MARIO TREJO
Mario César Trejo nació el 13 de enero de 1926, no obstante existe desacuerdo sobre su ciudad natal, algunas fuentes indican Buenos Aires o La Plata; sin embargo, Jorge Ariel Madrazo al prologar el poema Orgasmo (Centro Editor de América Latina,1989) menciona que “Mario Trejo asegura, alternativamente, haber nacido en Tierra del Fuego, en Comodoro Rivadavia, o en muchos otros lugares: todo indica que ello ocurrió al sur del país, no aclara en qué año la provincia o ciudad poco importa. “Huir de la pequeña historia./ La anécdota me saca de quicio. Vivamos el Gran Cuento”, escribió el poeta. Y lo cumplió a rajatablas: estuvo en todas, pero acaso siempre supo que un trasgresor tiene que huir antes de que logren digerirlo.
Trejo coincide con Marcel Duchamp en que tales precisiones “sólo sirven a los tontos y a los profesores de literatura española”. En el mito de origen se puede ver un disfrute por tejer una trama enigmática en torno de su biografía, una imprecisión nunca aclarada que ejerce su magnetismo.
Fue una de las voces más irreverentes de la poesía argentina, además de autor de canciones, periodista, guionista y dramaturgo. En el prólogo del último libro publicado por Trejo, Guillermo Saccomanno lo definió como un “monstruo sagrado”.
La insolencia extrema era su divisa existencial. Quizá construyó un territorio escurridizo donde podía pasearse a sus anchas sin que lo embanderaran en ningún dogma ni corriente estética. Su lema podría haber sido “mutar para sobrevivir”.
Ese viejo indómito, de espíritu jovial y verba inflamada por la ironía, no se dejaba atrapar ni encasillar fácilmente. Aunque flirteó con muchas movidas vanguardistas –surrealismo, invencionismo y varios “ismos” más–, su intempestiva singularidad residía en creer en la poesía, más allá de cierta desconfianza “instrumental” que emanan de algunos de sus poemas. “La palabra lobo no muerde./ El que muerde es el lobo./ La palabra no muerde./ El que muerde es el poeta.
A lo anterior la hay que sumarle la fascinación por la música, por ciertos músicos, ciertas lecturas, ciertos films, también la arrogancia, la soledad de los jugadores, la apuesta al todo por el todo, el amor por sus amigos, su erudición enajenada, el plurilingüismo y una capacidad de goce inigualable. Así durante veinte años, treinta años, cuarenta años, ochenta años, Mario Trejo vuelve a nacer precoz, trastornando ciudades, sin calma, con regocijo y adicciones, irreverente como Mozart: “¡Que los que no me quieren me laman el culo!”
Una observación a consignar es el cambio de estética que Trejo generó, visualmente notorio hasta el contagio. No se trata como en Derridá del “efecto visera” desde el que heredamos la ley y una mirada inaccesible, ni del “efecto yelmo” potenciando el dramatismo, aquí la identidad del poeta está en el ruedo, se trata del “efecto Trejo”, su zona de influencia, el pasaje a una estética vanguardista que llevó a los nerudeanos a convertirse en vallejeanos.
Al Poeta se lo distingue por la manera de no decir ciertas cosas, por la manera de decir otras, por su peculiar hábito de ceder al vacío central, por deslizarse en caída libre hacia un campo móvil, por habitar una discordia interminable. Así los desvíos, del volumen al punto, del color a la superficie, de la solución al misterio, la poesía de Trejo trasmuta el matrimonio cielo-infierno, desgaja una lógica que comprime al verso clásico y la experimentación.
¿Su contraseña? Ser un pescador spinozeano. Estar tendido y alerta. Recordar que la obra no es un dato natural sino un cóctel de exigencia, hurto y donación.
A los 20 años, en 1946, publicó su primer poemario, Celdas de la sangre.
El mismo año, junto con Alberto Vanasco (con quien escribiría la pieza teatral No hay piedad para Hamlet), fundó el H.I.G.O. Club, un movimiento de agitación cultural que promovía una suerte de happenings: exhibiciones de pintura y escultura que duraban pocos minutos, acompañadas por lecturas de poemas.
Se unió a Tomás Maldonado y Edgar Bailey en el Grupo Arte Concreto-Invención, en 1948.
