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BIOGRAFÍA DE CAI WENJI Y LA POESÍA HAN
Hoy viajamos a la China de la Dinastía Han que abarcó desde el año 206 a.C hasta el 220 d.C. Este periodo es considerado la edad de oro de la historia china, dejó un legado cultural que hoy en día sigue prevaleciendo y dio nombre al grupo étnico mayoritario de China, la etnia Han.
Durante la dinastía Han China se convirtió en un Estado confuciano en el que florecieron la agricultura, la artesanía y el comercio. La población creció en 50 millones y se perfeccionó la burocracia estatal. El imperio chino se extendió política y culturalmente sobre Vietnam, Mongolia y Corea. La expansión hacia el oeste y la consolidación del comercio dio como resultado la creación de la ruta de la seda.
Durante la dinastía Han se produjeron grandes logros intelectuales, artísticos y literarios. Este periodo produjo al historiador más famoso de China Sima Quian (c. 145-87 a. C.) que escribió Memorias históricas, una crónica detallada desde la dinastía Xia, la primera dinastía de la historia de China que habría durado entre el siglo xxi a. C. y el siglo xvi a. C., hasta los tiempos del emperador Wu sexto emperador de la dinastía Han que Gobernó entre el 141 y el 87 a. C., uno de los más grandes emperadores que es recordado por la gran expansión territorial y el potente y centralizado Estado confuciano que organizó.
Vamos a hacer aquí un pequeño paréntesis para hablar sobre la historia de China, una de las escrituras vivas más antiguas de la tierra.
SOBRE LA HISTORIA DE CHINA
China es una de las civilizaciones más antiguas del mundo con continuidad hasta la actualidad. Tiene más de 5000 años de historia y cultura. Abreviado como “5000 años arriba y abajo” y “5000 años antes y después”. La frase “China tiene 5000 años es un resumen de la larga historia de la civilización china”.
La civilización china tiene sus orígenes en la cuenca del río Huang y Yangtsé donde surgieron las primeras dinastías Xia, Shang y Zhou. Existen documentos escritos de hace 3500 años que han permitido desarrollar una tradición historiográfica muy precisa, que narra de una manera continua desde las primeras dinastías hasta la edad contemporánea.
El comienzo de la historia de China data del siglo XXI antes de Cristo con el comienzo de la primera dinastía, la Dinastía Xia, que abarcará desde el siglo XXI hasta el siglo XVI a.C.
Pero antes del comienzo de la historia dinasta del hermoso y gran país asiático, hubo en China un periodo llamado de los Tres augustos y Cinco Emperadores que abarca del siglo XXVI al siglo XXII a.C en el que condujeron el país los gobernantes mitológicos de China. No existen registros que demuestren la existencia real de estas personalidades que, de acuerdo con la transmisión oral de generación en generación, habrían vivido hace unos 5000 a 6000 años.
Según la tradición China, estos personajes mitológicos fundaron la civilización china e inventaron las instituciones sociales, culturales y económicas: la familia, la agricultura, la escritura, etc. Las historias legendarias sobre estos personajes que habrían vivido cientos de años y producido hechos milagrosos, es posible que tengan en su origen la existencia de personajes reales, jefes tribales del III milenio a.C. que habrían logrado victorias militares previas a la unificación de la primera dinastía.
Los tres augustos y los cinco emperadores, algo en lo que coinciden todas las fuentes históricas chinas, varían, sin embargo, en sus identidades según las fuentes.
Según la mitología, los tres soberanos eran semidioses que utilizaban sus capacidades, poderes mágicos o divinos, o su armonía con el Tao para ayudar a crear la humanidad y sus conocimientos esenciales. Tao literalmente significa el camino, la vía o también el método, la doctrina. El taoísmo se refiere al aspecto fundamental del universo y el ser humano, es del orden natural de la existencia, que no puede ser nombrado, en contraste con las incontables cosas “nombrables” en las que se manifiesta. Debido a su elevada virtud, los tres augustos vivieron hasta una edad avanzada y gobernaron durante un período de gran paz.
Los Cinco Emperadores eran sabios ejemplares que poseía un gran carácter moral. Pertenecían a una edad de oro en la que las comunicaciones entre el orden humano y el divino eran fundamentales para toda la vida y en la que los sabios eran encarnaciones de lo divino o ayudaban a los humanos a mensajear las fuerzas divinas. Se dice que inventaron el fuego, la escritura y el regadío. Las identidades más habituales de los cinco emperadores son:
- El Emperador Amarillo, 2697–2597 o 2698–2598 a. C.
- Zhuānxù(顓頊), c. 2495 – 2437 a. C.
- Dìkù (帝嚳), o simplemente Kù(嚳), c. 2436 – 2366 a. C.
- Tángyáo (唐堯), o simplemente Yáo(堯), c. 2356 – 2255 a. C.
- Yúshùn (虞舜), o simplemente Shùn(舜), c. 2355 – 2241 a. C.
En ocasiones se identifica a los cinco emperadores con los cinco dioses de los puntos cardinales. En la tradición china el “centro” se considera un punto cardinal más, que estaría representado por el Emperador Amarillo que muchos consideran como el verdadero creador de la cultura china.
Los datos históricos muestran que durante la larga era de los Tres Augustos, la sociedad cambió de clan matrilineal a clan patrilineal donde la idea de tribu tiene una estrecha relación de herencia. En la época de los Cinco Emperadores, ya era una sociedad de alianza tribal patriarcal, pero las mujeres todavía tenían un estatus social más alto.
