OLIVERIO GIRONDO
BIOGRAFÍA
En la introducción a la Obra Completa de OLIVERIO GIRONDO por ENRIQUE MOLINA dice:
“El misterioso mercurio que convierte ciertas páginas de poesía en un espejo capaz de reflejar las más reveladoras imágenes del sueño y de la tierra, suele, a menudo, disolverse con los años para dejar sólo un papel amarillento, unas palabras carbonizadas. Era falso. Al abrir ciertos libros que nos parecieron invulnerables en su momento suele encontrarse en ellos apenas algún huesecillo de frases que resiste, o sólo la flor ya seca que se colocó como señal. El miedo a la poesía, al extremo testimonio del ser que ella exige, la sumisión a toda clase de cálculos y conformismos acaba, tarde o temprano por aparecer al desnudo. Un metro de hierro negro restablece entonces, con despiadada objetividad, las jerarquías. Lo más bello del tiempo, su blasfemia, establece constantemente una óptica nueva.
Casi medio siglo desde la aparición de una obra poética es tal vez el mínimo lapso exigible para estimar su poder, su resistencia a los gérmenes de descomposición que ponen en ella las circunstancias, el tono de una época, la situación histórica. Sólo una fuerza poética capaz de engendrar incesantemente nuevas energías, de abrir nuevas perspectivas de interpretación a las que parecieran haberse consumido en un momento dado, la salvarán de todo carácter fantasmal, harán de la misma una constelación. Al acercarnos hoy a la poesía de Girondo, se nos presenta indemne. Nada se ha perdido de la fresca vitalidad de sus primeros libros, y mucho menos, de la trágica aventura existencial que testimonia el último. De uno a otro extremo brilla la trayectoria de ese “rayo que no cesa”, la expresión de un espíritu en el que se nos imponen como rasgos capitales una apasionada avidez de la vida y una ardiente sinceridad.”
Octavio José Oliverio Girondo nace en Buenos Aires el 17-18 de Agosto de 1891, en el seno de una familia de buena posición, en la casa de la Calle Lavalle 1035, hoy desaparecida.
El buen pasar de su familia le permitió tomar contacto prontamente con Europa donde vivió algunos años con sus padres, estudiando en el Epsom College de Inglaterra y en el Albert Le Grand de Arcueil, Francia. De regreso a la Capital Argentina y concluidos sus estudios secundarios, comenzó a estudiar Derecho acordando con sus padres no abandonar sus estudios mientras le dejaran viajar a Europa en las vacaciones. Gracias a esto, entabló relaciones literarias y amistosas con poetas y artistas del continente europeo que le introdujeron en los diversos círculos de las nuevas corrientes estéticas como el Surrealismo con la que entra en contacto gracias al poeta franco-uruguayo Jules Superville. Le presenta éste a Blaise Cendrars y Paul Morand. En esa época sus lecturas más estimadas son los poetas simbolistas franceses, los ensayos de ideario decadente de Remy de Gourmont, el Darío de Los raros y la filosofía de Nietzsche. Por esos años, Girondo anda colaborando como corresponsal en diversas revistas porteñas como Plus Ultra y la conocida Caras y caretas.
En 1915 hizo una breve incursión como dramaturgo, estrenando el drama “La madrastra”, escrito en colaboración con Zapata Quesada. Juntos escribieron una segunda obra “La comedia de todos los días”, que no llegó a estrenarse.
Al año siguiente se recibió de abogado con su tesis Warant agrícola. Legislación Argentina a su respecto. Juicio crítico sobre los mismos, si bien nunca ejerció como abogado.
En 1920 y 1921, siguió viajando, recorriendo España, Francia, Italia, el norte de África y Brasil.
La experiencia de todos estos viajes se plasmó finalmente en su primer poemario “Veinte poemas para ser leídos en el tranvía”, editado en 1922. Este poemario apareció en Francia, con ilustraciones del mismo Girondo.
