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102. Poesía más Poesía: José Hernández

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JOSÉ HERNÁNDEZ

BIOGRAFÍA

José Hernández, creador del «Martín Fierro», nació el 10 de noviembre de 1834, : esa fecha permitió, muchos años después, fijar la celebración del Día de la Tradición, en Argentina. Fue hijo de don Rafael Hernández y de doña Isabel Pueyrredón. Su nacimiento fue en la chacra de los Pueyrredón, propiedad de su tía. En la actualidad Villa Ballester, provincia de Buenos Aires. Tuvo dos hermanos Rafael y Magdalena y fue primo segundo del pintor Prilidiano Pueyrredón y sobrino segundo de Juan Martín de Pueyrredón. Los Pueyrredón eran una familia de filiación unitaria y los Hernández militaban con los federales.

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Sus padres viajaban seguido a las estancias de su propiedad en el sur de la Provincia de Buenos Aires y dejaban al niño al cuidado de su tía Victoria. Hacia 1840, los Pueyrredón, sintiéndose amenazados por la Mazorca, el brazo armado del rosismo, debieron buscar refugio en Montevideo y José fue dejado al cuidado de su abuelo paterno, que poseía una quinta en Barracas, sobre el Riachuelo.
Estudió en el Liceo de San Telmo entre el l841-1845 lectura y escritura, religión, historia antigua, romana y de España, aritmética, gramática y dibujo y por su buen rendimiento le agregaron clases de francés, geometría y geografía.
En 1843, su madre falleció, y en 1846 abandona sus estudios debido a que por una afección en el pecho el médico le recomienda cambiar de clima. Su padre, mayordomo de las estancias del gobernador Rosas, lo llevó a vivir al campo. En el entorno campestre tomó contacto con gauchos. Allí conoció sus costumbres, su mentalidad, su lenguaje y su cultura. Aprendió a quererlos, a admirarlos, a comprenderlos, y también a entender sus dificultades en la vida cotidiana.
En marzo de 1857, poco después de fallecer su padre, se instaló en la ciudad de Paraná, donde –el 8 de junio de 1859– contrajo matrimonio con Carolina González del Solar. Tuvieron siete hijos.
Fue poeta, periodista, orador, comerciante, contador, taquígrafo, soldado,, estanciero y político.
Se enroló en las milicias del Estado de Buenos Aires poco después de la Batalla de Caseros. En Caseros Urquiza venció a Rosas, fue el fin de la época rosista.
Intervino posteriormente en las batallas de Cepeda y Pavón a órdenes de Justo José de Urquiza. Tras esta última batalla, mantuvo diferencias con Urquiza por sus supuestas defecciones, que no le impidieron escribir en 1868 una carta en la que lo elogiaba entre manifestaciones de lealtad:
“ cualquiera que sean las emergencias futuras, siempre nos hallará a su lado escuchando su voz para cumplir sus órdenes Los Hernández no han sido traidores jamás. En los últimos años que no han sido de flores para nosotros, podría haber buscado un refugio en las filas opuestas, pero nadie me ha visto vacilar en mi fe política, desertar de mis compañeros, desmayar en la lucha, ni pedirle a los enemigos ni un saludo, ni un apretón de manos ni la más ligera consideración. No habrá quizá un solo enemigo que abrigue esperanzas de una apostasía de mi parte.
Si bien en tres ocasiones Hernández manifestó su lealtad a Urquiza, es probable también que su relación estuviera marcada por los recelos. Hernández se pronunció abiertamente contra el asesinato de Urquiza «porque no creemos que sobre la sangre pueda cimentar jamás nada que sea sólido y duradero». Pero meses después del asesinato llegó a expresar:
“Urquiza era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el jefe traidor del gran partido federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él.”
Le acusa de traidor porque en esta batalla se retira de la contienda en la mitad del combate y deja a Mitre el triunfo de Buenos Aires sobre las demás provincias.
Participó junto con su hermano Rafael de la batalla de Cañada de Gómez, en la que también fueron derrotados por los mitristas, que defendía la hegemonía de Buenos Aires. Se trató de una incursión sorpresiva de tropas del Estado de Buenos Aires sobre las de la Confederación Argentina.
En Entre Ríos formó parte de la última rebelión gaucha que intentó defender la autonomía de esa provincia y al Partido Federal contra los embates del presidente Sarmiento. Fue liderada por Ricardo López Jordán, y su primer acto fue el asesinato de Urquiza. Fueron derrotados en 1871; López Jordán y Hernández se exiliaron en Santana do Livramento, Brasil. Allí permaneció hasta 1872, año en que emigró a Uruguay; posteriormente fue amnistiado por Sarmiento y regresó a la Argentina.

Debió abandonar las filas del ejército por razones políticas, por haberse batido a duelo con otro oficial en 1858, y se mudó a la Provincia de Entre Ríos para dedicarse al periodismo.
Inició su labor periodística en el diario El Nacional Argentino, con una serie de artículos en los que condena el asesinato de Vicente Peñalosa. En estos escritos repudia el asesinato de Chacho en su casa, para después clavar su cabeza degollada en una pica y exponerla en la plaza de Olta, y el sometimiento posterior de Victoria Romero, que, por el hecho de ser la esposa de Chacho, se vio obligada a tratos muy vejatorios.
Hernández, entonces, construye a Chacho desde un autoproclamado acto de justicia. También lo hace por antonomasia. El hombre federal se contrapone al unitario, que, en teoría, detenta las más bellas prácticas de la civilización incipiente y del progreso, pero que, en la práctica, comete atrocidades terribles, como esas que dicen ser propias de la barbarie.


Tal vez, el episodio más revelador de dicha antonomasia sea cuando cuenta cómo el General Peñaloza había devuelto a los unitarios que tenía como prisioneros “que no les faltaba ni un botón del uniforme”, esperando asimismo que le devolvieran a los suyos. Ante el silencio de los jefes unitarios, dice: “Y bien. ¿Dónde están los míos? ¿Por qué no me responden? ¡Qué! ¿Será cierto lo que me ha dicho? ¿Será verdad que todos han sido fusilados? ¿Cómo es, entonces, que yo soy el bandido, el salteador y Vds. los hombres de orden y de principios?”
Este libro aparece en 1863 como rasgos biográficos del general Ángel Peñaloza y en la segunda edición se cambia el título por Vida del Chacho.

Durante la presidencia de Santiago Derqui, 1860, ejerció cargos políticos menores, y su primera actuación política destacada fue la de ministro general de gobierno en campaña del gobernador correntino Evaristo López.
Después de abandonar el ejército por haberse batido en duelo con otro oficial, ingresó en el Club Socialista Argentino entre 1859 y 1860. Al año siguiente ingresó en la Logia Masónica del Litoral llegando a ser su secretario al año siguiente. Esta sociedad se distinguió por ignorar todo lo referido al progreso y despreciar lo telúrico. Poco antes de su fallecimiento fue proclamado miembro libre de la Orden por haber cumplido 25 años de militancia.
Se desempeñó como diputado y, luego, como senador de la provincia de Buenos Aires. Tomó parte activa con Dardo Rocha en la fundación de La Plata y, siendo presidente de la Cámara de Diputados, defendió el proyecto de federalización por el que Buenos Aires pasó a ser la capital del país.

