.
AHORA LAS PALABRAS
Me obedecen ahora mucho menos,
las palabras. Rezongan
por todo, no hacen
caso de lo que les digo,
no respetan mi edad.
Probablemente se hartaron de las riendas,
no me perdona
la mano rigurosa, la indiferencia
por el fuego de artificio.
Me gustan, nunca he tenido
otra pasión, y durante muchos años
ellas también me quisieron: bailaban
a mi alrededor cuando las encontraba.
Con ellas hacía lumbre,
soportaba mis días, pero ahora
están ariscas, se me escapan de entre
los dedos, se burlan
si intento retenerlas. ¿O será que
ya sólo busco las más encabritadas?
La sal de la lengua, 1995. Traducción de Ángel Campos.
CONSEJO
Sé paciente; espera
que la palabra madure
y se desprenda como un fruto
al pasar el viento que la merezca.
Los amantes sin dinero, 1950. Traducción de Ángel Campos.
ESCRITO EN EL MURO
Busca la maravilla.
Donde la luz cuaja
y cesa el exilio.
En los hombros, en el dorso,
en los flancos sudados.
Donde un beso sabe
a barcos y bruma.
O a sombra espesa.
En la naranja abierta
a la lengua del viento.
En el brillo redondo
y joven de las rodillas.
En la noche inclinada
de melancolía.
Busca.
Busca la maravilla
De “OSCURO DOMINIO” Traducción de Blanca Cebollero Otín y Daniel Pelegrín Nicolás.
LAS VENTANAS
Las ventanas
abren sobre las fuentes.
Abren hacia el esplendor
de juncos altos y dunas,
hacia la extrema embriaguez
de un cuerpo desnudo en las arenas.
Las ventanas abren hacia la locura
de la sombra de un lirio entre las piernas.
Abren hacia la luz extenuada
y masculina de las colinas,
hacia las aguas dispersas,
hacia la lengua en llama en las ingles.
Las ventanas abren hacia la dulzura
de la muerte prometida en las espadas.
De “OSCURO DOMINIO”. Traducción de Blanca Cebollero Otín y Daniel Pelegrín Nicolás.
PLENAMENTE
La boca,
donde el fuego
de un verano
muy antiguo
cintila,
la boca espera
(¿qué puede una boca
esperar
sino otra boca?)
espera el ardor
del viento
para ser ave,
y cantar.
LA PALMERA JOVEN
Como la palmera joven
que Ulises vio en Delfos, así
de esbelto era el día
en que te encontré;
así de esbelta era la noche
en que te desnudé,
y como un potro en la planicie desnuda
en ti entré.
VAGUÍSIMO RETRATO
Llevarte a la boca,
beber el agua
más honda de tu ser –
si la luz es tanta,
¿cómo se puede morir?
CUERPO HABITADO
Cuerpo en un horizonte de agua,
cuerpo abierto
a la lenta embriaguez de los dedos,
cuerpo defendido
por el fulgor de las manzanas,
rendido de colina en colina,
cuerpo amorosamente humedecido
por el sol dócil de la lengua.
Cuerpo con gusto a hierba rastrera
de secreto jardín,
cuerpo donde entro en casa,
cuerpo donde me tiendo
para sorber el silencio,
oír
el rumor de las espigas,
respirar
la dulzura oscurísima de las zarzas.
Cuerpo de mil bocas,
y todas doradas de alegría,
todas para sorber,
todas para morder hasta que un grito
irrumpa desde las entrañas,
y suba a las torres,
y suplique un puñal.
Cuerpo para entregar a las lágrimas.
Cuerpo para morir. Cuerpo para beber hasta el fin –
mi océano breve
y blanco,
mi secreta embarcación, mi viento favorable,
mi diversa, siempre incierta
navegación.
RETRATO ARDIENTE
Es entre tus labios
donde la locura acude,
desciende a la garganta,
invade el agua.
Es en tu pecho
donde el polen del fuego
se junta al manantial,
se propaga en la sombra.
Es en tu costado
donde la fuente comienza
a ser río de abejas,
rumor de tigre.
Es de la cintura a las rodillas
donde la arena quema,
el sol es secreto,
ciego el silencio.
Acuéstate conmigo.
Ilumina mis cristales.
Entre labios y labios
toda la música es mía.
DESDE EL SUELO
La piel porosa del silencio
ahora que la noche sangra en los pulsos
me trae tu rumor de lluvia blanca.
El verano camina por ahí, el olor
violento de la belladona ciega la tierra.
Ciega también, la boca busca
trabajos de amor. Encuentra sólo
el nudo de sombra de las palabras.
Palabras… Donde un solo grito
bastaría, está el grosor
de las palabras. Palabras…,
cuando apetecen claridades súbitas,
el zumo puro, la punta extrema
de tu cuerpo, arco, flecha,
corola de agua abierta
al fuego erguido de mi cuerpo.
Del suelo a la cima de las colinas,
las arenas. Cállate.
Acuéstate. Bajo mi costado.
La tierra toda arriba. Ahora arde. Ahora.
EL AMOR
Estoy amándote como el frío
corta los labios.
Arrancando la raíz
al más diminuto de los ríos.
Inundándote de cuchillos,
de saliva esperma fuego.
