VER PROGRAMA DE TELEVISIÓN DEDICADO A LA POETA PITA AMOR
BIOGRAFÍA DE LA POETA PITA AMOR
“Era un ciclón, un meteoro… un aguacero resplandeciente con rayos y centellas y todo. Parecía una aparición, un fenómeno, una fuerza de la naturaleza en figura de mujer”.
Juan José Arreola
Una de las más inusitadas, si no polémicas, figuras de la poesía mexicana de la segunda mitad del siglo XX fue Guadalupe Amor (Ciudad de México, 30 de mayo de 1918 – Ciudad de México, 8 de mayo de 20001). Desde su primer libro de poesía Yo soy mi casa, de 1946, la vida y la obra de Guadalupe –“Pita” para sus amigos– ha estado rodeada de controversia: por una parte el –si bien efímero– reconocimiento de su talento literario, y por otra, el estigma como símbolo de decadencia y excentricidad generado por su voluntad de no seguir los atavismos de la mujer en México.
Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein fue la menor de siete hermanos: Manuela (Mimí), Carolina (Carito), Elena, Inés, José María y Margarita (Maggie), hijos del doctor Emmanuel Amor Subervielle y doña Carolina Schmidtlein García Teruel. De rancio abolengo –aunque no poseían un título de nobleza– se decía que los Amor eran descendientes directos de don Pelayo, el primer monarca de Asturias. La familia Amor Subervielle fue dueña alguna vez de casi la mitad del estado de Morelos, no obstante fue perseguida por la Revolución mexicana y la reforma agraria; llegó a la Ciudad de México a principios del siglo XX, cargando lo poco que pudo rescatar de su mundo ostentoso radicalmente alterado por los acontecimientos políticos. Todo esto acompañada de su servidumbre doméstica, la mayoría proveniente de la hacienda azucarera de San Gabriel, recién convertida en campamento por tropas zapatistas para ser devuelta, eventualmente, a sus dueños naturales: los indígenas de la región.
La Revolución liquidó toda su fortuna y dejó a la familia Amor en una situación económica que, desde aquel momento, siempre sería precaria. A pesar de la perenne falta de dinero y lujos materiales, los Amor jamás se despojaron del sentimiento de ser “familia de gran abolengo”, como afirmaba Guadalupe:
“Yo pensé en que, aunque no teníamos títulos, se decía que los Amor eran descendientes directos de don Pelayo, y recordé un escudo que había en la sala; el escudo de los Amor, lleno de espadas y con un león enfurecido. Además, me acordé con ilusión de todos los títulos que había en mi familia. Sí; mi tía Bichette, Condesa Celani, pensé. Pero mamá ha dicho que es un título papal, que le costó diez mil pesos. Pero lo del precio lo ha de saber poca gente. Además, no sé por qué mamá dice que sus abuelos alemanes pertenecían a la clase intelectual y no a la aristocracia. Y yo, que aun cuando ya estaba grandecita seguía pidiéndole a Dios que me hiciera reina de las hadas, pensé que los títulos de mi familia, en el fondo, eran bastante insignificantes”.
En gran medida, la familia sobrevivió gracias a las frecuentes visitas al Monte de Piedad del Zócalo. Sólo así, la madre de Pita, como así la llamaban, logró conseguir dinero para pagar la hipoteca, la despensa, la educación de sus hijas y mantener el estilo de vida al que estaban acostumbrados. La madre de la autora sólo tenía una hermana, Julia Schmidtlein García Teruel, una de las mujeres más sensacionales de la alta sociedad madrileña. Guadalupe siempre soñaba con llegar a España, al palacio de su tía, ver todas las maravillas que había coleccionado. Ambas fueron las dos hijas de una señora de la clase alta poblana, doña Gertrudis García Teruel de Schmidtlein; esposa de un médico alemán, Adolfo Schmidtlein, de clase modesta, pero culto. Junto a sus tres hermanos mayores, Carlos, Julia y Adolfo, Carolina, la madre de Pita, pasó su niñez viajando por Europa con su madre. Esto, y su falta de salud, tal vez la indujeron, a los diecinueve años, a buscar la protección de las pacíficas y adustas paredes del convento donde estuvo de novicia.
Por su parte, Emmanuel Amor, tras haber contraído matrimonio, muchos años atrás, con Concepción de la Torre y Mier, conoció a Carolina cuando era novicia y decidieron casarse. Recién llegado de Morelos, el señor Amor se instaló en un caserón afrancesado ubicado en la colonia Juárez. En este hogar nació Guadalupe Amor el 30 de mayo de 1918, aunque hay controversia con su año de nacimiento, unos dicen 1917, otros 1920.
Para aliviar la eterna crisis económica, el padre de Guadalupe Amor siempre tenía algunos negocios en mente. Desafortunadamente para su familia, fracasó en estos proyectos y la familia Amor se hundió más en una clase económica a la que nunca antes había pertenecido.
Don Emmanuel era feliz conversando de teología con sus amigos sacerdotes y literatos (que incluían a Erasmo Castellanos Quinto y Joaquín García Pimentel), asistiendo a las reuniones de los Caballeros de Colón, o leyendo horas enteras en su biblioteca. Tenía ediciones magníficas de obras inglesas, francesas, griegas, alemanas y españolas. Shakespeare, Byron, Tennyson, Goethe y Schiller alternaban con Calderón de la Barca y Lope de Vega, con Molière, Platón y Aristóteles. La Enciclopedia Británica ocupaba casi toda la parte inferior de los libreros. Guadalupe solía pasar tardes enteras sobre el tapete persa de la biblioteca, hojeando aquellas páginas llenas de letras incomprensibles, de mapas plegadizos, de pájaros de lustroso colorido, de plantas y raíces orientales y de mariposas. Sabía de memoria los títulos de todas las obras de la biblioteca, pero no le interesaba ninguno de aquellos libros.
De acuerdo con Elena Poniatowska, su sobrina, llegada a la adolescencia, Guadalupe asistió durante los años treinta a conciertos y conferencias en el recién inaugurado Palacio de Bellas Artes, donde le tocó observar a las figuras de la época, algunos miembros del Ateneo de la Juventud y del grupo de Contemporáneos. Además, entró en contacto con algunos representantes de la plástica mexicana, debido a que, en el edificio donde vivía con su familia, Carolina Amor de Fournier abrió la Galería de Arte Mexicano.
Antes de emprender su carrera literaria tuvo experiencias artísticas donde triunfaron su delicada belleza y fuerte carácter. El teatro y después el cine aprovecharon algunas de sus cualidades, que habrían de hallar más perdurable expresión en la poesía. En el teatro tuvo varios éxitos, entre ellos su actuación en La esposa constante, ¿En qué piensas? (de su maestro Xavier Villaurrutia), Casa de muñecas y La dama del Alba, con María Teresa Montoya.
Dejó el teatro a instancias de su madre pero no antes de hacer una incursión cinematográfica no muy venturosa en varias películas. La primera fue La guerra de los pasteles (1943), dirigida por Emilio Gómez Muriel, con la actuación de María Douglas y María Luisa Elliot. También participó en las películas Tentación (1943), actuada y dirigida por Fernando Soler; El que murió de amor (1944), de Miguel Morayta y Los cadetes de la naval (1944), de Fernando A. Palacios.
