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113. Poesía más Poesía: René Char

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RENÉ CHAR

BIOGRAFÍA

René Émile Char nace el 14 de junio de 1907 en L’Isle-sur-Sorgue, en Provenza (Francia), era el menor de cuatro hijos de Emile Char, casado en segundas nupcias con Marie-Thérèse Rouget. Su padre era alcalde y director gerente de la yesería de Vaucluse. Pasó su infancia en Névons, la sustancial casa familiar donde también viven sus abuelos. En 1913 entra en la escuela y en 1917 es mordido por un perro rabioso siendo uno de los primeros en recibir la vacuna que acababa de inventar Pasteur. Su padre muere en 1918 de un cáncer de pulmón, dejando a la familia en unas condiciones económicas precarias.

En 1921 se hace amigo de Louis Courelle que era miembro del partido comunista que aparecerá en sus poemas como Augusto Abundancia. Char mide 192 cms y juega apasionadamente al rugby. Estudiará como interno en la escuela de Avignon, abandonándola en 1923 porque un profesor se burla de sus versos. Se marcha a Túnez. En 1925 estudia en L’École de Commerce de Marseille, donde lee Plutarco, François Villon, Racine, los románticos alemanes, Alfred de Vigny, Gérard de Nerval y Charles Baudelaire. Después de trabajar brevemente en Cavaillon, en 1927 realiza su servicio militar en la artillería en Nimes .

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La lectura de Capital del dolor del poeta Paul Éluard despierta su vocación poética. En 1928 Char publica su primer libro, Las campanas sobre el corazón que recopila sus poemas escritos entre 1922 y 1926, pero que destruirá poco después. En otoño de 1929, Éluard, impresionado por la obra que le ha remitido Char, se desplaza a L’Isle-sur-Sorgue para conocerlo y traban una firme amistad; a finales de noviembre es Char quien viaja a París, donde conoce a André Breton, René Crevel, Georges Sadoul y a otros miembros del grupo surrealista, en el mismo momento que Desnos, Prévert y Queneau lo abandonan. Su “Profession de foi du sujet” fue publicada en diciembre en el duodécimo número de La Révolution surréaliste.

El 14 de febrero de 1930, los surrealistas saquean el Bar “Maldoror” en París, durante una pelea en la que Char es apuñalado en la ingle. Luego comparte con Éluard una vida libre y lujosa, y juntos conocen en mayo de 1930 a “Nush” (María Benz), una modelo que se va a vivir con ellos y se casa con Éluard en 1934. En julio de 1930, Aragón, Bretón, Char y Éluard fundan la revista Le Surrealism al servicio de la revolución. Char regresa regularmente a la Provenza y pasa el verano cerca de Cannes, y con Nusch y Éluard se embarca a Marsella, deteniéndose en Barcelona para alojarse en Cadaqués con Salvador Dalí y Gala.

En 1931, Char firma unos folletos surrealistas sobre la película La Edad de Oro, dirigida por Dalí y Buñuel, donde ataca las ligas de derecha y la situación política en España. Junto con varios amigos escritores (Louis Aragon, André Breton, Paul Eluard, etc.), ataca la Exposición Colonial de 1931, que describen como un “carnaval de esqueletos”.

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Se casa con Georgette Goldstein en París en octubre de 1932, teniendo a Éluar como uno de los testigos. En enero de 1933, Char se queda brevemente en Berlín con Éluard y firma un folleto antifascista en marzo. De junio a octubre de 1933 la pareja se muda a Saumane.

Apenas viajó a lo largo de su vida, casi la totalidad de su vida se desarrolla entre Provenza y París, aunque hay algunos trayectos a Túnez en su adolescencia, a la España republicana a comienzo de los años 30, a Alemania, Suiza, Holanda y Argelia, donde viajó como dirigente de la Resistencia.

A lo largo de su carrera, el trabajo de Char aparece menudo con obras de arte de figuras notables, como Kandinsky , Picasso , Braque , Miró , Matisse y Vieira da Silva .

En 1934 publica El martillo sin dueño, de estilo surrealista y rico en imágenes exuberantes. Varios poemas incluidos en este volumen fueron musicados más tarde por Pierre Bouleze interpretados por primera vez en 1955.

En febrero de 1938 Char propone a Christian Zervos sus primeros escritos sobre los pintores, Corot y Courbet. Ese mismo año, se enamora de Greta Knutson, una pasión que dura hasta 1944, una pintora de origen sueco, ocho años mayor que él, que se separó de su marido Tristan Tzara el año anterior, y pasa el mes de agosto con ella en el Luberon en Maubec, donde comienza a escribir poemas impregnado de su presencia. Junto a ella descubre el Romanticismo alemán, y particularmente Hölderlin, así como la filosofía de Heidegger.

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René Char y Albert Camus en L`Isle-sur-la-Sorgue en septiembre de 1949.

En lo sucesivo Char se aleja de los surrealistas y publica varios volúmenes de gran importancia, entre los que destaca A fuera la noche es gobernada (1938). “El surrealismo murió de la estúpida intolerancia de sus seguidores”.

En 1939, tras la invasión de Polonia por Hitler, es destinado a un regimiento de artillería en Alsacia. Tras quedar libre del servicio en 1940 se une a la Resistencia y destaca como capitán de maquís, se hará llamar capitán Alexandre. Allí aprende, según él mismo dice, “a amar ferozmente a sus semejantes”. Se niega a publicar nada durante la Ocupación, pero durante ella escribe las “Las hojas de Hipnos” (1943-1944), poemas en prosa que tratan sobre la resistencia. Se publican en 1946 y fueron un gran éxito.

En 1948 publica Furor y misterio, una de las cimas de la poesía europea, testimonio de guerra. El poeta reaparece como el gran poeta de la Resistencia.

El período de posguerra deja a Char profundamente pesimista sobre la situación política francesa e internacional y esa visión le acompañará hasta el final de su vida. El 9 de julio de 1949, se divorcia de Georgette Goldstein. De 1957 a 1987, René Char vive una gran historia de amor con la antropóloga Tina Jolas.

Durante las décadas de 1950 y 1960, a pesar de breves e infelices experiencias en el teatro y el cine, Char alcanza la plena madurez como poeta. En la década de 1960, se une a la batalla contra el estacionamiento de armas atómicas en Provenza . 

