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LUIS DE GÓNGORA

Biografía

Luis de Góngora y Argote nació en Córdoba el 11 de Julio de 1561 y murió el 23 de mayo de 1627 a los sesensa y seis años. Considerado como el poeta más influyente del Siglo de Oro español, sigue marcando rumbos en la poesía contemporánea. Es el máximo exponente de la corriente literaria conocida como culteranismo o gongorismo. Su obra ha sido imitada en Europa y América a lo largo de los siglos. Es el primógenito de Don Francisco y Argote y doña Leonos de Góngora que tuvieron otros tres hijos más: Francisca, María y Juan. Nació en casa de su tío el racionero don Francisco de Góngora(el racionero es el encargado, el que dispone de parte de las rentas de la catedral). Su padre fue relegado en la herencia de un rico mayorazgo porque era hijo de un segundo matrimonio de padre. Se vio envuelto en un pleito cuando era niño contra su hermanastro por cuestiones de la herencia, pero lo perdió. Sólo consiguió una modesta concesión de alimentos. Licenciado en Salamanca, era un gran erudito y poseedor de una importante biblioteca. Gozaba de los favores del secretario de Carlos V, don Francisco de Eraso, que  lo distinguió con algunos nombramientos temporales como juez de residencia (con atribuciones de corregidor) en Madrid, Jaén y Andújar. Más tarde, este humilde jurisconsulto desempeñó para la Inquisición, en la ciudad de Córdoba, el cargo de juez de bienes confiscados, en parte porque se avivó el rumor de que la abuela de Góngora, doña Ana, era hija de un racionero de la catedral de Córdoba, fruto de encuentros extramatrimoniales, que a su vez era pariente de don Francisco de Eraso. La infancia de Luis de Góngora se fue desarrollando entre juegos, como los niños de su edad. Pero su talento hizo que, a la edad temprana de catorce años su tío Francisco de Góngora lo convirtiera en clérigo, sin tener en cuenta su vocación. A instancias de su tío fue enviado a estudiar a Salamanca. Se matriculó en la Facultad de Cánones en 1976 y continúa hasta 1579-1580 entre estudiantes de hijos de familias nobles y pudientes. En Salamanca fue donde Góngora fue desarrollando su vocación literaria. Conocía el latín y leía el italiano y el portugués e incluso llegó a escribir algún soneto en estas lenguas. La primera obra impresa de Góngora aparece en 1580 y es una canción.

Escribía ya en esta epóca composiciones, letrillas y romances llenos de humor e ingenio y músicos como Diego Gómez, Gabriel Díaz o Claudio de la Sablonara se interesaron en musicalizar estos poemas. Era ya un poeta muy culto, que incluso autores como Juan Rufo ,Cervantes Sor Juana Ines de la Cruz le admiraban. Juan Rufo en 1584 publicó frente a su poema la Austriada un soneto de Góngora.

En el Canto a Caliope en 1585 en La Galatea, Cervantes, elogia a Góngora: En don Luis de Góngora os ofrezco un vivo raro ingenio sin segundo; con sus obras me alegro y me enriquezco no sólo yo, mas todo el ancho mundo. En Viaje del Parnaso Cervantes escribió:

«Aquel que tiene de escribir la llave,
con gracia y agudeza en tanto extremo,
que su igual en el orbe no se sabe
es don Luis de Góngora, a quien temo
agraviar en mis cortas alabanzas,
aunque las suba al grado más supremo».

En 1585 hace un viaje a Córdoba, y escribe su primera obra maestra “Soneto a Córdoba”.
De su tío Francisco de Góngora hereda su ración en la Catedral y recibe las primeras órdenes mayores, ocupando diferentes cargos en el Cabildo ( Cuerpo o comunidad de eclesiásticos capitulares de una iglesia catedral o colegial). La condición clerical le servía a Luis de Góngora para cobrar sus rentas.
En 1587 ocupa la sede de Osio el obispo don Francisco Pacheco y somete a interrogaciones a los canónigos y racioneros, acusando entonces a Luis de Góngora de no asistir al coro, de vivir como un mozo y andar en cosas ligeras, en fiestas de toros, tratar con representantes de comedias, escribir copias profanas… En 1588 escribe la canción “De la Armada que fue a Inglaterra”. Góngora indica, con ironía, que no son suyas todas la letrillas que se le atribuyen y que prefiere ser condenado por liviano que por hereje.

