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BIOGRAFÍA DE RAFAEL DE LEÓN
Tuvo más “novias” que nadie y a todas les dio fama: eran La Lirio, La Parrala y La Bizcocha; eran María de la O, Mari Cruz, La Zarzamora y La Triniá. Unas tenían los Ojos verdes, otras llevaban su Tatuaje. Romances de todos los pelajes: uno con la Reina Mercedes, otro con la Viuda Enamorada, pero todos de Valentía. Era Rafael de León.
Rafael de León y Arias de Saavedra, nació un jueves 6 de febrero de 1908 en Sevilla, (España), en la misma calle en donde casi 34 años antes nació el conocido poeta Manuel Machado. Era el primogénito de José de León y Manjón y María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, condes de Gómara. A los pocos días de su nacimiento fue bautizado en la iglesia de la Magdalena, y le fueron impuestos los nombres de Rafael María, José, Jerónimo, Doroteo, Alberto, Melchor. Entre los vástagos de familias de la nobleza y la alta burguesía, era muy corriente una larga retahíla de nombres. Siendo el hijo primogénito y heredero de una de las familias de más abolengo de la aristocracia sevillana se convertiría en uno de los poetas más populares del siglo XX español. En él se cumplió de manera absoluta el verso de su vecino de nacimiento y calle Manuel Machado: «Hasta que el pueblo las canta, / las coplas coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor».

Los inicios de Rafael de León no fueron fáciles. El ambiente familiar y su entorno tan estricto fue un obstáculo desde sus inicios, a nivel personal y profesional. Su personalidad no fue bien entendida por su entorno sevillano. Hombre de una cultura vastísima, se educó con los jesuitas y los salesianos en colegios de El Puerto de Santa María, Málaga y Utrera donde estudiaron, entre otros, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Pedro Muñoz Seca o Rafael Alberti. Se sabía a los clásicos de memoria y dominaba el verso, el ritmo y la rima con una profundidad de sentimientos que estremecía.
En el año 1926 inicia en la universidad de Granada los estudios de Derecho. Allí conocerá a Federico García Lorca, unos años mayor que él, cuya influencia en su obra fue y es más que patente. No se conoce que Rafael ejerciera trabajo alguno relacionado con sus estudios universitarios, pues se dedicó a vivir de las holgadas rentas paternas, gastando sus dineros en asistir a los cafés cantantes y teatros de variedades de Sevilla. En estos ambientes se sentía Rafael “como pez en el agua” y allí fue haciendo amistades. En esos ambientes fue donde conoció y colaboró con el letrista Antonio García Padilla, alias “Kola”, -padre de la actriz y cantante Carmen Sevilla-, y de aquella relación surgieron algunas canciones conocidas. Como autor de coplas, su carrera se inició en 1928, precisamente con la composición de “Manolo Reyes”, escrita en colaboración con el maestro García Padilla “Kola”, donde pueden vislumbrarse o casi constatarse los rasgos definitorios de este género poético-musical tan asociado a su trayectoria: fonética andaluza, música aflamencada, gitanismos, palabras en caló y todo un despliegue escénico (mantillas, peinetas, lunares, batas de cola, zambras…).

Con la colaboración en la firma de canciones entra Rafael por la puerta grande, en ese mundillo hostil para un aristócrata, de la creación artística en los cabarets y salas de moda. Situación muy paralela a la que años más tarde repetiría con el autor teatral Antonio Quintero; y con los letristas Xandro Valerio y Ochaíta; los cuales co-firmaron muchas letras de canciones y algunas poesías con Rafael de León. No es el mismo caso de otro que firmó canciones con él; ya que se trata de Salvador Valverde, un poeta nacido en Buenos Aires en el 1895 y muerto en esa misma capital en el 1975.
El 29 de enero de 1931 el hoy Teatro Lope de Vega de Sevilla, antes Teatro de la Exposición, anunciaba el espectáculo de la compañía de Mariano Ozores y Pilar Puchol, en el cartel se avisaba la actuación musical de la denominada “reina de la canción”, Concha Piquer, Rafael de León presenció la actuación y tras ella se acercó al camerino para saludar a la cantante:
- ¿Es usted Conchita Piquer?
- ¿Y usted es maricón?
- ¿En que lo ha notado?
- En la gorra.
Concha Piquer pondría voz a muchas de sus mejores creaciones de letras para la canción.

Su declarada homosexualidad fue entonces un motivo de mofas y el dedo que siempre lo señaló, la comidilla de la Sevilla del momento. La homosexualidad y su amor hacia la poesía y los ambientes artísticos de los Cafés-Cantantes eran conductas poco habituales y no muy bien consideradas en su entorno. Tampoco su forma de hacer poesía estaba muy en la línea de los poetas sevillanos del momento, quizás este factor fuese decisivo en la inclinación de Rafael de León hacia el mundo del espectáculo.
En el año 1931 con la caída de la monarquía, se instala en España la II República, y el joven Rafael no parece que la reciba con hostilidad. Se cuenta de él -aunque no está bien confirmado- que llegó a escribir un himno a la República. Todo ello, el ambiente familiar y sevillano en contra y su interés por el mundo de la canción, motiva su viaje a Madrid en 1932 para trabajar en la academia de arte que el Maestro Quiroga, tenía en la calle Concepción Jerónima número 10. Sería este el punto de arranque de un nuevo estilo musical, de un nuevo género, la unión de dos genios que marcarían la cultura de España hasta bien entrado los años 60.
Empezó a escribir canciones donde el alma de los patios y de los corralones de cal y jazminero y de las criadas y de los amores turbios y de las duquesas enamoradas de toreros se alzaba a la categoría de poemas cantados. Junto al maestro Quiroga formó el célebre trío Quintero, León y Quiroga. Rebelde contra la cerrazón social de los suyos, vivió una temporada en Madrid dando clases de declamación en la academia y tocando el piano en cafés nocturnos. Hasta que un día, el maestro Quiroga llama por teléfono al padre de Rafael y le dice a don José de León: «No se preocupe usted por su hijo, señor marqués: sabe ganarse la vida solo». Acababan de sacar a la calle uno de los más grandes éxitos de la canción española: el tango «Rocío». Era 1933. Con Quiroga estableció una importante unión, una relación familiar, hasta el punto que el primogénito del compositor es ahijado de Rafael de León.
En Barcelona el maestro Quiroga fundaó otra en la calle Conde de Asalto,42, en la misma casa donde Rafael de León residía en sus habituales estancias en la Ciudad Condal.
