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67. Poesía más Poesía: Alfonsina Storni y Miguel Oscar Menassa

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ALFONSINA STORNI

BIOGRAFÍA

El 22 de mayo de 1892 nace Alfonsina Storni en Sala Capriasca, Cantón Ticino, Suiza.

Los padres de Storni eran dueños de una cervecería en la ciudad de San Juan y regresaron a Suiza, su país de origen, en 1891.

En 1896, volvieron a Argentina junto con Alfonsina, quien había nacido en aquel país. En San Juan, concurrió al jardín de infantes y desarrolló la primera parte de su niñez. A principios del siglo xx la familia se mudó a la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe), donde su madre fundó una escuela domiciliaria y su padre instaló un café cerca de la estación de ferrocarril Rosario Central.

1906 Muere el padre y Alfonsina empieza a trabajar en una fábrica de gorras. Allí se la conoce por su buen humor y su participación en la lucha por las reivindicaciones sociales, enrolada en las filas anarquistas.

1907 Realiza sus primeras experiencias como actriz en la compañía teatral de Manuel Cordero. Meses después, una vez incorporada a la compañía de José Tallaví, participa en una gira durante un año por todo el país.

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Alfonsina Storni a los 24 años cuando publicó La inquietud del rosal.


1909 Alfonsina parte hacia Coronda para estudiar en la Escuela Normal Mixta de maestros rurales. Trabaja en el mismo sitio como celadora para poder solventar sus estudios, que completa dos años más tarde.
1911 Comienza su carrera docente en Rosario. Colabora regularmente en las revistas Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Con sólo diecinueve años es vicepresidenta del Comité Feminista de Santa Fe.
1912 Se traslada a Buenos Aires. El 21 de abril nace su hijo Alejandro Alfonso Storni. Trabaja como cajera en una farmacia, como vendedora; luego es “corresponsal psicológica” para la firma Freixas Hermanos. Colabora en Caras y Caretas, y Fray Mocho.
1916 Publica La inquietud del rosal, en la editorial Tor, con prólogo de Julián Lastra. Colabora en El Hogar, Mundo Argentino, Atlántida. Se vincula con el grupo intelectual de la revista Mundo Argentino, Atlántida. Se vincula con el grupo intelectual de la revista Nosotros, que dirige Roberto F. Giusti, y que se compone entre otros por Manuel Gálvez, Arturo Capdevilla, Alberto Gerchunoff y José Ingenieros. Giusti cuenta que fue la primera mujer en participar de los banquetes de escritores, cuyo remate obligatorio fue durante muchos años la casa de Oliverio Girondo. La aparición de su primer libro produjo escándalo, especialmente por el poema “La loba”. Alfonsina debe dejar su empleo.
1918 Publica El dulce daño, que incluye “Tú me quieres blanca”, y comienza ya a tener éxito de público. Sus libros se reeditan rápidamente y siguen provocando escándalo entre hombres y mujeres. Continúa con sus colaboraciones periodísticas. Trabaja como celadora en la escuela de débiles mentales de Parque Chacabuco. Conoce a Fermín Estrella Gutiérrez.

1919 Publica Irremediablemente, que incluye “Hombre pequeñito” y su opuesto ”Oye”. Se hace cargo de la sección “Feminidades” o “Vida Femenina” en el periódico “La Nota”, y utiliza ese espacio para llevar a cabo una lucha decidida en favor de los derechos de la mujer y del niño. Se vincula con centros feministas y socialistas.
1920 Inicia una etapa de transición en su obra poética, con la aparición de Languidez, su cuarto libro, atacado por la crítica en tanto comienza a apartarse de la lírica confesional, pero recibe en 1925 el Primer Premio Municipal. Comienza a colaborar en La Nación con el seudónimo de Tao-Lao. Viaja por primera vez a Montevideo y conoce a Juana de Ibarbourou.


1921 Roberto F. Giusti crea para ella una cátedra especial de declamación en el Teatro Infantil Labardén. Viaja regularmente a Los Cocos (Córdoba) por consejo médico de su amigo José Ingenieros, en busca de descanso.
1923 El doctor Sagarna crea para ella una cátedra de declamación en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. Participa en reuniones literarias, especialmente las del grupo “Anaconda”, donde traba amistad con Horacio Quiroga y Baldomero Fernández Moreno. Exhibe sus dotes histriónicas y un humor siempre mordaz. Organiza también recitales poéticos en los barrios de Buenos Aires.
1924 Se edita en España una antología de su obra.
1925 Publica uno de sus más celebrados libros, Ocre, y comienza a jugar con la autoparodia, con poemas como “La ronda de las muchachas” y “Fiesta”. El libro alcanzó tres ediciones y fue traducido al francés. Se organiza, gracias a su iniciativa, la Primera Fiesta de la Poesía en Mar del Plata. Hacía ya varios años que Alfonsina pasaba sus veranos allí.
1926 Publica su primer y único libro de poemas en prosa. Poemas de amor, marginado por el público y la crítica.

