222 1 - Poesia Online

173. Poesía más Poesía: Juan Larrea

Comparte en tus redes sociales
portadas33 - Poesia Online

BIOGRAFÍA DE JUAN LARREA CELAYETA

JUAN LARREA CELAYETA, bilbaíno, nacio en 1895. Fue poeta arqueólogo y ensayista. Como “aventurero del espíritu”, se adentró en los más arduos problemas de nuestra tiempo: la estética, la historia de la religión, la metafísica. Vivió casi toda su vida lejos de su ciudad natal: primero en el París de las vanguardias, compartiendo mesa y tertulia con Picasso y Juan Gris, con Tristán Tzara y Joan Miró: después, Méjico, Estados Unidos, Argentina, como uno más del inmenso exilio republicano español.
Se ha dicho de él que es “la mente más poderosa que ha dado el país vasco en toda su historia, sin excluir ni al gigante Miguel de Unamuno” (José Rubia Barcia). “Maestro del futuro” le llamó el Uruguay González Poggi, pero poeta ante todo; “maestro de poetas: de los que acaban de nacer, de los que van a venir” como le saludó León Felipe.

Quinto de los siete hijos de una familia acomodada y profundamente religiosa, dos de sus hermanas fueron monjas y un hermano jesuita. Los mejores recuerdos de su infancia y de su adolescencia son para su tía Micaela, hermana de su padre, en cuya casa de Madrid pasó varios años. Gracias a su tía, Madrid es para él como una visión del paraíso. Sus primeros estudios los realiza con los padres escolapios de Bilbao; terminados éstos, ingresa como alumno interno en el Colegio de los Sagrados Corazones de Miranda de Ebro, donde cursa el el bachillerato con gran brillantez. Recibe el aprendizaje de lengua y literatura francesa que llegará a tener como propias en un futuro próximo. De está época datan también sus primeros versos, sus primeras inquietudes poéticas. Acabado el bachillerato, vuelve a Bilbao para seguir allí la carrera de Letras en la Universidad de Deusto, carrera que inicia sin gran entusiasmo.

Es en la biblioteca de su padre donde profundiza en sus conocimientos literarios, especialmente del modernismo español y de la poesía francesa, a través, sobre todo, de La Poesía Francesa Moderna.

En Deusto conoce a Gerardo Diego, que con el tiempo había de conectarle con la poesía de Huidobro, poesía que sería decisiva para él. Con Gerardo estudia toda la carrera e inicia una amistad que ha de durar toda la vía y que se mantiene por cartas cuando están separados, aunque hubo largos períodos de distanciamiento, debido a sus diferencias políticas. Larrea empleó en alguna ocasión palabras muy duras para Diego, al que llegó a calificar públicamente de Judas por su adhesión al régimen franquista. Con él acude a Salamanca, donde tiene que pasar sus exámenes con Unamuno. Los poemas que escribe en esta época, a los que califica de “barrocos y difíciles”, son casi desconocidos; alguno fue publicado en la revista Luises.

5 poemas de Juan Larrea

En Bilbao se viven años de gran prosperidad económica, lo que permite que afloren a la superficie las preocupaciones culturales de aquella sociedad. La pintura y la música son cultivadas con éxito por algunos hijos de la burguesía industrial. Se está configurando, como creación de aquella burguesía y aquel esplendor de entre guerras, la revista Hermes. Nada de esto consigue entusiasmar al joven Larrea, porque sus intereses ideológicos y estéticos van por caminos muy diferentes.

Terminada la carrera en 1915, decide ingresar en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, “cuerpo selecto en cuyas filas se hallan las más distinguidas figuras de nuestra cultura y hasta bien entrado el siglo XX. En 1921 ingresa en el Cuerpo siendo destinado primeramente a Toledo y más tarde al Archivo Histórico Nacional, del que llegó a ser Secretario y Jefe de la Sección de Ordenes Militares. Pero esta profesión – que con el tiempo sería tan fructífera para él – no le satisfacía porque consideraba “sus conocimientos como muertos y vacíos de contenido vital”. Sus intereses se centraban entonces en la Poesía con mayúscula.

La obra poética de Larrea era prácticamente desconocida hasta que en 1969 se publica en Italia Versione Celeste. Solo se conocían los poemas que Gerardo Diego incluyera en su Poesía Española: Antología 1915-1931.

El panorama de la poesía española, cuando Larrea empieza a escribir, era muy confuso. “La renovación de las líneas maestras se veía venir – dice Jesús García Sánchez – pero nadie encontraba las nuevas directrices e, incluso los manifiestos renovadores, como es el caso de Ultra un manifiesto de la juventud literaria, estaban llenos de inseguridad y huérfanos de orientadores.
En 1918 llega Vicente Huidobro a Madrid, donde había estado ya en 1916, aunque entonces no le había acompañado el éxito. Esta vez, su intervención en el Ateneo causa sensación entre los jóvenes poetas ultraístas, e incluso entre los poetas clásicos como Machado.
En diciembre de 1921, Larrea conoce personalmente a Huidobro, cuando éste vuelve a Madrid para pronunciar su famosa conferencia La poesía, en que expone las líneas maestras del creacionismo. Fue violentamente rechazada por la mayoría de los oyentes, pero no por Larrea y Gerardo Diego, que salieron entusiasmados.
Larrea le admiró considerándole el iniciador de la poesía de vanguardia en lengua española, muy por encima de otros poetas, como los franceses Pierre Reverdy, Paul Dermée y aun el mismo Apollinaire.

A partir de su encuentro en 1921, Larrea inicia una asidua correspondencia con Huidobro. Los poemas que escribe se los envía a París para que Huidobro los juzgue. En 1923 escribe Paysage involontaire, que Huidobro le publica en la revista Création. Ha decidido cambiar de lengua. Escribe en francés – “porque encontraba más dúctil y matizado aquel idioma, y por lo mismo especialmente idóneo para expresar en claves estéticas sus estados de conciencia esencial…” y abandona definitivamente el ultraísmo. En agosto de ese mismo año pasa unas vacaciones con Huidobro que lleva después a París donde le pone en contacto con las figuras más destacadas de la vanguardia estética. Conoce así a Robert Desnos, Jacques Lipschiz y Tristán Tzara. El contacto con ellos produce en Larrea un deslumbramiento que crece al año siguiente con el conocimiento de César Vallejo que tanto va a influir en su vida y en su obra.

