PIETRO ARETINO
BIOGRAFÍA
Pietro Aretino nace en la Toscana Italiana el 20 de abril de 1492. Hijo de Tita, una cortesana, que fue modelo de los pintores del Renacimiento, efigie de la Virgen María en la pintura La enunciación que adornaba la puerta de la Iglesia de San Pedro en Arezzo. Su padre fue Luigi Bacci, un gentil hombre, aunque hay un autor que dice que su padre fue un zapatero, pero en el catálogo de la Biblioteca Nacional de París aparece como Pietro Bacci el Aretino (un apellido ganado por el gentilicio de su ciudad natal). A menudo se le refiere como El Aretino.
En realidad, a Aretino se le han atribuido otros orígenes y otros apellidos según el envidioso que hablara, como indica Bajarlía en su libro donde traduce los poemas lujuriosos del maravilloso autor, así como la tercera jornada de los Ragionamenti, hoy titulada “Vida de las putas”.
Uno de estos envidiosos, Doni, dijo que el Aretino era hijo sacrílego de un cura franciscano y de una monja y que, por lo tanto, estaba maldito e iría al infierno. Escribió un libro sobre eso, había prometido seis más, pero se quedó ahí. A su madre la comparaban con Santa Nafisa que se vendía por limosna. Pero Aretino siempre se lo tomaba con risa porque él se sentía orgulloso de ser hijo de una cortesana que había servido de modelo para la Virgen María. A él le gustaba referirse a si mismo como “Hijo de cortesana, con alma de Rey”.
“Me dicen que soy hijo de cortesana; esto no me vuelve malo; sin embargo, tengo el espíritu de un rey. Vivo libre, me divierto y por tanto puedo llamarme feliz. Mis medallas están fundidas con todos los metales y todos los materiales. Mi efigie está expuesta frente a los palacios. Se esculpe mi cabeza en bustos, en medallones, sobre el marco de los espejos, como se hace con Alejandro, César, Escipión. Algunos vasos de cristal se llaman vasos aretinos. Una raza de caballos ha tomado mi nombre porque el papa Clemente me regaló uno de ellos. El arroyo que baña parte de mi casa se llama el Aretino. Mis mujeres quieren que las llamen Aretinas. Finalmente, se dice “estilo aretino”. Los pedantes pueden morir de rabia antes de alcanzar tanto honor.”
Desde muy niño comenzó a escribir versos. Su madre apenas se ocupaba de su educación y fue un adolescente díscolo al que solo le interesaba divertirse. Cuando tenía 16 años fue expulsado de Arezzo por escribir un poema contra las indulgencias. Se fue a Perusa y aquí aconteció la anécdota de que pintó en un cuadro donde aparecía la Magdalena a los pies de cristo un laud entre sus brazos.
Su adolescencia fue muy intensa y con pocos límites. Tuvo varias ocupaciones y fue encuadernador, pero también pasó hambre y durmió donde pudo. Se mezcló con los religiosos y con los delincuentes marginales, sin contagiarse de las costumbres ni de los unos ni de los otros.
Su sentimiento por lo artístico le llevó a robar una taza de plata de la espectacular vajilla de Agustin Ricci, a cuyo servicio se encontraba en Roma. No le movía lo económico, sino lo estético, al influjo de lo cual le era imposible sustraerse. Después estuvo al servicio del Papa León X, hijo de Lorenzo de Médicis. Su situación en el Vaticano era muy buena, con una buena posición social, muchas relaciones, todo el mundo quería tener un poema del aretino. En este tiempo escribió un poema al Papa que éste le remuneró con generosidad. Fue entonces cuando comprendió que la poesía le daría fama y posibilidades de una gran vida.
Cuando se trasladó a Mantua, poco tiempo después, fue recibido con agasajos por los grandes señores de la ciudad que lo adoraban y deseaban alguno de sus versos.
A su vuelta a Roma entabló una estrecha amistad con Juan de Médicis, familiar del Papa Clemente VII, para el que Aretino escribió las Allabanzas. Pero en ese momento se produciría un incidente significante en la historia de nuestro querido poeta, pues tuvo que interceder frente al Papa por Giulio Romano y Marcantonio Raimondi.
