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150. Poesía más Poesía: Sharon Olds

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SHARON OLDS

BIOGRAFÍA


Sharon Olds nació en 1942 en San Francisco (California). Contemporánea de las poetas de la generación beat y de Sylvia Plath, englobada con ella en la corriente de la Poesía confesional, optó, al contrario que Sylvia, por no suicidarse, seguir escribiendo y formando a otros escritores.

Creció, según la propia autora, como una “calvinista maldita”. Nacida y educada en una familia muy rígida y en una sociedad donde la American way of life pensaba a la mujer en la cocina, atendiendo solícita a su marido y teniendo hijos, ella es atea y declarada antibelicista. Tras su graduación en la Universidad de Stanford hizo su doctorado en la Universidad de Columbia, e imparte en la actualidad clases de creación literaria en la Universidad de Nueva York.

Sharon Olds es considerada por muchos una de las principales voces de la poesía contemporánea. Ganadora de varios premios prestigiosos, incluido el Premio Pulitzer y el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros, Olds es conocida por escribir poesía intensamente personal y emocionalmente mordaz que describe gráficamente desde la vida familiar a hechos políticos. 

David Leavitt escribía en el Suplemento literario de voz: “Su poesía es notable por su franqueza, su erotismo y su poder de conmoción”. La franqueza de Olds ha generado grandes elogios y condenas. Su trabajo a menudo se basa en detalles íntimos sobre sus hijos, su tensa relación con sus padres y, lo que es más controvertido, su vida sexual. 

La crítica Helen Vendler despreció públicamente el trabajo de Olds como autoindulgente, sensacionalista e incluso pornográfico. Sin embargo, Olds tiene muchos seguidores que elogian su poesía por su sensible descripción de los estados emocionales, así como por su audaz descripción de los acontecimientos de la vida “no poéticos”.  

Lisel Mueller señaló: “Con mucho, la mayor parte de sus poemas son creíbles y conmovedores, y su intensidad no interfiere con la artesanía. Al escuchar a Olds, escuchamos una voz humana orgullosa, urgente”. Y el poeta Billy Collins la ha llamado “una poeta del sexo y la psique”, y agregó que “Sharon Olds es infame solo por su tema … pero sus lectores más cercanos la conocen como una poeta de constante sorpresa lingüística”.

La poesía de Olds es conocida por su estilo de verso libre directo y accesible. A menudo sus poemas son narrativos y en primera persona, su voz poética es precisa y versátil. Los coloridos eventos de los poemas siempre se representan en imágenes nítidas que pasan rápidamente de lo sangriento a lo bello y viceversa. 

Sus libros atraen a una amplia audiencia y casi todo su trabajo ha sido objeto de múltiples impresiones y reediciones. Su volumen The Dead and the Living (1984), ganador del premio National Book Critics Circle, ha vendido más de 50.000 copias, lo que lo sitúa como uno de los volúmenes más vendidos de poesía contemporánea. Su trabajo es visto en la tradición de Walt Whitman como una celebración del cuerpo, en todos sus placeres y dolores, y resuena particularmente entre las lectoras. Como lo expresó Dwight Garner en una Pieza de salón , “La domesticación, la muerte, el amor erótico: la cruda simplicidad de los temas de Sharon Olds y su lenguaje llano, a veces pueden hacerla parecer la Madre Tierra inquietante de la poesía estadounidense”.

POETAS SIGLO XXI - ANTOLOGIA MUNDIAL + 20.000 POETAS: Editor: Fernando  Sabido Sánchez #Poesía : 218.- SHARON OLDS

Olds tenía treinta y siete años cuando publicó su primer libro de poemas, Satan Says (1980). En varios volúmenes, se ha labrado un lugar único en la poesía estadounidense contemporánea. Steve Kowit señaló que Olds “se ha convertido en una presencia central en la poesía estadounidense, su poder narrativo y dramático, así como el puro estilo imaginativo de su trabajo, le han ganado un gran número de seguidores entre esa pequeña porción del público en general que todavía lee versos”. Sin embargo, tal popularidad no ha recibido la aprobación de la crítica universal. Olds ha sido acusada de narcisismo y superficialidad. “Para ser una escritora cuyos mejores poemas muestran un fuerte poder de observación, Olds pasa demasiado tiempo tomando su propia temperatura emocional”, sostuvo Ken Tucker en el New York Times Book Review.”Todo debe volver al poeta: sus necesidades, sus deseos, sus desilusiones con el mundo y las personas que la rodean”. Pero otros críticos han defendido fervientemente el trabajo de Olds. En una revisión del Seattle Times de Blood, Tin, Straw (1999), Richard Wakefield señaló que Olds escribe “poesía más fiel a la verdad sentida de la realidad que cualquier prosa”. Y el crítico de Poetry Flash , Richard Silberg, elogió a Olds por “abordar temas no escritos antes, o no escritos de esta manera.”
Olds lanzó una colección de poemas seleccionados, Strike Sparks, en 2002. Al recopilar poemas de más de dos décadas, el libro recibió el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros y fue ampliamente elogiado como una buena introducción a los temas principales de Olds. David Kieley, en una reseña para el blog literario Bookslut, escribió que el libro “es en muchos sentidos una memoria poética en la que seguimos dando vueltas en torno a los temas del sexo, la maternidad y la problemática infancia de Olds. Los poemas rodean un ateísmo profundo en el que el cuerpo físico es un documento del ser; la experiencia física es el modo principal de formación y el contacto físico es la relación humana principal “. 

