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BIOGRAFÍA DE LA POETA VALENTINE PENROSE
Marcelle Marthe Marie Valentine Boué, conocida como Valentine Penrose, nacida en Mont-de-Marsan, en las Landas francesas, el 1 de enero de 1898, era hija de Suzanne Doumic y del militar Maxime Boué. Estudió en un internado para hijas de militares de la Legion d’Honneur. Valentine permaneció muy unida a su región de origen y a su familia, en especial a su hermano Gilbert. En 1916 marcha a París a realizar estudios de Bellas Artes, lo que significaba frecuentar a los pintores, escritores y cafés de Montparnasse. Valentine había entrado en contacto con el surrealismo a finales de la década de 1920 y nunca se apartó del movimiento.
En 1924, tratando de ponerse en contacto con un crítico literario, conoció casualmente, en Cassis-sur-Mer, al pintor Roland Penrose, que instalado en su refugio de la Provenza, respondió al timbre de la casa y abrió, allí estaba ella, una joven de gran belleza que buscaba a un crítico literario que supuestamente vivía allí. De ese encuentro fortuito surgiría el casamiento un año después.
Roland Penrose, de una familia acaudalada emparentada con la aristocracia, con un padre pintor de retratos, estudiaba arquitectura en Cambridge donde se interesó por el arte y las nuevas vanguardias. En 1922 abandonó Inglaterra y se instaló en París para estudiar pintura. Años después se convertiría en uno de los grandes coleccionistas y promotores de arte del grupo surrealista. Valentine y Roland se casaron en 1925. El decenio de 1925 a 1935 fue seguramente uno de los más felices de la vida de la pareja.
Diría Roland Penrose de ella:
“Admirablemente femenina en su aguda sensibildiad, se oponía al mismo iempo a toda forma convencional de vida familiar. Para mí, dice Roland, llegó a ser una diosa de la irracionalidad, de la inutilidad, del misterio femenino y su encano como no había soñado hasta entonces. Durante diez años estuve gozosamente cautivado por su hechizo, pese a su costumbre de criticar insistentemente, dando lugar en ocasiones a situaciones incómodas, la trivialidad, la incomprensión y las convenciones absurdas”.
Adheridos al surrealismo, Valentine es una más de entre los volcanes del momento: Tzara, Bretón, Masson, René Char, Dora Maar… Su rostro de enigma atrae las miradas de Man Ray, Max Ernst, Wolfgang Paalen o Eileen Agar, que la retratan, y de Buñuel y Dalí –hace una brevísima aparición en el manifiesto visual del movimiento, La Edad de Oro–, al tiempo que Paul Éluard celebra su talento poético.
En 1926 publica «Imagerie de l’épinal» en Cahiers du Sud (1926), y fue la única mujer que figura entre los cincuenta encuestados por André Breton en el número 12 de La révolution surrealiste (1929). Otros nombres son más conocidos en relación con el movimiento surrealista que el de Valentine Penrose, son el de Leonora Carrington, Dorothea Tanning, Maruja Mallo, Remedios Varo, Dora Maar o Unica Zürn.
El primer poema que le conocemos “Pater” (1924), es una apropiación y transformación pagana del padrenuestro, y también es el corte con el cordón umbilical de su infancia y de su núcleo familiar.
Padre nuestro que estás en los cielos
de las suaves mañanas mecidas a las flores de lechugas azules,
en los húmedos frutos descansando en la mata de hierba,
¡santificado sea tu nombre!
-Oh Bruma de oro en los vergeles,
¡hágase tu voluntad!
(…)
En París y en los veranos en la Provenza, intimaron con Max Ernst y su esposa Marie-Berthe, Paul y Nusch Éluard, Man Ray, Masson, Miró, Buñuel, Picasso y Dora Maar. Durante diez años Valentine no publicó más que algún poema suelto.
En 1927 los Penrose viajaron a Egipto, allí, por casualidades de la vida, se encontrarían con el egipcio Aziz Eloui Bey, esposo de Lee Miller y el español Vicente Galarza, vizconde de santa Clara, que se convertiría en el gurú de Valentine, era un místico y estudioso de las filosofías orientales. El impacto de esta filosofía haría que el matrimonio regresara a Egipto en el invierno de 1928-29 para visitar a Galarza por más tiempo. Al regresar a París, Roland tiene más deseos de formar parte del círculo de pintores surrealistas y Valentine se matricula en la Sorbona para estudiar filosofía oriental. En el verano, de vuelta a la Provenza, Valentine ya no soporta el ambiente y el matrimonio marcha a un lugar más aparado. En 1930 compran un castillo al sur-oeste de Francia, al pie de las montañas. Allí Valentine respira, ha huido del bullicio de los amigos que los visitaban en verano.
En 1932 viajan a la India durante cinco meses, allí estaba también Galarza. Hay una escisión en la pareja, Roland se siente parte del mundo, además recibe la herencia familiar a la muerte de sus padres y eso le permite comenzar a actuar como lo que será hasta el final de sus días, un gran coleccionista y promotor de arte. Mientras Valentine quería huir de alguna manera. Roland se encuentra en el centro de la vida artística europea, pero ese no es el lugar donde Valentine quiere estar.
Con el estallido de la guerra civil española, planean viajar a España en apoyo de los artistas revolucionarios, será el último viaje que Roland y Valentine realicen juntos. En Barcelona visitaron a la madre de Picasso, presenciaron el funeral de Durruti, escucharon un discurso de Emma Goldman. Después, Valentine volvería a la India y no regresaría hasta 1940.
Desde mediados de los años 30, Valentine realizó collages y dibujos, una faceta artística que cultivó ocasionalmente también hasta 1951, cuando publicó su libro ilustrado “Dones de las féminas“. Son versos que apuntalan el amor que duele. Que fue y ya no. En 1935 publica su primer poemario completo, “Hierba a la luna”, donde encontramos los rasgos poéticos que conformarán la identidad única y duradera de Valentine: un universo femenino, sensual, compuesto por astros, minerales, plantas y flores, por diosas y mitos, por magia y erotismo. Paul Éluard diría en el prefacio del libro:
“No falta ni una sola palabra y sin embargo a cada palabra, la palabra anterior se borra. Valentine usa un lenguaje rápido, que escapa a la reflexión. Un lenguaje que desvaría, indispensable. Una vida fugitiva y de repente los elementos son mortales. La sangre que corre por la hierba se mezcla al rocío, huye y el viento la sustituye. Cae el viento. La mirada cambia. El mundo, aquí, se prolonga”.
Marie-Christine del Castillo, que traduce los poemas de Valentine, dice:
“Es una erudita de los minerales y de las plantas, de los astros. Le gustan los juegos de palabras como si hiciera malabares. Retuerce las palabras, las exprime para sacarles todo el jugo”.
