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16. Poesía más Poesía: Olga Orozco y María Chévez

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16pq - Poesia Online

OLGA OROZCO

TU, LA MAS IMPOSIBLE

A Yola

Como garra de puma es esta pena,
como sangre que cae a sobresaltos de un adiós a otro adiós, como arena de vidrio entre los dientes.
Es la cuota definitiva de la soledad, el saldo de la herencia. Voy a mirar atrás la parte que me dejas.
Voy a partir en dos nuestras hogueras,
el palomar, los soles, las tormentas, las quintas y los médanos.
Quiero partir en dos lo indivisible.
Pero entonces se desmorona el mundo, se me desteje todo el universo.
Porque sólo eran míos y nada más que míos
los rincones del miedo y las lentas ortigas de la penitencia,
y apenas, ni siquiera.
Mío sólo es el luto.
Ahora soy yo sola para toda la pena.
y la casa se va, la casa insomne
que se levanta y anda entre las ruinas se va yendo contigo.
El carruaje encantado, el carruaje de risas, el carruaje de fiesta,
se bambolea, oscila,
cruje bajo la luna con sus preciosos huesos:
se ha vestido esta vez de blanco carromato de la muerte.
Tú estás diciendo adiós desde lo alto;
saludas alejándote, como desde la pista de algún circo perverso.
Tu prueba fue rodar magistralmente por el tejado hasta la canaleta,
como en aquellas siestas, como en ésta,
y si saltaras desde ayer hasta hoy,
si estuvieras cayendo todavía del árbol al estanque
y surgieras de pronto coronada de dueña del verdín para esta hora,
así como demora siglos en llegar la luz de las estrellas?
Vertiginoso y lento también fue tu esplendor
y así fue tu plumaje
-la tibia cabellera de la selva desplegada en la ola-.
Nadie tuvo en los ojos tanto fulgor de antorchas,
tantas chispas de luciérnagas ebrias en la noche cerrada,
ni en la boca una risa tan semejante a un vuelo en pleno mediodía.
Nadie tendrá después ese perfume de ámbar y canela,
ese vaho que asciende al levantar las piedras de nuestra propia tribu,
ese aliento de espuma que nos llega de remotísimas orillas.
Bajo las mismas alas
el viento susurró en nuestros oídos distintas melodías:
a ti te dictó el canto seductor de la dicha en un jardín cautivo
y bordaste tu casa para una larga fiesta, contra humaredas y tormentas,
porque tuyo era el hijo y tuya era la trama del tapiz.
Tu ciencia fue trocar en prodigio cada error
y convertir las culpas y las furias en un grano de sal,
la inconstancia en un soplo y los remordimientos en escombros.
Pintaste de colores brillantes los fracasos
y pudiste cubrir tus retiradas con huesos para perros y
jirones dorados.
¡Ah tu alquimia secreta para lograr el filtro del olvido!
Conseguiste borrar las capitales de la oscuridad, los ríos de los abismos.
Apenas si retenías un puñado de perlas ganadas al destino.
tu museo cabía en la memoria de un pájaro feliz.
No sé si recordabas el chirrido de la roldana del aljibe
cuando el balde subía cargado de regalos en las celebraciones infantiles.
A veces vuelvo a oír ese mismo sonido destemplado
cuando el insomnio arroja su cubo de agua amarga sobre mi rostro frío.
Pienso si aún recordarás que fuimos ángeles, girasoles,
Julietas y hechizeras.
Ahora tú eres reina. Tú llegaste primera,
y ahora soy poco más que mendiga en el final de la carrera.
Tú ya lo sabes todo,
y hasta podrás mirar por dentro un hormiguero, así como querías,
y acaso sea el mundo,
el mismo mundo de las emboscadas donde algo jugó mal;
te atrapó a tientas alguna sombra informe, la sustancia innombrable,
y estampó a sangre y fuego en tu costado la mancha venenosa.
No pudiste cambiar el desenlace,
corregir el color de un cielo de amenazas,
volver atrás las últimas puntadas del prolijo tapiz.
Tú, la más imposible de los muertos.
Ahora vas en coche, vas en casa que rueda por el blanco arenal,
y ya no puedo hablarte a través del espejo, como siempre, como cuando cambiábamos sonrisas y secretos sólo con las imágenes hermanas, sólo con los reflejos.
Pero debo decirte que a tus plantas las abatió esa tarde una ráfaga helada
y tus pájaros sueltos aletean y chocan contra la oscuridad.
No, no estoy escondida en un armario
ni juego a que me parten de nuevo el corazón.
Estoy aquí para apagar las luces, para cerrar las puertas,
cuando vuelva por mí la casa en que te vas.

Olga Orozco - Con su madre Cecilia Orozco y su hermana Yola | Facebook
Olga Orozco con su madre Cecilia Orozco y su hermana Yola 

BIOGRAFÍA

Nació en Toay, La Pampa, Argentina, 17 de marzo de 1920. Olga Nilda Gugliota, que más tarde adoptó el apellido de su madre, Orozco. Pasó su infancia en Bahía Blanca hasta los dieciséis años, cuando se trasladó con sus padres a Buenos Aires. Antes de publicar su primer poema, ya había aprendido a tocar el violín. En el año 1937 se graduó de Maestra, aunque nunca ejerció. En el año 1938, inicia sus estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la cual abandonó tres años más tarde.
Olga comenzó a escribir, antes de saber escribir. Le pedía a su madre que le anotara frases o palabras; cumplidos los quince años, su madre se las dio a leer.
Inició su carrera literaria muy joven, como una de las integrantes del grupo literario surrealistas, “Tercera Vanguardia”, al que también pertenecía Oliverio Girondo y Ulises Mezzera. Era parte del grupo que colaboraba para “Canto”, una de las revistas de mayor generación del 40, dirigida por Miguel Ángel Gómez, junto a Enrique Molina y Alejandra Pizarnik.

Olga Orozco, el centenario en la sombra
Oliverio Girondo, Olga Orozco y Norah Lange en el Tigre en los años 50.

Se le ubica en la llamada “Generación del 40”, a la que pertenecen poetas muy distintos como: Alberto Girri (1919), María Granata (1923), y autores de mayor edad como: Enrique Molina, que comparte con Olga, una idea magnética del Universo y una gramática inspirada en el surrealismo.