El próximo volumen de poesía nueva de Olds, One Secret Thing (2009) continúa explorando vías similares de autobiografía, mitos personales y sueños. Al revisar el libro para el New York Times , Joel Brouwer describió el método de Olds: “Olds selecciona momentos intensos de su romance familiar, generalmente aquellos que involucran violencia o sexualidad o ambos, y luego los extiende en direcciones opuestas, representándolos con un detalle tan obsesivo que parecen absolutamente únicos en su experiencia personal, mientras que al mismo tiempo usan metáforas para insistir en su universalidad “.

El siguiente libro de Olds,  Stag’s Leap (2012), El salto del ciervo, incluía poemas que exploraban los detalles de su reciente divorcio, y el libro ganó el premio Pulitzer y el premio TS Eliot de Gran Bretaña. Al otorgar el premio TS Eliot,  Carol Ann Duffy, presidenta del panel de jueces final, dijo: “Este fue el libro de su carrera. Hay una gracia y caballerosidad en su dolor que la distingue como una poeta de clase mundial. Siempre digo que la  poesía  es la música del ser humano, y en este libro ella realmente está cantando. Su viaje desde el dolor hasta la curación está muy bien ejecutado”. 

Su colección de poesía, Odes (2016), utilizó el modo poético como medio para abordar una amplia gama de temas, incluidos el género, la edad y la política sexual.

Sharon Olds - Revista Altazor

Olds abordó los objetivos de su poesía. “Creo que mi trabajo es fácil de entender porque no soy un pensador. No soy un … ¿Cómo puedo decirlo? Escribo de la manera que percibo, supongo. No es realmente simple, no lo creo, pero se trata de cosas ordinarias: sentimientos sobre cosas, sobre personas. No soy una intelectual. No soy una pensadora abstracta. Y me interesa la vida cotidiana “.  Agregó que “no le está pidiendo a un poema que lleve muchas piedras en los bolsillos. Simplemente ser un observador ordinario, un palpador y dejar que la experiencia llegue al cuaderno con el bolígrafo, a través del brazo, fuera del cuerpo, a la página, sin distorsión “.
Olds ha ganado numerosos premios por su trabajo, incluidas becas de la Fundación Guggenheim y el National Endowment for the Arts. Ampliamente antologizada, su trabajo también se ha publicado en varias revistas. Fue poeta del estado de Nueva York de 1998 a 2000 y actualmente enseña en el programa de posgrado de escritura en la Universidad de Nueva York.  
Su libro, The Wellspring (1996), se detecta el uso de un lenguaje crudo y atrevido en imágenes en las que convive la violencia política y doméstica con la cruda sexualidad en las relaciones de pareja. Una reseña para The New York Times aclama la poesía de Olds desde esta perspectiva: “Como Whitman, Olds le canta al cuerpo en celebración de un poder más fuerte que la opresión política”.
Su primer volumen de poemas, Satán dice (1980), recibió el Galardón inaugural del Premio de Poesía de San Francisco. Los poemas analizan con gran intensidad temas personales con un tono inquebrantable representando lo que Alice Ostriker describe como una erótica del dolor y el amor familiar. El segundo volumen de Sharon Olds, Los muertos y los vivos, ganó el Lamont Poetry y el National Book Critics Circle Award. Con posterioridad a Los muertos y los vivos, Olds ha publicado The Gold Cell (la célula dorada), (1987),  The Father (El padre), (1992), The Wellspring (el manantial), (1996), Blood, Tin, Straw (Sangre, estaño y paja) (1999), and The Unswept Room (la habitación sin barrer), (2002). El padre, una serie de poemas elegíacos a la muerte de su progenitor por cáncer, fue propuesta para el T. S. Eliot Prize y finalista del The National Book Critics’ Circle Award. En palabras de Michael Ondaatje, sus poemas son “Puro fuego en las manos”. La obra de Olds ha sido seleccionada en más de cien antologías de poesía e incluida en distintos manuales de literatura. Sus poemas han sido traducidos a siete idiomas. Sharon Olds es considerada una de las mejores poetas vivas de nuestra época. Su poema “I Go Back to May 1937” (Vuelvo a Mayo del 37) fue recitado en la película Into the Wild para iluminar la disfunción familiar del personaje principal. Es también ganadora del Pulitzer por el libro de poesía “Stag´s Leap” (El salto del ciervo, Alfred A. Knopf, 2012.), una valiente auto-vivisección del divorcio de la poeta, que no elude la propia responsabilidad en su matrimonio. La versión española de este libro es del premio Cervantes 2019 Joan Margarit.
En el año 2005, la Primera Dama, Laura Bush, invitó a Olds al Festival Nacional del Libro en Washington, D.C. Olds escribió a Laura Bush una carta abierta publicada el 10 de octubre de 2005, donde le dice:
“Muchísimos estadounidenses que sintieron orgullo por nuestro país, ahora sienten angustia y vergüenza por este régimen vigente de sangre, heridas y fuego. Pienso en el lino limpio de tu mesa, los cuchillos brillantes y las llamas de las velas, y no podría digerirlo.

