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275. POESÍA MÁS POESÍA: NICOLÁS OLIVARI

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BIOGRAFÍA DEL POETA NICOLÁS OLIVARI

Nació el 8 de septiembre de 1900 en Buenos Aires (Argentina), cuarto hijo de Carmen Canale y Juan Bautista Olivari, llegado al país alrededor de diez años antes como capitán de ultramar contratado por la Compañía Argentina de Navegación Mihanovich Ltda.

Vio transcurrir su infancia en el barrio de Villa Crespo. Cursó el secundario en el Colegio Nacional “Nicolás Avellaneda”, en el que fue compañero de Lorenzo Stanchina, con quien hacia 1920 integró el grupo literario Boedo en el que también participaron Barletta y Castelnuovo como fundadores. Tanto Olivari como los hermanos Enrique y Raúl González Tuñón pertenecieron también al Grupo Florida. Las afinidades de ambos grupos hicieron decir al español Ramón Gómez de la Serna que bien podrían llamarse Grupo Floredo. Con Enrique, Nicolás establecería una relación de amistad que duraría toda su vida.

En la constitución del Grupo Boedo, Leónidas Barletta, redacta un manifiesto que se publica en la revista “Los realistas” y se pega en las calles. Va firmado por Barletta y Olivari. Presentan una disyuntiva: “Con Gálvez o con Martínez Zuviria”. Decía: “Hacemos realismo porque tenemos la convicción de que la literatura para el pueblo debe ser sincera, valiente; debe contener la nota agria de la verdad dicha sin limitaciones y el sollozo sordo de la miseria y del dolor”. Proponían su revista como espacio “donde los escritores que hicieran sano realismo enfrentarán a los que viven de la literatura falsa, romántica y hueca”. Luego denuncian: “Se nos persigue, se nos insulta, se nos procesa”. Agregaban: “A nosotros, que no nos resignamos a novelar falsos amores sentimentaloides, con protagonistas asexuales, a nosotros, que no queremos aburrir a un público que sabe mejor que nosotros, lo que hay de triste y de trágico en el amor y en la mujer; a nosotros, que queremos hacer un poco de realidad, frente a tantos escritores que hacen literatura banal ¡se nos acusa y se nos persigue!”. El remate: “Nuestro lema es continuar haciendo la revolución en los espíritus. A la literatura de Martínez Zuviría, que falsea la vida y el amor, le contraponemos la obra del gran novelista Manuel Gálvez y de Héctor Pedro Blomberg, Juan Pedro Calou, Olivera Lavié y de un sinnúmero de escritores audaces y valientes que han querido decir su pequeña o grande verdad”.

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Primero y antes que nada poeta, Olivari fue asimismo un prolífico cuentista.

Los trabajos que conocemos de Nicolás Olivari se originan en la escuela secundaria, bajo la guía del profesor Alonso Criado. Así en el año 1918 realiza un relato en prosa: El matón del arrabal.  Soler Cañas realiza un comentario: “Es un cuadro logrado, que preanuncia al prosista vigoroso y en el que podemos encontrar, pudorosamente entrecomillada, la palabra ‘bronca’, entre otras que denuncian la raigambre o ciudadanía idiomática argentina del escritor”.

Junto a Victorio Noblia escribe El mejor amor, drama en tres actos. Incursionó también en el ensayo, las estampas y la novela. Se ganó la vida como periodista de Crítica, Noticias Gráficas y El Mundo, entre otras publicaciones. Por lo general, cubría noticias del mundillo literario y muchas veces viajaba al interior del país enviado por ellos en calidad de corresponsal.

Escribió radionovelas para Radio Belgrano, fue traductor del italiano y del portugués, letrista de tango, guionista cinematográfico. También pintor.

A principios de la década del sesenta, se embarcó en el Conte Rosso rumbo a Italia. Iba en busca de Zoagli, paesino cercano a Génova, cuna de su padre. Saldaba esa deuda.

En el prólogo de Carne al sol, libro de cuentos eróticos, él expresa en lo que llama “El inevitable prólogo”:

Nicolás Olivari ingresa al campo cultural que le es contemporáneo confiado en el aguante de sus pulmones, sabiendo que no lo quieren allí y que, por lo tanto, tendrá que luchar con prepotencia para delimitar –primero– un lugar del cual apropiarse y –segundo– para ocuparlo. Consciente y de costado, podríamos decir, con el hombro crispado y la espalda en tensión, espera los topetazos que guardan para él los orondos señorotes apoltronados con comodidad en la palestra literaria del momento: “Yo me lanzo solo, sin prólogos ni palabras liminares de nadie, ni sonetos donde me elogien […]. Ni me presento como fenómeno, cabezón o hirsuto, que ya a los diez años escribía dramas, según el prólogo que falta, ni me presento dado de la mano con ningún contemporáneo ilustre.

