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207. Canto a nosotras mismas, también somos poetas.

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POEMAS DE NORMA MENASSA

3 Poesía más Poesía: Enrique Molina y Norma Menassa - Revista ✍ Poesía Más  Poesía ®️ Una revista de Grupo Cero

AMOR, NO ESTÁS, POEMA DE NORMA MENASSA

Y me quedé mirando los círculos concéntricos
del guijarro arrojado a la laguna
y te busqué en el mismo centro sin hallarte,
ni encontrar los límites donde pudiera profanarte.

La noche se ahuecó para escribirte palabras imposibles,
sin caídas, en el final de este viaje con gusto a despedida.

Cierro los ojos mientras te alucino,
persiguiendo los ruidos de mis pasos donde cruje nuestra historia,
en esas aceras pisoteadas que recuerdan la invulnerabilidad de ciertas almas
frente a temores de vivir, a punto de estallar en una casa abandonada.

Ay… que distancia enorme se interpone
y no escucho mi nombre en tu llamada
y no sé como romper la hoja de papel que sabe a profecías
y a sueños desconocidos donde se rompen todos los perfiles,
y avanzo hacia el vacío blanco donde arde mi amor
y el cuerpo cae como un racimo de uvas en la violencia del verano.

Estaba en mi casa y te esperaba en una línea horizontal que se extendía hasta las respiraciones de la noche, sólo perfumes y recuerdos.

Una sílaba será la encargada de reorientar al pájaro perdido
en medio de catástrofes y si no encuentro mi espalda en los espejos
será porque les pido el gran estruendo que ejercite el luminoso oficio
de correr todos los riesgos, y ser mi prisionero fugitivo.

Yo también me detuve a un paso tuyo,
mi imagen separada quedó junto a tus ojos,
y giré la cabeza hacia otro lado
para ocultar una inocencia a punto de perderse
dejando al descubierto a una niña desnuda que miraba la vida
desde un curioso espectáculo de lágrimas y silencios.

MI MUJER, POEMA DE NORMA MENASSA

Mi mujer, opaca luz del tiempo, a veces dormitaba sobre nubes de acero y nieves blandas.
Mi mujer, pequeña en su cuerpo aprisionada, dolores y alegrías que solo coloreaban la superficie de sus sueños.
Mi mujer, con el tiempo apurando los dobleces de la vida, sintiendo que hizo mucho y que no hizo al mismo tiempo.
Mi mujer, en medio del océano de voces que carecen del arrullo necesario para tranquilizarla, para mecerla como a un niño cuando siente que todo se transforma en polvo cósmico, en esquirlas de luz que escapan detrás del horizonte.
Mi mujer, ausente a veces por períodos largos donde el duelo de ausencias no pide arreglo y ella permanece en sombras, extendiendo el pergamino de los nombres, siempre cambiantes, siempre firmas inexactas dando cuenta de lo desconocido.
Mi mujer, de cabellos de plata que mira distraída sin comprender del todo, qué anima al universo, ni que presencia atolondrada en trinos de pájaros celebra la luz de un nuevo día.
Mi mujer, hoy no se pintó los labios, no esperó ser llamada querida por algún semejante de este territorio de cielos y de aguas donde la inmensidad asienta su aposento, sobre la desmentida de los límites.
No disolvió el planeta aún su cuerpo dolorido, pero su grito perforó el abismo y rodó por tierra el fundamento.
La ilusión perdió lo que se escapa, se licuó la materia organizada y un halo misterioso avanzó lento como marejada en su retiro.

UNA PRUEBA DE AMOR, POEMA DE NORMA MENASSA

No bastaron la alegría y el canto que reinaba en mis palabras
una prueba pedías de mi amor,
y al momento me sentí arrojada de vos,
expulsada al borde de la tierra
mirando un desnudo espacio sin atmósfera,
sin gravedad, una incipiente conciencia de la nada,
sin brillos estelares, sin colores, sólo el espacio
con la atracción de volver mi cabeza en cada giro frente a
esos desprendimientos de imperfectas circunstancias
que llenaron mi cabeza de mariposas que chocaban las alas.
¿Será el dolor el precio?,
¿la prueba consagrada?,
y bajabas el martillo con un golpe de gracia cada vez
para ser mi ejecutor amado.
Yo perdía mi perfume entre las objeciones de una moral
que me impedía pensar con la astucia necesaria para convencerte.
¿Y qué prueba?
si era lo mismo yo ó vos, cualquiera,
cualquiera de los dos, el otro
el que se queda en el lugar, el que no desaparece,
el misterioso que nos contempla cada vez
cuando los cuerpos se transforman
en extensiones con naturaleza de pradera,
en el frescor de pastos
dispuestos a recibir el rocío de cada madrugada
sin desafiar al elefante blanco con los hechos,
sin pruebas que rendir,
sólo señales, giros, notas, alguna canción desesperada,
algún rum –rum, algún te quiero tanto.
Pero pruebas no hay,
sólo el remo hundiéndose en el agua
marcando una fuerza de existir,
espejos reflejando nuestro cielo,
la ofrenda continua de nuestros ojos
encontrándose de pronto
en el brillo de algunas horas compartidas.

DESPUÉS DE LA FIESTA EL ÚLTIMO COMPÁS, POEMA DE NORMA MENASSA

La puerta se cerró,
y el último invitado dejó su capa de marfil
tendida en la brisa que acariciaba los cabellos.
Lo inefable se posó a la altura de las sienes
y por un instante no quedaron más palabras para ser creadas,
porque el viaje se extendía ahora más allá de los sueños.

Abría en el espacio los brazos en cruz
para medir los años que pasaron
y era una danza inmóvil que no medía nada.

Toqué todas las frentes con mis manos,
y descansé en los lóbulos que mentían una inteligencia congelada.
Nadie sabía de la almendra en su sentido rancio
pegado a lo innombrable, tejiendo el blanco de las lunas
cuando la noche no bastaba.

Y tuve todo el bien y todo el mal.

La tierra se movía con su edad para empequeñecerme,
y el alma ávida de riesgos se abrió como una retina
a luces invisibles que giraban en órbitas veloces,
y el tiempo metido en el espacio,
me separó del cuerpo como a un recién llegado,
y esperé solamente volver al punto de partida,
agujero de un abismo gritando lo imposible,
rojo del cielo antes del alba pintándome los labios,
frío del bronce soplando el último compás,
cuerno del ciervo perdiéndose en los ecos,
acantilados submarinos cerrándose en mi boca.

PALABRAS DEL ADIOS, POEMA DE NORMA MENASSA

Cuando vivía en mi cuerpo
hacía madurar a una mujer con una galaxia en la cabeza
y un sello carnal en la nuca con la palabra adiós.

Bebía el aire a bocanadas como si grandes alas aventasen
espacios con humeantes andamios
por los que ascendía entre amigos y desconocidas muchedumbres
que cubrían el mundo con sus cuerpos.

Una biografía sin certezas ni honras fúnebres
me esperaba en el mismo lugar donde explotaba con su escándalo
una copa de cristal contra un muro,
en vano intento de correr el horizonte hasta su matemática de infinito,
y un salvajismo llegaba hasta mi médula alterando el bienestar de la mañana
e inundaba como el cuento del diluvio
la superficie de mi pedazo de tierra en el que me tocó vivir,
un patio de la infancia donde el sol estrangulaba las tardes de pobreza
y el infierno era alejado en sueños místicos donde hablaba con dios con la exasperación de todas las preguntas sin respuestas.

No lo podré creer,
pero igual caeré desde la cumbre nevada algún invierno,
atraída por el imán de un abismo abandonado por la magia,
y no me esperará ningún secreto tenebroso,
sino palabras de un adiós que solo dirigiré a algún pastor de almas extraviadas
mientras dejo a mi cuerpo separado de sus ropas que se amontonan en un rincón para habitar en los círculos del tiempo,
en ese agujero penetrado por una neblina intermitente
que sólo se deja iluminar por el relámpago de los besos
que harán saltar el pulso de la sangre con la furia de un corazón inexorable.

Separados mi cuerpo y sus ropajes, diré mi adiós:

Adiós amor,
y el principio que dio comienzo a todo, se vuelve amor de despedida.
Adiós mi cielo,
la puerta fue cerrada por furioso huracán y no podrán abrirlas tus suspiros.
Adiós, adiós,
algo se rompió y estoy perdida.
En la memoria de la piedra dejaré mis iniciales
para que no me busques más
y en el extremo de mi última canción habrá una cascada de libertad cumpliendo su tarea ineludible.

No podré huir,
arrojaré mis últimas angustias a los astros,
y en la emboscada de mi noche,
el universo colgado del borde de mis ojos,
me impedirá verme vivir.

POEMAS DE ALEJANDRA MENASSA

Dra. Alejandra Menassa - Escuela Salud Integrativa


EL TESTAMENTO, POEMA DE ALEJANDRA MENASSA

No quisiera estar triste, justo hoy,
que vienes a buscarme,
me he adornado con los versos más
bellos.

Ayer leí toda la noche a Rimbaud:
Una temporada en el infierno,
¿te ríes? No es gracioso,
ningún mérito tengo para acabar
con mis huesos en el cielo,
se me olvidó el padre nuestro
apenas salía de la edad de la pena.

Es una rara sensación saber
que hoy es el último día de mi vida,
no habrá otro miércoles para mí.

Mis ojos se acostumbrarán
al acolchado azul, a la madera
y al pequeño cristal por dónde
asoman curiosos los gusanos
y dibujan mi nombre con su estela
caliente de miseria y de baba

¿Se acostumbran también
los oídos al silencio?.
Qué soledad poblada,
qué tristes los lamentos
cuando no tienen voz.

Pero yo me he pintado los labios
con el carmín de los asesinatos,
estoy ebria de ti , mi príncipe certero.
Porque yo sé que tienes muslos de Atlas,
y un pecho varonil donde apoyar
cansina mi cabeza, tan llena de palomas.

Porque yo sé que hoy vas a besar
mi boca con tus labios de cieno,
y no me engaña tu nombre de mujer.

Podéis hacer conmigo lo que os plazca:
regar las magnolias de mi corazón,
donar mis órganos al Museo
de Ciencias Naturales,
rezarme en francés o en arameo.

Pero os juro, que me levantaré
furiosa como un león herido
de mi tumba y que os maldeciré
en todos los idiomas,
si no escribís en mi epitafio un poema:

Se llamaba Alejandra,
murió a la edad de 154 años
y tenía en los ojos una nostalgia honda,
y en los labios más versos que las
hojas del árbol que la guarda.

