RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN
BIOGRAFÍA
Raúl González Tuñón, poeta argentino conocido como el pichón de Argentina. Nació en la Ciudad de Buenos Aires, el 29 de marzo de 1905. Murió, el 14 de agosto de 1974 en Buenos Aires.
Un 29 de marzo de 1905 en la casa con dos patios y un níspero en la calle Saavedra, frente al muro de un asilo, nacía Raúl González Tuñón. En el barrio del Once aquella casa que ya no existe, como tampoco el muro ni el asilo.
“Vi la luz en el barrio del once, en el surero
Cerca de allí nació también Julio de Caro
y escribió de la Púa sus memorables versos.
Entonces aún la luna bajaba hasta los patios
¿Era todo mejor? No lo sé. Era distinto”
Hijo de inmigrantes españoles de origen obrero, el sexto de siete hermanos heredó el compromiso social de su abuelo materno, Manuel Tuñón, un minero asturiano y socialista que fue el primero en llevarlo a una manifestación. Su otro abuelo, Estanislao González fue un imaginero borracho y aventurero, que jamás salió de España. Se quedó pintando el manto de la virgen que sus vecinos llevaban en las procesiones, recorriendo bares y persiguiendo muchachas. De él, escucharía increíbles anécdotas a lo largo de su infancia y obtendría el perfil lírico y el espíritu andariego.
A los 17 años, Raúl recibió 15 pesos por su poema “A Frank Brown” (el payaso), publicado en la revista Caras y Caretas. Por entonces, ya era un gran conocedor de los bajos fondos porteños, tema esencial de su primer libro El violín del diablo, (1926) donde retrató como nadie ese Buenos Aires de fondas, cafetines y cabaretes de marineros, prostitutas, ladrones y canallas. Libro de 49 poemas que está dedicado a sus hermanos Enrique y Oscar, (“los más indulgentes espectadores de mis versos”).
LOS LADRONES
Ven a verlos por la mañana
con la gorra hasta las orejas.
Han desvalijado a las viejas
del Asilo de las Hermanas.
Dilapidarán sus dineros
con mujeres y malandrinos
en pocilgas y merenderos,
en milongas y clandestinos.
Oirán un tango de Pracánico
y en lo del Pena ole con ole
mientras sueñan con Rocambole
las muchachas en el Botánico.
Del Parque Goal el payador
humedecerá sus mejillas
cantando sombrías coplillas
de sangre, de muerte y de amor.
A la noche con la mamúa
irán de pura recalada
a besar la crencha engrasada
que cantó Carlos de la Púa.
Y son humanos, inhumanos,
fatalistas, sentimentales,
inocentes como animales
y canallas como cristianos.
Ninguna angustia los desgarra.
Cada cual vive como quiere.
Cuando la madre se les muere
le ponen luto a la guitarra.
ECHE VEINTE CENTAVOS EN LA RANURA (1926)
I
A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosa
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata, amigo, la vida es dura,
eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
II
Lamparillas de la Kermesse,
títeres y titiriteros,
volver a ser niño otra vez
y andar entre los marineros
de Liverpool o de Suez.
III
Teatrillos de utilería.
Detrás de esos turbios cristales
hay una sala sombría.
Paraísos artificiales.
IV
Cien lucecitas. Maravilla
de reflejos funambulescos.
¡Aquí hay mujer y manzanilla!
Aquí hay olvido, aquí hay refrescos.
Pero sobre todo mujeres
para hombres de los puertos
que prenden como alfileres
sus ojos en los ojos muertos.
No debe tener esqueleto
el enano de Sarrasani,
que bien parece un amuleto
de la joyería Escasany.
Salta la cuerda, sáltala,
ojos de rata, cara de clown
y el trala-trala-trálala
ritma en tu viejo corazón.
Estampas, luces, musiquillas,
misterios de los reservados
donde entrarán a hurtadillas
los marinos alucinados.
Y fiesta, fiesta casi idiota
y tragicómica y grotesca.
Pero otra esperanza remota
De vida miliunanochesca…
V
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
Entrar con un miedo profundo
pensando en la giganta de Baudelaire…
Nos engañaremos, no hay duda,
si desnuda nunca muy desnuda,
si barbuda nunca muy barbuda
será la mujer.
Pero ese momento de miedo profundo…
¡Qué lindo es ir a ver
la mujer
la mujer más gorda del mundo!
VI
Y no se inmute, amigo, la vida es dura,
con la filosofía poco se goza.
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
Este libro, y las influencias de Enrique, su hermano, le permitieron ingresar en el diario
Crítica. Su director, Natalio Botana, quien se jactaba de tener en su redacción a los
jóvenes poetas de la nueva generación, convocó a Raúl a sus filas. (“….para mí, un
buen poema, es la mejor carta de presentación de un periodista…”).
El diario Crítica fue una gran escuela de periodismo. Por allí pasaron Nalé Roxlo,
Borges, Arlt, Petit de Murat y Nicolás Olivari, entre tantos otros. Tenía Raúl por
entonces veinte años y todo el mundo ante sus ojos viajeros y, coqueteando entre los
grupos antagónicos de Florida y Boedo, abrazó las primeras vanguardias, participando
de la mítica Revista Martín Fierro, junto a Borges, Girondo y Discépolo, entre otros.
González Tuñón, hoy suele figurar en las antologías de ambos grupos, por abrazar las
premisas del primero, pero sin desoír los dardos afilados que el grupo de
Boedo, de la mano de Roberto Arlt, Leónidas Barletta y Alvaro Yunque, lanzaban desde
su prosa.