Colabora también en diversas publicaciones argentinas de la época, como “Reseña”, “Reunión” “Cabalgata”, “Correo literario”, “Anales de Buenos Aires”, “A partir de cero”, “Papeles de Buenos Aires”, la revista “Espiga”, “La Nación”, “Sur”, “Testigo” y en el exterior: “Envuelta” y “Cuadernos Hispanoamericanos”. La influencia de los relatos contados por su abuela, María Laureana, la llevan a desarrollar una poética donde la infancia es una puerta iniciática.

Su vínculo con el Tarot, la inspiran a escribir poemas como “Cartomancia” o, “Para destruir a la enemiga”.

LA CARTOMANCIA

Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las
sombras, óyelos desgarrar la tela del presagio.
Escucha. Alguien avanza
y las maderas crujen debajo de tus pies como si
huyeras sin cesar y sin cesar llegaras.
Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en
las cenizas de ayer y de mañana.
Pero alguien ha llegado.
Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos
donde ya no eres más que una bujía desgarrada,
una luna invadida debajo de las aguas por triunfos y
combates, por helechos.

Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que
puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu
nacimiento hasta tu muerte
con una llave rota, con un anillo que hace años fue
enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como
una bandada de aves?
Las Estrellas alumbran el cielo del enigma.
Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es su hora. Y habrá tiempo.

Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar
mariposas.

Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y
en todos los abismos
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
-algo más que ese todo-.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles
vocablos.
Y acaso sea tarde.

Veamos quién se sienta.
La que está envuelta en lienzos y grazna mientras
hila deshilando su sábana
tiene por corazón la mariposa negra.
Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos.
Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito
el viaje,
donde está dibujada la casa en que te hundes como
una estría pálida
en la noche tejida con grandes telarañas por tu
Muerte hilandera.
Mas cuídate del agua, del amor y del fuego.

Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y
espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su
orgullo.

Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto
que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche
que te fue destinada.
¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio
corazón.

Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre
bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas
y de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin
querer la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus
llaves de insobornable carcelero.
En tanto el Carro aguarda la señal de partir: la
aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en
piedra de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los
Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del
tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una
raza de náufragos que se hunden sin salvación y
sin consuelo.

Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón,
como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de
escarcha a tu costado?

Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto,
con uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea
es ella misma,
pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre
la mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el
cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida
es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el
Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere.

Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para
que hiera quien te mata.

No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de
pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de
párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago
azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte
que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.

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Olga convierte en ritual el acto de escribir, acostumbra a escribir con una piedra en cada mano. Una de donde nación su padre, otra de la tierra de su madre y una tercera que le había dado algún amigo de la infancia, al mudarse de Toay a Bahía Blanca.
En 1965 se casa con el arquitecto Varelio Peluffo, que fallece en el año 1990. De su muerte Olga comenta en su momento: “Yo asimilo muy poco las muertes, sigo sufriendo como si fueran actuales, aunque he aprendido a convivir un poco con la ausencia como si fuera una presencia. Eso me sucede con mi marido, pero la muerte de mi madre, hace cuarenta años, es igual que si hubiera sucedido ayer. Tengo una memoria que es enemiga tiempo y de la muerte, los hace retroceder, pero al mismo tiempo tengo que llevar permanentemente cosas, paisajes, situaciones tristes y alegres, ciudades que he visto, todas viajan en un carro que arrastro en mi espalda como un caracol, así como uno cree que el pasado influye en el porvenir, creo que el porvenir influye en el pasado. Hay una integración permanente de tiempos y para esto, me ayuda la poesía.

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(De izquierda a derecha) Álvaro Mutis, Emilio Adolfo Westphalen, Francisco Matos Paoli, Olga Orzco y Gonzalo Rojas en la Residencia de Estudiantes de Madrid.

PARA HACER UN TALISMÁN

Se necesita sólo tu corazón
hecho a la viva imagen de tu demonio o de tu dios.
Un corazón apenas, como un crisol de brasas para la idolatría.
Nada más que un indefenso corazón enamorado.
Déjalo a la intemperie,
donde la hierba aúlle sus endechas de nodriza loca
y no pueda dormir,
donde el viento y la lluvia dejen caer su látigo en un golpe
de azul escalofrío
sin convertirlo en mármol y sin partirlo en dos,
donde la oscuridad abra sus madrigueras a todas las jaurías
y no logre olvidar.
Arrójalo después desde lo alto de su amor al hervidero de la bruma.
Ponlo luego a secar en el sordo regazo de la piedra,
y escarba, escarba en él con una aguja fría hasta arrancar
el último grano de esperanza.
Deja que lo sofoquen las fiebres y la ortiga,
que lo sacuda el trote ritual de la alimaña,
que lo envuelva la injuria hecha con los jirones de sus antiguas
glorias.
Y cuando un día un año lo aprisione con la garra de un siglo,
antes que sea tarde,
antes que se convierta en momia deslumbrante,
abre de par en par y una por una todas sus heridas:
que las exhiba al sol de la piedad, lo mismo que el mendigo,
que plaña su delirio en el desierto,
hasta que sólo el eco de un nombre crezca en él con la furia
del hambre:
un incesante golpe de cuchara contra el plato vacío.

Si sobrevive aún,
si ha llegado hasta aquí hecho a la viva imagen de tu demonio
o de tu dios;
he ahí un talismán más inflexible que la ley,
más fuerte que las armas y el mal del enemigo.
Guárdalo en la vigilia de tu pecho igual que a un centinela.
Pero vela con él.
Puede crecer en ti como la mordedura de la lepra;
puede ser tu verdugo.
¡El inocente monstruo, el insaciable comensal de tu muerte!

