CAYO VALERIO CATULO
BIOGRAFÍA
Catulo es uno de los autores de la literatura latina más conocidos en la actualidad. Su tono desenfadado, su temática variada y la sencillez de algunos de sus versos, han hecho de este poeta el representante de la lírica latina entre el público general. Una fama ésta que no es exclusiva del mundo contemporáneo, pues Catulo ya fue leído, admirado, copiado e imitado durante las edades Media y Moderna, siendo uno de los autores que más influencia han ejercido en las distintas literaturas europeas.
Cayo Valerio Catulo nació en Verona, en la Galia Traspadana, en una fecha indeterminada que los especialistas sitúan entre el 87 y el 84 a.C. Su familia, de rango ecuestre, contaba con importantes miembros dentro de la aristocracia municipal, algunos de los cuales llegaron a establecer fuertes vínculos con la nobilitas de Roma. El padre de Catulo mantuvo una relación de cercanía política y alianza con César y su entorno, él y los gobernadores de la Galia Cisalpina se hospedaban en su casa a su paso por Verona, una cercanía que el poeta no sólo no mantendrá sino que convertirá en profundo desprecio, aunque se dice que luego hubo reconciliación.
Catulo nació poco antes de la dictadura de Sila y murió cuando, con el primer Triunvirato de César, Craso y Pompeyo, se estaba preparando la dictadura de César o sea que vivió de lleno en los borrascosos tiempos que marcaron el tránsito del gobierno Republicano, que había durado 500 años, al principado y la transformación de la antigua Roma itálica y aristocrática en la capital cosmopolita y abigarrada de un imperio helenístico. Hubo en esa época numerosos enfrentamientos de guerra civil y la revolución liderada por Espartaco comandando a los esclavos.
De sus textos se puede deducir que empezó a escribir desde muy joven, seguramente en su ciudad natal y se da por seguro de que algunas de sus composiciones alusivas a personajes o acontecimientos de ésta, pueden fecharse como de esta primera etapa de su producción.
Probablemente en la misma Verona entró en contacto con Quinto Metelo Céler, gobernador de la Galia Cisalpina en 61-62 a.C y con su esposa Clodia, hermana del tribuno de la plebe, Publio Clodio Púlser y famosa por su belleza y más aún por los resonantes escándalos causados por la depravación de sus costumbres, Se cree que ella es Lesbia, mujer cuyo amor y sus infidelidades inspiraron las más tiernas y amargas de sus poesías. Parece ser que Lesbia y Catulo eran admiradores de la poeta de Lesbos, Safo y de ahí la elección de su nombre.
El poeta consiguió muy joven cumplir su sueño de trasladarse a Roma, tal vez siguiendo a Clodia que se había trasladado a dicha ciudad con su marido, quien se mudó al terminar su función de Gobernador y con el propósito de preparar su candidatura a nuevas elecciones consulares. Lo cierto es que en Roma fue bien recibido y de inmediato entró a formar parte del círculo de los llamados Neoteroi o novi. Este término, acuñado de forma despectiva por Cicerón, agrupaba a los jóvenes poetas latinos que trataban de imitar los modelos griegos helenísticos, como Calímaco, y lograr unas composiciones de gran belleza formal y pulcro acabado frente a la dureza de la tradición latina anterior a ellos. En este círculo, Catulo compartió estilo e ideas con poetas como Helvio Cinna, Licinio Calvo, Valerio Catón, Cornificio o Furio Bibáculo y, no sin cierto matiz de respeto con Cornelio Nepote cuyos elogios tenía Catulo en gran estima.
Dado que la obra de todos ellos se ha perdido, salvo contadas excepciones, podemos concluir que Catulo fue de todos los neoteroi el que alcanzó una mayor fama y calidad y literaria. Con estos poetas coterráneos halló comunidad de aficiones y la similitud de sus posiciones sociales y de género de vida no tardaron en hacer que con muchos de ellos mantuviera una cordial amistad.