LA LIBERTAD
I
De pronto entró la Libertad.
La Libertad no tiene nombre,
no tiene estatua ni parientes.
La Libertad es feroz.
La Libertad es delicada.
La Libertad es simplemente
la Libertad.
Ella se alimenta de muertos.
Los Héroes cayeron por Ella.
Sin angustia no hay Libertad,
sin alegría tampoco.
Entre ambas la Libertad
es el armonioso equilibrio.
Nosotros tenemos vergüenza,
la Libertad no la tiene,
la Libertad anda desnuda.
(Y el señor Jesucristo dijo
que el reino de Dios vendrá
cuando andemos de nuevo desnudos
y no tengamos vergüenza.)
Hermanos, nosotros sabemos,
pero la Libertad no sabe.
II
Hay que ser piedra o pura flor o agua,
conocer el secreto violeta de la pólvora,
haber visto morir delante del relámpago,
conocer la importancia del ajo y el espliego,
haber andado al sol, bajo la lluvia, al frío,
haber visto a un soldado con el fusil ardiente,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Viva el amor, la vida poderosa,
la muerte creadora de olores penetrantes
y eso porque uno muere y resucita,
la luz sobre los techos de la aurora,
sobre las torres del petróleo,
sobre las azoteas de las parvas,
sobre los mástiles del queso y el vino,
sobre las pirámides del cuero y el pan,
la gente retornando,
una ventana con la bandera en familiar bordado
y la exacta ambulancia, con heridos,
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
Hay que ser como el puente necesario,
natural como el lirio, como el toro,
saber llegar al fondo del silencio,
al subsuelo del brote y a la raíz del grito,
hay que haber conocido el miedo y el valor,
haber visto una mano que agita una linterna
de noche, hacia el distante nido de metralla,
hay que haber visto a un muerto cicatrizado y solo
cantando, sin embargo, la Libertad querida.
III
De pronto entró la Libertad.
Estábamos todos dormidos,
algunos bajo los árboles,
otros sobre los ríos,
algunos más entre el cemento,
otros más bajo la tierra.
De pronto entró la Libertad
con una antorcha en la mano.
Estábamos todos despiertos,
algunos con picos y palas,
otros con una pantalla verde,
algunos más entre libros,
otros más arrastrándose, solos.
De pronto entró la Libertad
con una espada en la mano.
Estábamos todos dormidos,
estábamos todos despiertos
y andaban el amor y el odio
más allá de las calaveras.
De pronto entró la Libertad,
no traía nada en la mano.
La Libertad cerró el puño.
¡Ay! Entonces…
Los hermanos Tuñón fueron un puente entre ambos grupos. Y finalizados los años
veinte, cuando la polarización política se hizo evidente, debieron definir su posición. El
joven poeta de las tabernas, se convertiría en el primer poeta político-social de la
Argentina. Viajero inagotable, los puertos y los caminos fueron su obsesión. Natalio
Botana, enseguida comprendió que “este Raúl, el hermano de Enrique, es un pájaro y
hay que tratar de tenerlo siempre afuera”.
Esta atinada percepción hará que se convierta en corresponsal del diario y allí
comenzarán los viajes donde recogerá diferentes vivencias, transformándolas en
poesía. La huelga obrera de la Patagonia, en 1921, tiene uno de sus primeros
portavoces en Tuñón.
Producto de estas experiencias como periodista viajando por el interior del país, fue
Miércoles de Ceniza (1928). Aquí, el poeta hizo un reconocimiento geográfico de su
propia historia y de la historia de Argentina, en una suerte de revisionismo trasgresor
y a contramano del oficialismo. Con este libro, Raúl ganó el premio Municipal. Con los
500 pesos del premio, sacó un pasaje en el buque español “Puerto de Palos”, para
finalmente “anclar en París”. El dinero se acabó pronto, pero nació en consecuencia La
Calle del agujero en la media (1930), el gran salto desde los bares de Buenos Aires,
hasta una mesa en Montparnasse. Un libro enamorado de París, sus mujeres, sus
esquinas, su bohemia y el surrealismo.
ESCRITO SOBRE UNA MESA DE MONTPARNASSE
Una tarde por el ancho rumor de Montparnasse
por ese aire de provincia tan confianzudo y claro
-cada ventana paga su pedazo de sol con una canción-,
anduve bebiendo el buen vino rojo y alegre como una canción,
rojo y alegre como una revolución.
Y entonces, pensé: ¿qué haré ahora de mi vida?
Tengo dos amigos, un saxofonista y un vendedor de globos.
Ellos me han dicho: viene el invierno y eso es terrible.
Los gatos se calientan al sol pero un hombre necesita
de la buena lumbre, de la buena carne y de la mujer
siquiera dos veces a la semana.
Algunas mujeres me han detenido en Montmartre
pero me piden cigarrillos y cien francos
y yo solo puedo darles ágiles besos casi inéditos
y hablarles de mi país sin que ellas me comprendan
y decirles que Blanca Luz está en México
sin que ellas me pregunten quién es Blanca Luz.
Una noche bajo la vieja luna de París degollada en los techos
-la luna que alumbra a los enamorados y a los cobardes- yo
vi cómo en un alto balcón
se amaban un muchacho y una muchacha.
Vengo de Buenos Aires, digo a mis amigos desconocidos,
de Buenos Aires que es tres veces más grande que París
y tres veces más pequeña.