EN TU INMENSA PUPILA

Me reconoces, noche,
me palpas, me recuentas,
no como avara sino como una falsa ciega,
o como alguien que no sabe jamás quién es la náufraga y
quién la endechadora.
Me has escogido a tientas para estatua de tus alegorías,
sólo por la costumbre de sumergirme hasta donde se acaba el mundo
y perder la cabeza en cada nube y a cada paso el suelo debajo de los pies.
¿Y acaso no fui siempre tu hijastra preferida,
esa que se adelanta sin vacilaciones hacia la trampa urdida por tu mano,
la que muerde el veneno en la manzana o copia tu belleza del espejo traidor?
Olvidaron atarme al mástil de la casa cuando tú pasabas
para que no me fuera cada vez tras tu flauta encantada de ladrona de niños,
y fue a expensas del día que confundí en tu bolsa la blancura y
la nieve, los lobos y las sombras.
Ahora es tarde para volver atrás y corregir las horas de
acuerdo con el sol.
Ahora me has marcado con tu alfabeto negro.
Pertenezco a la tribu de los que se hospedan en radiantes
tinieblas,
de los que ven mejor con los ojos cerrados y se acuestan del
lado del abismo y alzan vuelo y no vuelven
cuando Tomás abre de par en par las puertas del evidente
mediodía.
Tú fundas tu Tebaida en lo invisible. Tú no concedes pruebas.
Tú aconteces, secreta, innumerable, sin formular,
como una contemplación vuelta hacia adentro,
donde cada señal es el temblor de un pájaro perdido en un
recinto inmenso
y cada subida un salto en el vacío contra gradas y ausencias.
Tú me vigilas desde todas partes,
descorriendo telones, horadando los muros, atisbando entre
fardos de penumbra;
me encuentras y me miras con la mirada del cazador y del
testigo,
mientras descubro en medio de tus altas malezas el esplendor
de una ciudad perdida,
o busco en vano el rastro del porvenir en tus encrucijadas.
Tú vas quién sabe adónde siguiendo las variaciones de la
tentación inalcanzable,
probándote los rostros extremos del horror, de la extrema
belleza,
la imposible distancia de los otros, el tacto del infierno,
visiones que se agolpan hasta donde te alcanza la oscuridad
que tengo,
hasta donde comienzas a rodar muerte abajo con carruajes, con
piedras y con perros.
Pero yo no te pido lámparas exhumadas ni velos entreabiertos.
No te reclamo una lección de luz,
como no le reclamo al agua por la llama ni a la vigilia por el
sueño.
¿O habría de confiar menos en ti que en las duras, recelosas
estrellas?
¡Hemos visto tantos misterios insolubles con sus blancos
reflejos, aun a pleno sol!
Basta con que me lleves de la mano como a través de un
bosque,
noche alfombrada, noche sigilosa,
que aprenda yo lo que quieres decir, lo que susurra el viento,
y pueda al fin leer hasta el fondo de mi pequeña noche en tu
pupila inmensa.

5 poemas de Olga Orozco - Zenda

Olga Orozco se caracteriza por una inteligencia sutil que le permite una extraordinaria capacidad para recurrir al lenguaje figurado. Desarrolla una imaginación visionaria, abundante en impresiones, con la evocación de la niñez y adolescencia, como temas frecuentes. Su producción poética recibe la influencia de San Juan de la Cruz, Arthurd Rimbaud, Gerard de Nerval, Charles Baudelere, Czeslaw Milosz y Rainer María Rilke.
Lo más importante de sus producciones se encuentra en los poemarios que extienden en un libro de prosas poéticas narrativas “La oscuridad es otro sol “ del año 1967. Trabajó en el periodismo, empleando hasta ocho seudónimos y dirigió algunas publicaciones literarias. También organizó el horóscopo del diario “Clarín” de los años 1968 y 1974. Orozco vuelve una y otra vez a ciertos temas: imágenes y palabras sobre el significado de su experiencia (como si leyera, el libro de la vida para darle sus propias interpretaciones, en ella descubro muchos hechos de su vida.

AUN MENOS QUE RELIQUIAS

Son apenas dos piedras.
Nada más que dos piedras sin inscripción alguna,
recogidas un día para ser sólo piedras en el altar de la
memoria.
Aun menos que reliquias, que testigos inermes hasta el juicio
final.
Rodaron hasta mí desde las dos vertientes de mi genealogía,
más remotas que lapas adheridas a ciegas a la prescindencia y al sopor.
Y de repente cierto matiz intencionado,
cierto recogimiento sospechoso entre los tensos bordes a
punto de estallar,
el suspenso que vibra en una estría demasiado insidiosa,
demasiado evidente,
me anuncian que comienzan a oficiar desde los anfiteatros
de los muertos.

¿A qué aluden ahora estas dos piedras fatales, milenarias,
con sus brillos cruzados como la sangre que se desliza por mis venas?
A fábulas y a historias, a estirpes y a regiones
entretejidas en un solo encaje desde los dos costados del
destino
hasta la trama de mis huesos.

Exhalan otra vez ese tiempo ciclópeo en que los dioses eran
mis antepasados
-malhechores solemnes, ocultos en la ola, en el volcán y en
las estrellas,
bajaron a la isla a trasplantar sus templos, sus represalias,
sus infiernos-
y también esos siglos de las tierras hirsutas, emboscadas en el ojo del zorro,
hambrientas en el bostezo del jaguar, inmensas en el cambio
de piel de la serpiente.
Pasan héroes de sandalias al viento y monstruos confabulados con la roca,
pueblos que traficaron con el sol y pueblos que sólo fueron
dinastías de eclipses,
invasiones tenaces como regueros de hormigas sobre un mapa
de coagulada miel;
y aquí pasan las nubes con su ilegible códice, excursiones
salvajes,
y el brujo de la tribu domesticando a los grandes espíritus
como un encantador de pájaros
para que hablen por el redoble de la lluvia, por el fuego o el
grano,
por la boca colmada de la humilde vasija.
En un friso de nieblas se inscribe la mitad confusa de mi
especie,
mientras cambian de vestiduras las ciudades o trepan las
montañas o se arrojan al mar,
sus bellos rostros vueltos hacia el último rey, hacia el último
éxodo.
Un cortejo de sombras viene del otro extremo de mi herencia,
llega con el conquistador y funda las colonias del odio, de la
espada y la codicia,
para expropiar el aire, los venados, los matorrales y las almas.
Se aproxima una aldea encallada en lo alto del abismo igual
que un arca rota,
una agreste corona que abandonó el normando y recogieron
los vientos y la cabras,
mucho antes que el abuelo conociera la risa y los brebajes
para expulsar los males
y la abuela, tan alta, enlutara su corazón con despedidas y
desgastara los rosarios.
Ahora se ilumina un caserío alrededor del espinillo, el ciego
y el milagroso santo;
es polvareda y humo detrás de los talones del malón, de los
perros extraídos del diablo,
poco antes que el abuelo disfrazara de fantasmas las viñas, los
miradores, los corrales,
y la abuela se internara por bosques embrujados a perseguir el
ave de los siete colores
para bordar con plumas la flor que no se cierra.
Y allá viene mi padre, con el océano retrocediendo a sus
espaldas.
Y allá viene mi madre flotando con caballos y volanta.
Yo estoy en una jaula donde comienza el mundo en un
gemido y continúa en la ignorancia.
Pero detrás de mí no queda nadie para seguir hilando la trama
de mi raza.
Estas piedras lo saben, cerradas como puños obstinados.
Estas piedras aluden nada más que a unos huesos cada vez
más blancos.
Anuncian solamente el final de una crónica,
apenas una lápida.