De 1580 a 1587 Luis de Góngora escribe romances y sonetos cuyo tema principal es el amor y también utiliza la sátira, de carácter burlesco. En 1590 escribe la canción «En una fiesta que se hizo en Sevilla a San Hermenegildo», más patriótica que religiosa . En 1605 Pedro de Espinosa imprime una obra de antología poética: las Flores de poetas ilustres, incluye en su famosa antología 38 poemas de Luis de Góngora. Es el más representado. Contaba con un gran número de composiciones en esta época y su fama superaba a muchos de sus contemporáneos. A pesar de que no publicó en vida casi ninguna de sus obras poéticas, éstas corrieron de mano en mano y fueron muy leídas y comentadas.

Luis de Góngora de 1588 a 1602 comienza a escribir sus primera composiciones religiosas y sátiras a ríos y ciudades. También comienza a usar el soneto. De 1603 a 1606 sus composiciones toman un carácter cortesano, dedicadas a reyes y grandes señores y religioso. En los siguiente años, Luis de Góngora realiza viajes a comisiones del Cabildo en Palencia, Madrid, Salamanca, Cuenca, Valladolid, como parte de sus obligaciones de racionero que también alterna con la poesía. Se reunía en la Corte en un ambiente de escritores y un círculo clasista de elegidos. Se decepciona de las insidias de la Corte, cuyo sentido de la justicia difería de toda nobleza. La tristeza empaña sus días, también por los atropellos de los que no soportaban su superioridad poética ya reconocida en esa época. Inicia por estos años la enemistad con Francisco de Quevedo al cual acusó de imitar su poesía satírica bajo pseudónimo En la época fue tenido por maestro de la sátira, aunque no llegó a los extremos expresionistas de Quevedo ni a las negrísimas tintas de Juan de Tassis y Peralta. Se va de la la Corte de Madrid y se refugia en su heredad de Trassierra, en la Sierra de Córdoba, abandonándose a la escritura poética. Regresa con bastantes deudas, por lo que necesita de un mecenas. Recibe la protección del Marqués de Ayamonte, en 1607, al que dedica bellos sonetos. Pero el marqués muere ese mismo año. También tenía aspiraciones de acompañar al conde de Lemos en su destino como virrey de Nápoles pero se vio frustrado el empeño. En 1610 Luis de Góngora compone sobre la toma de Larache una canción, y a partir de ahí se inicia la segunda época de Góngora

En 1611, una vez que nombra coadjutor de su ración a su sobrino, obtiene mayor libertar para entregarse a sus proyectos literarios. Entre 1612 y 1613 trabaja en dos de sus poemas más extensos y ambiciosos: “Fábula de Polifemo y Galatea” y “Soledades”. Fábula de Polifemo y Galatea es la versión que Ovidio incluye en su Metamorfosis, donde la fábula comprende los versos 13750 a 13 897. Góngora introduce cambios esenciales que convierten en drama la ironía de Ovidio.

Soledades alcanzó una gran polémica por su oscuridad y afectación, y le creó una gran legión de seguidores, los denominados culteranos ( (Salvador Jacinto Polo de Medina, fray Hortensio Félix Paravicino, Francisco de Trillo y Figueroa, Gabriel Bocángel, el conde de Villamediana, sor Juana Inés de la Cruz, Pedro Soto de Rojas, Miguel Colodrero de Villalobos, Anastasio Pantaleón de Ribera…), y también enemigos, como el citado Francisco Quevedo, Lope de Vega, Lupercio Leonardo de Argensola y Bartolomé Leonardo de Argensola). Góngora dejó inconclusa la segunda soledad del poema. Era la primera vez que se utilizaba el género lírico para un poema tan extenso.

El Polifemo, las Soledades y el Panegírico al Duque de Lerma son los tres poemas centrales del gongorismo. Tuvo una gran influencia en la literatura española del siglo XVI y XVII, donde se concebía la lengua con libertad y flexibilidad en el empleo de recursos formales (hiperbaton, neologismos, ablativo absoluto…). Se capacitaba a la lengua de máxima capacidad expresiva, musicalidad y economía. Dámaso Alonso indicaría que es “la síntesis y condensación intensificada de los recursos líricos del renacimiento”. El gongorismo, que así se denomina a este estilo, es una manifestación del culteranismo, y su máximo exponente fue Góngora. El principal objetivo de esta corriente es impresionar a los sentidos a través de provocar sensaciones en diferentes estímulos.

