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BIOGRAFÍA DEL POETA Y PAYADOR GABINO EZEIZA
Así como José Hernández para la literatura gaucha, Gabino Ezeiza, apodado el Negro Ezeiza, se convirtió en el referente por excelencia de la payada argentina. La payada, asociada a las pulperías, al gaucho, al trabajo en el campo, tiene como principal referente a un porteño descendientes de negros esclavizados, un ejemplo más de cómo la mixtura entre lo migrante, lo indígena y lo criollo conforman parte de la identidad nacional argentina.
Gabino Ezeiza nació en el verano argentino de 1858, aunque hay cierta polémica por su fecha: hay quienes dicen que fue el 3 de febrero; y otros, el 19 de febrero. Lo cierto es que, por ese entonces, los afro constituían un núcleo importante en la población de Buenos Aires y se concentraban, en su mayoría, por los barrios de Balvanera, Montserrat, San Telmo y Catedral. La zona era llamada despectivamente como “El Mondongo”, debido a la cantidad de africanos y afrodescendientes que la habitaban.
Hijo de Joaquina García y de Joaquín Ezeiza -quien había servido a la familia Ezeiza, de ahí su apellido. Según Héctor P. Blomberg “el negrito Gabino no faltaba nunca a las payadas que se realizaban con frecuencia en su barrio. Escuchaba, conmovido y absorto, los torrentes de coplas que surgían de labios criollos, bajo el alero de los patios coloniales”.
Quien primero puso una guitarra en sus manos fue Pancho Luna que tenía una pulpería en el bajo de San Telmo y fue payador cuando joven, en los tiempos de Rivadavia. Al cumplir quince años le compraron a Gabino una hermosa guitarra española, la adornó con cintas celestes y blancas, se despidió de su madre y de sus hermanos Tomás y Matilde Ezeiza – el padre había muerto en la Guerra del Paraguay -, y comenzó su existencia de cantor errante.
En un pueblo del sur bonaerense conoció al estanciero Mones Ruiz, quien lo protegió, le brindó su amistad y lo hizo trabajar en dos o tres oficios, entre ellos el de sombrerero, pero Gabino, al fin, se despidió de aquel y se fue a los campos como Santos Vega.
Con tan sólo 17 años, colaboraba en el periódico afroporteño “La Juventud”, que en su número de presentación señalaba “… Contribuyamos una vez por todas, para que nuestra unión social sea un hecho, y habrá llegado el momento en que deba hacerse práctica nuestra deseada libertad política…”. Ezeiza formaba parte de la redacción de dicho periódico y dirigía su sección literaria donde firmaba con el seudónimo “Liberato”. Este seudónimo era una clara alusión a su compromiso con su origen étnico ya que liberato era un sinónimo de la época del término liberto, nombre con el que se designaba a un esclavizado que había obtenido su libertad.
A ORILLAS DEL PLATA
Bogaba un marino
del Plata a la orilla,
en una barquilla
con increíble afán.
Cortando las olas
que al verse vencidas,
van y embravecidas
en las toscas dan.
Mas llega la barca
de la tosca al lado,
feliz ha llegado
y en tierra saltó
alegre el marino
risueño el semblante…
(Verso publicado en el primer número de La Juventud, 1 de enero de 1876)
En “La Juventud” dio sus primeros pasos en el campo de las letras, y también en la política. Como activo miembro de la comunidad afroporteña, participó de los más acalorados debates al interior de la comunidad, por ejemplo, acerca de la integración a la cultura europeizante de la época o la preservación de su cultura y valores.
En un país bastante reacio a admitir su negritud (aunque los afrodescendientes serían 2 millones según estimaciones serias y casi 150.000 según el último censo nacional), en una época en que se los consideraba desaparecidos o a punto de eso, no obstante, Ezeiza fue un ejemplo de éxito y sujeto de admiración para un grupo selecto compuesto por blancos, así como colegas y demás seguidores. Los duelos payadorescos de quien nunca resultó derrotado deleitaron a cientos de personas, el público afluía desde pueblos vecinos a la convocatoria, colmaba teatros y otros espacios, y luego muchos ensayaban las canciones que oyeron tocar a Ezeiza.
El payador había nacido y su fama creció por el sur y el oeste de Buenos Aires antes de cumplir los veinte años. No se olvidó de su ciudad natal a la que volvió a principios de 1880, encontrándola en plena lucha, en la que tomó parte, para volver luego a su oficio de cantor.
Su inclinación a las luchas populares lo encontraron empuñando un fusil en más de una ocasión. Bajo el ideario revolucionario de Leandro N. Alem y su Unión Cívica Radical, Gabino se involucró en la lucha armada. Fue testigo de un período de profundas transformaciones en la vida nacional, la transición entre las guerras civiles y la definitiva consolidación de la República, Buenos Aires encaminada a ser una gran metrópoli, el surgimiento de los primeros partidos políticos modernos y el aluvión blanqueador en que se convirtieran las oleadas migratorias europeas patrocinadas por la Constitución Nacional.
Por entonces ya lo envuelve en su círculo amistoso, en el seno de la colectividad morena de Buenos Aires, una aureola de prestigio. Pardos y morenos forman mundo numeroso y aparte allá por la década del ochenta. Tienen sus asociaciones particulares, organizan pintorescas comparsas para Navidad y Carnaval, crean sociedades propias de socorros mutuos, discuten con vehemencia sus problemas en sus periódicos y fuera de ellos, y hasta piensan en establecer escuelas para la educación del hombre de color. Llevan, en fin, una intensa e interesante vida de sociedad. De ahí que el juvenil Gabino asista con frecuencia a tertulias familiares, participe en bailes y fiestas, y entretenga en la amable compañía de amigos y muchachas buena parte de sus horas.
En la revolución del 1880, concurrió al combate del 21 de junio con el batallón 15 de febrero a las órdenes del comandante Eliot, y el entonces mayor Vico. En donde se portó bizarramente recitando algunas estrofas en el momento de la lucha. Fue en ese mismo año de 1880 cuando Ezeiza se enfrentó con Nemesio Trejo y fue ésa la primera de una serie de payadas que ambos sostuvieron a lo largo de los años, hasta que el segundo, que era escribano y se dio con éxito a escribir para el teatro, abandonó la guitarra y las improvisaciones.
En un reportaje a Nemesio Trejo, hecho por Jaime Olombrada, y que fuera publicado en el periódico “La Opinión” de Avellaneda (Provincia de Buenos Aires, Argentina) el 15 de abril de 1916, Trejo cuenta: “En 1884 era mi primera topada con Gabino Ezeiza, el más célebre de los bardos argentinos, y esa payada sirvió para hacer escuela. Por aquella época se cantaba por cifra, pero Gabino, en esa oportunidad, introdujo la milonga en el tono Do Mayor.”

