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179. Poesía más Poesía: Manuel Altolaguirre

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BIOGRAFÍA DEL POETA MANUEL ALTOLAGUIRRE

“Puesto a lo difícil, Manuel Altolaguirre pudo respirar en la luna. Yo lo vi, escurrido, alto ópalo luto, clavado en el redondo blanco fijo, duda de astrónomos molientes. Lo vi, carbón nieve, duda de almirantes solemnes, de pie en la tabla lisa, ficha mayor de un dominó distinto, por el laminado mar que lleva y trae, con plano barajeo total de planchas amargas, del foro oculto de la puesta lunar a la secreta sala sin nadie de la Poesía.
(Saltaba, un verano, a la playa en arena desierta, dejaba la balsa a la ola, se sacudía los picos de estrella y, corriendo de cierto modo, para no llegar tarde ni estropear la rosa eterna, por El Palo Plaza de toros Alameda, entraba, golondrina vertical, en su piso de losa blanca y negra; caía riendo doblado sobre quien fuere, como un insostenible marfil negro metro de carpintero, la rosa salvada en el ala. París, Madrid, dondequiera que haya llegado,yo siempre lo he visto llegar por una Málaga elástica impulsiva.)
Negro blanco negro, el malagueño junco maquinista se siembra ante el teclado de una máquina de escribir, caja de escribir, piano de escribir y, bromeando su alma con el humo heterogéneo circundante, en pálido crecimiento continuo de adolescente perpetuo, cubica ligero en apretado, denso tesoro del claroscuro infinito que sólo puede batir, con brazos cordiales de espíritu y cuerpo, el manipulador honrado de la emoción de fondo.”

Juan Ramón Jiménez

Manuel Altolaguirre Bolín nació el 29 de junio del año 1905 en la ciudad de Málaga (España), hijo de la malagueña Concepción Bolín Gómez y del abogado madrileño Manuel Altolaguirre Álvarez, fue juez de Primera Instancia de la provincia de Málaga, periodista, director del periódico El Imparcial y escritor festivo. Tenía seis hermanos llamados Federico, Mariano, Luis, Concepción, Carlos y María Emilia.

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Su padre moriría en el año 1910 cuando Manuel tenía 5 años. Aprendió los rudimentos de lectura en el colegio de la Sagrada Familia de su ciudad. Al terminar el bachillerato, que cursó en el colegio de los padres jesuitas de Miraflores de El Palo, Altolaguirre se inscribió como alumno libre en la carrera de Derecho de la Universidad de Granada. En esta ciudad conoció a Manuel de Falla y estrechó amistad con Federico García Lorca, a quien había conocido años antes en Málaga. Ejerció la abogacía durante escaso tiempo la profesión de abogado. Contaba que su amor por la imprenta nació cuando siendo un niño escribió unos versos para su madre. Fue a leérselos primero a la criada que casualmente tenía un novio tipógrafo. La muchacha pensó que valía la pena imprimirlo. Se convirtió en un artesano que disfrutaba entre cajas y planchas, tanto que puede calificársele, sin duda, de artista de la imprenta.

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Tenía 19 años cuando, junto con José María Souviron y Emilio Prados, también malagueños, fundó la revista “Ambos”. No sería lo único que Málaga le inspiró. La imprenta “Sur” creada con Prados y Álvaro Disdier y la revista “Litoral”, fundada en 1924 con Prados y José María Hinojosa, dan fe de ello. Fue en esta revista donde Altolaguirre publicó su primer libro, “Las islas invitadas”, páginas las de esta publicación que acogieron los primeros poemas de amigos como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Pedro Salinas. “Litoral” aglutinó a la que sería conocida como “Generación del 27”. También aquí publicó a Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego o Jorge Guillén.
En esa época se fue a vivir a Madrid, allí trabajará en el bufete de Francisco Bergamín, padre del escritor José Bergamín, volviendo a Málaga en 1927 donde residió hasta 1929, trasladándose de nuevo a Madrid, definitivamente. Por aquel entonces ya había publicado “Las islas invitadas” (1926) y “Poemas del agua” (1927). Estos libros, conforman lo que sería su primera época, caracterizada por el seguimiento del influjo de Bécquer y el sello de la poesía juanramoniana. Altolaguirre, como Bécquer, somete su poesía a la realidad, canta al amor, a la nostalgia, a la separación. Huye de los retoricismos y como Juan Ramón Jiménez, va a la búsqueda de un lenguaje cada vez más depurado, en el que la metáfora es un elemento de gran relevancia. También encontramos en su poesía, aunque tratado de una forma más materialista que en Bécquer, el tema de la muerte.