Valentine no se fue sola a la India, durante unos meses la acompañó su amiga Alice Rahon Paalen, que acabaría siendo una reconocida pintora amiga de Diego Rivera y Frida Kahlo. Ambas coincidieron en 1929 en la Sorbona. Tras viajar por Bombay, Goa y Podicherry, se instaló en el áshram de Mirtola, cerca de Almora, en las montañas del norte. Allí, se dedicó a aprender sánscrito y en 1939 firmó el divorcio de Roland.12 Rahon se marchó a México donde escribió los poemas Muttra y Sablier couché y varios textos de la colección Noir Animal que aluden a su relación con Penrose.
En 1936 Valentine había publicado “El nuevo Cándido” una delirante pieza en prosa que recuerda al método de escritura paranoica de Raymond Roussel en “Locus solus” o “Impresiones de África”. En 1937 publicó por partida doble los poemarios “Poemas” y “”Suertes del fulgor”. En 1939 Roland Penrose ya se había emparejado con Lee Miler y los Penrose firmaron su divorcio oficial. Valentine conservó el apellido de su marido, con el que firmaría todos sus textos. Quizá esta relación afectuosa explique también el cuidado con que Roland Penrose atendió siempre a la viajera y misteriosa Valentine. Fue desde el principio, y por derecho propio, una poeta reconocida dentro del movimiento surrealista.
Estalla la segunda guerra mundial, Valentine vuelve a Francia, pero su barco es desviado a Londres donde se siente completamente perdida. Llama a Roland. Cuando llega Roland al hotel donde estaba Valentine, el hotel estaba incendiado a causa de un bombardeo, pero ella sigue en su habitación sentada en una esquina de la cama. Roland la lleva a su casa con su nueva esposa Lee Miller. Allí tratan de hacer vida normal, sobreviviendo a la guerra y forma parte del grupo surrealista de Londres. Tiempo después, al igual que otros surrealistas como Benjamin Peret o Claude Cahun, Valentine se alista como voluntaria en la resistencia francesa, haciendo de chófer de oficiales franceses en Londres. En 1944 es destinada a Argelia, donde permanecerá hasta la liberación.
Cuando terminó la guerra, se estableció en París y publicó en 1945, “Ópera de Martha”. “Dones de las femeninas” lo publicará en 1951 con un nuevo prefacio de Paul Élouard y un aguafuerte de Picasso, es un libro de artista en que los poemas (en francés e inglés) se combinan en la página con collages hechos por la propia Valentine, en ellos las mujeres son protagonistas. Es esta, también, una época de viajes y nuevas relaciones para ella.
Roland y Lee se casan en 1947, fecha en la que también nace su hijo Anthony, dejan Londres y se trasladan a vivir al campo, allí reciben visitas de artistas e intelectuales. Valentine será un miembro más de la casa, pasaba con ellos varios meses al año y el resto los repartía entre casas de amigos, familiares y un hotel en Montparnase. En los años 50 viajó a las islas Canarias para el casamiento de su amiga Maud Westerdahl, viaje en el que nacen sus poemas “El carrito” o “El verdino”. La historia de los guanches, primeros habitantes de las islas la fascinaría hasta tal punto, que escribiría una inacabada “Mitología de las islas” que se publicó parcialmente en la revista Métamorphose.
Si una leyenda llegó a fascinarla fue la de la condesa Erszébet Báthory. Valentine viajó a Austria y Hungría para seguirle el rastro en archivos, bibliotecas y castillos en ruinas. El resultado fue la única novela firmada por ella, “La condesa sangrienta” en 1962. El libro que ya había anunciado Georges Bataille en “Las lágrimas de Eros”, fue un rotundo éxito que siguió fascinando en los años posteriores. Alejandra Pizarnik reescribió su propia versión de la historia en 1966.
“La condesa sangrienta”, basada en la vida de la asesina más espeluznante de la que tenemos constancia, Erzsébet Báthory, una de las aristócratas húngaras con más poder en el siglo XVII, los Erdély. No es una recreación de su vida sino una investigación a través de los escasos testimonios, biografías y actas del juicio que se celebrase contra ella.
La única imagen de la condesa Báthory que se conserva es la de un pintor desconocido que la retrató a los quince años. La condesa se casó con un señor de la guerra, Ferenc Nádasdy, que bastante tenía con mantener a raya a los sarracenos como para reprimir las muestras de crueldad que infringía su esposa a las doncellas y que veía cuando regresaba al castillo de Csejte. Murió temprano, lo que dejó a la condesa sin contención alguna.
Parece ser, cuenta Penrose, que para mitigar las agudas migrañas que padecía, clavaba agujas a sus sirvientas, hasta que en una ocasión pidió que le llevaran tres jóvenes, a las que mordió hasta masticar la carne arrancada de sus cuerpos. Parece ser que la calmó. A partir de entonces comienza una espiral terrorífica de atrocidades incomprensibles.
Penrose dedicó diez años de su vida a rastrear la historia de la condesa de Báthory. En su narración no hay juicio de valor alguno, ni excusa, ni pretexto ni valoración ética o filosófica. Hay, tal vez, un intento por comprender el misterio del mal. Erotismo, amor, exotismo, naturaleza, astrología… son para Penrose “bellas atiborradas de videncia”.
El Dicctionaire general du Surréalisme (1982), de Adan Biro y René Passeron, define a Penrose como “poeta cuya importancia sobrepasa con creces su notoriedad”.
En 1972, con 74 años, publica “Las magias”, quizá el más logrado de sus poemarios, que incluye una litografía de Miró y más versos de amor desdichado: “¿Volverá la noche de invierno/ para que yo descanse a tu lado?”. En 1977 saldría publicada su obra poética en edición bilingüe (inglés/francés). También en aquél año moriría de cáncer Lee Miller, la segunda esposa de Roland Penrose. Valentine lo haría por la misma causa y en el mismo lugar un año después, en Chiddingly, East Sussex (Inglaterra), el 7 de agosto de 1978, a los 80 años, año en el que otra poeta, Carmen Conde, se convierte en la primera mujer académica de la lengua en España. Ese año en el que se aprueba nuestra Constitución. Fue un 7 de agosto, exactamente el día en que falleció Rosario Castellanos.
A partir de entonces, un largo silencio. Valentine Penrose no se incluye en el relato oficial del surrealismo, ni su obra poética se valora por sí misma. Se la cita de forma indirecta y breve en alguna antología de mujeres surrealistas. Ha sido la francesa Georgiana M. M. Colvile quien más ha hecho por recuperar su figura hasta ahora, primero incluyéndola en su antología y más tarde publicando una compilación de sus textos en francés. También existen trabajos doctorales dedicados a Valentine.
Tenía el cuerpo atlético de una acróbata. De un faquir indio, tal vez. Carne firme, pecho llano. Le gustaba llevar sandalias. Al final ganó peso. Murió de leucemia. Su amiga Maud Westerdahl dijo que tenía cara de hidalgo.