Para 1882 ya hace varios años que Ezeiza canta y que incluso sostiene payadas de contrapunto, pero también tenía que trabajar para ganarse la vida. Su fama se había propagado rápidamente, al punto de considerársele ya uno de los mejores exponentes del arte, y que el solo anuncio de sus actuaciones bastaba para atraer un gentío.
Gabino se hizo conocido en las dos orillas por innovar en las formas de la payada, producir cierto contrapunto con sus versos que endulzaban y picanteaban las pulperías, e introducir el ritmo de la milonga.
En el contrapunto, cada payador responde las preguntas de su contrincante y, luego, pregunta del mismo modo. Puede durar horas y finaliza cuando uno de los cantantes no puede responder rápidamente a la pregunta de su rival.
Las payadas tuvieron un enorme desarrollo en Sudamérica, sobre todo en la Argentina, el sur de Brasil, parte de Paraguay, Uruguay y Chile. En 1884 se realizó en Paysandú (Uruguay) el primer combate de payadores, que tuvo como protagonistas a Gabino Ezeiza y al oriental, se les llama así a los uruguayos, Juan de Nava. Gabino resultó ganador con su décima “Heroíco Paysandú”, un tema que se presenta en los primeros cuatro versos, se desarrolla en los seis siguientes y en el décimo concluye. En Argentina se celebra el 23 de julio el Día del Payador por haberse realizado en esa fecha del año 1884, en Montevideo, la famosa payada entre Juan Nava y Gabino Ezeiza. Entrada la década del veinte, a más de un lustro de la muerte de Ezeiza, “Heroíco Paysandú” todavía estaba en el repertorio de muchos cantores.

En 1884 hizo una payada de contrapunto con Nemesio Trejo, a beneficio de las víctimas de una inundación en Barracas. La forma elegida fue la milonga; Ezeiza coronó la función haciendo una descripción en verso de la ciudad de Montevideo, pero su momento más brillante fue cuando por accidente saltó una de las cuerdas de su guitarra. En un alarde de repentización, Ezeiza comparó aquella cuerda rota con sus propios sentimientos.
El año 1888 lo encuentra de nuevo en la capital oriental, donde mide sus fuerzas en un contrapunto con Arturo Nava, hijo de Juan, en el teatro Artigas de Montevideo. La concurrencia que se juntó fue enorme y Gabino salió una vez más victorioso de la prueba. La función había prácticamente concluido cuando alguien le comunicó a Ezeiza que en la sala estaba una delegación de sanduceros (originarios de Paysandú) que había ido a escucharle. Entonces volvió a templar su guitarra e improvisó aquellos versos, que se cuentan entre los más felices de su carrera y que lo han sobrevivido.
Tanto Gardel como Razzano lo conocieron en los comités políticos de principios de siglo, como a casi todos los payadores de aquel tiempo, y ese conocimiento se hizo trato amigo en la rueda del popular “Café de los Angelitos”.
La época de mayor éxito del artista fue entre 1890 y 1915 mientras que en los primeros quince años del siglo pasado realizó numerosas grabaciones gramofónicas, de difícil acceso. Como otros artistas de origen humilde y por su fenotipo, Ezeiza debió superar varios obstáculos y ataques racistas para alcanzar el éxito.
Otro de sus contrincantes y colegas más conocidos fue el payador Pablo José Vázquez. Uno de encuentros inolvidables ocurrió en 1894, en el Teatro Florida de Pergamino. Duró tres días y Vázquez resultó vencedor. Varios versos de esas noches quedaron registrado en versiones de copistas y taquígrafos.
En algunas ocasiones le contrataban en los circos. Con ellos no solo actuó en Buenos Aires sino que también recorrió el interior del país. En 1891, hallándose en La Plata ganó un premio grande en la lotería y con el dinero cobrado compró un circo al que llamó “Pabellón Argentino”. Con ese circo llegó, al año siguiente, a San Nicolás de los Arroyos, donde conoció a una biznieta del general Angel Vicente Peñaloza, el Chacho riojano, doña Petrona Peñaloza, una jovencita de quince años quien más tarde se convertiría en su esposa y con la que tendría diez hijos.

Sus virtudes y hazañas fueron famosas y frecuentes sus encuentros con otros payadores, en esa lucha verbal del contrapunto. En el contrapunto, cada payador responde las preguntas de su contrincante y, luego, pregunta del mismo modo. Puede durar horas y finaliza cuando uno de los cantantes no puede responder rápidamente a la pregunta de su rival.
De él escribió Francisco Pi y Suñer: “Fue el trovador de la pampa. En aquellos tiempos de escasísima población en que la Argentina vivía la vida de los pueblos pastores, fue el bardo errante y vagabundo que iba con su guitarra de rancho en rancho y de pulpería en pulpería, glosando los acontecimientos más notables, recordando los altos hechos de los hombres ilustres, llevando a todas partes las palpitaciones del alma nacional. Hijo del pueblo y entre el pueblo criado, se identificaba con el paisano, con el hombre del pueblo y en forma poética y solemne le cantaba sus cuitas y sus alegrías, sus esperanzas y sus anhelos”.
Llega el año 1894. Es el de la gran payada con Pablo J. Vázquez en Pergamino, se alargó durante dos noches, el 13 y el 14 de octubre de 1894 en el teatro Florida de Pergamino. El jurado que actuó en esa oportunidad dictaminó que debía reputarse como vencedor a Gabino.
En 1902 sostuvo otra payada memoriosa en San Antonio de Areco. Esta vez su contrincante fue Luis García, a quien no pudo vencer. En 1912 intervino con éxito en un torneo internacional payadoresco efectuado en un teatro de Buenos Aires en el que los cuatro primeros premios fueron adjudicados a Ezeiza, Curlando, Vieytes y Caggiano.
Los volúmenes de poemas de Ezeiza son varios. Canciones del payador Gabino Ezeiza (1885) reúne doce. Uno se intitula “Recuerdos” y trata de la habilidad del poeta para avanzar en un medio que le es indiferente. En una estrofa el compositor se lamentó en estos términos:
“Si no tengo pulimento
Nunca he de hacer buenos versos,
Seré chuza sin sereno
O sin aceite un candil.”.
En otra compilación, de 1892, el poema “A mi guitarra” permite ver la forma en que Ezeiza estuvo ligado con la tradición oral africana, en Argentina reemplazando el tambor por la guitarra:
“Si de algún trueno lejano
El vago rumor sentía,
Tus cuerdas lo repetían
No dando a duda lugar
Y cuando en noches de insomnio
Yo no conciliaba con el sueño
Te tomaba con empeño
Para ponerme a cantar.”.
