ANTONIO MACHADO
BIOGRAFÍA
Antonio Machado Ruiz nació en Sevilla en 1875. Es el representante más joven de los poetas de la generación del 98, entre los que se encuentran Unamuno, Valle Inclán, Azorín y Pío Baroja.
Sobre su obra tendrán una importante influencia la poesía de Bécquer y de Juan Ramón Jiménez. Su poesía se inició dentro de la renovadora corriente del modernismo, de la que se desvirará explícitamente, sacudiéndose la excesiva brillantez verbal. Su primera etapa es considerada intimista en intento de expresar con acento poético personal su honda interioridad. Pensaba yo, decía Machado, en 1917, que el elemento poético no era la palabra por su valor fónico, ni el color, ni un complejo de sensaciones, sino una honda palpitación del espíritu; lo que pone el alma, si es que pone algo, o lo que dice, si es que dice algo, con voz propia, en respuesta animada al contacto con el mundo. Pero, sobre todo, Antonio Machado puede considerarse junto con Cesare Pavesse, los grandes poetas narrativos de la literatura europea.
Antonio Machado fue el segundo de ocho hermanos. Su hermano mayor Manuel Machado, también poeta y dramaturgo, será su compañero en muchos pasajes de su vida. Su padre abogado y periodista fue reconocido internacionalmente como investigador del folclore. Durante su infancia, la familia Machado vivió en el Palacio de las Dueñas de Sevilla, en una vivienda en alquiler. Y su abuelo paterno, médico, naturalista, catedrático y Rector de la Universidad de Sevilla y su abuela paterna, aficionada a la pintura, vivían junto a ellos.
En 1883 su abuelo, gana una oposición para una cátedra de Zoografía de articulaciones vivientes y fósiles en la Universidad Central de Madrid y toda la familia se traslada a la capital, donde Antonio Machado estudiará en la Institución Libre de Enseñanza. Entre sus maestros se encontraba Giner de los Ríos. Y entre sus compañeros Julián Besteiro.
Como anécdota decir que cuando ingresa en el Instituto, antes de cumplir 14 años, Antonio Machado tenía suspensas dos asignaturas, Latín y Castellano. Machado dirá más tarde que de sus etapas de estudiante guardará siempre una gran aversión a todo lo académico.
En 1892 el padre de Antonio Machado, en un intento de mejorar la ajustada economía familiar, que ya contaba con 8 hijos y un noveno parto que culminó en la muerte de una niña poco tiempo después de nacer, parte a Puerto Rico a ejercer como abogado, pero allí contraerá una tuberculosis que le produjo la muerte en Sevilla a los 46 años de edad. En 1895, también muere su abuelo. La familia queda en una difícil situación económica viviendo de la humilde pensión de su abuela.
Con 21 años Antonio Machado junto con su hermano Manuel se lanzan a la vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX: cafés, tablaos flamencos, tertulias literarias, deslumbrados por la rebeldía esperpéntica de Valle Inclán y la vida pública y literaria de otros intelectuales de la época. Por primera vez incursionó en el teatro.
En 1899 viajó a París, donde trabajó, junto con su hermano Manuel, para la Editorial Garnier. Se relacionaron allí con Pio Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y conocieron a Oscar Wilde, entre otros. Al regresar a Madrid, incrementa su trato con los grandes representantes del modernismo entre los que se encontraba Rubén Darío. Realizará un segundo viaje con su hermano a París en 1902 y a su regreso, publica su primer libro de poesía “Soledades”.
Entre 1903 y 1908 colabora con distintas revistas literarias: Helios, Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento Latino y La República de las Letras.
En 1906 Antonio Machado acepta opositar para una cátedra de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, por consejo de Giner de los Ríos y gana una cátedra de francés en el Instituto en Soria.
En Soria nace un hombre y un poeta diferente orientado hacia los campos de castilla. Allí conocerá a Leonor, una niña de 13 años, hija de la señora que regenta la pensión donde él se hospeda, de la que Antonio Machado se enamorará inmediatamente. Tuvieron que esperar hasta que ella cumpliese los 15 años, edad legal para casarse y en 1909 se celebró la boda, cuando el poeta tenía 34 años.