Dos años después, ya en la década del ’50, integraría la revista Poesía Buenos Aires.
Entre 1952 y 1953 fue secretario de redacción de Letra y línea, la revista surrealista que dirigió Aldo Pellegrini.
Trejo se desplazaba, viajaba, experimentaba, como si la quietud lo espantara. En 1957 tomó contacto en Brasil con el grupo de poesía concreta de Décio Pignatari y Haroldo de Campos, y luego tradujo a Drummond de Andrade, Cabral de Melo Neto, Murilo Mendes y Vinicius de Moraes.
Cuando regresó a Buenos Aires, realizó entrevistas para Canal 7 y escribió para Historias de jóvenes, el ciclo de David Stivel. En la década del ’60 hiperbolizó el “moverse en todas partes”. Estuvo en Madrid, Roma, París; hizo crítica literaria, con Mario Vargas Llosa, para la Radio Televisión Francesa; anduvo por Cuba y escribió un documental sobre Wilfredo Lam.
El uso de la palabra, su segundo poemario, recibió el Premio de Poesía Casa de las Américas, en 1964. Un año después volvió a Roma para escribir junto con Bernardo Bertolucci Kill Me Future, un largo de ciencia ficción política que no alcanzó a filmarse. Como si los papeles que le robaba al tiempo no alcanzaran, el poeta se interpretó a sí mismo en La vía del petróleo, un documental que, restaurado, se presentó en el Festival de Venecia de 2007. En esa infatigable exploración de lo “nuevo” –o lo que estaba dando vueltas en el aire del presente– también se alimentó de las enseñanzas del Living Theatre.
Cuando regresó al país, escribió y dirigió Libertad y otras intoxicaciones, pieza que anuda el tratamiento de la tortura, el aborto y el derecho a la diferencia, montada en el Instituto Di Tella.
El poeta se movía por dentro y por fuera; cruzaba todas las grandes aguas y acopiaba intervenciones y experiencias. “Esta agitada vida/ me ladra como un perro”, escribió acaso con la urgencia de quien, sin apuro, intuye que de lo único que no puede escapar es de un destino vertiginoso.
Trejo, corresponsal free lance en Medio Oriente (Egipto, Israel, Siria, Líbano) y en Chile, escribió crónicas y reportajes y entrevistó a Ernesto Guevara, Yasser Arafat, Salvador Allende y Ben Gurión, entre otros. Su inserción periodística arrancó en el diario La Prensa, colaboró en distintos medios y tuvo a cargo la sección literaria de la revista Confirmado y la sección Artes y Espectáculos en Primera Plana.
Su poema “La tristeza y el mar” fue musicalizado por Waldo de los Ríos. “Los pájaros perdidos” –el “hit” del poeta– se impregnó en muchos más oídos a partir de la melodía de Astor Piazzolla y las voces de Amelita Baltar, Susana Rinaldi y Julia Zenko, además de las versiones que circularon en griego y japonés. La cantante italiana Milva, la norteamericana Jeanne Lee y el trompetista italiano Enrico Rava grabaron temas del poeta.
El poeta que gestó una obra solitaria –hasta hace no mucho tiempo su nombre operaba como contraseña entre iniciados– escribió en “De puño y letra”:
“Me doy por vencido./La religión la mafia/ la política y el fútbol/ el ejército y la moda/ mueven más gente que yo (…) Yo sólo tengo que ver/ con las pequeñas multitudes/ de un cine de trasnoche/ con la soledad de los jugadores/ que ofician una partida de ajedrez/ con la tibieza de algunas mujeres”.
Tal vez el epitafio más provocador lo rubricó el propio Trejo en “Espejo”: “El orgasmo final/ Será mi último/ Suspiro”.
En ese sentido, para nada resulta extraño que su último libro aparecido hace dos años, “Los pájaros perdidos”, sea un conjunto de poemas amorosos que resuman erotismo -en una de sus imágenes, escribe: “Y entre los labios de la noche/ Espía el número del sexo”- por medio de un lenguaje que alterna el coloquio urbano, los paisajes oníricos y un aire de crónica.
El itinerario del Trejo trasgresor lo ubica en el cruce entre los poetas reunidos alrededor de la revista surrealista “Letra y Línea”, los “invencionistas” nucleados en la revista “Poesía Buenos Aires”, los artistas del Instituto Di Tella y los “concretistas” brasileños.