O quizás : aquí yace un poeta,
poco importa su nombre,
el que quiera saber,
¡que vaya y lea!

No quiero flotadores en mi nicho ,
quizá un parasubidas ,
como el de Altazor poeta.
Los versos no pierden
nunca las alas ni el deseo de volar.

Ah,¡ tomad el oro!, de nada ha de servirme
cuando mi carne reblandecida
ceda al beso de la larva
deshaciéndose en nauseabundos néctares ,

Y dejadme unas flores,
orquídeas si es posible
sobre la oscura piedra,
que se vayan secando
al ritmo de mis músculos.

Primero el pétalo perderá
su blancura,
y mi piel se hará lechosa,
se desprenderá al menor roce.
Amarillearán los bordes de la flor,
y mi grasa se habrá licuado
cual inútil brebaje, también amarillento.
Perderá toda el agua el órgano del árbol
y un festín con mi hígado
se darán los gusanos.

El tallo cederá más tarde su frescura,
pero mis huesos son como mármol
de Grecia, y os será más difícil acabarlos.

Es tan aburrido morirse sola, sola,
un ataúd biplaza sería lo mejor.
Firmo este testamento
con tinta de mi sangre.
Y mirándome al espejo
retiro con el mismo pañuelo
de las lágrimas el carmín
de mis labios y no te espero más,
El hombre es ese ser que se equivoca
hasta en la fecha oscura de su muerte…

ODA A LA POESÍA, POEMA DE ALEJANDRA MENASSA

Tú: la forma más pura del lenguaje.
Eres un hombre lúbrico y su semen.
Tú: decantación de la humana historia y su milagro,
su sostén y sus alas,
único acercamiento posible a lo indecible.
Refulgentes como astros se alzan de la tumba tus poetas,
los que moran en tu vientre,
los que haces nacer en plena página,
aquellos que pares cada día a la luz rosada del poniente.
Te arrastras por el barro con el soldado,
te me vuelas de noche con las trapecistas
gozas en la cama de las meretrices,
acompañas insomne las noches de trabajo del galeno,
te pierdes en la luz insistente de la fábrica,
en la luz tenue de los teatros,
en la luz cefálica de las minas.
Haces girar el mundo con tu ritmo,
con tus exhalaciones se pueblan las cantinas,
en tu sangre laten el poeta, el sacerdote y el mendigo.
El agujero por donde se entra al mundo,
no es ese que el pincel de Courbet inmortaliza;
son tus brazos ahuecando la muerte para que el poeta nazca,
son tus piernas abriéndose a la noche para exhalar su alma.
Eres del hombre, su diamante,
su gema maravillosa, pero también, el resto del lenguaje;
desperdicio, vacío que lo hace nacer,
el epitafio del sentido,
la muerte de la razón,
la burla de la carne.
Dama inmortal, hombre sacrílego,
muere el dolor acuchillado, en tu presencia.

SONETOS A TU SEXO I (ADIVINANZA), POEMA DE ALEJANDRA MENASSA

Ven a mi cama, amor, reescribamos la historia.
No fue por la manzana que pecamos,
no es la fruta más roja con corazón de nácar
la que nos hizo prófugos de nuestro paraíso.

Tiene las mismas aes y también tres vocales,
pero sabor más dulce y al diente cede blanda.
Me dijeron: no comas, pero te vi desnudo
y elegí, sin dudarlo, la temida condena.

Fue el varón el que indujo al pecado a la bella.
Atributos de Príapo, tu fruta es la prohibida.
Al morderla conocimos del goce, su moneda.

La tentación no tuvo la forma de una esfera.
No fue redonda la causa de la falta primera.
Ven a mi cama, amor, reescribamos la historia.

UNA MUJER INOLVIDABLE, POEMA DE ALEJANDRA MENASSA

Esto va por ti, alzo mi copa llena de besos,
y brindo por la belleza de tu nombre.
Mujer hacedora, junto a él, de pan, de versos y de hijos.
Tú, que te llamas Hipatia, tu padre, Teón,
rechazando creencias de la época,
te hizo ciudadana de la polis,
derecho exclusivo del otro sexo,
confió en tu inteligencia
y te ayudó a encontrar tu órbita
en las ciencias de los astros y los números,
un camino que abrirías tú también para otros,
porque el que tiene un saber y no lo dona,
en él se pudre, y se fermenta, y sus larvas devoran corazones.
Como pago, fuiste golpeada hasta la muerte,
una mártir más, como tantas,
por nada, por mujer sabia, algo que debe de estar
muy cerca del demonio
para la mente enferma y reaccionaria.
Tú que te llamas Christine de Pizan,
la oscura Edad Media se iluminó
con tu Ciudad de damas,
luchaste porque esa luz de lo femenino
brillara en todo su esplendor.
Heriste de muerte al amor cortés,
y en la Querella, la inteligencia de ella
se midió con la de él, y después de haberse
dejado vencer tantos años…, hicieron tablas.
Tú que te llamas James Barry,
lampiño de agudo timbre de la armada inglesa.
Tus manos laboriosas de insigne cirujano,
develaron el misterio de nacer por cesárea,
y cuando te enterraron, tus papeles decían:
Margaret Ann Bulkley, y todos se asombraron,
ocultando el secreto, y signando tu lápida con
un nombre de varón: James,
pues se debía seguir manteniendo la falacia
de que las descendientes de Eva no estaban
capacitadas para el ejercicio de la medicina.
Tú que te llamas Marie Curie,
un alud de isótopos radiactivos
no hubiera superado tu refulgir.
No sólo fuiste la primera mujer Nobel,
sino que, por si quedaban dudas,
repetiste, hazaña que ningún hombre ha podido emular.
La física y la Química fueron la casa
En la que creció tu perspicacia.
Tu esposo, que urdía contigo magníficos
experimentos, obtuvo su Cátedra en París,
a ti te la negaron, obtusos comensales
de viejos prejuicios apolillados,
no les bastó ni el Nobel para obviar tu sexo.
Alice Guy,
¿Quién no recuerda a los Lumière,
Ellos inventaron el primer proyector,
pero no fue suya la primera película,
fue la dulce Alice la de la idea,
pero ¿para qué decírselo al mundo?
muchas de sus obras, las firmó
su ayudante, un varón de cuyo nombre
no me acuerdo, en las Historias del cine,
omitida en las más,
porque ¿cómo iba a ser pionera del cine una mujer?
Ada Byron, tu madre te alejó de la poesía,
hija de universal poeta maldito, por amor a tu padre,
descubriste la poesía de la matemática,
de tus manos laboriosas,
nació el primer software,
la informática moderna es hija de tu ciencia.
Pero ¿quién te conoce?
había que silenciar el femenil ingenio,
como estas tantas, tantas…,
y cada una, cada día, voz silenciada,
grita más alto, escribe más alto,
deja intensa, la huella de tu paso:
¡Es un pie de mujer! ¡Grita bien alto!

POEMAS DE VIRGINIA VALDOMINOS

Cómo beneficia psicológicamente a los jóvenes practicar deporte?

POEMA A MIGUEL OSCAR MENASSA EN SU 81 CUMPLEAÑOS, UN POEMA DE VIRGINIA VALDOMINOS

Las flores

En el jardín del hombre y la mujer modernos,
selva amazónica de los sueños,
has sembrado pensamientos y versos.
Tulipán de la liberación femenina floreciendo.

Es el escenario de tus finas manos
poeta del trabajo,
máquina festiva enamorada de la vida
soplo para la danza de la poesía.

Y tu voz fuerte y aterciopelada,
plena llanura de libertad,
dimensiones inesperadas
en la corriente del alma.

Trópico de la música.
Misterio elegido por la margarita del mundo.
Actor poderoso de una época nueva.
Ruiseñor del espacio de alas infinitas.
Mar vestido de bandadas ineludibles.

Zorzal de tintas.
En ti existen las luciérnagas de la pulsación herculeana.
Aleluya vital de la palabra
en la acrópolis del tiempo.

Llevas un sombrero de pájaros nocturnos.
Contemporáneos nogales en las mientes.
Biografía que se agiganta
con la suavidad del selenio esmeraldino
de verdes praderas trepidantes.

Y el trabajo aliado a la dirección de tu mirada-
Porque has ampliado los horizontes de la palabra.
Y se ha producido un nuevo horizonte de color.

Escritura plena de mundo
para que hombres y mujeres
seamos lo que corresponda
a lo que se requiera:

Aves del paraíso floral de tu patria,
caléndulas del tiempo ajando la raíz,
flores de loto respirando el planeta,
dalias de la espera paciente.

Rosas cruzadas con las máquinas,
lirios ardientes del porvenir,
camelias orquestando la carretera serpentina,
orquídeas alimentadas de tu memoria.

Flores de la pasión cada mañana
corazones sangrantes, campanillas del testimonio.
Claveles reunidos por el beneplácito de una década acaudalada,
flores del cerezo anunciando nuevas ediciones del ocaso.

Lavanda de los sueños temblando en lo profundo,
hortensias de la amistad,
azaleas del cristal perdiendo la inocencia.
Peonías, narcisos, dientes de león, begonias, ciclámenes de la ciencia.

Geranios, oxalis, kalanchoe, violeta africana
cuyo continente escapa en la lengua del viento.
Flores de la oca, anturios, rosas de Alejandría,
calibrachoa colgante en los museos, canna indica,

iris germánica o lirio azul, lantana y agapanto.
Guerreros marítimos de la palabra.
Hijos de la materialidad mamífera del amanecer.
Preguntones espíritus de las páginas.

Fuentes de riqueza son tus manos escritoras
que palpan los fondos de la humanidad
y vuelan de maravilla en maravilla
cuando su arrebatadora pólvora,

génesis intenso de las ondas.
Magenitismo fragante de las anémonas.
Apolinea belleza de tus 81 primaveras.
Regadío de luz para los días,

germina serena al hombre universal.
Vivo grito fundamental contra la esclavitud.
Aluvión de pétalos y hojas.
Perfumes de la creación hermosa de tu belleza.

Héroe de las rosas.
Patrimonio ejemplar del universo
que el mundo espléndido de las plantas
ha entregado a tus manos divinas
la frontera del poder cada día
tejer en la hermosura de la seda
el cénit de las cancioncillas poéticas.

Abanico de los siglos en la canastilla de tu voz.
Música de las aves que abriste en los libros
Luceros que brillan en la patria de nuestra saliva.

Despierta la primavera.
Y los capullos se riegan con la lluvia apasionada de tu juventud.
Pulso vital de la alegría.
Gioconda diamantina de las estrellas
de donde provienen
tus ojos arcangélicos.