“Esparcid mis cenizas bajo el roble, en una noche de luna llena. Cerca de donde están las de Lee, bajo el fresno plateado”.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
- La surrealista oculta. Obra reunida. Valentine Penrose. Editorial WunderKammer.
- https://es.wikipedia.org/wiki/Valentine_Penrose
- https://elpais.com/cultura/2020/01/19/actualidad/1579449418_309297.html
- https://poetryalquimia.wordpress.com/2022/01/01/11-poemas-de-valentine-penrose/
- https://www.isliada.org/poetas/valentine-penrose/
- https://www.solidaridaddigital.es/noticias/cultura/valentine-penrose-o-el-hermetismo-orfico-del-verso
- https://artcontemporanigeneral.blogspot.com/2020/01/la-escritora-francesa-valentine-penrose.html
- https://ctxt.es/es/20200501/Culturas/32228/valentine-penrose-surrealismo-roland-penrose-bathory-condesa-sangrienta-lurdes-martinez.htm
- Penrose, Valentine. La condesa sangrienta. Traducción de Mª Teresa Gallego Urrutia y Mª Isabel Reverte Cejudo. Siruela. 1987 (1962 francés. Gallimard). 266 pp. Reed. Wunderkammer. 2020.
- Ángeles Alemán Gómez (2021). Valentine Penrose y Maud Westerdahl: las huellas de una amistad en el surrealismo. Anuario de Estudios Atlánticos; nº 67: 067- 001. http://anuariosatlanticos.casadecolon.com/index.php/aea/article/view/10577/10158
SELECCIÓN DE POEMAS DE VALENTINE PENROSE
VENAS RECORRIÉNDONOS CUERPO ABAJO
Venas recorriéndonos cuerpo abajo como mapamundis
pues entregaremos al agua
todo el azul de nuestros cuerpos
si lloviera.
Una gruta está abierta
en los montes de Ararat
y la lluvia delante de ella
la lluvia macho y hembra
como dos golondrinas.
No hablante de dios no hablante de fuego
aquí estamos
reteniendo tu título exacto
agua de todo encantamiento
agua que azulea al morir
dama de la sangre.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
BELLA GALENA HELENA DE LAS CASAS DE SATURNO
Bella galena helena de las casas de Saturno
prombaginas salvajinas
todas huérfanas sordas
al Ural refugio eluvial.
El pentáculo es un programa
cuyos bordes se deshacen todos
lagos de amor, lagos de rebaño y lagos de artemisia
hembra coma tres hojas
tres piedras hacen seis casas.
Así es como nacen las hojas
y al rebaño las burras
a la geoda las oquedades
cuyos bordes se deshacen todos.
Es entonces cuando nacen los hombres.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
LENGUAS DE FUEGO A LA PRADERA
Lenguas de fuego a la pradera
aún demasiado muertas del esto y del aquello
dejad bailar.
Los buenos días y las buenas noches
el ábrete el ciérrate
forcejeaban bajo el cielo negro.
La reina por lo menos tiene dos brazos
para defenderse del rey.
Corona premio de razón
nada que ver con este sésamo
herencia de un único ángel.
El círculo cerrado la roca cerrada
venas acabadas y sangre prisionera de peso condenado
raza de mi rueda
estoy vivo estoy viva.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
APARECE EN FORMA DE REY
Aparece en forma de rey
cada color más egoísta que otro
todas las aves del mundo en el jardín de mi padre
todas las aves que tienen su nido en el mundo.
La roca pegajosa la hiedra el muérdago
siete mujeres ahorcadas en la mazmorra de la hiedra
la araña colgada del sagitario
que grita de noche:
en forma de rey mi vida en mí no te retengo.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
LA LLUVIA RECOBRA LO PERDIDO
La lluvia recobra lo perdido
el sol encuentra lo que reluce
grandes compañeras de mi vida.
Sobre la tierra morena
yo también encontré mi sitio.
Hasta las esferas enteras
moviendo los tormentos
con mis pasos dorados subo y bajo..
y se mantienen de pie las aguas como olas
y hundiré mi espada en el corazón de las cisternas
bajo mis ojos falsos testigos en el país de mi ser
en la sala durmiendo bajo mi propia luz
entre todos los espejos que recordaré.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
TRISTE ESTOY AQUÍ
Triste estoy aquí
cargada de frutas
de monedas sin curso
y de tantas hojas como una tierra
cargada de aire
cargada de carne
y de un fuego de rescoldos detestable amigo.
Las pimientas de amor arrojaron el olvido
y cayó su ceniza
la sangre de mi suerte me arrojó la vida
y llegó mi vida.
Triste estoy aquí
sobre ella
la cargada de cortezas y también de flores
de la suerte de sus reinos
de la suerte de sus estrellas.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
APARTADA DE MI SUPERFICIE
Apartada de mi superficie
retorciendo al final de mis brazos desconocidos
una melena aún por venir de rostros prescritos
un lote fosforescente de playas y de pozos.
Así iré floreciendo de pie según mi flor
gigante de ojos giratorios asombrados sin costumbres
y desnuda por sentirse en los sures amorosos
sustraída de los calores pringosos y de las plumas.
En las ventanas del cielo vuelan las muselinas
y los pistilos en polvo han estallado forjados.
Cava a su alrededor la selva las ramas se rompen
cava a su alrededor el desierto las llamas se preguntan
cava a su alrededor la tierra las piedras se levantan.
Corona de espinas y alas
círculo de carbón de ceniza
que caigan los vestidos a sus pies
colinas nieve y cometas
lanzas y cenizas por el suelo.
Ella con los pies en el corazón sin duda
nutrida transitada ascendente.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
DE ESTE CORAZÓN INCONSCIENTE A FUERZA DE PRESAGIOS
De este corazón inconsciente a fuerza de presagios
de luces erguidas
las hojas en espera exigen tu milagro.
Las reinas amasaron el fulgor devorado
entregaron a los prados las llaves de danza en fuego.
Estremecida la levadura
y atormentando el círculo
sobre el color a elegir
duda la claridad.
Junto a los futuros ojos insisten las luces
en el claro de bosque forman un círculo de bestias.
Se abrirá florecerá único por fin de ti
arrojando aire y burbuja un globo subirá
y vieja resplandecerá la cabeza de bronce
en una noche oh tú
firmada por estrellas incoherentes
en orden y desorden como el bosque.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
NO BAILÓ NADIE A MIS VENTANAS
No bailó nadie a mis ventanas
el ecuador dejó la nieve
sin llegadas la llamada de las hogueras.
En el balcón sin florecer las botellas de cenizas
de zorzal de oro los poderes están perdidos
designio de tierra triste voluntad
esta vez y todas las veces
las espadas envainadas
y tan embrujadas las plantas en la esquina del aire dudaron.
