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BIOGRAFÍA DE LA POETA ANNA AJMÁTOVA
Alta, de pelo oscuro, morena, esbelta y ágil, con los ojos verdosos de un tigre polar, durante medio siglo la ha dibujado, pintado, esculpido en yeso y mármol, fotografiado un sinnúmero de personas, empezando por Modigliani.
Anna Andréyevna Górenko nació en 1889, una noche de San Juan, cerca de Odesa, a orillas del mar Negro (Ucrania). Sus padres se separaron en 1905, a sus seis años. De niña, en el parque llamado El Jardín del Zar, de Kiev, encontró un prendedor en forma de lira, y su institutriz le dijo que aquello era signo de que sería poeta. Anna comenzó a escribir poesía a la edad de once años, tras caer enferma. Su padre la llamaría después poeta decadente, y ella siempre relacionó el despertar de su poesía con la enfermedad. Como su padre no quería ver ningún verso impreso bajo su “respetable” apellido, ella decidió adoptar el de su bisabuela tártara, Ajmátova, como pseudónimo.
Estudió derecho, latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo, allí se casó en 1910 con Nikolái Gumiliov, poeta famoso, promotor del acmeísmo, corriente poética que se sumaba al renacimiento intelectual de Rusia a principios del siglo XX. Nikolái Gumiliov dijera de ella que había convivido “con una hechicera, no con una esposa”. Era sonámbula, y su padre tuvo que rescatarla del tejado alguna madrugada.
La ciudad que la vio alzarse fue San Petersburgo, el sueño descomunal de Pedro el Grande. Una ciudad construida por debajo del nivel del mar y asolada por riadas, donde los lobos entraban en las noches a devorar. Ajmátova formó parte de la inquieta y abigarrada juventud del Petersburgo de las primeras décadas del siglo XX. Es la época de las escisiones dentro de la corriente simbolista rusa, pese a los afanes ortodoxos de su sumo sacerdote, Viacheslao Ivánov. De las prestigiosas reuniones semanarias a las que Ajmátova asiste, pronto surgirán dos grupos disidentes, a su vez opuestos entre sí: los futuristas y los acmeístas. El ala radical está representada por los futuristas, de los cuales Mayakovski es uno de sus principales exponentes: niegan el lenguaje poético y exigen la autonomía de las palabras, introduciendo el lenguaje coloquial para lograr un deliberado efecto antipoético. Por su parte, el acmeísmo significa una ruptura total con el viejo simbolismo. Sus cultivadores más notorios: Gumielev, Ajmátova y Osip Mandelstam, cuestionan directamente la actitud vital de los simbolistas.
Les gusta llamarse a sí mismos artesanos, pues consideran al lenguaje como a cualquier otro material del que deben aprenderse sus cualidades naturales y sus limitaciones. Rechazan, por ello, las diferenciaciones entre lo poético y lo no-poético. Con toda legitimidad, cualquier percepción o experiencia puede ingresar en la esfera creativa del poeta.
El acmeísmo o akmismo fue una corriente literaria poética rusa que surgió en la década de 1910, durante la llamada Edad de Plata de la literatura rusa, en oposición al simbolismo ruso. Fue adoptada por Nikolái Gumiliov y Serguéi Gorodetski. Anna Ajmátova (1893-1966) y Ósip Mandelshtam (1891-1938).
Los acmeístas reprochan a los simbolistas su gusto por la incomprensibilidad y el hermetismo, así como su vaguedad expresiva y sus ensoñaciones de otros mundos; por el contrario, los acmeístas aspiran a un lenguaje claro, concreto y preciso, desean hablar de la Tierra y del hombre actuales unidos en uno.
Querían equilibrar la estructura formal del poema mediante un lenguaje fresco y significativo, buscando la aproximación a la realidad sin la mediación de recursos retóricos vagos propios de la poesía como el símbolo o la metáfora, devolviendo al lenguaje la pureza pusjiniana. Gustaban asimismo de llamarse «adanistas», por su aspiración a lo fuerte, lo claro, lo viril, lo simple, lo primitivo y directo. Critican el ocultismo y el aspecto religioso del simbolismo y rechazan su aspiración al conocimiento de verdades ocultas y del más allá.
En 1910-1912 viajó a Italia y Francia, visitando París dos veces, allí conoció a Amedeo Clemente Modigliani, quien influiría en su perspectiva.
Vinculada en sus comienzos al movimiento acmeísta que impulsó Nikolái Gumiliov, su primer marido, su poesía tuvo peso y reconocimiento desde los libros iniciales –La tarde (1912), El rosario (1914), Bandada blanca (1917).
Sus primeras colecciones, Tarde (1912) y Rosario (1914), recibieron una gran acogida por parte de la crítica y la hicieron famosa desde el principio de su carrera. Contenían piezas breves y psicológicamente tensas, aclamadas por su dicción clásica, sus detalles reveladores y el hábil uso del color. Tarde y sus cuatro libros siguientes eran en su mayoría miniaturas de lírica sobre el tema del amor, atravesadas por la tristeza.
Sus primeros poemas suelen retratar a un hombre y una mujer envueltos en el momento más conmovedor y ambiguo de su relación, muy imitado y posteriormente parodiado por Nabokov y otros. Su poesía rompe radicalmente con el estilo erudito y ornamentado y con la representación mística del amor tan típica de poetas como Alexander Blok y Andrey Bely. Sus letras se componen de breves fragmentos de discurso sencillo que no forman un patrón lógico coherente. Por el contrario, reflejan la forma de pensar, los vínculos entre las imágenes son emocionales y los simples objetos cotidianos están cargados de asociaciones psicológicas. Al igual que Alexander Pushkin, que fue su modelo en muchos aspectos, Ajmátova se propuso transmitir mundos de significado a través de detalles precisos.
Con todo, la sombra que hoy proyecta sobre nosotros creció con la producción de su segunda época, la de los dos grandes poemas –Réquiem y Poema sin héroe–, la de los ciclos poéticos –«Cinque», «Escaramujo en flor», «Versos de medianoche», «Elegías del Norte»…y otros poemas breves; producción ésta tardía, tras largos años de silencio. Desde 1922, fecha en que aparece Anno Domini MCMXXI, hasta 1935, cuando empieza a escribir Réquiem, Ajmátova vive una época de inactividad literaria en la que confluyen tanto razones de índole estética –reiteración y progresivo agotamiento del mundo de su poesía juvenil–, como de orden político –con la creciente represión que sufre el país.