El poeta no retiene lo que descubre: una vez transcrito, lo pierde enseguida. En eso residen su novedad, su infinito y su peligro- escribió Char en La biblioteca está en llamas. Donde radica la originalidad y la fuerza de su poesía en su configuración estilística, la tendencia a la concisión, al aforismo y a las formas breves que exigen una enorme concentración expresiva 

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Rene Char y Maritn Heiddeger

En 1955 conoce a Martin Heidegger, pensador sobre el que en 1966, 1968, y 1969 se celebran diversos seminarios en Thor, cerca de la localidad natal de René Char.

El diálogo creador con los grandes artistas plásticos, Henri Matisse, María Helena Vieira da Silva, Pablo Picasso, Zao Wu-Ki, resulta intenso en estos años. Su poesía va tomando cuerpo en volúmenes fundamentales: Indagación en la base y de la cima en 1955, La palabra en archipiélago en 1962, Tres disparos bajo los árboles en 1967, El desnudo perdido en 1971, Aromas cazadores en 1975, Cantos de la Balandrane en 1977, Ventanas durmientes y puerta que da al tejado en 1979.

El también escritor Maurice Blanchot señaló en cierta ocasión que la obra de Char es “una revelación poética. Su mundo es el mundo de la tierra, los árboles, los arroyos, los animales y la naturaleza, el incesante movimiento de aquello que, entre la creación y la muerte, es también una metáfora para expresar el futuro y aceptar la inminencia de la muerte, un rico lirismo que transmite las severas lecciones del moralista sobre los objetivos del ser humano”.

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René Char y Pablo Ruiz Picasso.

René Char es un poeta difícil, conciso hasta lo hermético; se caracteriza por pequeñas o minúsculas composiciones en verso o en prosa, que a menudo podrían definirse como criptogramas líricos muy sugestivos, breves y austeros informes de pequeñas experiencias

La poesía, insólita y quinto elemento, siembra sus planetas en el cielo interior del hombre, escribió Char.

Otras obras importantes son El sol de las aguas (1951), Búsqueda de la base y de la cima (1955), Común Presencia (1964), Vuelta atrás (1966) y La noche talismánica (1972).

En 1978, después de una grave dolencia cardíaca, se instala definitivamente en su casa de Les Busclats de L’Isle-sur-Sorgue. En 1983 se convierte en el primer poeta vivo que ve publicadas sus obras completas en la prestigiosa Bibliothèque de la Pléiade.

MI HOJA VINOSA
Las palabras que han de surgir saben de nosotros lo que nosotros ignoramos de ellas. En un instante seremos el equipaje de una flota integrada por unidades indóciles, y su almirante, en el vendaval. Luego el altamar la tomará nuevamente, dejándonos con nuestros torrentes y nuestros alambres cubiertos de escarcha.

“La poesía ha procedido de la misma manera que el hombre de la prehistoria, quien se apasionó por el fuego en el que vio un beneficio y no un peligro”, le dijo René Char, en una entrevista de 1980, a la novelista France Huser.

Sobre el Premio Nobel diría “no me veo soltando un discurso delante de un rey, aunque me hubieran venido bien los 25 millones”. “Todavía tengo los pies mojados de surrealismo y en el surrealismo no se aceptaban premios”.

Lo buscaron, quisieron y admiraron algunos de los mayores creadores entre sus contemporáneos: Georges Braque, Albert Camus, Alberto Guiacometti, Nicolas de Staël o Martin Heidegger.

“Para mí uno poema no es bello, curioso, original o lo que se te ocurra. ES una cima de mí mismo. Algo duro, que no tiene necesidad de ser apreciado, admirado o saboreado. Lo que hace falta es que al leerlo, descienda dentro de ti.”

Fue nombrado Caballero de la Legión de Honor y Oficial de las Artes y las Letras. Recibió la Medalla de la Resistencia y la Cruz de Guerra.

René Char fallece en París el 19 de febrero de 1988.

POEMAS

DE FUROR Y MISTERIO (1938-1947)


LA ILUMINACIÓN DEL PENAL

Tu noche la quise tan corta que tu madrastra taciturna fue anciana antes de haber concebido los poderes correspondientes.

Soñé con ser a tu lado ese fugitivo armonioso de persona apenas indicada, con beneficio originado por carretera triste y por angélica. Nadie se atreve a retrasarlo.

La luz, de repente, se ha agolpado. Tras perder a todos los muertos que amaba, despido a esa perra la rosa, último ser vivo, verano distraído.

Soy el excluido y el colmado. Remátame, belleza planeadora, ebrios párpados mal cerrados. Cada herida saca a la ventana sus ojos de fénix despierto. La satisfacción de resolver canta y gime en el oro de la pared.

Todavía no es más que el viento del yugo.

Del libro LOS QUE PERMANECEN (1938-1944)

CANTO DEL RECHAZO

Comienzo del partisano

El poeta ha regresado a la nada del padre, será por largo tiempo. NO lo llaméis, vosotros que lo amáis. Si os parece que el ala de la golondrina se ha quedado sin espejo sobre la tierra, olvidad esa dicha. El que panificaba el sufrimiento ha dejado de ser visible en su letargo enrojecido.
¡Hagan la belleza y la verdad que muchos estéis presentes cuando las salvas de la liberación!

Del libro LOS QUE PERMANECEN (1938-1944)

PLEGAMIENTO

Cuán puro era, hermano mío, el testaferro de tu fracaso -oyendo estoy tus sollozos, tus imprecaciones. ¡Ay, vida transcrita de la vasta sal materna! El hombre de los dientes de hurón abrevaba su cenit en la tierra de las bodegas, el hombre con tez de traidor tumefacía por todas partes la bienamada belleza. Vieja sangre encorvada, gobernadora mía, hasta el terror hemos acechado el deshielo lunar de la náusea. Nos hemos atontado con paciencia salvaje; entretanto una lámpara que no conocíamos, que nos era inaccesible, mantenía despiertos el valor y el silencio.
Hacia su frontera, vida humillada, me dirijo ahora con el paso que prestan las certidumbres, consciente de que la verdad no precede necesariamente a la acción. Loca hermana de mi frase, sellada amante mía, te salvo de una mansión de escombros.
El sable bubónico cae de las manos del Monstruo cuando acaba el éxodo del tiempo de expresarse.