Con Cesar Vallejo en Paris - Poesia Online
Juan Larrea, con César Vallejo y su esposa, Georgette Phillipart Travers.


Tres poetas pues, Gerardo Diego, Huidobro y Vallejo, ayudaron a hacer nacer al poeta Larrea. Decide establecerse en París, pide la excedencia y se traslada allí definitivamente para “entrar en poesía” como él dice, al modo como otros, y entre ellos muchos parientes suyos, habían “entrado en religión”.
En Montparnasse, forma tertulia con Huidobro, con Vallejo, con Juan Gris con Picasso, tertulia a la que acude en ocasiones Don Miguel de Unamuno. Escribe poemas, que más tarde han de formar parte de Versión Celeste y proyecta publicar una revista poética (Favorables Paris), a la que asocia, como co-director a César Vallejo.
La revista se inicia con un texto de Larrea: Presupuesto vital, que firman él y César Vallejo, que tiene carácter de manifiesto que termina con esas palabras: “Vallejo y yo presentamos aquí diversas obras imperfectas por muy diversos estilos, pero coincidentes en más de un punto esencial: su actualidad, su pasión íntima y su orientación al conocimiento”.
La revista, publicada íntegramente en español, tuvo muy escaso eco, lo que ocasionó una profunda decepción a Larrea.

Gerardo Diego y Juan Larrea: cartas de amistad y poesía
Juan Larrea y Gerardo Diego


Su “Presupuesto Vital” refleja preocupaciones similares a las del manifiesto surrealista. Buñuel que le trató y con quien colaboró en algún proyecto cinematográfico, ha afirmado que Larrea es quien más sabe del surrealismo, que su libro El surrealismo entre Viejo y Nuevo Mundo mejor que se ha escrito sobre este movimiento – afirmación que, según Larrea, “sirve perfectamente para matizar lo que entendía Buñuel por surrealismo” y, lo más sorprendente, que “existe un surrealismo literario español porque existe Larrea”. Francisco Aranda, por su parte, ha dicho que Versión Celeste “basta para situar a su autor entre los primeros poetas surrealistas mundiales, si no el primero, tanto en sentido cronológico como de ortodoxia y calidad”. De esta opinión es también Vittorio Bodini, quien le llega a llamar “padre desconocido del surrealismo español” y “el primer poeta surrealista que hubo en España”.

Larrea debió ser un lector atento de la Fenomenología del Espíritu y también de Freud. La revolución cultural, el psicoanálisis, el lenguaje simbólico, están en el origen de su mundo poético, aunque no sea un surrealista ortodoxo en el sentido en que lo fueron los franceses.
“La posición surrealista es, a mi entender la extremada de Occidente, mientras que la mía, así como la de César Vallejo, pertenecen al más allá.
A esta época de trabajo sigue una de bohemia. Larrea sufre de una profunda crisis psicológica una noche oscura del alma, como la de los místicos. En 1929, superada la crisis, conoce a Marguerite Aubry con quien contrae matrimonio el 11 de julio de ese mismo año. Un año después, Larrea y su mujer abandonan París rumbo a América. El fin de su estancia en París fue también el fin de su poeta.

El 15 de enero de 1930, él y su mujer se dirigen a América, al Perú, embarcándose en Marsella en el vapor Colombo. Un mes después arribaron a Arequipa, y a partir de entonces se desencadenaron favorablemente los acontecimientos.
En el Cuzco se siente requerido por las palpitaciones indecibles de esa cuidad, por sus piedras, y, especialmente, por sus restos arqueológicos.
Estas antigüedades estaban en manos de una serie de anticuarios, que las habían ido reuniendo para su posterior venta al Estado. Pero en este momento, las posibilidades de adquisición se habían frustrado ante la crisis económica mundial y la bancarrota del Gobierno. Al mismo tiempo una nueva ley ponía trabas al traslado de antigüedades de un lugar a otro y exigía a los coleccionistas realizar un inventario minucioso de los objetos en su poder. No quedaba más salida, para evitar la ruina, que vender todo lo que se pudiera, antes de realizar los inventarios.
Es este el momento en que Larrea llega al Cuzco. Económicamente se encuentra en una situación desahogada, pues acaba de recibir la herencia de su madre. Accidentalmente conoce a un pariente de Olivera, un anticuario, dueño de un importante museo. Larrea visita el museo y el coleccionista le propone su adquisición. Larrea se niega, pero Olivera insiste contándole sus problemas, hasta que Larrea accede a comprarle cincuenta piezas seleccionadas por él. Así comienza a formar su colección. Enterados otros anticuarios, las ofertas llueven sobre Larrea, que va realizando nuevas e importantes adquisiciones.

Juan+Larrea+y+Vicente+Huidobro - Poesia Online
Juan Larrea con Vicente Huidobro


Decidida la vuelta a Europa, la colección acompaña a Larrea. Ya en París, la Colección Juan Larrea que así empieza a llamarse, causa sensación. Con motivo de su exposición en el Museo del trocadero, hoy Museo del Hombre, de París, un crítico de arte llegó a decir que ningún museo del mundo tenía nada equivalente. Las más de 600 piezas que la componen, la mayoría pertenecientes a la cultura del Tahuantinsuyu, destacan especialmente, por su calidad y tamaño.
Después de París la colección se expone en Madrid y posteriormente en Sevilla en 1935. El éxito de estas exposiciones y el entusiasmo y dedicación de Larrea llevan a la creación, en septiembre de 1935 de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología Americana.
La guerra civil, que estalla en julio de 1936, deja estos planes en suspenso. En septiembre de 1937 Larrea y su mujer donan al Gobierno de la República su colección completa para el pueblo republicano español. Azaña crea el Museo y Biblioteca de Indias.

En Puno Peru 1930 - Poesia Online
Juan Larrea en Perú en 1930.

