STÉPHANE MALLARMÉ
BIOGRAFÍA
Étienne Mallarmé, conocido como Stéphane Mallarmé, nace en Paris el 18 de marzo de 1842 y muere en Valvins el 9 de septiembre de 1898, a la edad de 56 años. Es un poeta francés, profesor de inglés, traductor y crítico de arte. Figura entre los máximos representantes del Simbolismo.
Hijo de un registrador de la propiedad, pierde a su madre a la edad de 5 años y es confiado a sus abuelos. En 1852 ingresa en un internado y se revela como un alumno mediocre y es expulsado tres años después. Ingresa en otro internado en Sens y resulta muy impactado por la muerte de su hermana en 1857.
Compone sus primeros poemas de adolescente, textos fuertemente inspirados por Victor Hugo, Théodore de Banville y Théophile Gautier. Descubre Las flores del mal de Baudelaire en 1860, que le influye en sus primeras obras.
Entra en la vida laboral, lo nombra como sus primeros pasos en el embrutecimiento.
En 1862 se publican algunos de sus poemas en diferentes revistas. Conoce a la joven gobernanta alemana María y deja su empleo para instalarse en Londres con ella, con la intención de mejorar su inglés. Se dice que estudió inglés para poder leer a Edgar Allan Poe, que luego traduciría.
Eximido de realizar el servicio militar, se casa en Londres con María y consigue un certificado de actitud para enseñar inglés. Será el profesor de Henri Barbusse.
Es nombrado profesor en el Liceo imperial de Tournon, (sureste de francia) donde se considera como un exiliado. Durante este tiempo, no deja de componer poemas como Las flores, Angustia, Cansado de un amargo reposo.
Durante el verano de 1864, conoce a los poetas de lengua provenzal del sur de Francia con quien mantendrá correspondencia.
Nace su hija Genoveva y trabaja como profesor de inglés en varias ciudades.
Encuentra dificultades en su oficio de profesor, los alumnos se le rebelan en el aula. Lleva una vida familiar tranquila, puntuada por dificultades financieras.
En 1865 compone La siesta de un fauno, que espera ver representado en el teatro francés, pero lo rechazan. Se une al círculo literario parisino de Leconte de Lisle y José María de Heredia.
El siguiente año marca un giro para Mallarmé. Entra en un periodo de duda absoluta que dura varios años, empieza una correspondencia con Paul Verlaine. Se empezarán a publicar sus poemas en prosa.
En 1869 empieza la escritura de Igitur, un cuento poético y filosófico que dejó inacabado y que marca el fin de su periodo de inactividad poética.
En 1870 se da de baja en la enseñanza pública por razones de salud y se alegra de la instauración de la República en septiembre. Nace su hijo Anatole. Es nombrado profesor en Paris y se instala allí.
En 1872 conoce a Arthur Rimbaud, que frecuenta brevemente. Después comienza una relación con el pintor Eduard Manet, que será uno de sus grandes amigos. Lo defiende cuando rechazan sus cuadros en el Salón de 1874. Gracias a Manet conocerá a Emile Zola.
Mallarmé publica una revista “La última moda”, publicando 8 números y él es el único redactor con diversos seudónimos, la mayoría femeninos.
Publica La siesta de un fauno ilustrada por Eduard Manet y es a partir de 1877 que empieza sus tertulias de los martes en su casa, que rápidamente se harán famosas en Paris.
Conoce también a Victor Hugo en 1878. Publica una obra sobre la mitología; Los dioses antiguos. Muere su hijo Anatole repentinamente ese año.
A partir de 1874, Mallarmé, de salud frágil, efectúa frecuente estancias en Valvins, donde alquila para él y sus amigos el primer piso de un antiguo albergue al lado del Sena. Terminará por comprarlo y embellecerlo con sus manos para transformarlo en su casa. Pasa los días tranquilo, entre la pesca y sus ilustres invitados. En la mañana, antes de su propio cuidado personal, cuidaba con esmero las flores del jardín.
En 1884, Paul Verlaine publica el tercer artículo de los poetas malditos dedicado a Mallarmé. Por otro lado, Huysmans, un escritor y crítico de arte francés, publica una novela cuyo personaje principal muestra una viva admiración por los poemas de Mallarmé. Estas dos obras contribuyen a la notoriedad del poeta.