Vivieron un tiempo muy felices. Hicieron excursiones por algunos de los parajes más emblemáticos de la provincia de Soria. Leonor se apasiona con el trabajo de su esposo que empieza a componer su nuevo libro de poemas. En 1910 viajan a París con una beca para perfeccionar sus conocimientos del francés, e intimaron con Rubén Darío y su compañera. En 1911 cuando iban a viajar a la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor se enferma, los médicos le recomiendan quedarse en Soria y al año siguiente morirá a consecuencia de una tuberculosis. El mismo año que Antonio Machado publica “Campos de Castilla”.
La muerte de Leonor será un profundo y duro golpe para el poeta. Desesperado, solicitó traslado a Madrid, pero solo quedara vacante una plaza en Baeza, donde se traslada. Rememorando la pasión familiar por el folclore, publicará “Nuevas Canciones”.
En su autobiografía de 1913, el poeta declara:
“No tengo vocación de maestro y mucho menos de catedrático. Procuro, no obstante, cumplir con mi deber. Mis lecturas han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he tenido afición a todas las ciencias. Creo conocer algo de literatura española. Tengo una gran aversión a todo lo francés, con excepción de algunos deformadores del ideal francés, según Brunetière. Recibí alguna influencia de los simbolistas franceses, pero ya hace tiempo que reacciono contra ella. Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible. Siento una gran aversión a todo lo que escribo, después de escrito y mi mayor tortura es corregir mis composiciones en pruebas de imprenta. Esto explica que todos mis libros estén plagados de erratas.
Mi gran pasión son los viajes. Creo conocer algo algunas regiones de la Alta Castilla, Aragón y Andalucía. No soy muy sociable, pero conservo afecto a las personas. He hecho vida desordenada en mi juventud y he sido algo bebedor, sin llegar al alcoholismo. Hace cuatro años que rompí radicalmente con todo vicio. No he sido nunca mujeriego y me repugna toda pornografía. Tuve adoración a mi mujer y no quiero volver a casarme. Creo que la mujer española alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España depende del predominio de la mujer y de su enorme superioridad sobre el varón. Me repugna la política donde veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad. Detesto al clero mundano que me parece otra degradación campesina. En general me agrada más lo popular que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad. El problema nacional me parece irresoluble por falta de virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía y la timidez. Ésta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan. Admiro a Costa, pero mi maestro es Unamuno.
Por aquel entonces, 1916, un joven Federico García Lorca, alumno de la Universidad de Granada, realiza un viaje de estudios a Baeza organizado por el catedrático de Arte, Martín Domínguez Berrueta, admirador de Antonio Machado. Federico García Lorca conoció personalmente a Antonio Machado que leyó poemas suyos inéditos y poemas de su amigo Rubén Darío, recientemente fallecido. Y esa misma noche, en una velada poética y musical, Lorca interpretó al piano algunos fragmentos de música clásica. Ese encuentro fue decisivo para Lorca, que al año siguiente regresó a Baeza, no como músico, sino como un gran poeta. Tanto es así que al ser escrito en el registro de la poesía española el poeta de Fuente Vaqueros se declararía hijo de Antonio Machado y nieto de Rubén Darío.
Desde ese primer momento nació entre ellos una gran amistad, basada en la admiración y el respeto mutuo, truncada por la Guerra Civil y el asesinato de Lorca en 1936.
Entre 1915 y 1918 Antonio Machado estudió la carrera de Filosofía y Letras. Y solicitó traslado al Instituto de Segovia. Una vez en Segovia, realizaba continuos viajes a Madrid donde recuperó su participación en la vida cultural y la actividad teatral junto a su hermano. Cuentan que muchos lunes, y algunos martes, perdía los trenes de regreso a Segovia.
En Segovia, entre 1921 y 1927, era asiduo a las tertulias literarias en el alfar del ceramista Fernando Arranz y entre algunos de los participantes se encontraba Blas Zambrano, padre de María Zambrano. En 1927 le eligieron miembro de la Real Academia Español, sillón que nunca ocupó, y con respecto a lo cual dijo: «Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices…»
Antonio Machado no volverá a encontrar el amor hasta que conoce a la poeta y dramaturga Pilar de Valderrama, más conocida como Guiomar, gracias a los poemas y a la relación epistolar que mantuvo con Machado. De las memorias que la escritora publicó postmortem “Si, soy Giomar” se deduce que ella nunca estuvo enamorada de Machado pero se convirtió en musa y objeto de deseo del poeta, en una relación misteriosa y secreta. Perteneciente a la alta burguesía madrileña, casada y madre de tres hijos, huyó a Estoril en junio de 1936 cuando le advirtieron del Golpe de Estado que daría inicio a la Guerra Civil, quemando la mayoría de las cartas que le escribió Antonio Machado.