Luis Cernuda Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en Málaga 1928. - Poesia Online
Luis Cernuda, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre en Málaga, 1928.

En 1930, tras una retirada obligada por los condicionantes familiares tras la quiebra de “Litoral”, inicia en 1930 “Poesía en Málaga”, ya en solitario. De ella surgen cinco números, editados los dos últimos en París en 1931. En ese mismo año, el poeta publicó “Soledades juntas”. Residió en ciudades diversas, una de ellas, Londres, dónde se trasladó en 1934 para seguir estudios de imprenta. Tradujo a Shelley y a Pushkin.

Manuel Altolaguirre y Concha Méndez.
Manuel Altolaguirre y Concha Méndez.

Su vida privada daría un giro en 1932, cuando García Lorca le presentó a Concha Méndez, también poeta, que había sido novia de Luis Buñuel, quien nunca la presentó a sus amigos de la Residencia de Estudiantes. Cuando la autora de “Sombras y sueños” se presentó allí como ex novia del que sería un genio del cine, conoció a Lorca y Alberti y el primero la condujo hasta Manolo. Descubrieron que vivían en la misma pensión de la Gran Vía madrileña. Iniciaban así un amor y una colaboración, que durarían años. Junto con la que editó y publicó, en la colección Héroe y en la revista homónima, libros y textos fundamentales de poesía, como Razón de amor, de Pedro Salinas o La realidad y el deseo, de Luis Cernuda, entre otros. Fruto de su matrimonio en junio de 1932 tuvo una hija, Paloma, que posteriormente mantuvo una profunda amistad con Luis Cernuda. Incluso cuando Altolaguirre se divorció para casarse con la cubana María Luisa Gómez Mena, la relación siguió siendo afectuosa con Concha.

En el año 1933 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura por su obra “La Lenta Libertad”. Más tarde llegaría la revista “Caballo verde para la poesía” que dirigió Pablo Neruda. Viajó posteriormente a Francia e Inglaterra y allí fundó su propia imprenta, regresando a España donde militó en las filas de la República durante la guerra civil.

La Residencia de Estudiantes exhibe el mundo poético de Altolaguirre |  Cultura | EL PAÍS
La familia en el barco que los llevaría a América.

Durante la guerra civil española, Altolaguirre se convierte en miembro de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y director de La Barraca, llegando incluso a alistarse en las fuerzas republicanas, realiza proyectos de imprenta y editoriales con fines propagandísticos. A pesar de su condición como reconocido intelectual republicano, en agosto de 1936, su hermano Luis Altolaguirre, junto a su antiguo amigo el poeta José María Hinojosa, fueron fusilados ante la tapia del cementerio de San Rafael de Málaga por un grupo de milicianos anarquistas. Otro hermano del poeta, Federico Altolaguirre, militar y amigo de Franco, sería también fusilado meses después. Esta trágica sucesión de acontecimientos y la propia guerra le condujeron a un colapso emocional tras huir de España por los Pirineos en enero de 1939 y ser confinado en un campo de concentración en Francia. Consigue llegar con su esposa, Concha Méndez, a casa de Paul Eluard. Max Ernst y Pablo Picasso colaboraron para que la familia viajase rumbo a América, en marzo de 1939.

REPARTIENDO PROPAGANDA EN MADRID POCAS SEMANAS DESPUÉS DEL COMIENZO DE LA GUERRA. - Poesia Online
Repartiendo propaganda semanas después del inicio de la guerra

Viaja a Cuba junto con su familia y hubo de quedarse en la isla porque su hija Paloma estaba enferma. En La Habana, publica una nueva revista, “Atentamente”, donde aparecieron algunos capítulos de sus memorias, algo que también hizo Camilo José Cela en “Papeles de Sons Armadans”. Creó la imprenta “La Verónica” dedicada, también, a la edición de textos literarios.
Fija, después, su residencia en México dedicándose al final de su carrera a la dirección cinematográfica, fue guionista, productor y director de cine. En 1946 comienza a trabajar como guionista, tras ser contratado por la compañía Panamerican Films de la que era su principal accionista y amigo: Benito Alazraki. En México crea la colección “Aires de España” y la revista “Antología de España en el recuerdo”, de la que sólo se publicaron dos números. Homenajeó a San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Lope de Vega, Quevedo y Góngora.

MANUEL ALTOLAGUIRRE (GENERACIÓN DEL 27) – La Maleta de Max F.