Eterna Cadencia - "La poesía de Olga Orozco surge del desgarramiento"

A su labor como poeta debe añadirse su tarea como traductora, quizá no sea superfluo recordar que sus versiones diversificadas principalmente del italiano y del francés han trasladado a nuestro idioma obras de Luigi Pirandello como: “Vestir al desnudo” y “Las sillas; La lección; El Maestro”, entre otros.
A partir de la publicación de su primer libro “DESDE LEJOS”, por la Editorial Losada. Sigue un itinerario fielmente seguido a una constelación de preocupaciones atentas a las mutaciones de la realidad para decirlo con otros de sus títulos, publicados en el año 1979.

Otros títulos suyos son:
“Las muertes” 1952, “Los juegos peligrosos” 1962, “Museo Salvaje” 1974, “Cantos a Berenice” 1977, “La noche a la deriva” 1984, “En el revés del cielo” 1987, “Con esta boca en este mundo” 1994, “Páginas de Olga Orozco” 1984.
Un total de nueve colecciones de Poesía y varios libros de cuentos y ensayos, le significaron premios como: “Premio Nacional de Poesía”, “Premio Gabriela Mistral” de la OEA, entre otros. En 1981, La Sociedad Argentina de Escritores SADE, le otorga el gran premio de honor y en 1998 fue galardonada con el 8vo. Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe “Juan Rulfo”, una de las distinciones más importantes en lengua hispánica. Siendo su obra traducida a varios idiomas.

DETRÁS DE AQUELLA PUERTA

En algún lugar del gran muro inconcluso está la puerta,
aquella que no abriste
y que arroja su sombra de guardiana implacable en el revés de
todo tu destino.
Es tan sólo una puerta clausurada en nombre del azar,
pero tiene el color de la inclemencia
y semeja una lápida donde se inscribe a cada paso
lo imposible.
Acaso ahora cruja con una melodía incomparable contra
el oído de tu ayer,
acaso resplandezca como un ídolo de oro bruñido por las
cenizas del adiós,
acaso cada noche esté a punto de abrirse en la pared final del
mismo sueño
y midas su poder contra tus ligaduras como un desdichado
Ulises.
Es tan sólo un engaño,
una fabulación del viento entre los intersticios de una historia
baldía,
refracciones falaces que surgen del olvido cuando lo roza
la nostalgia.
Esa puerta no se abre hacia ningún retorno;
no la guarda ningún molde intacto bajo el pálido rayo
de la ausencia.
No regreses entonces como quien al final de un viaje erróneo
-cada etapa un espejo equivocado que te sustrajo el mundo-
descubriera el lugar donde perdió la llave y trocó por un
nombre confuso la consigna.
¿Acaso cada paso que diste no cambió, como en un ajedrez,
la relación secreta de las piezas que trazaron el mapa de toda la partida?
No te acerques entonces con tu ofrenda de tierras arrasadas,
con tu cofre de brasas convertidas en piedras de expiación;
no transformes tus otros precarios paraísos en páramos
y exilios,
porque también, también serán un día el muro y la añoranza.
Esa puerta es sentencia de plomo; no es pregunta.
Si consigues pasar,
encontrarás detrás, una tras otra, las puertas que elegiste.

En 1961 Olga Orozco viajó por diversos países de Europa: Suiza, Italia, Francia, España, para realizar un estudio que no se ha podido localizar, significativamente titulado: “Lo oculto y lo sagrado de la Poesía Moderna”. En todo caso, el interés por las vertientes ocultas de la realidad por el sub-suelo mágico y mítico que recorre y sostiene la superficie prosaica del mundo, no es algo novedoso para sus lectores. “Mis amigos dicen las citadas anotaciones para una autobiografía, me temen, porque creen que adivino el porvenir, a veces me visitan gentes que no conozco y que me reconocen de otra vida anterior.”

Las referencias, emblemas, talismanes, que prosperan en el bosque de los signos, de los símbolos, no están ausentes de una obra donde “La Cartomancia”, no solo es el título de un poema, sino un principio de realidad imaginaria a condición de entender que la poeta dibuja su propia baraja fabulosa. Memoria e imaginación, fábula, recuerdo y profecía juegan con libertad en el campo asociativo que es el campo magnético de su poesía. Ese juego es además, una representación, un ensayo dramático. No en balde, al intentar definir la poética de Olga Orozco se ha hablado de un desdoblamiento de Dios en máscara de todos.

Poesía radicalmente lírica, la de Olga Orozco, conjuga una vertiente dramática, como si la buscara del Yo profundo, y la identidad tuviese como consecuencia una revelación, que cada ser ostenta y encubre una persona, que las diversas fuerzas que mantienen en equilibrio al mundo, tienen un nombre secreto y en consecuencia, un destino. De ahí que el sacerdocio mágico del poeta entraña una responsabilidad, pues que el nombrar es un oficio dedicado, tenso, en la medida que está comprometido con la transfiguración, es decir con la conversión de la historia profana del sentido.

Cabe decir (dicen sus críticos), que el oficio sacerdotal de Olga Orozco, se define en términos de una religión y una experiencia personales y no en función de acción pública.

CON ESTA BOCA, EN ESTE MUNDO

No te pronunciaré jamás, verbo sagrado,
aunque me tiña las encías de color azul,
aunque ponga debajo de mi lengua una pepita de oro,
aunque derrame sobre mi corazón un caldero de estrellas
y pase por mi frente la corriente secreta de los grandes ríos.