Antonio Machado era Republicano. La proclamación de la Segunda República Española en 1931 lo encontró en Segovia, y fue él el encargado de colgar la bandera republicana en el balcón del Ayuntamiento.
Con la llegada de la Segunda República Machado consigue la tan ansiada cátedra de francés en Madrid. Donde vuelva a vivir con su familia y seguirá viéndose en secreto con Guiomar. Se le encomienda la organización del Teatro Popular. En estos años escribe menos poesía y más prosa. Publica asiduamente en el Diario de Madrid y El Sol y perfila los heterónimos Juan de Mairena y Abel Martín.
Con el estallido de la Guerra Civil Española se decide evacuar a zonas más seguras a escritores y artistas, entre los que se encuentra Antonio Machado. Fueron Rafael Alberti y León Felipe quienes se lo comunicaron, pero Antonio Machado no quería irse. Tenía 61 años. Después de mucha insistencia, accedió a abandonar su casa, a condición de que le acompañase su familia.
Fueron trasladados a valencia, de allí a Rocafort y Barcelona y a pesar del deterioro notable de su salud, siguió escribiendo artículos, comentarios, análisis, poemas y discursos como el que pronunció para las Juventudes Socialistas Unificadas. Asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura organizado por la Alianza de Intelectuales Antifascistas y a la Conferencia Nacional de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, que lo eligió miembro de su comité.
En 1937 publicó La Guerra y la Elegía dedicada a Federico García Lorca: El crimen fue en Granada.
En 1939, ante la inminente ocupación de Barcelona por los nacionales, Antonio Machado junto a su familia, otros intelectuales y cientos de miles de españoles huyeron de España. Con el colapso de la huida, las caminatas a pie bajo la lluvia y el frío y una noche en un vagón estacionado en vía muerta, llegaron hasta Coullioure, un grupo de cuarenta personas que encontraron albergue. Y quedando a la espera de una ayuda que no llegó a tiempo, Antonio Machado falleció el 22 de febrero de 1939.
POEMAS
De Soledades [1899-1907]
ANOCHE CUANDO DORMÍA
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
De Soledades [1899-1907]
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra…
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
De Soledades [1899-1907]
GALERÍAS
Introducción
Leyendo un claro día
mis bien amados versos,
he visto en el profundo
espejo de mis sueños
que una verdad divina
temblando está de miedo,
y es una flor que quiere
echar su aroma al viento.
El alma del poeta
se orienta hacia el misterio.
Sólo el poeta puede
mirar lo que está lejos
dentro del alma, en turbio
y mago sol envuelto.
En esas galerías,
sin fondo, del recuerdo,
donde las pobres gentes
colgaron cual trofeo
el traje de una fiesta
apolillado y viejo,
allí el poeta sabe
el laborar eterno
mirar de las doradas
abejas de los sueños.
Poetas, con el alma
atenta al hondo cielo,
en la cruel batalla
o en el tranquilo huerto,
la nueva miel labramos
con los dolores viejos,
la veste blanca y pura
pacientemente hacemos,
y bajo el sol bruñimos
el fuerte arnés de hierro.
El alma que no sueña,
el enemigo espejo,
proyecta nuestra imagen
con un perfil grotesco.
Sentimos una ola
de sangre, en nuestro pecho,
que pasa… y sonreímos,
y a laborar volvemos.
De Soledades [1899-1907]
EN EL ENTIERRO DE UN AMIGO
Tierra le dieron una tarde horrible
del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura,
había rosas de podridos pétalos,
entre geranios de áspera fragancia
y roja flor. El cielo
puro y azul. Corría
un aire fuerte y seco.
De los gruesos cordeles suspendido,
pesadamente, descender hicieron
el ataúd al fondo de la fosa
los dos sepultureros…
Y al reposar sonó con recio golpe,
solemne, en el silencio.
Un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
Sobre la negra caja se rompían
los pesados terrones polvorientos…
El aire se llevaba
de la honda fosa el blanquecino aliento.
-Y tú, sin sombra ya, duerme y reposa,
larga paz a tus huesos…
Definitivamente,
duerme un sueño tranquilo y verdadero.
De Soledades [1899-1907]
ORILLAS DEL DUERO
Se ha asomado una cigüeña a lo alto del campanario.
