IDEA VILARIÑO
BIOGRAFÍA
18 de agosto de 1920, Montevideo, Uruguay Fallecimiento: 28 de abril de 2009, Montevideo, Uruguay
Idea Vilariño nació en una familia de clase media y culta, en la que estaban presentes música y literatura. Su padre, Leandro Vilariño (1892-1944) fue un poeta cuyas obras no fueron editadas en vida. Idea (nacida Elena) Vilariño aseguraba que había comenzado a escribir antes, siquiera, de saber escribir; como quien aprende a leer escuchando cuentos, antes de saber que el juntar letras en un papel tiene un significado. Lo hizo de chiquita, en su Montevideo natal, donde también tocaba el violín. No obstante, su padre era poeta anarquista (de ahí, quizás, el compromiso político de la poeta, que hizo que llegara a rechazar una beca Guggenheim) y su madre una lectora voraz. Tuvieron Leandro y Josefina cinco hijos: Azul, Alma, Poema, Idea y Numen.
Perteneció a una familia de clase media y además culta, donde la música y la literatura estaban siempre presentes.
Son aquellos años de infancia los más felices de la autora y también los más olvidados, soterrados por la intensidad de todo lo que vino después. ¿Y qué vino? Poesía, por supuesto, siendo digna integrante de la Generación del 45; y pasión, muerta (en vida) de amor por Juan Carlos Onetti (1909-1994), al que dedicó muchos de sus poemas más desgarradores.
Poeta, crítica literaria, compositora de canciones, traductora, educadora. Es difícil decir cuál de estas facetas de su trayectoria influyó en más personas, antes de haber cumplido los treinta años era ya ampliamente conocida en el Río de la Plata por su talento en muchas de las disciplinas mencionadas. Durante la última mitad del siglo XX críticos y profesores de todo el mundo de habla hispana así como traductores de Austria, Brasil, Italia y Estados Unidos difundieron en abundancia su poesía.
Como educadora, fue profesora de Literatura de Enseñanza Secundaria desde 1952 hasta el golpe de estado en 1973. Luego de restaurado el sistema democrático, desde 1985 fue docente de Literatura uruguaya en el Departamento de Literaturas Uruguaya y Latinoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República.
Sus primeros poemas fueros escritos entre los 17 y los 21 años. En el 1945 se editó la que fue su primera obra, La suplicante, y apareció tan solo con su nombre.
En años siguientes sería reconocida internacionalmente y premiada con distintos galardones. Sus poemas están marcados por una experiencia íntima, intensa y angustiosa, muy coherente siempre. Un particular estilo que los expertos atribuyen a los continuos problemas de salud que la aquejaban y a su infancia.
Y es que la poetisa, desde una temprana edad padeció problemas de asma y un eccema que la obligaron a abandonar el núcleo familiar a los 16 años. Una fragilidad física que se extendió a lo emocional y que la dotó de una sensibilidad especial. El temprano fallecimiento de sus padres y de su hermano mayor tampoco ayudó y convirtió el duelo en una constante en su vida.
La enfermedad y la experiencia de la muerte de seres queridos le fue cercana; varios de sus familiares directos murieron tempranamente. En 1940 muere la madre, en 1944, el padre, y en 1945, su hermano mayor. El duelo ante la pérdida se vuelve una constante en su vida, que puede deducirse de la sola lectura de los versos y confirmarse conociendo su historia. El dolor, la soledad, la ausencia, también le son recurrentes y oscurecen muchos de sus años, aunque paradójicamente iluminan sus versos. Su sensibilidad, sumada a sus capacidades creativas y a un temperamento apasionado, origina ese yo poético tan intenso, que sostiene toda su obra.
Integró la generación de escritores de diversa índole que surgieron artísticamente desde 1945 a 1950 que fue llamada Generación del 45. En ella también pueden ubicarse a Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Sarandy Cabrera, Carlos Martínez Moreno, Ángel Rama, Carlos Real de Azúa, Carlos Maggi, Alfredo Gravina, Mario Arregui, Amanda Berenguer, Humberto Megget, Emir Rodríguez Monegal, Gladys Castelvecchi y José Pedro Díaz, entre otros.