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En 1869 fundó el diario El Río de la Plata, en cuyas columnas defendió a los gauchos y denunció los abusos cometidos por las autoridades de la campaña. También fundó el diario El Eco, de Corrientes, cuyas instalaciones fueron destruidas por adversarios políticos. Colaboró además en los periódicos La Reforma Pacífica, órgano del Partido. Colaboró también en 1876 en El Bicho Colorado, una publicación humorística que apareció en Buenos Aires el 1 de febrero de 1876, dirigida por el mismo Hernández.
Otro semanario humorístico en el que colaboró fue en Martín Fierro, aparecido el domingo 13 de agosto de 1876. “Tres gauchos baqueanos” aparecían como redactores y tenía composiciones en prosa y en verso. Se supone que Hernández firmó como “El payador Pepe José” los días 18 y 30 de septiembre. Tres años antes de la aparición en el mercado de “La Vuelta de Martín Fierro” ya se lo anunciaba en este periódico. Esta primicia permite suponer que uno de los “Tres gauchos baqueanos” habría sido José Hernández.
Estando proscrito por Sarmiento y escondido en el Gran Hotel Argentino —prácticamente frente a la Casa de Gobierno, en Buenos Aires— Hernández comenzó a escribir algunos poemas de amor. Sin interrumpir su trabajo, escribió a continuación —en papel de estraza de una libreta de pulpería— los siete cantos y medio que aún perduran de la primera edición de El Gaucho Martín Fierro.

El 28 de noviembre de 1872, el diario La República inició la publicación por entregas del poema de Hernández, que se completó al poco tiempo. En diciembre de ese año, el Martín Fierro apareció en formato de libro, editado por la imprenta La Pampa, precedida por una importante carta del autor a su amigo y editor José Zoilo Miguens.
“El poema recoge algunas fuentes folclóricas (diálogos entre gauchos, ciertas combinaciones estróficas), fuentes gauchescas autóctonas (semejanzas con algunos otros poemas gauchescos, en versos o pasajes), y fuentes románticas (antecedentes de Echeverría y su Cautiva, color local, rebeldía, exaltación del bandido, algunos rasgos estilísticos, reminiscencias de personajes de la literatura española. Algunos nombran El Lazarillo de Tormes o El Quijote.
La obra comenzó inmediatamente a venderse en las zonas rurales. Era leída en grupo, en fogones o pulperías, y su gran éxito se debió a que pintaba con veracidad las vicisitudes del gaucho y los paisanos se reconocían en la desgracia del protagonista.
En 1879, cuando el libro ya había sido reeditado gran cantidad de veces, se publicó la continuación de la obra, llamada La vuelta de Martín Fierro, en una edición ilustrada por Carlos Clérice. Ambas partes conforman el Martín Fierro, extenso poema narrativo, que es calificado de obra maestra en su género, ya que logra la interpretación sociológica de una época y de una sociedad, aúna lo lírico, lo descriptivo, lo satírico y lo épico, alcanzando los caracteres de una epopeya.

La vuelta de Martín Fierro - Wikipedia, la enciclopedia libre

El gran mérito de José Hernández fue el de llevar a la literatura la vida de un gaucho contándola en primera persona, con sus propias palabras e imbuido de su espíritu. En el gaucho, Hernández descubrió la encarnación del coraje y la integridad inherentes a una vida independiente. Esta figura era, según él, el verdadero representante del carácter argentino. Hernández se acerca a las vivencias secretas de su pueblo y abarca al mismo tiempo valores de orden transcendente.
Lo que el autor no había conseguido con su actividad política lo obtuvo por medio de la literatura. A través de la poesía consiguió un gran eco para sus propuestas, y el Martín Fierro fue su más valiosa contribución a la causa de los gauchos.

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Lo que el autor no había conseguido con su actividad política lo obtuvo por medio de la literatura.


Publicó también en El Argentino, de Paraná, y La Patria, de Montevideo, Uruguay. La Capital de Rosario, periódico que apareció cuando Rosario pretendía ser la capital y que aún existe.
El 28 de noviembre de 1872, el diario La República anunció la salida de El Gaucho Martín Fierro y, en diciembre, lo editó la imprenta La Pampa.
Su éxito entre los habitantes de la campaña lo llevó, en 1879, a continuarlo con La vuelta de Martín Fierro.
En 1878, a su regreso a la Argentina luego del exilio, instaló, en sociedad con Rafael Casagemas, la Librería del Plata, que a fines de ese año habría adquirido completamente. Ese año fue diputado provincial y luego senador.
Participó del proyecto de expropiar los terrenos para fundar el pueblo de Necochea con fondos de Rentas Generales, y fue uno de los colaboradores de Dardo Rocha en el proyecto de erección de la ciudad de La Plata. El mismo nombre de la ciudad fue ideado por Hernández.
En 1880, en sociedad con Hipólito Yrigoyen, fundó el Club de la Juventud Porteña en apoyo a la candidatura de Julio Argentino Roca, quien ganaría las elecciones por amplia mayoría. Ese mismo año, al producirse la federalización de Buenos Aires como capital del país, defendió el proyecto en el senado provincial, en un histórico debate en que enfrentó a Leandro N. Alem, que hubiera preferido trasladar la capital a otra ciudad.
En 1881, a instancias de Roca, escribe “Instrucción del extranjero” .
Acerca de este hecho dice su hermano Rafael: “La autoridad incontestable que tenía en asuntos campestres fue causa que el gobierno del doctor Rocha le confiara la misión de estudiar las razas preferibles y los métodos pecuarios de Europa y Australia, para lo cual debía dar la vuelta al mundo, siendo costeados por la provincia todos los gastos de viaje y estudios y rentado con sueldo de 17 mil pesos moneda corriente mensuales durante un año, sin más obligación que presentar al regreso un informe que el gobierno se comprometía a publicar. Tan halagadora se suponía esta misión, que el decreto fue promulgado sin consultar al favorecido, quien al conocerlo por los diarios se presentó en el acto al despacho del gobierno rehusando tal honor. Como el gobernador insistiera en que se necesitaba un libro que enseñase a formar las nuevas estancias y fomentar las existentes, le contestó (José Hernández) que para eso era inútil el gasto enorme de tal comisión; que las formas y prácticas europeas no eran aplicables TODAVIA a nuestro país, por las distintas condiciones naturales e industriales. Los consejos que se brindan en ese libro son útiles aún en la actualidad —con las evidentes salvedades tecnológicas— a los estancieros actuales como guía, ya que brinda conocimientos en detalle de las actividades diarias. A pesar de esto, fue por mucho tiempo el menos conocido de los libros de Hernández.
El viaje propuesto por Rocha le fue ofrecido también a su hermano Rafael, que también rechazó el ofrecimiento, por respeto a su hermano. José Hernández lo escribió sin moverse de su ciudad.

Otras obras importantes fueron el relato gauchesco Los treinta y tres orientales, y varios escritos dispersos, que serían recopilados póstumamente en Prosas del autor del Martín Fierro.
En 1881 fue nuevamente electo senador provincial, y reelecto en 1885.

