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66. Poesía más Poesía: Josefina de la Torre

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POEMAS JOSEFINA DE LA TORRE MILLARES

BIOGRAFÍA

Josefina de la Torre, nacida en 1907 en el seno de una de las familias más importantes e influyentes de las Islas Canarias. Hija de Bernardo de la Torre y Comminges (hombre de negocios muy comprometido con el desarrollo de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria) y Francisca Millares Cubas (hija del historiador, novelista y músico Agustín Millares Torres). Disfrutó de una infancia rodeada de cultura. Fue la menor de seis hermanos y, junto con ellos, recibió una educación basada en las artes. Conoce más de Poemas de josefina de la torre. Aprendió a tocar el piano, el violín y la guitarra y fue su tío, el barítono , el  Néstor de la Torre Comminges que descubrió la curiosa tesitura de su voz y la inició en clases de canto. Su abuelo Agustín Millares Torres había construido un pequeño teatrillo en su casa de Las Canteras, donde organizaba numerosas zarzuelas y obras teatrales en los que intervenían todos los miembros de la familia. Comenzó a escribir poesía a los siete años, y el primer poema que publicó fue a Benito Pérez Galdós, con motivo de su muerte, en La Jornada (Diario Liberal de Canarias) en 1920. También dedicó versos al poeta canario Alonso de Quesada.

poemas de josefina de la torre
Poemas de josefina de la torre

Desde los trece años publicaba en revistas literarias como España, Alfar, Verso y prosa, La gaceta literaria y Azor, Fantasía. Su hermano Claudio, novelista y dramaturgo en auge, con el Premio Nacional de Literatura en 1923, es un referente para ella. De hecho, le acompañó a recibir el premio, y allí, en Madrid, tomó contacto con Pedro Salinas, Federico García Lorca, Rafael Alberti y otros intelectuales de la madrileña Residencia de Estudiantes. De estos y otros escritores vinculados a la llamada Generación del 27 recibe una notable influencia. Rafael Alberti le ha dedicado un poema.

Sobre todo Josefina habla del estudio de su primo el pintor Néstor de la Torre, donde confluían los poetas de esta generación y donde tuvo especial amistad con Federico García Lorca. Se organizaban recitales en el estudio del pintor y ella comenta que la acompañaba al piano Gustavo Durán, discípulo de Manuel de Falla y Joaquín Turina. Josefina llegó a publicar incluso un álbum de canciones rusas. Sus dotes como recitadora y excelente cantante le valen también algunas apariciones en la prensa nacional. Hemos de recordar que, además de su aptitud para el canto, Josefina tocaba el piano, el violín y la guitarra.

Josefina y su hermano Claudio crearon en 1927 el Teatro mínimo, en su casa de las Canteras, en las Canarias, que es el nombre con el que se conoce a una serie de representaciones que los hermanos comenzaron a organizar en periodos vacacionales en este teatrillo, y que se inaugura con la representación de la obra de Claudio El Viajero.

El primer libro de poemas de Josefina de la Torre, lo publicó en 1927 bajo el título Versos y estampas, prologado por Pedro Salinas, el cual le acuñó la definición de “muchacha-isla” para referirse a las resonancias marcadamente insulares de la poética de Josefina, las cuales con el tiempo se convertirían en el rasgo diferenciador de su poesía, dentro del conjunto de la Generación del 27. La autora le consideraba como uno de sus maestros. En el prólogo del libro versos y estampas, Pedro Salinas hace metáfora de Josefina de la Torre y su labor como poeta: “Trazaba el ave señera grandes círculos. No estuvo ya la isleta en el mar sereno del amanecer sino trasladada poseída segura, en el turbio ojo sanguinolento del águila. Iba descendiendo. Vio muchos árboles diferentes; y cobijada por uno de ellos la presa última e inesperada, dulce criatura sola, dormida. Plegó las alas; se abatió inerte, fatal, inevitable, aguzando las garras – en el resto del mundo, hora de de inspiración, hora de poesía, la esperaban en vano los poetas -, sobre la niña, sobre la isla – rodeada de agua por todas partes” .

Josefina de la Torre publicó numerosos poemas en revistas y antologías que después no han sido recogidos en sus poemarios propios ni sus antologías. En 1930 publica Poemas de la Isla, su segundo poemario: la insularidad es uno de los rasgos fundamentales para entender su poesía. Josefina de la Torre se va a situar entre dos corrientes: la primera de ellas va a ser el último modernismo canario, representado por Alonso Quesada, Saulo Torón y Tomás Morales. De ellos va a tomar el tono romántico, las descripciones narrativas y la forma de representar el mar en su esencia.