Del libro LOS QUE PERMANECEN (1938-1944)

LA LIBERTAD

Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira, el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca.

Del libro LOS QUE PERMANECEN (1938-1944)

POST-SCRIPTUM

Apartaos de mí, que paciente y sin boca me consumo en la espera;
A vuestros pies nací, pero me habéis perdido;
Mis fuegos necesitaron en exceso un reino propio;
Mi tesoro naufragó contra vuestro tajo.

El desierto, asilo para la única ascua suave,
No me ha nombrado nunca, no me ha devuelto nunca.

Apartaos de mí, que paciente y sin boca me consumo en la espera:
El trébol de la pasión es de hierro en mi mano.

En el estupor del aire donde se abren mis avenidas,
El tiempo podará poco a poco mi rostro
Como un caballo eterno, en la labor amargo.

Del libro LOS QUE PERMANECEN (1938-1944)

DEL LIBRO HOJAS DE HIPNOS (1943-1944)

2
No te demores en el curso de los resultados.
6
El esfuerzo del poeta se encamina a transformar viejos enemigos en leales adversarios, y todo mañana fértil depende del éxito de tal proyecto, sobre todo allí donde se abalanza, se enlaza, declina, es diezmada toda la gama de velas donde el viento de los continentes entrega su corazón al viento de los abismos.
8
Hay seres razonables que pierden hasta la noción de la duración probable de su vida, y su equilibrio cotidiano, cuando el ímpetu de propiedad hace que se les derrumbe el instinto de conservación. Se vuelven hostiles a los estremecimientos de la atmósfera y se someten sin trabas a las instancias de la mentira y el mal. Bajo una granizada maléfica se desmorona su miserable condición.
16
Me convenzo fácilmente, después de dos pruebas concluyentes, de que el ladrón que se introdujo entre nosotros sin que nos diéramos cuenta es irrecuperable. Rufián (y alardea de ello), maligno como una sabandija, flaquea ante el enemigo, chapoteando en la reseña del horror como puerco en el cieno. No se puede esperar nada, a no ser los disgustos más graves, de este parásito que va a la suya. Por añadidura, capaz de introducir aquí un sucio fluido.
Lo haré yo mismo.
19
El poeta no puede permanecer mucho tiempo en la estratosfera del Verbo. Debe acurrucarse en lágrimas nuevas y avanzar hacia adelante en su formación.
22
A LOS PRUDENTES: Nieva sobre el maquis, perpetuamente nos dan caza. Vosotros cuya casa no llora, con el amor aplastado por la avaricia, en la sucesión de las jornadas cálidas: la lumbre que os calienta no es sino una enfermera. Vuestro cáncer ha hablado. El país natal ya no tiene poderes.
26
El tiempo ya no está secundado por los relojes, cuyas agujas se entredevoran hoy sobre la esfera humana. El tiempo es atascadero, y el hombre se volverá esperma de atascadero.
30
Archiduc me confía que descubrió su verdad al unirse a la Resistencia. Hasta entonces era un actor de su vida, levantisco y desconfiado. La insinceridad lo envenenaba. Una acedía estéril, poco a poco, lo recubría. Hoy ama, se entrega, se compromete, camina desnudo, provoca. Aprecio mucho a este alquimista.
32
Un hombre sin defectos es una montaña sin grietas. No me interesa.
(Regla del zahorí y del inquieto).
35
Seréis una parte del sabor del futuro.
37
Revolución y contrarrevolución se disfrazan para volver a enfrentarse.
¡Franqueza que dura poco! Al combate delas águilas les sucede el combate de los pulpos. El genio humano, que cree haber descubierto las verdades formales, ahorma las verdades que matan como verdades que autorizan a matar. ¡Alarde de los grandes inspirados a redropelo en el frente del universo acorazado y jadeante! Mientras las neurosis colectivas se acusan en el ojo de los mitos y los símbolos, el hombre psíquico da suplicio a la vida sin que parezca costarle ni un remordimiento. La flor trazada, la flor repelente, gira sus pétalos negros en la carne loca del sol. ¿Dónde está, fuente? ¿Dónde, medicina? Economía, ¿cambiarás por fin?
39
Nos hallamos desgarrados entre la avidez de conocer y el desespero de haber conocido. El aguijón no renuncia a su escozor, ni nosotros a nuestra esperanza.
46
Virgen el acto, incluso cuando se repite.
83
El poeta, conservador de los infinitos rostros de lo viviente.
104
Sólo los ojos son todavía capaces de emitir un grito.
156
Acumula, y luego distribuye. Sé la parte del espejo del universo más densa, más útil y menos aparente.
158
En el presidio vulgar de los ladrones y los asesinos descubrimos, al evocarlas, alas adaptables, sonrisas sin rencor. El Hombre-con-el-puño-de-cáncer, el gran Homicida interno ha innovado a favor nuestro.
168
Resistencia no es sino esperanza. Como la luna de Hipnos, llena esta noche con todos sus gajos, mañana visión abierta al tránsito de los poemas.
180
Es la hora en que las ventanas se escapan de las casas para ir a encenderse al extremo del mundo donde va a despuntar nuestro mundo.
208
El hombre que no ve más que una fuente no conoce más que una tormenta. En él son contrariadas muchas posibilidades.

DE EL POEMA PULVERIZADO (1945-1947)

ARGUMENTO

¿Cómo vivir sin algo desconocido ante nosotros?
Los hombres de hoy quieren un poema a imagen de su vida, hecha con tan pocas atenciones, con tan escaso espacio, y abrasada por la intolerancia.
Porque ya no les está permitido actuar de modo supremo, en esa fatal preocupación por destruirse por medio de sus semejantes, porque su inerte riqueza los frena y los encadena, los hombres de hoy, debilitado el instinto, pierden, aunque se conserven vivos, hasta el polvo de sus nombres.
Nacido de la llamada del devenir y de la angustia de la retención, el poema, elevándose desde su pozo de barro y estrellas, dará testimonio casi en silencio de que no había nada en él que no existiera verdaderamente en otra parte, en ese rebelde y solitario mundo de las contradicciones.

