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BIOGRAFÍA DE LA POETA MARÍA CHÉVEZ
Aun recuerdo el recital cinco mujeres en el Mundo, que realizamos en Casa de América, del que se publicó un cuadernillo, y en el que una joven poeta, Alejandra Menassa tuvo el honor de compartir mesa con las poetas María Chévez, Norma Menassa, Lucía Serrano y Carmen Salamanca.
Comenzamos con una reseña biográfica que su hija Ana Mercedes se ha tomado el trabajo de elaborar para la revista Poesía más Poesía. María nace en Buenos Aires, Argentina, un 16 de setiembre de 1940, en el seno de una familia de clase media, su madre, (mi Mamina), era maestra, y su padre, empresario. Una infancia y una juventud placentera en la que nunca faltó de nada, y que se ve alterada por la repentina muerte de su padre en un accidente de tráfico en el que también viajaba ella. Tiene 16 años.
Su madre, se queda sola en el cuidado y educación de los hijos. Con el amor por bandera. Ellos siempre primero. La poeta, en unos versos que le dedicaría años más tarde, dirá:
“…Montañas escarpadas
tibias para morir por las heridas de los pies
Nos condenaste
-dulce paño de furia-
con aquel destello de la ira en la mirada
A vivir
En tu vientre de lanza.”
María estudia Magisterio y empieza a trabajar en escuelas de los suburbios de Buenos Aires. En medio de las inundaciones, el barro, la delincuencia, aquella joven maestra se abre paso en otras realidades, en universos paralelos, y toma conciencia de lo político, de las injusticias sociales, del dolor humano. Su paso por la Facultad de Filosofía y Letras ahonda en este proceso.
María se casa, tiene 2 hijos y después de una turbulenta relación con varios comienzos y finales, se divorcia.
Trabaja en la Universidad de Buenos Aires cuando llega la dictadura militar, y a esa altura, su compromiso político, sus ideas, sus amistades, ponen en peligro su vida y las de los que la rodean.
María tiene que salir de su país, con algunos de sus amigos, casi con lo puesto, casi provisional. Un año después sus hijos viajarán a España con ella y lo provisional se transformará en para siempre.
Argentina se sumerge en una dictadura cruel, inmisericorde, y España, en cambio, empieza a salir de un tiempo oscuro. Son tiempos de descubrimientos, de aperturas, de construcción. De poder hablar, de poder reír y de trabajar, trabajar mucho, estudiar mucho. María es inmigrante en la España que acogía y recibía con los brazos abiertos todas aquellas nuevas corrientes de pensamiento, de cultura, de arte. España despertaba y Argentina se sumía en la más terrible de las pesadillas.
Pero antes de partir, cuando el horror ya empezaba a extender sus garras, María publica en Buenos Aires su primer libro de poesía: AFROTIKI.
INICIACIÓN
Yo, la que calla
dirá que enmudeció de pronto una mañana
y derrumbó en acacias los sueños del verano.
Que no perdono
que si resuena el arpegio entre sombras
no es mi llanto.
Sigilo de fantasmas entre rocas.
Viene una raza entre panteras
que arranca los aullidos al silencio.
Estrellas sin otoño
buscando ese gesto de frío entre salvajes.
Yo, la que calla
dirá que morir es indecente.
3 años después, en 1979, escribe El Fin del Amor. Son sus primeros poemas en el exilio.
“…No me consuelo de tus muertos.
No perdono…”
Y también: Ellos Dos.
Y también:
“…Escalo tus montañas no con el poderoso vuelo de las águilas, escalo tus montañas, a vuelo, de pobre pájaro deforme.
Cúspides de las cúspides: mi fealdad.
Un temblor, un incipiente temblor,
un tenue y solitario murmullo infantil
en plena cumbre…”
Desde su llegada a Madrid, María desarrolla una actividad frenética: es poeta y psicoanalista. Dirige la revista Apocalipsis Cero, es miembro fundador de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero y alterna toda esta actividad con recitales de poesía, conferencias, congresos, allá donde la invitan.
Son tiempos de expansión y el día empieza a tener más de 24 horas. Es la experiencia de Carbonero y Sol, la “familia ampliada”, donde el arte, la poesía, la pintura y las emociones conviven con el cuidado de los niños, de los adolescentes, de los pucheros y las risas, siempre las risas…
En 1987 se publica Poesía Cotidiana, la poeta ya es abuela, entre otras muchas cosas. Una abuela joven, diferente, que dejará huellas imborrables en sus nietos.
“… Le tomo la mano y aprieto sus dedos sobre las letras.
Y ella, mi muerte, escribe:
Sigue hablando.
y exaltada continúa:
Soy tu silencio,
el imposible blanco. “
Luego vendrían Poemas y Libertad (1990), La Histeria y los Sueños (1994), De la Mano del Amor (1998), A Plena Luz (2004).
Sigue incansable con su labor clínica, y docente. Imparte seminarios, colabora en diferentes publicaciones y foros. Dirige talleres de poesía, y sigue escribiendo, publica Mejor hablar (2006).
En 2012 empieza a jubilarse, en parte porque una enfermedad terrible y cruel trastoca su realidad cotidiana. Pero todavía nos dejará “Lugares de Paso”, su décimo libro publicado.
Juntas recopilamos poemas escritos en papeles, en diferentes ordenadores, en mil carpetas.
Ella me dictaba y los íbamos revisando, recomponiendo.
Fue agotador, pero fue uno de los mejores momentos de mi vida.
También discutíamos y salíamos a pasear. María ya vivía en mi casa y necesitaba nuestra compañía y nuestros cuidados.
Y el libro se terminó y se publicó en abril del 2013, justo a tiempo para la Feria del Libro. María, feliz en un entorno que adoraba, firmó sus ejemplares.
En su último libro, entre otras, dedica estas palabras a sus cuatro nietos:
TUS OJOS
Hoy
te miraba y tus ojos
derramaron lágrimas.
Esta vez se trataba de un desamor sin justicia.
Y deseé
para ti
un escudo palpitante
y transparente
que pudiera la distancia
que tú aún no podías hallar.
Enorme legado, María. Gracias, por tanto.
“Volveré a escribir otras cien veces, Annelice, en las paredes,
que el amor no duele ni tiene fronteras;
que vivir contigo y con los otros fue una fiesta.
Y el mar, el mar siempre me aguarda…”
Los libros de María fueron ilustrados por Emilio González, Stella Cino, y en la portada de El fin del Amor, una fotografía de una estatua de Olga de Lucia. En su libro A plena luz, se pueden ver ilustraciones de una de sus nietas, Julieta Álvarez, diseñadora.
Miguel Oscar Menassa nos recuerda que María fue la primera mujer en publicar en la editorial Grupo Cero: “En agosto de 1976, todavía, en Buenos Aires, se presenta el libro de poemas Afrotiki de María Chévez, que tiene como gracia haber sido la primera mujer que publicó en la Editorial Grupo Cero Buenos Aires y, luego, se decide zarpar. Algunos a España, otros a Colombia, otros a Israel.”
Miguel Oscar Menassa, que fue su psicoanalista, coordinador de los Talleres de Poesía en los que María comenzó su andadura poética y Director de la Escuela de Poesía y Psicoanálisis Grupo Cero, dónde María se formó como psicoanalista, también prologó sus dos primeros libros: Afrotiki y El fin del amor.
En el prólogo de El fin del amor, dice Miguel Oscar Menassa:
Nunca vemos algo la primera vez.
Haberme encomendado el prólogo, también para tu segundo libro de poesía, me hace pensar que más allá de la algarabía ciega por lo que nace y es a la vez flamante y novedoso, la insistencia- no de vos, paloma abierta por los vientos, sino de ella en vos-, tejiendo por las noches sobre tu pequeño cuerpito enamorado palabras imborrables.
Tropiezo por segunda vez en una piedra y la nombro:
Poesía.
Airosa paseándose por tu sonrisa, o bien dándote hasta quedar exhausta.
Poesía expuesta a las contingencias de la guerra. Vómitos de sangre
desesperada,
porque los hombres también suelen morir bajo sus puentes.
Te imagino saliendo de Afrotiki (tu primer libro) llena de sol, inundada de colores y fragancias, envuelta entre garzas doradas y ligeros antílopes.
Pequeñas cabezas salvajes, reducidas, lucían atadas a tu cuello con un hilo de seda y de brillantes. Y todo era posible en ese desvarío, en tu pequeña isla solitaria.
Nativa y extranjera,
como si de tu vientre se desprendiera de ese libro, el Universo.