Girando en torno a la torre y al caserón solitario,
Ya las golondrinas chillan. Pasaron del blanco invierno
de nevascas y ventiscas los crudos soplos del infierno.
Es una tibia mañana.
El sol calienta un poquito la pobre tierra soriana.
Pasados los verdes pinos,
casi azules, primavera
se ve brotar en los finos
chopos de la carretera
y del río. El Duero corre, terso y mudo, mansamente.
El campo parece, más que joven, adolescente.
Entre las hierbas alguna humilde flor ha nacido,
azul o blanca. ¡Belleza del campo apenas florecido,
y mística primavera!
¡Chopos del camino blanco, álamos de la ribera,
espumas de la montaña
ante la azul lejanía,
sol del día, claro día!
¡Hermosa tierra de España!
De Campos de Castilla [1907-1917]
A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
De Campos de Castilla [1907-1917]
CAMINOS
De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va recorriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienden las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos…
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!
De Campos de Castilla [1907-1917]
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Allá en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños…
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo.
Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
-ni siquiera me miró-,
con unos dedos muy finos,
algo tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!
De Campos de Castilla [1907-1917]
PARÁBOLAS
I
Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.
Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía…
¡Ahora no te escaparás!
Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!
Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.
Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?
Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
el caballito soñado
y el caballo de verdad.
Y cuando vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!
III
Érase de un marinero
que hizo un jardín junto al mar,
y se metió a jardinero.
Estaba el jardín en flor,
y el jardinero se fue
por esos mares de Dios.
De Campos de Castilla [1907-1917]
A JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Por su libro Arias tristes
Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
“El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera…”
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.
De Campos de Castilla [1907-1917]
UN LOCO
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad… pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbre y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡carne triste y espíritu villano!-.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
De Campos de Castilla [1907-1917]
RETRATO
Mi infancia son recuerdos de un patio de
Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no
quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
ya conocéis mi torpe aliño indumentario,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su
doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va
conmigo
-quien habla solo espera hablar a Dios un día-;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he
escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
Y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
Me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
De Campos de Castilla [1907-1917]
A LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO
Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfante volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene , si no es el mismo Pan.
De Campos de Castilla [1907-1917]
A DON MIGUEL DE UNAMUNO
Por su libro Vida de don Quijote y Sancho
Este donquijotesco
don Miguel de Unamuno, fuerte vasco,
lleva el arnés grotesco
y el irrisorio casco
del buen manchego. don Miguel camina,
jinete de quimérica montura,
metiendo espuela de oro a su locura,
sin miedo de la lengua que malsina.
A un pueblo de arrieros,
lechuzos y tahúres y logreros
dicta lecciones de Caballería.
Y el alma desalmada de su raza,
que bajo el golpe de su férrea maza
aún duerme, puede que despierte un día.
Quiere ensañar el ceño de la duda,
antes de que cabalgue, al caballero,
cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda
cerca del corazón la hoja de acero.
Tiene el aliento de una estirpe fuerte
que soñó más allá de sus hogares,
y que el oro buscó tras de los mares.
El señala la gloria tras la muerte.
Quiere ser fundador, y dice: Creo;
Dios y adelante el ánima española…
y es tan bueno y mejor que fue Loyola:
sabe a Jesús y escupe al fariseo.
De Campos de Castilla [1907-1917]
PROVERBIOS Y CANTARES
X
La mano del piadoso nos quita siempre el honor;
mas nuca ofende al darnos su mano el lidiador.
Virtud es fortaleza, ser bueno es ser valiente;
escudo, espada y maza llevar bajo la frente;
porque el valor honrado de todas arma viste:
no sólo para, hiere, y más que aguarda, embiste.
Que la piqueta arruine y el látigo flagele;
la fragua ablande el hierro, la lima pula y gaste,
y que el buril burile, y que el cincel cincele,
la espada punce y hienda y el gran martillo aplaste.
XVI
El hombre sólo es rico en hipocresía.
En sus diez mil disfraces para engañar confía;
y con la doble llave que guarda su mansión
para la ajena hace ganzúa el ladrón.
XX
Ayer soñé que veía
a dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía…
Después soñé que soñaba.
XXVII
Todo hombre tiene
dos batallas que pelear:
en sueños lucha con Dios;
y despierto, con el mar.
XXVIII
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XLV
Anoche soñé que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
CANCIONES
VII
Canta, canta en claro rimo,
el almendro en verde rama
y el doble sauce del río.
Canta de la parda encina
la rama que el hacha corta
y la flor que nadie mira.