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De la Torre va a estar muy influenciada por la Generación del 27. Junto a Ernestina de Champourcín, aparecieron, cómo únicas representantes femeninas de su generación en la antología de Gerardo Diego. Ella misma cuenta en la antología de Gerardo Diego, presentándose, como una mujer moderna: “Juego al tenis. Me encanta conducir mi auto, pero mi deporte predilecto es la natación”. Estas actividades caracterizaban la independencia de la mujer de aquella época.

Junto con su hermano Claudio, en 1931, se muda a los estudios franceses de la Paramount, donde empieza a interesarse y a colaborar en la actividad fílmica. Es contratada como actriz de doblaje, siendo su primera intervención en el doblaje de Un secuestro sensacional, de Alexandre Hall, donde dobla a la actriz Dorothea Wieck. Allí coincide con Luis Buñuel, que pone la voz a uno de los secuestradores del hijo de Miss Fanes. Vivió un romance con Luis Buñuel, pero, en palabras de Josefina, dice que como él estaba con otra persona, no continuaron la relación amorosa. Es también la actriz de doblaje de Marlene Dietrich.

En febrero de 1935 da un concierto, acompañada al piano por Cipriano Rivas Cherif, en el Teatro María Guerrero que se anuncia como “Concierto de 1900”. Ingresa en la Orquesta Sinfónica de Madrid, donde llegó a ser solista, y en la compañía de zarzuelas del maestro Sorozábal. Además de intérprete, Josefina de la Torre Millares compuso sus propias partituras. La más conocida lleva por título Puerto de mar.

Durante la guerra civil volvió a su ciudad natal. Josefina, que se quedó en España, supuso, además de las esperanzas truncadas de la II República, la pérdida de gran número de íntimos amigos poetas que se marcharon al exilio. Allí publicaría sus primeras novelas, algunas con estructura cinematográfica.

Fundó junto a su hermano Claudio y la mujer de este, Mercedes Ballesteros (la baronesa Alverta de Codorniz) la editorial la Novela Ideal, donde se publicaban novelas cortas de amor y misterio, como un medio de solventar la crisis económica que, tras la guerra, estaba afectando a su familia. Josefina de la Torre las firmaba bajo el seudónimo de Laura de Cominges.

En 1940, se convierte en primera actriz del Teatro Nacional María Guerrero, aunque también formará parte de prestigiosas compañías como las de Ismael Merlo, Amparo Soler Leal y Núria Espert. También llegó a ser actriz radiofónica durante largos años. Como actriz cinematográfica interpretó papeles importantes bajo las órdenes de su hermano Claudio de la Torre, así como de otros directores como Miguel Pereyra, Edgar Neville, José María Castellví.. Julio de Fletchner, etc. Su última intervención en el cine fue en la conocida serie de Televisión Española Anillos de oro (1983).

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También ejerce como guionista, en la película Una herencia en París, dirigida por el mejicano Miguel Pereira. En esta ocasión, Josefina elabora el guion a partir de una novela suya titulada Tú eres él, por el que recibe un accésit en los premios del Sindicato Nacional del Espectáculo Años después publicará una novela, Memorias de una estrella, donde la protagonista es una actriz que abandona en pleno éxito “decepcionada” con un entorno que considera “frívolo” y “mezquino”. Josefina se vuelca de nuevo en el teatro y en la literatura. 

En 1944 se convirtió en primera actriz del Teatro Invisible de Radio Nacional. Al parecer, le habían ofrecido su dirección, pero ella se la cede a su hermano Claudio . Hasta 1957 desarrolla esta actividad, y luego pasará a formar parte de La Voz de Madrid, en Radio Madrid. En 1946 funda su propia compañía teatral, la Compañía de Comedias Josefina de la Torre, junto a Ramón Corroto, el que sería después su marido, con la dirección artística de su hermano Claudio de la Torre. También colaboró en otras compañías, hasta 1958, como Teatro de Cámara del teatro Español, Compañía de Teatro Nacional de Cámara y Ensayo (Teatro María Guerrero), Pequeño Teatro Dido y Teatro de Cámara T.O.A.R. Asimismo, en la década de los sesenta Josefina forma parte, entre otras, de las compañías de Amparo Soler Leal, Nuria Esper, María Fernanda D’Ocon y Vicente Parra.