Te imagino entrando en el amor para decretar su fin, llena de bríos, llena de promesas, vestigios de una vieja pasión,
Donde la Pampa se abre majestuosa en tu mirada.
SEÑALANDO EL CAMINO (María Chevez, escribe este texto en 2004, para celebrar los 30 años de la Editorial Grupo Cero).
Frente al título mantenido en la portada de la Revista de Psicoanálisis Extensión Universitaria desde hace varios meses, acuden hacia mí palabras de gran resonancia.
Aparece lo espacial, la geografía, la distancia en tiempo de horas de vuelo o minutos de Internet, pues la Editorial Grupo Cero que hoy en día funciona con cabecera en Madrid y en Buenos Aires fue fundada en 1974 en la ciudad argentina, donde residía entonces el Grupo Cero, cuyas actividades culturales en el campo clínico del Psicoanálisis y su enseñanza, así como su presencia en la Poesía con recitales que congregaban a los amantes de la Poesía y el Psicoanálisis, siempre rebosaban de público. Había también debates y conferencias, pero sobre todo la inquietante presencia de muchos alumnos, candidatos congregados alrededor del Grupo Cero en grupos de formación y en Talleres de Poesía. Funcionaban grupos de Freud, de Lacan, de Lingüística, de Topología, de Poesía, de Teatro y Narrativa. Hacía poco que se había producido la escisión de Plataforma en la A.P.A. y se había divulgado profusamente el Primer Manifiesto del Grupo Cero, 1971, titulado de Adhesión al Grupo Plataforma que había escrito Miguel Menassa y contaba con la firma de los principales integrantes.
En 1974, el Grupo Cero decidió editar su propia revista y produjo la revista Grupo Cero nº 0, llevaba un logo en luna partida en que dos perfiles se miran.
El director era Miguel Oscar Menassa.
La revista de arte y pensamiento Humboldt en su nº 56 da cuenta de la presentación de la nueva revista: “…ambiente de ensueño, gran taller de pintor a media luz atiborrado de centenares de jóvenes. Caras finas, inteligentes, personas estupendas.”
Verdaderamente nada describe y califica con mayor acierto ese momento inaugural excepto la misma revista, auténtica novedad para la cultura, en el editorial que escribe su director.
Una manera de dar cuenta por escrito de los actos de transmisión del Grupo Cero y sus integrantes.
En esa época no sólo eran hombres los que integraban la editorial recién nacida en su primera revista, también eran médicos, psicoanalistas, profesores de universidad, jóvenes a los que se les requería enseñanza y transmisión.
Sergio Larriera escribió en esa ocasión la novela Territorio Liberado que fue el primer libro con el sello editorial Grupo Cero. Después fue editado Yo Pecador de Miguel Oscar Menassa presentado en el Teatro San Martín en una sala para 1.000 personas totalmente llena a rebosar.
A éste siguió Psicología Animal y Arte, del mismo autor seis meses después, presentado ese mismo verano donde podemos leer que se inicia el tiempo de partir.
Lo precede la revista Grupo Cero nº1.
Afrotiki, mi primer libro aparece unos meses después.
Norma Menassa dice de la inserción de una primera autora en la Editorial Grupo Cero: “y el tiempo de partir concluye con la inclusión de la primera
mujer que publica en la Editorial Grupo Cero, María Chévez con Afrotiki, libro que se presenta en el Tehatron, sala de teatro ubicada en la galería de Pueyrredón y Santa Fe, con la inclusión de lo femenino que traerá el soporte ahuecado de la ausencia, ya que marcará las vísperas de la partida a Madrid.”
Afrotiki iniciaba su tiempo en pleno adiós. Presentado en una sala atestada, el Tehatron, se reunieron más de 800 personas el 10 de agosto de 1976 … al salir, más personas nos esperaban en la calle por no haber podido entrar. Menassa cierra el acto leyendo por primera vez su célebre Carta del Adiós.
Este tiempo que cierra Menassa, abriendo el de las partidas, había sido una época donde las salas reventaban de gente. El histórico café Nalón de bote en bote para ver y escuchar al joven maestro Menassa con sus amigos.
Si algún psicoanalista para esas fechas dijo que no a toda institución, inmediatamente hubo de darse cuenta que Freud y el Psicoanálisis ya lo eran y de nuevo cuño o sea instituyentes.
Dicho el Adiós, Menassa voló a Madrid, el 21 de agosto.
Con Menassa, el significante Grupo Cero se trasladó a Madrid.
El psicoanálisis se ahogaba en Buenos Aires, estaba maltrecho y torturado, como tantos habitantes de Argentina, totalmente desaparecido.
Y en las anécdotas afortunadas, totalmente maquillado de códigos, confundiendo lo real con la realidad y el nombre del padre en manos de la carne, pudriéndose.
Sin embargo, en el Grupo Cero, como escribe Roberto Molero: “Hubo ruptura de muebles, llanto, locura e interpretación. Se astilló en mil pedazos la bola de fuego que éramos en la cultura de Buenos Aires. La historia continuó en Madrid.”
Y la historia editorial que había comenzado a perfilarse en Argentina, se reinicia en España.
En 1977 Menassa publica en Madrid su libro Salto Mortal, siguen reediciones de Yo Pecador y de Afrotiki.
Salto Mortal fue presentado en el Ateneo de Madrid, con un público de 350 personas, con un recital del poeta acompañado de música de oboe.
El Fin del Amor, mi segundo libro fue presentado en la galería Juana Mordó ante 300 personas con un recital acompañado de poemas bailados.
Siguió Canto a Nosotros Mismos, del poeta Menassa, que fue leído por primera vez en La Zaporra, en un recital organizado para la ocasión por los veteranos de la guerra Civil. Este libro también fue leído en el Homenaje a La Pasionaria y posteriormente en otro Homenaje que Comisiones Obreras y U.G.T dedicaron a las Madres de Mayo.
De esta primera época en Europa están también:
Psicoanálisis del Líder
Psicoanálisis del amor
Invocaciones
Estos tres títulos también escritos por el poeta Menassa y Psicoanálisis del Psicoanálisis de J. Kozak.
En 1978 la Editorial Grupo Cero, con su nueva revista, Apocalipsis Cero y varios libros previamente editados como los nombrados más arriba comienza su andadura en Madrid, La ardua tarea de entrar al mundo del libro con independencia de los vaivenes y movimientos de esa industria.
Fundada en 1978 por el Dr. Menassa, que ha sido desde entonces su director. Un grupo de poetas, psicoanalistas, e intelectuales que se aglutinaban alrededor del primer libro publicado en España, por Miguel Oscar Menassa, SALTO MORTAL y la primera revista de poesía y psicoanálisis publicada en Madrid: Apocalipsis Cero.
Un claro deseo señaló la producción de la Editorial: dar salida y lectores, en especial, a la escritura que se acuñaba en nuestro pensamiento
más contemporáneo, en la escritura de Menassa a la luz de una conjunción poco transitada: Poesía y Psicoanálisis. Los talleres de poesía, el grupo, generaron algunos autores. El funcionamiento, autogestionario de la editorial ha incluido desde el principio la participación de los autores en la edición.
La poesía abandonada en manos de élites especializadas, conocía sólo tiradas cortas y plumas conocidas.
El Psicoanálisis era conocido en la Obra de Freud, gracias a la traducción temprana y completa de sus textos que se realizara en Madrid en 1924. Poco comprada y poco leída, el Grupo Cero hubo de rescatarla de los altos anaqueles de la “superación” donde había sido ocultada por el discurso cultural vigente, con publicaciones e impartiendo cursos y seminarios en la propia sede editorial.
Así, señalado el camino, Madrid comenzó a leer a Freud y conoció en su carne el descubrimiento del Inconsciente.
En 1985 fue también la Editorial Grupo Cero protagonista de una vuelta en el tiempo.
Buenos Aires, ya había casi olvidado a Freud en la penuria cotidiana, en los desvíos cada vez más evidentes de una teoría pervertida por la ignorancia y los delirios del poder.
Hubo pues que volver a sembrar en esa ciudad los libros de psicoanálisis y los libros de poesía del Grupo Cero, publicados en Madrid.
De ellos se desprendía una novedad: psicoanalistas en incuestionable formación permanente, la Escuela de Psicoanálisis, que había fundado en Madrid, en 1981, el Grupo Cero con la dirección de Miguel Oscar Menassa.