Y aunque mi sombrero y mi corbata y mi espíritu canalla
sean productos perfectamente europeos
soy triste y cordial como un legítimo argentino.
Diría: soy un pobre muchacho abandonado aquí
como una valija rotulada en todas las aduanas del mundo
y quisiera irme al Turkestán porque Turkestán es una bonita palabra
y mi amigo Michel Berboff nació en Turkestán.
¡pero si yo pudiera llevar a la práctica algo que hace días reflexiono!
¡Ponerme a gritar sobre la Torre Eiffel con afilados gritos para que venga una mujer y
me ame!
¿Conocen ustedes el Neuquén?
Allí hay cabañas de troncos de árboles
y pulperías en donde venden conejillos y libros de Maurice Dekobra,
¿Y Tucumán? En Tucumán solo puede buscarse
la noche en los ojos de sus mujeres
y las guitarras de sonoras y floridas parecen patios.
¿Y Mendoza? En Mendoza los niños saben cantar
porque han nacido al borde de las acequias.
¿Y La Rioja? Yo anduve por ahí adolescente y barbudo
y gané una elección con cincuenta pesos y una vaca,
absorto, como Buster Keaton.
¿Y Santa Fe? En Santa Fe viví treinta días en un convento
con ocho frailes franciscanos que iban doblándose hacia el suelo.
Los duendes venían hasta mi cuarto trayéndome briznas de sol
y por la noche se ocultaban en las hornacinas
para hacerles señas a los perros sin dueño y a los viajeros extraviados.
Nosotros tenemos además estaciones abandonadas, pozos de petróleo
y escuelas rurales, como en los cuentos de Bret Harte.
Pero lo que no tenemos es la alegría verdaderamente constante,
la risa verdaderamente pura, el corazón verdaderamente libre.
Y no se hable de mi corazón.
Yo quisiera
anunciar la función de los circos
dando puñetazos a las estrellas rojas.
Yo quisiera escupir los vidrios de un expreso de lujo
para que rabien los millonarios.
Yo quisiera interrumpir todas las comunicaciones telefónicas
para ver si encuentro una palabra, una sola palabra para mí
y abrir toda la correspondencia del mundo por ver si alguien
una sola persona tiene un recuerdo, un solo recuerdo para mí.
Yo quisiera explotar una bomba, derrocar un gobierno,
hacer una revolución con mis manos amigas del cristal, de la luz,
de la caricia -destruir todas la tiendas de los burgueses
y todas las academias del mundo- y hacerme un cinturón bravío de rutas inverosímiles como Alain Gerbault, para que venga Blanca Luz y me ame.
Luego de pasar por Barcelona regresó a la Argentina autoritaria de la década infame.
Botana participó de esta insurrección militar, incubándola desde su diario. Luego esto
jugará en su contra y terminará preso, con su diario clausurado y un breve exilio del
que regresó en 1932.
Con Crítica reabierto, estalló la guerra en el Chaco Paraguayo entre Paraguay y Bolivia
y fue Raúl el enviado al frente para relatar las patéticas imágenes de la tragedia. Allí
vio el horror de los cadáveres de “soldaditos que morían abrazados”, el olor a “tierra
arañada por la desesperación, a árboles quemados, a restos de trajes, de zapatos”. Fue
el cronista del dolor inmediato.
En Buenos Aires, cerca del puerto, en esas tabernas a las que el poeta adolescente les
había cantado, obreros, estudiantes y empleados sin trabajo habían levantado Villa
Desocupación. Una vez más, González Tuñón fue el designado para contar lo que allí
pasaba. Mezclado entre la gente, escribió
el gran reportaje de esas vidas, al que llamó La ciudad del hambre. Luego, cuando allí
se estaba organizando una marcha de protesta, Raúl estuvo con ellos, mientras la
policía arremetía a tiros y sablazos contra la gente que corría “entre sus casas de
cartón y arpillera”.
Como reacción inmediata, Tuñón fundó la revista Contra y allí publicó su poema “Las
brigadas de choque”, una especie de arte poética y discurso ideológico que definía su
postura contra la burguesía y “los plumíferos guardianes del orden constituido”
Poema, que como es usual para quienes se salen del dogma, le ocasionó cárcel y un
procesamiento que tendría veredicto recién en 1965: dos años de prisión condicional.
En 1933, Tuñón decidió exiliarse en España. Durante los años siguientes sucederán
hechos fundamentales. Conocerá a su primera esposa, musa de uno de los poemas de
amor más bellos:”Lluvia” y publicará El otro lado de la estrella, (1934), una historia de
trotacaminos, donde se alternarán relatos y “poesía de cuento”, como más tarde definiría su autor.
Luego, Todos bailan, poemas de Juancito Caminador, (1935), una especie de alter ego
del poeta, imaginado a partir de una etiqueta de whisky Johny Walker, donde se veía a
un personaje de bastón y galera caminando por el mundo. Poesía romántica de
amores furtivos y grandes amores, mezclada con política y retratos de viajes anteriores.
Una sublevación de mineros en España, en 1935, le mostraría una realidad todavía
más violenta a la que había conocido como corresponsal del diario de Botana.