La vida de Catulo en Roma fue la propia de un joven adinerado y licencioso, sin ambición política alguna ni interés por más negocios que los del amor y las letras. En efecto, nuestra Lesbia no sólo fue cortejada por el poeta Catulo, sino que consiguió, gracias a una poderosa mezcla de belleza, inteligencia y carisma, atraer la atención de muchos otros hombres, entre ellos, si hacemos caso de algunos críticos, del severo Cicerón. La relación de Catulo y Lesbia partió de una arrebatadora pasión inicial, que pronto se vio truncada por decisión de ella, que prefirió romper todo contacto con el poeta. Fueron varias, sin embargo, las reconciliaciones entre ambos, si hacemos caso de los poemas en lo que Catulo celebra y lamenta a la vez el regreso de su amada.
Lesbia no fue, pese a todo, el único objeto del amor de Catulo. Sus versos también tienen como destinatario a Juvencio, un joven de gran belleza que se ganó los favores del poeta. Esta posible relación homosexual de Catulo ha resultado muy polémica para algunos comentaristas, que han querido ver en las referencias a Juvencio un simple juego literario que copiaría los modelos griegos sin tener una experiencia real tras ellos. Para otros, sin embargo, la relación de Catulo y Juvencio pudo ser totalmente verídica, pues entraría de las pautas de la normalidad sexual romana. La falta de datos acerca de esta relación nos impide decantarnos de forma definitiva por una u otra opción.
Además de Verona y Roma, sabemos que el poeta viajó por Oriente, llegando a visitar el reino helenístico de Bitinia en el que había muerto su hermano. Catulo visitó su tumba, dejando un recuerdo inmortal de este viaje en sus poemas.
Fueron motivos de sus diatribas los poetas u oradores que consideraba malos, o los individuos de baja estofa, probablemente libertos o esclavos dedicados a viles menesteres, con quien debió tener trato con ocasión de sus menos lucidas aventuras, personas interpuestas en sus amores o inclinados al incesto.
Catulo murió siendo muy joven, con sólo treinta años de edad, 33 para otros en 54 A c.
Uno de los principales problemas que la obra de Catulo ha presentado a los críticos es el cómo entender un libro tan variado, con todo tipo de tonos, temas y versos. El libro de Catulo es la recopilación de poesías personal más antiguas que nos ha legado la literatura latina, por lo que no podemos comprarlo con modelos anteriores. La mayoría de los críticos han puesto sus ojos en los modelos helenísticos que triunfaban desde siglos atrás en todo el Mediterráneo, y que tanta influencia ejercieron en los llamados neoteroi. Es el poeta Calímaco el que parece que sirvió de modelo a la forma en la que Catulo organizó y estructuró sus poemas. Siguiendo a Calímaco, y basándose en elementos internos y externos, se ha ordenado la producción catuliana en tres libros diferentes, precedidos cada uno de ellos por una invocación o referencia a las Musas o al propio Calímaco.
En su obra, que en su primer libro dedica a Cornelio Napote, historiador y poeta, pueden distinguirse dos aspectos: por un lado poemas yámbicos o mélicos, siempre de corta extensión, y los epigramas, que en su mayoría reflejan sentimientos personales o recogen impresiones vividas y por otro los poemas total o predominantemente narrativos, en los que no se alude a su persona, o sólo para dar pretexto a alguna extensa disgreción.
De este modo, la obra de Catulo se dividiría en tres partes, la primera con los poemas 1-60 ,siempre de corta extensión, en metros varios, de asuntos sacados de los más diversos acontecimientos de la vida: poesías amorosas, otras dirigidas a amigos y enemigos, improvisaciones ingeniosas, anécdotas, sátiras y un breve himno a Diana.
En la segunda con las composiciones más largas 61-68, se caracterizan por su mayor extensión, así como por la importancia de su asunto, El 61 y 62 son himnos nupciales o epitalamios, el 63 relata la versión de la leyenda frigia de Atis, el 64 conocido como Epitalamio de Tetis y Peleo, asunto que le sirve de pie a extensas digresiones narrativas, descriptivas y líricas, el 68 que es una extensa elegía de carácter subjetivo, dirigida a un amigo llamado Manlio, tal vez designe a Manlio Torcuato, en la que el poeta, aparentemente respondiendo a las solicitudes de aquél, a las que al principio dice no poder acceder por razón de la pena que le agobia con ocasión de la reciente muerte de su hermano, habla de sus amores con Lesbia, en cuyo inicio Manlio desempeñó un papel fundamental, e intercala una larga digresión relativa acerca de Loadamia y Protesilao, al caer este último al poner pie en la tierra Troyana que le recuerda la muerte de su propio hermano en aquél mismo país, Troya y la última del 65 al 116, de carácter análogo a los primeros, se distinguen por su común forma métrica, el dístico elegíaco..