En 1613 estos versos sería conocidos en Madrid, y leídos en cenáculos. Compone en 1613 también su pieza teatral Las firmezas de Isabela . También compuso La comedia Venatoria y el doctor Carlino.

En 1614 colabora Luis de Góngora con un romance a la beatificación de Santa Teresa de Córdoba. Comienza Góngora el Panegírico (discurso donde se alaba a alguien) al Duque de Lerma, don Francisco de Sandoval y Rojas, confiando en poder obtener los favores del aristócrata, primer ministro y valido del rey Felipe III.

En 1617, por indicación del duque de Lerma, se instala en la Corte, y Felipe III le concede una capellanía real, para la que necesitará ordenarse sacerdote. Sus pretensiones se vieron frustradas cuando tanto Lerma como Rodrigo Calderón (que era el valido del valido) perdieron el favor del Rey. Góngora incluso se niega a aceptar el final de sus pretensiones ni siquiera cuando pierde la Chantría de Cordoba que había reclamado . Con lo que sobrevivia en Córdoba, no podía hacerlo en Madrid, las rentas eran escasas para la Corte.

Sus tres poderosos amigos morirían poco tiempo después. En 1621 don Rodrigo Calderón, en el cadalso. En 1922 mueren asesinados el conde de Villamediana y el conde de Lemos por motivos políticos. Góngora buscará congraciarse con el nuevo en la Corte Conde Duque de Olivares , pero no goza de sus favores.
En esta éspoca, de 1617 a 1622 Luis de Góngora trabaja en obras de circunstancias y prosigue las de carácter religioso.

En 1625 fallece su administrador don Cristóbal Heredia, lo que le precipita a regresar a Córdoba. En una carta del 24 de marzo dictada, se confirma que el poeta está enfermo de esclerosis vascular. No puede ni escribir. En su testamento no incluye a sus familiares (se queja de su maltrato) y deja como heredera a su alma.

En esta última época, de 1623 a 1625, centró su producción literaria en escribir acerca de temas morales sobre el desengaño.

Fue pintado por Velázquez y entre sus características personales que comentaban algunos autores, se decía que era una personas sociable, jovial, habladora y amanta de los lujos, los juegos de cartas y la tauromaquia.

Murió en Córdoba el 23 de Mayo de 1627. Dejó señalado en su testamento ser enterrado junto a sus padre en la capilla de San Bartolomé, donde la Real Academia de Córdoba celebra anualmente una misa y un acto poético en su honor.

Indicar que Góngora en vida no publica ninguna de sus obras. Pasaron por numerosas manos en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías, publicadas con o sin su permiso. Góngora simbolizó para la generación del 27 el poeta por antonomasia, donde Gerardo Diego consiguió reunir a grandes autores de dicha generación (Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Jorge Guillén, Pedro Salinas…) en el tricentenario de Góngora en 1927, que supuso una explosión de entusiasmo. Se publicaron varias antologías de publicaciones dedicadas a Góngora y comenzaron a hacérsele homenajes. Dámaso Alonso fue un gran estudioso de su obra.

Como curiosidades, Luis de Góngora, ante las críticas de su obra por el estilo sobreadronado, decía: “Honra me ha causado hacerme oscuro a los ignorantes, que esa es la distinción de los hombres cultos”.

FUENTES:

Wikipedia

Cervantes virtual

Universitat Pompeu Fabra Barcelona

Personajes históricos

Quién fue Luis de Góngora | Vida, Obras y Curiosidades

 

POEMAS

SUENE LA TROMPA BÉLICA (CANCIÓN) 1580

             DE LAS LUSÍADAS DE LUIS DE CAMOES QUE TRADUJO LUIS DE TAPIA, NATURAL DE SEVILLA
 
Suene la trompa bélica
del castellano cálamo,
dándoles lustre y ser a las Lusíadas,
y con su rima angélica
5 en el celeste tálamo,
encumbre su valor sobre las Híadas,
Napeas y Hamadríadas:
con amoroso cántico
y espíritu poético
10 celebren nuestro bético
del Mauritano mar al mar Atlántico,
pues vuela su Calíope
desde el blanco francés al negro etíope.
 
Aquí la fuerza indómita
15  del Pacheco diestrísimo
descubre de su Rey el pecho y ánimo;
la India deja atónita
con su valor rarísimo,
y al Samorín soberbio, pusilánimo.
20 Muéstrase aquí magnánimo
Alburquerque y solícito,
capitán integérrimo,
que al amador misérrimo
crudamente castiga el hecho ilícito,
25 y a Goa y su poténcïa
dos veces la sujeta a su obediéncïa.
 