Se casa con María Luisa Gómez Mena, una multimillonaria cubana que lo siguió a México y para quien escribió: “Gracias a ti hoy puedo estar conmigo”. Ella produjo algunos de sus filmes. Casada dos veces, una de ellas con un militar español de alta graduación, de quien se dijo que no perdonaba que su ex esposa se hubiera casado con un “poeta rojo”, y otra con un pintor, se enamoró perdidamente del poeta malagueño y, como él, era de extrema generosidad.

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El amor rompe esas nubes
y apaga tristezas, sólo
quisiera sacarme el alma
para quererte del todo
o que tu vida, amor mío,
que veo torre se haga pozo
que en mí se clave, se pierda,
como un reflejo sonoro
de mi sueño, de ese sueño
que se me va de los ojos.


“Romance.” De Manuel Altolaguirre a María Luisa Gómez Mena, julio de 1944.

Es autor, igualmente, de una obra teatral “Entre dos públicos” (1934) y una “Antología de la poesía romántica española” (1932). En el año 1933 fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura por su obra “La Lenta Libertad”.

En enero de 1945 y en México, la mecenas financia la creación de una nueva editorial para Altolaguirre, la editorial Isla, que tenía, en un taller grande y moderno, su propia imprenta y un equipo de obreros tipográficos. Lo que debió ser una empresa productiva devino en fracaso en manos del poeta. Para decirlo con palabras de Valender, “los recursos que tenía a su disposición Altolaguirre decidió emplearlos para ayudar a los necesitados y no para asegurar la buena marcha de la empresa” . Quiso el poeta llevar el taller “como si fuera, no una empresa comercial, sino una sociedad de beneficencia cultural”. Algo parecido ya había ocurrido en la anterior editorial habanera, La Verónica, que María Luisa le había ayudado a crear.

En 1949 ve la luz “Fin de un amor”. En 1950 Altolaguirre viaja a Madrid y a Málaga para reunirse con sus familiares y para saludar a viejos amigos. A partir de 1952 colabora en la revista malagueña Caracola. La intervención de Manuel Altolaguirre se refleja en varias películas, realizando o colaborando en la realización del guión de al menos cuatro: “La Casa de la Troya” (1947), “Yo quiero ser tonta” (1950), “El puerto de los siete vicios” (1951) y “Subida al cielo” (1951), siendo esta última dirigida por el director aragonés Luis Buñuel. En otras, como “Misericordia” (1953) y “Vuelta al paraíso” (1959), se encarga de la producción, como luego hará con películas de Eduardo Ugarte y Luis Buñuel. En 1955 “Poemas en América”, convirtiéndose así en el poeta más e intimista de la Generación del 27.

“La poesía -afirmaba Altolaguirre en 1951-, tanto si es exterior como si es profunda, es mi principal fuente de conocimiento. Me muestra el mundo y con ella aprendo a conocerme a mí mismo. Por eso el poeta no tiene nada nuevo que decir. La poesía nos revela aquello que ya sabíamos y habíamos olvidado. Sirve para rescatar el tiempo, para levantarnos la moral, para tener el alma completa, en vez de fugaces momentos de vida. En ella experimentamos más la muerte que el sueño, y nos liberamos de lo contingente, de lo efímero. Ella nos hace unánimes y comunicativos”.

Abandonan México y deciden irse a vivir a Cuba, María Luisa y Altolaguirre. Allí, entre 1953 y 1954 tratan de filmar tres nuevos proyectos: Los inmigrantes, Golpe de suerte y Cuando baila Trinidad (Leyenda musical de Cuba). La primera película se malogró durante el proceso de edición; la segunda película, que escribieron entre los dos y en la que María Luisa, incluso, se atreve a actuar, ni los propios críticos están seguros de si llegó a exhibirse; y la tercera, que hubiera sido un magnífico material etnográfico dado que era “un documental sobre los ritos, costumbres y música de los negros en Cuba”, quedó inconclusa luego de filmar 18 rollos. Finalmente, de vuelta a México, se materializa un tercer momento de Producciones Isla con otras cuatro películas: El condenado por desconfiado (1955), La muñeca negra (1956), El cantar de los cantares (1958) y Vuelta al paraíso (1959).

Salvo Subida al cielo, de 1952 y dirigida por Luis Buñuel, una película que se presentó en el Festival de Cannes, que obtuvo en París el Premio de la Crítica a la mejor película de vanguardia de aquel año y cuyo guión le valió a Altolaguirre el “Águila de Plata” otorgado por la Asociación de Periodistas Cinematográficos Mexicanos, en general, la productora cinematográfica no tuvo un currículo feliz, ni en lo artístico ni en lo comercial. Por un lado, invirtieron en proyectos fallidos, por el otro, se imponía ese constante intento de Altolaguirre por lograr eso que él llamó “cine-poema”, una propuesta muy difícil de conciliar con el concepto de cine como espectáculo y entretenimiento.