La joven poeta argentina Janina Audisio dice de ella que su poesía se impone: “La poesía de Sharon Olds llega como sacudidas, desde la tierra, desde el aire. Tiene un efecto de erosión, desde el lenguaje esencialmente coloquial va produciendo un extrañamiento sucesivo al lector, despojando de banalidad a las palabras, obrando el milagro de la literatura: sostener el sentido para complejizarlo, tensarlo para producir pequeñas roturas por donde entra lo terrible, lo que palpita en todos nosotros, eso que enlaza al amor con el daño, a la destrucción con la creación. Habla de lo perceptible por cualquiera, pero difícilmente nombrado, de lo que para muchos es impensable pero se hace presencia en las esquinas de los vínculos y las interacciones cotidianas.

El padre, de Sharon Olds – Esfera Cultural

Los objetos, el mundo material, tanto como las palabras y su universo simbólico aparecen en la función de sustratos donde se revela la humanidad en su magnitud, el deseo y la necesidad con sus lastres y sus salpicaduras. El uso de palabras polisémicas, la presencia de un hilo narrativo y el manejo del tiempo (que incluye cierta circularidad, simultaneidad de escenas e incidencia recíproca de la fatalidad y la reversibilidad), reafirman esta idea; Sharon Olds nos señala la traición de todos los sistemas, incluso el que le pertenece, el lenguaje.”

Le fue entregado en León el premio Leteo, un premio concedido a grandes autores por jóvenes poeta que rinden tributo a sus maestros, el premio no tiene remuneración, en esa oportunidad, Sharon visita España y se le hace una entrevista, en la que dice:

“Para una mujer de mi edad, desde mi punto de vista, empezar a escribir si representó una cierta liberación… incluso las cosas sobre las que escribía. Y para mí, como miembro de una familia estricta, el mero hecho de hablar era liberador; eso en sí mismo era y es una liberación. Apenas había mujeres que escribieran nada liberador, por el simple hecho de que había muy pocas escritoras. Muchos de mis estudiantes tienen ya un libro publicado; si alguno de ellos trata de esto, lo celebro. Si una de mis estudiantes es afroamericana y escribe sobre una liberación de la esclavitud, conecto con eso. De manera que espero que mis poemas sean útiles para alguien también en este sentido, aunque para mí lo primordial sea la diversión de escribir. Desde luego imagino, o eso espero, que una artista se considere miembro de la sociedad, o de una comunidad en particular. ¿Cuántas comunidades puede haber en una ciudad como Nueva York? En realidad mil. Así que si algo mío es útil para alguien de cualquier comunidad, me quedo satisfecha. Por mi parte soy afortunada: tengo trabajo y tuve el privilegio de recibir una educación extraordinaria. La verdad es que poco de todo eso cuajó, porque no me acuerdo bien de muchas cosas que estudié, pero fui a una buena escuela secundaria, a un internado, a la universidad… y estuvo bien para mí. De modo que, como miembro de diferentes comunidades, se me dio mucho, y eso pertenece a todos, lo que se me dio fue para que yo lo difundiera, creo. Por supuesto, si piensas todo esto cuando escribes, escribirás un poema malo. Pero creo que es algo que en el fondo está presente.”
“Creo que me funciona expresar las cosas tal y como me vienen a la mente, aunque no diga la respuesta correcta. Pues bien, leo libros para distraerme de las verdades de nuestro tiempo, que siento como un final de los tiempos. Y no es algo que todos mis amigos compartan. Así que leo novela negra con misterios, asesinatos, detectives… Siento esperanza cuando doy clase, cuando leo los poemas de mis alumnos y veo que se han sentido atraídos a nuestro programa de escritura por una serie de razones. En primer lugar, no es un programa muy competitivo. En segundo lugar, tenemos muchos programas de extensión: nuestros estudiantes a su vez dan clases en hospitales con enfermos de parálisis, en unidades de niños con cáncer, en prisiones y, en los últimos seis años, un taller de escritura para los veteranos de las guerras en Irak y en Afganistán.”