Los poemas de Rafael de León fueron inmortalizados por las más inolvidables estrellas de la copla: Conchita Piquer, Estrellita Castro, Juanita Reina, Lola Flores, Manolo Caracol, Paquita Rico, Carmen Morell y Pepe Blanco, entre muchas otras, quienes exprimieron al máximo todas las posibilidades de sus creaciones. En este sentido, recordemos que muchos de sus versos han quedado en la memoria colectiva: “Ojos verdes como el trigo verde”, “Pena, penita, pena / pena de mi corazón”, “¿Qué tiene la Zarzamora que a todas horas / llora que llora / por los rincones”, “María de la O, / ¡qué desgraciadita, gitana, tú eres / teniéndolo to’!”, y tantos títulos que se divulgaron desde antes de la Guerra Civil española de 1936. Precisamente esta última pieza, “María de la O”, tuvo tal éxito como canción que se llevó al cine en 1935, en un largometraje protagonizado por Carmen Amaya y Pastora Imperio. El prolífico trío “Quintero, León y Quiroga” tiene registradas más de cinco mil canciones.

Las suyas eran historias de amores imposibles, de salvajes crímenes pasionales por amor, de nostalgias inquebrantables. La irrupción del bolero y otros géneros procedentes de Latinoamérica también influye bastante en el pesimismo amoroso del letrista sevillano y su forma de escribir.
La historia de los ojos verdes más famosos de la cultura española empezó en un café barcelonés y la cuenta el propio Miguel de Molina, que la estrenaría en 1934: El artista malagueño, Miguel Molina, acababa de terminar su actuación en la Ciudad Condal y Federico García Lorca había estrenado esa misma noche Doña Rosita La Soltera con la gran Margarita Xirgú como actriz principal, es invierno y los tres hablan animadamente en una mesa. Rafael de León empieza a hablar de una historia “de marineros, de ojos verdes, como el limón”. “tú me has copiado a mí el Romance Sonámbulo o todo lo verde lo has metido aquí”, dice el granadino. “Federico, tú no has inventado el verde”. Los dos poetas construyen juntos el armazón de una de las coplas más famosas de la historia con la presencia de Miguel de Molina que le pide a Rafael de León poder estrenarla. “No hay problema”. Durante la dictadura franquista, la censura hizo cambiar la letra de este tema: el verso original “Apoyá’ en el quicio de la mancebía” fue convenientemente transformado en “Apoyá’ en el quicio de tu casa un día”.
Por Sebastián Gasch sabemos de la estancia de Federico y de Rafael en la Barcelona de 1935. Un año después estalla la guerra. Federico es asesinado en Granada por unos y Rafael encarcelado por los otros -se salvó milagrosamente de ser fusilado- en la Ciudad Condal. En la cárcel estaría hasta la entrada de las tropas nacionales en enero de 1939. Rafael dedicaría a Federico el impresionante poema «Responso»: «Tenías una fuerza de toro desmandado / por la marisma seca con alambres y pitas / y la dulzura rosa de una niña morena / que se queja, a la fuente, por su novio lejano». Años más tarde escribiría el «Réquiem por Federico» cuyo recitado interpretó y grabó Lola Flores. Curiosamente, «Responso» aparece en la primera edición de «Pena y alegría del amor», en 1941, justo antes del «Poema del amor oscuro», ese que comienza: «Te espero al lado del puente / antes de que den las doce».
Tras la Guerra Civil española, Rafael trabajó para todas las artistas más representativas del género, aunque quizá la más beneficiada fuese Conchita Piquer. Una de sus más recordadas creaciones fue “Tatuaje”, estrenada en 1941. Esta canción fue la que más dinero recaudó en la Sociedad General de Autores durante ese año.

En 1943, publicaría «Jardín de papel» editado en Alas, de Barcelona, libro dedicado al poeta moguereño Xandro Valerio y donde se recogen los célebres sonetos «Duda» («¿Por qué tienes ojeras esta tarde? / ¿Dónde estabas, amor, de madrugada, / cuando busqué tu palidez cobarde / en la nieve sin sol de la almohada?»), o «Encuentro» («Y después, a morir, a ser dos ríos / sin adelfas, oscuros y vacíos, / para la boca torpe de la gente…»).
Rafael continúa contactando con el universo de las varietés, que alimentados por los típicos aires de aquella dictadura, de nacionalismo a ultranza y bloqueo internacional, se prestan a la creación de un género muy influenciado del tipismo andaluz y que dio en llamarse “folklore español”. El régimen dictatorial acogió de mil amores este género que ensalzaba con arte y exageración todo lo español. Es de aquella época triste y gris para la mayoría de los españoles, cuando nuestro poeta-letrista empieza a colaborar con los guiones de una cinematografía impregnada también de un excesivo realzamiento del españolismo que tanto gustaba a la España oficial.
Dice Daniel Pineda Novo que Evita Perón tarareaba las canciones de Rafael de León y que pudo ser Miguel de Molina, en su exilio argentino, quien le habló del poeta a Perón.
1952 fue un año complicado para Rafael de León por el fallecimiento de su madre, la pérdida le causó una gran tristeza por la unión que tenía con ella. Quizás para evitar la melancolía y nostalgia el poeta quiso distanciarse físicamente más de Sevilla, regresando en contadísimas ocasiones.
Entre su producción más conocida, deben citarse títulos como “Yo soy esa”, “Francisco Alegre”, “La Parrala”, “El romance de la reina Mercedes”, “La Lirio”, “María Magdalena”, “Capote de grana y oro”, “Pepa Bandera”, “Pena penita pena”, “La Zarzamora”, “Carmen de España”, “Y sin embargo te quiero”, “Malvaloca”, “Romance de la otra”, “La Salvaora”, “La niña de fuego”,… A partir de la década de los años 40 concebiría espectáculos musicales para las más grandes estrellas, como “Solera de España” para Juanita Reina, “Zambra” para Lola Flores y Manolo Caracol, “Tonadilla” para Concha Piquer, “Pasodoble” para Paquita Rico, junto a tantos otros títulos .
Juanita Reina llevó al pueblo la mayoría de las creaciones de León, al que siempre veneró. El nombre de Rafael de León aparece como autor de las letras en casi una veintena de todos sus espectáculos, Juanita hizo famosas coplas como “Y si embargo te quiero”, “Francisco Alegre” o “Capote de grana y oro” por citar algunas… Ella, mejor que nadie, consolidó un nuevo medio para difundir la obra de León… el cine.
Es de aquella época también, que bajo la influencia del concepto “hispanidad” se abrieron las fronteras españolas a las músicas que venían de los países hermanos de América. Y así llegaron los boleros y los tangos, muy bien acompañados de los valses peruanos, los sones cubanos y las rancheras y corridos mexicanos, que engancharon con facilidad en los gustos musicales españoles por tratarse de una cultura común.
Apenas publicó nada más. Antonio Burgos le hizo una bellísima antología, a la que han seguido la que elaboraron los editores Acosta Díaz, Gómez Lara y Jiménez Barrientos y la fallida «Entre el gozo y la pena», de Renacimiento, donde el poeta Daniel Pineda Novo, con todos sus conocimientos del autor y la obra, cayó en lo que Rafael de León siempre rechazaba: mezclar la poesía auténtica con las coplas más o menos ocasionales. Se habla de un libro que nadie ha visto, «Amor de cuando en cuando», y por la América hispana circulan las más variadas antologías piratas llenas de errores y de versos falsos. Federico Carlos Sainz de Robles lo incluyó en su «Diccionario de la literatura». Allí se lee: «En pocos poetas la imagen es tan viva y cálida, la metáfora tan sorprendente, el sentimiento tan fecundo como en Rafael de León». Recientemente han aparecido en Málaga dos volúmenes sobre «La copla. La poesía popular de Rafael de León», de Sonia Hurtado Balbuena.