De los perales del huerto
la blanca flor, la rosada
flor del melocotonero.
Y este olor
que arranca el viento mojado
a los habares en flor.
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
CANCIONES
XIII
hay fiesta en el prado verde
-pífano y tambor-.
Con su cayado florido
y abarcas de oro vino un pastor.
Del monte bajé
sólo por bailar con ella;
al monte me tornaré.
En los árboles del huerto
hay un ruiseñor;
canta de noche y de día,
canta a la luna y al sol.
Ronco de cantar:
al huerto vendrá la niña
y una rosa cortará.
Entre las negras encinas
hay una fuente de piedra,
y un cantarillo de barro
que nunca se llena.
Por el encinar,
con la blanca luna,
ella volverá.
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
PROVERBIOS Y CANTARES
A José Ortega y Gasset
II
Para dialogar,
preguntad primero;
después… escuchad.
III
Todo narcisismo
es un vicio feo,
y ya viejo vicio.
IV
Mas busca en tu espejo al otro,
al otro que va contigo.
XI
Como otra vez, mi atención
está del agua cautiva;
pero del agua en la viva
roca de mi corazón.
XII
¿Sabes, cuando el agua suena,
si es agua de cumbre o valle,
de plaza, jardín o huerta?
XV
Busca a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario.
XVII
En mi soledad
he visto cosas muy claras,
que no son verdad.
XIX
A la vera del camino
hay una fuente de piedra,
y un cantarillo de barro
-glu-glu- que nadie se lleva.
XLIV
No desdeñéis la palabra;
el mundo es ruidoso y mudo,
poetas, sólo Dios habla.
XLVI
Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía;
también la verdad se inventa.
LI
Demos tiempo al tiempo:
para que el vaso rebose
hay que llenarlo primero.
LVIII
Creí mi hogar apagado,
y revolví la ceniza…
me quemé la mano.
LXXI
Da doble luz a tu verso,
para ser leído de frente
y al sesgo.
LXXVI
El tono lo da la lengua,
ni más algo ni más bajo;
sólo acompáñate de ella.
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
CANCIONES A GUIOMAR
En un jardín te he soñado,
alto, Guiomar, sobre el río,
jardín de un tiempo cerrado
con verjas de hierro frío.
Un ave insólita canta
en el almez, dulcemente,
junto al agua viva y santa,
toda sed y toda fuente.
en ese jardín, Guiomar,
el mutuo jardín que inventan
dos corazones al mar,
se funden y complementan
nuestras horas. Los racimos
de un sueño -juntos estamos-
en limpia copa exprimimos,
y el doble cuento olvidamos.
(Uno: Mujer y varón,
aunque gacela y león,
llegan juntos a beber.
El otro: No puede ser
amor de tanta fortuna:
dos soledades en una,
ni aun de varón y mujer.)
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
CANCIONERO APÓCRIFO
CLXVIII
Juan de Mairena
Diálogo entre Juan de Mairena y Jorge Meneses:
Mairena: ¿Qué augura usted, amigo Meneses, del porvenir de la lírica?
Meneses: Pronto el poeta no tendrá más recurso que enfundar su lira y dedicarse a otra cosa.
Mairena: ¿Piensa usted? …
Meneses: Me refiero al poeta lírico. El sentimiento individual, mejor diré: el polo individual del sentimiento, que está en el corazón de cada hombre, empieza a no interesar, y cada día interesará menos. La lírica moderna, desde el declive romántico hasta nuestros días (los del simbolismo), es acaso un lujo, un tanto abusivo, del hombre manchesteriano, del individualismo burgués, basado en la propiedad privada. El poeta exhibe su corazón con la jactancia del burgués enriquecido que ostenta sus palacios, sus coches, sus caballos y sus queridas. El corazón del poeta, tan rico en sonoridades, es casi un insulto a la afonía cordial de la masa, esclavizada por el trabajo mecánico. La poesía lírica se engendra siempre en la zona central de nuestra psique, que es la del sentimiento; no hay lírica que no sea sentimental. Pero el sentimiento ha de tener tanto de individual como de genérico, porque aunque no existe un corazón en general, que sienta por todos, sino que cada hombre lleva el suyo y siente con él, todo sentimiento se orienta hacia valores universales, o que pretenden serlo. Cuando el sentimiento acorta su radio y no trasciende del yo aislado, acotado, vedado al prójimo, acaba por empobrecerse y, al fin, canta de falsete. Tal es el sentimiento burgués, que a mí me parece fracasado; tal es el fin de la sentimentalidad romántica. En suma, no hay sentimiento verdadero sin simpatía, el mero pathos no ejerce función cordial alguna, ni tampoco estética. un corazón solitario -ha dicho no sé quien, acaso Pero Grullo- no es un corazón; porque nadie siente si no es capaz de sentir con otro, con otros… ¿por qué no con todos?