La crítica divide la producción Girondiana en tres períodos: La primera etapa de producción a la que corresponde “ Veinte poemas para ser leídos en el tranvía” y “Calcomanías” de 1925 está caracterizada por un universo de orientación internacionalista, estructurado en torno al tradicional diario de viaje. El mundo exterior dominado por la ciudad se apodera y domina el referente poético. Un verdadero júbilo del objeto, exaltado en los vaivenes espacio-temporales del turista que se deleita en descubrir una ruta geográfica. La actitud del sujeto poético es de asombro por el mundo externo pero siempre contemplado desde su propia percepción cargada de sentido del humor a veces absurdo y ocurrente.
La luminosidad de veinte poemas se atenúa levemente en “Calcomanías” inspirado en sus andanzas españolas. España se le presenta como un espacio que le remite constantemente a su pasado artístico e histórico. En la visión que ofrece Girondo de la España de ese tiempo no hay una visión entusiasta del paisaje sino una mirada crítica que a través del humor y la ironía trata de ofrecer una imagen absurda y real de lo que observa.
Después de un nuevo viaje por España, donde conoció a Ramón Gómez de la Serna publicó su segundo poemario: “Calcomanías” en 1925. Durante este tiempo visitó Chile, Perú, Cuba, Méjico y EE.UU como representante de diferentes organismos vanguardistas. Ese mismo año, junto a la obra de Girondo, se publican también “Trilce” del peruano César Vallejo, “Andamios Interiores” del mexicano Manuel Maples Arce y “Paulicèia desvairada” del brasileño Màrio de Andrade, para confirmar la madurez de la poesía vanguardista en América Latina.
En 1926, en un almuerzo organizado por la Sociedad Rural en homenaje a Ricardo Güiraldes, conoció a la escritora Nora Lang, con quien se comprometió en 1934 y se casó en 1943.
Entramos en la considerada segunda época. Se inicia con la publicación de “Espantapájaros”, libro heterogéneo que contiene un caligrama, prosas poéticas y poema en verso grotesco y deformado. El Girondo de este momento, dice Olga Orozco, penetra en los territorios de la interrogación, del cuestionamiento, de las comprobaciones absurdas frente a un yo y a un mundo que se oponen, se reabsorben y se enajenan, aunque sin abandonar el hilo de humor que se anuda de pronto en estallidos exaltados o admonitorios.
Para promocionar este libro hizo una escultura en papel maché del espantapájaros académico, de una altura de tres metros, inspirada en el dibujo de portada de la primera edición, obra del ilustrador José Bonomi. La colocó en una carroza coronaria, tirada por seis caballos, con aurigas y lacayos incluidos y la hizo desfilar por la calle durante quince días a la vez que alquiló un local sobre la calle Florida, donde se vendía el libro, atendido por atractivas muchachas. La campaña resultó un éxito y el libro agotó la tirada de 5.000 ejemplares en un mes. La escultura hoy se conserva en el Museo de la Ciudad. Era para Girondo, como expresa en la carta a Eva Méndez en el libro Veinte poemas, declararle la guerra a la levita. Tal vez sea la primera propuesta de marketing para que la poesía llegue a todos, por ello tuvo muchas críticas.
Gómez de la Serna dice al respecto: “En este libro admirable, del que no ha hablado ni un solo crítico de las grandes publicaciones y al que la envidia ha evitado toda alusión, está la injundia del talento irrespetuoso que es lo mejor del argentino”.
Este libro, que aparece un año antes de “Fervor de Buenos Aires” de Jorge Luis Borges, lo señaló como representante de la vanguardia porteña de esos años, que se nuclearía en torno a las revistas “Proa”, 1922, y “Martín Fierro”, 1924-1927. La aparición de este fundada por Girondo junto a Eva Méndez y en la que Girondo publica un manifiesto del grupo, en el número 4 de la revista y sus valiosos “Membretes”.