El estilo de estrofa poética más abundantemente empleado es el del romance octosílabo; pero en algunas otras se pueden encontrar estrofas de seguidilla, soleá, copla, romancillo, redondilla, y más raramente el soneto y la lira. Aunque tiene algunas poesías con versos alejandrinos y rima blanca (sin rima), su obra es en general una rima de alta sonoridad ya que incluso en muchos de sus romances introduce la rima consonante.
A partir de la década de los sesenta, cae la barrera del aislamiento cultural y muchos jóvenes comienzan a despreciar casi toda la música española e hispanoamericana y con ella el conocido estilo de la copla y de la canción andaluza que tan bien había representado el sello “Quintero, León y Quiroga”. A partir de esa época, vienen unos años bajos .

Hacia el final de su dilatada carrera de letrista,también escribió para los cantantes Nino Bravo, Raphael y Rocío Dúrcal; y una de sus letras ganó el primer premio del Festival de la Canción de Benidorm, el año 1965 bajo el título de “La luna de Benidorm”.
La adaptación de sus letras de Rafael de León a nuevas tendencias musicales fue toda una realidad con la canción “Te quiero, te quiero”, cuya música corrió a cargo de Augusto Algueró. La canción fue compuesta pensando en que sería interpretada por Lola Flores, pero finalmente fue cantada y popularizada por Nino Bravo, convirtiéndose en uno de sus éxitos y en la canción más sonada de 1971. Casi todas sus letras fueron musicadas por el prolífico compositor Manuel Quiroga, pero otras letras fueron musicadas por Juan Solano; Augusto Algueró y Manuel Alejandro. Es en esta época cuando de nuevo sus letras vuelven a convertirse en una especie de himno anclado en la memoria popular con la composición de sevillanas a las que puso música el maestro Pareja Obregón, éstas fueron “Sevillanas de Triana”, “¡Qué guapa está Sevilla!”, “Que también es de Sevilla” y “La historia de una amapola”.

Finalmente, un jueves 9 de diciembre de 1982 fallece Rafael de León por un ataque al corazón. Fue el final de una carrera que culminaba con unos ocho mil títulos, con la obra más difundida de un poeta en España. Su obra fue una banda sonora, la expresión sentimental del pueblo cantada por las mejores voces de su época, una obra que nacía desde el alma para tomar forma en las gargantas de grandes intérpretes, que llevaron al pueblo unas letras llenas de saber popular, sentimientos y valentía.
Hombre tímido a primera vista, era divertido y ocurrente, chispeante y mordaz entre los íntimos. Huyó de las Academias, de los honores, de la vida literaria, ganó muchísimo dinero escribiendo canciones, jamás quería una entrevista ni salir en los periódicos, tenía devoción por Conchita Piquer y seguía llevándole flores a Mari Paz, una canzonetista que le estrenó «Las cosas del querer» y que murió de una septicemia de mal de amores cuando apenas tenía veintidós años. Fue hasta su muerte marqués y conde; profundamente religioso, su verso está preñado de citas evangélicas que, a veces, engarzaba con el amor más carnal («Centinela de tus sueños, / hombro para tu descanso, / Cirineo de tus penas / y San Juan de tu calvario»); no ocultaba una nostalgia agridulce de Sevilla -a la que dedicó poemas bellísimos-; pertenecía a la Hermandad de Excautivos y sobre la solapa de la chaqueta lucía la insignia de hermano de la Macarena.
Pertenece por derecho propio a la denominada “Generación del 27” de los poetas españoles, aunque un incomprensible olvido ha hecho que nunca figure en esa nómina. Federico Carlos Sáinz de Robles lo situó en su antología como uno de los más significativos poetas de la Generación del 27. «Porque Rafael de León fue un poeta con gracia andaluza, que supo darle a la canción española la altura de su lírica, y los ecos literarios sinceros y suficientes para no caer en «ismos» ni vanguardias hueras». De ningún poeta español de este siglo que acaba, han sido tan recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones, pero incomprensiblemente sigue siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de posguerra. Su obra queda dividida en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y letras para canciones. Casi toda está inspirada en ambientes muy típicos de Andalucía, queda reflejado el gracejo popular andaluz, indicado por las palabras en cursiva, para mejor entender que no pertenecen al correcto lenguaje español.
Su primer libro de poesías «Pena y alegría del amor» aparece publicado en 1941. Un segundo libro titulado «Jardín de papel» aparece el año 1943. Del mismo año se relata que aparece editado en Chile un tercer libro titulado «Amor de cuando en cuando», pero al no tener certeza en España de su autenticidad, hay quien sospecha que se trata de una de tantas ediciones piratas que ha sufrido la obra de Rafael de León.
No conoció en vida un homenaje a la altura de su importante y prolífica obra.
FUENTES CONSULTADAS
- http://www.los-poetas.com/j/Rabio.htm
- https://heron5.tripod.com/poets/rafael.htm
- http://amediavoz.com/leon.htm
- https://www.almendron.com/tribuna/rafael-de-leon-centenario-de-un-poeta/
- http://falsas-costumbres.blogspot.com/2009/04/desde-el-alma-hasta-la-boca-el-verso.html
- https://www.ersilias.com/rafael-de-leon-sevilla-1908-1982/https://www.ersilias.com/rafael-de-leon-sevilla-1908-1982/
SELECCIÓN DE POEMAS DE RAFAEL DE LEÓN
HÉROE
Yo quizá fuera el último en conocer tu muerte
y por eso no pude llorar sobre tu sábana.
Vivía en un planeta sin torres ni jardines
donde estaban prohibidos el llanto y la sonrisa.
Pero yo presentía mi sangre derramada.
Éramos diez hermanos, y de ellos, seis varones,
y las balas sabían el camino de sombra
que va desde la nube al pájaro que vuela.
¡Cómo se empañarían los espejos de casa
y qué llanto de nácar tendría el abanico,
y cómo en las vitrinas, las dulces miniaturas,
cubrirían de luto sus escotes cuadrados!
En sus cuadros oscuros nuestros viejos abuelos
rendirían a tu muerte un pésame de espadas,
y por tierras de Soria de luto colgaría
su balcón el palacio de los Condes de Gómara.
Mi madre, como siempre, lloraría hacia adentro
buscando tu silueta de niño en todas partes,
preguntándole al viento que por qué no venías
a besarla lo mismo que todas las mañanas.
Y detrás de sus velos y sus tocas monjiles,
aquellas dos hermanas que tengo en el convento,
rezarían cantando su oficio de difuntos
entre velas rizadas y flores contrahechas.