«Era una mujer tan reprimida que por eso la pasión hizo en ella los estragos que hizo», explica la también uruguaya Cristina Peri Rossi (Montevideo, 1941), quien cree que «sus poemas fueron la tabla de salvación para no suicidarse». Peri Rossi y Vilariño fueron «colegas», que no amigas. «Nos respetábamos. No era nada comunicativa, era muy solitaria, fría, distante y reservada. Algo en ella me hacía pensar que no era muy dada a los sentimientos, porque siempre ponía una distancia como para protegerse», recuerda Peri Rossi.
Esa personalidad suya hizo que rompiera con la tradición de la poesía modernista en Uruguay, «con mucho adorno y metáfora». «Imprimió una intensidad, que es paralela a su despojamiento. Su vigor viene de la emoción directa, de ese enfrentamiento, despojado, con sus sentimientos», remata Cristina Peri Rossi.
Tenía, sin duda, gran conciencia de ser poeta. Desgarrada poeta del yo. En una entrevista que Mario Benedetti (1920-2009) le hizo en 1971 (fueron muy pocas las que concedió, oculta tras la celosía de sus versos), Vilariño recordó cómo una noche, en Cuba, se puso a leer sus propios poemas para saber quién era. Quizás fuera uno de los días que, en 1968, pasó en La Habana como jurado del Premio Casa de las Américas. Allí coincidió con Julio Cortázar, José Lezama Lima y Juan Marsé. El autor barcelonés la recuerda como «una mujer muy libre, muy a su aire», pero «muy amargada en el fondo, con una vida interior fuerte, muy intensa». Una tarde, estando en Trinidad, Vilariño no se presentaba y Marsé fue a buscarla al hotel. La encontró en su habitación, tumbada en la cama. «No tengo ganas de nada», le dijo, y le propuso que se pasaran la noche tomando tragos.
Participó en numerosos emprendimientos literarios. Estuvo concretamente entre los fundadores de la revista Clinamen, y Número, de peso entre 1945-1955 (por lo que conoció a Juan Ramón Jiménez); y se encontró entre los colaboradores de otras publicaciones como Marcha, La Opinión, Brecha, Asir, y Texto crítico.
Sus traducciones también han sido objeto de reconocimiento, llegando algunas de ellas (como las que realizó de obras de Shakespeare) a ser representadas en teatros de Montevideo.
En 1997 fue entrevistada por Rosario Peyrou y Pablo Rocca, de allí surgió el documental Idea, con dirección de Mario Jacob, que fuera estrenado en mayo de 1998.
Su obra ha sido traducida a varios idiomas, como el italiano, alemán y portugués.
“No sé qué es la poesía para mí. Es una forma de ser, de mi ser. Todo lo demás de mi vida son accidentes… La poesía no fue accidental. Mi poesía soy yo”, explicaba en una de las pocas entrevistas que dio en su vida, a Elena Poniatowska.
Pesimismo, sensibilidad, existencialismo, empatía, confesión… son los rasgos que marcan los versos despojados y desnudos de la poeta uruguaya, uno de los máximos exponentes de la Generación del 45 donde también brillaron los versos de Mario Benedetti e Ida Vitale, que condensó en una poesía limpia y desgarrada el dolor de una vida marcada por el amor, una tormentosa y pasional relación de varios lustros con su coetáneo Juan Carlos Onetti, y la muerte de buena parte de su familia.
“Vilariño tenía una gran capacidad para la empatía y una brújula moral muy fuerte. A través de su dolor personal podía empatizar con los demás”. (Valerie Miles).
Juan Ramón Jiménez, asiduo en aquellos años a esa generación, dijo de ella que estaba “enferma de dolor y soledad”, apunta Miles, que afirma que Vilariño “es una persona que ha experimentado lo que es el sufrimiento. Desde siempre tuvo muy cercana la idea de la muerte y la enfermedad. Entendía muy bien lo que es el dolor en carne propia”. Es por eso que según la editora “tenía una gran capacidad para la empatía y una brújula moral muy fuerte. A través de este dolor personal podía empatizar con el sentimiento de los demás, aunque siempre desde la distancia, pues se autoimpuso el aislamiento”.
Estos temas, la asunción de la muerte, la finitud del amor, la intensidad de algunas rebeldías y del deseo, son el núcleo vertebrador de una poesía que destaca por el desgarro, la intimidad y un lenguaje, crudo, directo, una aparente sencillez espontánea que logra empatizar intensamente con el lector. Algo que logra, en palabras de Brenda Navarro, porque “escribe con las vísceras, no le importa descarnarse frente al lector. Aunque seguramente pensaba y corregía sus poemas, escribe mucho en caliente y eso que quiere sacar de sí desesperadamente, está ahí resonando. Es un dolor tan vivo que cualquiera podemos sentirlo como nuestro, porque sabemos que es algo que nos ha pasado o nos va a pasar.