A la nada tierna edad de veintisiete años, tomó su lápiz de cejas y, en una servilleta de papel, artículo impensable en su casa materna, empezó a escribir lo que de ella sentía, Yo soy mi casa, dedicado a su gran amiga la también poetisa Gabriela Mistral. Entregada a sí misma, al incesante volcán que cabía su interior y en sus escritos, participó desde muy joven en la vida artística y cultural de su país. “Yo soy la reina de la Noche”, se decía, mientras se contoneaba desnuda por mitad del Paseo de la Reforma, envuelta tan sólo por su abrigo de mink. “Soy joven porque tengo la edad que quiero tener. Soy bonita cuando quiero y fea cuando debo”, afirmaba orgullosa y despreocupada siempre del qué dirán. Claro que detrás de esa máscara narcisista, había una mujer inteligente, cultivada y precursora de la lucha por los derechos femeninos. Una mujer con un don lírico que supo exprimir al máximo y que derivaron en una veintena de libros. Sus poemas se caracterizan a partir de expresiones directas y desencadenadas, siempre en primera persona, todo gira alrededor de la vida. Mostró siempre una poesía hecha bajo la métrica tradicional que aprendió a través de sus maestros Enrique González Martínez y Xavier Villaurrutia. Sus obras constituyen una brillante defensa de ella misma y de su arte en la cual, brilla la lucidez intelectual y la afirmación personal de la poeta ante los desmedidos ataques de personas que decían que no era posible que ella ―una joven y bella mujer― escribiera los versos que se publicaban bajo su nombre.
Su vida amorosa fue intensa y variada, fue madre soltera, protagonista de varios escándalos y plasmó en sus versos sus dudas sobre Dios y angustias existenciales. Posó desnuda para grandes pintores como Diego Rivera o Antonio Peláez. Hoy, es considerada una precursora de la liberación sexual femenina.
Su exhibicionismo, la adoración por sí misma, por su cuerpo, y el exagerado cuidado que tuvo de su persona durante su adolescencia, su juventud y los primeros años de su madurez fueron vox populi. «Nunca me he puesto un vestido más de dos veces», presumía. Por cierto que desde niña le chocaban los calzones, y lo que mejor hacía con ellos era quitárselos. Una monja la acusó de inmoralidad porque no llevaba nada debajo de su uniforme escolar. «Estoy en contra de los calzones matapasiones». Aun sin calzones, más tarde su elegante guardarropa y su buen gusto en el vestir fueron comentados por los cronistas de sociales. La mantilla negra de encajes que las señoras usan para ir a misa, Pita la desacralizó al usarla para cubrirse el pecho, los hombros, y envolver a sus amantes como tamalitos. A partir de los treinta años empezó a peinarse con un chino a media frente como el de los «cupies» de amor: esos cupiditos que revolotean siempre en torno a los enamorados.
De niña, en su casa de la calle de Abraham González, nunca aprendió lo que sus hermanas sabían a la perfección: las buenas maneras; el francés lo habló por encimita, el inglés también. Nunca la obligaron a hacer lo que no quería. Para ella no hubo disciplina, sólo pasteles. Nadie le puso el alto a la cantidad de maldades que se le ocurrían. Aprendió muy pronto a obligar a todas las miradas a converger en ella, a todos los oídos a escuchar hasta el más nimio de sus propósitos o de sus despropósitos. Carito, su hermana mayor, la comparaba a un pequeño Júpiter tonante. Con los años aprendió a injuriar a quienes se le acercaban y al final de su vida no quería que la tocara nadie. «¿Cómo se atreve a darme la mano si está lleno de microbios?». Le enfermaba que alguien tuviera la osadía de invadir su espacio vital y se lavaba las manos cuarenta y siete veces al día.
Ni su padre ni su madre tuvieron fuerza para controlarla y la dejaron libre como sus palabras. Nunca entendieron por qué al final de su vida habían dado a luz un ciclón, un meteoro, cuando sus demás hijos eran planetas fijos y estables. En la noche, después de la cena, la familia acostumbraba a leer y recitar, y seguramente esta poesía en voz alta influyó en ella en forma definitiva. Otras hermanas suyas, Mimí y Elena, también recitaban pero nunca se atrevieron a lanzarse al ruedo. Inés Amor, directora de la Galería de Arte Mexicano, dijo de Pita en 1953:
«Dentro del universo, Pita es como un astro. Desconozco el sol en cuya órbita gira, pero puedo decir que tiene una vida propia y peculiar, aunque en algunos aspectos sus fuerzas elementales se parecen a las de nuestro planeta: vientos huracanados, fuego intenso, tempestades y polvo. De vez en cuando (y ojalá sea más y más frecuente) tranquila belleza. Para descubrir a Pita haría falta el valor temerario de un piloto interplanetario o la sabia paciencia de un astrónomo… Tengo la ilusión de ser algún día admitida, como estudiante, en el observatorio de Santa María Tonantzintla».
Desde muy joven, Pita pudo participar en la vida artística de México gracias a su hermana Carito, colaboradora de Carlos Chávez y fundadora de la Galería de Arte Mexicano que más tarde habría de dirigir su hermana Inés. A esta galería, acondicionada en el sótano de la casa de los Amor, llegaron Orozco, Rivera, Siqueiros, Julio Castellanos, y la joven Pita se hizo amiga de Juan Soriano, Roberto Montenegro, Antonio Peláez, y todos la pintaron, incluyendo Diego Rivera, que la desnudó para gran escándalo de su familia y de los «trescientos y algunos más». Imperiosa, ella se lo exigía a gritos y ellos, azorados, hacían su santa voluntad.
A Pita siempre le costó adaptarse al mundo, siempre fue la voz que se aísla en la unidad del coro, en el seno familiar, entre sus cinco hermanas y su hermano Chepe, en el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, en Monterrey, que no aguantó y en donde no la aguantaron. La madre superiora le indicó que se hincara al momento de la oración y Pita fingió no oír. «Ella se acercó y tomándome por un hombro trató de forzarme a obedecer. Una bestiecilla embravecida es mansa comparada conmigo en ese instante: ciega de rabia le di un golpe en la cara y su dentadura postiza voló ¡unto con el rosario que llevaba en la mano quedando ambos entre las patas de una papelera cercana».
Huyó antes de los 18 años y comenzó su singular vida de soltera, rodeada de hombres que la amaban, de mujeres que la asediaban, de literatos que asistían a las reuniones que organizaba un día sí, y otro también, en su departamento de Río Duero y Pánuco. Pita Amor fue de escándalo en escándalo sin la menor compasión por sí misma. En un programa de televisión, cuajada de joyas, dos anillos en cada dedo, y sobre todo con un escote que hizo protestar a la Liga de la Decencia, que afirmaba que no se podía recitar a San Juan de la Cruz con los pechos fuera, se puso a decir décimas soberbias. Fue una de las figuras más ruidosas de los cuarenta y los cincuenta. Durante veinte años, desde la salida de su primer libro en 1946, atrajo la atención de un público cada vez más numeroso. Junto con Diego Rivera, Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Carlos Pellicer, María Izquierdo, María Félix, Edmundo O’Gorman, Justino Fernández, Lupe Marín, Cordelia Urueta, Xavier Villaurrutia, el Dr. Atl, Salvador Novo, Ignacio Asúnsolo, José Vasconcelos, Archibaldo Burns, Nahui Olin, Amalia Hernández, Juan Soriano.
Publicó Puerta obstinada (1947), al que siguió Círculo de angustia (1948). Estas obras le alcanzaron para ser considerada poeta, aunque algunos no creyeron que ella escribiera tales versos. En 1953 publica Décimas a Dios, establece un monólogo donde cuestiona ya la existencia de Dios, manifiesta su deseo de creer, pero en vez de creer reafirma su duda: “Dios invención admirable”.