Llama la atención la declaración que explicita su voluntad de prescindir de padrinos que lo respalden. Si bien luego no la cumple (ya que poco más adelante se anudará a la “discreta celebridad” de Lorenzo Stanchina, [lo importante es la declaración en sí, si ésta por un lado lo ubica en el grupo de quienes no desean perpetuar el statu quo, por el otro deja asentado que pretende que reconozcan su valía en tanto escritor. Es decir: reivindica su lugar marginal, pero lejos está de resignarse al anonimato.

Tiene 22 años y ha llegado para hacerse oír: este primer texto de su carrera (que llegará a ser larga y fecunda) termina con una breve –pero no por eso menos importante disertación- acerca de lo que es en su opinión la literatura. Aquí pone sobre la mesa varias concepciones que mantendrá en sus obras posteriores. Para empezar, la literatura no es sino testimonio de algo que queda fuera de ella. En este sentido, concuerda con “el sutil Anatole”, que afirma: “En cada obra de arte está sólo la persona del autor”. Dado que el autor no puede sino existir en un tiempo y un lugar determinados, de esta afirmación se desprende que no existe –para Olivari– posibilidad de una esfera autónoma para el arte. El arte por el arte, por lo tanto, es para él impensable. Más bien, se trata de un arte que posee especificidad propia (es posible valorar su calidad de acuerdo con parámetros que le son particulares), pero que se encuentra siempre e indefectiblemente ligado a algo que le es exterior, que lo excede (el autor, en la frase de Anatole). Esta posición, que hoy podría pasar desapercibida para un lector acostumbrado a las drásticas exploraciones de un arte cuya definición va muy a la zaga de las expresiones que lo conforman (desde la automutilación con fines estéticos a la performance), fue en su momento de una soberbia explosiva.  Con ella, Olivari no sólo carga contra todo “escritor académico y adocenado”, a quienes acusa de “velar la verdad”, es decir, de trampearla, oscurecerla, cambiarla, deformarla; además se distancia de aquellos narradores incapaces de intimar la realidad “en un símbolo, en un alto idealismo estético”. Y si, por un lado busca “turbarla”.

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Historia de una muchachita loca, La mala vida, Bésame en la boca, María Luisa y La de los vientres infecundos corresponden a 1923, son libros de prosa.

En 1924, Modesto H. Álvarez publicó su primer poemario, “La amada infiel”. Recuerda Olivari: “Por este libro me expulsaron Castelnuovo y Barletta de su grupo”. Junto con ello se desata una polémica en torno al libro escrito por Olivari y Stanchina sobre Gálvez: en medio del conflicto desatado con Olivari, Leónidas Barletta acusa a Gálvez de haber sido el autor del tomo y de haber sobornado a Olivari con un sobretodo.

A éste libro de poemas “La amada infiel” y dentro de la década de 1920, le siguen “La musa de la mala pata” 1926, con epílogo de Leopoldo Marechal) y“El gato escaldado” (1929), donde despuntaban los rasgos de un estilo único.

En 1927 es incluido en la selección realizada por César Tiempo y Pedro Juan Vignale en su Exposición de la actual poesía argentina

El Gato escaldado está dedicado a Enrique González Tuñón y María Luisa Carnelli. La obra resulta premiada por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Allí incluye el poema publicado por el diario La Nación titulado “Almacen ‘Ciudad de Génova”.

En el prólogo a “El gato escaldado, Olivari destacó que su arte lírico debía ser “tan hondo como un estupefaciente”. “Lo sueño tan rotundo, áspero y concluyente que, de cada pieza labrada en el metal del idioma, dentellado por los ácidos inspirados del numen redivivo, saldremos ahogados y cegados como del más profundo pozo de una mina”.

Más adelante, en respuesta a las críticas que recibía su estilo, señaló: “Estamos escribiendo para nuestros compañeros y para el pueblo. De más está, desde luego, endosarnos una vanidad que nunca ha tenido nuestra vida, obscura y triste de poeta maldito y negado en toda redacción rica. Eso lo saben mis amigos y bien. El juicio diverso de mis sistemáticos negadores —los que dicen que escribo mal y pienso peor— no me es posible deshacerlo. Por eso me tiene sin cuidado. Acaso ellos respeten algún juicio, el de Güiraldes posiblemente. Para ellos doy este juicio que le ha merecido el poema que me he permitido dar como tipo-base, como fundamento del poema local argentino que me gustaría ver en crecimiento robusto en la producción de mis compañeros en edad y en lucha artística. Dijo Güiraldes del poema de marras: … “Ha hecho Ud. Una cosa viva, capaz de evadirse del libro de Ud. que la ha hecho’”. Tal vez sí con un poco de justificada vanidad, el poeta que le cantó a Buenos Aires defendía su obra ante el porvenir.