La cronología y el orden de creación de los poemas no es tenido en cuenta, como podemos apreciar si tratamos de estudiar la evolución de la relación con Lesbia a través de sus escritos.
La crítica tradicional siempre ha analizado la obra de Catulo como si de dos poetas se tratara. Uno, el de las composiciones breves, desenfadado, ofensivo, mordaz, rápido para la ira y el amor, lento en el perdón y el olvido de la pasión. Este es, con toda seguridad, el Catulo que más éxito cosechó a lo largo de la historia y el que todavía hoy resulta más conocido. El segundo, un Catulo elevado que escribe largos poemas con versos solemnes, ha sido siempre visto como un poeta de menos calidad que palidece ante las grandes composiciones de Virgilio y Horacio. Aunque esta división hoy en día no es defendida, pues la tendencia actual es a estudiar a Catulo de forma íntegra, buscando puntos comunes en sus dos facetas, la utilizaremos para analizar su obra.
Los poemas breves
Catulo mismo denomina a estas composiciones, no sin un tono de falsa humildad, nugae, es decir “tonterías”, “bromas”, “juegos”. Vemos por tanto que el poeta considera estas composiciones simples juegos líricos, experimentos en los que poner en práctica su habilidad para mezclar la lengua culta con contextos y tonos propios de las clases bajas. En este sentido, Catulo utiliza los versos tanto para seducir a sus amantes, como para zaherir a sus enemigos, sin ahorrar en unos y otros temas juegos de palabras burlescos e incluso términos groseros impropios de un poeta elevado, que hacen de su autor uno de los líricos más vigorosos de la literatura latina, traicionando en él, bajo los atavíos helenizantes, a un italiano apasionado e impulsivo, lleno de vida e ingenio. Dentro de los poemas breves hay que destacar los llamados “poemas de diatriba”, en los que ataca a sus enemigos personales, muchos de los cuales pertenecían al círculo de confianza de Cayo Julio César. Además del mismo César, al que dedica sonoros insultos, fue uno de sus oficiales, Mamurra, el que recibió los ataques más furibundos del poeta.
Los poemas largos
Estas composiciones, de tono más elevado, han sido encuadradas dentro del género del epilio, un tipo de poemas que también surgió en el entorno helenístico de Calímaco. El epilio se caracteriza por ser una composición épica breve, y, como tal, escrita en hexámetros, que desarrollaba temas poco conocidos de los ciclos heroicos o mitológicos, con frecuentes digresiones líricas y frecuente intervención subjetiva del autor. Los temas que escoge Catulo, mezclándolos de una forma magistral que sirve de antecedente a lo que hará Ovidio en las Metamorfosis, pertenecen a los grandes ciclos heroicos griegos: Peleo y Tetis, Teseo y Ariadna.
La métrica latina se caracteriza por el ritmo, no la rima ni el número de sílabas de cada verso. Los versos se dividen en pies(pasos). Cada pie se caracteriza por una distribución de sílabas largas y sílabas breves.
POEMAS
II
Gorrión, delicias de mi niña
con quien jugaba, y mientras sostenía en su pecho
daba a picotear la yema de los dedos
que sueles provocar para que la muerda duramente
ardiendo de deseos por mí
como un juego de amor apreciado que desconozco
(y que creo logra algún alivio para su dolor
y aquieta entonces su juego apasionado)
Desearía jugar contigo como lo hace ella
para aliviar el dolor de mi tortuoso deseo.
..Esto era tan agradable a mí como para la niña
que volaba de pie a la manzana dorada
y desató su cinta largo tiempo atada.