En noviembre de 1955, Pita reapareció con su séptimo libro de poesía, Otro libro de amor, publicado en la colección Tezontle del Fondo de Cultura Económica. Este breve poemario ilustra un cambio notable en cuanto a la temática de sus versos. Si antes ardía “por Dios entero”, ahora su deseo no es otro que el contacto físico de su amado. Es otro libro de amor en el sentido celebratorio: si bien constituye un poemario más de Guadalupe Amor, no es como ningún otro que la poeta hubiera escrito hasta el momento.
En 1957 dio a conocer su novela Yo soy mi casa, con el mismo título de su primer poemario; pero si en el otro caso aludía a cuestionamientos ontológicos, en éste literalmente alude al lugar que la marcó para siempre. En la portada mostraba el dibujo con un pañuelo en la cabeza que le hizo Diego Rivera y que tuvo mucho tiempo a la entrada de su departamento.
En 1958, cuando publicó su libro de poemas Sirviéndole a Dios de hoguera, Alfonso Reyes afirmó que era el mejor de cuantos había escrito hasta entonces. Don Alfonso le dijo a la propia Pita que «había agarrado el núcleo de la poesía». Pita estaba en uno de sus buenos momentos, tanto en lo creativo como en lo emocional. Sin embargo, corría el rumor de que ella no era la autora sino don Alfonso, que la enamoraba. Entonces Pita escribió un soneto «que parodié de Lope de Vega cuando los envidiosos y los imbéciles decían que no era posible que yo escribiera mi poesía y que me la hacía Alfonso Reyes»:
Como dicen que soy una ignorante,
todo el mundo comenta sin respeto
que sin duda ha de haber algún sujeto
que pone mi pensar en consonante.
Debe de ser un tipo desbordante,
ya que todo produce hasta el soneto
por eso con mis libros lanzo un reto:
burla burlando van trece adelante.
Yo sólo pido que él siga cantando
para mi fama y personal provecho,
en tanto que yo vivo disfrutando
de su talento sin ningún derecho,
y ojalá y no se canse sino cuando
toda una biblioteca me haya hecho.
La angustia existencial es un tema constante en la poesía de Pita Amor, pero ella se negaba a ser descubierta, prefería mostrar un ser reinventado. Sin embargo, dio pistas sobre su verdadero yo cuando declaró: “Mi poesía es más real que yo misma”. A pesar de que Pita Amor logró publicar sus libros, ser invitada a España, tener su propio programa de televisión, vestir lujosamente, no se sentía satisfecha.
En 1957 Pita publica Galería de títeres, su segunda obra en prosa que contiene cuarenta cuentos cortos, cuyo tema principal son las mujeres maduras, como ella. En esta obra muestra a mujeres encerradas, como en cuadros, en espacios limitados de una habitación sofocante, y peor aun: en el espacio de un cuerpo marchito. La mayoría no se dedican a nada; las menos son amas de casa con espacios rutinarios; otras son viudas aburridas sin ningún horizonte; otras son exprostitutas que por viejas han dejado de tener demanda. Mujeres sin perspectivas ni iniciativas. Sus habitaciones encierran sus cuerpos, son presas de sus cuerpos, y en medio de la habitación desierta, miran al espejo que, en la penumbra, les devuelve su propia imagen caduca.
En 1959 escribe Todos los siglos del mundo, libro en el que trata los temas del amor, el desamor y el erotismo y, más atrevida, incluye poemas abiertamente lésbicos.
Imposible olvidar las fiestas de Pita Amor en su casa de Duero, que fue decorando de acuerdo con sus libros. Cuando escribió Polvo, tiznó muros y techo, todo en su casa se volvió gris: gris la alfombra, grises las cortinas, gris el satén con el que forró sus sillones, grises los manteles. Cuando apareció Otro libro de amor, grandes cretonas floreadas y chintz de colores a la House & Garden cubrieron sala y recámara; la casa se llenó de ramajes, la alfombra se convirtió en pasto verde y siempre había agua en los floreros.
Pita deja la niñez y la casa familiar donde nació y con ello comienza el peregrinaje a objetos arquitectónicos que nunca sintió propios: departamentos de alquiler, casas ajenas, clínicas psiquiátricas, cuartos de hotel y al final, las calles de la Zona Rosa capitalina donde pisaba la tarde, atropellaba la noche y se inconformaba con los transeúntes confundidos con su esperpéntica figura. Luego se creó un vacío, se le dejó de ver.
Con treinta y ocho años tuvo su primer y único hijo. Sabedora de que no iba a poder cuidar debidamente de él, se lo entregó a su hermana. En 1961, cuando su hijo Manuel tenía diecinueve meses, cayó a una pileta de agua y murió ahogado: “Maté yo a mi hijo, bien mío,/ lo maté al darle vida”. No fue Pita nunca más la de antes. “Se retiró del mundanal ruido. Escogió el aislamiento”. Se recluyó por varios años. En los setenta, la poeta volvió a los escaparates de la prensa pero nunca con tanta fuerza como en los cincuenta.
Entre 1960 y 1966 la autora no publicó libro alguno. Se mantuvo alejada de la prensa y apartada del mundo de artistas y estrellas que antes siempre la rodearon. Corresponden al periodo de encierro autoimpuesto por la muerte de su hijo, roto con la publicación de los poemarios Fuga de negras y Como reina de baraja. En 1975, tras casi diez años de silencio poético absoluto, publicó El zoológico de Guadalupe Amor, dedicado a Rodolfo Chávez Parra. Este libro constituye, quizás, una respuesta –aunque muy posterior– a la crítica más tenaz de su obra: la falta de evolución, la ausencia de progreso en cuanto a sus tan repetidos temas metafísicos y a su manera de presentarlos.
Pita era una leyenda de inesperados contrastes y emociones. Todo el mundo comentaba sus desplantes, sus «Ya llegué, cabrones», sus desnudos, sus escotes. Se ponía de pie al lado de María Félix y alardeaba: «¿Verdad que soy más bonita?». Bailaba con mucha gracia. Hacía reír y todos andaban tras de sus arañazos. En una película se vistió de gatito con orejas y cola puntiaguda. Seductora, sus admiradores, que eran legión, le aplaudieron lo mismo que cuando apareció con sombrero cordobés, vestida de corto, toda de negro y, dramática, entonó dizque cante jondo español y zapateó sobre corazones masculinos y femeninos.
Este personaje singular que en los últimos años de su vida llamaban «la abuelita de Batman» en la colonia Juárez, habría cumplido ochenta y dos años el 30 de mayo. Nombrada «reina honoraria de la Zona Rosa», deambulaba por sus calles un día sí y otro también, vestida de mariposa de lame dorado, de libélula, de Isadora Duncan, el pelo pintado, una flor a media cabeza, agobiada bajo el peso de varias toneladas de joyas y con la cara pintada.
Liverpool, Berlín, Londres, Varsovia, Hamburgo, Milán, Florencia, París, Versalles, Niza la vieron envejecer y enloquecer. Quizá Pita buscaba sus antiguas querencias en los oscuros departamentos de la colonia Juárez, puesto que ella nació en la calle de Abraham González 66 y luego vivió en la de Génova. Perdió la vista, la operaron de los ojos y desde entonces Pita anduvo con lentes de fondo de botella y bastón. Siguió sin soportar que alguien la abordara y utilizó el bastón para ahuyentar admiradores y acreedores, a veces pegándoles, a veces blandiéndolo al aire: «¡Paso, irredentos, abran paso!». Al caminar frente a unos limosneros los fustigaba: «¡De pie, zánganos, levántense y trabajen!».