En 1935, publicó los cuentos: “La mosca verde” y “El hombre de la baraja y la puñalada”, y otros escritos sobre cine.

En el año 1936 escribe la obra de teatro Tedio, que resulta Premio Municipal de Teatro de la ciudad de Buenos Aires. La obra fue estrenada en el Teatro del Pueblo.

En el mismo Teatro, bajo la dirección de Leónidas Barletta se presentan la obras de Olivari tituladas “Amargo exilio” (sátira en 1 acto); “Regreso”(drama en 3 actos) y “Ganadores” (Pieza en 1 acto).

Realiza la traducción de Delirio materno comedia en tres actos de Valentin Bolpiani que es estrenada el 20 de noviembre de 1941 en el Teatro del Pueblo, bajo la dirección de Leónidas Barletta. que es estrenada el 20 de noviembre de 1941 en el Teatro del Pueblo

Continúa con sus tareas de traducción. Así en 1942 traslada al español El tren azul de Birabeau. Se trata de una comedia en tres actos, estrenada el 27 de junio de 1942 en el Teatro Paris por la Compañía Pepita Serrador. Ese mismo año traduce La norte in vacanza de Alberto Casella, obra estrenada el 18 de julio de 1942 en el Teatro Miraflores por la Compañía Juan Carlos Croharé.

Realiza la traducción de las obras tituladas Lutero de V. Macchioro, luego traduce la obra de teatro 30 segundos de amor, perteneciente a Aldo De Benedetti, que será representada el 4 de octubre de 1945 en el Tratro Smart por la Compañía de Luisa Vehil. En 1944 traduce de Giuliotti,  La vida aventurera de Francois Villon primer poeta de Francia.

En 1938, dio a conocer “Diez poemas sin poesía”.

Junto a Valenti siguen produciendo obras para el radioteatro. Adapta “Por quién doblan las campanas” de Hemingway y luego realizan la obra “En el corazón del pueblo” (Vida de Hipólito Yrigoyen), transmitida por Radio Splendid en junio de 1947. En el año 1948 se estrena en Buenos Aires la obra Filomena Marturana traducida por Olivari. Actúa en la obra Los emigrantes de Aldo Fabrizi.

Conoce a Eva Perón.

Escribe en los medios oficialistas La época, El laborista y Democracia en torno a crítica teatral. En el año 1950 junto a Roberto Valenti realizan el guión de “El morocho del abasto” (vida de Carlos Gardel) para teatro. Luego de su éxito en las salas es llevada al cine. Apoya la reelección de Perón junto al Sindicato de Escritores de la Argentina.

 

En 1946, “Los poemas rezagados” y en 1952, un nuevo libro de cuentos: “La noche es nuestra”.  Le siguieron los poemas de “Los días tienen frío” (1958); los cuentos de “Un negro y un fósforo” (1959), la novela “El almacén. Novela parroquial de Buenos Aires”, también de 1959, y en 1964, “Pas de quatre”, de poesía.

Y sobre sus letras para tango con música de Cátulo Castillo escribió el tango “La violeta” —logrado aguafuerte en torno de la vida del inmigrante .

Escribe Olivari:.

La letra de ‘La Violeta’ la escribí en un mesón antiguo de este Buenos Aires, comiendo con Cátulo Castillo, por una apuesta y nació al hilo, entre los spaghettis y el vino. Primeramente la grabó Maida y luego Gardel; para mí es un motivo de orgullo personal esta distinción sin igual. “A pesar de mi intensa vida de periodista, nunca tuve la suerte de conocer personalmente a Carlos Gardel. Fue Cátulo quien se encargó de hacerla grabar”.

En 1930 registra con el seudónimo Diego Arzeno la letra de Desdén tango que musicaliza Alberto Ruiz; Dos ojos negros que musicaliza Raúl de los Hoyos grabado por la orquesta de Francisco Canaro con Charlo .