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Lee C. Bollinger, presidente de la Universidad de Columbia, presenta el premio de poesía 2013 a Sharon Olds.


Quiero que se recuerde que cambié la estructura y la rima de los himnos con los que me eduqué. Así mi poesía no tiene rima, ni una estructura rígida… al principio, cuando empecé a escribir con treinta años, no sabía lo que hacía: escribía pequeños himnos a mis hijos, al que era mi esposo, a la sexualidad en sí misma… Eran himnos antirreligiosos (contra la religión organizada), contra el infierno y contra el sexismo. Así fueron mis primeros poemas. Pero no carecían de forma, por mucho que me rebelara contra aquel ritmo y aquella rima. Eso sí, mi poesía tiene métrica: cuatro acentos por verso, que de vez en cuando altero. Es el ritmo anglosajón de cuatro golpes fuertes. Me encantaba bailar y salirme de vez en cuando del ritmo, así que en cuanto puedo me salgo de este mismo ritmo, para poder decir no.

POEMAS

Primera hora 

Esa hora, fui más yo misma que nunca. Me había sacado 
a mi madre lentamente de encima, estaba acostada ahí 
respirando por primera vez, como si 
el aire del cuarto me estuviera soplando 
como a una burbuja. Todo lo que tenía que hacer 
era salir por la línea de mi mirada y volver, 
salir y volver, en la seda de la gravedad, la 
presión del aire una caricia, oliendo en mí 
la sangre cremosa de ella. El aire 
me tocaba suavemente la piel y la lengua, 
entraba en mí y sacaba los pequeños 
suspiros que yo no sabía que eran míos. 
No tenía miedo. Estaba acostada en la quietud 
y miraba, y me dedicaba al pensamiento sin palabras, 
mi mente recibía su oxígeno 
directamente, la rica mezcla por la boca. 
No odiaba a nadie. Miraba y miraba, 
y todo era interesante, yo era 
libre, todavía no enamorada, no 
pertenecía a nadie, no había bebido 
leche, todavía – nadie tenía 
mi corazón. No era muy humana. No 
sabía que existía alguien más. Estaba acostada 
como un dios, por una hora, después vinieron a buscarme, 
y me llevaron con mi madre. 
 Un tiempo de pasión 
Después entramos en un tiempo de pasión tan 
extrema que era casi calma, el cuerpo 
duplicaba lo que quería soportar. La angustia 
y el placer jugaban una con otro. Nos salíamos de lo que yo había 
pensado era el camino, y volvíamos fácilmente. 
Y todo se hacía bajo una luz tranquila, como si nuestros 
sueños infantiles se hubieran despertado, el antiguo 
equilibrio de poderes desnudo en el cuarto, 
el chasquido ocasional de una palmada cargada de lujuria dulce 
y extrema. Cuando me oía a mí misma pidiendo cosas, 
mi susurro grave era como el siseo 
de alguna otra criatura. El sexo había sido 
como música, alto y brillante como la luna, 
azúcar como la leche que había saltado en un pequeño 
arco desde el pecho. Había parecido que estábamos desatados 
como el fuego puede desatarse de la tierra, 
o el aire del agua, que éramos flores que las estaciones 
abrían y cerraban, habíamos sido interpretados. Ahora 
éramos dos personas, jugando la una con la otra, 
como si no hubiera habido nada sagrado. Ahora, 
entraban la voluntad, el abandono del cielo, 
y extremos de emoción que yo no había sabido que existieran 
fuera de las habitaciones donde las personas se lastiman unas a otras. 
Nos amábamos. Nuestro nido había estado vacío 
por unos años ya. Encerrados juntos, o un 
dedo de uno tocando un 
pezón del otro, volábamos de cabeza hacia 
la tierra y salíamos de ella, como ensayando. 
Nunca se me cruzó la idea de que él ya no me 
amara, de que hubiéramos dejado el reino del amor. 