Al inicio del capítulo de Les Poètes maudits escribe Paul Verlaine: «Preocupado de verdad por la belleza, consideraba la claridad como un don secundario, y siempre que su verso fuera numeroso, musical, raro, y cuando era necesario, lánguido o excesivo, se burlaba de todo con tal de agradar a los delicados, cuyo representante más difícil era él. ¡Qué mala acogida de la Crítica tuvo este poeta puro que permanecerá mientras haya una lengua francesa para atestiguar su gigantesco esfuerzo!» .
Verlaine señala algunos rasgos definitorios de la poética mallarmeana –la oscuridad, la rareza, el hermetismo– que iban a suscitar un larguísimo debate a lo largo del siglo XX.
Para el poeta José Lezama Lima, el nombre de Stéphane Mallarmé ya es semejante al de Empédocles, Pitágoras, Hamlet, Pascal, cuyas permanencias en la posteridad no dependen tan sólo de su obra, sino de sus gestos reconstruidos por sus imágenes, del contrapunto que lograron establecer. Un nombre trocado en el esplendor de una cualidad, de una esencia que reobra y actúa como la propia persona, su testimonio y la resistencia de su contorno.
Según él, para Mallarmé había que extraer las divinidades de su apariencia natural, y llevarlas como volatilizadas por una química intelectual, a su estado primitivo de fenómenos naturales, como auroras o puestas de sol. Mallarmé procuraba simultanear o darle una rápida sucesión en sus poemas a la oquedad, al terrible vacío que lo hostigaba, con la destreza de los sentidos para desplegarse por el cuerpo que los provocaba.
Mallarmé no aceptaba la división tajante que suele establecerse entre prosa y poesía, al punto que escribió: “El verso existe por doquier en la lengua ahí donde hay ritmo, por doquier, excepto en los carteles y en la página cuarta de los diarios. En el género llamado prosa hay versos, admirables a veces, con todos los ritmos. Pero, en verdad, la prosa no existe: existe el alfabeto, y luego versos más o menos estrictos, más o menos difusos. Cada vez que hay búsqueda del estilo, hay versificación”.
Jorge Luis Borges dijo que Mallarmé «escribía en un dialecto privado del francés».
En 1885 publica su primer poema sin puntuación, que se titula “Introducirme en tu historia”. También publica la versión definitiva de La siesta de un fauno. Un año después publica su traducción de los poemas de Edgar Allan Poe.
En 1891 su salud se deteriora de nuevo, Mallarmé conoce a Oscar Wilde y Paul Valery.
Paul Valéry llego a decir de Mallarmé, a quien por otro lado tanto debe, que para leerlo había que aprender a leer de nuevo. Una afirmación que suena como una advertencia. En la misma línea, la citadísima frase de Mallarmé, tan cierta en él como falsa en otros, de que los poemas se escriben con palabras y no con ideas, es la piedra angular de su refinamiento, su exquisitez formal, su angustiosa serenidad y su brevedad olímpica.
En 1892, a la muerte del hermano de Manet, se vuelve el tutor de su hija, cuya madre es la pintora Berthe Morisot. En esta época Claude Debussy empieza la composición de su obra Preludio a la siesta de un fauno, presentada en 1894. Maurice Ravel elige tres poemas de Mallarmé y también les pone música.
Mallarmé obtiene su prejubilación en noviembre de 1893. Al año siguiente da conferencias literarias en Cambridge y Oxford. Dos años después el poeta asiste al entierro de Paul Verlaine y le sucede como Príncipe de los poetas.
En 1897, la revista Cosmopolis publicó Una tirada de dados nunca abolirá el azar, fragmento de la obra absoluta que Mallarmé llamaba el Libro, que no llegó a completar, y en la que intentaba reproducir, a nivel incluso tipográfico, el proceso de su pensamiento en la creación del poema y el juego de posibilidades oculto en el lenguaje, sentando un claro precedente para la poesía de las vanguardias.
La dificultad de la poesía de Mallarmé, a menudo hermética, se explica por la gran exigencia que impone a sus poemas, en los que interroga la esencia para desembocar frecuentemente en la ausencia, en la nada, temas recurrentes en su obra.
POEMAS
SALUDO
Nada, esta espuma, virgen verso
para no designar sino la proa
Como a lo lejos se hunde una manada
de sirenas, tantas al revés.
Navegamos, oh mis diversos
amigos, yo en la popa ya
vosotros la fastuosa proa que corta
El mar de rayos e inviernos
Una hermosa ebriedad me compromete
Sin siquiera temer su cabeceo
A llevar en pie este saludo
Soledad, arrecife, estrella
a cualquier cosa que valiese
El blanco afán de nuestra tela.