En 1968 publica Marzo Incompleto, su tercer poemario. Con la publicación de Marzo incompleto (1968) se va a producir un cambio en su voz poética. En 1989 publica Medida del Tiempo, su último poemario. La muerte de su marido el actor Ramón Corroto, en 1980, se refleja en sus páginas. Treinta años más joven que ella, fue su gran amor y esposo. Habían estado casados tres años, después de una larga convivencia y tras un primer matrimonio con Braulio Pérez, gran pianista y dicen vividor, con el que le duró el matrimonio unos meses. Durante su juventud mantuvo también noviazgo con el médico ginecólogo grancanario Juan Guerra del Río, hermano del ministro republicano Rafael Guerra del Río, al que siempre le tuvo mucho afecto y cariño.

En uno de sus poemas del libro Medida del tiempo, se dirige a sus compañeros de la generación del 27, donde vemos cierto reproche en el silencio y el olvido al que la mantienen.

en la película Misterio en la marisma - Poesia Online
En la película Misterio en la marisma

Su, voz, como otras tantas poetas de su generación, quedó ensombrecida por los varones de la Generación del 27. Josefina aventuró que su propia naturaleza polifacética pudo contribuir a que no se le conozca bien: “Tal vez porque este país no perdona la bicefalia, y menos aún la multiplicidad de facetas, como es mi caso”.

En los últimos años de su vida, la poetisa Josefina de la Torre, que se definía así, como poetisa, pues, en su opinión, “es un término que se extinguirá conmigo”, afirmaba que “yo ya no estoy aquí; yo ya hace años que estoy cada vez más en mi isla, a la orilla de la playa de Las Canteras, donde pasé mi infancia y mi primera juventud, y cuyo mar y cuya luz son reconocibles en toda mi poesía.” Josefina de la Torre murió el 12 de julio de 2002 en Madrid, a la edad de 95 años. La prensa se hizo eco de la noticia, denominándola “La última superviviente de la Generación del 27”.

En 2007, con motivo del centenario de su nacimiento, se organizó la mayor exposición sobre su vida y su obra en la Casa-Museo Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria. Se reconoció entonces su poesía como el enlace perfecto entre el modernismo canario y la Generación del 27. Aunque su obra en verso es breve, ésta acoge algunas de las tendencias líricas más relevantes de la primera mitad del siglo XX. Heredera del Modernismo (fue discípula de Tomás Morales), se centró de lleno en la corriente de la “poesía pura” que imperaba en la literatura hispánica de la década de 1920.

En 2002 se publicó en EE.UU. una antología bilingüe de su obra (español e inglés).

En 2007, el Ministerio de Fomento bautizó al Sasemar 103, uno de sus aviones de patrulla marítima con su nombre, operado por la Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima.

POEMAS DE JOSEFINA

A JOSEFINA DE LA TORRE, DE RAFAEL ALBERTI

Herida, sobre un toro desmandado,
salta la noche que la mar cimbrea.
¿Por dónde tú,
si ardiendo en la marea va,
vengador, mi can decapitado?
Rompe su frente
en el acantilado la aurora
y por el viento marinea.
¿Por dónde tú,
si el pabellón ondea, de luto, al alba,
el toro desanclado?
Se hacen las islas a la mar,
abriendo grietas de sangre
al hombro de las olas,
por restarte a sus armas, muerta o viva.

¡Qué ajena tú,
mi corazón cosiendo al delantal
de las riberas olas
con tu mastín al lado, pensativa!

POEMA A BENITO PÉREZ GALDÓS

Yo noté al levantarme
que el día era sombrío;
sentí una gran tristeza
dentro del pecho mío.
Presentí, entonces, algo,
Y mi hermana me dijo:
—¿Sabes, hermana, sabes?
Se ha muerto don Benito.
¡Don Benito! Aquel viejo
que estaba cieguito,
aquel que me gustaba
porque me daba el cariño.
—Hermana, hermana, hermana,
¿ha muerto don Benito?
Todos, todos, lloraban,
todos, todos, los míos.
Y hasta mi pluma ahora
al escribir, sin ruido,
es como si callara:
¡Ya murió don Benito!