Muchos de estos versos sencillos y desgarradores, capaces de describir en pocas palabras la existencia humana, los dedicó Vilariño al amor, un amor que si bien tiene en su obra momentos de dulzura aparece mayoritariamente retratado como perdido, doloroso y feroz, como ocurre con los poemas dedicados a Onetti.
Ambos escritores se conocieron a principios de los años 50, como refleja la dedicatoria que Onetti adjuntó a su novela Los adioses (1954) y la aparición de él en poemarios de Vilariño como Nocturnos (1955) y especialmente Poemas de amor (1957). Así comenzaron cuatro décadas de encuentros y desencuentros, ambos casados con otros desde mediados de los 70, que marcaron la pasional, oscura y tormentosa relación en la que, como afirmó la escritora al final de su vida, “sólo compartieron nueve noches”.
Para Idea el amor era pasión o no era, como ella misma decía. Le gustaba mucho este amor torturado no buscaba la tranquilidad, sino el desgarramiento. Ya en sus diarios juveniles se aprecia a una mujer que buscaba esta pasión, este fundir el yo en el otro. Cuando esto ya no era posible el amor no le interesaba. Esto se vio plenamente en su relación con Onetti, un amor muy pasional, sí, pero tumultuoso, intranquilo, de dolor autoinfligido, de conquista”, explica Miles. “Para su poesía, completamente despojada y que buscaba siempre estar frente al abismo, iba muy bien, pero en vida la destrozó. Ella misma dijo en una entrevista que Onetti era el hombre que nunca debía haber conocido, que esa relación no fue buena para ella”.
Navarro afirma que su legado, más allá de su obra, reside en el ejemplo que da a las nuevas con el compromiso que tuvo desde joven con la cultura. “Fue una mujer que a los 30 años ya era reconocida y estuvo toda su vida cerca de las artes. En lo privado, destacaría su forma de hablar del dolor de estar viva, algo muy necesario en este momento que estamos viviendo. Su poesía nos introduce en temas y debates filosóficos que solemos evitar porque no son fáciles de digerir ni como personas ni como sociedad”. Y, además, lo hace de un modo paulatino y elegante, pues como condensa Miles, “conseguir el nivel de desnudez que tienen sus poemas es altamente complicado. Tienen el efecto de que los lees y parecen una cosa muy limpia, pero poco a poco las ambigüedades inherentes en algo tan despojado empiezan a tener su efecto”, razona la editora. “Los poemas de Idea tienen una resonancia que dura mucho tiempo en el lector, que de pronto se encuentra pensando: ‘ah, pues a ver si lo que quería decir no era en realidad…’. Y de pronto el poema se ha transfigurado. Ahí reside la magia de su poesía, en que es algo vivo, palpitante. Sigue, como su legado, en la mente del lector mucho tiempo después”, concluye.
Vilariño también hizo hincapié en la composición, campo en el que se le conocen cuatro canciones emblemáticas que pertenecen a la música popular uruguaya, A una paloma, La canción y el poema, Los orientales y Ya me voy pa’ la guerrilla.
Enrique Santos Discépolo (1901-1951) compuso una hermosa frase para definir el «tango». «Es una pensamiento triste, que se baila», dijo el músico y dramaturgo argentino. Lo hizo sin saber que esa definición, encerrada en apenas siete palabras, marcaría la vida de Idea Vilariño. La uruguaya, una de las autoras hispanoamericanas más importantes (y olvidadas) del siglo XX, bailó palabras que no eran sino sus sentimientos, siempre melancólicos, pese a su deseo de vivir. Vida y muerte enfrentados, para siempre, en la figura de una mujer que fue muchas cosas, pero sobre todo poeta. Se negaba a considerarse poetisa, una palabra cursi, cargada de debilidad y concesiones.
Escribió varios libros de ensayos, pero se la reconoce sobre todo por sus libros de poemas: No, Pobre mundo, Canciones y Poemas de amor son algunos de ellos. A partir de una entrevista con dos periodistas de su país, en 1998 se estrenó el documental Idea, con dirección de Mario Jacob, lo que acercó la poesía de Vilariño a las nuevas generaciones de lectores. En 2000, la editorial uruguaya Cal y Canto publicó su poesía completa. En 2004 obtuvo el premio Konex Mercosur a las letras y, cinco años después, falleció en Montevideo, su ciudad natal.