En 1981 aparece A mí me ha dado en escribir sonetos, con prólogo de ella misma, donde rememora sus inicios y hace un recuento de su obra y además de aclarar que:
Insisto, no padezco angustia, padezco un mal diferente. […] Que es el de querer, el de ansiar escribir y escribir. […] En mi mente se agolpan mis ideas en una forma diabólica y alarmante. Pero curiosamente en mí mente no cabe el caos.
A mi me ha dado en escribir sonetos contiene veinte poemas ilustrados por Susana García Ruiz; la portada es un dibujo que le hiciera su amigo Antonio Pélaez. Y tal como Pita advirtiera, este libro revela otra faceta de su poética; ya no rechaza pensar, confía en su pensamiento; desaparece el tono de angustia de sus primeros poemarios; ya no se oculta en su interior; evoca la luz: “a mí me ha dado en descubrir secretos”.
Soneto IX
Ver el reloj y no mirar la hora.
Ver el espejo y contemplar la nada.
Ver la luz por la luz dinamitada.
Presentir los fulgores de la aurora.Vivir sabiendo que todo es demora.
Tener la sombra siempre abandonada
el pavimento gris y la enramada
medir la sangre siempre retadora.Sobrecogerse ante el menor sonido
retener todo el ruido en el oído.
Tener temor de volver la caratambién del antifaz que la enmascara.
Tener terror de entreabrir la puerta
y de encontrarla siempre tan desierta.
El anticuario Ricardo Pérez Escamilla palió todas las catástrofes que se cernían sobre su cabeza. Leal y generoso, la protegió no sólo contra los embates de hoteleros, restauranteros y taxistas, sino también contra los ultrajes del destino.
Caminaba encorvada con la ayuda de su bastón por las calles de la zona rosa, vestía con ropas lujosas pero muy antiguas, iba maquillada de manera exagerada, intentando darle lozanía a ese rostro marchitado por el tiempo; llevaba en el cabello flores, grandes flores de tela deslucidas, y una enorme bolsa donde cargaba su vida. Los transeúntes que no la conocían la veían con asombró, algunos con desprecio, otros simplemente no la veían, pasaban de largo mientras tapaban su nariz tratando de evitar el olor a orines que emanaba la mujer. En cambio los que la conocían la veían con admiración, le pedían un autógrafo o la saludaban con cariño, ella no les hacía caso; seguía su camino con su paso lento, mirando con altivez a esos humanos desconocidos que se atrevían dirigirle la palabra, sin que ella se los permitiera.
Entrada la tarde cuando el cuerpo le pedía de comer, la mujer de vez en cuando entraba a un restaurante lujoso y le ordenaba al mesero algún platillo acompañado con del mejor vino; si el mesero se negaba a complacer su petición, armaba un enorme escándalo maldiciendo con un vocabulario fino al dueño del restaurante a su progenitora y a su familia completa y salía del restaurante destrozando con su bastón todo a su paso. Pero no todos los restaurantes le negaban la entrada, había algunos que la dejaban comer y la atendían como lo que era una: ¡gran dama! Y entonces comía, comía despacio degustando cada bocado, tomando delicadamente la copa de vino para llevarla a sus labios pintados de rojo. Si estaba de buen humor, sonreía a los comensales levantando la ceja coquetamente y hasta brindaba con ellos; al terminar su comida tomaba su vieja bolsa llena de papeles y plumas, le sonreía al mesero y salía del restaurante despacio apoyada en su bastón y sin pagar la cuenta.
Quien la vio, jamás se imagino que en su juventud esa anciana fue una de las mujeres más bellas de la ciudad de México, hija de un hacendado, musa de pintores, amante de los hombres más adinerados de México, nada más y nada menos que la undécima musa, la poetisa, la única Pita Amor…
La mujer mexicana se ha caracterizado por ser callada, sumisa, honesta y humilde, sencilla e inteligente, pero hay sus excepciones. Mujeres que se han atrevido a romper todos los esquemas sociales. Guadalupe Amor es esa mujer, que se atrevió a todo. Se dice que sin duda, la trilogía, formada por Quevedo, Góngora y Sor Juana Inés de la Cruz influyeron para plasmar su poesía.
Eduardo Sepúlveda Amor, sobrino de la poeta, presentó en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México su documental Pita Amor, señora de la tinta americana, en coproducción con TV UNAM. A través de entrevistas con amigos, artistas, familiares y críticos, la película resalta la obra poética de Amor sin ocultar su tan peculiar y única personalidad. «No tenía ningún pelo en la lengua, te decía lo que pensaba ya fuera destructivo o hiriente. Tenía dos cosas impresionantes además del talento poético: su memoria, nunca se equivocaba al recitar a los poetas que le gustaban que eran sobre todo los clásicos españoles, y la segunda era su agudeza mental, no dejaba títere con cabeza», recuerda entre risas el director y productor del documental, que buscará transformarlo en un cortometraje. Michael Schuessler, uno de los biógrafos de Amor, define su poesía como autoreflexiva y la compara con el trabajo plástico de la pintora Frida Kahlo.
La poeta, quien traspasó las fronteras de su país, sobre todo hacia España, murió el 8 de mayo del 2000 por una neumonía sin perder el egocentrismo, vanidad y seguridad que la caracterizaban: «…Que todo morirá cuando yo muera imposible pensar de otra manera». Al final, amigos y críticos dejan definiciones variadas de la poeta: «Nunca he conocido persona más surrealista. Personaje único, con una total libertad. Era una especie de emperatriz de México. Un concierto perfecto de pasión, talento e inteligencia. La loca más cuerda que he conocido». Todos coinciden en el remolino, belleza y talento que fue Pita Amor.
OBRAS DE PITA AMOR
- “Yo soy mi casa” (1946) dedicado a su gran amiga la también poetisa Gabriela Mistral
- “Puerta obstinada” (1947)
- “Círculo de angustia” (1948)
- “Polvo” (1949)
- “Décimas a Dios” (1953). Fondo de Cultura Económica, colección Tezontle.
- “Otro libro de amor” (1955)
- “Sirviéndole a Dios de hoguera” (1958). Fondo de Cultura Económica, colección Tezontle. Dedicado a José Madrazo
- “Todos los siglos del mundo” (1959). Editorial Grijalbo
- “Como Reina de Baraja” (1966). Editorial Fournier.
- “Fuga de Negras” (1966). Editorial Fournier. Dedicado a Carolina Amor de Fournier, Dolores Puche, Dr. José Puche, Antonio Peláez y a Enrique de Rivas.
- “El Zoológico de Pita Amor” (1975). Editorial V Siglos. Dedicado a Rodolfo Chávez Parra.
- “Las amargas lágrimas de Beatriz Sheridan” (1981). Editorial Katún.
- “A mí me ha dado en escribir sonetos…” (1981). Editorial Katún.
- “Letanías” (1983). Editorial Domés. Dedicado a don José Amor de Ferreira.
- “48 Veces Pita” (1983). Editorial Posada.
- “La Jungla” (1984). Galería de Arte Misrachi. Dedicado a Carolina Amor de Fournier
- “Soy dueña del Universo” (1984).
- “Mis crímenes” (1986). FEM. Dedicado a Henri Donnadieu.
- “Liras” (1990).Edición de Autor. Dedicado a Martha Reyes Espíndola.
SELECCIÓN DE POEMAS DE PITA AMOR
YO SOY MI CASA
I
¿Por qué quise quitarme de las cosas
del mismo modo como las tomaba?