Con una aguda mirada social, el tema “Mi caudal” es crítico de la pobreza y de la situación de la persona indigente. De 1897 es el poemario que, entre otras poesías, recopila “La vida del payador”. Identificando un origen humilde y muchas dificultades, como la orfandad y la soledad, temas recurrentes de la poesía payadoresca, su autor describe la vida errante del oficio. Una estrofa dice:
“Porque voy, cual nuevo Homero,
Mendigo y peregrinando
En todas partes cantando
Donde un asilo me dan.
Y es así que en todas ellas
Digo yo que siento pena;
Voy sujeto a una cadena,
Porque estéril es mi afán.”.
Grabó discos, algunos con acompañamiento de Manuel Campoamor en piano, célebre compositor del tango “La Cara de la Luna“, y recopiló sus versos en el folleto “Cantos a la Patria“.
Es probable que la voz de Ezeiza provoque hoy una especie de desilusión si se espera encontrar en ella un estilo virtuoso o algún recurso fuera de lo común. Su valía es otra: es la del documento sonoro de una clase de intérprete que pocos años después desaparecería. No puede pasar inadvertido un dato: a la par de sus canciones en tiempo de milonga, cifra u otros ritmos adecuados para la payada, Ezeiza también componía, cantaba y grababa tangos, alrededor de 1905.
En Gabino se fusionaban dos épocas, dos mundos: la voz de una Buenos Aires aldeana y rural, con la gran ciudad en que se convertiría poco después; en su pase de la payada a la milonga, base del primer tango de la vieja guardia, Ezeiza fundió la voz del interior rural con la música urbana argentina del siglo XX.
Con su carrera artística en la cima, no dudó un segundo en poner su reputación al servicio de la causa revolucionaria. En 1893, al momento de estallar una de las revoluciones radicales, se encontraba en la ciudad de Santa Fe con la compañía artística de su propiedad “Pabellón Argentino” (popularmente conocido como “Circo Gabino Ezeiza”), y la utilizó como plataforma de uno de los focos insurgentes. Aquellas maniobras militares fracasaron y Ezeiza, luego de permanecer fugitivo un tiempo, fue apresado en la cárcel de la Aduana de Rosario junto a sus compañeros de armas. Sus enemigos, en represalia, incendiaron su circo. Hasta sus últimos años Gabino perseveró en la causa Radical.
El 12 de octubre de 1916, con neumonía acompañada de una fiebre altísima, y en contra de todo consejo, cantó ante un teatro rebasado de audiencia que lo aclamó en lo que se cuenta, fue la inauguración presidencial. Tuvieron que ayudarlo a ponerse de pie al terminar el show, de horas de duración. De allí, totalmente vencido por la enfermedad, fue trasladado a su hogar en Flores, donde falleció por la tarde, a los 58 años. A su entierro, en el cementerio de dicho barrio, asistió un delegado del entonces asumido presidente de la República. Se supo que Yrigoyen al conocer la triste noticia dijo: “Pobre negro Gabino, él sí que fue leal”.
Ezeiza fue un poeta culto. En su quehacer trató la idea de patria como una entidad popular, incluyendo las grandes batallas patrias, además de temáticas diversas entre las penas, las nostalgias, la amistad y el amor. En su obra se perfila un discurso de resistencia anticapitalista en tanto el payador recurriera a la tradición oral para encarnar la idea de pueblo y, con eso, la argentinidad.
La leyenda de Gabino se despierta cada 12 de octubre, cuando sus seguidores se reúnen en la tumba del cementerio de Flores, para brindarle homenaje a este personaje tan recordado y querido.
Buenos Aires de mi amor,
¡oh, ciudad donde he nacido!
No me arrojes al olvido
yo, que he sido tu cantor.
De mi guitarra el rumor
recogió en sus melodías,
el recuerdo de otros días
que jamás han de volver,
los viejos cantos de ayer
que fueron las glorias mías.
Años más tarde de la muerte del “Negro Ezeiza”, en 1933, el letrista Héctor Blomberg le rindió homenaje y compuso “El adiós de Gabino Ezeiza” que, con la música de Enrique Maciel y la voz de Ignacio Corsini, trabajó la idea (falsa, pero asumida en la época sin cuestionamientos) de la desaparición de los afrodescendientes en un país que se asume como el más blanco y europeo de la región.
EL ADIÓS DE GABINO EZEIZA, de Héctor Pedro Blomberg
Buenos aires de mi amor,
¡oh, ciudad donde he nacido!
No me arrojes al olvido
Yo, que he sido tu cantor.
De mi guitarra el rumor
Recogió en sus melodías,
Recogió en sus melodías,
El recuerdo de otros días
Que jamás han de volver,
Los viejos cantos de ayer
Que fueron las glorias mías.
Esperanzas que ya no hay,
Coplas y cielos ardientes,
La diana de los valientes
Volviendo del paraguay.
Cantos de patria, pero ¡ay!,
Que en la guitarra argentina,
Que en la guitarra argentina
Melancólica se inclina
Para decirles adiós,
Mientras se apaga la voz
De las milongas de alsina.
Por eso vengo a cantar
Mi trova de despedida,
Que hoy la tarde de la vida
Mi alma ya empieza a nublar.
Nadie volverá a escuchar
De mi guitarra el rumor,
De mi guitarra el rumor,
Cantos de gloria y de amor
De la ciudad en que he nacido,
No me arrojes al olvido
Yo que he sido tu cantor.
HOMENAJE A GABINO EZEIZA. IGNACIO CORSINI – EL ADIOS DE GABINO EZEIZA
SELECCIÓN DE POEMAS DE GABINO EZEIZA
HEROICO PAYSANDU
Heroico Paysandú yo te saludo
hermano de la patria en que nací
tus triunfos y tus glorias ofrecerte
te canto de mi patria como aquí
yo guardo este recuerdo de mi patria
pegado en una brisa tu canción
el hijo del temblor de tu saliente
tu más grande y sublime inspiración
hermanos en las luchas y en las glorias
la mina de quien amo y su candor
con ecos nacionales de la historia
queriendo proclamarme vencedor
Heroico Paysandú yo te saludo
la troya y gloria americana por tener
saludo a este pueblo de valientes
y juro de los bravos treinta y tres.
Heroico Paysandú yo te saludo
hermano de la patria en que nací
tus triunfos y tus glorias ofrecerte
te canto de mi patria como aquí.
Grabado por el duo Gardel-Razzano 1917
AL NOBLE PUEBLO ORIENTAL
Daré principio, señores,
Saludando a los presentes,
Que son bastante indulgentes
Porque me van a escuchar.
Harán sus razonamientos
Con la más tranquila calma,
Cuando las penas de mi alma
Vaya empezando a cantar.
Empezaré por decirles
Que yo tengo una alma ardiente,
Una soñadora mente
Y un sensible corazón.
Mis sueños presagian glorias,
Mi alma, a otra que ha perdido,
Y mi corazón herido
Llora por una pasión.