Novedad para las personas que se dedicaban a esos campos, que de alguna manera ignoraban que en los textos de Freud esto estaba claramente establecido. Una vez más la ignorancia y la comodidad se emparejaban para no transitar del campo psicoanalítico ni los bordes. Para estos practicantes del desconocimiento, los territorios propios del psicoanálisis eran indivisables. La tierra siempre prometida, siempre lejana siempre intransitable donde Edipo corría el peligro de ser más que una tragedia.
En 1991, la revista Apocalipsis Cero, da paso a una nueva publicación periódica: El Indio del Jarama, la cual a su vez dio paso a la revista de Psicoanálisis y a la de Poesía ya con nuevos formatos, periodicidad mensual y difusión gratuita.
Han pasado los años… Hoy por hoy más de cien títulos escogidos de la producción escritural del proyecto Grupo Cero, se distribuyen y venden en España y América de habla hispana.
Todas las cadencias, todos los tonos, y los ritmos del habla que amamos, la Editorial Grupo Cero, también estuvo presente en cada uno de los Congresos, fueran en Buenos Aires o en Madrid, con sus actas que han dejado clara prueba de la intensidad de esos encuentros.
La Poesía para todos: nuestra revista Las 2001 noches, 125.001 ejemplares de libertad que se distribuyen gratuitamente a la población de habla hispana.
El Psicoanalisis en Extension Universitaria, la revista de Psicoanálisis de mayor tirada, 125.000 ejemplares de distribución gratuita.
Lo que pasa en nuestra Editorial es Poesía y Psicoanálisis, dejándose ver en escritura de producción y creación, incesantes.
En este corte temporal: nacida en Madrid y para el habla hispana, la Editorial Grupo Cero, Poesia y Psicoanalisis.
Faro y destellos, en las noches tristes o en las noches de milonga y flamenco.
Apoyada en la carne, en la sangre de la letra, en la tinta de la pluma ágil o del rasgo arduo. Iluminando los escollos y dando seguro a los viajeros del tiempo.
Tiempo sin límites, casi detenido, siempre dispuesto a echarse en brazos de alguna música, nada banal.
Editorial Grupo Cero.
Tiempo de poesía entre las borrascas y los relámpagos y, también, tiempo sin calma, aunque el viento deje de soplar…
Toda una pasión, la Editorial Grupo Cero, al vuelo de una nave que lleva en su bagaje entre sueños y efectos, aquel gesto decidido de nacer y re-nacer.
Pasión en su tono más alto: la plenitud incomprensible de los pioneros…
María Chevez ha publicando los siguientes libros:
Si quieren adquirirlos, tienen un link a la Editorial Grupo Cero:
https://www.editorialgrupocero.com/autor/maria-chevez/
Poesía
1976 – Afrotiki
1979 – El fin del Amor
1987 – Poesía Cotidiana
1990 – Poemas y Libertad
1998 – De la mano del Amor
2004- A Plena luz (Premio ex aequo Asociación Pablo Menassa de Lucia)
2013- Lugares de paso
Psicoanálisis
1989 – Psicoanálisis de la Sexualidad
1994 – La Histeria y los Sueños
2006 – Mejor hablar
Ha participado en varios libros colectivos:
1994 – Neurosis, Perversión y Grupalidad en Psicoanálisis.
1995 – Vigencia de Sigmund Freud. La Transferencia
1995 – Talleres de Poesía I
1988-2000 – Actas de Congresos Internacionales Grupo Cero.
Todos ellos de la Editorial Grupo Cero.
Psicoanalista de Grupo Cero y coordinadora de talleres de poesía en Madrid.
Entrevista a María Chévez, publicada en la Revista de poesía Las 2001 Noches:
P.: Tengo entendido que usted cumplirá 25 años con la poesía a contar desde la fecha de su primer libro de poemas. ¿Cómo comenzó a publicar?
M.Ch.: Comencé a escribir poesía en uno de los primeros talleres del Grupo Cero que coordinaba Miguel Oscar Menassa.
Después de un tiempo y teniendo en cuenta el crecimiento productivo, la Editorial, que en esos momentos tenía pocos años de andadura, me dio la posibilidad de publicar mi primer libro de poemas: Afrotiki, que vio la luz un 10 de agosto de 1976.
Luego continué escribiendo poemas y coordinando a mi vez talleres de escritura. En los talleres en que me formé, como poeta, siempre con Miguel Menassa como coordinador, fui comprendiendo que la Poesía es el más alto nivel de lo humano y que esa posibilidad de ejercerla es marca para toda su historia.
P: ¿Cualquiera puede ser poeta? ¿Qué piensa usted?
M.Ch.: Escribir poesía, repito, es una posibilidad del lenguaje, donde habitamos los individuos de esta especie tan especial capaz de articularse en la palabra y de reproducirse en cualquier época sin período de celo como le pasa a otros mamíferos. El poema sólo es en el Lenguaje.
Por eso el poema y el poeta sólo se encuentran en el tiempo de escritura del poema. Apenas un instante, luego del cual se separarán para caminar hacia destinos diferentes después de haber compartido un hálito de eternidad…
P.: ¿Qué es la poesía para usted después de veinticinco años?
M.Ch.: Por ser una función del lenguaje que el escritor ejerce, te diría que esa función si no la reprimen producirá lo que cada poeta se permita en esa función, en esa posición privilegiada. Del idioma utilizaremos palabras y leyes de funcionamiento, y sobre todo debo decir que para mí, formada como poeta en los talleres de Poesía Grupo Cero, es una práctica incesante. No creo en la inspiración y como ya hemos dicho muchas veces es mejor que el poema, al llegar, nos encuentre trabajando.
Como decía Concepción Silva Belinzón, varias veces candidata al Nobel, “escribimos con palabras no con ideas. Las buenas ideas como el poema son fruto de combinaciones afortunadas”.
P.: ¿Cómo conjugaría usted mujer y poesía?
M.Ch.: En esta época en que vivimos se nos reclama a las mujeres una igualdad en campos como el trabajo, el sexo o la guerra.
Gracias al psicoanálisis sabemos que la famosa diferencia es inexistente y que las relaciones sexuales proporcionan momentos de fusión donde Ella es él o ella y Él es ella o él. Donde el empuje del deseo encuentra destino y desvíos, la Poesía se me presenta más allá de los versos, como función creadora en un ser parlante.
Mujer y Poesía se parecen, se encuentran y se enlazan en un lugar de lo humano donde el exilio es lo permanente. Descentrada de lo “vigente”, la mujer como el poeta busca a tientas un territorio novedoso donde la imaginación reproductiva que nos caracteriza se transforme en productiva. Un más allá donde la Poesía como la más eficaz función del lenguaje y Mujer como ausente de él, se acercan y asemejan en un descentramiento, un fuera de, capaz de la producción y de la creación. Y ese más allá de la poesía, también es poesía; arrancada al silencio, a lo desconocido, testimonio de lo que perdura, en el lenguaje. Como dice el Grupo Cero, cuando la poesía es escritura, cuando más que el trazo es el tiempo del trazo.
SELECCIÓN DE POEMAS DE MARÍA CHÉVEZ
DEL LIBRO: AFROTIKI (1976)
HE LLEGADO POR FIN, VINE A INSTALARME
Navegando en antiguas maderas fue costoso llegar y sin embargo los nativos
no tienen ceremonias para el primer encuentro.
Sola en el inicio, participaba únicamente de cálidos festines.
La caza de la corsa rosada estaba prohibida para mí. Una vez atrapadas,
los nativos las dejan crecer como pirámides en el centro de la isla.
Salí a cazar con ellos y sus tiernas sonrisas cuando mi piel tomó los colores
del sol.
Afrotiki la isla solitaria habitada por duendes y calandrias.
Suelen pasar
por mi ventana misteriosas garzas y perfuman de azul mi cuerpo en el
escándalo de la soledad.
Amo a los que están lejos.
Debo confesar
-que especialmente en las mañanas cuando todo está quieto,
cuando el mar no se distingue bien, brillante y esfumado por la neblina
cuando el viento deja de soplar-
detenida, sin poder volver, tengo miedo.
Acuden los recuerdos saturados de olor a naftalina. El moho verde y las
bacterias terminan destruyendo la memoria.
No solo temo los recuerdos, temo también aquel deseo inagotable, corales y amatistas donde mi cuerpo y mi alma separan sus destinos.
Una cara y un libro antes de partir. En realidad huía. Mi peregrinaje
no podía esperar. Almas gemelas esperaban con los brazos abiertos mi
llegada, con los brazos abiertos mi locura.
Y si en la soledad extravío el contorno de mi cuerpo
no me escondan como la opa triste en el fondo de la casa.
