CHARLES BAUDELAIRE
Biografía
Poeta francés, uno de los máximos exponentes del simbolismo, considerado a menudo el iniciador de la poesía moderna. Hijo del ex sacerdote y pintor, Joseph-François Baudelaire, de 61 años y de Caroline Dufayis, de 26, nació en París el 9 de abril de 1821. Su padre, casado en segundas nupcias tenía un hijo de su primer matrimonio: Claude-Alphonse. El 10 de febrero de 1827, fallece. Su madre, entonces se casa al año siguiente con el Comandante Jacques Aupick; de treinta y nueve años. Baudelaire nunca aceptó a su padrastro, y los conflictos familiares se transformaron en una constante de su infancia y adolescencia.
En 1831 se trasladó junto a su familia a Lyon donde el comandante Aupick es destinado como Jefe del Estado Mayor y en 1832 ingresó como interno en el Colegio Real de Lyon, donde estudió hasta 1836, año en que regresaron a París.
Continuó sus estudios en el Liceo Louis-le-Grand y fue expulsado por indisciplina en 1839. Este año obtiene el título de Bachiller superior. Al año siguiente se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad de París, y se introdujo en la vida bohemia, conociendo a autores como Gérard de Nerval y Honoré de Balzac, y a poetas jóvenes del Barrio Latino y comienza a publicar en periódicos en colaboración y anónimamente.
En esa época de diversión también conoció a Sarah “Louchette”, prostituta que inspiró algunos de sus poemas y le contagió la sífilis, enfermedad que años más tarde terminaría con su vida.
Su padre adoptivo, el comandante Aupick, descontento con la vida liberal y a menudo libertina que llevaba el joven Baudelaire, lo envió a un largo viaje, con el objeto de alejarlo de sus nuevos hábitos. Embarcó el 9 de junio de 1841 rumbo a la India, pero luego de una escala en la isla Mauricio, regresó a Francia, se instaló de nuevo en la capital y volvió a sus antiguas costumbres desordenadas. Siguió frecuentando los círculos literarios y artísticos y escandalizó a todo París con sus relaciones con Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidas poesías. Hace amistad con Théophile Gautier y Théodore Banville.
Como ya era mayor de edad, reclamó la herencia paterna, pero su vida de dandy le hizo dilapidar la mitad de su herencia, lo que indujo a sus padres a convocar un consejo de familia para imponerle un tutor judicial que controlara sus bienes. El 21 de septiembre de 1844 la familia designó un notario para administrar su patrimonio y le asignó una pequeña renta mensual, situación que profundizó sus conflictos familiares.
A principios de 1845 empezó a consumir hachís y se dedicó a la crítica de arte, publicando Le Salon de 1845, un ensayo elogioso sobre la obra de pintores como Delacroix y Manet, entonces todavía muy discutidos
Publica varios sonetos uno de ellos con su verdadero nombre: A una dama criolla, escrito en su viaje a la India y El Salón de l845. Con los primeros síntomas de la sífilis y en medio de una crisis depresiva intenta suicidarse. Después de dicha tentativa de suicidio, pasa a vivir con su familia en la plaza Vendôme, pero al poco tiempo volverá a independizarse.
En 1846 publica nuevos artículos y poemas y el Salón de l846. Anuncia como de próxima aparición Las Lesbianas, primitivo título de Las flores del mal.
Buena muestra de su trabajo como crítico son sus Curiosidades estéticas, recopilación póstuma de sus apreciaciones acerca de los salones, al igual que El arte romántico (1868), obra que reunió todos sus trabajos de crítica literaria.
Fue además pionero en el campo de la crítica musical, donde destaca sobre todo la opinión favorable que le mereció la obra de Wagner, que consideraba como la síntesis de un arte nuevo. En literatura, los autores E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe, del que realizó numerosas traducciones (todavía las únicas existentes en francés), alcanzaban, también según Baudelaire, esta síntesis vanguardista; la misma que persiguió él mismo en La Fanfarlo (1847), su única novela, y en sus distintos esbozos de obras teatrales.