Pero feliz la dama puede moverse por el cielo
y las noches ropa fugitiva corriendo a los matorrales
flores de ceniza en este lado seguro bien atizadas
la hiedra el viento la hiedra el viento.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
NO ES EN VANO LAS PIERNAS EN LA RUEDA
No es en vano las piernas en la rueda
las llamas los soplos cambiando las vocales
no en vano triste por el gran sol
perdida desnuda de sí misma no en vano.
Tantos círculos de flores
abigarradas para secreto
y este hilo que flotaba
llevado por solo dios sabe.
Si este parque de agujas negras el norte la mano en el corazón
entonces estos linderos blancos la alegría sin ganarla.
A este mundo este pozo al muro los ojos bien abiertos
por la falta de agarre
el agua entre los dedos
en vano quién el sol o la sombra.
Una mano sin revés
una mano toda blanca
una mano sin agarrar.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
MI DELGADO MI ALTO LEÓN
Mi delgado mi alto león
se iba montado al fin de los atolladeros
libre de ojos libre de dientes
como un solo gran hombre de alegría
un hombre de cielo
el cielo frente al rostro
jugando a mediodía a las estrellas
al agua de los pozos de noche
gritando rayos en abundancia.
Sin secreto de piedra y hojas
el padre verde y la madre
de empeños de voces de alas y de seda
la dama de allá arriba en su alegría.
Ni agua ni luna
ni viejo árbol de paja y otra aurora
la cabeza entre las manos del gran señor agitaba sus lágrimas
el olmo temblaba como una bestia preciosa
y en sus canciones como abejas
en el reino del este de miel
la ruega sobre los ojos y suave el sol
no desgastado no descruzado
aún no había nacido el cantor.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
VENGO MADRE MÍA GRAVE DE PIEDRA
Vengo madre mía grave de piedra
o si te sonríes de caracolas de mar
vengo oh entrada bajo tu paja
abrigo de hojas
árbol asistente
tabla de las máscaras.
Pies sin falda de tus pechos solo cuelgan agujeros
no ocultes nada y dilo todo
virgen con todas sus razones
soberana del brillo
aquí llega la noche del manto.
Sola como la bóveda y la caracola,
para nadie y para nada en verdad
cielo de los robles
más que nunca
a la vista a la vida a la muerte plaza guardada.
DEL LIBRO HIERBA A LA LUNA (1935)
A UNA MUJER A UN CAMINO
Este cuerpo aquí femenino que cuelga como una gota lejana
hacia otro aquí esta vez femenino
donde los cabellos iguales cruzando la sonrisa
huso loco
puntiagudos los huesos
que cruzará planicies con sus caderas
que braceará la paja sin fajas que dormirá en los graneros
solo para las hierbas
cuya amiga nunca se preocupó aunque verde ella.
Por destino por grano por camino por raso
láminas de hojas sus ojos llanos clavos en la madera
a la selva todos sus dientes
roca suave cráneo de helechos
tan grande la saqué esta nacida
como un rebaño de agua
colgado del acantilado
en las estepas cuando se la cree recogiendo fresas
con cintas silvestres en vez de dormir
del lado total verde y rojo.
DEL LIBRO POEMAS (1937)
SI NO SALGO DE ESTO EN EL ORO MORIRÉ
Si no salgo de esto en el oro moriré
esta bestia agarrando mis sueños por las narices
hela aquí de hospital y aquí de campanas
y si debo aguantar su piel estriada de lluvia
adiós estoy en el extremo de mis ríos.
En el lodo bengalí de suaves nombres de rosales
y de los coromandeles olfateados por los mosquitos
no he lanzado este último navío
el último pabellón y el tesoro expiran.
Altiva altiva y densa
sigue tú la esfera en llamas
que corre por los pisos
de los hoteles del sueño.
Hay unas danzas
de masa de pan y de luna
para la chica sola por encima de los tejados
la reina trabaja.
Irás a bailar al malabar
con mejillas de cobre
con el sol desahogado
con gente
más sola con el mosquito
las mariposas nuevas serán dadas de raza segura
en el puño las luces del tiempo ofrecidas.
Corazón de los atardeceres frágil mariposa ave acuática cerca del agua
frágil mariposa canta para oírse cantar.
DEL LIBRO POEMAS (1937)
CABEZA DE MI CUERPO
Cabeza de mi cuerpo
brilla el sol
es el día de la piedra levantada
es el día de pasar entre las flores
y dos niños en éxtasis todo el tiempo.
Nuestros fuegos en el viento bueno
que dios nos guarde en el polvo y cerca del mango.
El espíritu del tesoro es el oro el ladrón está en el árbol
adiós paseante
adiós para la noche de mi amada
la posada del perfume blanco me cuidará.
Está usted lejos mi cabeza de las sombrillas de la fiesta
mi tallo de seda inclinado
y sin embargo tu cama llena de lino azul se quedaba en las ramas.
Antes eran las bonitas las dobles
oh mi bello estanque
mil mariposas blancas ardiendo
salían por razón suficiente
por encima el hombro de la estrella
no ancho largo el surco
estaba ella al final
con un grillo.
Ahora el viento de monzón que no se hace el asceta
y la araña durante la mayor parte de su tiempo
corona de aceite y de oro el carro tirado por las serpientes y por las piedras
es mi color
de ver por la vida.
La luna entre los cuernos
en el bombay del puerto en el bombay de las moscas
dios entre los cuernos
tengo este peso sobre mí.
Es una verdad en el pico de la paloma
el árbol de las hadas está en la frente y allí quedará
alta viva ya no temblará más de amor
temblará piel de corcel junto al muérdago.
Toma la flor se sonríe y la tira
para qué servía este sol
el lado del regreso es torcido y es negro
recibe el contrario de haber amado
el contrario de haber tejido
recibe la cola del tiburón.
Cabeza vuelta recoge los besos
otro corazón más verdadero te lleva
hasta donde caen los horizontes
donde esperan los caballos de tierra
adiós mi flor adiós mi bosque.
Jardín todo perdido y ganado por la sombra
sin perfumes sin pájaros
cabeza de mi cuerpo mis ojos ya brilla el sol.
DEL LIBRO POEMAS (1937)
EL CORAL EN LA MANO
El coral en la mano
el coral en el pecho
muy lejos de los céspedes felices de mi país.
Las damas de la vida las estrellas caen en el pozo
oh afortunado viaje
tañe el templo el pequeño caballo salvaje
dejé tu vetido oh amada mía
colgado abajo de un árbol de mayo.
Ahora con mi puño
y mi lanza
ahora con mi vida
que corre por las ramas.
El oso bajo la clemátide del himalaya canta
la ventana es de noche la mujer salta al fuego
el monasterio enjuto más allá de la franja
de los bosques estudiosos que humean bajo unas alfombras azules.
Los pies llenos de demonios
ay mi pobre violeta
tú a quien tanto he amado
donde la charca me acecha.
Con mis brazos bajando a este pozo de delicias
unas lanzas de valle no puedo nada por ti
la hoja en él grita con la lava y la sibila.