Aun cuando quiero en el canto
Expresar mi sentimiento,
Es tan doloroso y cruento
Que no lo puedo pintar;
Porque hay pasiones que el hombre
Sufre tan grande y tan fuerte
Que tal vez la misma muerte
No lo pueda quebrantar.
A pesar de que no es justo
Que en medio de la alegría
Vierta una lágrima mía,
Que es imagen del dolor!
No es justo que vierta el llanto
Una alma que se halla herida,
Entre seres que en la vida
solo soñaron amor.
Empero, por eso es mundo;
Todo en él se encuentra unido:
Los ayes de un afligido
A los cantos de placer;
La opulencia a la pobreza,
Aunque parezca distante,
Que hoy viene a ser mendicante
El Creso que ha sido ayer.
En casa que hay alegría
Quién sabe si al lado de ella
No se entable una querella,
O alguno espirando está…
Y quizá en el mismo instante
Que lance el postrer lamento
Le lleve en giros el viento
Las armonías de acá!…
¡Quién sabe si un fatalista
Quiere arrancarse la vida,
Y tiene el arma homicida
Dirigida al corazón…
Y de allí tan solo a un paso,
Forjando alguna quimera,
Se halle un joven calavera
Cantando alguna canción!…
O tal vez alguna madre
En ademan suplicante
Llorando está en ese instante
Al hijo, que ser le dio…
Y que, olvidando el cariño
Que á la madre le debía,
Pasa de orgía en orgía,
O sus bienes disipó!…
Por eso se llama mundo:
Los unos en la opulencia,
Otros lloran su indigencia
Y van mendigando un pan!
Y si hoy nosotros reímos,
Tal vez mañana lloramos,
Porque así todos marchamos
Tras de un mentiroso afán!
Al escuchar los latidos
De los que atentos me miran,
Mi mente anhelosa inspiran,
Conmoviendo el corazón;
Pero yo me sobrepongo
A la atención cautivada,
Aunque mi voz embargada
Se encuentra por la emoción.
Me remontaré a la esfera
En donde constante vivo
Y la inspiración recibo
Dejando lo material.
Buscaremos en los astros
La perfecta analogía
Que encierra cierta porfía
Que va mi mente a entablar.
Trátase, pues, de dos astros,
Que ambos parecen brillantes
Porque se hallan muy distantes
Del punto de observación.
Mas si se observan de cerca
Se verá cuán diferentes
Son esos astros fulgentes,
Lámparas de la creación.
La irradiación que uno ejerce
Al otro la luz le apaga;
Entonces incierta y vaga
En el éter se perdió.
Mas después el que ha quedado.
Al parecer ya triunfante,
Otro surge más gigante
Que del todo le ocultó.
Así, pues, como la luna,
Cuando só las aguas riela
Dejando plateada estela,
Mostrando su linda faz;
Que después que en el Oriente
Asoma su rostro Diana,
Despuntando la mañana,
No nos ilumina mas.
Así es mi vida, señores,
Cuando yo alegre me siento
Olvido en ese momento
Todo lo que antes sufrí.
Aunque después, cuando salga.
Recuerde mi sufrimiento;
No ha de heriros mi lamento:
Ya estaré lejos de aquí!
¿En qué podré divertiros
Siendo mi canto tan triste?
Si solo en mi pecho existe
Amarguras y pesar
¿En qué podré divertiros,
Si con aparente calma
Yo quizá desgarro el alma
Del que me escucha cantar?
¡En qué podré divertiros! …
Dejad pues que mi lamento
Vaya a perderse en el viento,
De mis labios al salir.
Dejad, que tal vez la suerte,
De perseguirme cansada
Me dé una dulce alborada
Después de tanto sufrir.
(Del libro: Colección de canciones)
A LOS TREINTA Y TRES
III
Llegó un día que esta tierra,
Por el Creador bendecida,
Se vio de pronto oprimida
Por Imperial ambición.
Pretendieron maniatarla,
Sujetarla a una cadena,
Que vio con ira y con pena
La altivez de esta Nación.
Ya su sol se oscurecía
Y el recuerdo de su gloria
Al carro de la victoria
Quiso atar el invasor:
De pronto sus nobles hijos
Al verla así encadenada,
Empuñaron limpia espada
Para salvarle el honor.
Un puñado de valientes,
Que Orientales todos eran,
Juraron a su bandera
Darle una gloria inmortal:
Al mando de Lavalleja
Esos Treinta y Tres campeones
Rompieron los eslabones
De la cadena Imperial.
Ese hecho grande y glorioso,
Como una chispa brillante,
En América al instante
Con velocidad cundió;
Desde el Plata hasta los Andes,
Y más allá, á esos varones,
La voz de muchas naciones
Con entusiasmo aclamó!
No hay más allá, se decían,
Al recordar esta tierra:
Cada oriental en si encierra
La intrepidez del león.
Porque la América toda
No ha visto glorias iguales;
Que Treinta y Tres Orientales
Salvaron a su nación.
(Del libro: Colección de canciones)
LA VIDA DEL PAYADOR
Perdonad, noble auditorio,
Que al pisar estos dinteles
Haya soñado laureles
Que no sabré conseguir:
Perdonad, si arrebatado,
Por una pasión que siento,
He venido en tal momento
Haceros mi voz sentir.
Esa pasión me domina
Sin darme tregua ni calma:
Cantar las penas de mi alma
Esa es toda mi ambición:
Es mi voz muy quejumbrosa,
¿Pero, qué importa su acento,
Sí cuando canto yo siento
Desahogado el corazón?
Se desprende de mi mente
Una sucesión de frases,
Inspiraciones fugaces,
Sin que las pueda pulir:
Tan pronto canto mis penas,
Como canto extrañas glorias
O las brillantes victorias
Que otro pudo conseguir.
Perdonad, repito, ahora,
Que sin ser culto poeta,
Divague mi mente inquieta
Tras del ideal que soñé.
Y al compás de esta guitarra,
Compañera de mis penas,
Quiera llorar las ajenas
O las que yo ya pasé.
En la infancia la primera;
En esa edad de las flores
Que no se sienten dolores,
Ni nos agobia el pesar;
Que todas son alegrías
Que todo es dulce embeleso;
Ni nos impresiona el beso
Que nos dan al despertar.
Siempre la mente ofuscada
Entre sueños infantiles,
Pasamos esos abriles
Como en la planta una flor,
Que uno la ve tan lozana
Por el tallo sostenida,
Y después, ya, decaída,
Pierde su aroma y color.
Así en esos gratos días
Pasé momentos de calma
No estando impregnada mi alma
En el dolor terrenal.
Si soñaba una ventura
La juzgaba verdadera,
No siendo más que quimera,
Ilusión vana y fatal.
Mas ¡ay! que todo se pierde
Cuando la madre nos falta:
De aquella cumbre tan alta
Cae deshecha la ilusión.
Ya no se sueñan venturas,
Solo se sienten dolores.
Y desengaños traidores
Que parten el corazón.