Almeida, que a los árabes
con la venganza hórrida
sus muros y edificios va talándoles,
30 y a los rumes y alárabes
debajo de la Tórrida
con valerosa espada domeñándoles,
y mayor pena dándoles
con el hijo belígero
35 que en el seno cambáïco
contra el moro y hebráïco
muere mostrando su furor armígero,
sirviéndole de túmulo
de mamelucos el sangriento cúmulo.
 
40   Cuanta pechos heróïcos
te dan fama clarífica,
oh Lusitania, por la tierra cálida,
tanta versos históricos
te dan gloria mirífica,
45  celebrando tu nombre y fuerza válida:
dígalo la Castálida,
que al soberano Tápïa
hizo que (más que en árboles,
en bronces, piedras, mármoles)
50  en su verso eternice su prosápïa,
dándole el odorífero
lauro, por premio del gran Dios Lucífero.

A JUAN RUFO, DE SU AUSTRIADA

Cantastes, Rufo, tan heroicamente
De aquel César novel la augusta historia,
Que está dudosa entre los dos la gloria
Y a cuál se deba dar ninguno siente.
 
Y así la Fama, que hoy de gente en gente
Quiere que de los dos la igual memoria
Del tiempo y del olvido haya victoria,
Ciñe de lauro a cada cual la frente.
 
Debéis con gran razón ser igualados,
Pues fuistes cada cual único en su arte:
Él solo en armas, vos en letras solo,
 
Y al fin ambos igualmente ayudados:
Él de la espada del sangriento Marte,
Vos de la lira del sagrado Apolo.

SONETO A CÓRDOBA

 
            ¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
            de honor, de majestad, de gallardía!
            ¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
            de arenas nobles, ya que no doradas!
 
5          ¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
            que privilegia el cielo y dora el día!
            ¡Oh siempre glorïosa patria mía,
            tanto por plumas cuanto por espadas!:
 
            si entre aquellas rüinas y despojos
10        que enriquece Genil y Dauro baña
            tu memoria no fue alimento mío,
 
            nunca merezcan mis ausentes ojos
            ver tu muro, tus torres y tu río,
            tu llano y sierra, ioh patria, oh flor de España!

A UN SUEÑO

Varia imaginación que, en mil intentos,
A pesar gastas de tu triste dueño
La dulce munición del blando sueño,
Alimentando vanos pensamientos,
Pues traes los espíritus atentos
Sólo a representarme el grave ceño
Del rostro dulcemente zahareño
(Gloriosa suspensión de mis tormentos),
El sueño (autor de representaciones),
En su teatro, sobre el viento armado,
Sombras suele vestir de bulto bello.
Síguele; mostraráte el rostro amado,
Y engañarán un rato tus pasiones
Dos bienes, que serán dormir y vello.

RAYA DORADO SOL, ORNA Y COLORA

Raya, dorado Sol, orna y colora
            del alto monte la lozana cumbre,
            sigue con agradable mansedumbre
            el rojo paso de la blanca Aurora;
 
5          suelta las riendas a Favonio y Flora,
            y usando al esparcir tu nueva lumbre
            tu generoso oficio y real costumbre,
            el mar argenta, las campañas dora,
 
            para que de esta vega el campo raso
10        borde, saliendo Flérida, de flores;
            mas si no hubiere de salir acaso,
 
            ni el monte rayes, ornes ni colores,
            ni sigas de la Aurora el rojo paso,
            ni el mar argentes ni los campos dores.

A FRANCISCO DE QUEVEDO

Anacreonte español, no hay quien os tope,
Que no diga con mucha cortesía,
Que ya que vuestros pies son de elegía,
Que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
Que al de Belerofonte cada día
Sobre zuecos de cómica poesía
Se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
Dicen que quieren traducir al griego,
No habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
Porque a luz saque ciertos versos flojos,
Y entenderéis cualquier gregüesco luego.

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SONETO AL MARQUES DE AYAMONTE

Alta esperanza, gloria del estado,
No sólo de Ayamonte mas de España,
Si quien me da su lira no me engaña,
A más os tiene el cielo destinado.

De vuestra Fama oirá el clarín dorado,
Émulo ya del Sol, cuanto el mar baña;
Que trompas hasta aquí han sido de caña
Las que memorias han solicitado.

Alma al tiempo dará, vida a la historia
Vuestro nombre inmortal ¡oh digno esposo
De beldad soberana y peregrina!