Con motivo de la presentación en el Festival de Cine de San Sebastián de su versión de “El Cantar de los Cantares”, de Fray Luis de León, el matrimonio viajó a España. Regresaron hacia Madrid el 23 de julio de 1959. El coche, ya en tierras de Castilla, del en el pueblo burgalés de Cubo de Bureba, sufrió un accidente que malhirió a Manolo y dejó muerta a María Luisa. Altolaguirre fue llevado a la Clínica de San Juan de Dios, en Burgos. Su estado fue calificado de gravísimo. Sobrevivió tres días. Tenía 54 años de edad. Está enterrado en el Sacramental de San Justo, de Madrid.

De Manuel Altolaguirre se puede decir que fue difuminado por el resto de sus muchas actividades en el ámbito de la cultura, sobre todo en el exilio a partir de 1939, además de por la ciertamente aventurera trayectoria de su vida, que él mismo se encargó de relatar en varios escritos autobiográficos destinados a un libro de memorias, El caballo griego, que nunca llegaría a finalizar.

Altolaguirre estuvo casi siempre muy cerca de la poesía clásica, que tantas veces editó, principalmente de Garcilaso, de quien escribió una bella biografía en 1933; de Fray Luis, cuya figura humana y versión del Cantar de los Cantares llevaría a la pantalla y, de san Juan de la Cruz, uno de sus poetas preferidos.
La Guerra Civil, con su realidad sangrienta, fue escaso motivo de inspiración poética para Altolaguirre, que escribió poemas circunstanciales en revistas, teatro y sus primeras prosas autobiográficas.

De izda. a dcha., Manuel Altolaguirre, Vicente Aleixandre, José Luis Cano y Carlos Bousoño.
De izda. a dcha., Manuel Altolaguirre, Vicente Aleixandre, José Luis Cano y Carlos Bousoño.

Dijo de él el gran poeta Vicente Aleixandre:

El que no haya conocido a Manolito Altolaguirre en sus veinte años, poeta y codirector de Litoral, no ha conocido lo que todos los que entonces le conocieron decían que era: un ángel, que de un traspiés hubiera caído en la Tierra y que se levantara aturdido, sonriente… y pidiendo perdón.

Influido por Vicente Aleixandre, Pedro Salinas, Juan Ramón Jiménez o Garcilaso de la Vega, de quien escribió una biografía, destaca por su poesía de aspecto refinado, sensible y espiritual. Además de su obra lírica, Manuel realizó traducciones, ensayos, piezas teatrales, como “El Triunfo De Las Germanías”, título escrito junto a José Bergamín, o “Entre Dos Públicos”; o un libro de memorias llamado “El Caballo Griego” (1958).

Una de las características de esta primera poesía de Altolaguirre, señalada por la crítica, es su inevitable relación con los movimientos de vanguardia que se habían sucedido en España a la altura de 1926, ultraísmo, creacionismo, con la consiguiente revolución en el campo de la imagen poética y de la metáfora, a la que, como es sabido, contribuyó de forma poderosa la greguería de Ramón Gómez de la Serna.

La muerte de Manuel Altolaguirre, en julio de 1959, interrumpió la edición de Poesías completas que el poeta tenía en ese momento, entre otros proyectos, entre manos. Tras su muerte, fue Luis Cernuda el que se ocupó de cuidar la edición que, finalmente, apareció publicada por el Fondo de Cultura Económica, en México, en 1960.

OBRAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRE

Poesía

  • Las islas invitadas (1926)
  • Ejemplo (1927)
  • Poemas del agua (1927)
  • Soledades juntas (1931)
  • La lenta libertad (1936)
  • Nube temporal (1939)
  • Nuevos poemas de las islas invitadas (1946)
  • Fin de un amor (1949)
  • Poemas en América (1955).

Memorias

  • El caballo griego

  • Garcilaso de la Vega (1934)

Teatro

  • Entre dos públicos (1934)
  • Amor de dos vidas. Misterio en un acto y un epílogo. Obra recuperada en 1978 por Mario Hernandez

Antología

  • Antología de la poesía romántica española (1932)

Cinematografía

  • Guionista
    • Subida al cielo (1952), dirigida por Luis Buñuel
  • Director
    • Golpe de suerte (1954)
    • El cantar de los cantares (1959)

Premios y reconocimientos

  • Premio Nacional de Literatura (1938)
  • Hijo predilecto de Málaga (Diputación provincial, 1998)

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA SOBRE MANUEL ALTOLAGUIRRE

POEMAS DE MANUEL ALTOLAGUIRRE

VIAJE Su Muerte , poema de Manuel Altolaguirre

¡Qué golpe aquel de aldaba
sobre el ébano frío de la noche!
Se desclavaron las estrellas frágiles.