XI
Furio y Aurelio, que os brindáis a acompañar a Catulo
ya tenga que penetrar hasta el extremo de la India,
donde la costa es batida por la onda oriental
que resuena a lo lejos,
como entre los hircanos o árabes blandos
y a los sagas o a los saeteros partos,
o en las llanuras que tiñe el Nilo de siete bocas
o si debe atravesar los altos Alpes,
visitando los trofeos del gran César,
el gálico Rin y los horribles britanos,
los más alejados de los hombres;
si estáis prontos a afrontar conmigo todo esto,
sea lo que fuere lo que la voluntad de los dioses me imponga,
anunciad a mi amada estas pocas
y no buenas palabras.
Con sus amantes viva y valga,
estos trescientos que abraza a la vez,
a ninguno amando de verdad, pero rompiéndoles sin cesar
los ijares a todos,
y no respete, como antes mi amor,
que por su culpa cayó como cae en la linde del prado
una flor, cuando el arado la roza al pa
V
Vivamos, mi Lesbia, y amemos,
y los rumores de los viejos más severos
todos en un as estimemos.
Los soles morir y volver pueden:
a nosotros, cuando una vez se nos muere nuestra breve luz,
noche hay perpetua, una, para dormirla.
Dame besos mil, después ciento,
después mil otros, después un segundo ciento,
después sin cesar otros mil, después ciento,
después, cuando miles muchos hiciéramos,
los conturbaremos, para que no sepamos,
o para que ningún malvado envidiarlos pueda
cuando tantos sepa que son, de besos.
VII
Me preguntas cuántos besos tuyos,
Lesbia, serían suficientes para colmarme.
Un número tan grande como las arenas de Libia
donde crece el asa dulce de Cirene
entre el oráculo del ardiente Júpiter
y el sagrado sepulcro del legendario Bato ;
o como las múltiples estrellas que en el silencio de la noche
miran los amores furtivos de los hombres:
éstos son los besos tuyos
que podrían ser suficientes que bastarían a ese loco de Catulo;
tantos que ni los curiosos pudieran contarlos
ni echarles una maldición con sus venenosas lenguas.
LI
Ese hombre me parece semejante a un dios,
o si es lícito, más que un dios.
que sentándose al frente tuyo, te
observa y te oye
reír dulcemente, algo que me roba
todos los sentidos: porque en cuanto te miro,
Lesbia, no me queda nada en la voz.
la lengua se entorpece, un fuego fino
corre bajo mis miembros, los oídos se cierran
con un sonido íntimo, y mis dos ojos
se hunden en la oscuridad.
El ocio, Catulo, es tu problema;
el ocio que te deleita y te mueve a la pasión;
el ocio que ha sido ahora y siempre
ruina de reyes y ciudades.
LI ( otra traducción)
A los dioses me parece ser igual y
si impío no es impiedad estar por encima de los dioses,
aquél que sentado ante ti sin cesar
te contempla y oye,
reír dulcemente, cuando eso a mí
me arrebata todos los sentidos, pues en cuanto te he visto,
Lesbia, no me queda voz en los labios
sino que se me turba la lengua
una llama sutil corre bajo mis miembros,
tintinan mis oídos, y una doble noche recubre mis ojos.
El ocio, Catulo, te es pernicioso.
por el ocio exaltas y te impacientas demasiado :
el ocio, en tiempos pasados también perdió a reyes antes
y ciudades felices.
VIII
Infeliz Catulo, déjate de estupideces,
y da por perdido lo que está perdido.
Hubo días felices por un tiempo,
cuando corrías a donde la niña te llevaba
amada como ninguna fue amada jamás.
Entonces muchos juegos de amor florecieron
que tú deseabas y que la niña no negaba,
en verdad hubo un tiempo de días felices.
Ahora ella ya no te quiere más: tú tampoco, débil, no desees
y no vayas a la caza de quién huye, ni vivas miserablemente,
mas resiste con toda tu voluntad, no cedas.
Adiós, niña. Catulo no cede:
no te buscará, ni te cortejará a la fuerza.
Pero tú sufrirás porque no serás más amada.
¡Desgraciada, guay de ti! ¡Qué más te puede dar la vida!
¿Quién vendrá ahora por ti? ¿Por quién te pondrás hermosa?