Del libro EL POEMA PULVERIZADO (1945-1947)

HIMNO EN VOZ BAJA

La Hélade es la orilla desplegada de un mar genial desde donde se abalanzaron hacia la aurora el aliento del saber y el magnetismo de la inteligencia, preñando con igual fertilidad poderes que parecieron perpetuos. Es también, más allá un mapamundi de extrañas montañas: una cordillera de volcanes sonríe a la magia de los héroes, a la ternura serpentina de las diosas, guía el vuelo nupcial del hombre, por fin libre para saberse pájaro y perecer como tal; es la respuesta a todo, incluso al deterioro del nacimiento, incluso a los recodos del laberinto. Pero este suelo macizo hecho del diamante de la luz y la nieve, esta tierra imputrescible bajo los pies de su pueblo -victorioso sobre la muerte pero mortal por evidencia de pureza-, una razón extranjera intenta castigar su perfección, pretende ahogar el balbuceo de sus espigas.
Oh Grecia, espejo y cuerpo tres veces mártires, imaginarte es restablecerte. Tus sanadores se hallan entre tu pueblo, y tu salud en tu derecho. A tu sangre incalculable llamo, el único ser viviente para quien la libertad ha dejado de ser enfermiza, que me rompe la boca: ella con el silencio y yo con el grito.

Del libro EL POEMA PULVERIZADO (1945-1947)

HABITO UN DOLOR

No dejes el cuidado de gobernar tu corazón a esos raptos de ternura parientes del otoño, cuyo aspecto plácido y afable agonía adoptan. Precoz es el ojo para entrecerrarse. El sufrimiento sabe pocas palabras. Tú has de preferir acostarte sin carga: soñarás con el mañana y tu lecho te resultará ligero. Soñarás que tu casa no tiene cristales. Estás impaciente por unirte al viento, el viento que recorre un año en una sola noche. Otros cantarán la incorporación melodiosa, las carnes ya sólo personifican la hechicería del reloj de arena. Tú condenarás la gratitud que se repite. Más tarde, te identificarán con algún gigante disgregado, señor de lo imposible.
Y no obstante…
No has hecho más que aumentar el peso de tu noche. Has regresado a la pesca en las murallas, a la canícula sin verano. Estás furioso contra tu amor en el centro de una armonía que enloquece. Piensa en la casa perfecta que nunca verás ascender. ¿Para cuándo la cosecha del abismo? Pero le has reventado los ojos al león. Te parece ver cómo pasa la belleza por encima del espliego negro…
¿Qué te ha izado, una vez más, un poco más alto, sin convencerte?
No hay asiento puro.

Del libro EL POEMA PULVERIZADO (1945-1947)

JACQUEMARD Y JULIA

Antaño la hierba, a la hora en que los caminos de la tierra se reconciliaban en su ocaso, elevaba suavemente sus briznas y encendía sus claridades. Los caballeros del día nacían con la mirada de su amor y los castillos de sus bienamadas tenían tantas ventanas como tormentas leves lleva el abismo.
Antaño la hierba sabía mil divisas que no se contradecían. Era la providencia de los rostros bañados en lágrimas. Hechizaba a los animales, daba asilo al error. Su extensión era comparable al cielo que ha vencido el miedo del tiempo y adelgazado el dolor.
Antaño la hierba era buena con los locos y hostil hacia el verdugo. SE casaba con el umbral de siempre. Los juegos que inventaba tenían alas en la sonrisa (juegos absueltos e igualmente fugitivos). No era dura con ninguno de los que al perder el camino desean perderlo para siempre.
Antaño la hierba había establecido que la noche vale menos que su poder, que las fuentes no complican a placer su recorrido, que la semilla que se postra ya está a medias dentro del pico del pájaro. Antaño tierra y cielo se odiaban pero tierra y cielo vivían.
Transcurre la inextinguible sequía. El hombre es un extraño para la aurora. No obstante, persiguiendo a la vida que aún no puede ser imaginada, hay voluntades que se estremecen, murmullos que van a afrontarse y niños sanos y salvos que descubren.

Del libro EL POEMA PULVERIZADO (1945-1947)

FASTOS

El verano cantaba sobre su roca preferida cuando apareciste ante mí, el verano cantaba apartado de nosotros que éramos silencio, simpatía, libertad trsite, mar aún más que el mar cuya larga pala azul jugaba a nuestros pies.
El verano cantaba y tu corazón nadaba lejos de él. Yo besaba tu valentía, oía tu desasosiego. Senda por el absoluto de las olas hacia esos altos picos de espuma por donde cruzan virtudes asesinas para las manos que transportan nuestras casas. No éramos crédulos. Nos agasajaban.
Pasaron los años. Las tormentas murieron. El mundo se fue. Me dolía sentir que tu corazón justamente ya no me percibía. Te amaba. En mi ausencia de rostro y mi vacío de felicidad. Te amaba, cambiante en todo, fiel a ti.

De el libro EL MANANTIAL NARRATIVO (1947)

¡HICISTE BIEN EN MARCHARTE, ARTHUR RIMBAUD!

¡Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud! Tus dieciocho años refractarios a la amistad, a la malevolencia, a la tontería de los poetas de París igual que al ronroneo de abeja estéril de tu familia de las Ardenas, un poco loca: hiciste bien en esparcirlos para los vientos de alta mar, arrojándolos bajo la cuchilla de su guillotina precoz. Tuviste razón al abandonar el bulevar de los perezosos, los cafetines de los mealiras, cambiándolos por el infierno de las bestias, el trato con los espabilados y el saludo de los simples.
Este impulso absurdo del cuerpo y el alma, bala de cañón que alcanza su blanco y lo hace estallar, ¡esto sí que es la vida de un hombre! Uno no puede, al salir de la infancia, dedicarse a estrangular indefinidamente a su prójimo. Aunque los volcanes cambien poco de lugar, su lava recorre el gran vacío del mundo y le aporta virtudes que cantan en sus heridas.
¡Hiciste bien en marcharte, Arthur Rimbaud! Somos unos cuantos quienes, sin pruebas, creemos que la felicidad es posible contigo.