Tras el fin de la etapa de la revista Martín Fierro, siguió recorriendo diferentes países de Europa y el norte de África. Portugal, Francia, Italia incluso Egipto, donde conoció las pirámides y navegó por el Nilo.
Victoria Ocampo lo invitó a formar parte del consejo de redacción de su revista “Sur”, pero no aceptó, ocupado en los viajes.
Girrondo perteneció al Grupo Florida, que además de Borges y Girondo incluía a Evar Méndez,Samuel Blumberg, Jacobo Fijman, Solar, Leopoldo Marechal , Raúl González Tuñón y Macedonio Fernández.
El Grupo Florida se caracterizó por su estética elitista y vanguardista y se reunía en la Confitería Richtmon. Este grupo supuestamente mantuvo una confrontación literaria dialéctica con el llamado Grupo Boedo, que de raigambre más humilde, publicaba en la editorial Claridad y se reunía en el café El japonés.
En 1933, Girondo se transladó con Nora a su nuevo domicilio de la calle Suipacha, en el barrio de Retiro, la que fue su vivienda definitiva. En esa casa organizaron una fiesta en ocasión de la publicación de la novela de Nora “45 días y 30 marineros”, con su esposa disfrazada de sirena y los invitados de marineros. Entre éstos se encontraban los poetas Pablo Neruda y Federico García Lorca, quienes por esa época se hallaban en Buenos Aires y de quienes se hicieron amigos.
En 1936, Girondo y Nora comenzaron a pasar sus veranos fuera de la ciudad en una casa en el Delta del Paraná bautizada como La Recalada.
En 1937 escribió dos artículos para el diario La Nación, sobre la situación política de Europa y publicó su única ficción en prosa “Interlunio” con aguafuertes de Lino Enea Spilimbergo en la Editorial Sur.
En 1940 apareció “Nuestra actitud ante el desastre”, volumen que recoge artículos escritos sobre la segunda guerra mundial. Dos años después publica “Persuasión de los días” su primer poemario en diez años.
Se considera ésta, su tercera etapa. Comprende ésta los poemarios “Persuación de los días” de 1942 y “En la Masmédula” 1953. Es el período más vanguardista y rupturista de Girondo, quizás afectado por los acontecimientos políticos nacionales e internacionales, década infame, segunda guerra mundial, el tono introspectivo, desolado y existencial se profundiza en estos poemas.
En “Persuasión de los días” el humor, victoriosa manera de vencer la opresión que ejercen todas las fuerzas contrarias y el absurdo, arma con la que dispara su desesperación comenzarán a retroceder frente a la angustia, la fatalidad, la repugnancia, la conciencia y la aceptación de la muerte. Los sentimientos de angustia e incertidumbre llevan a un rechazo de la ciudad y un retorno a la naturaleza. La poesía de Girondo se ve invadida por el clamor de lo verde La naturaleza, la tierra desnuda se transforma en dominante semántico en la última parte del poemario. Por su parte, “En la Masmédula” se interna en lo que Molina llama el vértigo del espacio interior. En esta obra Girondo lleva su experimentación con el lenguaje al límite, amalgamando las palabras para crear nuevas unidades léxicas capaces de contener múltiples sentidos que proceden tanto de su sentido semántico como de las asociaciones fonéticas que producen. Un procedimiento similar al que utilizó James Joyce en su novela Finnegans Wake. Puede considerarse la obra cumbre del autor y la que ha despertado mayor interés y fascinación entre la crítica.