Después de este paréntesis volvemos de nuevo a la Dinastía Han, ( año 206 a.C hasta el 220 d.C.). La dinastía Han estuvo marcada también por grandes avances tecnológicos como, por ejemplo, el papel, uno de los grandes inventos chinos que data de la época Han. El Imperio Han y el Imperio Romano fueron imperios contemporáneos, los mayores que existían en ese momento en el mundo. Ambos eran conscientes de la existencia del otro y existía un vínculo comercial entre ellos, a través de otros imperios de Asia Central que actuaban de intermediarios. Era un intercambio desigual ya que China exportaba especias, telas y principalmente seda y el imperio romano solo podía ofrecer a cambio oro y plata porque no podía ofrecer otras manufacturas de interés para los chinos.
La dinastía Han suele dividirse en dos periodos: la dinastía Han Occidental o Han Anterior, que duró hasta el año 9 y tuvo su capital en Chang’an, y la Han Oriental o Han Posterior, que duró desde el año 25 hasta el 220 y tuvo su capital en Louyang.
SOBRE LA POETA CAI WENJI
Nuestra poeta protagonista de hoy es Cai Wenji, cuyo nombre original era Cai Yan y cuyo nombre de cortesía era Wenji, una famosa escritora y música de finales de la dinastía Han Oriental. También fue la primera poeta destacada en la historia de la literatura china. Nació en el condado de Yuxian, condado de Chenliu (ahora condado de Qixian, provincia de Henan) y era hija del escritor y calígrafo Cai Yong. Ella fue influenciada por su entorno como una niña y fue edificada sustancialmente en el ámbito de la literatura y el arte, adquiriendo múltiples conocimientos y siendo muy talentosa, no solo como gran poeta sino también como músico, historiadora y experta en caligrafía.
Su vida fue bastante accidentada, estuvo casada tres veces y tuvo una relación cercana con Cao Cao, el último primer ministro de la Dinastía Han que estableció los cimientos de lo que llegaría a ser el reino de Wei y que fue póstumamente nombrado emperador Wu de Wei.
La vida de Cai Wenji es bastante legendaria. Se casó por primera vez con Wei Zhongdao y regresó a casa sin descendencia después de la temprana muerte de su marido. Después, cuando el país estaba lleno de caos causado por las guerras, fue capturada por la tribu Hun del Sur y se vio obligada a casarse con el rey Xiongnu Zuoxian de los Hun y dio a luz a dos hijos. Acosada por la nostalgia, no podía hacer nada más que llorar. Su situación fue escuchada por Cao Cao que, cuando unificó el norte, envió a su subordinado para redimir a Cai Wenji a costa de oro y un aro de jade, y luego la prometió a Dong Si.
Cai Wenji se desarrolló en varios campos como la historia, la música, la caligrafía y la literatura. La contribución de Cai a la literatura consiste principalmente en dos obras: “Poemas de la tristeza” y “Dieciocho latidos de Hujia” (cítara china)” o “De dieciocho estancias cantadas con el acompañamiento de un silbo tártaro de caña”. La primera es considerada como la primera épica autobiográfica extensa de la historia china, mientras que la segunda describe «su experiencia al ser robada por las tribus bárbaras y su casamiento.
“Dieciocho latidos de Hujia” es una melodía conmovedora de la cítara china en forma de balada folk y se asocia con la rima y sonido de Hujia que era frecuente en las regiones occidentales. Con la emoción apasionada, la imaginación sin restricciones, el lenguaje ardiente y formato de novela, Los Dieciocho latidos de Hujia (cítara china) es un tesoro único en la literatura antigua china que fue considerado por las generaciones posteriores como “una letra de cuerpo entero incomparablemente digno de aprecio en Encuentros de Tristeza de Qu Yuan”.
Tras su regreso a china, pero a costa de separarse de sus hijos, sus sufrimientos no habían acabado. Se casó de nuevo con Dong Si, un alto funcionario, con quien tuvo otros dos hijos. Pero este quebrantó la ley y fue condenado a muerte. Sin embargo, Wenji acudió descalza a ver al emperador Cao Cao, y le rogó por su marido. Conmovido por el acto de Wenji, Cao Cao le perdonó el delito a su esposo.
Hay otro suceso por el que también es conocida Cai Wenji. La casa de Cai Yi había conservado más de 4000 rollos escritos, que se perdieron en su mayoría durante la guerra. Al enterarse de esto, el emperador Cao Cao, también poeta, se sintió consternado. Pero al regresar Wenji a China, algo de todo aquello se recuperó, porque, tras pedir papel y pincel, escribió más de 400 de esos rollos que había memorizado; y gracias a esto la posteridad hemos heredado ese enorme patrimonio. Cumpliendo así con en el deseo inconcluso de su padre al completar la compilación de Historia de la Dinastía Han posterior. También compuso el conmovedor Poema del dolor y la indignación que será el primer poema literario en la historia de la poesía china. Un largo poema narrativo autobiográfico, Dieciocho latidos de Hujia (cítara china) y otros poemas famosos.
En cuanto a la música, Cai Wenji compuso “Dieciochos latidos de Hujia“, una suite vocal compuesta por 18 canciones, que expresa su soledad en una tierra extranjera y su añoranza por su ciudad natal. A lo largo de los siglos posteriores, este poema, que como su propio título indica se compone de dieciocho partes, ha sido fuente de inspiración para los artistas chinos, los cuales han llevado sus versos y la historia que en ellos se narra a la pintura, al teatro, a la novela y a la opera.