Iniciada en 1946 con el libro “Celdas de la Sangre” su obra se continúa con los títulos “El uso de la palabra”, Premiado en 1964 con el Casa de las Américas de Cuba, un libro aumentado y reeditado en diversos países- y su “Antología Poética” editada en 2006 por el Fondo Nacional de las Artes.
El Trejo escritor y personaje de la bohemia, se desdobla además en el poeta de canciones, el dramaturgo, el actor y el periodista. De sus textos llevados a la canción destacan las letras de “La tristeza y el mar”, con música de Waldo de los Ríos y los temas “Escándalos privados” y “Los pájaros perdidos”, musicalizados ambas por Astor Piazzolla. “Los pájaros perdidos”, sin duda el tema que alcanzó mayor popularidad, sería interpretado por cantantes de la talla de Susana Rinaldi, Julia Zenko y Amelita Baltar, con versiones además al griego y japonés. Entre otros artistas que grabaron temas de Trejo figuran la cantante italiana Milva, la norteamericana Jeanne Lee y el trompetista italiano Enrico Rava.
Ubicado en las corrientes teatrales de los años `60, escribió las piezas “El ángel rojo”, “Libertad y otras intoxicaciones” -estrenada en 1967 en el marco del Instituto Di Tella y “No hay piedad para Hamlet”, en coautoría con el escritor Alberto Vanasco y con música de Enrique Villegas, fue galardonada con el Premio Municipal de Teatro y el Premio Florencio Sánchez.
El poeta también se prodigó en trabajos para cine y televisión. Para la pantalla grande fue autor de los guiones de los filmes “Desarraigo” y “El final”; además de escribir en 1965 junto al director italiano Bertoluci “Kill me Future”, una obra “fantasma-político posnuclear” que no llegó a filmarse.
Intervino además en 1965 como actor protagónico en el tercer episodio del documental “La vía del petróleo”, del mismo Bertolucci.
En televisión intervino en los ciclos “Desnuda Buenos Aires” e “Historias de jóvenes”, ciclo en el que colaborarían además los escritores David Viñas, Francisco Urondo y Osvaldo Dragún, y que obtuviera el Premio Martín Fierro en 1959.
El Trejo viajero se junta con el Trejo periodista que escribe sus crónicas desde Egipto, El Líbano, Siria, Chile y otras partes del mundo, mientras va entrevistando a personalidades de la cultura y la política internacional como Jorge Luis Borges, Ernesto Guevara, Yasser Arafat, Salvador Allende y, entre otros muchos, Ben Gurión. Se había iniciado en el diario La Prensa, para colaborar luego en diversos medios que sentaron las bases del periodismo moderno en Argentina como las revistas Confirmado -en la que tuvo a su cargo la sección literaria- y Primera Plana en cuyas páginas dirigió la sección de Artes y Espectáculos.
El narrador Guillermo Saccomano, no ha dudado en calificar a Trejo como “un monstruo”, un “poeta de obra solitaria (que) estuvo en todas. Mejor dicho, picó en todas y se las picó antes de que lo embalsamaran”. Outsider es la acepción que le dedica al poeta otro poeta, Jorge Madrazo: “Es un outsider de cuanto huela a lugar común, al confort de las posturas obvias y acomodaticias. Por eso suele llevar la contraria”.
Uno de sus amigos más cercanos, el poeta y periodista Reynaldo Sietecase, habla de Trejo como una leyenda, un tipo especial, “un peleador, una especie de Muhamad Alí de la literatura -como lo definió un periodista-, un aventurero, un exquisito, un dandy”, y sobre todo un poeta cuya obra “interpela a la estupidez, a las convenciones, a los autoritarismos”.
“Sentiremos la falta de su palabra luminosa y su pensamiento crítico”, señala Sietecase, quien se lamenta de que “uno de los mejores poetas argentinos” fuera “casi invisible para los medios de comunicación”, y que además su obra poética -“de alta calidad, profundidad y compromiso”- no lograra la atención debida de las grandes editoriales. “Es posible que ahora lo hagan. Esto está entre las grandes paradojas de la Argentina más ingrata”. (Télam)
Murió a los 86 años, un domingo por la noche. Trejo fue, es y será una leyenda y un “monstruo sagrado”, como lo definió Guillermo Saccomanno en el prólogo del último libro que publicó el poeta, Los pájaros perdidos (Ediciones Continente).