Más vieja

Cuanto más vieja me pongo, más me siento
casi hermosa- no mi cara, una cara común,
puritana, sino mi cuerpo. Y tendré
cincuenta, pronto, mi cuerpo
se marchita, huesudo, y me gusta su
rugosidad plateada, la piel que se afina,
la superficie de un lago rizada por el viento, un espectro
arrugado, un pliegue de humo. Sin embargo
cuando miro hacia abajo puedo ver, a veces,
cosas que, si las viera una mujer joven, la harían
gritar como en una película de terror,
quedo convertida en bruja en un instante—si me inclino
lo suficiente, puedo ver la piel fina
de mi estómago frunciéndose
y colgando en pequeños picos, como yeso fresco.
Y sin embargo puedo imaginarme a los ochenta, hecha
enteramente, por fuera, de eso,
y haciendo el amor con la misma dignidad
animal, el túnel todavía igual
al interior de un pétalo color frambuesa.
De pronto me veo joven a mí misma
al lado de esa octogenaria, me veo
como su hija, mi carne suelta y drapeada
muestra los ángulos largos de estos extraños
huesos como las manijas de utensilios de cocina hechos en el cielo.
Cuando era más joven, me veía a mí misma,
a veces, como el tosco dibujo de una hembra—
los pechos, el destello de las caderas de los años 40—
pero este grisáceo ser abollado es confortable como
una vieja prenda favorita, es casi
amable, ahora, para mí. Por supuesto, es
el amor de él el que estoy viendo, el trabajo de su pulgar
sobre este centavo de la suerte —cinco veces
cinco años en su bolsillo. Quizás
aún si me muriera, él no me vería fea.
A veces, ahora, bailo
como humo chato sobre una chimenea.
A veces, ahora, creo que vivo
en el lugar donde se hace la bebida solemne, salvaje
de acabar, no estoy todo el día acabando,
pero vivo todo el día en el lugar donde eso se hace
 
  

Aceite de pescado 

Una medianoche, llegué a casa después del trabajo 
y el departamento apestaba a pescado 
frito. Todas las ventanas estaban cerradas, 
y todas las puertas, abiertas, de 
la sartén y la espátula se desprendía una espiral 
espesa de oliva y bacalao. Mi marido 
dormía. Abrí las ventanas y cerré 
las puertas y puse los platos en la pileta 
y los sumergí en detergente. Al día 
siguiente le fui con el chisme a una amiga, y ella dijo, 
algunos podrían vivir con eso, y hasta 
aprender a disfrutar del olor a frito. Y esa noche, 
miré a mi amor, y quien él es 
me tocó el fondo del corazón. Busqué 
una botella de extra-extra virgen, 
y una receta de filete de mar en 
aceite de oliva, llené los cuartos con 
volutas de perfume de aleta, el contorno 
en la arena que dibujaron los primeros cristianos, 
el lazo que significa seguridad, que significa yo también, 
recordé el ceño fruncido de mis padres frente a cualquier 
dejo de olor fuera de la cocina, 
el escalofrío calvinista, en esa casa, frente a la dulce 
grasa de la vida. Yo había venido a mi compañero 
aturdida, anhelante, un poco de sal 
en su canasto de pesca, una chica en aceite, 
su plato. No había sabido que uno 
pudiera aprobar a otro completamente – que uno pudiera 
despertarse un día rancio, que uno pudiera despabilarse 
del sueño del enjuiciamiento.
 

Madre primeriza

Una semana después de que naciera nuestra hija,
me arrinconaste en la habitación de huéspedes
y nos hundimos en la cama.
Me besaste y me besaste, mi leche desató su
nudo corredizo y caliente a través de mis pezones,
empapó mi blusa. Toda la semana había olido a leche,
leche fresca, agria. Empecé a latir:
mi sexo había sido desgarrado como un trapo
por la corona de su cabeza, me habían cortado con un cuchillo
y cosido, los puntos tiraban de la piel—
y la primera vez que te rompen, no sabes
que vas a cicatrizar, mejor que antes.
Me acosté con miedo y sangre y leche
mientras me besabas y me besabas, tus labios calientes,
hinchados como los de un adolescente, tu sexo grande y seco,
todo tú tan tierno, te inclinaste sobre mí,
sobre el nido de puntadas, sobre
lo rajado y desgarrado, con la paciencia de alguien que
encuentra un animal herido en el bosque
y se queda con él, a su lado
hasta que vuelva a estar entero, hasta que pueda correr de nuevo.