DEL LIBRO POEMAS (1937)
OH TÓRTOLA MÍA
Oh tórtola mía
que se posó
en las cavernas de rojos edredones y de mimbres
canta la garganta.
La copa la luna creciente los delfines del cielo blanco
amar qué bueno era amar era de día
bajo el cielo muera amor cambiado el talismán
bella hundida de azul feliz y desaparecido
tus sándalos se secaron en sus vocales de agua.
Pero cómo bajo este cielo de tormentas bajas y de ascetas
aún aparecen esos helechos de mayo
tu cuarto de coral mi suave muselina
donde el sol cerrado se movía sobre el armario
y tu mejilla que jamás conoció el viaje
pétalo de allá que se inclinaba como un prado.
DEL LIBRO SUERTES DEL FULGOR (1937)
TE VAS LIGERO MUNDO BIENVENIDO
Te vas ligero mundo bienvenido
entre nosotras estaban las cosas.
Pero dime dime ese barco
dime ese viejo barco de lágrimas
oh tú que lo sabes todo de primera mano.
En él diremos que es de día
y día y noche y noche y día y así sea.
DEL LIBRO DONES DE LAS FÉMINAS (1951)
VEN A DORMIR CONMIGO EN LA CAMA DE LOS ANCESTROS
Ven a dormir conmigo en la cama de los ancestros
donde fueron elaboradas las fuerzas de tu belleza viva.
Vuelve oh insólita. Ante las cortinas de tus caderas
donde me quedo de rodillas ruego
como ninguna ha rogado jamás
te ruego dejarme dormir y mezclarme con los tiempos.
DEL LIBRO DONES DE LAS FÉMINAS (1951)
UNAS VECES ESTÁN SOLAS OTRAS CON LAS PLANTAS
Unas veces están solas otras con las plantas
unas veces hablan entre sí otras para sí mismas
seguras en una jungla adornada de grandes lazos
con días nuevos y también con hábitos de espanto
en Chandernagor donde la hoja cuelga
abajo de los pájaros encuentran el sitio
en el que cada uno dejó el sol como marca fija.
Elona y Rubia su fiesta reflejada en el agua.
DEL LIBRO DONES DE LAS FÉMINAS (1951)
EN LA POSADA DE LOS GRANDES REFLEJOS
En la posada de los grandes reflejos
para el Tango de la Venta de las Gatas Garduñas.
En lo más hondo de las noches se hielan entre las puertas
las enaguas de las muchachas de la montaña.
Solas en el descansillo las garduñas
son el lujo solitario de los leñadores.
Con las velas adelante abre la bestia bebe el vino.
Las mulas de Aragón
la Gata Garduña se las comerá muy bien
las comerá y se matará.
La mujer con la frente entre sus dedos
acuérdate habló por última vez.
Hasta donde alcance la vista los muleros llegan de tu país
las garduñas y nosotras bailaremos hasta el alba en los descansillos
ahora empiezan a no poder entrar
la alcoba aguanta bien sopla el viento.
DEL LIBRO DONES DE LAS FÉMINAS (1951)
DEMÉTER
Si es que existe una piedra de tristeza estoy sentada en ella
Allí donde las cintas caen oblicuas sobre la llanura
Blancos velos. Qué levedad.
Donde la diosa de ojos hinchados mete al niño ajeno en el fuego.
El árbol se niega a orientarse. La esmeralda
Mantiene su puño cerrado. Si es que existe
Una piedra de tristeza estoy sentada en ella.
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
VENUS
Qué hacen los amantes se quieren y atormentan
Aman y se atormentan para poder seguir amándose un poco más
Y en el ir y venir bajo sus propios árboles
Yacen diseminados los brazos rotos por el bosque
Mascando aún trozos de flechas y ramas.
Desocupados constantes al empezar y abandonar
Encantador rebaño rseguardado en el bosque de la magia
Por la más fuerte y la más indolente de las manos
Qué hacen los amantes se quieren y atormentan.
Su habla su lenguaje
Sus perlas sus abejas
Su fuerza reincidente
Cuando la altiva caza
de las diosas del alba
Luego la antigua quietud.
Qué hacen los amantes se aman y se atormentan.
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
A LA HIEDRA
Dejo atrás a caballeros y castos tocados medievales y l anieve
La torre
Y de la casa del mirlo
Tú el blasón tú la hiedra.
Viuda de los astros del septentrión cuando me marche cuando me vaya cuando lejos me aleje
Me llevaré
Un ramillete de bayas de hiedra
Joya del verde eterno.
Y estefanotis y jazmín blanco
Todo lo que es blanco todo lo que es lirio
Nunca tendré ese bautismo amargo
De tu hoja dura en la noche invernal
Empapada raspando de la ventana el oscuro cristal
Pájaro triste triste corazón.
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
NOCHE
¿Volverá la noche de invierno
Para que yo descanse a tu lado?
Las fachadas beberán severas
El claro de luna y su luz
Será barrida de nuestros besos y abrazos.
El cuarto queda solo sus cortinas cerradas
Y tú estás aquí sola con los ojos cerrados
El claro de luna es el claro de tus brazos
Y la noche lleva la nave despreocupada.
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
POEMA
Acógeme en tu cuna
Es antigua y ardiente
Es la caja de las diligencias
Es la que bordea el bosque
De todos los ladrones de Alemania.
De las santas camadas de la liebre
Tu cuna es la eterna casa
La joven bruja inocente
Las ofrece a lo largo del viaje
Nos la ofrece alargando el razo.
Las cortinas de cuero la tormenta.
Un pájaro de grandes alas
Ha hecho un nido triste
fueron a verlo numerosas romerías
-Gritad en vez de llorar
mis solemnes desfiles-
Con un cuchillo de rosas
En el acero de sus nudillos
En su pasado de metal
El pájaro herido no maldice
Y muere aún más
-Muérete pequeña mosquita negra-
En un vaso de escamas
De escamas y de lino
Tieso y negro voy a pedir
Pedirme algo de beber.
Es el monasterio en pie
En el promontorio estrecho.
Un solo lirio en el valle.
Lo tomas o lo dejas
Para la ocasión de un único lirio
La noche es mil veces más oscura.
¿Hacía falta que una brillante
Me recordase todo lo bueno?
-Mosca tienes que morir-
Nosotros nos moriremos más allá
A la manera de los rocíos
Sobre el tesoro de la noche.
Me tengo que marchar
Por culpa de la lluvia
Seguida por escarabajos
Que me obedecen sin rechistar.
Largo poema como un río largo
Va a quien quiera.
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
TENERIFE II
EL VERDINO (El perro verde)
Desde lo alto de esta habitación
Fea como un fortín en esta ciudad de ocio y de placer
Desde estas manos verdes que salen de los árboles
Digo
Que quisiera ser un perro verde.