Algunos críticos relacionaron este último gesto vanguardista de Girondo con un libro igualmente desesperado, constructor y destructor del sentido, “Trilce” de César Vallejo. Sin embargo para Molina la obra de Girondo es aún más rupturista, dice:
Como experiencia de lenguaje, no existe en español un libro comparable, Vallejo en “Trilce “ realiza un intento de cierto modo semejante pero su tentativa queda a mitad de camino, sólo en un reducido número de los poemas que integran este libro consigue en algunos momentos hacer estallar el lenguaje, forzarlo a penetrar en zonas casi inexpresables de la subjetividad y el sentimiento, pero el resto obedece a formas tradicionales. Como muy bien lo señala André Coyné, el resultado en “Trilce” es discontinuo, pues Vallejo no intenta construirse con los escombros del lenguaje común un lenguaje propio, en cambio, “En la Masmédula” es un todo orgánico, allí Girondo se instala en un universo verbal cuyas leyes se imponen pero cuyos elementos poseen sin embargo una irradiación paroxística y un extraordinario poder comunicativo.
Entre medio de estas dos obras, Girondo publica un extenso poema: “Campo nuestro”, es un texto que contrasta fuertemente con ambas, por su regreso a un estilo convencional, su temática telúrica y su tono bucólico. Se trata de un canto a la pampa en una línea similar a la de Ricardo Güiraldes. Olga Orozco lo definió como un intervalo de apaciguamiento, de melancolía y tierna serenidad antes de penetrar en las zonas de lo indecible, haciendo estallar todos los mecanismos del lenguaje y creando un universo nuevo, de nuevas entidades , de nuevas combinaciones, de nuevo significado. Jorge Schuartz, por su parte, además de considerarlo un hiato en la producción girondiana, especula con un posible giro nacionalista que tendría que ver tanto con sentimientos provocados por la guerra en Europa como con sus orígenes aristocráticos y el surgimiento del peronismo.
A partir de 1950 comenzó también a pintar con una orientación surrealista, aunque nunca expuso sus cuadros. Ha escrito sobre pintura moderna un interesante estudio crítico, que se puede leer en la edición de sus Obras completas.
En 1953 publicó la “En la Masmédula” obra en la que siguió trabajando en sus últimos años, ampliándolo en la edición del 56 y en la definitiva de l963. Todas editadas por Losada.
Por esta época se convirtió en referente de una nueva generación de poetas como Enrique Molina, quien como hemos visto prologó sus Obras Completas y con quien tradujo “Una temporada en el infierno” de Rimbaud, además de Aldo Pellegrini, Olga Orozco, Francisco Madariaga, Mario Trejo y Alberto Vanasco.
La obra de Oliverio Girondo constituye, a juicio de Enrique Molina, una solitaria expedición de descubrimiento y conquista, iniciada bajo un signo diurno, solar y que paulatinamente se interna en lo desconocido, llega a los bordes del mundo. Una travesía en la que alguien, en su conocimiento deslumbrado de las cosas, siente que el suelo se hunde bajo sus pies a medida que avanza hasta que las cosas mismas acaban por convertirse en las sombras de su propia soledad. En efecto, recorriendo su producción, es posible trazar un recorrido que va desde la mirada fascinada por el entorno hasta la indagación del propio yo y de un deslumbrado optimismo a una introspectiva desazón.
En 1961 sufre un accidente de tránsito que lo alejó varios meses del círculo artístico y le dejó importantes secuelas.
En 1965 viaja con Nora a Europa donde se encuentra con Rafael Alberti y María Teresa León en Roma, amigos desde la residencia de ambos en Argentina.
Muere en Buenos Aires, el 24 de Enero de l967, a la edad de 75 años. Sus restos yacen en el cementerio de La Recoleta, junto a su mujer, fallecida cinco años después.
POEMAS
BIARRITZ
El casino sorbe las últimas gotas de crepúsculo.
Automóviles afónicos. Escaparates constelados de estrellas falsas. Mujeres que van a perder sus sonrisas al bacará.
Con la cara desteñida por el tapete, los “croupiers” ofician, los ojos bizcos de tanto ver pasar dinero.
¡Pupilas que se licuan al dar vuelta las cartas!
de perlas que hunden un tarascón en las gargantas!