La evolución posterior de la poesía de Ajmátova estará en gran medida determinada por la irrupción de la Historia en la vida personal de la mujer. Habiendo visto naufragar su matrimonio y obtenido el divorcio en 1918, apenas seis años después del nacimiento de su único hijo: León Gumielev, durante la hambruna desatada por la Revolución de Octubre, Ana gana su ración trabajando como bibliotecaria en el Instituto de Agronomía de Petrogrado, sin dejar de asistir junto con Mandelstam a la Academia de Artes para ofrecer recitales de poesía en beneficio de los heridos. Después de publicar su tercer volumen de versos, sufre la violenta pérdida de su ex-esposo en 1921, fusilado por los bolcheviques tras haber sido condenado por participar en una conspiración en contra del nuevo régimen. Este acontecimiento pesará como un estigma sobre Ajmátova y su hijo hasta el fin de sus días.
Más tarde Ajmátova se casó con el prominente asiriólogo Vladímir Shileiko (1918-1922) y poco después con el historiador de arte Nikolái Punin (1922-1938). Borís Pasternak estuvo enamorado de ella, pero Anna rechazó su proposición.
Recuerdo de Nicolás Punin
Y aquel corazón tampoco responderá
a mi voz, a su alegría o aflición despierta.
Todo terminó… Y mi canción resonará
donde ya nada queda de ti, en la noche desierta.
Anna de todas las Rusias. Anna, la resistencia. La que permaneció y vio y envejeció al ritmo desolador de la historia de los suyos. Ajmátova agigantó su vida política, literaria y amorosa entrelazada con el pulso de la historia misma. Lo personal, lo político y lo místico. Así, su grandeza es la de un héroe trágico que lucha contra un destino con solo el arma de su expresión.
El Comité Central del Partido Comunista dicta desde 1925 “instrucciones especiales” para que no se publique ni un verso más de Anna Ajmátova. A lo largo de diez años, su silencio será casi total, hasta que, en 1935, su hijo sea arrestado durante la ola represiva que levantó el asesinato de Kirov. En apariencia, el apellido de Gumielev había sido razón suficiente para pronunciar la acusación en contra del muchacho. Una vez transcurrido su primer invierno bélico en el sitio de Leningrado, Ajmátova debe ser evacuada a un distante lugar del Asia Central, donde pasa varios años al lado de la viuda de Mandelstam. Hacia el final de la sangrienta Segunda Guerra finca de nuevo su residencia en Leningrado, dispuesta a resarcirse como escritora.
En 1944 pudo regresar con su hijo a Leningrado, ciudad devastada tras el asedio alemán. Allí comenzó a ganarse la vida traduciendo a Leopardi y publicando ensayos, entre los que destacan los brillantes ensayos de Aleksandr Pushkin, en periódicos escolares. Todos sus amigos emigraron o fueron represaliados. En 1945 el joven intelectual británico Isaiah Berlin quiso visitarla antes de regresar a Londres. Ese encuentro se prolongó durante veinte horas, durante las que Anna le leyó sus poemas y se sinceró con él. Pero esto tuvo trágicas consecuencias ya que su hijo volvió a ser encarcelado durante diez años.
Ajmátova quema en una estufa su vasta obra inédita. Años más tarde tratará de reconstruirla parcialmente, habiéndose perdido para siempre una obra de teatro dirigida contra el régimen stalinista. El 4 de septiembre de 1946, Ajmátova y Mijaíl Zóschenko fueron expulsados de la Unión de Escritores Soviéticos lo que conllevaba la prohibición de la publicación de sus obras y la denegación de las cartillas de racionamiento en un Leningrado devastado por la recién acabada guerra.
El signo de la poesía de Anna Ajmátova es el de la transparencia. Se explica por sí misma. Elabora un conmovedor testamento para las generaciones posteriores que, como Anna creía firmemente, nunca dejarán de amar la poesía, aun en los tiempos más difíciles.
Jamás busqué refugio bajo un cielo extranjero,
ni amparo procuré bajo alas extrañas.
Junto a mi pueblo permanecí estos años,
donde la gente padeció su desdicha.
En 1957 escribió un texto que hoy abre el Réquiem, “A manera de prólogo”, que dice así:
Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puertas de la cárcel, en Leningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer –los labios morados de frío– que nunca había oído mi nombre salió del acorchamiento en el que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurros):
–¿Y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
–Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.
Los versos que abren Réquiem, añadidos en 1961, señalan el marco vital –«no me amparaba ningún cielo extranjero»– de quien ha optado por renunciar al exilio, permaneciendo en un país que le niega la libertad, la posibilidad incluso de escribir y que quita la vida a muchos de los suyos. Gumiliov, su primer marido, fue fusilado; Lev Gumiliov, su único hijo, pasó largos periodos en la cárcel y años en los campos de trabajo, y Ajmátova temió fundadamente por su vida; también el historiador del arte Nikolái Punin, su pareja en los años treinta, fue arrestado; su amigo Mandelshtam muere asimismo en los campos… La obertura del Réquiem enmarca el poema en su dimensión ética y política: «Estaba entonces entre mi pueblo / y con él compartía su desgracia».
Se trata de un intenso poema lírico, un profundo lamento que expresa tanto el dolor personal como el dolor colectivo (el de cuantos con ella vivieron la tragedia de la muerte de los suyos y experimentaron la incertidumbre, la desdicha y la humillación); pero Réquiem es también un deslumbrante ejercicio de poder, de potencia ética y estética. Las catorce piezas que componen el poema son asimismo catorce estaciones de un via crucis. Sufrimiento y misterio: el sufrimiento de un pueblo bajo la opresión política, el de una persona humillada, arrojada a la exclusión y a la miseria cuando su manera de entender la vida y el arte no coincide con la oficial, injustamente acusada, y sola; alguien de quien los demás huyen –especialmente si ella o sus familiares han sido ejecutados, encarcelados o deportados– como de la peste. El sufrimiento físico, espiritual, moral; lo incomprensible, la opacidad áspera, impenetrable, del sufrimiento.
La obra en ruso apareció finalmente en forma de libro en Múnich en 1963; la obra completa no se publicó en la URSS hasta 1987. Consta de diez poemas numerados que examinan una serie de estados emocionales, explorando el sufrimiento, la desesperación, la devoción, más que una narrativa clara. Los temas bíblicos, como la crucifixión de Cristo y la devastación de María, Madre de Jesús, y María Magdelena, reflejan la devastación de Rusia.
Encuentro con el pintor Modigliani.
“Congeniamos”, le dice a la rusa un maravillado Modigliani, que la plasmaría en 16 dibujos, entre desnudos y retratos.
“Sólo usted puede hacerlo: ahuyentar mi desconfianza, hacerme comprender la confusión que me agita”, dijo Modigliani a Ajmátova.