La derrota del bando republicano impidió que el proyecto del Museo y Biblioteca de Indias se llevase a efecto. Proyecto también fallido fue el del Museo Arqueológico de Indias, decretado por el bando nacional en 1939. Terminada la guerra, en 1941 el Gobierno del general Franco crea, sin citar los decretos precedentes, el Museo de América, uno de cuyos fondos más valiosos, si no el más valioso, aunque en el decreto tampoco se mencione, sigue siendo la colección de Larrea.
La dedicación a su colección, hizo volver a Larrea a su olvidada profesión de archivero. Larrea interviene también en tareas de recuperación del tesoro artístico nacional. De nuevo en París, asiste en 1938 a la muerte de Vallejo. Se encarga de la publicación de España, aparta de mí este Cáliz.
Durante estos años, Larrea participa activamente como enlace en las relaciones del Gobierno republicano con Pablo Picasso. Se dedica en París a actividades oficiales, especialmente a la organización de la propaganda cultural de la República dirigida a Hispanoamérica. También se dedica a organizar y facilitar la emigración de republicanos a Chile, Argentina, Venezuela y sobre todo México.
Va a participar a la publicación de varias revistas con León Felipe entre otros.

aula-vallejo-6


En 1942 se publica, en Cuadernos Americanos, Rendición de Espíritu, libro revolucionario, libertador y creador. En él Larrea expone su propia teoría de la historia:

“… al mundo caduco y caótico, representado por la ciudad de Roma y el Viejo Continente, va a sustituirle el mundo del Amor, representado por América, mundo en el que materialismo y espiritualismo, hasta ahora antagónicos, van a integrarse definitivamente, para el establecimiento de un auténtico Orden universal en el Nuevo Continente Americano. La sociedad futura no puede ser una sociedad teocrática, religiosa, con mando en las clases sacerdotales, sino una sociedad poética, sin mando. El acento creador del mundo nuevo que se anuncia, gravita geográficamente sobre el continente americano o continente del espíritu, llamado a equilibrar a los otros dos grandes bloques continentales del Viejo mundo: Asia-Oceanía y Europa-Africa. A España corresponde facilitar el acceso a ese mundo de civilización verdadera. Larrea va a desarrollar esas ideas en sus dos obras: La espada de la Paloma y Razón de Ser.

En 1947 aparece en Nueva York The vision of the Guernica, el libro de Larrea sobre el célebre cuadro de Picasso. El Guernica de Larrea se publica en España en 1977. Ha tenido una repercusión extraordinaria. Ninguna otra obra sobre el cuadro ha logrado superarlo.
En 1949 Larrea deja su trabajo en Cuadernos Americanos y se traslada a Nueva York, con una beca Guggenhein.

Publica varios ensayos.
Después de su estancia en Nueva York, en 1956 es invitado por el profesor Massuh desde Argentina invitándole a formar parte del profesorado de la Universidad en Córdoba. Había llegado a ella con un contrato por dos años. Vivirá en ella durante veintitrés.
Colabora con Buñuel en el guión cinematográfico de Ilegible, hijo de Flauta, relato escrito por Larrea.
En noviembre de 1961, la hija de Larrea, Luciana muere, junto con su marido, en un accidente de aviación, quedándole un nieto de seis meses. Aquí me tienes sólo con el alma literalmente incinerada, velando sobre un niño de doce meses recién cumplidos, le escribe a Gerardo Diego. Quizá haya sido para mí este trance cruelísimo el de la definitiva transmutación.

A finales de 1964 tiene conflictos con la Universidad, escribe a Gerardo, “No creo que puedas imaginarte ni de lejos lo que es mi vida en realidad. Otro ser, otro mundo”. Hasta Pablo Neruda escribe una Oda a Juan Larrea contra él.

Larrea se va abriendo camino en el mundo hispánico. Tras la publicación en Méjico de Teleología de la Cultura y Del Surrealismo a Macchu Pichu aparece en Italia. Su libro de poemas Versión Celeste se publica por primera vez en Italia. Un año más tarde sale en Barcelona la edición española. Era un poeta desconocido y casi olvidado que, de pronto, volvía misteriosamente de un largo exilio.

Porque Larrea no descansa. Con intervalos desiguales van apareciendo los números sucesivos de Aula Vallejo. Esta etapa de su vida es la más prolífica en lo que a actividad editorial se refiere. Así publica en Córdoba en 1958, A propósito del Nombre que William Blake asignó a América, en 1964, Pintura Actual, en 1972 Intensidad del Canto Errante. En Montevideo, en 1973 César Vallejo, Héroe y Mártir Indohispano. En Madrid, en 1976, César Vallejo y el Surrealismo y en 1977, la Edición española de Guernica, de Picasso. En Barcelona, en 1978, su edición critica de la Poesía Completa de Vallejo y en 1979 Ángulos de Visión. En Valencia, en 1980, Al Amor de Vallejo. Póstumamente, aparecerían, en Madrid Torres de Dios, poetas en Barcelona, Orbe (Testimonio poético) y en Valencia, Rubén Daríos y la Nueva Cultura Americana.

aula vallejo 10 editada - Poesia Online
Presidiendo el simposio internacional sobre César Vallejo en Córdoba, 1959.


Comienzan llegarle los reconocimientos oficiales. El presidente de Méjico le invita a establecerse de nuevo en su país, a lo que Larrea no accede. Perú le concede la Orden del Sol de Perú en 1973. En abril de 1974 es nombrado Profesor Honorisis Causa de la Universidad Nacional Mayor de Santiago de Lima… Es invitado por la Sociedad El sitio a presentar en Bilbao su libro Guernica, lo que tiene lugar el día 3 de enero de 1978.
Pero él sigue, ajeno a todos los avatares, trabajando en Córdoba hasta su muerte, ocurrida el 9 de julio de 1980, a sus 85 años.

Después de su muerte, la Sociedad El sitio colocó una placa homenaje en su casa natal. Al más puro e intenso de los poetas españoles. Gerardo Diego. Al padre desconocido del surrealismo español. Esta placa desaparecerá inexplicablemente de la fachada del edificio a poco de haber sido colocada.