¿A quién amarás ahora? ¿De quién dirás que eres?
¿Quién te besará? ¿Quién te morderá los labios?
Pero tú, Catulo, sé obstinado, no cedas.
LVIII
Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia ,
la Lesbia aquella a quien Catulo quiso más
a ella sola que a sí mismo y que a todos los suyos ,
ahora por plazuelas y callejones, prodiga
sus favores a los nietos del magnánimo Remo.
LXXXV
La odio y la amo. Me preguntas ¿cómo puede ser?
Yo no lo sé, pero siento que ocurre y sufro.
LXXXVII
Ninguna mujer puede decir que ha sido amada
de verdad, tanto como mi Lesbia ha sido amada por mí.
Ninguna fe ha sido tan grande en esta vida
como el amor que por mi parte yo te di.
XCII
Lesbia siempre hace escarnio de mí y nunca calla.
Mientras yo: ¡Devastado sea si Lesbia no me ama!
¿Cuál es la prueba?… Que hago yo otro tanto: la ultrajo
cuidadosamente; pero despedazado sea, en verdad, si no la amo.
I
¿A quién dedicaré este nuevo y elegante libro
papiros pulidos con piedra pómez siguiendo el modo seco?
A ti, Cornelio, por opinar
que mis naderías valían algo.
Tú, que te atreviste como el único de los italianos
a revelar las abstractas épocas en tres crónicas
sabias, por Júpiter, y laboriosamente escritas.
Por esta razón toma este folleto
tal como él es, y que, ¡Oh Virgen Señora!
acaso pueda permanecer más allá de la centuria.
XVI
Yo os daré por el culo y por la boca
Aurelio pederasta y capón Furio,
que a mí por mis versitos me jusgásteis
-pues tiernecitos son- púdico poco.
Pues bien está ser casto el pío poeta
mismo; no deben serlo los versitos
que, al fin de cuentas, tienen sal y encanto
si tiernecitos son y poco púdicos,
e incitar pueden lo que da prurito
no digo a niños, pero a estos peludos
que no pueden mover los duros lomos.
Vosotros, que muchos miles de besos
leísteis, ¿me juzgáis que no soy macho?
Yo os daré por el culo y por la boca.
TraducciónRubén Bonifaz Nuño, 1969.
XVI
Os daré a probar y os impondré mi virilidad,
Aurelio bardaje y Furio marica
Que por mis versos, porque son voluptuosos,
Me habéis creído poco decente.
……… Traducción de Joan Petit
XVI
Voy a cogérmelos por el culo y por la boca
Aurelio mamavergas y Furio el sodomita,
que por mis lascivos versos me consideran
un culo blando y un desvergonzado.
Se supone que el poeta debe ser casto
él mismo, aunque sus versos no lo sean,
aunque tengan sin duda sal y gracia
si son lascivos y desvergonzados
y provoquen escozor, no digo que en los jóvenes,
sino en los peludos viejos
que no pueden levantar ni el culo.
¿Porque han leído “muchos miles de besos”
me consideran un amanerado?
Voy a cogérmelos por el culo y por la cara.
XV
Te encomiendo a ti, Aurelio, a mí
y a mis amores. La venia púdica te pido
de que, si algo en el ánimo tuyo has deseado
que casto ansiaras y enterillo,
me conserves el chico a mí púdicamente,
no digo de la gente: nada tememos
a éstos que en la plaza ora acá ora allá
de largo pasan en la cosa suya ocupados.
Mas de ti tengo miedo y de tu pene
infesto para los chicos buenos y malos,
el cual tú por donde gustes, cuando gustes mueve,
cuanto quieras, cuando esté para afuera preparado.
A éste único exceptúo, según creo púdicamente,
que si a ti una mala mente o un furor insensato
a tan gran culpa te empujara, canalla,
de que nuestra cabeza con trampas provoques,
ay, entonces pobre de ti y de mal hado,
a quien, tirándote de los pies y abierta la puerta,
te recorrerán rábanos y berenjenas.
XLVIII
Si me dejaran besar continuamente tus ojos de miel,
Juvencio, los besaría hasta trescientas mil veces
y no me sentiría satisfecho
ni aun cando fuera más apretada
que la de espigas maduras
la mies de nuestros
besos.