El blando arrullo del beso
Que a despertar nos venía
Se pierde en un solo día
Para no hallarle jamás.
Y aquella que en nuestra cuna
Nos acarició la frente,
Oímos decir de repente,
¡Ya murió! ¡Descanse en paz!…
¡Es huérfano!, dice el mundo,
Al vernos por ahí rodando,
Y por la orfandad llorando
Sin encontrar otro hogar.
¡Entonces, tarde, muy tarde,
La falta de ella sentimos
Y si algún dolor sufrimos
Nadie lo puede acallar!
Si algunos de los presentes
Aun una madre conservan,
Y estas lágrimas recuerdan,
De ejemplo les servirán…
A pesar que bien comprendo
No necesitan lecciones,
Que ya en muchas ocasiones,
Al mundo conocerán.
Así es de que escucharán,
Los que atenderme quisieran,
Esta historia verdadera
O fragmentos de mi vida.
Aunque tan joven, anida
Cosas que a muchos asombren,
De los terribles tormentos
Que suele pasar un hombre.
Nací de padres honrados,
Aunque de muy pobre cuna,
Pasando sin pena alguna
Hasta que tuve razón.
Entré en la edad de los sueños
Al llegar a los quince años,
Cuando sentí desengaños
Ya dije: ¡mentira son!
Después que perdí a mi madre,
Pues se cortó su existencia,
La lloré con inocencia
Puesto que en la infancia fue.
Y sentí por vez primera
Surcar mi adusto semblante
Una lágrima brillante
Que a su dolor derramé.
¿Cómo es posible, decía,
Que me abandone tan niño?…
Recordando su cariño
Que tanto me profesó!
Y llorando amargamente,
De pena languidecía;
Y la gente repetía:
¡Vuestra madre ya murió!…
Las personas que allí estaban,
Intentando consolarme,
Venían á recordarme
Que para eso era varón.
Hay que soportar, decían.
Lo que nos marca el destino,
Porque la mandó el Divino
Elevarse a otra mansión.
Toda persona, que es joven,
Y poca esperanza anida,
No importa perder la vida
Si se trunca en la niñez;
Pero perder una madre
Es el dolor más profundo;
Huérfano queda en el mundo
Y otra no encuentra después.
Al perder a nuestra madre
Otro dolor soportamos;
Con una abuela quedamos
Que de anciana falleció.
Nuestro padre en ese entonces
En el Paraguay luchaba
Y próximo a venir estaba
Cuando también falleció.
Todos nos diseminamos,
Ya sin bienes de fortuna
Lo mismo que una columna
Que le falta el General.
O cual pájaro sin pluma
Que del nido cae al suelo
Y muere sin el consuelo
De haber podido volar.
Yo quedé como arbolito
Que, plantado en un desierto,
De hojas secas se ha cubierto
Que el ardiente sol quemó.
Es allí donde el viajero
Ata el hambriento caballo
Hasta es herido del rayo
Que del todo mutiló.
Y tuve gran afición
A las letras y pintura
Más vi lleno de amargura,
Que no eran para mí.
Después me hice militar
A fin de morir luchando;
Pero vivía penando
Porque igualdades no vi.
Ya podrán saber; señores,
La diferencia que existe;
Soy melancólico y triste
Porque llorar es mi afán.
Pinto placeres y glorias,
Reales, pero no sentidos;
Y mundos desconocidos,
Que nunca verdad serán.
Mi mañana es nebuloso,
Porque voy, mísero errante,
Mendigando a cada instante
El pan que debo comer.
Camino tras de la gloria,
Que persigue el hombre ufano,
Sabiendo que todo es vano,
El mañana y el ayer.
Si la vanidad del mundo
Me cierra a mi sus salones,
Sus halagos y atenciones,
Solitario debo andar;
Como el filósofo griego
Que a la clara luz del día
Una linterna encendía,
Deseando un hombre encontrar.
Cante Gabino, me dicen;
Yo canto, cuando me piden,
Mas, señores, nunca olviden
Que yo tengo corazón.
Aunque vean que mis labios
Dibujan una sonrisa
Sepan que es cual mansa brisa
Después de fuerte aquilón.
El mundo ayer me brindaba
Un Edén, mil primaveras,
Y las auras placenteras
Besar mi frente sentí.
Mas luego que el desengaño
Descorrió su denso velo,
Tan solo encuentro en el suelo
Decepciones para mi.
Porque pasé mi existencia
Padeciendo amargamente,
Pues nunca existió en mi mente
Alegría ni placer,
Y solo en mi desventura,
Peregrino de la vida,
Cual hoja que desprendida
Se ve en el suelo correr.
Voy como náufrago, asido
A un leño que le sostenga,
Siempre esperando que venga
La nave de salvación.
Y cuando ve alguna nube
En el lejano horizonte
Le dice a otro que se apronte,
Que viene una embarcación.
Porque voy, cual nuevo Homero,
Mendigo y peregrinando,
En todas partes cantando
Donde un asilo me dan.
Y así es que en todas ellas
Digo yo que siento pena;
Voy sujeto a una cadena,
Porque estéril es mi afán.
Esta es la verdad, señores,
De todo lo que he cantado;
Quedando yo aniquilado
En la flor de la niñez.
En un tiempo yo he tenido
Una ambición ilusoria
Y cuando he soñado gloria
Miseria encontré después.
(Del libro: Colección de canciones)
EL REMATE
Voy a darles la noticia
De un remate extraordinario,
Que hasta ha salido en los diarios
Para que acudiera gente.
Es de lo más sorprendente,
De los que hasta aquí se han dado:
Si me atienden un momento
Daré el parte detallado.
Era un joven que tenía
Intenciones de irse a Europa,
Y vendió toda su ropa
Para pagar el pasaje.
No teniendo para el viaje,
Vende todo lo que tiene;
Y desea el mes que viene
Vender todo su menaje.
Primero un calentador,
Que se sale el aguardiente,
Que compró al día siguiente
De haber venido de Europa;
Un candelero, una copa
Y una botella vacía
Y el pedazo de una vara
Que era de tomar medida
Otro lote que allá había
Se vendía de este modo:
El resto de un sobretodo,
Medio banco y un cepillo,
La pierna de un calzoncillo,
Dos sábanas medio rotas,
Después tres pares de botas
Que les fallaba la suela:
Una escupidera rola
Y el resto de una cazuela.
Dos botones de pechera,
Buenos para una camisa,
Una escolta, una repisa,
Y siete puros de guantes,
Que aunque están deshermanados
Son los que se usaban antes.
Después, el segundo lote
Tiene cosas sorprendentes;
Un cepillo para dientes,
Dos libros de Monfilatre,
Una pata para un catre,
Una manta de noche
Una llave para un coche,
Medio pedazo de toalla
Medio tejido de malla,
La mitad de un pantalón,
Un tremendo galerón
Con barbijo y con retranca,
Y un poco de ropa blanca
Que se venderá al montón.