Señora ¿qué haces a la gente
Para que todos te quieran y no te quieran
Se rían y lloren tanto ellos como tú?
Veo grandes laureles insensibles
Hechos para las avenidas sin gloria y para proeger
Encendida a mi propio fuego como una medalla
He recogido el destello de la isla y en mi puño
En mi blasón y a mi lado
Os lo digo
Yo quisiera un perro verde.
Porque miro hacia el este
Y está el árbol de la guayaba
Y cuando vuelva la noche
Tendrá mucho miedo la medalla.
Este parque poco seguro se vuelve hostil en su ropaje
Ejércitos de arañas desfilan por el suelo
Debajo de la novia inerte en el banco de su soldado.
De noche lilas poco amables devoran hieles verdes exhaladas
Que os harán sufrir también en el negro
Banco de lso soldados y las novias.
Hay increíbles cristales transparentes
Para las bodas de la gente que no sabe qué
Y son el papagayo y el perro de quinqué
En su isla estrellada y en su acera sin guardia.
Alguien me invitó a pasar a la sombra
Me dijo de entrar en la amargura
Y encontré la columna
Que giraba en la iglesia vacía.
Por eso quiero esa cosa tangible
Un perro verde curtido en pistas
En las que acuñan los sellos sobre piel de hoja
Y criado duramente por la isla con sus dedos de piedra.
“Sé desde hace tiempo
Lo que me queda por hacer
Y de todos mis verdinos
Y de mis voces de cráter.”
Las magas están de pie anduvieron se han sentado
Con su sombrerito su mano se fueron a predecir
Predecir al revés.
Los perros se comieron todas las hojas de Tacoronte
Luego aullaron
Remontando los siglos
De antes de sus madres
La canción de hoy.
Y gruñamos retorzamos gritemos
Sin saber por qué
Pequeños sin garrotes:
“Una rata cuesta abajo
Va zurciendo un calcetín
Otra rata cuesta arriba
Va remendando calzones
Por la calle del Castillo.”
DEL LIBRO LAS MAGIAS (1972)
PATER
Padre nuestro que estás en los cielos
de las suaves mañanas mecidas a las flores de lechugas azules,
de los húmedos frutos descansando en la mata de hierba,
¡santificado sea tu nombre!
-Oh Bruma de oro en los vergeles,
¡hágase tu voluntad!
Señor resplandeciente, venga a nosotros tu reino,
engarzado con piedras preciosas y aguas vivas
en tus jardines de mármol donde se agitan los cedros
y hacen llover la aromática plata de sus agujas
sobre los grandes animales de los paraísos tranquilos.
En la Tierra como en el Cielo;
-en la tierra alargando sus árboles hacia el sol,
-en los surcos radiantes que lso nogales cabalgan,
-en el suelo de los jardines vibrantes de calor,
-en las tierras de adentro, donde se balancean por la arena
los grandes abanicos azulados de las palmeras.
Como en el Cielo donde tus árboles brindan
Alegría en sus altas copas,
haz la alegría, oh Padre nuestro,
por las redodas rosas rojas
que se arraciman bajo las ventanas
donde residen los insectos grises de las noches terrestres.
Danos hoy nuestro Pan de cada día.
-En la fresca cocina donde zumba una avispa,
y las hormigas marcan su negro caminito,
ven, dulce Servidor con túnia snecilla,
a dar el Oro del verano,
el Oro del pan, el Oro de la bondad…
Y perdona nuestras ofensas…
-Perdona a las Ciudades abiertas al mar por
donde avanzan los buques pesados de lujuria.
-Perdona a las cerradas calles
que serpentean lindando el Alba clara,
a las paredes de los cuartos en penumbra:
-Que al Hombre le perdone la mUjer,
y nosotros a la que nos había ofendido,
Oh Tú, el Siempre Solo, que camina con la mirada baja.
No nos dejes caer
en la Tentación de las flores y de la noche;
-No no dejes ceder
al Embrujo de los perfumes, al viento del Verano…
Haz que ya no sepamos más, oh Padre nuestro,
del gozo al que llevan los rayos d ela luna;
-Haz que sean los lirios cirios ardiendo
sencillamente hacia tu nocturna Belleza.
Haznos creer en la pureza de las estrellas
que caen de los jazmines, en la noche bajo la pérgola.
-Abre la estancia sobre la noche y la quietud,
-apaga las febriles lámparas,
-reúne con tus manos impregnadas
de cándidos olores, nuestras dos manos en el pecho;
-y haz que al a mañana, de la Amada sobre el Amado
los cabellos descansados flulyan
como los finos hilos de fuentes claras…
¡Oh Padre nuestro! Tú que estás liberado
e irradias suavemente en lo Inmutable,
¡líbranos, líbranos del mal!
LA CONDESA SANGRIENTA
FRAGMENTO
…El “ganado sacrificado sin tregua por Erzsébet se componía de criaturas jóvenes y desmañadas que limpiaban mal las alacenas, no terminaban los bordados y encañonaban mal las gorgueras o los volantes de las enaguas. Eran, las más veces, rubias y de piel tostada. Habían conservado de un antiguo tipo de raza los pómulos salientes, los ojos azules pero muy rasgados y la boca grande. Eran fuertes y bien conformadas. A veces había algunas aún más hermosas que llegaban de la región de Eger o incluso de más lejos, de los confines de Eslavonia. Éstas eran delicadas y delgadas, de rasgos más finos y grandes ojos grises o verdes. A las naturales de los Tatras se les podía exigir cualquier trabajo de bestia de carga: subir en baldes de madera el agua del riachuelo hasta el castillo encaramado en la colina; limpiar el patio y los jardincillos en que crecían rosales, claveles y nardos, en que una viña silvestre trepaba por las paredes llenando el aire con el perfume de sus flores de un verde amarillento repletas de polen; lavar los manteles de los banquetes y las sábanas junto a las lavanderas asalariadas, Kataline y Vargha Balintné. De esas criaturas, acostumbradas en sus casas a una vida más dura que la de los animales, atrevidas en plena naturaleza y acobardadas en las estancias del castillo, capaces de mantener a raya a un lobo, y que se arrastraban a los pies de la Condesa para pedir gracia, desaparecieron alrededor de seiscientas cincuenta…
FRAGMENTO
…Erzsébet Báthory no podía penetrar muy hondo en el dominio de la magia. Su demencia era de clase en exceso timorata y mezquina: se anulaba ante Darvulia, desenfrenada, de sangre intrépida por la que corrían los poderes verdes del bosque. Darvulia fue quien, el mismo año de la muerte de Ferencz Nádasdy, inició a Erzsébet en los más crueles juegos, le enseñó a ver morir y el sentido de ver morir. La Condesa, movida hasta entonces por el placer de hacer sufrir y desangrar a sus sirvientas, se había escudado en la excusa de castigar alguna falta cometida por sus víctimas. Ahora, la sangre vertida lo era sólo en virtud de la sangre, y la muerte dada sólo en virtud de la muerte. Darvulia bajaba a los sótanos, escogía a las muchachas que le parecían mejor alimentadas y más resistentes. Con ayuda de Dorkó, las llevaba a empellones por las escaleras y los pasadizos mal iluminados que conducían a los lavaderos donde ya se encontraba su señora, rígida en su alta silla esculpida, mientras que Jó liona y otras se encargaban del fuego, de las ligaduras, de los cuchillos y de las navajas de afeitar. A las dos o tres jóvenes, las dejaban completamente desnudas, con el pelo suelto. Eran hermosas y siempre tenían menos de dieciocho años, a veces doce; Darvulia quería que fuesen muy jóvenes, pues sabía que si habían conocido el amor el buen espíritu de su sangre estaba perdido…
FRAGMENTO
…La primera vez que vio morir, Erzsébet sintió un poco de miedo y contempló el cadáver como quien no entiende. Pero esa apariencia de remordimiento fue pasajera. Más adelante, se interesó por el tiempo que podía durar el proceso; y también por la duración del placer sexual, del placer brujo.