Su caligrafía también es excelente. Se dice que transmitió indirectamente la verdadera caligrafía de su padre Cai Yong a Wang Xizhi, que tuvo una profunda influencia en el arte de la caligrafía en generaciones posteriores.
Las historias y obras de Cai Wenji no sólo desempeñan un papel importante en la literatura y el arte, sino que su espíritu fuerte e inquebrantable también inspira a las generaciones futuras. Su vida y sus creaciones se han convertido en fuente de inspiración para generaciones posteriores de ópera, poesía, música y otras formas de arte. Su historia también se ha difundido ampliamente y se ha convertido en una imagen clásica de la cultura china.
Dieciocho latidos de Hujia
“Dieciocho latidos de Hujia” (También traducido como “Dieciocho latidos de Hujia”, “Dieciocho golpes de Hujia”, Dieciocho estrofas cantadas con caramillo huno, o “Dieciocho canciones de una flauta nómada” es un famoso poema antiguo chino de Yuefu y una famosa pieza de guqin, compuesta por Cai Wenji. Este poema tiene 1297 palabras. Es un poema narrativo que combina el estilo Sao y siete caracteres. Fue publicado originalmente en el volumen 59 de “Poemas Yuefu” de la dinastía Song de Guo Maoqian y en el volumen 3 de “Epílogos de Chu Ci” de Zhu Xi. Existen pequeñas diferencias entre los dos textos.
Este poema utiliza la interpretación y el canto de Cai Wenji, y el entrelazamiento del sonido del piano y el canto muestra su dolor y nostalgia en tiempos difíciles.
El trasfondo creativo de “Dieciocho latidos de Hujia” es que Cai Wenji fue secuestrada por los hunos durante la guerra y luego fue redimida por Cao Cao con una gran suma de dinero. En el poema, Cai Wenji narró sus desafortunadas experiencias y su profundo apego a su ciudad natal. Desde una perspectiva en primera persona, expresó el dolor de vivir en Hudi y su anhelo interminable por su tierra natal. También expresó el dolor desgarrador de la separación de sus hijos biológicos.
Este poema tiene un alto valor artístico, Lu Shiyong, un hombre de la dinastía Ming, comentó en “Una teoría general de la poesía espejo”: “El estilo de Tokio ha decaído, pero Cai Wenji es talentosa y heroica. Leer “Hu Jia Yin hará que lo sientas y te des cuenta. La grava vuela por sí sola, es realmente un abrazo feroz”. Esto demuestra que “Dieciocho latidos de Hujia” ha sido profundamente elogiado por las generaciones posteriores por sus emociones apasionadas y su profunda expresión artística.
Existe controversia en los círculos académicos sobre la autoría del poema. Algunos estudiosos creen que fue hecho por Cai Wenji, mientras que otros sostienen que no que pudo haber sido hecho por Dong Tinglan. A pesar de la polémica, “Dieciocho ritmos de Hujia” ha alcanzado un alto nivel artístico tanto en poesía como en música, y se ha convertido en una obra clásica de la cultura china.
SOBRE LA POESÍA DE LA DINASTÍA HAN
Durante el periodo Han apareció una nueva forma de poesía en China, la del verso pentasilábico. De origen popular, muchos de estos versos fueron coleccionados por el Buró de Música (yuèfú) de la corte imperial y por eso recibieron el nombre de poesía yuèfú, género de poesía que posterioremente dará un gran impulso al desarrollo de la poesía china.
Yuèfú literalmente quiere decir “Buro de Música”. El Buró de Música fue establecido por el Emperador Wu alrededor del año 120 a.C. Una de sus tareas era coleccionar canciones folclóricas anónimas de diversas regiones de China para ser usadas en las ceremonias de la corte. Otro uso era servir como sondeo de la opinión del pueblo que, protegido por el anónimo de la forma, podía expresarse más o menos libremente.
La poesía del período Han, tienen características importantes propias, o comparten aspectos literarios con el período posterior de los Tres Reinos. Esta poesía refleja uno de los florecimientos más importantes del mundo de la poesía, además de ser un período especial en la poesía clásica china, particularmente en lo que respecta al desarrollo del fu cuasipoético; el modo preferido de hacer poesía en la Dinastía Han Anterior. Este es un estilo que no tiene una equivalencia exacta dentro de la lírica occidental, y muchos estudiosos, suelen equipararlo con la rapsodia, mientras otros lo llaman prosa rimada. A partir de él, Las actividades de la Oficina de Música en relación con la colección de baladas populares da como desarrollo resultante de lo que eventualmente se conocería como el yuefu, o como el estilo formal rapsódico.
Los temas fundamentales del yuefu giran alrededor de la realidad social, la guerra y el reclutamiento para ella, el amor y los refranes y las sátiras populares. Son casi siempre poemas de carácter narrativo, también parecidos a las baladas occidentales, pero, a diferencia del fu, su lenguaje resulta sencillo y cercano al habla.
“La esposa de Jiao Zhongquin” o “La mujer de un pequeño funcionario de Lujiang”, resulta un claro ejemplo de los males de la vieja sociedad feudal china, detalle que subraya Rusell Maeth en la introducción a la versión del poema que publicó en Estudios de Asia y África XV del Colegio de México en el año 1980. Esta composición pertenece al yuefu, cuyo apogeo se remonta al gobierno del emperador Wu Di.
Después de varias dudas y debates, los eruditos parecen coincidir en que la balada data de finales de la Dinastía Han Occidental (o Anterior), aunque quizá sufriera luego algunas modificaciones en el proceso de la trasmisión oral. La mayoría de los críticos concuerdan en señalarlo como el mejor poema largo de la tradición china.