De el libro EL MANANTIAL NARRATIVO (1947)

JUEGA Y DUERME…

Juega y duerme, sed buena, aquí nuestros opresores no son severos.
Les gusta bromear o llevarnos del brazo
Al atravesar la peligrosa estación.
Sin duda el veneno se ha adormilado en ellos,
Hasta el punto de aflojarles el bárbaro humo.
Sin embargo, ¡cómo nos han hostigado hasta aquí, sed mía,
y forzado a vivir en el abandono de nuestro amor reducido a una mortal providencia!
Plantas aromáticas, ¿es por vosotras? O plantas todas que lucháis bajo un muro de sequedad, ¿es por vosotras? ¿O por las nubes en el ancho espacio, que se despiden de la columna?
En lo inmenso, ¿cómo adivinar?

¿Qué podemos emprender para deshacernos de estos tiranos, amiga mía?
Juega y duerme mientras yo sopeso nuestras posibilidades.
Pero si acudes en mi ayuda tendría que llevarte conmigo, y no quiero arriesgarte.
Así que permaneceremos un rato más… ¿Y quién podría tacharnos de cobardes?

De el libro Juega y duerme

DE RUBOR DE LOS MANANTIALES

XX
Parece que nacemos siempre a medio camino entre el comienzo y el fin del mundo. Crecemos en abierta rebelión casi tan furiosamente contra lo que nos arrastra como contra lo que nos retiene.

Del libro Rubor de los manantiales


LA ORILLA VIOLENTA

Dispuestas a unirse, a reconciliarse para la destrucción del cuerpo de nuestra casa,
Inmutables son las tempestades.

Una se alza sobre mis talones, cuando apenas la noche se disipa,
Exigente, sedentaria, segura de sí misma.
La otra, que gusta de huir, hace rodar hacia nosotros monstruos
hechos papilla y los proyectos humanos.

Antes de que comenzase la vigilia de los milenios
Los habitantes de Pascua supieron que sus escultores, que tallaban en la isla,
Estaban abriendo ante los muertos las puertas del mar.

Ya no tenemos muertos, ni espacio;
Ya no tenemos los mares ni las islas;
Y la sombra del reloj de arena sepulta la noche.
“Vuelva a vestirse. El siguiente.” Ésa es la orden.
Y el siguiente somos también nosotros.
Revolución de un astro modifica,
Con las manos que le añadimos.

Del libro AROMAS CAZADORES (1972-1975)

A LA ORILLA DEL RÍO

I.IRIS. 1º Nombre de una divinidad de la mitología griega, que era la mensajera de los dioses. Al desplegar su manto creaba el arco iris.
2º Nombre propio de mujer, del que los poetas se sirven para designar a una mujer amada o incluso a alguna dama cuyo nombre quieren ocultar.
3º Pequeño planeta.
II.IRIS. Nombre específico de una mariposa, apatura iris, la llamada tornasolada. Previene del visitante fúnebre.
III.IRIS. Los ojos azules, negros, verdes, son aquellos cuyo iris es azul, negro, verde.
IV.IRIS. Planta. Iris amarillo de los ríos.
…Iris plural, iris de Eros, iris de Lettera amorosa.

Del libro LA PALABRA EN ARCHIPIÉLAGO (1952-1960)

FRENTE DE LA ROSA

A pesar de la ventana abierta en el cuarto de la larga ausencia el aroma de la rosa sigue ligado al aliento que allí estuvo. Una vez más nos encontramos sin experiencia anterior, recién llegados, enamorados. ¡La rosa! El campo de sus avenidas orearía incluso la audacia de la muerte. No hay verja que se oponga. Resurge el deseo, dolor de nuestras frentes evaporadas.
Quien camina sobre la tierra de las lluvias no tiene nada que temer de la espina, en lugares cerrados u hostiles. Pero si se detiene y se recoge, ¡ay de él! Herido en lo más vivo vuela hecho cenizas, arquero recuperado por la belleza.

Del libro LA PALABRA EN ARCHIPIÉLAGO (1952-1960)

LA HABITACIÓN EN EL ESPACIO

Como el canto de la paloma torcaz cuando se avecina el chaparrón -se empolva el aire de lluvia, de placentero sol-, me despierto lavado, me derrito elevándome; vendimio el cielo novicio.
Contra ti acostado, tu libertad impulso. Soy un bloque de tierra que reclama su flor.
¿Hay garganta labrada con más luz que la tuya? ¡Preguntar es morir!
De tu suspiro el ala pone bozo en las hojas. El trazo de mi amor cierra y bebe tu fruto.
Existo en la gracia de tu rostro que mis tinieblas cubren de júbilo.
¡Y qué hermoso tu grito que me da tu silencio!

Del libro LA PALABRA EN ARCHIPIÉLAGO (1952-1960)

CANTO DE INSOMNIO (Fragmento)

Amor que desde lejos llamas,
Vendrá la Enamorada,
Gloria del verano, ¡oh frutos!
La flecha del sol traspasará el trébol desnudo,
Miniatura semejante al iris, la orquídea,
El más antiguo regalo de los prados al placer
Que la cascada instila, que la boca libera.

Me gustaría deslizarme en un bosque donde las plantas volvieran a cerrarse y abrazarse por detrás de nosotros; bosque muchas veces centenario, pero que todavía está por sembrar. Causa pesadumbre el haber pasado junto al fuego, en nuestra corta vida, con manos de pescador de esponjas. “Dos chispas, esas abuelas tuyas”, se mofa la viola del tiempo, sin compasión.

Mi elogio vuela en círculos sobre los rizos de tu frente, como un gavilán de pico recto.

¡Otoño! El parque diferencia bien sus árboles. Éste es tradicionalmente rojizo; aquél, que cierra el camino, una papilla de espinas. Ha llegado el petirrojo, simpático violero de los campos. Las gotas de su canto se desgranan contra el cristal de la ventana. Entre las hierbas del césped tiritan mágicos asesinatos de insectos. Escucha, mas sin oír.
A veces imagino que no estaría mal ahogarse en la superficie de un estanque donde ninguna barca se aventuraría. Luego, resucitar en la corriente de un torrente verdadero donde borbollarían tus colores.
Tiene que estallar lo que aprisiona esta ciudad donde te hallas retenida. Viento, viento, viento alrededor de los troncos y sobre las chozas.
He alzado los ojos a tu ventana. ¿Te lo has llevado todo? No es más que un copo qeu se derrite sobre mi párpado. Fea temporada en la que creemos echar de menos, proyectamos, en tanto que perdemos el ánimo.