Modigliani, que había llegado a la capital del Sena en 1906 soñando ser artista, malvivía vendiendo retratos rápidos hechos a lápiz mientras se obstinaba en pintar y esculpir. Ajmátova, que alimentaba ferozmente el sueño de ser poeta, llegó en su luna de miel con su marido, el poeta acmeísta Nikolái Gumiliov.
“Usted se quedó en mí como una obsesión”, le escribe Modigliani. Y ella le responde: “Su voz se ha quedado grabada en mi memoria para siempre”.
Un año después Anna volvió sola a París para reunirse con él y allí vivieron una pasión intensamente breve. Él tenía 26 años y empezaba a ser conocido, ella tenía 21 y ya escribía poesía. Durante esos meses fueron danzantes bailarines que se reían de la lluvia. “Su rostro borró todos los demás”, le diría él.
Sin embargo, Ajmátova tuvo que volver a Rusia y con los ecos de la guerra y la revolución resonando en el continente, jamás volvería a ver al artista. Años después, en 1958, Ajmátova escribió: “mirar atrás es un crimen que hay que cometer sin fanfarrias y, sobre todo, sin testigos”. Aunque muchos se perdieron en los años oscuros del país soviético, Anna guardó hasta sus últimos días uno de los retratos que le hizo Modigliani, que incluirá en su obra La carrera del tiempo de 1965 (un año antes de su muerte), la primera que pudo publicar al derogarse el veto de Stalin.
Sus ensayos sobre Pushkin y Poema sin héroe, su obra más larga, sólo se publicaron después de su muerte. Este largo poema, compuesto entre 1940 y 1965, suele ser considerado por la crítica como su mejor obra y también como uno de los mejores poemas del siglo XX.
Poema sin héroe es un texto, dentro de la producción de la autora, de otra categoría. Es un poema extenso en el que estuvo trabajando durante veintidós años, desde 1940 a 1962, tiene una concepción polifónica y la intención de ser un fresco de la historia de Rusia del siglo XX, a la misma vez que la huella del recorrido personal de la poeta. En él van apareciendo sus amigos y contemporáneos, y también sus propios desdoblamientos. Tiene la atmósfera de un baile de carnaval poblado de fantasmas. Poema sin héroe es una compleja composición en que el tiempo de Ajmátova y su memoria, merced a la potencia de su recreación imaginativa, se presenta ante nosotros.
Con un leve hilo narrativo (los desdichados amores de un joven poeta que acabará suicidándose por el desdén de su seductora amada. El poema se articula en torno a tres fechas clave: la primera es la fiesta de fin de año de 1913 en Petersburgo, es decir, un momento aún de inconsciencia, previo a la primera guerra mundial y a la Revolución, momento también esplendoroso de la juventud de la autora y de la vida artística y bohemia de la ciudad.
La segunda fecha es 1940, año en que se data la primera dedicatoria y que se inscribe en los versos memorables de «Introducción» al poema:
DESDE EL AÑO CUARENTA,
COMO DESDE UNA TORRE, TODO LO CONTEMPLO.
COMO SI OTRA VEZ ME DESPIDIERA
DE LO QUE YA HACE TIEMPO ABANDONÉ,
COMO SI ME SANTIGUARA
Y DESCENDIERA A OSCURAS CRIPTAS.
1942 es la tercera fecha, en la que Ajmátova desde Tashkent, en Asia central, reconstruye el terrible asedio al que los ejércitos alemanes sometieron Leningrado. Ajmátova rememora el largo desplazamiento de los que como ella han sido evacuados, que coincide en parte con el de quienes –a causa del asedio interior– fueron deportados a los campos de Siberia.
Anna Ajmátova dedicó este poema “a la memoria de sus primeros oyentes; a los amigos y compatriotas que murieron durante el sitio de Leningrado”.
La grandeza de Ajmátova es la grandeza de un héroe trágico en lucha con un destino al que sólo cabe oponer como virtud la fuerza de la expresión. El proceso de evolución de su poesía ejemplifica, trasluce la progresiva auto-conciencia de la autora como modeloo mito de la época; su destino –trágico– es el destino trágico de la época.
Anna Ajmátova tuvo el don y el resistir, oír arañar el tiempo. No le puso fin, observó la vida, la fue viendo venir, la fue viendo pasar. Su dignidad fue la vida, acompañar a sus compatriotas, escritores, mujeres a las puertas de las cárceles, gentes anónimas que compartían imágenes de sus recuerdos.
En 1962, Ajmátova estuvo propuesta al Premio Nobel de Literatura, pero no lo consiguió.
En 1964, en honor a su 75 cumpleaños, se realizaron nuevos estudios y se publicaron nuevas recopilaciones de sus versos. Ese mismo año viajó a Taormina (Italia), donde recibió el Premio Internacional de Poesía y en 1965 fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Oxford. Viajó a Gran Bretaña con escala en París y se publicó en Moscú El correr del tiempo (1909-1965), un balance incompleto (y censurado) de su obra.
Sus últimas piezas, compuestas en ritmo y sentido neoclásico, parecen ser la voz que reflejaba lo mucho que había vivido. Durante su estancia en Komarovo fue visitada por Joseph Brodsky y otros jóvenes poetas, que perpetuaron las tradiciones de Ajmátova en la poesía de San Petersburgo en el siglo XXI. También tradujo las obras completas de Rabindranath Tagore en ocho volúmenes, al ruso.
El 5 de marzo de 1966 Anna murió, a los 77 años, de un infarto en un sanatorio de las afueras de Moscú y fue enterrada en Komarovo. Su obra, traducida a un sinnúmero de lenguas, solo apareció íntegra en Rusia en 1990.
No quedó en el olvido Anna Ajmátova
AGAZAPADA TRAS LA PUERTA
Agazapada tras la puerta
La astuta luna observó
Cómo mi gloria póstuma
Aquella tarde cambié.
Me van a olvidar ahora,
Los libros se pudrirán.
Ni una calle, ni una estrofa
Ajmátova llamarán.