Hagan conmigo un cerco de magnolias.
Ellos antes de partir, besaron mis ojos.
Leo los libros que escribieron mis amigos y el asombro de los nativos dora
mi piel.
Entre mi piel y los nativos se interponen viejas costumbres y las
nostalgias.
Olga.
El nuevo nombre que me dieron es el lugar donde no puedo recordar
mi sexo.
En él habita la belleza.
Vivo lejos del mar, un mar magnético, íntimo, grandioso, obstinado por
las noches. Mandrágoras y rododendros crecen en sus orillas que no podré
alcanzar hasta que los reflejos ambarinos propios del lugar habiten mis
ojos.
Pienso en tus palabras, no extraño tu voz. Los nativos saben del tono
de tu voz y me han regalado para demostrarme su poder una pantera de nácar
y violencia para que acompañe mis mañanas.
Vivo con el jíbaro de los ojos azules, desconoce el límite de su nombre
él es nosotros
enhebra pacientemente collares de cabezas.
Una tarde despacio me acerqué a sus labios para sentir el frío de su hacha
Sobre mi nuca.
Retrocedí de espanto, el arma estaba fija en su corazón.
Gesto de vidrio solamente entre nosotros. Ya no habla.
Recuerdo algunas noches en mi ciudad. La vieja que cocinaba junto a mí
mermelada de frutillas.
Dos niños vagan por la playa. Sus pieles platinadas y en sus ojos, los deseados
reflejos ambarinos. Se quedarán conmigo, cambiarán mi mirada.
Crecen las alas de la pantera nacarada a causa del amor.
Pronto alcanzaré las orillas del mar.
Hoy salí a cazar la corsa rosada con los nativos.
Sé que estoy en el final.
Mojé mi cuerpo en el mar. Grandiosa, helada, la playa de la cual había
partido, frente a mis ojos, los sótanos esperan, una vidriera me devuelve
el destello ambarino en la mirada. Estoy libre, soy, quién lo duda, uno
de los extranjeros nativos.
Vuelvo a la isla porque de la isla no he podido partir.
PÁLIDA CIUDAD
Es ésta una ciudad donde el invierno
se despide con gestos plumosos del otoño
y los semáforos
confunden puertos y ciénagas, con su luz.
Húmeda recorro la piel del que duerme destinos ocultos.
Pálida ciudad
hoy no amaré a nadie
vine a morir.
Cuando el sol cae cobarde y lentamente
no deseo verdor
sólo estas notas lentas.
En la desolada ciudad tuve un amigo
con una piedra en forma de lagarto
latiendo en el centro de su cuerpo.
Vivimos juntos en medio del asombro.
La guerra, aguas y espejos
y pequeños relámpagos.
Mi padre espera en la ciudad terrible
cruzó todas las puertas para morir
cavando una zanja o plantando soles
o ardiendo de noche mientras atravesaba a nado alguna
acequia.
Mi padre es triste las tardes de domingo
cuando miramos del brazo interminables túneles
y vuelve a confesar que me ama
que ama mi ciudad.
Muere mi padre muerto, tomado de mi brazo.
Nunca hubo realmente reinos
y el poder era música,
olvidaré al abuelo indio azotado hasta morir
y ése
ciertamente
es mi gesto de tristeza.
INICIACIÓN
Yo, la que calla
dirá que enmudeció de pronto una mañana
y derrumbó en acacias los sueños del verano.
Que no perdono,
que si resuena el arpegio entre mis sombras
no es mi llanto.
Sigilo de fantasmas entre rocas.
Viene una raza entre panteras
que arranca los aullidos al silencio.
Estrellas sin otoño
buscando ese gesto de frío entre salvajes.
Yo, la que calla
dirá que morir es indecente.
AMO AL QUE TIENE CONMIGO EN COMÚN LA MIRADA
Soy la caída del hombre que llevo para siempre en mis oídos.
Extranjera y salvaje
que muere en los brazos tardíos del otoño.
Agotadora e impertinente lluvia
donde enlodan los hombres su tristeza.
Soy amada por el que ama de mí las derrotas.
Devastador simún el que sopla antes del amanecer
y produce la guerra en cada encuentro.
Tengo un sólo dolor,
el poeta soporta en sus ojos toda la pobreza.
Tengo un sólo recuerdo
su gesto de locura ante mi muerte.
LA ESCLAVA INFIEL
Déjame señor del fuego y los ocasos
ser la cobra que huye por el alba a campos de amapolas.
Brotan de mi piel las negras perlas
que enhebro en los collares que colmarán tu sed.
Golpes de olas violentas traigo en las entrañas.
He tenido padres que han muerto de hijos.
Hijos que habré de matar,
ahogando sus risas en tardes carmesíes.
Niños de almíbar y de miel.
Dejad que siembre en las arenas la ira sin fin que nos aflige.
Venganza señor.
Que se levante el hacha que desgaje los montes
donde crecía el trigo.
Que nazcan de mis manos el trueno y el odio.
Soy señor, la esclava infiel.
Deseo tu muerte
látigos del otoño que rebajen mi piel.
Amo tu llama que me exterminará.
DEL LIBRO EL FIN DEL AMOR (1979)
ALTA TRAICIÓN
Asciendo
entre humos del recuerdo.
Vanos perfumes
irrumpen bajo el sol.
Ave mujer,
virgen y mártir.
Muerta entre los muertos
danzante cadáver.
Mater inspiradora
habilidosa reina del desastre
fatal
durmiente
destructora
sin porvenir.
Recuerdo tus recuerdos.
Alta traición
tu cuerpo,
telón opaco
donde escondes
la muerte y el futuro.
Ayer navegábamos juntas
sin dolor
aguas bajas.
Retorcimientos.
A cada cual
le toca
lo que le toca
y repartir no es vano.
Es un intento.
Tu cuerpo sobre mi cuerpo
fragmentos
sangre.
Alta traición.
Destructor estallido,
estruendos.
Amábamos
en la oscuridad
silentes
impunes
a solas.
Todo concluye.
Hoy entre risas,
los placeres del ocio.
Mi luz.
Encadenada a tus esfuerzos
soy
mi propia voz.
Te sobrevivo.
ELLOS DOS
Ella
era una hembra.
Torpe y cruel
desgajándose en silencios
en palabras vanas.
Él
era un solitario
un hombre sin destino.
Juntos
por la estúpida costumbre
de prolongar encuentros fortuitos.
Tuvieron hijos porque toda mujer desea alguno.
Y vinieron tardes somnolientas
donde el tedio
era señorío.
Se arrastraban por el mundo
esperando,
algún licor violento
dios ajeno que trastocara el sopor,
oculto dardo del sinsentido.
Y vivieron juntos
furtivos al asombro
a los otros.
Ella
despertaba aburrida
entre bostezos
al sol sobre sus hombros.
Él bebía silencioso, su café.
Le sonreía sobrio
y la olvidaba.
Los encontré una noche
él
muerto a martillazos
sobre la inmensa cama destruida
ella ciega,
irremediablemente
loca de horror.
Cerraron la puerta y todo siguió igual.
Ella
deformó su cuerpo y lo cubrió
del paisaje cotidiano
la vida familiar.
Él se fue yendo
nadie se dio cuenta.
Los hijos vivieron del recuerdo.
Fueron
propiedad exclusiva
de una mujer digna
intachable
una luchadora
madre de familia.
VIEJA PASIÓN
A mi patria.
Infinito dorado vaivén.
Sobrevuelo,
por última vez
tu cuerpo.
Adviene el tiempo de la soledad.
Despido en tu piel
mi propia rabia.
No me consuelo de tus muertos.
No perdono.
Verdad
es este rencor antiguo de emigrado.
Pasión del miedo.
Caigan sobre tus tierras mis últimas lágrimas.
Fui
tu enamorada.
Todos los climas.
Hoy
desconcierto
tímido alarido
extiendo
-luz de luna-
la esperanza.
Efluvios del silencio para las tumbas.
Mansas cabras
fuerza de mineral.
Arena entre las manos,
y todo el mar,
sin mí;
incansable alimento de la furia.
Danzo
-desencanto y descubrimiento-sobre
suaves, dulces,
mortales privilegios.
Quiebro tus piedras.
Hondo alarido de esfinge
fui,
todas las naves.
DEL LIBRO POESÍA COTIDIANA (1987)
EL TIEMPO NO HA PASADO
Exquisita y feroz pereza enamorada,
abruptos latidos de coraje.