Del libro LA PALABRA EN ARCHIPIÉLAGO (1952-1960)

LA BIBLIOTECA ESTÁ EN LLAMAS

A Georges Braque

Por la boca de este cañón está nevando. Teníamos el infierno en la cabeza. En el mismo instante, la primavera en la punta de los dedos. Son las andanadas de nuevo permitidas, la tierra enamorada, las hierbas exuberantes.

También el espíritu, como todo lo demás, ha temblado.

El águila está en futuro.

Toda acción que comprometa al alma, incluso si ésta lo ignora, tendrá como epílogo arrepentimiento o pesadumbre. Es menester consentir en ello.

¿Cómo vino a mí la escritura? Como plumón de pájaro contra mi ventana, en invierno. Al punto se levantó en el hogar una batalla de ascuas que todavía no ha concluido.

Sedosas ciudades de la mirada cotidiana, insertadas entre otras ciudades, de calles que trazamos nosotros solos, bajo el ala de relámpagos que responden a nuestros cuidados.

Todo en nosotros no debería ser sino fiesta jubilosa cuando algo que no hemos previsto, que no iluminamos, que va a hablar a nuestro corazón, por sus propios medios se cumple.

Sigamos lanzando nuestras sondas, hablando con voz igual, agrupando las palabras; acabaremos por hacer callar a todos esos perros, por lograr que se confundan con el herbazal, vigilándonos con ojo borroso mientras el viento borra su espalda.

El relámpago me parece largo.

Solamente mi semejante, la compañera o el compañero, puede despertarme de mi torpeza, desencadenar la poesía, arrojarme contra los límites del viejo desierto para que triunfe sobre él. Nadie más. Ni cielos, ni tierra privilegiada, ni cosas que nos estremecen. Antorcha, solamente bailo con él.

No es posible comenzar un poema sin una parcela de error acerca de sí mismo y el mundo, sin una brizna de inocencia en las primeras palabras.

En el poema, cada palabra o casi cada palabra ha de ser empleada en su sentido original. Algunas, desligándose, se vuelven plurivalentes. Las hay amnésicas. La constelación del Solitario está tendida.

La poesía me robará mi muerte.

¿Por qué poema pulverizado? Porque al cabo de su viaje hacia el País, tras la oscuridad prenatal y la dureza terrestre, la finitud del poema es luz, aportación del ser a la vida.

El poeta no retiene lo que descubre; habiéndolo transcrito, en seguida lo pierde. En eso radica su novedad, su infinito y su peligro.

Mi oficio es oficio de adelantado.

Nacemos con los hombres, morimos desconsolados entre los dioses.

La tierra que recibe la semilla está triste. La semilla que tanto va a arriesgar es feliz.

Hay una maldición que no se parece a ninguna otra. Parpadea con una especie de pereza, es de naturaleza afable, pone cara de rasgos tranquilizadores. Pero, una vez acabado el fingimiento, ¡qué nervio, qué inmediata carrera hacia el objetivo! Probablemente – pues que la sombra en la que construye es maligna, la región perfectamente secreta- se sustraiga a una denominación, sepa zafarse siempre a tiempo. Dibuja, en el velo celeste de algunos clarividentes, parábolas harto aterradoras.

Libros sin movimiento. Pero libros que se introducen con agilidad en nuestros días, deslizan en ellos una queja, abren bailes.

Cómo decir mi libertad, mi sorpresa, al cabo de mil rodeos: no hay fondo, no hay techo.

A veces la silueta de un caballo joven, de un niño lejano, avanza exploradora hacia mi frente y salta la barrera de mi cuidado. Entonces bajo los árboles la fuente vuelve a hablar.

Deseamos permanecer desconocidos para la curiosidad de aquellas que nos aman. Las amamos.

La luz tiene edad. La noche no. ¿Pero cuál fue el instante de esta fuente entera?

No tener varias muertes suspendidas y como cubiertas de nieve. No tener sino una, de buena arena. Y sin resurrección.

Detengámonos cerca de los seres que pueden renunciar a sus recursos, aunque no exista para ellos más que poco repliegue o ninguno. La espera excaba para ellos un insomnio vertiginoso. La belleza les pone un sombrero de flores.

Pájaros que confiáis en vuestra gracilidad, vuestro sueño peligroso a una hacina de cañas, cuando viene el frío, ¡cómo nos parecemos a vosotros!

Admiro las manos que colman y, para emparejar, para unir, el dedo que rechaza el dado.

Se me ocurre a veces que la corriente de nuestra vida es poco aprehensible, ya que sufrimos no solamente su facultad caprichosa, sino también el fácil movimiento de brazos y piernas que nos harían ir allí donde nos sentiríamos felices yendo, en la orilla anhelada, al encuentro de amores cuyas diferencias nos enriquecerían; este movimiento no se cumple, rápidamente decae hasta una imagen, como un perfume enfurecido sobre nuestro pensamiento.
Deseo, deseo sabio, no sacamos provecho de nuestras tinieblas sino a partir de ciertas soberanías verdaderas provistas de invisibles llamas, de invisibles cadenas que, revelándose paso a paso, nos hacen brillar.

La belleza hace su cama sublime completamente sola, extrañamente construye su renombre entre los seres humanos, a su lado pero apartada de ellos.
Sembremos las cañas y cultivemos la viña en las laderas a la orilla de las llagas de nuestro espíritu. Dedos crueles, manos precavidas, este chistoso lugar es propicio.

Quien inventa, al contrario de quien descubre, no añade a las cosas, no aporta a los seres sino máscaras, separaciones, una papilla de hierro.

¡Por fin toda la vida, cuando arranco la dulzura de tu verdad enamorada a tu profundidad!

Permaneced cerca de la nube. Velad cerca de la herramienta. Toda semilla es detestada.

Acción bienhechora de los hombres, ciertas mañanas estridentes. En el hormigueo del aire que delira asciendo, me encierro, insecto indevorado, seguido y perseguidor.

Frente a estas aguas, de formas duras, por las que pasan en ramilletes estallados todas las flores de la montaña verde, las Horas se desposan con los dioses.

Fresco sol cuyo bejuco soy.