Ejercía como senador cuando falleció el 21 de octubre de 1886 en Buenos Aires, tras sufrir una afección cardíaca

POEMAS

EL GAUCHO MARTÍN FIERRO

   Aquí me pongo a cantar       
al compás de la vigüela,        
que el hombre que lo desvela        
una pena estraordinaria,        
como la ave solitaria       
con el cantar se consuela.      

   Pido a los Santos del Cielo      
que ayuden mi pensamiento,      
les pido en este momento        
que voy a cantar mi historia        
me refresquen la memoria,       
y aclaren mi entendimiento.         

   Vengan Santos milagrosos,        
vengan todos en mi ayuda,
         que la lengua se me añuda
         Y se me turba la vista-
        Pido a mi Dios que me asista
       En una ocasión tan ruda.

   Yo he visto muchos cantores,         
con famas bien obtenidas,       
y que después de alquiridas         
no las quieren sustentar-:      
parece que sin largar       
se cansaron en partidas.        

   Mas ande otro criollo pasa       
Martín Fierro ha de pasar,      
nada lo hace recular        
ni las fantasmas lo espantan;       
y dende que todos cantan        
yo también quiero cantar.       

……………………….

           Mi gloria es vivir tan libre         
como el pájaro del Cielo,       
no hago nido en este suelo      
ande hay tanto que sufrir;      
y naides me ha de seguir        
cuando yo remonto el vuelo.         

   Yo no tengo en el amor       
quien me venga con querellas,       
como esas aves tan bellas       
que saltan de rama en rama-         
yo hago en el trébol mi cama,       
y me cubren las estrellas.      

   Y sepan cuantos me escuchan      
de mis penas el relato      
que nunca peleo ni mato         
sino por necesidá;      
y que a tanta alversidá         
sólo me arrojó el mal trato.        

   Y atiendan la relación       
que hace un gaucho perseguido       
que fue buen padre y marido         
empeñoso y diligente,       
y sin embargo la gente      
lo tiene por un bandido.        

II

Ninguno me hable de penas       
porque yo penando vivo-         
y naides se muestre altivo      
aunque en el estribo esté,      
que suele quedarse a pie        
el gaucho más alvertido.        

   Junta esperencia en la vida      
hasta pa dar y prestar,         
quien la tiene que pasar        
entre sufrimiento y llanto;         
porque nada enseña tanto        
como el sufrir y el llorar.         

   Viene el hombre ciego al mundo       
cuartiándolo la esperanza,      
y a poco andar ya lo alcanzan       
las desgracias a empujones;         
¡Jue pucha! que trae liciones       
¡el tiempo con sus mudanzas!        

   Yo he conocido esta tierra       
en que el paisano vivía.        
Y su ranchito tenía         
y sus hijos y mujer...      
Era una delicia el ver      
cómo pasaba sus días.       

   Entonces... cuando el lucero         
brillaba en el cielo santo      
y los gallos con su canto       
la madrugada anunciaban,        
a la cocina rumbiaba        
el gaucho... que era un encanto.        
—II→
Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.
   Y apenas el horizonte        
empezaba a coloriar,        
los pájaros a cantar,       
y las gallinas a apiarse,       
era cosa de largarse        
cada cual a trabajar.       

   Éste se ata las espuelas         
se sale el otro cantando,       
uno busca un pellón blando,         
éste un lazo, otro un rebenque,         
y los pingos relinchando        
los llaman desde el palenque.       

   El que era pión domador      
enderezaba al corral,       
ande estaba el animal       
bufidos que se las pela...      
Y más malo que su agüela        
se hacía astillas el bagual.        


   Y allí el gaucho inteligente         
en cuanto al potro enriendó,     
los cueros le acomodó       
y se le sentó en seguida,       
que el hombre muestra en la vida        
la astucia que Dios le dio.         

   Y en las playas corcobiando      
pedazos se hacía el sotreta,        
mientras él por las paletas         
le jugaba las lloronas,         
y al ruido de las caronas       
salía haciéndose gambetas.  

   ¡Ah! ¡tiempos!... era un orgullo         
ver ginetiar un paisano-        
Cuando era gaucho vaquiano      
aunque el potro se boliase      
no había uno que no parase      
con el cabresto en la mano.         

   Y mientras domaban unos,         
otros al campo salían,      
y la hacienda recogían,         
las manadas repuntaban,         
y ansí sin sentir pasaban       
entretenidos el día.        

   Y verlos al caer la noche        
en la cocina riunidos       
con el juego bien prendido      
y mil cosas que contar,         
platicar muy divertidos         
hasta después de cenar.         

   Y con el buche bien lleno        
era cosa superior       
irse en brazos del amor         
a dormir como la gente,         
pa empezar al día siguiente         
las faenas del día anterior.    

   ¡Ricuerdo!... ¡Qué maravilla!     
cómo andaba la gauchada,        
siempre alegre y bien montada       
y dispuesta pa el trabajo...        
pero hoy al presente... ¡barajo!        
no se le ve de aporriada.    

   El gaucho más infeliz        
tenía tropilla de un pelo,      
no le faltaba un consuelo       
y andaba la gente lista...      
tendiendo al campo la vista      
sólo vía sino hacienda y cielo.         

   Cuando llegaban las yerras,      
¡cosa que daba calor!       
tanto gaucho pialador       
y tironiador sin yel-.      
¡Ah tiempos!... pero sin él         
se ha visto tanto primor.       

   Aquello no era trabajo,      
más bien era una junción,       
y después de un güen tirón      
en que uno se daba maña,        
pa darle un trago de caña       
solía llamarlo el patrón.       

   Pues vivía la mamajuana      
siempre bajo la carreta,        
y aquel que no era chancleta        
en cuanto el goyete vía,        
sin miedo se le prendía         
como güérfano a la teta.        

   ¡Y qué jugadas se armaban        
cuando estábamos riunidos!      
Siempre íbamos prevenidos       
pues en tales ocasiones,        
a ayudarles a los piones        
caiban muchos comedidos.        

   Eran los días del apuro      
y alboroto pa el hembraje,      
pa preparar los potajes         
y obsequiar bien a la gente,        
y ansí, pues, muy grandemente,      
pasaba siempre el gauchage.         

Venía la carne con cuero,       
la sabrosa carbonada,       
mazamorra bien pisada       
los pasteles y el güen vino...      
pero ha querido el destino,         
que todo aquello acabara.       

   Estaba el gaucho en su pago      
con toda siguridá:      
pero aura... ¡barbaridá!        
la cosa anda tan fruncida,      
que gasta el pobre la vida      
en juir de la autoridá.         

   Pues si usté pisa en su rancho       
y si el alcalde lo sabe         
lo caza lo mesmo que ave        
aunque su mujer aborte...       
¡No hay tiempo que no se acabe      
ni tiento que no se corte!      

   Y al punto dese por muerto       
si el alcalde lo bolea,         
pues ay nomás se le apea        
con una felpa de palos-,        
y después dicen que es malo         
el gaucho si los pelea.         

   Y el lomo le hinchan a golpes,       
y le rompen la cabeza,      
y luego con ligereza        
ansí lastimao y todo,       
lo amarran codo con codo        
y pa el cepo lo enderiezan.         