Para mi madre

Fuiste mi primera hija, en realidad.
Cuando mi hermana se mudó al cuarto de huéspedes
Empezaste a venir a mí por las noches
Como un niño que no puede dormir, viniendo
Hacia la cama de la madre, así que me convertí en madre
A los siete años. Como la enfermera que pone al recién nacido
En los brazos de una madre, a veces venías
Y te ponías en mis brazos, sintiéndote esponjosa y casi
deshuesada, bolsas de esto
y aquello, plumas húmedas en tus ojos.
De dónde es que viene, el amor de los bebés–
Te tuve en brazos sin pensarlo, me sentí afortunada,
Tu cachete contra mi pecho duro e irritado,
Es un pezón llano como un trazo de color,
Un lugar donde algún dios había apoyado el pulgar
Por un instante. Yo no estaba impaciente, no lo estaba
Cuidado con el olor a huevo hervido que trajiste
desde su cama– lo que yo quería era alimentar la fuerza como
calor o color hacia tu cuerpo
para bombearle vida a tu vida. ¿En dónde había aprendido eso?
Lo había aprendido de vos, de los meses en que me abrazaste
a tu pecho y me transmitió calor, abundante
leche, han pasado siete años desde entonces, no me había olvidado de nada.

Acusación de oficiales de alto rango

En el zaguán arriba del hueco de las escaleras
mi hermana y yo nos encontrábamos de noche,
ojos y pelo oscuro, los cuerpos
como gemelos en la oscuridad. No hablábamos
de los dos que nos habían llevado allí, como generales,
por sus propios motivos. Nos sentábamos compañeras
en la guerra fría, su cuerpo vivo la prueba de
mi cuerpo vivo, de espaldas al leve
cráter de obús de las escaleras, por donde
tendríamos que bajar, sin saber
más que lo que habíamos aprendido allí,
así que ahora
cuando pienso en mi hermana, las suturas
y las marcas de las golpizas de su doctor esposo,
y las cicatrices de las operaciones, siento la
ira de un soldado parado sobre el cuerpo de
alguien a quien mandaron al frente de batalla
sin entrenamiento
ni arma.

Sexo Sin Amor

Imperturbables como bailarines,
deslizándose el uno sobre el otro, como patinadores
sobre hielo, los dedos enlazados,
uno dentro del otro, las caras
rojas como un bife o como el vino, húmedos como
bebés recién nacidos cuyas madres
piensan abandonar.

¿Cómo es que acaban
Dios, cómo es que acaban
por llegar a las aguas tranquilas, sin amar
al que hizo el recorrido junto a ellos, mientras que poco a poco
subía la temperatura, y un vapor emanaba
de sus pieles? 
Yo creo que ellos son
los religiosos de verdad, los puristas, los profesionales,
los que se negarían a creer
en un falso Mesías, o a amar al sacerdote
en vez de al Dios. Jamás confundirían
a quien tienen al lado con la fuente de su propio placer.

Son como los mejores corredores: saben que están a solas
con el camino y sus características,
con el frío y el viento, las particularidades
del calzado, su condición cardíaca: variables, nada más,
como el otro en la cama; no su verdad, que es
el cuerpo aislado, solo en el universo,
tratando de batir su propio récord.

Estudio Bíblico: 71 a.C.

Después de derrotar a la armada de Espartaco
Marco Licinio Craso
crucificó 6000 hombres.
Eso dicen los documentos,
como si hubiera clavado los 18.000
clavos él mismo. Me pregunto cómo
se sintió, ese día, si salió a la intemperie
entre ellos, si caminó por esos bosques
humanos. Creo que se quedó en su tienda
y bebió, y quizás copuló,
oyendo las canciones en su honor,
la sintonía de instrumentos de viento
que estaba haciendo él de una sola vez,
elevado a la potencia de seis mil.
Y quizás se asomó, a veces,
para ver las filas de instrumentos,
su huerto, la tierra erizada con eso
como si un parche en su cerebro le picara
y ésta fuera su manera de rascarse
directamente. Quizás le dio placer,
y un sentido de equilibrio, como si hubiera sufrido,
y ahora encontrara una compensación,
y una voz. Hablo como un monstruo,
alguien que hoy en día ha pensado largamente
en Craso, en su éxtasis por no sentir nada
cuando otros sienten
tanto, su ardiente levedad de espíritu
por ser libre de caminar por ahí
mientras otros son crucificados sobre la tierra.
Puede haber sido el día más feliz
de su vida. Si se hubiera cortado
la mano con una copa de vino, dudo que hubiera
tomado conciencia de lo que estaba haciendo.
Es aterrador pensar en él que ve de repente
lo que él era, pensar que corre
hacia afuera, para tratar de bajarlos,
un hombre para salvar 6000.
Si hubiera podido bajar uno,
y verle los ojos cuando el nivel de dolor
caía como en un vuelo repentino hacia el placer,
¿no habría eso abierto en él
el terror feroz de entender al otro? Pero entonces habría tenido
5999
más. Posiblemente casi nunca
pasa, que un Marco Craso
tome conciencia. Creo que durmió, y se despertó
al sueño de su conciencia, levantó la abertura de su carpa
y miró lentamente hacia afuera, a los susurros y crujidos
de su prado viviente —suyo, como un órgano
externo, un corazón.