La historia de estos hombres es la de dos trabajadores “molto inteligentes”. Giulio Romano era un arquitecto, pintor y discípulo de Rafael que, enfurecido con el Papa por los trabajos que le debía, pintó en 1523, 16 posturas eróticas sobre la pared de la Sala Constantino del Vaticano. Y Marcantonio Raimondi las grabaría sobre cobre en “I Modi” en 1524.
Esto no le gustó nada al Papa que dio orden de detener y encarcelar a los dos hombres y secuestrar y destruir la edición de los grabados. Prohibió a Mantua a refugiarse bajo pena de muerte su reedición y circulación.
Marcontonio Raimondi fue encarcelado y Giulio Rumano pudo escapar a Mantua a refugiarse. Dadas sus influyentes relaciones con Hipólito de Médicis, Pietro Aretino consiguió la liberación del grabador. También consiguió mucho después que el Papa Pablo III retirara toda sanción a Giulio Romano.
En 1925 Aretino escribe los sonetos lujuriosos, para acompañar a los grabados de las 16 posiciones sexuales de Giulio y Marcantonio. Por sobre todas las cosas, Aretino amaba la verdad. Y este hecho que le llevó a denunciar la corrupción de la corte en forma de poemas satíricos pegados a la estatua del Maestro Pasquino, y la publicación de su libro la cortesana, no le fueron gratuitos a Aretino que en 1525 fue apuñalado por uno de los sicarios conjurados por Giberti, el secretario del papa que envidiaba a Aretino por su poesía y por su relación con los Médicis.
A pesar de todo, Aretino sobrevivió y sus poemas lujuriosos también porque hubo una edición clandestina de “I modi” en 1927, que circuló por Venecia, la ciudad más abierta a la prostitución durante el Renacimiento. Es esta versión la que traduce Juan Jacobo Bajarlía en su libro. Por cierto que Bajaría le decía a Menassa “fíjate la gente qué puerca, se han vendido tantos ejemplares de los sonetos lujuriosos en la Feria del Libro …”.
POEMAS DE SONETOS LUJURIOSOS
SONETO I , de SONETOS LUJURIOSOS
-Cojamos, alma mía, cojamos rápido
Pues todos nacimos para coger,
y si tu la pija adoras, yo la concha amo,
y el mundo un carajo sin esto sería.
Y si post mortem coger fuera posible,
Diría: cojamos siempre hasta morir,
Pues tanto allí cogieron Adán y Eva,
que la muerte hallaron muy injusta.
-Es verdad que si aquellos avivados
no hubieran comido el fruto prohibido,
lo mismo se hubieran desahogado los amantes.
Pero olvidemos los cuentos y hasta el corazón,
y métete la pija, y allí reviente
el alma que por ella hora vive, hora muere.
-Y si es posible, afuera
de la concha no tengas los cojones,
testigos de todo coger gozado.
SONETO II, de SONETOS LUJURIOSOS
-Méteme un dedo en el culo, mi viejo,
y empuja la pija hasta dentro poco a poco,
alza bien esta pierna y haz buen juego
moviéndote después sin miramientos.
Que a fé mía esto es mejor bocado
que el pan untado con aceite junto al fuego,
y si no te gusta la concha, cambia el lugar,
que hombre no es quien esto no ha probado.
-En la concha esta vez la pondré
y otra en el culo, y en la concha y culo la pija
feliz me hará, y vos satisfecha y contenta.
Quien aspira a gran maestro, está loco
porque semeja al pájaro que pierde comida
quien goza con otra cosa y no en coger.
Y reviene en palacio
el cortesano o espere que aquel muera
que yo sólo pienso en desahogarme.
SONETO III, de SONETOS LUJURIOSOS
-Yo quiero esta pija, no un tesoro,
es la que me puede hacer feliz,
la pija exacta para una emperatriz,
esta gema vale más que un pozo de oro.
¡Ay de mí, ayúdame pija, que muero,
y aplaca ya el ardor en la matriz!
porque una pija pequeña no sirve
si en la concha pretende el honor mantener.
-Dueña y señora mía que estáis en lo cierto,
que aquel que en la concha con pija pequeña cogiera,
un balde de agua fría merecería.
Quien la tenga chica que coja por el culo,
mas quien la tenga como yo, despiadada y fiera,
que se desahogue en las conchas.
-Es verdad, pero somos tan golosas
de la pija y tanto nos gusta
que llevamos la aguja por delante y atrás.