Hay efebos barbilampiños que usan una bragueta en el trasero. Hombres con baberos de porcelana. Un señor con un cuello que terminará por estrangularlo. Unas tetas que saltarán de un momento a otro de un escote, y lo arrollarán todo, como dos enormes bolas de billar.
Cuando la puerta se entreabre, entra un pedazo de “foxtrot”.
Biarritz, octubre, 1920
EX VOTO
A las chicas de Flores
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas —empavesadas como fragatas—van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
NOCTURNO
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
.4.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! —grillo afónico que nos mete en el oído—. ¡Cantar de las canillas mal cerradas! —único grillo que le conviene a la ciudad—.
OTRO NOCTURNO
La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
¡Faroles enfermos de ictericia! ¡Faroles con gorras de “apache”, que fuman un cigarrillo en las esquinas!
¡Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar!;Y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido!
¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tirado en un rincón?, y ¿por qué, a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?
Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.
EL ESCORIAL
A D. José Ortega y Gasset
A medida que nos aproximamos
las piedras se van dando mejor.
Desnudo, anacorético,
las ventanas idénticas entre sí,
como la vida de sus monjes,
el Escorial levanta sus muros de granito
por los que no treparán nunca los mandingas,
pues ni aún dentro de novecientos años.
hallarán una arruga donde hincar
sus pezuñas de azufre y pedernal.
Paradas en lo alto de las chimeneas,
las cigüeñas meditan la responsabilidad
de ser la única ornamentación del monasterio,
mientras el viento que reza en las rendijas
ahuyenta las tentaciones que amenazan
entrar por el tejado.
Cencerro de las piedras que pastan
en los alrededores,
las campanas de la iglesia
espantan a los ángeles
que viven en su torre
y suelen tomarlos de improviso,
haciéndoles perder alguna pluma
sobre el adoquinado de los patios.
¡Corredores donde el silencio tonifica
la robustez de las columnas!
¡Salas donde la austeridad es tan grande,
que basta una sonrisa de mujer
para que nos asedien los pecados de Bosch
y sólo se desbanden en retirada
al advertir que nuestro guía
es nuestro propio arcángel,
que se ha disfrazado de guardián!
Los visitantes,
la cabeza hundida entre los hombros
(así la Muerte no los podrá agarrar
como se agarra a un gato),
descienden a las tumbas y al pudridero,
y al salir,
perciben el esqueleto de la gente
con la misma facilidad
con que antes les distinguían la nariz.
Cuando una luna fantasmal
nieva su luz en las techumbres,
los ruidos de las inmediaciones
adquieren psicologías criminales,
y el silencio
alcanza tal intensidad,
que se camina
como si se entrara en un concierto,
y se contienen las ganas de toser
por temor a que el eco repita nuestra tos
hasta convencernos de que estamos tuberculosos.
¡Horas en que los perros se enloquecen de soledad
y en las que el miedo
hace girar las cabezas de las lechuzas y de los hombres,
quienes, al enfrentarnos,
se persignan bajo el embozo
por si nosotros fuéramos Satán
Selección de algunos: ”Membretes”
Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escueta o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema.
Segura de saber donde se hospeda la poesía, existe siempre una multitud impaciente y apresurada que corre en su busca pero, al llegar donde le han dicho que se aloja y preguntar por ella, invariablemente se le contesta: Se ha mudado.
Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.
La “Olimpia” de Manet está enferma de “mal de Pott”! ¡Necesita aire de mar!… ¡Urge que Goya la examine!…
No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.
Aunque la estilográfica tenga reminiscencias de lagrimatorio, ni los cocodrilos tienen derecho a confundir las lágrimas con la tinta.
La variedad de cicuta con que Sócrates se envenenó se llamaba “Conócete a ti mismo.
El adulterio se ha generalizado tanto que urge rehabilitarlo o, por lo menos, cambiarle de nombre.