ANGUSTIA
No vengo esta noche a vencer tu cuerpo, oh animal
En quien van los pecados de un pueblo, ni a cavar
En tu cabello impuro una triste tempestad,
Bajo el tedio incurable que derrama mi beso:
Pido a tu lecho el sueño pesado sin sueños
Planeando bajo las cortinas ignotas del remordimiento,
Y que puedes probar tras tus negras mentiras,
Tú que sobre la nada sabes más que los muertos.
Pues el Vicio, royendo mi nativa nobleza
Me ha como a ti marcado con su esterilidad,
Pero mientras habita en tu seno de piedra
Un corazón que el diente que ningún crimen hiere,
Huyo, pálido, deshecho, atormentado por mi mortaja,
Con miedo de morir cuando me acuesto solo.
BRISAS MARINAS
La carne es triste ¡ay! y leí todos los libros.
¡Huir! ¡Allá huir! Siento ebrios unos pájaros
de estar entre la espuma desconocida y los cielos.
Nada, ni los viejos jardines que los ojos reflejan
Retendrá a este corazón que en el mar se hunde
iOh noches! ni la claridad desierta de mi lámpara
Sobre el vacío papel que la blancura defiende
Y ni la joven que amamanta a su hijo.
iMe iré! ¡Vapor que balanceas tu arboladura
Leva el ancla hacia una naturaleza exótica!
¡Un hastío afligido por crueles esperanzas
Aún cree en el supremo adiós de los pañuelos!
Y puede que los mástiles, que a la tormenta invitan
Sean de los que un viento inclina en los naufragios
Perdidos, sin mástiles, sin mástiles ni fértiles islotes…
Pero, oh corazón mío, escucha el canto de los marineros!
EL AZUL
Del sempiterno azul la serena ironía
Agobia, bella indolentemente como las flores
Al poeta impotente que maldice su genio
A través de un desierto estéril de Dolores.
Huyendo, a ojos cerrados, lo siento que mira
Con la intensidad de un remordimiento atroz
Mi alma vacía. ¿Dónde huir? ¿Qué noche huraña
Lanzar, trizas, lanzar sobre ese deplorable desprecio?
¡Nieblas, subid! Verted vuestras monótonas cenizas
Con largos jirones de bruma en los cielos
Que ahogará el pantano lívido de los otoños
Y construid un gran techo silencioso!
Y tú, sal de los lagos meteos y recoge
Según vienes el limo y los pálidos juncos,
Querido Hastío, para tapar de una mano nunca cansada
Los grandes agujeros azules que malvadamente hacen los pájaros.
¡Y más! Que sin respiro las tristes chimeneas
Humeen, y que el hollín de una errante prisión
Apague en el horror de sus negros regueros
El sol muriéndose amarillento en el horizonte!
-El cielo ha muerto- ¡Acudo a ti! Da, oh materia,
El olvido del Ideal cruel y del Pecado
A este mártir que viene a compartir la paja
Donde el feliz ganado de los hombres esta acostado,
Pues quiero allí, ya que al fin mi cerebro, vacío
Como el tarro de afeites que yace al pie de un muro,
No tiene el arte ya de acicalar la sollozan idea,
Lúgubremente bostezar hacia una defunción oscura…
¡En vano! El azul triunfa y le oigo que canta
En las campanas. Mi alma, se hace voz para ya
No darnos miedo con su victoria malvada,
¡Y del vivo metal sale en azules ángeles!
Da vueltas en la bruma, antiguo y atraviesa
Tu nativa agonía como una espada cierta;
¿Dónde huir en la revuelta inútil y perversa?
Estoy atormentado. ¡El Azul ! ¡El Azul! ¡El azul ! ¡El Azul!
DON DEL POEMA
Te traigo la niña de una noche de Idumea
Negra, de ala sangrienta y pálida, sin plumas
Por el cristal quemado de aromáticas y oro
Por helados vidrios, ¡ay! Todavía sombrios,
La aurora se arrojó sobre la lampara angélica.
¡Palmas! Y cuando ella enseño esta reliquia
A este padre esbozando una sonrisa hostil,
La soledad azul y estéril se estremeció.
Oh la nana, con tu hija y la inocencia
De vuestros pies fríos, acoge un horrible nacimiento:
Y tu voz recordando a viola y clavecín
Con el dedo marchito ¿presionarás el seno
Por quien fluye en blancura sibilina la mujer
Para los labios que el air del azul virgen mata de hambre?