Tres poemas de Alfonsina Storni
Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou


1927 Se estrena en el teatro Cervantes su primera obra teatral, El amo del mundo, con escasa repercusión de público y crítica, y baja de cartel al tercer día.
1930 Viaja a Europa con su amiga Blanca de la Vega. Dicta conferencias en España con gran resonancia. Publica sus impresiones de viaje en La Nación.
1931 Se publican sus obras teatrales Cimbellina, y Polixena y la cenicienta, bajo el título general de Dos farsas pirotécnicas.
1932 Realiza su segundo viaje a Europa, en compañía de su hijo Alejandro.
1935 Publica Mundo de siete pozos, el libro que marca ya la liberación del género “poema de amor”, y un nuevo rumbo para su escritura. En el mismo año descubre que padece de un tumor en el pecho, y es operada. Desde hace tiempo pasa parte de sus veranos en Uruguay, cuyas costas son el escenario de muchos de sus poemas al Río de la Plata.
1937 El suicidio de su amigo Horacio Quiroga la sorprende y conmueve. Más adelante será el de Leopoldo Lugones, el enemigo de toda su carrera literaria.

Alfonsina Storni: cuánta poesía murió, sin escribirse


1938 En enero es convocada a participar de un encuentro público con sus amigas escritoras de Chile y Uruguay, Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Allí lee su conocida conferencia “Entre un par de maletas a medio abrir y la manecilla del reloj”. Publica su último libro, Mascarilla y trébol, con la forma experimental de los antisonetos. Su salud empeora. El 18 de octubre sale en tren hacia Mar del Plata. Desde allí envía el soneto “Voy a dormir” a La Nación. Se arroja al mar en la madrugada del martes 25, y su cadáver es rescatado cerca de la costa horas más tarde. Los periódicos de todo el país recogieron conmocionados la noticia. Su cuerpo es enviado a Buenos Aires para ser velado en el Club Argentino de Mujeres. Entre los asistentes al funeral, las críticas periodísticas destacaron, en el grupo de sus numerosos amigos escritores, la presencia de Oliverio Girondo.

SELECCIÓN DE POEMAS DE ALFONSINA STORNI

LA LOBA

A la memoria de mi desdichada amiga J. C. P.
porque éste fue su verbo

“Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…

Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

De La inquietud del rosal

¡VEN, DOLOR!

¡Golpéame, dolor! Tu ala de cuervo
Bate sobre mi frente y la azucena
De mi alma estremece que más buena
Me sentiré bajo tu golpe acerbo.

Derrámate en mi ser, ponte en mi verbo,
Dilúyete en el cauce de mi vena
Y arrástrame impasible a la condena
De atarme a tu cadalso como un siervo.

No tengas compasión. ¡Clava tu dardo!
De la sangre que brote yo haré un bardo
Que cantará a tu dardo una elegía.

Mi alma será el cantor y tu aletazo
Será el germen caído en el regazo
De la tierra en que brota mi poesía.

De La inquietud del rosal

MI YO

Hay en mí la conciencia de que yo pertenezco
Al Caos, y soy sólo una forma material,

Y mi yo, y mi todo, es algo tan eterno
Como el vertiginoso cambio universal.

Soy como algo del Cosmos. En mi alma se expande
Una fuerza que acaso es de electricidad,
Y vive en otros mundos tan llenos de infinito
Que me siento en la tierra llena de soledad.

Cuando en un día tibio percibo la caricia
De la vida, hay un algo que pasa por mí
Tan intenso y extraño, que deseo morirme
para seguir viviendo como nunca viví…

¡Vida! ¡Toda la vida!… Es el grito que siento
Subir de mis entrañas hasta la inmensidad…
¡Cada célula mía quisiera ser un astro,
Un mar, todo el misterio de la fecundidad!

Mi cuerpo, que es mi alma, suele sentirse guzla,
Una guzla de plata con cuerdas de cristal
Naturaleza templa la cuerda y es por eso
Que me siento encarnada en todo lo ancestral.

De La inquietud del rosal

TU ME QUIERES BLANCA

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

De Dulce daño

ASÍ

Hice el libro así:

Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí.

Mariposa triste, leona cruel,
Di luces y sombras todo en una vez.
Cuando fui leona nunca recordé
Cómo pude un día mariposa ser.
Cuando mariposa, jamás me pensé
Que pudiera un día zarpar o morder.

Encogida a ratos y a saltos después
Sangraron mi vida y a sangre maté.
Sé que, ya paloma, pesado ciprés,
O mata florida, lloré y más lloré.
Ya probando sales, ya robando miel,
Los ojos lloraron a más no poder.
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien.
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel.

Así voy a curvas con mi mala sed
Podando jardines de todo jaez.

De Dulce daño

TU Y YO

Mi casa está llena de mirtos,
La tuya está llena de rosas;
¿Has visto a mis blancas ventanas
Llegar tus palomas?

Tu casa está llena de lirios,
La mía sonríe amapolas.
¿Has visto rodando en mis patios
Ramas de tus frondas?

De mármoles blancos y negros
Tu casa vetusta se adorna,
Y mármoles blancos y negros
Llevan a mi alcoba.

Si luces enciende tu casa
Mi casa de luz se corona.
¿No sientes llegar de la mía
Sonidos de loza?

De día, de tarde, de noche
Te sigo por selvas y frondas.
¿No hueles que exhalan mis labios
profundos aromas?

De día, de tarde, de noche
Te sigo por selvas y frondas.
¿No sientes que atrás de tus pasos
se quiebran las hojas?

¿No has visto regadas tus plantas,
De frutas cargadas las moras,
Sin matas las sendas, las ramas
henchidas de pomas?

Cuidando tu casa en silencio
Me encuentra despierta la aurora,
Cuidando en silencio tus plantas,
Podando tus rosas.

Tu casa proyecta en mi casa
De tarde, alargada, su sombra,
Y nunca miraste sus muros
Cargados de rosas.

Igual a tus patios, mis patios,
Que surcan iguales palomas,
Y nunca has mirado mi casa,
Cortado mis rosas.