DEL LIBRO VERSOS Y ESTAMPAS

I

Sobre la superficie
del mar encandilado
de las seis de la tarde,
saltan algunos peces
que dejan sobre el agua,
al caer, una onda.
Así, a trechos, bordado
el mar por esta aguja
parece que sonríe:
sonrisas que se ensanchan
y cierran lentamente;
sonreír de la orilla,
encaje de la falda
azul y transparente.

DEL LIBRO VERSOS Y ESTAMPAS

13
SOBRE el mar, bajo el cielo, blancas, densas,
vienen todas las velas desplegadas
en el aire, dorado y transparente.
Y en la proa, delgada como brisa,
la corona de espuma alborotada
es adorno rizado de su frente.

En la playa, de oros soleada,
las mujeres esperan a las barcas
con los ojos al mar, intensamente.
Y en el ramo de velas olorosas

brisa de mar, aroma de mariscos –
hay un anhelo cálido y creciente.

¡Cuánto diera por ver llegar un día
la barca con la blanca vela al viento
con rumbo hacia la orilla, desrizada;
y en pie en la proa – tijera de los mares –
a ti, todos mis sueños, presentido
con el azul del mar en la mirada !

DE POEMAS DE LA ISLA

Mi falda de tres volantes
y mi blusa desprendida,
qué bien me adornan andares
y brazos del aire libre.
¡Cómo se ondea mi falda
desde el volante primero
perseguida curva eléctrica
hasta la rodilla firme!
Y mi blusa desprendida
viento y calma, sol y sombra,
cómo juega y se persigue
desde el hombro a la cintura.
¡Ay qué me gusta mirarte
espejito biselado,
cristales de las esquinas,
gafas de los estudiantes!
¡Qué bien me veo pasar
remolino de las brisas
pequeña y grande, confusa
huella blanca en el asfalto!

DE POEMAS DE LA ISLA

Qué repetido deseo,
todo igual y siempre el mismo,
distinto y otro, inconsciente,
confundido y tan preciso,
se me va quedando dentro
escondido y dueño solo,
perdido y presente siempre.
Altas noches, muros largos,
patios de la madrugada.
Y mi deseo rodando
-número de circo- libre.
Una y otra vez, alerta
dando la voz en mis sienes,
centinela de mi pecho,
fiel compañero constante.
Qué repetido deseo
tan inseguro y tan firme,
ignorada certidumbre.
Distancia, viento y espacio

DE POEMAS DE LA ISLA

Si ha de ser, quiero que sea
de pronto. Cuando yo piense
en horizontes dormidos
y en el mar sobre la playa.
Si ha de ser, que me sorprenda
en mis mejores recuerdos
para hacer de su presencia
un solo signo en el aire.
Dormida no, ni despierta:
si ha de ser, quiero que sea.

DE POEMAS DE LA ISLA

CERCA. Palabra inutil.
Yo te busco
por donde llega mi distancia.
Cerca.
Seguro instante de sorpresas.
Dormido vuelo alzado
de mi, por mi.
Cerca.
Donde mi corazón te sienta:
pulso del mar,
tictac de la ausencia,
caminito seguro,
vaivén.
Cerca.
Donde la indecisión no deje
huella.
Donde palabra,
vuelta,
marque un signo seguro.
Cerca

DE POEMAS DE LA ISLA

LA luz dejó caer
su moneda redonda
y sobre la moneda
de luz, quedó mi mano
abierta a la limosna.
Alrededor la sombra
acarició el contorno
de las cosas dormidas.
Yo me sentía feliz
perdida, sin reflejos,
en las paredes libres.

Sólo mi mano atenta
desdoblaba segura
su única presencia.
El afilado borde
de luz sobre la sombra
sacrificó mi mano
en su bandeja intacta.
Una, dos, tres … inútil
péndulo de las horas.

LA TARDE, DE POEMAS DE LA ISLA

La tarde tiene sueño
y se acuesta en las copas de los árboles.
Se le apagan los ojos
de mirar a la calle
donde el día ha colgado sus horas
incansable.
La tarde tiene sueño
y se duerme mecida por los árboles.
El viento se la lleva
oscilando su sueño en el aire.