Porque yo, de soldado, no puedo imaginarte,
matrícula y diploma de la filosofía,
y te veo muriendo de cara al parapeto
con un libro de Horacio abierto entre las manos.
Y por eso te lloro casi líricamente
sobre tus diccionarios y tus apuntes viejos,
y en aquella cuartilla donde hiciste una décima
dedicada a una novia que acaso no tenías.
ROMANCE DEL HOMBRE MADURO
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
En las sienes me latían
cincuenta y dos desengaños;
gris de paisaje en los ojos,
risas sin sol en los labios,
y el corazón jadeante
como un pájaro cansado.
Yo me acerqué hasta tu vera
con miedo, ¿por qué negarlo?
Te reventaba en la boca
un clavel de veinte años
y en la mejilla un suave
melocotón sonrosado.
Cuando dijiste: «Te quiero»
fue tu voz igual que un caño
de agua fresca en una tarde
calurosa de verano.
Se me echó encima el cariño
lo mismo que un toro bravo
y quedé sobre la arena
muerto de amor y sangrando
por cuatro besos lentísimos
que me brindaron tus labios.
De la sien a la cintura,
de la garganta al costado.
¡Qué boda sin requilorios
sobre la hierba del campo!
¡Qué marcha nupcial cantaba
el viento sobre los álamos!
¡Qué luna grande y redonda
iluminó nuestro abrazo,
y qué olor el de tu cuerpo
a trigo recién cortado!
El pueblo, a las dos semanas
hizo lengua en los colmados,
en las barandas del río,
en la azotea, en los patios,
en las mesas del casino
y en los surcos del arado:
«Un hombre que peina canas
y que le dobla los años».
Es cierto que peino canas
pero en cambio, cuando abrazo
soy lo mismo que un olivo,
igual que un ciprés sonámbulo,
Cristobalón de aguas puras
que atraviesa el río a nado
si ve en la orilla unos ojos
o una boca hecha de nardos
para cortarle el suspiro
con el calor de mis labios.
Que me escupan en la frente,
que me pregonen en bandos,
que vayan diciendo y digan.
Tú conmigo; yo a tu lado
respirando de tu aliento,
yendo al compás de tus pasos,
refrescándome las sienes
en la palma de tu mano.
Centinela de tus sueños,
hombro para tu descanso,
Cirineo de tus penas.
Y San Juan de tu calvario
para quererte y tenerte
en la noche de mis brazos.
¡¿Qué importa que haya cumplido
cincuenta y pico de años?!
¿En qué código de amores,
en qué partida de cargos,
hay leyes que determinen
la edad del enamorado?
En cariños no hay fronteras,
ni senderos, ni vallados,
que el cariño es como un monte
con un letrero en lo alto
que dice sólo: «Te quiero»
¡Y colorín colorado!
LA NIÑA DE LA ESTACIÓN
Los suspiros son aire y van al aire
las lágrimas son agua y van al mar.
Dime, mujer, cuando un amor se pira,
¿sabes tú dónde va?
Bajaba todos los días
de su casa a la estación
con un libro entre las manos
de Bécquer o Campoamor.
Era delgada y morena,
era de cintura fina,
era más cursi que un guante
la señorita Adelina.
Y como ver pasar trenes
era toda su pasión,
en el pueblo la llamaban,
la Niña de la Estación.
¡Adiós, señor, buen viaje!
¡Adiós, que lo pase bien!
¡Recuerdos a la familia!
¡Al llegar escríbame!
¡Mándeme usté la sombrilla!
¡No olvide “La Ilustración”!
¡Y no olvide que me llaman
la Niña de la Estación!
Volverán las oscuras golondrinas
en mi balcón sus nidos a colgar,
pero aquel ambulante de correos,
aquel no volverá…
Descarriló el tren expreso
una mañana de abril
y aquel descarrilamiento
hizo a Adelina feliz.
Ella vendóle la frente
y lo cuidó como a un niño,
y él, que era guapo y valiente,
juróle eterno cariño.
Y luego cuando a la noche
volvió a partir en el tren,
con voz de carne membrillo
así le dijo al doncel…
Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a tu familia.
Al llegar escríbeme.
No te olvides del retrato,
mándame “La Ilustración”
y no olvides que te espera
la Niña de la Estación.
Mi carta que es feliz, pues va a buscaros,
cuenta os dará de la memoria mía.
Aquella mujer soy, que de esperaros,
se quedó en la estación helada y fría.
Pasaron meses y meses
y aquel galán no volvió
y Adelina se ha casado
con el jefe de estación.
Pero con tan mala suerte
que a los dos días del hecho
murió su pobre marido
de dos anginas de pecho.
Y la pobre medio loca
creyéndose en la estación
cuando ya se lo llevaban
así al fiambre cantó:
Adiós, amor, buen viaje.
Adiós, que lo pases bien.
Recuerdos a la familia.
Al llegar escríbeme.
No te olvides del retrato,
mándame “La Ilustración”
y no tardes amor mío
que hace frío en la estación.
LAS MUERTES DE SEVILLA
A mis padres
De laurel, no de acero,
con falda de campanas y cristales,
la torre es un arquero
cuyos leves puñales
aun mojados de rosas son mortales.
El primero fue el río,
lo mató una magnolia en primavera
y se quedó vacío
color de nieve y cera
bendiciendo la mano que lo hiriera.
Más tarde fue la fuente
del Alcázar Real la fenecida
y cayó blandamente
en su taza dormida
igual que una paloma en vuelo herida.
Después fue la muralla,
con su manto morisco y almenado,
quien cayó en la batalla
sangrando en el costado
por un lirio galán y enamorado.
Y las rejas floridas
y la cruz de la plaza y la cancela,
recibieron heridas
del arquero que en vela
en la Giralda es novio y centinela.
En Sevilla se muere
con una muerte blanda y deseada,
y el dardo que te hiere
no es cuchillo ni espada,
que es de flor y de sol la puñalada.
Yo mismo estoy herido
por una rosa nueva y amarilla
que del cielo ha caído
dejando mi mejilla
salpicada con sangre de Sevilla.
Sé que no tengo cura
y no me quejo a nadie de mi suerte;
mi herida es mi ventura
y cuando caiga inerte
bendeciré al amor que me da muerte.
ASÍ TE QUIERO
A Conchita Piquer
El día trece de julio
yo me tropecé contigo.
Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.
¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!
¡Ay, tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío
que borraron diferencias
de linaje y apellido!
¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí un jacinto,
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío!
¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
¡Pídemelo y al momento
seré un clavel amarillo!
¿Quieres que vaya descalzo
llamando por los postigos?
¡Dímelo y no habrá aldabón
que no responda a mi brío!
¿Quieres que cuente la arena
de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón cometa
y está en tu mano el ovillo;
que es mi sinrazón campana
y tu voluntad sonido.
Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
desnudo de conveniencias
y abroquelado de ritmos
como un Quijote de luna
con armadura de lirios.