Finalmente, hacia el final de la dinastía Han, el desarrollo de un nuevo estilo de poesía shi ya que el desarrollo posterior del yuehfu en formas regulares de longitud de línea fija hace que sea difícil distinguir la forma shi del verso poético, y el que los poemas específicos se clasifiquen como uno u otra es algo arbitrario. Otra importante contribución poética de la era Han es la recopilación de la antología de Chu, que contiene algunos de los versos poéticos más antiguos e importantes que se conservan de la antigua China, así como la transmisión de la antología Shijing.
Una parte importante del legado poético recibido por los poetas de la dinastía Han fue el estilo de verso Shijing, tipificado por su verso “clásico” de cuatro caracteres. Las influencias de los versos de Shijing durante la era Han se dirigieron hacia aspectos importantes de la poesía clásica china, como el uso de la voz directa de la experiencia inmediata, que tenía la intención de proporcionar una ventana a la expresión del alma de una persona. Otro legado importante recibido por los poetas Han fue el del género de poesía de Chu con innovaciones en algunas de sus formas de verso, como longitudes de línea variadas, un cuerpo de material que fue ampliado con adiciones por los poetas Han, y luego publicado en una antología editada. Además, existía una tradición recibida de canciones y baladas folclóricas transmitidas oralmente. La corte imperial de la dinastía Qin anterior no era conocida por su poesía sino por la quema de libros y el enterramiento de eruditos y, al final, los “incendios de Qin” se extendieron hasta la destrucción de la biblioteca imperial. Hubo poca o ninguna influencia poética directa de esa fuente. La extensión del imperio Han a nuevas áreas introdujo conceptos y objetos materiales nuevos y exóticos, que a veces se convirtieron en temas de obras en forma literaria en prosa-poesía fu. Asimismo, durante la dinastía Han, las políticas estatales en cuanto al legado filosófico asociado a Confucio centraron cierta atención y financiación pública en apoyo al Shijing (Clásico de la poesía), que a partir de entonces fue considerado como uno de los pocos miembros de la selecta lista de obras canónicas clásicas.
Los 19 poemas antiguos, conocidos desde los principios del siglo V d.C, como una colección completa, casi una pequeña antología, datan de la época de la Dinastía Han y representan el primer florecimiento de la poesía pentasilábica en la tradición china. Se trata de la producción anónima de diversos literatos pertenecientes a la clase terrateniente media y baja y reflejan las sombras de las realidades sociales del período.
BIBLIOGRAFÍA y PÁGINAS WEBSCONSULTADAS
- La poesía popular de la Dinastía Han. El amor, la guerra y la realidad social. Introducción y traducción de los textos chinos por Russell Maeth CH. El Colegio de México.
- Gu Shi Shi Jiu Shou. Los diez y nueve poemas antiguos. Traducción del chino e introducción por Russell Maeth CH. El Colegio de México.
- Librodot Poesías Chinas I Varios Autores
- https://es.wikipedia.org/wiki/Cai_Wenji
- http://poesia-pintura.blogspot.com/2011/08/dieciocho-estrofas-cantadas-con.html
- https://es.wikipedia.org/wiki/Tres_augustos_y_cinco_emperadores
- https://es.wikipedia.org/wiki/Tao
- https://rialta.org/tres-poemas-anonimos-de-la-china-antigua/
- https://es.wikipedia.org/wiki/Poes%C3%ADa_Han
SELECCIÓN DE POEMAS DE CAI WENJI
DIECIOCHO ESTROFAS CANTADAS CON CARAMILLO HUNO
I.
El principio de mi vida transcurrió sin sombra alguna,
pero al final la desgracia visitó mi tierra.
El cielo despiadado nos envía miserias,
la tierra despiadada me enfrenta a ellas.
Los carros se entrechocan cortando el camino,
todos tratan en vano de huir de la muerte.
En los campos sombríos de humo y de polvaredas,
los guerreros hunos arrastran a sus prisioneros.
Ya no hay ley ni justicia, y la razón zozobra,
todo es hostil, en vano intento evitarlo.
Perdida para siempre, ¿quién oirá mi lamento?
La cítara ha dado el compás al caramillo,
¿quién conoce el dolor que desborda en mi corazón?
II.
Ya no tengo a nadie en el mundo
más que esas hordas furiosas
que me fuerzan a seguirlas
hasta los confines del universo.
El camino de vuelta está cortado
por cimas coronadas de nubes.
Sólo la arena forma torbellinos
alzada por el viento del desierto.
Los hunos son crueles y feroces,
iguales que serpientes sanguinarias.
Torvo el semblante, se pavonean
acorazados, con un arco en la mano.
La segunda estrofa, vibrando en las cuerdas,
las tensa a punto de romperlas.
Desgarrado el corazón, carente ya de deseos,
¡ay!, me lamento de mi destino.
III.
Lejos estoy de mi hermoso país, China;
aquí me hallo, en ciudad de hunos.
Me obligaron a casarme con su jefe.
Perdí mi rango y mi familia,
más me valdría no haber nacido.
Las ropas de fieltro y de lana
me llenan el alma de asco.
En modo alguno me obligarán
a comer su carnero apestoso.
El tambor de cuero resuena en la noche
sin cesar, hasta que despunta el alba.
El viento furioso recorre la estepa
oscureciendo el paso y el poblado.
La añoranza del pasado y la pena por el presente
son mi tercer canto.
La aflicción persistente no me deja respiro
¿tendrá fin algún día?
IV.
No hay día ni noche alguna
en que no piense en mi tierra.