Libros
1945-La suplicante
1947-Cielo cielo
1951-Grupos simétricos en la poesía de Antonio Machado
1955-Nocturnos
1955-La rima en Herrera y Reissig
1957-Poemas de amor
1958-Grupos simétricos en poesía
1965-Las letras de tango
1966-Pobre mundo
1970-Poesía
1980-No
1981-El tango cantado
1993-Canciones
2000-Ya no será
2008 Poesía completa
Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti
“Pensé pensé pensé y hoy ya no queda más que esta pobre cosa destrozada.”
Idea Vilariño
“Cuando una mujer se siente amada totalmente, se entrega como una niña y es feliz siendo niña. Es el estado del amor.”
Juan Carlos Onetti
“Nacer significa la aceptación de un pacto monstruoso y, sin embargo, estar vivo es la única verdadera maravilla posible.”
Juan Carlos Onetti
Encuentros y desencuentros.
Además de las cartas y de las obras que se dedicaron mutuamente, se pueden rastrear múltiples testimonios de amigos y testigos, entrevistas e incluso rumores, que narran, reseñan, interpretan o suponen fragmentos de la historia amorosa entre Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti.
Según el crítico español Antonio Muñoz Molina, en la obra de Vilariño “no hay paisaje exterior, ni explicaciones, ni adornos, ni nombres, sólo los amantes encerrados en esa habitación que será también la de la soledad y la espera, y la de un dolor demasiado cruel como para que lo designe la blanda palabra añoranza” (Muñoz Molina, 2008).
Y en efecto, la palabra añoranza resulta muy tibia y limitada para calificar la profundidad de las sensaciones, los sentimientos y el desgarramiento que nutren sus versos.
Respecto a la figura de Onetti, al igual que como sucedió con la de Vilariño, sus excentricidades, los imaginarios y las anécdotas de quienes lo conocían, establecen una maravillosa mezcla, para describirlo: incontables y divertidísimas anécdotas sobre las excentricidades, extravíos y ferocidades supuestas de Onetti en sus relaciones eróticas —sobre todo las que habían jalonado sus amores con la poeta Idea Vilariño— muchas de ellas sin duda exageradas o inventadas, pero que eran una prueba tangible de la fama de “escritor maldito” que ya se había ganado […] no podía imaginar que el autor de aquellas temerarias historias fuera el hombrecillo tímido hasta la mudez y ensimismado que temblaba como el azogue ante la idea de enfrentarse a un micrófono y que, salvo cuando hablaba de algún libro, pareciera ser el más desvalido de la creación. (Vargas Llosa, 2009: 52).
La timidez de Onetti y su nerviosismo ante auditorios o micrófonos coinciden con cierto retraimiento de Idea. Dos personalidades fuertes, grandes talentos creativos, mucha indecisión de Onetti, mucho sufrimiento de Vilariño, además de la intervención de muchos otros factores —en la vida de los dos— y otras distintas situaciones, ensombrecieron desde el inicio esa singular y abruptamente interrumpida historia de amor.
La misma Vilariño alude a ese momento en que Onetti la sedujo: “estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré.” (Vilariño, en Gilio y Domínguez, 1993: 114). Sin embargo, cuando Idea se descubre enamorada, racionalmente sabe que esa relación no funcionaría. Aunque se tenga certeza de las pocas posibilidades de una relación amorosa a futuro, no impide que alguien se entregue del todo a ese amor complicado y quizá imposible o poco duradero. Las grandes diferencias y la falta de entendimiento no detienen ni limitan dicha entrega:
Teníamos la relación más difícil y más imposible […] Es el último hombre de quien debí enamorarme porque éramos lo más imposible de ligar que había. Nunca entendió el ABC de mi vida, nunca me entendió como ser humano, como persona. Y así teníamos nuestros grandes desencuentros. Si yo hablaba de algo sumamente delicado él me salía con una barbaridad. Decía cosas que me hacían echarlo, imposibles de soportar. Todavía me pregunto por qué aguanté tanto, por qué volví tantas veces. Nos peleábamos y volvíamos a juntarnos, lo echaba, regresaba. Una noche me llamó desesperado para que fuera a verlo. Yo estaba con alguien que me amaba y lo dejé por ir a pasar una noche con él. Y recuerdo que lo único que hicimos fue ponernos de espalda, leyendo un libro él, y yo otro. A la mañana siguiente le agarré la cara y le dije: sos un burro Onetti, sos un perro, sos un camello. Y me fui. (Domínguez, 2009: 112-113).