Corónense estos muros ya de gloria,
Que serán cuna y nido generoso
De sucesión real, si no divina.

DE LA TOMA DE LARACHE (1610)

Larache, aquel africano
fuerte, ya que no galán,
al glorioso San Germán,
rayo militar cristiano,
se encomendó, y no fue en vano,
pues cristianó luego al moro,
y por más pompa y decoro,
siendo su compadre él mismo,
diez velas llevó al baptismo
con muchos escudos de oro.
A la española el marqués
lo vistió, y dejar le manda
cien piezas que, aunque de Holanda,
cada una un bronce es.
Dellas les hizo después
a sus lienzos guarnición,
y viendo que era razón
que un lienzo espirase olores,
oliendo lo dejó a flores,
si mosquetes flores son.

FRAGMENTO DE FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA

XIII

Ninfa, de Doris hija, la más bella          
adora, que vio el reino de la espuma.           
Galatea es su nombre, y dulce en ella           
el terno Venus de sus Gracias suma.       
Son una y otra luminosa estrella            
lucientes ojos de su blanca pluma;          
si roca de cristal no es de Neptuno,            
pavón de Venus es, cisne de Juno.           

XIV

Purpúreas rosas sobre Galatea    105       
la Alba entre lilios cándidos deshoja:          
duda el Amor cuál más su color sea,         
o púrpura nevada, o nieve roja.         
De su frente la perla es, eritrea,          
émula vana. El ciego dios se enoja,       
y, condenado su esplendor, la deja          
pender en oro al nácar de su oreja.         

XV

Invidia de las ninfas y cuidado         
de cuantas honra el mar deidades era;           
pompa del marinero niño alado       
que sin fanal conduce su venera.            
Verde el cabello, el pecho no escamado,         
ronco sí, escucha a Glauco la ribera            
inducir a pisar la bella ingrata,           
en carro de cristal, campos de plata.         

XVI

Marino joven, las cerúleas sienes,          
del más tierno coral ciñe Palemo,           
rico de cuantos la agua engendra bienes,            
del Faro odioso al promontorio extremo;         
mas en la gracia igual, si en los desdenes      
perdonado algo más que Polifemo,            
de la que, aún no le oyó, y, calzada plumas,            
tantas flores pisó como él espumas.         

XVII

Huye la ninfa bella; y el marino            
amante nadador, ser bien quisiera,        
ya que no áspid a su pie divino,            
dorado pomo a su veloz carrera;         
mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino           
la fuga suspender podrá ligera          
que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra         
delfín que sigue en agua corza en tierra!   

FRAGMENTO DE SOLEDADES

Soledad primera

Era del año la estación florida     
en que el mentido robador de Europa     
(media luna las armas de su frente,     
y el Sol todos los rayos de su pelo),       
luciente honor del cielo,  
en campos de zafiro pace estrellas,     
cuando el que ministrar podía la copa       
a Júpiter mejor que el garzón de Ida,       
náufrago y desdeñado, sobre ausente,        
lagrimosas de amor dulces querellas    
da al mar, que condolido,       
fue a las ondas, fue al viento      
el mísero gemido,       
segundo de Arïón dulce instrumento.     
Del siempre en la montaña opuesto pino     
al enemigo Noto,        
piadoso miembro roto,       
breve tabla, delfín no fue pequeño      
al inconsiderado peregrino,     
que a una Libia de ondas su camino      
fió, y su vida a un leño.       
Del Océano pues antes sorbido,      
y luego vomitado        
no lejos de un escollo coronado     
de secos juncos, de calientes plumas,      
alga todo y espumas,        
halló hospitalidad donde halló nido     
de Júpiter el ave.      
Besa la arena, y de la rota nave        
aquella parte poca   30    
que le expuso en la playa dio a la roca;        
que aun se dejan las peñas      
lisonjear de agradecidas señas.     
Desnudo el joven, cuanto ya el vestido      
Océano ha bebido,    35    
restituir le hace a las arenas;     
y al Sol lo extiende luego,     
que, lamiéndolo apenas      
su dulce lengua de templado fuego,      
lento lo embiste, y con süave estilo       
la menor onda chupa al menor hilo.      