Tal vez hayas huido hacia el costado de la noche del alma,
ese al que no es posible llegar desde ninguna lámpara,
y no hay sombra que guíe mi vuelo en el umbral,
ni memoria que venga de otro cielo para encarnar en esta dura nieve
donde sólo se inscribe el roce de la rama y el quejido del viento.

Y ni un solo temblor que haga sobresaltar las mudas piedras.
Hemos hablado demasiado del silencio,
lo hemos condecorado lo mismo que a un vigía en el arco final,
como si en él yaciera el esplendor después de la caída,
el triunfo del vocablo con la lengua cortada.

¡Ah, no se trata de la canción, tampoco del sollozo!
He dicho ya lo amado y lo perdido,
trabé con cada sílaba los bienes que más temí perder.
A lo largo del corredor suena, resuena la tenaz melodía,
retumban, se propagan como el trueno
unas pocas monedas caídas de visiones o arrebatadas a la oscuridad.
Nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía.
Hemos ganado. Hemos perdido, porque ¿cómo nombrar con esa boca,
cómo nombrar en este mundo con esta sola boca en este mundo con esta sola boca?

“Gramática y Plegaria, cavila, oración y sueño”, ubicua piedad y severa exactitud del arte terapéutico del nombrar, la poesía de Olga Orozco, sabe someter al régimen diurno del decir poético, las oscilaciones y réplicas de una geología moral cuya exploración afirma la autenticidad de la vocación poética, es decir: trágica.
Su obra fue traducida a varios idiomas, en su epitafio dice: Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron, de mi estadía quedan las magias y los ritos.
Fallece el 15 de agosto de 1999.

SEÑORA TOMANDO SOPA

Detrás del vaho blanco está el orden, la invitación o el ruego,
cada uno encendiendo sus señales,
centelleando a lo lejos con las joyas de la tentación o el rayo del peligro.
Era una gran ventaja trocar un sorbo hirviente por un reino,
por una pluma azul, por la belleza, por una historia llena de luciérnagas.
Pero la niña terca no quiere traficar con su horrible alimento:
rechaza los sobornos del potaje apretando los dientes.
Desde el fondo del plato asciende en remolinos oscuros la condena:
se quedará sin fiesta, sin amor, sin abrigo,
y sola en lo más negro de algún bosque invernal donde aúllan los lobos
y donde no es posible encontrar la salida.

Ahora que no hay nadie,
pienso que las cucharas quizás se hicieron remos para llegar muy lejos.
Se llevaron a todos, tal vez, uno por uno,
hasta el último invierno, hasta la otra orilla.
Acaso estén reunidos viendo a la solitaria comensal del olvido,
la que traga este fuego,
esta sopa de arena, esta sopa de abrojos, esta sopa de hormigas,
nada más que por puro acatamiento,
para que cada sorbo la proteja con los rigores de la penitencia,
como si fuera tiempo todavía,
como si atrás del humo estuviera la orden, la invitación, el ruego.

MARÍA CHÉVEZ

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María Chévez, nace en Buenos Aires, en 1940, reside desde 1976 en Madrid, Poeta y Psicoanalista de la Escuela de Psicoanálisis y Poesía Grupo Cero. Integrante del Taller de Poesía de Miguel Oscar Menassa desde 1974. Publica su primer libro de Poesía “Afrotiki” en Agosto de 1976, siendo la primera mujer que publica en la Editorial Grupo Cero.
Dirigió los últimos números de la revista de Psicoanálisis y Poesía, “Apocalipsis”, sus libros publicados son, de poesía: “Afrotiki” 1976, “El fin del amor” 1978, “Poesía Cotidiana” 1987, “Poemas y Libertad” 1990, “De la mano del amor” 1998. En Noviembre de 2003 la Asociación Pablo Menassa de Lucia en su 5º convocatoria concedió el primer premio (ex-aequo) de poesía a su libro “A plena luz” y “Lugares de Paso” en 2013.
De Psicoanálisis tiene un libro con otros autores: “Psicoanálisis de la Sexualidad” 1987 y propios: “La histeria y los sueños” 1994 y “Mejor hablar” 2006. Luego publicó en Actas de Congresos.

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“FRAGMENTO DE PRESENTACIÓN DE UN LIBRO DE MARÍA CHÉVEZ” POR ALEJANDRA MENASSA, POETA Y MÉDICA

La posición que la poeta tiene con respecto a la historia de la poesía, se despliega en todas las páginas de sus libros, por poeta y ciudadana del mundo, siempre tiene, no obstante una palabra su América. Pletórica, selvática, madre exuberante, María Chévez tampoco rehúsa en sus versos a su ser psicoanalista.

La poesía de María habla de una realidad humana, en la que siempre hay un sujeto que se implica, que dice, en ocasiones… Narrativa. Nunca explica, siempre desrealiza, le presta su voz a los habitantes de la calle, a los soldados, a los muertos en guerras, a las mujeres amadas, a los hombres amados, a las mujeres maltratadas y ahí va haciendo su propia voz, entre poetas amigos.

La implicación, la posición, el reconocimiento del Otro “con mayúscula”, en este caso, la historia de la poesía y el reconocimiento del otro “con minúscula” semejante, el compañero poeta, más allá de su cercanía o lejanía son hilachas escarlatas de ese hilo que llamamos “POESÍA Y PSICOANÁLISIS”.

“María es una poeta social”, su obra no escaparía a la aseveración de que la poesía es la verdadera historia de los pueblos. Una poeta culta que pulsa al ritmo de su tiempo, sus palabras no envejecen, porque ella tiene la valentía de ser una mujer de su edad, que no retrasó su crecimiento, cuando tocó crecer con el mundo.

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MUNDO DETENIDO

LIBRO: DE LA MANO DEL AMOR.

Ella habitó en nocturnos infernales
Gastando la savia vital que la alentaba.
Vahos errantes la cubrieron
En esas tinieblas sin dicha
Malsanas.

Cayeron con brusquedad
las capas del amor que la cubrían,
se quedó muda, entonces maldijo,
se encerró en vahos tornasolados.
La rabia de la costumbre trastornada,
con el odio arribó a sus confines la asfixia.
La maltrataron y ella no se desdijo,
Se revocó en los hedores más miserables,
Se hartó de fábulas,
Se tiñó del revés
Se fue a los últimos extremos de la propia trampa
Y se juró una noche endiablada
Nunca volver.