De cuanto hay bajo el cielo
soy yo la más desgraciada.
En la confusión que envía el cielo enfurecido,
el pueblo no obedece ya a su señor.
Perdida estoy para siempre,
cautiva entre los bárbaros.
Todo en ellos me es ajeno.
¿cómo seguir viviendo aquí?
Ninguna afinidad nos une,
¿quién va a comprender mi pena?
Mi mente se extravía, enloquecida,
hundida bajo el peso de mi martirio.
Los cuatro cantos acabados
no han hecho sino aumentar mi pena.
V.
Los gansos vuelan hacia el sur,
les confío noticias de las fronteras.
Los gansos vuelven hacia el norte,
creo oír nuevas de mi patria.
Vuelan muy alto, tan alto
que apenas los veo pasar.
En vano gimo y padezco
mi dolor no tiene consuelo.
Fruncido el ceño, contemplo la luna,
taño mi cítara hermosa.
La quinta estrofa deja oír sus notas.
Mi alma los sigue y se pierde en ellas.
VI.
La escarcha hiela la estepa,
sufro del frío glacial.
Ante sus quesos, mi hambre
no consigue obligarme a comer.
Oigo el rumor en la noche
del torrente de impetuosas aguas.
Al alba, ante la Muralla,
veo los caminos inundados.
Sueño con los días de antaño,
es imposible volver.
Al sexto canto el dolor
me impide seguir tocando.
VII.
Se ha puesto el sol, y en el lúgubre viento,
los ruidos de los hunos se alzan por doquier.
El dolor que atenaza mi alma,
¿a quién lo voy a contar en esta tierra perdida?
Alrededor, el desierto monótono y solitario;
sólo las almenaras se suceden infinitas.
El débil y el anciano no tienen sitio en el mundo,
hay que ser fuerte y joven en estas tierras.
Los campos y ríos de las fronteras,
¿acaso pueden compararse con los de mi país?
Vacas y ovejas cubren toda la estepa
incontables rebaños se divisan a lo lejos.
Pero pronto falta el agua, y la hierba se agota,
caballos y bueyes irán a otros pastos.
La séptima estrofa expresa mi rencor,
no puedo soportar tener que vivir aquí.
VIII.
Si el cielo soberano se digna a mirar a la tierra,
¿por qué no me salva de mi suerte funesta?
Si los espíritus son poderosos y sabios,
¿por que me abandonan en el lejano exilio?
¿Por qué me ha dado el cielo un esposo bárbaro?
¿Qué he hecho a los espíritus para merecer esto?
Para distraerme he dado
al octavo canto un tono refinado.
Pero apenas acabado el canto,
el dolor vuelve al corazón.
IX.
El cielo es infinito; la tierra, ilimitada;
inacabable y eterna es la pena que siento.
La vida pasa súbita y breve,
como corre la fugaz aurora.
El destino no ha permitido
que la felicidad ilumine mi suerte.
Al cielo soberano reprocho
la pérdida de mi juventud.
Pero el cielo azul es profundo,
¿cómo va a alcanzarlo mi queja?
Por encima de mí, en el vacío,
sólo veo niebla y nubes.
Aquí acaba el canto noveno,
¿a quién diré yo mi dolor?
X.
Nunca se apagarán los fuegos de la Gran Muralla,
nunca llegará la paz al campo de batalla.
Cada día la muerte, cual oleaje, bate las puertas;
cada noche, el viento aúlla bajo la luna.
Lejos está mi tierra natal,
ni un sonido puede alcanzarla.
No me queda voz para lamentarme,
ni aliento oprimido se quiebra.
Mi vida es un largo dolor,
dolor del exilio implacable.
Vertiendo lágrimas de sangre
canto la décima estrofa.
XI.
No me da miedo la muerte,
ni siento afán de vivir.
Pero no puedo perderme
mientras tenga un objetivo en mi existencia.
Vivo con la esperanza de que un día
podré ver de nuevo mi patria.
Si muero y aquí se me entierra
todo habrá acabado para siempre.
¡Oh, astros del cielo! Bajo las tiendas bárbaras,
fui esposa de un huno y le di dos hijos.
Los cuido y crío sin resentimiento;
nacieron en los desiertos del norte,
pero a pesar de todo los amo.
Aunque este undécimo canto
lo lamente con tristes acentos,
estamos unidos para siempre,
ya que son mi carne y mi sangre.
XII.
El viento del este trae aires de primavera,
llega el calor; el emperador de China
devuelve al universo el sol y la paz.
Los hunos brincan y cantan de alegría,
China y su país han cesado las guerras.
Veo de repente un enviado chino,
trae mil monedas de plata
para pagar mi rescate.
¡Qué felicidad regresar
y ver al emperador cabal!
¡Qué tristeza dejar a mis hijos,
despedirse de ellos para siempre!
En la decimosegunda estrofa
el dolor se une al gozo.
Partir y quedarme, todo es pesar,
hacer ambas cosas quisiera.
XIII.
¿A qué lamentarme? Vuelvo a China.
Abrazo a mis pobres hijos hunos,
bañando de lágrimas sus túnicas.
El enviado ha venido a buscarme,
apenas retiene a los caballos.
No me queda voz para gritar.
Debíamos estar unidos para siempre,
y no nos veremos nunca más.
La luz del día se vela,
hijos míos, he de partir.
¡Ojala tuviera alas
para venir a veros!
Cada paso me aleja de vosotros,
no puedo mover los pies.
El cuerpo puede morir, y el alma desvanecerse,
pero mi amor perdurará por siempre.