Naciste al candor del aire verdadero
de los cantos fenicios del pueblo.
En la ribera del sol.
Debajo de la higuera donde las alondras
incendian la inmensidad.

Has sido a lo largo de toda tu vida
huracán de la celeste escudería.
Precipitando en tus imágenes
la germinal carrera del poema.

Alegrías en la selva en peligro.
Tropicales rumbos en cada latido del corazón del mar.
Parabólica antena de los girasoles del amor.
Ligadura para los jardines de la Tierra distinguida
de tu clase.

Escritor voraz.
Desmedido canto de una luna eterna
que devolviera a las abejas migratorias
el carácter de un pueblo encendido
de tu priscillo esperanzado.

Escudero del alma
Alma del alma
Círculo de luz enamorada.

POEMA A NORMA MENASSA EN SU 83 CUMPLEAÑOS, UN POEMA DE VIRGINIA VALDOMINOS

El mal tiempo

Dicen los entendidos de la suerte
que los 83 años importan a los agredidos cautiverios
cintas del abismo,
pluses tranquilos de las ruedas,
orquestas serenas de la exactitud,
fragantes amores sobrenaturales,
esperas gloriosas de los azahares,
verdes miradas en la pendiente de las manos,
carbunclo de la vida consagrada a la danza,
sacrificios del iris difundido de la primavera,
cataclismos azules fecundando la tierra.

Dicen los expertos de la gratitud merecida
que los instantes besan tu alegría.
Que pasa la perfección desprendida del amor.
Que el pájaro vuelve otra vez al hogar móvil de la palabra.
Y que la abnegación del cuerpo toma el derecho de la guerra
prendada de tu belleza.

Dice el alfarero de la orilla del tiempo
que han pasado los pueblos 83 veces en tu cuerpo.
Patria de grandes árboles que dan la vuelta al mundo
en los pensativos navíos de la carne.
Que la poesía se constituye persiguiendo imperios,
sembrando cereales que llegan al sol de la escritura.
Altares del poema.
Cantar de tus fronteras.
Huracanes de tu juventud irrevocable.

Porque el rosal que lleva tu nombre
y pudo trazar reflejos en la diadema del destino
ha bebido del agua a raudales
y ha dado frutos bajo las rocas indígenas
lanzando como una flecha
a través de las ventanas
una tropa de rosas a los valles del viento
porque mimosa da la vuelta en torno tuyo la poesía
despertando la algarabía de tu luz
la brisa fiel de tu mirada ante la vida.

Espectáculo indeleble del agua.
Turpial de tramontana.
Bérgamo de las olas en su apogeo femenino germinando.
Alazanes eternos
en las Triunfales latitudes del poema.

Guárdanos los símbolos de los espejuelos.
Lunas del ruido haciendo huellas.
Ofrendas de estrellas remotas.
Algoritmos del carácter.
Tempestades de las estaciones del te quiero.
Angustias crepitantes del tiempo ni malo ni bueno.
Perplejos cielos de la soledad.
Tremendas aguas de la generosidad del maestro.
Que los volúmenes espirituales de su idioma
son palomas del hálito vital
trotando en los caballos de la virtud
por la voz de un libro pretil.

Ferroviarios archipiélagos labrando los reencuentros
con las raíces del mañana.
Archivos clasificados de décadas silábicas.
Ornitorrincos cósmicos en tu mirada.

Alta tensión de la nebulosa acaricia tu espalda.
Querida rama que resiste las inclemencias del tiempo.
Hospitalaria, viviendo las distintas fragancias.
Acurrucando la armonía del movimiento
con el aprendizaje del suburbio de la vainilla.
A la izquierda del hombre trabajador
nacido de la arcilla.

Almirante del barco en que viajamos por las aguas del tiempo.

Tu sonrisa adorable
es marco de los días.
Pantera que ha de soltar las amarras de la música.
Arquera portentosa del jardín del gozo.

Has llegado al aire de una década legionaria.
En la pureza del laúd contemporáneo
que poblara los núcleos de la lengua
con noches derramadas de hermosura.
Resortes de la espuma abierta de tu frescura huracanada
en estos montes de tinieblas.

Has brindado por las enormes distancias con los ángeles.
Y medido los musgos constantes del ensueño
con plomadas de versos mensajeros.
Cuentos votivos en las pupilas de los vagabundos.
Redes desnudas de energía labrada acompañándote.

Por eso querida Norma
el impudor de su sonido al compás del entendimiento vegetal de las tormentas.
La duración de una época de lapsos imposibles.
Espacios de intervalo meteorológico de existencia colosal.
Circunstancias de temperatura cíclica.
Años cosmogónicos de las borrascas.
Etapas para las coronas purificadas.
Serán necesarios para la suavidad de las comarcas de tus ángulos griegos,
dulces como las pátinas del sueño.

Gracias por estar en el mundo
y dar la campanada de una mujer lumínica
baluarte de la palabra.

Gracias por tus visiones de los relámpagos
y las luces en las casas.
Por la mágica frontera del rocío
y los fulgores tendidos al sol.
Por la naturaleza y su sonido a nuestro alcance.
Por continuar descifrando la granítica llama.
Cornamusa de la existencia.
Máquina de la que eres producto.

POEMAS DE HELENA TRUJILLO

19. Poesía más Poesía: Octavio Paz y Helena Trujillo - Revista ✍ Poesía Más  Poesía ®️ Una revista de Grupo Cero

FLORES, POEMA DE HELENA TRUJILLO

¿Cómo mirarán las flores, ciegas adorables, aunque amantes?
Juan L. Ortiz

Nos miran con su vivir inquieto, esperan la llanura para abrirse y abandonan un día la tristeza.
Contemplan, se admiran entre ellas, saben del amor.
Nunca suben diez centímetros
por el vértigo de las plantas y el riego por goteo.
Conversan, esperando la abeja que las liba
y fabrican estrellas porque no temen que nadie las cercene. Las conocí arrancando de cuajo mis dolores,
apellidos que matan en su insistir aburrido. Cómo me enseñan desde su tierra seca, aguardan el reguero de agua que las lama, como yo aguardo las hojas escritas, húmedas en la provocación de los verbos. No rezan ni esperan su final,
se ciernen sobre su tallo femenino escondiendo las raíces, sus secretos, reproduciendo el amor de sus semillas. Se muestran con sus filtros de síntesis, abiertas en su corola de pétalos.
Las amo, mis ciegas adorables, porque también tengo raíces
y trepo buscando el sol
y mis anteras se embellecen con el polen, mi fruto avanza más allá de mí.
Oh, las flores,
ellas sí que festejan
esta primavera que es la vida.

ÚLTIMA CONEXIÓN, POEMA DE HELENA TRUJILLO

A Carilda Oliver Labra

Descendí sobre piedras portando la llave,
conocía los salvoconductos de ciertas interrogaciones.
Hurté los últimos lamentos de una flor a punto de nacer
y escapé sin equipaje aligerando los encuentros.
Jugaba a la conquista sin adversario, viviendo ese intercambio
como una búsqueda sin coordenadas.
Tomé rumbos y escuchaba olas que a lo lejos me llamaban
silbando como aves en busca de su sino.
Buscaba una mujer, la propia iniciativa de socorrer un cuerpo
que no había querido entrenarse en hábitos generales.
Aligeraba el peso soltando ideas que no tenían orilla
y con la iniciativa de kilómetros sin recuento,
añoré aquellos tragos que sabían a tiempo, secos aguaceros sin papeles
y brazos húmedos de muerto.
Llené ese vacío sin conexión,
entre carteles de horas y libros agolpados,
pintando las paredes con movimientos de verbos,
caballos avanzando serviles al movimiento que les impulsa.
Sin más tesoro que la paciencia, mi última conexión, esta vez sí, hay otros encuentros.

EN VENTA, POEMA DE HELENA TRUJILLO

Como perra acostumbrada a la carroña,
puso en venta el lento devenir de los días
entre ortigas y zarzaparrillas, gallinas y saltos de azotea.
Un río secular atravesaba la contienda.
Los soldados, hombres de sol,
quebrados por el entrechocar de los huesos,
se apartaban entre despertar y despertar.
Sus ojos dominaban el telón del mundo,
su inteligencia alcanzaba para repartir los panes
dejando caer huellas como migas para los que venían.
Nunca la alcanzaron, ni los hombres recios
ni los gruesos lacayos con sus azadas
que sólo saben azuzar la hoz
para que otro ejecute el corte de rima.
Dominaba a la perfección el arte de la impaciencia
y los espantaba con sus evasivas como a moscas.
Las noches las pintaba en diferentes azules
nunca dejándose enlutar por ninguna muerte que amenazara ese juego de incertidumbres.
Ni cal ni arena, provocadora hasta la extenuación,
siempre guardaba la última carta, la última moneda,
el último don que pudiera vender.
Era una mujer en venta, un viento arrebatado,
un atolladero sin esquinas, una posibilidad.

CIUDAD DISTANTE, POEMA DE HELENA TRUJILLO

“Contra las piedras, sí, tu voz desnuda.
Contra el humo y la sal tu frente al viento”.
José Portogalo

Ciudad distante de perfumes,
de la tierna juventud, de las mañanas
donde el sol mira en su espejo rampante.
Contra las piedras te bañas cada día
soñando la espera de versos y de grillos
en montes de sal con sus pastores.
Azul, tu corriente es infinita,
en luceros alojas los secretos
de tu ancestral tierra de fulgores.
¿Quién sembró tus selvas tropicales,
los parques señoriales y las sombras?
Vicente te nombró ciudad del paraíso
con tus bordes de arena y tus copos pescadores.
Las mujeres, morenas por tu brisa,
de orilla a orilla van a los mercados
donde compran perfumes y vestidos
que no alcanzan a estrenar de feria en feria.
¿Qué quedará de ti, Málaga bella,
si los museos cierran tus plazas
y en los colegios mandan el dinero y no los juegos?
¿Qué será de tus postales hechas ya de cruceros y de rutas?
Vuelve al cálido sabor de los pescados
y tu cerveza victoriosa que brinda a la amistad.
Educa a tus hijos hechos al trabajo y a la letra.
Siembra poetas en tu tierra
para que nunca mueras, ciudad eterna.