De "CALCOMANÍAS":
SIESTA
Un zumbido de moscas anestesia la aldea.
El sol unta con fósforo el frente de las casas,
y en el cauce reseco de las calles que sueñan
deambula un blanco espectro vestido de caballo.
Penden de los balcones racimos de glicinas
que agravan el aliento sepulcral de los patios
al insinuar la duda de que acaso estén muertos
los hombres y los niños que duermen en el suelo.
La bondad soñolienta que trasudan las cosas
se expresa en las pupilas de un burro que trabaja
y en las ubres de madre de las cabras que pasan
con un son de cencerros que, al diluirse en la tarde,
no se sabe si aún suena o ya es sólo un recuerdo…
¡Es tan real el paisaje que parece fingido!
De “ESPANTAPÁJAROS”:
1
No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado? ¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. ¡María Luisa! ¡María Luisa!… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
-10-
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas
Mis nervios desafinan con la misma frecuencia que mis primas. Si por casualidad, cuando me acuesto, dejo de atarme a los barrotes de la cama, a los quince minutos me despierto, indefectiblemente, sobre el techo de mi ropero. En ese cuarto de hora, sin embargo, he tenido tiempo de estrangular a mis hermanos, de arrojarme a algún precipicio y de quedar colgado de las ramas de un espinillo.
Mi digestión inventa una cantidad de crustáceos, que se entretienen en perforarme el intestino. Desde la infancia, necesito que me desabrochen los tiradores, antes de sentarme en alguna parte, y es rarísimo que pueda sonarme la nariz sin encontrar en el pañuelo un cadáver de cucaracha.
Todavía, cuando llovizna, me duele la pierna que me amputaron hace tres años. Mi riñón derecho es un maní. Mi riñón izquierdo se encuentra en el museo de la Facultad de Medicina. Soy poliglota y tartamudo. He perdido, a la lotería, hasta las uñas de los pies, y en el instante de firmar mi acta matrimonial, me di cuenta que me había casado con una cacatúa.
Las márgenes de los libros no son capaces de encauzar mi aburrimiento y mi dolor. Hasta las ideas más optimistas toman un coche fúnebre para pasearse por mi cerebro. Me repugna el bostezo de las camas deshechas, no siento ninguna propensión por empollarle los senos a las mujeres y me enferma que los boticarios se equivoquen con tan poca frecuencia en los preparados de estricnina.
En estas condiciones, creo sinceramente que lo mejor es tragarse una cápsula de dinamita y encender, con toda tranquilidad, un cigarrillo.
12
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, se despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen se evaden, y se entregan.
16
A unos les gusta el alpinismo. A otros les entretiene el dominó. A mí me encanta la transmigración.
Mientras aquéllos se pasan la vida colgados de una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo no me canso nunca de transmigrar.
Desde el amanecer, me instalo en algún eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la noche y las chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro, la de sorber el polen de las rosas!¡Qué voluptuosidad la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos, de raíces, de una vida latente que nos fecunda… y nos hace cosquillas!
Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser chancho? Quien no logre transformarse en caballo ¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta de lo que significa “tirar el carro”?…
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar las sensaciones de la virgen mientras la estamos poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa, otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.
Por eso a mí me gusta meterme en las vidas ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus esperanzas, sus buenos y sus malos humores.
Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el crepúsculo, personificado en una vaca, sentir la gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle con una voz de sapo a las estrellas.
¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria, manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la pereza de los remansos… y de los camaleones!…
¡Pensar que durante toda su existencia, la mayoría de los hombres no han sido ni siquiera mujer!…¿Cómo es posible que no se aburran de sus apetitos, de sus espasmos y que no necesiten experimentar, de vez en cuando, los de las cucarachas…los de las madreselvas?
Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir, eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo sexo.
Cuando la vida es demasiado humana – ¡únicamente humana! – el mecanismo de pensar ¿no resulta una enfermedad más larga y más aburrida que cualquier otra?