POEMAS
Desnudez total
Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.
La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.
Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.
Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración,
luz rechazada.
Amor Laura
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.
Vive
Aquel amor
aquel
que tomé con la punta de los dedos
que dejé que olvidé
aquel amor
ahora
en unas líneas que
se caen de un cajón
está ahí
sigue estando
sigue diciéndome
está doliendo
está
todavía
sangrando.
Te estoy llamando
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.
Callarse
Estoy temblando
está temblando el árbol desnudo y en espejos
cantando
y cantando está la luna
riendo
sin silencios
la lírica y romántica
flauta y en cielo en hoz
por vez primera
se abren su luz cereza y el estiércol.
No se pueden quejar ni las mañanas
ni el ardiente sopor que por lo estéril
no canto más no canto
ni puedo deshacer en primavera
ni negarla y beber
ni matar sin querer
ni andar a tientas
ya que el aire está duro
y hay monedas locuras
esperando
la marca del el agua
en desazón riendo
riéndose riendo.
Ah si encono si entonces
ya no quiero
ya no pude se pasa nunca alcanza
una ola se vaga la marea
se desconcierta así
y el sol no existe aquí más que en palabras
Pero en cambio en el cielo
caben muchas pero muchas. A veces
se molestan se muerden
en los labios.
Tal vez no era pensar
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.
Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.
Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.
Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.
Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.
Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente…
Ya no
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volverá a tocarte.
No te veré morir.
Lo que siento por ti
Lo que siento por ti es tan difícil.
No es de rosas abriéndose en el aire,
es de rosas abriéndose en el agua.
Lo que siento por ti. Esto que rueda
o se quiebra con tantos gestos tuyos
o que con tus palabras despedazas
y que luego incorporas en un gesto
y me invade en las horas amarillas
y me deja una dulce sed doblada.
Lo que siento por ti, tan doloroso
como pobre luz de las estrellas
que llega dolorida y fatigada.
Lo que siento por ti, y que sin embargo
anda tanto que a veces no te llega.
El mar no es más que un pozo
El mar no es más que un pozo de agua oscura,
los astros sólo son barro que brilla,
el amor, sueño, glándulas, locura,
la noche no es azul, es amarilla.
Los astros sólo son barro que brilla,
el mar no es más que un pozo de agua amarga,
la noche no es azul, es amarilla,
la noche no es profunda, es fría y larga.
El mar no es más que un pozo de agua amarga,
a pesar de los versos de los hombres,
el mar no es más que un pozo de agua oscura.
La noche no es profunda, es fría y larga;
a pesar de los versos de los hombres,
el amor, sueño, glándulas, locura.
El mar
Tan arduamente el mar,
tan arduamente,
el lento mar inmenso,
tan largamente en sí, cansadamente,
el hondo mar eterno.
Lento mar, hondo mar,
profundo mar inmenso…
Tan lenta y honda y largamente y tanto
insistente y cansado ser cayendo
como un llanto, sin fin,
pesadamente,
tenazmente muriendo…
Va creciendo sereno desde el fondo,
sabiamente creciendo,
lentamente, hondamente, largamente,
pausadamente,
mar,
arduo, cansado mar,
Padre de mi silencio.
Carta II
Estás lejos y al sur
allí no son las cuatro.
Recostado en tu silla
apoyado en la mesa del café
de tu cuarto
tirado en una cama
la tuya o la de alguien
que quisiera borrar
-estoy pensando en ti no en quienes buscan
a tu lado lo mismo que yo quiero-.
Estoy pensando en ti ya hace una hora
tal vez media
no sé.
Cuando la luz se acabe
sabré que son las nueve
estiraré la colcha
me pondré el traje negro
y me pasaré el peine.
Iré a cenar
es claro.
Pero en algún momento
me volveré a este cuarto
me tiraré en la cama
y entonces tu recuerdo
qué digo
mi deseo de verte
que me mires
tu presencia de hombre que me falta en la vida
se pondrán
como ahora te pones en la tarde
que ya es la noche
a ser
la sola única cosa
que me importa en el mundo.