Posteriormente produjo otros: “Murallón” y “Saturnia” (tango con música de Juan de Dios Filiberto), “Cuarenta entradas” (tango con música de José López Ares, grabado por la orquesta de “Edgardo Donato” con Teófilo Ibáñez), “Amor” (con música de Alberto Visca) y “Arañita” (con música de Udelino Toranzo).

Su adscripción al peronismo a partir de mediados de la década de 1940 le valió luego la censura implantada en el país después del golpe de Estado de Aramburu, de 1955, prohibieron y confiscaron sus publicaciones.

Nicolás Olivari murió en Buenos Aires, el 22 de septiembre de 1966.

Deja como obra póstuma el libro “Mi Buenos Aires querido”.

Dicen los editores: “Dos días antes había estado con nosotros: su delicadeza, su fervor, su sensibilidad de siempre. Era su preocupación este libro donde recogía años de mirar y querer en serio a su ciudad, la nuestra; volvía a revisarlo, a reordenarlo, a inquirir sobre si alguna página debía sustituirse. Parecía alisarlo hasta un perfecto pulimento: no podía saber que era el último, pero lo preparaba como si fuera su obra definitiva”.

 

SELECCIÓN DE POEMAS DE NICOLÁS OLIVARI

EL DOLOR EN LA SOMBRA

Lo amable de un amor pronto se apura
y con una sola cuerda me lamento,
que el amor huraño es el que dura
a través del tiempo.
Mi dolor te digo sin comento,
y es la causa de mi canto monocorde,
no te sonará a música el sentimiento
de un solo acorde.
En la sombra se agacha mi tristeza
con vergüenza de lo torpe de su aliño,
que es sabido que no admiten a la mesa
a un desharrapado niño.
Mi verdadero dolor muere a la noche
para volver a ser en nuevo día,
sonámbulo de pena, a troche y moche,
mi violón solloza en elegía.
De La amada infiel

 

FUNAMBULISMO

ese diablito que está en la CAJA
es un fumista.
Toca tus valses de Conservatorio,
rumia tu acorde, vulgar lisonja,
pero mereces un refectorio
donde ser monja.
Por el poco dinero de la consumación
te adoré todo un largo verano,
tiene la culpa de mi ilusión
el son sonoro del viejo piano.
Si romántica te apoyas en la baranda
sueña un sueño azul junto al atril
mi loco cardumen que anda en parranda
con Theodore de Banville.
Eres un poco triste para pianista,
y yo estoy muy borracho para ser snob,
hagamos un poema impresionista
con tu piano y con mi bock
teje un largo ritmo con el carrasposo
piano asmático del cafetín,
yo te haré un suave y primoroso
verso enfermo de verdín.
Liquídame este verano
tu stock de sonrisas plácidas,
te amo con un amor pagano
de frutas ácidas.
Ilumíname tu presencia
al vulgo espeso que gipa,
te dejaré como herencia
con mi tristeza, mi pipa.
¿Cuándo tocas con tu aire lánguido y sufrido,
sueñas acaso que te llegue un beso
tantos te he dado, confundido,
en el vulgo municipal y espeso.
Y si en tu dulzura presientes
mis largas miradas tiernas,
piensa que entre todos los clientes
nunca probabilicé con tus piernas.
Siento un poco triste y amargado
que algún te irás de este café,
y dime entonces, así abandonado
¿a quién diablos cantaré?

De La Amada Infiel

 