Yo, al menos, tengo la certidumbre que no hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión, que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más importante aún, encontrarme conmigo mismo en el momento en que me había olvidado, casi completamente, de mi propia existen.
De “PERSUACIÓN DE LOS DÍAS”
¿DÓNDE?
¿Me extravié en la fiebre?
¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?
¿En la duda?
¿En el rezo?
¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia,
al engaño,
a lo verde?…
No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,
por encima del asco,
adherido a la ausencia,
mezclado a la ceniza,
al horror,
al delirio.
No estaba con mi sombra,
no estaba con mis gestos,
más allá de las normas,
más allá del misterio,
en el fondo del sueño,
del eco,
del olvido.
No estaba.
¡Estoy seguro!
No estaba.
«Vuelo sin orillas»
Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.
Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas
los rumores cansados,
desesperadamente.
Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestable riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.
Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.
Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.
Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.
Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.
De “EN LA MASMÉDULA”
ES LA BABA
Es la baba.
Su baba.
La efervescente baba.
La baba hedionda,
cáustica;
la negra baba rancia
que babea esta especie babosa de alimañas
por sus rumiantes labios carcomidos,
por sus pupilas de ostra putrefacta,
por sus turbias vejigas empedradas de cálculos,
por sus viejos ombligos de regatón gastado,
por sus jorobas llenas de intereses compuestos,
de acciones usurarias;
la pestilente baba,
la baba doctorada,
que avergüenza la felpa de las bancas con dieta
y otras muelles poltronas no menos escupidas.
La baba tartamuda,
adhesiva,
viscosa,
que impregna las paredes tapizadas de corcho
y contempla el desastre a través del bolsillo.
La baba disolvente.
La agria baba oxidada.
La baba.
¡Sí! Es su baba…
lo que herrumbra las horas,
lo que pervierte el aire,
el papel,
los metales;
lo que infecta el cansancio,
los ojos,
la inocencia,
con sus vermes de asco,
con sus virus de hastío,
de idiotez,
de ceguera,
de mezquindad,
de muerte
EL PENTOTAL A QUÉ
Lo no moroso al toque
el consonar a qué la sexta nota
los hubieron posesos
los sofocos del bis a bis acoplo de sorbentes subósculos
los erosismos dérmicos
los espiribuceos
el ir a qué con meta
los refrotes fortuitos del gravitar a qué con cuanta larva
en tedio languilate en los cubos del miasma
los tantos otros otros
la sed a qué
las equis
las instancias del vértigo
el gusto a qué desnudo
los tententedio tercos del infierneo en familia
las idóneas exnúbiles
el darse a dar a qué
el re la mi sin fin
los complejos velados
el decomiso aseto
los tejidos tejidos en el diario presidio de la sangre.
los necrococopiensos con ancestros de polvo
el “to be” a qué
o el “not to be” a qué
la suma lenta merma
la recontra
los avernitos íntimos
el ascopez paqué
cualquier a qué cualquiera
el pluriaqué
a qué
el pentatotal a qué
a qué
a qué
a qué
y sin embargo
TROPOS
Toco
toco poros
amarras
calas toco
teclas de nervios
muelles
tejidos que me tocan
cicatrices
cenizas
trópicos vientres toco
solos solos
resacas
estertores
toco y mastoco
y nada
Prefiguras de ausencia
inconsistentes tropos
qué tú
qué qué
qué quenas
qué hondonadas
qué máscaras
qué soledades huecas
qué sí qué no
qué sino que me destempla el toque
qué reflejos
qué fondos
qué materiales brujos
qué llaves
qué ingredientes nocturnos
qué fallebas heladas que no abren
qué nada toco
en todo
Yolleo
Eh vos
tatacombo
soy yo
dí
no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé —–y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollando siempre
por qué
si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
———-y hasta cuándo