OBRAS DE ANNA AJMÁTOVA
- La tarde (1912)
- Junto al mar (1914)
- El rosario (1914)
- La bandera blandera blanca (1917)
- El llantén (1921)
- Anno Domino MLMXXI
- Trianon ruso (1923 – 1941)
- Nones (1936 – 1946)
- El correr del tiempo (1909 – 1965)
- Réquiem (1940)
- Sauce (1940)
- Poema sin héroe (1962)
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
- https://www.poemas-del-alma.com/ana-ajmatova.htm
- https://materialdelectura.unam.mx/images/stories/pdf5/ana-ajmatova.pdf
- https://www.danieljrodriguez.es/biblioteca/4-poemas-de-anna-ajmatova/
- https://ciudadseva.com/autor/anna-ajmatova/poemas/
- https://esteros.org/2021/04/07/anna-ajmatova-por-mi-boca-gritan-muchas-gentes/
- http://amediavoz.com/ajmatova.htm
- https://es.wikipedia.org/wiki/Anna_Ajm%C3%A1tova
- https://letraslibres.com/revista/anna-ajmatova-anna-de-todas-las-rusias/
- https://casadelacultura.gob.ec/wp-content/uploads/2020/11/casapalabras43.pdf
- https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/9788417355647.pdf
- Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva. El canto y la ceniza antología poética. Selección y traducción de Monika Zgustova y Olvido García Valdés. Editorial Galaxia Gutenberg
- Anna Ajmátova BREVE ANTOLOGÍA. Selecciones, versiones y nota introductoria de Kyra Galván. UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
- Colección antológica de poesía social. entre los poetas míos… Anna Ajmátova. Biblioteca Virtual Omegalfa
- Réquiem y otros poemas. Anna Ajmátova. Muestrario de Poesía 26
- https://roscuba.ru/images/pdf/ajmatova_ana_requiem_y_otros_poemas.pdf
SELECCIÓN DE POEMAS DE ANNA AJMÁTOVA
ME RETORCÍA LAS MANOS
Me retorcía las manos bajo mi oscuro velo.
—¿Por qué estás pálida, qué te intranquiliza?
—Porque hice de mi amado un borracho
con una recóndita tristeza.
Nunca lo olvidaré. Salió tambaleándose:
su boca torcida, desolada…
Corrí por las escaleras, sin tocar los barandales.
tras él, hasta la puerta.
Y le grité, conmocionada: —Todo lo decía
en broma, no me dejes, o moriré de pena.
Me sonrió, terriblemente despacio
y exclamó: —¿Por qué no te quitas de la lluvia?
(Kiev, 1911)
TODO ME HA SIDO ARREBATADO
Todo me ha sido arrebatado: el amor y la fuerza.
Mi cuerpo, precipitado dentro de una ciudad que detesto,
no se alegra ni con el sol. Siento que mi sangre
congelada está.
Burlada estoy por el ánimo de la Musa
que me observa y nada dice,
descansando su cabeza de oscuros rizos,
exhausta, sobre mi pecho.
Sólo la Conciencia, más terrible cada día,
enfurecida, exige cuantioso tributo.
Y para responder, me cubro el rostro con las manos,
porque he agotado mis lágrimas y mis excusas.
(Sebastopol, octubre de 1916)
AHORA YA NADIE QUERRÁ ESCUCHAR CANCIONES
Ahora ya nadie querrá escuchar canciones.
Los amargos días profetizados llegan desde la colina.
Te lo digo, canción, el mundo ya no tiene maravillas;
no destroces mi corazón, aprende a estarte quieta.
No hace mucho, libre como cualquier golondrina,
luchabas; felizmente contra las mañanas, desafiando sus peligros.
Ahora vagarás como un mendigo hambriento,
llamando desesperada a la puerta de los extraños.
(1917)
TODO HA SIDO SAQUEADO
Todo ha sido saqueado, traicionado, vendido.
Las grandes alas negras de la muerte rasgan el aire,
la Miseria roe hasta los huesos.
¿Cómo, entonces, no desesperarse?
Durante el día, desde cercanos bosques,
las cerezas llevan el verano a la ciudad.
Por la noche, los profundos cielos transparentes
brillan con galaxias nuevas.
Y lo milagroso se acerca inminente
a las sucias casas en ruinas—
algo que de hecho nadie conoce,
aunque salvaje en nuestro pecho por siglos.
(1921)
NO SOY DE ESOS QUE ABANDONARON LA TIERRA
No soy de esos que abandonaron la tierra
a merced de los enemigos.
Sus halagos me dejan fría,
mis canciones no son para que las alaben ellos.
Pero me dan lástima los exiliados.
Como el de un desertor, como el de un muerto a medias,
oscuro es tu camino, vagabundo;
la amargura infecta tu pan extranjero.
Pero aquí, en la penumbra de la conflagración,
cuando apenas queda un amigo por conocer,
nosotros los sobrevivientes no desistimos
ante nada, ante un solo golpe.
De seguro el cómputo se hará
después de que pase esta nube,
somos gente sin lágrimas,
más rectos que ustedes… más orgullosos.
(1922)
PARA MUCHOS
Soy vuestra voz, calor de vuestro aliento,
el reflejo de todos vuestros rostros,
es inútil el batir del ala inútil:
estaré con vosotros hasta el mismo final.
Y por eso me amáis ávidamente,
con todos mis pecados y flaquezas,
y por eso me entregasteis sin mirar
al mejor de todos vuestros hijos,
y por eso no me preguntasteis
por ese hijo ni una sola vez,
y llenasteis con el humo de alabanzas
mi casa ya vacía para siempre.
Y dicen que más estrechamente ya no es posible unirse
Y que más irreversiblemente ya no se puede amar…
Como la sombra quiere separarse del cuerpo,
como la carne quiere separarse del alma,
así deseo yo que me olvidéis vosotros.
(Traducción de María Teresa León)
UNOS VAN POR UN SENDERO RECTO
Unos van por un sendero recto,
otros caminan en círculo,
añoran el regreso a la casa paterna
y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
llevo conmigo el infortunio,
voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
como un tren sobre el abismo.
(Versión de Jorge Bustamante García)
CUANDO ESCUCHES EL TRUENO ME RECORDARÁS
Cuando escuches el trueno me recordarás
y tal vez pienses que amaba la tormenta…
El rayado del cielo se verá fuertemente carmesí
y el corazón, como entonces, estará en el fuego.
Esto sucederá un día en Moscú
cuando abandone la ciudad para siempre
y me precipite hacia el puerto deseado
dejando entre ustedes apenas mi sombra.
LA TIERRA NATAL
No la llevamos en oscuros amuletos,
ni escribimos arrebatados suspiros sobre ella,
no perturba nuestro amargo sueño,
ni nos parece el paraíso prometido.
En nuestra alma no la convertimos
en objeto que se compra o se vende,
por ella, enfermos, indigentes, errantes
ni siquiera la recordamos.
Sí, para nosotros es tierra en los zapatos.
Sí, para nosotros es piedra entre los dientes.
Y molemos, arrancamos, aplastamos
esa tierra que con nada se mezcla.
Pero en ella yacemos y somos ella,
y por eso, dichosos, la llamamos nuestra.