La promesa

Con el segundo trago, en el restaurante,
tomados de la mano sobre la mesa vacía,
hablamos de eso otra vez, renovamos nuestra promesa
de matarnos el uno al otro. Estás tomando gin,
el enhebro azul noche
se disuelve en tu cuerpo, yo tomo Fumé,
mastico su tierra fragante y ahumada, estamos
recibiendo tierra, ya somos en parte polvo,
y donde sea que estemos, estamos también en nuestra
cama, encajados, desnudos, a lo largo uno del otro,
cercanos, embriagados
después del amor, entrando y
saliendo del borde de la conciencia,
nuestros cuerpos felices, entrelazados. Tu mano
se tensa sobre la mesa. Te da miedo
que me acobarde. Lo que no quieres
es agonizar en una cama de hospital por un año
después de un infarto, incapaz
de pensar o de morir, no quieres
que te aten a una silla como a tu impecable abuela,
profiriendo insultos. El cuarto en penumbras
a nuestro alrededor,
globos de marfil, cortinas rosadas
ceñidas por la cintura —y afuera
un anochecer de verano tan leve,
alto, luminoso. Te digo que no me
conoces si crees que no te
mataré. Piensa en cómo hemos flotado juntos,
mirándonos a los ojos, pezón contra pezón,
sexo sobre sexo, las mitades de una criatura
resurgiendo hasta el borde de la materia
y sobrepasándola —me conoces de la brillante
sala de partos salpicada de sangre, si un león
te tuviera entre sus dientes yo lo atacaría, si las sogas
que ataran tu alma fueran tus propias muñecas, yo las cortaría.

El salto del ciervo

En ese instante
la ilustración en la etiqueta de nuestro tinto preferido
se asemeja a mi esposo, lanzándose hacia el precipicio
en su fervor por liberarse de mí.
Su piel es áspera y cómoda; su rostro
plácido, en trance, rumiante;
cada miembro de la fúrcula llega hasta sus ancas,
cada púa se extiende derecha, hacia arriba;
las ramas, modelos de su cerebro, arcaico,
indomable. Alinea su osamenta al alzar vuelo
desde la orilla del precipicio,
fabuloso.  Cuando alguien se fuga,
mi corazón salta. Incluso cuando huyo de mí misma,
la mitad de mí está con quien se marcha.
Todo es callado, vacío cuando él se va.
Me siento un paisaje, una tierra sin forma.
Sauve qui peut  —deja que se salven los que puedan.
Una vez vi un grabado en las astas de un gamo
donde alguien pequeño era crucificado.
Me siento su víctima, él parece la mía.
Me preocupa que las alargadas piernas del ciervo
se tuerzan al lanzarse. Oh mi pareja.
Fui ilusa de su fidelidad, como si fuera un halago
más que un estado parcial de sueño.
Y cuando escribí sobre él ¿Sintió que debía caminar
con mis libros apilados sobre su cabeza
para mejorar su postura, o con un marco de cuernos
como esos colgado frente al cazador
que se baja un trozo de carne de venado con sauvignon?
¡Oh salta, salta! ¡Cuidado con las rocas!
¿Acaso el antiguo voto debe desearle felicidad
en su nueva vida, incluso gozo sexual?
Temo que sí, al inicio,
cuando aun no pueda diferenciarnos.
Bajo su velludo vientre, a lo lejos,
se observan las motas alineadas del viñedo,
sus vides sin reventar, sus raíces limpias,
sus botellas crecen en los extremos de sus cerbatanas
tal oscuros, frescos, vacilantes gemidos.