La decimotercera estrofa es rápida y acuciante,
el tono es lastimero.
Tengo el corazón abatido, el alma desgarrada,
¿quién puede comprender mi dolor?
XIV.
Por fin he regresado a China,
dejando a mis hijos no sé dónde.
Mi corazón no tiene respiro
en su anhelo de volver de volver a verlos.
Para todos los seres del mundo
el bien sucede a la adversidad.
Sólo para mí, desdichada,
la pena no tiene consuelo.
Los montes son altos, los llanos son anchos,
no hay esperanza de volver a verse.
Apenas en mis noches solitarias
al dormir aparecen ante mis ojos.
Os abrazo con fuerza, os estrecho en sueños,
llena de alegría y llena de pena,
pero al despertar vuelve la tristeza,
que nuca tendrá fin.
Al decimocuarto canto se deslizan mis lágrimas
y caen entremezcladas.
Un río no puede volver a su fuerte,
como no puede mi alma olvidar.
xv.
La decimoquinta estrofa es rápida,
¿quién podría seguir el espíritu que la inspira?
Vivía bajo una tienda de hunos,
en medio de un pueblo extranjero,
esperando siempre el regreso,
y el cielo atendió a mis ruegos.
Ahora he vuelto a China,
debería ser feliz,
pero una inquietud profunda
alimenta mi pena eterna.
Los astros siguen su curso,
pero para mí no brillan.
Madre e hijos separados para siempre,
¿cómo podría aceptarlo?
El mismo cielo nos ampara,
pero no es posible reunirse.
Alejados en la vida y en la muerte,
¿acaso podríamos encontrarnos?
XVI.
La decimosexta estrofa
deja vagar mis pensamientos.
Mis hijos y yo estamos
en confines opuestos,
como el sol que se pone y la luna que asciende
se miran de lejos sin aproximarse nunca.
No podemos reunirnos.
En vano me lamento,
pero no puedo olvidar.
Taño las cuerdas sonoras,
la cítara expresa mi mal.
Abandoné a mis hijos para volver a China.
Aliviada la antigua pena, brota una pena nueva.
Vierto lágrimas de sangre y clamo al firmamento:
¿Por qué sigo viviendo si para mí todo es dolor?
XVII.
Al decimoséptimo canto, me duele el corazón;
no hay camino que atraviese las montañas.
Antes sólo soñaba con volver a mi país,
ahora en mis hijos pienso sin cesar.
Artemisas pardas del norte,
ramas muertas, hojas secas…
En los campos, huesos humanos
con quebraduras de espada…
El viento, la escarcha helada,
estremecían hasta en verano.
Gentes y bestias cansados,
hambrientos, agotados, sin fuerzas…
¿Cómo iba a saber yo
que al final volvería a ver mi ciudad?
El llanto interrumpe mi canto
y lloro delante de la ventana.
XVIII.
El caramillo huno es de las fronteras del norte,
pero de acuerdo a él he afinado mi cítara.
El decimoctavo canto… El canto ha terminado,
pero el eco se prolonga y la memoria permanece.
Las bellezas de la música y el canto
son tesoros de la naturaleza.
Cuando la alegría y la pena se suceden,
sus cambios hacen que resuene el alma.
En China y el país de los hunos,
todo difiere, el clima y las costumbres.
La madre y los hijos han quedado
en confines opuestos del cielo y de la tierra.
El sentimiento de mi destino es doloroso,
más grande que el cielo sin límites.
Ni los seis elementos que forman el universo
podrían responder a mi lamento.
ANÓNIMO
LA MUJER DE UN PEQUEÑO FUNCIONARIO DE LUJIANG
El pavo real vuela hacia el sudeste
y cada cinco li vuelve la cabeza.
“A los trece años, aprendí a tejer,
a los catorce, a coser,
a los quince, a tocar el konghou,
a los dieciséis, a leer poesía y prosa,
y a los diecisiete me convertí en tu mujer.
Después, mi corazón se ha repletado de aflicción.
Tú, funcionario de la prefectura,
tienes un amor constante;
yo, tu indigna esposa, me quedo sola en el cuarto vacío,
nuestros encuentros son escasos.
Desde el primer canto del gallo, me pongo a trabajar;
hasta entrada la noche, no ceso de tejer.
Cada tres días termino un rollo de tela,
¡y aún tu venerable madre me acusa de perezosa!
Y no es porque yo no teja rápido,
sino porque ¡es de veras difícil ser nuera en tu familia!
Puesto que soy incapaz de servirte,
resulta inútil que permanezca aquí.
Deberías consultar a mis respetables padres
cuándo consideran oportuno que me reenvíes con ellos.”
El funcionario, al oír estas palabras,
va a buscar a su madre al salón y le dice:
“Ya mi destino no es tan brillante,
felizmente, me casé con esta mujer.
Al mezclar nuestros cabellos, nos convertimos en esposos,
y hemos jurado no separarnos hasta la muerte.
No hemos vivido juntos más que dos o tres años,
lo cual no es casi nada.
Si no se puede reprochar nada a la conducta de mi mujer,
¿por qué eres tan severa al juzgarla?”
Su madre respondió:
“Esta mujer es insolente,
ama la independencia.
Después de este tiempo, no estoy satisfecha de ella;
¿acaso osarás discutir conmigo?
Nuestro vecino del este tiene una hija virtuosa
que se llama Jin Lo-fou.
Ella es encantadora,
voy a pedir su mano para ti.
¡Devuelve de inmediato a tu mujer!
¡Bajo ningún pretexto intentes conservarla!”