Voluptuosamente segura de su impunidad en el fondo de los sótanos de Csejthe, se entregó por completo a los juegos de las llamas, de las teas y de los candelabros que con sus reflejos amenizaban las fases del demente rito. Felicidad. En el último escalón del subconsciente, batía ya el ala de la locura. De no haber sido así, ¿cómo habría podido Erzsébet perpetrar tales cosas? …
FRAGMENTO
Desde la ley «Tripartitum», cuya promulgación, en 1514, había puesto fin a la «Dieta salvaje», nadie se había ocupado nunca de la clase campesina considerada como parte del suelo feudal. Lo primero que hizo Matías al subir al trono fue acordarse de que esta clase existía y extender a los campesinos la libertad de religión. Al contrario que sus dos predecesores, Matías tenía un espíritu positivo, no propenso a las búsquedas ocultas. Para él, combatir el mal, se encontrase donde se encontrase, era una obligación moral. No más sinuosas excusas y, sobre todo, no más taciturna autocracia que consideraba propia de una época pasada, peligrosa para su propia autoridad y por la que no mostraba piedad alguna, allí donde la encontraba. Si el proceso hubiera tenido lugar unos años antes, Erzsébet Báthory hubiera ido sola a ver al emperador Rodolfo, pariente político suyo (su primo Segismundo se había casado con María Cristina de Austria). Hubiera ido a verlo a Presburgo, donde residía entonces rodeado de sus astrólogos e inmerso en sus libros de magia. Le habría hablado con su lenta voz, habría clavado en él su grave mirada, y, sobre todo, habría llevado consigo, vuelto hacia el Emperador, el pergamino preparado por Darvulia, el conjuro propiciatorio. Ello habría bastado para inclinar el espíritu de Rodolfo a la indulgencia, y la pena de Erzsébet se habría quedado en un muy llevadero arresto domiciliario, por algún tiempo, y la promesa de no practicar más que una brujería inofensiva. Pero la hora había pasado: las armas negras ya no surtían efecto. …
TÀPIES, LAS FUENTES INNOMINADAS (1972-1973)
La vida, muda escondida, nuna inerte aun bajo sus aspectos más confusos; la Vida: repatar, pulular, esencias espesadas, desechos que parecen haber abandonado la lucha. Antes de Adán, engendrado bastante después del sexto día y después de todos los demás días sucesivos, vacíos, la vida: una de nombre Hachayah (Lilith), dotada de movimiento espontáneo que comunica a los mundos y hasta la animalidad, este mismo movimiento que posee el poder de re-producción infinita, actividad realizadora, pero no el movimiento de la producción primordial que hubiera necesitado de soporte para poder declararse. Este soporte, esta universal sustancialidad superior fue, después de Lilith, la segunda esposa de Adán; fue Eva, “la madre de los vidos”; y Adán, el espíritu, fue encargado de la evolución de esta parte de sí mismo. Levemente. Sin procreación: creaciones de rayos aparentemente sin residuos, moldes ideales de los posibles, extraordinarios motivos delimitados a pesar de todo por el espacio. Esto sin faltas ni fallos, ni tampoco irregularidades: justas. Pero este Todo, tan perfecto como fuera posible imaginar, fue sin embargo sacado fuera de la aguas del abismo, fuera del caos, de la masa sin nombre ni consistencia de la eterna Inconsciente. Se habla de Aguas del abismo que contenían el germen de la vida, de esa reina del abismo de las Aguas que desde siempre ofrecía su espejo, en el deseo de crear.
“Imposible de saber” -según san Jerónimo, en los tiempos de los primeros gnósticos- “si es Dios quien ha creado esta Alma, o si son las Aguas que la han realizado, con el fin de que las Aguas proliferasen en conformidad con sus Especies”. “Llevad furtos- dice la Angelía superiora- y que la Potencia liberadora multiplique sus límites”.
Antes de Adán, así se había declarado la potencia liberadora del magma, desde los minerales para undir y refundir en la tierra hasta la animalidad arrastrándose por su superficie en la hierba, ya pasto general del gran rebaño del sexto día (el “Behemah”), su alimento destinado, y mucho tiempo después cuando la muerte se anunció, volviéndose paja inerte. Hay que seguir ese proceso para alcanzar el material de lo que existe aquí abajo. Y es este camino preciso el que Tàpies ha vuelto a encontrar, delimitado por las bases de su pintura, despojos abandonados durante su descenso.
Es lo que algunas Escrituras hebraicas y gnósticas se denomina: “los trozos, las cortezas, las cáscaras”, lo que, rompiéndose, ha ido cayendo hasta llegar a su estado actual: lo inútil, el desecho de los cielos, por muy pocas veces que hayan sido incluidos sus ciclos. A medida que lo creado, todavía psíquico, ajustaba sus formas ligeras en esferas y globos apenas consistentes, los residuos se amontonaban alrededor en otras formaciones sucesaivas. La Gnosis habla de esos Eones en orden descendente; y esos vagos contornos cambiantes, esos desperdicios llegados de arriba componían por lo menos una idea de materia. Así desde el polvo brillante de los mundos astrales hasta el polvo de la carretera y el de los desvanes.
De aquella cortezas están hechos los mundos y escamándose emiten los primeros sonidos en el silencio. Lo que ya eran los primeros frutos de lso principios se cristaliza – después del sonido- en letras y jeroglíficos llenos de esencias nuevas: letras en forma de gotas que fluyen desde un punto, grafiti en dibujos de círculos protectores de rebaños, pilares, tejados, cobertizos: la construcción, la casa, el mueble y la autenticidad de su uso.