Te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos;
cuando se callan los niños
y las mocitas esperan
en los balcones dormidos;
te quiero siempre: mañana,
tarde, noche… ¡por los siglos,
de los siglos! ¡Amén! Te
querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya muerto
antes que llegue tu olvido,
por la savia de un ciprés
subiré delgado y lírico,
hecho solamente voz
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!
CENTINELA DE AMOR
Te puse tras la tapia de mi frente
para tenerte así mejor guardado,
y te velé, ay, amor diariamente
con bayoneta y casco de soldado.
Te quise tanto, tanto, que la gente
me señalaba igual que a un apestado;
pero qué feliz era sobre el puente
de tu amor, oh mi río desbordado.
Un día, me dijiste: – No te quiero;
y mi tapia de vidrios y de acero
a tu voz vino al suelo en un escombro.
La saliva en mi boca se hizo nieve,
y me morí como un jacinto breve
apoyado en la rosa de tu hombro.
EN EL ESTANQUE DEL DÍA…
En el estanque del día
se han mojado tus palabras.
El «no» sin eco posible
de tu voz embalsamada,
se está muriendo de frío
en los cristales del agua.
Mis «te quiero», salvavidas
inútiles de mis ansias,
son ceros siempre a la izquierda
de este amor sin esperanza,
de este amor, río dormido,
entre sombras y entre ramas;
de este amor, lirio sin nombre
deshojado en la mañana…
En la rosa de los vientos
clavé, mi amor, tus palabras.
Tu «no», payaso de circo,
dando la vuelta de campana,
al hacer una pirueta
cayó de la rosa al agua.
De nada sirvió el «te quiero»
último de mi garganta;
de nada sirvió la luna
que te mandé iluminada
con jazmines de mi llanto
y óleo de almendras amargas.
Tu «no», de arroz empolvado,
se deshojó sobre el agua…
NECESITO DE TI, DE TU PRESENCIA…
Necesito de ti, de tu presencia,
de tu alegre locura enamorada.
No soporto que agobie mi morada
la penumbra sin labios de tu ausencia.
Necesito de ti, de tu clemencia,
de la furia de luz de tu mirada;
esa roja y tremenda llamarada
que me impones, amor, de penitencia.
Necesito tus riendas de cordura
y aunque a veces tu orgullo me tortura
de mi puesto de amante no dimito.
Necesito la miel de tu ternura,
el metal de tu voz, tu calentura.
Necesito de ti, te necesito.
PENA Y ALEGRÍA DEL AMOR
A José González Marín
Mira cómo se me pone
la piel, cuando te recuerdo…
Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel cada vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo,
que está rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
¡Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo!
¡Ay pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo,
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento,
y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
lucha, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego,
con una espada de punta
siempre prendida del pecho.
Salgo de mi casa al campo
solo con tu pensamiento,
por acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías al pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva,
vida, no vuelvas a hacerlo-
te vi besar a mi niño,
a mi niño, el más pequeño,
y cómo lo besarías,
¡ay, Virgen de los Remedios!
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé a mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor, a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
NO
¿Cómo quieres que deje mi vida entre tus manos
y mi jardín de sueños y mi luna y mi rosa?
¿Cómo quieres ponerle orillas a este río
que corre libre y ancho desde que yo naciera?
Me brindas una dulce esclavitud antigua,
dentro de tu palacio con su escudo y su torre,
y lo que necesito es un campo de trigo
por sonde se revuelque mi verso desbocado.
Quieres que esté pendiente de tu traje de novia,
de tu escote redondo y tus manos sin sangre,
de las rancias visitas que vienen a tu casa
y de la barahúnda de tus antepasados.
Y yo estoy con mi nardo, con mi copla y mi vino,
con la muchacha alegre que vende las naranjas,
con el niño pequeño que pide la limosna,
y con el árbol que da sombra a los pájaros libres.
Estaría una semana besándote la mano,
elogiando marfiles y mirando vitrinas,
y de pronto, una noche, llegaría mi viento
a romper miniaturas y abanicos de encaje.
Mi verso es como un toro colorado y terrible
que no aguanta ni el hierro de la ganadería,
y que lo mismo baja a beber al arroyo,
que anda leguas y leguas hasta encontrar los mares.
Yo vivo en una choza de cartón y de nubes,
con un pino y un monte y un aljibe de sueños.
Cuando quiero un castillo, me vuelvo medio loco
y arquitecto de luna, lo construyo en el aire.
SONETO
Bebiéndome la dulce primavera
me sorprendió la tarde junto al río
y pude contemplar a mi albedrío
el idilio del agua y la palmera.
Me zambullí desnudo en la pecera
buscando un corazón igual que el mío,
y no encontré ni un faro ni un navío
que me hiciera señales de bandera.
La noche iba saltando por la orilla
y puso en mi cabeza despeinada
el filo verde-azul de su cuchilla.
Mas cuando ya se ahogaba mi fortuna,
quiso el viento mandarle a mi jugada
el blanco salvavidas de la luna.
ROMANCE DE LOS OJOS VERDES
-¿De dónde vienes tan tarde?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el trigo verde.
El sueño juega y se esconde
en la plaza de mi frente;
cabalgo por las ojeras
de unos ojos en relieve.
El cuarto se va llenando
de mar, de barcos y peces,
acuarium improvisado
sobre el barniz de los muebles,
mientras que la media luna
de junio roja y solemne
se suicida sobre el filo
de la mañana que viene.
-¿De dónde vienes cantando?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo de ver unos ojos
verdes como el limón verde.
Por el río de la siesta
pasa un pregón hecho nieve
persianas atravesando:
“¡Chumbos frescos, ¿quién los quiere?!”
La sábana de la cama
en silencio se defiende
amortajando suspiros
bajo la cal de sus pliegues
contra dos cuerpos desnudos
que su blancura oscurece;
muslos de trigo en mis muslos
brazos delgados y ardientes
que como ríos morenos
iluminados de fiebre
se precipitan sin pulso
por la llanura del vientre
en una lucha romana
de mirtos y de laureles.
-¿Dónde naciste? -En Tarifa,
¿Y tú? -En Sevilla. Mis sienes
están preñadas de olivos
como tus ojos de verdes.
El silencio apuñalado
vuelve a sembrar las paredes
y un sueño de torres altas
y de relojes ausentes
sobre la cama cansada
echa su capa de nieve.
-¿De dónde vienes borracho?
¡Dime, di! ¿De dónde vienes?
-Vengo… vengo de la viña
y el olivarito verde.
-¿Qué mala hierba pisaste,
quién te atravesó las sienes
con ese mal fario…? ¡Dime!
-Son las cosas de la suerte,
unos la encuentran de espaldas,
otros la encuentran de frente,
y yo me encontré a sus ojos
verdes como el trigo verde.
-¿Quieres que te haga una taza
de hierbabuena caliente?
-Quiero su voz, luna y plata
diciéndome que me quiere.
-¿Quieres que te ate un pañuelo
y te lo anude a la frente?
-Quiero sus brazos de trigo
y su cintura de aceite.
-¿Quieres que cante una nana
para ver si así te duermes?