En 1848 toma parte en los procesos revolucionarios de la insurrección popular que tuvo lugar en París del 23 al 25 de febrero que obligó al Rey Felipe I a abdicar y que dio paso a la II República Francesa-
Comprometido por su participación en la revolución de 1848, la publicación de Las flores del mal, en 1857, acabó de desatar la violenta polémica que se creó en torno a su persona. El 30 de diciembre de 1856, Baudelaire había vendido al editor Poulet- Malassis un conjunto de poemas, trabajados minuciosamente durante ocho años, bajo el título de Las flores del mal, que constituyó su principal obra y marcó un hito en la poesía francesa. El poemario se presentó el 25 de junio de 1857 y provocó escándalo entre algunos críticos.
Gustave Bourdin, en la edición de Le Fígaro del 5 de julio, lo consideró un libro “lleno de monstruosidades”, y once días después la justicia ordenó el secuestro de la edición y el proceso al autor y al editor, quienes el 20 de agosto comparecieron ante la Sala Sexta del Tribunal del Sena bajo el cargo de «ofensas a la moral pública y las buenas costumbres». Sin embargo, ni la orden de suprimir seis de los poemas del volumen ni la multa de trescientos francos que le fue impuesta impidieron la reedición de la obra en 1861. En esta nueva versión aparecieron, además, unos treinta y cinco textos inéditos.
Precedido de una dedicatoria en verso “Au Lecteur”, desconcertante y penetrante apóstrofe, Las flores del mal está dividido en seis secciones: Spleen e Ideal, Cuadros parisienses, El vino, Flores del mal, Rebeldía y La muerte. En esta subdivisión ha querido verse la intención del autor de dar a la obra casi el riguroso dibujo de un poema que ilustrase la historia de un alma en sus sucesivas manifestaciones.
En 1858 aparece: Los paraísos artificiales es el nombre con el que se conocen una serie de ensayos de Charles Baudelaire publicados por separado en dos fechas distintas. La primera parte, con el título “Sobre el Ideal artificial, el Haschish”, aparecería en la Revue contemporaine el 30 de septiembre de 1858. Posteriormente este artículo se convertirá en el “Poema del haschisch”. En él Baudelaire narra su experiencia con el hachís. La segunda parte aparecería en la misma revista el 15 y el 30 de septiembre de 1860 bajo el título: “Encantamientos y torturas de un comedor de opio”, pasando luego a ser “Un comedor de opio”. Esta segunda parte trata de la recreación de los libros de De Quincey Confesiones de un comedor de opio y Suspiria de profundis
En el ensayo de Baudelaire no se encuentra una temática nueva para el ser humano. Sí que se encuentra un enfoque y una inteligencia sin precedentes en la forma de tratar y de observar los pros y los contras que el opio y el hachís podían generar en cuerpo y mente.
Se puede tomar el título del libro como una clara referencia a la sensación artificial de vivir en un mundo idílico. Como bien explica Baudelaire en su obra, el opio es una droga muy adictiva para el cerebro humano. Crea unos estímulos tremendamente placenteros, conduce hasta un mundo onírico en el que el individuo puede encontrarse totalmente en sintonía con su entorno. Dichas sensaciones popularizaron los fumaderos en el mundo de la bohemia.
En 1863 publica El pintor de la vida moderna, un artículo sobre Constantin Guys, amigo y pintor, publicado por Le Fígaro en 1863.
Considerado como uno de los primeros críticos del Arte, Charles Baudelaire fue quien acuñó la expresión de modernidad artística. La serie de ensayos que culminaron en su obra El pintor de la vida moderna expone tres ideas fundamentales acerca de la creación artística contemporánea. En primer lugar, Baudelaire declara que el arte se halla limitado a una época y que por ello no puede presentar un carácter de eternidad. Esto es debido a que el arte presenta elementos caducos y temporales, los cuales no pueden asegurar su pervivencia o fugacidad en la Historia. En segundo lugar, expone la necesidad de que el arte se comprometa a actuar siempre como intérprete de su tiempo. Obedeciendo a esto, establece que la creación no puede reiterar continuamente modelos del pasado y debe remitirse al presente. Por último, Baudelaire explica que dicha interpretación ha de realizarse desde la libre visión individual del artista.