Igual a tus lirios, mis lirios,
Que iguales octubres enfloran…
Y nunca has mirado mi casa,
Cortado mis rosas…

De Dulce daño

BIEN PUDIERA SER

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido
no fuera más que aquello que nunca pudo ser,
no fuera más que algo vedado y reprimido
de familia en familia, de mujer en mujer.

Dicen que en los solares de mi gente, medido
estaba todo aquello que se debía hacer…
Dicen que silenciosas las mujeres han sido
de mi casa materna… Ah, bien pudiera ser…

A veces en mi madre apuntaron antojos
de liberarse, pero, se le subió a los ojos
una honda amargura, y en la sombra lloró.

Y todo esto mordiente, vencido, mutilado,
todo esto que se hallaba en su alma encerrado,
pienso que sin quererlo lo he libertado yo.

De Irremediablemente

VEINTE SIGLOS

Para decirte, amor, que te deseo,
Sin los rubores falsos del instinto,
Estuve atada como Prometeo,
Pero una tarde me salí del cinto.

Son veinte siglos que movió mi mano
Para poder decirte sin rubores:
“Que la luz edifique mis amores”.
¡Son veinte siglos los que alzó mi mano!

Pasan las flechas sobre mis cabellos.
Pasan las flechas, aguzados dardos…

¡Son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al libertarme de ellos.

De Irremediablemente

VAN PASANDO MUJERES

Cada día que pasa, más dueña de mí misma,
sobre mí misma cierro mi mirada interior;
en medio de los seres la soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos ni tolero señor.

Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión.
El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado:
se ve que poco o nada les pesa el corazón.

Algunas tienen ojos azules e inocentes;
van soñando embriagadas, los pasos al azar;
la claridad del cielo se aposenta en sus frentes
y como son muy finas se les oye soñar.

Sonrío a su belleza, tiemblo por sus sueños;
el fino tul de su alma, ¿quién lo recogerá?
Son pequeñas criaturas, mañana tendrán dueños,
y ella pedirá flores…, y él no comprenderá.

Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:
los sueños que ellas tejen no los supe tejer,
y en mis manos ignorantes no perdí mi inocencia.
Como nunca la tuve, no la pude perder.

Nací yo sin blancura; pequeña todavía
el pequeño cerebro se puso a combinar;
cuenta mi pobre madre que, como comprendía,
yo aprendí temprano la ciencia de llorar.

Y el llanto fue la llama que secó mi blancura
en las raíces mismas del árbol sin brotar,
y el alma está candente de aquella quemadura.
¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?

Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida
con orgullo sombrío, nadie la arrullará;
si en música divina fuera el alma dormida,
el alma, comprendiendo, no despertara ya.

Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.
Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad;
mi corazón susurra: me haga silencio el mundo,
y mi alma musita fatigada: ¡callad!…

De Languidez

LETANÍAS DE LA TIERRA MUERTA

A Gabriela Mistral

Llegará un día en que la raza humana
Se habrá secado como planta vana,

Y el viejo sol en el espacio sea
Carbón inútil de apagada tea.

Llegará un día en que el enfriado mundo
Será un silencio lúgubre y profundo:

Una gran sombra rodeará la esfera
Donde no volverá la primavera;

La tierra muerta, como un ojo ciego,
Seguirá andando siempre sin sosiego,

Pero en la sombra a tientas, solitaria,
Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria

Sola, con sus criaturas preferidas
En el seno cansadas y dormidas.

(Madre que marcha aún con el veneno
de los hijos ya muertos en el seno.)

Ni una ciudad de pie… Ruinas y escombros
Soportará sobre los muertos hombros.

Desde allí arriba, negra la montaña
La mirará con expresión huraña.

Acaso el mar no será más que un duro
Bloque de hielo, como todo oscuro.

Y así, angustiado en su dureza, a solas.
Soñará con sus buques y sus olas,

Y pasará los años en acecho
De un solo barco que le surque el pecho.

Y allá donde la tierra se le aduna.
Ensoñará la playa con la luna.

Y ya nada tendrá más que el deseo
Pues la luna será otro mausoleo.

En vano querrá el bloque mover bocas
Para tragar los hombres, y las rocas

Oír sobre ellas el horrendo grito
Del náufrago clamando al infinito:

Ya nada quedará: de polo a polo
Lo habrá barrido todo un viento solo:

Voluptuosas moradas de latinos
Y míseros refugios de beduinos;

Oscuras cuevas de los esquimales
Y finas y lujosas catedrales;

Y negros, y amarillos y cobrizos,
Y blancos y malayos y mestizos,

Se mirarán entonces bajo tierra
Pidiéndose perdón por tanta guerra.

De las manos tomados, la redonda
Tierra circundarán en una ronda.

Y gemirán en coro de lamentos:
¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!

-La tierra era un jardín lleno de rosas
Y lleno de ciudades primorosas;

-Se recostaban sobre ríos unas,
Otras sobre los bosques y lagunas.

-Entre ellas se tendían finos rieles,
Que eran a modo de esperanza fieles,

-Y florecía el campo, y todo era
Risueño y fresco como una pradera;

-Y en vez de comprender, puñal en mano
Estábamos hermano contra hermano;

-Calumniábanse entre ellas las mujeres
Y poblaban el mundo mercaderes;

-Íbamos todos contra el que era bueno
A cargarlo de lodo y de veneno

-Y ahora, blancos huesos, la redonda
Tierra rodeamos en hermana ronda.

-Y de la humana, nuestra llamarada,
¡Sobre la Tierra en pie no queda nada!