No bien pues de su luz los horizontes,      
que hacían desigual, confusamente,      
montes de agua y piélagos de montes,        
desdorados los siente,   45    
cuando, entregado el mísero extranjero      
en lo que ya del mar redimió fiero,     
entre espinas crepúsculos pisando,      
riscos que aun igualara mal volando     
veloz, intrépida ala,    50    
menos cansado que confuso, escala.      
Vencida al fin la cumbre,       
del mar siempre sonante,        
de la muda campaña      
árbitro igual e inexpugnable muro,      
con pie ya más seguro       
declina al vacilante        
breve esplendor del mal distinta lumbre,        
farol de una cabaña     
que sobre el ferro está en aquel incierto     
golfo de sombras anunciando el puerto.      
«Rayos, les dice, ya que no de Leda     
trémulos hijos, sed de mi fortuna       
término luminoso.» Y recelando      
de invidïosa bárbara arboleda       
interposición, cuando       
de vientos no conjuración alguna,       
cual haciendo el villano        
la fragosa montaña fácil llano,     
atento sigue aquella     70    
(aun a pesar de las tinieblas bella,        
aun a pesar de las estrellas clara)     
piedra, indigna tïara,      
si tradición apócrifa no miente,        
de animal tenebroso, cuya frente        
carro es brillante de nocturno día:     
tal, diligente, el paso     
el joven apresura,      
midiendo la espesura        
con igual pie que el raso,      
fijo, a despecho de la niebla fría,     
en el carbunclo, Norte de su aguja,     
o el Austro brame, o la arboleda cruja.     
El can ya vigilante     
convoca, despidiendo al caminante,      
y la que desviada       
luz poca pareció, tanta es vecina,      
que yace en ella robusta encina,        
mariposa en cenizas desatada.   

COMEDIA VENATORIA (FRAGMENTO)

(Salen CAMILA y CINTIA.)
CAMILA Yo me espanto
cómo con tal herida corrio tanto.
CINTIA Tan ligero el corzo es,
que no da menos enojos
el seguillo con los ojos
que alcanzallo con los pies;
y así por mi cuenta hallo
que, si consientes decillo,
hizo más que tú en herillo,
la saeta en alcanzallo.
Mas quede el brazo contento,
Camila, pues que de hoy más,
aunque imposible, podrás
decir que has herido al viento;
y quede la mano ufana,
pues lo hirió de manera
que más herido no fuera
de la mano de Diana.
Pues de tal suerte corría
que, mientras se desangraba,
rastro hacer no dejaba
de la sangre que vertía;
porque, como viste y vi,
siguiéndole su derrota,
aquí dejaba una gota
y otra una legua de allí.
CAMILA Bien corrió el ciervo; mas baste,
Cintia, para encarecer
lo que le vimos correr,
decir que no le alcanzaste
tú, que en correr y saltar
tienes ligereza tanta,
que sin mojarte la planta
puedes correr sobre el mar,
y, aunque agora te fatigas,
correr y echar mil traveses
sobre levantadas mieses
sin inclinar sus espigas.
Y así, pues que te cansó
muy mucho como el corcillo,
mucho hice yo en herillo,
mucho la flecha voló.
FLORISCIO Por bien graciosa manera
se alaban ellas agora,
la una de cazadora,
y la otra de ligera.
SILVIO Aguardemos hasta ver
si tienen, en tal lugar,
Camila más que tirar
y Cintia más que correr.
CAMILA Pero, Cintia, si se nota,
bien salimos, por mi vida,
tú con la aljaba perdida
y yo con la cuerda rota.
CINTIA La aljaba se me ha perdido.
CAMILA Así lo puedes creer,
si no se quedó al correr
tras el corcillo herido.
CINTIA No sé cómo la perdí,
ni aun entiendo de qué suerte
rompiste tú una tan fuerte
cuerda de un tirón.
CAMILA Yo sí;
con tal fuerza y tan de veras
el arco quise flechar
por herillo, que juntar
hice las dos empulgueras:
él la flecha despidió,
y, queriendo abrirse cuanto
lo junté, como fue tanto,
la cuerda no lo sufrió.
CINTIA Tras de una fïera muy brava
yo no sé qué más se pierda
que, por herillo, una cuerda
y, por seguillo, una aljaba.
A buscallo quiero ir yo.
CAMILA Muy buena estaría la ida:
tú serías la perdida
en ir, y el aljaba no.
SILVIO Salgamos a consolalla,
que amor acá me remuerde.
FLORISCIO Aguarda.
CAMILA Aun lo que se pierde
en lo llano, no se halla;
cuanto más lo que perdiste
entre matas tan espesas.