Todos los prisioneros percibimos
el descoserse de la cerradura.
¿Por quién? ¿Adonde?

El sol su página plisada
entró por la rendija oblicuamente,
iluminando el polvo.

Descorrió su cortina el elegido,
y penetró en los ámbitos sonoros
del Triángulo y la espuma.

Nos dejó la burbuja de su ausencia
y la conversación de sus elogios

(Del libro Las islas invitadas y otros poemas 1926)

HISTORIAS – TARDE , poema de Manuel Altolaguirre

El horizonte tiene
insectos y fragatas;
su piel de pez de río,
con sus cinco colores,
empalizada pone
al mar Mediterráneo,
que, espumas renovando,
con sus encajes borra
las pisadas gemelas
que dejas en la playa.
Algas del viento son
las cañas litorales,
cuyo sonido se une
al de las caracolas.
Como habichuela abierta;
mostrando su semilla,
la jábega te enseña
sus fuertes remadores.
Si tus trenzas crecieran,
rubias y horizontales,
qué buen faro serías
sobre el peñón del Cuervo,
cuando, enlutado el mundo
por la muerte del día,
el capitán del barco
una luz necesite.

Acariciando arenas
con tus pies y tu sombra,
esperas al marino
que, en bandeja con remos,
el mar ha de ofrecerte,
sin saber que tu amante
vive ya en otro mundo,
gozando la luz verde
del fondo de los mares.

(Del libro Las islas invitadas y otros poemas 1926)

DE MI CONTORNO, poema de Manuel Altolaguirre

De mi contorno, al perfil
recortado de mi sombra,
¡qué compactos rayos ciñen
el aire opaco que rondan!

¡Cómo al salir el sol, ella
tímida se achica, corta
bajo mis pies se refugia
y por lado opuesto asoma!

¡Qué lento brotar entonces,
primavera de mi sombra!
Y ¡qué esbelta rama gris,
tendida, de invierno, ahora!

Hasta que, perfil de tierra
y contorno de una sombra,
de tierra a cielo, cilindro
oscuro formen. Zozobra
de verme solo en la noche
hasta las nuevas auroras.

(Del libro Ejemplo, 1927)

SEPARACIÓN, poema de Manuel Altolaguirre

Mi soledad llevo dentro,
torre de ciegas ventanas.
Cuando mis brazos extiendo
abro sus puertas de entrada
y doy camino alfombrado
al que quiera visitarla.
Pintó el recuerdo los cuadros
que decoran sus estancias.
Allí mis pasadas dichas
con mi pena de hoy contrastan.
¡Qué juntos los dos estábamos!
¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma?
Nuestra separación última,
¡qué muerte fue tan amarga!
Ahora dentro de mí llevo
mi alta soledad delgada.

(Del libro Ejemplo, 1927)

BESO, poema de Manuel Altolaguirre

¡Qué sola estabas por dentro!

Cuando me asomé a tus labios
un rojo túnel de sangre,
oscuro y triste, se hundía
hasta el final de tu alma.

Cuando penetró mi beso,
su calor y su luz daban
temblores y sobresaltos
a tu carne sorprendida.

Desde entonces los caminos
que conducen a tu alma
no quieres que estén desiertos.

¡Cuántas flechas, peces, pájaros,
cuántas caricias y besos!

Del libro Poesías (1930-1931)

PREGUNTAS, poema de Manuel Altolaguirre

A Dámaso Alonso

Sentidos ignorados del Universo:
¿adónde lleváis las sensaciones
que adquirís de la nada?
¿En qué visceras yo, Dios mío, estoy?

¿La tierra un corazón?
Esta entraña secreta en donde estamos
bajo los aires músculos:
¿qué oficio tiene?

La luna, el sol, los astros,
los pulmones oscuros de la noche:
¿bajo qué piel, qué tacto viven?
¿Es tu cuerpo, Dios mío, el Universo?

¿Estás en lo creado
como el alma en la carne
o tienes la arboleda de tu sueño
alborotada, fuera de tu frente,
en la Nada infinita,
igual que yo en tu mundo?

A UN OLMO, poema de Manuel Altolaguirre

¡Qué lenta libertad vas conquistando
con un silencio lleno de verdores!