Pero quién sabe si una estatua muda
De pie no quede aún sola y desnuda.

Y así, surcando por las sombras, sea
El último refugio de la idea.

El último refugio de la forma
Que quiso definir de Dios la norma,

Y que, aplastada por su sutileza,
Sin entenderla, dio con la belleza.

Y alguna dulce, cariñosa, estrella,
Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla?

¿Quién es esa mujer que así se atreve,
Sola, en el mundo muerto que se mueve?

Y la amará por celestial instinto
Hasta que caiga al fin desde su plinto.

Y acaso un día, por piedad sin nombre
Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre,

La luz de un sol que viaje pasajero
Vuelva a incendiarla en su fulgor primero.

Y le insinúe: Oh, fatigada esfera:
¡Sueña un momento con la primavera!

-Absórbeme un instante: soy el alma
Universal que muda y no se calma…

¡Cómo se moverán bajo la tierra :
Aquellos muertos que su seno encierra!

¡Cómo pujando hacia la luz divina
Querrán volar al que los ilumina!

Mas será en vano que los muertos ojos
Pretendan alcanzar los rayos rojos.

¡En vano! ¡En vano! ¡Demasiado espesas
Serán las capas, ay, sobre sus huesas!…

Amontonados todos y vencidos,
Ya no podrán dejar los viejos nidos,

Y al llamado del astro pasajero
Ningún hombre podrá gritar: ¡YO quiero!…

De Languidez

LA PALABRA

Naturaleza: gracias por este don supremo
Del verso, que me diste;
Yo soy la mujer triste
A quien Caronte ya mostró su remo.
¿Qué fuera de mi vida sin la dulce palabra?
Como el óxido labra
Sus arabescos ocres,
Yo me grabé en los hombres, sublimes o mediocres.

Mientras vaciaba el pomo, caliente, de mi pecho,
No sentía el acecho,
Torvo y feroz, de la sirena negra.

Me salí de mi carne, gocé el goce más alto:
Oponer una frase de basalto
Al genio oscuro que nos desintegra.

De Ocre

SALUDO AL HOMBRE

Con mayúscula escribo tu nombre y te saludo,
hombre, mientras depongo mi femenino escudo
en sencilla y valiente confesión de derrota.
Omnívoro: naciste para llevar la cota
y yo el sexo, pesado como carro de acero
y humilde (se delata su función de granero).
Brindo por tu adiestrada libertad, la soltura
con que te sientes hijo claro de la natura,
y lector aplicado de aquél su abecedario
que enseña el solo verbo que es interplanetario.

Mas, no con gesto humilde, instintivo, anhelante,
tu pecho se deforma en boca del lactante.
No se ajusta a tu carne pasajera belleza
que se acrece con artes que lo son de pereza:
tu juventud, más alta, se hace de pensamientos
(las ideas son rosas, y rosas los ungüentos…)
¿No eres el Desligado, Sire, por excelencia?
¡Salud! En versos te hago mi fina reverencia.

De Ocre

MUNDO DE SIETE POZOS

Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza…
Redonda, como dos planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.
Desde el núcleo
en marcas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos como mares en la tierra.
…tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.
Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracoles de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa;
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el ala mecánica de los mundos
rumorosa sea.
Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de vida;
las dos puertas
por donde adelanta
—flores, ramas y frutas—
la serpentina olorosa de la primavera.
Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas,
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle, la bestia,
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.
Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.
Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.
Y riel
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta…

De Mundo de siete pozos

AGRIO ESTÁ EL MUNDO

Agrio está el mundo,
inmaduro,
detenido;
sus bosques
florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas
a la superficie;
el agua de los mares
acuna
casas de espanto.

Agrio está el sol
sobre el mundo,
ahogados en los vahos
que de él ascienden,
inmaduro,
detenido.
Agria está la luna
sobre el mundo;
verde,
desteñida;
caza fantasmas
con sus patines
húmedos.

Agrio está el viento
sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos,
se ata, roto,
a las torres,
se anuda crespones
de llanto;
pesa sobre los techos.

Agrio está el hombre
sobre el mundo,
balanceándose
sobre sus piernas…

A sus espaldas,
todo,
desierto de piedras;
a su frente,
todo,
desierto de soles,
ciego…

De Mundo de siete pozos

EL HOMBRE

No sabe cómo: un día se aparece en el orbe,
hecho ser; nace ciego; en la sombra revuelve
los acerados ojos. Una mano lo envuelve.
Llora. Lo engaña un pecho. Prende los labios. Sorbe.

Más tarde su pupila la tiniebla deslíe
y alcanza a ver dos ojos, una boca, una frente.
Mira jugar los músculos de la cara a su frente,
y aunque quién es no sabe, copia, imita y sonríe.

Da una larga corrida sobre la tierra luego.
Instinto, sueño y alma trenza en lazos de fuego,
los suelta a sus espaldas, a los vientos. Y canta.

Kilómetros en alto la mirada le crece
y ve el astro; se turba, se exalta, lo apetece:
una Mano le corta la mano que levanta.

De Mundo de siete pozos

ALGUNA MUJER

(Biblia – Calle Florida)

¿Quién es ésa que del Azogue baja,
alto monte, torcido en la cabeza
un sol y sobre el rostro hilos de noche
tramados y filtrando verdes de áspid?

Terrible y como ejércitos en marcha
es ella desplegando sus banderas
zoológicas, en antes y leopardos,
con sus caudas benéficas de flores.

Murallones de llanto a sus costados
levantan hasta el cielo sus almenas
negras, pidiendo el trigo de oro y alba.