ARRESTO DOMICILIARIO, POEMA DE HELENA TRUJILLO

Me declaro inocente, señor juez.
Yo no animé ninguna invasión a un país extranjero,
no alenté guerras fratricidas ni el uso de gases asesinos,
no financié células terroristas
ni violé mujeres o niños inocentes,
no contaminé ríos con mis manos,
no inventé falsas noticias,
no robé los bienes del vecino
ni envié fragatas amenazadoras,
no interpuse querellas contra los que hacían comercio
ni derroqué gobiernos elegidos democráticamente,
no acosé ni abusé de mi poder,
no presumí de mis delirios.
Sólo trabajé, trabajé para tener una casa,
pan en las comidas, una página en blanco y bolígrafos,
algunos bolígrafos para tener alguna pequeña historia.
Sólo saludé al entrar y salir de los lugares,
una sonrisa compañera todos los días,
alguna frase que calmara las ansias del nervioso,
leí libros para trocar un pensamiento egoísta
por otro amplio y cercano al ser de nuestro tiempo.
Sólo miré como un idiota lo que otros hacían
en sus elegantes despachos desteñidos,
en sus grandes salones pornográficos
en sus bajos fondos pordioseros.
Sólo me mantuve en mis piernas erguidas
con los ojos clavados en aquél lejano horizonte.
Yo soy inocente, señor juez,
no contraje el virus, no lo inventé, yo no lo llamé,
no lo usé para herir a nadie, no quise ningún mal ajeno.
Yo sólo conté los escalones que subían a un saber más alto,
sólo compré humildes vestimentas,
sólo paseé por el parque a la hora de los niños
para oír sus juegos y las carreras de los padres
tras el crecimiento inalcanzable del futuro.
Yo no lo hice, señor juez,
no calculé ningún déficit financiero,
no desvié fondos ni voté leyes injustas,
no soborné con el peso de la pólvora
ni traicioné al que ayer era compañero,
no abrí cuentas en paraísos fiscales
ni saqueé a los pobres con créditos tiranos.
Yo, señor juez, sólo quise vivir
como un hombre, una mujer cualquiera,
que sueña con escribir, aprender a amar mejor que ahora,
que paga su felicidad diaria con monedas que día a día recolecta.
Yo no calculé este sistema que amenaza al hombre y a la Tierra.
Escuche, señor juez, déjeme libre,
sólo quiero tener un cielo en mi cabeza,
un amigo puntual a la hora del café,
vender este trozo de tiempo de mi vida.
Escuche, mi corazón aún no se para,
aún confía en escapar del pecho a la montaña,
todavía se ilumina creyendo que hay alguna esperanza.

AMOR, POEMA DE HELENA TRUJILLO

Serán los grandes amores aquellos
que no se enmohecen en las húmedas estaciones
ni se agrietan cuando el sol los calienta hasta temblar.
Serán aquellos que contemplan la mutación del cuerpo
sin renunciar al brillo de las miradas.
Aquellos que llaman a la puerta un día sin abismo.
Esos amores que no claudican
porque forman parte de la materia vital,
las conversaciones, los trabajos…
Amores que en la ruta arrojan mensajes en botella
para que otros conozcan esos rituales sin replicación.
Amores que amortiguarán los dolores, si los hubiera.
Inscritos junto al nombre propio, no confundidos.
Viajamos en esta cápsula del paraíso sin ver las huellas
fabricando la belleza de las pieles hechas a las caricias,
alumbrando cavernas donde se esconden seres desvalidos.
Somos purificados por escrituras germinativas,
miramos este horizonte próspero, las tareas cumplidas.
Sumamos el amor a nuestras vidas.

FUI A VER A PLATERO, POEMA DE HELENA TRUJILLO

A aquél hombre le encontré
cegado por luces de carretera,
torpe en el cultivo de labor,
con rancio olor a mentiras viejas.
Obcecado en su máscara, no ve a Platero,
sentado ya en su luz de estrella,
ajeno a esas páginas viejas de envidias.

Fui a verlo a su rincón tranquilo,
Platero me recibió con aquél baile de orejas,
su rabo peludo y expresivo que los niños
mojamos alguna vez de lágrimas.
Siempre nos entendimos a la perfección,
él con su rebuzno, yo con mis paraísos caídos.
El burrito, más sabio que muchos, sigue reposando,
dejándome cohabitar su cubil de bestia.

Hoy no estoy para celebraciones,
me han insultado, Platero, burra me han llamado.
Me asustan con un palo y no tienen argumentos,
me ponen cadenas y son ellos los que insultan.
Encontré blasfemias cuando esperaba alumnos,
¿a eso le llaman universidad?
Una banda de cuervos quiere sacarme del camino.

¿Te das cuenta, Platero?
A ti te habrá pasado, ¡son tan poco considerados!
no conocen tu lomo valiente ni tu abrazo sencillo.
¡Ay, Platero! ¡Qué bien se está a tu lado!
Siempre paciente, sólo rebuznas al amor.
¡Qué primavera este ratito contigo!

Estos jardines que habitamos,
este sol que alumbra el trabajo cotidiano,
no lo conocen esos ogros corrompidos.
Prefiero ser burra como tú,
que tener ese bozal que portan sus labios.
Nosotros somos luz, horizonte despejado.

¡Ay, amigo!
¡Qué bueno es darme cuenta que no todo está acabado!
Que algún hombre, alguna mujer, burros como nosotros,
viven sin escuchar a esos incultos y desalmados.

POEMAS DE CLÉMENCE LOONIS

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TIEMPO SIN RECATO, POEMA DE CLÉMENCE LOONIS

Acuérdate de mí, tiempo despistado que olvida la escultura del verdugo
y suministra decisiones a los que flotan en el agua terca.
Caer en el camino, desnudar las sombras, quemar el hueso del viaje,
es otra vez maldecir al destino, dar la espalda donde viven los labios irremediables.

Esencial, abres mi cuerpo de par en par y colocas la eternidad como bomba de retardo
y florecen los mandos, minutos, semillas, un verso perdido; un calor atraviesa el amor
y en la metrópolis del grano, se alegra el pórtico del alma.
Ha ganado el poema a la sangre, ha ganado la espera a lo imperceptible.

¿Ves? No duerme nadie en el cuello de la infancia pero surgen cubiertas de musgo
las traducciones de los mares, la mordedura que entiende tus quehaceres.
Mordisco en el panorama racional que encubre tu funeral, lucha de pacotilla, luce
una cintura enterrada. Tienes que ser otro, el trajín acecha para volarte los sesos.

Alguna clase de cementerio se arroja en tu plato, cubre tus gusanos, altera
las letras que han conmocionado el futuro y quedan a solas en algún papiro usado.
Ven, no sólo arrojas atmósferas, tienes el poder de la porcelana cuando se multiplica
la impermeabilidad de sus reflejos. Nadie toma la sopa de sueños contra tu pecho.

Escucha, ídolo perecedero, puse color a tus estandartes, juré que eras mío,
pero en África hablan tu idioma desde que fuiste el incordio de la fruta
y aprendí que el suministro lleva alfileres tendidos entre la ventana y el poema.
Recuerda, algo enseñaré a la cerámica rojiza de tu existencia.

ANTENA DE LA TRIBU, POEMA DE CLÉMENCE LOONIS

Antena de la tribu,
la virtud trabajadora de tus dedos
toca con justicia las pequeñas pieles
que salen de los atributos del agua,
vivas esmeraldas y rubies
suplicando rocas de tiempo.

Tú, sondeando en las laminas de oro
que dibujan nuestro abundante cuerpo,
escribes,
con el collar del océano
que colma de carga
los espacios desalojados,
columpios que salpican
tus manos interminables.

No saltaste de la placenta
al papel pulverizante
no llenaste los ojos de la obrera
en el territorio de los espejos.
Fuiste como la memoria fecunda
a golpear el hueso de la clorofila,
la patria del diamante
y la serie del ideal del sueño.

Nuestra raza es un puerto firme señalado
donde se yergue la campana de tu historia,
frontera deslizante,
uva de amor en la torre del mundo.

A HELENA EN SUS 45 CUMPLEAÑOS, POEMA DE CLÉMENCE LOONIS

Tiembla la imaginación de ayer,
se pliegan las cordilleras
las cenizas amanecieron muertas.
Hoy, la lujuria embellece
la savia y la espina.
Helena cumple 45.

¡Miradla!
Mirad la velocidad de sus años
sus vínculos de plumas y plata.
Voluptuosas frases maestras
peinan con la saliva de una estalactita,
el movimiento.

Una mujer creciendo
profanando los designos del prefijo.
Entró en la lengua desde la piel
para dar con nosotros.
Ella sabía que desnudar su testimonio
era comenzar eternamente el compromiso.

¡Miradla!
Su hambre mundial apunta como precisos besos:
¡Aquí está la vida!
Por aquí se forma el olvido necesario,
el junco doblado con la cavidad del deseo.

Ella es así, crece
con las estaciones de la paciencia
rocía de fuego la naranja flotante
que golpea nuestros ojos sin cesar.

UNA ESFERA EN LA SOMBRA, POEMA DE CLÉMENCE LOONIS

¿Será el polvo que pregunta,
que cuenta a la gracia de ilustrar,
cómo crece la sombra falaciosa
y da rebote al movimiento del agua
hasta reproducir la catarata de una esfera?

Me niego a borrarme del camino,
a ver crecer mi sombra en la duna del desierto,
a subir escalones y colgarme de un gusano.

Deseo, como se desea a la manzana lavada,
plasmar la irrelevancia del bien y su centímetro encima del mar
para que mis manos se divorcien del contorno de la letra.

Quiero sangrar en dos desde el diafragma
hasta la fotografía clandestina.
Los insectos pesados y las siluetas de papel
se contornean en los tréboles
y todo reflejo ha quedado aplazado.

De la sombra inepta al ancla del tiempo,
históricos huesos, esfera mundial del testimonio.

POEMAS DE LAURA LÓPEZ

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NO SÓLO VUELAN LOS PÁJAROS, POEMA DE LAURA LÓPEZ

Eres la gacela sin roca
mujer múltiple y soñadora
que vives despierta en el sueño de la caída,
en el sobresalto de un guardián con la armadura de lustros.
Ven, acércate a los designios de la palabra
vuela por los derroteros de tus paisajes,
exclámalos en la aventura del Polo Norte y el Orinoco,
No temas, los vientos son fuertes pero también te permiten volar.
Eleva el ancla de las partidas de mus donde te conoces ganadora
pero tan perdedora a la vez.
Esclava de tus pasos, tecnócrata de primera fila
temes al ladrón pero no es al ladrón
temes a la huella cóncava de la grieta
pero no es la grieta.
Desordena tus escrúpulos,
parte con tus nuevas coordenadas tan aprendidas
y tan negadas donde es fuerte tu carne y liviana tu alma.
Eres el epicentro de tantos terremotos
y el vértice de los cuatro humores de Hipócrates.
Flema y bilis negra te avejentan.
Vivir es más que un suspiro de la muerte
préndete todo el aire y vuela
tendrás tiempo de morir pero ahora sé taranta,
discrimina a tus dueños,
libérate de la enciclopedia oficial,
ven al poema, di lo primero que se ocurra,
libérate de tu equipaje y del encaje de bolillos.
Cuántas quimeras encienden a esa tú tan viva
y que la otra tan terrible e inquisidora apaga.
Permaneces divida en lo que nunca pasa,
en las sombras del país de las bombas atómicas.
¡Oh atentado celeste! Rómpete la piel gacela sin roca,
deja tu huella en las páginas,
comienza a vibrar, canta al universo, avívate toda en un juego valiente
mueve primero un brazo, luego el otro pero sobre todo no temas
ni seas escrupulosa del movimiento.
A la otra sólo nosotras la vemos, cuéntale este verso.
Vuela, querida, vuela, que la ciudad rota caiga tras de ti.
No sólo vuelan los pájaros.