El tercer lote, y no hay más:
Dos pistolas sin gatillo,
La tapa de un molinillo,
Una tapa de una olla,
Una ristra de cebolla,
Y catorce escarbadientes
Que él sacaba diariamente
Cuando comía en la fonda;
Una mesita redonda
Que no tiene más de un pie,
Y una caja de rapé
Que fue la herencia del tío,
Y dos espadas sin punta
Buenas para desafío.
De lo que se halla en la huerta
Voy á decir otro poco:
Una carreta sin rueda,
Y un petizito vichoco;
Todo lo que allí se venda
Debe pagarse al contado;
Así es que ya está avisado
Quien de remates comprenda.
(Del libro: Colección de canciones)
EL COCHERO
Señora ahí está el cochero:
Se encuentra muy enojado
Porque Vd. ayer lo había mandado
Con una carta al Correo…
A él le ha parecido feo;
Dice que no es changador,
Y que le arregle la cuenta. ..
Se lo pide por favor.
II
Dice que ya está aburrido;
No sé si será pretexto;
Ha encontrado descompuesto
Todo lo que ha recibido
Y que cu balde le ha pedido
Para esponjas y gamuzas,
V. siempre con escusas
Hasta ahora lo ha entretenido.
III
Que las dos yuntas que tiene
Son unos matungos viejos,
Que ya le ha dudo el consejo
De que á Vd. no le conviene.
Y su cochero no tiene
Ni valde para lavar
Y la guarnición de vieja
Ya no se puede ni alar.
IV
Dice que pide el carruaje
A las seis de la mañana
Para llevar ú su hermana
Que tiene que hacer un viaje,
Y no quiere que se baje:
Luego lo manda á la escuela;
Después sale la patrona
Para ver la costurera.
V
Que la galera que tiene
Es tan grande como vieja;
Se le sume hasta la oreja;
Poniéndose verde viene
Y la librea no tiene
Más que tan solo un botón,
Y los clavos del pescante
Le han roto medio faldón.
VI
A más, dice que ni tiempo
Le dan para la comida;
Que Vd. tome medida
Para buscar un cochero:
Que el patrón es majadero
Y que los caballos peores
Siempre quiere á toda fuerza
Que los saque trotadores.
VII
Dice que hace mes y medio
Que á la casa tiene entrado
Y mal informe le ha dado
D. Juan el almacenero,
Que también el carbonero
Dice que es un embrollón
Que más de veinte cuartillas
Ya le debe de carbón.
VIII
— Decile, al cochero, Lola;
Que no se disguste así;
Que venga á pedirme á mí
Lo que crea conveniente:
Y si es que algo habla la gente
Es por envidia no más…
Esta plata le llevas…
Para que ande más corriente…
(Del libro: Colección de canciones)
AMOR PLATÓNICO
Señorita: sabrá Vd.
Que la amo con frenesí,
Y si es que me quiere a mi
Como empiezo a maliciar,
Yo me quisiera casar;
Es lo que yo necesito.
Le fabricaré un ranchito
A las orillas del Río.
Ya tengo un catre que es mío,
La mitad de una frazada
Lana propia pa una almohada,
Una levita de moda,
Y la cual tiene una cola
De metro y medio de largo,
El bastón, que fue el encargo
Que hizo Pedro el carpintero;
Y las alas de un sombrero
Al cual le falta la copa;
Una chaqueta de Europa,
Alpargatas con puntera,
Media vara de una estera
Que dicen fue de la China;
Una caja de sardina,
Y unas medias, que aunque rotas
Arreglándolas con otras
Se pueden surcir muy bien:
Luego un tremendo sartén,
No hay más que ponerle el fondo;
Un espejito redondo
Y todo Ío que Vd. lleve,
Yo creo que bien se puede
Tener la pieza arreglada,
Viviendo á lo Socotroco
No nos hade faltar nada.»
(Del libro: Colección de canciones)
PERMITIDME
No quisiera que mi acento
Arranque de vuestra mente
El recuerdo más fehaciente
De algun halagüeño ideal;
y que yo por un capricho
De mi suerte o mi fortuna
Os haga olvidar alguna
Cuando me sientan cantar.
¿Qué importa al que no ha sufrido
Ni penas, ni sinsabores,
Oír ajenos dolores
Que embargan el corazon?
Sin duda han imaginado
Que yo vendría contento,
Pero es eterno lamento
La base de mi canción.
Porque mañana ¿quién sabe?
Si alguna mano piadosa
Escribe junto a mi fosa:
¡Aquí yace el Payador!
O si este acento tan triste
Que en espirales se pierde,
Alguna joven recuerde
Que le he cantado su amor.
Si algún corazón sensible
No dice un día de intento:
¡Lloré al escuchar su acento
Porque a mí me conmovió!
O la Diosa que venero
En el altar de mi alma
Va a depositar la palma
Que ante ella merecí yo.
¡Ah! ¡Quién sabe si me entierran
En la tumba del olvido
y el musgo borra que ha sido
Una parca funeral!
En vez de las frescas flores
¡Que una madre cariñosa
Deposita en una fosa
Si no, se pueda encontrar!
A mí me llevó un esfuerzo
A la esfera en que circundo,
Hoy ya me ha brindado el mundo
Lo que me negaba ayer;
y sé también de que el pueblo
Que me tributa una palma
Porque la arranqué del alma
La he podido merecer.
¡Cuántos habrá que me escuchen
Sin haberme comprendido,
No llegando hasta su oído
Mi acento desgarrador!
Cuántos habrá que me juzgan
Con un ligero desprecio,
Diciendo: solo es un necio
El mentado Payador!
Aunque así me juzgue alguno
Nada debe importarme eso:
¿Qué hombre no tuvo un tropiezo?
En Waterloo Napoleón,
Sócrates tuvo un veneno
En premio de su talento,
y expatriado y descontento,
Cuentan que ha muerto Colón.
Homero toda su vida
Tuvo que vagar errante,
La gloria inmortal del Dante
En vida no la alcanzó;
Miguel Cervantes Saavedra,
Que el Don Quijote ha forjado,
Dicen que no hubo cenado
La vez que lo terminó.
Belisario tuvo un trono,
Después limosna pedía.
Al César un Bruto había
Que le clavase un puñal;
Camoens murió en la miseria
y San Martín, el guerrero,
Se alejó a suelo extranjero
Sus días a terminar!
Yo, nada soy, nada valgo,
Pero sí, en mi humilde esfera,
Busco una donde pudiera
Solo nombre conquistar;
y si una frase incorrecta
Pude decir de repente,
Pido que sea indulgente
El que me vino a escuchar.
(Del libro: Canciones del payador argentino Gabino Ezeiza. 1889)
LA GUITARRA
Tiemblan las cuerdas heridas
Al imprimirlas mis dedos,
Es del lamento el remedo
Que me convida a llorar.