POEMAS DE JUAN LARREA

EVASIÓN, POEMA DE JUAN LARREA

Acabo de desorbitar
al cíclope solar

Filo en el vellón
de una nube de algodón
a lo rebelde a lo rumoroso
a lo luminoso y ultratenebroso

Los vientos contrarios sacuden las velas
de mis carabelas

¿Te quedas atrás Peer Gynt?

Las cuerdas de mi violín
se entrelazan como una cabellera
entre los dedos del viento norte

Se ha ahogado la primavera
mi belleza consorte

Finis terre la
soledad del abismo

Aún más allá

Aún tengo que huir de mí mismo

1919

CENTENARIO, POEMA DE JUAN LARREA

En el de Don Luis de Góngora

Virgilio, ¿en dónde estás, Virgilio?
Mudando pluma a pluma de amor he aquí esta orilla
mía, este ahora no quererme ahogar. ¿Quién volará en mi auxilio?

Ya la espuma en tu ausencia va hallando un domicilio,
y en mis ojos todas las tardes se ve el fondo de arcilla.

Sufriendo como el clima de una isla enclavada
hacia el sur ¡que bien huele a arboleda tu voz y a ola recién surcada!

Alta la mar verde vereda,
baja la voz que aún es tiempo de vida,
baja la voz que cierra un ala a cada
lado del que escuchando queda.

Virgilio, amigo mío,
Ya se acerca el frío.

La ilusión de la luz viene a llenar un vacío
en este cielo ensangrentado de pies de versos
que vagan al acaso
sobre espinas de nube y quejas de universo.

Virgilio, abre tus ojos de violeta lenta,
el tiempo es bueno aunque escaso.
Abre tus ojos de ese azul tan anterior a la invención de la imprenta,
tus ojos uniformes de ansiedad y mira
cómo la tinta que se desprende de mi pelo a cada temblor de lira
oscurece el sentido de una imagen lejana.

La noche agrada el delito del navegante eterno
que anuncia: ¡tierra! ¡tierra! en toda carne, en todo hueso, en toda ambición humana
y en transportes de amor va llegando el invierno.

Virgilio Gómez, ¿qué esperas?
Y a otra luz siembra abejas en mis vegas ociosas,
y cargados de pólvora de sonrisas ligeras
a nuevos astros quieren acusar mis ojeras
de fusil que ha soñado toda una noche con rosas.

1927

AFUERAS PERIÓDICAS, POEMA DE JUAN LARREA

Donde están los invernantes provistos de largos éxtasis
que intercalaban mutuos fuegos manuales
entre las hojas perdonables del poniente.

Tu silueta forma parte de las precauciones frívolas
del equinoccio
y el viento acorta la distancia entre tus miembros

Yo siento que un anciano me olvida hacia este lado

Pero ese ruido hecho a semejanza
del animal que muere en el cepo de tus párpados
de dónde viene

¿Es el árbol del contorno que predica con el ejemplo
o mi alma que se amontona?

Por su propio peso la tristeza baja los grados de la escala social
entre los gritos profesionales del horizonte
cubierto de aves en el seno de la confianza
y que como la campana que cambia una moneda matinal
se hace digno de toda alabanza.

1926

EL MAR EN PERSONA, POEMA DE JUAN LARREA

He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor
He aquí el mar sin sueño como un gran miedo de tréboles en flor
y en postura de tierra sumisa al parecer
Ya se van con sus lanas de evidencia su nube y su labor
A la sombra de un olmo nunca hay tiempo que perder

Crédula exquisita la oscuridad sale a mi encuentro
Mi frente abriga la corteza del pan que llevo adentro
cortado a pico sobre un pájaro inseguro

Y así me alejo bajo la acción del piano
que me cose a las plantas precursoras del mar
Un ciervo de otoño baja a lamer la luna de tu mano
Y ahora a mi orilla el mundo se empieza a desnudar
para morirse de árboles al fondo de mis ojos.

Mis cabellos se llenan de peces de penumbra
y de esqueletos de navíos forzosos

Sin ir más lejos
tú eres fría como el hacha que derriba el silencio
en la lucha entre el paisaje y su golpe de vista

Mas cuando el cielo exporta sus célebres pianistas
y la lluvia el olor de mi persona
cómo tu hermoso corazón se traiciona

1928

EN LA NIEBLA, POEMA DE JUAN LARREA

En la niebla raza de nuestra raza domicilio
de las faltas de convicción de nuestros fantasmas
desde los gendarmes hasta las hipótesis más atrevidas
hasta los almendros obligados a presagiar el porvenir de nuestra Europa
la nuestra la de los diplomáticos
que subordinan las flores a las secretas inclinaciones de nuestra piel
guardando un equilibrio exento de ociosidad
occidente bello occidente
antes que el sol se encuentre la máscara que busca
entre las ramas y que ya se inclina a recoger

El hombre es la más bella conquista del aire

1928
(Trad- Gerardo Diego)

ATRACCIÓN DEL RIESGO, POEMA DE JUAN LARREA

Aquel que piensa yo deshojaré mis huesos
está mucho más cerca del cielo que de aquello que piensa
sus cenizas le cuidan su falta de arte le imagina
es puro como el hálito al tomar rumbo un velero

Si está solo los espejos del vacío le codician
el escabel del amor extrae de su juventud
este mármol en sí que encierra todas las formas
meticulosas del pesar

Si está de pie la carne apacible le ilumina
y todos cuantos le miran
se ven en el deber de ignorarse

1928
(Trad- Gerardo Diego)

CANTERA, POEMA DE JUAN LARREA

Dinamita florecida
dinamita de reloj
carne mi querida dinamita

Instinto origen de alba y albergue
la atmósfera ca de rodillas de nieve
y es frágil como aprender a leer
siendo el signo exterior guirnaldas de hojas

Dinamita de reloj
carne mi querida dinamita

Escucha los instantes que llegan sobre sus asnos secretos

1932
(Trad-Gerardo Diego)

BAJO LAS ALUSIONES, POEMA DE JUAN LARREA

Se tomaría a la luz por una animosidad
aplicada a otro objeto menos pesado que una paloma
el ala educa las miradas en el temor de nuestros ojos
cada ojo ordena la luz en su deseo de agradar