SONTEO IV, de SONETOS LUJURIOSOS
-Este es una buena pija larga y gruesa.
¡Apúrate si le agrado y déjame verla!
-¿Probamos si puedes aguantar
esta pija en la concha y yo encima?
-¿Que si puedo probar? ¿Que si yo puedo?
Más me gusta esto que comer o beber.
-Pero si os aplasto demasiado estando encima,
daño os haré. – ¡Piensas como el Rosso!
Échate ya en la cama o en el suelo
sobre mí, que aunque fueras Marforio
o un gigante, no tendría mayor placer.
Aun si me tocas los huesos y la médula
con esta pija tan digna y tuya
que a cualquier concha le cura la tos.
-Abrid bien las piernas
que algunas señoras podrán verse
con mejor vestido, pero no tan cogidas.
SONETO V, de SONETOS LUJURIOSOS
-Ponme esta pierna sobre el hombro
y quítame la mano de la pija,
y si quieres que empuje fuerte o suave,
suave o fuerte, en la cama mueve el culo.
Si el culo por concha toma la pija, no es error,
di que soy un bribón o un villano,
pues yo distingo la concha del ano
como el caballo conoce a la yegua.
-La mano de la pija no quitaré yo,
yo no, no haré semejante locura,
y si tú no lo aceptas, vete con Dios.
Que el gozo por detrás todo tuyo sería,
pero por delante es tuyo y mío,
así que coge de buena manera o te vas.
-Yo no me iría,
querida señora, de tan dulce suceso
aunque viera huir al Rey de Francia.
SONETO VI, de SONETOS LUJURIOSOS
-Habiendo probado yo una pija tan solemne
que pone del revés los festones de la concha,
quisiera ser toda yo como una concha,
y tú en cambio todo pija.
Porque si yo fuera concha, y tú, pija,
un buen espacio habría en la concha
y al mismo tiempo tendrías en esta
todo el placer que puede tener una pija.
Mas o pudiendo ser yo toda una concha
ni tú convertirte todo en una pija,
toma de esta concha lo que bien desea.
-Y vos tomad de mi humilde pija
su buena voluntad: baja la concha
y fíjala, que hacia arriba te pondré la pija;
y luego, en lo alto ya de mi pija,
muévete entera con la concha
y yo seré pija y vos seréis concha.
SONETO VII, de SONETOS LUJURIOSOS
-¿Dónde la meteréis?, decirlo, os ruego,
¿por detrás o por delante? Lo quiero saber.
-¿Por qué?, ¿acaso te gusta
si al fallar me la meto en el culo.
-No, señora, porque la concha sacia
tanto a la pija, que allí hay poco placer;
pero si accedo es por no parecer
al fraile Mariano, verbigracia.
Si toda la pija en el culo queréis,
como quien los notables mucho me agrada
que hagáis con la mía lo que os de la gana.
Tomadla con la mano, metedla adentro,
pues tan útil al cuerpo la encontraréis
como el medicamento al enfermo.
Y es tal la alegría que tengo
al sentir la pija en vuestra mano,
que moriré si a coger nos ponemos.
SONETO VIII, de SONETOS LUJURIOSOS
-Y sería quizás una cochinada
que pudiendo cogeros ahora
después de haber metido la pija en la concha,
me quedara en ayunas de tu culo.
Termine en mí mi genealogía,
que yo os cogeré por detrás muchas veces,
pues se diferencia el círculo y la raja
como lo aguado de la malvasía.
-Cógeme y haz de mí cuanto deseas
en la concha, en el culo, que no me importa
por donde tú me la quieras meter.
Que en mi concha y en el culo tengo fuego,
y cuantas pijas haya de mulos, asnos o bueyes,
no aplacarán ni un poco mi ardor.
Pues un don nadie serías
si en la concha lo haces a la antigua usanza,
que si hombre yo fuera no quisiera la concha.
sigue la biografía
El Renacimiento fue una época de gran explosión de vitalidad cultural, esplendor comparable sólo al de la Grecia Clásica. Se salía de la oscuridad de las tinieblas de la Edad Media, se redescubrió la Filosofía griega que impulsó la exaltación del libre albedrío y el cuerpo se convirtió en el significante al que se adhirieron los creadores. El cuerpo desnudo que se introdujo en las letras y en las artes. En la poesía, en la pintura y en la escultura. Símbolo de libertad para los nuevos tiempos.