El ¡ay! de cada nota
Cual si se fuera quejando
A mí me están enseñando
Cómo tengo que cantar.
Esta guitarra que toco
Y tiene tanta armonía
Se liga a la vida mía
Por una secreta unión.
Sin ella yo no podría
Cantar en este momento
Como canto con su acento
Lamentos del corazón.
Es de pino y en un tiempo
Gallardo en una llanura
Con su gigante figura
Se vio en los campos crecer;
Allí anidó la torcaz,
La calandria y el jilguero,
Hasta el loro barranquerlo
Llegó a su rama a romper.
O las noches de tormenta
Que cuando relampagueaba
De lejos lo divisaba
Y allí se fue a guarecer.
Luego sacando un cuchillo
Dejó su nombre grabado,
Diciendo me has amparado,
Otro día he de volver.
Su piña rica y hermosa
Que cuando va madurando
Se van de por sí volteando
De su base alrededor.
Cuántas veces el viajero
El hambre satisfacía
Cuando cansado venía
A guardarse del calor.
A esa calma que le pinto
Viene el furor estupendo
De algún huracán tremendo
Sus gajos a quebrantar.
El se repone de nuevo
Y vuelve a elevar la frente,
Mas ¡oh! martirio inclemente,
Lo empiezan a codiciar.
Viene el leñador, lo mira
Con un afán receloso
Diciendo que es muy hermoso
Porque lo quiere cortar.
Alza la vista a su copa
Al ver su talla gigante
Con el hacha en el instante
Él lo empieza a desmembrar.
Golpe tras golpe le asesta
Hasta que al fin ya vencido
Cae al suelo el pino herido
Por el leñador sagaz
Y su copa portentosa
La cual tanta sombra hacía
Queda convertida al día
En un tirante no más.
Al aserrador lo vende;
Éste, luego en mil fragmentos
Lo corta y vende al momento
Con muy diversa intención.
Para bancos, para mesas
Siempre se le da el destino
y la guitarra de pino
De general condición.
Ahora objetos tan diversos
Cada uno llega a su esfera:
Con la guitarra pudiera
Un amante seducir.
Porque oyendo los acordes
De tan precioso instrumento,
Va explicando con su acento
Lo que él tiene que decir.
No es tan fina la madera
Como encierra de armonía
La perfecta analogía
Que pretendía buscar.
En mi semblante, señores,
No se nota el sufrimiento
Mas se comprende al momento
Porque lo expreso al cantar.
Cuando te extingas o mueras
No se ha de acabar tu gloria;
Quedaras en la memoria
Del mortal que te formo.
Se ha de acordar con orgullo
El amante afortunado
Que tu le has acompañado
Cuando a una reja cantó.
Tal vez diga, la guitarra
Que tenia era tan buena
Que a mi me ha causado pena
Cuando la he visto romper.
Por ejemplo, si en un clavo
Antes la tenia colgada
y ]a cuerda se cortara
Como suele suceder.
Después el grato recuerdo
De tan precioso instrumento
Convertido en mil fragmentos
Te han de querer conservar.
O si te cuelgan afuera
Al pasar la brisa suave
Lanzarás notas al aire
Con acento funeral.
Tus cuerdas enmohecidas
Las irá el tiempo cortando
y la araña irá formando
Un finísimo sedal.
Luego si el dueño se muere
Llega por fin ese día
De que alguna mano impía
Te quiera al fuego arrojar.
Tus cenizas esparcidas
Alrededor de la lumbre
Tal vez en el aire zumbe
Del que te mira quemar.
Una armonía que el sienta
Bastante desconocida,
Te desprendes de la vida
Pero llorando no más.
Así yo como este pino
Por el mundo divagando,
A todos les voy cantando
Lo triste de mi destino.
En mi escabroso camino
Quien me pudo acompañar
Es tan solo la guitarra
Para ayudarme a llorar.
Quién sabe si con tu suerte
Te conformas todavía,
Lanzando dulce armonía
y habitando en un salón.
Yo creo que aunque de seda
Se compone tu ornamento
Quisieras por otro momento
Volver a tu condición.
Yo tras de un imposible
Corro siempre apresurado
y creía haberlo tocado,
Sólo lo puedo soñar.
Haré como tu puedes
Volver a ser lo que he sido,
También estoy convencido
Que nada puedo alcanzar.
Confórmate con tu suerte
y yo también con la mía,
Tu lanzando tu armonía
Va de mi lamento en pos,
Como amantes desdichados
Tú gimiendo y llorando
Vamos el mundo cruzando
Hasta perdernos los dos.
Aunque tú eres insensible
Al dolor y al sufrimiento
Como la palma que el viento
Hace gemir al pasar.
La mano imprime tus cuerdas
Y el dolor que yo sentía
Remedas con tu armonía
Lo que tengo que llorar.
Plagiando el dolor humano
Van las cuerdas con tu acento
Como autómata instrumento
Por extraña voluntad.
Pero yo que siempre canto
Todas las penas que siento,
Bien se comprende al momento
La diferencia que habrá.
Tú guardaras el secreto
De la existencia de un paria
Hasta la ultima plegaria
Que al mundo dedicaré.
Serás la fiel compañera
Que conmigo ira rodando
y en todas partes cantando
Las penas que yo pasé.
Tú seras la que del lecho
Colgada a la cabecera
Quedaras cuando yo muera
Mirándote al espirar.
Y tal vez en mi agonía
Tendiendo hasta ti mi brazo
Al ultimo adiós de paso
Te haga una nota arrancar.
(Del libro: Las dos guitarras. Colección de composiciones de autores argentinos y uruguayos.)
EL SABIÁ
Vengo amigos de otros pueblos
Donde en bonancible calma
Dábanle expansión a el alma
El trato que recibí;
Mas ese secreto anhelo
No me abandonó un instante
De andar cual judío errante
Desde que salí de aquí.
Anduve en unos parajes
Solitarios y sombríos
Donde el pensamiento mío
Tal vez halló inspiración;
A orillas de inmensos lagos,
Donde la torcaz se asila
y el alma goza tranquila
En esa contemplación.
Llegué la humilde morada
Donde el gaucho americano
Tiende al viajero la mano
Sin orgullo y con lealtad.
En donde cada paisano
Hace un amigo en un segundo
y que si tuviera un mundo
Ese mundo se lo da…
Tuve como ellos la dicha
De estar un rato gozoso,
Donde se encuentra el reposo
Sin orgullo y con pasión.
Allí se levanta airada
La ruda naturaleza
y nos muestra la belleza
En su propio corazón.
Yo vi en aquellas campiñas
Entre sus hermosos prados
Los surcos que hace el arado
Por el hábil labrador
y vi al nacer de la aurora
Ese lámpo rojo y vago
Que se refleja en el lago
Cuando va saliendo el sol.