A juzgar por el número de sus hojas está el árbol muy avergonzado
la sombra sobre su debilidad el verde en el aire
cuando nos desenmascaramos severo nos vigila
no exijamos de él lo que no se puede comprender

1932
(Trad-Gerardo Diego)

UNA DEBILIDAD POR LA LUZ, POEMA DE JUAN LARREA

La noche cae en abundancia

Reflexionemos pues como pájaros de lentitud
suavemente como plumeros sobre los muebles del silencio

Tienes la manera más bella de seguir el ejemplo de los ríos
entre las pérdidas del cielo y el egoísmo de las islas

Tu párpado no está todavía a la altura del desenlace de las aguas
pero eso no tiene importancia

Supongamos una iglesia rodeada de turistas
ahora que tu ojo se contrista
y que un escalofrío recorre el ángel disuelto en el agua bendita
para mejor decir al Señor
Señor
contrátanos como maniquíes de tus lágrimas
a nosotros tus pequeños funcionarios
adoramos los bombones y la compota de encantos
nosotros seremos tus aves de corral todos los días a esta hora
ya que los ángeles han muerto muerto muerto
como bohardillas sin arañas y sin gritos

1932
(Trad-Gerardo Diego)

PRIMAVERA PROVISIONAL, POEMA DE JUAN LARREA

Deja fluir mis huesos entre las hojas
entre las hojas nacidas de haberte conocido
un día de lluvia
cuando los barquichuelos de tus orejas
cortaban las flores ocultas bajo los nombres de mis calles

(Trad- Luis Felipe Vivanco)

BELLE ÎLE 10 SEPTIEMBRE, POEMA DE JUAN LARREA

De pie sobre el escabel de este pulso emigrante
de este pulso de pájaro influyente sobre el humor del mar
ligero ligero
al releer tus cartas para mantenerme a distancia
de un crepúsculo quemado por la impaciencia de las aguas
yo sirvo de transición entre la pluma y el ángel
Mi cazador furtivo a esta hora cruje como un camino que se bifurca
a bien como las lilas que brotan violentamente de los cerebros
al discutir la utilidad de una selva lejana
él acaba de perder la esperanza
como se pierde un collar a las siete
en vano es que diga
sonreír a pesar de todo no es asesinar la tarde
aunque algunas plumas caigan de ella

Lo mismo que cuando el mar estrangula a una paloma
por amor a la geografía
Las olas no ocultan el efecto que la espuma les produce
yo me acuerdo de tus senos en forma de ciudad
cuando mi corazón despliega sus banderas de actividad
hacia el horizonte que estalla
ingratuela
ingrata ingrata hasta dar forma a las rompientes
sin más distancia que algunos navíos de aliento
tú eres más deseable que la guerra de los cien años
En la cumbre del tiempo yo te amo como una aduana serena
te amo por transparencia en suma te enmohezco
Juan

1927
(Trad. de Gerardo Diego)

GUARDANDO LAS DISTANCIAS, POEMA DE JUAN LARREA

En la eventualidad posible de una superficie
jamás un hombre podrá edificar tantas paredes
como veces se muerde a todo arriesgar los labios
Apenas si con la ayuda de los pesados párpados de la noche
podrá hacer llegar su sangre hasta el jardín profundo
donde la espina jadeante de un surtidor
detiene su cielo al borde de una dilatada ansia de llorar

Todos los enigmas que el sol resuelve
con astros sobre sus cabeceras
como barcos cortados en dos por una línea ideal
a ala derecha los horizontes los bellos naufragios al paso preocupado
a la izquierda el aliento en cruz de las leyes físicas
piden un sitio en su razón que sangra
entre las garras de un paraíso errante hacia la lágrima infinita

Con su sangre desnuda el silencio pasea una rosa sobre los caminos del hombre
como una linterna sentida por no haber iluminado en suma
más que una sensación de agua fría en el remordimiento de la sombra
más que una muleta en el lugar de cada estrella apagada

Cuanto más el tabernáculo del tiempo se rodea de rodillas de párpados
rogando por la ligereza de las horas culpables
más lleno está el horizonte de alarmas efímeras
Soñadas a río de flores por las arenas de las arenas

1932
(Trad-Gerardo Diego)

CARNE DE MI CARNE, POEMA DE JUAN LARREA

Entre lirios de falsa alarma
la insistencia de una avispa deja adivinar tu cuerpo
el ardor ahoga una presa demasiado mía para ser fingida
nodriza de dos filos sobre su lecho de convidado
el ardor deshace el nudo de la marisma viviente
donde el amor te esparce y se retira

El ancla de tu palidez se sumerge
hasta la detención de las formas es aquí
donde la lluvia se pinta de azul el corazón
y furtiva una corriente de aire
desmiente ese gesto que significa ignoro
el bello blanco que ofrezco

El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda
y descompone tu cabeza en siete ruiseñores mórbidos
lo hay ya necesidad de apagar nuestras heridas
espacio por sí mismo se olvida para plegarse a tus alas

(Trad- Gerardo Diego)

LOCURA DE LA DANZA, POEMA DE JUAN LARREA

Su olor se alía a la obediencia de mi memoria
si en el mundo existen hojas ella no tiene la culpa
En los muros de alas sus olvidos vienen a ser muebles de época
su voz agrupa en la sombra las ráfagas de ojos negros

Sus manos de habitación que comunica con el establo
respiran el orden que reina en el corazón de los rompientes de luz
sus ojos se agrietan en la superficie de un agua de mesa
sobre la mesa una flor sostiene su presencia de espíritu

Ella come las víctimas de un durmiente solitario
Al andar desprende una estatua a cada paso

Pero cuando su piel no es más que una nueva forma de obediencia
la pelusa que mi alma despide hacia su ombligo
sale en tribus de nieve o de huesos sacudidos por la danza
sale de los pequeños túneles de mis piernas visibles

1928
(Trad-Gerardo Diego)

ORILLA DONDE EMPIEZAN LOS CONJETURAS, POEMA DE JUAN LARREA

Yo mantengo el silencio como un mapa de Oceanía
Tus cartas de calor me llegan sin hacer ruido
He viajado tanto que mis ojos tienen la pesantez de los frutos

El horizonte abre sus manos y alguna belleza se le vuela
moneda moneda en sandalias de párpado frívolo
que luce y gasta un poco en todas partes
Señor de cuarenta años ¿qué ve usted?