NO PUEDEN SER SEPULTADAS, POEMA DE LAURA LÓPEZ

Pronto aquí
Convoco los comicios suburbanos. 
Hay millones de injerencias. 
Guerras preventivas, papiroflexia de tratados
y ejercicio hipócrita.
 Entré en un coche fúnebre
 y presencié el degüello de la lluvia. 
Hay sequía de siglos. 
Niño -pueblo, niño- muerto, niño- padre 
arrancaron con uñas cósmicas un pedazo de tu historia. 
Pequeño cantor,
fue un genocidio desde la faja petrolífera y la cuenca del carbón.
Más de ocho años y no hubo defensa. 
No recuerdan ya el peso de tu cuerpo 
es tan liviano sobre la  mentira
que se escapa.
Yo aquí hoy voy  inscribirte en el censo-verso.
Cuál es tu nombre Dima, Vanya, Alexey, Maksim?
De frente al callejón, ángeles, como de cara a la pared, destruyeron tu escuela, impusieron la educación de las bombas y el infarto, 
castigaron tu  infancia, la divergencia de tus sueños
la senda del honor de tus juegos: a ser mayor, a izar una bandera a no ser un estúpido frente a la caída de la noche, al imperio de la farsa.
Pequeño héroe no hay tumbas que te tumben
ni pozo que te oscurezca.
Emilia reina de los pazos y de la verdad
en su aguijón satírico preñaria los platós farisaicos de tu risa,
diientes-metralla llenémoslos de palabras.
No pueden ser sepultadas.

POEMAS DE OLGA DE LUCIA

Puede ser una imagen de una persona e interior

EL HILO FRÁGIL DE UNA VOZ, UN POEMA DE OLGA DE LUCIA VICENTE

Como un cristal con su sonido de llanto,
como una nota a punto de ser estrangulada.
Frágil naturaleza de lo humano
vive en las palabras.
Cuerdas que hacen canción y se desmayan
cuando el amor sangra
cuando algún dolor enciende el odio
y tiembla el andamiaje de los sueños.
Entre montañas el eco responde a mi llamado,
vengo de ahí, de las constelaciones
que nunca fueron exploradas
soy una mujery “tengo derecho a la palabra”.

Del libro Agua Fresca

DONDE NUNCA ME ESPERASTE, , UN POEMA DE OLGA DE LUCIA VICENTE

Estoy donde nunca me esperaste,
cosas tontas las que me sobrecogen.
Cuerpo que pulsa al son de soles abismales,
centelleo de luz,
constelación que siempre muta.
Mi piel de cordero desgarro
y pugnan por salir miles de agujas,
el tiempo, sobre los ojos ciegos.
Con Tiresias de la mano caminamos
hacia esa luz,
transferible del lenguaje.
Su mirada detiene el tiempo.
Todos los momentos se anudan ante ti,
bailarinas de cartón huyen de la escena,
humanos asidos del testuz como los gatos
colgados de ganchos como reses,
amos absolutos de la muerte.
Pasea por la ciudad su amplio dominio.
Enlaza extensos collares de esperanza,
cuando me acoge el páramo desierto
de tus ojos nublados al ocaso.
Quiero verte renacer de las cenizas,
que tires tu cabello hacia atrás con decisión
humano gesto.
Que sacudas la lenta monotonía
de tus vicios,
que vengas a rodear este vacío
que siento aquí, entre mis pechos secos.
Que forme su aura un sol
para resquebrajar la nieve de mi alma.
Que cuajen las fiebres de veinte primaveras,
que me aten al misterio
de tu voz, viva.

“SI TUS OJOS ME MIRAN”, UN POEMA DE OLGA DE LUCIA VICENTE

Pradera infinita el verde de tus ojos
Es caricia calma en la piel de mi alma
Sensación de entrega
Más allá del tiempo
En que se deshojan los brillos del comienzo
Estamos aquí amor
Junto al calor de profundos y tiernos afectos
Y también a la ferocidad de la sombra
Que enturbia nuestro anhelo.
Digo quererte y te quiero infinitamente
Y digo odiarte aunque triunfe el amor
Me defino humana simplemente.

POEMAS DE CRUZ GONZÁLEZ CARDEÑOSA

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A TI «TORO SENTADO», UN POEMA DE CRUZ GONZÁLEZ

«…Ninguno de nosotros lloró,
porque llorar,
no conocía el corazón del indio…»
Miguel Oscar Menassa

Salí muy de mañana, el rostro fijo en la montaña
las manos dibujaban un mundo enloquecido
pequeñas palabras sobre los árboles.

La piel era de tierra, los pasos de gigante
nadie quedó, nadie gritaba el dolor de aquel pueblo.

El ritmo frenético del tambor
ahogaba la muerte hasta casi nombrarla.

Llovía aquella tarde sobre el indio, sobre la arena del desierto
sobre los campos arrasados por el blanco americano.

Dijeron que lloraba por los muertos de la guerra,
dijeron que su cuerpo temblaba por el miedo
dijeron tantas cosas de aquel indio, tantas cosas le hicieron.

La herida de un pueblo maltratado, palabras que morían entre labios
dejaron sobre la montaña un nombre dibujado.

Moriré, lo sé, tras aquel valle enterraréis mis huesos
mas la sangre derramada en estas letras recorrerá los siglos
el tiempo de los hombres, voz de papel, como un cuchillo.

Del libro “letras de fuego”

SUBÍ A LA MONTAÑA, UN POEMA DE CRUZ GONZÁLEZ

Subí a la montaña más negra de la tierra
para besar tus labios y no te encontré.

Estabas cercando el ganado,
arando la tierra, preñando las letras,
agujereando el tiempo,
tratando de hacer de la luna,
una mujer.

Dejo sobre la almohada
el roce de una hoguera,
el corazón de un libro.

Escribo tu nombre
en las paredes de las casas
donde habito.
En los largos inviernos
que cruzan mi ventana,
escribo.

Del libro "Cortina de humo"

UNA VIDA POSIBLE, UN POEMA DE CRUZ GONZÁLEZ

Acordamos un tiempo para el amor
y un tiempo para la guerra.

La guerra es el futuro,
palabras que transforman
el tiempo del amor.

Yo había aprendido:
De tus manos, la palabra.
De tu piel, los imprecisos
pliegues del destino.

Caminaba a tu lado
como si mi vida fuese
caminar a tu lado.

Escribí mil historias,
y nombré cada letra escrita.

Grabadas
quedaron, en mi piel,
tus palabras.

Del libro “La ciudad desnuda”

SOY UNA SOLDADA DE MI PATRIA, UN POEMA DE CRUZ GONZÁLEZ

Acerco a mi cara tu corazón ensangrentado
y soplo cerca de tu oído un viento feroz.

Las sombras caen al otro lado de la noche
y tus ojos cerrados comienzan a parpadear la vida.

El cuerpo de trapo
va tomando forma humana
y los clarines que soñabas lejanos
argumentan ufano despertar
en los entretelones del dolor.

Los colores desparramados
por la tela
son la alegría de los encuentros
cuando la canción frunce,
con mano certera, letras de mi nombre
a ese caminar ligero como la marcha
de las soldadas de la patria
y me entrego, sin más, a los acordes.

Y la voz,
antaño misteriosa,

es el ritmo de la vida
que se nutre de ti.

Del libro "Mansedumbre de la piel"