Las puttane oneste eran las cortesanas cultas, como las hetarias en Grecia. Vivían lujosamente y contribuían a la expansión de las letras y las artes. Participaban en los eventos importantes y eran mimadas por los grandes señores. Eran amantes de los poetas y los pintores y buscadas por los escultores para posar como modelos.
En este espíritu de su siglo muchas fueron las mujeres que amaron a Aretino y muchas a las que él conquistó. Fue como un Don Juan, amante de condesas y de duquesas, pero también de todas aquellas que se encaprichaba y ambicionaba, sin importarle su clase o reputación. Amó a Marietta Dall’Oro, que después huiría con un discípulo suyo. Margaritta, una cortesana que fue modelo de Ticiano. Y Caterina Sandella, con la que tuvo a su hija Adria. Pero señala Bajarlía que a la que amó más verdaderamente fue a Pierina Riccia, una enferma de tuberculosis que lo abandonó y volvió con él después de tres años, aún más enferma, sin que el Aretino le echase nada en cara y con la que vivió y llevó a los mejores médicos de Roma, hasta que murió.
Mientras tanto su fecundidad literaria no cesó ni un momento. Escribió Paráfrasis de los Salmos en 7 días. La cortesana y el herrador en 10 mañanas. La vida de Jesucristo en 30 días. La Sirena, en 6 meses. Los 16 sonetos lujuriosos en unas horas. Inauguró el profesionalismo moderno porque también escribía por encargo. Escribió mucho sobre el arte y sobre Tiziano lo que hizo aumentar el prestigio internacional de este pintor.
POEMAS SONETOS LUJURIOSOS (DEL IX AL XVI)
SONETO IX, de Sonetos Lujuriosos
-Tú me tienes la pija en la concha y el culo me ves,
Y yo veo tu culo como está hecho,
Pero podrías decir que estoy loco
Porque tengo las manos donde tengo los pies.
-Mas si de esta manera quieres coger,
eres una bestia y no lo permitiré
porque es mucho mejor cuando de coger se trata
que tu pecho sobre el mío se coloque.
-Os cogeré, comadre, como corresponda,
y además en el culo te haré algunos juegos
con los dedos, la pija y el meneo,
y un placer insaciable sentirá
un no sé qué más dulce que el rascar,
como las diosas, reinas y duquesas.
Y me dirás al final
que un caballero soy en tal misterio,
aunque de mi corta pija desespero.
SONETO X, de Sonetos Lujuriosos
-¡La quiero en el culo!, ¡me perdonarás!
-Señora, no cometeré tal pecado,
por ser eso un manjar de prelado,
que el gusto han perdido por siempre jamás.
-¡Ya, métela aquí! – No lo haré. – Sí, lo harás.
-¿Por qué? ¿No se hace ya por el otro lado,
id est, en la concha! – Sí, pero es más grata
y mejor la pija detrás que delante.
-De vos me quiero dejar aconsejar:
La pija es vuestra, y si tanto os gusta,
como a pija la debéis ordenar.
-De acuerdo, mi bien, empújala de canto,
más allá, más abajo, ya está, ¡no escupas!
¡Oh, pija, buena compañera!, ¡Oh, pija santa!
-¡Tomadla toda entera!
-La metiste adentro de buen grado,
y estaría todo un año sentada en ella.
SONETO XI, de Sonetos Lujuriosos
-Abre los muslos para ver bien
tu hermoso culo y tu concha de frente,
tu culo exacto parece un paraíso,
(y la) concha un goteo renal del corazón.
Mientras yo me entusiasmo, me vienen
las ganas de besaros de improviso
y me creo más bello que Narciso
en el espejo agarrando, feliz, mi pija.
¡Ahí, bribón y bribona! ¡En el suelo y en la cama
yo te veo, puta!, y te mereces
que te rompa dos costillas del pecho.
Te vas a la mierda, vieja sifilítica,
que por este placer pluscuamperfecto,
en un pozo bajaría sin cubo.
-Pues no hay abeja
deseosa de flor como yo de una noble pija
si aún no la tengo y por mirarla disfruto.
SONETO XII, de Sonetos Lujuriosos
-Marte, malatestísimo cobarde,
así no se toma a una mujer
y no se coge a Venus a ciegas
con tanto apuro y poca discreción.