Apenas si se nota en ti la vida
y nada hay muerto en ti, olmo gigante
Tus hojas tan pequeñas me enternecen,
te aniñan, te disculpan
de los brutales troncos de tus ramas.

Las hojas que resbalan por tu rostro
parecen el espejo de mi llanto,
parecen las palabras cariñosas
que me sabrías decir si fueras hombre.

¡Quién como tú pudiera ser tan libre,
con esa libertad lenta y tranquila
con la que así te vas formando!
Tú permaneces, pero te renuevas,
estás bien arraigado, pero creces,
y conquistas el cielo sin derrota,
dueño de tu comienzo y de tus fines.

Si yo tuviera comunicaciones
con las duras raíces ancestrales;
si mis antepasados retorcidos
me retuvieran firmes desde el suelo;
si mis hijos, mis versos y las aves
brotaran de mis brazos extendidos,
como un hermano tuyo me sintiera.

Olmo, dios vegetal, bajo tu sombra,
bajo el rico verdor de tus ideas,
amo tu libertad que lentamente
sobrepasa los duros horizontes,
y me quejo de mí, tan engañado,
andando suelto para golpearme
contra muros de cárcel y misterio.

Las tinieblas son duras para el hombre.

ISLA DE LUTO, poema de Manuel Altolaguirre

El tiempo es una llanura
y mi memoria un caballo.

Jinete suyo, yo voy
a oscuras por ese campo
sin detenerme en recuerdos
fugaces como relámpagos.

Mi caminar por el tiempo
tan sólo tiene un descanso
en el año de tu muerte
—isla de luto y de llanto—.

Plaza de mármoles fríos
y luna yerta. Me paro
deteniendo mi memoria
desbocada con espanto.

Junto al ciprés de tu sueño
para verte descabalgo.

No son recuerdos, que es vida
y verdadero el diálogo
que contigo tengo, madre,
cuando aquí nos encontramos.

NO HAY MUERTE, poema de Manuel Altolaguirre

No hay muerte ni principios.
Sólo hay un mar donde estuvimos y estaremos,
un mar de peces que son como nosotros,
que vuelan cuando nacen,
que se hunden cuando mueren;
peces voladores
que saltan a la luz
sin llegar a ser ángeles.
Sólo hay un mar
y los alegres saltos de la vida.
Esta curva en el aire,
tan lenta a veces,
sobre ese mar tan codicioso,
no es un arco iris
después de la tormenta,
no es un puente
por donde pueda pasar nadie.

Nuestra vida dibuja
su ascensión y descenso
sobre ese mar humano,
donde la humanidad
realmente vive.
No hay muerte ni principios.
Sólo hay un árbol grande
que sacude sus hojas
para nutrirse de ellas
cuando caigan al suelo.

NUNCA MÁS, poema de Manuel Altolaguirre

Las ausencias
los grandes huecos
el enorme vacío dibujado
por los recuerdos insistentes,
todo está aquí
como cenizas de un gran fuego.
Y dudo de mi vida,
temo ser un rescoldo,
entre tantas miserias
que ni siquiera existen.
Mi soledad,
en esta luz de espanto,
es un nuevo fantasma
sin materia;
es un simple contorno
sin un mínimo alambre
o esqueleto.
Todo es gris.
Nada existe.
Las míseras ruinas
de una triste memoria
que se pierde,
están ante mi vida sin futuro.
Dice una voz remota
que borra el panorama
con su niebla:
«Nunca más. Nunca más.»

ELEGÍA A FEDERICO GARCÍA LORCA, poema de Manuel Altolaguirre

Me olvido de vivir si te recuerdo,
me reconozco polvo de la tierra
y te incorporo a mí, como lo hace
la parte más cercana de tu tumba,
esa tierra insensible que suplanta
el amoroso afán de tus amigos.

Acabada tu vida, permanece
con su total contorno dibujado:
no hay puerta que te lleve a lo futuro.

El árbol de tu nombre ha florecido
en una incalculable primavera.

La muerte es perfección, acabamiento.
Sólo los muertos pueden ser nombrados.
Los que vivimos no tenemos nombre.

Los míticos honderos de la fama
tiran los cantos de tu nombre al mundo
y el lago de la vida abre sus ojos
con párpados de vidrio interminables:
No hay montaña, no hay cielo, no hay llanura,
que en círculos concéntricos no agrande
el eco de tu nombre esclarecido.

No es dolor fraternal, no es pena humana,
es parte, mi pesar, del sentimiento
que hace de las estrellas pensativas
flores sobre la noche que te cubre.