POEMAS
Ultimatum a un joven poeta
Que el pan sea pan y mar el mar
Basta de conjeturas
Murciélagos lunares o roedores de orquídeas
Toda palabra tiene precio
Las palabras que atacan como rayos o víboras
Y también madre
Amigo
Y alcohol y cama y mesa
Y el hijo concebido a dulces empujones
Y los hongos que provocan destellos de amor
O resplandores de muerte
Y el poeta que cae bajo las balas
Como un sol que la noche acribilla
Que el pan sea pan y mar el mar
Y el agua eterna
Pero la sed eterna
Para poder decir al fin:
He hallado un pan junto al mar
Los buitres sobrevolaban mi amor
He mordido una orquídea
Los buitres disputaban un cuerpo querido
He guiado camiones y dormido en aserraderos
Los buitres devoraban a mi amada
Viajé de noche sobre la arena caliente
Invoqué los nombres secretos
Conjuré un maleficio
Contuve una catástrofe
Conduje a un águila a su nido
He muerto con mis muertos y estoy vivo
Cuando llegué a la ciudad
Un loco vagaba por las calles
En su mirada había un cuchillo
Le di mi mano
Lo miré
Le hablé y mi voz duró entre los astros
Éramos sólo dos sobre la tierra
Pero éramos dos sobre la tierra La soledad se hizo añicos
La poesía palabras
Labios libres
Al cabo de las tierras y los días
de horarios y partidas y llegadas
y aeropuertos comidos por la niebla
enfermo de países y kilómetros
y rápidos hoteles compartidos
Luego de esperas
prisas
y rostros y paisajes diferentes
y seres encandilados por el olvido
o abiertamente besados por la vida
Después de aquella amada
y esa otra apenas entrevista
mujeres cogidas por mi soledad
y ahogadas por las bellas catástrofes
Luego de la violencia y el deseo
de comenzarlo todo nuevamente
y los errores
y los malentendidos cotidianos
y los hábitos torrenciales del trópico
y noches acariciadas por el alcohol
y tabaco fumado con tanta incertidumbre
Al cabo de un nombre que no me atrevo a decir
y de alguien que yo llamaba Irene
de cierta voz
cierta manera de clavar los ojos
al cabo de mi fe en el entendimiento de los hombres
y en el corazón de ciudades y pueblos
que nunca sabrán de mí
Luego de tanta tentativa de huirme o enfrentarme
y comprender que estoy solo
pero no estoy solo
al cabo de amores corroídos
y límites violados
y de la certidumbre de que toda la vida
no es más que los escombros
de otra que debió haber sido
Al cabo del hachazo irreparable del tiempo
sólo puedo blandir estas palabras
esta obstinación de años y distancias
que se llama poesía
De puño y letra
Me doy por vencido.
La religión la mafia
la política y el fútbol
el ejército y la moda
mueven más gente que yo.
Son millones o pocos
pero totalmente decididos
al todo por el todo.
Yo sólo tengo que ver
con las pequeñas multitudes
de un cine de trasnoche
con la soledad de los jugadores
que ofician una partida de ajedrez
con la tibieza de algunas mujeres.
Leo
vuelvo a ver una vieja película
hago noche en Coltrane
y estiro el brazo y acaricio a mi bella
que fuma y ahora me convida.
Solicitud de clemencia
Yo sólo pido perdón
por haber besado las playas del Mar Rojo
haber visto las luces de Aqaba en el amanecer verde
haber tomado mate entre el humo de los asesinos
haber temblado ante el incesto
de pez piedra con las piedras
del sol con la belleza
de mis sueños con la realidad
Yo sólo pido perdón
por haber inventado las montañas de Arabia Saudita
Hablemos del lobo
Solidario en la nieve olfatea
Perseguidor de huellas y tufos
La víctima comparece
Salto
Dentellada
Sangre sobre la nieve
Breve pasión que otro verdugo
Desde lejos
Abolirá de un balazo
El reino de la necesidad no conoce moral.
LA POESÍA
Sí.
Porque sus labios nacen a la luz de mis ojos.
Cuando aparece su voz, su ritmo invulnerable,
las cosas le obedecen.