Adorar y humillar tu niño sucio abandonado,
diluir en mi mano el quieto cansancio de tu frente,
velar tu oscuro sueño, tu cuerpo tenso,
tu palabra febril temblando de mañana.
Escribo versos y no hago cuentas.
Descubro ideas y te miento,
hago de tonta en tu presencia
y añoro, entre tus brazos,
ese amor palpitante, mi propio aliento.
Extranjera en tu mundo -orden menor para nuestro extravagante
delirio geográfico-
a caballo entre las épocas cambiantes,
nunca estuve aquí.
Entregada al poema, al deseo, a las luchas violentas de la verdad
qué Paul, qué vida Eluard
en mi patria que está lejos
la muerte organiza la vida.
Bandera azul y blanca de mi tierra ardiente
como una mujer espera
como un hombre de rodillas, reza.
Tu prosa viva gimiendo, Miguel, amigo, Breton, Artaud
y el comerciante de abisinia, lejano ocio feroz.
La patria se confunde, amor, cuando está lejos.
Sabor irrepetible sonido de risa en la piel.
Manos quietas como el viejo mapa de colores.
Te nombro
geografías del sol sobre tus hombros, después,
mi taza de café
en el bar azul sombrío.
Dolor clavado
tus piernas firmes
tu apellido viento
mi rostro de acíbar alojándose en la piedra.
La patria, vida, es celeste
otoño
caída
herida.
Tiempo habitado
lejos, huída.
Ven, démoslo todo vueltas.
No olvides, no perdones.
Frunce el ceño y espera.
Seamos esta música que nos tiñe el alma
alarido, compás, voz.
No habrá guerra cuando estalle, bestias boqueando de sed en
el desierto
y recova
y retreta
y pampa cubierta de lino, sábana húmeda de rocío.
Patria cuando estás lejos, eres esta fruta ácida
tronchando mi boca de isla y de río
seda interminable
cáncer
dinero
oferta
demanda
mercado de esclavos
a la usanza europea.
Mujeres comprando hombres
hombres mercando mujeres
niños sucios mendicantes
fosa común donde yacen
los mugrientos mercaderes.
La que compra el prestigio del objeto
el que lo vende
la que sabe
el que calla.
Miseria y un sol desvaído por la contaminación.
Finales de siglo en ritmos furibundos.
Todos los héroes murieron violentamente
lo dicen por televisión.
Esconde rápidamente la lira y aúlla,
no soy la luz.
POEMAS Y LIBERTAD 1990
NO HAY DOLOR QUE IMPIDA SOÑAR
(poema de los cincuenta)
No hay dolor que impida soñar
canta
baila
embriaguémonos
ha llegado la edad de nuestra libertad.
Han pasado las generaciones
y nuestra vida
al fin
se dirige a una playa tranquila,
diminuta cala donde los vientos
llegan
tan sólo
cuando están cansados de soplar.
Allí el mar es suave
y con mimo
se esconde entre pequeñas rocas.
Nuestros cuerpos
al sol
ya no esperan.
En paz con el amor
esta pasión no cesa.
Tampoco olvida
y contra el ácido sabor
de las palabras malditas
pongo en el mundo
además de hijos
versos
instantes dichosos
donde el tiempo se ríe de los climas.
Natural inclinación soslayante
llevo en mí algún suspiro.
Alguien
trata de tacharme.
Sin embargo insisto y respiro.
Luego, ociosa, sin las edades
alcanzo alguna flor
-quizá un ciclamen-
y no la pongo en un libro.
Tiño con ella, un segundo
un trazo del aire.
MADRID, AQUÍ ESTOY, VIVIENDO
Casta doncella encerrada
piernas juntas
manos quietas,
en ti vine a albergarme,
era poeta.
Tratas desde entonces
que nuestro destino marque
voces milongueras.
No sabes, acaso,
que recostada en una larga ribera
vive una muchedumbre
en cuyos cuerpos,
todas las edades, todas las músicas,
laten un acuerdo.
Serena quietud trastornada de algas
resisto en tu figura,
arcángel subterráneo, alborozo del sonido.
Místico arrebato,
incomprensible amor, vives conmigo.
Huérfana y ciega fui
entre tus sedas, una malviviente,
goznes de la infancia, oscilación y ardor.
Recuerdo nuestras vidas y siento escalofríos.
Murallas del hambre sobre tu voz
bruma entre los álamos, desteñidos de silencio.
Celestes lagunas del desierto,
gacela turbia, descuidada
azotada sangre.
Eras el ruido que hendía una roja mortaja.
Ahora lava ardiente
encuentro en el horizonte
vendaval
sonrosada miel.
Brisas calmantes para los flautistas
dulces, jardines y alas de plata
para este cálido misterio
cuerpo de mi voz.
PASIONARIA
Pasionaria
larga historia dividida
entre una flor
y un libro.
Pasionaria era una palabra que enraizaba
en los cafés polvorientos,
en la guerra civil española,
en una flor de extraordinaria belleza
crecía en la humedad y exhalaba un recuerdo cruel.
Después fue un libro ardiente y veraz,
una derrota ante la historia.
Y aquí, en Madrid, la Pasionaria, fue una mujer,
sin vacilaciones, blanco de múltiples polémicas del pasado.
Florecía en el esplendor de una vida militante.
Noventa años detrás de una frase: Yo me revelo, yo lucho.
No implicaba la famosa sillita donde seguir destejiendo
sin mácula de realidad.
Su voz enérgica, sus ojos brillantes: Todo ha cambiado.
Nada ha cambiado.
Ella viajaba con su destino.
No era vencer.
Era, simplemente: yo me revelo
yo lucho.
Y no detenerse.
ELLA, ÉL Y EL DESEO
Él solía sentarse por las noches
a pronunciar palabras de amor.
Ella tejía sus certezas.
Eran como un hombre y una mujer, bailando.
Ella y Él eran un momento de amor,
un sueño que se repite, siempre
interrumpido.
Ella, triste de recursos, era una forzada acompañante,
detenida
al borde del camino, intentaba obstaculizarlo de reproches.
Él, le daba a veces algo de su espalda,
para que ella intentara continuar su muerte-vida.
Él, como los hombres, temía la soledad.
Ella, como las mujeres, envidiaba la indiferencia,
amaba la pereza.
Ella esperaba de él, que él teniendo, ella tendría.
Él sólo tenía lo que aparentaba.
Él aparentaba lo que ella le permitía.
Ella era hierática, muda. Esperaba su premio de amor,
Él era capaz de morir de espanto
ante aquellos ojos apremiantes.
Muerto no estaba obligado a nada.
Él era triste las tardes de otoño.
Ella era la dueña de su cama.
Ella, pobre, ambigua, se aferraba a los barrotes de la cárcel.
Él, aburrido, atónito, lustrábalos.
Ella estaba más allá del bien y del mal.
Él, estaba más acá.
Ella lo quería sin esperanzas.
Él, centauro inoxidable, la amaba sin temor.
Ella era como un hombre.
Él era su mujer.
Ella era como un hombre sin mujer.
Él era como una mujer sin hombre.
Ella era como una mujer, mujer.
Él era como un hombre.
Él era como un hombre muy hombre.
Ella era como una mujer a solas.
HABRÁ SIEMPRE ALGO QUE NO SÉ
Habrá siempre algo que no sé
Y algo que no siento
Esta penumbra de monótono circular
Esa tenue sensación del viento en el calefactor
Lejos del hombre y su ciudad.
Habrá siempre ese miedo a no nacer,
No haber nacido.
Cae la luz y el silencio sobre los techos dormidos.
Amado y deseado, el poeta
No se esmera en ser lo que lo ama.
Yace, y sobre su cuerpo las palabras laten
Dibujan su contorno.
Hablamos y el oído amplifica o atenúa los sonidos,
Difunde esas resonancias que te nublan en los días claros
Todo el corazón.
Late fúnebre, somnoliento y rasgado
Necesita oxígeno
Palabras que dicte la poesía
Rebosantes y rubicundas
Sobre la piel y sus estragos.
Aunque el corazón se haga trizas.
El poeta no es un cirujano,
Siempre adelante, luego un poco más.
Al más fuerte de la infancia,
Alegre y colorida,
Ríos como de aceite, petrificados en el mar.
El poeta no se detiene,
Tampoco es un asesino,
Avanza y en el asombro de las nuevas combinaciones,
Todo el universo para él, es tierra prometida,
Propio o legendario,
Su movimiento es incesante.
Tampoco es un peón,
Ni juega al ajedrez.
No tiene postura ni posición,
Post, palabras precisas,
Modulación eficaz.