-Yo no soy Marte, soy Hércules Rangón
y os cojo porque sois Ángela Greca,
y si aquí mi rabel tuviera,
cogiendo os tañería una canción;
Y vos, señora, mi dulce consorte,
en la concha harías bailar la pija
meneando el culo y empujando fuerte.
-Señor, cogiendo con vos estoy perdida,
pero temo que amor no me de muerte
con vuestras armas, por ser niño y loco.
-Cupido es mi mancebo
e hijo vuestro, y vela mis armas
para consagrarlas a la diosa Poltrona.
SONETO XIII, de Sonetos Lujuriosos
-Dame la lengua y apoya los pies en el muro,
Cierra los muslos y apriétame fuerte
Abandonémonos de espalda en la cama,
Que sólo de coger me preocupo.
-¡Ay, traidor, qué dura tienes la pija!
¡Oh, cómo me gusta en la concha!
Un día, os prometo, en el culo la tendrás,
Y limpia al sacarla os aseguro.
-Os agradezco, querida Lorencina.
Me esforzaré en serviros, pero empujad,
empujad como hace la Ciabattina.
-Yo lo haré ya, y vos ¿cuándo lo haréis?
-Ahora, dame toda la lengüita,
que me muero. – Y yo. – Y vos la razón.
Entonces, ¿os correréis?
-Ahora, ahora lo hago, señor mío,
ahora, ya está. – Y yo. – ¡Ay de mí!
¡Oh Dios!
SONETO XIV, de Sonetos Lujuriosos
-No tires, embromado Cupido,
de la carretilla, ¡para de una vez!
que voy a coger en la concha y no en el culo
a esta que la pija me toma mientras río.
Y en los brazos y piernas me fío
pues tan estropeado estoy, y no te adulo,
que con solo una hora moriría un mulo,
por ese resoplo y grito con el culo.
Y si vos, Beatriz, os fatigo,
me debéis perdonar porque es evidente
que cogiendo a disgusto me desahogo.
Y si no me mirara en vuestro culo,
estando colgado entre uno y otro brazo,
nunca terminaría nuestro asunto.
¡Oh, culo de leche y púrpura!,
si no es porque al mirarte me pongo en vena,
la pija, estirada, duraría muy poco.
SONETO XV, de Sonetos Lujuriosos
-Si a quien cogiendo le fastidia
que lo molesten en tan dulce empresa,
observe a éste que al hacer lo mismo no le pesa
llevársela cogiendo donde quiera.
Y sin ir buscando en las escuelas
el saber verbigracia en todas partes,
hacerlo bien apréndalo sin gasto
aquí, que joder podrá quien ame y moje.
Mirad cómo la sujeta con los brazos
junto a las caderas las piernas alzadas,
que parece derretirse de placer.
No se turban aunque estén cansados:
es más, parece que el juego gusta a los dos
aunque cogiendo griten no poder más.
Y están firmes y leales
jadeando juntos y dándose placer,
que así, mientras dure, estarán contentos.
SONETO XVI, de Sonetos Lujuriosos
-Con las piernas al cuello en el culo me has
metido esta pija; ¡dale, destroza!
de la cama al arca he ido a parar.
¡Oh, que placer es éste que me das!
-Llévame a la cama otra vez, que me vas
a matar aquí abajo con la cabeza gacha.
Dolor de hijos, mierda, esto pasa.
¡Cruel amor, cómo me has dejado!
-¿Qué piensas hacer? – Lo que te guste.
-Dame un poco de lengua, alma mía:
mucho pide quien sirve y calla.
-La concha desearía el mismo placer,
sino, entre ésta y el culo se pelearán.
¡Empuja, compadre, que la pija se escapa!
En verdad que moriría
si no hallara un poco de consuelo
en ti, mi bien, mi corazón, mi tesoro.
POST SCRIPTUM, de Sonetos Lujuriosos
Habrías visto todas las reliquias
de pijas horrendas en conchas estupendas
si hubierais visto hacer tales faenas
alegremente a estas bellas putas;
Y cumplir por detrás y por delante
y en las bocas la lengua a su turno:
son cosas para alimentar las leyendas
como la de Morgante y Margutte.
Y sé que un gran placer habéis sentido
viendo dar en la concha y en el culo
como nunca visteis haber cogido.