-Quiero sentirme en el cuello
su aliento de flauta breve.
-Entonces… mi corazón,
dime, ¡por Dios! lo que quieres.
-Quiero sus ojos. Sus ojos
verdes como el trigo verde,
como el limón y la albahaca,
como el mar y los cipreses,
el romero y los laureles…
Si no me traes sus ojos,
¡dile que venga la muerte!
CUATRO SONETOS DE AMOR
I
Decir “te quiero” con la voz velada
y besar otros labios dulcemente,
no es tener ser, es encontrar la fuente
que nos brinda la boca enamorada.
Un beso así no quiere decir nada,
es ceniza de amor, no lava hirviente,
que en amor hay que estar siempre presente,
mañana, tarde, noche y madrugada.
Que cariño es más potro que cordero,
más espina que flor, sol, no lucero,
perro en el corazón, candela viva…
Lo nuestro no es así, a qué engañarnos,
lo nuestro es navegar sin encontrarnos,
a la deriva, amor, a la deriva.
II
Me avisaron a tiempo: ten cuidado,
mira que miente más que parpadea,
que no le va a tu modo su ralea,
que es de lo peorcito del mercado.
Que son muchas las bocas que ha besado
y a lo mejor te arrastra en su marea
y después no te arriendo la tarea
de borrar el presente y el pasado.
Pero yo me perdí por tus jardines
dejando que ladraran los mastines,
y ya bajo la zarpa de tus besos
me colgué de tu boca con locura
sin miedo de morir en la aventura,
y me caló tu amor hasta los huesos.
III
Otro domingo más sin tu mirada,
dejándome morir junto a la gente
que pasa y que traspasa indiferente
a mi canción de amor desesperada.
Una yegua de celos colorada
corre llena de furia por mi frente
y galopa de oriente hasta occidente
en busca de tu falsa coartada…
Porque yo sé de más que en esta hora
hay alguien que los labios te devora
y comparte la cepas de tu vino.
Mas, como de perderte tengo miedo,
no ahondo en la maraña de tu enredo
y comulgo con ruedas de molino.
IV
Peso poco en tu vida, casi nada,
como un leve rumor, como una brisa,
como un sorbo de fresca limonada
bebido sin calor y a toda prisa.
No adelanto el compás de tu pisada,
ni distraigo la salve de tu misa,
y en tu frente de nardo desvelado
no llego ni a recuerdo ni a sonrisa.
Y en cambio tú eres todo, mi locura,
mi monte, mi canción, mi mar templado,
el pulso de mi sangre, la llanura
donde duermo sin sueño ni pecado,
y el andamio en que apoyo con ternura
este amor que nació ya fracasado.
RÉQUIEM POR FEDERICO
I
Lo mataron en Granada,
una tarde de verano
y todo el cielo gitano
recibió la puñalada…
Sangre en verso derramada,
poesía dulce y roja
que toda la vega moja
en amargo desconsuelo
“sin paño de terciopelo
ni cáliz que la recoja”.
¯
(Por cielos de ceniza
se va el poeta;
la frente se le riza
como veleta.
Toda Granada
es una plazoleta
deshabitada)
¯
II
“Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos”.
En la palma de sus manos
como un niño lo traían…
Las mujeres se rompían
los volantes de la enagua,
y el Darro bailaba el agua
en un triste soniquete
que sonaba a martinete
y a cante grande de fragua…
¯
(¡Encended los faroles;
romped el velo;
cantad por “caracoles”,
que viene el duelo!
¡Como una espada,
llevadlo, así, entre “oles”
por su Granada)
¯
III
No te vayas buen amigo
quédate aquí con nosotros;
están soltando los potros
junto a lo verde del trigo…
Están soñando contigo
temblando de calentura,
gitanas de piel oscura
y brillante cabellera
y hay una boca que espera
morderte labio y cintura…
¯
(Desnúdate deprisa,
que vengo herido;
quédate con la risa
como vestido…
Quiero beberte
y que luego dormido
venga la muerte…)
¯
IV
“Rosa de los Camborios
gime sentada a la puerta”
medio viva y medio muerta
entre paños mortuorios.
A la luz de los velorios,
con pena de jazmín chico,
cual dos palomas sin pico
muestra sus pechos helados,
heridos y acuchillados
lo mismo que Federico.
¯
(¡Que doble, bronce y plata,
la Vela, Vela,
que se ha muerto la nata
de la canela!
Mi bien amado
de limón y ciruela
va amortajado…)
¯
V
Ignacio Sánchez Mejías
“con toda su muerte al hombro”
sale pálido de asombro
a las barandas sombrías…
Todas las ganaderías
mugen a la misma hora
y en el filo de la aurora,
junto a los bravos erales,
sobre el mar de los trigales,
la brisa también lo llora…
¯
(¡Ignacio, dame el vaso
con el ungüento;
no puedo dar un paso,
ya no me siento!
Quiero abrazarte,
pero me ciega un viento
de parte a parte…)
¯
VI
Dentro de su traje oscuro
te nombra Bernarda Alba…
la tarde pinta de malva
la rosa blanca del muro.
En la calle pisa duro
un caballo sin jinete;
dan en la torre las siete
y Angustias, con voz sombría,
solloza un Ave María
derrumbada en el poyete.
¯
(Por la tapia del huerto
te llamé en vano…
-¡Dime que no está muerto
Pepe, el Romano!-
Ciego de zambra,
con un Ángel gitano
va por la Alhambra…)
¯
VII
-¿De quién es ese lamento
que sobre la noche rueda?…
-De Marianita Pineda,
que está bordando en el viento…
Con hilos de sentimiento,
a la vez que borda y canta
y con mano fina planta
entre sangrientos jardines
una rosa de carmines
que enjoyará su garganta…
¯
(¿Qué bordas, Marianita,
sobre esa tela?
La flor para una cita
que me desvela…
¡En seda cuaja
lo que Granada grita
que es su mortaja…)
¯
VIII
“¡Hijo con un cuchillito
que apenas cabe en la mano”,
de tu romance gitano
cortaron la flor del grito!
¡Ay, qué dolor infinito
de pedernal y de rosa;
voy y vengo como loca
sin que consolarme pueda
porque ni un hijo me queda
para llevarme a la boca!
¯
(Aquel traje de pana
que se ponía…
Aquella faja grana
que se ceñía…
¡Tanto cuidarlo,
y una flor de canana
para matarlo!).
¯
IX
Desde su balcón volado,
pálida, triste y mocita,
te llama Doña Rosita,
con el aliento apagado…
Un heliotropo morado
le acuchilla las ojeras
y corta con sus tijeras
adormecidas de herrumbre
su corazón hecho lumbre
por cincuenta primaveras…
¯
(¿Quién cambió los papeles
en el piano?
¿Quién secó los claveles
de mi verano…?
¡Ay, qué tormento!
¿Dónde estás, primo hermano,
que no te siento?)