No tiene nada que decir,
Ciertamente él es, lo que dice
En lo que dice a otros.
Cuando sus palabras atentan contra mi
Nos quedamos a solas,
Palabra contra palabra,
Sonido contra sonido,
Hilos hilados y deshilados millones de veces,
Que aún muestran a algunos muchos hilos más.
Nada de perdón,
Ni agua, ni tos,
Conversación.
FRENTE A MI
Frente a mí
tu mirada en libertad,
dice
que sólo el hombre salvará al hombre…
Una gran cadena
Y tú
sólo un eslabón
y yo.
Un hombre solo bajo un cielo azul,
quizás desde el origen…
Y no habrá sexo ni hambre
donde perder casi definitivamente el destino,
será
cálida piedra vital entre lagartos,
en esta historia, una más.
Sed, principios.
A VECES, DETRÁS DE TU MIRADA
A veces detrás de tu mirada,
ella latía entre los árboles…
Nací al silencio de guerras graves
y mi tierra era neutral virgen asediada.
Amo en tu cuerpo un sabor antiguo,
aquellos huracanados movimientos del destino.
A veces, el mar,
vicioso límite impreciso,
volcanes de su furia,
estrías contagiosas, desdibujando el paisaje.
Hoy es un día como tantos,
Ojos, voces dispares, ajenas,
galas descoloridas enturbiando el ajetreo.
Comprensión y fe.
Teatro de la risa exótico.
Casi amable.
DE LA MANO DEL AMOR 1998
HOY ES UN DÍA INTERESANTE
Es un día interesante.
Hoy cumplo años.
Y aquí estoy, entre lo que permanece.
Ha sido una semana formidable
muchos me olvidaron
muchos me amaron,
y en otros muchos no existí.
Un mundo de poesía es el que esta noche acude a mi mesa.
Me acuna y me canta.
Tenazmente, me señala este tiempo
ni peor ni mejor,
con simplicidad corre
cual arroyuelo montañés y escarpado,
vida regalada, dada de beber.
El sabor acre de días algo amargos entorpece mi lengua
intenta llegar hasta mis labios.
Segundos después acuden resonancias
de un universo
vacío y anegado.
Y yo
contando, sumando, deshollinando
imágenes de extraterrestres en la arena.
Mil veces en un día me encuentro en tiempos
complejos, extraplanetarios.
Mil veces en un día me sumerjo en las trastocadas
historias del mundo en que respiro.
Decadentes imperios se desploman
las aguas se llevan trozos enteros en Nueva Orleans.
Todos los días nos vigilan
-metralletas o bombas en la mano-
desde pantallas reflejantes de una realidad
cada minuto escamoteada.
Y este año no confieso.Quizás haya ofensas que no olvide.
O amores extraordinariamente amados.
O promesas pronunciadas.
A lo mejor hay algunos a los que protejo,
seres infinitos y maravillosos que llevo
enlazados a mi propia piel.
También ¿quién dice que no?
Intereses, proyectos y consolidaciones
extendiéndose como mantos, como mansiones
como viento casi huracanado,
por los confines del planeta,
por ahora mi universo.
Y sin embargo,
me abriré
al esplendor del invierno
como esas flores intensas y pasionales cultivadas
a cubierto, sin cambio climático.
Porque habrá un momento donde mi cuerpo
como un traje me abandone
y yo desaparezca
para hallar
el eco viviente de mi voz.
BUENOS AIRES, AÚN TE AMO
Buenos Aires, aún te amo en aquellos años primeros,
donde la confusión vivía
erogenizando el caos palpitante
de la plena juventud. En todos los casos un desorden
apasionado
pleno de sabores y aromas, de pasos inquietantes,
de decisiones sin arte ni concierto,
por las ganas y el ímpetu.
Allí avanzar era un capricho
y la mejor dirección, la de cualquier hoja en el viento.
Pedía al amor que me amara, al perdón que me perdonara,
al abrazo que me abrazara y creía en encuentros
previamente señalados
por un destino aposentado en mí desde el principio.
Tu tiempo fulgurante de mestizaje y arte
de surrealismo cotidiano,
tareas y amor,
los días transcurrían en el murmullo de tus fuentes
con ritmos canyengues
y voces potentes se derramaban
desde el Colón hasta Corrientes.
Buenos Aires, aún te amo y se me nubla el alma,
cuando inevitable,
me dejo mecer por tus brazos
de lluvia vocinglera.
Qué bella permaneces
aun ahora que muestras y ocultas
las marcas, los estigmas…
Guerra sucia cayendo sobre ti
estropeando las vidas, los mármoles.
Dejando el asombroso brillo de tus ojos,
parpadeando entre millones de lágrimas.
Buenos Aires aún te amo.
Mi piel atardece y se mira en tu río
color de león y de mortaja.
MUJER AMERICANA
Te miraba
mujer americana
al galope del caballo y el tronar del fusil,
haciendo
con tus hombres
la lucha.
Algo que perdura
entre jazmines, hilillos de agua
y la roca.
Otras veces
te veía
mujer
americana
con un niño en brazos
removiendo alguna comida miserable
tarareando entre dientes
antiguas canciones de violencia y amor.
Nacida en un continente,
a pesar del quinquenio,
ubicado más allá.
Música
guitarra y violines
también trompetas
añorantes
-como si conocieran-el
tiempo de la paz.
Te tiemblan las manos
lo sé
es la ternura
ante tus propios pasos
en praderas sin fin.
Como tus tierras
mujer ilusionada
eco
tañido
motín
infieles de pies sobre el polvo
matanza
exterminio
al calor de tus soles
protegiendo
al verde de su propia luz.
Hoy gritaban los periodistas
y se agitaban las cámaras de televisión
impulsados los acontecimientos
por guerras arcaicas
por intereses del poder sin nombre,
en búsqueda desconsolada, no hallaban la paz.
Pensaba
mujer americana
de ojos verdes
de ojos pardos
de ojos negros
y muchas veces de labios sellados
en nuestras tierras donde todo crece.
En el saber del emigrado,
la raíz es lo de menos.
Tierra del sol sin costumbres
sólo lo habitual
lo cotidiano
lo cosmopolita, lo contemporáneo
y lo de todos los días
-americana- esa lucha inconmovible.
También sabemos que el futuro existe.
Y no es cuestión de sapiencia
tener los pies en una tierra
donde todo depende del cielo.
Climas agrios y también
climas dulces
y el devenir
de nuestros ríos suaves
amamantando océanos.
Mujer
tú sí.
En ese bordado
donde permanece
nuestro amor
por las historias
alegres y tristes
es el límite. Ignorado.
Lo que habla.
Lo que existe.
Lo que late, pulsa, rueda.
Lo que vibra aún sin contraste.
Lo que ríe, trabaja y sueña.
La que teje en hilos de futuro
un latido inmenso
continental
ardiente
una unidad infranqueable.
Entre los trozos
y los escombros.
Al rescoldo
de palacios indígenas
buscando
el alba
fulminante
áurea
inigualable.
PRESENCIA DE LA GUERRA
Es que hoy
los muertos
se amontonan sobre mi mesa
y cada veta, noble caoba,
adquiere contornos de magullones, huesos quebrados,
vísceras sangrantes tornándose óxido de aire.
Y no la aguanto, vida,
cuando latiéndome desde muy adentro
me señalas compromisos y dones
favores y también barrigas llenas.
Creerán que es culpa esta tensión violentando mi alma
y es rabia
cuerpo destrozado
impotencia
vagina sollozante de frialdad.
Es que hoy
tengo llena de mutilación y osamentas esta imaginación
calenturienta con que tú, mi vida, me has dotado.
Hoy
no pacto
contigo ni con nadie.
Hoy
muero
con éstos,
mis muertos semejantes.
No me atraen espacios ni sonidos
ni tus guiños tiernos, vida mía
hoy extenderme con este osario que cubre el universo.
Y hoy sobre todo no aparto de mis ojos
estas lágrimas que vierte mi ceguera.
Hoy ni canto ni aúllo
ni bailo ni sueño.
Hoy te arrojo cuerpo mío
a la podredumbre
a los cadáveres
a las fosas comunes
a las pieles reventadas de tortura.
Hoy no amo.
Hoy me lanzo
al desconocido campo de batalla
como un misil maligno olfateando rastros,
angustia entre los soldados
cubiertos e imantados de las más grandes palabras
monedas gastadas de lo más sagrado
donde la venganza y la codicia copulan y matan. Geografías
donde el tiempo vomita hedores mortíferos y hambre
sobre la carne gloriosa en cada mujer,
en cada hombre entre los niños y los ancianos.