Entonces el funcionario se prosterna y suplica:
“Con el mayor respeto, le hago saber, madre,
que si devuelve a esta mujer
no volveré a casarme jamás.”
La madre escucha apenas esta demanda,
molesta, golpea su asiento y grita:
“¡Qué audacia, pequeño,
suplicar por tu esposa!
¡Ya no tendré ternura para ti
y nunca admitiré esa decisión!”
El funcionario no se atreve a hablar más,
se despide de su madre y regresa a su cuarto.
Le cuenta esta escena a su mujer,
los sollozos lo sofocan y cortan sus palabras:
“No es que yo quiera hacerlo,
¡pero mi madre me obliga!
Vuelve de forma provisoria a tu casa,
a mí me reclaman las funciones de la prefectura.
Pronto regresaré
y pasaré a buscarte.
Este designio nace del fondo de mi corazón
y no lo cambiaré por nada.”
Los gallos cantan, la aurora se aproxima.
La joven se levanta para asearse.
Se coloca su falda bordada
con cuatro o cinco adornos,
calza sus zapatillas de seda
y fija los brillantes alfileres de carey en sus cabellos;
su cinturón es de pongée blanco,
finas perlas cuelgan de sus orejas;
sus dedos son largos y delicados;
su boca es roja, seductora;
avanza, flexible, voluptuosa:
¡su belleza no tiene rival!
Entra al salón para saludar a su suegra;
que la deja marchar sin impedirlo.
“Cuando era una niña”, dice la nuera,
“crecí en el campo,
apenas recibí una educación familiar,
no soy digna de ser la esposa de tu hijo.
Desde mi boda, me has llenado de regalos
¡y no sabía cómo servirte!
Hoy vuelvo con mis padres,
¡lamento dejarte la carga agotadora del hogar!”
Sale para decir adiós a su joven cuñada,
sus lágrimas caen como las perlas de un collar roto:
“Cuando vine a tu casa, pequeña,
caminabas sujeta al borde de la cama;
hoy, que soy repelida,
¡eres del mismo tamaño que yo!
Ten cuidado de servir a tus padres,
trata de ayudarlos bien.
No descuides los días siete o nueve de cada mes,
y, mientras te diviertes, ¡no me olvides!”
Ella cruza el umbral, se sube al coche y parte,
su rostro está cubierto de lágrimas.
A caballo, el funcionario va delante,
en el coche, ella lo sigue desde lejos.
A veces desaparece, a veces apenas lo distingue;
a la entrada del camino principal, se reúnen.
Él baja del caballo y sube al coche,
susurra al oído de su esposa:
“Juro no separarme de ti;
regresa por el momento con tus padres.
Me uniré a mi guarnición,
pero pronto volveré.
¡Ante el Cielo, afirmo la constancia de mi amor!”
Su mujer responde:
“Estoy profundamente conmovida por tus sentimientos.
Como me amas tanto,
espero tu pronto regreso.
Tú debes ser una roca,
y yo un junco;
el junco es flexible como la seda
y la roca inquebrantable.
Tengo un hermano mayor
que es de naturaleza violenta,
él no me dejará hacer lo que quiero,
este pensamiento me incomoda.”
A lo lejos se contemplan, aún agitan las manos,
porque los amantes son reacios a separarse.
Humillada, avergonzada, ella regresa con su familia.
Su madre le golpea las manos y le dice:
“¡Nunca esperé este regreso!
Te enseñé a tejer cuando tenías trece años,
la costura, a los catorce,
música a los quince,
los ritos a los dieciséis
y te casé a los diecisiete años.
Te he recomendado que no te faltes a tus deberes;
ahora, ¿por qué faltas tan graves
regresas sola, sin que yo te invite?”
“Tu hija Lan-zhi está avergonzada ante ti;
pero ella no cometió ninguna falta grave.”
Entonces, entristecida, la madre solloza.
Pasa una decena de días;
el subprefecto del lugar envía un intermediario de matrimonio
a la familia de la joven:
“El tercer hijo del subprefecto
es de una distinción e inteligencia sin par;
sólo tiene dieciocho o diecinueve años
y ya brilla con su elocuencia.”
La madre le dijo a su hija:
“Puedes contestarle.”
Con lágrimas en los ojos, su hija responde:
“Cuando Lan-zhi tuvo que dejar a la familia de su suegra,
su marido le hizo jurar repetidamente que no se separaría de él.
Si faltara hoy a ese compromiso,
¡ella tendría miedo de estar cometiendo una mala acción!
Mejor sería agradecer a este intermediario;
hablaremos de matrimonio más adelante.”
La madre le hace saber al intermediario:
“Nuestra humilde familia tiene esta joven mujer
quien, casada no hace mucho, fue obligada a regresar a su hogar.
Si ella no sabía cómo servir a un funcionario,
¿crees que sea digna del hijo de tu señor?
Me conmueve tu delicada propuesta
pero no puedo prometer nada, hablaremos de eso en otro momento.”
(Unos días más tarde, el subprefecto renueva su pedido por su adjunto; la madre todavía se niega, así que…)
El hermano mayor, habiendo escuchado este nuevo rechazo,
disgustado, aburrido,
reprende a su hermana:
“¡Eres incapaz de tener buen juicio!
Te casaste con un oficial,
ahora puedes casarte con el hijo del subprefecto:
la diferencia entre un funcionario y un hijo de subprefecto es
la que hay entre el cielo y la tierra;
con ese buen matrimonio, recuperarás tu honor.
Si no quieres casarte con este joven de una buena familia,
¿qué estás buscando?”