CINTIA Muestras de alegre son esas.
CAMILA Y aun esas muestras de triste.
CINTIA No hay negallo, triste estoy.
CAMILA Pues, porque no lo estés más,
ten de ese hilo, y verás
cuán grande maestra soy
de torcer cuerdas. Ea, ten.
CINTIA No me detengas.
CAMILA Ea, acaba.
CINTIA Bien hallaré yo mi aljaba
desta suerte.
CAMILA Tuerce bien.
(Salen SILVIO y FLORISCIO.)
SILVIO ¡Mi Cintia!
FLORISCIO ¡Camila bella!
CAMILA Ay, ¿qué nos ha salteado?
SILVIO Quien escondido ha escuchado
de cada cual la querella.
CINTIA ¿Y della, que
habéis sentido,
o al menos de mi cuidado?
SILVIO Siento de él, que me ha cobrado
la aljaba que has hoy perdido.
CINTIA ¿Cómo así?
SILVIO Cintia hermosa,
sirviéndote de esta mía
y de este arco, que algún día
trujo tu mano envidiosa.
CINTIA El don, Silvio, es tan galano,
que en tomarlo anda ya cuerda,
puesto que la aljaba pierda
tal hombro, el arco tal mano.
Mas no se dirá de mí
que a los dos fui tan cruel,
a ti en desarmarte de él,
a él en quitarlo de ti.
FLORISCIO Pues sea de aqueste modo:
que si te da Silvio el suyo,
tú le des el arco tuyo;
ganarás tú, y él, y todo.
CINTIA De esa suerte lo haré,
por tu gusto y mi reposo.
SILVIO ¡O yo mil veces dichoso,
que tal merced alcancé!
CAMILA No sé, Cintia, qué te diga;
gana tenías de trocar.

PANEGÍRICO AL DUQUE DE LERMA

 
            I
 
            Si arrebatado merecí algún día
            tu dictamen, Euterpe, soberano,
            bese el corvo marfil hoy desta mía
            sonante lira tu divina mano;
5          émula de las trompas su armonía,
            el séptimo trïón de nieves cano,
            la adusta Libia, sorda aun más, lo sienta,
            que los áspides fríos que alimenta.
 
            II
 
            Oya el canoro hueso de la fiera,
10        pompa de sus orillas, la corriente
            del Ganges, cuya bárbara ribera
            baño es supersticioso del oriente;
            de venenosa pluma, si ligera,
            armado lo oya el Marañon valiente,
15        y débale a mis números, el mundo,
            del fénix de los Sandos un segundo.
 
            III
 
            Segundo en tiempo, sí, mas primer Sando
            en togado valor; dígalo armada
            de paz su diestra, díganlo trepando,
20        las ramas de Minerva, por su espada,
            bien que desnudos sus aceros, cuando
            cerviz rebelde o religión postrada
            obligan a su rey que tuerza, grave,
            al templo del bifronte dios la llave.
 
            IV
 
25        Este, pues, digno sucesor del claro
            Gómez Diego, del Marte cuya gloria
            a las alas hurtó, del tiempo avaro,
            cuantas le prestó plumas a la historia;
            este, a quien guardará mármoles Paro,
30        que informe el arte, anime la memoria,
            su primer cuna al Duero se la debe,
            si cristal no fue tanto cuna breve.

AMARRADO AL DURO BANCO

Amarrado al duro banco
De una galera turquesca,
Ambas manos en el remo
Y ambos ojos en la tierra,
Un forzado de Dragut
En la playa de Marbella
Se quejaba al ronco son
Del remo y de la cadena:
«¡Oh sagrado mar de España,
Famosa playa serena,
Teatro donde se han hecho
Cien mil navales tragedias!,
»Pues eres tú el mismo mar
Que con tus crecientes besas
Las murallas de mi patria,
Coronadas y soberbias,
»Tráeme nuevas de mi esposa,
Y dime si han sido ciertas
Las lágrimas y suspiros
Que me dice por sus letras;
»Porque si es verdad que llora
Mi captiverio en tu arena,
Bien puedes al mar del Sur
Vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
A mis demandas respuesta,
Que bien puedes, si es verdad
Que las aguas tienen lengua,
»Pero, pues no me respondes,
Sin duda alguna que es muerta,
Aunque no lo debe ser,
Pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
Sin libertad y sin ella,
Siempre al remo condenado
A nadie matarán penas!»
En esto se descubrieron
De la Religión seis velas,
Y el cómitre mandó usar
Al forzado de su fuerza.