Luego cuando el sol se pone
Cantar en el bosque una ave
Con ese trino tan suave
Que solo es de la torcaz;
y que el alma del que sufre
Siente con arrobamiento
Ese plañidero acento
Sin comprenderlo jamás.
He llegado a tanto pueblo
Como a las regias moradas
Mas no he llevado a mi entrada
Ni envidia ni turbación;
y aquellas aclamaciones
No amenguaron un momento.
El crudo dolor que siento
Dentro de mi corazón.
En las tardes silenciosas
De místico arrobamiento
Cuando calla el manso viento
y todo perenne está,
Hay un ave dentro el bosque
Que con plañidero acento
Lanza sus quejas al viento:
Es el canto del SABIÁ.
Ave de pardo plumaje
Que en el bosque más frondoso
Turba en la tarde el reposo
A orillas del Olimar.
En mil cadenciosos trinos
Y el mas armonioso acento
Nos llenan de arrobamiento
Si le sentimos cantar.
Un gorjeo semejante
A ayes de un dolor acerbo,
Como el íntimo recuerdo
De un bien que ya se perdió;
En otros modula y canta
Una expresión de alegría,
Un raudal de fantasía
Que nadie, nadie imitó.
No tiene como otras aves
EI espléndido ropaje
De un matizado plumaje
Como tiene el mirasol.
No tiene un dorado pico,
Mas en horas de reposo
N os parece mas hermoso,
Aunque pardo en su color.
Cuando he cantado mi pena
Con dolor y emocionado
Mas de un suspiro ha lanzado
Quien me supo comprender;
Al cantar mis amarguras
Las de otros iba cantando
y he visto de cuando en cuando
Una lágrima correr.
También he visto colmada
Mi satisfacción de poeta
En aquella mar inquieta
Que se llama sociedad;
Donde he puesto de relieve
La pasión y mi tormento
y la ES del sufrimiento
Que el mismo mundo me da.
Si es que la vida es un sueño
Desperté sobresaltado
Buscando ansioso a mi lado
Lo que ese instante soñé
y hallarme con decepciones
Con muy crueles desengaños
Peregrinando entre extraños
Lo que nunca imaginé.
Entonces vagaba errante
Solitario triste y mudo
Como Romano y su escudo
En el campo del honor;
y al ver de que me faltaba
Las vitales de repente
Hundí en el polvo la frente
Agobiado de dolor.
EL ESCLAVO
Yo vi una vez un esclavo,
Lamentar su ingrata suerte;
Pedir a gritos la muerte
y ella no querer venir;
Entre cortados sollozos
Balbucear algunas frases
Que todas ellas capaces
Del hombre insensible herir.
¡Oh Sol! llorando decía,
Los bardos siempre te cantan
El universo levanta
Eterno himno a tu loor;
Los lampos de luz que arrojas,
Al amanecer la aurora
De mi agonía es la hora
Sin alba de mi dolor.
Es la hora que las aves
Pregonan en la enramada,
Esa libertad soñada .
Que no tengo para mí;
Hora que a veces el llanto
Surcando por mi mejilla
Ante otros hombres me humilla
Esclavo como nací.
No hay para mí noche eterna
De desventura una estrella,
Ni encuentro la luna bella
Ni tiene lampos el Sol;
No hallo esencia en las flores,
Ni siento gemir la palma
Solo hay este grito en mi alma:
Esclavo eres de un señor.
De dos hijos que tenía
Los dos esclavos nacieron
y mis amos los vendieron
¿Donde los encontraré?
En que podré protegerlos
Si adolescentes apenas
Van arrastrando cadenas
Como yo las llevo al pie.
¡Yo lo he visto y en los ojos
Llena un mundo de tristeza!
Inclinada la cabeza
Con profunda languidez,
Luego que alguna sentencia
La pronunciaban sus labios
Decir porque digo agravios
y revolcarlos después.
Horas tristes meditadas
Por una mente azarosa
Que le es la, existencia odiosa
Sin gloria ni porvenir;
Alma errante que navega
En un piélago profundo
Sin tener nadie en el mundo
Que algo le pueda decir.
Qué cuando ha surgido al mundo,
Cual si de otro mundo fuera,
Le miran con saña fiera
Apartándose de él
Porque presagiando apenas
Tan funestas decepciones
Quedan sus aspiraciones
Ahogadas en nueva hiel.
Reducido a tan vil centro
Que le ahoga, le sofoca;
Que cuando su mano toca
De hiel le contaminó;
y no habiendo dirigido
Jamás ofensas ni agravios
Sedientos se hallan sus labios
Qué agua el mundo le negó.
Es la hora que el esclavo
Lanza su primer gemido
y del látigo el chasquido
y de la cadena el son;
Hora de que el Sol alumbra
El universo con calma
y hay en las noches de su alma
El mas terrible aquilón.
Quien sienta podrá sentirle
Quien llore podrá llorarle
Mientras otros en cara echarle
Su mísera condición;
y la soberbia, la envidia
La ingratitud, el ultraje
A tocarle con coraje
Sin tenerle compasión.
FUENTES CONSULTADAS
EL PAYADOR GABINO EZEIZA
https://www.lagazeta.com.ar/gabino.htm
GABINO EZEIZA: POESÍA Y MILITANCIA
https://www.pagina12.com.ar/520859-gabino-ezeiza-poesia-y-militancia
CÓRDOBA DE ANTAÑO
HOMENAJE A GABINO EZEIZA
GABINO EZEIZA, PAYADOR Y CANTANTE
https://www.la-floresta.com.ar/gabino.htm
GABINO EZEIZA, EL PAYADOR DEL BARRIO EL MONDONGO
https://www.cultura.gob.ar/gabino-ezeiza-10087/
UN SIGLO ATRÁS. GABINO EZEIZA. AFRODESCENDIENTE ARGENTINO QUE HIZO HISTORIA
https://www.wiriko.org/letras-africanas/17604/
GABINO EZEIZA EN TODO TANGO
https://www.todotango.com/creadores/biografia/432/Gabino-Ezeiza/
GABINO EZEIZA, EL DÍA DEL PAYADOR
QUIÉN FUE GABINO EZEIZA
LIBRO CANCIONES DE GABINO EZEIZA
LIBRO CANTARES CRIOLLOS DE GABINO EZEIZA
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/6/69/Cantares_criollos_-_Gabino_Ezeiza.pdf
LIBRO EL CANTOR ARGENTINO
LIBRO LO DE AYER Y LO DE HOY
https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/0/09/Lo_de_ayer_y_lo_de_hoy_-_Jose_Betinoti.pdf
LIBRO LAS DOS GUITARRAS
PROGRAMA DE RADIO BUENAS RAZONES EN LA 2X4 DONDE RECUERDAN A GABINO EZEIZA

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)