Amor

Habría imaginado que era algo que sentíamos.
Habría asegurado que fue eso lo que sentimos
ese día, en la capital
de su juvenil provincia—cómo no podríamos
haberlo sentido, en nuestra cama de hotel,
entre gritos por esas verdes cuchillas del pasto.
Luego, débiles rodillas,
pensé que lo sentía cuando me pregunté
si le importaría adentrarse en el pueblo por su cuenta.
Sabía que allá encontraría pena, senderos,
el aislamiento de un niño tallado en el desgastado marfil.
Quién nos arrastraría hacia la cama una segunda vez ese día,
Quién recibiría-daría ese beso sin detenerse
hasta gritar—fui yo, señor, fui yo, mi señora,
pero pensé que todo lo habíamos hecho
ante los ojos del amor. Así que solo
se internó en la infancia de muertes,
en heladas aguas, mientras yo entre ronroneos
me recostaba en aquella cama de peonías.
La habitación fue el puente de mando en un barco,
ventanas asomándose al puerto,
a través del grueso y fino cristal groenlandés,
contemplé la ciudad portuaria,
enrollé, serpenteé, luego lancé
un lento latigazo con la mayor felicidad de mi cola,
dejé que entrara en la fría bruma,
me recosté luego me estiré
sobre la maldita camilla del amor.
Lo dejé a la deriva en los encantados laberintos de sal.
Esperaba que donde sea  que estuviéramos,
nuestro amor fuera duradero—
hasta en nuestra separación y soledad, enamorados
—incluso ese témpano apenas afuera de la boca,
el blanco jade, su palidez, su inclinación,
le pertenecían al amor, igualmente nosotros.
Así lo hubiéramos afirmado.
Sus hendiduras internas se desvanecieron, se opacaron,
se tiñeron de violeta y dorado, mientras pasaba la tarde,
y hubo plumas que preservó y anidó en su interior,
quizá el cordón de una bota,  medio cascarón de charrán,
un zapatito de bebé, el pececillo del amor
tal euforia permanente en las entrañas.

Inmencionable

Hoy observo al amor
de otra manera, hoy sé que no
poso bajo su luz. Le pregunto a mi
casi-ya-no-más esposo qué se siente cuando
no se ama, pero no quiere hablar al respecto,
desea tranquilidad en este final.
A veces siento que ya
no estoy allí—para posarle en ese paisaje
de treinta años, ni a las campiñas del amor.
Siento una invisibilidad,
neutrón en la oscura cámara sepultada en el acelerador
de una milla, donde lo que no se ve
es inferido por lo visibles.
Cuando suena la alarma
lo acaricio, mi mano se piensa cantarina
que se entona con su cuerpo,
tal fuera su piel quien alcanza su nota más alta,
tenor de altas vértebras,
barítono, bajo, contrabajo.
Quiero preguntarle, ahora,
Qué se sentías cuando me amabas,
—cuando me observabas ¿Qué percibías?
Cuando me amaba contemplaba el mundo
desde el interior de una profunda morada
tal pozo o madriguera. Al medio día
alzaría su mirada para contemplar el brillo de Orión
—cuando pensé que me amaba, cuando creí
que duraríamos unidos más que un suspiro,
por un continuo instante,
dulce de fémur y piedra,
la solidez. No muestra ira, tampoco yo,
pero en destellos de humor
todo es cortesía y horror.
Un minuto ha pasado, pregunto,
¿Todo esto tiene que ver con ella?
Él responde, No, tiene que ver contigo,
a ella no debemos mencionarla.

Locos

Habría dicho que él y yo estábamos locos
el uno por el otro, pero quizá mi ex y yo no lo estábamos.
Más bien estábamos cuerdos el uno por el otro,
como si nuestra pasión no fuera personal—
sí lo era, pero eso poco importaba, pues al parecer
no existía otra mujer u otro hombre en el mundo.
Quizá fue un matrimonio planeado,
aire, agua y tierra, nos habrían diseñado
el uno para el otro—y el fuego,
un fuego de placer tal agradable violencia.
Ingresar juntos a esas bóvedas,
tal solemne o risueña pareja con paso formal
o  pelo retorcido y luego el llanto,
evocaban de la tierra y la luna sus senderos
inevitables, e incluso, de alguna forma,
tímidos—juntos contenidos en una timidez,
semejantes en ella. Pero quizá era que
estaba loca por él—En verdad vi esa luz
alrededor de su cabeza cuando llegué después de él
al restaurante—oh por el amor de Dios,
estaba perdidamente enamorada. Mientras los planetas
orbitaban entre sí, llegó la mañana y luego la noche.
Quizá lo que sentía por mí era incondicional,
afecto y confianza temporal, sin romance,
con cariño—cariño mortal. Lo nuestro no fue una tragedia,
fue la comedia del ideal y del error
revelada a fuego lento.
Cuánta precisión de movimiento se requiere
para que los cuerpos viajen por el cielo
a gran velocidad, por tanto tiempo, sin herirse uno al otro.

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