Conocerá a Dolores Ibarruri, la Pasionaria y trabará amistad con Neruda, (por esa
época Cónsul en Madrid), con Federico García Lorca, Miguel Hernández y Rafael Alberti, entre otros compañeros de letras y de lucha. De la sublevación obrera nació La Rosa Blindada (1936), (Octavio Paz dijo de ese libro; “Para esa generación ( las del treinta) escribir poesía combativa era escribir a la sombra de Raúl González Tuñón, es el Rubén Darío de la poesía social, y no cometo una herejía si afirmo que España en el corazón de Pablo Neruda y España aparta de mí este caliz de Vallejo, no hubieran podido ser sin La rosa blindada). Un libro que reúne todos los elementos fundacionales de la épica de Tuñón, acciones heroicas de los mineros con sus mujeres e hijos; la historia de Aída Lafuente muerta en una cuenca minera de Asturias y poemas donde anticiparía el sangriento prólogo a la Segunda Guerra Mundial: el levantamiento de Franco.
La Libertaria
A la memoria de Aída Lafuente,muerta en la cuenca minera de Asturias. Madrid, 1935
A Eduardo Ugarte
Estaba toda manchada de sangre,
estaba toda matando a los guardias,
estaba toda manchada de barro,
estaba toda manchada de cielo,
estaba toda manchada de España.
Ven, catalán jornalero, a su entierro,
ven, campesino andaluz, a su entierro,
ven a su entierro, yuntero extremeño,
ven a su entierro, pescador gallego,
ven, leñador vizcaíno, a su entierro,
ven, labrador castellano a su entierro,
no dejéis solo al minero asturiano.
Ven, porque estaba manchada de España,
ven, porque era la novia de Octubre,
ven, porque era la rosa de Octubre,
ven, porque era la novia de España.
No dejéis sola su tumba del campo
donde se mezclan el carbón y la sangre,
florezca siempre la flor de su sangre
sobre su cuerpo vestido de rojo,
no dejéis sola su tumba del aire.
Cuando desfilan los guardias de asalto,
cuando el obispo revista las tropas,
cuando el verdugo tortura al minero,
Ella, agitando su túnica roja,
quiere salir de la tumba del viento,
quiere salir y llamaros hermanos
y renovaros valor y esperanza
y recordaros la fecha de Octubre
cuando caían las frutas de acero
y estaba toda manchada de España
y estaba toda la novia de Octubre
y estaba toda la rosa de Octubre
y estaba toda la madre de España.
De: La rosa blindada
Raúl regresó a Buenos Aires poco antes del fatídico julio del 36’, con el fin de organizar
la Sección Hispanoamericana de la Alianza de Intelectuales Antifascistas. En Argentina
reinaba el autoritarismo, el poeta estaba en la mira del gobierno, y publica “8
Documentos de Hoy”, donde reúne parte de su trabajo solidario con la República
española.
Vengo de los grandes ríos y de las altas montañas, de las claras y las oscuras, altas y
chatas ciudades de un continente que habla en español, de un continente de veinte y
tantos países iguales y distintos, donde, desde la selva de la canción autóctona hasta el
puerto de los cantos internacionales; desde el caos caliente de los trópicos y los
grandes silencios blancos del Sur; desde el laberinto de las explotaciones minerales y
los dorados campos trigueros: ochenta millones de americanos, criollos o gringos viven
pendientes de los sucesos de España, siguiendo con alternativas de angustia y alegría
la lucha de los españoles contra la invasión fascista internacional.
Se enteró de la muerte de Federico García Lorca y decidió que su lugar estaba en
España. Consiguió que La Nueva España, un periódico republicano editado en Buenos
Aires, lo enviara como corresponsal de guerra.
Allí verá que la muerte está en las calles y los campos, compartirá el dolor y los
bombardeos con León Felipe, Nicolás Guillén y Antonio Machado y dará cuenta de los
terribles sucesos, más tarde, en dos libros Las puertas del fuego y La Muerte en Madrid.
“¡Qué muerte enamorada de su muerte!
¡Qué fusilado corazón tan vivo
¡Qué luna de ceniza tan ardiente
en dónde se desploma Federico!…
DOMINGO FERREIRO
Toca la gaita Domingo Ferreiro
toca la gaita… «¡Non queiro, non queiro!»
Porque están llenas de sangre las rías,
porque no quiero, no quiero, no quiero.
Y se secaron los ramos floridos
que ella traía en la falda del viento,
que ella traía a su novio soldado
o pescador, labrador, marinero.
Sobre Galicia ha caído la peste,
ay, los oscuros sargentos vinieron.
Están colgando en los pinos los hombres,
toca la gaita, no quiero, no quiero.
Nuestros hermanos que están allá abajo
pronto vendrán a vengar a los muertos,
pronto vendrán en mitad del verano,
pronto vendrán en mitad del invierno.
El que no ha muerto andará por el monte
y en las aldeas cayeron los buenos.
Ay, que no vayan los lobos al monte,
toca la gaita, no quiero, no quiero.
Ya llegarán las valientes milicias
para acabar con la hez del desierto.
Ya llegarán en mitad de la Historia,
ya llegarán en mitad de los tiempos.
Toca la gaita… ¡que baile el obispo!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque no es hora de fiesta en España,
porque no quiero, no quiero, no quiero.
Ya llegarán los soldados leales
para acabar con los pájaros negros,
ya llegarán en mitad de la Biblia,
ya llegarán en mitad de los muertos.
Toca la gaita. ¡Que baile la víbora!
Toca la gaita, no quiero, no quiero.
Porque la gaita no quiere que toque.
Porque se ha muerto Domingo Ferreiro.