XXIX
¿Quién esto puede ver, quién puede soportarlo
si no un impúdico y un voraz y un tahúr,
que Mamurra tenga lo que la Galia cabelluda
tenía antes y la alejada Britania?
Sodomita de Rómulo, ¿esto verás y soportarás?
¿Y aquél ahora, soberbio y desbordante,
recorrerá los dormitorios de todos
como un blanquito palomo o un Adonis?
Sodomita de Rómulo, ¿estas cosas verás y soportarás?
Eres un impúdico y un voraz y un tahúr.
¿Con este nombre, emperador único,
estuviste en la última isla de occidente,
para que esta vuestra rejodida méntula
doscientos mil se comiese o trescientos mil?
¿Qué otra cosa es que siniestra liberalidad?
¿Acaso no ha despilfarrado bastante en juergas y comilonas?
Primero hizo polvo su fortuna; luego el botín del Ponto;
Luego el de la Iberia, como el aurífero río Tajo sabe bien;
Y le temen las Galias y las Britanias.
¿Por qué a esta mala persona alentáis, o qué éste sabe
sino ungidos patrimonios devorar?
¿ Y para eso, oh los más puros de la ciudad,
suegro y yerno, lo habéis hechado todo a perder?
LVII
Pulcramente les va a estos inmorales sodomitas,
a Mamurra, el bardaje, y a César,
y no es admirable: manchas pares en los dos,
urbana la una, y aquella formiana,
impresas en ellos residen y no se limpiarán,
morbosos al par, gemelos los dos,
en una misma camilla instruidillos ambos,
no éste que aquél más voraz adúltero,
rivales socios de las chiquillas.
Pulcramente les va a estos inmorales sodomitas.
LXIV ( fagmento)
Dícese que pinos nacidos en la cumbre del Pelión
Nadaron en otro tiempo por las límpidas ondas de Neptuno
hasta las olas de Fasis y el territorio de Eetes,
cuando selectos jóvenes, de la argiva juventud los robles,
deseosos de llevarse de Cólquida la dorada piel,
se atrevieron a recorrer en veloz popa los vados salobres,
barriendo la azulada llanura con remos de abeto.
La diosa, que tiene sus alcázares en lo alto de las ciudades,
les hizo ella misma, el carro que volaba al soplo de la brisa,
trabando el costillaje de pino de la combada nave:
Ella bañó en Anfitrite, la proa inexperta en la carrera,
y cuando ésta hendió con su espolón la llanura batida por el viento
y la onda retorcida por sus remos centelleó de espuma,
emergieron del candente torbellino del estrecho sus rostros
las marinas Nereidas, admirandas de aquél prodigio.
En aquel día y otros, los mortales vieron con sus ojos,
Los cuerpos desnudos de las ninfas del mar,
saliendo hasta los pechos del canoso torbellino.
Entonces, se dice, Peleo se abrasó en el amor de Tetis,
entonces Tetis no despreció, unas bodas humanas
y entonces, el mismo padre de los dioses consintió
que Peleo se juntara a Tetis.
¡ Oh, héroes nacidos en el más feliz momento de los siglos,
salve, linaje de los dioses!,¡ Salve otra vez progenie de ilustres madres…!
A menudo yo os invocaré, a vosotros invocaré en mi canto,
y sobre todo a ti, tan eximiamente bendecido por venturosas nupcias
Peleo, de Tesalia el baluarte, al que Júpiter mismo,
el mismo de los dioses genitor, concedió sus amada,
¿acaso a ti Tetis no te tuvo, bellísima Nereida?
¿Acaso a ti Tetís no te concedió que te llevaras a su nieta,
así como Océano que abraza con el mar el orbe entero?
En cuanto, en el tiempo convenido, llegaron los días ansiados,
Tesalia entera llena de gentío toda la casa
y el palacio rebosa de una alegre multitud .
Sus dones llevan ante sí, en su rostro declaran sus gozos.
Desierta queda Esciros, dejan a Tempe deFtía,
y de Cranón las casas y las murallas de Larisa,
y se reúnen en Farsalia, se agolpan bajo los techos de Farsalia.