De La biblioteca está en llamas y otros poemas

LA VIANDANTE DE SCEAUX

Mechones, según la mirada,
Deseo simple de palabra;
Juega, señorío del cuello
Con esa soberana boca,
Con esa hoguera encendida
Bajo la frente dominante.

Querría yo saber mentiros
Como el ascua a las cenizas,
Mechones, vuelo que no me oye
Sobre el teatro de un instante.

De La biblioteca está en llamas y otros poemas

RESTOS MORTALES Y MOZART

Al alba, una sola vez, la vieja despoblada nube rosa sobrevolará los ojos en lo sucesivo distantes, con toda la majestad de su lentitud libre; luego vendrá el frío, el ocupante inmenso, luego el tiempo que no tiene lugar.

Sobre la longitud de sus dos labios, en tierra común, de repente el allegro – desafío de este desecho sagrado- traspasa y refluye hacia los vivos, hacia la totalidad de hombres y mujeres que guardan luto por la patria interior y, errabundos para no ser semejantes, a través de Mozart, a probarse en secreto.

-Bienamada, cuando sueñas en voz alta y por ventura pronuncias mi nombre, tierno vencedor de nuestros pavores conjugados, de mi descrédito solitario, clara es la travesía de la noche.

De La biblioteca está en llamas y otros poemas

PARA UN PROMETEO SAXÍFRAGO

Tocando la mano eólica de Hölderlin

A Denise Naville

La realidad sin la energía dislocadora de la poesía, ¿en qué queda?
Dios había vivido demasiado poderosamente entre nosotros. Ya no lográbamos levantarnos y partir. Las estrellas, que fueron soberanas en su mirada, están muertas en nuestros ojos.
Las preguntas de los ángeles son las que han provocado la irrupción de los demonios. Nos clavaron al peñasco para golpearnos y para amarnos. De nuevo.
La única lucha acontece en las tinieblas. La victoria solamente se da en sus orillas.
Noble semilla, guerra y merced de mi prójimo, ante la sorda aurora te guardo con mi mendrugo, esperando ese día previsto de alta lluvia, de limo verde, que vendrá para los ardientes y para los obstinados.

Del libro Por encima del viento

LA GUADAÑA ALZADA

Cuando el boyero de los muertos con el bastón golpee,
Dedicad al verano mi color ya disperso.
Con mis puños morados asombrad a un niño.
Poned en sus mejillas mi lámpara y espigas.

Manantial que tiemblas en tu estrecho reducto,
Prodigarás mi ganancia a la sed de los campos.
Desde el húmedo helecho a la febril mimosa,
Entre el recién llegado y el que partió hace mucho,
El gesto de amar te dirá inclinándose:
“No hay lugar fuera de éste, en todas partes cunde la desgracia”.

De Por encima del viento

EN CAMINO

A Georges Blin
Esos incesantes y fosforescentes regueros de la muerte en uno mismo que leemos en los ojos de quienes nos aman, sin desear ocultárselos.

¿Es menester distinguir entre una muerte repelente y una muerte preparada por la mano de los genios? ¿Entre una muerte con rostro de bestia y una muerte con rostro de muerto?

Sólo podemos vivir en lo entreabierto, exactamente en la hermética línea divisoria de la sombra y la luz. Pero somos arrojados irresistiblemente hacia adelante. Todo nuestro ser presta ayuda y vértigo a este impulso.

La poesía es a la vez palabra y provocación silenciosa, desesperada de nuestro ser-exigente del advenimiento de una realidad que no tenga rival. Imputrescible, aquélla. No imperecedera; pues que arrostra los peligros de todos. Pero la única que visiblemente triunfa sobre la muerte material. Tal es la Belleza, la Belleza de altura, aparecida ya en los primeros tiempos de nuestro corazón, tan pronto irrisoriamente consciente como luminosamente avisado.

Lo que me hincha la simpatía, aquello que amo, al punto me causa casi tanto sufrimiento como aquello de lo que me aparto, resistiendo, en el misterio de mi corazón; preparativos velados por una lágrima.

Es la poesía quien traza la única firma al pie de la vida blanca. Y siempre entre nuestro corazón estallado y la cascada aparecida.

Para la aurora, la desgracia es el día que va a llegar; para el crepúsculo, la noche que engulle. Antaño fue posible encontrar gentes de aurora. Aquí estamos, acaso, en esta hora de caída. ¿Pero por qué moñudos como alondras?

Del libro Marcha

ANTONIN ARTAUD

No tengo la voz para elogiarte, gran hermano.
Si me agachara sobre tu cuerpo que la luz va a dispersar,
Tu risa me repelaría.
El corazón entre nosotros, durante lo que llamamos impropiamente
una bella tormenta,
Cae varias veces,
Mata, excava y quema,
Y renace más tarde en la suavidad del hongo.
No necesitas una pared de palabras para elevar tu verdad,
Ni volutas del mar para ungir tu profundidad,
Ni esta mano febril que nos rodea la muñeca,
Y ligeramente nos lleva a abatir un bosque
Del cual nuestras entrañas son la hacha.
Basta. Regresa al volcán.

Y nosotros,
Que lloremos, que asumamos tu relevo o preguntemos:
“¿Quién es Artaud?”, a esa espiga de dinamita de la cual ningún
grano se desprende,
Para nosotros, nada ha cambiado,
Nada, menos esa quimera muy viva del infierno que se
despide de nuestra angustia.

Traducción De Emilie Robert

HAMBRE ROJA

Estabas loca.

¡Qué lejos queda!

Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
Para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.

Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Más tarde, era de noche, te pusiste en camino conmigo.

Desnudez sin desconfianza.
Pechos podridos por tu corazón
A sus anchas en este mundo circunstancial,

Un hombre, que te había estrechado entre sus brazos,
Se sentó a la mesa.

Estate bien, no existes.

De Retorno río arriba

LA LIBERTAD

Vino por esta línea blanca que puede significar la salida del alba
o la palmatoria del crepúsculo.
Pasó los arenales maquinales; pasó las cimas destripadas.
Fin de la renunciación de rostro cobarde, la santidad de la mentira, el alcohol del verdugo.
Su verbo no fue un ciego ariete sino la tela donde se inscribió mi aliento.
Detrás de la ausencia, con pasos que no la extraviaron, cisne sobre la herida, vino por esta línea blanca.