En 1939, acompañó a Neruda a Santiago de Chile. En un viaje que inicialmente era de quince días y resultó de cinco años. Allí fundó el diario El Siglo, escribiendo en él dos columnas diarias donde siguió, con su estilo mordaz e irreverente levantando sus contestatarias banderas. En Chile enfermará su esposa y desde allí seguirá Raúl, paso a paso las noticias de la Segunda Guerra Mundial, la ocupación alemana en París, la invasión a la Unión Soviética, la destrucción de Guernica.
Allí pensará más que nunca en sus amigos por el mundo y a ellos les dedicará su libro Canciones del tercer frente (1941), donde se reunían cuatro libros: Himnos y canciones; A nosotros, la poesía; Las calles y las islas y Los caprichos de Juancito caminador.
Nosotros, ¡cuántos! todos, habéis aclarado tanto mi pensamiento, me habéis dado tan singular y tan transparente amistad. Me habéis mostrado una amistad alegre y cuidada, y vuestro decoro intelectual me sorprendió al principio: yo llegaba de la envidia cruda de mi país, del tormento. Desde que me acogisteis como vuestro, disteis tal seguridad a mi razón de ser, y a mi poesía, que pude pasar tranquilo a luchar en las filas del pueblo. Vuestra amistad y vuestra nobleza me ayudaron más que los tratados. Y hasta ahora, este sencillo camino que descubro, es el único para todos los intelectuales.
Nos dirá también… “el escritor debe servirse del arma que sabe manejar mejor, la pluma. La pluma de un
escritor digno de tal nombre no debe ser servil. Pero hoy un escritor autentico moja su pluma antes en la sangre que en la tinta; y esta pluma se convierte, más que nunca, en un arma, vale más que se pudra en la inacción, España es hoy nuestra pasión. Si no combatimos en su suelo, seamos en el exterior sus soldados de una forma o otra. Brigadas de choque del pensamiento internacional. No nos avergonzamos de haber puesto, por una vez, nuestra pluma al servicio de algo, pues ese algo es España nada menos. Ese algo es el mundo, es el destino del hombre”.
En 1943 publicó Himno de pólvora, con poemas y textos en prosa cuyo tema central eran los hechos de la guerra, y la bellísima Elegía en la muerte de Miguel Hernández. Ese mismo año perdió a su compañera y a su hermano, Enrique. A partir de ese momento ellos estarán presentes siempre, buscándolos, rescatándolos a través de sus poemas. Poco después conoció a Irma Falcón, la madre de su primer hija, Aurora Amparo.
Con la irrupción del peronismo, González Tuñón regresó a Buenos Aires y publicó su primer Canto Argentino, libro estructurado en cuatro partes, donde alternaba la historia pasada con la inmediata, una suerte de canto general de las luchas del pueblo argentino.
En el año 1952, Raúl vuelve a casarse, es Nélida Rodríguez Marqués, quien será su compañera hasta el fin de su vida y la madre de su segundo hijo, Adolfo Enrique. Sus poemas retomaron el lirismo de los poemas iniciales, en lo que él mismo definiría más tarde como “realismo romántico” y expresaría claramente en dos libros Hay alguien que te está esperando (1952), donde recordaba a sus queridos que ya no están y Todos
los hombres son hermanos, (1954) donde reaparecía el barrio, el tango, el puerto y su vida personal inserta en cada verso.
Un grupo de jóvenes, cercanos a la estética de González Tuñón formaron un grupo literario llamado “El pan duro”, que funcionará entre el año 55’ y el 57’. De allí surgirá el primer libro de Juan Gelman: Violín, y otras cuestiones, y José Luis Mangieri creará la editorial La Rosa Blindada donde Raúl publicará algunos de los libros de su última producción.
Desde 1963, el poeta de los caminos, realizará sus últimos viajes y se sucederán nuevos libros: Demanda contra el olvido (1963); Poemas para el atril de una pianola; El rumbo de las isla perdidas; y La veleta y la antena (1969), afianzando elementos dispersos de libros anteriores, mezclados con recuerdos, nostalgias, que aludían a la bohemia, la política y el amor.
VILLA AMARGURA
Villas, villas miseria, increíbles y oscuras,
donde sopló el olvido sobre la última lámpara,
Villa Jardín, Villa Cartón, Villa Basura,
de calles que trazaron los azares del hambre,
la súbita marea de los desposeídos
y los desocupados forzosos; los ilusos
del patético éxodo de provincias lejanas,
que avergüenza la frente pálida de la patria.
Barrios de un Buenos Aires ignorado en la guía
para el turismo; barrios sin árboles, de ahumados
horizontes sin agua, sin ayer, sin ventana.
Atroces ciudadelas sucias y derramadas.
Atroces ciudadelas sucias y derramadas,
de viviendas como hongos; latones, bolsas, zanjas
hundidas por las lluvias, mordidas por los vientos.
Barrios de soles turbios y lunas oxidadas,
de noches enemigas y de hoscas madrugadas,
y la insólita fuga de los perros sedientos.
Villa Jardín es un nombre que sueña
con un largo sonido de impiadosa ironía.
Un hombre que golpea como un aldabonazo
en el límite de la ciudad gigante.
Villa Jardín, un breve nombre
que oculta una miseria vasta.
Villas que habitan densas familias, el llamado
bajo fondo social, que no es la resaca,
y que mantiene intactos su decoro y su fe,
el altivo rencor dentro del pecho
y la esperanza.