Sobre las miras adversarias, sobre el tedioso
oficio de temerle, están las voces sin reposo,
las patrullas del tiempo, las olas victoriosas.
Ciudadela de la oscura verdad que desampara al
hombre: yo soy tu prisionero y soy tu fugitivo.
¿Mi contraseña?
Ejercer tu silencio, solicitar tu estruendo.
Porque, ¿qué es entonces la poesía sino una
fanática consigna, una tensión entre los
muertos y las profecías?
El uso de la palabra, 1979.
Se acabó la poesía
Desnuda está la página
Yo la miro y me acerco
Y a cada paso pienso
Se acabó la poesía.
Ay qué distancia enorme
De la voz a las cosas
La que va de una boca
A un perro que se vuelve
A un adiós que nos toca.
Salvar en las palabras
Lo perdido en la rosa
Correr todos los riesgos
Desastres y victorias
Locos y lenguaraces
Lenguas que me enamoran.
Elijo este castillo
Palabras como manos
Para tocar las nalgas
Y acomodar la silla.
Raramente saldré
Y sólo por leones
Me digo que soy libre
Digo tigres de África.
Llamar y ser llamado
El resto poco importa
Los labios de esta herida
Habrán de hacer las paces
El uso de la palabra, 1979
El gran ambicioso
Con leves ascos, con manos, con palabras, el gran
ambicioso ha durado con habilidad frente a dispersas y
prometedoras circunstancias. Amigos y enemigos dieron
precio a su vida; dieron amor, heridas, olvidos y condenas.
¿Por qué insiste este hombre que apenas sabe encender
y apagar las palabras, apenas acertar con lugar y
momento? Hombre que culpa a la noche por su lucidez
y al día por su ceguera.
Esto de improbable futuro
estos minutos
han sido y son todavía:
lo inducen a volcanes
a orquídeas extinguidas
a salvajes resurrecciones.
Pero no es codicia su insomnio.
Su lucidez imita a los dementes, esa jauría de prójimos
sedientos. Su causa se propaga vorazmente. Es ácido, es
incendio, es epidemia de mercurio.
Ya nacerá la raza que muerda a los vampiros en la boca,
ese gesto de amor que hará de nosotros
amigos implacables de nosotros.
Violetas populares
Fue la noche de Santiago
Y casi Valparaíso
Yo le canto a la Violeta
Por lo que odió y lo que quiso.
Aquí me pongo a cantar
Las Violetas Populares
Que de Chile por los mares
Empiezan a perfumar.
Qué otra cosa puedo dar
Sino puro sentimiento
Y el claro presentimiento
De que estos pueblos hermanos
Paso a paso mano a mano
cumplirán su testamento.
Violeta Parra se llama
Cantaloca cantadora
Querible competidora
De los pájaros sin rama.
Rabia que el vino derrama
Cada vez que empina el codo
Rabia de decirlo todo
Mientras llega la Señora
Que aunque no llegue a la hora
Llegará de todos modos.
Señora llámese Muerte
Llámese Revolución
Llámese Crucifixión
De la razón del más fuerte.
Señora tengo la suerte
De señalar Su llegada
Justo a la hora fijada
Ni antes ni después de hora
Con puntualidad Señora
De gallo en la madrugada.
Señora Revolución
Yo no le canto a la Muerte
Lo que yo quiero es beberte
Fresca como una canción.
Que la hembra y el varón
El solo y la muchedumbre
Recuperen la costumbre
Del amor en la verdad
Y que en toda oscuridad
Sea Usted quien nos alumbre.
Y en el final compañera
De esta milonga argentina
Nuestra América Latina
Comienza a ser verdadera.
Violeta sangre quemada
Los tigres de tu mirada
Ya están rugiendo victoria
Porque está entrando en la historia
La Gran Patria Liberada.
Saudades portátiles
Cuando uno deja una ciudad
noche de olores negros
enroscada en escaleras
que conducen al infierno
donde un hombre solo
cuenta sus días hacia atrás y adelante
y una mujer nada contra la melancolía
Cuando uno deja una ciudad
callejones húmedos
umbrales sospechosos
habitaciones de espeso mal aliento
con una sola ventana sin visillos
por la que sólo entran los eclipses
el sol negro que alumbra a los poetas
y los amantes crujen y chisporrotean
como baile de ausentes en una casa abandonada
Cuando uno deja una ciudad para siempre
y el estampido del adiós suena en la boca
como un delicado suicidio
Cuando uno abandona
podría decir
y uno abandona y otro es abandonado
y nadie a quien mirar atrás
o solamente una persona única
que no alcanzamos a ver entre la multitud
y el avión comienza a corretear por la pista
entonces
el poema ha llegado a su fin
y uno sabe que nunca habrá de escribirlo
Todavía
Esta agitada vida
Esta agitada vida
me gruñe como un perro.