Te escribo estas palabras separado
del cotidiano sueño de mi vida,
desde un astro lejano en donde sufro
tu irreparable pérdida llorando.

Del libro Nube temporal (1939)

MI VOZ PRIMERA, poema de Manuel Altolaguirre

A Pablo Neruda

Entre alaridos se sostiene
su débil rama,
entre escombros de guerra,
viva en mi corazón endurecido,
como una flor sencilla
entre las piedras del pasado,
está mi voz primera,
la inocente palabra de mis versos,
esperando que se retiren los fantasmas,
se ordenen los quebrados edificios,
se cierren las trincheras.

Hoy la flor del almendro
conoce las abejas de la muerte,
el insecto que anida en los fusiles,
y el agua del remanso, que se daba
a la caricia de algún pie desnudo,
sufre durante todo el largo día
un desfile de botas militares.

No buscan los tesoros de las minas
los insistentes golpes de los picos,
ni los profundos cráteres, abiertos
por los disparos de la artillería,
son para repoblar de selva el monte.

Es la guerra, mi voz acostumbrada
a cantar el amor y el pensamiento,
llora esta vez el odio y la locura.
Fuera de sí mi voz llora el ardiente
delirio de un incendio apasionado,
llora su rojo fuego vengativo.

Del libro Nube temporal (1939)

ESPEJO SIN MEMORIA, poema de Manuel Altolaguirre

Lo que sobra de mí, cuando tu imagen
quema mi corazón apasionado,
es un confín de espejo sin memoria,
de espejo blando, sin oficio, ciego,
libre de eco y de luz, ya que tan sólo
para sentir tu forma tengo vida.
Pequeña tú como el dolor humano
y grande yo sin ti, desconocido,
oscuro o claro, no lo sé, no estoy
delante, como tú, de quien me quiera.
Es mejor repetirte que no es nada
lo que sobra de mi cuando tu imagen
quema mi corazón apasionado.

Del libro Nube temporal (1939)

CUANDO TE SUEÑO, poema de Manuel Altolaguirre

Mi forma inerte, grande como un mundo,
no tiene noche alrededor, ni día;
pero tiniebla y claridad por dentro
hacen que yo, que tú, vivamos.
Mares y cielos de mi sangre tuya
navegamos los dos. No me despiertes.
No te despiertes, no. Sueña la vida.
Yo también pienso en mí cuando te sueño
y robo al tiempo todas mis edades
para poblar las íntimas moradas
donde estaremos juntos siempre, siempre.

EL POLVO, poema de Manuel Altolaguirre

Porque estamos distantes,
nos sentimos pequeños.
Camina hacia ti, hombre,
camina más adentro.
Cuando te des alcance,
tendrás entre tus dedos
una leve arenilla
de verdades y sueños.

 SOÑÉ, poema de Manuel Altolaguirre

Soñé que estaba dormido
y que dormido soñaba
con un recuerdo que nunca
del corazón se me aparta.
Recuerdo que se hace sueño
en el sueño, cosa vana;
más que recuerdo, parece
una fingida esperanza.


 VOCES, poema de Manuel Altolaguirre

Oigo en sueños palabras defensoras
del daño que a mi vida sigo haciéndole,
mi vida, que tal vez no sea tan mala
como me dicen mis remordimientos.

No es maternal la voz que me defiende,
ni es infantil la voz de mi conciencia;
es el amor el campo de esas voces,
las de mi confesión y tu consuelo.

La voz que me defiende es de unos labios
que me han besado mucho. ¡Quién pudiera
besarlos y olvidarme de mi vida
para poder seguir viviendo!

ROMANCE DE SATURNINO RUIZ, OBRERO IMPRESOR, poema de Manuel Altolaguirre

Estoy mirando mis libros,
los míos, los de mi imprenta,
que pasaron por tus manos
hoja a hoja, letra a letra.
Pienso en el taller contigo
antes de empezar la guerra;
pienso en ti, tan cumplidor
delante de la minerva.
Un libro de García Lorca,
con sus primeros poemas,
iba de él a mí, pasando
por el amor de tus prensas.
Si contigo fue impresor,
él conmigo fue poeta,
y los dos habéis llegado
gloriosos a mi presencia:
él, con palma de martirio,
tú, cual héroe en la guerra;
si él hace la causa justa,
tú haces la victoria cierta.
Saturnino Ruiz, valiente,
libertador de tu tierra.

EL HOMBRE QUE SERÉ, poema de Manuel Altolaguirre

Vida de amor, como un jardín cerrado,
por entre cuyas flores va perdido
el hombre que seré, el que vencido
por los años recuerde su pasado.