Es que… esta presencia abrasante de la guerra
-más que triste-
me pone en la boca un sabor amargo
y me quedo quieta, vacía,
detrás de mis labios cerrados.
AVATARES
He abandonado
lo que queda de ti, alaridos de sirena
y el viejo espantapájaros de sonrisa pintada.
Gira y gira un carrusel fantástico de ilusos y fantasmas.
Guardo los disfraces. Ha pasado el carnaval.
Y viajo leve, al azar, entre los avatares
de las olas, de los derrumbes,
de los alelíes, de los movimientos sísmicos
y en pleno ejercicio de la vida,
magnitud de la especie.
Ante las inmensurables escolleras de la civilización
atravesando la mirada
esa luz que aún distinguen
tus párpados dormidos.
POEMA DE LOS SESENTA
Soslayarse
Despertar el alma, en luz ambigua, a plena tarde.
Estiramiento muscular, respiración rítmica.
Fuera atascos y sarcasmos, llegan versos lentos como suspiros.
Alegría de encontrarnos en las distendidas conversaciones del estío.
Al son —y a la sombra—, un horizonte se detiene en la longitud de mi mirada.
Crestas estallantes, golpea el mar y acaricia.
Sol desbordando de piel la propia luz. La orilla es otra, no su contraria.
Invisibles pedruscos convocan
Esta oceánica latitud secular, rodeando un devenir
Donde el instante es ese minúsculo grano estrafalario en desaparición
En el que descienden almas carnívoras, despedazadas en el incienso de las horas.
Desgarradas uñas aferrándose a la tierra. Sin propiedad, un mero dominio.
Estiércol en tu frente fresca. Sobre las cuencas de tu ceguera.
¿Qué es tu maldad, sino la ignorancia atravesando como pétrea mortaja
tu piel de serpiente abandonada?
Cuerpo amoratado dictando las leyes que no comprenderá…
Sin manos, ¿quién podrá guardar lo que ha robado?
Avanzo
Entre los cuerpos y los pedazos, ante el terror convertido en costumbre,
Ante el estruendo de gentes altivas, envueltas en pérfidos pasados.
América sostiene y soporta en su mansedumbre selvática,
en las oquedades de las planicies más altas, los escombros y los desperdicios
de sus conquistadores
Una ciudad, un hombre, una mujer
Un hombre, más hombres
Una mujer, muchas mujeres
No amar al árbol ni a la flor
No desear la respiración tibia de un animal leal…
A veces un hombre, una mujer en plenitud son carcasa, basura.
Sopla Poniente y entre los estorninos cada cual puede con su propia voz.
Aullido gutural final de un gemido que se va.
Cenizas, desamor, son también la carne del poema
Ahora miro a los otros, recuento los míos
Y percibir alguna diferencia entre fieras y poemas hace bien a mi corazón
Trabajo cuando descanso y también cuando se acumula mi
dinero.
No hay nadie, sólo el poema y sus fantasmas…
Y la vida, con sus costos y sus pagos.
He hecho la cuenta,
Al fin cuadra.
Y aquel horizonte se abre, sobre todo la dicha: capital.
Entro en cavidades donde el reloj es una triste paráfrasis vital
Tiempo moderado y caliente, como los rayos del sol en el viento
La bruma entró por Bolonia, las alondras se aquietaron
Sopla Levante, arena y sal.
Hoy, calma chicha.
Fue maravilloso vivir con Dolores
Machimbre y tierra, desayunábamos
Pan futuro.
AQUÍ MADRID
A Miguel Oscar Menassa
Llegó desde “La Pampa”
Provenía de ese especial recodo
Donde el mar se tiñe de estuario dulce
En el que desaguan las aguas
De anchos y largos ríos
Después de recorrer y tocar
Algunas patrias americanas.
Desde ahí, Buenos Aires, Arrabal,
Tango Valero,
“Aterrizó aquí”.
Venía de una Ciudad extendida,
Bella y culta como una mestiza fina.
Desde calles que lo mimaban y mecían
Con dulzuras de madre y
estirpes intelectuales de lujosa altivez paternal.
¡Y aterrizó aquí!
Nadie lo sabía, tampoco él,
Pero en Madrid
Se le esperaba.
Arribaba en una esquina encrucijada,
Vestía de bares porteños,
Llevaba siempre poemas
Bajo el brazo.
Conversaba, y los poetas,
Los hombres, las mujeres,
De aquel tiempo, lo escuchaban.
Respeto, asombro, admiración, temblor.
Él, parecía transitar un desgarro profundo,
Tenía los ojos muy abiertos
Y una mirada tierna, penetrante, refinada.
Iba de un lado a otro,
Sin saber, cómo sonámbulo
Y hasta las piedras
Lo saludaban embelesadas.
Esto que escribo es lo que vi
Y espero poderlo decir:
¡Era amado, deseado, escuchaba tangos,
Y hacía poemas!
A veces daba pitadas al cigarrillo
Y luego entre el humo, sonreía
y decía frases fuertes,
bien construidas, contundentes.
Toda la época se acostó en su diván.
Los pasotas, los malolientes, los insulsos,
los bienpensantes, los fútiles, los fanales,
los profundos y hasta los moribundos
Plantados en la nobleza o en las indignidades.
Toda la época leyó sus libros masticados de trabajo,
goce y dolor.
Y los llevaban a escondidas, manoseados,
Imposibles de plagiar, todos lo vimos,
lo vivimos, lo escuchamos,
lo intentamos.
Y ahora, después de tantos años,
¿Quién nos lo va a negar?
¡Aquí en Madrid, se te esperaba!
Más aquí o más allá,
Ser de la grandeza, sin inequidad,
Ni pequeñeces. Eso nos enseñabas.
Y todo el tiempo, sería nuestro,
En las épocas, en la risa de la tenaz compañera,
nuestra tristeza,
en la locura más vulgar.
en la soledad y en la inmensidad,
vaciedad de los exterminios,
más próximos, más continuos,
cada vez más diurnos.
Algo supimos,
algo fue emprendido,
algo, fuente y textura, nos cubrió
sin pedirlo.
Contigo fue posible amar lo que amamos,
el mar, las nubes, los encierros, el campo abierto,
lo húmedo y lo sediento.
Las almas, el oro, las cenizas, los escombros,
Las ciudades nuevas y los polvorientos seculares monumentos
Con que lo humano a veces nos apostrofaba.
Y los viejos cuadernos de Bitácora,
Sin los cuales vivir o navegar
Era cosa de locos con los que permanentemente
Te acompañabas.
Fueron nuestros universos cuando la sangre amenazaba
abandono y recuerdos
fotos y películas,
cambiante, incesante, realidad,
“eso es vivir, nos dijiste”
¿Y a quién le importa lo demás?
Intenté ir a lo más lejos, me dije:
No hay más.
Recuerdo en tus ojos la ira,
Las palabras cayendo como golpes en mi rostro,
Supe que hablando se puede matar,
que el tiempo y las historias
se escriben de a poco, cada día.
Y que el pasado solo tenía vigencia gramatical
y tendida como una Cleopatra moderna,
Pensé que era suficiente con pensar.
Cuando llegó el después,
comprendí que hacer, era un tiempo de mi vida,
que no se podía evitar sin honras fúnebres.
Escuchando poemas
supe de los cantos más solemnes,
de las alegrías más intensas
y hacer del amor,
algo más que una palabra
fue un intento de mi espíritu más primordial.
Ese que los sonidos bien articulados
de tus poemas más bellos
fueron capaces de despertar.
Un gran poeta se nos mostraba
y nosotros atinábamos poco o nada
lentamente comenzamos a oír,
a escuchar todo el estrépito de toda una obra
entre las historias de nuestra historia.
Hubo días en que sabíamos qué hacer
y otros, en que no lo sabíamos.
Alejados por lo que nos ocurría,
también nosotros quisimos cantar
y vivir y crear.
Inventar todo lo que el hombre puede
nos dijimos, es lo que desea.
Después llegó el instante que temíamos,
el de las diferencias,
Hambre y construcción, ¡Aguantamos!
Vivimos, gozamos, sufrimos,
Sin pausa, ni calendario, no pensábamos en la guerra
Comenzamos a convivir con ella
Como con una mujer adusta.
Como el recuerdo de un antepasado cruel,
De una tribu humillada,
De un descuartizamiento sin precedentes
Que todos queríamos olvidar.
También llegó aquel día
Donde el humo y los temblores nos abandonaron.