Y como a menudo la nariz reacciona
al olor de la pimienta y estornuda,
así a desahogarse invitan enseguida,
Y de este modo si en la bragueta
hay olor a coger, estáis perdidos:
tocadla con la mano si no lo creéis.
Sigue la biografía
En 1534, a los 42 años, Aretino escribe la primera parte del Ragionamenti, con el título “Diálogo de la Enana y de la Antonia, habido en Roma bajo una higuera. Compuesto por el divino Aretino, por su capricho, para corrección de los tres estados de las mujeres”. Dos años después escribió la segunda parte: “Diálogo del señor Pedro Aretino, en el cual la Enana el primer día enseña a la Pippa, su hija, a ser puta; en el segundo le cuenta las truhanerías que hacen los hombres a las mezquinas que les creen, y en el tercero y último la Enana y la Pippa, sentadas en el huerto, oyen a la Comadre y la Nodriza, que hablan de la alcahuetería”.
De la primera parte de esta obra que hoy lleva el nombre de Vita dei puttane o Vida de las putas, hemos extraído algunas de las anécdotas que se van contando entre la Enana y la Antonia:
Poemas de “Vida de las putas”
De “vida de las putas”
E: – Con los forasteros venidos de Roma para estar aquí ocho o diez días y volverse a sus tierras, usaba grandes bribonerías. Tenía a mi devoción algunos pícaros que hospedan conmigo gratis de vez en cuando, y de ellos me valía para emplear sus bravatas del modo que ahora vas a oír. Los que llegan a Roma, luego que ven todas las antiguallas, gustan de ver también las modernallas, es decir, las señoras, y presumir con ellas de señores. Era yo siempre la primera visitada por semejante turba, y el que de ellos iba a pasar una noche conmigo, dejaba allí sus ropas.
A: – ¿Cómo diablos sus ropas?
E:- Las ropas, sí, según vas a saber. Al llegar la mañana, entraba la criada en mi cámara y tomaba el vestido del forastero con achaque de querer limpiarlo, y lo escondía y empezaba a gritar que se lo había robado. El pobre hombre, en camisa, pedía sus cosas, amenazándome con descerrajar las arcas y cobrarse. Y yo, alzando mi voz, sobre la suya, le decía: “¿Tú me romperás las arcas? ¿Tú me forzarás en mi casa? ¿Tú me llamas ladrona?”. Así como me oían mis bravucones, que tenía escondidos en el piso bajo, acudían al punto con la espada desnuda y, preguntándome: “¿Qué tenéis, señora?”, echaban mano al pecho del infeliz, que en carnes como estaba, parecía que cumplía algún voto o penitencia. U aquel tonto me pedía perdón u tenía por gran merced que se enviase a buscar a algún amigo o conocido suyo, a quien pedía prestados zapatos, jabón, sayo, capa, gorra, y se iba de mi lado satisfecho de no tener que habérselas con los raja-broqueles.
A: – ¿Cómo tenías corazón para ello?
E: – Lo tenía, porque no hay crueldad ni robo ni traición que espanten a una puta. Y de tal modo se esparció la fama de mis tretas, que aquellos forasteros que las sabía no pisaban mi casa o, si acaso iban, hacían que les quitasen las ropas sus criados y las llevasen a guardar en su posada y por la mañana volviesen a vestirles. Mas con todo eso no hubo ninguno tan avisado que no dejase allí los guantes o las cintas de atare las calzas o el gorro de dormir, que cualquier cosa viene bien a una puta: una agujeta, un mondadientes, una nuez, una guinda, una rama de hinojo y hasta un rabo de pera.
….
De “vida de las putas”
E: -Pues oye ahora esto. Tenía yo un cierto enamorado mercader, buna persona, que no me amaba, sino me adoraba. El me mantenía y yo le daba mis caricias sin perecer de adicción por él. Y a quien e diga: “Tal cortesana está muerta de amor por esa tal”, dile que ello no es cierto: son caprichos que nos entran de pronto por disfrutar dos o tres veces de algún mango gordo, y duran tanto como el sol de invierno o la lluvia de verano. No puede ser que quien a todos los soporta, ame a ninguno.
A: – Eso me lo sé yo.
E: – Pues este mercader de quien te hablo, dormía conmigo siempre que quería. Conque por darme yo reputación y acabar de imflamarle en mi deseo, le hice celoso muy gentilmente, y tanto más, cuanto él hacía profesión de no serlo.