(De "mi ciudad", Eudeba, 1963)
La noche del 13 de agosto de 1974, Raúl escribió su último poema, en homenaje a Victor Jara, el cantor asesinado por la dictadura de Pinochet. Al día siguiente, a la hora de la siesta partió para encontrarse con él, con Federico, Antonio y Miguel, con Amparo y Enrique, con el abuelo imaginero y el abuelo socialista, para junto a todos ellos, esta vez caminar el cielo, pintándolo de poemas y de revoluciones.
Sin un céntimo, tal como vino al mundo, murió al fin, en la plaza, frente a la inquieta feria.
Velaron el cadáver del dulce vagabundo
dos musas, las esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y de su obra.
Escribió versos casi celestes, casi mágicos,
de invención verdadera,
y como hombre de su tiempo que era,
también ardientes cantos y poemas civiles
de esquinas y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.
Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.
Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,
los parroquianos del café,
los artistas del circo ambulante,
unos cuantos obreros,
un antiguo editor,
una hermosa mujer,
y mañana, mañana,
florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,
un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,
un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,
versos de un ser querido que se fue antes que él,
muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta
y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.
Para él fue la muerte como el último asombro.
Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,
y un pájaro en el hombro.
Hablemos de un hecho favorable al proceso de la perfección./ La poesía, ese equilibrio
entre el recuerdo y la predicación,/ entre la realidad y la fábula,/ debe fijar los grandes
hecho favorables./ Hablemos de un hecho histórico favorable, feliz, a pesar del fracaso
y de la muerte.
Así sea la poesía que buscamos, gastada como por un ácido por los deberes de la
mano, penetrada por el sudor y el humo, oliente a orina y azucena, salpicada por las
diversas profesiones que se ejercen dentro y fuera de la ley.
Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y
actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías,
declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas,
negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos.
Se han visto marchas de hambre sobre flamantes villas y de burgueses muertos
vientres agujereados y de filas de mineros fusilados. Hay la revuelta próxima que
estallará de pronto como la luz tan súbita que inventa la ventana. Hay posibilidades
para la poesía. Hay mañana.
Dice de sí mismo; El espíritu insobornable de rebelión que anima siempre en mí contra
todo aquello que afea la vida del hombre.
LA CALLE DEL AGUJERO EN LA MEDIA
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad
y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.
Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar
ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.
¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres
de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?
Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera
y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,
una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.
OLGA ELENA DE LUCIA VICENTE
Nace en Buenos Aires, el 21 de Febrero de 1947. Cursa en la Universidad de Buenos Aires la
carrera de odontología, y trabaja en ello durante muchos años. Obtiene la nacionalidad
española en 1983.
Estudió Psicoanálisis en la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero. Pertenece a los talleres de
Poesía de la misma institución, coordinados por el poeta Miguel Oscar Menassa.
Participó en el Congreso de Psicoanálisis y Poesía (Buenos Aires 1987), con un trabajo
conjunto sobre la Creación y también en el Congreso de Psicosis (Ed. Grupo Cero) con el
tema Alucinación en la Psicosis.
Coordinó grupos de creación, trabajando sobre cerámicas.
Es presidenta de la Asociación Pablo Menassa de Lucía y del Club Deportivo Grupo Cero.
Es actriz de la productora cinematográfica Grupo Cero, se la puede ver en los cortometrajes, Él, ella y pirulo, Suicidio asistido y Ayer mientras dormía. Y en los largometrajes ¿Infidelidad? Mi única familia, La invitación del presidente y El medicamento, todos ellos escritos y dirigidos por Miguel Oscar Menassa.
Ha publicado en numerosas revistas de poesía. Y en Talleres de Poesía I, publicación conjunta (Ed. Grupo Cero). 1995
Su primer libro de poesía, PARA SEGUIR VIAJANDO, se publicó en Editorial Grupo Cero en 1999. Su segundo libro “AGUA FRESCA” en 2001 Su tercer libro de poesía: VENGO DE UN PAÍS en 2013.
POEMAS
De “PARA SEGUIR VIAJANDO”
No me dejes esta noche, amor.
No me dejes esta noche, amor
que la muerte anuda mi garganta,
que la ira arrebata turbulencias
y agiganta el cerco de impotencia.
No me dejes esta noche, amor
que en las sombras sin eco se levanta
lo injusto, lo mezquino, la demencia
de un paisaje saturado de inclemencia.
Aquieta con tu mano la furia de mis células,
amor, cegadas por tétricas banderas
de inmemoriales hordas asesinas;
y en el remanso de tus fuertes brazos
aloja esta loca cabeza alborotada,
desbrocemos la maraña, despejemos la alborada.
Segunda generación
Si pudiera con mis lágrimas
lavar tus heridas
saciar tu sed,
me desharía como una nube
de gris plumboso sobre el mundo.
Si pudiera con mis palabras
alimentar tu alma
si pudieras escucharme…
si hubiera una manera de llegar a ti.
Sin embargo
extiendo mis palabras y no te alcanzo
te digo que te amo y no me crees,
me confieso humildemente y crees que quiero sobornarte,
te digo que cualquier camino no da lo mismo
y supones que coarto tu libertad.
Hay tantas cosas que no entiendo
que tengo los labios sellados,
la mirada impotente,
un amor que no alcanza
un deseo que no sirve,
mas tengo también
la decisión de no doblegarme
de no dejarme abatir.
Algo que me dice que el amor es combustible
que alumbra la desesperanza, el odio, el tedio
y el ansia de vivir.