Esa que viene alinea sus cabritos
en rojo labio y lo compone todo
su sonrisa que arrolla sombra y llanto.

De Mascaril  la y trébol

PLANOS EN UN CREPÚSCULO

Primero había una gran tela azúrea
de rosados dragones claveteada;
muy alta y desde lejos avanzando,
pero recién nacida y pudorosa.

Y más abajo grises continentes
de nubes separaban los azules;
y más abajo pájaros oscuros
bañábanse en los mares intermedios.

Y más abajo aún, ceñudo el bloque
de milenarios pinos susurraba
una canción primera de raíces.

Y estaban, más abajo todavía,
prendidos a la tierra los humanos
rechinando los dientes y herrumbrosos.

De Mascarilla y trébol

MAR DE PANTALLA

I

Se viene el mar y vence las paredes
y en la pantalla suelta sus oleajes
y avanza hacia tu asiento y el milagro
de acero y luna toca tus sentidos;

Respiran sal tus fauces despertadas
y pelea tu cuerpo contra el viento,
y están casi tus plantas en el agua
y el goce de gritar ya ensaya voces.

Las máquinas lunares en el lienzo
giran cristales de ilusión tan vivos
que el salto das ahora a zambullirte:

Se escapa el mar que el celuloide arrolla
y en los dedos te queda, fulgurante,
una mística flor, técnica y fría.

De Mascarilla y trébol

NIDO EN UNA ESTATUA

El brazo recogido de la estatua
ahuecó dulce: el ave pajas puso
y erizó el bronce de flechillas de oro
y reposó. Y el ave no sabía.

El cielo abrió una enredadera valva
por aquel oro en su florón de gracia
y el bronce lo brindaba humanizado.

Pero el bronce y el ave no sabían.

pasó un niño y soñó con la pajuela
y un desdichado lo añoró por lecho
y el amor le sonrió desde dos ríos.

Brotaba un salmo en él como distante,
y una rosa de paz como invisible.
Y ser pájaro y bronce, no sabían.

De Mascarilla y trébol

AEROPLANO EN UN ESPEJO

¿Hacia dónde rolaba, desasida,
por mal de ensueño? ¿Iba a buscar el nido
del viento, con sus grandes huevos grises
a punto de romper los cascarones?

Altas paredes negras me rodeaban
que derivaban lentas con mi lecho
y por algún costado de la tierra
caíamos sin peso y balanceantes.

Minúscula laguna era el espejo
que vertical se abría en el ceñido
bosque de sombras de mi cuarto huyente.

Y un aeroplano azul lo penetraba,
en la noche viniendo y en puntillas,
fosforescente y tímido asomado.

De Mascarilla y trébol

MIGUEL OSCAR MENASSA

SOBRE EL LIBRO “LLANTOS DEL EXILIO”

Por Virginia Valdominos

Llantos del nacer, llantos de la vida, llantos del poeta, llantos del amor, llantos de los años al pasar y llantos del prisionero, son los lloros de palabras que componen este libro-catálogo con un sema común: el agua cayendo o contenida en los ojos con pasión.
Metáfora enarbolada bellamente resuelta, abierta por la mirada del tiempo en el rostro de la portada, dejando huella en la realidad material de un sendero de palabras retrospectivas, anunciando la levedad de un sueño hecho carne. Hombre y mujer, radiación del poema, entre seres queridos, verdean los corazones, el brillo de las cataratas y los cataclismos florecidos al amor.
Mundo de una mujer y un hombre atravesados por la guerra, buscando un país para sus ángeles, caminando acompañados por la música de los violines. Aullidos desesperados poniendo nombre a los vacíos. Sin detenerse, desde el nacimiento de su pequeña hija Alejandra, atravesando los desiertos de palabras, soltando los caballos de la poesía para llegar al fondo de las cosas, al propio sexo del mar. Con maremotos en los ojos, sin dejar de escribir. Volando entre los versos la libertad del deseo, frenado por la muerte.
Este libro es de naturaleza del sol, desde el nacimiento hasta la muerte, compases de la vida y los jefes indios, fuerza con que el poeta, en su llanto, instala un ritmo para el siglo. Un nuevo hombre, el poeta, construye un nuevo vuelo entre mujeres amadas, hijos y camaradas. Un exilio poblado de naturaleza exuberante, brillos de rubíes sangrantes arrancados de la historia de los cuerpos, desnudando la belleza infinita de la posibilidad humana. Madurez de un poeta a los 60 años que reconstruye los amores con la agilidad de la juventud, sin dejar de llorar la belleza, como un elefante triste.
Plural, Menassa, que también es pintor, hace florecer entre las páginas pequeñas multitudes de colores, trazos incendiados de su alma conquistando un mañana para los suyos que el poeta hace universal.

POEMAS DEL LIBRO “LLANTOS DEL EXILIO”

COMO ELEFANTE TRISTE

Deseo hacer el amor en pleno verano,
como en mi tierra hacían los sin-tierra,
se reclamaban los unos a los otros
y ya no había amor.

Hacer el amor, me digo, con determinación,
con cierta alevosía,
como les pasaba a las mujeres de mi pueblo,
con sus amores únicos.

Hacer el amor hasta romper
el equilibrio que me permite amar.
Como las flores que agonizan,
quemadas, rotas,
por el mismo sol que les dio vida.

Ahora, en esta lenta mañana de verano,
quiero que el viento produzca,
ese sonido, agudo y desgarrado,
del amor sin barreras.
Como hacen el amor las mariposas,
donde gusano y alas,
se juntan para morir.