DE POEMAS DE LA ISLA

Yo las ví una sola tarde.
Y eran como bronce vivo
en el espacio constante.
Concentracion de si mismo,
fuerza loca de su sangre,
línea pura de sus manos
seguras en el instante.
Yo lo vi como lanzaba
el vuelo azul de su encaje
-venas libres y encendidas
de sus brazos incesantes-.
Y era fuerza su dominio,
firme gesto del alcance.
Manos que me estremecían
de ese miedo de encontrarse
y al borde de mis anillos
daban un filo cortante.
Yo las tuve en mis pupilas,
viril triunfo de su imagen
prisioneras de mis sienes,
mías, una sola tarde,

DE POEMAS DE LA ISLA

ESQUINA de la tarde se perdian
por la línea segura de tus brazos.
Firme perfil del aire, tu llevabas
enemigo seguro frente a frente.
Yo era implacable juez desde la proa
afilada y valiente de tu ritmo,
y la curva constante de tu brazo
repetida y distinta, cada vez
mas segura y presente en su dominio,
me cruzaba de impulsos la mirada.
Yo iba segura allí, frente a tus brazos
perseguidos de sol y de reflejos.
Desprendidas esquinas de la tarde
me marcaban la voz de tu presencia.

DE POEMAS DE LA ISLA

Mi falda de tres volantes
y mi blusa desprendida,
qué bien me adornan andares
y brazos del aire libre.
¡Cómo se ondea mi falda
desde el volante primero
perseguida curva eléctrica
hasta la rodilla firme!
Y mi blusa desprendida
viento y calma, sol y sombra,
cómo juega y se persigue
desde el hombro a la cintura.
¡Ay qué me gusta mirarte
espejito biselado,
cristales de las esquinas,
gafas de los estudiantes!
¡Qué bien me veo pasar
remolino de las brisas
pequeña y grande, confusa
huella blanca en el asfalto!

DE POEMAS DE LA ISLA

Pero no me dejes sola.
Dime palabras y ritmos
y gestos para el alcance
y voces acompasadas.
Pero no me dejes sola.
No es presencia ni vaivén
ni caminito seguro
ni ruedecitas del aire
ni luz, ni sol, ni mañana.
Es un presente, constante,
aquí, cerca, más, despierto,
vivo, alerta, repetido,
único instinto posible.
Dime tu palabra intacta
de luz repetida y libre.
Pero no me dejes sola.

TÚ EN EL ALTO BALCÓN

Tú en el alto balcón de tu silencio,
yo en la barca sin rumbo de mi daño,
los dos perdidos por igual camino,
tú esperando mi voz y yo esperando.

Esclavo tú del horizonte inútil,
encadenada yo de mi pasado.
Ni silueta de nave en tu pupila,
ni brújula y timón para mis brazos.

En pie en el alto barandal marino
tú aguardarías mi llegada en vano.
yo habría de llegar sobre la espuma
en el amanecer de un día blanco.

Pero el alto balcón de tu silencio
olvidó la señal para mi barco.
Y me perdí en la niebla de tu encuentro
–como un pájaro ciego– por los años.

LLEVABAS, DE POEMAS DE MARZO INCOMPLETO

Llevabas
en los pies arena blanca
de una playa desconocida.
Por eso
cuando a mí llegaste
no sentí tus pisadas.
Llevabas
en la voz desnuda
un compás de espera.
Por eso
cuando me hablaste
no pude medir tu voz.
Llevabas
en las manos abiertas
espuma blanca de aquel mar.
Por eso
de tu bienvenida
no pude conservar la huella.
Todo tú
venías en mi busca
y no pude reconocerte.
¡Arena blanca, compás de espera, espuma blanca!
¡Inquieto sueño de la verde orilla,
rizado de preguntas…!

ME BUSCO Y NO ME ENCUENTRO, DE POEMAS DE MARZO INCOMPLETO

Me busco y no me encuentro.
Rondo por las oscuridades paredes de mí misma,
interrogo al silencio y este torpe vacío
y no acierto en el eco de mis incertidumbres.
No me encuentro a mí misma.
Y ahora voy como dormida en las tinieblas,
tanteando la noche de todas las esquinas.
Y no pude ser tierra, ni esencia, ni armonía,
que son fruto, sonido, creación, universo.
No esta desalentado y lento desgranarse 
que convierte en preguntas todo cuanto es herida.
Y ronda por las sordas paredes de mí misma
esperando el momento de descubrir mi sombra.