De lo dicho derivan varias ideas: por un lado, la de que el arte moderno es un arte autónomo que no está condicionado por la moral o los preceptos sociales, ni necesita de ellos para ser. Este arte, por lo tanto, podría considerarse la culminación de todo ese proceso de cambio hacia lo subjetivo que iniciaron los románticos. Por otro lado, la condición de pertenecer a su tiempo hace que el arte moderno se vea comprometido con las injusticias de la sociedad moderna, por lo que compartirá el afán liberador de las vanguardias. Dicho esto, podemos establecer que el arte moderno se caracteriza por una conciencia radical en su temporalidad. Pero esta idea de temporalidad es muy distinta de la que ha poseído el arte en otras épocas.
El estudio de Baudelaire hecho por Benjamín profundiza sobre este tema.
En 1864, Baudelaire pronunció una serie de conferencias en Bélgica (1864), adonde viajó con la intención de publicar sus obras completas, aunque el proyecto naufragó muy pronto por falta de editor, lo que lo desanimó sensiblemente en los meses siguientes. La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis (1865), y los síntomas de afasia y hemiplejía, que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur.
Trasladado urgentemente por su madre a una clínica de París, permaneció sin habla pero lúcido hasta su fallecimiento, en agosto del año siguiente. Su epistolario se publicó en 1872, los Journaux intimes (que incluyen Cohetes y Mi corazón al desnudo), en 1909; y la primera edición de sus obras completas, en 1939.
Charles Baudelaire es considerado el padre, o, mejor dicho, el gran profeta, de la poesía moderna.
Criado bajo la sombra de Victor Hugo, Théophile Gautier o Balzac, fue contemporáneo de escritores como Flaubert y de toda la generación de los llamados «poetas malditos», en cuya nómina le incluyó Paul Verlaine (él mismo uno de ellos) por su vida bohemia y sus excesos
«Dante de una época decadente» le definió el también escritor Barbey d’Aurevilly.
Sin embargo, Baudelaire tuvo que luchar siempre durante su existencia con una realidad empeñada en extremo en rebajar lo más posible sus pretensiones. Privado de ser un dandi por su pobreza crónica, su faceta de escritor, tropezó con la indiferencia del público, la mezquindad de muchos editores y la propia dispersión derivada de su carácter y condiciones de vida, a pesar de sus evidentes dotes. Con su carácter rompedor, trato asimismo de erigirse en precursor estético y moral, pero la época no estaba madura. Apenas si consiguió levantar la voz en una sociedad que seguía aceptando la premisa biempensante del «arte útil» y rendía culto al «padre» Hugo y su romanticismo moralista y positivo.
Por desgracia, la poesía de Baudelaire era demasiado audaz para su época. «Seguiré siendo un monstruo en cualquier tipo de literatura», afirmaba en una carta al «rey» Víctor Hugo para expresar lo diferente e incomprendido de su literatura, demasiado «moderna». De hecho, a menudo se le hace responsable de haber acuñado el término modernidad para designar la experiencia fluctuante y efímera de la vida en la metrópolis urbana, uno de sus temas predilectos, y una paradoja, pues rechazaba esta vida moderna en el aspecto material siendo él mismo muy moderno en los ámbitos sociales y artísticos.
Escritores como Sartre, Verlaine, Benjamín, y muchos otros han escrito y admiraron su obra.
Por último hacer mención al gran poema de Germán Pardo García “Leyendo a Baudelaire” del que resuena el verso: Y Baudelaire me dijo; Es a usted al que busco.
…Es a usted al que busco…..
POEMAS
AL LECTOR
La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.
Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.
¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.
Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.
Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.
Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El lienzo banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.
Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,
¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:
¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, — ¡mi hermano!
UNA CARROÑA
Acuérdese el objeto que vimos, alma mía
Aquella bonita mañana de verano tan suave:
A la vuelta de un sendero una carroña infame
Sobre un lecho sembrado de piedras,
Las piernas abiertas, como una mujer lúbrica,
Ardiendo y sudando los venenos,
Abría, desenfadada y cínica
Su vientre lleno de exhalaciones.
El sol brillaba sobre esa podredumbre,
Como para hacerla cocer a punto,
Y devolver centuplicado a la gran Naturaleza
Todo lo que ahí había juntado;
El cielo miraba la magnífica osamenta
Abrirse como una flor.
El hedor era tan fuerte, que sobre la hierba
Usted creyó desmayarse.