   Ay comienzan sus desgracias,         
ay principia el pericón;        
porque ya no hay salvación,         
y que usté quiera o no quiera,      
lo mandan a la frontera         
o lo echan a un batallón.       

   Ansí empezaron mis males         
lo mesmo que los de tantos,         
si gustan... en otros cantos        
les diré lo que he sufrido-         
después que uno está... perdido         
no lo salvan ni los santos. 

                                          III

El 3 cuenta que tenía rancho, failia e hijos y lo mandaeon a la frontera y qué pasaba en la frontera:
……………fragmento

Daban entonces las armas        
pa defender los cantones,       
que eran lanzas y latones       
con ataduras de tiento. 
las de juego no las cuento      
porque no había municiones.         

   Y un sargento chamuscao      
me contó que las tenían,        
pero que ellos las vendían      
para cazar avestruces;      
y ansí andaban noche y día      
dele bala a los ñanduces.       

   Y cuando se iban los Indios      
con lo que habían manotiao,         
salíamos muy apuraos        
a perseguirlos de atrás;        
si no se llevaban más       
es porque no habían hallao.         

   Allí sí, se ven desgracias    
y lágrimas y afliciones:        
naide le pida perdones      
al Indio, pues donde dentra         
roba y mata cuanto encuentra        
y quema las poblaciones.     

   No salvan de su juror        
ni los pobres anjelitos;        
viejos, mozos, y chiquitos      
los matan del mesmo modo-       
el indio lo arregla todo     
con la lanza y con los gritos.      

   Tiemblan las carnes al verlo         
volando al viento la cerda-         
la rienda en la mano izquierda      
y la lanza en la derecha-       
ande enderieza abre brecha      
pues no hay lanzaso que pierda.         

   Hace trotiadas tremendas         
dende el fondo del desierto-        
ansí llega medio muerto         
de hambre, de sé y de fatiga,       
pero el indio es una hormiga        
que día y noche está dispierto.         

   Sabe manejar las bolas       
como naides las maneja,         
cuanto el contrario se aleja        
manda una bola perdida,         
y si lo alcanza, sin vida       
es siguro que lo deja.      

   Y el indio es como tortuga       
de duro para espichar,      
si lo llega a destripar         
ni siquiera se le encoje,       
luego sus tripas recoje         
y se agacha a disparar.         

   Hacían el robo a su gusto        
y después se iban de arriba,        
se llevaban las cautivas        
y nos contaban que a veces      
les descarnaban los pieses      
a las pobrecitas vivas.         

   ¡Ah! ¡si partía el corazón       
ver tantos males, canejos!      
los perseguíamos de lejos       
sin poder ni galopiar;      
¡y qué habíamos de alcanzar         
en unos bichocos viejos!        

   Nos volvíamos al cantón      
a las dos o tres jornadas,      
sembrando las caballadas:    
y pa que alguno la venda        
rejuntábamos la hacienda        
que habían dejao resagada.      

         Una vez entre otras muchas         
tanto salir al botón,       
          nos pegaron un malón         
los Indios, y una lanciada,         
que la gente acobardada         
quedó dende esa ocasión.        

   Habían estao escondidos      
aguaitando atrás de un cerro        
¡lo viera a su amigo Fierro         
aflojar como un blandiso!       
salieron como maíz frito        
en cuanto sonó un cencerro.      

   Al punto nos dispusimos      
aunque ellos eran bastantes,        
la formamos al istante      
nuestra gente que era poca,         
y golpiándose en la boca        
hicieron fila adelante.         

   Se vinieron en tropel        
haciendo temblar la tierra,         
no soy manco pa la guerra       
pero tuve mi jabón      
pues iba en un redomón      
que había boliao en la sierra.      
V - Yo andaba desesperao,
aguardando una ocasión
que los indios un malón
nos dieran y entre el estrago
hacérmeles cimarrón
y volverme pa mi pago. Aquello no era servicio
ni defender la frontera-
aquello era ratonera
en que sólo gana el juerte-
era jugar a la suerte
con una taba culera. Allí tuito va al revés:
los milicos son los piones,
y andan por las poblaciones
emprestaos pa trabajar-
los rejuntan pa peliar
cuando entran Indios ladrones. Yo he visto en esa milonga
muchos Gefes con estancia,
y piones en abundancia,
y majadas y rodeos;
he visto negocios feos
a pesar de mi inorancia. Y colijo que no quieren
la barunda componer
para esto no ha de tener
el Gefe, que esté de estable,
más que su poncho, y su sable,
su caballo y su deber. Ansina, pues, conociendo
que aquel mal no tiene cura,
que tal vez mi sepoltura,
si me quedo iba a encontrar,
pensé en mandarme mudar
como cosa más sigura.
VI
……………………..
Una noche que riunidos
estaban en la carpeta
empinando una limeta
el Gefe y el Juez de Paz-
yo no quise aguardar más,
y me hice humo en un sotreta.
   Me parece el campo orégano       
dende que libre me veo-         
donde me lleva el deseo         
allí mis pasos dirijo-      
y hasta en las sombras, de fijo          
que donde quiera rumbeo.        

   Entro y salgo del peligro        
sin que me espante el estrago,      
no aflojo al primer amago       
ni jamás fi gaucho lerdo-:   
soy pa rumbiar como el cerdo        
y pronto caí a mi pago.         

        Volvía al cabo de tres años         
de tanto sufrir al ñudo,        
resertor, pobre y desnudo-      
a procurar suerte nueva-        
y lo mesmo que el peludo        
enderecé pa mi cueva.       

   No hallé ni rastro del rancho,       
¡sólo estaba la tapera!      1010   
Por Cristo si aquello era       
pa enlutar el corazón-      
Yo juré en esa ocasión      
ser más malo que una fiera.         

   ¡Quién no sentirá lo mesmo       
cuando ansí padece tanto!       
Puedo asigurar que el llanto        
como una mujer largué-      
¡Ay! mi Dios si me quedé        
¡más triste que Jueves Santo!       

   Sólo se oiban los aullidos       
de un gato que se salvó;        
el pobre se guareció        
cerca, en una viscachera-       
venía como si supiera       
que estaba de güelta yo.        

   Al dirme dejé la hacienda        
que era todito mi haber-        
pronto debíamos volver      
sigún el Juez prometía,         
y hasta entonces cuidaría       
de los bienes la mujer.         

   Después me contó un vecino       
que el campo se lo pidieron-     
la hacienda se la vendieron         
en pago de arrendamientos,      
y qué sé yo cuántos cuentos,        
pero todo lo fundieron.         

   Los pobrecitos muchachos         
entre tantas afliciones,        
se conchavaron de piones.       
¡Mas qué iban a trabajar        
si eran como los pichones       
sin acabar de emplumar!      

   Por hay andarán sufriendo        
de nuestra suerte el rigor:         
me han contado que el mayor         
nunca dejaba a su hermano-      
puede ser que algún cristiano       
los recoja por favor.       

   ¡Y la pobre mi mujer,        
Dios sabe cuánto sufrió!-       
Me dicen que se voló        
con no sé qué gavilán-  
 sin duda a buscar el pan        
que no podía darle yo.      