(Versión de María Fernanda Palacio)
LA MUJER DE LOT
Pero la mujer de Lot miró hacia atrás
y se convirtió en una columna de sal.
Génesis
Y el hombre justo acompañó al luminoso agente de Dios
por una montaña negra, siguiendo su huella,
mientras una voz incansable acosaba a la mujer:
—No es demasiado tarde, aun puedes mirar hacia atrás.
Hacia las torres rojas de tu Sodoma nativa,
al patio donde una vez cantaste, al pabellón para hilar,
a las ventanas de la enorme casa
donde la descendencia santificó tu lecho conyugal.
Una sola mirada: súbita punzada de dolor
en sus ojos, antes de poder emitir cualquier sonido.
Su cuerpo se derritió en sal transparente
y sus ligeras piernas claváronse en la tierra.
¿Quién penará por esta mujer? ¿No le resulta
de sobra insignificante a nuestra incumbencia?
Incluso así, nunca la negaré en mi corazón,
ella que murió porque eligió volverse.
(1922-24)
De: «Anno domini»- Berlín, 1923 Recogido en la antología: «Réquiem y otros poemas»
RÉQUIEM
1935-1940
Ningún cielo extranjero me protegía,
ningún ala extraña escudaba mi rostro,
me erigí como testigo de un destino común,
superviviente de ese tiempo, de ese lugar.
DEDICATORIA
Un dolor semejante podría mover montañas,
e invertir el curso de las aguas,
pero no puede hacer saltar estos potentes cerrojos
que nos impiden la entrada a las celdas
atestadas de condenados a muerte…
Para algunos puede soplar el viento fresco,
para otros la luz solar se desvanece en el ocio,
pero nosotras, asociadas en nuestro espanto,
sólo escuchamos el chirriar de las llaves
y las pisadas de las recias botas de la soldadesca.
Como si nos levantáramos para misa primera,
día a día recorríamos el desierto,
andando la calle silenciosa y la plaza,
para congregarnos, más muertas que vivas.
El sol había declinado, el Neva se había opacado
y la esperanza cantaba siempre a lo lejos.
¿Que sentencia se dictó?… Ese gemido,
ese repentino fluir de lágrimas femeninas,
señala a una distinguiéndola del resto,
como si la hubieran derribado,
arrancándole el corazón del pecho.
Entonces déjenla ir, trastabillando, a solas.
¿En dónde estarán ahora mis innombrables amigas
de aquellos dos años de estadía en el infierno?
¿Qué espectros se burlan de ellas ahora, en medio
de la furia de las nieves siberianas,
o en el círculo nublado de la luna?
¡A ellas les lloro, Hola y Adiós!
(Marzo de 1940)
PRÓLOGO
Era aquella una época en que sólo los muertos
podían sonreír, liberados de las guerras;
y el emblema, el alma de Leningrado,
pendía afuera de su casa-prisión;
y los ejércitos de cautivos, pastoreados en los patios ferroviarios,
se evadían de la canción entonada por el silbato de la máquina,
cuyo refrán iba así: ¡Váyanse parias!
Las estrellas de la muerte pendían sobre nosotros.
Y Rusia, la inocente, la amada, se contorsionaba
bajo las huellas de botas manchadas de sangre,
bajo las ruedas de las Marías Negras.
1
Llegaron al amanecer y te llevaron consigo.
Ustedes fueron mi muerte: yo caminaba detrás.
En el cuarto oscuro gritaban los niños,
la vela bendita jadeaba.
Tus labios estaban fríos de besar los iconos,
el sudor perlaba tu frente: ¡Aquellas flores mortales!
Como las esposas de las huestes de Pedro el Grande me pararé
en la Plaza Roja y aullaré bajo las torres del Kremlin.
(1935)
2
Apaciblemente fluye el Don Apacible;
hasta mi casa se escurre la luna amarilla.
Brinca el alféizar con su gorra torcida
y se detiene en la sombra, esa luna amarilla.
Esta mujer está enferma hasta la médula,
esta mujer está completamente sola,
con el marido muerto, y el hijo distante
en prisión. Rueguen por mí. Rueguen.
3
No, no es la mía: es la herida de otra gente.
Yo nunca la hubiera soportado. Por eso,
llévense todo lo que ocurrió, escóndanlo, entiérrenlo.
Retiren las lámparas…
Noche.
4
Ellos debieron haberte mostrado —burlona,
delicia de tus amigos, ladrona de corazones,
la niña más traviesa del pueblo de Pushkin—
esta fotografía de tus años aciagos,
de cómo te colocas junto a un muro hostil,
entre trescientos andrajosos en fila,
tomando una porción de tu mano
y el hielo del Año Nuevo reducido a brasa por tus lágrimas.
¡Vean el chopo de la prisión doblegándose!
Ningún ruido. Ni un ruido. Aun así, cuántas
vidas inocentes se están terminando.
5
Durante diecisiete meses he gritado
llamándote al redil.
Me arrojé a los pies del verdugo.
Eres mi hijo, convertido en espectro.
La confusión se apodera del mundo
y carezco de fuerzas para distinguir
entre una bestia y un ser humano,
o en qué día se deletrea la palabra ¡matar!
Nada queda, salvo flores polvosas,
un tintineante incensario y huellas
que conducen a ninguna parte. Noche de piedra,
cuya brillante y gigantesca estrella
me mira fijamente a los ojos,
prometiéndome la muerte. ¡Ay, pronto!
6
Las semanas escapan de la mente,
dudo que haya sucedido:
cómo dentro de tu prisión, pequeño,
las noches blancas se paralizaron en llamas:
y todavía, mientras tomo aliento,
ellos posan sus ojos de buitre
sobre lo que la gran cruz les muestra:
este cuerpo de tu muerte.
7
LA SENTENCIA
La palabra cayó como una piedra
en mi pecho viviente.
Lo confieso: estaba preparada
y de algún modo lista para la prueba.
Tanto que hacer el día de hoy:
matar la memoria, asesinar el dolor,
convertir el corazón en roca
y todavía disponerse a vivir de nuevo.
No hay silencio. El festín del cálido verano
trae rumores de juerga.
¿Desde hace cuánto adivinaba yo
este día radiante, esta casa vacía?
8
A LA MUERTE
Vendrás de todos modos. ¿Por qué no ahora?
Cuánto he esperado. Vienen los malos tiempos.
He apagado la luz y abierto la puerta
para ti, porque eres mágica y sencilla.