Esa mañana, el corazón latía en su mundo detenido,
Se preguntó: ¿Para qué?
Le respondió el silencio,
La majestuosidad del día templado
Y luego el temblor de una voz remota.

Se dijo: ¿A quién le importa?
Y apostó otra vez
Al trasluz, sedienta,
Por una chispa, por un talismán,
Por lo minúsculo y aún por lo herido
Y todavía encontró un recinto palpitante,
Una esfinge polvorienta y la respuestas más absurdas,
Como lagartijas asustadas en el calor del verano,
Como bajeles de piratas
En el sobresalto de las galaxias más errabundas
Y un sortilegio en plena noche.
Un recodo de su albergue, espejos de su sexo
Y de su voz,
Dios tránsfuga en su tiempo
Concibiendo el milagro.

AQUÍ MADRID

A: Miguel Oscar Menassa

Llegó desde La Pampa”
Provenía de ese especial recodo
Donde el mar se tiñe de estuario dulce
En el que desaguan las aguas
De anchos y largos ríos
Después de recorrer y tocar
Algunas patrias americanas.

Desde ahí, Buenos Aires, Arrabal,
Tango Valero,
“Aterrizó aquí”.
Venía de una Ciudad extendida,
Bella y culta como una mestiza fina.
Desde calles que lo mimaban y mecían
Con dulzuras de madre y
Estirpes intelectuales de lujosa altivez paternal.

¡Y aterrizó aquí”
Nadie lo sabía, tampoco él,
Pero en Madrid
Se le esperaba.
Arribaba en una esquina encrucijada,
Vestía de bares porteños,
Llevaba siempre poemas
Bajo el brazo.
Conversaba, y los poetas,
Los hombres, las mujeres,
De aquel tiempo, lo escuchaban.

Respeto, asombro, admiración, temblor.
Él, parecía transitar un desgarro profundo,
Tenía los ojos muy abiertos
Y una mirada tierna, penetrante, refinada.
Iba de un lado a otro,
Sin saber, cómo sonámbulo
Y hasta las piedras
Lo saludaban embelesadas.

Esto que escribo es lo que vi
Y espero poderlo decir:
¡Era amado, deseado, escuchaba tangos,
Y hacía poemas!
A veces daba pitadas al cigarrillo
Y luego entre el humo, sonreía
y decía frases fuertes,
bien construidas, contundentes.
Toda la época se acostó en su diván.
Los pasotas, los malolientes, los insulsos,
Los bienpensantes, los fútiles, los fanales,
Los profundos y hasta los moribundos
Plantados en la nobleza o en las indignidades.
Toda la época leyó sus libros masticados de trabajo,
goce y dolor.
Y los llevaban a escondidas, manoseados,
Imposibles de plagiar, todos lo vimos,
Lo vivimos, lo escuchamos,
Lo intentamos.
Y ahora, después de tantos años,
¿Quién nos lo va a negar?
¡Aquí en Madrid, se te esperaba!
Más aquí o más allá,
Ser de la grandeza, sin inequidad,
Ni pequeñeces. Eso nos enseñabas.

Y todo el tiempo, sería nuestro,
En las épocas, en la risa de la tenaz compañera,
Nuestra tristeza,
En la locura más vulgar.
En la soledad y en la inmensidad,
Vaciedad de los exterminios,
Más próximos, más continuos,
Cada vez más diurnos.
Algo supimos,
Algo fue emprendido,
Algo, fuente y textura, nos cubrió
Sin pedirlo.

Contigo fue posible amar lo que amamos,
El mar, las nubes, los encierros, el campo abierto,
Lo húmedo y lo sediento.
Las almas, el oro, las cenizas, los escombros,
Las ciudades nuevas y los polvorientos seculares monumentos
Con que lo humano a veces nos apostrofaba.
Y los viejos cuadernos de Bitácora,
Sin los cuales vivir o navegar
Era cosa de locos con los que permanentemente
Te acompañabas.
Fueron nuestros universos cuando la sangre amenazaba
Abandono y recuerdos
Fotos y películas,
Cambiante, incesante, realidad,
“eso es vivir, nos dijiste”
¿Y a quién le importa lo demás?
Intenté ir a los más lejos, me dije:
No hay más.
Recuerdo en tus ojos la ira,
Las palabras cayendo como golpes en mi rostro,
Supe que hablando se puede matar,
Que el tiempo y las historias
Se escriben de a poco, cada día.
Y que el pasado solo tenía vigencia gramatical
Y tendida como una Cleopatra moderna,
Pensé que era suficiente con pensar.
Cuando llegó el después,
Comprendí que hacer, era un tiempo de mi vida,
Que no se podía evitar sin honras fúnebres.

Escuchando poemas
Supe de los cantos más solemnes,
De las alegrías más intensas
Y hacer del amor,
Algo más que una palabra
Fue un intento de mi espíritu más primordial.
Ese que los sonidos bien articulados
De tus poemas más bellos
Fueron capaces de despertar.

Un gran poeta se nos mostraba
Y nosotros atinábamos poco o nada
Lentamente comenzamos a oír,
A escuchar todo el estrépito de toda una obra
Entre las historias de nuestra historia.
Hubo días en que sabíamos qué hacer
Y otros, en que no lo sabíamos.
Alejados por lo que nos ocurría,
También nosotros quisimos cantar
Y vivir y crear.
Inventar todo lo que el hombre puede
Nos dijimos, es lo que desea.

Después llegó el instante que temíamos,
El de las diferencias,
Hambre y construcción, ¡Aguantamos!
Vivimos, gozamos, sufrimos,
Sin pausa, ni calendario, no pensábamos en la guerra
Comenzamos a convivir con ella
Como con una mujer adusta.
Como el recuerdo de un antepasado cruel,
De una tribu humillada,
De un descuartizamiento sin precedentes
Que todos queríamos olvidar.