   No es raro que a uno le falte        
lo que algún otro le sobre-         
si no le quedó ni un cobre,         
sino de hijos un enjambre,      
¡qué más iba a hacer la pobre       
para no morirse de hambre!      
VII - De carta de más me vía
sin saber a dónde dirme
mas dijeron que era vago
y entraron a perseguirme. Nunca se achican los males-
van poco a poco creciendo,
y ansina me vide pronto
obligao a andar juyendo. No tenía mujer ni rancho,
y a más era resertor;
no tenía una prenda güena
ni un peso en el tirador. A mis hijos infelices
pensé volverlos a hallar-
y andaba de un lao al otro
sin tener ni qué pitar. Supe una vez por desgracia
que había un baile por allí-
y medio desesperao
a ver la milonga fui. Riunidos al pericón
tantos amigos hallé,
que alegre de verme entre ellos
esa noche me apedé. Como nunca, en la ocasión por peliar me dio la tranca,
y la emprendí con un negro
que trujo una negra en ancas. Al ver llegar la morena
que no hacía caso de naides
le dije con la mamúa:
-«va… ca… yendo gente al baile». La negra entendió la cosa
y no tardó en contestarme
mirándome como a perro:
-«más vaca será su madre». Y dentró al baile muy tiesa 
con más cola que una zorra,
haciendo blanquiar los dientes
lo mesmo que mazamorra. -«Negra linda»… dije yo,
«¡Me gusta pa la carona!» 1
Y me puse a champurriar
esta coplita fregona: «A los blancos hizo Dios, »a los mulatos San Pedro, »a los negros hizo el diablo »para tizón del infierno». Había estao juntando rabia
el moreno dende ajuera-
en lo escuro le brillaban
los ojos como linterna. Lo conocí retobao,
me acerqué y le dije presto:
«po… r… rudo que un hombre sea
»nunca se enoja por esto». Corcobió el de los tamangos
y creyéndose muy fijo:
-«más porrudo serás vos,
»gaucho rotoso» me dijo. Y ya se me vino al humo
como a buscarme la hebra-
y un golpe le acomodé
con el porrón de giñebra. Ay no más pegó el de hollín
más gruñidos que un chanchito
y pelando el envenao
me atropelló dando gritos. Pegué un brinco y abrí cancha
diciéndoles: -«caballeros,
»dejen venir a ese toro,
»solo nací… solo muero». El negro después del golpe
se había el poncho refalao
y dijo: -vas a saber
»si es solo o acompañao». Y mientras se arremangó
yo me saqué las espuelas,
pues malicié que aquel tío
no era de arriar con las riendas. No hay cosa como el peligro
pa refrescar un mamao,
hasta la vista se aclara
por mucho que haiga chupao. El negro me atropelló
como a quererme comer-
me hizo dos tiros seguidos
y los dos le abarajé. Yo tenía un facón con S
que era de lima de acero,
le hize un tiro, lo quitó
y vino ciego el moreno. Y en el medio de las aspas
un planazo le asenté
que le largué culebriando
lo mesmo que buscapié. Le coloriaron las motas
con la sangre de la herida
y volvió a venir furioso
como una tigra parida. Y ya me hizo relumbrar
por los ojos el cuchillo,
alcanzando con la punta
a cortarme en un carrillo. Me hirvió la sangre en las venas
y me le afirmé al moreno,
dándole de punta y hacha
pa dejar un diablo menos. Por fin en una topada
en el cuchillo lo alcé,
y como un saco de güesos
contra un cerco lo largué. Tiró unas cuantas patadas
y ya cantó para el carnero-
Nunca me puedo olvidar
de la agonía de aquel negro.
—
En esto la negra vino, 
con los ojos como agí-
y empezó la pobre allí
a bramar como una loba- Yo quise darle una soba
a ver si la hacía callar
mas, pude reflesionar
que era malo en aquel punto,
y por respeto al dijunto
no la quise castigar. Limpié el facón en los pastos, 
desaté mi redomón
monté despacio, y salí
al tranco pa el cañadón. Después supe que al finao
ni siquiera lo velaron
y retobao en un cuero
sin resarle lo enterraron. Y dicen que dende entonces
cuando es la noche serena
suele verse una luz mala
como de alma que anda en pena. Yo tengo intención a veces
para que no pene tanto,
de sacar de allí los güesos
y echarlos al campo santo.
 
XII
Ya conoce, pues, quien soy,
tenga confianza conmigo,
Cruz le dio mano de amigo
y no lo ha de abandonar-
juntos podemos buscar
pa los dos un mesmo abrigo.
Andaremos de matreros
si es preciso pa salvar-
nunca nos ha de faltar
ni un buen pingo para juir,
ni un pajal ande dormir,
ni un matambre que ensartar
Y cuando sin trapo alguno
nos haiga el tiempo dejao-
yo lo pediré emprestao
el cuero a cualquiera lobo
y hago un poncho, si lo sobo,
mejor que poncho engomao.
Para mí la cola es pecho
y el espinaso es cadera-
hago mi nido ande quiera
y de lo que encuentre como-
me echo tierra sobre el lomo
y me apeo en cualquier tranquera.
Y deje rodar la bola
que algún día se ha de parar-
tiene el gaucho que aguantar
hasta que lo trague al hoyo-
o hasta que venga algún criollo
en esta tierra a mandar.
Lo miran al pobre gaucho
como carne de cogote:
lo tratan al estricote-
y ansí las cosas andan,
porque quieren los que mandan
aguantemos los azotes.
Pucha- si usté los oyera
como yo en una ocasión
tuita la conversación
que con otro tuvo el juez-
le asiguro que esa vez
se me achicó el corazón.
Hablaban de hacerse ricos
con campos en la frontera-
de sacarla más ajuera
donde había campos baldidos-
y llevar de los partidos
gentes que la defendiera.
Todo se güelven proyectos
de colonias y carriles-
y tirar la plata a miles
en los gringos enganchaos,
mientras al pobre soldao
le pelan la chaucha -¡ah! ¡viles!-
Pero si siguen las cosas
como van hasta el presente
puede ser que de repente
veamos el campo disierto,
y blanquiando solamente
los güesos de los que han muerto.
Hace mucho que sufrimos
la suerte reculativa-
trabaja el gaucho y no arriba,
pues a lo mejor del caso,
lo levantan de un sogaso
sin dejarle ni saliva.
De los males que sufrimos
hablan mucho los puebleros,
pero hacen como los teros
para esconder sus niditos:
en un lao pegan los gritos
y en otro tienen los güevos.
Y se hacen los que no aciertan
a dar con la coyontura-
mientras el gaucho lo apura
con rigor la autoridá,
ellos a la enfermedá,
le están errando la cura
XIII
……………
En este punto, el cantor
buscó un porrón pa consuelo,
echó un trago como un cielo,
.dando fin a su argumento
y de un golpe al instrumento
lo hizo astillas contra el suelo.
-«Ruempo, dijo, la guitarra,
pa no volverla a templar,
ninguno la ha de tocar
por siguro tenganló;
pues naides ha de cantar
cuando este gaucho cantó.
Y daré fin a mis coplas
con aire de relación,
nunca falta un preguntón
más curioso que mujer,
y tal vez quiera saber
cómo fue la conclusión.
Cruz y Fierro de una estancia
una tropilla se arriaron-
por delante se la echaron
como criollos entendidos,
y pronto, sin ser sentidos
por la frontera cruzaron.
Y cuando la habían pasao,
una madrugada clara
le dijo Cruz que mirara
las últimas poblaciones;
y a Fierro dos lagrimones
le rodaron por la cara
Y siguiendo el fiel del rumbo,
se entraron en el desierto,
no sé si los habrán muerto
en alguna correría
pero espero que algún día
saber de ellos algo cierto.
Y ya con estas noticias
mi relación acabé,
por ser ciertas las conté,
todas las desgracias dichas:
es un telar de desdichas
cada gaucho que usté ve.
Pero ponga su esperanza
en el Dios que lo formó
y aquí me despido yo
que sufren ansí a mi modo,
males que conocen todos
pero que naides contó