Yo soy el explotador
a quien un viento de otoño enjaula
Allí interpreto trozo de cielo y nubes
empolvadas como botellas de n carácter soñador

Yo cuido de la lluvia que consagra tantas alas a tu paso
y del día que te sigue más leal que un tatuaje

En el interior de los seres hay numerosas avenidas
conduciendo a la misma estrella de mar golpeada
por donde la experiencia derrama sus tesoros a precio de coste

Las velas de la armadura se inflan pero todavía nos queda un látigo de viento
para hacer una estatua bien orientada

La luna acaba de ser amada
en silencio
en silencio de claveles

Bello mármol oprimido de antaño

La tierra sumerge sus ojos en el origen de los árboles
pero yo te olvido según la dirección del viento.

1926
(Trad-Gerardo Diego)

HACIENDO EL AMOR, POEMA DE JUAN LARREA

Naufragio desparejado las olas se agarran
a todo lo que hace falta para agradar al más espléndido de los álamos
la arena anclada en su medalla
el anverso en la sombra el otoño en el hombre
el disturbio en estado de entrañas capaces de todo menos de callarse

Los grandes peces sin mango melancólicos
en la madrugada de las carnes pegadas a los muros
único cebo sin cómplices único y bello atractivo
mientras las olas con los ojos vendados se entrehechizan
giran en torno al cráneo de un día de lluvia

Al borde del cielo el ave que lo desarma
alimenta las esperanzas leídas en los ojos del viento
pero ocultando sus defectos en una estrella errante
todo a lo largo de una noche perdida a una suerte de pajas
los grandes corazones navegan rumbo al norte con todos los fuegos apagados

Más allá de los fantasmas recluidos de los éxitos
hace frío deberíamos estar vencidos
aunque virutas de frentes y de vírgenes ineluctables
otorguen sus fulgores a una charanga de cubos de basura
Sin embargo semejante felicidad no es nada concebible.

(Trad-Luis Felipe Vivanco)

EN TRAJE DE HOJAS SECAS, POEMA DE JUAN LARREA

Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella estrella entre mis cenizas
Poder poder al fin hallar en mi vértigo la estatua
de un héroe de sol los pies a flor de agua
los ojos a flor de invierno
Adiós el mundo entre mis sueños de adiós
los hombres
adios los hombres y los pueblecitos de sus manos

Por todas partes hay espadas que me cortan
en pedazos
oh
cataratas de espadas

Cataratas de espadas es el orden en marcha
soy yo quien ando sobre cavernas
que crujen como cráneos

Nadie se había ahogado aún

Nadie estaba antaño en la sombra

Ahora soy yo pero yo no me per-
tenezco al modo como
pájaros que duermen en mis
ojos no les pertenecen

(Trad. de Luis Felipe Vivanco)

ESPINAS CUANDO NIEVA, POEMA DE JUAN LARREA

En el huerto de Fray Luis
Suéñame suéñame aprisa estrella de tierra
cultivada por mis párpados cógeme por mis asas de sombra
alócame de alas de mármol ardiendo estrella entre cenizas

Poder poder al fin hallar bajo mi sonrisa la estatua
de una tarde de sol los gestos a flor de agua
los ojos a flor de invierno

Tú que en la alcoba del viento estás velando
la inocencia de depender de la hermosura volandera
que se traiciona en el ardor con que las hojas se vuelven hacia el pecho más débil

Tú que asumes luz y abismo al borde de esta carne
que cae hasta mis pies como una viveza herida

Tú que en selvas de error andas perdida

Supón que en mi silencio vive una oscura rosa sin salida y sin lucha

1927

EL HOMBRE VISTO DESDE ALTA MAR, POEMA DE JUAN LARREA

La inmovilidad de una flor como domicilio
la hierba como ocupación de toda una larga vida
en el corazón de las montañas que buscan a tientas sus primaveras
seductora y hasta rapaz pero entumecida
una voluntad de hombre les cambia de traje a los colores

Loco del malva diseca cuidadosamente sus sonrisas
marinero sin espejos se diluye en
el alejamiento de las músicas que desembarcan
el gusto de la presencia humana en el pecho de cada arroyo

Compartiendo la curiosidad inocente de las manzanas
se despoja de los días a medida que crece
se arranca los pájaros que ensombrecen su mirada
sin saber que llevan con ellos a la tumba
el rasgo más visible del carácter de los atardeceres.

(Trad- Luis Felipe Vivanco)

PAISAJE INVOLUNTARIO, POEMA DE JUAN LARREA

Poniente Estación del viento
Agitando las alas
un ave cambia el tiempo
En el camino
la lluvia en vano atrasa al sol

El día palidece a lo largo de mi cara
y he llorado apartándome
de las ventanillas del tren
Enfrente
hombro del horizonte
la guitarra desnuda enreda mi casa
Hiladas de ladrillos entre los sonidos

Iluminando el cuarto
un ruido de hojas que cae de mi cara
La puerta duda El cielo baja
Solos tus ojos hijo mío se equivocan de piso

Cerrándose la tarde
te apresa la mirada
y el ápice del tiempo
se para en mi pañuelo

(Trad. de Luis Felipe Vivanco)

UN COLOR LE LLAMABA JUAN, POEMA DE JUAN LARREA

A la memoria de Juan Gris

Bendigamos el confort de las hormigas regulares
y la noche aún más triste que el papel secante
después de la muerte de las palabras
ahora que el silencio se hace dulcemente festín de pájaro
entre los trigos capricho de una cárcel florida

Todos los arroyos interiores hemos acudido
a aliviar este molino de individuo
único convidado que nos queda
de aquel que ha partido hacia el invierno sin pretexto
Sobre un dolor de pradera antigua
las hormigas arrastran nuestras lágrimas de este a oeste

Se fue por transparencia como las vagas promesas
de una ribera más bien banal
Hacía calor de héroe y el tiempo estaba pálido