Es aquí, en el fondo de lo que ha tocado su base, en esos surcos labrados como por debajo del humus, donde Tàpies ha recogido sus materiales de construcción. Esto indica con qué fuerzas directas, con qué precisión sin flaquezas están cargados. Empezó desde el suelo, desde los más ínfimos resultados, los aparentemente más pobres en espíritu: polvo, paja, fibras vegetales, madera esterilizada por las intemperies; vio la luz de estos materiales despreciados y les ha hecho recobrar sus arquetipos. Don de Tàpies: haber conservado a la vez la forma de su condición terrestre y por esta misma forma haberlos liberado de ella. En un movimiento contrario se ha alzado con sus maderas como si fueran las “bellas del bosque durmiente” embrujadas de valores y ellas han vuelto a brillar como si fuera el primer día de su reinado.
Se puede intentar explicar esta naturaleza del pintor, y su arte, gracias a ciertos acontecimientos de su vida: la juventud pasada en medio de la revolución y las tragedias de Barcelona. La enfermedad durante la cual pudo abordar detenidamente en sus lecturas varias de las filosofías más abstractas: HInduismo, Zen, TAo, Cábala, tal vez Sufismo y Gnosis, estudiar a los místicos occidentales y, sin duda, echar un vistazo al psicoanálisis. Con todo, había que estar inicialmetne dotado para sentirlas más que para comprenderlas. Y lograr restablecer el lazo del espíritu supervisando desde arriba los más humildes avatares del Todo aquí abajo.
Los objetos juegan en las obras de Tàpies un papel de grandes testigos. El espejo pesado en la madera del mueble se sostiene, inquietante construcción de sombra y de magia. Unas tablas juntas presionan entre sí la aparente pobreza de almas encerradas. A veces una promesa única se cuela en medio, haz de luz viniendo de no se sabe dónde. Y un punto brilla en el centro del círculo deseierto, como el nacimiento del loto de oro en el corazón del cuerpo adiestrado en el yoga.
El cáñamo, el revoltijo de hijos, las fibras vegetales, las virutas erizadas, la ropa. Ropas ásperas ya sin trama, abandonadas en los rincones de los desvales lunares de las montas. Una de ellas, apretada en su centro por un trozo de cuerda, como un ombligo cerrado a todo nacimiento, voluntad gris de esterilidad. Tendidas por las puntas unas telas de sana bruja Verónica para limpiar las llagas y los sudores grises de lo lamentable; y vendajes desgarrados blanqueados por el viento, colgados de las maderas sagradas de los templos griegos.
Y carne, carne misma de este cuadro donde un trozo de carne estirada se dobla como por un suplicio en lo más pesado de lo inconfessable, cortada, enferma, ya pudriéndose… y lampiña, si no fuera por una mata de fibras vegetales plantada en la axila. “Y ellos realizaron y se hicieron producir, fuera de la inferioridad oscura, unas zonas protectoras, unos envoltorios de materia baja; porque percibieron, de un modo sensible, una Voz que les buscaba.” Carne tan pobre, y sin embargo la ma´s rica pertenencia del príncipe de este mundo, hasta morir por ello como todos, que sea divinamente o no. Como Job en el jardín nocturno, entre la paja sucia y los escombros a su alrededor, los lienzos de Tàpies hablan de la fuerte y sombría lucha, en lo más bajo de lo inanimado. Porque el espíritu habitaba la paja y los cascotes de tiestos.
En un templo hindú milenario en Assam, dedicado a la gran Madre Universal Kali, alí bajo el nombre de KamàKyà (la que tiene por nombre “el Deseo”), en los pilares cúbicos están grabados casi todos los modelos de origen geométrico de las telas de Tàpies. Son sencillos: el círculo, el triángulo rectáculo y el inverso, este otro femenino con pequeños agujeros, el óvalo, el cuadrado, unas cruces, unos puntos múltiples, una simple línea vertical, otra horizontal en el pilar de al lado, y a menudo la oblicua letra X, fuga de las líneas que se evitan, perdidas en el espacio, y que, al azar de un encuentro se conocen sin asentarse. El collar de Atragatis, la diosa madre de Asia Menor, estaba hecho de dos largas pieles de serpientes con múltiples manchas oceladas significando la reproducción, y se cruzaba en forma de X en el lugar del corazón. Era el collar de la desdicha, se decía o, por lo menos, de la fatalidad. De los más vivos de esos símbolos, apenas salidos del sueño de los Príncipes, transportando los poderes de los siete planetas presididos por unos luinosos Elohims, “de aquellas imágnes madres, serenas en la plenitud y sin embargo condenadas a descender al Vacío, a la Necesidad y a la Pérdida”, Tàpies sobre unas telas ha vuelto a dibujar las geometrías: círculo, con o sin luz en su centro, con o sin una pequeña irregularidad inquietante; cuadrado constiruido con fuerza, triángulo, a menudo truncado en trapecio, este trapecio, doloroso símbolo que a la fuerza posee el peso y no puede elvarse hasta una cima. Sin embargo existe, entre tantas formas trapezoidales en Tàpies, un collage en el que un melancólico color malva rosáceo suaviza la geometría híbrida. El arco y la ojiva se encuentran, a veces también truncados, inaptos para elevarse lo bastante alto y rehacer la unidad. Algunas veces al contrario, son ellos quienes aligeran los ángulos bien asentados del rectángulo.
Las letras también se hacen símbolos: diferencia de inspiración que da, una vez lo vertical masculino y, otra, lo horizontal femenino, reproducción infinita que proviene de los orígenes de abajo y toma forma sobre esta tabla ceñida en sus dos extremidades. Como en ese cuadro donde una especie de cama flota ma´s que descansa encima de una masa blanca, sábanas confusas desde las que un espíritu de limbos parece dudar si precipitarse para enmarcarse dentro del nacimiento. Esta sublime canción antigua de la “gran cama cuadrada – que el río profundo cruza por en medio- y a donde los caballos del rey podrían juntos ir a beber”; y en esas “cañas quebradas blancas” o más bien grises que Tàpies tanto aprecia y donde “quisiéramos dormir hasta el fin del mundo”.
Con colores en su mayoría oscuros como las cortezas, desdeñando incluso los títulos, el impacto de lo evidente, el choque de lo completo nos golpea sin fallar al ver la pintura de Tàpies.
Haber sido, y ser ahora en este preciso punto. Pero, ¿dónde estaban los testimonios, y entre qué y qué se rompieron? Devanando el hilo, Tàpies en cada ocasión vuelve a hallar las guías invisibles cuyo verdadero nombre es los “habiendo-sido”.
Alrededor del centro, la barrera de fuego prohíbe todo acceso a la sustancia de la vida. Menos para el creador que, por su naturaleza y la de suarte, remontando los niveles de las caídas sucesivas, agarrándose a todo este sembrado de arquetipos, tuvo que seguir hasta llegar al final y hacer evidentes las intenciones primordiales, recogiendo del mismo suelo los desperdicios, los cascotes, las pobrezas indiferenciadas: el “polvo de la tierra”, el de Adán.
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)