LA VUELTA DE MARTIN FIERRO

Atencion pido al silencio
y silencio á la atencion,
Que voy en esta ocas ion
Si me ayuda la memoria,
A mostrarles que á mi historia
Le faltaba lo mejor.
Viene uno como dormido
Cuando vuelve del desierto;
Veré si á esplicarme acierto
Entre gente tan bizarra,
y si al sentir la guitarra
De mi sueño me dispierto.
Siento que mi pecho tiembla
Que se turba mi razon,
. y de la vigüela al son
Imploro á la alma de un sabio,
Que venga á mover mi labio
y alentar mi corazon.
Si no llego á treinta y una
De fijo en treinta me planto,
y esta confianza adelanto
Porque recebí en mi mismo,
Con el agua del bautismo
La facultá para el canto.
Tanto el pobre como el rico
La razon me la han de dar;
y si llegan á escuchar
Lo que esplicaré á mi modo,
Digo que no han de reir todos,
Algunosunos han de llorar.
Mucho tiene que contar
El que tuvo que sufrir
y empezaré por pedir
N o duden de cuanto digo;
Pues debe crerse al testigo
Sinó pagan por mentir.
Gracias le doy á la Virgen
Gracias le doy al Señor,
Porque entre tanto rigor
y habiendo perdido tanto,
No perdí mi amor al canto
Ni mi voz como cantor.
   2 
……………………
Recordarán que con Cruz
para el desierto tiramos,
en la pampa nos entramos,
cayendo por fin del viage
a unos toldos de salvajes,
los primeros que encontramos.
   La desgracia nos seguía,      
llegamos en mal momento;        
estaban en parlamento       
tratando de una invasión,       
y el indio en tal ocasión       
recela hasta de su aliento.      

   Se armó un tremendo alboroto         
cuando nos vieron llegar,       
no podíamos aplacar         
tan peligroso hervidero;        
nos tomaron por bomberos    
y nos quisieron lanciar.        

   Nos quitaron los caballos        
a los muy pocos minutos;        
estaban irresolutos,        
quién sabe qué pretendían,   
por los ojos nos metían         
las lanzas aquellos brutos.         

   Y dele en su lengüeteo       
hacer gestos y cabriolas;       
uno desató las bolas        
y se nos vino en seguida;       
ya no creíamos con vida         
salvar ni por carambola.

………

            3
       El indio pasa la vida         
robando o echao de panza.       
La única ley es la lanza        
a que se ha de someter.         
Lo que le falta en saber        
lo suple con desconfianza.      

   Fuera cosa de engarzarlo         
a un indio caritativo.      
Es duro con el cautivo,         
le dan un trato horroroso.      
Es astuto y receloso,       
es audaz y vengativo.       

   No hay que pedirle favor         
ni que aguardar tolerancia.         
Movidos por su inorancia        
y de puro desconfiaos,      
nos pusieron separaos       
bajo sutil vigilancia.      

   No pude tener con Cruz       
ninguna conversación.       
No nos daban ocasión,       
nos trataban como agenos.       
Como dos años lo menos      
duró esta separación.   

…….

   Relatar nuestras penurias        
fuera alargar el asunto.        
Les diré sobre este punto       
que a los dos años recién       
nos hizo el cacique el bien         
de dejarnos vivir juntos.       

   Nos retiramos con Cruz   
a la orilla de un pajal.        
Por no pasarlo tan mal      
en el desierto infinito,        
hicimos como un bendito         
con dos cueros de bagual.    

29

Esto cantó Picardía
Y después guardó silencio,
Mientras todos celebraban
Con placer aquel encuentro.
Mas una casualidá-
Como que nunca anda lejos
-Entre tanta gente blanca
Llevó tambien un moreno
Presumido de cantor
Y que se tenía por güeno.
Y como quien no hace nada,
O se descuida de intento,
Pues siempre es muy conocido
Todo aquel que busca pleito,
Se sentó con toda calma,
Echo mano al estrumento
Y ya le pegó un ragido:
Era fantástico el negro;
Y para no dejar dudas,
Medio se compuso el pecho.
Todo el mundo conoció
La intención de aquel moreno:
Era claro el desafío
Dirigido a Martín Fierro,
Hecho con toda arrogancia,
De un modo muy altanero.
Tomó Fierro la guitarra,
Pues siempre se halla dispuesto,
Y ansí cantaron los dos,
En medio de un gran silencio.

MARTIN FIERRO

Mientras suene el encordao,
Mientras encuentre el compás
Yo no he de quedarme atrás
Sin defender la parada,
Y he jurado que jamás
Me la han de llevar robada.
Atiendan, pues, los oyentes
Y cáyense los mirones;
A todos pido perdones,
Pues a la vista resalta
Que no está libre de falta
Quien no está de tentaciones.
A un cantor le llaman güeno
Cuando es mejor que los piores;
Y sin ser de los mejores,
Encontrándose dos juntos,
Es deber de los cantores
El cantar de contrapunto.
El hombre debe mostrarse
Cuando la ocasión le llegue;
Hace mal el que se niegue,
Dende que lo sabe hacer;
Y muchos suelen tener
Vanagloria en que los rueguen.

30

Cuando mozo fui cantor
(Es una cosa muy dicha);LAURA
Mas la suerte se encapricha
Y me persigue constante
:De ese tiempo en adelante
Canté mis propias desdichas
Y aquellos años dichosos
Trataré de recordar;
Veré si puedo olvidar
Tan desgraciada mudanza,
Y quien se tenga confianza
Tiemple, y vamos a cantar.
Tiemple y cantaremos juntos,
Trasnochadas no acobardan.
Los concurrentes aguardan,
Y porque el tiempo no pierdan
,Haremos gemir las cuerdas
Hasta que las velas no ardan.
Y el cantor que se presiente,
Que tenga o no quien lo ampare,
No espere que yo dispare
Aunque su saber sea mucho:
Vamos en el mesmo pucho
A prenderle hasta que aclare.
Y seguiremos si gusta
Hasta que se vaya el día;
Era la costumbre mía
Cantar las noches enteras:
Había entonces, donde quiera
,Cantores de fantasía
Y si alguno no se atreve
A seguir la caravana,
O si cantando no gana
,Se lo digo sin lisonja:
Haga sonar una esponja
O ponga cuerdas de lana.

EL MORENO

Yo no soy, señores míos,
Sino un pobre guitarrero,
Pero doy gracias al Cielo
Porque puedo, en la ocasión,
Toparme con un cantor
Que esperimente a este negro.