Lan-zhi levanta la cabeza y responde:
“Tus palabras son razonables.
Antes, dejé a mi familia para casarme,
a mitad de camino, volví a la familia de mi hermano.
Naturalmente, debo obedecerte,
¿cómo me atrevo a esperar la libertad?
Aunque le di mi palabra a aquel funcionario,
nuestra reunión nunca se efectuará.
Ve y dile al asistente
que doy mi consentimiento y que podemos celebrar la boda pronto.”
(El diputado cumple su misión, el matrimonio se arregla a fin de mes; el subprefecto envía muchos regalos preciosos, pero a la novia no le importa mucho su ajuar.)
La madre dice a su hija:
“Acabo de recibir una carta del subprefecto,
me cuenta que la fecha de la boda está fijada para mañana.
¿Por qué no preparas tu ropa?
¡No retrases el matrimonio por ese detalle!”
Muda,
un pañuelo en la boca para sofocar sus sollozos,
ella se deshace en lágrimas.
Luego coloca el canapé
cerca de la ventana que da al camino;
las tijeras y la regla en la mano izquierda,
la seda en la derecha, ella corta.
Por la mañana, termina una falda,
por la tarde, un vestido.
El crepúsculo cae;
cansada, gimiente, sale de su casa.
El funcionario se ha enterado de esta noticia,
ha tomado una licencia y regresa tan pronto como sea posible.
A dos o tres li de la aldea,
su caballo relincha.
La mujer reconoce estos relinchos,
y se apresura al encuentro de su esposo.
Tristemente, ella mira hacia a lo lejos,
sabe que él va a venir.
Él llega.
Ella palmea la silla y suspira profundamente:
“Después de nuestra última separación,
¡cuántos acontecimientos se han precipitado!
No puedo cumplir mi palabra;
pero todo esto tú lo ignoras.
Mis padres y mis hermanos
me obligan a casarme nuevamente, ¿qué esperas obtener con tu regreso?”
El funcionario le dice a su antigua mujer:
“¡Te felicito por tu suerte!
La roca es maciza,
es resistente al mal tiempo por muchos siglos;
el junco es flexible, muy flexible,
y cambia de forma de la mañana a la noche.
Conocerás la riqueza y la nobleza;
solitario, yo me iré a las Fuentes Amarillas.”
“¿Por qué me estás hablando en este tono?
Tú y yo
somos dos esclavos.
Nos encontraremos en las Fuentes Amarillas,
mantengamos esa promesa.”
Febrilmente, se dan la mano,
luego, regresan cada uno a su casa.
Vivos, ya están hablando de la separación de la muerte,
¡ah!, ¡qué indescriptible tristeza!
Deciden suicidarse,
ningún obstáculo puede modificar esta resolución.
El día de la boda, las monturas relinchan,
la recién casada entra en su nuevo hogar.
A medianoche,
todo el mundo duerme.
“Mi vida debe terminar esta noche”, piensa ella,
“mi espíritu se irá mientras mi cuerpo permanece”.
Se quita la falda, se descalza,
y se arroja a un estanque límpido.
El oficial, al escuchar la horrible noticia,
sabe que la separación es eterna;
vagabundea un momento bajo de un árbol del patio,
luego, se ahorca de una rama que apunta al sudeste.
ANÓNIMO
DE LOS DIECINUEVE POEMAS HAN
LA CANCIÓN DE LO-FU
El sol se eleva en el Este,
Brilla sobre las altas cámaras de la casa de Ch’in.
En la casa de Ch’in mora una chica adorable:
Su nombre es Lo-fu.
Cuida bien de sus gusanos de seda,
juntando hojas de morera al Sur de la ciudad.
Acarrea su cesta con un cordón de seda azul,
Los lazos de su cesta están hechos de acacia.
Su cabello, peinado en trenzas sueltas,
Piedras de luna cuelgan de sus orejas.
Sus enaguas son de seda amarilla,
Su chaqueta de púrpura.
Cualquiera que mira a Lo-fu
Deja caer lo que tenga en las manos, y se golpea la mejilla.
Cuando los jóvenes ven a Lo-fu
Quitan sus gorros, muestran sus vainas rojas.
El que ara olvida su arado,
El granjero olvida su azada.
Perturbados, vagabundean
Y se ponen en cuclillas mirando a Lo-fu.
El gobernador conduce desde el Sur,
Los cinco caballos aflojan su paso.
El gobernador envía a su hombre a preguntar
A qué casa pertenece Lo-fu.
“Soy la hija del Maestro Ch’in. Me llamo Lo-fu”.
“Dime qué edad tienes”. “Aún no tengo veinte,
Pero tengo más de quince”.
El gobernador llama a Lo-fu: ‘Andarías en mi carruaje?’
Lo-fu hace una reverencia y responde: “¡Qué tonto es mi señor!
Mi señor tiene esposa.
Yo también tengo esposo.
Allá hay jinetes cabalgando,
Más de mil, rni amante los dirige”.
“Cómo sabré cuál es tu esposo?”
“Caballo blanco seguido por potrillo negro,
Hebras azules en la cola del caballo,
Pendientes de oro en las crines del caballo,
En su cintura una espada ardilla
Que vale más de una fortuna en oro”.
“A los quince recepcionista en la corte,
A los veinte fue hecho chambelán,
A los treinta ayudaba al emperador,
A los cuarenta fue gobernador de una ciudad”.
“Es hermoso y blanco,
Suave como la seda es su mejilla.
Camina orgullosamente por el hall del palacio,
Donde mil cortesanos lo aguardan,
Y todos le ofrecen gran fama”.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)