GRANDES POETAS EN POESÍA MÁS POESÍA

TU, LA MAS IMPOSIBLE, UN POEMA DE OLGA OROZCO

A Yola

Como garra de puma es esta pena,
como sangre que cae a sobresaltos de un adiós a otro adiós, como arena de vidrio entre los dientes.
Es la cuota definitiva de la soledad, el saldo de la herencia. Voy a mirar atrás la parte que me dejas.
Voy a partir en dos nuestras hogueras,
el palomar, los soles, las tormentas, las quintas y los médanos.
Quiero partir en dos lo indivisible.
Pero entonces se desmorona el mundo, se me desteje todo el universo.
Porque sólo eran míos y nada más que míos
los rincones del miedo y las lentas ortigas de la penitencia,
y apenas, ni siquiera.
Mío sólo es el luto.
Ahora soy yo sola para toda la pena.
y la casa se va, la casa insomne
que se levanta y anda entre las ruinas se va yendo contigo.
El carruaje encantado, el carruaje de risas, el carruaje de fiesta,
se bambolea, oscila,
cruje bajo la luna con sus preciosos huesos:
se ha vestido esta vez de blanco carromato de la muerte.
Tú estás diciendo adiós desde lo alto;
saludas alejándote, como desde la pista de algún circo perverso.
Tu prueba fue rodar magistralmente por el tejado hasta la canaleta,
como en aquellas siestas, como en ésta,
y si saltaras desde ayer hasta hoy,
si estuvieras cayendo todavía del árbol al estanque
y surgieras de pronto coronada de dueña del verdín para esta hora,
así como demora siglos en llegar la luz de las estrellas?
Vertiginoso y lento también fue tu esplendor
y así fue tu plumaje
-la tibia cabellera de la selva desplegada en la ola-.
Nadie tuvo en los ojos tanto fulgor de antorchas,
tantas chispas de luciérnagas ebrias en la noche cerrada,
ni en la boca una risa tan semejante a un vuelo en pleno mediodía.
Nadie tendrá después ese perfume de ámbar y canela,
ese vaho que asciende al levantar las piedras de nuestra propia tribu,
ese aliento de espuma que nos llega de remotísimas orillas.
Bajo las mismas alas
el viento susurró en nuestros oídos distintas melodías:
a ti te dictó el canto seductor de la dicha en un jardín cautivo
y bordaste tu casa para una larga fiesta, contra humaredas y tormentas,
porque tuyo era el hijo y tuya era la trama del tapiz.
Tu ciencia fue trocar en prodigio cada error
y convertir las culpas y las furias en un grano de sal,
la inconstancia en un soplo y los remordimientos en escombros.
Pintaste de colores brillantes los fracasos
y pudiste cubrir tus retiradas con huesos para perros y
jirones dorados.
¡Ah tu alquimia secreta para lograr el filtro del olvido!
Conseguiste borrar las capitales de la oscuridad, los ríos de los abismos.
Apenas si retenías un puñado de perlas ganadas al destino.
tu museo cabía en la memoria de un pájaro feliz.
No sé si recordabas el chirrido de la roldana del aljibe
cuando el balde subía cargado de regalos en las celebraciones infantiles.
A veces vuelvo a oír ese mismo sonido destemplado
cuando el insomnio arroja su cubo de agua amarga sobre mi rostro frío.
Pienso si aún recordarás que fuimos ángeles, girasoles,
Julietas y hechizeras.
Ahora tú eres reina. Tú llegaste primera,
y ahora soy poco más que mendiga en el final de la carrera.
Tú ya lo sabes todo,
y hasta podrás mirar por dentro un hormiguero, así como querías,
y acaso sea el mundo,
el mismo mundo de las emboscadas donde algo jugó mal;
te atrapó a tientas alguna sombra informe, la sustancia innombrable,
y estampó a sangre y fuego en tu costado la mancha venenosa.
No pudiste cambiar el desenlace,
corregir el color de un cielo de amenazas,
volver atrás las últimas puntadas del prolijo tapiz.
Tú, la más imposible de los muertos.
Ahora vas en coche, vas en casa que rueda por el blanco arenal,
y ya no puedo hablarte a través del espejo, como siempre, como cuando cambiábamos sonrisas y secretos sólo con las imágenes hermanas, sólo con los reflejos.
Pero debo decirte que a tus plantas las abatió esa tarde una ráfaga helada
y tus pájaros sueltos aletean y chocan contra la oscuridad.
No, no estoy escondida en un armario
ni juego a que me parten de nuevo el corazón.
Estoy aquí para apagar las luces, para cerrar las puertas,
cuando vuelva por mí la casa en que te vas.

UNA MUJER ESCRIBE ESTE POEMA, UN POEMA DE CARILDA OLIVER LABRA

Una mujer escribe este poema
donde puede
a cualquier hora de un día que no importa
en el siglo de la avitaminosis
y la cosmonáutica
tristeza deseo no sabe qué
esperando la bayoneta o el obús
una mujer escribe este poema
sin atributos
a desvergüenza y dentellada
fogosa inalterable arrepentida pudriéndose
caemos por turno frente a las estrellas
todos tenemos que morir
no hay nada más ilustre que la sangre
una mujer escribe este poema
qué estúpida la línea que divide sol de sombra
el crepúsculo pasa
acumulándose al final de las azoteas
supimos de pronto de una trombosis coronaria
existes soledad
sonó una bomba
vean si se han roto los lentes de contacto
una mujer escribe este poema
separa quince pesos para el alquiler
mi amigo viejo
se desprende del mediodía por la próstata
bailamos
sigue la preparación combativa
no pasarán
una mujer escribe este poema
como quien ha perdido el tiempo para siempre
creo en el corazón de Denise Darval
hemos ganado porque morimos muchas veces
parece que tengo un derrame de sinovia
no hay tiempo para la poesía
de veras que los frijoles se han demorado en hervir
te juro que mañana presentaré el divorcio
una mujer escribe este poema
cómo hay fantasmas a las siete en mi pecho
entablillé una rama a la areca que está triste
mamá tú no sabes la falta que me haces
si suena la alarma aérea
recojan a los niños que duermen en la cuna
voy a guardar este retrato del Ché
como calló el canario traje un tenor a casa
una mujer escribe este poema
cargada de ultimatums
de pólvora
de rimmel
verde contemporánea lela
entre el uranio
y
el cobalto
trébol de la esperanza
convaleciente de amor
tramposa hasta el éxtasis
tonta como balada
neurótica
metiendo sueños en una alcancía
ninfa del trauma
novia de los cuchillos
jugando a no perder la luz en el último tute
una mujer escribe este poema.

LA QUE VA Y NO VUELVE, UN POEMA DE NORMA MENASSA

Me vi alejar en un barco lleno de pasajeros,
la mano en alto, el pañuelo agitándose en el viento,
la dársena que ahora ya no existe
porque existen los viajes trasmundanos.
Me vi de espaldas, corriendo, mostrando mi apariencia,
sin ropas, sin sumisión al mando,
todo era pobre
como la pobre niña de hoy en la plaza
pidiendo con los ojos grises
por la bruma de otros mares.
Me vi fuera del mundo mirado las estrellas,
envuelta en un suceso extraordinario,
flotando en el espacio sin puertas, ni calles,
pasándome la mano por el pelo,
alejando hechizos de esperanzas.
Crucé un bosque imaginario sin luz que lo alumbrase,
solo el reflejo de los ojos del búho
que me saludaba sin decir palabra.
Me vi quedándome a oscuras,
mis pasos retumbando siempre en el mismo lugar,
agotada la lágrima que ya no llora nada,
dejándome engañar por promesas incumplidas,
barridas como escombro, por el resplandor apaciguado de los años.
Desnuda, en el centro de la noche, se fueron los lugares
y tuve que buscarme en el latido de una pasión
desventurada, mi risa de extranjera atropelló
palabras que dijeron de un viaje no cifrable,
sin partidas ni regresos y todo lo perdido no quiso regresar,
ni pidió el consuelo de ninguna ceremonia,
solo reverberó en mi corazón para partir de nuevo.
La manzana mordida y el furor donde arde la locura
me convencieron que ningún viaje termina
en el espacio finito de lo orgánico
y este universo mío aceptó la apuesta
perdida en la aventura.
Alguien dejó en el tapete, como al pasar,
imágenes de olvido, único testimonio de existencia.

PROHIBIDO PROHIBIR, UN POEMA DE ELADIA BLÁZQUEZ

No se puede prohibir, ni se puede negar
el derecho a vivir, la razón de soñar…
No se puede prohibir, el creer ni el crear,
ni la tierra excluir, ni la luna ocultar…
No se puede prohibir, ni una pisca de amor,
ni se puede eludir que retoñe la flor…
Ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir,
ni la vida en su andar… No se puede prohibir.

No se puede prohibir, la elección de pensar
ni se puede impedir, la tormenta en el mar…
No se puede prohibir, que en un vuelo interior
un gorrión al partir, busque un cielo mejor…
No se puede prohibir, el impulso vital,
ni la gota de miel, ni el granito de sal…
Ni las ganas sin par, ni el deseo sin fin
de reir, de llorar, no se puede prohibir.

No se puede prohibir, el color tornasol
de la tarde al morir, en la puesta de sol.
No se puede prohibir, el afán de cantar,
ni el deber de decir lo que no hay que callar…
Sólo el hombre incapaz de entender, de sentir
ha logrado, al final, su grandeza prohibir,
y se niega el sabor y la simple verdad,
de vivir en amor y en total libertad…
Si tuviese el poder de poder decidir…
Dictaría una ley… ¡Es prohibido prohibir!

MÁS VIEJA, UN POEMA DE SHARON OLDS

Cuanto más vieja me pongo, más me siento
casi hermosa- no mi cara, una cara común,
puritana, sino mi cuerpo. Y tendré
cincuenta, pronto, mi cuerpo
se marchita, huesudo, y me gusta su
rugosidad plateada, la piel que se afina,
la superficie de un lago rizada por el viento, un espectro
arrugado, un pliegue de humo. Sin embargo
cuando miro hacia abajo puedo ver, a veces,
cosas que, si las viera una mujer joven, la harían
gritar como en una película de terror,
quedo convertida en bruja en un instante—si me inclino
lo suficiente, puedo ver la piel fina
de mi estómago frunciéndose
y colgando en pequeños picos, como yeso fresco.
Y sin embargo puedo imaginarme a los ochenta, hecha
enteramente, por fuera, de eso,
y haciendo el amor con la misma dignidad
animal, el túnel todavía igual
al interior de un pétalo color frambuesa.
De pronto me veo joven a mí misma
al lado de esa octogenaria, me veo
como su hija, mi carne suelta y drapeada
muestra los ángulos largos de estos extraños
huesos como las manijas de utensilios de cocina hechos en el cielo.
Cuando era más joven, me veía a mí misma,
a veces, como el tosco dibujo de una hembra—
los pechos, el destello de las caderas de los años 40—
pero este grisáceo ser abollado es confortable como
una vieja prenda favorita, es casi
amable, ahora, para mí. Por supuesto, es
el amor de él el que estoy viendo, el trabajo de su pulgar
sobre este centavo de la suerte —cinco veces
cinco años en su bolsillo. Quizás
aún si me muriera, él no me vería fea.
A veces, ahora, bailo
como humo chato sobre una chimenea.
A veces, ahora, creo que vivo
en el lugar donde se hace la bebida solemne, salvaje
de acabar, no estoy todo el día acabando,
pero vivo todo el día en el lugar donde eso se hace

CANTAD, HERMOSAS, UN POEMA DE CAROLINA CORONADO

Las que sintáis, por dicha, algún destello
del numen sacro y bello,
que anima la dulcísima poesía,
oíd: no injustamente
su inspiración naciente
sofoquéis en la joven fantasía.

Si en el pasado siglo intimidadas
las hembras desdichadas,
ahogaron entre lágrimas su acento,
no es en el nuestro mengua,
que en alta voz la lengua
revele el inocente pensamiento.

Do entre el escombro de la edad caída,
aun la voz atrevida,
suena, tal vez, de intolerante anciano,
que en áspera querella
rechaza de la bella
el claro ingenio, cual delirio insano.

Mas ¿qué mucho que sienta la mudanza
quien el recuerdo alcanza
de la edad en que al alma femenina
se negaba el acento,
que puede, por el viento,
libre exhalar la humilde golondrina?

Aquellas mudas turbas de mujeres,
que penas y placeres
en silencioso tedio consumían,
ahogando en su existencia
su viva inteligencia,
su ardiente genio, ¡cuánto sufrirían!

¡Cuál de su pensamiento la corriente,
cortada estrechamente
por el dique de bárbaros errores,
en pantano reunida,
quedara corrompida
en vez de fecundar campos de flores!