Yo también tengo algo blanco,
Pues tengo blancos los dientes;
Sé vivir entre las gentes
Sin que me tengan en menos:
Quien anda en pagos ajenos
Debe ser manso y prudente.

Mi madre tuvo diez hijos,
Los nueve muy regulares;
Tal vez por eso me ampare
La Providencia divina:
En los güevos de gallina
El décimo es el mas grande

El negro es muy amoroso,
Aunque de esto no hace gala;
Nada a su cariño iguala
Ni a su tierna voluntá;
Fs lo mesmo que el macá:
Cría los hijos bajo el ala.

Pero yo he vivido libre
Y sin depender de naides;
Siempre he cruzado los aires
Como el pájaro sin nido;
Cuanto se lo he aprendido
Porque me lo enseñó un flaire.

Y sé como cualquier otro
El porqué retumba el trueno;
Por qué son las estaciones
Del verano y del invierno;
Sé también de donde salen
Las aguas que cain del cielo.

Yo sé lo gue hay en la tierra
En llegando al mesmo centro;
En dónde se encuentra el oro,
En dónde se encuentra el fierro
Y en dónde viven bramando
Loe volcanes que echan juego.

Yo sé del fondo del mar
Donde los pejes nacieron;
Yo sé por que crece el árbol,

Y por que silban los vientos:
Cosas que inoran los blancos
Las sabe este pobre negro.

Yo tiro cuando me tiran
;Cuando me aflojan, aflojo;
No se ha de morir de antojo
Quien me convide a cantar
;Para conocer a un cojo
Lo mejor es verlo andar.

Y si una falta cometo
En venir a esta riunión,
Echándola de cantor,
Pido perdón en voz alta
Pues nunca se halla una falta
Que no esista otra mayor

De lo que un cantor esplica
No falta qué aprovechar
Y se le debe escuchar
Aunque sea negro el que cante:
Apriende el que es inorante,
Y el que es sabio, apriende más.

Yo sé del fondo del mar
Donde los pejes nacieron;
Yo sé por que crece el árbol,
Y por que silban los vientos
:Cosas que inoran los blancos
las sabe este pobre negro.

Yo tiro cuando me tiran;
Cuando me aflojan, aflojo;
No se ha de morir de antojo
Quien me convide a cantar;
Para conocer a un cojo
Lo mejor es verlo andar.

Y si una falta cometo
En venir a esta reunión,
Echándola de cantor,
Pido perdón en voz alta
Pues nunca se halla una falta
Que no esista otra mayor.

De lo que un cantor esplica
No falta qué aprovechar
Y se le debe escuchar
Aunque sea negro el que cante:
Apriende el que es inorante,
Y el que es sabio, apriende más.

Bajo la frente mas negra
Hay pensamiento y hay vida.
La gente escuche tranquila,
No me haga ningún reproche
Tambien es negra la noche
Y tiene estrellas que brillan.

Estoy, pues, a su mandao;
Empiece a echarme la sonda,
Si gusta que le responda,
Aunque con lenguaje tosco:
En leturas no conozco
La jota, por ser redondala.

MARTIN FIERRO

!Ah, negro!, si sos tan sabio
No tengás ningun recelo
Pero has tragao el anzuelo
Y al compás del estrument
oHas de decirme al momento
Cuál es el canto del cielo.

EL MORENO

Cuentan que de mi color
Dios hizo al hombre primero
,Más los blancos altaneros,
Los mesmos que lo convidan,
Hasta de nombrarlo olvidan
Y sólo le llaman negro.

Pinta el blanco negro al diablo,
Y el negro, blanco lo pinta;
Blanca la cara o retinta
No habla en contra ni en favor:
De los hombres el Criador
No hizo dos clases distintas,

Y después de esta alvertencia
Que al presente viene al pelo,
Veré, señores, si puedo,
Sigún mi escaso saber,
Con claridá responder
Cuál es el canto del cielo.

Los cielos lloran y cantan
Hasta en el mayor silencio:
Lloran al cair el rocío
Cantan al silbar los vientos
Lloran cuando cain las aguas.
Cantan cuando brama el trueno

MARTIN FIERRO

Dios hizo al blanco y al negro
Sin declarar los mejores;
Les mandó iguales dolores
Bajo de una mesma cruz
;Mas también hizo la luz
Pa distinguir los coIores.

Ansi, ninguno se agravie
;No se trata de ofender,
A todo se ha de poner
El nombre con que se llama,
Y a naides le quita fama
Lo que recibio al nacer.

Y ansí me gusta un cantor
Que no se turba ni yerra;
Y si en tu saber se encierra
El de los sabios projundos;
Decíme cual en el mundo
Es el canto de la tierra.

EL MORENO

Es pobre mi pensamiento,
Es escasa mi razón,
Mas pa dar contestación
Mi inorancia no se arredra:
También da chispas la piedra
Si la golpia el eslabón.

Y le daré una respuesta
Sigún mis pocos alcances:
Forman un canto en la tierra
El dolor de tanta madre,
El gemir de los que mueren
Y el llorar de los que nacen

MARTIN FIERRO

Moreno, alvierto que trais
Bien dispuesta la garganta;
Sos varón, y no me espanta
Verte hacer esos primores
;En los pájaros cantores
Solo el macho es el que canta.

Y ya que al mundo vinistes
Con el sino de cantar,
No te vayás a turbar,
No te agrandés ni te achiques;
Es preciso que me expliques
Cuál es el canto del mar.

EL MORENO

Los pájaros cantores
Ninguno imitar pretiende;
De un don que de otro depende
Naides se debe alabar,
Pues la urraca apriende a hablar,
Pero sólo la hembra apriende.

Y ayúdame, ingenio mío,
Para ganar esta apuesta
Mucho el contestar me cuesta.
Pero debo contestar;
Yoy a decir en respuesta
Cuál es el canto del mar.

Cuando la tormenta brama,
El mar, que todo lo encierra,
Canta de un modo que aterra,
Corno si el mundo temblara:
Parece que se quejara
De que lo estreche la tierra.

MARTIN FIERRO

Toda tu sabiduría
Has de mostrar esta vez;
Ganarás sólo que estés
En vaca con algún santo:
La noche tiene su canto,
Y me has de decir cuál cuál es.

EL MORENO

No galope, que hay aujeros,
Le dijo a un guapo un prudente
Le contesto humildemente:
La noche por cantos tiene
Esos ruidos que uno siente
Sin saber por dónde vienen.

Son los secretos misterios
Que las tinieblas esconden
;Son los ecos que responden
A la voz del que da un grito;
Como un lamento infinito
Que viene no sé de dónde.

A las sombras sólo el sol
Las penetra y las impone,
En distintas direcciones
Se oyen rumores inciertos:
Son almas de los que han muerto,
Que nos piden oraciones.

MARTIN FIERRO

Moreno, por tus respuestas
Yo te aplico el cartabón,
Pues tenés desposición
Y sos estruido, de yapa:
Ni las sombras se te escapan
Para dar esplicación.

Pero cumple su deber
El leal diciendo lo cierto
,Y, por lo tanto, te alvierto
Que hemos de cantar los dos,
Dejando en la paz de Dios
Las almas de los que han muerto.