Esta agitada vida
me ladra como un perro.
Esta agitada vida
me muerde como un perro.
Esta agitada vida
me lame como un perro.
Ruinas de un poema
No sé si fue verdad que nos amamos
ni si es verdad esto que llamo olvido
Yo te imagino perdida en otra hora
desnuda entre panteras temerosas
sobre las ruinas del templo que incendiamos
Yo también estoy solo
en este sueño que alguna vez soñamos
y aún soñamos
No sé si fue verdad que nos amamos
ni si es verdad esto que llamo olvido
Eneamiga
De tus ojos mis ojos
han bajado
a la página blanca
Con tus ojos mis ojos
han escrito
una lengua que canta
Furiosa simetría
amorosa distancia
Vivo para vivirte
el tiempo de una pausa
Amiga y enemiga
en el ser de una nada
Cuando el amor nos deja
la muerte nos alcanza
Cuando el amor nos pierde
la eternidad nos gana
El principio de razón suficiente
La quiero
Por sus piernas que la conducen a mí
y sus pasos que la alejan de los otros
Por las olas de su cuerpo
y el mar de fondo de su piel
Por sus manos que hacen juego
y la gravedad de sus caricias
Por la solemnidad de sus caderas
y la precariedad de su cintura
Porque cuando despierta echan a volar los pájaros
y sus sueños son sus mejores argumentos
Porque está atada a mí
y resplandece de libertad
Porque sólo ella puede aniquilarme
y sólo ella puede perpetuarme
Por sus ojos sus ojos
porque sí y por supuesto
Porque es ella y no otra
El pequeño poder
Yo ejerzo ahora este poder
imaginario
que llamo poder imaginario
y es un poder
Yo ejerzo ahora este poder de
no ir a ninguna parte
escondido en la selva
solo y cautivo
de esta libertad imaginaria
Hay cada dos o tres palabras
un silencio
que parece no conducir a nada
Floto en mi negación
y mi no
es una sílaba afirmativa
afirmante
Lástima este poder que lastima
y sirve para tan poco
que vale siempre más
en la boca de los otros
que dicen sol buen día
tengo sed
te amo
te aborrezco
Lo confieso
He perdido el convencimiento
Apenas puedo decir
me muero
me nazco
Pero nadie me cree
Vago solo
en noches que tienen que ver con
el Mediterráneo
Intento decir
buenas noches
tengo hambre
yo también tengo sed
decir la luna
decir intentaré quererte
intentaré dejarme querer
No estoy seguro de lo que digo
Sé poco
pero no entiendo nada
No sé bien qué significan estos sonidos
A veces digo café
y alguien me entiende
a veces
Bebo el café
y sigo sin entender
Las cosas no están claras para mí
He recibido esta herencia fastidiosa
Son otros
son fantasmas lo que me hacen hablar
Yo no soy más
que una máquina de transcribir
que está triste
y tiene sueño
El insomne insumiso o sobre los alcances de hablar de ciertos temas
Hemos hablado toda la noche
de cómo va el mundo
Fue una buena comida
abundante y sin lujos
entre viejos amigos
Alguien recordó a Saint-Just;
los que hacen revoluciones
los que quieren hacer el bien
no deben dormir más que en la tumba
Miramos el fondo de las cosas
paladeamos el vino
y hablamos también
de secuestros de aviones
y personas desaparecidas
y cadáveres abandonados
en basurales taciturnos
Discutimos la diferencia
entre la muerte de un tornero
y el rapto de un embajador
su precio en moneda diplomática
Alguien aclaró la distancia que media
entre guerrilla y terrorismo
cuestión de objetivos
de víctimas y medios
de razones y llantos
Una y otra vez tocamos el tema
de los intereses nacionales
es decir
del interés nacional
que entierra los gestos heroicos o inútiles
y los riesgos de la guerra
hablamos de la paz nuclear
y del ausente con permiso de los chinos
en Vietnam Bangla Desh e Indonesia
de los americanos en Praga