Estoy rodeando de agujas
la boca más vulnerable.
Marcando sobre tu costado
el itinerario de la espuma.
Así es el amor: mortal
y navegable.
TIEMPO EN QUE SE MUERE
Ahora es verano, lo sé.
Tiempo de cuchillos, tiempo
en que pierden los anillos
las culebras a falta de agua.
Tiempo en que se muere
de tanto mirar los barcos.
Es en el verano, repito.
Estás sentada en la azotea
y hacia ti corren todos mis ríos.
Entraste por los espejos:
apenas respiras.
Se ve que ya no sabes respirar,
que tendrás que aprender con las abejas.
Sobre los geranios
te inclinas lentamente.
Con rumor de agua
sonámbula o de arbusto mutilado
me das a beber
un tiempo tan ardiente.
Posas las manos sobre mi rostro,
y vas a partir
sin decirme nada,
pues sólo quisiste despertar en mí
la vocación del fuego o del rocío.
y despacio, sin volverte,
por los espejos entras en la noche
ADAGIO QUASI ANDANTE
Una palabra aún
para sentir la tierra,
una palabra
donde descubra la boca
encendida,
el cuerpo,
donde recolectar
las ciruelas maduras
del silencio,
vertiente
aguda sobre el mar –
ya las aguas
se inclinan
hacia las aves
que el viento trae a flote,
ya el rumor de las colinas
llama a las avispas
de ardiente y dorada
cintura fresca,
ya el aroma
revienta en las axilas
donde se esconde
el trébol –
una palabra aún,
sorber el sol,
el jugo de la lengua,
calentar
en mi boca
la piedra cintilante
de tus rodillas,
sobre tu cuerpo mi cuerpo
de lento florecer,
presiento labios
en la música
de una sílaba
oscura,
un beso,
ornamento de todos
todos mis órganos,
ahora
la sombra desciende
las escaleras,
tropieza
en la paja difunta,
una palabra
aún,
sentir
un tiempo nuevo
golpear la piedra
porosa del deseo,
derribar el muro
entrar en casa
reconciliado
con los húmedos
párpados del otoño,
en el lecho matinal
declinar la belleza,
una palabra
reconciliado
con los húmedos
párpados del otoño,
en el lecho matinal
declinar la belleza,
una palabra.
SOBRE OTROS LABIOS
Yo crecía hacia el verano.
Hacia el agua
antiquísima de la cal
crecía violento y desnudo.
Podían verme crecer
junto al viento,
podían verme en flor,
exasperado y puro.
SERÁN PALABRAS
Diremos prado bosque
primavera,
todo cuanto digamos
sólo es para decir
que fuimos jóvenes.
Diremos madre amor
un barco,
y sólo diremos
que nada hay
para llevarse al corazón.
Diremos tierra mar
o madreselva,
pero sin música en la sangre
serán palabras sólo,
y sólo palabras, lo que diremos.
Mar de septiembre (1961) Traducción de Ángel Campos Pampano
HAY DÍAS
Hay días en que creemos
que toda la basura del mundo nos cae
encima. Después
al asomarnos a la terraza vemos
a los niños que corren por el malecón
cantando.
No sé sus nombres. Uno
u otro se me parece.
Quiero decir: al niño que fui
cuando llegué a ser
luminosa presencia de la gracia
o de la alegría.
Una sonrisa se abre entonces
en un verano antiguo.
Y dura, dura todavía.
Los lugares de la lumbre (1998) Traducción de Ángel Campos Pampano
HERENCIA
Es la herencia que tuve: la sonrisa,
lo azul de una piedra blanca.
Puedo sumarle, al acaso de la memoria,
un ramo de madreselva vencido
hacia las abejas que metódicamente convierten
el otoño en el lugar preferido del verano,
un mirlo que abandonó el jardín público
para anidar en un poema mío,
un barco llamado Caballito bajo la Lluvia
que espera reparación en el muelle de Foz.
Debe de haber algo más,
no puedo ser tan pobre, cometemos siempre
la injusticia de no incluir, por pudor,
cosas más íntimas: un verso de Safo
traducido por Quasimodo, la mano
que un instante se posó en la rodilla
y después voló hacia muy lejos,
los latidos del corazón
obstinado en repetir que no ha envejecido.
Los surcos de la sed, aparecido simultáneamente, por deseo expreso del poeta, en Portugal y en España, en 2001. La bella traducción al castellano corrió a cargo del poeta José Ángel Cilleruelo.
OSCURO DOMINIO
Amarte así desvelado
entre barro fresco y ardor.
Sorber entre labios hendidos
el ardor de la luz rociada.
Deslizarse por la vertiente
de la garganta, ser música
donde el silencio afluye
y se concentra.
Irreprimible quemadura
o vértigo desdoblado
beso a beso,
blancura dilacerada.
Penetrar en la dulzura de la arena
o del fuego,
en la luz quemada
de la pupila más azul,
en el oro anochecido
entre pétalos cerrados,
en el alto y navegable
golfo del deseo,
donde el furor habita
crispado de agujas,
donde haga sangrar
tus aguas desnudas
De “OSCURO DOMINIO” Traducción de Blanca Cebollero Otín y Daniel Pelegrín Nicolás.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)