Las moscas zumbaban sobre ese vientre pútrido,
De donde salían negros batallones
De larvas, que se derramaban como un espeso líquido
A lo largo de esos harapos vivientes.
Todo eso bajaba, subía como una ola,
O se lanzaba burbujeante;
Se hubiera dicho que el cuerpo, hinchado por un soplo vago,
Vivía multiplicándose.
Y ese mundo producía una extraña música,
Como el agua corriente y el viento,
O el grano que el campesino con rítmico movimiento
Agita y sacude en su criba.
Las formas se borraban y no eran más que un sueño,
Un esbozo lento en llegar,
Sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
solamente a través del recuerdo.
Detrás de las rocas una perra inquieta
Con ojos furiosos nos miraba
Espiando el momento para tomar de nuevo del esqueleto
El trozo que acababa de soltar.
-Y sin embargo usted se parecerá a esta basura,
A esa horrible infección,
¡Estrella de mis ojos, sol de mi naturaleza,
Usted, mi ángel y mi pasión!
¡Sí! así será usted, oh reina de las gracias,
después de los últimos sacramentos,
Cuando vaya, bajo la hierba y las flores carnosas
a pudrirse entre las osamentas
Entonces, ¡oh belleza mía! diga a los gusanos
Que la devorarán a besos,
Que guardé la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos.
De Spleen e ideal Traducción de Claire Deloupy y Helene Barnier
CANTO DE OTOÑO
I
Pronto nos hundiremos en las frías tinieblas;
¡Adiós, viva claridad de nuestros veranos tan cortos!
Ya escucho caer con choques fúnebres
La madera que suena sobre el pavimento de los patios.
Todo el invierno va a entrar en mi ser: ira,
Odio, estremecimientos, horror, labor dura y forzada,
Y, como el sol en su infierno polar,
Mi corazón no será más que un bloque rojo y helado.
Escucho estremecido cada tronco que cae;
El patíbulo que están construyendo no tiene eco más sordo.
Mi espíritu semejante a la torre que sucumbe
Bajo los golpes del ariete incansable y pesado.
Me parece, mecido por este choque monótono,
Que clavan apresuradamente un ataúd en alguna parte.
¿Para quién? -Ayer era verano; ¡he aquí el otoño!
Ese ruido misterioso suena como una partida.
II
Amo de tus grandes ojos la verde luz,
Dulce belleza, pero hoy todo me es amargo,
Y nada, ni tu amor, ni el pequeño salón, ni la chimenea,
Iguala para mí el sol que brilla sobre la mar.
¡Y sin embargo ámame, tierno corazón! Sé madre,
Aun para un ingrato, aun para un malvado;
Amante o hermana, sé la dulzura efímera
De un glorioso otoño o de un sol poniente.
¡Breve tarea! Ávida, espera la tumba
¡Ah! Déjame, mi frente en tus rodillas,
Disfrutar, mientras añoro el tórrido verano,
Del suave rayo dorado, de esta estación.
De Spleen e ideal
RECOGIMIENTO
Pórtate, ¡oh Dolor mío! y quédate tranquilo.
Pedías el anochecer; está bajando; aquí está:
Una atmósfera oscura envuelve la ciudad,
Trayendo paz a unos, a otros desazón.
Mientras la vil multitud de los mortales,
Bajo el látigo del Placer, verdugo despiadado,
Va a cosechar remordimientos en la fiesta servil,
Dolor mío, dame la mano; ven por aquí,
Lejos de ellos. Mira cómo los difuntos Años se asoman,
Sobre los balcones del cielo, con ropa anticuada;
Surge, sonriente, del fondo del agua la Añoranza;
El Sol moribundo se duerme bajo el arco de un puente,
Y, como una gran mortaja arrastrándose hacia Oriente,
Escucha, escucha la dulce Noche que camina.
De “Cuadros parisiens” Traducción de Claire Deloupy y Helene Barnier
EL HOMBRE Y EL MAR
¡Hombre libre, siempre amarás al mar!
El mar es tu espejo; contemplas tu alma
En el acontecer infinito de su ola,
Tu espíritu no es un abismo menos amargo.
Te gusta hundirte en el seno de tu imagen;
La abrazas con los ojos y los brazos, y tu corazón
Se distrae a veces de su propio rumor
Al escuchar ese quejido indomable y salvaje.