¡Cuánto lozano y rico entendimiento,
postrado sin aliento,
en esos bellos cuerpos juveniles,
feneció, tristemente,
miserable y doliente—,
desecado en la flor de los abriles!

¡Gloria a los hombres de alma generosa,
que la prisión odiosa
rompen del pensamiento femenino!
gloria a la estirpe clara
que nos guía y ampara
por nuevo anchurosísimo camino!

Lágrimas de entusiasmo agradecidas,
en sus manos queridas,
viertan los ojos en ofrenda pura:
pues, sólo con dejarnos,
cantando consolarnos
nos quitan la mitad de la tristura.

¡Oh cuánto es más dichosa el alma mía,
desde que al arpa fía
sus hondos concentrados sentimientos!
¡Oh cuánto alivio alcanzo,
desde que al aire lanzo,
con expansión cumplida, mis acentos!

Yo de niña en mi espíritu sentía
vaga melancolía
de secreta ansiedad, que me agitaba;
mas, al romper mi canto,
cien veces, con espanto,
en la mente infantil lo sofocaba.

Que entonces, en mi tierra, parecía
la sencilla poesía
maléfica serpiente cuyo aliento
dicen, que marchitaba
a la joven que osaba
su influjo percibir sólo un momento.

¿Cómo a la musa ingenua y apacible,
bajo el disfraz terrible,
con que falsa nos muestra antigua gente
su cándida hermosura,
pudiera sin pavura
conocer y adorar antes la mente?
¡Qué rara maravilla y que alegría
sintió mi fantasía
cuando mudada vio la sierpe fiera
en niña mansa y pura,
tan llena de ternura,
que no hay otra más dulce compañera!

¡Cuál mi embeleso fije, cuando a su lado
mi espíritu mimado
y en su inocente halago suspendido,
suavísimas las horas
tras de voces sonoras,
pasó vagando en venturoso olvido!

Decid a los que el odio en ella ensañan,
que viles os engañan
esa deidad al calumniar osados;
decidles, que no es ella
la que infunde a la bella
afectos en el alma depravados.

Si brota en malos troncos injertada
será porque arrancada
del primitivo suelo con violencia
de la rama en que vive,
a su pesar recibe
el venenoso jugo su existencia.

Empero, no esa flor alba y hermosa
aroma perniciosa
de la doncella ofrece a los sentidos,
a los que tal dijeron,
decidles que mintieron
como necios y torpes y atrevidos.

Y aquéllas que sintáis algún destello
del numen sacro y bello,
que anima la dulcísima poesía,
llegad tranquilamente,
y en su altar inocente
rendid vuestro homenaje de armonía.

Hallen los pensamientos oprimidos,
que ulceran los sentidos,
giro en la voz y en nuestras almas, ecos,
si con silencio tanto
de ese mudo quebranto
los corazones ya no tenéis secos.

Cántenos su infortunio cada bella,
que si la pena de ella
penetra con su ciencia, acaso, el mundo,
mejor que los doctores
explica sus dolores
con agudo gemir, el moribundo.

Dichas, amores, penas, alegrías,
lloros, melancolías,
trovad, al son de plácidos laúdes,
mas ¡ay de la cantora
que a esa región sonora
suba sin inocencia y sin virtudes!

Pues, en vez de quedar su vida impura
bajo de losa oscura
en silencioso olvido sepultada,
con su genio y su gloria,
de su perversa historia
eterno hará el baldón, la desdichada.

Cante la que mostrar la erguida frente
pueda serenamente
sin mancilla a la luz clara del cielo;
cante la que a este mundo
de maldades fecundo
venga con su bondad a dar consuelo.

Cante, la que en su pecho fortaleza
para alzar con pureza
su espíritu al excelso templo, halle:
pero, la indigna dama
huya la eterna fama,
devore su ambición, se oculte y calle.

IN MEMORIAN, UN POEMA DE ELVIRA DAUDET

«Versos de doble filo»

Escribo con cuchillo —escondido en el puño,
en la inocente lengua, en la sesera—,
hurgando sin piedad en mis entrañas,
como el preso que graba, con la sangre
de sus venas abiertas como juncos,
su obsesión en los muros de la celda,
palabras deformadas que me explican.
Mi corazón conserva un nido de reptiles
que me liban la sangre y la ternura,
y me dejan exangüe, casi muerta.
Con su afilada punta recupero
los restos del naufragio que reflotan,
arranco a la memoria los jirones del miedo
que obstinado me llega de otro tiempo.
Para limpiar el pus de heridas no cerradas
dibujo diestros signos, tajos en carne viva,
no aptos para los ojos de mi niña;
versos de doble filo, igual que labios negros.
¡Que dilema, si escribo llora ella,
si no lo hago me muero,
porque ya sólo escribo para seguir viviendo.

De: Laberinto Carnal

LO DIGO PORQUE LO SIENTO, POEMA DE CARILDA OLIVER LABRA

Lo digo porque lo siento,
porque lo siento lo digo:
tengo a Dios como testigo
y al cielo por aposento.

Esto que ven echa flor,
esto que oyen es beso…
Lo juro aquí, lo confieso.
Se llama, se llama: amor.

Es una aguja perdida
en mitad del seno duro;
es un huracán, un muro,
una floresta encendida…

Es un vértigo que late
en una punta de estrella;
jardín que nos atropella
con su gracia y su combate.

Avanza como una herida,
como un látigo nos mueve.
Celeste pena… ¡Se atreve
a terminarnos la vida!

Va de prisa. No se nota.
Tiene de pan y de tuna.
Lo mandan desde la luna.
Cabe entero en una gota.

Se vuelve melancolía,
se vuelve tristeza apenas.
Se parece a las arenas
de alguna playa vacía.

Amor, lúcido regalo,
leve susto misterioso:
eres algo tan hermoso
que hasta pudieras ser malo…

Amor: sagrada visita,
sueño que volando pasa:
¡no me abandones la casa
que en ella tenemos cita!

“A PESAR DE TODO ME LEVANTO” (“AND STILL I RISE”), UN POEMA DE MAYA ANGELOU

Tú puedes escribirme en la historia
con tus amargas, torcidas mentiras,
puedes arrojarme al fango
y aún así, como el polvo… yo me levanto.
¿Mi descaro te molesta?
¿Por qué estás ahí quieto, apesadumbrado?
Porque camino
como si fuera dueña de pozos petroleros,
bombeando en la sala de mi casa.
Como lunas y como soles,
con la certeza de las mareas,
como las esperanzas brincando alto.
Así, yo me levanto.
¿Me quieres ver destrozada?
Con la cabeza agachada y los ojos bajos,
los hombros caídos como lágrimas,
debilitados por mi llanto desconsolado.
¿Mi arrogancia te ofende?
No te tomes tan a pecho
que yo ría como si tuviera minas de oro,
excavándose en el mismo patio de mi casa.
Puedes dispararme con tus palabras,
puedes herirme con tus ojos,
puedes matarme con tu odio,
y aún así, como el aire, yo me levanto.
¿Mi sensualidad te molesta?
¿Surge como una sorpresa
que yo baile como si tuviera diamantes
ahí, donde se encuentran mis muslos?
De las barracas de la vergüenza de la historia,
yo me levanto.
Desde el pasado enraizado en dolor,
yo me levanto.
Soy un océano negro, amplio e inquieto,
manando,
me extiendo, sobre la marea,
Dejando atrás noches de temor, de terror.
Me levanto,
a un amanecer maravillosamente claro,
me levanto,
brindado los regalos, legados por mis ancestros.
Yo soy el sueño y la esperanza del esclavo.
Me levanto.
Me levanto.
Me levanto. 

CON MIS VERSOS SALUDO A LAS GENERACIONES FUTURAS, UN POEMA DE CLEMENTINA SUÁREZ, HONDURAS, 1902

Sola,
por dejar un camino
y amojonar otros caminos,
con terrones de pueblo construí mi país.
Detrás de mí quizá quedarán muchas lágrimas vertidas
pero con ellas fue que alimenté la esperanza.
Las puertas
para mí estuvieron herméticamente cerradas
pero la sabiduría de mi dolor supo andar y andar
hasta encontrar el auténtico sendero.
Cuesta vislumbrar la verdad
y el camino recto de la justicia.
Ahora,
a cualquier lugar que llegue
ya nunca puedo estar sola,
porque no comienzo en la sangre de mis descendientes
sino que termino en ella.
¡Qué lejana la soledad de mi Patria y mi sangre!
Hoy mi pequeñísimo cuerpo empuja las estrellas
y con mis versos saludo a las generaciones futuras.

DENSOS VELOS TE CUBREN, POESÍA. UN POEMA DE OLGA OROZCO. ARGENTINA

No es en este volcán que hay debajo de mi lengua falaz donde te busco,
ni en esta espuma azul que hierve y cristaliza en mi cabeza,
sino en esas regiones que cambian de lugar cuando se nombran,
como el secreto yo
y las indescifrables colonias de otro mundo.
Noches y días con los ojos abiertos bajo el insoportable parpadeo del sol,
atisbando en el cielo una señal,
la sombra de un eclipse fulgurante sobre el rostro del tiempo,
una fisura blanca como un tajo de dios en la muralla del planeta.
Algo con que alumbrar las sílabas dispersas de un código perdido
para poder leer en estas piedras mi costado invisible.
Pero ningún pentecostés de alas ardientes desciende sobre mí.
¡Variaciones del humo,
retazos de tinieblas con máscaras de plomo,
meteoros innominados que me sustraen la visión entre un batir de puertas!
Noches y días fortificada en la clausura de esta piel,
escarbando en la sangre como un topo,
removiendo en los huesos las fundaciones y las lápidas,
en busca de un indicio como de un talismán que me revierta la división y la caída.
¿Dónde fue sepultada la semilla de mi pequeño verbo aún sin formular?
¿En qué Delfos perdido en la corriente
suben como el vapor las voces desasidas que reclaman mi voz para manifestarse?
¿Y cómo asir el signo a la deriva
-ese y no cualquier otro-
en que debe encarnar cada fragmento de este inmenso silencio?
No hay respuesta que estalle como una constelación entre harapos nocturnos.
¡Apenas si fantasmas insondables de las profundidades,
territorios que comunican con pantanos,
astillas de palabras y guijarros que se disuelven en la insoluble nada!
Sin embargo
ahora mismo
o alguna vez
no sé
quién sabe
puede ser
a través de las dobles espesuras que cierran la salida
o acaso suspendida por un error de siglos en la red del instante
creí verte surgir como una isla
quizá como una barca entre las nubes o un castillo en el que alguien canta
o una gruta que avanza tormentosa con todos los sobrenaturales fuegos encendidos.
¡Ah las manos cortadas,
los ojos que encandilan y el oído que atruena!
¡Un puñado de polvo, mis vocablos!