AUTORRETRATO

¿Quieres que te haga mi retrato
En esta colección de versos cojos?
…acaricio el dulce lomo al gato,
y mis lágrimas acuden a tus ojos.
Todo yo estoy en ti, no poseo
cara alguna sin tu amor,
porque ya sabes cuán es de feo
un ciudadano incolor.
Sin ti estoy desintegrado,
sin escala, sin metro, sin figura;
me veo solo, enamorado
de esta infiel y alegre criatura.
Sin ti, un sueño pesado de letargo,
una frente triste que sin cesar humillo,
(el esquema de mi verso tan amargo
lo dibuja eternamente el cigarrillo).
Soy el frente de un edificio descascarado,
mi corazón enseña su ladrillo apagado.
Soy la tristeza que hay en el Debe y en el Haber;
a la dulce amada no la he vuelto a ver.
Soy la tristeza de esas sirvientitas
que sólo los domingos’ asoman a las ventanas:
en sus delantales blancos lloran infinitas
las vulgares tristezas de toda la semana.
Soy la tristeza de esos descamisados,
chiquilines flacos, diareros o lustrabotas;
renguean por todo lo que han caminado,
y anotan un agujero más en la media rota.
Soy la tristeza de esos patios mezquinos,
silenciosos y fríos, sin ecos de canciones;
en la espera del acaso, de su vulgar destino
llena la gente la Agencia de Colocaciones.
Soy la tristeza de un libro de versos
donde un poeta puso su corazón,
y que encontramos un día entre los diversos
“Manuales del buen cocinero” en liquidación.
Soy la tristeza que hemos encontrado
en los apagados ojos del mozo del bar;
Era la Nochebuena, ellos han pensado
que deben pasarla lejos del hogar.
Soy la tristeza de una tarde amarilla
-el sol en la puesta enfermó de ictericia,
una nube oscura le hizo de camilla,
y otra nube blanca le hizo una caricia.
Soy la tristeza de una mujer enferma,
Que espera hace rato con su muchacho,
Cariátide de angustia junto a la taberna
De donde su hombre ahora va a salir borracho.
Soy un agua detenida junto a la vereda,
se enverdece lentamente, sin curso, mi tristeza,
copia el cielo a veces, o como una moneda
en la charca la luna se juega la cabeza.
Soy la tristeza de esos vagos suburbios
cuando la tarde se pliega en los bandoneones,
y a lo lejos nos guiñan, por la tristeza turbios,
los problemáticos ojos de las constelaciones.
Soy la tristeza del ex socialista
que rico y burgués toma el fresco al balcón;
Le trae el viento el eco del ideal colectivista,
Mientras abajo pasa elástica la manifestación.
Soy la tristeza de una galería
de mujeres antiguas en traje de baile;
¡cómo se lamentaba el viejo de la fotografía:
– Esto se acabó, amigo; ya no viene nadie!
Soy la tristeza de dos ojos castaños,
recogida una tarde en un lejano andén;
cómo nos miraban, hace tantos años,
cuando partimos con el último tren!
Soy un páramo yerto donde va a llover.
– Lector, a Ella nunca la he vuelto a ver…

De La amada Infiel

 

YO, POETA…

Así como me veis, desmedrado y alto,
como un sí es no es grotesco en la figura
soy un guerrero audaz que va al asalto
del amor de una bella criatura
Para lograrte amada de mi ensueño
en algo ha de valerme la poesía
por ella llegaré a ser tu dueño,
por ella entre mis brazos serás mía

La amada infiel, 1924.

 

PERO LA VERDAD ES ESTA

Me detuvo el espejo,
—el helado espejo de tu cámara pobre—
haciendo muecas para fingirme alegre…
Estoy siempre triste, pero amigo,
yo te niego
el derecho a entrar a mi tristeza…
Sufro como una bestia y esta tarde y siempre
y vengo de mis raros paseos de extramuros
con el alma achatada como las casas;
tienen
mis ojos, un pavor antiguo…
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza, la vera tristeza, está degenerada…
Hay poetas que son tristes por el oficio,
y hay otros que lo son porque no son nada.
Yo tengo una tristeza sin vuelta de hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento
y se ensaya en el amor,
mi tristeza es una muchacha con delantal,
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos…

De La musa de la mala pata

 

CANCIÓN CON OLOR A TABACO, A NUESTRA BUENA SEÑORA DE LA IMPROVISACIÓN

I
Santa Señora absurda de linotipia
con un mono sabio cabe tu regazo,
el retruécano oye de mi melancolía
y como buena efigie no le hagas caso.

II
Como Titio Livio, santo catedrático,
empeñé mi día en la buena acción,
resultó señora, ¡caso matemático!,
he aquí señora, justa relación…

III

Nuestra tuerta musa, la que uso a diario
encontrose a sueldo en un diario serio
¡qué triste es Señora, para el foliculario
ver crecer al hijo de sus adulterios!…

IV
Café de poetas con caras de perro
-«Este es un necio, aquél un carcamal»,
-«Y de ese Olivari, ¿qué opinan?, me aferro
a la crítica, ese mocito es un informal…»

V

Me siento, un poco triste, para escuchar,
mientras dejo paso a mi hipocondría:
-«Ese muchacho va de yerro en yerro…»
-«¡Mozo! medio litro, pero bien frappé.»
-…«puesto que ni figura en la Antología
del Señor Doctor Don Julio Noé…»

VI

Esta noche vago como un alma en pena
y como siempre en busca de la buena acción
encontré un zaguán ¡oh! ¡tu luz de luna llena!
y resueltamente rebalsé el portón.