Hoy quisiera practicar el amor bestial.
Como los cerdos hacen y las gaviotas,
y los vampiros quietos y las vacas.
Hembra y macho, animales en celo,
sin palabras.

Y un día dije:
hoy quiero amar todo lo que pasó.
Y mi vida se llenó de muertos.
Confieso haber sido como ellos,
llegué a gozar sentado en una silla,
quieto, sin alma, esperando un verso.

Y, después, me gustaría amar,
de país a país, de océano a montaña
y dejarme caer como los soldados
que mueren abrazados al arma que los mata.

Tengo que amar, me digo, tengo que amar.
Como aman los jóvenes en primavera,
sin importarles nada, burlándose del mundo.

Me gustaría, porqué no, hacer el amor
tendiéndome en un verso,
como las letras,
las palabras hacen
y me pongo celoso
porque no puedo tanto
y lloro como una mujer,
lo que defendiendo como hombre
no sirvió para nada.

Amar, hoy me dejaría amar.
Sería el hombre muerto-vivo,
que la mujer desea.
Quedarme quieto, digo,
atarme, sin más, al porvenir.
Besar la boca que besa el universo
y apagar la luz.

Hoy es una tarde calurosa
de verano en Europa.
Y quien se lo imaginara
no hubiera podido nunca
imaginarlo así:

Sentado y escribiendo,
haciendo el amor en las cloacas de mi ciudad.

Conociendo a fondo la vida cotidiana.
“Amor y odio se parecen”
amor y odio se parecen,
gritaba el condenado
y se abrazaba
con ardor a sus propias palabras
y amaba
todo lo que no podía ser y caía,
se dejaba caer sobre su cuerpo.

Así quisiera amar, así quisiera.
Con el alma partida de soledad,
sin que nadie me vea llorar por lo perdido,
como elefante triste que no verán morir

LLANTO DEL POETA

A mí mismo

Se solía decir:
este siglo no será posible
sin embargo,
rompiendo las barreras de la historia
y porque ella lo ha deseado para mí,
aquí me tenéis, yo soy un hombre.

Un hombre masculino, atravesado,
por el sonido de su voz abierta.
Mujer, mujer del pan y las caricias,
de las revoluciones y el trabajo duro.
Una mujer construye la tierra donde vivo,
el mar, la plena, rotunda libertad del mar.
Ella construye para mí, el vuelo de los pájaros,
palabras y mujeres, permanentemente,
pero no por mi gracia, belleza inteligente,
una mujer, la Poesía,
sostiene con su deseo inagotable,
infinitas mujeres y entre todas al viento,
hacen de mí esta sustancia incandescente.

Un fuego que viene de la letra y va a la letra,
un fuego, una pulsión
y ella abre sus nalgas, abre sus nalgas y sonríe
y un tiempo se detiene en las pupilas del amor
y violentas canciones de cuna nos dejan sin aliento
y el hombre vive y muere y ya no sabe qué decir
y la mujer toca un violín, silencio, interminable,
y se deja caer entre nosotros, tal vez, benéfica,
tal vez, desesperada de tanta soledad,
lo cierto, es que se deja caer entre nosotros
y tiñe con sus movimientos, afines al poema,
toda vida oculta, toda tristeza, la soledad,
con la misma luz de los grandes milagros
para que todo brille con la ilusión del amor,
manantial para el sediento y el incrédulo,
ella es la fe.
Mujer, mujer, escándalo que se apodera de mi ser,
de todas mis palabras, de mis versos más altos
y en esa cumbre del saber humano,
cada palabra, todo poema sangra con tu presencia.

Hay hombres,
hay hombres en el mundo moderno,
hay hombres,
hasta yo mismo vivo en el mundo moderno,
pero la mujer tiene, secretamente,
guardada una energía,
inexistente para el hombre,
por eso busco en ella,

poeta incorregible –
lo perdido, lo nunca hallado,
lo imperfecto que nos hace sublimes.
Por eso busco en ella
y ella que lo sabe hace más de tres siglos,
no deja de producir pájaros en todas direcciones,
mujeres y palabras, algunas para mí, el resto,
para el mundo, si existiera.

Una mujer,
Yo soy la noche, me decía,
y la noche es una capa de visón caliente
para la soledad del poeta.
La noche y el poeta juntos,
única manera de atravesar la nada del invierno
y se apretaba a mí con ternura y, yo,
al borde de las lágrimas,
para verla contenta,
haciendo con su deseo el universo,
me oscurecía.

Una ella me ama y me consuela,
quiere aprender de mí lo que ella me enseñó.
Otra me muestra todo el día lo estúpido que soy,
buscando todo el tiempo por todos lados una vida,
cuando en ella late con frenesí una vida imposible,
desde mucho antes de encontramos, de conocernos.
Antes de irse habló de la mujer:
construyendo su vida y su alegría
una mujer teje ese sueño, ese destino.
Y yo que soy un hombre,
de verdad, masculino,
porque ella así lo desea con fervor,
me levanto a la mañana y se lo digo:
Allá voy, señora,
tras el latido frenético,
múltiple de tus deseos.

Aunque no te des cuenta,
aunque nadie lo crea,
estás en mí, iluminada,
estás en mí.

Y cuando hacemos el amor, ella recuerda:
Qué mal te comportaste con esa coma,
en el cuaderno del domingo, o bien,
los verbos singulares atrapados,
en una adjetivación inconsecuente.
Yo la dejaba recordar, tranquilamente,
y aprendía todo lo que podía,
pero no tocaba nada,
dejaba cada cosa en su lugar.
Esa promesa era el fundamento, sencillo,
de nuestro gran amor:
ella me lo daría todo, todo,
pero yo, no tocaría nada.