CANSADO DEL AMARGO REPOSO…
Cansado del amargo reposo donde ofende mi pereza
Una gloria por la que huí antaño de la infancia
Adorable de los bosques de rosas bajo el azul
Natural, cansado siete veces del pacto duro
De cavar por velada nueva fosa
En el avariento y frío solar de mi cerebro.
Sepulturero despiadado para la esterilidad
-¿Qué decirle a esta Aurora, oh Sueños, visitado
Por las rosas, cuando, miedo de sus lívidas rosas,
El vasto cementerio una los hoyos vacíos?
Quiero abandonar el Arte voraz de un país
Cruel y sonriente a los viejos reproches
Que me hacen mis amigos, el pasado, el genio,
Y mi lámpara que sin embargo conoce mi agonía,
Imitar al chino de corazón límpido y fino
Cuyo éxtasis puro es pintar el final,
Sobre sus tazas de nieve a la luna robada
De una extraña flor que perfuma su vida
Transparente, la flor que oliera cuando niño
A la azul filigrana del alma injertándose.
Y, la muerte así con el solo sueño del sabio,
Sereno, elegiré un paisaje joven
Que pintaré de nuevo en las tazas, distraído.
Un trazo de azul fino y pálido sería
Un lago, entre el cielo de nuda porcelana,
Un claro creciente perdido en una nube blanca
Moja su cuerno tranquilo en las heladas aguas
No lejos de tres grandes pestañas de esmeralda, juncos.
UNA NEGRA…
Una negra por el demonio sacudida
Quiere en una niña triste gustar de nuevos frutos
Y criminales bajo su vestido agujereada
Esta voraz prepara sus trabajos astutos:
Con su vientre compara dos airosos pezones
Y tan alto que la mano no sabrá conseguirlo,
Asaetea el oscuro choque de ses botines
Así como una lengua inhábil para el placer.
Contra la desnudez miedosa de gacela
Que tiembla, sobre el dorso como un loco elefante
Derrivada aguarda y se admira con celo
Riendo con sus dientes ingenuos a la niña;
Y entre sus piernas donde su víctima se acuesta,
Alzando una piel negra abierta bajo la crin
Avanza el paladar de esta extraña boca
Pálida y rosa como una concha marina.
LA TUMBA DE EDGAR POE
¡Tal que en sí mismo al fin la eternidad lo transforma,
El poeta subleva con espada desnuda
A su siglo espantado por no haber conocido,
Que la muerte triunfaba en esa voz extraña!
Ellos, como un vil sobresalto de hidra oyendo antaño el ángel
Dar un sentido más puro a los muertos de la tribu
Proclamaron muy alto el conjuro bebido
En el oleaje sin honor de alguna negra mezcla.
Del suelo y de la nube hostiles ¡oh perjuicio!
Si con ello no esculpe nuestra idea un bajorrelieve
Con que la deslumbrante tumba de Poe se adorna,
Calmo bloque caído de un oscuro desastre,
Que este granito al menos muestre por siempre su hito
A los negros vuelos de la Blasfemia esparcidos en el futuro.
APARICIÓN
La luna se entristecía. Serafines en llanto
Soñando, el arco en los dedos, en la calma de las flores
Vaporosas, arrancaban de violas moribundas
Blancos sollozos deslizándose en el azul de las corolas,
-Era el día bendito de tu primer beso-.
Mi ensueño se complace en martirizarme
se embriagaba hábilmente del perfume de tristeza
Que incluso sin pena y sin disgusto deja
La recogida de un Sueño al corazón que lo ha recogido.
Vagaba, pues, con la mirada fija en el viejo adoquín,
Cuando con sol en los cabellos, en la calle
Y en la tarde, riendo ante mí apareciste
Y creí ver al hada del sombrero de claridad
Que otrora en mis bellos sueños de niño consentido
Pasaba, dejando siempre, de sus manos mal cerradas
Nevar blancos ramilletes de estrellas perfumadas.
LAS CUATRO ESTACIONES
- Resurgir
Primavera enfermiza tristemente ha expulsado
Al invierno, estación de arte sereno, invierno lúcido,
Y, en mi ser presidido por la sangre sombría,
La impotencia se estira en un largo bostezo.
Unos blancos crepúsculos se entibian en mi cráneo
Que un cerco férreo ciñe como a una vieja tumba
Y triste, vago tras un sueño bello y etéreo,
Por campos donde la inmensa savia se pavonea.