Nadie cultiva los campos, descansan los cuellos de los novillos,
el curvado rastrillo no limpia la viña que se arrastra,
el toro no arranca el terruño con la penetrante reja
la hoz de los podadores no aclara la sombra del árbol
y la áspera herrumbre cubre los arados abandonados
Mas, la morada de Peleo, por donde quiera que opulenta se expande
resplandece con el brillo del oro y la plata.
Brilla el marfil en los sitiales, lucen las copas en la mesa,
toda la casa se goza, con el esplendor del tesoro real.
El lecho nupcial de la diosa, se coloca en medio de la morada:
el índico colmillo lo adorna y lo recubre un tejido de púrpura
teñido de róseo molusco.
Este cobertor, decorado con primitivas figuras de hombres ,
de los héroes las virtudes indica con admirable arte.
Pues, mirando desde la playa de Día, de rumoroso oleaje
ve huir a Teseo con sus rápidas naves, Ariadna,
Que alberga en su pecho un no domado delirio
y todavía no cree contemplar lo que contempla,
Ya que, apenas despierta de un sueño engañoso,
se halla miserablemente abandona da en la solitaria arena.
Mas el desmemoriado joven huyendo pulsa los vados a remos,
dejando sus vanas promesas a la merced de los vientos tempestuosos.
A él, lejos, desde el alga, con afligidos ojillos la Minoida,
pétrea, como la efigie de una bacante, escudriña, ay,
escudriña, y se agita en un gran mar de congojas,
sin retener en su rubia cabeza la sutil mitra,
sin proteger velado su pecho con su leve atuendo,
ni ha ceñido con una delicada faja los pechos blancos como la leche:,
Todo caído de todo su cuerpo , en desorden, ante sus pies,
y las olas del mar jugaban con ello.
Pero ella, sin cuidarse entonces de la suerte de su cinta,
Ni de sus ondeantes vestiduras, con todo su corazón, Teseo,
con todo su ánimo, con toda su mente sólo pendía de ti.
¡Ah desdichada, a quien con asiduos lutos consternó
Ericina, espinosas angustias sembrando en su pecho,
en aquella temporada, desde aquel tiempo en que feroz Teseo,
saliendo de los curvos litorales del Pireo
llegó al palacio del injusto rey de Gortina!
Pues se cuenta que otrora, forzada por una peste cruel
a expiar la muerte de Androgeón , la ciudad de Cécrope
solía dar como manjar al Minotauro mozos escogidos,
y la flor de las doncellas,
Como angustiadas por esos males sus murallas padecieran,
el propio Teseo pefirió ofrecer su vida por su querida Atenas
antes que tales convoyes de muertos no muertos, siguieran llevándose
a Creta desde la ciudad de Cécrope –
Y de este modo, bogando en una ligera nave y con suaves brisas,
llegó junto al arrogante Minos y a su soberbia morada.
A él, una vez que con deseosa luz lo contempló la virgen
regia –a la cual, espirando suaves olores, un casto
lecho en el blando abrazo de su madre alimentaba,
cuales los mirtos ciñen del Eurotas las corrientes,
o el aura primaveral cría distintos colores–,
no antes de él sus flagrantes luces
declinó, que en todo su cuerpo concibió una llama,
y ardió profundamente hasta los tuétanos.
Ay quien tristemente causas con despiadado corazón furores,
santo muchacho, con las angustias de los hombres quien gozos mezclas,
y tú la que reinas los Golgos,y en el Idalio frondoso:
¡en qué tempestades arrojasteis a esa doncella de abrasado corazón,
que suspiraba continuamente por su rubio huésped!.
Cuántos ella soportó, doliente su corazón, temores,
cuántas veces palideció, más que el fulgor del oro,
cuando, deseoso de combate contra el salvaje monstruo,
o la muerte buscaba Teseo, o los premios de la alabanza.
Pero no fueron vanas ni mal acogidas las promesas
que hacía a los dioses, formulando sus votos con labios silenciosos.