Alta fuente
Siempre hacia a ti
Mas sin decírtelo
Hasta tu boca
amada.
Pero el instante que se va
Me nombra
Cualesquiera sean los rasgos
que yo adopte.

Favorita del aire, la calandria
No deja caer a tierra su canto,
Y por los trigos pasa el viento.

Acerco a la rosa
La punta de mi llama.
¡No ha gemido la espina!
Solo mi propio polvo
Puede gastarme.

De: «Cantos de la Balandrane»
Traducción de Jorge Riechmann

LA LUJURIA

El águila ve cómo se borran gradualmente las huellas de la memoria helada
La extensión de la soledad hace apenas visible la presa que huye
A través de cada una de las regiones
Donde uno mata donde a uno lo matan libremente
Presa insensible

Proyectada indistintamente
Más acá del deseo y más allá de la muerte

El soñador embalsamado en su camisa de fuerza
Rodeado de utensilios efímeros
Figuras que se desvanecen apenas formadas
Su revolución celebra la apoteosis de la vida que declina
La desaparición progresiva de las partes lamidas
La caída de los torrentes en la opacidad de las tumbas
Los sudores y malestares que anuncian el fuego central
Y finalmente el universo con todo su pecho atlético
Necrópolis fluvial
Después del diluvio de los rabdomantes

Ese fanático de las nubes
Tiene el poder sobrenatural
De desplazar a considerables distancias
Los paisajes habituales
De romper la armonía acumulada
De tomar irreconocibles los lugares fúnebres
Al día siguiente de los homicidios provechosos
Sin que la conciencia originaria
Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo.

De: «El Martillo sin dueño»
Traducción de Aldo Pellegrini

TENEMOS

Nuestra palabra, en archipiélago, os ofrece -tras el dolor y el desastre- fresas que trae de las landas de la muerte, así como sus dedos calientes por haberlas buscado.
Tiranías sin delta, nunca iluminadas por el medio día, para vosotras somos el día envejecido; pero ignoráis que también somos el ojo voraz -aunque velado- del origen.
Crear un poema es tomar posesión de un más allá nucpcial que se encuentra muy dentro de esta vida, muy ligado a ella, y sin embargo próximo a las urnas de la muerte.
Es necesario establecerse en el exterior de uno mismo, a la orilla de las lágrimas y en la órbita del hambre, si queremos que se produzca algo fuera de lo común, destinado únicamente a nosotros.
Si la angustia que nos vacía abandonase su gruta helada, si la amante detuviese la lluvia de hormigas en nuestro corazón, volvería a comenzar el Canto.
Es el caos de una avalancha, dos piedras unidas en un salto pudieron amarse, desnudas en el espacio. Al agua de nieve que las acogió le sorprendió su espuma ardiente.
Seguramente el hombre fue la más loca promesa de las tinieblas: por eso somos tenebrosos, envidiosos y locos bajo el poderoso sol.
Ha comenzado la agonía de una tierra que era bella, ante la mirada de sus volatineras hermanas y en presencia de sus hijos insensatos.
*
Tenemos en nosotros inmensas extensiones que nunca llegaremos a recorrer, pero que son útiles para la aspereza de nuestros climas, y propicias tanto a nuestro despertar como a nuestra perdición.
¿Cómo arrojar a las tinieblas nuestro corazón anterior y su derecho de retorno?
La poesía es el fruto maduro que apretamos en la mano, con alborozo, en el instante mismo en que se nos muestra- tan incierto su porvenir- sobre el tallo cubierto de escarcha, en el cáliz de la flor.
Poesía, única ascensión de los hombres, a la que el sol de los muertos no puede ensombrecer en el infinito perfecto y burlesco.
*
Pues que un misterio más fuerte que la condena otorgaba inocencia a su corazón, plantaron un árbol en el Tiempo, se quedaron dormidos a su pie, y el Tiempo se llenó de afecto.

Del libro Marcha

EL INOFENSIVO

Lloro cuando el sol se pone porque te sustrae a mi vista y porque soy incapaz de llevarme bien con sus rivales nocturnos. Aunque esté bajo y ahora sin fiebre, imposible obrar contra su ocaso, suspender su eshoje, arranar todavía algún deseo a su fulgor moribundo. Al partir te diluye en su oscuridad igual que el limo del lecho se deslíe en el agua del torrente más allá de los escombros de las riberas destruidas. Dureza y blandura, de nervio tan diferente, causan entonces efectos similares. Dejo de recibir el himno de tu palabra; de repente ya no apareces íntegra a mi lado; lo que aprieta mi mano no es el huso nervioso de tu muñeca sino la rama hueca de un arbolillo cualquiera muerto y ya aserrado. Ya no se pone nombre a nada, sino al escalofrío. Es de noche. Los artificios que se encienden me sorprenden ciego.
No he llorado de verdad más que una sola vez. Al desaparecer, el sol había cercenado tu rostro. Tu cabeza había rodado a la zanja del cielo y yo ya no creía en el mañana.
¿Cuál es el hombre de la mañana, y cuál el de las tinieblas.

HAMBRE ROJA

Estabas loca.
¡Qué lejos queda!
Moriste, con un dedo delante de los labios,
En noble movimiento,
para atajar la efusión;
En el sol frío de un reparto verde.
Estabas tan hermosa que nadie se dio cuenta de tu muerte.
Más tarde, era de noche, te pusiste en camino conmigo.
Desnudez sin desconfianza,
Pechos podridos por tu cora´zon.
A sus anchas en este mundo circunstancial,
Un hombre, que te había estrechado entre sus brazos,
se sentó a la mesa.
Estate bien, no existes.

MARTHE

Marthe de quien estas paredes no pueden apoderarse, fuente donde se refleja mi monarquía solitaria, cómo podría olvidarte nunca si no tengo necesidad de recordarte: eres el presente que se acumula. Nos uniremos sin tener que abordarnos, que prevernos, igual que dos adormideras forman en el amor una anémona gigante.
No entraré en tu corazón para limitar su memoria. No retendré tu boca para impedirle entreabrirse al azul del aire y la sed de partir. Quiero ser para ti la libertad y el viento de la vida que atraviesa el umbral de siempre antes de que la noche se vuelva inencontrable.

Te recomendamos ver el programa de televisión.

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