Sois los dos tenebrosos y discretos:
Hombre, nadie sondeó el fondo de tus abismos,
¡Oh mar, nadie conoce tus íntimas riquezas,
Tan celosos sois de guardar vuestros secretos!
Y sin embargo hace innumerables siglos
Que combatís sin piedad ni remordimiento,
Tanto os gusta el estrago y la muerte,
¡Oh luchadores eternos! ¡oh hermanos implacable
De “Spleen e Ideal”
Traducción: Claire Deloupy y Helene Barnie
EL ENEMIGO
Mi juventud no fue más que una tenebrosa tormenta,
Atravesada por soles deslumbrantes;
Los rayos y la lluvia causaron tal estrago,
Que en mi jardín apenas quedan frutas bermejas.
He aquí que alcancé el otoño de las ideas,
Y es preciso usar la pala y los rastrillos
Para juntar de nuevo las tierras inundadas,
Donde el agua cava huecos grandes como tumbas.
¿Y quién sabe si las flores nuevas con las que sueño
Encontrarán en este suelo limpio como una orilla
El místico alimento que les daría vigor?
-¡Oh dolor! ¡Oh dolor! El tiempo se come la vida,
Y el oscuro Enemigo que nos roe el corazón
Con la sangre que perdemos crece y se fortalece!
De “Spleen e Ideal” Traducción: Claire Deloupy
EL MUERTO ALEGRE
En una tierra fértil y llena de babosas
Quiero cavar yo mismo una fosa profunda,
Donde pueda a mis anchas tender mis viejos huesos
Y dormir en el olvido como un tiburón en el agua.
Odio los testamentos y odio los sepulcros;
Antes que implorar una lágrima del mundo,
Vivo, preferiría invitar a los cuervos
Al festín sangrante de esa carcaza inmunda..
¡Oh gusanos! Negros compañeros sin rostro,
mirad cómo os llega libre un muerto alegre;
Filósofos vividores, hijos de la podredumbre,
Recorred sin remordimientos mi ruina,
Y decidme si aún queda tortura alguna
Para ese viejo cuerpo sin alma ¡muerto entre los muertos!
Poema LXXII de Spleen e ideal
Versión española de Claire Deloupy y Helene Barnier
SEMPER EADEM
“¿De dónde te viene, decías, esta extraña tristeza,
Subiendo como el mar sobre la roca negra y desnuda?”
-Cuando nuestro corazón ha hecho una vez su vendimia,
Vivir es un mal. Es un secreto de todos conocido
Un dolor muy sencillo y no misterioso,
Y, como tu alegría, deslumbrante para todos.
Deja pues de buscar, ¡oh hermosa curiosa!
Y, aunque tu voz sea dulce ¡cállate!
¡Cállate, ignorante! ¡Alma siempre encandilada!
¡Boca de risa infantil! ¡Más aún que la Vida,
La Muerte nos atrapa a menudo con lazos sutiles,
Deja, deja mi corazón embriagarse con una mentira,
Hundirse en tus bellos ojos como en un hermoso ensueño,
Y dormitar largamente a la sombra de tus pestañas!
De “Spleen e Ideal”
Traducción: Claire Deloupy
CONVERSACIÓN
¡Eres un hermoso cielo de otoño, claro y rosado!
Pero la tristeza sube en mí como el mar,
Y su reflujo deja, en mis labios taciturnos,
El punzante recuerdo de su cieno amargo.
En vano tu mano se desliza sobre mi pecho desfallecido;
Lo que busca, amiga, es un lugar saqueado
Por la garra y el diente feroz de la mujer.
No busquéis más mi corazón: las fieras se lo comieron.
Mi corazón es un palacio mancillado por la turba;
¡En él se emborrachan, se matan, se agarran de los pelos!
¡Flota en torno a tu cuello desnudo un perfume!…
¡Oh Belleza, dura calamidad de las almas! ¡Así lo quieres!
Con tus ojos de fuego, brillantes como fiestas,
¡Calcina esos despojos que abandonaron las fieras.