MIENTRAS POR COMPETIR CON TU CABELLO

Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,

Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,

No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

ÁNDEME YO CALIENTE

 Ándeme yo caliente
Y ríase la gente.
Traten otros del gobierno
Del mundo y sus monarquías,
Mientras gobiernan mis días
Mantequillas y pan tierno,
Y las mañanas de invierno
Naranjada y aguardiente,
 Y ríase la gente.
 Coma en dorada vajilla
El príncipe mil cuidados,
Cómo píldoras dorados;
Que yo en mi pobre mesilla
Quiero más una morcilla
Que en el asador reviente,
 Y ríase la gente.
 Cuando cubra las montañas
De blanca nieve el enero,
Tenga yo lleno el brasero
De bellotas y castañas,
Y quien las dulces patrañas
Del Rey que rabió me cuente,
Y ríase la gente.
 Busque muy en hora buena
El mercader nuevos soles;
Yo conchas y caracoles
Entre la menuda arena,
Escuchando a Filomena
Sobre el chopo de la fuente,
Y ríase la gente.
 Pase a media noche el mar,
Y arda en amorosa llama
Leandro por ver a su Dama;
Que yo más quiero pasar
Del golfo de mi lagar 
La blanca o roja corriente,
Y ríase la gente.
 Pues Amor es tan cruel,
Que de Píramo y su amada
Hace tálamo una espada,
Do se junten ella y él,
Sea mi Tisbe un pastel,
Y la espada sea mi diente,
Y ríase la gente

A CIERTA DAMA QUE SE DEJABA VENCER

Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
La sangre de su pecho vierte en vano,
Vende Lice a un decrépito indïano
Por cient escudos la mitad del lecho.

¿Quién, pues, se maravilla deste hecho,
Sabiendo que halla ya paso más llano,
La bolsa abierta, el rico pelicano,
Que el pelícano pobre, abierto el pecho?

Interés, ojos de oro como gato,
Y gato de doblones, no Amor ciego,
Que leña y plumas gasta, cient arpones

Le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
Arrimándole al trato cient cañones?

VUELA PENSAMIENTO Y DILES

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

Celosa el alma te envía
Por diligente ministro,
Con poderes de registro
Y con malicias de espía;
Trata los aires de día,
Pisa de noche las salas
Con tan invisibles alas
Cuanto con pasos sutiles.

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

Tu vuelo con diligencia
Y silencio se concluya,
Antes que venzan la suya
Las condiciones de ausencia;
Que no hay fiar resistencia
De una fe de vidrio tal,
Tras de un muro de cristal,
Y batido de esmeriles.

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

Mira que su casa escombros
De unos soldados fiambres,
Que perdonando a sus hambres
Amenazan a los hombres;
De los tales no te asombres,
Porque, aunque tuercen los tales
Mostachazos criminales,
Ciñen espadas civiles.

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

Por tu honra y por la mía,
De esta gente la descartes,
Que le serán estos Martes
Más aciagos que el día;
Pues la lanza de Argalía
Es ya cosa averiguada
Que pudo más por dorada
Que por fuerte la de Aquiles.

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

Si a músicos entrar dejas,
Ciertos serán mis enojos,
Porque aseguran los ojos
Y saltean las orejas;
Cuando ellos ajenas quejas
Canten, ronda, pensamiento,
Y la voz, no el instrumento
Les quiten tus alguaciles.

Vuela, pensamiento, y diles
A los ojos que te envío
Que eres mío.

A UN PINTOR FLAMENCO, MIENTRAS PINTABA SU RETRATO (1620)

Hurtas mi vulto y, cuanto más le debe
a tu pincel, dos veces peregrino,
de espíritu vivaz el breve lino
en las colores que sediento bebe,
vanas cenizas temo al lino breve,
que émulo del barro lo imagino,
a quien, ya etéreo fuese, ya divino,
vida le fió muda esplendor leve.
Belga gentil, prosigue al hurto noble;
que a su materia perdonará el fuego,
y el tiempo ignorará su contextura.
Los siglos que en sus hojas cuenta un roble,
árbol los cuenta sordo, tronco ciego;
quien más ve, quien más oye, menos dura.

A LOS CELOS

¡Oh niebla del estado más sereno,
Furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
De verde prado en oloroso seno!
¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
Que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
De la amorosa espuela duro freno!
¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
O al reino (si allá cabes) del espanto;
Mas no cabrás allá, que pues ha tanto
Que comes de ti mesmo y no te acabas,
Mayor debes de ser que el mismo infierno.

Te recomendamos ver el programa de televisión.

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