Con una nada de delicadeza y el insomnio de las lluvias
que atrae a seda el reflejo de las catedrales
agujereemos la esponja de nuestras súplicas
para borrar el juramente de luna tejido de gusanos
donde sus ojos amueblaron la esperanza de corrientes de aire

Porque él nos dejó su tristeza
sentada al borde del cielo como un ángel obeso

1927
(Trad-Gerardo Diego)

HERMANA INCONCLUSA, POEMA DE JUAN LARREA

No apartes de tu corazón el impulso el río
que crece en busca de un puro metal de éxtasis
se alimenta de hojas de sed y de espejismos
toma en tus manos sus cursos de itinerario
y gira a derecha a izquierda según los viñedos de las tormentas

Tu cielo está ya casi vacío como un estuche
pero tienes el aire de un árbol del pan
Clima de hermanos tiernamente tropicales
en tu bolsillo nunca falta un silencio de pájaro fino
ni el fruto de un viaje más allá de las embriagueces

Además no estás desprovista de artimañas de vértigo
los párpados sacudidos cada vigilia en la noche sobre tu almohada
tu instinto que atrapa siempre al vuelo el dardo lúcido
incluso tus horas de ligereza
cuestión espinosa que enturbia el acuario de tu frente
forman un pequeño contingente real
seductor
a semejanza de los acontecimientos de un día hermoso
aunque no siempre convenga exagerar sus papeles

Sobre todo cuando te bañas en un torrente de luciérnagas

(Trad- Luis Felipe Vivanco)

HACEDORA DE ÁNGELES, POEMA DE JUAN LARREA

Ante un bello suplicio enorme y puro
gota a gota la losa del amor te regatea
hasta hacer vacilar la firme balanza de sus senos
sobre el resultado previsto de un combate

El trágico contraste del alba y del granito
tritura en sus mandíbulas una claridad viva
la transparencia toma la forma ingenua del paraje
dejando a los ojos cerrados su certeza

El horizonte de hermosuras que espacian tus suspiros
bosqueja allá a lo lejos tu vaga semejanza
dócil encadenamiento de un niño y de la lluvia
en la misma delgadez esquelética del cuerpo

1934
(Trad. de Juan Larrea)

SIN LÍMITES, POEMA DE JUAN LARREA

Mis pies están fuera de la noche
como el hueso que está fuera de la médula
infatigables se encuentran por todas partes
los miramientos que el error rinde a las maravillas

El límite de los sacrificios ha sido alcanzado
la frente pone un dique al otoño un cepo inagotable
reabsorbe los caminos donde la sombre rarifica
cada vez más sus caricias
se techa de pizarra el embarazo de abozala el vacío
sin dejarle nada al olvido la llama incuba sus azares
la lluvia se queda a la puerta rechazada por los suyos

Ya no puede uno perderse lo imposible
se torna muy paso a paso inevitable

(Trad. de Luis Felipe Vivanco)

LUNA DE ALAS EN EL CORAZÓN DE LA JUSTICIA, POEMA DE JUAN LARREA

Hará un frío de estatuas visibles
en mis manos el silencio desgreñado
cielo de multitud encogimientos de hombros
y yo estaré a la puerta sentado

En su lengua materna cuántos árboles
buscarán salvación en la elocuencia del número
cuántos cuartos vacíos gastarán sus espejos
en luchar contra un pueblo desgarrador de nieblas

Los látigos del corazón cercado de pájaros lúcidos
domarán el poniente y sus lavas de estupor
un cetro escondido será la medida única
pues yo estaré a la puerta sentado

La piedra tragará de nuevo todas las formas esenciales
el peso muerto de un niño caerá rodando como un dado
y los errores alojados en la cabeza que se desploma
harán deprisa un yo de su palidez intensa

Descalzando sus guijarros para mejor atravesar el hombre
las diademas las rutas los ojos del esplendor
impulsarán la apariencia de saber a cometer crímenes
mas yo estaré a la puerta sentado

Cuando un ser de plata saliendo de mi imagen de sombra
en previsión de una duda de un quizás de un quién sabe
pensará sin mirarla mi más hermosa tarde de otoño
en los corazones deslumbrados de dos hermanas gemelas

Al crecer una de ellas me pondrá de pie
(la otra se desplomará a la puerta)

1929
(Trad. de Gerardo Diego)