¿Por qué nunca fijé yo la mirada
en materia que tiene que morir?
¿Por qué siempre traté de resistir
a este lodo, que mancha con mirarlo?
¿Por qué intenté ir al mundo y despreciarlo,
tratando entonces de mirar al cielo?
¿Por qué busqué en la nada mi consuelo
y quise que la sombra me gustara?
¿Por qué huí de que el cuerpo me inquietara
e hiciera de mis poros sus esclavos?
¿Por qué insistía en que mis pies atados
tuvieran libertad para elevarse?
¿Por qué rogué a mi mente liberarse
de tanta combinada situación?
¿Por qué usé tan equívoca pasión
para calmar mis temblorosas ansias?
¿Por qué traté de distinguir distancias
que ojos normales nunca pueden ver?
Porque quise -¡ay, osada!- que mi ser
tuviera un prematuro amanecer.
II
… y me quise volver inalterable,
y lo logré volviéndome de piedra.
Era tan tormentosa mi tragedia,
que tuve que ceder y no fui nadie.
Y no fui nadie… y yo seguí existiendo
como existen las plantas y las piedras,
que soportan el sol y las tinieblas,
sin lograrse expresar, tal vez sintiendo.
Sintiendo que este mundo las rodea,
que las cobija el cielo y las alumbra,
pero a pesar de todo, la penumbra
es más grande, más grande que la idea,
que la idea de salir y levantarse
hacia un mundo mejor, desconocido,
donde puedan por fin en escondido
claro rincón, por una vez hallarse.
III
¿Por qué estoy sola llorando?
¿Por qué estoy sola viviendo?
¿Por qué, pensando y rondando,
mi sangre voy consumiendo?
¿Que no se oyen mis lamentos?
¿Que no se oyen mis clamores?
¿Que no, mis contentamientos,
tienen sabor a dolores?
Cuando nada me rodea,
pero todo me obsesiona,
cuando la dicha me crea,
pero el dolor me aprisiona.
¿No es de justicia un camino
aunque deba ser fatal?
¿No es menester que el destino
me liberte de este mal?
IV
Camino que a veces veo
como un abismo angustioso,
pero que otras veces creo
un monte maravilloso.
¿Por qué si negro pareces,
mostrárteme quieres blanco?
¿Por qué si brillante creces,
de pronto te tornas llanto?
Rara condición la mía
de visión tan exaltada:
mi dicha y mi fantasía,
mi pena, dolor y… nada.
V
Escaleras sin peldaños
mis penas son para mí,
cadenas de desengaños,
tributos que al mundo di.
Tienen diferente forma
y diferente matiz,
pero unidas por los años,
mis penas, o mis engaños,
como sucesión de daños,
son escaleras en mí.
VI
Casa redonda tenía
de redonda soledad:
el aire que la invadía
era redonda armonía
de irrespirable ansiedad.
Las mañanas eran noches,
las noches desvanecidas,
las penas muy bien logradas,
las dichas muy mal vividas.
Y de ese ambiente redondo,
redondo por negativo,
mi corazón salió herido
y mi conciencia turbada.
Un recuerdo mantenido:
redonda, redonda nada.
VII
Todos hablan de mi vida…
algunos, de mis amores,
nadie de mis sinsabores
ni de mi pena escondida.
Si yo a nadie recrimino
y todo en todos tolero,
¿por qué el mundo, en mi destino,
pretende ser justiciero?
VIII
No es que yo ame el sufrimiento
ni que el placer me desboque,
mi afán es que el alma toque
senderos de redención.
Necesito en mi pasión
bueno y mal amalgamado,
tendré un camino logrado
cuando mi vida y mi suerte,
por haberse realizado,
me hayan dado dicha y muerte.
IX
Cada vez que a un camposanto
llego por casualidad,
en vez de ver tumbas, veo
vidas que viviendo están.
Cuando yo salgo a la calle
y miro gente reunida,
me parece que dormida
o muerta la gente está.
En vez de figuras creo
muchas lápidas mirar,
y sus cuerpos imagino
rígidos de eternidad.
X
No sé si muero despierta
o si es que vivo soñando,
si sé que me estoy quemando
y que todo me atormenta.
Lo que a mí sólo me pasa
está más allá de todo,
no hay nadie que de este modo
sentirse pueda en su casa.
Y al decir casa, pretendo,
con un símbolo expresar,
que casa, suelo llamar
al refugio que yo entiendo
que el alma debe habitar.
XI
Noches con ojos abiertos,
noches de vuelos terribles,
congoja y ansia indecibles,
sueños en sombra despiertos.
Desbordados mis latidos,
mis pasiones desbordadas,
mis ansias, ¡ay, no colmadas!,
casi muertos mis sentidos.
Todo en la noche girando,
filtrándose por mi alma.
Yo clamo por tener calma:
¡Mi Dios, mi Dios! ¿Hasta cuándo?
XII
¡Ay, Luna!, tú no eres luna,
Luna, tú estás más allá,
demasiado luna eres
para poder Luna estar.
¡Ay, Luna, ven en mi ayuda
que yo quiero descifrar,
por qué siendo tú tan luna,
Luna, tan extraña estás!
XVII
De mi esférica idea de las cosas,
parten mis inquietudes y mis males,
pues geométricamente, pienso iguales
a lo grande y pequeño, porque siendo,
son de igual importancia; que existiendo,
sus tamaños no tienen proporciones,
pues no se miden por sus dimensiones
y sólo cuentan, porque son totales,
aunque esféricamente desiguales.
XVIII
Estrellas que, por ser tantas,
todas parecéis iguales;
estrellas que, virginales,
lograsteis ser infinitas.
¿Acaso luces malditas
que por turbarme nacieron,
o es que, acaso, se movieron
para mí, puertas benditas?
Pero como, al fin, mis cuitas
en estrellas se fijaron,
a estrellas, penas se ataron
de modo tan similar
que parecen continuar,
en espejo reflejado,
su universo dilatado
a mi pena universal.
XIX
Se incubó mi egoísmo en soledad.
Entonces, ¡no ha de ser tanto egoísmo!…
Si mi niñez, más que niñez, fue abismo,
no es raro que llegase a esta verdad:
que lo único que vale es el ser mismo.
Y que si bien existe en mí, maldad,
como virtud e indiferencia tengo,
equilibrando bien y mal, sostengo:
que hay en mi todo, mi ritmo de igualdad
que compensa egoísmo y hermandad,
y hace de una niñez que fue vencida,
esta egoísta madurez crecida,
que gime porque sea su verdad
una entrega total y sin medida.
XX
Me estoy volcando hacia fuera
y ahogándome estoy por dentro.
El mundo es sólo una esfera,
y es al mundo al que pidiera
totalidad, que no encuentro.
Totalidad que debiera
yo, en mí misma, realizar,
a fuerza de eliminar
tanta pasión lastimera;
de modo que se extinguiera
mi creciente vanidad
y de este modo pudiera
dar a mi alma saciedad.
PUERTA OBSTINADA (1947)
I
Muerte y Vida, sois en mí
la misma inquietud doliente,
el mismo trayecto ardiente
que nace donde termina;
una fuerza que domina
en idénticas porciones.
Vida y Muerte, sois pasiones,
un solo círculo hacéis:
si distintas parecéis
engaño es de cercanía.
No hallo en vida lozanía
ni en muerte temo final,que yo os uno por igual
y en línea curva os realizo,
hasta el instante preciso
que por haberos juntado
sois infinito saciado.
II
Caminaba yo de frente
y mi sombra iba detrás.