de los rusos en Santo Domingo
del mundo entero en Chile
y de las tropas de etcétera en el país de etcétera
Pero volvíamos siempre al punto de partida
la tortura y sus técnicas
oficio que ignoran el virus y el tigre
el escorpión y la culebra
viciosa búsqueda de la verdad
mundial y sin secretos
Como de costumbre
estuvimos de acuerdo en que poco o nada
se arregla con canciones y puestas en escena
con rituales de cámaras y luces
y palabras elegidas con pasión y paciencia
Para qué repetir
que un poema no devuelve la vida
La película ha terminado y el cine continúa
Yo no soy el hechicero de una tribu profética
Por fin resolvimos que
de todos modos
es peor el silencio
que hablar es algo más que una droga
Y las sirenas aullaban en la calle
Porque la verdad es verdad
sólo cuando es pronunciada
golpeada a veces
a puro y torpe corazón
Porque no hay tiempo que perder
Pero supimos también
que vale la pena salvar un minuto
para recordar que a la verdad también hay que pensarla
meditarla destriparla
Porque el blanco de la verdad es la eficacia
Cabeza fría y corazón caliente
Cálida sobremesa
discretamente alcohólica
entre viejos amigos
La verdad
nos dijimos
no es ni fea ni bonita
Pero igual deberíamos salvar un minuto
para el poeta que hay en todo hombre
para que pueda sin temor
perder la ilusión de que cuando termina la belleza
se acaba la verdad
Para que pueda realizar la ilusión
de que donde acaba la verdad termina la belleza
como en esos discos de Bach o de los Beatles
que giran hoy a 33 revoluciones por minuto
Nos callamos un rato
cómplices en saber que la bestia humana
sólo sonreirá cuando verdad y belleza
sean una sola y misma cosa
Insomnes
hablamos toda la noche
Insumisos ante el poder de la palabra
Convencidos de que las ideas
sólo se redimen en la práctica
Convivir con los muertos
Para Drummond de Andrade, un maestro.
Mario amaba a Mariana que amaba a Milton
que amaba a Irene
que amaba a Víctor
que amaba a Dolores
que amaba a nadie.
Hoy, Mario gitanea.
Mariana vive con un hijo en Andorra.
Milton trafica coca de Santa Cruz de la Sierra
a Buenos Aires.
Irene murió en un secuestro aéreo.
Víctor se hizo mierda.
Dolores se casó con el doctor Braun,
un suizo que la dejó – harto de sus melancolías –
y luego se juntó con un fechorista griego
con quien vive ahora – loco y feliz –
en el Hotel Belvedere de Taormina.
Aún suelo verlos, dispersos sobrevivientes.
Hablamos de nosotros como de otra película.
Hemos aprendido a convivir con los muertos.
El doble fondo de tus ojos
De pronto callaron las voces
El viento nos dejaba sordos
El mar se detuvo de pronto
La ola cubrió el horizonte
Un caballo cruzó al galope
El doble fondo de tus ojos
Los días se hicieron más cortos
La vida transcurrió de noche
Sería imposible repetirla
Esa temporada en el invierno
Premonitoria de desastres
Pero fue vida todo es vida
Amor cierto días inciertos
Distancia eterna de este viaje
Los pájaros perdidos. Poemas de amor, Ediciones Continente, Buenos Aires, 2010
Orgasmo
Breve vida feliz
Breve muerte feliz
En él vengo al mundo
en él soy dios
el universo me recibe
soy el sol
y soy el relámpago que me mata
Breve muerte feliz
Breve vida feliz
Para partir, para llegar
También aquí se quiso huir
dejarlo todo atrás
reanudar el silencio
desbaratar una copiosa primavera
pasar por alto algo más todavía
Pero muchos años han pasado por este poema
con muertes y orgasmos
mores y guerras soledad y dictadores
El tiempo es una paciencia
largamente presentida
y elástica
Ya no hay tiempo que perder
en mitos y melancolías.