Yo soy un hombre masculino
y vivo atravesado por ella en mil pedazos,
todo lo que ella quiere encontrar en mí,
lo coloca ella misma, delicadamente, en silencio
y, después, ama con frenesí todas sus virtudes
y yo me dejo llevar por el haz de luz de sus deseos
y no dejo de amar lo que ella construye sin saber,
y no dejo de enloquecerme con tantos pájaros volando,
y no dejo de morir a cada instante entre las letras
y toco, yo también, embelesado, ese violín sangrante,
su boca enamorada, su locura de alas, su pantera,
ese violín sangrante, aullido quieto, desgarrado,
toco su voz marina, su libertad espléndida, su mar,
sus ojos de gaviota desesperada y escribo este poema.

CUMPLIR 60 AÑOS. POETA

A mis hijos Cecilia Andrea y Antonio Nicolás

Entiendo no saber de qué se trata.

Decaer, no es fácil a los 60 años.
Pero ascender lumínico, tampoco.
Es una edad detenida en el tiempo.
Una meseta tendida a gran altura.

Alma despojada, también, de alma.

Cuando se cumplen los 60 años,
los vientos huracanados del exilio
son como el aire fresco de la mañana
nada de oscuridad, recuerdo del dolor.

Meseta digo para decir extensión.
Mi vida, mediterránea luz sonora,
mar desolado pero abierto al mar,
soledad devorada por una libertad.

Eso es decir, amigos, eso es amar.

A los sesenta años se festejan
las cosas dejadas, no vividas,
ese beso mortal que nunca dimos,
la caricia que nunca me alcanzó.

A los sesenta años voy a festejar
el trabajo que aún no he realizado.

El grandioso poema que escribiré
una tarde de otoño a los cien años.

Las largas caminatas con mi amor
hablando del tiempo que no pasa.

Nos miraremos y nos amaremos
con los ojos en verdad cerrados.
Y en esas caricias de oscuridad,
también, tendremos un pasado.

Hemos vivido, hemos vivido y
eso, amigos, está con nosotros
por eso queremos festejar la luz,
la luz, incuestionable, del futuro.

¿Te imaginas lo que nos imaginamos?
un pedazo de piel a los ochenta años,
una caricia procaz, un poema brutal
en la meseta, al cumplir los cien años.

CUMPLIR 60 AÑOS. PLURAL

A Madrid, a Buenos Aires, a…

Tengo serios problemas con la Poesía.
Siento que no tengo energías para Ella.
Gasto todas mis fuerzas por mantener,
después de los 60 años todo mi cuerpo.

Toda la energía, toda, para poder amar
el sexo, oculto, de mis mejores versos
la escondida pasión de los silencios
el verbo que se escapó de la palabra.

El mundo quiere para mí a los 60 años
difícil prueba que no habré de cumplir.
Comiendo apenas casi nada, verduritas
y haciendo el amor una vez cada tanto.

Que siga escribiendo a los 60 años
una letra que cante toda la pasión.
La libertad del mundo pero a solas,
encerrado en una vacía habitación.

A mí me piden eso,
a mí que fui plural en el colegio
amaba con la misma intensidad
a chicas, muchachos y mayores.

Me embelesaban maestras jóvenes,
me embelesaban maestras viejas.
Aunque algún día deba confesar
que por dos motivos diferentes.

Y así andaba, de fracaso en fracaso
pero desde muy pequeño fui plural.
Y fui plural a nivel del Instituto,
llegué a ser secretario general
de dos agrupaciones enemigas.

Plural y abierto con el juego
siempre soy feliz.
Cuando gano soy feliz
por mi manera de jugar.
Cuando pierdo soy feliz
¡existen seres superiores!

Y fui plural en la Universidad en 1958.
Al llegar me colgué de una ventana
y defendí a los laicos cuando yo,
en realidad, era profundo y religioso.

Y fui plural en el amor, de cientos
a 5.000 millones amaba con fervor,
quería pan para el amado
y pan no había,
ese dolor está en mi piel
mis versos lo atestiguan.

Y fui plural con la palabra.
Hablé: Viento del desierto que cambiará
toda la arena de lugar sin dejar rastros.
Encontrarse con eso que pasó es imposible.

Y escribí: mis huellas digitales sobre el muro,
asesté un duro golpe al blanco del papel.
Hice mármol del aire, bronce de la vida,
diamante imperturbable de mi canto.

Fui plural hasta conmigo mismo.
A veces me vestía diferente,
hablaba del amor en otro idioma,
besaba su boca como si fuera otro.

La acariciaba, a veces, de una manera
distante y alejada, como desconocida.
Y hubo noches de fuego y escándalo
donde su cuerpo era, totalmente, mío.

Ni sus arrugas escapaban a mi voracidad.
Una manía de quedármela toda para mí.
Plural hasta el dolor de intercambiar
esa mujer de fuego por un frío poema.
Y poemas rompí cuando fue necesario
para detener el llanto de algún niño
atemperar de la locura su violencia
o amar a esa mujer hasta llegar al fin,
del todo, para siempre, sin papeles.

CUMPLIR 60 AÑOS. CAMARADA

A mi hermana Norma, camarada

Yo también fui camarada de la vida
en la trinchera amable de la amistad
y en la trinchera oscura de la muerte.