Yo pensé que la cubría,
pero mi sombra tenía
la facultad suficiente
de tornarme transparente,
y ocupando mi lugar,
ella se filtró indolente,
y yo, su sombra… fuí atrás.
VIII
Mi cuarto es de cuatro metros.
Mide mi cuerpo uno y medio.
La caja que se me espera
será la suma del tedio.
DÉCIMAS A DIOS
I
Dios, invención admirable,
hecha de ansiedad humana
y de esencia arcana,
que se vuelve impenetrable.
¿Por qué no eres tú palpable
para el soberbio que vio?
¿Por qué me dices que no
cuando te pido que vengas?
Dios mío, no te detengas,
¿o quieres que vaya yo?
II
El inventarte es posible…
Difícil es sostener
la potencia de tu ser,
ser absoluto intangible.
El que seas invisible
no es el misterio más hondo.
Exaltada hallo tu fondo,
mas cesa mi exaltación,
y tu admirable visión
en mi pensamiento escondo.
III
Yo siempre vivo pensando
cómo serás si es que existes;
de qué forma te revistes
cuando te vas entregando.
¿Debo a ti llegar callando
para encontrarte en lo oscuro?,
¿o, es el camino seguro
el de la fe luminosa?
¿Es la exaltación grandiosa,
o es el silencio maduro?
IV
Tal vez no quiera yo hallarte
y por eso no te veo,
que es el ansioso deseo
el que logra realizarte
A ti no te toca darte;
si mi soberbia te invoca,
es a mí, a quien me toca
salir al encuentro tuyo.
Me acerco a ti, te construyo…
Ya tengo fe, ya estoy loca.
V
Dios mío, sé mi pecado,
consiste en verte en concreto;
y tú, el eterno discreto,
por eso me has castigado,
dándome un ser complicado
que piensa entenderlo todo
y que jamás halla el modo
de fundir carne con mente,
que pensando con la frente,
se está pudriendo en el lodo.
VI
Te quiero hallar en las cosas;
te obligo a que existas en el cielo,
intento violar el velo
en que invisible reposas.
Sí, con tu ausencia me acosas
y el no verte me subleva;
pero de pronto se eleva
algo extraño que hay en mí,
y me hace llegar a ti
una fe callada y nueva.
VII
No te veo en las estrellas
ni te descubro en las rosas;
no estás en todas las cosas,
son invisibles tus huellas;
pero no, que aquí descuellas,
aquí, en la tortura mía,
en la estéril agonía
de conocer mi impotencia…
¡Allí nace tu presencia
y muere mi mente fría!
VIII
No creo en ti, pero te adoro.
¡Qué torpeza estoy diciendo!
Tal vez te voy presintiendo
y por soberbia te ignoro.
Cuando débil soy, te imploro;
pero si me siento fuerte,
yo soy quien hace la suerte
y quien construye la vida.
¡Pobre de mí, estoy perdida,
también inventé mi muerte!
IX
Es la soberbia, Dios mío,
la que me está haciendo hablar.
¿Por qué insisto en descifrar
el ser, la luz, lo sombrío?
Si sólo existe existe el vacío,
no es a mí a quien le toca
volver la cabeza loca
queriendo entenderlo todo.
Este orgullo de mi lodo
sólo con fe se sofoca.
X
Fácil es creer en ti
y vivir de tu clemencia,
sin desentrañar tu esencia
y gozando lo de aquí.
Yo por desdicha nací
sentenciada a investigar,
a atormentarme, a pensar
y a no aceptar el misterio;
pero a mi humano criterio
le está vedado el volar.
XI
No al que me enseñaron, no.
Al eterno inalcanzable,
al oculto inevitable,
al lejano, busco yo.
Al que mi sér inventó
mi sér llenó de pasiones,
de turbias complicaciones
y rotunda vanidad.
Sér que busca la verdad
y sólo halla negaciones.
XII
Hablo con Dios, como el ciego
que hablase de los colores,
e incurro en graves errores
cuando a definirlo llego.
De mi soberbia reniego,
porque tengo que aceptar
que no sabiendo mirar
es imposible entender.
¡Soy ciega y no puedo ver,
y quiero a Dios abarcar!…
XIII
Dios será la salvación
pero es difícil hallarlo
porque no basta heredarlo
y pedirle compasión
Hay que abrirse el corazón
y las entrañas rasgarse,
y ya desangrada, darse,
olvidándose de todo.
Hay que buscarle de modo
que Dios tenga que entregarse.
XIV
Más que nunca te deseo,
y es cuando estás más lejano,
hoy que me consumo en vano
porque ni en la nada creo.
Soledad sola poseo:
opaca, hueca, infinita.
Ni mi sombra me visita,
pues ella salió a buscarte,
y como no pudo hallarte,
volverse conmigo evita.
XV
No tengo nada de ti,
ni tu sombra, ni tu eco;
sólo un invisible hueco
de angustia dentro de mí.
A veces siento que allí
es donde está tu presencia,
porque la extraña insistencia
de no quererte mostrar,
es lo que me hace pensar
que sólo existe tu ausencia.
XVI
Oculto, ausente, baldío,
hermético, inalterable,
asfixiante, invulnerable,
absorbente, extraño y frío;
así te siento, Dios mío,
cuando sola y angustiada
me consumo alucinada
para lograr mi plenitud,
rompiendo esta esclavitud
a la que estoy condenada.
XVII
Dime, ¿que es lo que pretendes
con tu silencio y tu ausencia?
¿En dónde está tu clemencia,
si te imploro y no desciendes?
Me creas de lodo inmundo,
luego en más fango me hundo,
y soy, entonces, culpable.
¡Dios eterno, inexplicable
qué misterioso es el mundo!
XVIII
Harás con mi carne, lodo;
con mi corazón, simiento;
con mi sangre, nuevamente
vida le darás a todo.
Pero, dime, ¿qué acomodo
a mi angustia le hallarás?
¿En dón de colocarás
mi abismo de soledades…?
¡Sólo inventando oquedades
que no terminen jamás!
XXIII
La angustia y la vanidad,
fundidas, te han inventado,
y después te han obligado
a ser la sola verdad.
Quiso la fatalidad
que me tocases de herencia;
mas me persigue tu ausencia
y me da espanto mi suerte,
pues voy a morir sin verte
y sin comprender tu esencia.
XXIV
¿Acaso tú has conocido
mi conciencia destructura,
la soledad invasora
y las muertes que he vivido?
Si tú hubieses padecido
un instante de amargura,
el pavor de la negrura
y la impotencia del ser,
hubieras hecho a mi sér
de una materia más pura
XXV
¡Ay, cómo te comprometo
con mi egoista insitencia
de reclamar tu presencia
violando así tu secreto!
Sé que lanzo casi un reto
al no aceptarte como eres.
Pero dime, ¿qué prefieres?
¿Que por cobardía calle
o que, torturada, estalle
diciendo cuánto me hieres?
XXVI
¿Por qué tratas de ocultarte
y de ser tan misterioso,
cuando el corazón ansioso
te siente y no puede hallarte?
XXXI
Tan solo, tan solo estabas,
que la soledad creaste,
sólo así te desquitaste
de la angustia que inventabas.
Hoy mis venas son esclavas
de ese tu tedio infinito;
soporto tu absurdo mito,
y heredo tu soledad…
Lucho porque seas verdad
y eres eco de mi grito.
XXXII
Tú tienes todo el poder;
tú riges el movimiento,
fabricas el pensamiento,
principio y fin das al sér…
Pero yo quiero saber
si tus fuerzas las dominas,
si cuando creas y exterminas
es timón tu voluntad;
si posees libertad,
o sólo a ciegas caminas.