LA OBRERITA, UN POEMA DE CARMEN SOLER

Yo soy Dominga Villalba;
nací en el surco
donde mi madre sembraba.
La hamaca que me sirvió de cuna
la trenzó la ausencia
y la colgó el olvido.
Pablo, dicen, que se llamaba.
¡Nunca vino a verme!
El camino de los pobres
solamente el dolor
lo encuentra siempre.
Papeles, sellados de injusticia.
Fusiles, cargados de ignominia.
Rancho, sembrados, esperanzas, ¡todo!
era ajeno.
Nuestro,
solamente un poco
de carne encallecida
y un gran amor alimentado
de tierra, de rocío,
de pájaros y espigas.
Ahora, soy Dominga Villalba,
obrera,
rebelde y combativa,
voz y puño en la lucha
por el pan y por la tierra.
¡Así me hicieron!
A golpes trabajaron
mi arcilla campesina
y ahora soy
¡fibra de acero!

En: Carmen Soler, Poesías reunidas. Portal Guaran

SOLICITUD DE EMPLEO, UN POEMA DE MARÍA ELENA WALSH

He militado largamente
en oscurísimos recintos
de donde traigo una batalla
que no se termina nunca.
Estoy en guerra casi todo el tiempo
y espero que me gane una paloma.

La verdad es que también sirvo
para desordenarlo todo.
Con qué cuidado precipito
planillas en la primavera,
y alternando sensatos equilibrios
me dan lo mismo números que grillos.

No faltaría a la modestia
si dijera que siempre estuve
muy dotada para el olvido.
Guardo volúmenes de ausencia,
antologías de temblor marchito,
catálogos de dudas y neblinas.

He trabajado anteriormente
en invisibles oficinas
llenas de crisis apiladas
y documentos vegetales,
donde los pájaros me habilitaron
con un diploma de mirarlos siempre.

Diré también para abreviar
que estudio lágrimas modernas
y pienso publicar un libro
de suspiros cuando me muera,
y que tengo por todo patrimonio
un montón de relámpago vigente.

Todos estos antecedentes
animan a solicitar
que me permitas ocuparme
en derrumbar sobre tus manos
la dulzura que pongo inútilmente
sobre manteles de confiterías.

Quiero por fin tener empleo
de suavísima permanencia
adentro de tu corazón,
coser con lágrimas y arrimo
toda fatalidad que te amenace
con botones caídos o desgracias.

Quiero servirte de costumbre
y que utilices lo que soy
para fundar una sonrisa
o ceremonias con pañuelos,
o para siempre, o para lo que quieras,
desde un copo de nieve hasta el amor.

De Correspondencia. MARÍA ELENA WALSH

A UNA MUJER A UN CAMINO, POEMA DE VALENTINE PENROSE

Este cuerpo aquí femenino que cuelga como una gota lejana
hacia otro aquí esta vez femenino
donde los cabellos iguales cruzando la sonrisa
huso loco
puntiagudos los huesos
que cruzará planicies con sus caderas
que braceará la paja sin fajas que dormirá en los graneros
solo para las hierbas
cuya amiga nunca se preocupó aunque verde ella.
Por destino por grano por camino por raso
láminas de hojas sus ojos llanos clavos en la madera
a la selva todos sus dientes
roca suave cráneo de helechos
tan grande la saqué esta nacida
como un rebaño de agua
colgado del acantilado
en las estepas cuando se la cree recogiendo fresas
con cintas silvestres en vez de dormir
del lado total verde y rojo.

DEL LIBRO POEMAS (1937) VALENTINE PENROSE

MUJER… EVA DE SED ESPERANZADA, DE DIANA MORÁN

Mujer… Eva de sed esperanzada
irrumpo en tus corrientes materiales
para beber las aguas sindicales,
cabecillas de carne desgarrada.
Y así… Sencillamente enamorada
ser la novia de mieles corporales
-esposa de azahares verticales-
en éxtasis de tierra liberada.
Quiero beber el alba colectiva
-quebrada de ternura combativa-
de la totuma fresca de tus manos.
Nutrir el istmo nuevo de mis hijos
con la revolución de besos fijos,
síntesis de las bocas y los granos.

SOBRESALTADA LA LENGUA, DE TRINA MERCADER

Sobresaltada la lengua,
¿quién va a decidir el hallazgo?
Una vocación de síes
está inundando el espacio.
Carne de fe, sangre nueva
contra todos los escarnios,
afirma otra vez en pie
la alegría de sus tallos.
Un brote que nadie quiso,
que nadie esperaba, canto.
Vocación afirmativa
–carne y sangre del hallazgo–
no hay muerte para morir
lo que está resucitando.
Que nadie diga que no,
que está el alma a flor de piel
naciendo de su milagro.

A UNA MUJER A UN CAMINO, UN POEMA DE VALENTINE PENROSE

Este cuerpo aquí femenino que cuelga como una gota lejana
hacia otro aquí esta vez femenino
donde los cabellos iguales cruzando la sonrisa
huso loco
puntiagudos los huesos
que cruzará planicies con sus caderas
que braceará la paja sin fajas que dormirá en los graneros
solo para las hierbas
cuya amiga nunca se preocupó aunque verde ella.
Por destino por grano por camino por raso
láminas de hojas sus ojos llanos clavos en la madera
a la selva todos sus dientes
roca suave cráneo de helechos
tan grande la saqué esta nacida
como un rebaño de agua
colgado del acantilado
en las estepas cuando se la cree recogiendo fresas
con cintas silvestres en vez de dormir
del lado total verde y rojo.

TÚ ME QUIERES BLANCA, UN POEMA DE ALFONSINA STORNI

Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.

UNA PALABRA, UN POEMA DE GABRIELA MISTRAL

Yo tengo una palabra en la garganta
y no la suelto, y no me libro de ella
aunque me empuja su empellón de sangre.
Si la soltase, quema el pasto vivo,
sangra al cordero, hace caer al pájaro.
Tengo que desprenderla de mi lengua,
hallar un agujero de castores
o sepultarla con cal y mortero
porque no guarde como el alma el vuelo.
No quiero dar señales de que vivo
mientras que por mi sangre vaya y venga
y suba y baje por mi loco aliento.
Aunque mi padre Job la dijo, ardiendo,
no quiero darle, no, mi pobre boca
porque no ruede y la hallen las mujeres
que van al río, y se enrede a sus trenzas
o al pobre matorral tuerza y abrase.
Yo quiero echarle violentas semillas
que en una noche la cubran y ahoguen,
sin dejar de ella el cisco de una sílaba.
O rompérmela así, como la víbora
que por mitad se parte entre los dientes.
Y volver a mi casa, entrar, dormirme,
cortada de ella, rebanada de ella,
y despertar después de dos mil días
recién nacida de sueño y olvido.
¡Sin saber ¡ay! que tuve una palabra
de yodo y piedra-alumbre entre los labios
ni poder acordarme de una noche,
de la morada en país extranjero,
de la celada y el rayo a la puerta
y de mi carne marchando sin su alma!

JUSTICIA, UN POEMA DE BLANCA VARELA (PERÚ) 1926-2009

vino el pájaro
y devoró al gusano
vino el hombre
y devoró De Canto Villano al pájaro
vino el gusano
y devoró al hombre.

De “Canto Villano” 1972-1978)

VOZ DE LA VIEJA EVA AL SENTIRSE MARÍA, POEMA DE CARMEN CONDE

A Ella la llamas Ave, saludándola.
A mí llamaste Eva, que es lo mismo.
El Ave de María es terrenal morada tuya,
y yo fui lanzada de tu Huerto, acá a la tierra.
No perdonaste que engendrara hombre
a la que quitaras Tú del que fraguaste.
Y vienes a posar en cuerpo humano,
en virgen de mi propia descendencia.
¡Salvarnos con tu lumbre, por tu Hijo:
venirte Tú a entendernos, dialogando
por medio de la Voz que depositas
en cuerpo de mujer que es pura siempre!
Ignoras las miserias de los hombres.
Harán en tu Criatura su venganza.
La tierra no se olvida de que es tierra
maldita, como yo, por tu arrebato.
Tu Hijo, otro Abel, será vendido
por quien tu Ojo implacable airado mira.
Ave, Eva. Nombres de mujer en dos Edades.
Presencias de tu Ser. Pero María
jamás pecó, Señor. ¿Por qué la eliges
sufridora del drama sobrehumano?
¡No hay árbol de la ciencia,
no hay árbol de la vida para ella!

DEL LIBRO: MUJER SIN EDEN

PRISIÓN, POEMA DE CECILIA MEIRELES. Río de Janeiro. Brasil (1901-1964)

En esta ciudad
cuatro mujeres están en la cárcel.
Cuatro solamente
una en la celda que da al río,
una en la celda que da al monte,
otra en la celda que da a la iglesia,
y la última en la que da al cementerio
allá abajo.
Cuatro solamente.
Cuarenta mujeres en otra ciudad,
cuarenta por lo menos,
están en la cárcel.
Diez vueltas hacia las espumas,
diez hacia la movediza luna,
diez hacia piedras sin respuesta,
diez hacia engañosos espejos.
En celdas de aire, de agua, de vidrio
están presas cuarenta mujeres
cuarenta por lo menos, en aquella ciudad.
Cuatrocientas mujeres
cuatrocientas, digo, están presas
cien por odio, cien por amor,
cien por orgullo, cien por desprecio
en celdas de hierro, en celdas de fuego,
en celdas sin hierro y sin fuego, solamente
de dolor y silencio,
Cuatrocientas mujeres en otra ciudad
Cuatrocientas digo, están presas.
Cuatro mil mujeres en la cárcel,
y cuatro millones y ya no llevo la cuenta,
en ciudades que no se dicen,
en lugares que nadie sabe
están presas, lo están para siempre
sin ventana, sin esperanza,
unas vueltas hacia el presente,
otras hacia el pasado, y las otras
hacia el futuro, y el resto el resto,
sin futuro, pasado o presente
presas en la prisión giratoria,
presas en el delirio, en la sombra,
presas por otros y por sí mismas,
tan presas que nadie las suelta,
ni el rojizo rayo del sol
tampoco la golondrina azul de la luna
pueden llevar ningún recado
a la prisión donde las mujeres
se convierten en sal y muro.

Traducción de Heloísa Costa Milto
Del libro ESPECTROS 1919

PRÓXIMO PROGRAMA JUEVES A LAS 22 HS (HORA ESPAÑOLA)

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