Pues como en lo alto del Tauro agitando sus brazos
a una encina, o a un conífero pino de sudante corteza,
un indómito torbellino, contorsionando con su soplo su robustez,
lo arranca: el árbol, lejos, desenterrado de raíz,
hacia adelante cae, ampliamente todo cuanto se encuentra quebrando,
así, domado su cuerpo, a aquel salvaje postró Teseo,
que para nada lanzaba a los vanos vientos sus cuernos.
De allí su pie a salvo con mucha alabanza tornó,
sus errabundas plantas rigiendo con tenue hilo,
para que, al salir del tortuoso laberinto,
no lo engañara el inextricable rodeo del palacio.
Pero, por qué yo, alejadándome de mi primer canto,he de recordar
más cosas: cómo la hija abandonando la presencia de su padre,
los abrazos de su hermana, y los de su misma madre,
que desdichada cifraba su alegría en esa mísera hija,
prefirió a todo eso el amor de Teseo;
o cómo transportada fuera en balsa a los espumosos litorales de Día,
o cómo a ella, religadas sus luces por el sueño,
la abandonara con desmemoriado pecho partiendo su esposo.
Cuentan que a menudo delirante, enfurecida,
profirió con ardoroso corazón agudos gritos salidos del fondo de su pecho,
y que entonces triste ascendía a abruptos montes,
de donde su mirada del piélago al vasto hervor tendiera;
que, entonces, de la trémula sal corría hacia las contrarias ondas,
sus blandos ropajes levantando de su desnudada corva,
y que estas cosas en sus extremas quejas afligida decía,
rompiendo en helados sollozos con rostro humedecido :
“¿Así, después de arrebatarme al hogar paterno,
me has abandonado, pérfido Teseo, en la desierta playa?
¿Cómo es que así partiendo, despreciado el numen de los dioses,
te llevas, ah desmemoriado, sacrílegos perjurios a tu casa?
¿Es que ninguna cosa pudo de tu cruel mente doblegar
el consejo? ¿No hubo en ti piedad alguna,
para que tu despiadado pecho quisiera condolerse de mí?
Pero no eran éstas, las `promesas que un día me diste
con blanda voz, no era eso lo que me hacías esperar,
sino matrimonios alegres, sino un ansiado himeneo´:
todo ello ansiadas palabras que los vientos rasgan.
Ahora ya ninguna mujer crea en los juramentos de un hombre,
ninguna de un hombre espere que sus palabras hayan de ser leales.
Mientras su espíritu ansioso anhela obtener algo,
nada temen jurar, ni ahorran promesas,
pero una vez que de su deseosa mente saciada la libido ha sido
sus dichos nada temen, ni se cuidan de sus perjurios.
Ciertamente yo a ti, en medio hallándote del torbellino de la muerte
de él te arranqué, y preferí perder a mi hermano
a faltarte, traidor, en el momento supremo.
LXV
Aunque a mí, por un asiduo dolor deshecho, la angustia
me tiene alejado de las doctas vírgenes, Ortalo,
y mi espíritu no es capaz de producir los dulces frutos de las musas,
tan grandes son los males que le agitan,
pues, hace poco, la onda que corre por el abismo leteo
bañó el pálido pie de mi hermano,
Robado a mis ojos por la tierra troyana
que le abruma junto a la costa retrea
-te hablaré, pero nunca más volveré a oírte contar tus hechos;
nunca más te veré, hermano más dulce que mi vida,
pero ciertamente te amaré siempre
Y siempre velaré mis cantos con la pena de tu muerte,
Como los que bajo las densas sombras del ramaje
Entona la daulia, lamentando la desdicha del devorado Itilo-
aun así, en tan grandes duelos, Órtalo, te envío
estos versos traducidos del hijo de Bato
para que no creas que tus palabras, abandonadas
a los errantes vientos, resbalaron de mi espíritu
como la manzana que, enviada como regalo furtivo por el prometido,
se escurre del casto regazo de la doncella cuando,
a la pobre que ha olvidado olvidado lo que ocultó
bajo la blanca túnica, al levantarse a la llegada de su madre
se le cae, y la manzana corre adelante en rápida carrera,
mientras a ella le sube a su desolado rostro
el rubor de la vergüenza.