De "Nuevas canciones" [1907-1930]
HACIA TIERRA BAJA
V
Una noche de verano,
en la playa de Sanlúcar,
oí una voz que cantaba:
Antes que salga la luna,
a la vera de la mar,
dos palabritas a solas
contigo tengo que hablar.
¡Playa de Sanlúcar,
noche de verano,
copla solitaria
junto al mar amargo!
¡A la orillita del agua,
por donde nadie nos vea,
antes que la luna salga!
EL DIOS ÍBERO
Igual que el ballestero
tahúr de la cantiga,
tuviera una saeta el hombre ibero
para el Señor que apedreó la espiga
y malogró los frutos otoñales,
y un “gloria a ti” para el Señor que grana
centenos y trigales
que el pan bendito le darán mañana.
«Señor de la ruina,
adoro porque aguardo y porque temo:
con mi oración se inclina
hacia la tierra un corazón blasfemo.
»¡Señor, por quien arranco el pan con pena,
sé tu poder, conozco mi cadena!
»¡Oh dueño de la nube del estío
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío,
y del bochorno que la mies abrasa!
»¡Señor del iris, sobre el campo verde
donde la oveja pace,
Señor del fruto que el gusano muerde
y de la choza que el turbión deshace,
»tu soplo el fuego del hogar aviva,
tu lumbre da sazón al rubio grano,
y cuaja el hueso de la verde oliva,
la noche de San Juan, tu santa mano!
»¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,
ventura y malandanza,
que al rico das favores y pereza
y al pobre su fatiga y su esperanza!
»¡Señor, Señor: en la voltaria rueda
del año he visto mi simiente echada,
corriendo igual albur que la moneda
del jugador en el azar sembrada!
»¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,
con doble faz de amor y de venganza,
a ti, en un dado de tahúr al viento
va mi oración, blasfemia y alabanza!»
Este que insulta a Dios en los altares,
no más atento al ceño del destino,
también soñó caminos en los mares
y dijo: es Dios sobre la mar camino.
¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra
más allá de la suerte,
más allá de la tierra,
más allá de la mar y de la muerte?
¿No dio la encina ibera
para el fuego de Dios la buena rama,
que fue en la santa hoguera
de amor una con Dios en pura llama?
Mas hoy… ¡Qué importa un día!
Para los nuevos lares
estepas hay en la floresta umbría,
leña verde en los viejos encinares.
Aún larga patria espera
abrir al corvo arado sus besanas;
para el grano de Dios hay sementera
bajo cardos y abrojos y bardanas.
¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
al mañana, mañana al infinito,
hombres de España, ni el pasado ha muerto,
no está el mañana? ni el ayer? escrito.
¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
Mi corazón aguarda
al hombre ibero de la recia mano,
que tallará en el roble castellano
el Dios adusto de la tierra parda.
De Poemas de la guerra [1936-1939]
EL CRIMEN FUE EN GRANADA
I
EL CRIMEN
Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aun con estrellas, de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no oso mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
-sangre en la frente y plomo en las entrañas-
…Que fue en Granada el crimen
sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada…
II
EL POETA Y LA MUERTE
Se le vio caminar solo con Ella
sin miedo a su guadaña.
-Ya el sol en torre y torre; los martillos
en yunque- yunque y yunque de las fraguas.
Hablaba Federico,
requebrando a la muerte. Ella escuchaba.
“Porque ayer en mi verso, compañera,
sonaba el golpe de tus secas palmas,
y diste el hielo a mi cantar, y el filo
a mi tragedia de tu hoz de plata,
te cantaré la carne que no tienes,
los ojos que te faltan,
tus cabellos que el viento sacudía,
los rojos labios donde te besaban…
Hoy como ayer, gitana, muerte mía,
que bien contigo a solas,
por estos aires de Granada, ¡mi Granada!”
III
Se le vio caminar..
Labrad, amigos,
de piedra y sueño, en la Alhambra,
un túmulo al poeta,
sobre una fuente donde llore el agua,
y eternamente diga:
el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!