A nuestra cintura se ciñó el dolor con fuerza de hierros,
Los más candentes.
Hubo holocaustos sobre tu pie, encarnizamiento de fieras,
Venenos, intemperie, pérdida más allá de lo insoslayable
Y en plena cordillera, encerraste tus lágrimas,
Para que de ellas, de ese luto, creciera lo que no podrá morir.
Criaturas para el amor
Para los que puedan oír, para tiempos que nos sobrevendrán.
Al volver, escribiste aún más poemas y nos dijiste:
“Un hombre no muere si hay otro que lo nombre”.
Vértigo, despedida, amanecer, albor,
Simplemente, vida, Nada solemne,
Y supimos al compás de tu pluma iluminada
Que reír también es cosa de fieras,
Que el destierro es ese sentimiento anticuado y medieval
Que solo puede acuñar alguien que cuida el territorio
Con límites espaciales y precisos, un ser fiel,
Ese que alegra con ladridos de reconocimiento
Nuestro reconocimiento cada día.
Poco a poco, me dijiste. Y luego vi llegar hombres,
Mujeres, niños, jóvenes, entre los brillos del oro y de palabras,
Entre la bruma del mar opacando el sol,
Entre los árboles enhiestos, cubiertos de nidos y de aves,
La vi, venía contigo cabalgando, volando, bailando,
Mirándonos, aparecía en medio de cualquier momento por sorpresa,
En medio de los sueños y los suspiros.
Amor y hambre
Veracidad e infinito
Nieve, tormenta, fuego, la más vibrante,
La que desafía cualquier pertenencia,
Sesgo de la gracia y el sonido,
Sentido de la brisa
Estruendo del tiempo
¡Poesía!.
DEL LIBRO A PLENA LUZ (2004)
ERA EL UNIVERSO DE TU ABRAZO
Era el universo de tu abrazo
lo que restallaba en la carne de mis sueños.
Era el pozo sombrío de agua fresca
cuando el desierto en pleno oasis, palpitaba.
Eras mi mirada sobre el río más ancho,
marcando ritmo a nuestro paso.
Grandes avenidas soleadas, caminábamos
sin perdernos de vista entre el gentío.
Éramos aquellos monumentos
y también sus flores y sus plazas.
Torrentes cultivados deslizándose en la corriente iluminada,
cenáculos donde el amor nos apresaba.
Asustados, temblorosos aunque firmes,
había entre nosotros clara certidumbre
de tardes espléndidas en los parques más verdes de Francia.
Caía el crepúsculo rodando hacia el río,
delante de la fuente nos conjuramos de eternidad,
apoyamos nuestros pies sobre el suelo de cemento.
Cuando la lluvia comenzó su lento golpeteo
entreabrimos de música todas las ventanas.
¿QUÉ BUSCAS?
A Rocío
Si algo busco es un trozo de sol
algún imperdible sólo por su nombre
algo que pocos perciban.
Algo a lo que no tenga que decir adiós.
Alguna palabra anclada en la tierra húmeda
algún insecto sin necesidad ni ocasión,
ladridos de nuestro fiel amigo
soltados al aire probando la voz.
Algo de la alegría que habita en tu alma
recreando en tus ojos chispas de amor.
Algo de la perfidia vigente destruida.
Tu cuerpo meciéndose en la música
invocando al viento.
Es la sorpresa y también el milagro
lo que concebía y debía existir.
Papeles
de todos los tamaños y colores
cubriendo como piel
mi propia piel.
-Caimanes atragantados de tanto boquear
carnes de aurora embalsamada
saurios pretéritos muriendo sin desear
sólo convocando su propio final-
Del cansancio de una búsqueda interminable
de la cual también podemos hablar…
Simplemente extendamos este abrazo tibio
tus pasos y los míos
marcando una senda
inhallable.
Sabemos de la soledad
y de la mano amistosa.
Tus pies alados
tu mirada de ninfa segura en el bosque
-ojos serios y mansos-
donde la audacia no envejece
no aquieta ni baila
aunque asegura tus piernas en puntas de pie.
ENGAÑO
Fue por el riesgo,
Por el peligro arrancando mi sudor de la piel.
Alguno dirá que fue el amor,
La pasión cabalgando en la sangre por mi cuerpo.
Retumban en mis sienes tus caricias, arrancando del océano palabras bellas,
nada tiernas, apelando a la eternidad, a la permanencia,
al olor parlante de la especie,
confines de mi carne,
desee por fin desear.
Algo desconocido por nosotros sucedía.
Tiempos como acero antes de su temple,
Como pirámides abandonadas en pleno desierto.
Lloré en tus ojos
Mis lágrimas apátridas, bordado destino de mi odio
Metralla y miel, rotura tras rotura,
Se arrugaba el alama, de tanto estrujarla.
Adivino, la locura final,
Algunos de nosotros murieron sin cruzar el mar.
Y aún otros rindieron sus vidas
a olas gigantes imposibles de navegar.
Después los hemisferios estallaban, cambiaban, se turnaban,
Hasta nos albergaban… y permanecimos.
No hubo una noche fatal, ni siquiera una tarde.
Sobre la gran mesa una sonrisa vacía, una frase ahogada.
Un día te irías
Y yo.
No volveríamos a descansar la mirada sobre los ojos del otro.
Unidad, fusión oceánica, estallando,
Se convirtió en diminutas arenas de futuro,
Partir juntos ya no sería posible:
Yo te abandonaría,
o tú.
Y, como si de un ensayo general se tratase, me abracé a ti.
Mis besos te dijeron: siempre.
Y mis lágrimas, detrás de mi sonrisa.
Tus manos me acarician, mis párpados ocultan la mirada.
En silencio, vertebré un adios de luz, fuera de toda dimensión
-pasión y moral,
Vuelo de rumbos ignotos, magma y verdad-
Partículas…
Timbales incesantes.
Arpegios, claridad envuelta de versos,
Riqueza resonante, temple, ritmo,
DEL UNIVERSO.
DEL LIBRO LUGARES DE PASO (2013)
ACENTUADA AMIGA DE LA MUERTE
Acentuada amiga de la muerte, escondía su cabeza
en cualquier hueco.
Huía, avanzara o retrocediera,
Hacia la inefable ternura de recuerdos que acudían
solícitos a la rememoración
siempre frívola y cambiante compañera.
Acudían a su frente inclinada, al rictus escéptico, a la cobardía
desenfrenada de sus temblores más negros.
Aprendió a decir que sí y hacer que no.
Dijo nunca más y fue para siempre.
Inmóvil,
Aunque se moviera.
FRASES
Frases, poeta, se combinan en el aire y vuelan
como pájaros en todos los días del año
o huyen cual insectos atemorizados.
Es el idioma, como cuerpo augusto y ordenante
el que se presta, halagado
o las desprecia
como innumerables hojas arrancadas a su estino
por ciertas ráfagas de viento.
Y sin embargo hay tintas especiales solventando,
fijando su vigor, incrustadas de tiempo,
también hay mujeres y hombres que habitan
la especie y este mundo desorbitado.
Seres que desaparecen un día u otro, en cualquier quehacer,
en cualquier perfume, en cualquier fotografía, trazando
la nostalgia en ojos plenos de amor,
Y siempre hay frases, altivas o desasosegadas
entre sonido y trazo.
Entre millones de palabras encadenadas.
Frases que pintan múltiples paisajes sobre fondos de arena
donde caen todos los instantes.
Poema de Rocío Álvarez Albizuri, nieta de María, dedicado a ella.
ELLA SE ESCONDIÓ EN LA ISLA
— A mi abuela María.
Ella es el camino de las alondras.
Diosa del abedul.
Edad de los días.
Incendiaria de fronteras.
Emperadora del nuevo reino.
Cueva de ámbar.
Gris por llover.
La vimos mirando a través de la cortina,
buscando la llegada de los barcos de aquel pacífico mar
\ del nuevo regreso.
Arrancó a las generaciones su lugar, y se situó mirando al norte.
Quieta,
de piedra, perseguía con la mirada a los niños en el puerto.
Madre de un paraíso colorido, dibujado por mujeres
\ invencibles.
Océano.
Transparente oro cobalto.
Marea de trigo.
Ella admiraba entre sombras su viejo tesoro.
Ella se escondió en la isla,
ahí azotaba la hierba
aprendió a deslizarse por la arena
como un aliento,
como un pájaro.
Nos enseñó a caminar.
Continente madre madera.
Palabra que viaja sola de la mano de los mil dioses.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)