XXXIII
Si es que me estás escuchando
respóndeme y dí qué sientes
cuando en mis noches candentes
la angustia me está abrasando.
Sabes que vivo pensando;
así quisiste crearme.
¿Lo hiciste por castigarme?
¿de qué?, o, ¿fué impotencia
tuya, el darme esta conciencia
que tanto habría de dañarme?
XXXIV
Es cobardía buscarte
porque das la solución
a la impotente razón
que amándose, quiere amarte.
Pues te toma por baluarte
y detrás de ti se escuda,
y así, quedándose muda,
oye tu voz para oírse:
baja forma de evadirse,
terror de existir desnuda.
XXXV
Mi impotencia, mi ambición:
doble vida corta y larga,
mi nostalgia que se alarga,
el rigor de mi razón,
hacén de mi corazón
una morada infinita,
que aguardando tu visita
de latidos se alimenta;
y así, nutriéndose aumenta
la cavidad que palpita.
XXXVI
Eres mi meta anhelada,
mi esperanza en el trayecto,
el solo sendero recto,
la luz en la encrucijada;
eres la quietud soñada,
el silencio sin tortura,
la libertad en clausura,
la fe sin exaltación,
el imán de la razón,
y el éxtasis que perdura.
XXXVII
Antes te quise visible
constante en mi inteligencia,
deseé tu fija presencia
y que fueses infalible.
Hoy te concibo intangible,
tan sólo una sensación
que adormece la razón,
y por instantes contados,
eres latidos aislados
que arroban el corazón.
XXXVIII
Sé que eres inexpresable,
que es torpeza definirte,
que el acierto está en sentirte,
y así alcanzar lo inefable.
Más mi ambición indomable
quiere pruebas exteriores,
desea que mis dolores
tengan un premio inmediato.
Mi Dios, te propongo un trato:
¡que sin tardar me enamores!
XXXIX
Haz conmigo una excepción
y déjame que te vea;
o haz que a ciegas en ti crea
e invade mi corazón;
arrebata mi razón;
mi sangre vuélvela fuego;
en él abrásate luego,
y quédate siempre en mí.
¿Qué, no te hago falta a ti?
¡Pues corresponde a mi ruego!
XL
Hoy Dios llegó a visitarme,
y entró por todos mis poros;
cesaron dudas y lloros,
y fué fácil entregarme,
pues con sólo anonadarme
en la exaltación que tuve,
mi pensamiento detuve,
y al fin conseguí volar…
Sin moverme, sin pensar,
¡un instante a Dios retuve!
XLI
¡Hoy Dios no quiso venir!…
Se fatiga de escucharme,
y no es que deje de amarme,
es que se cansa de oír
que yo lo obligo a existir
rogándole que se muestre.
Soy tan humana y terrestre,
que lo deseo en presencia;
pero si hallo al fin su esencia,
tal vez a Dios lo secuestre.
XLII
Tengo contigo una cita
que nunca a nadie le has dado;
un pacto nuevo y vedado,
una fe que no se grita,
una sensación que incita
a existir ya sin tortura
por esta humana envoltura
que sólo angustias produce;
un sentimiento que induce
a existir sólo en la altura.
XLIII
Me sirves de baluarte,
de asilo de mis temores,
de centro de mis amores,
y a ti ¿qué puedo yo darte?
Egoístamente amarte;
pedirte que seas verdad;
que comprendas mi maldad;
que mi sér tenga sentido,
y que mi último latido
haga eco en la eternidad.
A MÍ ME HA DADO…
A mí me ha dado en escribir sonetos
como a otros les da en hacer sonatas
lo mismo que si fueran corcholatas
etiquetas, botones o boletos
A mí me ha dado en descubrir secretos
A mí me ha dado por volar veletas
A mí me ha dado en recortar siluetas
y en medir bien la luz de los abetos
A mí me ha dado en alumbrar la rosa
y medir el listón de la violeta
la rosa que se vuela en mariposa
la rosa desmayada tan secreta
la rosa de la flor maravillosa,
y en quebrar el fulgor de la ruleta.
BIZNIETA DE LOS BISONTES
Biznieta de los bisontes
prima hermana de panteras
yo colecciono quimeras,
fulmino los horizontes
Quemo la luz de los montes,
eternas mis primaveras
y son lilas mis ojeras
y verdes los saltamontes
Los contornos de la luna
se doblan en la laguna;
los contornos del lucero
brillan allá por enero
y los contornos del tiempo
suelen ser mi pasatiempo.
YO FUI NOVIA…
Yo fui novia del Blue Boy de
un árabe del desierto
de un músico de concierto
y en el infierno ahora estoy
Yo me voy en un convoy
a recorrer el Mar Muerto,
el mar obscuro y abierto y
por sus ondas me voy
Voy a pescar peces rojos y a
encerrarlos con cerrojos en un
frasco de cristal
Ya es mi locura total
estoy por ti encarcelada
en la cárcel de la nada.
LA ARITMÉTICA…
La aritmética alarmante
la matemática fría
la distante geografía
el álgebra desquiciante
la alquimia desconcertante
la glacial filosofía
la celeste astronomía
la teología enajenante
el ajedrez silencioso
el dominó misterioso
el deporte de la lumbre,
que es de los juegos la cumbre,
nunca podrán igualar
al deporte de pensar.
CÍRCULO DE ANGUSTIA XV (1948)
Estos pies que, por tanto caminar,
se han herido sin dar con el sendero,
y estas manos cansadas de implorar
al cielo que les muestre lo certero,
y mis ojos que, secos de llorar,
no han hallado el camino verdadero,
se reúnen un día a conversar
y los sangrientos pies hablan primero:
–Venimos fatigados, de muy lejos,
ya todos los caminos recorrimos;
de la verdad no hallamos ni reflejos;
sólo heridas y lodo recogimos;
estamos extenuados y deshechos.
Y las manos alegan sus derechos:
–Qué diremos nosotras que, ambiciosas,creímos alcanzar el cielo orando,
y después, más paganas que piadosas,
a la sombra nos fuimos entregando…?
¡Más solo retuvimos amargura!
Y los ojos expresan su tortura:
–Del mirar conocemos el martirio
en la luz y en la sombra hemos cegado,
y, cerrados o abiertos, el delirio
de ver lo que no existe hemos pasado.
¡Sólo somos pupilas de tormento!
VISITACIÓN DEL DEMONIO
En mi noche ha venido el demonio celoso a visitarme,
su presencia he sentido, pero en vez de quemarme,
con su fuego ha logrado congelarme.
No puedo recordar el clima de la noche visitada
pero puedo jurar que mi mente nervada
ha servido al demonio de morada
En la noche me pierdo,
hoy mi noche no tiene convulsiones,
y con todo,
recuerdo las temibles uniones,
con el torvo creador de las pasiones.
Mas una cosa extraño, ¿cómo si pude resistir su ardor,
su infinito tamaño,
aún ignoro el color,
que tiene el enemigo abrasador?
¿Que tal vez el maligno en la forma de dios vino a turbarme,
y el fulgor de su signo consiguiendo cegarme,
impidió que pudiera cerciorarme?
¿Más podrá ser acaso del color de la noche en que lo miro,
un inmóvil ocaso, el vacío en que giro,
la hueca oscuridad en que deliro?
Pero puede ser rojo y tener la estructura de mis venas,
puede ser el arrojo, las ardientes cadenas,
las moradas de fuego siempre llenas.