Asume, por tanto, la forma que más te plazca,
apunta y dispárame un tiro envenenado,
o estrangúlame como un eficiente asesino,
o bien inféctame —el tifo sería mi suerte—,
o irrumpe del cuento de hadas que escribiste,
aquel que estamos cansados de oír día y noche,
en el que los guardias azules trepan las escaleras
guiados por el conserje, pálido de miedo.
Todo me da lo mismo. El Yenisei se arremolina,
la Estrella del Norte cintila como cintilará siempre,
y el destello azul de los ojos de mi amado
está oscurecido por el horror final.
9
Ya la locura levanta su ala
para cubrir la mitad de mi alma.
¡Ese sabor del vino hipnótico!
¡Tentación del oscuro valle!
Ahora todo está claro.
Admito mi derrota. El lenguaje
de mis delirios en mi oído
es el lenguaje de un extranjero.
Inútil caer de rodillas
e implorar piedad.
Nada que cuente, excepto mi vida,
es mío para llevármelo:
no los ojos terribles de mi hijo,
no la cincelada flor pétrea
del dolor, no el día de la tormenta,
no la tribulación en la hora de visita,
no la querida frialdad de sus manos,
no la sombra agitada en los árboles de lima,
no el fino canto del grillo
en la consoladora palabra de la partida.
(Mayo 4 de 1940)
EPÍLOGO
I
He entendido cómo los rostros se vuelven huesos,
cómo acecha el terror debajo de los párpados,
cómo el sufrimiento inscribe sobre las mejillas
las duras líneas de sus textos cuneiformes,
cómo los lucientes rizos negros o los rubios cenizos
se vuelven plata deslustrada de la noche a la mañana,
cómo las sonrisas se esfuman de los labios sumisos,
y el miedo tiembla con una risita entre dientes.
Y no sólo ruego por mí,
sino por todos los que permanecieron afuera de la prisión
conmigo en el amargo frío o en el ardiente verano
debajo de este insensato muro rojo.
II
Con el año nuevo regresa la hora del recuerdo.
Te veo, te oigo, te escucho dibujando cerca:
a aquel que tratamos de auxiliar en la caseta del centinela
y que ya no camina sobre esta preciosa tierra,
y aquélla que agitaría su bella melena
y exclamaría: es como volver al hogar.
Quiero enunciar los nombres de aquella muchedumbre,
pero se llevaron la lista y ahora está perdida.
Les he tejido una vestimenta hecha
de palabras pobres, las que alcancé a oír,
y me asiré con firmeza a cada palabra y a cada mirada
todos los días de mi vida, incluso en mi nueva desgracia,
y si una mordaza cegara mi boca torturada,
por la que gritan cien millones de gentes,
entonces déjenlos rezar por mí, como yo rezo
por ellos en esta víspera del día de mis recuerdos.
Y si mi patria alguna vez consiente
en fundir un monumento en mi nombre,
estaré orgullosa de que se honre mi memoria,
pero sólo si el monumento no se coloca
cerca del mar donde mis ojos se abrieron por vez primera
—mi último lazo con él hace mucho está disuelto—
tampoco en el jardín del Zar, cerca del tocón sagrado,
donde una sombra adolorida acecha la tibieza de mi cuerpo,
sino aquí, donde soporté trescientas horas
de fila ante las implacables barras de hierro.
Porque aun en la muerte venturosa tengo miedo
de olvidar el clamor de las Marías Negras,
de olvidar el chirrido de esa odiosa puerta
y a la vieja aullando como bestia herida.
Y desde mis inmóviles cuencas de bronce,
la nieve se derretirá como lágrimas, goteando lentamente,
y una paloma arrullará en alguna parte, una y otra vez,
mientras los barcos navegan suavemente sobre el caudaloso Neva.
(Marzo 1940)
ESTA ÉPOCA CRUEL ME HA DESVIADO
Esta época cruel me ha desviado
como a un río fuera de su curso.
Desviada de las riberas familiares,
mi cambiante vida fluyó
a un canal hermano.
Cuántos espectáculos me perdí:
el telón alzándose sin mí
y cayendo también. Cuántos amigos
que nunca tuve oportunidad de conocer.
Aquí, en la única ciudad que puedo llamar mía,
donde caminaría dormida sin perderme,
cuántos cielos extranjeros pude soñar
que no rendirían testimonio a través de mis lágrimas.
¡Y cuántos versos fui incapaz de escribir!
Sus coros secretos me acechan
muy de cerca. Un día, acaso,
me estrangularán.
Sé los comienzos y también los finales
y la vida-en-la-muerte y alguna otra cosa
que mejor será no recordar ahora.
Cierta mujer
ha usurpado mi sitio
y usa mi verdadero nombre,
dejándome sólo un apodo
con el que he procedido lo mejor que he podido.
La tumba a la que vaya no será la mía.
Pero si pudiera salir de mí misma,
y contemplar a la persona que soy,
sabría, por fin, qué es la envidia.
(Leningrado, 1944)
EPIGRAMA
¿Hubiera podido Beatriz escribir como Dante,
o Laura glorificar las penas de amor?
Yo instauro el estilo para el verbo de la mujer.
¡Dios me ayude a callarlas de nuevo!
(1960)
A LA CIUDAD DE PUSHKIN
1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
más a lo lejos verdecía el parque…
La aurora más rosada que ella misma
fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
a primer beso…
2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres,
pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo.
¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte
y en los días violentos olvidé el fluir de los años.
¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte,
yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló.
19 DE JULIO DE 1914
Envejecimos cien años
aunque esto sucedió sólo en una hora.
Se terminaba ya el corto verano;
humeaban las llanuras labradas.
De repente se abigarró el camino quieto;
voló el llanto como un toque de plata.
Cubriéndome el rostro supliqué a Dios
que me matase antes de la primera batalla.
Desaparecieron las sombras de goces y pasiones
de la memoria, como una carga inútil.
Y una vez vacía, el Señor le ordenó
convertirse en un libro de noticias terribles.
Traducc. de Vera Vinogádova
EN 1940 (FRAGMENTO)
I
Ni un salmo se oye
en el entierro de una época.
Pronto, ortigas y cardos
decorarán la escena.
Las únicas manos diligentes
son las de los sepultureros: ¡rápido! ¡rápido!
Y hay tanto silencio, Señor, tanto,
que puedes oír pasar el tiempo.
Algún día emergerá de nuevo
como un cadáver en un manantial;
pero ninguna madre lo reclamará,
y sus nietos, enfermos del corazón,
volverán la espalda.
Cabezas afligidas…
La luna balanceándose como un péndulo…
Y ahora, sobre el París desahuciado, ese silencio cae.