A: – ¿De qué manera, Enana?
E: – Hice comprar dos pares de perdices y un faisán, y aleccionando a un ganapán (bribón desde el día mismo en que nació y que no era de nadie conocido) le hice llamar a mi puerta a la hora de almorzar, cuando se hallaba el mercader a la mesa conmigo. Mando a la criada abrir, y hételo que entra y que, después de un “¡Buena fortuna a vuestra señoría!” continúa así: “El embajador de España os ruega que os sirváis de comer esta caza por su amor y, cuando os plazca, os quisiera decir unas palabras”. Yo hago ademán de rechazarle y digo: “Embajador o no embajador, llevaos presto eso; yo no quiero que me hable otro embajador sino el que está conmigo, que me hace mayor bien del que merezco”. Y dando un beso al simplecillo y tornándome al mozo con amenazas para que saliera, ya él iba a hacerlo, cuando me dijo el mercader: “Tómalo, boba; todo hay que tomarlo”, y advirtió al ganapán: “Se lo comerá a su salud”. Y después de una risita que no asomó apenas a su boca, quedose ensimismado. Conque le sacudo y le digo: “¿En qué pensáis? Ni el mismo Emperador, no ya su embajador, lograría de mi un beso, y aún a vuestros zapatos los estimo yo en más que mil millares de ducados.” Agradecióme mucho estas palabras y se fue a sus negocios. Dispuse yo entretanto que aquellos bravucones de que te hablé llegasen a mi casa a las cuatro horas, que era cuando el mercader y yo solíamos ponernos a cenar, y trajese consigo a un muchacho avispado y malicioso, bien amaestrado, que llevase una antorcha, llamase a la puerta mientras ellos estaban escondidos. Y así pasó, que entró el joven y me saludó y me anunció: “Señora, el embajador mi señor viene a hacer la debida reverencia a vuestra alteza”. Yo le respondo: “El embajador ha de perdonarme, porque estoy obligada a este embajador que aquí ves”. Y esto diciendo, echo mano por el cuello a mi hombre. Se va el muchacho y al poco rato vuelve a llamar; y disponiendo yo que no se abra, oímos que dice: “Si no abráis, luego mandará mi señor echar la puerta abajo”; me asomo a la ventana y grito: “Así me mate tu señor y me incendie y me arruine a su placer, sólo amo a uno: al que me ha hecho quien soy, con su bondad: y por él, si es menester, estoy pronta a morir”. Y héte a mis fariseos que llegan a la puerta, y de cinco o seis que eran parecían mil, y uno de ellos me dice con voz imperial: “¡Puta viegia, de esto te habrás de arrepentir; y a esa gallinita mojada que te rasca el lomo, ¡juro por Dios que le habemos de matar!”. “Obrad lo que queráis (respondo yo); mas no es acción propia de caballeros hacer fuerza a las gentes”. Más le iba a decir, pero me asió mi majadero del vestido y me rogó: “¡Callad, callad, si no queréis que esos españoles me corten en tajadas!”. Y llevándome adentro, me dio más gracias por aquella estima en que mostré tenerlo, que gracias dan los presos a los esbirros y la otra mañana me hizo cortar un vestido glorioso, de raso anaranjado; y aunque le hubiese ofrecido un reino, no le podrías encontrar en la calle pasado el toque de Avemaría; tanto miedo cobró a los españoles, temiendo que el embajador mandase que le hicieran una marca en la cara. Y a cualquier cosa, solía exclamar: “Lo que sé decir es que mi prójima sabe tratar muy bien a los embajadores”.
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Pietro Aretino murió a finales de 1557 a los 65 años. Se dice que murió de risa, cuando la hermana que más amaba le relataba una aventura. Dicen que cayó de la silla en la que estaba sentado fracturándose el cráneo.
Hay un cuadro de Anselm Feuerbach de 1854 que representa La muerte de Pietro Aretino.
Fue enterrado en la Iglesia de San Lucas. Algunos historiadores aseguran que ordenó escribir sobre su tumba el siguiente epitafio sin que se lo obedeciera:
Aquí yace Pietro Aretino, poeta toscano,
que de todos hablaba mal, salvo de Dios,
excusándose diciendo: «no lo conozco».