¿y si fuese lo verde?,
la cobarde esperanza y el deseo,
lo que siempre se pierde ese cielo que veo,
y de tanto mirarlo en el no creo,
¡pero no, que locura!
el demonio no tiene estos colores
no es la negra tortura,
ni los rojos ardores,
ni tampoco los áridos verdores,
Intensamente pálido,
revestido de gris indiferencia,
cauteloso y escuálido,
sin fuerza ni violencia,
va derramando su plomiza esencia.
De mi noche despierto,
y el misterio por fin he descifrado,
su color es de muerto,
solo es polvo formado,
¡por mi pensante polvo desquiciado!
TRES SONETOS DE AMORES PROHIBIDOS
I.
En mi lecho anestesiado
tuve un sueño de cometa
de barcos, velas, veletas,
tuve un sueño de pecado
Un sueño como blindado
de treinta puertas secretas
y de misteriosas grietas,
un sueño casi sellado
Soñé que estabas conmigo
tú eras mi solo testigo
Soñé que me penetrabas,
que con lascivia me amabas
y tu cuerpo junto al mío
formaban sólo el vacío.
II.
Yo te amaba hasta el delirio
mas allá de lo que miro,
sabes que por ti deliro
por ti, mi tez es de cirio
mis venas son de martirio
Pero yo ya me retiro,
pongo en mi florero un lirio
erguido, blanco, morado,
en su belleza sellado
y sigo pensando en ti
infernal mi frenesí
Ante tu cuerpo
yo me quedo absorta,
me juego en ti la yugular, la aorta
III.
Por la calle tú has visto los traseros
de las mujeres, que el sudor transpira
y con sus culos abultados giran
a la iglesia los miércoles primeros
Van tocadas con velos y sombreros
que al arrebato del pecado inspiran
y en contra del incienso ellas conspiran
Tú has mirado sus talles traicioneros
De lascivia tus ojos se han llenado
Al mirarlos, ejerces tú el pecado
Tus sueños son de iglesia y de lujuria
de deseos frenéticos, de furia
Yo he sentido unos celos infernales
pensando en tus deseos municipales.
MI LOCURA
Mi locura es portentosa
mi locura es de espejismos,
mi vida de cataclismos
y es de locura la rosa
y la alada mariposa
y mis pensamientos mismos
De locura mis abismos
de locura es cualquier cosa
Suele el lirio ser del valle
y de cemento la calle
y es infernal mi locura
y eterna la noche obscura
Es de platino mi mente
y mi locura ascendente
ME HA PINTADO…
Me ha pintado el Tintoretto
y el genial aragonés
que no llegó a ser francés:
Goya, y el Spagnoletto
Bajo la luz de un abeto
o a la sombra de un ciprés
o a la sombra de las diez
lanzando yo al mundo un reto,
me han pintado Zurbarán
Lautrec, Manet y Derain
y me pintó Andrea del Sarto
melancólica en mi cuarto
y Rembrandt me dibujó
en un lienzo que voló.
POLVO (FRAGMENTOS I)
I
Me envuelve el polvo, y me inquieta.
¿Por qué vendrá de tan lejos?
Y ¿cómo en residuos viejos
mundos pasados sujeta?
-El polvo no tiene meta,
ni principio habrá tenido;
sé que siempre ha contenido,
en su eternidad convulsa,
la arcana fuerza que impulsa
a lo que es y a lo que ha sido.
IV
Polvo constructor del mundo,
mundo de sangre impregnado,
lo gris por rojo has mudado,
lo estéril por lo fecundo.
Es tu poder tan profundo,
que de sangre has hecho ideas;
temo que divino seas
pareciendo terrenal,
pues te presiento inmortal
porque tú mismo te creas.
VIII
Te veo por los tejados,
por las alas de mi suerte;
en los espejos, al verte,
miro mis poros ajados,
de eterno polvo impregnados,
de antiguas muertes nutridos
al igual que mis sentidos.
Polvo que polvo vas siendo,
mi cuerpo te está sirviendo
de antena de tus latidos.
IX
A un doble polvo enemigo
mi rostro está sentenciado:
al uno nació ya atado;
del otro busca el abrigo.
Dos muertes lleva consigo:
una alegre, otra sombría;
aquélla siempre varía,
ésta sin moverse espera.
Si una es ya mi calavera,
la otra es mi máscara fría.
X
De pronto vi mi cabeza
en el espacio perdida,
con pensamiento, y sin vida,
y sin humana impureza.
Sentí profunda extrañeza;
mas luego entendí mi lodo,
y fui descubriendo el modo
de hacer mi cuerpo infinito:
Mi polvo al polvo remito,
dejo de ser… ¡y soy todo!
XII
Ya soy criatura sin piel:
el polvo me la ha robado,
brutalmente la ha arrancado
y ahora lo cubre a él.
Mira, polvo, eres cruel:
de fango me has construido,
a mi alma diste sentido
y te va a nutrir mi muerte.
¡Dame otra piel que liberte
este cuerpo escarnecido!
XIII
Cuando en polvo esté esparcida
mi carne ya no vibrante,
y este cerebro enervante
deje de inventar la vida;
ahí en la tierra, perdida,
encontraré polvo amigo,
de alguien que lloró conmigo
hasta consumir sus ojos.
¡Qué alivio que sus despojos
le den a mi polvo abrigo!
XIV
Cuando mi carne podrida,
al irse polvo volviendo,
sienta que se está fundiendo
con alguien que odió en la vida,
querrá buscar la salida
por los poros de la tierra,
pues entablará una guerra
con ese polvo enemigo.
¡Ay, que temible castigo
mezclarse con lo que aterra!
XV
Polvo, ¿por qué me persigues
como si fuera tu presa?
Tu extraño influjo no cesa,
y hacerme tuya consigues;
hoy mi humillada figura,
mañana en la sepultura
te has de ir mezclando conmigo.
Ya no serás mi enemigo…
¡Compartirás mi tortura!
XIX
¡Oh polvo, angustia esparcida!
¡Llanto que en mis huesos llevo!
Pensando en ti, ya me atrevo
a no sentirme en la vida.
Me estoy soñando perdida
en tus hambrientas arenas,
mientras mi carne condenas
y consumes mi figura,
ya somos lo que perdura:
la materia sin cadenas.
XXI
Polvo, cómplice enemigo,
a un tiempo goce y tortura,
mi libertad y clausura,
mi recompensa y castigo;
todo lo tuyo investigo
porque observándome estoy.
Dicen que viviendo voy,
y yo siendo lo contrario;
mi existir no es voluntario,
de ti, polvo, aliada soy.
XXII
Al fuego, al temible fuego,
al que todo lo devora
con su violencia invasora,
ya sin temores me entrego.
Polvo hará de mí, mas luego
que me convierta en ceniza,
esta lumbre advenediza
tendrá el fin que ha provocado:
mi polvo habrá exterminado
el fuego que me esclaviza.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
https://youtu.be/vR4Wd6izfsU?si=SpBA5QFajPqJCjSh
https://www.ecured.cu/Pita_Amor
http://www.elem.mx/autor/datos/46
https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/pita-amor-la-poeta-terrible-y-genial
https://poemas.yavendras.com/pita-amor/
https://es.wikipedia.org/wiki/Pita_Amor
https://www.facebook.com/profile.php?id=100034751904923&locale=es_ES
https://confabulario.eluniversal.com.mx/pita-amor/
https://www.pressreader.com/mexico/la-jornada/20150816/282029030963995
https://fuenteshumanisticas.azc.uam.mx/index.php/rfh/article/view/171/167
PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)