Fuente: Muestrario de poesía, 26: Anna Ajmátova
HAY EN LA INTIMIDAD UN LÍMITE SAGRADO…
Hay en la intimidad un límite sagrado
Que trasponer no puede aún la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.
Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?
Versión de María Teresa León
SONETO DE ESTÍO
Más que yo vivirá lo que aquí vive,
Hasta los nidos de los estorninos,
Y este aire migratorio que cruzó,
Aire primaveral, la mar en vuelo.
La voz eternidad de allá nos llama,
Del más allá con su invencible fuerza,
Y por encima del cerezo en flor,
La luz lunar menguando se derrama.
Parece que blanquea sin estorbo,
A través de las verdes espesuras,
La senda que no digo adónde lleva…
Allí hay más claridad entre los troncos
Y todo se asemeja a la arboleda
Que circunda el estanque en Tsárkoie Seló.
Versión de María Teresa León
SÓTANO DEL RECUERDO
Es pura tontería que vivo entristecida
Y que estoy por el recuerdo torturada.
No soy yo asidua invitada en su guarida
Y allí me siento trastornada.
Cuando con el farol al sótano desciendo,
Me parece que de nuevo un sordo hundimiento
Retumba en la estrecha escalera empinada.
Humea el farol. Regresar no consigo
Y sé que voy allí donde está el enemigo.
Y pediré benevolencia… pero allí ahora
Todo está oscuro y callado. ¡Mi fiesta se acabó!
Hace treinta año se acompañaba a la señora,
Hace treinta que el pícaro de viejo murió…
He llegado tarde. ¡Qué mala fortuna!
Ya no puedo lucirme en parte alguna,
Pero rozo de las paredes las pinturas
Y me caliento en la chimenea. ¡Qué maravilla!
A través del moho, la ceniza y la negrura
Dos esmeraldas grises brillan
Y el gato maúlla. ¡Vamos a casa, criatura!
¿Pero dónde es mi casa y dónde mi cordura?
TAL VEZ MUCHAS COSAS QUIERAN AÚN
Tal vez muchas cosas quieran aún
ser cantadas por mi voz:
lo que retumba en el silencio,
o lo que emana de la roca en la oscuridad profunda de la tierra,
o tal vez lo que en el humo se revela.
Todavía no he aclarado mis cuentas
con el fuego, ni con el viento, ni con el agua…
Pero muy pronto este sopor
me abrirá las puertas de par en par
llevándome tras una estrella matutina.
Ciclo Secretos del oficio, 1936-1960. Traducción: Belén Ojeda.
VALOR
Sabemos que el presente está en la balanza
y que se cumplirá.
La hora del valor marcan nuestros relojes
y él no nos abandonará.
No es terrible morir bajo las balas,
ni amargo el desangrarse.
Pero te conservaremos, lengua rusa,
gran palabra rusa.
¡Libre y limpia te llevaremos,
para entregarte a nuestros muertos,
para siempre librándote
del cautiverio!
HAY EN LA INTIMIDAD UN LÍMITE SAGRADO…
Hay en la intimidad un límite sagrado
Que trasponer no puede aun la pasión más loca
Siquiera si el amor el corazón desgarra
Y en medio del silencio se funden nuestras bocas.
La amistad nada puede, nada pueden los años
De vuelos elevados, de llameante dicha,
Cuando es el alma libre y no la vence
La dulce languidez del goce y la lascivia.
Pretenden alcanzarlo mentes enajenadas,
Y a quienes lo trasponen los colma la tristeza.
¿Comprendes tú ahora por qué mi corazón
No late a ritmo debajo de tu diestra?
QUE AL SUR A GOZAR SE VAYAN, DIGO…
¡De nuevo estás conmigo,
otoño, amigo mío!
Inocente Annenski
Que al sur a gozar se vayan, digo,
y se tumben en jardines soleados.
Aquí es puro norte – y como amigo
al otoño este año he tomado.
Vivo como en casa extraña, soñada,
donde puede ser que ya haya muerto,
donde el espejo en la tarde cansada
para sí mismo guarda algo incierto.
Voy bajo negros abetos achaparrados.
Es aquí el brezo semejante al viento
y como un viejo cuchillo mellado
de la luna brilla el trozo macilento.
Aquí feliz al recuerdo di fama
del no-encuentro contigo vespertino.
La fría, limpia, ligera llama
de mi victoria sobre el destino..
ÚLTIMO BRINDIS
Bebo por la casa destruida,
por la vida terrible,
por la soledad entre los dos
y por ti yo bebo.
Por la mentira de los labios traicioneros,
por el frío mortal de los ojos,
por el mundo brutal y tosco,
por lo que Dios no salvó.
AGAZAPADA TRAS LA PUERTA
Agazapada tras la puerta
La astuta luna observó
Cómo mi gloria póstuma
Aquella tarde cambié.
Me van a olvidar ahora,
Los libros se pudrirán.
Ni una calle, ni una estrofa
Ajmátova llamarán.
ALGUNOS DÍAS PARECEN ACCIDENTES
Algunos días son como accidentes,
y a sus tardes tediosas les sucede
una niebla que cubre mi alma oscura;
insomnios donde encuentro mis ojos deleznables
y escribo, poseído, poemas deletéreos
donde digo que el aire se vuelve venenoso.
Hay días que se quedan vacíos como un vaso.
Y noches que retomo la mano que está libre
y sueño que terminas la herida, que has abierto.
Hay días donde el tiempo se vuelve irrevocable
y noches donde cierro los ojos y oigo piedras,
que en el pozo interior de mi alma se hunden.
PARA QUÉ TE FINGES VIENTO…
¿Para qué te finges viento,
piedra, pájaro?
¿Para qué me sonríes desde el cielo
como un relámpago inesperado?
¡No me atormentes más, no me toques!
Déjame ir hacia las sabias preocupaciones.
El fuego ebrio deambula
por ciénagas grises y secas.
Y la Musa con pañuelo raído
canta larga y melancólicamente.
En la tristeza severa y joven
está su fuerza milagrosa.
CINQUE
Autant que toi sans doute, il te sera fidéle.
Et constant jusqu’a la mort.
Baudelaire
Como en la punta de una nube
yo recuerdo tu discurso.
Y para ti, gracias al mío,
las noches fueron más claras que los días.
Así, arrojados de la tierra,
íbamos en lo alto, como estrellas.
Ni desolación, ni vergüenza,
ni ahora, ni después, ni entonces.
Mas, de lo vivo y verdadero,
tú escuchas cómo te llamo.
Y no tendré ya fuerzas para tirar
aquella puerta que entreabriste.
26 de noviembre de 1945
POR QUÉ ENVENENARON EL AGUA
¿Por qué envenenaron el agua
y enlodaron mi pan?