Ya no es tiempo de perder
Los Campeones de la noche
Ninguna ley tengo para ofrecer
ninguna profecía
salvo la muerte y las revoluciones victoriosas
Dejemos entonces al guerrero en paz
y a los hermanos rotos en medio del camino
Pasemos al sacrificio
La ceremonia está servida:
abrazos celebrados detrás de la ciudad
besos en andenes movedizos
mudas consignas en salas de espera
y a veces ni un guiño
nada para despistar
nada para sobreentender
sólo los ojos lacios como en mesa de póker
Ya no podremos ser los elegidos por el sol
os cachorros feroces que asombrarían al mundo
Apenas si hemos nacido sin querer
viejos desconocidos a quienes llamo mis amigos
perdidos en el trasbordo y sin saber qué tren tomar!
Pero mis compatriotas juegan a dormir y a
olvidarse de todo
Borrachos que invocan a Dios como a una deuda de juego
soldados que hacen patria en los umbrales
pálidos maricas dispuestos a fingir hasta el alba
parejas para las que ha terminado sin gloria
esta noche en la que tanto creyeron
y también el húmedo insomne
que mueve sus ojos desde el hospital
acechando el ruido de los libres
aullando por la droga que le traerá el olvido
el negro paraíso que es dormir una noche
Y aquí
en el centro de la ciudad
las tiernas actrices leen su nombre en el diario
y los tenebrosos también quieren saber
qué pasa en el mundo
mientras los coches llevan solitarias parejas
y todos tanteamos una cama y un nuevo sueño
y la mañana viene trayendo la luz y la paz
pero no para todos
apenas para nosotros
los ganadores
los verdaderos campeones de la noche.
A Paco y Juan, indudablemente.
Hegel voyeur a orillas del mar rojo.
Rabiosos son los lobos del verano,
aullido a pleno sol, baba y colmillos
que arrojan salomónicos cuchillos
contra la flor oscura de tu ano.
Desnuda contra el mar, llevas tu mano
de guante negro hacia los sencillos
repliegues de tu carne, los anillos
elásticos de tu sexo anglicano.
Catorce mil trescientos veinte orgasmos
fueron los días que vivió el hirsuto
fornicador sobre el que hoy cabalgas.
Obsérvalo observarse en tus espasmos
como Hegel se espiaba en su Absoluto.
Siéntele hundir su angustia entre tus nalgas.
Los pájaros perdidos
Amo los pájaros perdidos
que vuelven desde el más allá,
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.
Vuelven de nuevo los recuerdos,
las horas jóvenes que di
y desde el mar llega un fantasma
hecho de cosas que amé y perdí.
Todo fue un sueño, un sueño que perdimos,
como perdimos los pájaros y el mar,
un sueño breve y antiguo como el tiempo
que los espejos no pueden reflejar.
Después busqué perderte en tantas otras
y aquella otra y todas eras vos;
por fin logré reconocer cuando un adiós es un adiós,
la soledad me devoró y fuimos dos.
Vuelven los pájaros nocturnos
que vuelan ciegos sobre el mar,
la noche entera es un espejo
que me devuelve tu soledad.
Soy sólo un pájaro perdido
que vuelve desde el más allá
a confundirse con un cielo
que nunca más podré recuperar.
“A un peronista”
Este hombre conocía todos los amaneceres de su vida.
La cara recién afeitada rumbo al trabajo
el paso miserable y caviloso
del borracho que volvía.
En esos límites había visto
el brillo fugaz e inatajable
del cuchillo que se hunde en la ingle.
Había visto correr la sangre lúcida y espesa
chupada por la ropa.
Conoció la bravura y el miedo
la debilidad que te aprieta el estómago
y el odio en los ojos abiertos y ciegos.
Este hombre creyó porque lo necesitaba.
Creyó creer porque el país se lo reclamaba.
Este hombre fue convocado por banderas y bombos
y también fue a gritar sin que lo llamaran
atravesando un diluvio.
Respiraba la ilusión de su libertad
y ante sus ganas todos los espacios se hacían cívicos.
Resistió en plazas y aeropuertos y le tocó ver y sufrir
una matanza colectiva en un día que él soñó feliz.
Volvió a atravesar el barro y la lluvia
soportó días y noches sin dormir
siempre bajo la lluvia para decirle adiós a Evita y al Viejo.
Este hombre tiene derecho a estar equivocado.
Este hombre tiene todos los deberes de quien se ha
Equivocado.
El uso de la palabra, Bs. As., Colihue, 1999,