ATIENZA, POEMA DE JUAN LARREA

Si el camino que uno sigue se bifurca y en la opción toma el conducente a Atienza, contraviniendo a toda norma no saldrá júbilo ni terrenal ornato a recibiros. Ni un solo gesto que os invite a proseguir. Nada que os compense o cuando menos cicatrice el posible futuro que quedó amputado en la bifurcación. Más aún; seréis testigos de cómo lo mismo hacia adelante y hacia atrás que hacia los costados, espacio y tiempo pueden huir de cada hombre infinitamente. Cuanto en un espíritu viajero es apacible gozo y suave por ventura se os habrá desviado por el otro camino. Os sentiréis estilizado, reducido a taciturnidad, con la impresión de que a expensas de vuestra mirada se os agigantan los huesos y de que os sorben los pasos como por una bomba aspirante hacia el vacío. Hasta que al fin, custodiado por dos filas de árboles, comprimido entre lo que cielo y tierra tienen asoladoramente de absolutos, allá un campejo, más aquí un baldío, os detengáis al borde de esa secular tajadura donde acecha el vértigo histórico. Por lo menos así de cabizbajo llegué yo, como si todos los álamos del mundo hubieran ya pasado por mi frente, y con rodilleras de nube en lo poco que me quedaba de corazón.
Atienza…
Por mi parte no tuve siquiera la suerte de encontrarle. Estaban allí aquel día centenares de casas, pero Atienza no. Supuse que debía hallarse afuera, no lejos, quizá en el campo, y aproveché su ausencia para revolverlo todo. Caminé cuestas y cuestas, soborné la anchura de las plazas, impacienté los templos, desperté las ruinas; agrupé en un estanque de mi luz, acaudillándolas, todas las ventanas, y sólo al comprender que cuanto me rodeaba no era sino esa superflua impedimenta que, como los hombres un par de botas, un vaso, una corbata inservible, dejan los pueblos al partir, bien armado de pulmón trepé al castillo.
En tan destronada altura íbanse las nubes haciendo llevaderas, sutiles, apenas infundadas. Del poblado menos anhelos subían que quietudes. Un azorado vientecillo descarnaba en torno mío el panorama donde, trabados tan íntimamente como peine y pelo silencio y claridad imponían al horizonte la más severa línea de conducta. Y comprendí o creí comprender muchas cosas ocultas para mí hasta entonces. Comprendí que ante mis ojos y consumando su acción por las llanuras de las llanuras, cielo y tierra se estaban suicidando lentamente. ¡Quién sabe desde cuánto tiempo hacía! Quise entonces empalmar en mis venas las azules del mundo y vi que era posible. ¡Ohé, oh, sí era posible! Y era posible retroceder hasta el borde del sonido pacerse dolor y hasta quedarse allí en el medianero punto vacilando. Ohé, oh. Yo también me dije, yo también, cuando me quede tiempo hacia el ocaso he de sufrir un monte.
Pero en esto comenzó a ser cruzado el cielo por un bando de aeroplanos. Como yo debieron contar hasta seis las numerosas cabecitas que, solicitadas por el zumbido, aparecieron airosamente abajo, en las ventanas de las casas. Y de este modo me fue dado presenciar la más gloriosa actitud, un dulce crecerse a volar a fuerza de ojos, de un poblado entero, por el mismo tácito y simultáneo acuerdo con que los surtidores de un jardín se estiran hacia algo que en la atmósfera es, más que azul, ternura. Yo mismo fui arrebatado por gracia de tantos ojos como incurrían en inocencia, inesperado pasajero de un vuelo urdido en el corazón de otro mundo. ¡Ohé, oh!
Más pronto el cielo recobró su paz y volvieron los ojos a sus puros y breves cauces. Y sólo entonces, al ser depositado en mi lugar de piedra, se me mostró la verdad totalmente desnuda. Sólo entonces me apercibí de que el horizonte nos tenía a mí y a los demás sitiados, no sé si por miseria o por angustia, pero sitiados. ¡ Y qué horizonte! Escueto, de tierras espaciadas, sin prisas ni apreturas, y tan seguro de sí mismo y de su triunfo que todos mis huesos se echaron a dolerme como se fueran astillas de silencio clavadas en mi carne y ya quisieran a crujidos arrancármelos. Una a manera de resignada filosofía flotaba en lo asediado, a favor de la cual, y sin más que la justa resistencia, tantas cosas se habían ya desmoronado y tantas más se hallaban en vías de desmoronarse. Es decir, me vi de pronto incluido en un destino ajeno, del todo extraño al intuitivo desarrollo de mi esencia.
Hombre, pensé, hombre superficial y extraligero, hecho a la engañosa ciudad y a sus pretextos, cuán poco podrías durar aquí a esta solemne profundidad de miles de pies de años bajo el nivel del tiempo. A este lejano marchar sin rumbo por el puro placer de ir quebrantando como en lagar las cervices de los días. Con tan escasa y sencillas armas —enmohecidas calles, macetas de flores, pordioseras fuentes, plañir de campanas— ¿Cómo podrías defender tu impostura contra los ataques de la muerte? En la ciudad ya están hechos los reflejos de tu instinto a palidecer entre las estatuas, a acogerte al derecho de asilo de los museos, a escurrirte por teléfono, a ahuyentar, como ya una vez por súbita inspiración lo hiciste, algo terrible que se te venía encima desencadenando fragorosamente la bomba del excusado… Pero aquí con tus manos que no son nunca manos aunque nazcan en torno rosas y rosas, con pecho que únicamente será pecho cuando sufra el contagio de la tierra, qué vienes a desempeñar ciudadano enturbiado, sin reflejos de paz ni de templanza. Vete a buscar tu muerte convencional, a disfrazarte de olvidado en tu cuarto de hotel, con tu máquina de escribir, tu calefacción, tu ascensor y tu gramófono.
Lo hice así. Bajé del castillo y sin perder tiempo, antes de que Atienza volviera, me evadí con ánimo de nunca más volver.
Sin embargo, tumbos de viaje e instancias de amigos me han vuelto hoy a esta comarca. De nuevo he ido viendo crecer al poblado hacia el poniente como un caracol que subiese por mi vida con su castillo a cuestas. He vuelto a recorrer calles y plazas, a sostener esa enorme mirada perdida que vaga ciegamente en los pueblos y que a la gente de ciudad tanto nos turba e inmoviliza. Pero tampoco he logrado encontrar a Atienza. Y hoy ya creo haber descubierto que su ausencia no es asunto de horas ni de días. Casi me atrevo a asegurar que como tantos y tantos pueblos españoles, como Trujillo al Perú, Córdoba a la Argentina, Medellín a Colombia, Guadalajara a México, por solo citar algunos de los que ganaron mejor fortuna, emigró el en siglo español de las emigraciones. Si bien se le busca, en América se le encontrará; a no ser que fuera de aquellos otros más desdichados que antes de arribar a tierra firme zozobraron en los mares aún indómitos. Numerosos pueblos que hace tiempo están reclamando una estadística.
De todos modos en lo que hoy se designa en Castilla con el vocablo Atienza, Atienza no está. Hasta los que allí viven más que vivir lo que hacen es estar a todas luces esperándole. Posible es que regrese algún día y acaso en la opulencia. Y lo probable es que los que así le vean sin ruinas ni estrecheces no le reconozcan.
Pero para mí, casual testigo del asomarse de una celestial ansia de roca a sus miles de pupilas, lo cierto es que los que por esperarle llevan una foja vida de entresueño, han desaprovechado la ocasión de realizar uno de los mayores descubrimientos que registra la historia humana. Porque allí en Atienza, mucho antes que en ningún otro lugar del mundo, pudieron y debieron haber sido inventados los ojos azules.

Del libro: OSCURO DOMINIO - (1926-1927)
Primer libro que público Larrea por mediación de Gerardo Diego en México en 1934.

Ver programa de televisión sobre la poeta Consuelo Tomás.

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

POESIA MAS POESIA 2022 1 - Poesia Online
La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es descarga.jpg

Deja un comentario