También llegó aquel día
Donde el humo y los temblores nos abandonaron.
A nuestra cintura se ciñó el dolor con fuerza de hierros,
Los más candentes.
Hubo holocaustos sobre tu pie, encarnizamiento de fieras,
Venenos, intemperie, pérdida más allá de lo insoslayable
Y en plena cordillera, encerraste tus lágrimas,
Para que de ellas, de ese luto, creciera lo que no podrá morir.

Criaturas para el amor
Para los que puedan oír, para tiempos que nos sobrevendrán.

Al volver, escribiste aún más poemas y nos dijiste:
“Un hombre no muere si hay otro que lo nombre”.
Vértigo, despedida, amanecer, albor,
Simplemente, vida, Nada solemne,
Y supimos al compás de tu pluma iluminada
Que reír también es cosa de fieras,
Que el destierro es ese sentimiento anticuado y medieval
Que solo puede acuñar alguien que cuida el territorio
Con límites espaciales y precisos, un ser fiel,
Ese que alegra con ladridos de reconocimiento
Nuestro reconocimiento cada día.

Poco a poco, me dijiste. Y luego vi llegar hombres,
Mujeres, niños, jóvenes, entre los brillos del oro y de palabras,
Entre la bruma del mar opacando el sol,
Entre los árboles enhiestos, cubiertos de nidos y de aves,
La vi, venía contigo cabalgando, volando, bailando,
Mirándonos, aparecía en medio de cualquier momento por sorpresa,
En medio de los sueños y los suspiros.
Amor y hambre
Veracidad e infinito
Nieve, tormenta, fuego, la más vibrante,
La que desafía cualquier pertenencia,
Sesgo de la gracia y el sonido,
Sentido de la brisa
Estruendo del tiempo
¡Poesía!.

MUJER AMERICANA

LIBRO: DE LA MANO DEL AMOR.

Te miraba
mujer americana
al galope del caballo y el tronar del fusil,
haciendo
con tus hombres
la lucha.
Algo que perdura
entre jazmines, hilillos de agua
y la roca.

Otras veces
te veía
mujer americana
con un niño en brazos
removiendo alguna comida miserable
tarareando entre dientes
antiguas canciones de violencia y amor.
Nacida en un continente,
a pesar del quinquenio,
ubicado más allá.

Música
guitarra y violines
también trompetas
añorantes
-como si conocieran-el
tiempo de la paz.

Te tiemblan las manos
lo sé
es la ternura
ante tus propios pasos
en praderas sin fin.

Como tus tierras
mujer ilusionada
eco
tañido
motín
infieles de pies sobre el polvo
matanza
exterminio
al calor de tus soles
protegiendo
al verde de su propia luz.

Hoy gritaban los periodistas
y se agitaban las cámaras de televisión
impulsados los acontecimientos
por guerras arcaicas
por intereses del poder sin nombre,
en búsqueda desconsolada, no hallaban la paz.

Pensaba
mujer americana
de ojos verdes
de ojos pardos
de ojos negros
y muchas veces de labios sellados
en nuestras tierras donde todo crece.

En el saber del emigrado,
la raíz es lo de menos.

Tierra del sol sin costumbres
sólo lo habitual
lo cotidiano
lo cosmopolita, lo contemporáneo
y lo de todos los días
-americana- esa lucha inconmovible.

También sabemos que el futuro existe.
Y no es cuestión de sapiencia
tener los pies en una tierra
donde todo depende del cielo.

Climas agrios y también
climas dulces
y el devenir
de nuestros ríos suaves
amamantando océanos.

Mujer
tú sí.

En ese bordado
donde permanece
nuestro amor
por las historias
alegres y tristes
es el límite. Ignorado.

Lo que habla.
Lo que existe.
Lo que late, pulsa, rueda.
Lo que vibra aún sin contraste.
Lo que ríe, trabaja y sueña.

La que teje en hilos de futuro
un latido inmenso
continental
ardiente
una unidad infranqueable.
Entre los trozos
y los escombros.

Al rescoldo
de palacios indígenas
buscando
el alba
fulminante
áurea
inigualable.

EL TIEMPO NO HA PASADO

LIBRO: POESÍA COTIDIANA

Exquisita y feroz pereza enamorada,
abruptos latidos de coraje.
Adorar y humillar tu niño sucio abandonado,
diluir en mi mano el quieto cansancio de tu frente,
velar tu oscuro sueño, tu cuerpo tenso,
tu palabra febril temblando de mañana.

Escribo versos y no hago cuentas.
Descubro ideas y te miento,
hago de tonta en tu presencia
y añoro, entre tus brazos,
ese amor palpitante, mi propio aliento.

Extranjera en tu mundo -orden menor para nuestro extravagante
delirio geográfico-
a caballo entre las épocas cambiantes,
nunca estuve aquí.

Entregada al poema, al deseo, a las luchas violentas de la verdad
qué Paul, qué vida Eluard
en mi patria que está lejos
la muerte organiza la vida.
Bandera azul y blanca de mi tierra ardiente
como una mujer espera
como un hombre de rodillas, reza.
Tu prosa viva gimiendo, miguel, amigo, Breton, Artaud
y el comerciante de abisinia, lejano ocio feroz.

La patria se confunde, amor, cuando está lejos.
Sabor irrepetible sonido de risa en la piel.
Manos quietas como el viejo mapa de colores.
Te nombro
geografías del sol sobre tus hombros, después,
mi taza de café
en el bar azul sombrío.
Dolor clavado
tus piernas firmes
tu apellido viento
mi rostro de acíbar alojándose en la piedra.

La patria, vida, es celeste
otoño
caída
herida.
Tiempo habitado
lejos, huída.
Ven, démoslo todo vueltas.
No olvides, no perdones.
Frunce el ceño y espera.
Seamos esta música que nos tiñe el alma
alarido, compás, voz.
No habrá guerra cuando estalle, bestias boqueando de sed en
el desierto
y recova
y retreta
y pampa cubierta de lino, sábana húmeda de rocío.

Patria cuando estás lejos, eres esta fruta ácida
tronchando mi boca de isla y de río
seda interminable
cáncer
dinero
oferta
demanda
mercado de esclavos
a la usanza europea.
Mujeres comprando hombres
hombres mercando mujeres
niños sucios mendicantes
fosa común donde yacen
los mugrientos mercaderes.
La que compra el prestigio del objeto
el que lo vende
la que sabe
el que calla.