Luego caigo enervado de perfumes arbóreos, cansado
Cavando con mi rostro una fosa a mi sueño,
Mordiendo la tierra cálida donde crecen las lilas,
Espero que, al hundirme, mi desgana se alce…
-Mientras, el Azur ríe sobre el seto y despierta
Tantos pájaros en flor que al sol gorgean-.
- Tristeza de verano
El sol, sobre la arena, luchadora durmiente,
Calienta un baño lánguido en tu pelo de oro
Y, consumiendo incienso sobre tu hostil mejilla,
Con las lágrimas mezcla un brebaje amoroso.
De ese blanco flameo esa inmutable calma
Te ha hecho, triste, decir -oh, mis besos miedosos-:
«¡Nunca seremos una sola momia
Bajo el desierto antiguo y felices palmeras!»
¡Pero tu cabellera es un río tibio,
Donde ahogar sin temblores el alma obsesionante
Y encontrar esa Nada desconocida, tuya!
Yo probaré el afeite llorado por tus párpados,
Por ver si sabe dar al corazón que heriste
La insensibilidad del azur y las piedras.
- Suspiro
Mi alma hacia tu frente donde sueña
Un otoño alfombrado de pecas, calma hermana,
Y hacia el errante cielo de tus ojos angélicos
Asciende, como en un melancólico parque,
Fiel, un surtidor blanco suspira hacia el azul.
-Hacia el Azur enternecido de octubre puro y pálido
Que mira en los estanques su languidez sin fin
Y deja, sobre el agua muerta do la salvaje
Agonía de las hojas yerra al viento y excava un frío surco,
Arrastrarse al sol gualda de un larguísimo rayo. - Invierno
¡El virgen, el vivaz y bello día de hoy
Da un aletazo ebrio va a desgarrarnos este
Lago duro olvidado que persigue debajo de la escarcha
El glaciar transparente de los vuelos no huidos!
Un cisne de otro tiempo se acuerda de que él es
Quien, aun sin esperanza, magnífico se libra
Por no haber cantado la región do vivir
Cuando ha espléndido el tedio del estéril invierno.
Sacudirá su cuello entero esta blanca agonía
Por el espacio impuesto al ave que lo niega,
Mas no el horror del suelo que aprisiona al plumaje.
Fantasma que su puro destello a este lugar asigna,
Se aquieta en el ensueño helado del desprecio
Que entre su exilio inútil viste el Cisne.
LA TUMBA DE CHARLES BAUDELAIRE
El templo sepultado divulga por la boca
Sepulcral de cloaca babeando barro y rubí
Abominablemente algún ídolo Anubis
con el hocico quemado como ladrido salvaje
Donde el gas reciente tuerce la mecha turbia
Que enjuga ya se sabe los oprobios sufridos
Y alumbra huraño un inmortal pubis
Cuyo vuelo según el reverbero se alza
Cual follaje seco en las ciudades sin noche
Votivo podrá bendecir como ella volver a sentarse
contra el mármol vanamente de Baudelaire
Al velo que ciñe ausente con temblores
Esta su Sombra como un veneno tutelar
Siempre respiraremos aún si nos hace perecer.
TUMBA
La negra roca huraña que el cierzo hace rodar
No se va a detener ni bajo pías manos
Tanteando su semejanza con los males humanos
Como para con ellas bendecir algún funesto molde.
Aquí casi siempre si la torcaz arrulla
Este inmaterial dueño oprime a muchos
Núbiles pliegues el astro maduro de los mañanas
De los que un centelleo argentará a la muchedumbre.
¡A quién busca, recorriendo el solitario salto
Luego exterior de nuestro vagabundo
Verlaine? Está escondido en la hierba, Verlaine
Para no sorprender sino ingenuamente de acuerdo
El labio sin beber allí o agotar su aliento
Un poco profundo arroyo calumniado la muerte.
CANTO DEL BAUTISTA
El sol que su detención
Sobrenatural exalta
Vuelve a caer prontamente
Incandescente
Siento como si en las vértebras
Tinieblas se desplegasen
Todas estremecimiento
En un momento
Y mi cabeza surgida
Solitaria vigilante
Al triunfal vuelo veloz
De esta hoz
Como ruptura sincera
Bien pronto rechaza o zanja
Con el cuerpo inarmonías
De otros días
Pues embriagada de ayunos
Ella se obstina en seguir
En brusco salto lanzada
Su pura mirada
Allá arriba donde eterna
La frialdad no soporta
Que la aventajéis ligeros
Oh ventisqueros
Pero según un bautismo
Alumbrado por el mismo
Principio que me comprende
Una salvación pende.