Azar relativamente programado.
Cimbreado entrecortado vaivén
de pasos alzados entre sol y penumbra
lanzo el tejo al azar, acepto el desafío
temerosa sin embargo de oscuros designios.
La vida es la secuencia de deseos perseguidos
de metas conquistadas, de tropiezos,
de escalones al abismo, de palo enjabonado,
de cálidas ráfagas y ráfagas heladas.
Cada día, conciencia me arrincona
interrumpe mis sueños cuando despunta el alba
con tono amenazante duramente me interroga.
Sólo puedo prometer apostar por la vida
eludir el atajo de los ojos ciegos,
entrelazarme al amor, intentar el olvido.
Si bien embriagadora
Gocemos de esta paz,
si bien embriagadora…
Lo hondo de lo efímero,
la terrible belleza
de lo que ha de morir.
Qué más da lo eterno
que atrapar
este instante
esa cálida paz arrolladora
prendida a la cadencia de tu voz,
ese leve temblor cuando te acercas,
el vaivén de tus caricias
en los rincones de mi cuerpo
que te nombran.
Hay estados del alma
que no quisiera abandonar
aun esa repetida zozobra
al verte partir.
Para seguir viajando
Sincopado resonar de los recuerdos
partido por las reses del quebranto,
horadando esquinas sin tapices
resbaló el tobogán de los misterios.
Se puso su sombrero sobre equis
y salió silbando un fa rotundo,
un plumón sobre su atormentado sexo
y piano entre sus rojos labios.
Cautelosamente deslizóse entre arboledas
sembrando piedrecillas a su paso.
Volvió de noche, desolado, desollado
su trajinar deseoso de quimeras.
Se quedó con pocas plumas, pero suyas
no ansió lujuriosos enseres ni ornamentos,
ni estudiadas palabras, ni esperpentos
sólo lápiz y papel para seguir viajando.
De “AGUA FRESCA”
Ella
Algo pulsa en la penosa inflamación de los nudillos.
Esas garras que se ciernen a la muerte
en feroz equilibrio con la vida.
Altivez de buitre cayendo sobre la presa muerta
viviente en mí.
Estar de pie en la línea de partida
Ecuación impar ahueca mis huesos,
calcio que se vuelve torrente
y malamente se deposita sobre el ojo
abierto de la arteria.
Ella cansada de estrecharse y expandirse,
-como de la mano de Dios abandonada-
como el pulso de su vagina muriendo
en el estertor hambriento de silencios
y de páramos abiertos en la boca
abierta de los tiempos.
Su vagina con dientes relucientes
amenazando su integridad,
ese desaparecer oculto en vientres
que se anudan
cercando el misterio de la vida.
Navegar contra corriente,
sacar de su cauce la languidez,
esta melancolía sorda.
Desnudarse, sentir que todo está perdido,
poner un nuevo envase a esta osamenta gris
que se deshidrata lentamente.
Otra vez entregar los viejos lazos a los nuevos
y estar de pie, en la línea de partida.
Más allá de las nueve puertas y la piel
Tiempo suspendido, cuerpo abierto
registrando espacios a la vida.
Excelsa boca de placeres tan inciertos
belleza del color brillando en tu sonrisa,
olores de los senos tan turgentes,
piel tan sensible a tus caricias.
He recorrido kilómetros buscando aquel sabor,
he descorrido los velos más densos sin hallar la luz,
he olfateado los olores más eróticos, soportando
todas las vibraciones sobre mi piel.
He quedado extasiada en el placer
breve solaz que me llevó a la palabra.
Tocamos las fibras más intimas
volando lejos de la tierra.
Y hubiera sido posible enloquecer
mareada en el círculo caliente de sus ondas
girando enloquecidas hasta su desaparición.
Huyendo de la muerte, la muerte reinaba sobre mí.
Diamante incandescente arrebató mis sentidos
salvaje ambición desmedida sus desvelos,
sangrante humanidad equivocada
en su invocación de esperanza.
Son tenues los hilos que trajinando el camino
ponen fin a un horizonte a la deriva.
Más allá, lo desconocido se tiende al infinito
que seas capaz de padecer.
Donde nunca me esperaste
Estoy donde nunca me esperaste,
cosas tontas las que me sobrecogen.
Cuerpo que pulsa al son de soles abismales,
centelleo de luz,
constelación que siempre muta.
Mi piel de cordero desgarro
y pugnan por salir miles de agujas,
el tiempo, sobre los ojos ciegos.
Con Tiresias de la mano caminamos
hacia esa luz,
transferible del lenguaje.
Su mirada detiene el tiempo.
Todos los momentos se anudan ante ti,
bailarinas de cartón huyen de la escena,
humanos asidos del testuz como los gatos
colgados de ganchos como reses,
amos absolutos de la muerte.
Pasea por la ciudad su amplio dominio.
Enlaza extensos collares de esperanza,
cuando me acoge el páramo desierto
de tus ojos nublados al ocaso.
Quiero verte renacer de las cenizas,
que tires tu cabello hacia atrás con decisión
humano gesto.
Que sacudas la lenta monotonía
de tus vicios,
que vengas a rodear este vacío
que siento aquí, entre mis pechos secos.
Que forme su aura un sol
para resquebrajar la nieve de mi alma.
Que cuajen las fiebres de veinte primaveras,
que me aten al misterio
de tu voz, viva.
Si atraviesas mi cuerpo, lloverá
Quita tus zapatos a mi puerta,
pasa con cuidado, no hagas ruido.