VII

La prostituta alzando su grupa
En la palangana se despatarra,
El pobre poeta se calza su chupa
Y en la ceniza del amor esgarra…

La prostituta alzando su grupa
en la palangana se despatarra,
el pobre poeta se calza su chupa
y en la ceniza del amor esgarra…

VIII

Para la tristeza téjeme una cuerda,
téjeme una cuerda de humo sutil,
téjeme una cuerda con la frágil cerda
de tu voluta endeble, ¡ilusión de dril!…

IX

Entre la musa estéril y la camaradería
entre las Revistas y la corrección formal
me he quedado, hermanos, sin mercadería
y casi creo ser intelectual…

X

Humo de inconstancia ábreme tu anillo
para la pirueta del salto mortal,
mientras tú existas, rubio cigarrillo,
mi alma peregrina ensayará volar…

XI

(Menos mal que fumo
el árido tabaco del rencor en grumo…)

XII

Tiéndete en la cuerda del humo que fumo
-alma peregrina tu pena esfumina-
álzate el faldín montgolfiera de humo,
-alma peregrina puedes columpiarte-
o la cuerda floja, loca danzarina
puede que te sirva para extrangularte…

De la Musa de la Mala Pata

 

EN ÓMNIBUS DE DOBLE PISO, VOY EN TU BUSCA…

Frente al surco de nubes en el campo
del cielo triste de la gran ciudad,
la mortecina luz de mis ojos paso
desde el heroico techo de la imperial

Desusada viñeta de la melancolía
el paisaje lacio pende de los hilos
como un periódico ilustrado. Amada mía
aquellos versos, ¿recuerdas?, dilos
con tu voz recogida, tan blanca y tan fría…

Te busca mi mirada de piloto errabundo
desde el heroico techo de la imperial.

¿Dónde estarás ahora? ¿En qué lejano mundo
nuestras pequeñas almas unidas volarán?…
¿Almas?… la tuya era… ¡ah! enfermiza coqueta,
nervios atados por la sed sensual,
la mía era… ¡ah! pobre pantomima de poeta
encaramado en el techo de la imperial.

¡Oh! la cara ojerosa de esa casa vieja, y verde
por la tímida hiedra como una verde lepra,
cariátides de nariz rota que el frío muerde,
y mustio como el despertar un rosal trepa…

Todo desde el techo de la imperial
se ve; y a ti no te veo, y a ti no te hallo
y empero eres un producto de ciudad,
flor de trapo, y fue tu tallo
la cuerda donde saltabas en tu mocedad.

Pero no vengas, ¡oh, no!, ¡si vieras qué frío
hace en el destartalado techo de la imperial!,
si vieras las cabriolas de la luna sobre el río
no descenderías jamás…

Y, sin embargo, eres cual yo: «soñadora lunática»
carita de yeso pintada por la enfermedad,
yo te he desnudado, plateada y extática,
ante la luna enferma de la ciudad.

Pero no sabes, y tampoco sabes que voy de ti en pos
eterno en tu búsqueda hacia la eternidad
te encontraré un día cuando tu cavernosa tos
como un pájaro aciago su círculo haga,
-con algo del rito de una vieja maga,
sobre el destartalado techo de la imperial.

De” La musa de la mala pata”

 

CANCIÓN DE LOS LIBROS FUTUROS

Nunca te me acabarás, Buenos Aires,
y me darás temas para rato…
hasta que el sentimiento se me haga pedazos
en tus encantadores accidentes de tráfico
Pero… esta es la antelación del canto de mañana,
el preámbulo de los libros futuros
que comencé a escribir en la carne de mi hijo,
el fuerte, recio “businessman” de 1950.
Mientras tanto edificaré mis poemas sucesivos
con la plomada de tus nuevos edificios
y el cemento de tus futuras catedrales.
Disculpame, che, ciudad, si todavía,
mi verso torcido y serruchado tiene barro en los botines
Es la última tierra de tus excavaciones
Es la raíz de ti misma, es la sangre de tus venas subterráneas,
es tu respiración de exudado gas en los levantamientos
y en los empastelamientos
de los futuros rascacielos,
que ya están haciendo su ademán de granito en tu cielo cuadriculado
en tejidos eléctricos.
Hasta ahora le estuve milongueando a ese cardumen
de pobres animales que te habitan,
porque, después de todo, Buenos Aires,
poné la mano en el corazón y confesáme:
¡ellos te construyeron,
con sangre de su poder y cemento de sus huesos,
y te empapelaron de nuevo ante el asombrado ojo del forastero,
tiñendo su angustia gris y uniforme
con Neo Lux de entusiasmos…!
Para mañana te prometo (si me dejan)
cantarte hasta romperme en un alarido de entusiasmo,
en una pamperada de nacionalismo,
arrancando ladrillos en forma de estrofas,
e imágenes de entubamiento
y metáforas de ensambladura
para tu grandeza brutal y severa de Banco de Jesu-Cristo…