Y el consejo del prudente
No hace falta en la partida;
Siempre ha de ser comedida
La palabra de un cantor,
Y aura quiero que me digas
De dónde nace el amor.

Y el consejo del prudente
No hace falta en la partida-
Siempre ha de ser comedida
La palabra de un cantor.
Y aura quiero que me digas
De dónde nace el amor.

EL MORENO

A pregunta tan escura
Trataré de responder
,Aunque es mucho pretender
De un pobre negro de estancia,
Mas conocer su inorancia
Es principio del saber.

Ama el pájaro en los aires
Que cruza por donde quiera,
Y si al fin de su carrera
Se asienta en alguna rama
,Con su alegre canto llama
A su amante compañera.

La fiera ama en su guarida,
De la que es rey y señor
;Allí lanza con juro
Esos bramidos que espantan,
Porque las fieras no cantan
:Las fieras braman de amor

.Ama en el fondo del mar
El pez de lindo color;
Ama el hombre con ardor;
Ama todo cuanto vive
:De Dios vida se recibe,
Y donde hay vida, hay amor.

MARTIN FIERRO

Me gusta, negro ladino
,Lo que acabás de esplicar;
Ya te empiezo a respetar
;Aundue al principio me rei,
Y te quiero preguntar
Lo que entendés por la ley.

EL MORENO

Hay muchas dotorerías
Que yo no puedo alcanzar;
Dende que aprendí a inora
rDe ningún saber me asombro
,Mas no ha de llevarme al hombro
Quien me convide a cantar

.Yo no soy cantor ladino
Y mi habilidá es muy poca;
Más cuando cantar me toca
Me defiendo en el combate
,Porque soy como los mates:
Sirvo si me abren la boca.

Dende que elige a su gusto,
Lo más espinoso elige;
Pero esto poco me aflige
Y le contesto a mi modo:
La ley se hace para todos
,Mas sólo al pobre le rige.

La ley es tela de araña—
En mi inorancia lo esplico-.
No la tema el hombre rico;
Nunca la tema el que mande;
Pues la ruempe el bicho grande
Y sólo enrieda a los chicos.

Es la ley como la lluvia:
Nunca puede ser pareja,
El que la aguanta se queja
Pero el asunto es sencillo:
La ley es como el cuchillo:
No ofiende a quien lo maneja.

Le suelen llamar espada
Y el nombre le viene bien;
Los que la gobiernan ven
A dónde han de dar el tajo:
Le cai al que se halla abajo
Y corta sin ver a quién.

Hay muchos que son dotores,
Y de su cencia no dudo;
Mas yo soy un negro rudo
Y aunque de esto poco entiendo,
Estoy diariamente viendo
Que aplican la del embudo.

MARTIN FIERRO

Moreno, vuelvo a decirte:
Ya conozco tu medida;
Has aprovechao la vida,
Y me alegro de este encuentro;
Ya veo que tenés adentro
Capital pa esta partida.

Y aura te voy a decir;
Porque en mi deber está
(Y hace honor a la verdá
Quien a la verdá se duebla)
Que sos por juera tinieblas
Y por dentro claridá.

No ha de decirse jamás
Que abusé de tu pacencia,
Y en justa correspondencia,
Si algo querés preguntar,
Podés al punto empezar
,Pues ya tenés mi licencia.

EL MORENO

No te trabes lengua mía;
No te vayas a turbar;
Nadie acierta antes de errar,
Y, aunque la fama se juega,
El que por gusto navega
No debe temerle al mar.

Voy a hacerle mis preguntas,
Ya que a tanto nne convida,
Y vencerá en la partida
Si una esplicación me da
Sobre el tiempo y la medida.
El peso y la cantidá.

Suya sera la vitoria
Si es que sabe contestar;
Se lo debo declarar
Con claridá, no se asombre,
Pues hasta aura ningún hombre
Me lo ha sabido esplicar.

Quiero saber y lo inoro,
Pues en mis libros no está
-Y su respuesta vendrá
A servirme de gobierno-,
Para que fin el Eterno
Ha criado la cantidá

MARTIN FIERRO

Moreno, te dejas cair
Como carancho en su nido
;Ya veo que sos prevenido
,Mas también estoy dispuesto;
Veremos si te contesto
Y si te das por vencido.

Uno es el sol, uno el mundo,
Sola y única es la luna
Ansí han de saber que Dios
No crió cantidá ninguna.
El ser de todos los seres
Solo formo la unidá;
Lo demás lo ha criado el hombre
Después que aprendió a contar

EL MORENO

Verernos si a otra pregunta
Da una respuesta cumplida:
EI ser que Ha criado la vida
Lo ha de tener en su archivo,
Mas yo inoro que motivoT
uvo al formar la medida

MARTIN FIERRO

Escuchá con atención
Lo que en mi inorancia arguyo:
La medida la inventó
E1 hombre para bien suyo
Y la razón no te asombre,
Pues es fácil presumir:
Dios no tenía que medir
Sino la vida del hombre

EL MORENO

Si no falla su saber
Por vencedor lo confieso
;Debe aprender todo eso
Quien a cantar se dedique;
Y aura quiero que me esplique
La que significa el peso.

MARTIN FIERRO

Dios guarda entre sus secretos
El secreto que eso encierra,
Y mandó que todo peso
Cayera siempre en la tierra;
Y sigún compriendo yo,
Dende que hay bienes y males,
Jué el peso para pesar
Las culpas de los mortales

EL MORENO

Si responde a esta pregunta
Tengase por vencedor
(Doy la derecha al mejor);
Y respóndame al momento:
Cuando formó Dios el tiempo
Y por que lo dividió?

MARTIN FIERRO

Moreno, voy a decir,
Según mi saber alcanza:
El tiempo sólo es tardanza
De lo que está por venir;
No tuvo nunca principio
Ni jamás acabará,
Porque el tiempo es una rueda.
Y rueda es eternidá-
Y si el hombre lo divide
Sólo lo hace, en mi sentir
Por saber lo que ha vivido
O le resta que vivir.
…………………………

CAPÍTULO 32 : Consejos a sus hijos, comienza diciendo:

Un padre que da consejos
Más que un padre es un amigo .

Y termina en el capítulo 33 con estos versos:

Y guarden estas palabras
Que les digo al terminar:
En mi obra he de continuar
Hasta dárselas concluida,
Si el ingenio o si la vida
No me llegan a faltar

Y si la vida me falta,
Tenganló todos por cierto
Que el gaucho, hasta en el desierto,
Sentirá en tal ocasión
Tristeza en el corazón
,Al saber que yo estoy muerto.

Pues son mis dichas desdichas
Las de todos mis hermanos;
Ellos guardaran ufanos
En su corazón mi historia:
Me tendrán en su memoria
Para siempre mis paisanos.

Es la memoria un gran don,
Calidá muy meritoria;
Y aquellos que en esta historia
Sospechen que les doy palo
Sepan que olvidar lo malo
También es tener memoria.

Mas naides se crea ofendido
Pues a ninguno incomodo,
Y si canto de este modo,
Por encontrarlo oportuno,
No es para mal de ninguno
Sino para bien de todos.

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