¿Por qué la última libertad
la han convertido en madriguera?
¿Acaso porque no me burlé
de la amarga muerte de mis amigos?
¿O porque fui siempre fiel a mi triste patria?
Que así sea.
Sin verdugo y sin cadalso
no se es poeta en esta tierra.
Son para nosotros las camisas de penitente.
El caminar con velas y el aullar.
1935
EN ALGÚN LUGAR HAY UNA VIDA SIMPLE Y UNA LUZ
PERO en algún lugar hay una vida simple y una luz
transparente, cálida y alegre.
Allí, con una muchacha sobre el cercado vecino,
bajo la noche hablar, y dejar que las abejas escuchen
sólo las más tiernas de todas las palabras.
Sin embargo, vivimos victoriosa y duramente
y honramos las ceremonias de nuestros amargos encuentros,
cuando bruscamente el viento, loco,
interrumpe nuestra charla apenas comenzada.
Por nada cambiaremos la magnífica,
granítica ciudad de gloria y de infortunio,
de los anchos ríos resplandecientes de hielo,
de los oscuros y sombríos jardines
y de la voz de la musa, audible apenas.
No sé si estás
vivo o muerto.
NO sé si estás vivo o muerto
y si puedo buscarte en esta tierra,
o solamente en la tiniebla nocturna
como a un difunto llorarte.
Tú eres todo: mi ruego diurno,
la llama débil del insomnio,
la bandada blanca de mis versos,
el azul incendio de mis ojos.
Como nadie se fue más secreto
así nadie me hizo sufrir,
ni siquiera el que en la pena me vendió,
ni siquiera aquel que me amó y me olvidó.
SIEMPRE ERES OTRO Y MISTERIOSO CONMIGO
Siempre eres otro y misterioso conmigo
y a ti más dócil cada día me entrego.
Pero tu amor, oh mi severo amigo,
es una prueba a hierro y fuego.
Cantar y sonreír me prohíbes así,
y rezar ha tiempo me prohibiste.
Sólo por no separarme de ti,
para mí el resto no existe!
Así a la tierra y al cielo eterno
ajena vivo y ya no canto, amado,
así del paraíso y del infierno
a mi alma inquieta has arrancado.
POEMA SIN HÉROE
Tríptico
1940-1962
Leningrado – Tashkent – Moscú
Di rider finirai
Fria dell’aurora
Don Giovanni
(Las risas terminarás / antes de la aurora). Línea de la ópera de Mozart Don Giovanni, que implica la voz de ultratumba del Comendador dirigida a Don Juan para que no se burle de los muertos.
A MANERA DE PRÓLOGO (POEMA SIN HÉROE)
Deus conservat omnia
Divisa en el escudo de la Casa de Fontanka
Unos ya no están y otros están lejos
La primera vez vino a mi casa de Fontanka la noche del 27 de Diciembre
de 1940. Ya en otoño había enviado como mensajero un pequeño fragmento.
Yo no le había llamado. Y no le esperaba aquel día oscuro y frío de mi
último invierno en Leningrado.
Su aparición había sido precedida por algunos hechos, pequeños e
insignificantes a los que no me atrevo a llamar acontecimientos.
Aquella noche escribí dos fragmentos de la primera parte (“1913” y la
“Dedicatoria”). A comienzos de enero, de manera casi imprevista para mí,
escribí “Cruz”, y en Tashkent (en dos sesiones), escribí el “Epílogo”, que
constituye la tercera parte del poema. Añadí también algunos pasajes
esenciales a las dos primeras partes.
Dedico este poema a la memoria de sus primeros oyentes, mis amigos y
conciudadanos que cayeron en Leningrado durante el asedio.
Oigo sus voces y me acuerdo de ellos cuando leo en voz alta mi poema, y
ese coro secreto es para mí la justificación permanente de esta obra.
8 de Abril de 1943
Tashkent
Llegan hasta mí rumores de absurdas interpretaciones del Poema sin
héroe. Hay incluso quien me aconseja hacerlo más inteligible.
No lo haré.
El poema no tiene ni tres, ni siete ni veintisiete sentidos.
No lo modificaré ni lo explicaré.
“Lo escrito, escrito está”.
Noviembre de 1944
Leningrado
PRIMERA DEDICATORIA
A la memoria de Vs. K.
. . . . . . . . . . . . .
…como no tengo papel,
escribo en tu cuaderno.
Y la palabra ajena aparece,
y, como un lejano copo de nieve, se funde
en mi mano, confiada, sin reproches.
Y las oscuras pestañas de Antínoo
se alzan de pronto, y la bruma verde,
y la brisa de nuestro país…
¿Acaso es eso el mar?
No, sólo son agujas fúnebres,
y en la espuma humeante
todo está cada vez más cerca…
Marche funèbre
Chopin. . .
27 de Diciembre de 1940
Casa de Fontanka
SEGUNDA DEDICATORIA
O.A.G.S.
¿Eres tú, Psique-Confusión
quien, moviendo el abanico negro y blanco,
te inclinas hacia mí?
¿Quieres decirme en secreto
que ya has cruzado el Leteo
y respiras otra primavera?
No me dictes, yo misma oigo:
El chaparrón se aferra al tejado,
oigo murmullos en el felpudo.
Alguien pequeño se dispuso a vivir,
Se hizo verde y mullido, e intentará
brillar mañAnna en su nuevo impermeable.
Duermo:
ella sola está sobre mí
allí, lo que la gente llama primavera
y yo llamo soledad.
Duermo.
Veo en sueños nuestra juventud
ese cáliz que pasó por él.
Te lo devolveré,
si quieres, como recuerdo,
como llama pura en la arcilla
o copo de nieve en una tumba abierta.
25 de Mayo de 1945
Casa de Fontanka
TERCERA Y ÚLTIMA
Una vez en la víspera de la Epifanía…
Zhukovski
Ya está bien de helarme de miedo,
invocaré mejor la Chacona de Bach
y tras ella entrará una persona
que no será mi querido marido,
pero él y yo conseguiremos
agitar el siglo veinte.
Le confundí por azar
con alguien misterioso,
con el más amargo infortunio.
En esta noche de niebla
llegará tarde a mi Palacio de Fontanka
para beber el vino de Año Nuevo.
Y recordará la velada de la Epifanía,
el arce en la ventana, los cirios nupciales
y el vuelo mortal del poema…
Pero no es la primera rama de la lila,
ni el anillo, ni la dulzura de los rezos:
sino la muerte lo que él me trae
5 de Enero de 1956
(Le Tour des Rois)