De El gato escaldado

 

Olivari logra publicar su poema “Antiguo Almacén ‘A la ciudad de Génova’” en el diario LANACION. 6 del 9 de 1929

ANTIGUO ALMACÉN “A LA CIUDAD DE GÉNOVA”

de Cangallo y Ombú.
Tu recuerdo se viene en pareja
con el recuerdo de mi lejana infancia
mientras un cuarteador criollo
—malevo y picaflor—
cuarteaba la cucaracha que iba hasta Boedo y Europa
o sea: el fin del mundo.
Y cuando el General Don Julio Argentino Roca, en coche,
inauguró la máxima cloaca
que en su entraña Cangallo encierra.
Te recuerdo en las vueltas del coperío
de tu coro de borrachos,
apilados al estaño de tus mostradores
donde, en una losa, triste como mi infancia,
—verdinegra de codos y de malas palabras—
había esta cuarteta:

“Si las Casas introductoras
Me fiaran las cuentitas
yo también a mis amigos
les fiaría las copitas”.

(¿Dónde estás, François Villon, linyera o atorrante
que a tu inspiración libraste un alcohólico instante?)

Te recuerdo, Cangallo y Ombú,
esponjada mi memoria en la fiebre de mis muchos males,
porque yo estaba siempre enfermo
—los umbrales de Cangallo han recogido todas mis fiebres—
mis ardores de lagarto acurrucado al buen sol del 905,
sol que fue mejor que el del Centenario para mis raquíticos huesos…
Te recuerdo Cangallo y Ombú:
¡Mi madre era entonces tan joven y tan bella!
—La más hermosa de todas las mujeres—
Me acunaba con La Morocha.
Fue la primer palabra argentina que escuché en el dulce dialecto
de su boca:

“Yo soy la morocha,
la más agraciada…”

¡Cangallo y Ombú!
Si sos toda la urbe del recuerdo,
si estás reventando de nostalgia,
como reventaban los claveles detrás de la oreja del malevo Julio,
el que mató al cabito Ibañez. Como reventaban
los balazos en el atrio de Balvanera en las bravas elecciones nacionalistas,
cuando los Vásquez, con su botín elástico
y el bolsillo hinchado de patacones
remataban libretas en el comité de la vuelta,
donde yo acudía con los ojos agrandados por el espanto electoral,
llevado de la mano por mi tío,
el dueño del “Antiguo almacén de Génova”,
que, imperturbable y gubernista,
vendía la caña de durazno al comité.

El entierro del General Mitre
preludió las primeras manifestaciones socialistas,
y el coro de “La Internacional”
—exótica, cosmopolita y bárbara
como una gárgara de grapa.

Cangallo y Ombú
yo he visto que por tu esquina desfilan las sombras desfondadas
a puñaladas
con un boquete en el pecho y en la frente una greña aceitada…

Los malevos, los italianos
buenos y borrachos
de mis recuerdos.
Miquelín, grande como una estatua,
que se iba a la cosecha y volvía rico dos semanas
—apenas para pagar la vuelta a todo el barrio—.
Mientras le duraba la plata cantaba,
cantaba las lejanas canciones milanesas de su tierra
y hombreaba recuerdos como hombreaba cereal…
Pero cuando era inútil pedir fiado
empezaba a hablar mal.
Tenía el vino malo y maldecía de la Virgen, Nuestra Señora,
con feroces palabras que deglutía mi avidez porteña.

Trémolos compadrones de cuarteadores
y cinchadas de vascos lecheros junto al boliche.
Figuritas de cigarrillos Vuelta Abajo
y puchos de Brasil.
En esta mezcla gateó mi infancia
y desde allí me vino este amor tan grande que te tengo,
¡Buenos Aires!
Buenos Aires, loma del diablo, Buenos Aires, patria del mundo,
Buenos Aires, ancha larga y grande,
como aquella primer palabra en argentina que le oí a mi madre:

“Yo soy la morocha
la más agraciada…”

¡Buenos Aires morocha de río, de hierro y de asfalto!
¡Buenos Aires! Si seguís siendo la más agraciada de todas la poblaciones.