Cuando compre un espejo para el baño…
Cuando compre un espejo para el baño
voy a verme la cara
voy a verme
pues qué otra manera hay decime
qué otra manera de saber quién soy.
Cada vez que desprenda la cabeza
del fárrago de libros y de hojas
y que la lleve hueca atiborrada
y la deje en reposo allí un momento
la miraré a los ojos con un poco
de ansiedad de curiosidad de miedo
o sólo con cansancio con hastío
con la vieja amistad correspondiente
o atenta y seriamente mirarme
como esa extraña vez-mis once años-
y me diré mirá ahí estás
seguro
pensaré no me gusta o pensaré
que esa cara fue la única posible
y me diré esa soy yo ésa es idea
y le sonreiré dándome ánimos.
El olvido
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos…
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso
Mediodía
Transparentes los aires, transparentes
la hoz de la mañana,
los blancos montes tibios, los gestos de las olas,
todo ese mar, todo ese mar que cumple
su profunda tarea,
el mar ensimismado,
el mar, a esa hora de miel en que el instinto
zumba como una abeja somnolienta…
Sol, amor, azucenas dilatadas, marinas,
Ramas rubias sensibles y tiernas como cuerpos,
vastas arenas pálidas.
Transparentes los aires, transparentes
las voces, el silencio.
A orillas del amor, del mar, de la mañana,
en la arena caliente, temblante de blancura,
cada uno es un fruto madurando su muerte.
Quiénes son quiénes son…
Alma, Azul, Poema, Numen
Quiénes son quiénes son
metidos en mi vida
imponiendo ternura
espectros como yo
momentáneos y vanos
iguales a las hojas que pudre cada otoño
y no dejan memoria.
Quiénes son quiénes son.
Son éstos y no otros
de antes de después
frutos de muerte son
sin remedio sin falta
irremisiblemente
antes o después
muertos
tan fugazmente cálidos alentando y erguidos
y amando
por qué no
amando sin pavor
sin conjugarse nunca
la otra alma el otro cuerpo
la otra efímera vida.
Quiénes son quiénes son.
Qué camada de muertos para el suelo que pisan
qué tierra entre la tierra mañana
y hoy en mí
qué fantasmas de tierra obligando mi amor.
Cuándo ya noches mías
Cuándo ya noches mías
ignoradas e intactas,
sin roces.
Cuándo aromas sin mezclas
inviolados.
Cuándo yo estrella fría
y no flor en un ramo de colores.
Y cuando ya mi vida,
mi ardua vida,
en soledad
como una lenta gota
queriendo caer siempre
y siempre sostenida
cargándose, llenándose
de sí misma, temblando,
apurando su brillo
y su retorno al río.
Ya sin temblor ni luz
cayendo oscuramente.
A un poeta
Pobre Rubén creíste
en todas esas cosas
gloria sexo poesía
a veces en América
y después te moriste
y ahí estás muerto
muerto
Pobre pobre Rubén
te rodeaste de mitos
de cisnes de Parises y de Grecias
de cargos y de deudas
de amigos sinvergüenzas.
Te engañaron te hicieron
el cuento te robaron
te robaron Rubén
–mira que fuiste tonto–
o bien no te pagaban
aunque a veces tú mismo
derrochaste tus pesos
con la embriaguez de un niño.
Y escribiste bobadas
por encargo por juego
y hasta por compromiso.
mira que fuiste tonto
casarte con Rosario
andar con presidentes
alternar con snobs
caer con cualquier pícaro.
No puedo respetarte
y ni siquiera ver
de dónde te brotaban
tus versos tus palabras
tu tremendo lirismo
tu canto tu increíble
belleza tu poesía.
No sé Rubén no sé
no sé pero brotaba
–ritmo canción tormenta
rio apacible sangre
dulce oscura que mana–
No sé. Acaso del pobre
corazón arrancado
–eso dicen–
o del pobre cerebro
que después disputaron
–eso dicen–
a punta de revólver.
No sé no sé Rubén
no sé pero qué hermosa
a veces tu poesía
qué grande qué valiente
o que honda qué humana
a veces tu poesía.
Vaya a saber. Tal vez
tú mismo no supieras.
(La Habana, 1966, leído en el Encuentro
con Rubén Darío, en Casa de las Américas)