De “Spleen e Ideal”
Traducción: Claire Deloupy
EL GUSTO DE LA NADA
¡Triste espíritu, antaño amante de la lucha,
la Esperanza, cuya espuela excitaba tu ardor,
no quiere ya montarte! Échate sin pudor,
viejo caballo cuyas patas tropiezan en todos los obstáculos.
Resígnate, corazón mío; duerme tu sueño de bruto.
¡Espíritu vencido, extenuado! Para ti, viejo merodeador,
el amor no tiene ya sabor, ni tampoco la lucha;
¡adiós, pues, cantos del metal y suspiros de la flauta!,
¡placeres, no tentéis ya a un corazón sombrío y gruñón!
¡La adorable Primavera ha perdido su olor!
Y el Tiempo me devora minuto tras minuto,
como la nieve inmensa a un cuerpo afectado por la rigidez;
contemplo desde lo alto el globo de su redondez,
y ya no busco en él el abrigo de una choza.
Alud, ¿quieres arrastrarme en tu caída
De Poemas diversos
REMORDIMIENTOS PÓSTUMOS
Cuando estés ya dormida, mi bella tenebrosa,
al fondo de un sepulcro hecho de mármol negro,
y cuando tengas sólo por morada y alcoba
una cueva lluviosa y una fosa cavada,
y la piedra, oprimiendo tu pecho temeroso
y tus flancos que un grácil abandono doblega,
impida al corazón el latir y el querer,
y a tus pies el correr su curso aventurero,
la tumba, confidente de mi ensueño infinito,
(porque la tumba siempre comprenderá al poeta)
en esas noches largas que destierran al sueño,
te dirá: “¿de qué os sirve, cortesana imperfecta,
el no haber conocido lo que los muertos lloran?”
-Y te roerá el gusano como un remordimiento.
De Spleen e ideal
EL VAMPIRO
Tú que, como una puñalada,
en mi pecho doliente entraste,
y cual rebaño de demonios
viniste loca, engalanada,
para de mi alma sometida
hacer tu lecho y tu dominio;
-infame a quien me encuentro atado
como el forzado a su cadena,
y el jugador tenaz al juego,
y como el borracho a la botella,
y a los gusanos la carroña,
-¡sí, maldita, maldita seas!
Yo supliqué a la espada rápida
para ganar mi libertad,
y dije al pérfido veneno
que ayudara a mi cobardía.
Mas, ¡ay!, la espada y el veneno
me desdeñaron y me han dicho:
“No eres digno de redimirte
de tu maldita esclavitud.
¡Imbécil! -¡Si de tu dominio
nuestros esfuerzos te librasen,
tus besos resucitarían
el cadáver de tu vampiro!”
De “Las flores del mal”
A UNA TRANSEÚNTE
Aullaba en torno mío la calle. Alta, delgada,
de riguroso luto y dolor soberano,
una mujer pasó, con mano fastuosa
levantando el festón y el dobladillo al vuelo;
ágil y tan noble, con su pierna de estatua.
Yo bebía, crispado como un loco, en sus ojos,
cielo lívido donde el huracán germina,
la dulzura que hechiza y el placer que da muerte.
¡Un relámpago!… ¡Luego la noche! – Fugitiva
beldad cuya mirada renacer me hizo al punto,
¿sólo en la eternidad podré verte de nuevo?
¡En otro sitio, lejos, muy tarde, o acaso nunca!
Pues no sé a dónde huyes, ni sabes dónde voy,
¡Tú, a quien yo hubiese amado! ¡Sí, tú, que lo supiste!
De Cuadros parisinos
BRUMAS Y LLUVIAS
¡Fines de otoño, inviernos, primaveras lodosas,
tiempos arrulladores!, os amo y agradezco
que me envolváis así corazón y cerebro
con un ligero lienzo y un sepulcro impreciso.
En esta gran llanura donde el austro se goza,
donde en las largas noches la veleta enronquece,
mi alma, más que en la tibia edad del renuevo,
abrirá extensamente sus dos alas de cuervo.
Nada es más dulce al pecho que llenan cosas fúnebres,
sobre el que cae la escarcha desde tiempos remotos,
oh edades macilentas, reinas de nuestros climas,
que el aspecto indeleble de vuestras sombras pálidas,
-si no es adormecer, una noche de luna,
el dolor, dos a dos, en un lecho casual
De Cuadros parisinos