¯
X
Sobre el hoyo de la cama
donde su flor se le mustia
igual que un río de angustia
una mujer se derrama…
Llama en vano, llama y llama
al hijo que se le esconde…
-¿En qué jardines, en dónde,
hallar mi nardo de esperma…?
Grito preñado de Yerma
al que el hijo no responde…
¯
(¡A la nana, mi niño,
que es madrugada…!
¡A la nana, cariño,
flor de Granada!
¡Si yo pudiera
quedarme embarazada
yo te pariera!)
XI
“Antonio Torres Heredia
Camborio de dura crin”,
llora al filo de la media
noche por el Albaicín…
Suena la voz de un muecín
como una fuente delgada,
y desde Sierra Nevada,
una paloma doliente,
baja a besarle la frente
al poeta de Granada…
(¿A dónde vas, amigo,
con tu secreto?
Te llevarás conmigo
voz y soneto…
¡Cómo gemía
dentro de tu esqueleto
la poesía!)
OJOS VERDES
Apoyá en el quicio de la mancebía,
miraba encenderce la noche de Mayo.
Pasaban los hombres
y yo sonreía,
hasta que en mi puerta paraste el caballo.
Serrana me das candela
y yo te dije gaché.
Ay ven
y tómame mis labios
y yo fuego te daré.
Dejaste el caballo
y lumbre te dí
y fueron dos verdes luceros de Mayo tus ojos pa’ mí.
Ojos verdes,
verdes como,
la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Ojos verdes, verdes
con brillo de faca
que se han clavaito en mi corazón.
Pa mí ya no hay soles,
lucero, ni luna,
No hay más que unos ojos que mi vida son.
Ojos verdes, verdes como
la albahaca.
Verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.
Vimos desde el cuarto despertar el día,
y sonar el alba en la torre la vela.
Dejaste mi brazo cuando amanecía
y en mi boca un gusto a menta y canela.
Serrana para un vestido yo te quiero regalar.
Yo te dije está cumplio,
no me tienes que dar ná.
Subiste al caballo
te fuiste de mí,
y nunca otra noche
mas bella de Mayo han vuelto a vivir.
TATUAJE
I
Él vino en un barco de nombre extranjero,
lo encontré en el puerto un anochecer
cuando el blanco faro sobre los veleros
su beso de plata dejaba caer.
Era hermoso y rubio como la cerveza;
el pecho tatuado con un corazón.
En su voz amarga había la tristeza,
doliente y cansada, del acordeón.
Y entre dos copas de aguardiente
sobre el manchado mostrador
él fue contándome entre dientes
la vieja historia de su amor:
Mira mi brazo tatuado
con este nombre de mujer.
Es el recuerdo del pasado
que nunca más ha de volver.
Ella me quiso, y me ha olvidado,
en cambio, yo no la olvidé,
y para siempre voy marcado
con este nombre de mujer.
II
Él se fue una tarde con rumbo ignorado
en el mismo barco que lo trajo a mí,
pero entre mis labios se dejó olvidado
un beso de amante que yo le pedí.
Errante lo busco por todos los puertos;
a los marineros pregunto por él,
y nadie me dice si está vivo o muerto
y sigo en mi duda, buscándolo fiel.
Y voy sangrando lentamente,
de mostrador en mostrador,
ante una copa de aguardiente
donde se ahoga mi dolor.
Mira tu nombre tatuado
en la caricia de mi piel,
a fuego lento lo he marcado
y para siempre iré con él.
Quizá ya tú me has olvidado,
en cambio, yo no te olvidé,
y hasta que no te haya encontrado
sin descansar te buscaré.
(Recitado)
Escúchame, marinero,
y dime: ¿qué sabes de él?
Era gallardo y altanero,
y era más dulce que la miel.
Mira su nombre de extranjero
escrito aquí, sobre mi piel.
(Cantado)
Si te lo encuentras, marinero,
dile que yo muero por él.
NO ME QUIERAS TANTO
I
yo tenía veinte años
y él me doblaba la edá.
En mis sienes había noche
y en las suyas madrugá.
Antes que yo lo pensara mi gusto estaba cunplío;
na me faltaba con él.
Me quería con locura, con tos sus cinco sentíos,
yo me dejaba queré.
Amor me pedía
como un porDiosero,
y yo le clavaba, sin ver que sufría,
cuchillos de acero.
¡No me quieras tanto
ni llores por mí!
no vale la pena que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte
lo mismo que tú,
ni pasar la vida pendiente y esclava
de esa esclavitú.
¡No te pongas triste, sécate ese llanto!
hay que estar alegre, mírame y aprende:
¡no me quieras tanto…!
Ii
con los años y la vía
ha cambiado mi queré
y ahora busco de su labios
lo que entonces desprecié.
Cegaíta de cariño yo le ruego que me ampare,
que me tenga cariá.
Se lo pido de rodillas por la gloria de su mare
y no me sirve de na.
Como una mendiga
estoy a su puerta
y con mis palabras mi pena castiga
dejándome muerta.
De to lo del mundo sería capaz,
con tal que el cariño que tú me tuviste
volviera a empezar.
Por lo que más quieras sécame este llanto
maldigo la hora en que yo te dije:
¡no me quieras tanto!
LA ZARZAMORA
I
en el café de levante, entre palmas y alegría,
cantaba la zarzamora.
Se lo pusieron de mote porque dicen que tenía
los ojos como la mora.
Le habló primero a un tratante, y olé,
y luego fue de un marqué
que la llenó de brillantes, y olé,
de la cabeza a los pié
decía la gente que si era de hielo,
que si de los hombres se estaba burlando,
hasta que una noche, con rabia de celos,
a la zarzamora pillaron llorando.
¿Qué tiene la zarzamora
que a todas horas llora que llora
por los rincones?
ella que siempre reía
y presumía de que partía
los corazones.
Del querer hizo la prueba
y un cariño conoció
que la trae y que la lleva
por la calle del doló.
Los flamencos del colmao
la vigilan a deshora,
porque están empesinaos
en saber del queré desgrasiao
que embrujó a la zarzamora.
Ii
Cuando sonaban las doce, una copla de agonía
lloraba la zarzamora,
mas nadie daba razones ni el intríngulis sabía
de aquella pena traidora.
Pero una noche al levante, y olé,
fue a buscarla una mujé;
cuando la tuvo delante, y olé,
se dijeron no sé qué.
De aquello que hablaron ninguno ha sabío,
mas la zarzamora lo dijo llorando
en una coplilla que pronto ha corrío
y que ya la gente la va publicando:
¿Qué tiene la zarzamora
que a todas horas llora que llora
por los rincones?
ella que siempre reía
y presumía de que partía
los corazones.
Lleva anillo de casao ,
me vinieron a desí,
pero ya lo había besao
y era tarde para mí.
Que publiquen mi pecao
y el pesar que me devora
y que tos me den de lao
al saber del querer desgrasiao
que embrujó a la zarzamora.
AY, MARICRUZ
Es Maricruz la mocita,
la más bonita
del barrio de Santa Cruz,
el viejo barrio judío,
rosal florío,
clavao en sus rosas de luz.