(TRAD. ROSA CHACEL)
SONETO EN IX
El de sus puras uñas ónix, alto en ofrenda,
La Angustia, es medianoche, levanta, lampadóforo,
Mucho vesperal sueño quemado por el Fénix
Que ninguna recoge ánfora cineraria:
Salón sin nadie ni en las credencias conca alguna,
Espiral espirada de inanidad sonora
(El Maestro se ha ido, llanto en la Estigia capta con ese solo objeto nobleza de la Nada).
Mas cerca la ventana vacante al norte, un oro
Agoniza según tal vez rijosa fábula
De ninfa alaceada por llamas de unicornios
Y ella apenas difunta desnuda en el espejo
Que ya en las nulidades que clausura el marco
Del centellar se fija súbito el septimino.
(TRAD. OCTAVIO PAZ)
BRINDIS FÚNEBRE
a Théophile Gautier
Oh tú, de nuestra dicha el emblema fatal!
¡Salud de la demencia y pálida libación,
No a la esperanza mágica del corredor ofrezco
La hueca copa en que, áureo monstruo sufre!
Tu aparición no habrá de serme suficiente:
Yo mismo te he guardado en un lugar de pórfiro.
El rito de las manos es apagar la antorcha
Contra el pesado hierro de la fúnebre losa:
Y apenas ignoramos que a nuestra fiesta vienes
Porque es fácil cantar la ausencia de¡ poeta
Que este bello sepulcro encierra toda entera.
Si no es más que la gloria ardiente del oficio
Llegada la hora común y vil de la ceniza
Orgullosa descienda por el claro orificio
Y tome hacia los fuegos del puro sol mortal!
Magnífico, total y solitario, así
Tiembla ante el falso orgullo de los hombres.
Esta turba mezquina ya lo anuncia: que somos
La triste opacidad de nuestro espectro futuro.
Mas desprecié el lúcido horror de una lágrima
Blasón de duelo que orna el vano muro
Cuando sordo a mi sacro verso que no lo alarma,
Uno de esos paseantes, ciego, impasible y mudo,
El huésped de su vago sudario, en el héroe
Virginal de la póstuma espera se transmuta.
Vasto abismo traído en la masa de bruma
Por el viento irascible de sus palabras tácitas,
La nada había abolido a este hombre hace mucho: «Recuerdo de horizontes ¿qué es, oh tú, la Tierra?»
Clama el sueño y, voz de alterada claridad,
Todo el espacio juega con el grito « ¡No sé! »
Al pasar el Maestro, con su mirar profundo
Del edén apacigua la inquieta maravilla
Cuyo espasmo final sólo en su voz aviva
Para el Lirio y la Rosa el misterio de un nombre.
¿De todo este destino queda algo todavía?
Olvidad, oh vosotros, creencia tan sombría.
El genio, espléndido y eterno, no arroja sombra alguna.
¡Yo, atento a vuestras ansias quiero volver a ver
Al que desvanecido ayer en la tarea
Ideal que nos imponen los jardines del astro,
Sobrevive para el honor del tranquilo desastre
Una agitación solemne por los aires
De palabras, púrpura ebria y clarísimo cáliz
Que, lluvia y diamante, la mirada diáfana
Posada entre las flores sin marchitar ninguna
Aísla entre la hora y la alborada!
Es el único sitio entre estos bosquecillos
Donde el poeta puro con gesto humilde y amplio
Impide el paso al sueño, enemigo de su arte:
Para que en la mañana de su reposo altivo,
Cuando la antigua muerte sea como para Gautier
No abrir ya más los ojos sagrados y callar
Suda, de la avenida tributario ornamento,
El sólido sepulcro que guarda lo que turba
El avaro silencio y la masiva noche.
(TRAD. SALVADOR ELIZONDO)
EL CIGARRO
Toda el alma resumida
Cuando lenta la consumimos
Entre varias ruedas de humo
Abolida en otras ruedas
Dice algún cigarro
por poco ardiendo a conciencia:
Que la ceniza se separa
De su claro beso de fuego.
Tal el coro de leyendas
Hasta tu labio aletea.
Si empiesas suelta en prendas
Lo real por que vil
El sentido demasiado preciso tacha
Tu vaga literatura.