DE POEMAS DE MARZO INCOMPLETO

Soñábamos un mundo fabuloso.
Juntos, hubiéramos sembrado campos,
construido fortalezas: vencedores,
porque oíamos ambos igual eco.
Hoy nuestros hijos ya serían hombres,
muchachas que sonrieran su esperanza.
Hijos de nuestro amor, árboles fuertes
a cuya sombra nos acogeríamos.
Jamás el mar hubiérase apartado
de mi contemplación, hija de la isla,
porque allá en su rincón, el mar antiguo
habríame esperado cada estío.
En las cuatro paredes de su cada
—aquella que en imagen yo habitara—,
hubiéramos vivido nuestras horas.
¡Qué jóvenes y fuertes los dos éramos!
Edad nueva, increíble, misteriosa,
que entonces parecíanos sencilla
y hoy la sueño, impalpable, ya perdida.

DE MEDIDA DEL TIEMPO

Mis amigos de entonces,
aquellos que leíais mis versos
y escuchabais mi música:
Luis, Jorge, Rafael,
Manuel, Gustavo…
¡y tantos otros ya perdidos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico…
¿por qué este hueco entre las dos mitades?
Vosotros ayudasteis
a la blandura del que fue mi nido.
Yo me formé al calor
que con vuestras palabras me envolvía.
me hicisteis importante.
Con vuestro ejemplo,
me inventé una ambición
y tuve
vuelos, insospechados de gaviota.
Gaviota, sí,
porque fue el mar mi espejo
y reflejó mi infancia, mis septiembres…
¡Amigos que de mí hicisteis nombre!
A la mitad vertiente de mi vida
hoy os llamo.
¡Tendedme vuestras manos!
Yo me sentí nacer,
para luego rozar de los cimientos
la certera caricia.
Pero de pronto,
un día me cubrió lo indefinible,
algo sin cuerpo, sin olor, sin música…
y me sentí empujada,
cubierta de ceniza,
borrada con olvido.
¿Dónde estabáis vosotros, compañeros,
vuestras letras de molde, vuestro ingenio,
vuestra defensa
contra el desconocido ataque?
¡Oh, amigos!
Enrique, Pedro, Juan,
Emilio, Federico…
nombre que no responderán mi voz.
Manuel, Gustavo,
lejos…
Luis, Jorge, Rafael…
Que aunque el afán
vientos nos dé para encontrarnos,
ignoro en qué ciudad
y si llegará el día
en que vuelva a sentirme descubierta.

DESTINO

Destino,
¿qué nombre es el tuyo,
cruel y despiadado,
que te enfrentas, altivo,
a la humanidad?
Destino,
que nos niegas el pan y la sal,
que desafías a nuestras vidas,
a nuestros horizontes,
al latido de nuestras venas.
Destino implacable,
inconmovible,
dura piedra
contra la que nos estrellamos,
pobres seres indefensos,
con las ilusiones
colgando de nuestras heridas…
Destino inhumano
que nos marcas ferozmente.
Toro asesino
que nos ensartas en tus astas
como peleles, indefensos.
¿Qué nombre es el tuyo,
granítico,
cimiento indestructible
que barres nuestros latidos,
nuestras arterias?
Ignoto destino;
a ti te son adjudicadas
todas las culpas,
todos los latigazos que recibimos
los esclavos de este mundo.
¡Ah, Destino enemigo,
rival indefendible,
adversario tenaz!
Te quisiera de frente,
cara a cara,
mis puños en tu pecho
de atleta presuntuoso
y golpearte
con mi eterna pregunta:
¿por qué?
¿Por qué esta herida
sangrante y desvelada,
vacía de respuesta?
¡Oh, Destino!
Y una y otra vez
lanzar mis puños
contra tu inexpugnable fortaleza,
hasta sentir tu sangre, ¡sangre mía!,
caliente fuego
de mi mortal miseria.

ALLÍ JUNTO A LA CAMA

Allí, junto a la cama,
están tus gafas.
Sus cristales vacíos
son como dos lagunas sin orillas.
Las cojo entre mis manos
y las contemplo absorta.
Detrás están tus ojos,
los presiento,
ahondando la mirada,
y las apoyo con ternura sobre el pecho,
como si tu cabeza reposara.
Las beso.
Son tus ojos queridos
mirándome
a través de la ausencia.
Tus ojos tan vitales,
en tus últimos días apagados,
tristes, mudos,
que me miraban en silencio,
anegándome el alma
de contenidas lágrimas.

Te recomendamos ver el programa de televisión.

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