Nube acuñada en los silencios
si atraviesas mi cuerpo, lloverá.
Soy tu cítara deforme y caduca
acariciando la noche.
Envuélveme en tu velo
violeta sumisión.
Prende tu blasón
en el costado abierto de mis sueños,
hunde la duda, hazte a la mar.
Estoy aquí, donde los caminos
anuncian infinitas trayectorias.
Expectante
esta dirección
que impulsa el viento.
Ámate, hombre de piel y huesos,
crece a mi lado, déjate amar.
Regreso a la tristeza
Estuve ahí, en las profundidades
de la soledad.
La inconmensurable quietud
echaba un velo sobre todo dolor,
toda ausencia.
El silencio se levantaba majestuoso,
denso y cálido por los corredores
de la infancia.
Te recuerdo pequeña en tu silla de paja,
con las dos manos sostenida la cabeza
entre tus piernas.
Agujero misterioso.
Te amé, huimos juntos hacia el vacío
del dolor.
El calor había huido de ti,
última canción en el concierto celestial:
Cristo ajusticiado por amor.
Madre fecundada sin placer.
Oh, selva inflamada,
despierte su íntimo fuego.
Algo debe morir para que algo crezca
Anclo en este atardecer tenue,
aguas perennes como cielo
ante la mirada ausente de la vida.
¡Cuánto más siembre, más cosecharé!
Flor creciendo hacia su destino de semilla,
grano cultivado con esmero
sustento de mi alma.
Me detengo en tu materia inexistente
célula operante
sobre el enorme universo de la lengua.
MIR
Tiembla más allá de la gravedad
tu enorme corazón,
fugaz, suspendido,
laderas del espacio.
Caerá en la inmensidad del océano
lo que tocó la humanidad.
Sordo ruido, maremotos
agitan mis pobres ambiciones.
En el no fondo de tus ojos,
laten torpemente hasta acallarse.
Tierra, tu pueblo tiene hambre.
Tu pueblo sangra en el olvido.
De “VENGO DE UN PAÍS”
Su sino fue el olvido
Detrás de los visillos
siluetas como nubes
danzan, ante los ojos del recuerdo.
Hilos invisibles entretejen
la tela de los sueños.
Escenario de cosas imposibles
de deseos truncados,
de alabanzas marchitas.
Las canas que pintan el alma
opacan los colores de la tierra.
No hay tiempo de soles,
ni tiempo de ninfas,
ni sirenas de espuma,
ni peces voladores.
Hay mañanas de escarcha
en el desierto del alma.
Palabras que no llegan,
manos deslucidas,
ojos sin deseo.
Salinas como vítreo parador
del cansancio.
Historias que regresan
y se mueven fantasmales
entre danzarinas letras.
Un cielo de alimañas
Un cielo de alimañas
oscurece el horizonte.
Polvo, ennegrecida soledad,
huyendo por las calles del olvido.
Exhausta estoy
cedida la energía
al defenderme.
Te suplico vivir sin el mí
entorpeciendo todos los encuentros.
Polvo de lo fósil
Polvo de lo fósil
esparce el viento.
Todo recuerdo
tiñe para siempre el infinito.
Ala truncada en pleno vuelo,
nostalgia por algo que nunca estuvo.
Soy mortal y esta vida
es lo único que tengo.
Haz con los viejos fantasmas
una maleta -me dije-
y arrójalos al viento.
Los nuevos fantasmas serán frases,
vuelos comprometidos
con lo humano.
Todo tiembla
Todo tiembla.
Un gélido volcán
vuelve a sentir en su seno,
el cosquilleo espeso
de mil lenguas de fuego,
pugnando por alcanzar el cielo.
Se resquebrajan las alturas.
El ruido ensordecedor
de tanta fuerza contenida
escupió sus desgarradas piedras,
su magma incandescente,
borrando todas las huellas.
Sólo destrucción, gritaba impunemente,
Destrucción y Muerte.
Sobre las cenizas, me dije,
no esta bien construir ninguna casa.
Mundo hoy
Luces exterminadoras sobre la ciega noche
iluminan los azorados ojos antes de morir.
Castigo del Dios Imperialista
a un pecado no cometido.
Días y días incentivando el dolor y la angustia.
Visión de destrucción, desolados paisajes.
Ética de los poderosos donde los malos
son siempre los otros.
Prefiero escuchar la nota del alelí
Quisiera tu paracaídas Altazor
para aterrizar con tus palabras de alabastro
y caer de pie en esta selva de palabras,
impregnada con la vehemencia de tu sangre.
Ver más allá de los jeroglíficos
que describen las golondrinas en el aire.
Bajar la persiana de mis ojos
y que sus olas no destruyan la quietud de los nenúfares.
Que la marería no castigue la geografía de las costas
ni se lleve el torbellino las almas inocentes.
Ni arrecien huracanes desterrando transeúntes,
ni aludes ensombrezcan la mirada de los hombres.
Que nadie grite el hambre, ni rasgue con sus uñas
el dolor de la izquierda, latiendo en la mañana.
Ni atronen los obuses, ni salten pedazos de humanos
cercenados por intereses espurios.
Que se apague el estruendoso ruido de la pólvora,
que me dejen escuchar la nota del alelí.
En la actualidad continúa asistiendo al taller de Poesía de la Escuela de Poesía Grupo Cero coordinado por el poeta Miguel Oscar Menassa donde sigue produciendo.