 

 

El 16 de octubre de 1954 escribe para DEMOCRACIA el poema 17 de octubre que publica en el libro Pass de Quatre

17 DE OCTUBRE

Desde la negra barrera del otro lado de la villa,
donde el horizonte se fundía con la nada,
con salitre en la mejilla resecada
y una miel despavorida en la mirada
llegaron los descamisados.
Desde la fragua abierta cual granada de su sangre,
encajada en el molde de la muerte,
desde altos hornos pavorosos, crudo fuego enemigo,
con las uñas carcomidas
y el cabello chamuscado en cansancio secular,
sus mujeres desgreñadas por el hambre y sus crías
llegaron los descamisados.
Sin más arma que el gastado desaliento que en sus brazos se hizo hueco,
frente al río enchapado de alquitranes y petróleos,
solfatara de mil diablos expulsados,
del ansioso cielo antiguo de los pobres,
detenido en el asombro de su paso,
la pupila desbarrada en la angustia esperanzada
en un hombre que hace luz de la tiniebla,
que levanta todo aquello que se daba por perdido,
por perdido y para siempre,
llegaron
los descamisados.

 

En la revista “Amistad” presenta su poema dedicado A Joyce:

POEMA A JOYCE

Te veo a través de tus espejuelos
que mantienen el equilibrio inestable
sobre el frágil tabique que rezuma
el pegajoso humo de Dublin
donde naciste y de donde te echaron
oh, Jaime.
Y se te refracta
en las sílabas magnéticas de tu nombre
las puntiagudas piedras de mohosa memoria
–tremendamente católicas donde agoniza el rezagado español apellido
de los jerarcas que odian el ángel recién afeitado
porque nunca fue su prisionero
y el guardacantón donde estalla el brazo sibilante
trinchando al traidor al Sin-fein.
¡Qué niñez debe haber sido la tuya
en ese vaho de hollines y de nevisca,
qué marchito debe haber quedado
tu pulmón e escritor!
Fue entonces cuando comenzó tu lento monólogo
en el vaivén de la época,
tu buscado destino impar,
tu casi tuerto discurrir,
miserable, astroso Dante opulento en el bajo infierno
del alma del siglo XX.
Tu demora es la ausencia de la prisa
el meditabundo hueco que tu trasero huesudo
dejaba en las poltronas del milenio.
Tu casi sexual índice hundido
en el lomo comestible de los libros,
tu cuneiforme alfabeto renacido
en la dispersión crucial de las palabras mohosas
que habían vaciado su sentido y su sonido
en la espuerta de las compras al menudeo.
¡Cómo debió llover en tu recuerdo!
¡No caben flores entre tus páginas!
Apenas si la diminuta magnolia opaca
de las tristes campánulas de las chimeneas
en las azoteas
y la música entretejida, simple y tremendamente lujuriosa
del medidor del gas.
Dublin, dublinosa, lluviosa, tediosa,
cosa, cosa,
entre patrullas nocturnas
mujeres metidas en la aguachenta
caperuza de las cucarachas
sin curvas y con pechos de niño
y el ombligo pueril
desplegándose, trotando, ante tu cara,
de hombre inteligente,
cara sin suspicacia
incapaz de despertar,
nonato de la desconfianza
ante los aduaneros rijosamente europeos
a pesar del cósmico contrabando
que cargaba en su bandera tu Ulises.
Trieste acaperuzó tu silencio
en el vaivén geográfico de tu pepita
sinalefa, cenefa, ceja,
cualquier golfo fue para ti tu edificio
y tu escombro
la cocinita humosa, tras tres piezas, las tres puertas,
tu padre, tu hijo y una esposa
ésa que nada sabía de lo que escribías
cuando te cortaba el plum-pudding.
Las iracundias pasadas por agua,
la antigua americana de los cheques en blanco
que te amaba y a la que no le diste pelota
aunque le gastabas la guita.
Tu retrato de siempre adolescente
-Buck Mulligan “Introibo ad altare Dei”,
donde se imprime el cuño de lo absurdo más legítimo,
razonado, pensativo,
oh, denutrido cíclope de la literatura,
-a la que tornaste ser la más bella de las palabras de nuestra vida-.
Pensador sin adiposidad rodiniana,
tranquilo pez del aire, del cielo, hombre rana en la bahía
de los silencios interiores,
magneto-proa de los últimos ismos,
ántrax que le brotó en la nalga a la dulce burguesía literaria.
El dado vuelta, de vuelta y contravuelta y contramano,
el abismado contemplativo que le encajo un radar en la punta del sexo,
almorzador de epitalamios
verdugo de los lenguajes asomados
a la reja de las letras seriecitas y estiradas,
escalonadas, que ya no dicen nada de nada.
Curandero de todos los tabús,
escafandroso subastador de las áreas en los desvanes del alma.
Cuadriculado color exasperado.

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