Miseria y un sol desvaído por la contaminación.
Finales de siglo en ritmos furibundos.
Todos los héroes murieron violentamente
lo dicen por televisión.

Esconde rápidamente la lira y aúlla,
no soy la luz.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.
María Chévez con sus nietas en la Feria del libro de Madrid.

ELLOS DOS

LIBRO: EL FIN DEL AMOR

Ella
era una hembra.

Torpe y cruel
desgajándose en silencios
en palabras vanas.
Él
era un solitario
un hombre sin destino.
Juntos
por la estúpida costumbre
de prolongar encuentros fortuitos.

Tuvieron hijos porque toda mujer desea alguno.

Y vinieron tardes somnolientas
donde el tedio
era señorío.
Se arrastraban por el mundo
esperando,
algún licor violento
dios ajeno que trastocara el sopor,
oculto dardo del sinsentido.
Y vivieron juntos
furtivos al asombro y
a los otros.
Ella
despertaba aburrida
entre bostezos
al sol sobre sus hombros.
Él bebía silencioso, su café.
Le sonreía sobrio
y la olvidaba.
Los encontré una noche
él
muerto a martillazos
sobre la inmensa cama destruida
ella ciega,
irremediablemente
loca de horror.

Cerraron la puerta y todo siguió igual.

Ella
deformó su cuerpo y lo cubrió
del paisaje cotidiano
la vida familiar.
Él se fue yendo
nadie se dio cuenta.
Los hijos vivieron del recuerdo.
Fueron
propiedad exclusiva
de una mujer digna
intachable
una luchadora
madre de familia.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

HABRÁ SIEMPRE ALGO QUE NO SÉ

Habrá siempre algo que no sé
Y algo que no siento
Esta penumbra de monótono circular
Esa tenue sensación del viento en el calefactor
Lejos del hombre y su ciudad.
Habrá siempre ese miedo a no nacer,
No haber nacido.
Cae la luz y el silencio sobre los techos dormidos.
Amado y deseado, el poeta
No se esmera en ser lo que lo ama.

Yace, y sobre su cuerpo las palabras laten
Dibujan su contorno.
Hablamos y el oído amplifica o atenúa los sonidos,
Difunde esas resonancias que te nublan en los días claros
Todo el corazón.

Late fúnebre, somnoliento y rasgado
Necesita oxígeno
Palabras que dicte la poesía
Rebosantes y rubicundas
Sobre la piel y sus estragos.

Aunque el corazón se haga trizas.
El poeta no es un cirujano,
Siempre adelante, luego un poco más.
Al más fuerte de la infancia,
Alegre y colorida,
Ríos como de aceite, petrificados en el mar.

El poeta no se detiene,
Tampoco es un asesino,
Avanza y en el asombro de las nuevas combinaciones,
Todo el universo para él, es tierra prometida,
Propio o legendario,
Su movimiento es incesante.
Tampoco es un peón,
Ni juega al ajedrez.
No tiene postura ni posición,
Post, palabras precisas,
Modulación eficaz.
No tiene nada que decir,
Ciertamente él es, lo que dice
En lo que dice a otros.

Cuando sus palabras atentan contra mi
Nos quedamos a solas,
Palabra contra palabra,
Sonido contra sonido,
Hilos hilados y deshilados millones de veces,
Que aún muestran a algunos muchos hilos más.
Nada de perdón,
Ni agua, ni tos,
Conversación.

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NO HAY DOLOR QUE IMPIDA SOÑAR

LIBRO: POEMAS Y LIBERTAD

(Poema de los cincuenta)

No hay dolor que impida soñar
canta
baila
embriaguémonos
ha llegado la edad de nuestra libertad.

Han pasado las generaciones
y nuestra vida
al fin
se dirige a una playa tranquila,
diminuta cala donde los vientos
llegan
tan sólo
cuando están cansados de soplar.
Allí el mar es suave
y con mimo
se esconde entre pequeñas rocas.
Nuestros cuerpos
al sol
ya no esperan.
En paz con el amor
esta pasión no cesa.

Tampoco olvida
y contra el ácido sabor
de las palabras malditas
pongo en el mundo
además de hijos
versos
instantes dichosos
donde el tiempo se ríe de los climas.

Natural inclinación soslayante
llevo en mí algún suspiro.
Alguien
trata de tacharme.
Sin embargo insisto y respiro.
Luego, ociosa, sin las edades
alcanzo alguna flor
-quizá un cyclamen-
y no la pongo en un libro.
Tiño con ella, un segundo
un trazo del aire.


“PÁLIDA CIUDAD”
LIBRO: AFROTIKI.

Es ésta una ciudad donde el invierno
se despide con gestos plumosos del otoño
y los semáforos
confunden puertos y ciénagas, con su luz.

Húmeda recorro la piel del que duerme destinos ocultos.
Pálida ciudad
hoy no amaré a nadie
vine a morir.
Cuando el sol cae cobarde y lentamente
no deseo verdor
sólo estas notas lentas.

En la desolada ciudad tuve un amigo
con una piedra en forma de lagarto
latiendo en el centro de su cuerpo.

Vivimos juntos en medio del asombro.
La guerra, aguas y espejos
y pequeños relámpagos.

Mi padre espera en la ciudad terrible
cruzó todas las puertas para morir
cavando una zanja o plantando soles
o ardiendo de noche mientras atravesaba a nado alguna
acequia.

Mi padre es triste las tardes de domingo
cuando miramos del brazo interminables túneles
y vuelve a confesar que me ama
que ama mi ciudad.

Muere mi padre muerto, tomado de mi brazo.

Nunca hubo realmente reinos
y el poder era música,
olvidaré al abuelo indio azotado hasta morir
y ése
ciertamente
es mi gesto de tristeza.

FUENTES CONSULTADAS

  • http://www.las2001noches.com/n5/pg1.htm#TU,%20LA%20MAS%20IMPOSIBLE
  • https://es.wikipedia.org/wiki/Olga_Orozco
  • https://www.biografiasyvidas.com/biografia/o/orozco_olga.htm
  • https://ciudadseva.com/texto/la-cartomancia/
  • http://www.las2001noches.com/n43/pg1.htm
  • https://www.editorialgrupocero.com/autor/maria-chevez/

Te recomendamos ver el programa de televisión.

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

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