Y desde la Macarena
la vienen a contemplar,
pues su carita morena
hace a los hombres soñar.
Y una noche de luna
el silencio rompió
la guitarra moruna
y una voz que cantó:
¡Ay, Maricruz, Maricruz!,
maravilla de mujer;
del barrio de Santa Cruz
eres un rojo clavel.
Mi vía sólo eres tú,
y por jurarte yo eso
me diste en la boca un beso
que aún me quema, Maricruz.
¡Ay, Maricruz!, ¡Ay!
¡Ay, Maricruz!
Fue como pluma en el viento
su juramento,
y a su querer traicionó,
de aquellos brazos amantes
huyó una tarde,
y a muchos después se entregó.
Señoritos con dinero
la lograron sin tardar,
y aquel su cuerpo hechicero
hizo a los hombres pecar.
Pero sólo hubo un hombre
que con pena lloró
recordando su nombre,
esta copla cantó:
¡Ay, Maricruz, Maricruz!,
maravilla de mujer;
del barrio de Santa Cruz
eres un rojo clavel.
Mi vida sólo eres tú,
y por jurarte yo eso
me diste en la boca un beso
que aún me quema, Maricruz.
¡Ay, Maricruz!, ¡Ay!
¡Ay, Maricruz!.
AY PENA, PENITA, PENA
Si en el firmamento poder yo tuviera,
esta noche negra lo mismo que un pozo,
con un cuchillito de luna lunera
cortara los hierros de tu calabozo.
Si yo fuera el rey de la luz del día,
del viento y del mar,
cordeles de esclavo yo me ceñiría
por tu libertad.
¡Ay, pena, penita, pena, pena!
Pena de mi corazón
que me corre por las venas, pena,
con la fuerza de un ciclón.
Es lo mismo que un nublao
de tiniebla y pedernal,
es un potro desbocao
que no sabe dónde va.
Es un desierto de arena, pena,
es mi gloria en un pená.
¡Ay, pená! ¡Ay, pená!
¡Ay, pena, penita, pena!
Yo no quiero flores, dineros ni palmas,
quiero que me dejen llorar tus pesares
y estar a tu vera, cariño del alma,
bebiéndome el llanto de tus soleares.
Me duelen los ojos de mirar sin verte,
reniego de mí,
que tienen la culpa de tu mala suerte,
mi rosa de abril.
HUBIERA PODIDO SER…
Hubiera podido ser
hermoso como un jacinto
con tus ojos y tu boca
y tu piel color de trigo,
pero con un corazón
grande y loco como el mío.
Hubiera podido ir,
las tardes de los domingos,
de mi mano y de la tuya,
con su traje de marino,
luciendo un ancla en el brazo
y en la gorra un nombre antiguo.
Hubiera salido a ti
en lo dulce y en lo vivo,
en lo abierto de la risa
y en lo claro del instinto,
y a mí… tal vez que saliera
en lo triste y en lo lírico,
y en esta torpe manera
de verlo todo distinto.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
Tres caballos, dos espadas,
un carro verde de pino,
un tren con cuatro estaciones,
un barco, un pájaro, un nido,
y cien soldados de plomo,
de plata y oro vestidos.
¡Ay, qué cuarto con juguetes,
amor, hubiera tenido!
¿Te acuerdas de aquella tarde,
bajo el verde de los pinos,
que me dijiste: —¡Qué gloria
cuando tengamos un hijo! ?
Y temblaba tu cintura
como un palomo cautivo,
y nueve lunas de sombra
brillaban en tu delirio.
Yo te escuchaba, distante,
entre mis versos perdido,
pero sentí por la espalda
correr un escalofrío…
Y repetí como un eco:
«¡Cuando tengamos un hijo!…»
Tú, entre sueños, ya cantabas
nanas de sierra y tomillo,
e ibas lavando pañales
por las orillas de un río.
Yo, arquitecto de ilusiones
levantaba un equilibrio
una torre de esperanzas
con un balcón de suspiros.
¡Ay, qué gloria, amor, qué gloria
cuando tengamos un hijo!
En tu cómoda de cedro
nuestro ajuar se quedó frío,
entre azucena y manzana,
entre romero y membrillo.
¡Qué pálidos los encajes,
qué sin gracia los vestidos,
qué sin olor los pañuelos
y qué sin sangre el cariño!
Tu velo blanco de novia,
por tu olvido y por mi olvido,
fue un camino de Santiago,
doloroso y amarillo.
Tú te has casado con otro,
yo con otra hice lo mismo;
juramentos y palabras
están secos y marchitos
en un antiguo almanaque
sin sábados ni domingos.
Ahora bajas al paseo,
rodeada de tus hijos,
dando el brazo a… la levita
que se pone tu marido.
Te llaman doña Manuela,
llevas guantes y abanico,
y tres papadas te cortan
en la garganta el suspiro.
Nos saludamos de lejos,
como dos desconocidos;
tu marido sube y baja
la chistera; yo me inclino,
y tú sonríes sin gana,
de un modo triste y ridículo.
Pero yo no me doy cuenta
de que hemos envejecido,
porque te sigo queriendo
igual o más que al principio.
Y te veo como entonces,
con tu cintura de lirio,
un jazmín entre los dientes,
de color como el del trigo
y aquella voz que decía:
«¡Cuando tengamos un hijo!…»
Y en esas tardes de lluvia,
cuando mueves los bolillos,
y yo paso por tu calle
con mi pena y con mi libro
dices, temblando, entre dientes,
arropada en los visillos:
«¡Ay, si yo con ese hombre
hubiera tenido un hijo!…»
LLUVIA
a Conchita Herrera
¡Te quiero!, me dijiste,
y la flor de tu mano
puso un arpegio triste
sobre el viejo piano.
(En la ventana oscura
la lluvia sonreía…
Tamboril de dulzura.
Gong de monotonía).
-¿Me querrás tú lo mismo?
y en tu voz apagada
hubo un dulce lirismo
de magnolia tronchada.
(La lluvia proseguía
llorando en los cristales…
Cortina de agonía.
Guadaña de rosales).
-¡Para toda la vida!,
te dije sonriente.
Y una estrella encendida
te iluminó la frente.
(La lluvia proseguía
llamando en la ventana
con una melodía
antigua de pavana).
Después, casi llorando,
yo te dije: ¡te quiero!
y me quedé mirando
tus pupilas de acero.
-¡Para toda la vida!
dijiste sonriente,
y una duda escondida
me atravesó la frente.
(En la ventana oscura
la lluvia proseguía
rimando su amargura
con la amargura mía).
MAZAZO
Sonó la palabra dinero
y todo lo echaste a rodar
y en vez de decirte: te quiero ,
te dije: -¿qué quieres cobrar?-
y me valoraste las rosas,
poniéndole precio al jardín
y fueron tomando las cosas
un tono metálico y ruin.
Y aunque esta verdad me traspasa,
prefiero saber la verdad:
que al mes, pago luz, pago casa
y pago la felicidad.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)