Me veo pasar, decrépito y cansado,
entre flores que fueron y aún no han sido,
por un jardín de amores que el olvido
para mi bien o mal ha respetado.

No otros mares y campos mi memoria
me ofrece así de claros y lucientes.
Yo, peregrino por mi propia historia,

me detengo al llegar a las vertientes;
que nieblas cubren donde está escondida
la que fue tierra estéril en mi vida.

ORIENTE, poema de Manuel Altolaguirre

Era casi de noche. ¿Me alejaba,
detrás de un sol hundido,
por el redondo amor
o me acercaba,
persiguiendo a la aurora,
después de larga ausencia,
a tus ojos abiertos?

¿Me alejaba de un alma,
de su costa bravía,
para volver a fuerza de alejarme
a su playa serena?

Oriente. Amor. Oriente.
Toda tiniebla tiene su mañana
y todo amor su esfera de alegría.

JOSÉ MORENO VILLA, poema de Manuel Altolaguirre

A menos de un minuto de las voces,
a un día del abrazo,
con ventanas abiertas, encendidas,
a los sucesos más distantes,
poeta desterrado nunca fuiste
porque la luz y el fuego
traspasaron los cielos
de las patrias antiguas,
y montañas, y mares y ríos,
yo te vi contemplarlos,
temblorosos y grises,
en tu caja de música.

No quiero consolarte,
ahora que tú te has ido para siempre,
de aquello que perdimos.
Pero al verte y no verte,
José Moreno Villa,
siento el mundo pequeño
y quisiera pensar que lo tuviste
desde niño al alcance de tu mano.

TÚ NO LO VES, poema de Manuel Altolaguirre

Contra esta edad con que te enfrentas puedes
usar tu fuego: vencerá mi frío.

Pero quema tu voz al indefenso
niño que fui, me quemas la semilla
que tan clavada tengo en la memoria.

Tu voz hiriente llega hasta ese niño
que nunca presintió que el día llegara
de recibir castigo tan lejano.

Tú no lo ves, ni nunca podrás verle
porque el látigo dio su golpe al surco
que acuna mi niñez y en vez de flores
nubes de polvo crecen contra el rayo.

Al ofenderme tú todo el paisaje
recibe la invasión de la tormenta.

El alma así sus cielos oscurece
y la noche interior se hace profunda.

En ella estoy. Te escribo rodeado
de una redonda fuga de horizontes,
y te respondo como desde el lago
responde el agua al golpe de la piedra.

CONTIGO, poema de Manuel Altolaguirre

No estás tan sola sin mí.
Mi soledad te acompaña.
Yo desterrado, tú ausente.
¿Quién de los dos tiene patria?

Nos une el cielo y el mar.
El pensamiento y las lágrimas.
Islas y nubes de olvido
a ti y a mí nos separan.

¿Mi luz aleja tu noche?
¿Tu noche apaga mis ansias?
¿Tu voz penetra en mi muerte?
¿Mi muerte se fue y te alcanza?

En mis labios los recuerdos.
En tus ojos la esperanza.
No estoy tan solo sin ti.
Tu soledad me acompaña.

SIN LIBERTAD, poema de Manuel Altolaguirre

Ya que no puedo ser libre
agrandaré mis prisiones.

Cambiaré los tristes muros
por alegres horizontes.
No pisaré ningún suelo
sino abismos de la noche.
Techos que a mí me cobijen
cielos serán los mejores.

Ya que no puedo ser libre
agrandaré mis prisiones.

PAISAJE, poema de Manuel Altolaguirre

Inválidos los árboles, mostraban
tantas heridas como primaveras;
el campo de batalla de los siglos
cruzó bajo sus plantas y sintieron
un roce de llanuras fugitivas.

Firmes los troncos, aunque mutilados,
con menos ramas pero no vencidos,
héroes gigantes, con tal brío crecieron,
a pesar de sus miembros desgarrados,
que horizontes de un verde pensativo
sobrepasaban sus altivas frentes.

Así de silenciosos recordaban
gestas de frondas contra vendavales,
sueños de juventud siempre en la cima
y a la sombra de tantas esperanzas,
dentro del tronco, las desilusiones
en la dura madera del otoño.

AYER, poema de Manuel Altolaguirre

Las desilusiones
y remordimientos,
lo que no será
o fue sin remedio,
y torres derribadas
o alzados incendios,
fantasmas de humo
que me causan miedo
o el triste vacío
de los vanos sueños,
borran horizontes
y agrandan recuerdos.
El pasado cerca.
El futuro lejos.
Nublada mi vista
y el ánimo preso
sometido al llanto
de pesares viejos.

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