Fui zanja hecha pedazos, quieta hoguera,
carne que no sirve para nada, ni el amor,
palabra abierta, plena, que no pudo fluir.

Fui ese pedazo de adoquín sangrante
un tango que se baila sólo en el vivir
las vías del tranvía en la curva mortal.

Un beso en el andén del tren perdido,
estrellas aparcadas en un lejano cielo,
un amor que al morir no existió nunca.

Fui camarada de la tierra americana
sembrando el porvenir de la palabra.
Poesía que en el futuro será el amor.

Camarada, todos juntos atados
luchando por las letras del pan,
por la agonía en buenas manos.

Luchando camarada, todos juntos
por un salario justo, si lo hubiera,
un amor recíproco que no lo hay.

Historias que borran la memoria,
dejando el cuerpo sin recuerdos,
el beso sin sonido de los sueños.

Soy de aquí, camarada, aquí mi vida.
Aquí todas mis plantas, mis lechugas,
las cosas de la tierra en mis amores.

Camarada del agua siembro para ti
frutas del tamaño de altas ilusiones:
todos juntos venciendo a la tristeza.

Mago de mí, ato al cuello del mundo
el cinturón de ausencias del poema,
camarada del cielo lloro la soledad.

Y también digo tener para los locos,
los enfermos del alma, un camarada.
Bestia de amor descuartizada y sola.

Y fui el gran camarada de la noche,
del hombre insomne que no duerme
y del mundo quiere cambiar el alma.

Camarada de la esbelta mujer acróbata
la que se balancea, sin cesar en el amor.
Cae y alcanza el cenit y no dice palabra.

Camarada de la mujer que sin mirada,
camina sin rumbo de un lado para otro,
sin poder entender porqué nadie la ama.

Camarada del hombre trabajador,
hierro para el amor, débil de futuro,
alguien que ya perdió lo que no fue.

De la mujer trabajadora y su destino:
hacer del pan una verdad y del amor,
un sueño entretejido entre las sombras.

Fui camarada de la letra y la piedra
la letra que llega serena a la palabra,
piedra perdurable del sexo del amor.

Camarada de mí, fui deslumbrado,
como deslumbran las estrellas fugaces
por uno de mis versos que no escribí.

Fui camarada ocioso de la muerte,
la vigilaba, la vigilaba todo el día,
pero en los sueños ella podía más.

CUMPLIR 60 AÑOS. PRISIONERO

Al Grupo Cero

Prisionero soy de una larga condena
porque la palabra no otorga libertad.
Digo huella y huella se hace carne en mí,
arrugas con el tiempo, dolores del amor.

Huella, te digo y existen los caminos,
huella de mí y, al menos, en soledad
algún sendero, algo, habré conocido
algún paso habré dado al comenzar.

Huella del alba anuncia que el sueño terminó.
Que viene el universo, la mujer y el hombre,
que el mundo todo viene para hacer poesía
y la vida, ahí, viene la vida que se terminará.

Digo árbol y el verde forja toda mi realidad.
Verdea el corazón de las mujeres ancianas,
pone en el centro del corazón de mi amada,
la esmeralda perdida que brilla en el silencio.

Y cae, hasta llegar a su verdad de musgo,
verde que se detiene para que el mundo,
se piense florecido, húmedo, inquietante,
verde de amor muriendo sobre la hierba.

Digo decir y a borbotones de cataratas,
de mundo, se hacen plenas las palabras.
La mujer que nada en mí veía, al hablar,
vio de pronto sólo una luz en mi mirada.

Mirada de fiera, selva acorralada de luz.

Mujer, decir mujer, abrir ese destino:
ennoblecer el llanto, encumbrar el amor,
poner gacelas en el andar del caminante,
sonidos de agua y pájaros en su cantar.

Violín herido subiendo entre tus piernas.

Digo violín, amada, digo violín herido
y un aullido espectral hace del alma,
callada y quieta melodía desesperada,
abre tus ojos al agudo vacío del amor.

Digo ferrocarril y viajo sin detenerme nunca
haciendo siempre ruido desde el oriente al sur.
Y máquinas y obreros y fiestas de vendimias
y muertes que su destino nunca encontrarán.

Tren del Oeste digo y crujen las praderas,
una bala de plata atraviesa los ojos de la noche
un caballo blanco muere de sed en el desierto
y la mujer de los rizos dorados muere de amor.

Caballos, ¡imaginad! caballos atados a sí mismos,
atrapados por la velocidad de liberarse y volar,
caer como las piedras de la montaña al río,
llegar al fondo de las cosas sin dejar de caer.

Digo cerdo, lombriz, serpiente y pájaro
y el sexo se deslumbra de sí mismo,
abre las piernas, abre las piernas y habla,
dice del mar cosas como verde-azuladas.

Se arrastra, se arrastra antes de volar.
Y cuando se arrastra goza y cuando vuela
y cuando cae, nácar o plata es su sonrisa
y se arrastra por el dolor y goza de la vida.

Y vuela y se deshace de besos y de luces,
sexo del amor, le digo, de la vida viviendo.
Poema, libertad, guerra contra el hambre,
dulzura del decir quiero vivir en el deseo.

Y digo muerte y aunque no lo dijera,
poeta enmudecido, igual he de morir.
Por eso que la palabra nos condena
cuando hablamos, al goce y al deseo.

Sin libertad, prisionero de la palabra
con la alegría de haber sido hombre,
con el alma ya lanzada a los vientos,
sin dejar rastros, mi cuerpo morirá.

Te recomendamos ver el programa de televisión.

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PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

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